María, Madre de La Iglesia
María, Madre de La Iglesia
María, Madre de La Iglesia
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
1. El concilio Vaticano II, después de haber proclamado a María «miembro muy eminente»,
«prototipo» y «modelo» de la Iglesia, afirma: «La Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, la
honra como a madre amantísima con sentimientos de piedad filial» (Lumen gentium, 53).
2. El uso de dicho apelativo en el pasado ha sido más bien raro, pero recientemente se ha hecho
más común en las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y en la piedad del pueblo cristiano. Los
fieles han invocado a María ante todo con los títulos de «Madre de Dios», «Madre de los fieles» o
«Madre nuestra», para subrayar su relación personal con cada uno de sus hijos.
María, ya desde la Anunciación, está llamada a dar su consentimiento a la venida del reino
mesiánico, que se cumplirá con la formación de la Iglesia.
María en Caná, al solicitar a su Hijo el ejercicio del poder mesiánico, da una contribución
fundamental al arraigo de la fe en la primera comunidad de los discípulos y coopera a la
instauración del reino de Dios, que tiene su «germen » e «inicio» en la Iglesia (cf. Lumen gentium,
5).
Al dirigirse a María con las palabras «Mujer, ahí tienes a tu hijo», el Crucificado proclama su
maternidad no sólo con respecto al apóstol Juan, sino también con respecto a todo discípulo. El
mismo Evangelista, afirmando que Jesús debía morir «para reunir en uno a los hijos de Dios que
estaban dispersos» (Jn 11, 52), indica en el nacimiento de la Iglesia el fruto del sacrificio redentor,
al que María está maternalmente asociada.
Según san Ireneo, María «se ha convertido en causa de salvación para todo el género humano»
(Adv. haer., III, 22, 4: PG 7, 959) y el seno puro de la Virgen «vuelve a engendrar a los hombres
en Dios» (Adv. haer., IV, 33, 11: PG 7, 1.080). Le hacen eco san Ambrosio, que afirma: «Una
Virgen ha engendrado la salvación del mundo, una Virgen ha dado la vida a todas las cosas» (Ep.
63, 33: PL 16, 1.198); y otros Padres, que llaman a María «Madre de la salvación» (Severiano de
Gabala, Or. 6 de mundi creatione, 10: PG 54, 4; Fausto de Riez, Max Bibl. Patrum VI, 620-621).
3
En el medievo, san Anselmo se dirige a María con estas palabras: «Tú eres la madre de la
justificación y de los justificados, la madre de la reconciliación y de los reconciliados, la madre de
la salvación y de los salvados» (Or. 52, 8: PL 158, 957), mientras que otros autores le atribuyen
los títulos de «Madre de la gracia» y «Madre de la vida».
5. El título «Madre de la Iglesia» refleja, por tanto, la profunda convicción de los fieles cristianos,
que ven en María no sólo a la madre de la persona de Cristo, sino también de los fieles. Aquella
que es reconocida como madre de la salvación, de la vida y de la gracia, madre de los salvados y
madre de los vivientes, con todo derecho es proclamada Madre de la Iglesia.
El Papa Pablo VI habría deseado que el mismo concilio Vaticano II proclamase a «María, Madre
de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores
». Lo hizo él mismo en el discurso de clausura de la tercera sesión conciliar (21 de noviembre de
1964), pidiendo, además, que «de ahora en adelante, la Virgen sea honrada e invocada por todo
el pueblo cristiano con este gratísimo título» (AAS 56 [1964], 37).
Saludos
(En italiano)
Un pensamiento particular dirijo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Al comienzo
de un nuevo año escolar os invito, queridos jóvenes, a vivir el compromiso del estudio como
singular oportunidad de desarrollo de los talentos que el Señor os ha confiado para el bien de
todos.
La Virgen Dolorosa, a la que hace dos días hemos recordado en la liturgia, os ayude, queridos
enfermos, a captar en el sufrimiento una llamada especial a hacer de la existencia una misión
para la salvación de los hermanos, y a vosotros, queridos recién casados, os sostenga en la
aceptación de las cruces diarias como ocasiones providenciales de crecimiento y purificación de
vuestro amor.