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Libro Medias Dulces

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Está en la página 1de 18

Ivar da Coll – Medias

Dulces.

Alisson Mendoza Hernández

MEDIAS DULCES

Hubo una vez una abuela que tenía una nieta brincona,
come galletas y juguetona llamada Julia.
Julia quería mucho a su abuela canosa, desdentada y
gran narradora de cuentos.
Una tarde, Julia brincaba y la abuela la regañaba.
Julia corría y
Ivar da Coll – Medias
Dulces.

la abuela la regañaba
nuevamente, hasta que,
cansada de regañarla
tanto, le propuso:

- Ven, siéntate a mi
lado, que quiero
contarte un cuento.

Julia dejó de brincar, de correr, de comer galletas, de jalarle


la cola al gato y se sentó encima de la falda de la abuela
callada, calladita para
escuchar la historia que le
quería contar:
- Hace mucho, mucho
tiempo, tanto que sólo una
vieja como yo puede
Ivar da Coll – Medias
Dulces.

recordarlo… bueno, hace mucho - ¿Cómo tú? - preguntó Julia.


tiempo existió una bruja llamada Befana. - Sí, como yo. También había una niña pequeña, pecosa
La Befana era canosa, desdentada, un poco y muy bonita.
gorda y jorobada. - ¿Cómo yo? –preguntó nuevamente Julia.
Ivar da Coll – Medias
– Bueno… -respondió la abuela-. Ana, que así se Dulces.

llamaba la niñita de esta historia, no era tan brincona,


come galletas y juguetona como tú. Ana era muy
juiciosa. Mucho, mucho, digamos… que era demasiado
juiciosa.
Ivar da Coll – Medias
Dulces.

–Pues un día – continuó


contando la abuela–, a la
–¡Huyy, Befana le llegó una carta. Era
qué aburrida una invitación distinta a las
la pobre Ana! demás invitaciones que hasta
–comentó ahora había recibido:
Julia.
Querida Befana:
Tus compañeras y amigas brujas
hemos organizado una fiesta de medias.
Las medias más lindas serán premiadas.
Contamos con tu asistencia.
Con un hechizado saludo,
tus amigas brujas.
Ivar da Coll – Medias
Dulces.

- ¿Medias? -pensó la
Befana–Yo no uso medias. En
la vida me he puesto unas, y eso
no es lo peor… no tengo ni un
par.
Pero si una bruja puede volar Hizo un intento y no resultó,
en escoba y hizo otro y tampoco.
convertir a un Intentó por
príncipe tercera vez,
en sapo, pero como las
¿por qué no dos primeras
va a poder veces, falló.
con
hechizos
conseguir unas medias?

La Befana fue a
su caldero buscó en
su libro de
fórmulas y comenzó
a trabajar.
Ivar da Coll – Medias
Dulces.

– Definitivamente –dijo preocupada Befana–, seré capaz


de volar en escoba y de convertir a la gente en sapo,
pero no de hacer un par de medias.

Entonces hizo lo que cualquiera haría si necesitara


resolver un problema. Buscó a su mamá.
–¿Medias? – le preguntó extrañada su mamá-. No, no –¿qué haremos? –dijo preocupada la Befana mientras
tengo. se rascaba la cabeza.
Entonces la madre tomó la mano de la
hija e hizo lo que cualquiera haría si
tuviera semejante problema. Buscó
a su mamá, o sea a la abuelita
de la Befana.
–No,
no y no
–dijo la
abuelita
Ivar da Coll – Medias
Dulces.

– No tengo medias, nunca aprendí a tejerlas, me parecía muy


aburrido.

Y como tres brujas pueden más que una, reunidas fueron al


caldero a hacer conjuros, intentando conseguir unas
medias. Brincaban alrededor de las llamas y cantaban:

Entrégamelas, caldero,
y voy contando hasta tres,
un par de medias yo quiero
que calcen mis fríos pies.

Al parecer, tres brujas eran capaces de hacer muchos hechizos,


pero, definitivamente, de conseguir un par de medias, no.
La Befana estaba muy triste. No iba poder asistir
a su fiesta.
Ivar da Coll – Medias
–¿Y Ana, Ya verás. El día en que la Dulces.
Befana trataba de conseguir
sus medias, ese día, llovió con tanta intensidad que las
calles parecían ríos, mejor aún, mares. Había charcos por
todas partes.
Las clases terminaron y todos los alumnos se fueron a
sus casas. Todos menos Ana. Ella era muy estudiosa,
digamos que

abuela? ¿Qué
pasó con esa niñita
tan aburrida?

–Preguntó Julia con


curiosidad.

–Ya verás – dijo la abuela–,


Ivar da Coll – Medias
Dulces.

corriendo a la calle.
para su edad era demasiado estudiosa. Realmente no corría,
Sentada, escribía en sus cuadernos sumas y brincaba por entre los
restas de matemáticas, frases muy bonitas, y todo lo charcos. Su falda, sus
iba adornando con dibujos multicolores. De pronto zapatos y sus crespos
sintió algo más feo que tener una piedra en el se hacían más
zapato o que aguantar las ganas de ir al baño; sintió pesados por el barro
aburrimiento. Sí, Ana estaba aburrida. que poco a poco los iba
salpicando.
–Todo lo hago bien; siempre soy juiciosa y soy
la primera de la clase –pensó-. Sí, tanto juicio me Los cuadernos de matemáticas
tiene harta. y lenguaje se convirtieron en
barquitos y aviones de papel
que recorrieron los mares hechos
por la lluvia sobre las calles.
Entonces repentinamente,
metió sus cuadernos entre la
maleta y salió
Ivar da Coll – Medias
para completar terminaríaDulces.
diciendo:

–¿Una niña tan juiciosa como


tú haciendo esas tonterías? –Era
horrible, pensarlo era horrible. Ana
no quería regresar.

–Abuela, Ana ya no me parece tan… bueno, tan tonta. –


Pero, ¿quién la va ayudar?
–¿Quién piensas que podría ayudarla? –le preguntó la
abuela.

Cuando Ana se aproximó –Pues, pues…


a su casa se acordó de que –Sí, señora, la Befana. Porque ese día de lluvia, charcos y
tenía mamá, y de que, desorden de Ana, ese día Befana, para olvidar la pena que
como todas las mamás le producía saber que no iría a su fiesta de medias, salió a
del mundo, se iba a dar un paseo en escoba.
disgustar de ver a su hija
ensopada en barro, y Volando de nube en nube, desde lo alto,
además, la regañaría, y alcanzó a ver a una niñita que
Ivar da Coll – Medias
brincaba feliz entre “Pero, ¡qué medias más Dulces.tiene esta niña!”
preciosas
los charcos. pensó la Befana.

Y antes de que Ana pudiera terminar tranquilamente


de contar su historia, dio un grito de felicidad:

–¡Por los mil calderos! Ya tengo la solución.


Era Ana. La Befana la siguió, porque le causó Ana miró extrañadísima a esa viejecita
curiosidad ver cómo de un momento a otro esa niñita se desdentada, un poco gorda y jorobada, que saltaba
detenía al pie de un árbol a llorar desconsoladamente. dando gritos.
–¿La solución de qué? –le preguntó.
–No sé qué hacer, no sé qué hacer –gemía Ana. –Es muy sencillo. Si tú, esta noche, antes de ir a dormir,
La Befana se le acercó y le preguntó: dejas tus medias colgadas de la ventana de tu habitación,
–¿Qué te pasa?

Ana le contó lo sucedido y la Befana la observaba


mientras escuchaba atentamente el relato.
Ivar da Coll – Medias
yo soy capaz de hacer que tu mamá no Dulces.

Cuando regresó a su casa, su mamá le besó crespos


llenos de barro y no se extrañó de ver a su hija hecha
una sopa; es más, no se dio cuenta de nada.

Esa noche, antes de acostarse, Ana colgó de la


ventana sus medias. La Befana podría ir a su fiesta. –Y…
¿sí fue a la fiesta, abuela? –preguntó como siempre
Julia.
–¡Claro! Había tantos pares de
medias como brujas asistieron:

se dé cuenta de lo ensopada que estás, y sobre todo,


de lo mal que te has portado.

–¿De veras? –Ana confiaba en la viejecita, y total,


¿qué podía perder? Uno de tantos pares de medias que
su mamá le había tejido. Nada más.
–¡Está bien! –dijo Ana a la Befana-. ¡Trato hecho!
Ivar da Coll – Medias
Dulces.

–Bueno… me parece haberlas visto en otra parte.


Otras aún más perversas comentaban:

–Estoy segura de que a la primera lavada no le


quedarán buenas ni a un gato.
–Eso, si las lava –respondía su compañera.
–Porque ésa, ésa es bien descuidada.

La Befana no dio importancia a los tontos


comentarios. Esa noche se sentía feliz. Bailó
una y otra vez sin cansarse. Hizo lo mejores
conjuros y se ganó el primer premio en la
competencia de hechizos.

medias de puntos, medias de rayas, de flores, de Estaba tan feliz que, a pesar de haber obtenido el
gatos, brillantes, con corazones… en fin, medias, tercer puesto en el concurso de medias, se sentía muy
medias y más medias, pero ningunas fueron tan agradecida con Ana.
elogiadas como las de Befana.
Una vez asomó el sol y se hubo terminado la
–¡Por todos los sapos! ¡Qué medias, chica! fiesta, las brujas montaron en sus escobas camino a
Algunas sentían envidia y no podían ocultarla: sus casas.
Ivar da Coll – Medias
Me hiciste muy Dulces.
feliz.
La Befana debía devolver las medias y así lo hizo,
pero en agradecimiento las llenó de pastillas y así lo
hizo, pero en agradecimiento las llenó de pastillas de
chocolate con nueces, caramelos de mente y leche,
lápices de colores, cuadernos de dibujo, pinceles y
muñecos de madera.

Cuando Ana despertó se maravilló de sus medias


repletas de cosas tan ricas y, en el fondo, cerca al talón
de una de ellas, encontró la siguiente nota:

Querida niña:
Espero que las cosas
con tu mamá hayan
salido bien. Te
devuelvo tus medias.
Ivar da Coll – Medias
Por último, quisiera comenzó a colgar medias en Dulces.
su ventana antes de ir a
pedirte un favor: dormir. La Befana usó un par de ésas.
¿podrías prestarme La amiga de Ana contó a un amigo, y éste a su
otro par esta noche? vez a otro, y a otro y a otro, y así hasta que cada vez
Gracias. que Befana tenía infinidad de pares de medias para
Befana escoger, pero como no alcanzaba a dejarles a todos
un regala cada noche, decidió escribir una carta con la
siguiente propuesta:

Niños:
–¡Claro que se las prestaré! –gritó Ana. Quiero agradecerles que piensen
A la Befana le había encantado usar las en mí y deseen prestarme sus
medias, se sentía más inspirada para realizar sus medias. Para recompensarlos
pócimas y conjuros nocturnos. por el favor que han hecho,
Llegada la madrugada, montaba en su escoba todos los días seis de enero
e iba a devolverlas. llenaré con dulces y regalos
Ana le contó lo sucedido a una amiga que un par de medias que cuelguen
Ivar da Coll – Medias
en la ventana de sus habitaciones. Dulces.

Los quiere,
Befana.

–De este modo –continuó


diciendo la abuela-, termina la
historia de Befana.
Por eso cada seis de enero ella sale en su escoba
cargando a sus espaldas un saco enorme repleto de
duces y sorpresas que va depositando entre las medias
que los niños han colgado en la ventana de sus
habitaciones.
Ivar da Coll – Medias
Dulces.

–¡Huyyy, abuela! ¡Qué cuento tan divertido! Sólo La abuela cerró la puerta y Julia se levantó
que quisiera saber: ¿la Befana siempre devuelve las sin hacer mucho ruido.
medias que le han prestado? Buscó en el armario el cajón de las medias y
–Pues… ¿te has dado cuenta de que a veces, escogió el par más bonito, las colgó de la ventana
en nuestras casas, buscamos desesperadamente un y volvió a meterse entre las cobijas.
par de medias que finalmente nunca aparece?
“Espero que el seis de enero llegue muy
–Sí –dice Julia. pronto”, pensó. Luego cerró los ojos y se fue
–Bueno, cuando eso suceda ya sabes quién las durmiendo poquito a poco.
tiene. Posiblemente se lo contarás a tu mamá y ella no
te creerá, pero ten la seguridad de que están calzando
los pies de la Befana, y que si no las devolvió fue porque
se quedó dormida y se le olvidó entregarlos, o bien
porque le gustaron tanto, tanto, que no quería
quitárselas.
Julia bostezó. Tenía hambre. Comió con la abuela y
cuando terminó volvió a bostezar… tenía sueño. La
abuela la llevó a su cuarto, le puso el pijama y la arropó
entre las cobijas de su cama.

–Hasta mañana, Julia.


–Hasta mañana, abuela.

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