Infecciones de Las Vías Respiratorias Bajas
Infecciones de Las Vías Respiratorias Bajas
Infecciones de Las Vías Respiratorias Bajas
• Introducción
o Etiología
o Diagnóstico
o Tratamiento
o Etiología
o Diagnóstico
Diagnóstico sindrómico
Diagnóstico clínico
Diagnóstico radiológico
Diagnóstico de laboratorio
Diagnóstico diferencial
INTRODUCCIÓN
Dentro del conjunto de la patología infecciosa, las infecciones del tracto respiratorio inferior son de las más frecuentes.
Existen dos situaciones clínicas frecuentes, que generalmente son diagnosticadas y tratadas por el médico de familia y
que se asocian con frecuencia a complicaciones importantes y a elevada mortalidad: la reagudización infecciosa de la
enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la neumonía adquirida en el ámbito comunitario (NAC).
La NAC es una de las patologías más frecuentes en nuestro medio, con una alta carga de morbimortalidad. En el mundo se calcula que
entre 500.000 y 1,4 millones de personas fallecen al año por NAC. La incidencia anual de la neumonía es difícil de conocer, porque la
mayoría de los casos se diagnostican y tratan ambulatoriamente y, además, no es considerada una enfermedad de declaración obligatoria.
En España afecta aproximadamente entre 2-16,2 personas adultas por cada1.000 habitantes. La incidencia es más elevada en la población
de jóvenes y ancianos (23-34/103 en mayores de 75 años), principalmente en los pacientes institucionalizados. La incidencia es
discretamente superior en varones y en el período invernal. En general, del 3-5% de los pacientes que acuden a la consulta de los médicos
de familia con síntomas respiratorios de infección aguda presenta una NAC.
Aunque el 70-80% de los casos de NAC se manejan en el ámbito extrahospitalario, entre el 8-30% de los pacientes con NAC serán
hospitalizados (2- 6 casos/1.000 habitantes/año), siendo la infección que provoca mayor número de ingresos hospitalarios. Además, entre
el 5-15% de los casos ingresarán en una unidad de cuidados intensivos. La gravedad aumenta con la edad: 1/1.000 personas/año de NAC
grave en < 45 años, 1-10/ 1.000 personas/años en > 65 años.
La neumonía es la causa más importante de muerte por enfermedades infecciosas en los países desarrollados (sexta causa de
mortalidad). La mortalidad global es del 14% (0,1-0,7/1000 habitantes/año) y varía en función de la gravedad del episodio y el lugar de
atención del episodio. En los pacientes tratados de forma ambulatoria es inferior al 2%. En los pacientes hospitalizados aumenta hasta el 5-
15% y en los ingresados en unidades de cuidados intensivos asciende al 30-40%. La etiología condiciona la tasa de mortalidad (tabla 1). El
neumococo es responsable de 2/3 casos de bacteriemia en NAC, causa frecuente de mortalidad.
Entre los factores de riesgo para el desarrollo de una NAC se encunetran: tabaquismo (> 20 cigarrillos/ día), presencia de patologías
crónicas (diabetes mellitus, hepatopatías, cardiopatías, enfermedad renal, neoplasias, EPOC), malnutrición, exceso de peso, demencia,
edad avanzada, esplenectomía y consumo de alcohol.
En los últimos años se han producido cambios importantes en la etiología de la NAC, aumentando progresivamente el protagonismo de
nuevos patógenos, fundamentalmente atípicos (Legionella pneumophila, Chlamydia pneumoniae) y de patógenos tradicionales que han
desarrollado nuevos patrones de resistencia a los antimicrobianos (S. pneumoniae, Haemophilus influenzae). Estos cambios han sido
favorecidos por diferentes factores epidemiológicos y sociodemográficos como el envejecimiento poblacional debido al aumento de la
supervivencia, aumento de pacientes con patologías crónicas o con algún grado de inmunodepresión (corticoterapia, trasplantes, VIH,
neoplasia) e inmigración. Existen pocos estudios de etiología de la NAC tratada ambulatoriamente.
En un reciente estudio realizado en España con pacientes que acudieron a un servicio de urgencias, se encontró una relación entre la
etiología de las neumonías y el nivel de gravedad (clasificación pronóstico de Fine). El diagnóstico etiológico se logró en el 66% de
pacientes diagnosticados de NAC no grave. En la clase I de Fine la mayoría de casos se relacionaron con gérmenes atípicos (69%),
principalmente Mycoplasma pneumoniae. En las clases II y III predominaban los patógenos no atípicos (55%). La presencia de
comorbilidad no tuvo valor predictivo de la etiología neumónica (Falguera, 2004).
La gravedad de la NAC es el principal criterio de ingreso hospitalario. La decisión de hospitalización, presenta una gran variabilidad entre
los diferentes hospitales, medios asistenciales y profesionales. No es habitual seguir unas normas objetivas y uniformes, ingresándose en
muchas ocasiones casos de NAC con bajo riesgo. La estratificación objetiva del riesgo de los pacientes debería ayudar a reducir esta
variabilidad y mejorar la decisión de ingreso, así como el abordaje coste-efectivo de la enfermedad. Existen diferentes escalas de
predicción de gravedad que pueden ayudar al clínico en la toma de decisiones sobre el ingreso hospitalario.
Una de las más conocidas y refrendadas internacionalmente es el índice pronóstico de severidad (IPS), desarrollada por Fine y
colaboradores en 1997. Esta escala identifica a pacientes con NAC de bajo riesgo de mortalidad. Para identificar a los pacientes con riesgo
elevado la British Thoracic Society (BTS) desarrolló una escala de predicción de riesgo de mortalidad en la NAC basada en la presencia de
una serie de variables que han demostrado incrementar el riesgo de muertes en estos pacientes: edad, confusión mental, frecuencia
respiratoria, presión arterial y niveles de nitrógeno ureico (BUN). Una modificación posterior de estos criterios, planteó la supresión del BUN
de las variables a considerar (CURB).
Recientemente, se ha publicado un estudio prospectivo con 3.181 pacientes con NAC atendidos en los servicios de urgencias de 31
hospitales americanos, para valorar el poder de discriminación de las tres reglas de pronóstico (Pneumonia Severity Index, CURB y CURB-
65) validadas en la predicción del riesgo de mortalidad a los 30 días (Aujesky D, 2005). La regla PSI presentaba un mayor poder de
discriminación para predecir la mortalidad a corto plazo, definiendo una mayor proporción de pacientes en riesgo bajo, y era ligeramente
más exacto en la identificación de los pacientes con este tipo de riesgo que las otras dos escalas. La escala PSI tenía una sensibilidad y un
valor predictivo negativo mayor que la regla CURB.
Diagnóstico
El diagnostico de NAC es clínico-radiológico. El diagnóstico es siempre de probabilidad y, en ocasiones, el cuadro clínico y/o radiológico no
permite diferenciar un episodio de NAC de otra condición respiratoria aguda (incluida la bronquitis). En los últimos años se han publicado
estudios donde se proponía la utilidad del test de detección rápida de proteína C reactiva (PCR) para diagnosticar con cierta seguridad al
episodio de neumonía bacteriana, en pacientes con hallazgos clínicos de infección aguda de las vías respiratorias. En una reciente revisión
sistemática publicada, se concluyó que la determinación de PCR no era lo suficientemente sensible ni específica para diferenciar entre
neumonía e infección respiratoria alta y su posible etiología viral o bacteriana (Meer VV, 2005).
Tratamiento
Diferentes sociedades científicas e institucciones nacionales e internacionales han elaborado en los últimos años guías y/o
recomendaciones sobre el diagnóstico y tratamiento de la NAC. El cumplimiento de estas recomendaciones entre los profesionales es muy
variable. Existen diferentes estudios que han demostrado que el cumplimiento de estas recomendaciones reduce los costes, días de
hospitalización, mortalidad (fundamentalmente en los casos severos) y, probablemente, el nivel de resistencias a antibióticos de los
principales patógenos (Menéndez, 2002).
Los antibióticos son la base del tratamiento de la NAC, contribuyendo de forma significativa al uso de estos fármacos, lo que se asocia
inevitablemente con el desarrollo de resistencias bacterianas. El tratamiento antibiótico empírico de la NAC debe ser activo frente a los
patógenos más frecuentemente implicados en su etiología y, especialmente, frente a neumococo. En los últimos años ha adquirido una
gran relevancia a nivel mundial el aumento del número de cepas de neumococo resistentes a la penicilina y betalactalámicos que, en
muchas ocasiones, también implica resistencias cruzadas a macrólidos. España es uno de los países con más alta incidencia de cepas de
neumococo resistente (tabla2), que se relaciona directamente con el aumento del consumo de antimicrobianos (85-90% de los antibióticos
son utilizados en la comunidad). A nivel europeo, desde 1988 la vigilancia epidemiológica de estas resistencias se realiza por el European
Antimicrobial Resistance Surveillance System (EARSS) y los datos actualizados se pueden obtener en su página web
(http://www.earss.rivm.nl/).
No obstante, a pesar de los elevados porcentajes de cepas de neumococo con sensibilidad disminuida a betalactámicos, la
mayor parte de estudios no han demostrado un impacto negativo de este tratamiento sobre la mortalidad en estos
pacientes con infecciones resistentes con CMI < 4 mcg/ml. Apenas se han descrito fracasos terapéuticos en NAC con
betalactámicos y macrólidos. Estos datos han sido confirmados por diferentes estudios, tanto para betalactámicos como
para macrólidos (Rothermel, 2004). También en un reciente estudio realizado en España se compararon los resultados
clínicos del tratamiento de NAC con betalactámicos (penicilina, amoxicilina, amoxicilina/clavulánico a dosis altas). La
mortalidad no fue diferente entre el grupo infectado por neumococo susceptible a penicilina frente a neumococos con
resistencia intermedia a penicilina (Falco, 2004).
La elección del tratamiento de los pacientes con NAC plantea, en muchas ocasiones, dudas sobre el antibiótico más
adecuado para conseguir efectividad clínica sin generar resistencias. Aunque existen muchos ensayos clínicos que evalúan
y comparan la eficacia de los antibióticos para la NAC, éstos son en su mayoría de ámbito hospitalario (pacientes con
comorbilidad importante y casos más graves). Además, tampoco existen suficientes ensayos clínicos comparativos entre
los diferentes antibióticos. En un reciente metaanálisis de la biblioteca Cochrane, se evaluó y comparó la eficacia de los
grupos de antibióticos en el tratamiento ambulatorio de los adultos con NAC (Bjerre, 2005). Los ensayos analizados no
permitieron comparar los efectos de diferentes grupos de antibióticos y el grupo de expertos concluyó que no era posible
hacer recomendaciones basadas en la evidencia sobre la elección del antibiótico adecuado para el tratamiento de la NAC.
En las diferentes recomendaciones actuales para el tratamiento empírico de la NAC en pacientes ambulatorios, la primera
elección consiste la utilización de un betalactámico (amoxicilina) a dosis altas, reservándose las fluoroquinolonas
antineumocóccicas o ketólidos para aquellas situaciones en las que no se puede utilizar un betalactámico o se tenga una
elevada sospecha de neumococo resistente o la necesidad de cubrir gérmenes atípicos. La monoterapia con macrólido no
estaría justifica como tratamiento inicial, excepto en pacientes con elevada sospecha de etiología por gérmenes atípicos.
En un reciente metaanálisis diseñado para comparar la actividad de betalactámicos frente a antibióticos empleados para
los casos de NAC por gérmenes atípicos, se concluyó que los betalactámicos deberían ser la opción inicial en la mayoría de
los casos de NAC no severa (Mills, 2005).
En pacientes que precisan ser hospitalizados y, en ocasiones, en pacientes tratados a nivel ambulatorio sin una clara
orientación etiológica, la primera elección consiste en una combinación de un betalactámico y un macrólido o una
fluoroquinolona antineumocóccica. Recientemente, se ha publicado una revisión sobre los diferentes estudios publicados
en los últimos años para comparar la efectividad de la monoterapia frente a la terapia combinada en el tratamiento de la
neumonía neumocóccica (Waterer, GW, 2005). La doble terapia es más efectiva en los casos severos. En los casos de
menor gravedad, la monoterapia con fluorquinolonas es igual de efectiva que el tratamiento combinado.
La aparición de nuevos patógenos, el aumento de la tasa de resistencias bacterianas a los antibióticos convencionales, así
como el elevado coste asociado con esta patología, ha facilitado la aparición en el mercado de nuevos antibióticos para el
tratamiento de la NAC (fluoquinolonas respiratorias, telitromicina) y presentaciones de antibióticos clásicos muy eficaces
frente a neumococos resistentes (amoxicilina/ácido clavulánico 2000/125). No obstante, estas nuevas moléculas
requieren ser utilizadas de modo racional y responsable para evitar el incremento de las resistencias.
Las estrategias actuales y las pautas para el tratamiento de la NAC se dirigen hacia el tratamiento ambulatorio siempre
que sea posible para ahorrar costes. Las nuevas fluoroquinolonas podrían ayudar a conseguir estos objetivos. Estos
agentes tienen una buena absorción y una alta biodisponibilidad, y pueden facilitar el tratamiento oral y la interrupción
temprana de la terapia intravenosa iniciada en el hospital. En pacientes hospitalizados o tratados ambulatoriamente que
presentan factores de riesgo clínico para la infección por neumococo resistente, las quinolonas respiratorias representan
una opción de monoterapia fiable y una alternativa eficaz a una combinación de betalactámicos con macrólido. Las
quinolonas con mayor actividad in vitro frente al neumococo, podrían tener una mayor eficacia clínica, mayor rapidez en la
resolución de la fiebre y, potencialmente, menos selección de las futuras resistencias por neumococo que se asocian a
quinolonas con menos actividad intrínseca (Niederman MS, 2005).
El incremento de las cepas de neumococo de sensibilidad disminuida a penicilinas y betalactámicos que se vence
aumentando la dosis del antimicrobiano betalactámico. Una nueva formulación de la asociación amoxicilina/ácido
clavulánico (2000/125 mg, dos veces al día), proporciona la liberación inmediata del ácido clavulánico y también la
liberación inmediata y sostenida de amoxicilina para mantener concentraciones elevadas en el suero de la amoxicilina que
excedan la CMI del patógeno, durante un período ampliado de tiempo (aproximadamente el 50% del tiempo). Las
propiedades farmacodinámicas y farmacocinéticas de esta nueva formulación, le confieren elevados porcentajes de éxito
microbiológico frente a los neumococos con sensibilidad intermedia a penicilinas y betalactámicos, responsables de las
infecciones de las vías respiratorias altas y bajas. La asociación en liberación retardada amoxicilina/ácido clavulánico
2000/125 mg cada 12 h, ha demostrado ser tan eficaz como las presentaciones clásicas (875/125 mg) en el tratamiento
de la NAC y en la exacerbación de EPOC, sin aumentar los efectos adversos. (McCormack, 2005; Ford AC, 2005; File TM,
2004).
Los ketólidos constituyen un nuevo grupo de antibióticos que tiene como primera molécula desarrollada a la telitromicina.
Son antimicrobianos de amplio espectro, incluyendo a los gérmenes respiratorios más frecuentes de las NAC. Son activos
frente a neumococos resistentes a macrólidos y constituyen una alternativa en el tratamiento de la NAC leve-moderada o
en la reagudización de la EPOC leve-moderada, en aquellas situaciones en las que existe una alta probabilidad de un
neumococo resistente a macrólidos y betalactámicos.
Recientemente se ha comercializado en nuestro país una cefalosporina de tercera generación oral, el cefditoren pivoxilo.
Su espectro de actividad incluye patógenos grampositivos y gramnegativos respiratorios (neumococo, S. aureus, H.
influenzae, M. catarrhalis), no tiene actividad contra Pseudomonas aeruginosa y tampoco contra microrganismos
intracelulares. Los niveles de eficacia clínica y perfil toxicológico e indicaciones son similares a otras cefalosporinas orales
de tercera generación.
La NAC puede ser causada por una amplia gama de agentes patógenos que incluyen las bacterias, los agentes bacterianos atípicos e
intracelulares y virus. Generalmente un pequeño grupo de patógenos son los responsables de la mayoría de casos de NAC (tabla 3). Es
difícil conocer la etiología debido a que en un 40-50% de los casos, utilizando todas las técnicas diagnósticas disponibles, no se identifica
el patógeno responsable de la NAC. Esta rentabilidad diagnóstica de las pruebas microbiológicas es todavía menor en los episodios
diagnosticados en atención primaria. Existen pocos estudios sobre la etiología de las NAC realizados en atención primaria y la mayor parte
de los estudios proceden de enfermos hospitalizados o atendidos en servicios de urgencias hospitalarios.
La etiología ha variado en los últimos 10 años dentro de cada grupo de población, aumentando en general la presencia de patógenos
atípicos, fundamentalmente Legionella pneumophila, Clamydia pneumoniae y virus. Los patógenos atípicos son responsables del 20-40%
de las NAC, con una amplia variación geográfica. Los virus podrían estar presentes en el 15-25 % de los casos. No obstante, el
Streptococco pneumoniae (neumococo) continua siendo el germen más frecuentemente encontrado en los aislamientos de muestras
respiratorias y está presente en un 20-60% de los casos (tabla 4). Los bacilos gramnegativos (BGN) constituyen el 10% de los casos.
Aunque generalmente la NAC suele tener una etiología monomicrobiana, un 10-15% de las NAC presentan una etiología mixta
(típicos/atípicos).
La frecuencia de determinados patógenos viene condicionada, en muchas ocasiones, por una serie de variables dependientes de la
situación basal del paciente y de la enfermedad, así como de circunstancias demográficas, ambientales y epidemiológicas (tabla 5):
b. El tabaquismo se ha asociado a un incremento de NAC de cualquier etiología. Aumenta la probabilidad de neumonía neumocóccica
invasiva (cuatro veces), C. pneumoniae y Legionella spp.
El conocimiento de todos estos factores, supone una información determinante para establecer una sospecha etiológica y seleccionar el
tratamiento empírico más adecuado. Los principales gérmenes responsables de las NAC presentan algunas características diferenciales:
Diagnóstico
1. Diagnóstico sindrómico
Los dos objetivos principales del diagnóstico en la NAC son la confirmación del episodio de neumonía y establecer la etiología de la misma.
2. Diagnóstico clínico
Caso clínico
En el mes de noviembre, JLMG, varón de 49 años, acude a consulta por un cuadro de 2 días de evolución de disfonía, tos seca y dolor
retroesternal con la tos, sin disnea. Es un varón obeso (IMC: 33), bebedor moderado (< 10 g a la semana), fumador desde los 18 años que
actualmente fuma 15 cigarros/día (cuantificación: 22 paquetes/año) y trabaja como conductor de autobuses. No presenta patologías
conocidas ni otros antecedentes de interés. No se conocen alergias medicamentosas. Además de los síntomas descritos refiere malestar
general y artromialgias generalizadas con fiebre termometrada (38,2º C), sin escalofríos. En la exploración física se encuentra eupneico,
sin cianosis, frecuencia cardíaca de 72 latidos/min y normotenso. En la exploración de las vías respiratorias muestra ligera hiperemia
orofaríngea, con auscultación pulmonar normal. El primer interrogante que se debe plantear ante un paciente con clínica de infección
respiratoria es si nos encontramos realmente ante un episodio de NAC neumonía o se trata de otro episodio de infección respiratoria de las
vías bajas o altas.
En atención primaria el diagnóstico de neumonía no es siempre fácil. La dificultad del diagnóstico correcto, reside en que se realizará
siempre en términos de probabilidad. La probabilidad de la existencia de un episodio de NAC en un paciente con síntomas respiratorios
agudos, depende de la prevalencia de la enfermedad en la zona y de las manifestaciones clínicas que presente. En atención primaria la
dificultad es mayor, debido a la menor prevalencia de la enfermedad (3-5% de los pacientes con síntomas respiratorios) y a la menor
gravedad de los episodios (sintomatología menos productiva e indeterminada). Además, en este ámbito, la incidencia de episodios de
infección respiratoria alta es elevada y su sintomatología no se diferencia en muchas ocasiones de la que presentan los pacientes con
neumonía.
A pesar de las dificultades existentes, en atención primaria es fundamental realizar un diagnóstico sindrómico de neumonía ante un cuadro
clínico de sospecha, pues de éste dependerá la decisión de iniciar precozmente un tratamiento antibiótico empírico. En la neumonía el
retraso en la instauración de este tratamiento se asocia a un aumento de la mortalidad. Por otra parte, el diagnóstico incorrecto propiciaría
la utilización inadecuada de antibióticos lo que facilitaría el incremento de las resistencias bacterianas.
Sindrómicamente la NAC se define por la existencia de un cuadro clínico compatible con una infección respiratoria baja y la presencia de
un infiltrado (alveolar o intersticial) en la radiografía de tórax. El diagnóstico clínico precisa por lo tanto de un estudio radiológico para
aumentar la seguridad diagnóstica del episodio.
La sospecha clínica diagnóstica de neumonía, fundamentalmente en pacientes jóvenes, debe basarse en la existencia de un cuadro clínico
compatible. El cuadro clínico de neumonía, generalmente se caracteriza por la presencia de síntomas respiratorios de las vías bajas (tos de
reciente aparición o aumento de la preexistente, acompañada generalmente de otros síntomas respiratorios bajos como la expectoración
de instauración reciente o de características cambiantes respecto a la existente previamente, dolor torácico pleurítico y dificultad
respiratoria de intensidad variable), acompañado de una afectación del estado general (alteración de constantes clínicas generales como
fiebre o hipotermia con o sin escalofríos, sudoración, taquipnea y taquicardia) y, además, presencia de signos focales en la exploración
pulmonar (roncus, crepitantes, soplo tubárico, matidez, disminución del murmullo pulmonar, broncofonía y egofonía).
En ancianos o inmunodeprimidos la clínica de presentación es con frecuencia extrarrespiratoria e inespecífica (confusión, decaimiento,
empeoramiento de enfermedad subyacente, anorexia) y no es rara la ausencia de fiebre, dificultando el diagnóstico de neumonía. Además
es frecuente en estos pacientes la presencia de enfermedades crónicas subyacentes, cuya sintomatología dificulta aún más la detección de
los signos clínicos clásicos de neumonía. Ninguno de los síntomas o signos clínicos analizados aisladamente, aumentan de forma
significativa la probabilidad de diagnosticar la NAC. Tampoco la ausencia de cualquiera de los signos de afectación general (fiebre,
taquicardia, taquipnea) o de alteraciones en la auscultación pulmonar, reduce en forma significativa esta probabilidad. Las variables que
predicen con mayor probabilidad la presencia de neumonía son la auscultación anormal, el dolor pleurítico y la disnea.
La agrupación de síntomas y signos aumenta la probabilidad diagnóstica. La presencia de tos, fiebre, taquipnea y crepitantes aumenta la
probabilidad de NAC hasta un 18-42% en atención primaria y entre 32-60% en el medio hospitalario. El dato clínico más sensible es la
asociación de fiebre con algún síntoma respiratorio, fundamentalmente tos, aunque el dolor pleurítico es el síntoma más específico.
En nuestro caso el paciente presentaba signos de infección respiratoria aguda (tos, sin expectoración ni disnea), síntomas de afectación
general (fiebre) con auscultación pulmonar normal. Además, en noviembre, donde existe una mayor incidencia de episodios de infección
respiratoria tanto de las vías altas como de las bajas, dificulta el diagnóstico diferencial del proceso. Ante un auscultación normal y una
sintomatología respiratoria de las vías bajas poco específica, el paciente fue diagnosticado de infección respiratoria alta (probablemente
laringotraqueitis aguda), aconsejándose un tratamiento con antitérmicos (paracetamol 1000 mg/8 h), reposo relativo, ingesta de líquidos y
baja laboral, citándole para la revisión en 3 días.
Las manifestaciones clínicas también pueden tener una importancia para ayudar a establecer el diagnóstico etiológico. Clásicamente se
han definido dos síndromes clínico-radiológicos con implicaciones etiológicas, el síndrome típico o neumónico y el atípico o no bacteriano
(tabla 7). No obstante, en la mayoría de los pacientes no existe una buena correlación entre la forma de presentación clínica y el agente
causal (tabla 8). En muchas ocasiones, fundamentalmente en los casos de NAC no severas, esta diferenciación entre síndromes típicos y
atípicos, no puede realizarse al cursar con manifestaciones clínicas inespecíficas. Las formas atípicas, en muchas ocasiones, se confunden
con episodios de infección respiratoria alta. A pesar de las limitaciones, en ciertos casos, como los adultos jóvenes sin enfermedades
asociadas, esta distinción si puede realizarse. Además para facilitar el manejo clínico de los cuadros de NAC, en la práctica clínica,
atendiendo a las características clínicas y radiológicas, la neumonía se clasifica en tres grupos: NAC típica, NAC atípica o NAC
indeterminada. A pesar de las limitaciones expuestas, la valoración clínica es obligatoria en todos los pacientes con neumonía, recogiendo
también los factores de riesgo clínico y epidemiológico.
3. Diagnóstico radiológico
Caso clínico
En la revisión realizada 3 días después, persistía la fiebre alta (38,8º) sin escalofrios, tos seca muy persistente sin disnea, con mialgias
generalizadas y molestias digestivas inespecíficas (distensión epigástrica, náusea sin vómitos). Continuaba con tos escasamente
productiva y dolor retroesternal acompañante. La auscultación pulmonar había cambiado, presentando algunos roncus en campos
inferiores, sin otros ruidos añadidos. Estaba eupneico (17 rpm.), frecuencia cardíaca: 70 latidos/min y TA:135/90. No existía cianosis ni
otros signos de dificultad respiratoria.
La duda que nos plantea el caso es si debemos o no solicitar un estudio radiológico al paciente para confirmar o descartar un episodio de
NAC.
La historia clínica y la exploración no tienen la suficiente sensibilidad y especificidad para establecer el diagnóstico de NAC. La mayoría de
las sociedades científicas recomiendan que en todo paciente con sospecha de NAC sea obligada la realización de radiografía
posteroanterior y lateral de tórax. No se aconseja iniciar un tratamiento empírico frente a una NAC, sin disponer de una radiología torácica.
La radiografía de tórax es considerada la prueba de referencia para el diagnóstico de neumonía por los siguientes aspectos:
• Es una técnica accesible, con escasa iatrogenia y puede aportar con frecuencia
información importante.
Una de sus limitaciones es la incapacidad para discriminar entre una neumonía y otros infiltrados inflamatorios no infecciosos.
Los falsos negativos son infrecuentes. Aunque un 45% de los pacientes con 4 o 5 síntomas considerados indicativos de neumonía, tiene un
estudio radiológico normal, la coexistencia de varios de estos síntomas y/o signos aumenta la probabilidad preprueba y el rendimiento
diagnóstico de la radiología. La normalidad del estudio radiológico en pacientes con NAC, puede ocurrir en inmunodeprimidos
(agranulocitosis) o en las fases iniciales del proceso o infecciones por Pneumocystis carinii (30%). En estos casos, si se sospecha de
infección debe realizarse una nueva placa en 48 h. La ausencia de confirmación radiológica o imágenes no concluyentes, en pacientes con
sospecha de NAC y afectación clínica importante, no debería reemplazar el juicio clínico y demorar el inicio del tratamiento. Cuando la
sospecha clínica de NAC es elevada y no se disponga de la posibilidad de realizar una radiología, debe iniciarse el tratamiento antibiótico
lo antes posible.
Los patrones radiológicos son variados e inespecíficos (alveolar, bronconeumonía, intersticial) y no son útiles la mayoría de las veces para
predecir la etiología de la neumonía. No obstante, en ocasiones se pueden establecer algunas diferencias y orientar hacia determinadas
etiologías (tabla 9). La imágenes de consolidación, características de la etiología neumocóccica, son menos frecuentes en los casos de
NAC por M. pneumoniae, C. pneumoniae y virus. La presencia de complicaciones radiológicas (afectación multilobar, derrame pleural), son
más frecuentes en la infección neumocóccica bacteriémica e indican gravedad. La neumonía por Mycoplasma pneumoniae se asocia
generalmente a dos tipos de patrones: alveolar con distribución segmentaria o infiltrado retículo-nodular difuso bilateral. La legionela puede
producir una afectación unilateral alveolar segmentario-lobar o difuso y parcheado. Los virus suelen cursar con un patrón retículo-nodular y
son raras las complicaciones. En la infección por aspiración, son frecuentes las opacidades bilaterales y multicéntricas en hemitórax
derecho (principalmente en lóbulo inferior derecho), de localización perihiliar y basal, pero también en patrones atípicos. En estos pacientes
es alto el riesgo de desarrollar cavitación y abscesos pulmonares.
La dificultad se encuentra en decidir a qué pacientes con síntomas respiratorios agudos se solicita el estudio radiológico. Como se ha
comentado anteriormente la probabilidad de neumonía depende de la prevalencia de la enfermedad y de las manifestaciones clínicas. En
atención primaria se aconseja solicitar un estudio radiológico para descartar neumonía en las siguientes circunstancias:
• Adultos con un cuadro clínico que implica una elevada sospecha de NAC por la
presencia de síntomas respiratorios bajos (tos y expectoración con o sin
disnea), junto a algún signo focal de afectación neumónica en la auscultación
pulmonar y en la afectación del estado general (fiebre, taquicardia y/o
taquipnea).
• Mayores de 65 años con afectación brusca del nivel de conciencia, anorexia y/o
descompensación de una enfermedad crónica de causa desconocida, con o sin
síntomas respiratorios, fundamentalmente si se encuentran alteraciones focales
en la auscultación pulmonar.
4. Diagnóstico de laboratorio
La siguiente cuestión a la que debemos responder ante un caso de neumonía es si es preciso realizar alguna otra prueba complementaria,
además del estudio radiológico.
En los casos de neumonía tratados a nivel ambulatorio, con excepción de la radiología, no es necesario realizar ninguna otra prueba
complementaria. En pacientes ancianos o con patología cardiorespiratoria crónica, se podría recurrir al pulsioxímetro a nivel ambulatorio
para detectar el grado de oxigenación. En varias guías de práctica clínica, recomiendan siempre que sea posible la evaluación en atención
primaria de la oxigenación del paciente mediante la pulsioximetría. Niveles de saturación < 90% obligan a una derivación hospitalaria. Las
pruebas de laboratorio (hemograma, bioquímica elemental, gasometría arterial) deben realizarse en todo paciente con neumonía que es
valorado en cualquier servicio de urgencia hospitalario, para evaluar su gravedad y posibilidades de ingreso. La determinación de PCR, no
ha demostrado ser útil para el diagnóstico etiológico de los casos de infección respiratoria baja (bacteriana frente a vírica), ni para la
valoración de la severidad del proceso.
Nuestro caso no presentaba a priori un cuadro que hiciese pensar en una neumonía grave. No obstante, es obligatorio realizar una
valoración de la severidad del cuadro, aunque a priori el juicio clínico nos oriente hacia un cuadro de una gravedad menor.
Otra cuestión a plantearse tras el diagnóstico de NAC es si podemos conocer la etiología de la infección y si disponemos herramientas
rápidas, lo suficientemente sensibles y específicas para efectuar este diagnóstico. Como en cualquier otro proceso infeccioso, sería ideal
conocer el microorganismo responsable. Existe una controversia sobre la necesidad de llegar a un diagnóstico etiológico en la NAC. El
motivo fundamental es el pobre rendimiento de las pruebas microbiológicas (baja sensibilidad y especificidad). Aplicando las técnicas
diagnósticas microbiológicas adecuadas, únicamente en la mitad de los casos de NAC diagnosticadas en el ámbito hospitalario y en la
tercera parte de los casos a nivel ambulatorio, se obtiene un diagnóstico etiológico. La sensibilidad de estas pruebas es especialmente baja
en los pacientes que presentan cuadros no severos, de manejo habitual en atención primaria. Además el hecho de conocer la etiología, no
se ha demostrado efectivo para modificar el pronóstico de las NAC. Por otro lado, con excepción de la tinción de gram del esputo y la
determinación de antigenurias, el resto de pruebas no suministran una información rápida y pueden retrasar el inicio del tratamiento
empírico.
Los datos a favor de realizar un diagnóstico etiológico serían la posibilidad de realizar un tratamiento antimicrobiano adecuado frente al
germen responsable, identificar a los patógenos de interés epidemiológico, los patógenos nuevos o resistentes a antibióticos y determinar
el patrón de sensibilidad de la zona.
Las recomendaciones científicas y guías clínicas actuales, consideran innecesario realizar estudios microbiológicos a todos los pacientes
con NAC. En los pacientes tratados en atención primaria, no es necesario recurrir a estas pruebas, excepto en aquellos casos en los que
persista algún tipo de sintomatología respiratoria tras el tratamiento (descartar tuberculosis) o por alguna razón epidemiológica. Los
estudios microbiológicos se reservan para los pacientes hospitalizados y su extensión depende de la gravedad del proceso y de la
respuesta al tratamiento. En general, a los pacientes con NAC que acuden a un servicio de urgencia y no precisan hospitalización, se les
aconseja la realización de un gram de esputo para orientar inicialmente el tratamiento empírico. A los pacientes hospitalizados (no
ingresados en UCI) se aconseja la realización de dos hemocultivos (medios aerobios y anaerobios), estudio del esputo. La determinación
urinaria de antígenos de neumococo y legionela suele realizarse para los casos severos.
No existen estudios que hayan identificado cuáles son las pruebas diagnósticas etiológicos que deben aplicarse en la NAC. Las utilizas con
mayor frecuencia son:
El cuadro clínico de la neumonía es tan poco específico que no permite diferenciar con certeza el paciente con NAC de otras patologías o
condiciones respiratorias agudas (gripe, bronquitis, EPOC reagudizado, infecciones respiratorias altas) o no infecciosas (embolismo
pulmonar, insuficiencia cardíaca congestiva, neoplasia de pulmón, enfermedades inflamatorias pulmonares, etc.).
Para realizar el diagnóstico diferencial es fundamental aumentar la seguridad diagnóstica de NAC. La tos acompañada de expectoración,
con o sin disnea, especialmente si se acompaña de algún síntoma de compromiso del estado general (fiebre, escalofríos, sudoración,
mialgias) y de auscultación pulmonar anormal, hacen pensar en una neumonía. La demostración de un infiltrado neumónico en la
radiología aumenta la precisión del diagnóstico. En el medio extrahospitalario, la presencia de síntomas respiratorios agudos, sin síntomas
y/o signos de afectación vital y auscultación normal, hacen poco probable el diagnóstico de neumonía. Las formas atípicas se confunden
en ocasiones con la bronquitis aguda y determinadas formas de infección respiratoria alta.
En todo proceso infeccioso respiratorio de las vías bajas, el diagnóstico diferencial debe hacerse entre NAC, exacerbación infecciosa de la
gudización de la EPOC y alguna otra entidad de infecciones de las vías bajas (gripe, laringotraqueitis y/o bronquitis aguda). Los procesos
respiratorios altos son autolimitados y aunque, en ocasiones, la neumonía también evoluciona favorablemente sin tratamiento, la no
mejoría de la infección respiratoria, más las propias características clínicas de estas entidades pueden ser elementos de apoyo para el
diagnóstico diferencial (cefalea, síntomas nasales, óticos o faríngeos acompañantes, artromialgias, pérdida de apetito y tos seca). En la
bronquitis aguda además de la tos y la expectoración, la auscultación pulmonar es normal y no es frecuente la existencia de fiebre. Existe,
por otro lado, un contexto epidemiológico que hace más probable la etiología vírica del proceso respiratorio, frecuente en los cuadros de
vías altas.
En la reagudización de la EPOC, la expectoración suele ser abundante y de contenido purulento. La auscultación es normal (sin signos de
condensación) y existen antecedentes de enfermedad pulmonar crónica y de alguna reagudización previa.
Otro de los procesos infecciosos que pueden imitar en su presentación a la NAC es la tuberculosis. En estos casos no se suele encontrar
una respuesta al tratamiento correcto y persisten síntomas respiratorios e infecciosos (síntomas generales, febrícula, tos productiva, dolor
torácico).
En los episodios en los que no existe una respuesta clínico-radiológica al tratamiento inicial, debe replantearse el diagnóstico diferencial
con causas no infecciosas como una neoplasia subyacente (fundamentalmente en pacientes con factores de riesgo para neoplasias y
deterioro clínico a pesar del tratamiento empírico adecuado) o un embolismo pulmonar. La fiebre y la afectación radiológica no son las
manifestaciones frecuentes del embolismo pulmonar. No obstante, se debe pensar en esta entidad en pacientes con factores de riesgo
(inmovilización, obesidad, cirugía). Las neumonitis por hipersensibilidad pueden simular un cuadro de neumonía atípica. En este caso es
importante la realización de una historia clínica ambiental.
Los aspectos más relevantes en la infección de las vías respiratorias bajas son:
NAC
• La gravedad del proceso, medido por el FEV1, está relacionada con la etiología
de la reagudización (nivel II).