C Walton, Lógica Inductiva - 240507 - 100425
C Walton, Lógica Inductiva - 240507 - 100425
C Walton, Lógica Inductiva - 240507 - 100425
En este capítulo presentamos una introducción a una serie de tipos de argumentos importantes
que se usan en el derecho, con ejemplos de cada tipo. Con respecto a cada tipo de argumento
se da una definición de la forma del argumento, indicando las premisas y la conclusión. No
intentaremos evaluar ninguno de los argumentos por ahora, excepto para notar que muchos de
ellos han sido considerados tradicionalmente como falacias. Lo que se hace evidente, sin
embargo, es que estos argumentos, cuando se utilizan en el contexto legal, generalmente no
son falaces. Son argumentos rebatibles y no concluyentes, en su mayoría, y aunque pueden
ser utilizados de forma falaz, en general son argumentos razonables que tienen cierto peso al
ser utilizados como evidencia en el contexto legal. En muchos casos, no necesitan presentar
más que una pequeña cantidad de evidencia, que debe ser evaluada la luz de un cuerpo mayor
de evidencia en un caso determinado. Gran parte de la argumentación legal tiende a funcionar
como evidencia a partir de un efecto acumulativo, es decir que muchos argumentos individuales
ponen sobre la pesa pequeñas partes de evidencia que encastran con otros argumentos y, de
ese modo, llaman la atención sobre otras pequeñas partes de evidencia. Ninguna de estas
partes sería, quizás, tan fuerte por sí sola. Pero la masa completa de evidencia puede ser muy
fuerte cuando todos los argumentos combinados son tomados en conjunto.
Cada uno de estos tipos de argumento tiene una forma reconocible, y muchas de estas formas
fueron identificadas por Chaim Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca (1969). Pero estas formas
generalmente no representan tipos de argumento que sean deductivamente válidos o
inductivamente fuertes. De hecho, todos parecen caer en la tercera categoría de argumentos,
aquellos que tienen algún presunto peso o plausibilidad solamente en relación con el cuerpo de
evidencia de un caso. En lógica hay, hasta ahora, muy poco consenso sobre cómo llamar a
esta tercera categoría. Incluso hay poco acuerdo sobre si efectivamente representa una
categoría. Pero esos argumentos parecen pertenecer a un grupo, y cada vez se escribe más
sobre él en el campo de la teoría de la argumentación llamado “esquemas de argumentación”.
Muchos esquemas de argumentación distintos han sido analizados (Hastings 1962;
Kienpointner 1992; Walton 1996b). Muchos argumentos pueden ser catalogados como
“presuntos esquemas de argumentación” (1996a). Incluimos abajo aquellos que son
especialmente prominentes en el razonamiento legal.
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a la luz del caso que se está analizando actualmente, incluso si los dos casos son muy distintos
en otros aspectos. Muchas veces una característica especial o principio común a dos casos,
como la previsibilidad, puede ser vital para hacer un argumento por analogía. Por eso un
aspecto importante que dos casos tengan en común puede conducir a un argumento por
analogía a convertirse en la clave en una red de argumentos de un caso.
Los argumentos por analogía siguen esta forma general (Walton 1996b,
77):
PREMISA MAYOR:
Generalmente, el caso C1 es similar al caso C2.
PREMISA MENOR:
La proposición A es verdadera (o falsa) sobre el caso C1.
CONCLUSIÓN:
La proposición A es verdadera (o falsa) sobre el caso C2.
En esta formulación de la forma del argumento por analogía, lo importante es que el caso C1
debería ser conocido por la audiencia como para que estén fuertemente persuadidos de que A
es verdadera en ese caso. Esa es una cuestión clave en la evaluación de cualquier argumento
por analogía. La otra cuestión es cuán similares parezcan los dos casos comparados.
Caso 2.1 Como si estuviera buscando oro, un científico puede cavar con habilidad, coraje,
energía e inteligencia a un par de metros del lugar exacto —y nunca tendrá éxito.
Consecuentemente, en la investigación científica las recompensas al esfuerzo, perseverancia,
imaginación e inteligencia son altamente inciertas.
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igual en este respecto. Una científica puede trabajar duro, pero igual puede perderse una gran
descubrimiento a pesar de su esfuerzo, perseverancia, imaginación e inteligencia.
Lo que hace que este argumento por analogía sea persuasivo es la correspondencia contextual
general de la comparación entre los dos casos. Ambos casos postulan el mismo tipo de
situación. El buscador de oro trabaja, día tras día, haciendo trabajo pesado y utilizando toda la
imaginación y la inteligencia de las que es capaz. Pero trabaja y trabaja, y nunca encuentra
nada significativo. La situación de los científicos parece comparable a esa. Los imaginamos
trabajando por horas en un laboratorio, realizando un trabajo duro que requiere imaginación e
inteligencia. Es la similaridad general entre las dos situaciones la que hace que este argumento
por analogía funcione, dándole fuerza al tiempo que quien escucha el argumento transfiere lo
que sabe de una situación hacia la otra. Sí, tal como el buscador de oro persistente y trabajador
nunca encuentra oro, el científico también trabaja sin descanso y tal vez nunca encuentre nada
digno de un premio Nobel, un subsidio o todas esas cosas buenas que podrían aflorar de un
descubrimiento científico significativo. No es el hecho de que los casos compartan una cantidad
grande de características similares lo que hace persuasiva a la analogía sino el modo en que
holísticamente encajan los dos casos como para que podamos hacernos una idea muy gráfica
del primero (la búsqueda de oro) y luego transferir esa idea a la situación similar que nos
presenta el segundo caso (la investigación científica). Cuando se presenta una buena
comparación, la situación conocida presentada en un caso encaja perfectamente con la
situación menos conocida que se presenta en el otro caso. De ese modo, lo que se supone
verdadero sobre el primer caso parece bastante plausible también sobre el segundo.
Tal como dice Feteris: “Cuando un juez usa un argumento por analogía, está decidiendo que
una regla particular R que es aplicable a una situación x es también aplicable a una situación y,
porque y se parece a x en aspectos relevantes. Cuando se usa un argumento desde el
contrario, el juez está argumentando lo opuesto: está diciendo que la regla R no es aplicable a
la situación x, porque la situación x no se parece a la situación y para la que se inventó la regla
R.”
Un buen ejemplo de uso de argumento por analogía en un juicio fue presentado por Neil
MacCormick(1978, 161–63). En este caso (Steel contra Glasgow Ion y Steel Co. Ltd. 1944 S.C.
237), un tren se había descarrilado por negligencia de algunos empleados de la ferroviaria. El
guardia de otro tren murió cuando intentaba evitar el choque entre dos trenes, aunque podría
haber salvado su vida si se hubiera ocupado nada más de su propia seguridad. La viuda del
guardia demandó por daños y perjuicios sobre la base de la negligencia de los empleados. La
base de su argumentación legal era una analogía con otro caso, Haynes contra Harwood.
En el caso Haynes, una primera persona cometió un acto incorrecto que puso a una segunda
persona en peligro. Una tercera persona luego rescató a la segunda persona pero fue herida en
el proceso. El rescatador luego reclamó una reparación por sus daños a la primera persona. La
base de la comparación es que aunque el rescatador actuó libremente, y podría haberse
ahorrado el daño, la primera persona (la que actuó de manera incorrecta) podía ser sostenida
como la responsable por el daño sufrido por el rescatador. De modo similar, en el caso del tren,
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se argumentó, aunque el guardio actuó libremente, y podría haber evitado el daño, los
empleados que actuaron incorrectamente podían ser sostenidos como responsables por la
muerte del guardia. La corte decidió que en el caso del tren, como en el del rescatador, existía
un derecho a la reparación de los daños que no era negado por una decisión voluntaria de
tomar riesgos. La comparación entre salvar una vida que fue puesta en peligro por un acto
incorrecto y salvar una propiedad puesta en peligro por un acto incorrecto fue un argumento por
analogía suficientemente fuerte como para ganar el caso.
Ashley ilustra este punto usando un ejemplo (1990, 196), en el que un chico de 12 años les
argumenta a sus padres que deberían dejarlo ver The Rocky Horror Picture Show porque a su
hermana de 15 años la dejan. Los padres, en respuesta, argumentan que ella es más madura,
y que la película está aconsejada para adolescentes. Él es (casi) un adolescente, argumenta, y
los padres de su amigo Noah lo dejan ver la película, aunque Noah tiene solo 12 años. Este
argumento es un clásico ejemplo de razonamiento a partir de los casos en el que las similitudes
y diferencias entre los casos son citadas como razones para apoyar o discutir afirmaciones
entre dos partes. En este tipo de argumentos por analogía, es importante explicar por qué dos
casos son similares o diferentes en aspectos relevantes. Este tipo de razonamiento es muy
típico de la argumentación legal, además de ser muy común en la argumentación de la vida
cotidiana.
El argumento por el signo es muy común en los razonamientos médicos. Por ejemplo, si un
paciente tiene puntos rojos por todas partes, ese hallazgo podría ser tomado como un signo de
varicela. Pero el médico mirará otros síntomas también antes de hacer un diagnóstico, buscará
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contraindicaciones y tal vez haga análisis para confirmar el diagnóstico. El médico también
buscará otros signos, o hará otros análisis, para determinar de qué tipo de varicela se trata.
La forma general del argumento del signo combina dos premisas, una de las cuales, la mayor,
es una generalización. La otra, la premisa menor, cita un hallazgo o hecho particular que fue
supuestamente observado en un caso particular.
PREMISA MAYOR:
Generalmente, si este tipo de indicador se encuentra en un caso dado, eso
significa que x tipo de evento ha sucedido, o que la presencia de y propiedad
puede ser inferida.
PREMISA MENOR:
Este tipo de indicador se encuentre en este caso.
CONCLUSIÓN:
x tipo de evento ha ocurrido, o la presencia de y propiedad puede ser inferida
en este caso.
El argumento por el signo está muchas veces mediado por la opinión de un experto como base
para el argumento. Por ejemplo, una experta en huellas, o alguien que sabe mucho de huellas
de osos, está en una mejor posición para juzgar, en un caso dado, si ciertas impresiones
realmente son huellas de oso o no. Si la persona observando e interpretando las huellas es una
experta, la plausibilidad de la conclusión del argumento tiende a ser más alta.
La inferencia de las huellas de oso, como la delineamos más arriba, también podría ser
clasificada como una inferencia abductiva, porque procede de hechos observados o apariencias
a una conclusión que explica esas apariencias. La abducción se define como un tipo de
argumento “hacia atrás” que empieza de hechos observados y prueba hacia atrás las razones o
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explicaciones de esos hechos. El término “abducción” proviene del latín “ab” (desde) y “duco”
(conducir). Si tenés una base de conocimiento dado y por abducción una conclusión de esa
base, entonces por abducción podés mirar hacia atrás a esa base, y determinar las premisas de
las cuales se deriva la conclusión. Pero la abducción tiene otros usos también. Está muy
asociada al tipo de investigación asociada a la etapa del descubrimiento de la evidencia
científica. En la etapa del descubrimiento de la investigación científica, una serie dada de
hechos puede sugerir una hipótesis. La hipótesis no puede ser probada todavía, pero puede ser
una buena intuición suponerla provisoriamente, sobre la base de que es la mejor explicación
para una serie dada de hechos.
Como indica el término “hipótesis”, el argumento abductivo lleva a una conclusión por una
inferencia presunta en un diálogo. A medida que el diálogo continúa, la conclusión abductiva
puede sostenerse como compromiso, o otra evidencia puede hacer que se caiga. La inferencia
abductiva lleva la carga de aceptación de las premisas a la de la conclusión. Pero esa carga
puede desaparecer si aparecen críticas apropiadas. Las siguientes preguntas críticas son
apropiadas.
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CQ1: ¿Qué tan satisfactoria es E como explicación de F, más allá de las alternativas que
tengamos?
CQ2: ¿Qué tanto mejor es la explicación E que las otras alternativas que tenemos?
CQ3: ¿Cuánto ha progresado la investigación? ¿Qué tan concienzuda ha sido?
CQ4: ¿Sería mejor continuar el diálogo que derivar una conclusión?
Supongamos que un argumento abductivo tiene cierto peso para sostener una conclusión.
Entonces las dos partes deberían aceptar provisionalmente la conclusión, si están de acuerdo
en las premisas. Pero si la que responde pregunta alguna de estas preguntas críticas, el peso
de la aceptación de la conclusión queda en suspenso. Si la parte que propone puede contestar
adecuadamente, el peso de aceptación es restaurado.
Un tipo de argumento muy común es el que se usa en una situación en la que una de las partes
no tenía una información que ella quería o necesitaba para saber, y entonces le pregunta a la
otra parte quién cree que estaba en posición de saber sobre eso. Un ejemplo muy simple sería
el de una turista que no puede encontrar la Estación Central en su mapa, y entonces le
pregunta a un vendedor, “¿Podría decirme dónde está la Estación Central?” El vendedor apunta
y dice, “Está solo a una milla o algo así, siga por esta calle”. En este caso la turista asume que
el vendedor está familiarizado con la ciudad, y probablemente sepa dónde está la Estación
Central. También supone que el vendedor será honesto y que solo le indicará adónde ir si
realmente sabe.
PREMISA MAYOR:
La fuente a está en posición de saber sobre un cierto tema S que contiene la
proposición A.
PREMISA MENOR:
a sostiene que A es verdadera (o falsa).
CONCLUSIÓN:
A es verdadera (o falsa).
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especial llamada “testimonio”. Testimoniar es un tipo especial del acto del hable que solo puede
tener lugar cuando un testigo sostiene en un contexto determinado que determinada
proposición es verdadera. Este tipo de acto de habla pone una barrera a la posibilidad de
arrepentirse. En una corte, el testigo reconoce esto cuando toma un juramento.
El argumento desde la posición para saber puede ser cuestionado con estas preguntas.
Hay tres partes involucradas en este argumento. La que propone es que la que propone el
argumento con algún propósito, en general, para convencer a la que responde de aceptar la
conclusión. La que responde es la receptora designada, la parte de la argumentación a la que
se dirige el argumento. La tercera parte es la fuente, cuyas aserciones apoyan el argumento de
la parte que propone. El argumento por el testimonio ya ha sido clasificado como un tipo
especial de argumento desde la posición para saber (Walton 1996b, 61). Bart Verheij presentó
un ejemplo típico de uso de este tipo de inferencia en el contexto legal:
La premisa adicional que hace este argumento plausible es el supuesto de que el testigo está
en la posición para saber si realmente Peter le disparó a George o no, mientras que el resto de
nosotros (por ejemplo, los participantes en el juicio) no lo estamos.
Una cosa importante sobre la forma lógica del argumento desde la posición para saber, como
se indica en CQ2, es el supuesto de que la fuente es confiable. La fuente es vista como una
persona que puede tomar parte en diálogos y que tiene el carácter de ser honesto o confiable
como fuente de información. La evaluación de cualquier instancia de uso del argumento desde
la posición para saber depende de este supuesto. El grado de credibilidad del argumento puede
tambalearse o acrecentarse si ciertas características sobre la fuente se conocieran. Por
ejemplo, si la fuente es un experto en el campo en cuestión, su credibilidad aumenta, y así la
plausibilidad del argumento. En cambio, si la fuente ha mentido en el pasado y lo sabemos, su
credibilidad decrece, y la plausibilidad del argumento también.
El argumento del ejemplo de Peter y George podría ser desafiado o incluso abandonado como
evidencia sobre la base de la confiabilidad del testigo. Cualquier evidencia suponiendo que
estaba equivocado o mintiendo acabaría con el argumento. Esa nueva evidencia, al ampliar el
argumento, lo rebate. El nuevo argumento dice así.
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NUEVA PREMISA: El testigo es poco confiable.
El testimonio de un testigo es un tipo de acto de habla que tiene lugar en una corte. El uso del
término “testimonio” en este tipo de argumentación implica un compromiso más fuerte sobre la
verdad de lo que se dice que el que tendría un testimonio fuera de una corte. El argumento por
el testimonio de un testigo está basado en un supuesto adicional, que es que el testigo está
haciendo un esfuerzo especial por ser honesto y confiable. Cualquier evidencia en contrario lo
descalifica como testigo. O sea que, por ejemplo, si al ser cuestionada una testigo se
contradice, su contradicción tendrá que ser explicada de forma satisfactoria, o será considerada
evidencia de perjurio y la testigo será penalizada.
Otro subtipo especial de argumento desde la posición para saber es el argumento desde la
opinión de un experto, a veces llamada apelación a un experto (Walton 1997).
PREMISA MAYOR:
la fuente E es un experto en tema S que contiene la proposición A.
PREMISA MENOR:
E dice que A es verdadera (o falsa).
CONCLUSIÓN:
A es verdadera (o falsa).
La forma del argumento es falible, porque los expertos pueden equivocarse, y sucede
frecuentemente. Sin embargo, si las premisas son plausibles en un caso dado, y parecen estar
apoyadas por buena evidencia, entonces el argumento por apelación a un experto le da más
peso a la aceptabilidad de la conclusión.
Usamos la apelación a los expertos todo el tiempo, y no podríamos vivir sin ella. Pero este tipo
de argumentación debe ser tratada con cuidado, y debe ser examinada críticamente siempre
antes de aceptarla sin más. Los expertos son falibles. La apelación a los expertos también está
sujeta a preguntas críticas por la parte que responde. Estas seis están citas en Walton 1997
(223):
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experto mentiroso es tan incorrecto e inútil como el de un incompetente honesto. El argumento
desde la opinión de un experto, como el argumento desde la posición para saber en general,e
está basado en la credibilidad de la fuente y su honestidad.
El argumento a partir del compromiso se basa en una premisa que hace referencia al supuesto
compromiso de una contrincante con cierta proposición, en base a lo que ésta dijo o hizo en el
pasado, o en base a algún tipo de evidencia similar que la haya comprometido con la verdad de
la proposición. La implicación que se extrae de dicha premisa es que podemos hacer que la
contrincante respete su compromiso a esa misma proposición, cuando ésta vuelve a aparecer
subsecuentemente en el argumento, o desafiarla a que explique por qué cambió de parecer
respecto de la cuestión. Por ejemplo, supongamos que dos personas están discutiendo sobre el
aborto, y quien argumenta a favor de la libertad de elección (pro-elección) niega
consistentemente que el feto sea una persona con derechos humanos. Pero luego supongamos
que cuando surge la discusión respecto del síndrome alcohólico fetal, la misma persona afirma
que la madre está violando los derechos humanos del bebé que lleva en su vientre. El
contrincante “pro-vida” puede entonces usar un argumento a partir del compromiso para
desafiar la argumentación del defensor de la posición “pro-elección” al decir “Pensé que habías
argumentado previamente que el feto no es una persona con derechos humanos, pero ahora lo
que estás diciendo parece ir en contra de eso”. En tal caso, se genera una obligación para la
primera contrincante según la cual ésta debe clarificar su posición, o al menos hacerse cargo
de algún modo de la contradicción en cuestión.
Surgen varios problemas a la hora de evaluar casos específicos en los que un
argumento a partir del compromiso se usa como base de una inferencia realizada a partir del
registro de lo que una persona ha dicho o hecho en el pasado. En algunos casos, pueden surgir
disputas respecto de lo que hizo supuestamente la persona, o cómo debe describirse eso que
hizo. Si el compromiso se infiere a partir de algún documento que la persona escribió en el
pasado, pueden surgir controversias respecto de qué significan supuestamente las
afirmaciones específicas del documento. Las oraciones en el documento pueden ser vagas o
ambiguas, o pueden no aplicarse directamente a la nueva situación que está en discusión. Y en
otros casos, la proposición afirmada en el documento, A, puede ser clara y no ambigua, y aún
así puede haber una discusión respecto de si ésta realmente implica la proposición B que ha
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sido inferida de ella. Si A implica deductivamente a B, entonces es probable que haya poco
espacio para argumentar que hay un compromiso hacia B, dado que hubo claramente un
compromiso previo hacia A, y que no hubo retractación respecto del compromiso hacia A
durante el intervalo. Pero supongamos que la inferencia de A hacia B se estableció sobre la
base de uno de los argumentos estudiados previamente, que sólo representan una forma de
inferencia plausible que es falible. (…) Muchas disputas legales parecen ser de este tipo. La
disputa resulta ser respecto de lo que el autor del documento quiso decir, o con qué se
comprometió realmente. La evidencia puede no ser enteramente concluyente.
En algunos casos, la persona que ha llevado a cabo el acto o ha escrito el documento
en cuestión está presente en el momento y puede desafiar la inferencia que se ha establecido.
El argumento desde el compromiso invierte la carga de la prueba, o la obligación, y la pone del
lado que ha sido criticado para que clarifique sus compromisos, y los haga explícitos. Pero si la
parte que fue desafiada por este argumento se deshace adecuadamente de la carga, el
argumento puede volverse nulo o verse rebatido. Sin embargo, si la respuesta no es la
adecuada, el argumento a partir del compromiso puede convertirse en una forma poderosa de
ataque que socave la credibilidad del contrincante bajo ataque, especialmente si hay evidencia
de que sus compromisos son inconsistentes. El supuesto implícito en esto es que los
contrincantes deben ser consistentes en los compromisos que ha adquirido en el curso de una
larga secuencia argumentativa en el intercambio dialógico de un caso dado. Pero este
requerimiento no es absoluto. Puede ser perfectamente racional que un contrincante cambie su
parecer, si surge nueva información, o si a la luz de nueva evidencia que ha surgido a lo largo
del curso de una larga argumentación, éste haya cambiado su posición respecto de la cuestión.
Dicho cambio en sus compromisos puede, en algunos casos, ser un signo de crecimiento
intelectual, de una sutileza incrementada y de una comprensión más profunda de la cuestión.
Pero no debería ser permitida de un modo puramente azaroso. Podría indicar también la
presencia de un conjunto de compromisos profundamente inconsistente. Y el problema con
esto es que los compromisos inconsistentes no pueden ser todos verdaderos. Algo tiene que
ceder en algún lugar, y puede que algún tipo de retractación sea necesaria para que la
credibilidad de un contrincante y su compromiso con la verdad se mantengan.
El argumento a partir del compromiso tiene la siguiente forma general:
PREMISA MAYOR:
Si una contrincante c ha adquirido un compromiso con una proposición A, en
algún punto del diálogo, entonces puede inferirse que también está
comprometida con la proposición B, en caso de que la cuestión respecto de si B
es verdadera surja más adelante en el diálogo.
PREMISA MENOR:
La contrincante c ha adquirido un compromiso con la proposición B en algún
punto del diálogo.
CONCLUSIÓN:
En algún momento posterior en el diálogo, cuando surja la cuestión de si B es
verdadera, puede decirse que la contrincante c está comprometida con la
proposición B.
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El problema surge en un tipo de caso en el que c se ha comprometido con A, pero luego
cuestiona B, implicando que B es dudosa. O, peor aún, c podría negar B, directamente
afirmando que B es falsa. En tal caso, la otra parte puede presentar un argumento a partir del
compromiso, señalando que en la medida en que c está comprometida con A, ésta debería
aferrarse a dicho compromiso, a menos que haya cambiado de parecer. Este argumento
permite decidir qué hacer frente a él. Pero si c no ha resuelto a cuestión, el argumento a partir
del compromiso hará que su versión del caso se vea mal, restándole plausibilidad a su
argumentación. Por ejemplo, si puede mostrarse que un testigo tiene compromisos
inconsistentes a lo largo de la examinación cruzada de su testimonio, esto le resta credibilidad
como testigo.
(…)
El argumento a partir de ataque personal es un tipo de argumento muy común y algunas veces
es extremadamente poderoso, se utiliza para atacar el argumento de alguien a partir de señalar
que esa persona en sí misma es éticamente una mala persona. Este tipo de argumento se
enfoca en el carácter de la persona. Muy frecuentemente se enfoca en el carácter de veracidad
de la persona, tomando la forma “Él es un mentiroso, así que no hay que aceptar su argumento
como plausible.” Pero puede enfocarse en otras características personales además de la
veracidad. En general, puede incluir cualquier tipo de alegato a favor de que la persona atacada
es éticamente deficiente.
El tipo de argumento de ataque personal es más eficiente, y también más apropiado,
cuando el argumento ofrecido por la persona cuestionada es de un tipo tal que su aceptabilidad
depende de la credibilidad de la persona como fuente. Es por esta razón que los argumentos ad
hominem son tan comunes, y tan poderosos en muchos casos, en la argumentación legal de
los juicios. Porque dicha argumentación depende usualmente de la credibilidad de un testigo
que está presentando evidencia testimonial que es relevante para alguna cuestión en disputa.
Muchos casos legales se basan puramente en lo afirmado por testigos, porque hay poca o nula
evidencia circunstancial disponible o que sea relevante. Por ejemplo, en casos de acoso sexual,
puede no haber más testigos que el acusado y la parte demandante, de modo que es “su
palabra contra la de ella”. En dichos casos, la única evidencia relevante puede ser la
credibilidad de los protagonistas del caso. Pero en muchos casos legales en general, la
credibilidad de los testigos puede ser evidencia crucial que haga cambiar el parecer de quien
debe juzgar sobre el caso.
Aunque el tipo de argumento a partir de ataque personal o ad hominem ha sido
largamente tenido como lógicamente falaz, el estudio de la argumentación legal muestra que
dichos argumentos no son siempre falaces. En muchos casos legales, pueden ser bastante
razonables, y de hecho pueden proveer el tipo más importante de evidencia requerido para
evaluar racionalmente la argumentación utilizada en el caso.
(…)
12
Hay varios subtipos importantes de argumentos ad hominem, y la lógica informal está
actualmente en el proceso de clasificar y estudiar esos subtipos. El más importante es el tipo de
argumento ad hominem circunstancial, que toma como premisa el alegato “Vos no hacés lo que
decís.” Este tipo de argumento ad hominem siempre descansa en una premisa que alega una
contradicción. El típico caso es el de un adulto diciéndole a un niño pequeño que no debe
fumar, porque fumar es malo para la salud. El niño responde “¿Pero y vos, mamá? ¡Vos
fumás!”, implicando que el argumento de su madre es difícil de tragar, o de tomar al pie de la
letra, en virtud de lo que él mismo puede ver. Un niño puede no entender las estadísticas que
relacionan fumar con enfermedades pulmonares y cáncer de pulmón, pero está completamente
preparado para seguir el ejemplo impuesto por sus padres. Por ende, desde su punto de vista,
este tipo de argumento es muy potente.
Evaluar este caso puede ser engañoso, porque la madre puede presentar toda clase de
evidencia excelente a favor de la conclusión de que fumar es malo para la salud. Hay un peligro
de tirar por la borda esta parte buena del argumento, una vez que se hace referencia a la
contradicción en cuestión. Por el otro lado, el niño tiene un punto. Si la madre piensa que fumar
es malo, ¿por qué lo hace ella misma (si es que lo hace)? Seguramente no hacer lo que uno
dice es algún tipo de evidencia de una falta de credibilidad que parece ser relevante (desde el
punto de vista del niño). Estos argumentos son engañosos, y generalmente pueden ser vistos
desde dos lados distintos. Aún así, en ciertos casos pueden ser muy potentes (…)
[P]or lo general tienen la siguiente forma (…)
PREMISA MAYOR:
Cualquiera que afirma una proposición A, pero luego revela que no está
personalmente comprometida con A (o incluso que está comprometida con los
contrario de A), es éticamente una mala persona y no es un contrincante
creíble, y su argumento no debe juzgarse como plausible.
PREMISA MENOR:
Esta persona afirmó la proposición A, pero luego reveló no estar personalmente
comprometida con A (o estar comprometida con lo contrario de A)
CONCLUSIÓN:
Esta persona es mala éticamente y no es un contrincante creíble, y su
argumento no debe juzgarse como plausible.
13
(…)
Esta forma de argumento, como los otros, funciona a partir de la credibilidad (…) Por ejemplo,
supongamos que una testigo experta en psiquiatría está siendo interrogada en la corte, en un
caso de asesinato, y nos dice que, en su opinión, el acusado estaba en estado de insania en el
momento del supuesto crimen.
Pero supongamos que, en el contra-interrogatorio, la testigo admite que le han pagado,
como testigo experta, para testificar en éste y muchos otro casos, que el acusado estaba en
estado de insania. También admite que en dos mil casos previos ha encontrado al acusado
insano en cada caso. También admite que vive de declarar como testigo en calidad de experta
en este tipo de casos. No es sorprendente que el jurado concluya que esta testigo está
sesgada, y que su credibilidad ha disminuido severamente en relación con la que tendría si no
se sospechara la presencia de sesgo. (…)
Debemos notar que no todo ataque personal es un argumento ad hominem. Debe ser un
ataque personal utilizado para rebatir el argumento de la persona atacada. De esta forma, si
digo “Bob es un mentiroso”, no necesariamente he realizado un argumento ad hominem contra
Bob. Sólo si éste ha dado previamente un argumento, y yo utilizo el alegato personal para
atacar el argumento de Bob, dicho alegato constituirá propiamente un argumento ad hominem.
De otra forma es tan sólo un insulto personal (…).
Hay varios tipos de argumento, además de los ya vistos arriba, que son especialmente
significativos para el estudio de la argumentación legal. Algunos de estos tipos están asociados
a las falacias lógicas tradicionales, mientras que otros representan aspectos generales bien
conocidos de la argumentación en lógica, o son tipos de argumentos que es importante
conocer. Primero, es importante estar al tanto de la distinción realizada entre argumentos
deductivos e inductivos. Hay también un tercer tipo de argumento extremadamente común en la
argumentación legal, que debe ser apreciado como un tipo distinto tanto del tipo deductivo
como del inductivo. Este tercer tipo de argumento algunas veces se llama abductivo o
presuntivo. Como se indicó arriba, hay muy poco acuerdo en lógica respecto de cómo definir a
esta tercera categoría. Es un tipo de argumento que apoya una conclusión a partir de una base
tentativa, sujeta a retractación en el caso de que surja nueva evidencia relevante. A veces se
define como rebatible, en el sentido de que puede ser rebatido sobre la base de nueva
evidencia que apunte contra él. Muchos argumentos legales de los mencionados aquí caen
bajo esta categoría.
En la argumentación legal son muy comunes los argumentos causales de varios tipos.
Por ejemplo, en una demanda por negligencia, el daño realizado a una parte debe haber estado
causado por algo que la otra parte no hizo bien. Los argumentos causales de este tipo usados
en casos legales no son inductivos, sino rebatibles en su naturaleza, a pesar de que puede
haber inducción involucrada. El significado de la causalidad es materia de discusión y análisis
para los filósofos, pero no hay una teoría bien establecida sobre la causalidad sobre la cual
haya consenso. En ley, decir que un evento o acción causó otro evento generalmente significa
que el primer evento forma parte de las condiciones necesarias y en conjunto suficientes para
la ocurrencia del segundo evento. (…)
14
La falacia post hoc tiene la siguiente forma: hay una correlación positiva entre un evento
y un segundo evento, por lo tanto el primer evento ha causado al segundo. Por ejemplo,
supongamos que se descubre una correlación estadística entre la población de cigüeñas en
una cierta área, y un gran incremento de nacimientos humanos en esa área. Uno podría
concluir que las cigüeñas están causando esa explosión demográfica, pero por supuesto eso
sería un argumento post hoc. La conexión aparente podría ser meramente una coincidencia.
Por otro lado, a veces dicha correlación es buena evidencia (aunque rebatible) de una conexión
causal entre dos eventos. De esta forma, los argumentos post hoc no son siempre falaces. Los
casos más famosos en los que la argumentación post hoc es central son aquellos donde el
fabricante de una droga o producto comercial ha sido tenido como responsable de causar daño
a las personas que compraron y usaron el producto y luego de hacerlo les sucedió algo malo.
En tales casos, se argumenta que el producto fue la causa del daño.
Otra falacia tradicional importante en este contexto es el argumento ad baculum, o
apelación al miedo o a amenazas para intentar obtener la aceptación de una afirmación. El uso
de amenazas es normal, y puede ser razonable en el marco de las negociaciones. Pero en
otros tipos de contextos, el intento de usar una amenaza es falaz. Por ejemplo, sería
sumamente inapropiado que el acusado de un juicio penal amenazara a los testigos para que
no testifiquen en contra de él. Por otro lado, ciertos tipos de amenazas son válidos en la corte.
Es muy común, por ejemplo, que los jueces amenacen a los participantes con penalidades si
persisten en violar las reglas de la corte.
(…)
En lógica, un argumento que contiene una premisa no explicitada se llama entimema. (…) Un
entimema, según este uso, es un argumento en el que debemos dar por sentada una premisa
que no está formulada. El ejemplo clásico es el argumento “Todos los hombres son mortales,
por lo tanto Sócrates es mortal.” Este argumento sería deductivamente válido si la premisa no
formulada “Sócrates es un hombre” fuese incorporada. Como esta premisa es parte del
conocimiento común, y dado que no es una cuestión que está en disputa, puede asumirse que
es una de las premisas sobre la que descansa la conclusión del argumento. Quizás sea mejor
no complicar las cosas mucho más, pero debemos notar que en algunos casos, la conclusión
podría ser la parte no explícita que hace al argumento un entimema.
(…)
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