Caso Alem - Candiotti
Caso Alem - Candiotti
Caso Alem - Candiotti
La primera de ellas consiste en la afirmación de que el auto del Juez a quo que ordenó
su excarcelación bajo fianza, no ha sido cumplido por el funcionario ejecutivo
encargado de su custodia; y la segunda, en que ha sido nuevamente detenido en
arresto, por orden del poder administrativo, violándose en su persona las inmunidades
constitucionales que le amparan como miembro del senado nacional.
En cuanto a la primera de dichas causales, de autos resulta que el mandato del Juez de
Sección fue acatado y cumplido por los funcionarios a quienes les fue notificado, sin
que en momento alguno se haya puesto en cuestión su eficacia.
Las excarcelaciones bajo de fianza decretadas por los jueces en un proceso dado,
refiriéndose sólo a la materia judicial pueden afectar las facultades políticas que
durante el estado de sitio corresponden al Poder Ejecutivo.
En cuanto a la segunda causal, para poder resolver con acierto el punto en debate, es
necesario estudiar otras cuestiones que le son anexas, y de cuya solución depende el
fallo que corresponde dictarse en la presente.
Desde luego es indispensable precisar los objetos del estado de sitio y el alcance de las
facultades que durante él puede ejercer el Presidente de la República, para detenerse
después a estudiar el carácter de las inmunidades de los Senadores y Diputados, y los
objetos que la Constitución ha tenido en vista al acordarlas.
El artículo 23 de nuestra ley fundamental es el único que puede servir para determinar
sus propósitos al establecer el estado de sitio.
El estado de sitio que ese artículo autoriza es un arma de defensa extraordinaria que la
Constitución ha puesto en manos de los poderes políticos de la nación, para que, en
épocas también extraordinarias, puedan defenderse de los peligros que amenacen
tanto a la Constitución como a las autoridades que ella crea.
Cuando la Constitución Argentina ha considerado necesario suspender las garantías
constitucionales que acuerdan algunas de sus cláusulas, por tiempo y en parajes
determinados, lo ha hecho en términos tan expresos, que difícilmente podría
recurrirse, por necesidad a la interpretación para tener pleno conocimiento de sus
propósitos, Perfectamente definidos y limitados.
Solo “en caso de conmoción interior ó de ataque exterior, que ponga en peligro el
ejercicio de la Constitución y de las autoridades creadas por ella, se declarará en
estado de sitio la provincia ó territorio donde exista la perturbación del orden”.
(Constitución Nacional, art.23).
Sin esfuerzo se deduce lógicamente de este texto constitucional que “el objeto
primordial del estado de sitio, es la defensa de la Constitución y de las autoridades
federales que ella crea”.
Con estos propósitos, y como medio eficaz de alcanzados, el artículo 23 agrega que,
“allí”, donde el estado de sitio sea declarado, “quedarán suspendidas las garantías
constitucionales “.
Si de un lado los objetos del estado de sitio son la defensa de la Constitución y de las
autoridades, y del otro, durante ese tiempo, quedan suspendidas las garantías
constitucionales, corresponde averiguar qué carácter tienen dentro de nuestra ley
orgánica las inmunidades de los miembros del Congreso, y si aquellas pueden quedar
comprendidas entre las garantías constitucionales que el estado de sitio suspende.
Y con el objeto de asegurar la estabilidad de ese mismo gobierno que el pueblo creaba,
éste estableció, en la misma constitución, ciertos artículos que limitaron sus propias
atribuciones soberanas, negándose a sí mismo el derecho de deliberar ó de gobernar
por otros medios que los de sus legítimos representantes y declarando suspensas sus
propias garantías constitucionales allí donde una conmoción interior ó un ataque
exterior, que pusiese en peligro el ejercicio de la Constitución ó de las autoridades que
ella crea, haga necesario declarar el estado de sitio.
De esta serie de prescripciones constitucionales resulta que las facultades del estado
de sitio, en cuanto se refiere a las autoridades creadas por la Constitución, deben
ejercitarse dentro de ella misma. El estado de sitio, lejos de suspender el imperio de la
Constitución, se declara para defenderla, Y lejos de suprimir las funciones de los
poderes públicos por ella instituidos, les sirve de escudo contra los peligros de las
conmociones interiores ó de los ataques exteriores.
Toda medida que, directa ó indirectamente, afecte la existencia de esos poderes
públicos, adoptada en virtud de las facultades que el estado de sitio confiere, sería
contraria a la esencia misma de aquella institución, y violaría los propósitos con que la
ha crearlo el artículo 23 de la Constitución.
Ahora bien: la supresión de las garantías constitucionales, que trae como consecuencia
inmediata la declaración del estado de sitio, en cuanto se refiere a las personas,
autoriza al Presidente de la República “a arrestarlos ó trasladarlos de un punto a otro
de la Nación, si ellas no prefirieran salir del territorio Argentino “.
Esta prescripción determina la regla ineludible: los miembros del Congreso no pueden
ser arrestados; y, al lado de la regla, coloca la única excepción: el caso da ser
sorprendido in fraganti en la comisión de algún delito.
Sean cuales fueren los actos que se atribuyan al Senador Alem para motivar su arresto,
en virtud de las facultades que el estado de sitio confiere, ellos no podrían incluirse en
la excepción que este artículo consigna.
Para que un miembro del Congreso pueda ser arrestado, es menester que se le
sorprenda in fraganti en la comisión de un delito; y actos como éste no caen, en caso
alguno, bajo, la acción política del Presidente de la República que, durante el estado de
sitio “no puede condenar por sí ni aplicar penas”, sino bajo la acción de los tribunales,
que son los depositarios del poder judicial de la Nación, y, por tanto, los únicos
competentes para entender en caso de delito.
Y es tal el celo que la Constitución ha tenido por guardar esta inmunidad dada a los
miembros del Poder Legislativo contra los arrestos posibles de sus personas, que, aún
en estos casos de excepción, cuando el Poder Judicial interviene, éste está obligado a
dar cuenta a la Cámara respectiva, con la información sumaria del hecho, la que, en los
casos de querella por escrito, necesita el concurso de dos terceras partes de los votos
de sus miembros para ponerlo a disposición del Juez competente para su juzgamiento
(Constitución Nacional, arts. 61 y 62).
Se ve, pues, que aun tratándose de los actos de indiscutible jurisdicción de los
tribunales ordinarios, cuando ellos ordenan el enjuiciamiento de un Senador ó
Diputado, la Cámara respectiva tiene acción decisiva sobre la persona de sus
miembros, con prescindencia completa de las resoluciones de los demás poderes de la
Nación.
Siendo esto así, ¿Cómo puede concebirse que la misma Constitución haya autorizado
el arresto de los Senadores ó Diputados, sin la base de la comisión de un delito, solo
como consecuencia emergente del estado de sitio, y sin que pueda tomar intervención
alguna la Cámara a que pertenezcan esos miembros del Congreso ó el Poder Judicial,
encargado de amparar todos los derechos?
Para que las facultades políticas discrecionales puedan ser ejercidas con amplia
libertad por el Presidente de la República, sobre las personas y las cosas, es que la
Constitución ha declarado suspensas las garantías constitucionales durante el estado
de sitio; pero esta suspensión de garantías es solo en cuanto afecta a las personas y a
las cosas, y no a las autoridades creadas por la Constitución.
Si esta amplitud se diese a las facultades que el estado de sitio confiere, resultaría
saltante la incongruencia en que habría incurrido nuestra Constitución autorizando por
el artículo 23 el estado de sitio para garantir la existencia de las autoridades creadas
por ella, y autorizando por el mismo artículo al Presidente para destruir los poderes
legislativo y judicial, por medio del arresto ó la traslación de sus miembros, durante el
estado de sitio.
Ejercida discrecional mente y sin control esa facultad que el artículo veinte y tres de la
Constitución confiere al Presidente, ella puede venir a modificar substancialmente las
condiciones de las cámaras del Congreso: ejerciéndose esa facultad sobre sus
miembros y alternándose el resultado de las decisiones, parlamentarias, por la
calculada modificación de las mayorías, ó impidiendo en absoluto el funcionamiento
del Poder Legislativo, o arrestándose ó trasladándose por la sola voluntad del
Presidente, los senadores ó diputados en el número necesario para producir esos
resultados.
Las diferencias que entre este artículo y el de la constitución Argentina existen, son
dos: la primera, que mientras que en los Estados Unidos puede ser arrestado, por
orden judicial, en cualquier momento un miembro del Congreso que haya cometido
delito, por la Constitución Argentina el arresto sólo puede tener lugar cuando el
senador ó diputado, es sorprendido infraganti, es decir, en el acto mismo de la
comisión del delito. La segunda diferencia, es que en los Estados Unidos la inmunidad
dura sólo el tiempo de las sesiones de las cámaras y el necesario para ir y volver al
Congreso, mientras que en la República Argentina esa inmunidad dura para los
diputados y senadores desde el día de su elección hasta el de su cese.
Del hecho de que las inmunidades acordadas a los senadores y diputados les amparen
contra el arresto político que autoriza el estado de sitio, no puede desprenderse su
impunidad para conspirar contra la paz de la República.
Los miembros del Congreso, como todos los habitantes de la Nación, están sujetos a
las leyes penales; y si conspirasen, ó produjesen actos de sedición ó rebelión, su
arresto procedería, no en virtud de las facultades del estado de sitio, sino en virtud de
las facultades que tiene el poder judicial para aprehender a los presuntos delincuentes
sometidos a su jurisdicción, ó para reclamarlos a sus cámaras respectivas.
Por otra parte, aun en los casos en que no exista propiamente delito, cada Cámara es
el juez de sus miembros, y este es el creado contra la participación posible de los
Senadores ó Diputados, en asuntos que pueden afectar al orden público.
El estado de sitio no puede llegar hasta el seno del parlamento, para levantar de su
asiento a uno de sus miembros, porque la existencia del cuerpo y su funcionamiento
regular depende precisamente de esa existencia; pero cada Cámara tiene acción sobre
todos y cada uno de sus miembros.
Son altos fines políticos los que se ha propuesto, y si ha considerado esencial esa
inmunidad, es precisamente para asegurar no solo la independencia de los poderes
públicos entre sí, sino la existencia misma de las autoridades creadas por la
Constitución.
De todo lo expuesto resulta que, en tanto que no se trate del arresto autorizado, por
excepción, por el artículo 61 de la Constitución, los miembros del Congreso nacional no
pueden ser arrestados. Las facultades del estado de sitio no alcanzan hasta ellos, sobre
quienes sólo tiene jurisdicción en esos casos la propia Cámara a que pertenecen.
Pero aún admitiendo en los autos el documento que se ha recibido en esta Corte por la
vía telegráfica, y que aparece ser el que tuvo presente el Juez a quo al negar su
competencia para decretar la libertad del Senador Alem, fundándose en que el Senado
Nacional había autorizado su arresto, ese documento, no expresa semejante
autorización.
En su texto solo dice que: “El Senado de la Nación, en presencia del mensaje de V. E.,
fecha de hoy, ha resuelto manifestarle que, en el caso ocurrente; puede hacer uso de
sus facultades constitucionales con relación al senador electo doctor Leandro N. Alem,
cuyos términos no implican una autorización especial para arrestar al senador Alem,
durante y por las facultades del estado de sitio, máxime cuando el Senado solo se
pronunciaba a propósito del caso ocurrente en la fecha del mensaje, y se pronunciaba
dejando al Poder Ejecutivo que usara de sus facultades constitucionales.
Es ese precisamente el punto estudiado en este fallo, y resultando de él que, entre las
facultades constitucionales del Presidente de la República durante el estado de sitio,
no entra la de arrestar, a los miembros del Congreso, basta esta sola consideración
para negar a la nota de la referencia la importancia decisiva que le atribuye el Juez a
quo en su fallo.
Por estos fundamentos, se revoca la sentencia apelada corriente a foja 29, y se declara
que las inmunidades constitucionales del senador electo doctor Leandro N. Alem, no
están limitadas por el estado de sitio, y que debe ser puesto en libertad; a cuyo efecto,
devuélvanse los autos al Juzgado de su procedencia.
Benjamín Paz.- Luis V. Varela.- Abel Bazan.- Octavio Bunge.- Juan E. Torrent.-