TEMA 5-2024-Teoría de Los Bienes de La Administración
TEMA 5-2024-Teoría de Los Bienes de La Administración
TEMA 5-2024-Teoría de Los Bienes de La Administración
Índice
1. INTRODUCCIÓN. 2
2. CONCEPTO Y NATURALEZA JURÍDICA DEL DOMINIO
PÚBLICO. 3
3. ADQUISICIÓN Y PÉRDIDA DE LA DEMANIALIDAD. 3
3.1 La afectación. 4
3.1.1 Afectación por vía constitucional. 4
3.1.2 Afectación por vía legislativa. 4
3.1.3 Afectación mediante acto administrativo. 4
3.2 La desafectación. 5
4. EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS BIENES DE DIOMINIO
PÚBLICO. 6
4.1 Los principios constitucionales de la inalienabilidad, la
inembargabilidad y la imprescriptibilidad. 6
4.2 Las potestades inherentes al dominio público. 6
4.2.1 La potestad de deslinde. 7
4.2.2 La potestad de recuperación posesoria. 7
4.2.3 La potestad de policía demanial. 7
4.2.4 La imposición de servidumbres. 8
5. LA UTILIZACIÓN DEL DOMINIO PÚBLICO. 8
5.1 Utilización del dominio público por las Administraciones públicas. 8
5.1.1 Las reservas. 9
5.1.2 Las adscripciones. 9
5.1.3 Utilización del dominio público por los particulares. 9
6. LOS BIENES PATRIMONIALES. 11
1. INTRODUCCIÓN.
La Administración pública, para ejercer sus potestades y para desarrollar las actividades
que le encomienda la tutela del interés general, necesita un conjunto de bienes que
constituyan su propio patrimonio o sirvan al público en general.
En este sentido en la Ley 33/2003, de 3 de noviembre, del Patrimonio de las
Administraciones Públicas (LPAP) se conceptúa el patrimonio de las Administraciones
Públicas indicando que está constituido por el conjunto de sus bienes y derechos,
cualquiera que sea su naturaleza y el título de su adquisición o aquel en virtud del cual
les hayan sido atribuidos. Una definición similar se contiene, igualmente, en la Ley
6/2023, de 2 de noviembre, del patrimonio de la Comunidad Autónoma de Galicia.
Asimismo, existe una clasificación tradicional que, a modo de summa divissio distingue
entre bienes de dominio público o demaniales y bienes de dominio privado o
patrimoniales.
Así figura en la Constitución española de 1978 en la que reconocen diversas categorías
de bienes de titularidad pública: los bienes reservados al sector público (artículo 128),
los de dominio público (artículo 132) y los patrimoniales (artículo 132).
Si bien pueden ser contemplados unitariamente, no deben perderse de vista las
especialidades de los distintos bienes dependiendo del destino específico de cada uno de
ellos.
El ordenamiento jurídico establece una escala gradual de mayor o menor protección en
cuanto al régimen jurídico de los bienes públicos según sea requerido por el valor del
fin a que se destinan los mismos. Por eso, pese a que la expresión genérica “bienes de la
Administración” hace referencia a todos los que dispone aquélla para el cumplimiento
de sus fines, tradicionalmente se viene distinguiendo entre bienes patrimoniales y bienes
de dominio público:
➢ La Administración es propietaria de ciertos bienes que puede adquirir, enajenar,
transmitir o ceder como cualquier particular, si bien sometida a ciertas
limitaciones y especialidades propias de su peculiar naturaleza y de los fines de
interés general a que sirve. Son los bienes patrimoniales.
➢ Existen otros bienes de los que la Administración es titular, destinados al uso o
servicio públicos y sometidos a un régimen jurídico específico y exorbitante
dirigido a la conservación, protección y garantía de su uso público. Se trata de los
bienes de dominio público.
El criterio de diferenciación atiende a la afectación (destino) de los bienes de la
Administración a un uso o servicio público. Y esa diferenciación tiene reflejo en el
sistema de fuentes: los bienes demaniales se rigen por las leyes sectoriales y, en
ausencia de previsión normativa, por la LPAP y los bienes patrimoniales se regulan por
la LPAP y por el derecho privado.
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2. CONCEPTO Y NATURALEZA JURÍDICA DEL DOMINIO PÚBLICO.
Por tanto, el elemento básico que determina la inclusión de bienes en el dominio público
es el destino a una finalidad pública. Pero no a la inversa: no todo bien está incluido en
la categoría demanial; para que dicha inclusión se exteriorice y sea eficaz es necesaria
su afectación al dominio público, y a la inversa, para perder dicha calificación jurídica
debe producirse el efecto contrario, conocido como desafectación, con la consiguiente
pérdida de la condición demanial del bien.
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3.1 La afectación.
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La afectación es tácita cuando la vinculación de un bien a un uso o servicio público
deriva no ya de un expediente ad hoc, sino de otros actos de la Administración. Se dice
que falta una manifestación clara e inequívoca, pero de la conducta administrativa se
presume racionalmente la existencia de una voluntad que produce efectos jurídicos. Por
ejemplo, la expropiación forzosa de bienes para la construcción de obras públicas
entraña la demanialización de los bienes expropiados.
La afectación presunta se produce sin necesidad de acto formal alguno. No existe
manifestación ni deducción racional de la voluntad administrativa, pero el ordenamiento
jurídico atribuye un determinado valor a una conducta. Por ejemplo, el uso de un bien
para un destino público durante un tiempo determinado puede provocar su
demanialización, como así se dispone en algunas normas.
3.2 La desafectación.
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4. EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS BIENES DE DOMINIO PÚBLICO.
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administrativas de carácter general: la potestad de deslinde y la potestad de recuperación
de oficio.
La Administración está habilitada para dirimir conflictos posesorios sobre los bienes
demaniales sin necesidad de acudir, como debe hacer cualquier particular respecto de
los bienes que le pertenecen, al juez ordinario.
Así, las diversas normas reguladoras del dominio público prevén un procedimiento
específico que culmina con una resolución administrativa sobre la delimitación física de
los bienes de dominio público y los privados con los que linda.
La finalidad de la potestad de deslinde es la de delimitar la finca titularidad de la
Administración y declarar provisionalmente su posesión.
Como cualquier resolución administrativa, goza de las notas de ejecutividad y
ejecutoriedad, trasladando al particular la carga de accionar contra el deslinde
administrativo y de probar el carácter no demanial de los terrenos incluidos por la
Administración en la línea de dominio público.
En cualquier caso, la potestad de deslinde, tal y como se recoge en la jurisprudencia, no
sirve para resolver cuestiones de propiedad sino para declarar provisionalmente la
posesión.
Bajo esta genérica denominación se recogen una serie de potestades que las diversas
normas reguladoras del dominio público disponen a favor del titular para garantizar la
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adecuada conservación y protección de los bienes demaniales, entre las que se
encuentran las facultades de inspección y vigilancia, la potestad sancionadora, etc.
En este sentido, en la legislación de patrimonio se recogen los diversos medios de
protección de bienes públicos como son la obligación de disponer de un inventario y
catalogación de los bienes, la imposición del deber de inscripción registral o el ejercicio
de la potestad de investigación cuya finalidad es la de averiguar la situación de los
bienes y derechos que presumiblemente formen parte de su patrimonio a los efectos de
determinar su titularidad.
No se trata propiamente de una potestad administrativa, sino más bien de una técnica
legislativa de determinación del contenido del derecho de propiedad de los terrenos
colindantes con el dominio público.
Las diversas leyes que regulan el dominio público suelen disponer el establecimiento de
servidumbres consistentes en franjas de terrenos sobre las propiedades colindantes
destinadas a garantizar la protección del dominio público: exigiendo que queden
terrenos expeditos para el paso de vehículos de vigilancia o salvamento, prohibiendo
usos que pudieran dañar el dominio público, condicionando su utilización a planes de
recuperación o protección del demanio, estableciendo lugares de paso o aparcamiento
que favorezcan el uso público de los bienes de dominio público colindantes, etc.
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5.1.1 Las reservas.
Esta figura tiene por objeto la utilización por parte de una Administración distinta del
titular o por parte de alguno de sus organismos autónomos de ciertos bienes de dominio
público para fines concretos y determinados y por un plazo preestablecido, cuando
resultaren necesarios para el cumplimiento directo de los fines atribuidos a su
competencia.
Los efectos de la adscripción son:
Los bienes de dominio público están por regla general sometidos a un uso o servicio
público. No obstante, en determinadas circunstancias, dicho uso o servicio público
puede estar condicionado o limitado, surgiendo las siguientes formas de uso: uso común
(general y especial) y uso privativo.
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(i) El uso común.
Los bienes de dominio público se destinan al uso público, de modo que cualquier
interesado puede aprovecharlo sin que por ello se excluya el uso de los demás
ciudadanos. Como regla general, este tipo de uso es libre, público y gratuito.
Pese a la claridad de la definición, lo cierto es que el uso común puede aparecer
limitado o condicionado por distintas circunstancias, que pueden ser, sin ánimo de
ser exhaustivos, de peligrosidad, de intensidad o de rentabilidad. En tales casos, se
habla de uso común “especial”, para significar que el uso común viene precedido de
la correspondiente autorización o licencia, que no es más que un título habilitante de
carácter policial que pretende asegurar la correcta utilización del bien por los
ciudadanos y que se caracteriza por las siguientes notas:
Se produce cuando el uso de los bienes de dominio público por uno o varios
interesados excluye o limita el uso por los demás.
Se trata de un uso excepcional que exige un título habilitante previo, normalmente
denominado “concesión demanial”, caracterizada por las siguientes notas:
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➢ Lleva implícita la facultad de rescatar el uso público de los bienes afectados antes
del vencimiento del título si lo justificasen circunstancias sobrevenidas de interés
público, si bien mediando la correspondiente indemnización.
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