Antologia IV 2023
Antologia IV 2023
Antologia IV 2023
EVALUACIÓN DE LAS
CONDICIONES FACILITADORAS
DEL CRECIMIENTO
según Carl R. Rogers
SEGUNDA PARTE
LECTURA:
GRUPOS DE ENCUENTRO
TERCERA PARTE
Tres lecturas:
1.- Fundamentación Epistemológica del Enfoque Centrado
en la Persona
Miguel Martínez Miguelez
Abstract: The first part of this article offers a panoramic view of the New Science
constituted during XXth century. The second part describes how the Person
Centered Approach, of Carl Rogers, assumes the New Science, under the
theoretical point of view, and takes it to a high practical level of excellence, first in
therapy, then in education and, later, in all interpersonal and social relationship. The
article ends indicating the original lines of the of phenomenological investigation
tradition, characteristic of this approach since its birth during the 40’s of the XXth
century.
***
Introducción
Entre estas profesiones de ayuda, en la segunda parte del siglo XX, ha ido
sobresaliendo una que, por su enfoque y versatilidad, tiene un amplio radio de
aplicaciones: a la terapia (en cuyo seno nació), a la familia, a la educación, al campo
administrativo y gerencial, al campo social y político y, en general, a toda relación
interpersonal. Igualmente, ha influenciado varias disciplinas relacionadas con el
desarrollo del ser humano, como las ciencias sociales, la medicina, la psicología
organizacional, la economía, la ecología, la filosofía de la ciencia, la teología, la
ética, el deporte, el arte, etc., y, por su naturaleza, no sólo acepta sino que celebra
como enriquecedoras las diferentes perspectivas que tienen los seres humanos, ya
sea por su género, como por sus diferentes habilidades, religión, cultura o raza: es
la orientación que ha venido llamándose “Enfoque Centrado en la Persona”, cuyo
autor y promotor es Carl R. Rogers (1902-1989), y ha sido ampliado y diversificado
por sus alumnos, epígonos y seguidores. El mismo Rogers ha escrito varios libros
para ilustrar su aplicación a varios de esos campos: en 1973, a los grupos de
encuentro; en 1975, sobre la libertad y creatividad en educación; en 1980, sobre el
poder de la persona; y muchos artículos en revistas, y conferencias y ponencias en
congresos para ilustrar otras diferentes áreas de aplicación.
Quizá, el valor más grande de este enfoque reside en el hecho de haber captado un
principio básico de la naturaleza íntima de todo ser vivo: la necesidad que tiene
de un ambiente, una atmósfera, un clima propicios y adecuados, y que, cuando se
le ofrecen (en el caso humano, a través de las características de la autenticidad, la
aceptación incondicional y la comprensión empática), activan su “tendencia
actualizante”, es decir, despliegan su máxima potencialidad de desarrollo y
creatividad, y llegan a niveles de excelencia difíciles de imaginar en esta evolución
perenne de la vida, en general, y, de los seres humanos, en particular. En este
sentido, este enfoque es, por excelencia y esencialmente, emancipatorio. De aquí
nacerán, lógicamente, ciertas resistencias al mismo, de naturaleza social y,
especialmente, política. En el fondo, Rogers señala (1980b) que “no se trata sólo de
una psicoterapia, sino de un punto de vista, de una filosofía, de un enfoque de la
vida, de un modo de ser…, que se expresa ya sea en una orientación psicológica
no-directiva, en una terapia centrada en el cliente, en una enseñanza centrada en
el estudiante o en un liderazgo centrado en el grupo” (pp. ix, 114). Esto puede
explicar el hecho de por qué el japonés sea el primer idioma (y, quizá, el único) al
que hayan sido traducidas las obras completas de Rogers. Explica también el
acercamiento del Enfoque Centrado en la Persona con las doctrinas existenciales y
espirituales del Lejano Oriente: el Budismo, el Tao y las diferentes enseñanzas del
Zen y de Lao-tse.
A lo largo de todo el siglo XX, hemos vivido una transformación radical del concepto
de conocimiento y del concepto de ciencia. Estamos llegando a la adopción de un
nuevo concepto de la racionalidad científica, de un nuevo paradigma
epistemológico. El modelo científico positivista –que imperó por más de tres siglos–
comenzó a ser cuestionado severamente a fines del siglo XIX por los psicólogos de
la Gestalt, a principios del siglo XX por los físicos, luego, más tarde –en la segunda
década– por los lingüistas, y finalmente –en los años 30 y 40– por los biólogos y los
filósofos de la ciencia. Todos, unos tras otros, fueron manifestando su insatisfacción
con la racionalidad lineal, unidireccional, y viendo, poco a poco, la necesidad de
reemplazar el modelo axiomático de pensar, razonar y demostrar, con su ideal
puro lógico-formal, o lógico-matemático, con una lógica que diera cabida a la
auténtica y más empírica realidad del mundo en que vivimos y con el que
interactuamos, de un mundo donde existen inconsistencias, incoherencias lógicas
y hasta contradicciones conceptuales. Ésta es la tesis básica que defienden las
diferentes orientaciones postpositivistas.
Ilya Prigogine (Premio Nóbel de Química) afirma que “estamos llegando al final de
la ciencia convencional”; es decir, de la ciencia determinista, lineal y homogénea, y
presenciamos el surgimiento de una conciencia de la discontinuidad, de la no
linealidad, de la diferencia y de la necesidad del diálogo (1994, p. 40).
Sin embargo, la ley del menor esfuerzo tiene gran vigencia, la inercia mental del
ser humano pesa mucho y su estructura neuronal más todavía; por ello, el nivel
académico del aula está casi siempre muy alejado del nivel de reflexión crítica y
más lo está, aún, su correspondiente y necesaria conversión en cambios
significativos en las disciplinas particulares y en los consiguientes planes de las
carreras.
De aquí que de un análisis riguroso, sistemático y crítico –como debe ser todo
análisis que aspire a poseer un estatuto de cientificidad– muy bien pudiera
concluirse que muchas cosas que consideramos “lógicas” y apoyadas en “la razón”
sean simplemente el fruto de hábitos y rutinas mentales.
Por todo ello, necesitamos adquirir una nueva sensibilidad a los “signos de los
tiempos”, como conjunto interactuante de elementos y variables humanas que crean
una nueva realidad, exigen nuevos enfoques, demandan nuevos conceptos y, por
consiguiente, también requieren nuevas soluciones. En el fondo de todo esto está
un cambio paradigmático.
El espíritu de nuestro tiempo ha ido generando poco a poco una nueva sensibilidad
y universalidad del discurso, una nueva racionalidad, que está emergiendo y tiende
a integrar dialécticamente las racionalidades parciales: las dimensiones empíricas,
interpretativas y críticas de una orientación teorética que se dirige hacia la actividad
práctica, una orientación que tiende a integrar el “pensamiento calculante” y el
“pensamiento reflexivo” de que habla Heidegger (1974), un proceso dialógico en el
sentido de que sería el fruto de la simbiosis de dos lógicas, una “digital”, propia de
nuestro hemisferio cerebral izquierdo, y la otra “analógica”, propia del derecho. Sería
como la tercera dimensión, el proceso estereognósico, que no nos da cada ojo por
separado ni la suma de ambos, sino la simultaneidad de los dos.
Los autores de estos movimientos difieren en muchos aspectos, pero tienen también
muchas cosas en común, como su ruptura con la jerarquía de los conocimientos y
de los valores tradicionales, y su valoración, en cambio, del racionalismo crítico, de
las diferentes lógicas, de la “verdad local”, y su énfasis en la experiencia estética.
Geertz, por ejemplo, sostiene que todo conocimiento es “siempre e
ineluctablemente local” (1983, p. 4). Por consiguiente, más que creer en una
realidad singular, en una verdad igual para todos, estos autores enfatizan que el
conocimiento y la verdad se “personalizan” al ser el fruto de dos factores, en que
uno (el externo) puede ser igual para todos, pero el otro (el interno) es único, singular
e irrepetible en cada proceso cognoscitivo.
Así, estos movimientos perdieron la confianza en la “diosa razón” (“la Razón”), tan
acariciada por la modernidad, y le señalan dónde están sus límites y su autoengaño.
Lyotard, por ejemplo, puntualiza:
Todo esto es más comprensible y tiene mayor sentido si lo relacionamos con las
conclusiones de la Neurociencia actual, la cual señala que el sistema cognitivo y
el afectivo no son dos sistemas aislados e independientes, sino que forman una
sola estructura cognitivo-afectiva, ya que hay vías de complicada e intensa
circulación entre ambos subsistemas. De esta manera, los estados afectivos
adquieren una importancia extraordinaria, ya que pueden inhibir, distorsionar,
excitar o regular los procesos cognoscitivos (Popper-Eccles, 1985). Estas ideas
de la Neurociencia se han divulgado tanto que algunos autores, como Goleman, han
escrito un libro entero bajo el nombre de “Inteligencia Emocional” (1996).
También nos ayuda a entender estas realidades un pensamiento de excepcional
significación que Aristóteles desarrolla a lo largo del Libro IV de su obra de
Metafísica. Dice Aristóteles que el ser no se da nunca a nadie en su totalidad,
sino sólo según ciertos aspectos y categorías. Significa esto que toda entidad
es poliédrica, es decir, tiene muchas caras, y sólo nos ofrece algunas de ellas, que
corresponden a nuestro punto de vista, a nuestra óptica o perspectiva y a las
categorías de que disponemos, pues nadie está dotado, como decían los romanos,
del “ojo de Minerva”, del “ojo de Dios”. Esta situación nos obliga a utilizar, en
nuestros métodos de investigación, el diálogo con otros puntos de vista –
especialmente con los más contrarios y antagónicos– como condición indispensable
para una visión más plena de las realidades. Frecuentemente hay quien trata de
destruir, al contrario, de aniquilarlo, cuando, en definitiva, es aquel que más nos
puede ayudar.
Este examen detallado de lo que es nuestro conocimiento nos plantea una revisión
de muchos de nuestros conceptos científicos. Según Heisenberg, eso es lo que
tuvieron que hacer ellos, los físicos cuánticos, con los conceptos newtonianos de
tiempo, espacio, masa, velocidad, causa, efecto, dato, partícula y centenares de
otros, al realizar el cambio de paradigma científico, pues todo se veía con una nueva
luz. Igualmente, según Koch (1981), en muchos campos cercanos al corazón de los
estudios humanísticos, conceptos tales como «ley», «experimento», «medida»,
«variable», «control» y «teoría» no significan lo mismo que sus homónimos de las
ciencias naturales. Por lo tanto, el termino «ciencia» no se puede aplicar
apropiadamente a la percepción, cognición, motivación, aprendizaje, psicología
social, psicopatología, psicoterapia, estética, estudio de la creatividad o estudio
empírico de fenómenos relevantes en los dominios de las humanidades. El persistir
en aplicar una metáfora tan altamente cargada equivale a encadenar estos campos
a unas esperanzas sumamente irreales, y su inevitable efecto heurístico es el
establecimiento, por decreto, de una ciencia de imitación.
Hans Reichenbach (miembro del Círculo de Viena) reporta una conversación que
tuvo con Einstein: “Cuando yo, en cierta ocasión, le pregunté al profesor Einstein
cómo encontró la teoría de la relatividad, él me respondió que la encontró porque
estaba muy fuertemente convencido de la armonía del universo” (citado en Rogers,
1980b, p. 238). Y, añade Rogers, fue esta visión subjetiva del universo la que le guió
al hallazgo.
Así, el mismo concepto de “verdad”, tan sagrado e intocable, pasa a ser algo
exclusivo de Dios, pues nunca sabremos hasta qué punto los nombres que le damos
a las cosas, lo que entendemos con ellos (nuestro contenido conceptual) y lo que
captan nuestros oyentes o lectores (cuando nos comunicamos con ellos),
corresponden con la realidad. Ya Kant había señalado claramente esto al decir que
no conocemos el noúmeno (Ding an sich, la cosa en sí), sólo el fenómeno, es decir,
cómo se nos presenta una determinada realidad a nosotros. Rogers (1980a), al
hablar de la comprensión del otro en la terapia, puntualiza que “la única realidadque
posiblemente yo conozco es el mundo como lo percibo y experimento en este
momento…, y que hay tantas realidades como personas” (pp. 102, 105). También
Ortega y Gasset nos señala que “hay tantas verdades como puntos de vista”. Esto
es válido, sobre todo, en las ciencias humanas, donde la enorme cantidad de
variables (antecedentes, intervinientes, interactuantes) que entran en juego en
cualquier acto de conocer, es tan alto que nos resulta imposible decidir cuál es el
mejor, aunque todos tengan algo de positivo. Más adelante veremos las
implicaciones que esto trae para las relaciones interpersonales.
Cambio de Paradigma en el Enfoque Centrado en la
Persona.
La actitud básica que debe asumir el asesor, y que Rogers enfatiza desde su
famosa publicación de 1957 en adelante, tiene tres aspectos: autenticidad,
aceptación incondicional del asesorado y comprensión empática del mismo, las
cuales activan la “tendencia actualizante” del asesorado, como capacidad natural
e innata de autodesarrollo que posee toda persona (cambio de sus autoconceptos,
actitudes y conductas), y que la llevará al máximo despliegue y auto-realización de
sus potencialidades, cuando se dan esas condiciones. No es cuestión de hacerle
algo al individuo o de inducirlo a hacer algo en relación a sí mismo. Por el contrario,
se trata de liberarlo para que tenga un crecimiento y un desarrollo normales, de
quitar obstáculos para que él pueda ir otra vez hacia delante.
Rogers enfatiza que la tendencia actualizante es propia también de todo ser vivo
según su propia naturaleza, como una ley general del universo, y así se evidencia
en todos los niveles de los organismos vivientes: en efecto, hasta las semillas de
muchas plantas pueden permanecer dormidas por muchos años, pero, cuando se
le ofrecen las condiciones adecuadas, brotan, crecen y florecen con plenitud.
El Concepto de Persona
Técnicas y Actitudes
El ECP, bajo el punto de vista político, es consciente de que los seres humanos
formamos una comunidad (aunque pertenezcamos a grupos, sociedades,
intereses y naciones diferentes) en el sentido de que tenemos aspectos comunes
(debido a nuestro pasado, presente y futuro), aunque también diferencias: la actitud
básica de compartir y fortalecer lo que tenemos en común y respectar las diferencias
como fuentes de enriquecimiento personal, lo considera clave para el progreso de
la humanidad. Si no se adopta esta perspectiva, es fácil caer en regímenes
totalitarios y autocráticos, y desencadenar acciones violentas, de opresión y hasta
terroristas. Pero el miedo que tienen muchos regímenes o centros de poder, de
cualquier naturaleza que sean, a los procesos liberadores y emancipadores de las
personas, se debe precisamente al hecho que el desarrollar la libertad y repotenciar
las habilidades más humanas, son un peligro y amenazan sus niveles de poder. En
este sentido, Rogers (1980a) llega a decir que “solo en los últimos años he llegado
a reconocer lo ‘radical’ y lo ‘revolucionario’ que ha sido nuestro trabajo…; yo he
estado practicando y enseñando política toda mi vida profesional y nunca me di
cuenta de ello completamente hasta ahora….”, pues se ha ido desencadenando una
auténtica “revolución silenciosa”…, que da origen a “un nuevo tipo de persona con
poder propio”, o, como dice Farson (ibídem), “yo he llegado a pensar sobre él [sobre
Rogers] más en términos de una figura política, un hombre cuyos efectos
acumulativos en la sociedad lo han hecho uno de los… revolucionarios sociales de
nuestro tiempo” (pp. xii, 1-2).
Husserl se preocupó mucho por el proceso de hacer ciencia, y por ello trató de crear
un método “fenomenológico”, cuyo fin básico era ser más riguroso y crítico en la
metodología científica; el nuevo método se centraba en la descripción y análisis de
los contenidos de la conciencia, dándole, así, a este proceso el carácter de una
ciencia estricta. Este método refleja un esfuerzo para resolver la oposición entre el
Empirismo, que enfatiza la importancia de la observación, y el Racionalismo, que
enfatiza la razón y la teoría, y lo logra describiendo el origen, en la conciencia,de
todo sistema filosófico o científico.
Para ver el desarrollo práctico del método fenomenológico, el lector puede consultar
las siguientes obras del autor: Martínez M. (1996, cap. 8 y 2004, cap. 6) y la
bibliografía específica allí indicada; en la segunda obra (2004) se pueden consultar,
además, otros once métodos cualitativos con sus respectiva fundamentación
epistemológica y técnicas, las cuales aclaran mejor el método fenomenológico.
Conclusiones
Por lo que se refiere al ECP, esta idea central lleva ya más de seis décadas de
práctica y éxitos, primero en su aplicación a la psicoterapia, luego a la educación y,
finalmente, en los diferentes campos que cubren las profesiones de ayuda y, en
general, en todos los casos donde se realice una relación interpersonal. La
exigencia básica y fundamental “sine qua non” que la teoría demanda es que se den
las condiciones señaladas, pues ellas constituyen el humus, la atmósfera, el clima,
donde germina y se desarrolla la vida que todo organismo vivo lleva en sí mismo
por su propia naturaleza. Por ello, es ahí donde debe concentrarse toda persona
que quiera aplicar este enfoque.
Bibliografía
Bertalanffy, L. von y otros (1981), Tendencias en la teoría general de sistemas,
Alianza, Madrid.
Brodley, B. T. (2002), The characteristics of a Person-Centered Approach. Invited
presentation. La Jolla, CA.: Rogers’ Centennial Symposium.
Echeverría, J. (1989), Introducción a la metodología de la ciencia: la filosofía de la
ciencia en el siglo XX, Barçanova; Barcelona.
Fried Schnitman D. (1994) (dir), Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad,
Paidós, Buenos Aires.
Geertz C. (1983), Local knowledge: Farther essays in interpretative anthropology,
Basic Book, Nueva York.
Goleman, D. (1996), La inteligencia emocional, Javier Vergara, Madrid.
Hanna F.J. y cols. (1999). Toward a new paradigm for multicultural counseling. J. of
Counseling & Development, 77, 125-134.
Heidegger M (1974), El ser y el tiempo, FCE, México.
Heisenberg, W., (1990), La partie et le tout. En Le monde de la physique atomique,
Albin Michel, París.
Hertz, H. (1894/1956), The principles of mechanics, presented in a new form, Dover,
Nueva York.
Husserl, H. (1962), Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía
fenomenológica, FCE, Méjico.
Idem (1970, orig. 1936), The crises of European sciences and trascendental
phenomenology, Evanston, IL.: Northeastem Univ. Press.
Kendler, H.H. (1987), Historical foundations of modern psychology, Temple
University Press, Philadelphia.
Koch, S. (1981), The nature and limits of psychological knowledge, American
Psychologist 36(3), 257-269.
Lietaer, G. (2002), The client-centered/experiential paradigm in psychotherapy:
Development and identity, en Watson, J.C., R.N. Goldman y M.S, Warber (Eds)
(2002).
Lighthill, J. (1986), The recently recognized failure of predictability in newtonian
dynamics, Proceedings of the Royal Society, vol.A 407, 35-50.
Lyotard J.F. (1994), La posmodernidad, Gedisa, Barcelona.
Mardones, J.M. (1991), Filosofía de las ciencias humanas y sociales: materiales
para una fundamentación científica, Anthropos, Barcelona.
Martínez, M., (1989), “El método hermenéutico-dialéctico en las ciencias de la
conducta”, Anthropos (Venezuela), 10, 18, 85-111.
SEGUNDA LECTURA:
potencialidad constructiva
2
ALGUNAS HIPOTESIS ACERCA DE LA POSIBILIDAD DE
FACILITAR EL DESARROLLO PERSONAL
Los tres capítulos que constituyen la parte II corresponden a un lapso de seis años, desde 1954 hasta
1960. Curiosamente, según sus lugares de origen, abarcan también un amplio sector del país: Oberlin, Ohio;
St. Louis, Missouri y Pasadena, California. En el periodo en que fueron elaborados se estaba llevando a cabo
una intensa labor de investigación, de manera tal que las afirmaciones que en el primer capítulo revisten un
carácter provisional fueron sólidamente confirmadas en la época del tercero.
En la siguiente charla, pronunciada en Oberlin College en 1954, intente exponer brevemente los
principios fundamentales de la psicoterapia, que ya había formulado de manera más exhaustiva en mis libros
Counseling and Psychotherapy (1942) y Client-Centeied Therapy (1951).
Consideré muy interesante presentar la relación de ayuda y sus resultados, sin describir ni comentar el
proceso en virtud del cual se opera el cambio.
El hecho de estar frente a una persona atribulada y conflictuada que busca y espera ayuda
siempre ha constituido un verdadero desafío para mí. ¿Poseo los conocimientos, los recursos, la fuerza
psicológica y la habilidad necesaria para ser útil a este individuo?
Durante más de veinticinco años he tratado de hacer frente a este tipo de desafíos. He debido
recurrir a todos los elementos de mi formación profesional: los rigurosos métodos de evaluación de
la personalidad aprendidos en el Teachers' College de Columbia, los enfoques psicoanalíticos
freudianos, los métodos del Institute for Child Guidance, donde trabaje como residente; los constantes
avances logrados en el campo de la psicología clínica, cuyo desarrollo he seguido paso a paso; mi
relación, algo más breve, con la obra de Otto Rank, con los métodos de asistencia social psiquiátrica
y con otras fuentes que sería demasiado engorroso enumerar. Pero sobre todo he realizado un continuo
aprendizaje a partir de mi propia experiencia y la de mis colegas del Counseling Center, mientras nos
empeñábamos por descubrir, con nuestros propios medios, métodos más eficaces para trabajar con
los pacientes. Gradualmente he desarrollado un método de trabajo que se basa en aquella experiencia,
y que puede ser verificado, modificado o perfeccionado mediante experiencias e investigaciones
posteriores.
Para describir en pocas palabras el cambio que se ha operado en mi, diré que durante los
primeros años de mi carrera profesional solía preguntarme: "¿Cómo puedo tratar, curar o cambiar a
esta persona?", en tanto que ahora mi pregunta sería: "¿Cómo puedo crear una relación que esta
persona pueda utilizar para su propio desarrollo?"
De la misma manera en que he modificado los términos de mi pregunta, advierto que cuanto
he aprendido es aplicable a todas mis relaciones humanas, y no solo al trabajo con clientes atribulados.
Par esta razón pienso que quizá las enseñanzas que han adquirido significación para mi
puedan tenerla también para el lector, puesto que todos nos hallamos igualmente comprometidos en
el problema de las relaciones humanas.
Quizá debería comenzar con un aprendizaje negativo. He aprendido lenta y gradualmente que
la ayuda que puedo prestar a una persona conflictuada no reviste la forma de un proceso intelectual
ni de un entrenamiento. Ningún enfoque basado en el conocimiento, el entrenamiento ola aceptación
incondicional de algo que se enseña tiene utilidad alguna. Estas maneras de encarar la terapia parecen
tan directas y tentadoras que, en épocas pasadas, ensaye muchas de ellas. Sin duda alguna, es posible
explicar a una persona su manera de ser, indicarle los pasos que lo ayudarían a progresar, hacerle
conocer un modo de vida más satisfactorio; sin embargo, de acuerdo con mi propia experiencia son
fútiles e inconsecuentes. Toda su eficacia reside en la posibilidad de introducir una modificación
efímera, que pronto desaparece y no hace sino fortalecer en el individuo la conciencia de su propia
inadaptación.
El fracaso de cualquier enfoque intelectual me ha obligado a reconocer que el cambio solo
puede surgir de la experiencia adquirida en una relación; por consiguiente, intentare enunciar de
manera breve e informal algunas de las hipótesis esenciales de una relación de ayuda. Estas hipótesis
han sido reiteradamente confirmadas por la experiencia y la investigación.
Formulare la hipótesis general en los siguientes términos: Si puedo crear un cierto tipo de
relación, la otra persona descubrirá en si mismo su capacidad de utilizarla para su propia maduración
y de esa manera se producirán el cambio y el desarrollo individual.
La relación
¿Qué significan estos términos? Permítaseme considerar por separado las tres frases
principales del enunciado precedente e indicar el significado que tienen para mí. ¿En qué consiste
este tipo de relación que creo necesario establecer?
He descubierto que cuanto más autentico puedo ser en la relación, tanto más útil resultara esta
última. Esto significa que debo tener presentes mis propios sentimientos, y no ofrecer una fachada
externa, adoptando una actitud distinta de la que surge de un nivel más profundo oinconsciente. Ser
autentico implica también la voluntad de ser y expresar, a través de mis palabras ymi conducta, los
diversos sentimientos y actitudes que existen en mi. Esta es la única manera de lograr que la relación
sea autentica, condición que reviste fundamental importancia. Solo mostrándome tal cual soy, puedo
lograr que la otra persona busque exitosamente su propia autenticidad. Esto es verdad en el caso en
que mis actitudes no me complazcan ni me parezcan conducir a una buena relación. Lo más
importante es ser auténtico.
La segunda condición reside en el hecho de que cuanto mayor sea la aceptación y el agrado
que experimenta hacia un individuo, mas útil le resultara la relación que estoy creando. Entiendo por
aceptación un cálido respeto hacia él como persona de mérito propio e incondicional, es decir, como
individuo valioso independientemente de su condición, conducta o sentimientos. La aceptación
también significa el respeto y agrado que siento hacia él como persona distinta, el deseo de que posea
sus propios sentimientos, la aceptación y respeto por todas sus actitudes, al margen del carácter
positivo o negativo de estas últimas, y aun cuando ellas puedan contradecir en diversa medida otras
actitudes que ha sostenido en el pasado. Esta aceptación de cada uno de los aspectos de la otra persona
le brinda calidez y seguridad en nuestra relación; esto es fundamental, puesto que la seguridad de
agradar al otro y ser valorado como persona parece constituir un elemento de gran importancia en una
relación de ayuda.
También encuentro la relación significativa en la medida en que siento un deseo constante de
comprender: una sensible empatía con cada uno de los sentimientos y expresiones del cliente tal como
se le aparecen en ese momento. La aceptación no significa nada si no implica comprensión. Sólo
cuando comprendo los sentimientos y pensamientos que al cliente le parecen horribles, débiles,
sentimentales o extraños y cuando alcanzo a verlos tal como él los ve y aceptarlo con ellos, se siente
realmente libre de explorar los rincones ocultos y los vericuetos de su vivencia mas intima y a menudo
olvidada. Esta libertad es una condición importante de la relación. Se trata de la libertad de explorarse
a si mismo tanto en el nivel consciente como inconsciente, tan rápidamente como sea posible
embarcarse en esta peligrosa búsqueda. El cliente también debe sentirse libre de todaevaluación moral
o diagnostica, puesto que, a mi juicio las evaluaciones de ese tipo son siempre amenazadoras.
Por consiguiente, la relación que encontré de ayuda se caracteriza de mi parte, por una especie
de transparencia que pone de manifiesto mis verdaderos sentimientos, por la aceptación de la otra
persona como individuo diferente y valioso por su propio derecho, y por una profunda comprensión
empática que me permite observar su propio mundo tal como él lo ve. Una vez logradas estas
condiciones, me convierto en compañero de mi propio cliente en el transcurso de la aterradora
búsqueda de si mismo que ya se siente capaz de emprender.
No siempre puedo lograr este tipo de relación. A veces, aun cuando crea haberla alcanzado
en mí, el cliente puede estar demasiado atemorizado como para percibir lo que se le ofrece. Sin
embargo, podría afirmar que cuando soy capaz de adoptar la actitud que acabo de describir y cuando
la otra persona puede también experimentarla en alguna medida, invariablemente surgirán el cambio
y el desarrollo personal constructivo. Incluyo el término "invariablemente" solo después de largas y
cuidadosas consideraciones.
Los resultados
Conclusión
Permítaseme concluir este capítulo con una referencia de carácter personal. He intentado
compartir con el lector parte de lo que he aprendido en mi actividad profesional al tratar de ser útil a
individuos atribulados, insatisfechos e inadaptados. He formulado una hipótesis que poco a poco ha
llegado a adquirir significación para mi, no solo en mi relación con los clientes, sino en todas mis
relaciones humanas. Pienso que los conocimientos aportados por la experimentación convalidan esta
hipótesis, pero que aún es necesario continuar con la investigación. A continuación, intentare resumir
las condiciones implícitas en esa hipótesis general y los resultados que permite lograr la relación
descripta:
Si puedo crear una relación que, de mi parte, se caracterice por: una autenticidad y
transparencia y en la cual pueda yo vivir mis verdaderos sentimientos;
Una cálida aceptación y valoración de la otra persona como individuo diferente, y una sensible
capacidad de ver a mi cliente y su mundo tal como él lo ve:
Entonces, el otro individuo experimentara y comprenderá aspectos de si mismo anteriormente
reprimidos; lograra cada vez mayor integración personal y será más capaz de funcionar con eficacia;
se parecerá cada vez más a la persona que quería ser; volverá más personal, más original y
expresivo; será más emprendedor y se tendrá más confianza; se tornara más comprensivo y podrá
aceptar mejor a los demás, y podrá enfrentar los problemas de la vida de' una manera más fácil y
adecuada.
Pienso que cuanto acabo de decir es válido tanto en lo que respecta a mi relación con un cliente, con
un grupo de estudiantes o miembros de una organización, como con mi familia y mis hijos. Considero
que tenemos una hipótesis general que ofrece posibilidades promisorias Para el desarrollo de
personas creativas, adaptadas y autónoma
3
CARACTERISTICAS DE UNA RELACIÓN DE AYUDA
Desde hace mucho tiempo tengo la convicción -para algunos la osesión de que la relación
terapéutica es sólo un tipo particular de la relación personal y que todas las relociones de esta indole
son gobernadas por las mismas leyes. Este fue el tema que escogi cuando se me inuitó a participar de
la convención de la American Personnel and Guidance Association (Asociación Norteamericana de
Personal y Asesoramiento) en St. Louis en 1958.
En este trabajo resulta evidente la dicotomia entre lo objetivo y lo subjetivo, que representa
un aspectofundamental de mi experiencia durante años recientes. Encuentro muy arduo el intentode
presentar un estudio completamente objetivo, o bien totalmente subjetivo. Prefiero reunir ambos
mundos en estrecha yuxtaposición, aunque no sea posible conciliarlos por completo.
La pregunta
¿Cuáles son las características de las relaciones que efectivamente ayudan y facilitan el
desarrollo? Y desde otro punto de vista, ¿es posible discernir las características que hacen que
una relación sea nociva, aun cuando se pretenda con toda sinceridad fomentar elcrecimiento
y desarrollo? En busca de respuestas, en especial a la primera pregunta, quisiera conducir al
lector por algunas de las rutas que he explorado, para luego exponer lo que
actualmente pienso sobre el tema.
Estudios de actitudes
La mayoría de los estudios arrojan cierta luz sobre las actitudes que, de parte de la
persona que ayuda, hacen que una relación estimule o inhiba el desarrollo. Consideraremos
algunos de estos trabajos.
Hace algunos años, Baldwin y sus colaboradores1 llevaron a cabo en el Instituto Fels
un cuidadoso estudio de las relaciones entre padres e hijos, que contiene pruebas interesantes.
Entre los diversos tipos de actitudes parentales hacia los niños, las "permisivas- democráticas"
son, al parecer, las que más facilitan el desarrollo. Los hijos de padres que tenían actitudes
cálidas y equitativas demostraron un desarrollo intelectual acelerado - determinado por el
incremento de C.1.- y manifestaron más originalidad, seguridad emocional y control, y menor
excitabilidad que los niños procedentes de otros tipos de hogares. Si bien la iniciación de su
desarrollo social fue lenta, al alcanzar la edad escolar eran líderes populares, amistosos y no
agresivos.
Cuando las actitudes parentales se clasifican como "de rechazo activo" los niños
manifiestan un desarrollo intelectual ligeramente demorado, un empleo poco variado de las
habilidades que poseen y cierta falta de originalidad. Son inestables desde el punto de vista
emocional, rebelde, agresivo y peleador. Los hijos de parejas con otros síndromes de actitud
tienden a situarse en grado variable entre estos dos extremos.
Sin duda alguna, estos hallazgos relacionados con el desarrollo infantil no nos
sorprenden. Sin embargo, quisiera sugerir que quizá sean igualmente aplicables a otras
relaciones, y que el asesor, el médico o el administrador que se comporta de maneraexpresiva
y afectuosa, que se muestra respetuoso de su individualidad y de la del otro y cuida de las
personas que se hallan a su cargo sin ser posesivo, facilita la autorrealización de la misma
manera que los padres.
Me ocuparé ahora de otro estudio minucioso realizado en un campo diferente.
VVhitehom y Betz2,18 investigaron el éxito logrado por jóvenes médicos residentes que
trataron a pacientes esquizofrénicos en un servicio de psiquiatría. Seleccionaron, para un
estudio especial, a los siete médicos que habían obtenido los éxitos más sobresalientes, y a
otros siete cuyos pacientes sólo habían acusado una ligera mejoría. Cada grupo había tra• tado
aproximadamente a cincuenta pacientes. Los investigadores examinaron todos los elementos
de juicio accesibles con el objeto de descubrir las diferencias entre los grupos A (exitoso) y
B. Hallaron varias diferencias significativas. Los médicos del grupo A tendían a considerar al
esquizofrénico desde el punto de vista del sentido personal que las diversas
conductas del paciente tenían para él mismo, y no a enfocarlo como una historia clínica o un
diagnóstico descriptivo. Por otra parte, solían orientar su trabajo hacia objetivos que tenían
en cuenta la personalidad del paciente, y no hacia metas tales como reducir los síntomas o
curar la enfermedad. Se descubrió que los médicos más eficientes otorgaban prioridad, en su
interacción diaria, a la participación personal activa, es decir, procuraban establecer una
relación de persona a persona. Empleaban menos procedimientos que podrían clasificarse
como "aceptación incondicional pasiva", u otros, tales como la interpretación, instrucción o
consejo y no asignaban importancia al cuidado práctico del paciente. Por último, en
comparación con el grupo B, eran mucho más capaces de desarrollar una relación en la que
el paciente sintiera fe y confianza en el médico.
Aunque los autores advierten cautelosamente que estos hallazgos se relacionan sólo
con el tratamiento de esquizofrénicos, me siento inclinado a discrepar con ellos, puesto que
sospecho que la investigación de cualquier tipo de relación de ayuda revelaría hechos
similares.
Otro estudio muy interesante analiza la manera en que la persona que recibe ayuda
percibe la relación. Heine 11 estudió a un grupo de individuos que habían pedido tratamiento
psicoterapéutico a psicoanalistas, terapeutas centrados en el cliente y terapeutas adlerianos.
Independientemente del tipo de terapia, estos clientes advirtieron cambios semejantes en su
persona. Pero lo que ahora nos interesa es sobre todo su percepción de la relación. Al ser
interrogados acerca de lo que, a su juicio, explicaba los cambios ocurridos, expresaron
diversas opiniones, según la orientación de su terapeuta. Pero lo más significativo fue el
consenso que manifestaron en lo referente a cuáles habían sido los principales elementos que
les habían resultado de ayuda. En su opinión, las siguientes actitudes observadas en la relación
explicaban los cambios operados: la confianza que habían sentido en el terapeuta, la
comprensión por parte de este último y la sensación de independencia con que habían
adoptado sus decisiones y elecciones. El procedimiento terapéutico que consideraban más útil
consistió en que el terapeuta había aclarado y manifestado abierta• mente algunos sentimientos
que el cliente sólo percibía en sí mismo de manera confusa y vacilante.
Cualquiera que hubiera sido la orientación de su terapeuta, los clientes también
coincidieron en gran medida con respecto a los elementos que habían resultado inútiles en su
relación. Las actitudes del terapeuta tales como la falta de interés, el distanciamiento y la
simpatía exagerada fueron consideradas de escasa utilidad. En lo que se refiere a los
procedimientos, manifestaron que tampoco les habían resultado útiles los consejos específicos
y directos del terapeuta acerca de sus propias decisiones, y señalaron que también les
disgustaba que éste se ocupara de historias pasadas y no de problemas actuales. Las
sugerencias de orientación presentadas de manera moderada fueron percibidas como algo
neutral: ni del todo útiles ni completamente inútiles.
Fiedler, en un estudio que suele citarse con mucha frecuencia, 7 descubrió que los
terapeutas expertos, aun cuando pertenecieran a orientaciones distintas, establecíanrelaciones
muy similares con sus clientes. Los elementos que caracterizan a estas relaciones y las
diferencias de las que desarrollan los terapeutas menos experimentados, no son muy
conocidos. Tales elementos son: la capacidad de comprender los significados y sentimientos
del cliente, la sensibilidad hacia sus actitudes, y un interés cálido pero exento de un
compromiso emocional exagerado.
Un estudio de Quinn14 arroja alguna luz sobre lo que implica la com-
prensión de los significados y sentimientos del cliente. Los resultados de su estudio son
sorprendentes porque demuestran que "comprender" los significados del cliente supone
esencialmente una actitud de querer comprender. El material de Quinn sólo consistía en
aserciones del terapeuta grabadas durante las entrevistas. Los jurados ignoraban a qué
respondía el terapeuta y cuál era la reacción del cliente a su respuesta; sin embargo, se vio que
el grado de comprensión logrado se podía evaluar con igual acierto a partir de este material
aislado y de la respuesta en su contexto. Esto parece una prueba bastante concluyente de que
lo que se transmite es una actitud de querer comprender.
En cuanto a la cualidad emocional de la relación, Seeman16 halló que en la psicoterapia
el éxito está asociado con el creciente agrado y respeto mutuo que surge entre elcliente y el
terapeuta.
Un interesante estudio de Dittes4 pone de manifiesto lo delicada que puede ser esta
relación. Empleando un parámetro fisiológico, el reflejo psicogalvánico (RPG), para medir las
reacciones de ansiedad, de sentirse amenazado o de estar alerta del cliente, Dittescorrelacionó
las desviaciones de esta medida con la evaluación que otro terapeuta hacia del grado de
aceptación cálida e incondicional por parte del terapeuta investigado. Se observó que cada vez
que las actitudes del terapeuta variaban aunque fuera ligeramente hacia un grado menor de
aceptación, el número de desviaciones RPG abruptas aumentaba significativamente. Sin duda,
cuando la relación es vivida como menos aceptada, el organismo se prepara a afrontar una
amenaza, aun en el nivel fisiológico.
Sin pretender integrar por completo los resultados de estos diversos estudios, al menos
podemos mencionar algunos elementos significativos. Uno de ellos es el hecho de que lo
importante son las actitudes y sentimientos del terapeuta, y no su orientación teórica: sus
procedimientos y técnicas revisten menor importancia que sus actitudes. También merece
señalarse el hecho de que, para el cliente, la diferencia reside en la manera en que las actitudes
y procedimientos del terapeuta son percibidos, y que esta percepción es fundamental.
Relaciones "fabricadas"
Nos ocuparemos ahora de otro tipo de investigaciones, que algunos lectores pueden
considerar no pertinentes, pero que, sin embargo, se hallan vinculadas con la naturaleza
de una relación de ayuda. Estos estudios se refieren a lo que podemos denominar "relaciones
fabricadas".
Verplanck, 17 Greenspoon 8 y sus colaboradores han demostrado que en una relación
es posible lograr un condicionamiento operante de la conducta verbal. En otras palabras, si
el experimentador dice "Ajá", o "Bien", o asiente con la cabeza después de cierto tipo de
palabras o afirmaciones, esas clases de palabras quedan reforzadas y su número tiende a
aumentar. Mediante el empleo de tales procedimientos se ha comprobado la posibilidad de
incrementar la frecuencia con que aparecen diversas categorías verbales, tales como
sustantivos plurales, manifestaciones hostiles o expresiones de opiniones personales. Elsujeto
permanece completamente ajeno al fenómeno y no advierte la influencia de los reforzadores
utilizados. Esto implica que por medio de un refuerzo selectivo podemos lograr que el otro
miembro de la relación emplee una determinada clase de palabras y formule cualquier tipo de
afirmaciones que hayamos decidido reforzar.
Adentrándose aun más en los principios del condicionamiento operante tal como
fueron desarrollados por Skinner y su grupo, Lindsley 12 ha demostrado que un esquizofrénico
crónico puede entrar en una "relación de ayuda" con una máquina. Esta última, similar a
cualquier otra máquina expendedora, puede regularse de manera tal que recompense diversos
tipos de conducta.
Al principio sólo recompensa --con dulces, con un cigarrillo, o con la aparición de una
figura-- la actitud del paciente consistente en empujar una palanca; pero es posible disponerla
de modo tal que, al empujar la palanca repetidas veces, un gatito hambriento - visible en un
compartimiento separado-- reciba una gota de leche. En este caso la satisfacción es altruista.
En la actualidad, se están desarrollando experimentos similares en los que se recompensan
conductas sociales o altruistas dirigidas a otro paciente, que se halla en un cuarto contiguo. El
único límite de los tipos de conducta recompensables reside en el grado de originalidad
mecánica del experimentador.
Lindsley informa que en algunos pacientes se ha observado una considerable mejoría
clínica. En lo que a mí respecta, no puedo evitar sentirme impresionado por la descripción de
un paciente que pasó de un estado crónico muy deteriorado, a gozar del privilegio de deambulü
libremente, y cuyo cambio se debió a su interacción con la máquina. Llegado a este punto, el
investigador decidió estudiar la extinción experimental. Esto significa, en términos más
personales, que la máquina es regulada de manera tal que, aun empujando la palanca miles de
veces, no se obtienen recompensa alguna. Al comprobar esto, el paciente regresó
gradualmente, se volvió desaliñado y poco comunicativo, hasta que hubo que retirarle los
privilegios que se le habían concedido. A mi juicio, este hecho lamentable indicaque, aun
cuando se trata de una máquina, la confianza es condición fundamental del éxito de la relación.
Harlow y sus colaboradores10 están realizando otro interesante estudio sobre una
relación artificial, esta vez en monos. Los pequeños monitos, separados de su madre casi en
el momento de nacer, son enfrentados a dos objetos en una fase del experimento. Uno de ellos,
podría denominarse "madre dura", es un cilindro de tela de alambre con una tetina mediante
la cual el bebé puede alimentarse. El otro es una "madre suave", un cilindro similaral anterior
pero hecho con espuma de goma y recubierto de felpa. Aun cuando un monito reciba todo su
alimento de la "madre dura" se puede comprobar que siente una preferencia creciente por lam
“madre suave”. Mediante películas fue posible observar que se "relaciona" con este objeto,
jugando y disfrutando con él, que encuentra seguridad al aferrarse a él cuando hay objetos
extraños cerca y que emplea esta seguridad como punto de partida para aventurarse en el
mundo amenazador. Entre las muchas deducciones interesantes y promisorias de este estudio,
hay una que parece razonablemente clara: cual• quiera que seala cantidad de alimento que el
niño reciba, nada puede reemplazar a ciertas cualidades percibidas que parece necesitar y
desear.
Al rever este estudio, cuyo rasgo más original reside en el hecho de que el método en
que los autores cifraban sus esperanzas resultó el menos eficaz, creo haber descubierto una
cl11Ve en la descripción de la terapia basada en la teoría del aprendizaje13 .Esta consistía en
a) señalar y nombrar las conductas que habían demostrado ser insatisfactorias, b) explorar
objetivamente con el cliente las razones ocultas tras estas conductas, y c) establecer hábitos
más útiles por medio de la reeducación. No obstante, en esta interacción el propósito de los
autores consistía, según sus propias manifestaciones, en ser impersonal. El terapeuta procura
que "sólo haya un mínimo de intromisión de su propia personalidad, "para lo cual se esfuerza
todo lo humanamente posible". El terapeuta trata de "conservar el anonimato en sus
actividades; es decir, debe evitar impresionar al paciente con las características de su propia
personalidad individual”. A mi juicio, esta es quizá la explicación del fracaso de esteenfoque,
tal como se observa al interpretar los hechos a la luz de otros hallazgos de investigación.
Reprimirse como persona y tratar al otro como un objeto son actitudes que no parecen brindar
grandes posibilidades de ayuda.
El último estudio que deseo mencionar aún no ha sido concluido, y su autora es
Halkides11 .Esta investigadora partió de una proposición teórica que formulé con respecto
a las condiciones necesarias y suficientes para el cambio terapéutico.15 Ella postula la
existencia de una relación significativa entre el grado de modificación constructiva de la
personalidad del cliente y cuatro variables del asesor: a) el grado de comprensión empática del
cliente expresado por el asesor, b) el grado de actitud afectiva positiva (respeto positivo e
incondicional) manifestado por el asesor hacia el cliente, c) el grado de sinceridad del asesor
y la medida en que sus palabras corresponden a su propio sentimiento interno, y
d) el grado en que el componente de expresión afectiva de la respuesta del asesor concuerda
con la expresión del cliente.
Con el objeto de investigar estas hipótesis, Halkides seleccionó, según múltiples
criterios objetivos, un grupo de diez casos que podían clasificarse como "muy exitosos" y otro
del mismo número de casos, catalogables como "muy poco exitosos". Luego comparó
entrevistas grabadas al comienzo de la terapia con otras de épocas posteriores, y de cada una
de ellas seleccionó al azar nueve unidades de interacción cliente-asesor
-manifestación del cliente y respuesta del asesor-. De esta manera reunió en cada caso nueve
interacciones tempranas y otras tantas más tardías, lo cual representaba varios cientos de
unidades que entremezcló al azar. Al caso de este proceso, las unidades de una entrevista
temprana de un caso fallido podían estar seguidas de las unidades de una entre• vista tardía de
un caso exitoso, etcétera.
Este material fue escuchado por tres jueces en cuatro oportunidades diferentes. Estos
evaluadores desconocían los casos y sus resultados, así como la fuente de la que procedían las
unidades. Calificaron cada unidad según una escala de siete puntos, en relación con el grado
de empatía, la actitud positiva del asesor hacia el cliente, la coherencia o sinceridad del asesor
y el grado en que la respuesta de este último se equiparaba a la intensidad emocional de la
expresión del cliente.
Pienso que todos los que conocíamos el estudio lo considerábamos una aventura
temeraria. ¿Cómo podrían los jurados, por el simple hecho de escuchar unidades aisladas de
interacción, pronunciarse seriamente acerca de cualidades tan sutiles como las mencionadas?
Y aun si fuera posible lograr la precisión adecuada, ¿era lícito pretender relacionar dieciocho
intercambios asesor-cliente de cada caso -una muestra mínima de los cientos de miles de
intercambios que ocurrieron en cada uno de ellos- con el resultado terapéutico? Las
posibilidades de éxito parecían muy escasas.
Sin embargo, los hallazgos fueron sorprendentes. Los juicios emitidos por los
evaluadores resultaron muy confiables, puesto que, exceptuando la última variable, la mayor
parte de las correlaciones entre ellos cayó en el rango de 0,80 ó 0,90. Se observó que un grado
elevado de comprensión empática se asociaba significativamente en los en os más exitosos,
en el nivel de probabilidad 0,001. De manera análoga, un grado elevado de respeto positivo e
incondicional se hallaba asociado con tales casos, también en el nivel 0,001. Aun la evaluación
de la sinceridad o congruencia del asesor es decir, el grado de correspondencia existente entre
sus palabras y sus sentimientos- se relacionó con el resultado positivo del caso, nuevamente
en el nivel de significación 0,001. Los resultados sólo fueron ambiguos con respecto a la
correlación entre las intensidades de expresión afectiva.
También es interesante señalar que las calificaciones altas de estas variables no se
asociaban más significativamente con las unidades de interacción de entrevistas tardías que
con las entrevistas tempranas. Esto significa que las actitudes de los asesores se mantuvieron
bastante constantes en el transcurso del tratamiento. Si un asesor era capaz de lograr un
elevado grado de empatía, tal capacidad se manifestaba de de el co•mienzo hasta el fin. Si le
faltaba sinceridad, esto se verificaba tanto en las entrevistas tempranas como en las tardías.
Esta investigación, como cualquier otra, tiene sus limitaciones. Se refiere a un cierto tipo de
relación de ayuda, la psicoterapia, e investigó sólo cuatro variables que se juzgaron
significativas. Quizás existan muchas otras; sin embargo, representa un significativo avance
en el estudio de las relaciones de ayuda. Quisiera enunciar los hallazgos de manera breve y
simple: esta investigación parece indicar que la calidad de la interacción entre el asesor y el
cliente puede ser evaluada satisfactoriamente sobre la base de una muestra muy pequeña de
su comportamiento. También revela que si el asesor es coherente, de manera tal que sus
palabras concuerden con sus sentimientos; si manifiesta una aceptación incondicional por el
cliente y comprende los sentimientos esenciales de este últimos tal como él los ve, entonces
existe una gran probabilidad de lograr una relación de ayuda efectiva.
Algunos comentarios
Acabamos de mencionar varios estudios que arrojan cierta luz sobre la naturaleza de
la relación de ayuda e investigan diversos aspectos del problema, enfocándolo desde contextos
teóricos distintos y empleados métodos diferentes que no permiten compararlos directamente.
Sin embargo, es posible extraer de ellos algunas conclusiones que pueden formularse con
cierta segundad. Parece evidente que las relaciones de ayuda tienen características que las
distinguen de las que no lo son. Las características diferenciales se relacionan sobre todo con
las actitudes de la persona que por una parte, y con la percepción de la relación por parte del
“ayudado", por la otra. Asimismo, queda claro que los estudios realizados ahora no nos
proporcionan respuestas definitivas sobre la naturaleza relación de ayuda, ni sobre el
mecanismo mediante el cual se establece.
Pienso que todos los que trabajamos en el campo de las relaciones humanas
enfrentamos el mismo problema respecto de la manera en que deseamos emplear los
conocimientos adquiridos. No podemos atenernos incondicionalmente a esos hallazgos, pues
corremos el riesgo de destruir las cualidades personales cuyo inmenso valor demuestran esos
estudios. En mi opinión, debemos usarlos como parámetro para evaluar nuestra propia
experiencia y luego formular hipótesis personales, que serán usadas y examinadas en nuestras
relaciones posteriores.
No deseo indicar el modo en que han de emplearse los hallazgos que he presentado.
Prefiero señalar el tipo de preguntas que me sugieren estos estudios y mi propia experiencia
clínica y mencionar algunas de las hipótesis provisionales que guían mi comportamiento
cuando establezco relaciones que intentan ser de ayuda, ya sea con estudiantes, subordinados,
familiares o clientes. He aquí algunas de estas preguntas y consideraciones:
1. ¿Cómo puedo ser para que el otro me perciba como una persona digna de fe,
coherente y segura, en sentido profundo? Tanto la investigación como la experiencia
indican que esto es muy importante, y en el transcurso de los años he descubierto
respuestas más adecuadas y profundas a este interrogante. En una época pensé que si
cumplía todas las condiciones externas de la confiabilidad
-respetar los horarios, respetar la naturaleza confidencial de las entrevistas, etcétera-
y mantenía una actuación uniforme durante las entrevistas, lograría ese objetivo. Pero
la experiencia me demostró que cuando una actitud externa incondicional está
acompañada por sentimientos de aburrimiento, escepticismo o rechazo, al cabo de un
tiempo es percibida como inconsecuente o poco merecedora de confianza. He llegado
a comprender que ganar la confianza del otro no exige una rígida estabilidad, sino que
supone ser sincero y auténtico. He escogido el término "coherente" para describir la
manera de ser que me gustaría lograr. Esto significa quedebo poder advertir cualquier
sentimiento o actitud que experimento en cada momento. Cuando esta condición se
cumple, soy una persona unificada o integrada, y por consiguiente puedo ser tal como
soy en lo profundo de mí mismo. Esta es la realidad que inspira confianza a los demás.
3. Una tercera pregunta es: ¿Puedo permitirme experimentar actitudes positivas hacia
esta otra persona: actitudes de calidez, cuidado, agrado, interés, respeto? Esto es fácil.
Suelo advertir en mí, y a menudo también en otros, un cierto temor ante esos
sentimientos. Tememos que si nos permitimos experimentar tales sentimientos hacia
otras personas, nos veamos atrapados por Ellas. Podrían planteamos exigencias o bien
decepcionarnos, y naturalmente no deseamos correr esos riesgos. En consecuencia,
reaccionamos tratando de poner distancia entre nosotros y los demás, ycreamos un
alejamiento, una postura "profesional", una relación impersonal.
Estoy convencido de que una de las razones principales para profesionalizar
cualquier campo de trabajo consiste en que esto ayuda a mantener la distancia. En el
ámbito clínico desarrollamos diagnósticos elaborados en los que consideramos a la
persona un objeto. En la docencia y en la administración empleamos todo tipo de
procedimientos de evaluación, en los que la persona también es percibida como un
objeto. De esta manera, a mi juicio, logramos protegernos de los sentimientos de
solicitud y cuidado que existirían si reconociéramos que la relación se plantea entre
dos personas. Nos sentimos realmente satisfechos cuando descubrimos, en ciertas
relaciones o en determinadas oportunidades, que sentir y relacionarnos con el otro
como persona hacia la que experimentamos sentimientos positivos no es de manera
alguna perjudicial.
4. Otra pregunta cuya importancia he podido comprobar por mi propia experiencia es:
¿Puedo ser suficientemente fuerte como persona como para distinguirme del otro?
¿Puedo respetar con firmeza mis propios sentimientos y necesidades, tanto como los
del otro? ¿Soy dueño de mis sentimientos y capaz de expresarlos como algo que me
pertenece y que es diferente de los sentimientos del otro? ¿Es mi individualidad lo
bastante fuerte como para no sentirme abatido por su depresión, atemorizado por su
miedo, o absorbido por su dependencia? ¿Soy íntimamente fuerte y capaz de
comprender que su furia no me destruirá, su necesidad de dependencia no me someterá,
ni su amor me sojuzgará, y que existo independientemente de él, con mis propios
sentimientos y derechos? Cuando logro sentir con libertad la capacidad de ser una
persona independiente, descubro que puedo comprender y aceptar al otro con mayor
profundidad, porque no temo perderme a mí mismo.
5. Esta pregunta guarda una estrecha relación con la anterior. ¿Estoy suficientemente
seguro de mí mismo como para admitir la individualidad del otro? ¿Puedo permitirle
ser lo que es honesto o falso, infantil o adulto, desesperado o pleno de confianza?
¿Puedo otorgarle la libertad de ser? ¿O siento que el otro debería seguir mi consejo,
depender de mí en alguna medida o bien tomarme como modelo? En relación con esto,
recuerdo un breve e interesante estudio de Farson,6 en el que este autor demostró que
el asesor menos adaptado y competente tiende a inducir una adecuación a su propia
personalidad y procura que sus clientes lo tomen como modelo. En cambio, el asesor
más competente y adaptado puede interactuar con un cliente durante muchas
entrevistas sin interferir la libertad de éste de desarrollar una
personalidad m diferente de la de su terapeuta. Sin duda alguna, es preferible
pertenecer a este último grupo, tanto sea como padre, supervisor o asesor.
7. Otro problema se relaciona con mi capacidad de aceptar cada uno de los aspectos
que la otra persona me presenta. ¿Puedo aceptarlo tal cual es? ¿Puedo comunicarle esta
actitud? ¿O puedo recibirlo sólo de manera condicional, aceptando algunos aspectos d
sus sentimientos y rechazando otros abierta y disimuladamente? según mi experiencia,
cuando mi actitud es condicional, la otra persona no puede cambiar o desarrollarse en
los aspectos que no soy capaz de aceptar. Cuando más tarde -a veces demasiado
tarde- trato de descubrir las razones por las que he sido incapaz de aceptar en todos sus
aspectos, suelo descubrir que ello se debió a que me sentía temeroso o amenazado por
alguno de sus sentimientos. Si deseo brindar ayuda, antes debo desarrollar y aceptar
esos aspectos en mi.
10. Veamos una última pregunta: ¿Puedo enfrentar a este otro individuo como una
persona que está en proceso de transformarse o me veré limitado por mi pasado y el
suyo? Si en mi contacto con él lo trato como a un niño inmaduro, un estudiante
ignorante, um1 personalidad neurótica o un psicópata, cada uno de estos conceptos que
aporto a la relación limita lo que él puede ser en ella. Martín Buber, el filósofo
existencialista de la Universidad de Jerusalén, tiene una frase -"confirmar al otro"- que
reviste gran significado para mí. Dice: "Confirmar significa... aceptar la total
potencialidad del otro... Puedo reconocer en él, conocer en él a la persona que ha sido...
creada para transformarse... Lo confirmo en mí mismo, y luego en él, en relación con
esta potencialidad que... ahora puede desarrollarse, evolucionar."8 Si considero a la
otra persona como a alguien estático, ya diagnosticado y clasificado, ya modelado por
su pasado, contribuyo a confirmar esta hipótesis limitada. Si, en cambio, lo acepto
como un proceso de transformación lo ayudo a confirmar y realizar sus
potencialidades.
En este punto, me parece que Verplanck, Lindsley y Skirmer, que estudian el
condicionamiento operante, se unen a Buber, el filósofo y el místico. Al menos se unen
en principio, de una manera extraña. Si en una relación sólo veo una oportunidad de
reforzar ciertos tipos de palabras u opiniones del otro, tiendo a confirmarlo como
objeto: un objeto básicamente mecánico y manipulable. Si esto constituye para mí su
potencialidad, el otro tenderá a actuar de maneras que corroboren esa hipótesis. Si, por
el contrario, veo en la relación una oportunidad de "reforzar" todo lo que la otra
persona es, con todas sus potencialidades existentes, ella tenderá a actuar de maneras
que confirmen esta hipótesis. Entonces, según el término empleado por Buber, lo habrá
confirmado como persona viviente, capaz de un desarrollo creativo inmanente.
Personalmente prefiero este último tipo de hipótesis.
Conclusión
como personas independientes es una función del desarrollo logrado por mí mismo. En ciertos
aspectos éste es un pensamiento inquietante, pero también promisorio y alentador, pues
implica que si deseo crear relaciones de ayuda tengo una ocupación interesante porel resto
de mis días, que acrecienta y actualiza mis potencialidades en el sentido del desarrollo.
No puedo evitar la desagradable idea de que quizá lo que he resuelto para mí en este trabajo
pueda tener poca relación con los intereses y (ocupaciones del lector. Lamentaría que 1 así
fuese. Me queda el consuelo parcial de saber que todos los que trabajamos en el campo de
las relaciones humanas e intentamos comprender la armonía existente en él, estamos
comprometidos en la empresa más importante del mundo moderno. Si nos esforzamos
seriamente por comprender nuestra labor como administradores, docentes, asesores
educacionales o vocacionales o bien como psicoterapeutas, entonces estaremos trabajando
sobre el problema que determinará el futuro de este planeta. Porque el futuro no depende
de las ciencias físicas, sino de los que procuramos comprender las interacciones entre los seres
humanos y crear relaciones de ayuda. Tengo la esperanza de que las preguntas que hoyme
formulo ayuden al lector a adquirir mayor comprensión y perspectiva en sus propios esfuerzos
por facilitar el desarrollo en sus relaciones.
REFERENCIAS
CONCLUSION
Extraddo de: