Lit 5to Act 13
Lit 5to Act 13
Lit 5to Act 13
Materia: Literatura
Curso: 5to año
Docente: Amelia Novas
Mail: anovas@institutomanueldorrego.com.ar
ACTIVIDAD 13
Lean estas entrevistas realizadas a las autoras de los cuentos que trabajamos.
Comunicación Social, trabaja como subeditora del suplemento Radar del diario Página/12
lo peor, a los veintiún años. Le siguieron Cómo desaparecer completamente (2004), Chicos que
vuelven (2011) y el libro de relatos Los peligros de fumar en la cama (2009), en tre
otros. Su último libro de cuentos, Las cosas que perdimos en el fuego, está siendo
traducido a dieciocho idiomas y recibió el premio Ciutat de Barcelona . Éste es el mar es su
pienso que Henry James hace terror, obviamente Stevenson… Toda la tradición de
historias de fantasmas inglesas, las ghost stories inglesas, que para mí constituyen un
revolución en Estados Unidos a partir de los cincuenta con Richard Matheson, con algunos
cuentos de Bradbury, con Shirley Jackson. Más tarde, en los setenta, con Stephen King,
uno de los autores que logra incorporar lo cotidiano al horror; lo psicológico al horror.
Creo que en castellano, en general, sí, cosa que es un problema para escribirlo como
género, porque a veces necesitas leer lo que te gusta en tu lengua. Hay cosas muy
aisladas, algunos cuentos de Cortázar, de Silvina Ocampo, Informe sobre ciegos de Sábato, alguna
cosa de Quiroga, que igual queda muy lejos en el tiempo…Pero sí me parece que en los
últimos años hay un montón de escritores que crecieron con otro tipo de influencias,
leyendo mucha literatura norteamericana, mirando mucho cine, series. Para mí un escritor
no está influenciado solamente por la literatura: es su influencia principal, pero hasta ahí .
Samanta Schweblin no escribe siempre terror, pero incorpora elementos muy inquietantes;
Lamberti es un libro de cuentos de terror, bastante más de género que lo que yo hago; y su
entiende que es un género. Los más jóvenes lo tienen muy incorporado en sus lecturas y
en su literatura. Hace muchísimo tiempo que dejó de ser un entretenimiento y pasó a ser
En Las cosas que perdimos en el fuego , trabajas con el tema del miedo, el terror, la
trabajas conscientemente con elementos que tienen que ver con algún acercamiento al
realismo —y yo creo que los cuentos tienen incluso una estructura y un tono que está
p ertu rb ació n d e ese tip o ; p ero p ara m í la v io len cia es m u y co tid ian a. A l m ism o tiem p o es
medio absurdo decir eso teniendo en el mundo tantos lugares donde la violencia es
explícitamente mucho más brutal que acá. Acá, todavía, por más que el argentino
rezongue, hay un espacio relativamente seguro, pero de todos modos hay un pasado de
violencia institucional muy cercano y muy presente. Vos pensá estos días la cuestión de
esa historia, sino también los discursos de esa historia, los discursos muy violentos de la
gente que te dice: «El pibe está perdido por ahí», «es un hippie sucio», «está en Nueva
York»; es justamente la misma matriz. Y, por otro lado, la gente que insiste en que es un
desaparecido por el Estado. Después, cotidianamente, en toda gran ciudad vivís de una
manera, no sé si llamarla violenta, pero sí muy dura. La ciudad tiene eso, una cosa de
velocidad, brutalidad, diferencia, supervivencia, que es en sí violenta por la manera en que
vivís. Pero tampoco creo que lo violento sea necesariamente negativo, creo que hay
momentos en que tenés que reaccionar violentamente ante alguna situación o hay
situaciones que son violentas y hay que atravesarlas, vivirlas así porque es la naturaleza de
la situación.
Las cosas que perdimos en el fuego es un libro de cuentos realistas atravesados por el
terror, lo sobrenatural, y Este es el mar es una novela fantástica. ¿Cuál fue la diferencia a
Los cuentos yo los escribí en un período largo de tiempo, no pensados especialmente para
un libro, salvo al final, cuando llegué a tener una cantidad de cuentos que tenían un tono,
manejos de la tensión del relato que eran un poco parecidos. Entonces me dije que eso
tenía un aire de familia que determinaba que esto fuera un libro de cuentos. Pero lo que
me pasaba, en general, mientras armaba el libro y mientras escribía los cuentos, era que
me sentía un poco confinada ahí, encerrada en ese tono, que me gusta y era lo que tenía
ganas de hacer en ese momento, pero que no me representa en su totalidad como escritora
y tampoco como persona. Había una parte de mí como escritora que escribía al mismo
tiempo esa novelita en los ratos libres, como entretenimiento pero con una consciencia
literaria, sabiendo hacia dónde iba. Tenía una idea y quería transmitirla, pero con cierta
liviandad, como para decir: cuando termine los cuentos me aboco a eso; era como un
recreo. Hablar de rock, de jóvenes glamurosas, de cosas melancólicas. Es una tristeza más
cercana al romanticismo que a una cuestión más dura; es una novela más lírica, incorpora
un poco de mitología, referencias a autores que aún no había usado, como Arthur Machen,
que fuese así; en ese sentido, era como un escape. Y después, cuando terminé los cuentos,
tono de escritura, y me gusta cambiar, leer cosas diferentes, escribir cosas diferentes . No
creo funcionar como escritora en todos los registros, pero sí creo que tengo un arco de
de lo juvenil como muy peligroso y—que en algunos casos está en los cuentos pero desde
un lugar muy demoníaco—. Lo que los personajes hacen tiene un aspecto violento,
termina en un asesinato, pero es una especie de epifanía comunitaria, para tener un ídolo .
Un registro totalmente diferente del de las chicas de un cuento como « Los años
intoxicados», que son chicas deprimidas y desesperadas, dentro de una crisis económica, y
que se evaden un poco hacia las cosas sobrenaturales como entretenimiento malsano,
Volviendo a Este es el mar y retomando lo que decías recién sobre tu interés en el mito y
con la adolescencia, donde justamente lo individual está un poco borrado en los grupos de
Boys —
que no es un show de rock, pero tiene que ver con esa cultura del músico y el
histeria que creo que tenía que ver con una comunicación de poderío entre ellas, una cosa
muy guerrera. Entonces me dije que ahí había algo de la energía femenina que es un rito
de paso, como si tuvieran que pasar por este momento de capullo para poder terminar la
adolescencia y tener una sexualidad que no tiene que ver con esta entrega hambrienta. En
el rock eso no se da tanto. En la construcción del rock, en los textos sobre el rock, en la
por críticos varones que en un porcentaje alarmante te hablan de la música, los discos, la
grabación, los masters… Toda una cuestión técnica, como si estuvieran hablando de una
total, pero es uno de los centros, una crítica de rock que pasa años sin registrar cómo se
conmueve M
ick Jagger sobre un escenario, sin registrar a las chicas agarrándose de los
pelos cuando Axl Rose se saca la remera, sin registrar que también el artista está haciendo
eso y que esa energía sexual se retroalimenta en el sentido de que las mujeres que van a
presenciar eso ahora tienen muchísima más representación en el escenario. Hay una
mirada que tiene que ver con el desprecio de todo eso, que terminó en cosas horribles,
como las groupies. Todas las mujeres de los grandes (vistas) como malas: Courtney Love,
Yoko Ono… son todas unas perras. Entonces hay una negación, es como un velo sobre la
realidad. Un tipo como David Bowie, que se pasa la mayoría de su carrera travestido, y
todo el mundo te habla del teatro, las máscaras y no de la androginia, de la histeria, de
otras cuestiones que tienen que ver básicamente con lo femenino; y jamás hablan de la
devoción. Se descarta a las mujeres que crearon a Elvis Presley, porque sin las ellas
gritando no hubiera existido ese fenómeno. Sin él moviendo las caderas en televisión y
que eso sea prohibido y lo corten porque era una incitación a la sexualidad, que hasta ese
momento estaba asociada con la sexualidad de los hombres negros solamente: sin eso no
tenías a Elvis Presley. Sin las chicas de los Beatles no existe el fenómeno Beatles: tienes
una banda buenísima y que por ahí rompía todo, pero ese nivel no lo tienes. Los Rolling
Stones sin sus chicas, sus novias glamurosas, medio satánicas… No existe ese mismo
cuadro sin ellas; no tenés el mismo cuadro de Nirvana sin Courtney Love: el chico frágil
de novio con esta bomba de locura, sensualidad e inteligencia, y mala. Al excluir esa
narrativa se le quitó al rock una parte que el pop y las estrellas de pop —
y creo que eso
forma parte del triunfo del pop— abrazan sin ningún tipo de problema. Ariana Grande
está en pelotas, Beyoncé aparece desnuda y embarazada: no hay un tabú con eso. Todo
esto es para decirte que en Esto es el mar, de lo que yo tenía ganas de hablar era de eso, de
las mujeres como creadoras de eso, como partícipes del fenómeno. Un fenómeno y un
mito no se construye sólo desde arriba hacia abajo, y esa energía que los completa y que
en alguna medida los hace tiene mucho de femenino. No digo que sean todas mujeres,
Yo tengo una relación superambivalente con eso. Cuando lo pienso políticamente digo que
sí, que todavía hay que reivindicar y rescatar escritoras, porque son realmente buenas y no
están en el lugar que merecen, cuando hay otros escritores para mí menos interesantes y en
lugares muy representativos. En ese sentido, todavía me parece una operación necesaria .
Pero, al mismo tiempo, soy totalmente reacia cuando me invitan a una mesa femenina, o
cuando se piensa en la literatura de mujeres como una literatura de lo íntimo. Eso es una
cosa que me irrita profundamente. Y creo que tiene que ver con una reacción muy
estuvieron las mujeres. Pero, al mismo tiempo, hay otra voz que me dice que falta el
relato de eso. Y, además, me parece que en los últimos años hay mucha literatura sobre
eso y me irrita esa idea de que la mujer es buena en eso, porque es lo mismo que decir que
Liliana Bodoc, una escritora que se sienta a escribir una épica a lo Juego de tronos, a lo
Tolkien, con dragones, con culturas, con guerreros, contando escenas de guerra con
Bodoc te lo compran. Creo que la mujer debe agarrar los géneros inapropiados, los grandes géneros. Creo
frag m en tad a, en la lín ea d e C larice L isp ecto r. Y o n o so y m u y fan ática, esa o tra literatu ra
fem en in a co m o v o lu p tu o sa, sen su al, reg o d ead a en el len g u aje, lo s flu id o s y la an im alid ad
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12-11-2018
Este libro, ya desde sus primeras notas, nació con una forma bastante distinta
a todo lo que venía trabajando. Quizá el concepto de qué es un kentuki y cómo
funciona podría contarse en un cuento, pero eso no es lo que yo quería contar,
y desde los primeros borradores fue bastante claro para mí que, si me animaba
a escribir esta historia, iba a tener que ser una novela. Me inquietó trabajar tan
fuera de los espacios en los que suelo sentirme más cómoda. No solo por
animarme a la novela, sino también por pasar de mis narradores en primera
persona a un narrador en tercera, por contar una historia de manera coral, por
salirme del territorio argentino y trabajar desde distintas ciudades del mundo,
por pensar un tema que hasta entonces me había sido completamente ajeno,
como es el de las tecnologías, en fin, todo me parecía un poco extraño. Pero
pasada la mitad del manuscrito me di cuenta de la trampa, de que quizá no es
tan facil salirse de esos espacios conocidos, en realidad, seguía hablando de lo
que siempre me preocupa en mis historias: de la soledad, la incomunicación,
los problemas del lenguaje, lo extraño. Sí hubo algo nuevo en lo logístico,
algo que parece una obviedad pero no se siente así cuando finalmente hay que
arremangarse, y tiene que ver con la cantidad de material con el que se trabaja
en una novela en comparación con las diez o veinte páginas en las que se
concentra el cuento. Como la carga es grande, cada movimiento lleva su
tiempo, y como mi alma sigue siendo de cuentista, tuve que aprender a ganar
algunas batallas internas con mi ansiedad y mi impaciencia.
¿Creés que después del menosprecio por parte de la academia hay una
revalorización de los géneros? ¿Qué te brindan los géneros como
escritora, más que el realismo?
Miro algunas series, sí, pero hace rato que, mas que mirar, abandono. Y si
listo mis preferidas, son en realidad mini series, son las “nouvelles” del
mundo de las series. Pienso en mi favorita “Olive Kitteridge”, que solo tiene
cuatro capítulos. Pero realmente no creo que aporte demasiado al mundo
literario. Aunque supongo que habrá imágenes que se me quedan, o climas, o
no sé, algún diálogo disparador, la verdad es que ninguna historia hasta ahora
que haya escrito salió de la pantalla. Al contrario, creo que es la pantalla la
que, más que nunca, se está alimentando de la literatura. Es increíble la
enorme cantidad de películas y series que están basadas en libros. Es raro eso,
al mundo literario parecen quedarle cada vez menos lectores, pero el cine
sigue alimentándose se él sin parar. Y aunque entiendo que, como etiqueta,
decir que tal libro es un poco Black Mirror y tal otro un poco Mad Men, me
da pena que las series empiecen a tener tanto protagonismo en las contratapas
de los libros.
Me animaría a decir que no. Pero quién sabe. Creo que Kentukis solo podía
contarse así, desde múltiples ciudades del mundo, con todos los límites y las
libertades que abre ese juego. Es algo que tiene que ver más con la idea de los
Kentukis que con un giro cosmopolita en mi escritura o en mi vida. De hecho,
aunque sea una argentina con pasaporte italiano viviendo en Berlín, me
considero un bicho de barrio porteño. De cosmopolita, nada. Ahora estoy
trabajando en algunos cuentos y, en cuanto me concentro en la escritura, mi
mente vuelve inmediatamente al escenario argentino. Supongo que si aparece
una idea en la que, por ejemplo, Berlín necesite ser escenario, me animaría sin
problema a escribir sobre Berlín. Pero si nada particular lo convoca diría que
mi escenario sigue siendo Argentina.
Sí, Kentukis. Y en lo que dice siempre mi papá, que me lo van a registrar los
chinos y no me van a dar ni una monedita.
Creo que sí. Con sus ventajas y desventajas, pero seguro es el mejor momento
que hemos tenido en la historia. Me decía un editor español el otro día que el
70% de los lectores son mujeres, y que estas mujeres, en los últimos años, se
están inclinando a leer mujeres. Así que, aunque festejo de pie que haya tantas
buenas autoras en mi generación, en el fondo creo que lo que hay, sobre todo,
son muchas lectoras, son ellas las que al final están abriendo las puertas.
Estoy tentada a darte un no rotundo, porque así lo siento, pero ¿quién sabe?
¿Cómo puedo medir hasta que punto separo una cosa de la otra? No lo siento
así, eso seguro. Hay algo a lo que sí le tengo miedo, y que justamente, para
evitarlo, procuro tener siempre presente, y es la profesionalización. Imagino
que, el problema de adquirir cierta experiencia en la escritura, es que uno
empieza a ser capaz de resolver demasiado. Y esto no está para nada cerca al
hecho de adquirir genialidad, sino más bien al de perderla. En mi ideal, la
escritura siempre debería intentar llegar hasta donde quiere desde el abismo de
no saber cómo, desde el estupor, la curiosidad y el deseo sin armas.
Actividad
1- Enumerá los rasgos y temáticas mencionados en las entrevistas por las
autoras que encontrás en el relato que leíste y en los relatos que escuchaste.
2- Desarrollá lo que enumeraste en el punto 1 en un breve texto en el cual
analices cómo aparecen estos rasgos y temáticas en los relatos trabajados.