Fallo Pabellón
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Y VISTOS:
Estos autos caratulados de la forma en que se indica en
el epígrafe, en trámite ante este Juzgado Federal en lo Contencioso
Administrativo nro. 3 - Secretaría nro. 6 que se encuentran en
condiciones de dictar la sentencia definitiva, y
RESULTA:
1. El Sr. Efraín Edgardo Menta entabla demanda
contenciosa contra el Estado Nacional – Servicio Penitenciario
Federal. Procura obtener el resarcimiento de los daños y perjuicios
padecidos como consecuencia de la muerte de su hijo Pablo Daniel
Menta durante el incendio acaecido en el pabellón séptimo de la
Unidad nro. 2 del SPF de Villa Devoto, el día 14-3-1978.
Expone que su hijo fue víctima de la masacre del
pabellón séptimo que fuera declarada como delito de lesa humanidad
en agosto de 2014 por la Sala I de la Cámara en lo Criminal y
Correccional Federal, en el marco de la causa “C., H. y otros s/
denuncia sobre hechos ocurridos el 14 de marzo de 1978 en la
Unidad n°2 del SPF de Villa Devoto”.
Refiere que al momento del incendio su hijo tenía 24
años y le restaban sólo 3 días para salir en libertad.
Pone de resalto que el motivo que llevó a Pablo al
deceso fue “congestión y edema de pulmones” en una persona
“quemada”; circunstancia que demuestra que padeció sufrimiento y
dolor extremo durante días hasta que falleció. Afirma que a partir de
la muerte de su hijo atravesó momentos de crisis, depresión y llanto,
consolándose en su familia, quienes eran los únicos que podían
comprender semejante daño.
Adjudica responsabilidad al Estado Nacional por la
actuación irregular por parte de los agentes del Servicio Penitenciario
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Federal que, en el ejercicio ordinario de sus funciones, y en el
despliegue de una medida de uso corriente, como es la requisa sobre
los detenidos, dieron origen a lo que hoy se conoce como masacre en
el pabellón séptimo.
Sobre esta base y con sujeción a la prueba ofrecida,
solicita el resarcimiento por los daños sufridos, los que estima en la
suma de $800.000 en concepto de valor vida y $600.000 en concepto
de daño moral.
Finalmente, plantea el caso federal.
2. A fs. 148/159 se presenta, mediante apoderado, el
Estado Nacional y contesta demanda, solicitando su rechazo, con
costas.
En primer término, plantea la prescripción de la acción
con fundamento en que tratándose en la especie de responsabilidad
extracontractual sujeta al plazo bienal contemplado en el art. 4037,
CC la prescripción, por el hecho relatado por el actor que habría
ocurrido el 14-3-1978, operó a más tardar en fecha 15-3-1980. De tal
modo, considera que, habiéndose promovido esta demanda en el año
2016, la acción está prescripta.
Asimismo, aclara que la acción también está prescripta
si se toman las modificaciones y sanción del Código Civil y
Comercial de la Nación.
En punto a lo manifestado por la actora, en cuanto a la
configuración de los hechos ocurridos como delitos de lesa
humanidad, en función de lo cual el accionante considera que la
acción resultarían imprescriptible, entiende que dicha
imprescriptibilidad es con respecto a la acción penal, no así respecto
de la acción civil, atento que el actor no se vio impedido de efectuar
su reclamo dentro de los plazos legales.
Entiende que, tratándose de hechos estrictamente
personales no puede haber responsabilidad de la administración, sino
simplemente, responsabilidad individual de los agentes. Y en este
sentido, estima que la parte actora tendría que haber demandado sólo
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CONSIDERANDO:
I. Así planteada la cuestión, cabe recordar que en autos
se persigue el resarcimiento de los daños y perjuicios sufridos como
consecuencia de la muerte del hijo del accionante, el señor Pablo
Daniel Menta, ocurrida el 14-3-1978 en la Unidad nro. 2 del SPF de
Villa Devoto, como consecuencia del accionar que se adjudica al
Servicio Penitenciario Federal.
De su lado, la autoridad pública demandada niega que
exista responsabilidad de su parte pues considera que, en el caso de
autos, se está ante una falta personal y directa de los funcionarios,
que excede el marco generador de responsabilidad en cabeza del
Estado Nacional y, por ende, su obligación de resarcir.
II. En primer término, corresponde analizar la incidencia
que, en términos de prejudicialidad penal (conf. art. 1775, CCCN)
pudiere tener la causa nro. 14216/2003 “C., H. y otros s/ denuncia
sobre hechos ocurridos el 14 de marzo de 1978 en la Unidad n°2 del
SPF de Villa Devoto”, actualmente en trámite ante el Tribunal Oral
Federal en lo Criminal nro. 5. Pues en ese proceso penal se investiga
la comisión de diversos delitos referidos a los hechos que dan lugar a
la reparación pecuniaria que aquí se reclama.
II.1. El citado artículo establece que “Si la acción penal
precede a la acción civil, o es intentada durante su curso, el dictado
de la sentencia definitiva debe suspenderse en el proceso civil hasta
la conclusión del proceso penal, con excepción de los siguientes
casos: a) si median causas de extinción de la acción penal; b) Si la
dilación del procedimiento penal provoca, en los hechos, una
frustración efectiva del derecho a ser indemnizado; c) Si la acción
civil por reparación del daño está fundada en un factor objetivo de
responsabilidad”.
II.2. Sobre el particular, la Corte Suprema de Justicia de
la Nación ha dicho que, si bien la dualidad de procesos originados en
el mismo hecho, puede imponer la postergación de la sentencia civil
hasta tanto sea dictado el fallo penal, ésta no es una prohibición
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en paralelo a ello, aquí la parte actora reclama una indemnización
fundada en la responsabilidad directa y objetiva del Servicio
Penitenciario Federal por la muerte del Sr. Pablo Daniel Menta.
Ello sin perjuicio del concreto análisis y tratamiento que
se dará en la presente a la defensa opuesta por el demandada, en
punto a la configuración de una falta personal de los agentes
implicados.
En consecuencia, en atención a las particularidades que
exhibe este proceso, corresponde apartarse del principio general
establecido en el art. 1775, CCCN y adentrarse en el tratamiento de la
cuestión de fondo.
III. En función del modo en que los planteos de las
partes han sido formulados, se debe precisar que la responsabilidad
del Estado por el hecho de sus dependientes se basa, según ha
sostenido el Alto Tribunal, en que ningún deber es más primario y
sustancial para el Estado que el de cuidar de la vida y de la seguridad
de los ciudadanos; y si para llenar esas funciones se ha valido de
agentes o elementos que resultan de una peligrosidad o ineptitud
manifiesta, las consecuencias de la mala elección, sea o no excusable,
deben recaer sobre la entidad pública que la ha realizado (CSJN,
Fallos 190:312; 317:728; 318:1715; 327:5295, entre otros).
Con todo, por regla, tanto en el ámbito del art. 1113 CC
(que establece la responsabilidad del principal por los hechos de sus
dependientes) como en el del art. 1112 CC (que consagra la noción
de falta de servicio) se requiere la prueba de que se ha cometido el
ilícito en ejecución de las tareas a su cargo, dentro de los límites y
objeto aparentes de las mismas (CSJN, Fallos 194:170; 196:101);
pues, aunque se encuentre establecida la culpa del dependiente del
Estado o su responsabilidad directa y objetiva, resulta preciso
establecer conexión entre el hecho y la función.
Ello es así porque a los fines de fundar una sentencia
condenatoria contra el Estado, el acto imputado debe derivar
—cuanto menos— de las exigencias propias del cargo, situación que
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seguridad ajenas al Servicio Penitenciario Federal... A lo dicho
hasta aquí se le suman dos nuevas cuestiones: (c) la falta de agua e
inexplicable ausencia de los bomberos dentro del penal y, (d) la
actitud hostil, vejatoria y de extrema crueldad asumida por las
autoridades -que tenían a su cargo personas cautivas, y debían velar
por su seguridad-, cuando se les permitió salir del pabellón a los
sobrevivientes”.
Añadieron los jueces que “Los testimonios que han sido
citados, tomados por resultar reveladores de lo acontecido, pero no
por ello menos importantes de otros muchos que obran en la causa
que tramitó a poco de producirse el evento, y en las actuaciones
complementarias que llevó adelante la Fiscalía recientemente, a fin
de evaluar la petición de las víctimas, permiten reconstruir en este
caso en particular, la dimensión y el contexto de los sucesos,
afirmando que los hechos bajo estudios integran la categoría de
delito de lesa humanidad, puesto que, ninguna duda cabe de que se
trató de un ataque generalizado contra una población carcelaria que
fue brutalmente agredida con deliberada intención -que derivó en
decenas de muertos y heridos-, al que se pretendió hacer pasar por
victimaria”.
Asimismo, se tuvo en cuenta que “Tal y como ha
sucedido en otras ocasiones, la complicidad de innumerables
personas ha impedido que, a pesar del tiempo transcurrido desde los
sucesos, se cuente con las pruebas que permitirían reconstruir todos
los aspectos penalmente relevantes del aparato de poder represivo,
circunstancias que no impiden categorizar la pretensión de los
denunciantes como delitos de lesa humanidad”.
IV.2.ii. A su vez, del auto dictado el 28-12-2018,
obrante a fs. 2174/2324 de la causa penal (cuerpos 11 y 12) surge el
procesamiento de distintos funcionarios del SPF por considerarlos
responsables del delito de imposición de tormentos agravados por
muerte de 65 internos, entre ellos Pablo Daniel Menta.
IV.2.iii. Por otro lado, de las constancias de dicho
proceso, también acompañadas en autos, se desprenden las siguientes
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”. Al preguntarle si la requisa del 14-3-1978 tuvo características en
particular que la diferenciaron de las habituales, contestó: “Sí.
Aumento del personal, y la agresividad con la que entraron. Lo
hicieron directamente golpeando. Porque generalmente ellos tocan el
silbato para que uno se pegara a la pared con las manos en la nuca,
pero esta vez ni siquiera eso pidieron. Era habitual que durante las
requisas los internos fueran golpeados, pero no como en esa
oportunidad, que fue acompañado de gases y balazos”.
ii) El testigo Ángel Oscar Méndez relató: “...empezaron
a gritar que `los vamos a matar´, eso fue lo primero que sentí y
cuando me doy vuelta veo una mano ahí que prende los colchones
que están contra la reja, en la puerta”. Preguntado para que diga
quiénes decían “los vamos a matar”, dijo: “Eso lo decían los
penitenciarios desde la pasarela de arriba”. Continuando su relato,
expuso que: “Como era la primera vez que estaba detenido,
infantilmente pensaba que con todos los muertos que estaban ahí creí
que abajo iba a ver ambulancias, médicos, enfermeros y cuando
salgo en la segunda tanda -serían 6, 8, 10 internos, que se yo-, al
salir de la reja del pabellón, había unos 5 o 7 centímetros de agua en
el piso, un tanto de agua.. .uno hierros para verificar los barrotes de
los pabellones. Con eso me golpearon en la nuca, caí al piso y fui
resbalando por el pasillo hasta la reja de acceso a las escaleras. Ahí
me agarró un penitenciario de los pelos, me esposaron con las manos
atrás y me bajaron por la escalera”. Luego agregó: “Cerraron la
puerta de la celda y desde adentro de la celda se escuchaban gritos
`abran la puerta´, `quiero tomar agua´, `necesito agua´... no sé a los
cuantos minutos abren las celdas, las puertas de los buzones y en la
celda en la que estaba yo, ya había dos chicos que estaban fallecidos”
.
iii) El testigo Ascencio Olivera, al preguntarle si se les
negó el auxilio, manifestó: “La asistencia, como todo ahí, mucha no
hubo. De hecho, cuando nos sacaron es que no nos sacaron bien,
sino íbamos cobrando, es decir nos pegaban. No es que nos trataban
con cuidado. Nos trataban como si no nos hubiéramos quemado. Es
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iniciarse el fuego, expresó: “Ninguna, continuaron con los tiros atrás
de las llamas pero no hubo ningún intento de socorro por parte de
las autoridades”. Luego, se le preguntó si le consta que el personal
del Servicio Penitenciario haya intentado abrir las puertas, a lo que
continuó: “No intentaron abrir, porque el que abrió la puerta fui yo y
el otro chico, el uruguayo, y cuando lo hicimos no había nadie
inmediatamente, la guardia estaba a unos 15 metros de la puerta.”
Por último, preguntado sobre cómo se extinguió el fuego, dijo: “Se
extinguió solo, es decir, por consumirse el material inflamable, sin
intervención alguna del personal”.
IV.2.iv. Por último, se agrega también en estas
actuaciones la pericia elaborada el 8-5-1978 por la División
Siniestros de la Superintendencia de Bomberos de la Policía Federal
Argentina, que tampoco ha sido impugnada por la parte demandada.
Allí, el Comisario Inspector Francisco Ángel Bisceglia
refirió que el Subdirector de la Unidad 2 no permitió al personal de
bomberos ingresar al penal. Particularmente, expone que “Siendo las
09:15 horas, me hice presente juntamente con ambas Dotaciones,
permaneciendo en el exterior del mismo, por cuanto un Oficial del
Penal, informó que por orden del Subdirector del mismo no se podía
ingresar al edificio, y que el fuego ya había sido extinguido por
personal de la citada unidad carcelaria. Momentos después se
autorizó mi ingreso, no así el del personal... el señor Subdirector de
la U-2, informó que se había producido un amotinamiento dentro del
cuadro nº 7 y la situación estaba dominada, relacionado con el fuego
producido, aseveró que ya había sido extinguido por personal del
establecimiento, por lo cual no era necesaria nuestra presencia,
agregando que no se permitía el acceso al lugar por razones de
seguridad”.
Asimismo, surge que “[e]l proceso combustivo adquiere
en este hecho características sumamente particulares, en cuanto a la
violencia y rapidez. La asociación de tales variantes se establece en
función de un factor determinante, la índole de los materiales
combustionados, existiendo además otros, que operan
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intermedio de los servicios penitenciarios respectivos, la obligación y
responsabilidad de dar a quienes están cumpliendo una condena o una
detención preventiva, la adecuada custodia que se manifiesta también
en el respeto de sus vidas, salud e integridad física y moral (CSJN,
Fallos 318:2002; 326:1269; 329:3065); deber cuyo quebrantamiento
puede generar la obligación de resarcir a cargo de la autoridad
pública.
Un postulado semejante, asentado en el art. 18 de la CN,
proscribe toda medida que, a pretexto de precaución, conduzca a
mortificar innecesariamente a las personas privadas de libertad. Es
que, tal como ha remarcado el Máximo Tribunal, “[s]i el Estado no
puede garantizar la vida de los internos ni evitar las irregularidades
que surgen de la causa, de nada sirven las políticas preventivas del
delito ni menos aún las que persiguen la reinserción social de los
detenidos. Es más, indican una degradación funcional de sus
obligaciones primarias que se constituye en el camino más seguro
para su desintegración y para la malversación de los valores
institucionales que dan soporte a una sociedad justa” (CSJN, Fallos
318:2002, consid. 9º).
V.1.ii. Destacó también la CSJN que el derecho a la
integridad personal no sólo implica que el Estado debe respetarlo
(obligación negativa) sino que, además, requiere que el Estado adopte
todas las medidas apropiadas para garantizarlo (obligación positiva),
en cumplimiento de su deber general establecido en el art. 1.1 de la
Convención Americana (Fallos 328:1146, consid. 44 y 45).
Siguiendo esa línea de razonamiento, ha señalado que “
[q]uien sea detenido tiene derecho a vivir en condiciones de
detención compatibles con su dignidad personal y el Estado debe
garantizarle el derecho a la vida y a la integridad personal, y es que
es el Estado el que se encuentra en una posición de control o dominio
sobre las personas que se encuentran sujetas a su custodia. De este
modo, se produce una relación e interacción especial de sujeción
entre la persona privada de la libertad y el Estado, caracterizada por
la particular intensidad con que el Estado puede regular sus
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Tales preceptos de linaje convencional, e
indudablemente apuntalados en el principio de respecto a la dignidad
de la persona humano, resultan aplicables y exigibles en las
circunstancias de esta controversia que refiere, como se apuntó
precedentemente, a crímenes de lesa humanidad (cfr. decisión de la
Sala I de la Cámara en lo Criminal y Correccional Federal, del
14-8-2014).
V.2. Finalmente, la legislación interna aplicable también
establece parámetros protectorios a los que debe ajustarse el régimen
carcelario nacional.
En cuanto aquí interesa, el art. 1 de la ley 20.416
establece que “[e]l Servicio Penitenciario Federal es una fuerza de
seguridad de la Nación destinada a la custodia y guarda de los
procesados y a la ejecución de las sanciones penales privativas de la
libertad, de acuerdo con las disposiciones legales y reglamentarias
en vigor”.
Por otro lado, el art. 5 dispone que “[s]on funciones de
la Dirección Nacional del Servicio Penitenciario Federal: a) Velar
por la seguridad y custodia de las personas sometidas a proceso
procurando que el régimen carcelario contribuya a preservar o
mejorar sus condiciones morales, su educación y su salud física y
mental...”.
A su vez, el art. 35, inc. d) fija que “[s]on obligaciones
de los agentes penitenciarios, sin perjuicio de los que impongan las
leyes y reglamentos particulares de los distintos establecimientos y
servicios: d) Observar para con las personas confiadas a su custodia
y cuidado un trato firme, pero digno y respetuoso de los derechos
humanos”.
VI. Conforme los fundamentos que seguidamente
se desarrollan, la pretensión resarcitoria deducida en autos
prosperará con el alcance que se fija en este pronunciamiento.
VI.1. Inicialmente se debe determinar si se configura el
factor de atribución que justifica la responsabilidad que se pretende
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encuentra dentro del marco de análisis del proceso penal, cabe
resaltar que, para cumplir con los objetivos fijados en la normativa
reseñada precedentemente, el Servicio Penitenciario Federal tiene la
obligación de evitar que los internos tengan a su alcance elementos de
evidente peligrosidad, tal como resultan ser los colchones de
poliuretano. E incluso en el supuesto en que los internos hubieran
iniciado el incendio, ello no eximiría por sí solo y linealmente la
responsabilidad estatal, habida cuenta que trasunta un obrar
disfuncional del servicio, incompatible con la obligación de seguridad
que pesa sobre la autoridad pública (SCBA, causa C. 87.463,
“Zárate”, del 27-VI-2012).
VI.3. De acuerdo con esta línea de razonamiento,
el juicio de imputación que comprende la valoración judicial de
las circunstancias fácticas a fin de establecer la concurrencia del
recaudo legal de la adecuada relación de causalidad, en la especie,
determina que la incidencia causal adecuada para la producción del
daño que se invoca —muerte del señor Menta— derivó de aquel
accionar irregular de los agentes del SPF.
VI.3.i. El punto es dirimente pues la responsabilidad
civil—en el caso del Estado— es un concepto consustancial al de
causalidad, puesto que la primera requiere y presupone
necesariamente la segunda, ya que no puede existir sin un vínculo
comprobado de causalidad.
De modo tal que la procedencia del reclamo
indemnizatorio exige inexcusablemente la acreditación de la
existencia de una vinculación material, externa o física, de naturaleza
causal, entre el daño causado y el evento o la intervención del
pretenso responsable. Ello así, si dicha vinculación o relación causal
no queda debidamente acreditada en juicio, no cabe acoger la
pretensión resarcitoria, dado que la prueba del nexo causal es uno de
los requisitos inexorables de la responsabilidad (conf. López Mesa,
Marcelo J., “La relación de causalidad en el Código Civil y
Comercial”, elDial.com, Suplemento de Derecho Económico, del
30-11-2021).
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(CNCAF, Sala IV, "Cozza, Héctor Rubén c/ M° de Justicia y de
Derechos Humanos de la Nación y/o EN s/ daños y perjuicios", causa
nro. 6.945/2000, del 6-12-2005).
VI.4.ii. En la especie, se encuentra suficientemente
probado que la función desempeñada brindó la ocasión para la
comisión de las conductas dañosos de las que surge la
responsabilidad del Estado; pues no se habría producido el desenlace
luctuoso de su muerte, de no haber estado sujeto el señor Menta a la
custodia del SFP. Ello sin perjuicio, en caso de resultar procedente,
de las acciones de regreso que pudiere intentar el Estado Nacional en
caso de determinarse la acción dolosa de los sujetos implicados.
VII. Arribados a este punto, con respecto al daño como
presupuesto de la responsabilidad, debe partirse de la premisa
insoslayable en esta materia, que la indemnización de los perjuicios
requiere su acreditación y su determinación demanda la
comprobación judicial de tal extremo, excluyendo de las
consecuencias resarcibles a los daños meramente eventuales o
conjeturales en la medida en que la indemnización no puede
representar un enriquecimiento sin causa para quien invoca ser
damnificado (CSJN, Fallos 330:2748 y sus citas).
VII.1.i. Ello así, en lo que respecta al reclamo por el
rubro “valor vida”, la Corte Suprema ha entendido que “la supresión
de una vida, aparte del desgarramiento del mundo afectivo en que se
produce, ocasiona indudables efectos de orden patrimonial como
proyección secundaria de aquel hecho trascendental, y lo que se
mide en signos económicos no es la vida misma que ha cesado, sino
las consecuencias que sobre otros patrimonios acarrea la brusca
interrupción de una actividad creadora, productora de bienes. En ese
orden de ideas, lo que se llama elípticamente la valoración de la vida
humana no es otra cosa que la medición de la cuantía del perjuicio
que sufren aquellos que eran destinatarios de todos o parte de los
bienes económicos que el extinto producía, desde el instante en que
esta fuente de ingresos se extingue” (CSJN, Fallos 316:912; 317:1006
y 1921; 325:1277).
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Por su parte, el art. 377, CPCCN establece que cada
parte soporta la prueba de los hechos a los que atribuye la producción
del efecto jurídico que pretende. La actividad probatoria constituye,
como toda carga procesal, un imperativo del propio interés. Esa
actividad procesal es la encargada de producir el convencimiento o
certeza sobre los hechos controvertidos; de modo que la
configuración de una actitud defectuosa u omisiva a su respecto
acarrea una decisión desfavorable (CSJN, Fallos 318:2555, 321:1117;
331:881).
VII.2.i. En punto a la indemnización que se peticiona
para resarcir el daño moral, se debe tener presente que no
necesariamente debe guardar relación alguna con el daño material,
por no ser accesorio de aquel (CSJN, Fallos 316:2894; 321:1117; 325
:1156; 326:820 y 847; 330:563 y 332:2159). Asimismo, se debe
señalar que configura una prueba in re ipsa, que surge de los hechos
mismos, y consiste en el desmedro o desconsideración que la afrenta
pueda causar en la persona agraviada, o los padecimientos morales,
las inquietudes o cualquier otra molestia de entidad suficiente que
pueda ser consecuencia del hecho perjudicial, sin que ello pueda
significar que se constituya en una fuente de beneficios o
enriquecimiento injusto. Por otra parte, aunque la valoración no está
sujeta a cánones estrictos, corresponde al juez de la causa establecer
su procedencia y el quantum indemnizatorio, tomando en
consideración para ello la gravedad de la circunstancia vivida, y el
hecho generador de la responsabilidad.
VII.2.ii. En el sub lite se debe ponderar en concreto que
difícilmente pueda concebirse un hecho de mayor repercusión
espiritual para los padres que la muerte de un hijo, puesto que ello es
contrario al curso natural de la existencia humana, y a la vez, implica
la privación por siempre de las legítimas expectativas vitales y
afectivas recíprocas que se suceden en el transcurso de la relación
filial (CNCAF, Sala II, causa nro. 26574/2004 “Rodríguez, María
Irene c/ EN - M Justicia, Seguridad y DDHH - SPF s/ daños y
perjuicios” del 13-11-2014).
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Regístrese, notifíquese, devuélvase la documental
reservada y, oportunamente, archívese.
SANTIAGO R. CARRILLO
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