Estado Absolutista
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Sin embargo, si bien los monarcas absolutos concentraron el poder político y eran quienes
tomaban las decisiones de mayor importancia, la administración del reino demandaba la
existencia de un cuerpo de funcionarios que se encargaban de la hacienda, la justicia, la
diplomacia y el ejército. Esta burocracia estaba integrada en gran medida por burgueses,
mientras que algunos nobles también ocupaban cargos, sobre todo en las provincias.
En el largo plazo, este sistema fracasó. En Francia, esto se relacionó con los grandes
gastos derivados de los lujos de la corte y de las guerras, que incrementaban la dependencia
de la corte en la recaudación impositiva y en los préstamos de banqueros burgueses. Estas
medidas también afectaron a las poblaciones campesinas y a los pobres urbanos, que
padecían hambre y manifestaban su malestar cuando se combinaban malas cosechas con la
presión tributaria del Estado.
Por otro lado, también existieron situaciones de entendimiento entre la autoridad monárquica y
el papado, como cuando Luis XIV decidió forzar la unificación religiosa de Francia
mediante la persecución de grupos protestantes (como los jansenistas). En cambio, en
Suecia el rey Gustavo III, cuya monarquía era protestante, dictaminó la libertad religiosa para
católicos y judíos (influido por las ideas de la Ilustración).
La ley de Dios. Este principio jurídico y religioso establecía que el rey estaba
sometido, en su condición de cristiano, a las leyes morales de la religión y de la
Iglesia.
El derecho natural. Ciertas partes del derecho, que atañían a los aspectos más
fundamentales de la cultura, no estaban sujetas a la consideración del rey. Por
ejemplo, leyes de herencia, mayorazgo, etc.
Las leyes fundamentales del reino. Algunas leyes heredadas no se ponían en duda
porque formaban parte de la tradición, aun cuando no estaban necesariamente
escritas, como las normas de sucesión de los monarcas.
Absolutismo
Índice
Te explicamos qué fue el absolutismo, cómo fue el inicio y final de este régimen de gobierno.
Además, sus características, economía y más.
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El absolutismo proclamaba que el monarca era el Estado, por lo que los poderes públicos
emanaban de su voluntad y estaban subordinados a sus decisiones. No había ninguna
autoridad por encima del rey, quien además no estaba sujeto a las leyes.
La doctrina del absolutismo surgió en Europa en el siglo XVI, pero sus exponentes más
característicos gobernaron en los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX, como Luis XIV de
Francia (1643-1715), Federico Guillermo I de Prusia (1713-1740) y Fernando VII de
España (1808 y 1814-1833).
El término absolutismo (o el adjetivo absolutista) fue empleado por primera vez con un sentido
político en el siglo XIX, para destacar los aspectos despóticos de algunos gobiernos
monárquicos. Sin embargo, actualmente es un concepto historiográfico usado para
describir una doctrina y una forma de gobierno, surgida en Europa en el siglo XVI y
característica de la Edad Moderna hasta comienzos del siglo XIX.
Se cree que su origen puede estar relacionado con la expresión latina princeps legibus
solutus est (“el príncipe no está sujeto a la ley”), empleada por el jurista romano Ulpiano en
los años del Imperio romano.
En una monarquía absolutista, no existe un partido político gobernante, sino que el Estado se
funde con la persona del rey, y la ley se expresa como la voluntad del rey, quien no gobierna
por un mandato popular sino por un derecho divino.
En el siglo XVII se destacaron otros intelectuales como el inglés Thomas Hobbes (1588-
1679), que consideraba que un gobierno autoritario era la única solución a los conflictos
políticos y sociales, y el francés Jacques Bossuet (1627-1704), que defendía la idea de que el
monarca recibía su autoridad de Dios y gobernaba por derecho divino.
La máxima expresión histórica del absolutismo tuvo lugar en los siglos XVII y XVIII,
especialmente luego de la paz de Westfalia (1648) que dio fin a la Guerra de los Treinta Años,
impulsó la idea de soberanía territorial de cada Estado europeo y desencadenó el auge
político de la Casa de Borbón. El máximo exponente del absolutismo fue Luis XIV de
Francia.
El fin del absolutismo
Sin embargo, si bien los monarcas absolutos concentraron el poder político y eran quienes
tomaban las decisiones de mayor importancia, la administración del reino demandaba la
existencia de un cuerpo de funcionarios que se encargaban de la hacienda, la justicia, la
diplomacia y el ejército. Esta burocracia estaba integrada en gran medida por burgueses,
mientras que algunos nobles también ocupaban cargos, sobre todo en las provincias.
En el largo plazo, este sistema fracasó. En Francia, esto se relacionó con los grandes
gastos derivados de los lujos de la corte y de las guerras, que incrementaban la dependencia
de la corte en la recaudación impositiva y en los préstamos de banqueros burgueses. Estas
medidas también afectaron a las poblaciones campesinas y a los pobres urbanos, que
padecían hambre y manifestaban su malestar cuando se combinaban malas cosechas con la
presión tributaria del Estado.
Por otro lado, también existieron situaciones de entendimiento entre la autoridad monárquica y
el papado, como cuando Luis XIV decidió forzar la unificación religiosa de Francia
mediante la persecución de grupos protestantes (como los jansenistas). En cambio, en
Suecia el rey Gustavo III, cuya monarquía era protestante, dictaminó la libertad religiosa para
católicos y judíos (influido por las ideas de la Ilustración).
Los límites al poder absolutista
La ley de Dios. Este principio jurídico y religioso establecía que el rey estaba
sometido, en su condición de cristiano, a las leyes morales de la religión y de la
Iglesia.
El derecho natural. Ciertas partes del derecho, que atañían a los aspectos más
fundamentales de la cultura, no estaban sujetas a la consideración del rey. Por
ejemplo, leyes de herencia, mayorazgo, etc.
Las leyes fundamentales del reino. Algunas leyes heredadas no se ponían en duda
porque formaban parte de la tradición, aun cuando no estaban necesariamente
escritas, como las normas de sucesión de los monarcas.
Ejemplos de monarquías absolutistas
Luis XIV de Francia
El ejemplo más claro de una monarquía absoluta fue el reinado de Luis XIV en Francia,
también llamado el “Rey Sol”, quien gobernó entre 1643 y 1715. De hecho, su estilo de
gobierno y la ostentosa vida cortesana del palacio de Versalles fueron imitados por muchos
monarcas europeos que implantaron el absolutismo en sus reinos.
Luis XIV heredó el trono de Francia cuando era un niño, por lo que inicialmente ejerció
como regente su madre, Ana de Austria, quien confió los asuntos de gobierno a su ministro, el
cardenal italiano Mazarino. Este continuó las medidas iniciadas por su antecesor, el cardenal
Richelieu, que consistían en asegurar la posición de Francia en Europa y fortalecer a la corte
real francesa en detrimento de la nobleza.
A la muerte de Mazarino, en 1661, Luis XIV ya era adulto y gobernaba sobre un reino fuerte y
ordenado, por lo que decidió asumir personalmente la conducción del gobierno, aunque
asesorado por un gabinete de ministros (el más destacado fue Colbert). La reorganización
burocrática del Estado promovió el nombramiento de funcionarios que dependían
directamente del rey, muchos de ellos provenientes de la burguesía. Esta concentración del
poder (que lo erigió en monarca absoluto y consolidó la posición dominante de Francia en
Europa) suele ser ilustrada con la famosa frase que le ha sido atribuida: “El Estado soy yo”.
Otras monarquías absolutas
El absolutismo fue adoptado en casi todas las monarquías europeas del siglo XVII. La
excepción más notable fue Inglaterra, que tuvo dos reinados a menudo considerados
absolutistas, como fueron los de Carlos II (1660-1685) y Jacobo II (1685-1688), y un monarca
anterior que algunos historiadores caracterizan como absoluto, como fue Enrique VIII (1509-
1547), pero que desde 1688 vio consolidarse una monarquía constitucional.
Fuente: https://humanidades.com/absolutismo/#ixzz8Y8MniT8b