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Formación de Los Sujetos.

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Formación de los sujetos.

La formación de los sujetos del Derecho es un tema de suma relevancia en el


estudio del ordenamiento jurídico. En este contexto, resulta fundamental
comprender el proceso mediante el cual los individuos adquieren la capacidad
de ser titulares de derechos y obligaciones dentro de un sistema normativo. A
continuación, nos adentraremos en un análisis detallado acerca de la formación
de los sujetos del Derecho, abordando diversos aspectos vinculados a esta
temática tan trascendental.

En primer lugar, nos encontramos con las personas naturales, quienes


representan a los individuos humanos que poseen la capacidad jurídica. La
formación de una persona natural tiene lugar en el momento de su nacimiento y
concluye únicamente con su fallecimiento. A partir del instante en que el individuo
llega al mundo, se le reconocen una serie de derechos y obligaciones inherentes
a su condición como sujeto de Derecho. Entre estos derechos se incluyen el
derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad, entre otros. No obstante, es
importante tener en cuenta que la capacidad jurídica de las personas naturales
puede estar sujeta a ciertas restricciones temporales o permanentes en
determinadas situaciones, como es el caso de los menores de edad o las
personas con discapacidad.

Debemos prestar atención a las personas jurídicas, las cuales son entidades
que, a pesar de no ser seres humanos, son reconocidas por la legislación como
sujetos de derechos y obligaciones. La formación de una persona jurídica se
lleva a cabo ya sea por disposición legal o mediante actos jurídicos específicos,
tales como la constitución de una empresa o de una organización. Algunos
ejemplos comunes de personas jurídicas son las empresas, las asociaciones, las
fundaciones, los sindicatos y los estados. Para que una persona jurídica adquiera
su plena capacidad jurídica, es necesario cumplir con ciertos requisitos legales,
como el registro correspondiente, la adopción de estatutos que regulen su
funcionamiento y la obtención de la personalidad jurídica, que es el
reconocimiento formal de su existencia legal.

En un ámbito más amplio, también encontramos a los sujetos de Derecho


internacional. Además de los sujetos del Derecho interno de cada país, existen
entidades que adquieren la calidad de sujetos del Derecho internacional. Entre
ellos se encuentran los Estados, las organizaciones internacionales y ciertas
entidades no estatales. Los Estados, como máximos protagonistas del Derecho
internacional, poseen la capacidad de celebrar tratados, establecer relaciones
diplomáticas y participar activamente en la comunidad internacional. A su vez,
las organizaciones internacionales, tales como la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) o la Unión Europea, también son consideradas sujetos del
Derecho internacional, disponiendo de derechos y obligaciones reconocidos por
los Estados miembros.

El proceso de formación de los sujetos del Derecho puede presentar variaciones


en cada sistema jurídico, debido a las particularidades de las leyes y normas
aplicables en cada país. Por lo tanto, resulta esencial profundizar en el estudio
de la legislación específica de cada jurisdicción para obtener un panorama
completo y preciso sobre este tema. En caso de requerir información más
detallada acerca de algún aspecto en particular o si posees alguna otra pregunta
adicional, no dudes en plantearla. Estoy a tu disposición para brindarte la ayuda
que necesites en tu recorrido por el fascinante mundo del Derecho.

El Estado, soberanía e igualdad Jurídica.

El Estado, la soberanía y la igualdad jurídica son conceptos de suma importancia


en el ámbito del Derecho y la política. El Estado, en su calidad de entidad política
y jurídica, representa la institución fundamental que ejerce autoridad y poder en
un territorio definido. Es una entidad que ostenta el monopolio legítimo de la
fuerza y tiene la capacidad de establecer y aplicar leyes y normas dentro de su
jurisdicción. En este sentido, el Estado desempeña funciones primordiales, tales
como mantener el orden público, proteger los derechos y libertades de los
ciudadanos, promover el bienestar general y representar al país en el ámbito
internacional. Asimismo, el Estado posee la facultad de recaudar impuestos y
administrar los recursos del territorio que gobierna.
La igualdad soberana5 de los Estados es quizá el principio más fundamental
entre los que forman el núcleo del Derecho internacional. Tan es así que algún
autor califica la igualdad soberana de los Estados incluso como la norma
fundamental6 del derecho internacional. Para comprender mejor la dimensión de
este principio conviene recordar su aparición normativa y doctrinal en la sociedad
internacional. Hay un acuerdo bastante extendido en la doctrina de derecho
internacional en que los postulados de la igualdad soberana de los Estados
provienen de la organización normativa de las relaciones interestatales surgida
de los Tratados que consagraron la Paz de Westfalia de 16487. Aunque cierta
autonomía religiosa de los principados y los reinos ya había sido reconocida en
tratados anteriores, tras la finalización de la Guerra de los Treinta Años se
desautorizan las relaciones internacionales basadas en ciertas categorías
jerárquicas, sean religiosas o seculares, de coordinación o subordinación, que
hasta ese momento habían estado en manos del papado y el emperador10, que
dieron paso a la igualdad soberana.

La soberanía se configura como uno de los principios fundamentales


relacionados con el ejercicio del poder estatal. Este principio establece que el
Estado es la máxima autoridad dentro de su territorio y posee el poder de tomar
decisiones y ejercer su autoridad sin interferencia externa. La soberanía implica
la independencia y autonomía del Estado para tomar decisiones en asuntos
internos y externos, sin someterse a la voluntad de otros Estados o entidades
supranacionales. Se trata de un principio esencial para la estabilidad y el
funcionamiento de los Estados, ya que garantiza su capacidad para establecer
políticas y normas de acuerdo con sus propios intereses y objetivos nacionales.

La igualdad jurídica, es un principio elemental del Derecho que establece que


todas las personas son iguales ante la ley y tienen los mismos derechos y
obligaciones sin discriminación alguna. Este principio implica que ninguna
persona debe ser privilegiada o perjudicada en virtud de su origen étnico, género,
religión, condición social u otras características personales. La igualdad jurídica
busca asegurar la justicia y la equidad en la aplicación de la ley, garantizando
que todas las personas sean tratadas con imparcialidad y sin ningún tipo de
favoritismo o discriminación. Es un principio fundamental para la protección de
los derechos humanos y el establecimiento de una sociedad justa y equitativa.
Los pueblos y la libre determinación.

El origen del principio de libre determinación de los pueblos es tan antiguo como
el mismo Derecho Internacional Público. Se remonta al siglo XIV, cuando se
hacen las primeras referencias acerca de la libertad de la que disponen ciertos
grupos de personas para, por sí mismos, elegir su propio gobierno y destino.
Esta primera presentación del principio fluye de los escritos del padre Francisco
de Vittoria, que alude directa y expresamente a lo que ahora llamamos libre
determinación de los pueblos en su obra Relectiones Theologicae De Indis.

El derecho de libre determinación de los pueblos, más conocido como derecho


de autodeterminación, es el derecho de un pueblo a decidir sus propias formas
de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y cultural, y estructurarse
libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de equidad. La
libre determinación está recogida en los Pactos Internacionales de Derechos
Humanos, aunque no en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
También numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU hacen
referencia a este principio y lo desarrollan: por ejemplo, las resoluciones 1514
(XVI) o 1541 (XVI), relativas al derecho de autodeterminación de los pueblos
coloniales. Es un principio fundamental del Derecho internacional público y un
derecho de los pueblos, que tiene carácter inalienable y genera obligaciones
erga omnes para los Estados. Incluso, de acuerdo con muchos autores, la libre
determinación ha devenido norma de ius cogens. La ONU afirma que este
derecho solo se puede aplicar a territorios sin autogobierno y que tengan motivos
históricos.

Destacar que el principio de libre determinación no implica necesariamente la


secesión o la independencia automática de un territorio. Más bien, se refiere al
derecho de los pueblos a decidir sobre su estatus político de manera libre, sin
coerción ni interferencia externa. Esto puede implicar la búsqueda de formas de
autonomía o autogobierno dentro de un Estado existente.

El ejercicio de este derecho no es absoluto y debe estar sujeto a ciertos límites,


como el respeto a los derechos humanos, la integridad territorial de los Estados
y el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
La organización internacional.

La organización internacional, un pilar del entramado jurídico global, se erige


como un foro de diálogo y concertación entre Estados, en pos de la resolución
pacífica de disputas y la promoción del desarrollo y la cooperación a escala
internacional. Surgidas de acuerdos entre Estados soberanos y regidas por
estatutos y normativas propias, estas entidades representan la manifestación
más concreta de la interdependencia entre naciones en la búsqueda de
soluciones a desafíos compartidos.

En su labor diplomática, estas organizaciones ofician como catalizadores del


entendimiento mutuo y la concertación de intereses, construyendo consensos
que reflejan la diversidad y las necesidades de sus miembros. A través de
mecanismos de deliberación y negociación multilaterales, se abordan cuestiones
de relevancia global, desde conflictos regionales hasta la protección del medio
ambiente y la promoción de los derechos humanos.

Un aspecto cardinal de su misión es la defensa y promoción de los derechos


humanos, tarea encomendada a través de la supervisión del cumplimiento de
estándares internacionales y la denuncia de violaciones. Mediante órganos
especializados, se monitorea la situación de los derechos fundamentales en
distintos contextos y se impulsan medidas para prevenir y remediar abusos, en
un afán por salvaguardar la dignidad y el bienestar de todas las personas.

Estas organizaciones se constituyen como catalizadores de la acción colectiva


ante desafíos de carácter global, como el cambio climático, la pobreza extrema
o la proliferación nuclear. A través de programas y proyectos conjuntos, se
movilizan recursos y capacidades en pos de soluciones sostenibles, fomentando
la solidaridad y la colaboración entre Estados y otros actores internacionales.

Las organizaciones internacionales, surgidas de la necesidad de abordar


desafíos comunes en un mundo cada vez más interconectado, representan una
faceta crucial del ordenamiento jurídico global. Su evolución histórica refleja la
búsqueda constante de mecanismos eficaces para la gestión de conflictos, la
promoción del desarrollo y la protección de los derechos humanos en un contexto
de creciente complejidad política y social.

Desde sus inicios, estas entidades han desempeñado un papel fundamental en


la construcción de un sistema internacional basado en normas y principios
compartidos. A través de tratados y convenciones, los Estados soberanos han
acordado reglas comunes para regular sus relaciones y promover objetivos
comunes, como la paz, la seguridad y el respeto por los derechos humanos.

Las competencias del Estado

La competencia es la suma de potestades que surge del ordenamiento jurídico,


esto es, la aptitud de los poderes públicos para obrar y cumplir así con sus fines.

El principio básico en cualquier Estado democrático de derecho es que el Estado


no puede actuar, salvo que la ley lo autorice a hacerlo. Esto surge claramente,
según nuestro criterio, del art. 19, CN. A su vez, tratándose de personas físicas,
el principio es la libertad y permisión de sus conductas. Es decir, todas las
conductas están permitidas salvo aquellas que estuviesen prohibidas. Más
simple, cualquiera de nosotros puede hacer cualquier cosa, salvo que esté
prohibido.

Por el contrario, el Estado no puede hacer ni actuar, sino solo aquello que le esté
permitido. Aquí, entonces, el principio es la prohibición y las excepciones son las
permisiones. Este último postulado de permisiones es el concepto de
competencias estatales.

Las competencias expresas

En este carril cabe afirmar que el Poder Ejecutivo es competente cuando así
surge del texto normativo (literalidad). Sin embargo, es obvio que las normas no
pueden prever expresamente todas las competencias del presidente y sus
órganos inferiores que resulten necesarias para el cumplimiento de sus objetivos
o fines; por ello, es necesario repensar otros criterios de reconocimiento de
competencias.
Las competencias implícitas

La norma reconoce y el órgano estatal recibe, no solo las facultades textuales


sino también aquellas otras que surgen de modo implícito del bloque de
legalidad, sin que este las mencione (potestades implícitas).

Las competencias implícitas son:

 Las potestades implícitas son aquellas necesarias para el ejercicio de las


facultades expresas;
 Las potestades implícitas son el conjunto de competencias que resulten
necesarias e incluso convenientes en el marco de las facultades explícitas;
 Las potestades implícitas son las que se deducen de modo racional y en
términos sistemáticos o finalistas de las normas.

LOS TIPOS DE COMPETENCIA

La competencia, concepto que ya hemos analizado, puede clasificarse en razón


de los siguientes criterios: Materia, Territorio, Tiempo y Grado.

La soberanía del Estado.

La soberanía del Estado es un principio fundamental del derecho internacional y


constitucional que establece que cada Estado tiene autoridad suprema e
independiente sobre su territorio, población y gobierno, sin interferencia externa.
Este principio implica que el Estado tiene el derecho exclusivo de tomar
decisiones dentro de sus fronteras y de determinar su propio sistema político,
económico, social y cultural, sin estar sujeto a la voluntad de otros Estados o
entidades internacionales.

Esta se deriva de su condición de entidad política soberana, reconocida por la


comunidad internacional, y está consagrada en la Carta de las Naciones Unidas
y en otros instrumentos internacionales de derecho internacional. Este principio
reconoce la igualdad soberana de todos los Estados, independientemente de su
tamaño, población, riqueza o poderío militar, y establece el respeto mutuo y la
no intervención en los asuntos internos de otros Estados como normas básicas
de las relaciones internacionales.
En el ámbito interno, la soberanía del Estado implica que el gobierno y las
instituciones estatales tienen la autoridad exclusiva para legislar, administrar
justicia, recaudar impuestos, mantener el orden público y ejercer otras funciones
propias de la administración pública. Esto significa que las leyes y políticas
adoptadas por el Estado tienen autoridad y validez dentro de su territorio, y que
sus decisiones no están sujetas a revisión o veto por parte de otros Estados o
autoridades externas.

Pero, es importante señalar que la soberanía del Estado no es absoluta ni


ilimitada, sino que está sujeta a ciertas limitaciones y restricciones derivadas del
derecho internacional y de los principios del estado de derecho. Por ejemplo, los
Estados están obligados a respetar los derechos humanos y las libertades
fundamentales de sus ciudadanos, así como a cumplir con los tratados y
acuerdos internacionales que han ratificado. En casos de violaciones graves de
los derechos humanos o amenazas a la paz y seguridad internacionales, la
comunidad internacional puede intervenir para proteger esos derechos o
restablecer el orden, bajo el principio de responsabilidad de proteger.

La noción de frontera.

La noción de frontera es un concepto multifacético que abarca tanto aspectos


geográficos como políticos, económicos y sociales. Desde una perspectiva
geográfica, una frontera se define como la línea imaginaria que separa dos
territorios distintos, ya sea entre dos países, regiones, estados o jurisdicciones
administrativas. Esta línea puede estar marcada por elementos físicos como ríos,
montañas o mares, o puede ser determinada por acuerdos y tratados
internacionales.

La frontera va más allá de una simple delimitación geográfica; también implica


una serie de connotaciones políticas, legales y culturales. Desde un punto de
vista político, las fronteras son símbolos de soberanía estatal y de la autoridad
del Estado sobre su territorio y población. Establecen los límites dentro de los
cuales un Estado ejerce su autoridad y control, regulando el ingreso y salida de
personas, bienes y servicios, y protegiendo la seguridad y la integridad del
territorio nacional.
Las fronteras tienen implicaciones económicas significativas, ya que afectan el
comercio internacional, la circulación de mercancías y el flujo de capitales y
mano de obra entre diferentes países o regiones. Las políticas aduaneras,
arancelarias y migratorias asociadas a las fronteras pueden tener un impacto
directo en la economía nacional y en las relaciones comerciales internacionales.

Desde un punto de vista social y cultural, las fronteras también pueden


representar barreras simbólicas que separan grupos étnicos, lingüísticos o
religiosos, generando tensiones y conflictos intercomunitarios. Sin embargo,
también pueden ser espacios de interacción y encuentro entre diferentes
culturas, facilitando el intercambio cultural y la diversidad cultural.

En un mundo cada vez más interconectado y globalizado, la noción de frontera


está siendo redefinida y cuestionada. Los avances en tecnología y comunicación
están transformando la manera en que concebimos y gestionamos las fronteras,
permitiendo una mayor circulación de información, personas y bienes a través
de ellas. Al mismo tiempo, los desafíos globales como el cambio climático, la
migración masiva y la pandemia de enfermedades infecciosas están poniendo a
prueba la capacidad de los Estados para controlar y gestionar sus fronteras de
manera efectiva.

La competencia trasnacional del Estado.

La competencia transnacional del Estado es un fenómeno complejo que emerge


en el contexto de la globalización, caracterizado por la creciente interconexión y
movilidad de personas, bienes, capitales y tecnologías más allá de las fronteras
nacionales. Este concepto refleja la capacidad de los Estados para influir en
asuntos que trascienden sus propias fronteras y afectan a otros Estados y
actores internacionales.

En el ámbito económico, la competencia transnacional del Estado se manifiesta


en la formulación de políticas y regulaciones que tienen impacto en la
competitividad de las empresas y la atracción de inversiones extranjeras. Los
Estados compiten entre sí para atraer inversiones, ofreciendo incentivos fiscales,
infraestructura y mano de obra cualificada, y creando un entorno propicio para el
desarrollo empresarial. Al mismo tiempo, también buscan proteger sus propios
intereses económicos mediante políticas comerciales, arancelarias y de
inversión que limiten la competencia extranjera.

En el ámbito político y diplomático, la competencia transnacional del Estado se


refleja en la búsqueda de alianzas y coaliciones internacionales para promover
intereses comunes y enfrentar desafíos globales. Los Estados pueden formar
bloques regionales o acuerdos de cooperación para abordar problemas como el
cambio climático, la proliferación nuclear o el terrorismo internacional, ejerciendo
influencia a nivel global a través de la diplomacia y la negociación.

En el ámbito social y cultural, la competencia transnacional del Estado se


manifiesta en la promoción de valores, ideologías y modelos de desarrollo que
buscan ganar influencia y legitimidad a nivel internacional. Los Estados pueden
utilizar la diplomacia cultural, la cooperación educativa y la ayuda al desarrollo
como herramientas para proyectar su imagen y fortalecer sus lazos con otros
países, generando impacto en la percepción y la identidad cultural a nivel global.

La competencia transnacional del Estado también plantea desafíos y dilemas en


términos de soberanía y gobernanza global. La interdependencia económica y la
movilidad transfronteriza pueden hacer que las políticas y decisiones de un
Estado tengan repercusiones en otros países, generando tensiones y conflictos
de intereses. Además, la falta de coordinación y cooperación entre los Estados
puede dificultar la resolución de problemas globales y la protección de los
derechos humanos a nivel internacional.

El derecho, en un contexto transnacional, pierde los rasgos con los que lo hemos
configurado desde la modernidad. Las clásicas distinciones entre lo nacional y lo
internacional, lo público y lo privado, lo sustantivo y lo procedimental, lo jurídico
y lo político, lo social y lo jurídico abandonan su rigidez en un entramado de
normas, órdenes, instituciones y agentes que se entremezclan y superponen de
modos diversos y cambiantes. Carecemos de una teoría del derecho capaz de
explicar y evaluar esta realidad jurídica desbordante. No es suficiente una
reflexión teórica sobre el derecho internacional. Lo transnacional apela a una
pluralidad de actores y de espacios jurídicos que interaccionan para crear,
interpretar y ejecutar normas con las que se identifican mutuamente. Lo
transnacional no se refiere solo a lo global o a lo supranacional, sino a la
interdependencia de ambos con lo local y los espacios de tránsito. Ello se traduce
en un cambio de enfoque o de perspectiva que se exige a cada operador jurídico:
la gestión de la interrelación entre órdenes diversos orientada a la creación de
espacios para la aproximación, la contestación y la innovación es una exigencia
normativa y debe ser ponderada con el resto de valores jurídicos. A partir de ahí
cambia el significado de los conceptos a los que ha de orientar su atención la
teoría jurídica.

La competencia territorial: Principios de Plenitud-exclus

El principio de jurisdicción exclusiva es un pilar fundamental del derecho


internacional que atribuye a cada Estado la prerrogativa exclusiva de ejercer su
poder y autoridad dentro de su territorio sin la interferencia de otras entidades
estatales. Este principio, conocido como el principio de plenitud-exclusividad,
reconoce y garantiza la soberanía de los Estados, permitiéndoles tomar
decisiones autónomas y ejercer su jurisdicción sobre asuntos internos, como la
promulgación de leyes, la administración de justicia y la implementación de
políticas públicas.

La jurisdicción exclusiva se basa en el principio de igualdad soberana de los


Estados, que implica que todos los Estados tienen el mismo estatus legal y
deben ser tratados con respeto y consideración mutua. De esta manera, cada
Estado tiene la facultad de gobernar su territorio de acuerdo con sus propias
leyes y normas, sin intervención o interferencia indebida por parte de otros
Estados.

El principio de jurisdicción exclusiva no es absoluto y se encuentra sujeto a


ciertas limitaciones y excepciones. En primer lugar, los Estados están sujetos al
derecho internacional, el cual establece normas y obligaciones que deben ser
respetadas en el ejercicio de su jurisdicción. Estas normas incluyen los derechos
humanos, el derecho humanitario y otras normas internacionales que protegen
los intereses y derechos fundamentales de las personas.

Se reconoce la responsabilidad de proteger (R2P), un principio que establece


que en casos de violaciones graves de los derechos humanos o crisis
humanitarias, la comunidad internacional puede intervenir en un Estado para
proteger a la población. No obstante, cualquier intervención debe estar
respaldada por una base legal sólida y contar con la autorización del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas.

Los Estados pueden celebrar acuerdos y tratados internacionales que limitan su


jurisdicción en áreas específicas. Estos acuerdos pueden implicar la creación de
tribunales internacionales o la aceptación de regulaciones y normas
internacionales en ciertos ámbitos, lo cual puede restringir la autonomía de los
Estados en ciertas materias.

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