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3.5 Mindfulness en Pacientes Terminales

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MINDFULNESS EN

PACIENTES NIVEL 3.5

TERMINALES
MFL MINDFULNESS ARGENTINA

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PRESENTACIÓN

En este nivel vamos a ver como las técnicas mindfulness ayudan en pacientes

con enfermedades crónicas y pacientes terminales. Haremos una revisión sobre

pacientes oncológicos, con fibromialgia, deterioro cognitivo y otras demencias.

Es un nivel muy importante en tu formación, porque aunque las técnicas

mindfulness no vayan a reducir los efectos de la enfermedad, si va ayudar al

paciente a tener una mejor calidad de vida.

MINDFULNESS EN PACIENTES ONCOLÓGICOS

Uno de los problemas principales del paciente oncológico es el afrontamiento

de su enfermedad, en las distintas fases y momentos de ésta. Para ayudarle a

reducir el estrés y los aspectos emocionales negativos se ha utilizado el

Mindfulness-Based Stress Reduction (MBSR). Este programa educativo

potencia la vivencia del momento presente al tiempo que procura una

regulación fisiológica del exceso de activación emocional.

Aunque los estudios controlados no permiten conocer la eficacia real de este

programa, así como delimitar sus componentes principales, se han obtenido

resultados positivos que aconseja considerarlo en el abordaje del paciente

oncológico. Se especula, además, sobre su consideración como programa

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educativo o como intervención clínica, matizando la eficacia diferencial que esto

pueda tener en sus efectos.

El paciente oncológico está especialmente expuesto a condiciones estresantes

asociadas al padecimiento de su enfermedad. A los problemas derivados de

dicha enfermedad, semejantes a cualquier otra, se suma el impacto emocional

de padecer un trastorno que afecta a su supervivencia y a su calidad de vida. Es

por ello que la intervención psicológica dirigida a reducir ese impacto emocional

y los efectos asociados: trastornos del sueño, fatiga, ansiedad, depresión, etc.,

sea especialmente apropiada.

Para reducir el impacto emocional de la enfermedad y sus síntomas asociados

se dispone de diversos recursos psicológicos. Las técnicas de control del estrés,

la facilitación de estrategias de afrontamiento y demás recursos específicos para

el dolor, los problemas de sueño, etc. Ciertamente, el modo en que el paciente

vive su enfermedad es determinante y el ajuste de sus recursos a su medio

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psicosocial aconseja una intervención individualizada para él. Aun así resulta

difícil, incluso en el análisis de cada caso concreto, elegir el tipo de intervención

más adecuado. Un recurso que ha sido admitido de forma generalizada para el

control del estrés ha sido la reducción del nivel de activación fisiológica: con el

uso de técnicas de relajación, meditación y la puesta en marcha de estrategias

de afrontamiento de los aspectos más problemáticos, o de mayor impacto, de

la enfermedad.

Considerando aquellas intervenciones dirigidas al control (reducción) del estrés

en pacientes en contexto médico y hospitalario, cabe destacar el denominado

Reducción de Estrés mediante Mindfulness (Mindfulness-Based Stress

Reduction –MBSR) desarrollado por Kabat-Zinn et al. Se trata de un programa

de carácter educativo, no de intervención clínica, que busca reducir el impacto

emocional de la enfermedad. Este programa tiene un formato grupal y está

relativamente estructurado: 8 semanas con sesiones de 2 horas y media, con

práctica personal de 45 minutos mediante audio y una sesión intensiva adicional

de 7 horas.

¿Qué diferencia el MBSR de otros programas de control del estrés? El elemento

esencial refiere al Mindfulness. Se trata de potenciar que el paciente se centre

en el momento presente de forma genuina, sin huir de la situación, aceptando

lo que le corresponde experimentar en cada momento. Hay que reconocer que

esto supone un modo diferente, como planteamiento, de la forma en que se

abordan psicológicamente estos problemas. Generalmente, y esto lo muestra

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paradójicamente el mismo nombre de la técnica de Kabat-Zinn (reducción de

estrés), se busca reducir (eliminar) el estrés, al ser éste considerado como malo

o negativo. Desde este punto de vista se potencia la aceptación de la situación

presente, lo que supone una renuncia explícita a la valoración y, en cierto

sentido, la práctica de una separación entre los hechos y su representación a

través del lenguaje. Las implicaciones teóricas y prácticas que este acercamiento

tiene desde un punto de vista psicológico han sido comentadas en otro lugar y

pueden servir de referencia para atisbar su posible utilidad, aunque sólo estudios

empíricos que aborden los componentes específicos de estas técnicas

permitirán hacer la valoración adecuada de su utilidad.

El MBSR no es el único medio para incidir en la aceptación del momento

presente y en la renuncia a la valoración (verbal). Es más, como se ha

comentado, el MBSR no es un tratamiento psicológico en sí e incluso tiene más

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que ver con técnicas de meditación que con, por ejemplo, técnicas de relajación

o de respiración más comunes en la terapia. No obstante, el MBSR es el

procedimiento más estudiado empíricamente y el que ha sido aplicado al

tratamiento de los pacientes oncológicos.

Se realizó un estudio exploratorio cuasiexperimental de comparación de dos

grupos equivalentes. El estudio se realizó en el Institut Oncològic del Vallès

(IOV), entidad de la provincia de Barcelona, que presta asistencia a los pacientes

oncológicos del Hospital Parc Taulí de Sabadell y del Hospital de Terrassa que

cuentan con una población de referencia de 600.000 personas. Los pacientes de

uno de los hospitales recibieron el tratamiento basado en el programa MBSR,

mientras que los del otro hospital recibieron el programa psicoeducativo.

El estudio incluyó dos grupos de pacientes diagnosticados de cáncer, mayores

de 18 años y previa firma del consentimiento informado. Se incluyó tanto a

pacientes que estaban en tratamiento activo como a pacientes que ya lo habían

finalizado. Los criterios de exclusión considerados fueron: analfabetismo,

trastorno psíquico que impidiese la comprensión de las instrucciones e

incapacidad física.

La intervención en el grupo experimental siguió el programa MBSR tal y como

lo describen Martin-Asuero y Garcia de la Banda siguiendo el modelo de Kabat-

Zinn. Fue conducida por un instructor formado en el Centro Médico de Reduc-

ción del Estrés de la Universidad de Massachusetts (EEUU) con la colaboración

de una psicooncóloga. El formato de la intervención consistió en 10 sesiones

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semanales de 2,5 horas cada una. Cada sesión incluía la presentación de un tema,

ejercicios prácticos y un debate en grupo. El entrenamiento, a través de la

práctica de ejercicios de focalización de la atención, meditación y estiramientos

tipo yoga, pretendía el desarrollo de la Conciencia Plena en las actividades

cotidianas. Durante el programa se explicó cómo afrontar las emociones

negativas, el estrés y el dolor asociados a la enfermedad. Asimismo, las sesiones

contemplaron un tiempo para el debate en grupo sobre los aciertos y las

dificultades que surgían al aplicar la técnica en la vida diaria dado que tenían que

practicarla durante aproximadamente 45 minutos al día, para lo que se les

facilitó audios y documentación con lecturas y ejercicios.

La intervención en el grupo control fue conducida por una psicooncóloga y

siguió un programa psicoeducativo, de manera que, en cada sesión, la terapeuta

aportaba información psicoeducativa sobre un tema en concreto (autoestima,

ansiedad, sexualidad, comunicación, estrategias de afrontamiento, etc.), y segui-

damente éste se trabajaba en base a diferentes técnicas cognitivo-conductuales

promoviendo la participación activa de todos los participantes y el debate gru-

pal.

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El formato de la intervención consistió en 8 sesiones semanales de 2,5 horas

cada una. Se recogieron datos basales (datos sociodemográficos, datos clínicos

de la enfermedad, tipo de cáncer, fecha del diagnóstico, estadio y extensión de

la enfermedad, tratamientos farmacológicos y terapias complementarias y/o

alternativas), y se administraron, antes de que empezase la intervención y el día

en que ésta finalizó, los siguientes cuestionarios a los sujetos de ambos grupos:

— Cuestionario de ansiedad (STAI State- Trait Anxiety Inventory). Consta de

2 escalas, de 20 ítems cada una, que miden facetas de la ansiedad diferentes pero

relacionadas entre ellas: estado (STAI-E) y rasgo (STAI-R).

— Cuestionario de depresión (BDI II-Beck Depression Inventory). Es un

cuestionario autoaplicado de 21 ítems que evalúa un amplio espectro de sín-

tomas depresivos y ha sido validado para la población española. Los baremos

establecen que una puntuación entre 0 y 9 indica ausencia de depresión, una

puntuación entre 10 y 18, una depresión leve, una puntuación entre 19 y 29, una

depresión moderada, y una puntuación entre 30 y 63, una depresión grave.

— Cuestionario de calidad de vida (EORTC-QLQ C-30-European Organi-

zation for Research and Treatment of Cancer). Consta de 30 ítems que incluyen

5 áreas funcionales (física, emocional, cognitiva, social y funcional), 3 escalas de

síntomas (fatiga, dolor, náuseas y vómitos), una escala global de calidad de vida

y 6 ítems sobre síntomas comunes (disnea, alteraciones del sueño, apetito,

estreñimiento, diarrea y problemas económicos). El cuestionario ha sido

validado para la población española y en esta investigación se utilizó únicamente

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la escala global de calidad de vida en la que una mayor puntuación indica un

mayor nivel de calidad de vida.

Los resultados indican que los pacientes que siguieron la intervención basada

en Mindfulness, redujeron sus puntuaciones en los cuestionarios que evaluaban

aspectos emocionales, y aumentaron la de la calidad de vida, al igual que en otras

investigaciones realizadas tanto en supervivientes como en pacientes en

situación de tratamiento. Por lo tanto, lo observado en la presente investigación

está de acuerdo con lo que cabía esperar habida cuenta del conocimiento

disponible sobre los beneficios del MBSR. La aportación que proporciona el

presente estudio es la de mostrar que la intervención basada en el MBSR es más

eficaz que la basada en una intervención psicoeducativa y ello in-

dependientemente de que los pacientes estuvieran recibiendo tratamiento

activo o no, ya que los pacientes del grupo control sólo redujeron sus

puntuaciones en una de las escalas de valoración de aspectos emocionales.

Ahora bien, estas consideraciones deben ser matizadas.

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MINDFULNESS EN PACIENTES CON FIBROMALGIA

Según Collado et al. (2002), la fibromialgia constituye un síndrome crónico de

etiología desconocida caracterizado por la presencia de dolor generalizado en el

paciente, que puede llegar incluso a ser incapacitante para el mismo. Afecta a

las esferas biológica, psicológica y social de los enfermos, representando un

elevado costo para la sanidad pública. Ello es debido a su elevada prevalencia y

morbilidad, así como al gran consumo de recursos sanitarios que requiere su

abordaje. Estos mismos autores afirman que un 2,4% de la población padece

fibromialgia, con una relación mujer-hombre de 21 a 1.

La fibromialgia está incluida desde 1992 en la Clasificación Internacional de

Enfermedades CIE-10 (Organización Mundial de la Salud, 1995) con el código

M79.7, siendo considerada una de las patologías del sistema muscular y del

tejido conectivo. Los estudios prospectivos indican que esta enfermedad sigue

un curso crónico con una escasa mejoría a los 5-7 años de seguimiento (White,

Nielson, Harth, Ostbye y Speechley, 2002).

Las pacientes con fibromialgia a menudo padecen además de fatiga e insomnio

crónico, otras patologías tales como trastorno depresivo (Blackburn-Munro y

Blackburn-Munro, 2001; Gormsen, Rosenberg, Bach y Jensen, 2010; Uguz et

al., 2010) o trastorno de estrés postraumático (Thieme, Turk y Flor, 2004; Van

Houdenhove y Egle, 2004). Debido a estos síntomas, diversos meta-análisis han

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indicado que el cuidado óptimo de estos pacientes requiere la combinación de

un adecuado soporte farmacológico, así como de apoyo psicológico y ejercicio

físico (Forseth y Gran, 2002; Goldenberg, Burckhardt y Crofford, 2004;

Hauser, Thieme y Turk, 2010; Quisel, Gill y Walters, 2004). Por otro lado,

tratamientos que prescinden de farmacoterapia también han mostrado niveles

de eficacia destacables (Redondo et al., 2004).

El entrenamiento en mindfulness también ha demostrado ser beneficioso para

pacientes con fibromialgia. Concretamente, diversos autores han comprobado

que tras la aplicación del MBSR se conseguía incrementar el bienestar

psicológico de las pacientes (Rosenzweig et al., 2010), paliar la sintomatología

depresiva (Astin et al., 2003; Goldenberg et al., 1994; Sephton et al., 2007),

reducir el dolor y mejorar el funcionamiento físico de las mismas (Astin et al.,

2003). Otros estudios han puesto de manifiesto que el entrenamiento mediante

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el MBSR de este tipo de pacientes, conseguía reducir significativamente diversas

variables tales como la calidad de vida, el nivel de dolor percibido o las

estrategias de afrontamiento del dolor empleadas, siguiendo un diseño cuasi-

experimental con un grupo control de comparación (Grossman, Tiefenthaler-

Gilmer, Raysz y Kesper, 2007). Asimismo, estas mejorías se mantenían

transcurridos dos meses (Sephton et al., 2007) e incluso tres años desde que

finalizó dicho programa (Grossman et al., 2007). En esta misma línea, Lush et

al. (2009) comprobaron que el nivel de activación del Sistema Nervioso

Simpático (SNS) y el nivel de conductancia de la piel, así como la sintomatología

ansiosa y depresiva de las 24 pacientes que habían participado en un programa

MBSR, se reducía significativamente al comparar las evaluaciones pre y post-

tratamiento.

Unido a ello, diversos autores siguieron un criterio meta-analítico en sus

conclusiones, afirmando que el programa MBSR resultaba moderadamente

eficaz para la reducción del malestar psicológico en pacientes con

padecimientos físicos o psicosomáticos, entre los que se encuentra la

fibromialgia (Grossman et al., 2004; Hofmann, Sawyer, Witt y Oh 2010).

Un estudio realizado por el equipo de Manuel Quintana contempló los

siguientes objetivos:

a) En primer lugar, comprobar si el programa de entrenamiento MBSR aplicado

a las pacientes con fibromialgia resultaba eficaz para mejorar su calidad de vida,

así como para reducir su nivel de dolor, adquirir estrategias de afrontamiento

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más adaptativas y paliar la sintomatología depresiva, al finalizar el tratamiento;

b) En segundo lugar, detectar si esta mejoría se mantenía en las pacientes

transcurrido un mes desde que recibieron dicho entrenamiento.

Un total de 14 mujeres de entre 40 y 60 años participaron voluntariamente en

este estudio. Todas ellas contaban con un diagnóstico de fibromialgia y

pertenecían a la Asociación de Fibromialgia de la Comunidad de Madrid

(Afibrom). La edad media de estas pacientes fue de 52.21 años (DT = 5.53

años), habiendo sido diagnosticadas de esta patología desde hacía 6.35 años

como promedio (rango de 1 a 14 años; DT= 3.94 años).

La mayoría de estas mujeres estaban casadas (71.4%) y presentaban un índice

de masa corporal normopeso (57.1%). No eran fumadoras (78.6%) aunque

consumían habitualmente café (57.1%), así como los fármacos prescritos

(analgésicos) por su médico (85.7%). En general, solían mantener una dieta

equilibrada caracterizada por una ingesta reducida de grasas así como por el

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consumo abundante de frutas, verduras y pescado (85.7%), aunque no

realizaban ejercicio físico de forma regular (50%).

Asimismo, ninguna de las pacientes evaluadas refirió consumo de drogas

(100%) ni historia previa de tratamiento psicológico/psiquiátrico (100%). Para

la evaluación psicológica de las pacientes se emplearon los siguientes

instrumentos:

– Encuesta Psicosocial: elaborada por los autores para la presente investigación

y constituida por 13 ítems que evaluaban los datos sociodemográficos y clínicos

(edad, fecha del diagnóstico, estado civil, peso, altura e índice de masa corporal),

así como hábitos de vida (consumo de tabaco, café, otras drogas o fármacos

específicos, alimentación mediante una dieta equilibrada, realización regular de

ejercicio físico, e historia previa de tratamiento psicológico/psiquiátrico).

– Autoregistro de la práctica diaria: elaborado por los autores para el presente

estudio y constituido por dos ítems dicotómicos en el que las participantes

debían señalar diariamente durante la fase de seguimiento, si habían realizado o

no la práctica diaria de la meditación mindfulness (centrada en la respiración),

y si habían empleado para ello el software Mindfocus.

– Cuestionario de Salud (SF-36) versión 1.4, de Alonso et al. (1999): incluye 36

ítems que valoran la calidad de vida mediante un formato de respuesta tipo

Likert, que se transforman en una puntuación de 0 (peor calidad de vida) a 100

(Mejor calidad de vida). Asimismo, la escala se divide en las siguientes ocho

dimensiones: función física, función social, rol físico, rol emocional, salud

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mental, vitalidad, dolor corporal y percepción de la salud general. Esta escala ha

sido empleada previamente para evaluar los beneficios del mindfulness sobre la

calidad de vida de pacientes con fibromialgia (Rosenzweig et al., 2010).

Asimismo, la validez de esta escala quedó patente en estudios previos, mediante

un coeficiente alfa de Cronbach ³ .70 en todas sus dimensiones (Ayuso-Mateos,

Lasa, Vázquez-Barquero, Oviedo, Díez-Manrique, 1999).

– Cuestionario de Evaluación del dolor McGill de Melzack (1975): adaptado a

la población española por Lázaro, Bosch, Torrubia y Baños (1994). Esta prueba

consta de cuatro escalas claramente diferenciadas, siendo empleadas en el

presente estudio tan sólo las siguientes: subescala de localización del dolor

(número total de puntos de dolor padecido por la paciente); y subescala de

intensidad del dolor en el momento actual, la cual se explora mediante una

escala tipo Likert con cinco posibles respuestas que se puntúan de 0 (“dolor

ligero”) a 5 (“dolor atroz”). Los estudios previos de validez de esta escala

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muestran una alta consistencia interna sobre todo en la dimensión sensorial

(.63) y afectiva (.56) (Masedo y Esteve, 2000).

Dicho instrumento se encuentra entre los recomendados para la evaluación del

dolor en pacientes con fibromialgia, según la Sociedad Española de

Reumatología (Rivera et al., 2006).

– Cuestionario de Afrontamiento al Dolor (CAD) de Soriano y Monsalve

(2002): consta de 31 ítems que describen diferentes patrones de actuación ante

el dolor. El paciente debe indicar, según una escala tipo Likert de 5 puntos

(5=totalmente de acuerdo, 4 = ligeramente de acuerdo, 3 = ni sí ni no, 2 =

ligeramente en desacuerdo, y 1 = totalmente en desacuerdo), aquella estrategia

que mejor refleje su estilo de afrontamiento ante el dolor. Asimismo, este

instrumento incluye seis factores: religión, catarsis, distracción, autocontrol

mental, autoafirmación y búsqueda de información. El estudio de fiabilidad

llevado a cabo por los mismos autores indica unos coeficientes alfa de Cronbach

superiores a .77 para cada una de los seis factores.

– Inventario de Depresión (BDI) de Beck, Rush, Shaw y Emery (1979),

concretamente la versión adaptada al castellano por Vázquez y Sanz (1997):

consta de 21 ítems en el que se incluyen los componentes cognitivos,

conductuales y somáticos de la depresión. La evaluación se realiza mediante una

escala tipo Likert de 4 opciones (de 0 a 3) que se disponen en orden creciente,

según la menor o mayor presencia del síntoma en concreto. La puntuación total

de la prueba oscila entre 0 y 63 puntos. Los datos normativos sugieren cuatro

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grados del estado emocional: estado de ánimo normal (0-9), estado depresivo

leve (10-15), moderado (16-23) y grave (24-63). Asimismo, la prueba ha

mostrado una alta fiabilidad en población española, manifestada mediante un

coeficiente alfa de Cronbach de .83 (Sanz y Vázquez, 1998). Esta escala se

encuentra entre las referenciadas por la Sociedad Española de Reumatología,

para la evaluación de la sintomatología depresiva en pacientes con fibromialgia

(Rivera et al., 2006).

– “Mindfocus” ® de O3 Wellbeing Solutions S.L. ©. Este instrumento permite

un registro objetivo de la ejecución del sujeto durante su práctica formal diaria

de meditación mindfulness. De esta forma permite al investigador conocer en

tiempo real la progresión que el participante realiza en el aprendizaje de la

capacidad para autorregular la atención plena, según una estadificación estándar.

Este instrumento es el primero en el mundo diseñado para tal fin y se encuentra

en la actualidad en proceso de patente. Incluye un software que se incorpora a

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un teléfono móvil, facilitando así su uso también en aquellos pacientes que no

están familiarizados con las nuevas tecnologías.

Los criterios de inclusión que se tuvieron en cuenta para seleccionar a las

participantes en este estudio fueron: ser mujer, con edades comprendidas entre

los 35 y los 60 años, haber sido diagnosticada de fibromialgia a lo largo del año

2007 o con anterioridad a dicha fecha, contar con disponibilidad para acudir

durante ocho semanas al programa de entrenamiento en reducción de estrés,

no estar recibiendo en ese momento asistencia psicológica y carecer de

antecedentes psicopatológicos o de abuso de sustancias. Asimismo, se

consideró requisito imprescindible la asistencia por parte de las pacientes a un

mínimo del 75% del total de las ocho sesiones que componen el programa

(excluyendo por tanto de dicho cómputo la sesión intensiva).

1. Fase pre-test:

Todas las participantes fueron evaluadas por un mismo investigador, en una

misma sala, siguiendo un orden de registro de las pruebas idéntico: Encuesta

Psicosocial, Cuestionario de Salud (SF-36), Cuestionario de Evaluación del

Dolor McGill, Cuestionario de Afrontamiento al Dolor (CAD) e Inventario de

Depresión (BDI).

2. Fase de tratamiento:

El programa de entrenamiento MBSR se llevó a cabo mediante ocho sesiones

semanales de dos horas de duración cada una, más una novena sesión intensiva

de seis horas, según el protocolo del MBSR. Tuvieron lugar entre los meses de

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febrero y marzo de 2009, siendo impartidas por una psicóloga colegiada y por

un profesional experto en el entrenamiento en mindfulness formado en “Center

for Mindfulness in Medicine, Health Care and Society” de la Universidad de

Massachusetts.

3. Fase post-test:

Una vez finalizadas las nueve sesiones, se insistió a todas las pacientes acerca de

la importancia de continuar practicando diariamente aquellas técnicas de

meditación y ejercicios de yoga aprendidos durante el entrenamiento. Para

facilitar dicha práctica, se les instruyó en el uso de la aplicación software

Mindfocus que fue instalada previamente en sus teléfonos móviles.

4. Fase de seguimiento:

Se llevó a cabo una tercera evaluación de las pacientes, transcurrido un mes

desde la finalización del programa de entrenamiento. Para ello se empleó la

batería de test psicológicos descrita anteriormente.

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Las pacientes con fibromialgia que acudieron al programa de entrenamiento en

mindfulness experimentaron una mejoría significativa en algunas dimensiones

de la calidad de vida tras finalizar dicho programa, manifestada por un

incremento en la función social, la salud mental y la vitalidad, así como en la

propia percepción de salud general.

Resultados similares han sido descritos anteriormente al mencionar mejorías en

la calidad de vida de las pacientes (Haak y Scott, 2008) así como en su bienestar

emocional (Rosenzweig et al., 2010), tras recibir entrenamiento en técnicas de

meditación. No obstante, el funcionamiento físico de las pacientes siguió

estando afectado post-tratamiento, lo que supone que la enfermedad aún

interfería en la vida diaria de las pacientes limitando actividades tales como el

autocuidado, caminar, subir escaleras, inclinarse o coger peso; manteniendo así

la alteración del rol físico de estas mujeres.

Cabe considerar que los efectos del mindfulness a nivel físico pueden no

manifestarse a corto plazo, requiriendo que los pacientes hayan practicado

regularmente la meditación mindfulness por un periodo de tiempo más

prolongado. Sobre todo teniendo en cuenta las dimensiones que engloban el

funcionamiento físico en el presente estudio tales como el autocuidado,

caminar, subir escaleras, inclinarse, coger o llevar peso. De este modo, una

mayor regularidad en la práctica diaria de la meditación ha sido señalada por

diversos autores como condición para obtener un mayor beneficio tras acudir

a programas basados en mindfulness (Carmody y Baer, 2008; Sephton et al.,

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2007). En este sentido y como señalan Cárcamo y Moncada (2010),

“mindfulness no es una solución rápida o una intervención de tiempo limitado

para el alivio del dolor y el sufrimiento, es más bien compromiso en el tiempo

para nutrir la mente”. Por otro lado, el rol emocional no se modificó

significativamente tras el programa de entrenamiento, posiblemente porque a

pesar de que la vitalidad, la salud mental y la percepción de salud de las pacientes

sí mejoraron notablemente post-tratamiento, los niveles físicos alcanzados aún

generaban ciertas limitaciones en la vida diaria de estas mujeres.

En relación con lo anteriormente expuesto cabe destacar algunos aspectos

conceptuales relevantes. Según Vallejo (2006), el mindfulness supone la persona

controle sus reacciones, sentimientos o emociones sino que los experimente tal

y como se producen. Ello no implica que la regulación emocional, fisiológica y

comportamental no se produzca, sino que simplemente no se trata de controlar.

Por ello, el dolor y las dificultades en el funcionamiento físico o emocional de

estas pacientes seguirán presentes, la diferencia fundamental estriba en que la

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forma de percibirlas se habrá transformado. El mindfulness no busca que

controlen su dolor o que su función física o su rol emocional se modifiquen.

Simplemente aspira a reducir o suprimir el sufrimiento (en este caso la

sintomatología depresiva) que dicho dolor o dicha incapacidad física pueda

generar en el sujeto, mediante la transformación de la forma en que éste los

percibe. En palabras de Kabat-Zinn (2008), “la conciencia no puede disminuir

la enormidad de nuestro dolor. Lo que si puede hacer es proporcionarnos un

entorno más amplio que nos permite sostener y reconocer nuestro sufrimiento

en cualquier circunstancia, lo que resulta profundamente transformador”. Es

decir, al transformar la percepción del sujeto mediante la atención plena, se

pueden producir efectos tales como la reducción del dolor y del sufrimiento,

sin ser éstos los objetivos primarios de la meditación mindfulness.

El objetivo principal radica en la ampliación de la conciencia. En este sentido,

al estudiar el dolor padecido por las pacientes, se comprobó que tras recibir el

entrenamiento mediante MBSR se reducían de manera considerable tanto el

número de puntos de dolor localizados como la intensidad total de los mismos,

tal y como se había mencionado en estudios previos (Astin et al., 2003;

Grossman et al., 2007; Haak y Scott, 2008). En relación a la dimensión “dolor

corporal” contemplada como factor de la calidad de vida, no se determinaron

diferencias significativas post-tratamiento probablemente porque aunque

evalúa el dolor, los indicadores contemplados difieren conceptualmente de los

evaluados por el Cuestionario de Evaluación del dolor McGill (Melzack, 1975).

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Teniendo en cuenta este aspecto, la dimensión “dolor corporal” se evalúa

haciendo referencia a la presencia de algún punto doloroso en la paciente

(¿Tuvo dolor en alguna parte del cuerpo durante las últimas cuatro semanas?),

así como al grado de interferencia del mismo en la vida cotidiana (durante las

últimas cuatro semanas, ¿hasta qué punto el dolor le ha dificultado su trabajo

habitual?). Podríamos considerar por tanto que dicha escala evalúa el dolor

desde un punto de vista menos específico de manera que, las pacientes

continuaban percibiendo “dolor en alguna parte de su cuerpo” durante el post-

tratamiento, aunque el número total de estos focos dolorosos se redujo. Lo

mismo ocurre al considerar que, una vez finalizado el programa MBSR, los siete

puntos de dolor padecido como promedio por estas mujeres siguen en cierta

medida “dificultando su trabajo habitual”, aunque la intensidad de dicho dolor

se ha reducido significativamente. En conclusión, podríamos decir que ambas

escalas analizan distintas dimensiones del dolor.

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MINDFULNESS EN PACIENTES CON DETERIORO COGNITIVO

Diferentes estudios que han utilizado tratamientos basados en Mindfulness o

diferentes formas de meditación orientadas hacia la práctica concentrativa han

demostrado que durante su práctica se incrementa la irrigación cerebral en áreas

corticales y subcorticales (Khalsa, Amen, Hanks, Money y Newberg, 2009;

Deepeshwar, Vinchurkar, Visweswaraiah, y Nagendra, 2014), a la vez aumenta

la conectividad entre diferentes estructuras cerebrales y la densidad neuronal

(Lazar et al., 2005; Hölzel et al., 2011; Malinowski, 2013). A pesar de ello, se

debe ser prudentes con estas evidencias porque la neurociencia del Mindfulness

y sus correlatos neuroanatómicos están en una fase inicial de estudio como

recogen las últimas revisiones de Tang, Hölzel y Postner (2015) o Fox et al.

(2014).

La aplicación de Mindfulness en enfermedades neurodegenerativas en estadios

leves sugieren un efecto positivo en las capacidades cognitivas como atención,

memoria, fluidez verbal, capacidad de abstracción, praxias, cálculo, etc.

(Newberg, Wintering, Khalsa, Roggenkamp, y Waldman 2010; Wells et al.,

2013; Quintana y Quintana, 2014). Por tanto, la práctica de mindfulness se está

mostrando útil para paliar la sintomatología en la demencia en general, siendo

este aspecto muy relevante en los centros sociosanitarios por su alta prevalencia,

superior al 60 % (López, López, Castrodeza, Tamames y León, 2009).

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Actualmente el programa basado en Mindfulness que cuenta con mayor

evidencia científica en la aplicación a la población geriátrica es la adaptación del

“programa de reducción del estrés basado en mindfulness (MBSR)” (Kabat-

Zinn, 2013). Lantz, Buchalter y McBee (1997) aplicaron MBSR a un contexto

residencial con enfermos con deterioro cognitivo avanzado con el objetivo de

disminuir los trastornos de conducta y los síntomas psicopatológicos asociados

a la demencia. La eficacia de estas intervenciones basadas en MBSR se ha venido

repitiendo en diferentes investigaciones desde entonces (McBee, Westreich y

Likourezos, 2004; Wells et al., 2013; Quintana et al., 2014).

Estas prácticas parecen producir diferentes beneficios para la salud en el

envejecimiento que potencialmente son beneficiosas para el manejo de

personas mayores institucionalizadas en servicios sociosanitarios. Xiong y

Doraiswamy (2009) exponían los siguientes aspectos para indicar la utilización

de estas técnicas en esta población:

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1º) la reducción de la secreción de cortisol inducido por el estrés, lo que podría

tener efectos neuroprotectores incrementando los niveles del factor

neurotrófico cerebral,

2º) la disminución lipídica y del estrés oxidativo, los cuales podrían reducir el

riesgo de enfermedad cerebrovascular y de neurodegeneración derivada de la

misma y

3º) debería fortalecer los circuitos neuronales y mantener la reserva cognitiva.

En la misma línea Larouche, Hudon y Goulet (2015) indican que la práctica de

Mindfulness podría frenar el deterioro cognitivo minimizando los efectos de la

sintomatología asociada a la demencia favoreciendo el manejo del estrés,

reduciendo los efectos de los trastornos del estado de ánimo y reduciendo los

procesos inflamatorios asociados a la muerte neuronal.

No obstante, a pesar de todas estas evidencias que parecen avalar la utilización

de estas prácticas, los mecanismos que sustentan el funcionamiento de

mindfulness permanecen en fase de investigación (Tang et al, 2015) y animan a

seguir profundizando en la investigación de estas prácticas.

El entrenamiento basado en Mindfulness con personas mayores

institucionalizadas se basa en el entrenamiento conjunto de las habilidades

cognitivas asociadas a las prácticas de atención orientadas a las AVD. La

atención conjunta es la situación de interacción primordial sobre la que se

construye la comunicación y el desarrollo cognitivo (Werner y Kaplan, 1963).

La experiencia perceptiva cambia cuando se atiende a un objeto en solitario

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versus cuando se atiende de modo conjunto con otra persona. En éste último

caso, además del objeto, la existencia de la otra persona atendiendo

conjuntamente se convierte en un elemento constitutivo de la experiencia. Así,

la atención conjunta no consiste únicamente en ver el mismo objeto que el otro

ve, sino en ver el objeto como algo de lo que el otro es también consciente.

Esta conciencia de compartir el foco atencional sucede de manera natural en el

acto de hacer referencia, al intercambiar, ver, o tocar cosas con el otro y, con

frecuencia, supone compartir actitudes hacia el objeto o evento. En un clásico

trabajo sobre la emergencia de la atención conjunta, Werner y Kaplan (1963;

p.44) afirmaron que la atención conjunta triádica (persona-persona-objeto)

marca “un cambio de percibir los objetos como puramente “cosas sobre las que

actuar” a percibirlos como “objetos de contemplación”.

En este contexto, la actitud contemplativa no debe ser entendida como actitud

pasiva o ausencia de actividad, sino como una actividad cuyo objetivo

primordial es la adquisición de conocimiento sobre el mundo que nos rodea en

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el momento presente. El acto de contemplar lo definían como la atención a un

objeto de un modo particular: con vistas a hacerse consciente de cómo es el

objeto, en lugar de manipularlo u obtener algo de él.

En el marco del desarrollo infantil, la emergencia de esta capacidad para

contemplar o atender conjuntamente a un objeto o suceso, que Trevarthen

(1993) denominaba intersubjetividad secundaria, supone un nuevo nivel en la

interacción intersubjetiva que da acceso a un mundo compartido. Este paso

también ha sido identificado como el acceso a la perspectiva de tercera persona,

expresado como seguimiento de la atención, que completaría la perspectiva de

la segunda persona, expresada como contacto con la atención.

En esta concepción de la Atención Conjunta se destacan dos componentes

principales: a) el seguimiento de la atención, cuando un sujeto atiende al mismo

objeto de atención que otro sujeto en respuesta a la atención de este último, y

b) el contacto con la atención, cuando cada sujeto atiende de manera mutua a

la atención del otro. Cada componente puede aparecer por separado o puede

ser combinado en lo que se denomina comunicación referencial, en la que se

llama la atención del otro sobre un objeto. En síntesis, esta concepción de la

Atención Conjunta no sólo nos permite comprender los elementos implicados

en el acceso a un mundo compartido en el marco del desarrollo infantil, sino

que también nos permite comprender los elementos que deben ser tenidos en

cuenta para ayudar a las personas a permanecer en un mundo compartido

cuando presentan deterioro cognitivo. Esta visión de la atención conjunta

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ofrece un marco conceptual del que se derivan consecuencias prácticas para

construir un programa de entrenamiento en Mindfulness en la acción en

personas con Enfermedad de Alzheimer como han desarrollado Quintana et al.

(2014) con el objetivo de prevenir el deterioro cognitivo, funcional y la

psicopatología. La principal consecuencia práctica consiste en que el

entrenamiento tiene que realizarse tanto con el enfermo como con el auxiliar o

cuidador principal, de modo que la práctica se incorpore en las actividades de

la vida diaria (AVD). De esta manera, el cuidador indica hacia que dirigir la

atención con una actitud de presencia consciente, atenta y empática, así como

con curiosidad y afecto por lo que se está compartiendo.

Este aspecto es la principal aportación de esta propuesta, pues se pone el énfasis

en seguir potenciando las capacidades en las actividades cotidianas, apostando

por el desarrollo de actividades significativas que pueda seguir haciendo el

enfermo, sin introducir tareas que no tienen nada que ver con el desarrollo del

ciclo vital y su historia personal.

BIBLIOGRAFÍA

 La utilización del mindfulness en paciente oncológico, Miguel A. Vallejo

y José Ortega.

 Mindfulness para la reducción del malestar emocional en pacientes

oncológicos. Estudio comparativo con una intervención psicoeducativa

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estándar, Concha León, Rossana Mirapeix, Tomás Blasco, Esther Jovell,

Angels Arcusa, Andrés Martín, Miguel Ángel Seguí.

 Eficacia del tratamiento en mindfulness para pacientes con fibromalgia,

Miguel Quintana y María Esther Rincón Fernández.

 Estimulación basada en mindfulness para personas mayores con

enfermedad de alzheimer y otras demencias, Domingo Jesús Quintana y

María Teresa Miró Barrachina.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1) ¿Conocés o conociste a alguien que padece o padecía una enfermedad

terminal? ¿Pudiste acompañarlo en ese momento? ¿Cuáles emociones y

pensamientos se movilizaron en vos durante el acompañamiento?

2) ¿En algún momento de tu vida has atravesado una situación muy difícil

donde corrías riesgo de vida? ¿Cómo te has sentido en ese momento?

¿Cuáles eran los sentimientos y pensamientos que predominaban en vos?

¿En qué creés que te podría haber ayudado Mindfulness?

3) Aunque en el texto no lo mencione, también existe lo que se denomina

“El estrés del cuidador”, que básicamente dice que la persona que

acompaña de forma continua y prolongado al paciente, también puede

sufrir estrés. ¿Creés que tanto paciente como cuidar podrían practicar

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Mindfulness? ¿Por qué? ¿En qué modificaría a que lo practiquen por

separado?

4) El programa MBSR es más utilizado, ya que fue el pionero. ¿De qué otra

manera se te ocurre que podrías ayudar a un paciente en fase terminal?

¿Qué meditaciones elegirías? ¿Por qué?

5) En el caso de la fibromialgia se ha comprobado que Mindfulness reduce

el dolor de forma significativa. ¿Por qué creés que sucede esto? ¿Creés

que podría ayudar a reducir el dolor en otras enfermedades?

6) En el caso de la demencia, la práctica Mindfulness ayuda principalmente

a las funciones cognitivas. ¿Por qué creés, que a diferencia de los

pacientes oncológicos o con fibromialgia, en este caso no se enfocan en

la depresión, ansiedad o el estrés?

7) ¿Utilizarías prácticas diferenciales con pacientes oncológicos, con

fibromialgia o con demencia? ¿Por qué? ¿Qué meditaciones o prácticas

elegirías para cada uno de ellos?

8) Además de la práctica formal Mindfulness ¿Qué considerás que es

fundamental para acompañar a estos pacientes?

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