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Violencia y Educación

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CURSO: VIOLENCIA & EDUCACION – Resol. Minist.

N° 1404
MODULO I: ACOSO ESCOLAR. ORIGENES SOBRE LA VIOLENCIA Y AGRESIVIDAD EN LA
SOCIEDAD

Introducción

En la comprensión de fenómeno del acoso escolar intervienen múltiples factores asociados con
los orígenes, contexto social y cultural, procedencia familiar y nivel socioeconómico de los
sujetos involucrados y de la institución escolar que los alberga. Dada la complejidad del
fenómeno, cualquier tipo de estudio sobre él requiere el conocimiento del contexto en el cual
se hace evidente, de sus actores y de los aspectos que inciden de manera directa e indirecta en
su aparición y desarrollo. Varios aspectos deben tenerse en cuenta para abordar y comprender
el fenómeno del acoso escolar. El primero de ellos hace referencia a la comprensión que se tiene
de la violencia, noción que presenta una gran dificultad para su definición por la polivalencia de
significados. Otro punto de referencia son los diferentes enfoques desde los cuales se ha
abordado el estudio del acoso escolar. Los estudios permiten evidenciar la existencia de variados
enfoques que han originado diversos resultados que dan cuenta de la comprensión estadística
del fenómeno, sus orígenes, actores, manifestaciones y consecuencias. En este contexto, cobra
especial importancia la pregunta por el sentido que los actores del fenómeno (acosadores,
víctimas y espectadores) otorgan al acoso escolar. De allí que las apreciaciones que los niños y
niñas tienen sobre el sentido y la naturaleza del acoso escolar constituyen el trasfondo y el
horizonte de la comprensión del fenómeno. Dicho lo anterior, al encarar la comprensión de
fenómeno en Colombia, se acude a las diferentes investigaciones y estudios que, como en el
contexto internacional, inicialmente dan cuenta de los orígenes y manifestaciones del mismo
(década de 1990) pasando a su abordaje a partir de las voces de los implicados, que evidencian
la necesidad de indagar de manera mucho más profunda, a partir de las narrativas de las
víctimas, acosadores y espectadores sobre el sentido que le otorgan al fenómeno sin olvidar
otras voces, como las de los padres, maestros, compañeros y amigos de los estudiantes. Lo
anterior implicará el abordaje de futuros estudios desde perspectivas más ecológicas que
permitan conocer de forma integral tanto las manifestaciones como las implicaciones que, para
las comunidades educativas, tiene la práctica del acoso escolar.

Violencia y acoso escolar

El acercamiento a la noción de violencia evidencia la dificultad para su definición tanto en su


contenido, como en sus formas y manifestaciones; mucho más cuando se trata de indagar por
ella en el contexto escolar.1 Podría pensarse, por ejemplo, en violencia cotidiana, tradicional,
violencia organizada o estructural, cultural, económica; violencia simbólica, maltrato, abuso
físico y psicológico. En este sentido, “el análisis de las diferentes definiciones demuestra que la
definición del término depende en gran medida de la disciplina a partir de la cual se desarrollan
los estudios” (Amaya, 1999). En 1996, la Organización Mundial de la Salud, OMS, al reconocer la
violencia como un problema de salud pública, evidenció la necesidad de caracterizar los
diferentes tipos de violencia y los vínculos entre ellas. La OMS dividió la violencia en tres grandes
categorías generales a partir de quién comete el acto: violencia autoinfligida que involucra el
comportamiento suicida y las autolesiones; violencia interpersonal que ocurre en la familia, la
pareja y la comunidad; y violencia colectiva que se evidencia en ambientes sociales, políticos y
económicos (OMS, 2003, p. 19). La violencia autoinfligida comprende el comportamiento suicida
que incluye pensamientos suicidas, intentos de suicidio también llamados “parasuicidio” o
“intento deliberado de matarse” y suicidio consumado. Las autolesiones, es decir, el
automaltrato incluye actos como la automutilación. La violencia interpersonal se caracteriza por
el comportamiento deliberado entre personas de una familia o dentro de una comunidad y
puede llevar a sus miembros a causarse daños físicos o psicológicos cuando se dan amenazas u
ofensas. La violencia colectiva se comprende a partir de lo social y cultural, que dan cierta
legitimidad al uso del arte, la religión, la ciencia, el derecho, la ideología, los medios de
comunicación, la educación, ya que por medio de ellos se violenta la vida. Por ejemplo, se admite
la violencia en defensa de la fe o la religión que justifiquen la práctica de guerras santas o
atentados terroristas, se otorga legitimidad al Estado para ejercer la violencia. La violencia
autoinfligida y la violencia interpersonal son claras y visibles, por lo que resulta relativamente
sencillo detectarlas y combatirlas. En cambio, en la violencia colectiva, intervienen factores que
determinan que la detección de su origen, prevención y remedio sean más difíciles pues cada
sociedad aplica diversos estándares en cuanto a las formas de violencia que son o no son
aceptadas. Cualquiera de estas violencias es sancionada por la ley o por la sociedad; otras son
crímenes. La violencia se caracteriza por la existencia de una relación conflictiva entre las partes
involucradas, relación que requiere ser conocida, caracterizada y comprendida en todas sus
presentaciones, dimensiones y manifestaciones. Ahora bien, luego de la aproximación al
concepto de violencia, es importante diferenciar esta noción de la de violencia escolar que
ocurre entre los miembros de una comunidad educativa (estudiantes, docentes, padres,
personal administrativo) y que se produce en los espacios físicos de la institución y en aquellos
lugares o actividades que están directamente relacionados con lo escolar o con el desarrollo de
actividades consideradas como extraescolares

MODULO II: ROLES DENTRO DEL ACOSO ESCOLAR

Actores del acoso escolar

tres actores se ven directamente involucrados en el acoso escolar: los acosados o víctimas, los
acosadores o agresores, y los espectadores. Las víctimas. Según Dan Olweus, hay distintos tipos
de víctimas. “Las típicas, entre las que se encuentran los estudiantes más ansiosos e inseguros
que suelen ser cautos, sensibles y tranquilos; poseen baja autoestima, tienen una opinión
negativa de sí mismos y de su situación; y frecuentemente son considerados como fracasados
sintiéndose estúpidos y avergonzados. A este tipo de víctimas se le ha llamado pasivas o sumisas
y no responderán al ataque ni al insulto. Otro tipo de víctimas son las provocadoras que se
caracterizan por una combinación de modelos de ansiedad y reacción agresiva. Estos
estudiantes suelen tener problemas de concentración y se comportan de forma que causan
irritación y tensión a su alrededor. Algunos de ellos pueden ser hiperactivos”. Los agresores o
acosadores. Dan Olweus descubre la existencia de varios tipos de agresores: los “típicos que se
distinguen por su belicosidad con sus compañeros y en ocasiones con los profesores y adultos.
Suelen caracterizarse por la impulsividad y una imperiosa necesidad de dominar a otros. Pueden
ser ansiosos e inseguros. Estos agresores sienten la necesidad del poder y del dominio, parece
que disfrutan cuando tienen el control y necesitan dominar a los demás” (Olweus, 1998, pp. 52-
54). Puede decirse que los acosadores utilizan distintas formas como los apodos, mofas, insultos
y habladurías (Monclús & Saban, 2006, p. 24), que generan intimidación, exclusión y en
ocasiones serios problemas psicológicos y sociales que provocan dificultades en la convivencia
y en la adaptación social. Puede afirmarse entonces que “se produce la situación de desigualdad
entre el acosador y la víctima debido generalmente a que el acosador suele estar apoyado de
un grupo que sigue la conducta violenta, mientras que la principal característica de la víctima es
que está indefensa, no puede salir por sí misma de la situación de acoso” (Díaz-Aguado, 2006,
p. 17). Los espectadores. Sobre los espectadores, Dan Olweus indica que a los estudiantes que
no participan en las intimidaciones y que generalmente no toman la iniciativa, se les denomina
“agresores pasivos, seguidores o secuaces” (Olweus, 1998, p. 53). Lo anterior interroga de
manera imperativa a las investigaciones realizadas que han puesto su mayor énfasis en los
agresores y las víctimas, y han dejado de lado a este actor que no en todos los casos puede ser
tildado de “cómplice”, dado que de la pasividad no se puede inferir una actitud de apoyo al
agresor. Cabe entonces preguntarse qué sentido les otorgan estos estudiantes tanto a la
agresión como a su papel y a la actitud de las víctimas. Así, pues, como Dan Olweus lo señala,
una conducta de persecución física y psicológica es considerada como característica importante
del acoso escolar. Indica este autor que el acoso se puede entender como una agresión directa
e indirecta a la víctima; “es indirecto cuando hay aislamiento social y exclusión deliberada de un
grupo y directo cuando hay ataques relativamente abiertos a la víctima”. Siguiendo a Catherine
Blaya, los diferentes tipos de acoso “pueden ser considerados como factores de degradación del
clima y de la calidad de las relaciones interpersonales, en cuanto no solo afecta
psicológicamente de forma seria a los individuos, sino que estos, al sentirse mucho más
vulnerables en todos los aspectos, incluyen un factor social de riesgo al clima de las relaciones
en la escuela” (Blaya, 2005, p. 236).

Estudios sobre violencia escolar

Se evidencian dos grandes períodos con intereses y objetivos muy distintos. En el primero, que
comprende los años ochenta y noventa, a partir de estudios estadísticos preferencialmente
cuantitativos, se buscó responder interrogantes como la incidencia del contexto social, los
actores, el origen, las manifestaciones, las consecuencias y los factores que inciden en la
violencia que ocurre en la escuela. En el segundo período, del año 2000 en adelante, los estudios
se orientan a la comprensión del fenómeno desde una perspectiva más integral en la cual,
además de los estudios estadísticos, se empiezan a tener en cuenta la voz de los actores y sus
diferentes formas (enfoques) de comprender la realidad. Dicho lo anterior, el estudio sobre el
acoso escolar se puede abordar de varias formas. Desde los observatorios, una primera
referencia se encuentra en el trabajo realizado por el Centro Internacional para la Prevención
del Crimen (ICPC, por sus siglas en inglés), creado en 1994 en Montreal con el fin de prevenir el
crimen y promover la seguridad en la sociedad. Este centro elaboró en los años 2000 y 2001 un
estudio comparativo de las políticas y prácticas llevadas a cabo en el ámbito internacional en el
tema de la seguridad en las escuelas (Monclús & Saban, 2006, p. 14) Otra referencia es el
Observatorio Europeo sobre Violencia Escolar con sede en Burdeos, Francia, que en 2008 pasó
a llamarse Observatorio Internacional de la Violencia en las Escuelas, OIVE y que ha venido
reflexionando sobre esta problemática y ha identificado los factores de riesgo en la vida de los
miembros de la comunidad educativa cuando se presenta la violencia escolar. Según Catherine
Blaya, en la actualidad, las líneas de investigación más activas se refieren a los estudios sobre lo
que Éric Debarbieux en 2003 denomina microviolencias y clima escolar (Blaya, 2005, p. 296).
Para Catherine Blaya, “los estudios sobre violencia escolar han discurrido por tres grandes vías,
que se corresponden básicamente con las tres grandes áreas de conocimiento que se han
interesado por estos problemas: la psicoeducativa; la sociopedagógica y la criminológica. Los
estudios psicoeducativos han focalizado su interés en los procesos personales e interpersonales
implícitos y explícitos en el complejo fenómeno de la agresividad, la conducta agresiva, la
victimización y la conducta violenta, en sus diferentes matices. Esta línea ha sido hábil en la
descripción de factores sociales vinculados a estos fenómenos, describiendo condiciones de
riesgo, como la pobreza, las características de la juventud, los fenómenos migratorios y su
incidencia en estos problemas”. En el enfoque criminalístico, “el discurso ha sido
tradicionalmente psicopatológico y tiende a aproximarse a análisis descriptivos con los que
empieza a interesarse por la escuela como factor etiológico de la criminalidad juvenil” (Ortega,
2002). Varios estudios pueden citarse como referencia para evidenciar la comprensión que se
hace de la violencia desde este enfoque. João Yunes y tamara Zubarew (1993) especifican que
entre las causas de la violencia, las “características individuales, experiencias familiares,
relaciones de pares, acceso a armas, consumo de alcohol y otras drogas, exposición a violencia
en los medios de comunicación y otros factores políticos, culturales y sociales se interrelacionan
y juegan un papel fundamental en la ocurrencia de la violencia en jóvenes” (Yunes & Zubarew,
1993, p. 104). Desde otra perspectiva, pueden citarse los estudios hechos desde el modelo
ecológico. De manera particular, en América Latina, estudios como los de Miriam Abramovay,
Carolina Lisboa, Christian Berger y otros son un referente obligado (Berger & Lisboa, 2009, p.
61). Las investigaciones realizadas por Miriam Abramovay (2005) y Carolina Lisboa en la
Universidade do Vale Rio dos Sinos evidencian la “necesidad de hacer un debate y una
aproximación con las especificidades de la violencia en la escuela, su dinámica y consecuencias”
(Lisboa & Koller, 2009, pp. 161-181). Carolina Lisboa y Silvia Koller muestran cómo, a diferencia
de los años 70 a 90, “hoy es casi consenso en la literatura científica que este proceso de la
violencia escolar (acoso) está asociado a graves factores de riesgo en el futuro de las víctimas
(suicidio, depresión) como también para los agresores (dificultades de relación con los demás,
delincuencia, violencia, entre otros) y exige intervenciones urgentes y puntuales” (Lisboa &
Koller, 2009, pp. 161-181). Otros estudios realizados por Ana Almeida, Carolina Lisboa y María
Jesús Caurcel (2007, pp. 107-118) exploran las explicaciones causales de adolescentes de 15
años portugueses y brasileños sobre las relaciones de maltrato entre iguales; se pretende crear
el contexto narrativo que da margen para la interpretación, las atribuciones emocionales y para
los juicios sociomorales presentes en las explicaciones del maltrato (Almeida, Lisboa & Caurcel,
2007, p. 107). Desde este mismo enfoque, estudios como los de Pablo Madriaza, Abraham
Magendzo, Isabel toledo y Christian Berger coinciden en ubicar las investigaciones sobre la
violencia escolar y de manera particular en lo relacionado con el acoso escolar, bullying, desde
una perspectiva distinta a la del contexto europeo. Los estudios van más allá del análisis
estadístico para dar a conocer el parecer, las comprensiones y percepciones que sobre el acoso
escolar tienen quienes intervienen directamente en la problemática: agresores, víctimas y
espectadores. De manera particular, las investigaciones de Christian Berger dan cuenta desde el
enfoque ecológico de las situaciones de acoso y violencia escolar que se viven de manera
particular en Santiago de Chile. Berger dice que “los modelos tradicionales para abordar la
agresividad entre pares (como elemento de la violencia en las escuelas) se han enfocado ya sea
en los agresores o en las víctimas de la violencia. Así, se ha tendido a la búsqueda de perfiles
individuales de los agresores y víctimas, buscando establecer los factores causantes de dichos
perfiles”. En este mismo sentido, Pamela Orpinas evidencia la existencia de tres “modelos
conceptuales complementarios” desde los cuales es posible abordar el estudio y la prevención
de la violencia escolar: el modelo de salud pública, el modelo ecológico y el modelo de desarrollo
(Orpinas, 2009, pp. 35-57). Al distanciarse de los enfoques de salud pública y de desarrollo,
Christian Berger adopta para sus estudios el modelo ecológico (Bronfenbrenner, 1979) para
tratar de comprender el fenómeno de la agresividad y la violencia escolar desde una perspectiva
distinta: la del sentido. Berger y Lisboa indican: “no existe claridad respecto a lo que se entiende
por violencia escolar, ni menos respecto a los distintos paradigmas para comprender el
fenómeno ni las atribuciones causales asociadas a este” (Berger & Lisboa, 2009, p. 61).
Continúan afirmando Berger y Lisboa que las interpretaciones dadas al fenómeno “son
explicaciones unidireccionales que priorizan la importancia de algunos factores sobre otros;
ninguno de estos factores es conclusivo o puede dar cuenta a cabalidad del fenómeno de la
violencia entre pares” (Berger & Lisboa, 2009, p. 62). Desde esta perspectiva, con el modelo
ecológico, “la agresividad entre pares —tanto para su comprensión como para posibles líneas
de intervención— es entendida como un proceso, resultado de la interacción entre las
características de la persona (genéticas y socialmente construidas) con sus contextos (directos
e indirectos), permeados por la dimensión temporal (evolutiva)” (Berger & Lisboa, 2009, p. 63).
Lo anterior, como lo afirman los mismos autores, “evidencia la existencia de consenso entre
investigadores e interventores respecto de la complejidad del fenómeno de la agresividad entre
pares y de la consecuente necesidad de marcos integrales para su comprensión” (Berger &
Lisboa, 2009, p. 74-75). Desde el enfoque conocido como fenomenológico, cabe mencionar los
estudios hechos por Luis Manuel Flores-González para el contexto chileno. Para Flores (2009,
pp. 211-230), la violencia escolar no es un simple hecho social, sino un fenómeno complejo y
multirreferencial. La cuestión del sentido y las raíces fenomenológicas de la violencia suponen
indagar en la trama y enlaces de la experiencia humana que siempre escapa a nuestros hábitos
y percepciones. Flores sostiene: “La violencia, incluso la más brutal y sanguinaria, tiene siempre
y en cualquier caso una dimensión simbólica, referida a las condiciones de emergencia o al
ejercicio de sus posibilidades o realización” (Flores, 2009, p. 211). Desde un enfoque
fenomenológico, la violencia es un acontecimiento social y en esta misma medida es siempre un
acontecimiento subjetivo de un nosotros, dado que los ejes de los acontecimientos sociales se
interpretan desde ciertas redes simbólicas de la acción humana. Así, este autor, al asumir el
carácter comprensivo de los estudios sobre violencia escolar, muestra cómo “la violencia como
todo fenómeno humano desborda la definición unilateral de un concepto, porque en rigor, la
violencia es una acción, y no solo un nombre que se les asigne a ciertos hechos. En toda violencia
hay siempre una lógica, sin embargo, esta lógica no se refiere a la coherencia deductiva posible
del pensamiento consigo mismo, sino de determinadas lógicas de acción sobre las cuales se
instalan las decisiones humanas” (Flores, 2009, p. 215).

MODULO III: CONSECUENCIAS Y DETENCION DEL ACOSO ESCOLAR

El maltrato psicológico, verbal o físico presente en las instituciones educativas puede producir
alteraciones en la conducta y el rendimiento académico de los chicos.

Desde 2013, cada 2 de mayo se conmemora el Día Internacional contra el Acoso Escolar o
Bullying, una jornada donde más de 40 países se dedican a generar conciencia sobre esta
problemática, que incluye el maltrato psicológico, verbal o físico, producido entre pares de
forma reiterada y a lo largo de un tiempo determinado, que afecta a muchos niños y
adolescentes del mundo.

“Cuando las víctimas de acoso escolar no reciben la atención, el apoyo y la contención que
necesitan, es común que se produzca ausentismo escolar, bajo rendimiento académico, pérdida
de interés en actividades recreativas, desarrollo de una baja autoestima, cambios en patrones
de sueño y alimentación y, depende de la edad, posible abuso en consumo de sustancias”,
explicó la licenciada María Virginia Quevedo, especialista en psicología clínica con niños y
adolescentes, en comunicación con El 1 Digital.

En este contexto, quienes sufren de acoso tienden a desarrollar sentimientos de tristeza y


soledad, que pueden desencadenar ansiedad o depresión; esta última, junto con el abuso de
sustancias, pueden implicar riesgo de vida. Según Quevedo, las relaciones con sus pares son muy
importantes para los chicos en edad escolar, ya que las primeras amistades de un niño,
generalmente, provienen del entorno escolar: “Cuando existen situaciones de acoso dentro de
una clase, la relación se ve afectada, y tanto las víctimas, los acosadores o el resto del curso,
tienden a limitar sus vínculos sociales a grupos más reducidos”.

Por su parte, la licenciada Julia Rocío Figueroa, fundadora y directora de la asociación civil VISAM
Salud Mental, expresó a este medio que el bullying se caracteriza por los efectos psicológicos
que provoca tanto en el período que está en curso, como en el futuro: “El acoso psicológico es
el que más predomina, es silencioso, y los adultos se enteran mucho después, cuando ya es
evidente y el acosador tiene otra manera de presentarlo”.

Intervención

“La actitud del adulto siempre será clave. Es importante tratar de no minimizar la situación, sino
escuchar y validar las emociones de quien se siente acosado; cuando se trata de un chico que
acosa, la mejor intervención que se puede hacer es enseñar y fomentar la empatía”, destacó
Quevedo, y añadió que, en las instituciones educativas, “debe existir personal formado con
herramientas disponibles para abordar las situaciones”.

Hoy en día, las redes sociales están presentes en la vida de los niños y adolescentes y, acorde a
Quevedo, “sirven para invisibilizar el acoso a los adultos”, lo cual agrava la situación ya que
“retrasa los tiempos de acción a los padres o maestros”. “Es importante poder establecer
medidas de seguridad, acuerdos de control y acceso a las plataformas de mensajería según la
edad de los chicos, pero la tecnología, también, puede ser aliada en el sentido que existen
aplicaciones donde padres y estudiantes pueden comunicarse con los responsables de los
centros educativos para advertir del peligro del acoso”, aseguró.

Capacitación y prevención

En diálogo con UNLaM TV, Paola Zabala, directora de la Comunidad Antibullying Argentina,
expresó que se necesita capacitar a los docentes en la problemática: “Hay que darles
herramientas concretas para que sepan cómo actuar en este tipo de casos porque el Estado no
las está ofreciendo. En su trayectoria profesional, cuando se reciben, no tienen formación
específica sobre el tema, sino que ellos se autogestionan, buscan información y se interesan”.

Asimismo, comentó que, para que las instituciones escolares se ocupen de la problemática, se
necesitan brindar los recursos: “Tiene que haber psicopedagogos, psicólogos infantiles que
puedan asistir a las familias y alumnos, pero también a los que los docentes puedan recurrir
cuando tengan alguna dificultad”.

Para concluir, Quevedo enfatizó que, para generar conciencia sobre la problemática, es
necesario dar apertura al tema. “Debemos hablar e informar, siempre de acuerdo a la edad de
los chicos, porque ellos deben saber reconocer estas situaciones antes de que aparezcan, pero
también tenemos que hablar en casa, de forma natural. Hay que trabajar desde la educación
emocional, para enseñar a empatizar, contando qué emociones padece un chico acosado”,
cerró.

MODULOIV: PREVENCION ANTE EL ACOSO ESCOLAR.

Detectar el bullying

El acoso escolar, más conocido como bullying, es un tema de máxima actualidad. Lo que antes
se tomaba como algo normal, ahora es un tema que preocupa en profundidad a profesores y
padres, y no sin razón, ya que los últimos datos del INJUVE afirman que en España el 1,6% de los
niños y jóvenes sufren bullying de forma constante y un 5,7% lo vive de forma esporádica.

Datos alarmantes para un problema que cada vez tiene un mayor alcance entre los menores.
Por suerte, también la sociedad está cada vez más concienciada y lucha por acabar con este
acoso.

Cómo detectar el bullying

Que un niño sufra acoso escolar puede tener consecuencias muy graves tales como depresión,
violencia, drogas e, incluso, suicidio. Como padres, debéis de estar pendientes del joven y del
comportamiento de este.

“Para prevenir es necesario educar en la no violencia y procurar consolidar el lazo de


comunicación con nuestros hijos. Es un trabajo paulatino que empieza en casa y se fortalece en
las aulas” explica Ana Herrero, psicóloga y coordinadora del departamento de Orientación del
grupo Brains International Schools. “Las escuelas son uno de los principales espacios de
socialización, donde no solo se va a adquirir conocimientos, sino a aprender a convivir y a
respetarnos”, añade la psicóloga.

Como padres, las claves básicas en las que os debéis fijar son las siguientes:

El niño de repente evita la escuela, ciertos lugares y gentes. Los sitios a los que antes iba
contento, ahora no le gustan y se siente incómodo.

Se hace el enfermo con frecuencia para no tener que enfrentarse a las situaciones a las que
teme.

Su personalidad cambia, cada vez es más retraído y pasivo. Aunque puede darse una situación
contraria y que cada vez sea más activo y agresivo.

No controla su cuerpo y pierde o rompe objetos constantemente. No está centrado.

Está muy triste y llora de manera más habitual.

Se le pueden percibir contusiones o lesiones, que él intentará ocultar.

Sus calificaciones han bajado notablemente en la última época, no rinde de la misma manera.

Cambios importantes en su comportamiento: a la hora de dormir, la comida, pasa mucho tiempo


a solas o maltrato a los hermanos.

Desde Brains International Schools nos ofrecen 5 consejos para prevenir el acoso escolar:

 Comunicar o solidarizarse con la víctima ante un acto violento


 Estar alerta ante cualquier cambio de conducta
 Incentivar una buena comunicación
 Trabajar para que tenga una buena autoestima
 Enseñarle a resolver problemas por sí mismo

Tipos de bullying

Los acosadores normalmente eligen a sus víctimas de entre los menos populares, los que pasan
desapercibidos. Suelen ser niños inteligentes, a los que los acosadores atacan por sentirse
menores a ellos y usan su fuerza para creerse así superiores.
Los tipos más usuales de bullying son el físico, el verbal, el psicológico y el social. El primero
implica la fuerza física, las patadas, los mordiscos o los empujones y suele darse de manera más
constante en primaria que en secundaria. El maltrato verbal es el más habitual, los acosadores
ponen motes a las víctimas, resaltan sus defectos físicos, cuelgan fotos de ellos en situaciones
“ridículas” en las redes sociales, etc. El acoso psicológico tiene como fin anular la personalidad
del otro y fomentar su miedo. Y por último, el social pretende aislar a la víctima del resto del
grupo y de sus compañeros.

Cómo enfrentarse al bullying

Cuando se ha detectado que el niño sufre maltrato escolar hay que seguir una regla de pautas
para evitar que éste aumente. Lo primero que se debe hacer como padres, es sentarse a hablar
con el niño y lograr que éste confíe en ti. Será una situación difícil, ya que estará retraído y creerá
que decirlo hará que esto aumente, preferirá permanecer en silencio. Por ello, hay que tener
mucho cuidado y racionar las conversaciones, intentar “sacarle” la información poco a poco para
que él no se agobie y siempre dejar que se el propio menor el que guíe la conversación y vaya
contando los problemas a su ritmo, cuando esté preparado para enfrentarse a ellos. Y hay que
decirle que es un problema aislado, que acabará y que tiene solución, darle esperanza.

Lo primero de lo que hay que enterarse es de las preguntas que se conocen como las 5W: ¿Por
quién sufre el bullying?, ¿qué tipo de acoso recibe?, ¿dónde se producen los altercados?,
¿cuándo son, a qué hora?, ¿Por qué piensa tu hijo que lo sufre?

Es importante no ocultar el problema a los demás, no hacer sentir al niño vergüenza por lo que
sucede. La familia y los amigos son una de las claves para que sea capaz de enfrentarse al
maltrato, por lo que es necesario que se comparta el tema y entre todos intentar llegar a una
solución.

Cuando un joven sufre acoso escolar sus sentimientos son de ira, violencia, tristeza y venganza
y suele transmitirlo en su entorno. No hay que dejar que el niño focalice su rabia consigo mismo
o hacia los demás, hay que intentar que lo deseche a través del arte, el deporte o la respiración.

Trabajar con el colegio

Es muy importante que el colegio y la familia luchen en conjunto contra este hecho. Así, desde
el momento en el que se intuye el problema, hay que concertar una reunión con los
responsables del centro.

Hay que tener cuidado con cómo se hace, ya que el menor puede ser reacio a esta opción. Para
él, el profesor es el “contrario”, una persona que puede hacer que el asunto vaya a peor por
considerarlo un “chivatazo”. Hay que explicarle que es necesario, que el profesor está ahí para
ayudarnos en todo y que la única manera de salir de este maltrato es trabajar todos juntos.

EVUALUACIÓN:

Explique brevemente sobre los orígenes de la violencia y agresión en la sociedad.

¿Quiénes son los actores en el acoso escolar?

Refiérase brevemente a los estudios sobre el acoso escolar.


¿Cuáles son las consecuencias del acoso escolar?

Refiérase a la intervención, capacitación y prevención.

¿Cómo detectar el bullying?

¿Qué claves básicas deben tener en cuenta los padres?

Refiérase a los diferentes tipos de bullying.

¿Cómo enfrentarse al Bullying?

Mencione algunas propuestas para trabajar en el nivel en el que se desempeña.

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