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10blanca Estela Galicia

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Estudiantes inolvidables.

Narrativas
de docentes y otras historias

Estudiantes sensibles en un mundo cambiante:


la escuela se desordena

Blanca Estela Galicia Rosales

Doctora en Ciencias de la Educación. Docente de la Escuela Secundaria


602 “Juan Rulfo” en el Estado de México.
blanquitagalicia@yahoo.com.mx

Hay algo especial en el mundo de la vida de quienes nos concebimos


docentes, tal vez sean nuestras constantes preocupaciones que tienen
que ver con lo que nos pasa cotidianamente, pero también con lo que
pasa en la escuela, con los estudiantes, con sus padres y tutores y con
su mundo.
En muchas reuniones de Consejo Técnico Escolar, la mayoría
de docentes que colaboran en la secundaria, planteaban con preo-
cupación las múltiples situaciones que se viven día con día con los
adolescentes: la manera de convivir a partir de expresiones violentas,
el despertar sexual mediado por las redes sociales y la apertura infor-
mativa de la internet, las modas y los modos copiados de influencers y
youtubers que permean el modo de hablar, la vestimenta, el maquillaje,
la alimentación y, en algunos casos, sus preferencias sexuales.
Ante estas situaciones complejas develadas, se pidió la pro-
puesta de alguna estrategia que pudiera combatir esta realidad. Los
orientadores propusieron vigilar la entrada y salida, hacer guardias en
los descansos, evitar la salida a los estudiantes entre clases, cuidar los
baños, poner cámaras, prohibir las manifestaciones afectuosas entre
parejas, ante todo esto pensé en que nuestra escuela se había conver-
tido en un espacio de vigilancia y castigo tal como lo había manifestado
Michel Foucault (2002) y que ahora se materializaba en una secunda-
ria. Protesté por tantas restricciones argumentando que el estudiante
puede ser acompañado en todo eso que le va pasando y de ese modo
abrir sus horizontes de comprensión ante el mundo que le rodea, y que
los docentes tenemos el compromiso de contribuir a la formación del
pensamiento crítico y de la sensibilidad.

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Las propuestas fueron votadas y se implementaron las accio-
nes de los compañeros orientadores, así que asignaron las guardias,
tres veces a la semana por cada docente en distintos espacios de la
secundaria y la función a desempeñar era policial, se limitaba a vigilar
que los estudiantes no hicieran las cosas prohibidas y en su caso tur-
narlos a la dirección en donde serían sancionados. Para vigilar que los
maestros cumplieran su tarea, pasaba todos los días el secretario de la
escuela, con su hoja de reporte para que el docente firmará y quedara
la evidencia.
Ante estas inminentes medidas, me resistí a ser policía y como
no quedaba otra, porque se había llegado a un acuerdo que había sido
avalado por una mayoría, pues no había otra opción que echar a volar
la imaginación y, pensé para mí misma: no voy a hacer una guardia
sino que voy a observar lo que ocurre en el contexto escolar, no voy a
vigilar a los estudiantes, los voy a acompañar y no turnaré a la dirección
ningún caso sin antes dialogar, a menos que algún estudiante sea vio-
lentado, corra riesgos inminentes o haya tenido algún accidente que lo
ponga en peligro.
Estas resistencias provenían de las ideas de Freire (2016) en el
libro Maestro sin recetas. El desafío de enseñar en un mundo cambian-
te, en el que dice que tanto educadoras como educadores deberán
mantenerse inmersos en las experiencias concretas e históricas de los
estudiantes, es decir mantenerse cercana a ellos, para reconocer de
dónde provienen sus movimientos como sujetos en el mundo y hacia
dónde van. A partir de ello entendí que ser vigilante me excluía de la
experiencia concreta e histórica y por ello decidí permanecer inmersa.
Desde esa cercanía narraré lo que aprendí de los inolvidables
estudiantes de secundaria. Me di cuenta que, aunque los docentes
pretendían vigilar en los recesos escolares mientras comían, los estu-
diantes se acercaban para conversar, lo cual era inevitable porque a los
estudiantes les genera una gran fascinación hacerles preguntas a los
docentes. Un día mientras desayunaba, se acercó una niña y me dijo:
–cuando regresemos al salón, en su clase ¿nos deja escuchar música?
Le pregunté ¿qué música te gusta? Ella dijo que los corridos
tumbados y yo le dije que los había escuchado en diferentes lugares,
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pero que no conocía muy bien este estilo musical, ella comentó que se
trataba de música muy buena, que se bailaba como se baila la banda
o sea muy abrazados y que quienes cantan lo hacen combinando el
corrido con el hip-hop y el reggaeton. La niña llamó a otros dos estu-
diantes que sabían más del tema y pusieron en su celular música que
hablaba de excesos en el consumo de objetos, de fiesta, de relaciones
de pareja y hasta de la vida sexual, dijeron que sus preferidos eran Na-
tanael Cano, Junior H, Peso Pluma y otros más que no recuerdo. Les
dije que en clase conversaríamos acerca de sus inquietudes musicales.
El lapso en el que los estudiantes se fueron y yo terminaba el
desayuno, pensé en que los medios de comunicación ponen al alcance
de los adolescentes el contenido que desean difundir, para que pres-
ten mayor atención a las canciones que desbordan sus sensaciones
al cantar temas aparentemente disruptivos, pero que en esencia están
permitidos porque aparecen como contenido público y por la cantidad
de reproducciones y de likes, se puede mirar la emergencia de una
cultura del tumbado, es decir, de lo que se narra desde la calle, de los
deseos capitalistas y en ocasiones hasta sexuales, con este tipo de
canciones, expresiones y moda, las sensibilidades de los estudiantes
se van modificando y se van visibilizando en sus actitudes, valores y
modos de asunción como sujetos en ese mundo cambiante.
Así que lo que aparentemente es nuevo y disruptivo, no lo es
porque está puesto a la visibilidad de una sociedad en la que se mues-
tra como un producto de mercado, que se consume y se distribuye
(Rancière, 2000) probablemente como un mecanismo para pasar in-
advertida la realidad circundante que afecta a la humanidad como el
deterioro ambiental, la pobreza, la falta de agua en el mundo, el consu-
mismo y muchos otros más que afectan, pero que no son visibilizados
con la misma potencia que los corridos tumbados.
Cuando ingresamos a la clase de Historia, los estudiantes insis-
tieron en que pusiera música en la bocina con la que regularmente es-
cuchamos el audio de los videos de Historia, fue entonces que acepté
y sugerí que cada una de las mesas pidiera una pieza musical.
En consenso una de las mesas seleccionó un corrido tumbado
titulado: Porte exhuberante, los estudiantes en su mayoría cantaban,

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me detuve a escucharla y me llamó la atención la manera en la que el
cantante posiciona a un sujeto masculino que tiene para comprar un
reloj Rolex con diamantes, que se reúne con otros jóvenes que fuman
y consumen sustancias para estar pasaditos y agarrar valor para andar
en el jale, refiriéndose a actividades de narcotráfico. De pronto tuve la
sensación de estar ante la producción de un discurso que da origen a
la asunción de nuevas subjetividades en los adolescentes, por ello la
necesidad de tatuarse, de usar joyería llamativa o de llamar a los de-
más vatos o raza.
Vino a mi mente otra de las prescripciones de la escuela que
indicaba que no podemos escuchar este tipo de música en las aulas
por promover actitudes y situaciones que ponen en riesgo a los es-
tudiantes, sin embargo, creo que como docente tuve la oportunidad
de acercarme en esta ocasión hacia un estilo musical que escuchan
los estudiantes y que me hizo pensar, indagar, criticar y mantenerme
inmersa en las experiencias concretas e históricas de los estudiantes
(Freire, 2016). Esta situación me ha llevado a comprender no sólo la
vida de los estudiantes, sino también de las familias quienes hacen de
este estilo musical un modo de entender el mundo y de sentirlo.
Pensaba en que una de las vías para que los estudiantes pue-
dan amplificar sus gustos musicales, era poniéndolos ante otro tipo de
música que le lleven a gozar de otras armonías, melodías, ritmos y le-
tras. movilizar el pensamiento crítico que aparece en la Nueva Escuela
Mexicana como un eje articulador que posibilita la formulación de pre-
guntas, la emisión de juicios que ponen en duda lo que ven y sienten,
la asunción de críticas argumentadas que hagan que se rompan las
modas asumidas en la escuela y se manifiesten otras formas de ser,
cuestionando los valores éticos.
No cabe duda que esos estudiantes inolvidables me pusieron
en serios problemas al ponerme ante los corridos tumbados, esta si-
tuación que apareció como un problema, fue tomando matices de in-
vestigación: hice un rastreo de los cantantes de ese estilo musical, de
los temas, de las diferencias con otros estilos y cantantes parecidos,
de sus recurrencias y de las influencias. El estar cercana a los adoles-
centes nos lleva a actualizar nuestra experiencia docente, a sumergir-
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nos en sus mundos y posicionarnos frente a eso y diseñar estrategias


didácticas que potencien el pensamiento crítico sin que todo esto que
ocurre nos asuste o nos haga emitir juicios sin argumento. Descubrí
que todos movilizamos nuestros deseos de conocer e investigar y esto
nos lleva a explorar en la conformación de nuevos símbolos culturales
surgidos en el mundo de la vida y que se desbordan en la investigación.
Después de este ejercicio de indagación, continué en la cotidia-
nidad de las observaciones durante los recesos escolares, los adoles-
centes se acercaban, me saludaban cordialmente, me hacían muchas
preguntas, algunas personales y otras de sus preocupaciones como
adolescentes. Me encantaba verlos correr, jugar, platicar, coquetear,
hasta que el día menos pensado me volvieron a lanzar una pregunta
detonadora que me llevo nuevamente a pensar, a indagar y a criticar:
¿conoce a Dany Flow y a Bellakath?
Ser docente e investigadora al mismo tiempo, ha hecho que las
cosas que pasan en el mundo escolar, sea pensadas desde la multidi-
mensionalidad. En otro texto hablaré de lo que ocurrió con esta última
pregunta.

Referencias

Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos


Aires: Siglo veintiuno.
Freire, P. (2016). Maestro sin recetas el desafío de enseñar en un mundo
cambiante. Buenos Aires: Siglo veintiuno.
Rancière, J. (2000). El reparto de lo sensible. Estética y política. Santia-
go de Chile: Editorial LOM.

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