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Lit 5to Act 13

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Fecha: viernes 15 de octubre

Materia: Literatura
Curso: 5to año
Docente: Amelia Novas
Mail: anovas@institutomanueldorrego.com.ar

ACTIVIDAD 13

Lean estas entrevistas realizadas a las autoras de los cuentos que trabajamos.

MARIANA ENRÍQUEZ: «Soy


totalmente reacia cuando se piensa
en la literatura de mujeres como una
literatura de lo íntimo»

POR LUCIANA REIF

Mariana Enríquez nació en 1973 en Buenos Aires. Es licenciada en Periodismo y

Comunicación Social, trabaja como subeditora del suplemento Radar del diario Página/12

y es docente de la Universidad Nacional de La Plata. Publicó su primera novela, Bajar es

lo peor, a los veintiún años. Le siguieron Cómo desaparecer completamente (2004), Chicos que

vuelven (2011) y el libro de relatos Los peligros de fumar en la cama (2009), en tre

otros. Su último libro de cuentos, Las cosas que perdimos en el fuego, está siendo
traducido a dieciocho idiomas y recibió el premio Ciutat de Barcelona . Éste es el mar es su

último libro, publicado por Random House en 2017

¿Cuál crees que es el lugar del género de terror dentro de la literatura?

Para mí el género de terror es muy importante, lo que pasa es que se terminó

marginalizando por un montón de cuestiones que exceden muchísimos análisis. Pero

pienso que Henry James hace terror, obviamente Stevenson… Toda la tradición de

historias de fantasmas inglesas, las ghost stories inglesas, que para mí constituyen un

corpus importantísimo; las novelas góticas, como Frankenstein… Y después toda la

revolución en Estados Unidos a partir de los cincuenta con Richard Matheson, con algunos

cuentos de Bradbury, con Shirley Jackson. Más tarde, en los setenta, con Stephen King,

uno de los autores que logra incorporar lo cotidiano al horror; lo psicológico al horror.

¿Y en Argentina crees que tiene un peso menor?

Creo que en castellano, en general, sí, cosa que es un problema para escribirlo como

género, porque a veces necesitas leer lo que te gusta en tu lengua. Hay cosas muy

aisladas, algunos cuentos de Cortázar, de Silvina Ocampo, Informe sobre ciegos de Sábato, alguna
cosa de Quiroga, que igual queda muy lejos en el tiempo…Pero sí me parece que en los

últimos años hay un montón de escritores que crecieron con otro tipo de influencias,

leyendo mucha literatura norteamericana, mirando mucho cine, series. Para mí un escritor

no está influenciado solamente por la literatura: es su influencia principal, pero hasta ahí .

Samanta Schweblin no escribe siempre terror, pero incorpora elementos muy inquietantes;

para mí Distancia de rescate es una novelita de terror . Y el último libro de Luciano

Lamberti es un libro de cuentos de terror, bastante más de género que lo que yo hago; y su

novela anterior también tenía elementos muy cercanos a Lovecraft . M


e parece que se

entiende que es un género. Los más jóvenes lo tienen muy incorporado en sus lecturas y

en su literatura. Hace muchísimo tiempo que dejó de ser un entretenimiento y pasó a ser

una influencia más crucial, más profunda.

En Las cosas que perdimos en el fuego , trabajas con el tema del miedo, el terror, la

violencia instaurada desde lo cotidiano. ¿Cómo comprendes la violencia social como

fenómeno y cómo esa violencia influye en tu escritura?


Creo que es totalmente epidérmica. Está tan cerca y tan enmarcada en lo cotidiano que, si

trabajas conscientemente con elementos que tienen que ver con algún acercamiento al

realismo —y yo creo que los cuentos tienen incluso una estructura y un tono que está

totalmente enmarcado en el realismo—, ahí irrumpe lo que sea: lo sobrenatural, la

violencia, lo que elija en ese momento: algún desdoblamiento de la realidad, alguna

p ertu rb ació n d e ese tip o ; p ero p ara m í la v io len cia es m u y co tid ian a. A l m ism o tiem p o es

medio absurdo decir eso teniendo en el mundo tantos lugares donde la violencia es

explícitamente mucho más brutal que acá. Acá, todavía, por más que el argentino

rezongue, hay un espacio relativamente seguro, pero de todos modos hay un pasado de

violencia institucional muy cercano y muy presente. Vos pensá estos días la cuestión de

S an tiag o M ald o n ad o — q u e d esap areció en C h u b u t— ; có m o ráp id am en te em erg e n o só lo

esa historia, sino también los discursos de esa historia, los discursos muy violentos de la

gente que te dice: «El pibe está perdido por ahí», «es un hippie sucio», «está en Nueva

York»; es justamente la misma matriz. Y, por otro lado, la gente que insiste en que es un

desaparecido por el Estado. Después, cotidianamente, en toda gran ciudad vivís de una

manera, no sé si llamarla violenta, pero sí muy dura. La ciudad tiene eso, una cosa de
velocidad, brutalidad, diferencia, supervivencia, que es en sí violenta por la manera en que

vivís. Pero tampoco creo que lo violento sea necesariamente negativo, creo que hay

momentos en que tenés que reaccionar violentamente ante alguna situación o hay

situaciones que son violentas y hay que atravesarlas, vivirlas así porque es la naturaleza de

la situación.

Las cosas que perdimos en el fuego es un libro de cuentos realistas atravesados por el

terror, lo sobrenatural, y Este es el mar es una novela fantástica. ¿Cuál fue la diferencia a

la hora de escribir uno y otro libro?

Los cuentos yo los escribí en un período largo de tiempo, no pensados especialmente para

un libro, salvo al final, cuando llegué a tener una cantidad de cuentos que tenían un tono,

un tipo de protagonista, un tipo de escenario, ciertas tensiones, ciertas situaciones, ciertos

manejos de la tensión del relato que eran un poco parecidos. Entonces me dije que eso

tenía un aire de familia que determinaba que esto fuera un libro de cuentos. Pero lo que

me pasaba, en general, mientras armaba el libro y mientras escribía los cuentos, era que

me sentía un poco confinada ahí, encerrada en ese tono, que me gusta y era lo que tenía

ganas de hacer en ese momento, pero que no me representa en su totalidad como escritora
y tampoco como persona. Había una parte de mí como escritora que escribía al mismo

tiempo esa novelita en los ratos libres, como entretenimiento pero con una consciencia

literaria, sabiendo hacia dónde iba. Tenía una idea y quería transmitirla, pero con cierta

liviandad, como para decir: cuando termine los cuentos me aboco a eso; era como un

recreo. Hablar de rock, de jóvenes glamurosas, de cosas melancólicas. Es una tristeza más

cercana al romanticismo que a una cuestión más dura; es una novela más lírica, incorpora

un poco de mitología, referencias a autores que aún no había usado, como Arthur Machen,

o cierta ternura a lo Bradbury, Neil Gaiman… No transcurre en Argentina y me interesaba

que fuese así; en ese sentido, era como un escape. Y después, cuando terminé los cuentos,

me puse a trabajarla más seriamente. Yo me aburro bastante de mí, de lo que hago, de un

tono de escritura, y me gusta cambiar, leer cosas diferentes, escribir cosas diferentes . No

creo funcionar como escritora en todos los registros, pero sí creo que tengo un arco de

obsesiones determinado y no todas se resuelven en el mismo género. Hay cosas que me

o b sesio n an y q u e están en E ste es el m ar: el m u n d o d e la m ito lo g ía, d el ro ck , cierta id ea

de lo juvenil como muy peligroso y—que en algunos casos está en los cuentos pero desde

un lugar muy demoníaco—. Lo que los personajes hacen tiene un aspecto violento,
termina en un asesinato, pero es una especie de epifanía comunitaria, para tener un ídolo .

Un registro totalmente diferente del de las chicas de un cuento como « Los años

intoxicados», que son chicas deprimidas y desesperadas, dentro de una crisis económica, y

que se evaden un poco hacia las cosas sobrenaturales como entretenimiento malsano,

porque están en una situación mental absolutamente negativa.

Volviendo a Este es el mar y retomando lo que decías recién sobre tu interés en el mito y

en el rock, me interesaba que ahondes en eso.

A mí del mito me fascina la cuestión comunitaria del momento de la devoción, no tanto la

devoción solitaria sino el contagio de la devoción colectiva. M


e parece que se lleva bien

con la adolescencia, donde justamente lo individual está un poco borrado en los grupos de

amigas, en los shows. M


e di cuenta de que tenía ese tipo de idea en un show de Backstreet

Boys —
que no es un show de rock, pero tiene que ver con esa cultura del músico y el

artista, del artista y los fans—


, al ver a todas las chicas juntas gritando al mismo tiempo

como si fueran un organismo. Y no necesariamente por ellos, sino como un nivel de

histeria que creo que tenía que ver con una comunicación de poderío entre ellas, una cosa

muy guerrera. Entonces me dije que ahí había algo de la energía femenina que es un rito
de paso, como si tuvieran que pasar por este momento de capullo para poder terminar la

adolescencia y tener una sexualidad que no tiene que ver con esta entrega hambrienta. En

el rock eso no se da tanto. En la construcción del rock, en los textos sobre el rock, en la

revistas de rock se excluye muchísimo el tema de la mujer . Está absolutamente dominado

por críticos varones que en un porcentaje alarmante te hablan de la música, los discos, la

grabación, los masters… Toda una cuestión técnica, como si estuvieran hablando de una

moto, y excluyen totalmente la sensualidad y la sexualidad. No digo que sea el centro

total, pero es uno de los centros, una crítica de rock que pasa años sin registrar cómo se

conmueve M
ick Jagger sobre un escenario, sin registrar a las chicas agarrándose de los

pelos cuando Axl Rose se saca la remera, sin registrar que también el artista está haciendo

eso y que esa energía sexual se retroalimenta en el sentido de que las mujeres que van a

presenciar eso ahora tienen muchísima más representación en el escenario. Hay una

mirada que tiene que ver con el desprecio de todo eso, que terminó en cosas horribles,

como las groupies. Todas las mujeres de los grandes (vistas) como malas: Courtney Love,

Yoko Ono… son todas unas perras. Entonces hay una negación, es como un velo sobre la

realidad. Un tipo como David Bowie, que se pasa la mayoría de su carrera travestido, y
todo el mundo te habla del teatro, las máscaras y no de la androginia, de la histeria, de

otras cuestiones que tienen que ver básicamente con lo femenino; y jamás hablan de la

devoción. Se descarta a las mujeres que crearon a Elvis Presley, porque sin las ellas

gritando no hubiera existido ese fenómeno. Sin él moviendo las caderas en televisión y

que eso sea prohibido y lo corten porque era una incitación a la sexualidad, que hasta ese

momento estaba asociada con la sexualidad de los hombres negros solamente: sin eso no

tenías a Elvis Presley. Sin las chicas de los Beatles no existe el fenómeno Beatles: tienes

una banda buenísima y que por ahí rompía todo, pero ese nivel no lo tienes. Los Rolling

Stones sin sus chicas, sus novias glamurosas, medio satánicas… No existe ese mismo

cuadro sin ellas; no tenés el mismo cuadro de Nirvana sin Courtney Love: el chico frágil

de novio con esta bomba de locura, sensualidad e inteligencia, y mala. Al excluir esa

narrativa se le quitó al rock una parte que el pop y las estrellas de pop —
y creo que eso

forma parte del triunfo del pop— abrazan sin ningún tipo de problema. Ariana Grande

está en pelotas, Beyoncé aparece desnuda y embarazada: no hay un tabú con eso. Todo

esto es para decirte que en Esto es el mar, de lo que yo tenía ganas de hablar era de eso, de

las mujeres como creadoras de eso, como partícipes del fenómeno. Un fenómeno y un
mito no se construye sólo desde arriba hacia abajo, y esa energía que los completa y que

en alguna medida los hace tiene mucho de femenino. No digo que sean todas mujeres,

pero, digamos, ese fenómeno tiene mucho de femenino.

Con respecto a la cuestión de género y la desigualdad de género dentro de la literatura, me

interesaba saber si te parece fructífero y necesario remarcar la categoría de mujer en la

literatura, si te parece necesaria esa distinción.

Yo tengo una relación superambivalente con eso. Cuando lo pienso políticamente digo que

sí, que todavía hay que reivindicar y rescatar escritoras, porque son realmente buenas y no

están en el lugar que merecen, cuando hay otros escritores para mí menos interesantes y en

lugares muy representativos. En ese sentido, todavía me parece una operación necesaria .

Pero, al mismo tiempo, soy totalmente reacia cuando me invitan a una mesa femenina, o

cuando se piensa en la literatura de mujeres como una literatura de lo íntimo. Eso es una

cosa que me irrita profundamente. Y creo que tiene que ver con una reacción muy

temperamental, de decir: eso es totalmente machista. La mujer hablando sobre lo pequeño

y las pequeñas emociones, la intimidad y el cuerpo: ese es el lugar donde históricamente

estuvieron las mujeres. Pero, al mismo tiempo, hay otra voz que me dice que falta el
relato de eso. Y, además, me parece que en los últimos años hay mucha literatura sobre

eso y me irrita esa idea de que la mujer es buena en eso, porque es lo mismo que decir que

la mujer es buena limpiando la cocina, sólo que trasladado a la literatura. A mí me gusta

Liliana Bodoc, una escritora que se sienta a escribir una épica a lo Juego de tronos, a lo

Tolkien, con dragones, con culturas, con guerreros, contando escenas de guerra con

bestialidad y con un lenguaje totalmente lírico. Y si le tapás el nombre y le ponés Martin

Bodoc te lo compran. Creo que la mujer debe agarrar los géneros inapropiados, los grandes géneros. Creo

que hay un montón de discursos totalmente anquilosados sobre lo que es la literatura

fem en in a. F ran k en stein n o es u n relato so b re la in tim id ad , es u n tip o q u e lev an ta m u erto s.

H ay o tro terren o q u e se asim ila a la escritu ra fem en in a, cercan o a u n a literatu ra m u y

frag m en tad a, en la lín ea d e C larice L isp ecto r. Y o n o so y m u y fan ática, esa o tra literatu ra

fem en in a co m o v o lu p tu o sa, sen su al, reg o d ead a en el len g u aje, lo s flu id o s y la an im alid ad

no me gusta políticamente, aunque sí estéticamente; porque es un lugar tradicional de la

mujer: la mujer irracional y desbordada en todo sentido, sexualmente peligrosa: Lilith; o la

mujer en la intimidad, que cuenta su pequeño mundo. Me parece profundamente machista

decir que sólo existen esos dos lugares en la literatura de mujeres.


Esta entrevista fue publicada en Revista Quimera 407, noviembre de 2017.

______________________________________

Por Luciano Lamberti

Samanta Schweblin: “Escribir es


una forma de voyeurismo”
BLOG, ENTREVISTAS

 12-11-2018

 Luciano Lamberti, Samanta Schweblin

"Hay algo a lo que sí le tengo miedo, y que justamente, para evitarlo,


procuro tener siempre presente, y es la profesionalización. En mi ideal, la
escritura siempre debería intentar llegar hasta donde quiere desde el
abismo de no saber cómo, desde el estupor, la curiosidad y el deseo sin
armas". Una entrevista a la autora de Distancia de rescate y Pájaros en la
boca, que acaba de publicar su novela Kentukis (Random House).

Samanta Schweblin es una de las escritoras argentinas con mayor proyección


internacional del momento. Con tres libros de cuentos (El núcleo del
disturbio, Pájaros en la boca y Siete casas vacías) y la nouvelle Distancia de
rescate demostró una inigualable cintura narrativa, un perverso sentido del
humor y la habilidad para crear mundos casi autónomos que sin embargo eran
profundamente el nuestro. Ahora le tocó el turno a la novela con Kentukis, la
historia de un dispositivo para espiar vidas ajenas en forma de peluche.

Nacida en Buenos Aires, en 1978, Schweblin vive desde hace años en


Alemania. La siguiente conversación tuvo lugar por email.

Tus dos primeros libros pueden considerarse dentro del


fantástico, Distancia de rescate es una novela de terror, en Siete casas
vacías lo fantástico pasa más bien por la locura de los personajes
y Kentukis es, en gran medida, una novela de ciencia ficción. ¿Te gusta
explorar los géneros?

Me gusta explorarlos, sí, pero pienso siempre en términos de historias,


personajes, narradores, tiempos, y no tanto en términos de género. Los
géneros, e incluso las extensiones –cuento, nouvelle, novela-, son espacios a
los que llego casi con sorpresa, como a una conclusión para la que estuve
pensando un tiempo. Quizá por eso también termino trabajando un poco en los
límites de esos géneros. Quiero decir, me encantan todas las etiquetas de tu
pregunta, me encantan porque soy lectora de esos géneros, los disfruto con
devoción, y entiendo perfectamente por qué los elegiste para hablar de esos
libros. Pero también podría decir que la gran mayoría de los cuentos
de Pájaros en la boca pertencen más a la literatura de lo extraño que a lo
fantástico; que Distancia de rescate no tiene explícitamente ninguna
característica del género de terror; y que Kentukis, tratándose de una
tecnología que no es más que la cruza entre un peluche y el celular más
rudimentario de este mundo, no tiene ni trabaja ningúna característica dura de
la ciencia ficción. Por ahí entonces lo que más me interesa de los géneros son
sus ambientes, la cercanía de sus límites y todo lo que se pone en juego
cuando uno se acerca a ellos.
¿Cómo fue la experiencia de escribir una novela larga después de los
cuentos y una nouvelle?

Este libro, ya desde sus primeras notas, nació con una forma bastante distinta
a todo lo que venía trabajando. Quizá el concepto de qué es un kentuki y cómo
funciona podría contarse en un cuento, pero eso no es lo que yo quería contar,
y desde los primeros borradores fue bastante claro para mí que, si me animaba
a escribir esta historia, iba a tener que ser una novela. Me inquietó trabajar tan
fuera de los espacios en los que suelo sentirme más cómoda. No solo por
animarme a la novela, sino también por pasar de mis narradores en primera
persona a un narrador en tercera, por contar una historia de manera coral, por
salirme del territorio argentino y trabajar desde distintas ciudades del mundo,
por pensar un tema que hasta entonces me había sido completamente ajeno,
como es el de las tecnologías, en fin, todo me parecía un poco extraño. Pero
pasada la mitad del manuscrito me di cuenta de la trampa, de que quizá no es
tan facil salirse de esos espacios conocidos, en realidad, seguía hablando de lo
que siempre me preocupa en mis historias: de la soledad, la incomunicación,
los problemas del lenguaje, lo extraño. Sí hubo algo nuevo en lo logístico,
algo que parece una obviedad pero no se siente así cuando finalmente hay que
arremangarse, y tiene que ver con la cantidad de material con el que se trabaja
en una novela en comparación con las diez o veinte páginas en las que se
concentra el cuento. Como la carga es grande, cada movimiento lleva su
tiempo, y como mi alma sigue siendo de cuentista, tuve que aprender a ganar
algunas batallas internas con mi ansiedad y mi impaciencia.

¿Creés que después del menosprecio por parte de la academia hay una
revalorización de los géneros? ¿Qué te brindan los géneros como
escritora, más que el realismo?

No tengo mucha idea de qué está leyendo ni valorando la academia. No pasé


por ella en ningún momento de mi formación, y es un mundo que siempre
sentí muy lejano al mío. Los géneros me gustan por sus límites. Una
limitación te obliga a hacer un recorrido distinto para llegar a lugares a los
que, de otra manera, hubieras llegado por inercia o siguiendo tus propios
lugares comunes. Una limitación te anima a resolver problemas creando
estructuras inéditas para tu escritura. En realidad, todo puede funcionar como
una limitación. Un recurso literario limita. Incluso un estilo puede condicionar
y limitar, pero en eso mismo puede estar la solución.

Hay algo de Black Mirror en Kentukis. ¿Mirás series de televisión? ¿Creés


que pueden aportarle algo a la narrativa?

Miro algunas series, sí, pero hace rato que, mas que mirar, abandono. Y si
listo mis preferidas, son en realidad mini series, son las “nouvelles” del
mundo de las series. Pienso en mi favorita “Olive Kitteridge”, que solo tiene
cuatro capítulos. Pero realmente no creo que aporte demasiado al mundo
literario. Aunque supongo que habrá imágenes que se me quedan, o climas, o
no sé, algún diálogo disparador, la verdad es que ninguna historia hasta ahora
que haya escrito salió de la pantalla. Al contrario, creo que es la pantalla la
que, más que nunca, se está alimentando de la literatura. Es increíble la
enorme cantidad de películas y series que están basadas en libros. Es raro eso,
al mundo literario parecen quedarle cada vez menos lectores, pero el cine
sigue alimentándose se él sin parar. Y aunque entiendo que, como etiqueta,
decir que tal libro es un poco Black Mirror y tal otro un poco Mad Men, me
da pena que las series empiecen a tener tanto protagonismo en las contratapas
de los libros.

¿Qué escritores pensás como modelo de Kentuki?

Modelo, ninguno, o por lo menos no se me ocurre claramente ningúna


estructura o narrador, o personajes que me hayan llevado al mundo de este
libro. Pero bueno, ya que me das la hermosa libertad de elegir modelos, pienso
en Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury. A priori me cuesta encontrar
puntos en común, pero algo hay. O mejor dicho, algo me gustaría que hubiera.
Una novela que parece hablar sobre cohetes, pero en la que los cohetes
siempre están hablando de otra cosa, una novela de relaciones humanas desde
distintos lugares del mundo. Aunque hay algo que le envidio profundamente a
Bradbury, y sé que nunca voy a poder heredar. Su optimismo. La luz que
siempre deja en cada oscuridad en la que se mete. Es una fe en la humanidad
todavía más peligrosa que la de aventurarse en el humor o en el sexo sin
maestría. Creo que no hay escritor más valiente que él, y es uno de mis
escritores muertos que más extraño. Si todavía siguiera escribiendo... Nos
haría a todos tan bien.

¿Considerás que a partir de esta novela hay un giro cosmopolita en tu


narrativa, que ya no se limita a retratar personajes argentinos?

Me animaría a decir que no. Pero quién sabe. Creo que Kentukis solo podía
contarse así, desde múltiples ciudades del mundo, con todos los límites y las
libertades que abre ese juego. Es algo que tiene que ver más con la idea de los
Kentukis que con un giro cosmopolita en mi escritura o en mi vida. De hecho,
aunque sea una argentina con pasaporte italiano viviendo en Berlín, me
considero un bicho de barrio porteño. De cosmopolita, nada. Ahora estoy
trabajando en algunos cuentos y, en cuanto me concentro en la escritura, mi
mente vuelve inmediatamente al escenario argentino. Supongo que si aparece
una idea en la que, por ejemplo, Berlín necesite ser escenario, me animaría sin
problema a escribir sobre Berlín. Pero si nada particular lo convoca diría que
mi escenario sigue siendo Argentina.

¿Vivimos en una época voyeurista, donde somos incapaces de


desaparecer? ¿Qué lugar ocupan los escritores en ese juego?

Siempre fuimos vouyeristas, cambian las tecnologías, pero siempre nos


fascinó mirar al otro. Y el voyeurismo busca una verdad que es imposible de
otra forma, y es la de ver al otro tal cual es, ver quién es el otro cuando cree
que nadie lo ve. Hay información vital en esos descubrimientos. Y esa es la
mirada que puede dar un kentuki. Si seríamos capaces de pagar una fortuna
por ser anónimos en la vida digital, ¿cuánto pagaríamos por ser anónimos en
la vida real? Y la literatura tiene mucho de esto también. Escribir es, por
supuesto, una forma de voyeurismo, o al menos una forma de preguntarse qué
es lo que uno miraría si pudiera mirarlo todo, y de descubrir, en las respuestas
de esos libros, nuestras propias preguntas y nuestras propias respuestas.

¿Te animás a pensar en algún futuro posible para el uso de la tecnología?

Sí, Kentukis. Y en lo que dice siempre mi papá, que me lo van a registrar los
chinos y no me van a dar ni una monedita.

¿Considerás que es este es un buen momento editorial para las mujeres?

Creo que sí. Con sus ventajas y desventajas, pero seguro es el mejor momento
que hemos tenido en la historia. Me decía un editor español el otro día que el
70% de los lectores son mujeres, y que estas mujeres, en los últimos años, se
están inclinando a leer mujeres. Así que, aunque festejo de pie que haya tantas
buenas autoras en mi generación, en el fondo creo que lo que hay, sobre todo,
son muchas lectoras, son ellas las que al final están abriendo las puertas.

¿El hecho de haber obtenido reconocimiento modificó en algo tu manera


de escribir?

Estoy tentada a darte un no rotundo, porque así lo siento, pero ¿quién sabe?
¿Cómo puedo medir hasta que punto separo una cosa de la otra? No lo siento
así, eso seguro. Hay algo a lo que sí le tengo miedo, y que justamente, para
evitarlo, procuro tener siempre presente, y es la profesionalización. Imagino
que, el problema de adquirir cierta experiencia en la escritura, es que uno
empieza a ser capaz de resolver demasiado. Y esto no está para nada cerca al
hecho de adquirir genialidad, sino más bien al de perderla. En mi ideal, la
escritura siempre debería intentar llegar hasta donde quiere desde el abismo de
no saber cómo, desde el estupor, la curiosidad y el deseo sin armas.

Entrevista realizada en Eterna Cadencia el 12 de noviembre de 2018

Actividad
1- Enumerá los rasgos y temáticas mencionados en las entrevistas por las
autoras que encontrás en el relato que leíste y en los relatos que escuchaste.
2- Desarrollá lo que enumeraste en el punto 1 en un breve texto en el cual
analices cómo aparecen estos rasgos y temáticas en los relatos trabajados.

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