Cuentos Con Ogros
Cuentos Con Ogros
Cuentos Con Ogros
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A lo largo de la historia, distintos pueblos han construido relatos en los que seres fantásticos
intervienen en la vida de los seres humanos. Los ogros son criaturas que, actualmente,
forman parte de nuestro lenguaje. Más allá de su origen, la palabra ogro, fue popularizada
por las obras literarias francesas de Charles Perrault y Madame D´Aulnoy. Han pasado casi
más de 300 años y es innegable que su presencia sigue entre nosotros.
En esta selección, encontramos dos autores precursores de los cuentos maravillosos como
género literario que escribieron cuentos con ogros. Por un lado, Giambattista Basile (1566 -
1632), quien fuera el primero en utilizar la palabra ogro en un cuento, y a Madame D
´Aulnoy (1650 - 1705), fundadora del género de los cuentos de hadas.
El cuento de Giambattista Basile está incluido en El Pentamerón,
el cuento de los cuentos. Este libro fue escrito en lengua
napolitana hacia el año 1600 e incluye historias que, más tarde,
masificaron Perrault y los hermanos Grimm como “El gato con
botas”, “Cenicienta” o “La bella durmiente”. Constituye una gran
recopilación escrita de cuentos populares europeos tomados de la
tradición oral.
Marie Catherine, condesa de Aulnoy, fue una
escritora francesa, nacida como Marie Catherine le Jumel de
Barneville en Normandía. Huérfana de padre, tuvo que casarse a los
quince años con un hombre mucho mayor, burgués y libertino, el
Barón d´Aulnoy. Con la ayuda de su madre, acusó a su marido de
alta traición al rey, pero el complot fracasó, su madre fue enviada al
exilio y Madame d'Aulnoy fue condenada a prisión. Pronto, fue
liberada y permaneció un año en un convento. Luego, viajó por
Inglaterra y España. En 1690, regresó a París. Allí, se convirtió en
una autora de éxitos de venta. Aunque inició la moda de los cuentos de hadas al superar en
ventas a Charles Perrault, de quien era contemporánea, fue injustamente olvidada. La
mayoría de sus cuentos de hadas estaban enmarcados en una obra más larga y estaban
destinados a adultos cultos, miembros del círculo de moda en la corte del rey Luis XIV. Sin
embargo, estos cuentos, a menudo historias de amor, fueron adaptados a la literatura infantil.
Es decir que, aunque fueron escritos originalmente para adultos, fueron posteriormente
apropiados para y por niños.
Aquel, al verlo llegar sin el animal, ya sabía lo que había pasado y lo regañó duramente
por haberse dejado engañar por un posadero.
No había transcurrido un año, cuando una vez más, Antuono sintió fuertes deseos de ver
a su familia. El ogro, feo de cara, pero portador de un buen corazón, le otorgó su
permiso. Además, le regaló un hermoso mantel, mientras le decía estas palabras:
- Llévale esto a tu madre, pero guárdate de decir “ábrete, mantel” y “ciérrate mantel”,
porque te podría ocurrir otra desgracia y la culpa sería solo tuya.
Al despertarse por la mañana, el joven pidió la cuenta y partió con el mantel cambiado.
Cuando llegó a casa de su madre, entró gritando:
- ¡Esta vez sí salimos de la pobreza! ¡Esta vez sí acabamos con los trapos, los harapos y
los andrajos!
Mientras vociferaba, se iban reuniendo con él, su madre y sus hermanas. A la vista de
ellas, extendió el mantel en el suelo y pronunció:
- Ábrete, mantel – pero no sucedió nada. Continuó intentándolo, sin resultado; al mismo
tiempo, su madre se iba impacientando hasta que, repentinamente, Antuono se dio cuenta
del engaño y exclamó:
- ¡Ese posadero volvió a jugármela! ¡Ya recuperaré mis joyas y el burro y el mantel y le
romperé todos sus cacharros!
Mientras decía esto, vio que su madre tomaba un bastón y, a los gritos, comenzó a
perseguirlo para golpearlo. Entonces, Antuono comenzó a correr y no paró hasta llegar al
sitio del ogro.
Al verlo llegar, el ogro ya sabía lo que había pasado y lo regañó duramente por dejarse
engañar por un posadero.
rase una vez, un rey y una reina a quienes no les faltaba nada para ser
felices, solo tener hijos. El rey ya era viejo y la reina ya no esperaba
tenerlos, hasta que un día engordó y dio a luz a la niña más hermosa que nadie haya visto
jamás. La alegría fue grande en la casa real y la llamaron Amada. La reina hizo grabar en
un corazón de turquesa la siguiente inscripción: “Amada, hija del rey de Isla Feliz”. Lo
colocó en el cuello de la princesa con una cadenita de oro, creyendo que la turquesa le
traería suerte, pero no fue así.
Un día, la nodriza la llevó a pasear al mar con el más hermoso clima de verano, pero,
repentinamente, llegó tan terrible tempestad que la pequeña embarcación se rompió en
pedazos y murieron la nodriza y todos los marineros. La princesita, que se encontraba
durmiendo en su cuna, permaneció dentro de ella flotando en el agua, hasta que el mar la
arrojó a un país bastante agradable. Este país ya casi no estaba habitado, desde que el
ogro Devastador y su esposa Tormentina habían llegado para quedarse, pues se habían
comido a todos. Los ogros son gente terrible: una vez que probaron carne fresca (así
llaman a los hombres), ya no saben comer otra cosa.
Cuando había mal tiempo y creía que el mar se había llevado a los desafortunados a la
orilla, la princesa se dirigía allí para ayudarlos y asegurarse que no llegaran a la cueva de
los ogros.
Cuentos con ogros 15
Una de esas veces, hubo un viento terrible durante toda la noche. Amada se levantó tan
pronto como amaneció y corrió hacia el mar. Allí, vio a un hombre que flotaba con un
tablón entre sus brazos e intentaba llegar a la orilla, a pesar de la violencia de las olas
que lo empujaban hacia atrás. Finalmente, el mar lo empujó hasta la arena, donde
permaneció tendido sin moverse. La princesa se acercó, aunque lloraba por verlo con la
palidez de la muerte, le brindó toda la ayuda que pudo. Usó ciertas hierbas que largaban
tanto olor que hacían regresar a quienes se desmayaban. Las apretó entre sus manos y las
frotó sobre los labios y las sienes del joven. Él abrió los ojos y quedó tan cautivado por
la belleza del vestido de la princesa, que no podía determinar si era un sueño o una
realidad. El hombre habló primero y ella le habló a su turno. Se entendían muy poco y se
miraban con una atención mezclada de asombro y de placer. La princesa solo había visto
algunos pobres pescadores que había logrado salvar de los ogros, ¿qué podría haber
pensado cuando vio al hombre más bello y más magníficamente vestido del mundo?
Aquél era el príncipe Amado, su primo, cuya flota había sido azotada por una furiosa
tormenta y había naufragado contra los arrecifes. Los tripulantes fueron empujados por
los vientos y perecieron en el mar o llegaron a playas desconocidas.
El joven príncipe, por su parte, admiraba que bajo ropas tan extravagantes y, en un país
que parecía desierto, hubiera encontrado a una persona tan maravillosa. En esta sorpresa
mutua, continuaron hablando sin entenderse. Algunos de sus gestos sirvieron de
intérpretes a sus pensamientos. La princesa de repente cambió la expresión de su rostro
al pensar en el peligro al que se iba a exponer este desconocido. El príncipe, temiendo
que se sintiera mal, se acercó a ella y quiso tomar sus manos, pero Amada lo empujó y le
mostró cómo ponerse a salvo. Empezó a correr delante de él, volvió sobre sus pasos y le
hizo una señal para que la imitara, él huyó y regresó también. La princesa se enojó,
porque no la entendía; entonces, tomó sus flechas y las llevó a su corazón para mostrarle
que lo matarían.
Amado pensó que ella quería matarlo, se arrodilló y esperó el golpe. Cuando la princesa
vio esto, ya no supo qué hacer, ni cómo expresarse y, mirándolo tiernamente, le dijo:
- Estarás aquí víctima de mis horribles hospedadores y, con los mismos ojos con los que
tengo el placer de mirarte, tendré que ver como mueres destrozado.
Ella lloró y el príncipe continuaba sin comprender nada de todo esto. A pesar de todo,
logró hacerle entender que quería que la siguiera: lo tomó de su mano y lo condujo a una
roca con una caverna, cuya abertura, muy profunda, miraba hacia el mar. Era el lugar al
que ella iba para llorar sus desgracias o el que usaba para dormir cuando el sol era muy
ardiente como para volver a la cueva de los ogros.
Amada había adornado la caverna con telas hechas de alas de mariposa de muchos
colores y, con juncos trenzados, había construido un lecho. En grandes y profundas
- ¡Príncipe, estamos perdidos! Mira este monstruo horrible que viene hacia nosotros
como un trueno. ¿Qué vamos a hacer, en qué nos vamos a convertir?
- Deseo, en nombre del hada real Trusio, que nuestro camello se convierta en un lago,
que el príncipe sea una barca y yo, una anciana barquera.
En ese mismo momento, aparecieron el lago, la barca y la barquera. Devastador llegó
hasta la orilla y gritó:
- ¡Hola, vieja madre eterna! ¿No has visto pasar un camello? ¿Y un joven y una niña?
Ella lloró tanto como una abeja puede llorar y el disgusto del naranjo, por molestar a su
princesa, llegó tan lejos que todas sus hojas se pusieron amarillas, varias ramas se
marchitaron y pensó que moriría. La noche transcurrió entre reproches, pero al
amanecer, un viento céfiro complaciente que los venía escuchando los reconcilió.
Sin embargo, Linda, que se moría por tener un ramo de flores de naranja, se levantó y
bajó al jardín para recolectarlas. Pero como sucedió con anterioridad, al extender la
mano, sintió que la abeja celosa la picaba tan violentamente que le falló el corazón. Por
lo que regresó a su habitación de muy mal humor.