Lenguaje Monologo
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PRÓLOGO
Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro,
como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más
discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de
naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante. Y, así, ¿qué
podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo
seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados
de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda
incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?
—Porque ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo
legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que
duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con
una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo,
pobre de concetos y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las
márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros,
aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de
Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus
autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes? Pues ¿qué, cuando citan la
Divina Escritura? No dirán, sino que son unos santos Tomases y otros doctores
de la Iglesia, guardando en esto un decoro tan ingenioso, que en un renglón han
pintado un enamorado destraído y en otro hacen un sermoncico cristiano, que es
un contento y un regalo oílle o leelle. De todo esto ha de carecer mi libro, porque
ni tengo qué acotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores
sigo en él, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del abecé,
comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoílo o Zeuxis,
aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. También ha de carecer mi libro de
sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques,
marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos; aunque si yo los
pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo sé que me los darían, y tales, que no les
igualasen los de aquellos que tienen más nombre en nuestra España. En fin,
señor y amigo mío —proseguí—, yo determino que el señor don Quijote se
quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien
le adorne de tantas cosas como le faltan, porque yo me hallo incapaz de
remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy
poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé
decir sin ellos. De aquí nace la suspensión y elevamiento, amigo, en que me
hallastes, bastante causa para ponerme en ella la que de mí habéis oído.
.
—Decid —le repliqué yo, oyendo lo que me decía—, ¿de qué modo pensáis
llenar el vacío de mi temor y reducir a claridad el caos de mi confusión?
Cervantes Saavedra, Miguel de, 1547-1616. El Ingenioso Hidalgo Don
Quijote De La Mancha. Madrid: Espasa-Calpe, 1966.
.
amenazándolo; huye Laurencia. EI Comendador debe retirarse, pero al hacerlo amenaza can
vengarse.
Acto segundo
Fernan Gómez, acompañado de sus serviles amigos Ortuño y Flores, se queja al alcalde Esteban de la
conducta de Laurencia que lo ha rechazado. Esteban y los campesinos que lo acompañan escuchan
estupefactos los cínicos alardes del Comendador. Un regidor lo recrimina afirmando el honor de los
villanos.
EI Comendador, irritado, echa de la plaza a los villanos, y se queda con sus amigos, preguntándoles
que mujeres de Fuenteovejuna hay dispuestas a satisfacer sus caprichos. Alguna hay, y Fernán
Gómez comenta: "A las fáciles mujeres / quiero bien y pago mal" En ese instante le llegan noticias de
que la Ciudad Real está a punto de caer en poder de los Reyes.
Laurencia, Pascuala y Mengo comentan el valor de Frondoso y la indignidad del Comendador. Llega
Jacinta, otra joven villana, a quien persiguen Flores y Ortuña. Mengo se apresta a defenderla, y el
Comendador ordena que 1o azoten y se lleva a Jacinta. Aparece Frondoso, y Laurencia le confiesa su
amor. Entre tanto, el Maestre de Calatrava y el Comendador son derrotados en Ciudad Real y Fernán
Gómez decide regresar a Fuenteovejuna. Se celebra la boda de Laurencia y Frondoso, con gran jubilo
de los villanos. Estas escenas de bodas campesinas abundan en el teatro de Lope, el cual sabe
infundirles lirismo y sabor popular. Pero el festejo quedará dramáticamente interrumpido, con la llegada
del Comendador que hace encarcelar a Frondoso y se lleva a Laurencia.
Acto tercero.
Los alcaldes, reunidos en junta, consideran la situación. Esteban propone un levantamiento contra el
Comendador. Juan Rojo piensa que será preferible ir a pedir justicia a los Reyes Católicos, los cuales
no están lejos. A estos debates pone fin la entrada de Laurencia, la cual ha escapado de las
asechanzas del Comendador, y que pronuncia uno de los más vigorosos parlamentos del teatro de
Lope, en que insulta a los hombres por su cobardía y los espolea para que se alcen contra el tirano.
Los villanos, enardecidos por las palabras de Laurencia, se deciden a la insurrección Ella, a su vez,
acaudilla a las mujeres. Y llegan al castillo cuando Frondoso esta a punta de ser suspendido de una
almena atado por tas manos. Vitoreando a los Reyes Católicos, irrumpen los amotinados, y dan muerte
a don Fernán. Pero Flores consigue huir y llegar hasta los Reyes, para contarles a su modo la
subtevación. Los monarcas ordenan la averiguación del caso, y en efecto, llega a Fuenteovejuna un
juez pesquisidor. En tanto, los villanos han alzado en el Ayuntamiento la bandera de Isabel y Fernando,
y han acordado declararse solidariamente culpables de la muerte del Comendador. En una famosa
escena, Laurencia y Frondoso escuchan las torturas que sufren los villanos, para que confiesen quien
fue el matador, a lo que todos contestan: "Fuenteovejuna, señor".
Finaliza la obra can la siguiente escena:
Los Reyes reciben al Maestre de Calatrava que viene a pedirles perdón -y lo obtiene- y a pasarse a su
bando, porque estuvo mal aconsejado por Fernán Gómez. EI juez pesquisidor vuelve y,
acompañándole, todo el pueblo de Fuenteovejuna, que quiere ser recibido par los monarcas. Esteban,
Frondoso y Mengo les explican lo sucedido.
III. Lee el siguiente fragmento de REY: Que entren pues viene, les di. Salen los dos
Fuenteovejuna y responde las preguntas que alcaldes, FRONDOSO, las mujeres y los villanos
se plantean a continuación. que quisieren
ESCENA XVIII LAURENCIA: ¿Aquestos los reyes son?
.
JUEZ: Decid la verdad, buen viejo. FRONDOSO: Y en Castilla poderosos.
FRONDOSO: Un viejo, Laurencia mía, LAURENCIA: Por mi fe, que son hermosos;
atormentan. ¡bendígalos San Antón!
LAURENCIA: ¡Qué porfía! ISABEL: ¿Los agresores son éstos?
ESTEBAN: Déjenme un poco. ESTEBAN: Fuenteovejuna, señora, que humildes
llegan agora para serviros dispuestos.
JUEZ: Ya os dejo. Decid: ¿quién mató a
La sobrada tiranía y el insufrible rigor del muerto
Fernando?
comendador, que mil insultos hacía fue el autor de
ESTEBAN: Fuenteovejuna lo hizo. tanto daño. Las haciendas nos robaba y las
doncellas forzaba, siendo de piedad extraño.
LAURENCIA: Tu nombre, padre, eternizo;
[a todos vas animando]. FRONDOSO: Tanto, que aquesta Zagala, que el
cielo me ha concedido, en que tan dichoso he sido
FRONDOSO: ¡Bravo caso!
que nadie en dicha me iguala, cuando conmigo
JUEZ: Ese muchacho aprieta. Perro, yo sé casó, aquella noche primera, mejor que si suya
que lo sabes. Di quién fue. ¿Callas? Aprieta, fuera, a su casa la llevó; y a no saberse guardar
borracho. ella, que en virtud florece, ya manifiesto parece lo
que pudiera pasar.
NIÑO: Fuenteovejuna, señor.
ESTEBAN: Señor, tuyos ser queremos. Rey
JUEZ: ¡Por vida del rey, villanos, que os ahorque
nuestro eres natural, y con título de tal ya tus armas
con mis manos! ¿Quién mató al comendador?
puesto habemos. Esperamos tu clemencia y que
FRONDOSO: ¡Que a un niño le den tormento y veas esperamos que en este caso te damos por
niegue de aquesta suerte! abono la inocencia.
FRONDOSO: Bravo y fuerte. ¿No es ya tiempo que hable yo? Si me dais licencia,
entiendo que os admiraréis, sabiendo
JUEZ: Esa mujer al momento en ese potro
del modo que me trató. Porque quise defender
tened. Dale esa mancuerda luego.
una moza de su gente, que con término insolente
LAURENCIA: Ya está de cólera ciego. fuerza la querían hacer, aquel perverso Nerón de
manera me ha tratado que el reverso me ha dejado
JUEZ: Que os he de matar, creed, en este potro,
como rueda de salmón. Tocaron mis atabales tres
villanos. ¿Quién mató al comendador?
hombres con tan porfía, que aun pienso que todavía
PASCUALA: Fuenteovejuna, señor. me duran los cardenales. Gasté en este mal prolijo,
porque el cuero se me curta, polvos de arrayán y
JUEZ: ¡Dale!
murta más que vale mi cortijo
FRONDOSO: Pensamientos vanos.
REY: Pues no puede averiguarse el suceso por
LAURENCIA: Pascuala niega, Frondoso. escrito, aunque fue grave el delito, por fuerza ha de
perdonarse. Y la villa es bien se quede en mí, pues
FRONDOSO: Niegan niños. ¿Qué te espanta?
de mí se vale, hasta ver si acaso sale comendador
JUEZ: Parece que los encantas. ¡Aprieta! que la herede.
.
JUEZ: A Fuenteovejuna fui de la suerte que has
mandado y con especial cuidado y diligencia
asistí.
Haciendo averiguación del cometido delito, una
hoja no se ha escrito que sea en comprobación;
porque conformes a una, con un valeroso pecho,
en pidiendo quién lo ha hecho, responden:
"Fuenteovejuna." Trescientos he atormentado
con no pequeño rigor, y te prometo, señor, que
más que esto no he sacado. Hasta niños de diez
años al potro arrimé, y no ha sido posible haberlo
inquirido ni por halagos ni engaños.
Y pues tan mal se acomoda el poderlo averiguar,
o los has de perdonar, o matar la villa toda.
Todos vienen ante ti para más certificarte; de
ellos podrás infórmate.