Historia Transicion y Franquismo
Historia Transicion y Franquismo
Historia Transicion y Franquismo
-De 1939 a 1944: Resistencia limitada y actividad guerrillera, los comunistas y anarquistas
abandonaron la lucha armada en 1948 debido a la represión y la falta de apoyo externo.
-De 1944 a 1947: Condiciones favorables tras la derrota de los países del Eje. Surgimiento de
plataformas unitarias y el intento de restauración monárquica liderado por Juan de Borbón,
quien rompió lazos con el régimen en 1945.
-De 1948 a 1959: Desmoralización por la consolidación del régimen. La falta de apoyo
internacional y la inefectividad de la guerrilla llevaron a una recomposición de la oposición.
Hubo un distanciamiento entre la oposición en el exilio y la interna, siendo esta última más
efectiva.
A partir de 1959, la oposición en España experimentó un crecimiento notable debido a los cambios
que se estaban produciendo en la sociedad. Esta oposición se manifestó en dos frentes principales:
la oposición política y la oposición social.
Por otro lado, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), aunque con menor presencia en los
movimientos sociales, también fue un actor relevante en la oposición al régimen. Sin embargo,
estuvo marcado por conflictos internos, especialmente entre la dirección en el exilio y la militancia
interna.
Paralelamente, surgieron grupos de oposición que adoptaron la vía armada como forma de
resistencia al régimen franquista. Entre estos grupos, destaca ETA, fundada como una escisión de
las juventudes del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1959. También surgieron otras
organizaciones como FRAP y GRAPO, que se originaron a finales de la década de 1960 como
escisiones de grupos comunistas. Estos grupos llevaron a cabo acciones violentas contra el régimen,
buscando derrocarlo mediante la lucha armada.
La oposición social en España se manifestó a través de varios frentes: la Iglesia, los nacionalismos,
el movimiento obrero y las protestas estudiantiles.
En 1964 se fundó Comisiones Obreras (CCOO), una organización clandestina que luchaba por
mejoras laborales y políticas. Utilizaban métodos legales e ilegales, como huelgas y participación en
elecciones sindicales. Su éxito en 1966 llevó al gobierno a declararlas ilegales y reprimirlas,
culminando en el proceso 1001 en 1972.
A partir de 1967, sindicalistas de las Juventudes Obreras Cristianas fundaron la Unión Sindical
Obrera (USO). De los sindicatos anteriores, solo la UGT mantuvo actividad clandestina, mientras que
la CNT casi desapareció.
Las protestas estudiantiles también fueron frecuentes, especialmente contra el Sindicato Español
Universitario (SEU), obligatorio y falangista. Esto llevó a la creación de sindicatos estudiantiles
democráticos, enfrentados al régimen. La respuesta represiva del gobierno solo radicalizó el
movimiento, especialmente después del "mayo francés" de 1968.
Además, surgieron nuevos movimientos sociales a favor de las libertades y la democracia, liderados
por entidades legales como Justicia y Paz, colegios profesionales y asociaciones de vecinos, que
demandaban mejores condiciones de vida en barrios desatendidos por la administración.
La evolución del régimen franquista condujo a una clara división entre dos grupos ideológicos dentro
del gobierno: los continuistas, partidarios de mantener el rumbo del primer franquismo, y los
aperturistas, que abogaban por reformas para adaptarse a las nuevas necesidades sociales y
económicas.
Entre las medidas aperturistas destacan la Ley de Prensa de 1966, que eliminó la censura, la Ley
Orgánica del Estado del mismo año, que institucionalizó el régimen, la Ley de Libertad Religiosa y la
Ley de Bases de la Seguridad Social. En julio de 1969, el príncipe Juan Carlos fue proclamado
sucesor en la jefatura de Estado a título de rey.
Por otro lado, se intensificaron las medidas de represión con la creación del Tribunal de Orden
Público (TOP) y la Brigada Político-Social para reprimir conductas consideradas como delitos
políticos. Destacan el Proceso de Burgos en 1970 (contra ETA) y el Proceso 1001 contra Comisiones
Obreras, que llevó a la cárcel a su cúpula.
El régimen empezaba a erosionarse, anticipando una futura crisis, exacerbada por escándalos de
corrupción como el caso MATESA. En política exterior, España se vio sorprendida por el proceso de
descolonización africano y tuvo que ceder territorios como Ifni a Marruecos en 1969, tras otorgar la
independencia a Guinea Ecuatorial en 1968. En 1970 se firmó el acuerdo preferencial con la
Comunidad Económica Europea (CEE).
La crisis del franquismo entre 1973 y la muerte de Franco se vio influenciada por factores tanto
externos como internos.
Externamente, la crisis del petróleo de 1973 afectó a España, causando inflación y reducción de la
actividad económica. Aunque el gobierno español intentó mitigar los efectos absorbiendo parte de los
costos, los desequilibrios subyacentes se agravaron.
A nivel internacional, la caída de los últimos regímenes dictatoriales en 1974 dejó a España como la
última dictadura europea. La muerte de Carrero Blanco en un atentado en 1973 y la sucesión de
gobiernos poco efectivos contribuyeron a la inestabilidad política.
Internamente, las tensiones entre facciones del régimen se intensificaron. El intento de Arias Navarro
en 1974 de unir a los aperturistas e inmovilistas fracasó, mostrando la incapacidad del franquismo
para reformarse.
El conflicto con Marruecos por el Sahara y la muerte de Franco en noviembre de 1975 en un contexto
de condena internacional y crisis interna dejaron al régimen en evidente declive. La pretensión de un
"futuro atado y bien atado" se desvanecía, mostrando la inviabilidad de un franquismo sin Franco.
A pesar de las dificultades, destacaron figuras culturales notables como Miguel Delibes, Salvador
Dalí, Antonio Saura, Antonio Tàpies y Eduardo Chillida.
La Transición política en España, que abarcó el período de 1975 a 1982, fue un proceso complejo y
decisivo en la historia del país. Surgió tras la muerte de Franco y se caracterizó por la búsqueda de
un cambio de régimen político, pasando de una dictadura a una democracia, de manera gradual y
consensuada. Esta transformación se logró mediante la restauración de las instituciones
democráticas, el establecimiento de las libertades individuales y el reconocimiento del pluralismo
político y social.
Entre los factores que facilitaron la Transición se encuentran la intervención determinante de la
Corona, el respaldo de poderes fácticos como la Iglesia y la Banca, así como la labor educativa y
comunicativa que promovió la cultura democrática entre la ciudadanía. Además, la actitud
responsable de las principales fuerzas políticas y sociales fue fundamental para alcanzar acuerdos y
evitar confrontaciones.
Este proceso se distinguió por su carácter político, sin grandes cambios en las estructuras
socioeconómicas, y por su adaptación a las circunstancias históricas y culturales de España. La
movilización popular, expresada en demandas de libertad, amnistía y autonomía, fue un factor clave
que impulsó la transición hacia la democracia y favoreció la integración del país en la comunidad
europea.
Después del fallecimiento de Franco, la proclamación de Juan Carlos I como rey de España el 22 de
noviembre de 1975 marcó el inicio de un período crucial en la historia del país: la Transición.
Sin embargo, esta proclamación no estuvo exenta de controversia y desconfianza. Juan Carlos,
aunque designado por Franco como su sucesor, carecía de un amplio respaldo político y popular. En
particular, el sector más inmovilista del régimen, conocido como "el búnker", desconfiaba de su
lealtad al franquismo. Por otro lado, la oposición democrática también lo miraba con escepticismo,
asociándolo con la figura de Franco y el autoritarismo.
El primer discurso de Juan Carlos ante las Cortes, aunque cauteloso, dejaba entrever su visión de un
futuro democrático para España. En él, se apoyaba en la tradición monárquica para afirmar su
legitimidad, al tiempo que expresaba su compromiso con la creación de un sistema representativo
inclusivo que reconociera los derechos sociales y económicos como base para el ejercicio de las
libertades políticas. Sin embargo, esta postura generó desconfianza tanto en la extrema derecha
como en los sectores republicanos.
Tras la proclamación de Juan Carlos, se mantuvo en el cargo de presidente del gobierno Carlos Arias
Navarro, quien ya había encabezado el último gobierno de Franco. Su mandato se vio enfrentado a
una serie de dificultades significativas. Por un lado, enfrentó el rechazo de los sectores más
inmovilistas del régimen a cualquier intento de reforma. Por otro lado, la situación económica era
precaria, lo que provocó un aumento de las tensiones sociales, manifestadas en movilizaciones
lideradas por los sindicatos CCOO y UGT, así como un recrudecimiento del terrorismo de ETA y
GRAPO. Además, la oposición, especialmente representada por la PLATAJUNTA (Plataforma de
Coordinación Democrática), se radicalizaba cada vez más.
Ante estas circunstancias y presionado por el rey, Arias Navarro dimitió en julio de 1976. Según la
legislación vigente, el nuevo presidente debía ser elegido por el rey, y el elegido resultó ser Adolfo
Suárez, una figura sorprendente para muchos debido a su historial franquista y su posición
considerada como de segunda fila en el ámbito político.
La llegada de Suárez al gobierno marcó un punto de inflexión en el proceso de transición. Suárez
presentó un proyecto de Ley para la Reforma Política en septiembre de 1976, que fue aprobado por
las Cortes franquistas y ratificado por el pueblo español en un referéndum en diciembre de 1976.
Esta ley permitió la desaparición pactada del franquismo y sentó las bases para la transición a la
democracia. En ella se afirmaba el principio de soberanía popular, se reconocían los derechos
fundamentales de la persona y se promovía el pluripartidismo.
La política de Suárez se caracterizó por su enfoque de consenso, buscando acuerdos entre diversos
actores políticos y sociales. La Ley de Amnistía de octubre de 1977 permitió la liberación de presos
políticos, y los Pactos de la Moncloa en la misma fecha abordaron la grave situación económica y
social del país. Asimismo, Suárez trabajó para garantizar el compromiso del ejército con el proceso
de transición y para conseguir el apoyo de la oposición a su proyecto político, que implicaba la
renuncia a la línea rupturista y la apuesta por una vía pacífica hacia la democracia.
3. Restablecimiento de la democracia
En las primeras elecciones democráticas de junio de 1977, con una participación cercana al 79%, la
Unión de Centro Democrático (UCD) ganó sin obtener mayoría absoluta. El PSOE se convirtió en el
principal partido de la oposición, seguido por el PCE, AP y el PSP. Los nacionalistas vascos y
catalanes también obtuvieron representación en las nuevas Cortes. Este resultado marcó el inicio de
un sistema político dominado por dos grandes partidos, con otros más pequeños y nacionalistas.
Durante el periodo constituyente (1977-1978), Adolfo Suárez lideró el primer gobierno democrático en
España, buscando pactos con otras fuerzas políticas para:
● Elaborar una nueva constitución.
● Establecer el Estado de las Autonomías.
Implementar medidas económicas urgentes para contrarrestar la crisis provocada por el petróleo de
1973.
● Los Pactos de la Moncloa, firmados en octubre de 1977 entre el gobierno, empresarios,
partidos y sindicatos, tenían como objetivo reducir la inflación, reformar la fiscalidad, la
Seguridad Social y la empresa pública, y evitar la radicalización socio-política. A pesar de
estos esfuerzos, la crisis económica persistió después de 1979.
Durante la segunda legislatura de la Unión de Centro Democrático (UCD) entre 1979 y 1982, el
partido experimentó una profunda crisis interna que minó su capacidad de gobierno y su respaldo
electoral. Esta crisis se manifestó en diversas áreas:
Debilidad del liderazgo de Adolfo Suárez: A pesar de liderar la UCD a la victoria en las elecciones
de 1979, Suárez comenzó a ser cuestionado dentro y fuera de su partido. Su capacidad para
gestionar las crecientes tensiones políticas y económicas se vio comprometida, lo que
debilitó su autoridad y liderazgo.
Divisiones internas: La UCD era una coalición de diferentes corrientes políticas que encontraban
difícil llegar a consensos en temas clave como la legislación sobre el divorcio y la política
educativa. Estas divergencias se agudizaron con el tiempo, lo que dificultó la toma de
decisiones y la cohesión del partido.
Crisis económica y desempleo: La crisis económica mundial de los años setenta impactó
duramente en España, con altos niveles de inflación y desempleo. La incapacidad del
gobierno para abordar efectivamente estas crisis minó su legitimidad y popularidad.
Aumento del terrorismo: La actividad terrorista de grupos como ETA se intensificó durante este
período, creando un clima de inseguridad y tensión social. Los atentados terroristas
generaron miedo y desconfianza en el gobierno, erosionando aún más su apoyo popular.
Amenaza de golpe de estado: La persistente amenaza de un golpe militar por parte de sectores
contrarios a la democracia representaba una seria preocupación. El intento de golpe de
estado del 23 de febrero de 1981, liderado por el teniente coronel Antonio Tejero, puso de
manifiesto las debilidades del gobierno y la fragilidad de la joven democracia española.
Ante esta situación, Adolfo Suárez presentó su dimisión en enero de 1981, siendo sucedido por
Leopoldo Calvo Sotelo. Sin embargo, la crisis interna de la UCD persistió, culminando en la
disolución del partido y la convocatoria de elecciones anticipadas en octubre de 1982. Este período
marcó el fin de la UCD como fuerza política dominante en España y el inicio de una nueva etapa en
la historia política del país.
La Constitución de 1978 fue el resultado de un arduo proceso de negociación y debate que culminó
con su aprobación por referéndum el 6 de diciembre de ese año. Este texto constitucional establece
los siguientes principios fundamentales:
● Define a España como un "Estado social y democrático", con la soberanía nacional
emanando del pueblo español.
● Establece la forma de Estado como una monarquía parlamentaria, limitando el papel de la
Corona.
● Reconoce al rey como Jefe del Estado y comandante supremo de las Fuerzas Armadas.
● En la sucesión al trono, se da preferencia al varón sobre la mujer.
● El poder legislativo se divide en dos cámaras: el Congreso y el Senado, ambos elegidos por
sufragio universal. El Senado incluye representación territorial.
● El poder ejecutivo reside en el Gobierno, sujeto a la confianza del legislativo, y encargado de
dirigir la política interna y externa.
● La administración de justicia recae en los juzgados y tribunales.
● Declara al Estado como no confesional, aunque establece relaciones de cooperación con la
Iglesia Católica.
● Garantiza una amplia declaración de derechos y libertades, incluyendo aspectos sociales y
económicos.
● Reconoce la unidad de España junto con la diversidad nacional, permitiendo un sistema
autonómico.
● Establece al castellano como idioma oficial del Estado, mientras que las lenguas regionales
también tienen reconocimiento oficial en sus respectivas comunidades autónomas.