50 Estados - Zaidenwerg
50 Estados - Zaidenwerg
50 Estados - Zaidenwerg
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50 ESTADOS
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50 ESTADOS
13 poetas contemporáneos de Estados Unidos
BAJOLALUNA
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Zaidenwerg, Ezequiel
50 estados – 1a ed. –Buenos Aires: Bajo La Luna, 2018.
336 p. ; 20 x 13 cm.
ISBN 978-987-4422-08-8
© BAJOLALUNA, 2018
BAJOLALUNA
Av. Corrientes 4709, 7mo. 72
1414 Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
República Argentina
www.bajolaluna.com
ISBN 978-987-4422-08-8
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a Robin Myers
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NOSOTROS LOS AJENOS
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Mississippi con el esclavo fugitivo Jim, Huck se detiene
en un pueblo vecino y compra una lista larguísima de
cosas –un cuchillo, tabaco, whisky, tocino y provisiones
varias– por un dólar. Yo ya tenía alguna idea del valor
del dinero, y al parecer también estaba al tanto de la in-
flación, tan acuciante entonces como ahora, porque no
me asombró que a un chico como yo le dejaran comprar
esas sustancias y estuviera dispuesto a consumirlas igual
que los adultos, sino el inquebrantable poder adquisi-
tivo de una suma tan módica. Mi primera noción de
la literatura fue esa moneda única, ese dólar platónico,
ajeno a los vaivenes de la tasa de cambio, que podía tro-
carse por una larga serie de pequeños tesoros singulares.
Años después, volví a leer el libro en su lengua original,
para encontrar de nuevo ese pasaje y recrear aquella sen-
sación. Como era de esperarse, nunca pude encontrarlo.
Pero, en retrospectiva, me quedó la intuición de que tal
vez traducir sea una forma de mostrar lo que siempre
estuvo ahí a pesar de jamás haber estado.
Tenía en esa época una idea tan imprecisa como
persistente, que mantuve los años que viví en Buenos
Aires, de cierta entonación, cierto pulso común a la poe-
sía estadounidense: una preocupación fundamental por
lo concreto y la materialidad de la existencia, usualmen-
te expresada en poemas narrativos; el gusto por lo co-
loquial y despojado en detrimento del adorno retórico;
la marcada tendencia a recortar trozos de realidad en
representación de un orden general o trascendente. Por
supuesto, esa idea resultó totalmente equivocada, como
pude notar al mudarme a Nueva York en 2012: era
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mucho más fuerte la vertiente experimentalista que en-
tendía el poema como un dispositivo o artefacto que el
duro realismo que había imaginado; estos últimos años,
sin embargo, pareciera advertirse un tímido regreso de
la lírica y las poéticas del yo.
Empecé a traducir estos poemas hace casi una déca-
da, mientras aún vivía en Argentina, sin pensar en reu-
nirlos en un libro. A medida que fueron acumulándose,
se me impuso la idea de recopilarlos. La primera versión
que proyecté era más reducida y no tenía entrevistas. Ya
en Estados Unidos, cuando fui conociendo a algunos de
los poetas, en persona o por mail, y tuve la ocasión de
conversar con ellos, se me ocurrió que el libro, además
de una muestra de poemas, podía ser un ensayo colecti-
vo acerca de las múltiples maneras de la poesía estadou-
nidense contemporánea; y, en cierta forma, una novela
tenue. Los años dedicados a este oficio me convencieron
de que eso que llamamos poesía es una interminable
creación conjunta, un mosaico de poemas más que una
galería de poetas.
Como muestra, este libro quiere ser menos repre-
sentativo que variado. Es un mapa de estados de con-
ciencia y de ánimo antes que un panorama de tenden-
cias y grupos. Si bien se pueden ver líneas comunes
entre algunos poetas aquí seleccionados, el conjunto es
un arco de poéticas y voces muy diversas: el rugoso rea-
lismo semita de Joe Urbach; la apuesta por la imagen de
Chris Talbott; la lírica epigramática de Sarah Diano; el
pop paladar negro de Frank Shaughnessy; la devoción
histriónica de Caitlin Makhlouf; el neoconfesionalismo
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de Amy Benoit; los poemas narrativos de inspiración
panteísta de Adam Wolniewicz; la fusión de lisergia con
relatos de aventuras de LeRoy S. Davis; los extraños pai-
sajes y fábulas de 8A, heredero chicano de John Ash-
bery; las letras de canciones sin canción de Jillian Kwon;
los collages y poemas encontrados de Michael Hoffner;
el formalismo queer de Ariella Jenkins; y “Declaración
de Independencia”, el oscuro y precoz poema largo de
Taylor Moore sobre la masculinidad en los Estados Uni-
dos, de Thomas Jefferson a Donald Trump.
Es sabido que toda selección proyecta, en negativo,
la imagen de su antólogo. En ésta, en que invertí casi
diez años, ya no sé si la mía es una sombra que apenas
se insinúa o lo contrario: un dibujo por puntos. De lo
que estoy seguro es que en estos poemas se dejan ver mis
propias experiencias de la década en que me hice adulto
–muertes, separaciones, la política; pasiones duraderas
o fugaces–, descompuestas como a través de un prisma.
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JOE URBACH
(Bensonhurst, Brooklyn, NY, 1976)
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My Father Admits Defeat
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Mi padre acepta su derrota
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Fast Forward
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Avance rápido
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Keynes
to my grandfather Donald
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Keynes
a mi abuelo Donald
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Sponges
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Esponjas
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¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
Mirá, ahora que lo pienso, es gracioso, pero básica-
mente la que me hizo empezar fue mi maestra de inglés
de sexto grado. Era mi primer grado de la escuela me-
dia; me crié en Brooklyn, en Bensonhurst. Nunca me
había interesado la poesía, ni tampoco era muy lector,
era un alumno promedio, bueno pero no excelente;
era lo suficientemente nerd como para sentirme raro
en la escuela pero no tanto como para, qué sé yo, que
me hicieran la vida imposible por eso. Era un alum-
no promedio en matemática, no me destacaba en el
fútbol ni tampoco por ser especialmente bueno con
mi hermanita, etc. Pero en sexto grado tuve una maes-
tra, la Sra. Hurley, que insistía en hacernos leer poesía
en voz alta, en clase, para que no hubiera escapatoria.
Nos hacía leer poetas que ahora no me interesan en lo
más mínimo, como Edgar Allan Poe, ¿viste?, poetas de
iniciación. Pero tenía una capacidad para guiarnos en
la lectura en voz alta –nos hacía turnarnos y leer una
estrofa o incluso un verso cada uno y hacía que toda el
aula participara–, una elegancia para permitirnos bo-
ludear y exagerar, básicamente, para portarnos como
chicos de doce años, pero al mismo tiempo, para lograr
que nos calláramos y prestásemos atención cuando ha-
bía algo hermoso o importante que entender.
Me acuerdo de que, cuando leímos “El cuervo” y
“Annabel Lee” de Poe –poemas que, como dije, ahora
me aburren–, me cautivó la repetición. Sentí ese entu-
siasmo privado que te da un poema cuando se empieza
a construir y ves para dónde va. Me sorprendía muchísi-
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mo que eso me estuviera gustando, anticipar el siguiente
“¡Nunca más!” y luego decirlo en voz alta, a veces con un
susurro y otras veces con fuerza, poder participar de la
acción dramática a medida que se desarrollaba. Es raro,
porque leer y escribir y la poesía en particular pueden
ser actividades intensamente solitarias, y yo he sido un
poeta intensamente solitario; o, más bien, debería decir
expoeta. Pero lo que sí me acuerdo es que mi primera
experiencia importante con la poesía fue una experien-
cia colectiva, poder formar parte de algo que uno pudie-
ra compartir y divertirse a la vez.
Dicho esto, no es que automáticamente me haya
puesto a leer poesía porque me había enganchado veinte
minutos con “El cuervo”. Leer poesía, de verdad, fue
algo que me pasó después. Pero en cierto sentido, tam-
bién tuvo que ver con la Sra. Huxley. Al final de sexto
grado, para nuestra sorpresa, uno por uno a cada pibito
del grado nos regaló un libro, y creo que a mí me tocó la
Antología de poesía estadounidense contemporánea de [la
editorial] Faber [and Faber]. Me quedé anonadado. En
años siguientes, lo habré hojeado un par de veces, pero
en términos generales me intimidaba. Pero en algún
momento de la secundaria lo volví a agarrar, y la verdad
que no me acuerdo de qué fue lo que me enganchó, pero
me enganchó. Y a partir de ese momento, quise leerlo
todo.
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¿Entonces estás escribiendo otra vez? ¿Qué has estado leyendo
últimamente? ¿Qué pensás de la poesía estadounidense
actual?
Volví a escribir, parece. A mi ritmo glacial de siempre.
En el mejor de los casos… después de Common Life,
dejé de escribir poesía por completo. Todavía no entien-
do bien por qué. No es que me hubiera quedado sin
nada que decir, simplemente se cortó. Yo corté. Traté
de escribir una novela, fijate qué increíble... mala idea,
siempre. Y hace poco volví a sentir el impulso, el im-
pulso del poema. “Esponjas” es del nuevo… iba a decir
“del nuevo libro” pero no puedo pensar en términos de
libros. No entiendo a la gente que empieza a escribir
poemas con la certeza absoluta de que eso va a conver-
tirse en algo más o menos integrado. Pero sí, eso es parte
del mismo impulso nuevo de escritura.
¿Qué estoy leyendo...? Estoy tratando de leer más
poesía traducida. Soy un yanqui bruto que no sabe
idiomas, ¿viste?, y sé que hay mucha gente que no lee
traducciones si no sabe el idioma original, etc., pero
aún así, me provocan mucho esas escrituras que surgen
de otros idiomas. Y me gusta recibir literatura tradu-
cida, me gusta la extraña confianza que uno tiene que
depositar no sólo en el autor sino también en el tra-
ductor… como lector, es una relación de la que no
podés ser plenamente consciente, tenés que aceptarla y
nada más. Y aceptar que es una relación. Estoy leyendo
a Milosz. Y a a Cesare Pavese, el poeta italiano. Por
dios, ése sí que sabía qué hacer con la vida cotidiana,
con todo lo que en ella hay de banal y de digno de
alabanza.
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¿Y cómo era la otra….? Ah, qué pienso de la poesía
estadounidense actual. [Suspiros]. No soy el más idóneo
para hacerle esa pregunta, por muchas razones. Creo que
es demasiado académica, al punto de la represión…. No
la poesía en sí, ni el lenguaje exactamente, sino la idea
de que los poetas tienen que asociarse a la academia para
sobrevivir y para que los tomen en serio, que es más o
menos lo mismo. Me preocupa y me irrita la industria
de las maestrías de escritura creativa.No es que los talle-
res no valgan la pena; no, el problema es la industria, el
aparato. Que se ve reflejado, me parece, en una enorme,
enorme producción de, ¿viste?, poesía industrial, indus-
trializada. ¡Y a expensas de estos programas! Por Dios,
debería callarme la boca. A ver, lo que pienso es más o
menos esto: que es bueno que los estudiantes universita-
rios tengan acceso a la escritura creativa como concepto
y como práctica, y es bueno que la poesía estadouniden-
se no esté tan ferozmente centralizada en una universi-
dad o en una institución o en una ciudad como pasa en
otros lugares. Pero también creo que se transformó en
un mercado tan insostenible y diluido como cualquier
otro, y la jerarquía literaria tiende a recompensar a aque-
llas personas que hacen sin chistar todo lo que se espera
de ellos.
Uh, parezco un pelotudo resentido, ¿no? Voy a
tratar de terminar con algo más positivo. Y además es
cierto, lo pienso de verdad: hay un montón de poetas
talentosísimos en todo el espectro de la poesía estadou-
nidense, que están definiendo ese espectro, y eso no es
poca cosa. De repente me descubro leyendo a Mark
Strand o a Louise Glück o a Marilyn Hacker o, ¿a quién
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más?, a Jack Gilbert antes de que se muriera, a Robert
Creeley también, y pienso, guau, mirá a estos tipos. Tal
vez sea un viejo amargado: los cuarenta te autorizan a
ser un amargado respetable, ¿no?, pero es un privilegio
leerlos, hagan lo que hagan. De verdad que sí.
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CHRIS TALBOTT
(Philadelphia, 1978)
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The Lefties
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Los zurdos
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The Boy in Love with His Friend
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El chico enamorado de su amiga
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The Only Child
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cómo se abren sus músculos & crece
la flor de su estatura – cómo, mientras
se va cubriendo de deseo ajeno,
lo quema como un rayo silencioso
el suyo propio – en la universidad,
lo veo con la mano levantada
hacer una pregunta inconveniente–
lo miro convertirse, en poco tiempo,
en un novio serial, en el marido
más probable– lo encuentro con los ojos
abiertos, en la noche conyugal,
mirando las esquirlas de la luz
que pasan a través de la persiana
entrecerrada & flotan por el techo;
lo veo suspendido por el aire
en su asiento asignado, sin poder
dormir, con el estómago revuelto
por su futura decisión, & un vaso
de plástico en la mano – lo descubro
solo otra vez, perdido entre la música,
con los dientes cubiertos de cemento,
intentando aprender cómo se vive
de un fogonazo cegador a otro–
observo cómo flota entre lo frágil,
de espaldas, mansamente– lo contemplo
recluïdo en sí mismo, encaramado
al borde de su propia juventud.
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The Blessed
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Los bienaventurados
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¿Cómo descubriste la poesía?
Es una buena pregunta. Ya que hablás de descubrimien-
to, diría que más bien me convirtieron. Antes de entrar
a la facultad, vivía en un mundo sin poesía, como el
Brasil pre-colonial, o este país, o cualquier otro sin cris-
tianismo. Por supuesto, esos países tenían su poesía y sus
tradiciones, pero yo no. Vos me entendés lo que te digo.
De hecho, me interesaban más el básquet y el porro y las
chicas de lo que me interesaba lo artístico, una palabra
que hasta el día de hoy me revuelve el estómago. No me
interesaba.
Cuando entré a la facultad, quería estudiar japonés
y cultura e historia orientales, y tenía la vida bastante
bien planeada. Me imaginaba muchas mujeres orienta-
les y muchísima plata. El primer contratiempo de ese
plan fue que reprobé el ensayo de ingreso que determi-
na en qué materias pueden anotarse los alumnos. Por
boludo, en mi caso tuve que inscribirme en un curso de
escritura. Una de las tareas que nos dieron en ese curso
fue escribir un poema. Saqué un par de antologías de
la biblioteca, y me dediqué un par de horas a hojearlas.
Acto seguido, escribí un poema.
Todavía lo tengo, y la verdad que no es tan malo.
Bah, la verdad, es una cagada, pero no es tan malo.
De todas maneras, el profesor se volvió loco. Creo que
era gay y que estaba caliente conmigo, pero creo que
además le gustaba de verdad. Tal vez se sorprendió
de que un pibe deportista que parecía enojado con el
mundo diera muestras de sensibilidad más allá de las
obviedades esperables. Los profesores viven para eso.
Estaba entusiasmado, y su entusiasmo a la vez me con-
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fundía y me contagiaba. Quería contentarlo. Así que
seguí escribiendo poemas. Era mi instinto atlético que
me hacía querer contentar al entrenador. Así que seguí
escribiendo estos poemas bienintencionados, con in-
fluencias de los clásicos de todo el mundo –una especie
de world music en verso–, que trataban de recrear lo
que había hecho en ese primer poema. Y cada vez me
salían más chotos. Pero cuanto más pedorros me sa-
lían, más escribía. Así que en vez de estudiar japonés y
estudios orientales, y de recibirme luego de economista
o de administrador de empresas, terminé estudiando
a Milton, a Coleridge y a Bly. Ya te dije que era un
boludo.
En algún momento, después de la facultad, dejé
de escribir poesía. Volvía a leer los poemas que había
escrito y me daban ganas de vomitar. No tenían nin-
gún sentido para mí. No eran una expresión de mi vida,
sino del deseo de contentar a otros. Para esa época, ya
había tenido un par de lesiones bastante graves que me
cerraban la posibilidad de un futuro en la NBA (ja ja),
se me habían muerto algunos amigos y varios familiares
cercanos, y todo me empezó a chupar un huevo. Pasa-
ron unos años, y un día de repente me puse a escribir un
poema que, según me parecía, podía ser un poema escri-
to en una servilleta de un bar de Brooklyn. Supongo que
podría decirse que ése fue el momento en que descubrí
la poesía. Mi papá, que es maestro, una vez me dijo que
no creía en los descubrimientos sino en los redescubri-
mientos, y me parece que tiene razón, porque desde ese
día no paré de escribir, salvo para mirar partidos de bás-
quet, coger, comer y escabiar. Ahora me parece que todo
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es parte de lo mismo, la poesía y la vida. Capaz porque
no duermo nunca.
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SARAH DIANO
(Chardon, Ohio, 1979)
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love
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amor
íbamos en tu auto
de noche por la ruta
que iluminaba apenas
la aparición errática
de unos postes de luz
vos manejabas
atravesar la noche
en el auto de otro
sin otra compañía
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a dream
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un sueño
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marriage
we will value
the rings we give
each other not
by the substance
of the alloy
the proof of a pact
or of an alliance
that warns us that all
is no longer possible
but by the void
in the center
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matrimonio
ya no tendremos más
el agotarse
en el cuerpo del otro
ni los días
que en un instante
eterno se prolongan
el tiempo desde ahora
será un túnel
por donde sólo
quedará avanzar
aunque apenas veamos
los obstáculos
y el cuerpo
una parcela cultivada
donde comer
cuando tengamos hambre
estos anillos
que nos damos
valen no
por lo material
de la aleación
testimonio de un pacto
o de una alianza
que advierte
que ya no todo
es posible
sino por el vacío
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that reminds us
of the lack
we used to have
and that keeps us
from trying to fill it
one with the other
one for the other
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que en el centro
nos recuerda la falta
que teníamos
y nos previene
de intentar llenarla
el uno al otro
el uno con el otro
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epigram
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epigrama
71
epigram
72
epigrama
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¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
Me acuerdo que en la secundaria leímos un montón de
poesía de los románticos ingleses para la clase de litera-
tura. Yo la sentía tremendamente distante de mi propia
visión y experiencia del mundo, como si la hubiera es-
crito gente con vidas radicalmente muy diferentes de la
mía. Creo que me costaba un montón conectar, a causa
de esa distancia, así que por mucho tiempo leer poesía
era para mí un ejercicio académico, algo que no era ne-
cesario hacer después de la escuela. En mi último año,
me lesioné corriendo en el equipo de atletismo, y tuve
que quedarme en cama alrededor de una semana. Me
costó mucho, estaba acostumbrada a estar activa. Mi
profesora de literatura me mandó una tarjeta deseán-
dome una pronta recuperación, en la que incluyó un
poema que había recortado de una reseña. “Grammar”,
de Tony Hoagland. Me acuerdo que lo leí y pensé: “Ah,
esto sí lo entiendo”. Tenía elementos que podía reco-
nocer de otros poemas que había leído –imágenes que
captaban las sensaciones de esa escena, como “perfume
de alegría fermentándose”–, pero también describía algo
que yo sentía que había experimentado: el momento en
que ves a una de tus amigas hacerse mujer, entrar en el
mundo de los adultos, y asistir a ese momento con una
mezcla de celos y absoluto entusiasmo, sabiendo que a
vos te vas a llegar también. Después de eso, empecé a
buscar con bastante voracidad otros poemas con los que
pudiera conectarme de la misma manera. Empecé a en-
tender esos poemas que hablaban del amor y de enamo-
rarse, de crecer; y entendí que la poesía podía usar un
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lenguaje y unas imágenes con los que yo me sentía más
cómoda, o tal vez que era más capaz de internalizar: un
lenguaje que atrapara a los lectores y los involucrara en
esos momentos en vez de crear una distancia.
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¿Cómo llegaste a publicar? ¿Tenés algún vínculo con el
mundo institucional de la poesía?
Bueno, definitivamente no tenía ninguna conexión cuan-
do empecé.... Me causa gracia la pregunta. Siempre me
da mucha curiosidad saber cómo los poetas que admiro
empezaron a publicar, pero no diría que mi propia histo-
ria es particularmente excepcional o interesante. Estaba
en Ohio State, estudiando economía pero en realidad me
interesaba mucho más mi minor en italiano. En mi tercer
año, se me acercó una chica, Emily, compañera de la clase
de gramática avanzada, para pedirme ayuda para mandar
uno de sus poemas a la revista literaria del departamento
de inglés. Nos hicimos bastante amigas –todavía estamos
en contacto– y las dos mandamos poemas que fueron
publicados ese año. Creo que la revista se llamaba The
Journal. Me acuerdo que pensé: “¡Qué fácil!”. Por supues-
to, no es fácil que te publiquen, pero sí lo es mandar tus
poemas a todas partes. En ese momento me di cuenta
de que no tenía sentido guardarme todos los poemas que
escribía, especialmente si había alguien más en el planeta
para quien valía la pena leerlos. Así que seguí escribiendo
y mandando a revista tras revista hasta que –y acá creo
que entró a tallar la suerte– un par de personas me empe-
zaron a prestar atención. Pero no quiero que parezca que
siempre fue algo fácil para mí. La verdad que se convirtió
en una especie de ritual, en gran medida como los mis-
mos poemas: cuando estaba enojada o quería descargar-
me, mandaba una ráfaga de poemas.
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Hay un cambio de tono pronunciado en “matrimonio”.
¿Cómo lo explicarías?
Creo que parte de mí todavía está tratando de explicarse
qué pasó. De todos modos, se me ocurre que pasó lo que
suele pasar con los cambios de tono: me empecé a sentir
diferente, tanto respecto de la poesía que estaba escribien-
do como de las vivencias de las que estaba extrayendo el
material de mis poemas. Cuando pienso en mis poemas
más viejos, de los que estábamos hablando, veo a una mu-
jer más joven, cautivada por la belleza de ciertos momen-
tos aislados. En cierto sentido, sigo pensando que esos
poemas son hermosos. Como insectos petrificados en
ámbar, delicados, pequeños. E increíblemente inmóviles.
En un momento dado, cuando tenía veintipocos, empecé
a dedicarle más atención a lo que venía, y lo mismo hi-
cieron mis poemas. Empecé a escribir con más frecuencia
en términos de un futuro imaginario que por medio de
metáforas sobre el presente. Diría que todavía era muy
importante para mí captar algo, pero menos lo que sentía
que lo que anticipaba, tanto para mi vida como para mis
poemas. Me parece que el resultado son poemas que son
un poco demasiado melancólicos para alguien tan joven,
a quien le esperan tantas cosas alegres. De todos modos,
me pude perdonar esa melancolía, porque en ese momen-
to no sabía cómo resultaría todo.
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FRANK SHAUGNESSY
(Norwalk, Connecticut, 1980)
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The Albatross
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El albatros
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I Like You So Much
to Sigrid
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Me gustás tanto
a Sigrid
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Walt Disney’s Epitaph
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Epitafio de Walt Disney
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Supergroups
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Supergrupos
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¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
No estoy seguro de entender a qué te referís con “des-
cubrimiento”. Si es algo del orden de la revelación,
entonces, no, nunca tuve una experiencia de ese tipo
y tampoco me la creería si la tuviera. Tenía un amigo
que fumaba muchísimo porro y que, una noche, llegó al
sorprendente descubrimiento de que los pies, en efecto,
van dentro de los zapatos. Mi descubrimiento, si es que
lo tuve, fue que la poesía no se limitaba a las páginas más
rancias de la Antología Norton, que vacuna contra ella a
la mayor parte de los chicos de los Estados Unidos. Vos
me entendés: do not go gently, the road not taken, the art
of losing isn’t hard to master, etc. La primera experiencia
que tuve que me partió la cabeza fue Nabokov, lo cual
supongo que me debería haber servido de indicio, pero
en ese momento pensaba que la poesía era para los sen-
timientos, mientras que la novela era una ambición más
digna de un chico inteligente, ¿viste? Así que fui a la
universidad con la idea de estudiar literatura rusa y en
algún momento me di cuenta de que el escenario para
medirse con las grandes ideas se había desplazado (si es
que alguna vez les había pertenecido a los rusos) a la
teoría francesa, a cuyas puertas uno no puede siquiera
atreverse a golpear sin un manejo mínimo del idioma,
y es imposible salir de una clase de Francés Nivel 1 sin
Sous le pont Mirabeau coule la Seine. Por supuesto que
soy consciente de que es el equivalente para los chicos
franceses de la Antología Norton, pero ése fue el callejón
por el que llegué a Baudelaire, Prudhomme, Nerval, etc.
Por mi parte, no empecé a escribir poesía hasta después
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de iniciados mis estudios de posgrado. Tengo que de-
cir, por otra parte, que desde entonces he cambiado mi
opinión acerca de Bishop. Es meticulosa, y admiro a la
gente meticulosa.
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CAITLIN MAKHLOUF
(Los Ángeles, 1982)
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This Is Me
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que es como la mitad de un fruto insípido y rojo. Bueno, basta.
Antes de irme voy a mostrarles una nueva gracia. Como quien
anudando globos forma figuras –una flor, perros salchicha–, les
voy a modelar con mis tendones y mis costillas algo que parece
una lira o un arpa, pero casi no suena. Esperen, que les toco un
rato una canción. Técnicamente, de hecho, se la canto a capella.
Sean pacientes. Ya falta poco. Ahí viene mi montura: ésta soy
yo, trepada al pony loco de la ansiedad. Colgada de sus crines.
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Globus Hystericus
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gimnasia, bandana y zapatillas futuristas, corriendo o pedalean-
do enloquecido y sudoroso. En su interior, en cambio, verán
que hay un homúnculo sin rostro, inmóvil, en perturbadora
calma, que adquirirá de a poco sus facciones y al fin acabará por
reemplazarlos.
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You Left
You left to skate across the scabs. You left to hike around the
bush. To postpone. You left to repopulate Kentucky with rab-
bits. You left to reconsider, to recalculate, to mask the S&M in
“activism”. You left to clear your mind, to bust your ass 24/7.
You left to reassess. To ascertain the concept of the “commune”.
On the transnational highway of white privilege, you left to
steer your social drive in a rental car –Thelma & Louise
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Te fuiste
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21:1
Ripples over the skin of water. Stretch marks. And Jesus said
unto his disciples: By my tattoos thou shalt know me. A wreath
of thorns around the arm. “For he first heaven and the first
earth were passed away”. And a cobweb of thistles on the elbow
is a net where the anchor found its gauntlet: sea. The sea, “there
was no more sea”: seagulls hanging over the desert. An offshore
platform with no shores. What does oil dream of, fat water? He
said: Feet. Wet wood. Thou shalt know me by my planks. Saint
on board. A falcon on light’s back is like a child who’s sipped on
vinegar. That leopard is a fig tree—bursting with flesh. Water,
an arch on pulpy meat, he said, over the plank. Dreams hanging
in the resin. And Jesus said: ripples under the skin of wood.
112
21:1
Surcos sobre la piel del agua. Estrías. Y dijo Jesucristo a sus dis-
cípulos: Me reconoceréis por mis tatuajes. Ramillete de espinas
en el brazo. “Porque pasaron la primera tierra y el primer cielo”.
Y una telaraña de cardos sobre el codo es una red en donde el
ancla encontró un guante: mar. El mar, “el mar no existe más”:
gaviotas cuelgan sobre el desierto. Plataforma marina sin orillas.
¿Con qué sueña el petróleo, agua gorda? Dijo: pies. Madera hú-
meda. Por mis tablones me reconoceréis. Un santo a bordo. Un
halcón en la espalda de la luz es como el niño que bebió vinagre.
Ese jaguar es una higuera: estalla de carne. Agua, un arco sobre
pulpa, dijo, sobre la tabla. Cuelgan sueños en la resina. Y dijo
Jesucristo: surcos bajo la piel de la madera.
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114
¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
Hmmmm, de hecho fue una especie de acto de rebeldía.
Mi papá era bastante religioso y cuando vivía con noso-
tros nos impuso la religión a mi mamá y a mí. Mucha
poesía coránica. Dios esto, Dios lo otro. Nos despertá-
bamos y lo escuchábamos recitar. Ponía cassettes en el
auto. A mí me molestaba porque estaba en la secunda-
ria y no me dejaba escuchar la música que quería en la
radio. Además, era chica y no me gustaba demasiado
hablar en árabe. No me importaba mucho la cultura. La
verdad, lo único que quería era estar con mis amigos.
A mí mamá no le jodía tanto porque había estado un
tiempo en el Cuerpo de Paz, en las afueras de Beirut.
Ahí conoció a mi papá, creo que le recordaba aquella
época. Era una poesía hermosa. A veces me la hacía re-
citar, sus partes preferidas. Así que mi idea de la poesía
era muy religiosa, formal, estratificada, y nunca en in-
glés. Además de, qué sé yo, Robert Frost y Shakespeare,
no me enteré de que había gente que seguía escribiendo
poesía en inglés hasta el final de la secundaria.
En cuarto año, tuve un profesor buenísimo de li-
teratura. Sí, ya sé, increíble. Se apellidaba Vaddock y
nos habló de los poetas beat. Me parecieron muy cool,
Ginsberg y los demás, porque escribían sobre las drogas
y sobre la ciudad, cosas que yo estaba empezando a des-
cubrir. Sé que mi viejo se habría enojado mucho si se
hubiera enterado de que estaba leyendo esas porquerías.
A ver, a mí me gustaban, pero creo que era más que nada
una cuestión de rebeldía adolescente. Me parece que en
mi primer libro todavía se ven señales de eso. Trataba de
115
evitar cualquier cosa que pudiera considerarse sincera
de manera profunda. Algunas partes son incluso irreve-
rentes… Buena parte de ese libro era aún una reacción
contra mi papá. No hablaba inglés muy bien, así que en
parte era poder hacer uso de algo que mi viejo no sabía
manejar ni controlar…
Después, en la facultad, empecé a leer más a Ash-
bery y a Philip Whalen. Ahí es cuando empecé a tomár-
melo en serio, y pensé: “Ah, esto es lo que se puede hacer
con el lenguaje, lo que el lenguaje me permite hacer”.
125
126
AMY BENOIT
(Montreal, Canadá, 1983)
127
rush hour
128
hora pico
129
meditations on a ledge
132
cuando lo entrevistaron, declaró: “yo me pasé
la vida en la cornisa. no sabía qué más podía
hacer”.
en la cocina, tras la cena,
sola, mientras fregaba la olla que había puesto
en remojo, me puse a pensar qué hace
que una vida reclame la atención de las demás.
y fui a acostarme al cuarto. mi marido dormía
con la tele en un canal de compras.
en su mesa de luz, el velador aún estaba prendido.
nuestra foto había quedado mal
apoyada sobre un libro, al borde.
133
till death do us part
134
hasta que la muerte nos separe
135
and you just broke it. “what god has joined
together…” repeated the priest, “…let no man
put asunder,” even though he also said
“…till death do us part,” and now i do not
doubt that souls are single for eternity.
136
“…hasta que la muerte los separe”, y ahora no
dudo que las almas son al fin solteras en la eternidad.
137
eve’s lament
138
el lamento de eva
139
through it. you missed hunger. are you eating
or have you chosen to fast? something shelters you?
somebody? i, if you want to know, still
live in the dazzle of this area
without doors –the garden you’ve left me.
140
vivo en el deslumbramiento de esta zona
sin puertas: el jardín que me dejaste.
141
142
¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
Yo no era lectora de poesía. Tenía un compañero de
cuarto que leía poemas en voz alta con la puerta cerrada.
Tenía una voz aburrida y monótona, y la verdad por
bastante tiempo no le presté atención. Yo hacía años que
estaba en el mundo del teatro, como actriz y dramatur-
ga, y no creía que la poesía pudiera ofrecerme nada que
no fuera posible encontrar en el teatro. Pero un día es-
taba en la cocina preparando ravioles, y el cuarto de mi
compañero quedaba enfrente de la cocina, y lo escuché
del otro lado de la puerta leer las últimas estrofas de “A
Rabbit as King of the Ghosts”, de Stevens. Sentí algo
totalmente distinto a lo que me había hecho sentir el
teatro. No podría describirlo, sólo te puedo decir cuán-
do empezó.
148
ADAM WOLNIEWICZ
(York, Maine, 1985)
149
The Old Nudists
150
Los nudistas viejos
151
Fruits
For Nora
154
y los dedos de rojo. Al terminar,
sin excepción, mi prima repetía
la misma ceremonia: se golpeaba
la panza con las manos, resoplando
satisfecha, y después ponía las piernas
sobre la mesa, piernas de animal
joven, que por su largo no guardaban
proporción con el resto de su cuerpo:
como un carozo el hueso del tobillo;
los pies angostos con los dedos flacos
y pálidas las plantas, en contraste
con lo bronceado de las pantorrillas;
el vello imperceptible de los muslos
que revelaba el sol– todo tenía
un brillo tan real bajo la luz
confiada de finales de la tarde
que un día, encandilado, alargué el brazo
y, como sin pensarlo, le rocé
con los dedos la planta de un pie: estaba
áspera por la sal y por la arena,
y fresca al tacto. Me miró: “Me vas
a hacer cosquillas”, dijo, pero no
sacó el pie, que tomé entre las dos manos,
y empecé a presionar con los pulgares.
Me pareció que ella entrecerraba
los ojos cuando yo, sin saber cómo,
le pasaba las yemas de los dedos
por el espacio entre los dedos de ella;
también me pareció que sonreía
antes de oír los pasos en la entrada.
155
The Colosseum
158
Al principio, el más chico daba vueltas
alrededor del grande y agitaba,
como si fuese un cascabel, la cola.
El otro lo ignoraba. Pero luego,
sin ni siquiera arquear el aguijón,
le arrancó el suyo al chico con las fauces
y después procedió, tras desarmarlo,
a devorarle la cabeza. Entonces,
bajo una silbatina imaginaria,
y en solidaridad con el más débil,
levantamos el frasco y aplastamos
con una piedra al monstruo. Al otro día,
después del desayuno, descubrimos
unas hormigas negras que acarreaban
los restos indistintos de la lucha,
bajo la tierra. Y distinguimos sólo
del vencedor, despedazado, en andas
de un bichito invisible, como ofrenda
a la divinidad del inframundo,
la punta de ese brazo poderoso,
el aguijón, hundiéndose en el suelo.
159
Conifers
Pensive they paced along the faded leaves
Ephemera, W. B. Yeats
162
al bosque, a ver los pinos, que se yerguen
orgullosos, el uno junto al otro,
y siembran en el suelo agujas secas.
163
164
¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
Estoy bastante seguro de que fue un descubrimiento
azaroso. Mi abuelo tenía una biblioteca tremenda y me
acuerdo que sacaba libros al azar de los estantes y los
leía en silencio en su estudio. Había algo que tenía que
ver con el sonido de la poesía que me gustaba más que
cualquier otra cosa que leía. Algo de esa intimidad in-
mediata me daba la sensación de estar en presencia de
un secreto, asistiendo al mundo interior de otra perso-
na. Me gustaba ese secreto. Mis primeros amores fueron
Robert Browning y Keats. Creo que el primer poema
que me aprendí deliberadamente de memoria fue “A su
esquiva amada”, de Andrew Marvell.
170
LEROY S. DAVIS
(Saint Louis, Missouri, 1987)
171
The Polar Expedition
Later,
it rained.
Even so, the crew’s morale
stayed high: we were eating well.
As we advanced toward
the north, the cold grew stronger:
we saw an ice floe pass
and a camel frozen atop it.
Later,
we sighted an arid inlet
with a rocky crag in the middle,
ringed with a fog that obscured
the summit; we decided to explore.
172
La expedición polar
Llovió,
luego. La moral
de la tripulación seguía alta,
de todos modos: se comía bien.
Luego
avistamos un islote árido,
que tenía un peñasco enorme en medio,
rodeado de una niebla que ocultaba
la cima; decidimos explorarlo.
173
As soon as we touched ground, we sensed
the smell of carrion and badly cut
cocaine, and it made us nauseous;
from a distance we could hear a sinister
flapping of wings, which urged our escape.
We continued onward.
The rations were scarcer. Four or five
were now conspiring mutiny;
we barely managed to suppress them
and the frigid water was their tomb.
Later
there was an outbreak of dysentery,
quelled by the ship’s doctor, but not before
it took a few of us with it;
others went insane from all the ice
and, like dogs, we sacrificed them:
there was no other way.
We pressed on,
more and more decimated, until, finally,
we saw land: or, rather than land, snow.
Luego
hubo un brote de disentería,
que el médico de a bordo sofocó,
pero que se llevó consigo a algunos;
otros enloquecieron por el hielo
y, como a perros, los sacrificamos:
no había más remedio.
Proseguimos,
cada vez más diezmados, hasta al fin
ver tierra firme; o más que tierra, nieve.
One morning,
the cook was gone;
we thought we saw, at some distance,
his soiled apron swirling
in a whirlpool.
The blizzard
didn’t stop our march across
the snowy plain: we began to see,
up ahead, above the horizon,
a brightness that contrasted,
in all its potency, with the sun itself.
(“Anything,”
he repeated, staring at me intently)
176
y sin otra defensa que unos rifles
que lanzaban bengalas. Nos juramos
no separarnos nunca. Día y noche
avanzamos, buscando sin saber
bien lo que estábamos buscando. Pronto
se acabó la comida.
Una mañana,
al despertar, faltaba el cocinero;
nos pareció, a cierta distancia, ver
su delantal manchado que giraba
dentro de un remolino.
La ventisca
no impidió nuestro avance por el llano
de hielo; ya alcanzaba a distinguirse
más adelante, sobre el horizonte,
un resplandor que contrastaba incluso,
por su potencia, con el mismo sol.
(“Cualquier cosa”,
me repitió, mirándome muy fijo)
177
to reach the source of the light,
and I fended off my revulsion
and I ate.
178
por llegar a la fuente de esa luz,
y yo logré sobreponerme al asco
y comí.
Al día siguiente
llegué a un prado de escarcha. Allí vi un pozo:
de su interior brotaba una luz pura
que iluminaba tierra, mar y cielo
con una claridad que encandilaba.
179
Our Last Days
180
Nuestros últimos días
181
Impermanence Cowboys
182
Cowboys de la impermanencia
183
Goodbye Mantra
Heart
is
where
home
isn’t.
And
one
wish
never
to
have
known.
184
Mantra de despedida
El
corazón
está
donde
no
está
el
hogar.
Y
un
único
deseo:
no
haber
sabido
nunca.
185
186
¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
Empecé a leer poesía como supongo empieza el resto
de la gente, en la escuela. Nos hicieron aprendernos de
memoria unos poemas en tercer y cuarto grado, y me
acuerdo de que me gustaron. Leímos a Byron y a Shelley
–Mary– en séptimo, y cuando nos metimos más adentro
de los textos le tomé el gusto a leer entre líneas. Pero más
que nada, la Sra. Washington, mi profesora de tercer
año, fue mi verdadera inspiración. Siempre nos pasaba
cosas buenísimas, bah, en algún momento de la secun-
daria me trajo una antología fotocopiada que tenía cosas
como “Choices”, el poema de Jimmy Santiago Baca, “Il
porto sepolto” de Ungaretti, y también algunos poemas
de Margaret Atwood y Amiri Baraka. Ahí fue que me
pusieron LeRoy, por Baraka. En esa época, escuchaba
mucho un disco de Ornette Coleman; no me acuerdo
de cuál era, pero tenía el tema “Lonely Woman”. Dis-
cazo. Una de las cosas que más me gustan de la música
de Ornette es que podés perderte intentando inventar
una historia para relacionar el título de la canción con el
sonido. Cada vez que escuchás una canción, te imaginás
una historia diferente. A veces yo era la mujer solitaria, a
veces la miraba desde adentro de un diner, mientras ella
iba caminando por la calle. A veces era yo el que iba por
la calle, y miraba hacia dentro del diner y veía a la mujer
solitaria. A veces llovía, o yo me sentía particularmente
triste, lluvioso. Es decir, a veces la lluvia estaba afuera. A
veces no. Era un caos total; era exactamente lo mismo
que leer un poema. Más que nada, diría que Ornette
me enseñó a amar la poesía. Tal vez incluso un poco
187
más que la Sra. Washington, que quizás haya sido la que
me hizo escuchar por primera vez su música. Otro disco
que podría decirse que me influenció fue Can’t Buy a
Thrill, de Steely Dan. Eso fue más adelante, a mediados
de los 2000, y ya hacía un tiempo que escribía, o que,
supongo, era escritor. El disco me hizo querer mudarme
a Nueva York, subirme a la carcacha de auto que tenía y
manejar a toda velocidad hasta Nueva York para ser poe-
ta o alguna estupidez por el estilo. La verdad, no tengo
idea de en qué estaba pensando en esa época y gracias a
dios al final decidí venirme para acá. Creo que, en cual-
quier caso, el paisaje combina mejor con Steely Dan.
No, Steely Dan no me ayudó para nada a descubrir la
poesía. Tal vez la habría descubierto si me hubiera mu-
dado a Nueva York. ¿Quién sabe?
191
Muchos de tus poemas transcurren en escenarios extraños,
casi surrealistas, como “La expedición polar”, donde citas
de la Odisea y Arthur Gordon Pym de Poe se mezclan con
tufo a cocaína mal cortada y un camello congelado que flo-
ta sobre un témpano de hielo. ¿De dónde viene eso?
Por lo general, cuando estoy trabajando en un poema,
estoy haciendo otras cinco cosas, por ejemplo mirando
un partido de béisbol o algo así. Si una idea para un
guión o una escena o un artículo no funciona, trato de
escribir usando diferentes limitaciones formales para
ver si es la idea a la que le falta sustancia, o si no le
estoy encontrando el contexto o el marco adecuado a
esas ideas. En el caso de “La expedición polar”, estaba
trabajando en un piloto que no iba a ningún lado, y
estaba en medio de un ataque de nervios, leyendo ar-
tículos periodísticos bizarros y tomando sorbos de café
instáneo muy concentrado con leche en polvo. El las-
timoso estado de conciencia en el que me encontraba
me recordó a Pym escondido en el ballenero Grampus,
así que para tomarme un recreo y descansar la cabeza
escribí una versión más satírica del guión del piloto en
forma de poema, mezclándolo con partes de la trama
de la novela de Poe. Así empezó “La expedición polar”.
A partir de eso, seguí editándole cosas, y dejando que
se filtraran otras lecturas. Supongo que a mi proceso
creativo le puede caber el mote de surrealista porque
no me preocupo por reemplazar significantes comunes
con otros, con cualquier cosa que se me ocurra. Pero
ésa es una suposición mía. A fin de cuentas, es una
forma de distracción.
192
“Nuestros últimos días” también parece un guiño a las
novelas de aventuras (¿Robinson Crusoe?). ¿Por qué la in-
sistencia en el mundo de la infancia? ¿Y qué significa ese
elefante al final del poema?
Sí, es un guiño a las novelas de aventuras más en un
sentido general, sin tomar ninguna en particular como
punto de referencia. Nunca leí Robinson Crusoe. No sé,
¿nunca te sentís bombardeado por esos cuestionarios
con preguntas tipo si estuvieras en una isla desierta a
cuál de los tres Pequeños Ponies te llevarías? Creo que
sirven para romper el hielo. Pero no me di cuenta de que
estaba insistiendo en temas relacionados con el mundo
infantil… Para mí ese poema es, qué sé yo, muy adulto.
Te diría que insisto en la idea de la inventiva, en los te-
mas de la inventiva, de la inestabilidad y del apocalipsis.
¿Vos qué pensás que significa ese elefante?
196
8A
(pseudónimo de John Ochoa, San Diego, 1987)
197
No One Can Fathom What This Building Is
198
Nadie sabe qué es esta construcción
199
was surging upward, dispelling
threads of blood across the milky sky,
he announced: “That imperceptible buzz
200
que ya se alzaba el sol y disipaba
hilos de sangre sobre el cielo lácteo,
anunció: “Ese zumbido imperceptible
201
A Vegan’s Rendezvous with Death
of a sustainable existence, I
wouldn’t know what to tell you. The only
204
resignado, mientras fumás el último
205
I’m Not the Boss, I Just Work Here
For T.J.
208
todo recuerdo es farmacología,
pero en el frío todo se conserva
mejor. Vamos, tomame de la mano
209
The New Bermuda Triangle
212
acostado de espaldas en el pasto
213
214
¿Cómo descubriste la poesía? ¿Cuándo y cómo empezaste a
escribirla?
Me crié en San Diego, donde mi mama era mucama.
En algunos feriados, cuando no tenía que ir a la escuela,
me llevaba con ella a limpiar casas. Trabajaba para una
familia que enseñaba en el departamento de arte de la
UCSD [Universidad de California en San Diego]. La
mujer era artista y el marido, profesor de literatura. Al
hijo le gustaba surfear y estaba por entrar a la universi-
dad. Tenían una colección tremenda de libros y objetos
de todo el mundo. Querían mucho a mi mamá, y eran
muy buenos conmigo. Una vez –yo habré tenido unos
catorce–, vi un libro que parecía medio mexicano en el
living. Era Viaje al país de los tarahumaras, de Artaud.
Ahí encontré frases que me llamaron la atención por-
que, si bien no sabía sobre qué hablaban, instintivamen-
te me sonaban bien. Era como si dijeran cosas que yo
ya había notado pero que no había podido poner en
palabras, cosas que había percibido de mi familia y de
las historias que contaban, sobre sus ritos. En las reu-
niones familiares, me di cuenta de que todos teníamos
un sentido amplificado del absurdo, y de que había algo
oscuro y ritual relacionado con el alcohol. “Es el acto el
que forma el pensamiento. Sobre espíritu y materia, los
mexicanos no conocen sino lo concreto. Y lo concreto
jamás se cansa de operar, de extraer de la nada alguna
cosa”. Después, el profesor me habló del surrealismo y
me mostró algunas antologías de poemas. Me coparon.
No empecé a escribir de verdad hasta unos años des-
pués, cuando me mudé con mi familia a Los Ángeles.
Tocaba el bajo en una banda que había formado con unos
215
primos. Ellos estaban metidos en el ambiente chicano, y
tenían amigos que publicaban un fanzine. Me pidieron
que les escribiera unas letras, cosa que hice. Así empecé.
221
222
JILLIAN KWON
(Los Ángeles, 1988)
223
this song will self-destruct
224
esta canción se autodestruirá
225
this song exists among the stars
226
está canción existe en las estrellas
227
this song is just this song
228
esta canción es sólo esta canción
229
this song isn’t just this song
230
esta canción no es sólo esta canción
231
232
¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
Siempre tuve una relación muy estable con la prosa,
pero la poesía nunca fue lo mío. No le presté atención a
la poesía porque, la verdad, soy una lectora muy pasiva y
perezosa. Según lo veo yo, te podés pasar la vida leyendo
ficción en prosa sin involucrarte demasiado, y aun así
obtener algún rédito, pero en el caso de la poesía, lle-
gado cierto momento tenés que participar activamente
como lectora.
Cuando empecé a leer poesía, fue por pura ne-
cesidad, porque decidí ponerles letra a mis canciones.
Pensé que era algo que iba a poder hacer, después de
todo había escuchado mucha música de calidad en mi
vida: tenía una formación bastante amplia, desde Cole
Porter hasta Tom Waits. Sin embargo, cuando llegaba el
momento de ponerme a escribir, me sentía totalmente
perdida. Las letras que escribía parecían imitaciones de
Burt Bacharach hechas por una chica de catorce años
que sufría por amor, o por una admiradora demasiado
entusiasta de Ani DiFranco. Eran pésimas, apenas una
sombra de esos maravillosos letristas. Así que decidí am-
pliar mi panorama leyendo poesía y, más tarde, tratando
de escribirla.
Embarcarse en algo nuevo cuando ya sos adulta
siempre es una mezcla de entusiasmo y de nervios. Me
pone muy intranquila adentrarme en un mundo del que
no sé absolutamente nada. Sin conocimientos históricos
ni contexto en que apoyarme, estoy segura de que voy
a perderme de mucho; pero también me doy cuenta de
que esa ignorancia me otorga muchísima libertad. Sigo
233
siendo una lectora informal, y generalmente prefiero
poemas rítmicamente sencillos pero con riqueza sonora,
en vez de una poesía que tenga que masticar y reflexionar
más. En algún momento voy a llegar a esa poesía, pero
cuando llegue creo que no va a ser de manera natural,
voy a tener que enfrentarme a ella de manera consciente
y deliberada. Pero todavía no es el momento. Estoy de
luna de miel con la poesía, y me lo tomo con calma.
247
Birds, Etc.
My dear friends:
I don’t have much of a pretext for writing
this email, or for the faint urgency I feel in writing it today.
I don’t have any good news to relate. No terrible ones,
either, and I’m not marking the anniversary of anything, and it’s
not because I’m going away again — although I am, in fact, to
Mexico, late next month.
I was just sitting outside in the garden, in San Francis-
co, in my parents’ house; it’s dark, and it’s been raining heavily
these days. My family is away, so the house is empty and quiet.
I suddenly felt a slow rush of sadness and affection — the same
sensation that has often accompanied me since I came back,
and which makes me seek and skim through, one by one, the
faces of the people I most treasure (which means you), along
with the places we’ve shared, from Los Angeles to Seoul — and
the really real reality of being in all of them at the same time.
Or maybe in none of them: lately I ask myself why I
find it so difficult to stay in one place, and what connects one
to the other.
The other day — it was a very beautiful day, warm and
goldish at the edges — I passed by a museum in New York, the
Brooklyn Museum. There was a concert in the lobby. I don’t
know if you’ve ever been: it’s a large space, paneled with glass
windows and has a kind of open gallery on the upper level. The
lobby was full of people dancing intently, but gingerly, some-
how, maybe because it was still daylight: there is something less
earnest and less intentional about dancing in darkness.
My friend Riko and I stood at the upper balcony,
248
Pájaros, etc.
And so are you. That’s all. And I’m struck through with
it, every time I see you, and it accompanies wherever I go, no
matter what kind of surface separates us. Whatever happens
next (and is already happening to all of us), I am grateful for
the generosity of your existence and for the ways it continues to
move and change my own.
250
lado del cristal, la música no se escuchaba.
No sé qué decirles sobre la imagen de esa muchedum-
bre que bailaba en silencio y tan visible, lo suficientemente cerca
como para tocarse, pero sin tocarse más que por casualidad,
bajo la luz de fines de la tarde, que no esté ya contenido en esa
misma imagen.
Decir lo irremediablemente solos que estaban es caer
en un cliché; también enfatizar lo acompañados que parecían.
Claro que lo estaban.
Estoy seguro de que los habrían reconocido con facili-
dad, en su aislamiento y en su comunión, en su frivolidad y en
su insistencia, en su solemnidad y en su placer –como esa pare-
jita que bailaba sola al fondo, más lento que la música; el chico
que comía Dippin’ Dots como si fuera el personaje de ¿Dónde
está Wally?; el grupo de personas que transportaban concentra-
das vasos de plástico colmados de cerveza, dando pasitos lentos,
como si sus vidas dependieran de ello; mucho aburrimiento y
seducción; un poco de entusiasmo estudiado; y, de repente, un
fogonazo de alegría pura.
Rashida is here.
254
Con Miguel pensamos ir en diciembre unos días a
Tampico. De ahí vuelo a Los Ángeles y paso Navidad y Año
Nuevo. Vuelvo el 8 al D.F. (¿Vas a estar? ¿Podremos vernos allá,
o acá, o en cualquier parte?).
256
abierta para mí, y siento que recién ahora empiezo el duelo por
su pérdida, recién ahora que la tengo acá conmigo de nuevo.
257
Collage #2
Thou hast made me, and shall thy work decay? Because I’ve abun-
dantly abdicated the platitudinous empire of my playroom,
repair, replay me now, for now mine end doth haste, my friend
from sixth grade a few fluty feet away clutching a toy ten-wheel
Caterpillar crane he then proceeds to lift over his head, I run
to death, and death meets me as fast, a pirate king of soymilk ice
cream shaming me with his gliding stare glaring off my rimless
glasses, and all my pleasures his or mine? are like yesterday. I dare
not move my dim eyes any way, despair behind, and death before
doth cast such terror, as he lurches his arm into the Lego ship
wrecked on the top shelf of the bookcase he can barely reach
on tiptoe, and my feebled flesh doth waste by sin in it, complicit,
complacent, which towards hell doth waste with flailing arms,
wigs, moving parts, only thou art above, he says in the climax of
his repulsion, and when towards thee by thy leave I can look, I rise
again, a poor man held in high regard, but our old subtle foe so
tempteth me that not one hour I can myself sustain, thy grace may
wing me to prevent his art as he lights a scented candle with a
match, you call me on the phone, should I pick up? Hours swi-
ping left and right but mostly right leave me afraid of hearing
voices, and thou like adamant draw mine iron heart.
258
Collage #2
259
Collage #16
260
Collage 16
261
262
¿Cuándo descubriste la poesía? ¿Cómo y dónde empezaste
a escribirla?
Siempre sentí una compulsión por la escritura, incluso
antes de empezar a leer. Cuando estaba en la secunda-
ria, el papá de un amigo era economista, y se la pasaba
viajando a Sudamérica y al sudeste de Asia para inves-
tigar. Extrañamente, se llevaba una máquina de escribir
y les mandaba hermosas cartas masivas a sus amigos
y familiares, para contarles sus viajes. Mi amigo y yo
nos pasábamos los recreos en la biblioteca, charlando o
leyendo, y él me mostraba las cartas de su papá. Des-
pués, cuando me mudé, empezamos a escribirnos. Ésa
fue la primera vez que escribí para un público íntimo,
algo que trato de recrear en mis poemas. Para Kristeva,
la escritura es un proceso parecido al enamoramiento:
planteamos un yo, y esperamos algún tipo de respuesta.
O lo que dice Blanchot de cómo un autor toma una
identidad provisoria como reflejo de la escritura, y no al
revés. Sólo existo en diálogo con los demás, y la poesía
es ese diálogo.
Pero para responder tu pregunta de manera más
directa, el primer poeta al que leí fue César Vallejo: mi
mamá tenía un ejemplar de la edición bilingüe [de Tril-
ce] con traducción de Clayton Eshleman. Tuve varios
años el primer verso del poema LXX pegado en la pared
de mi habitación: “Todos sonríen del desgaire con que
voyme a fondo, celular de comer bien y bien beber”.
272
ARIELLA JENKINS
(Chicago, 1993)
273
My villanelle is just a stroke of luck
274
Mi villanela es obra de la suerte
275
My villanelle was written by a creep
276
Mi villanela la hizo una bizarra
277
Kant, Levinas, Mules
278
Kant, Levinas, mulas
279
Palindromes, Plugs, Plumbing
280
Etna, Atlas: odas
281
282
¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
Creo que descubrí la poesía leyendo a Lewis Carroll y
a J.R.R. Tolkien: a ambos les encantaba la poesía y la
incorporaron en sus narraciones fantásticas de diferentes
maneras. Cuando era chica, me devoré sus libros. Fuera
“Jabberwocky” o una antigua canción élfica, los ritmos
de la poesía tenían algo de mágico, en la interacción
entre la rima y el corte del verso, que estimulaban mi
imaginación como ninguna otra cosa. Hasta el día de
hoy soy capaz de recitar tiradas completas de “La mor-
sa y el carpintero”. Pero creo que no entendí la poesía
como género hasta que descubrí a Sylvia Plath alrededor
de los 13 o 14 años.
¿Cómo sería eso? ¿Cómo es que no saber puede ser más sexy
que saber?
Bueno, ¿te excita saber cada pequeño detalle sobre tu
amante, o preferís un poco de misterio?
290
TAYLOR MOORE
(St. Maries, Idaho, 1994)
291
Declaration of Independence
292
Declaración de Independencia
293
For a long time
We have combined
With others.
e incómodos, agrandándolos
con firmeza viril —cuerpos
grandes y ajenos de todas partes
y medidas, completamente
su sustento. Se ha mantenido
humilde entre nosotros, disuelto
en tiempos de paz. Ahora mismo
está cortando el comercio entre nosotros.
295
*
We have combined
With others, but we hold
The same convulsions
Of the self. We have tried
And endeavored, we have
Kept and affected, neglected
One another. We have plundered
And ravaged, burnt for others.
We have tried, armed each other
With firm prudence.
Subject to measures. A
Life at large, enlarged,
296
*
No hemos cambiado.
a medidas. Una
vida a lo grande, agrandada,
297
Endowed, self-evident.
An exercise in self-reliance.
A trial by happines.
un ejercicio de autoconfianza.
Un juicio de felicidad.
y obstruido con
nuestro pleno consentimiento. Pero
299
He is unfit to
Separate us. He
Has excited domestic
Insurrections amongst
300
no está apto para
separarnos. Ha
alborotado sublevaciones
domésticas entre
nosotros, pero no es el
futuro. Cuando todo
esto termine, él y nosotros
No hemos cambiado
por motivos leves y transitorios.
Estábamos agotados.
301
*
A frontier. It is
the accustomed
In hands-free trade.
302
*
y fatigando el presente
para hacerlo cumplir. Ahora,
y el futuro es viril,
pero el futuro es sólo
una frontera. Es
la acostumbrada
Whose is the us
In just, the friends
In from, the future
In the free and their
frontier.
In separation: the
304
*
En la separación: las
305
Accustomed causes
To acquiesce. A new
Course of events
In a reminded,
Unacknowledged
Province.
In separation: the
Accustomed bodies
To repeatedly
Ravage. The same
Burnt, wanting hands
And the deaf trade
Of the distant.
In separation: a long
Train of hands
For men of equal
Station –mercenaries
Of happiness:
The free, the firm,
The manly.
A new reliance
On the firmness
Of the free
In separation.
306
causas acostumbradas
a convenir. Un nuevo
curso de acontecimientos
en una provincia
recordada
y no reconocida.
En la separación: los
cuerpos acostumbrados
a devastar
en repetidas ocasiones. Las mismas
manos arrasadas, deseosas,
el sordo comercio
de lo lejano.
de los libres
en la separación.
307
In separation:
A new firmness, now.
A new reliance
On the firm,
A new hold
On the manly,
Now dissolved
Into the burnt
un nuevo sostén
de lo viril,
disuelto ahora
en lo arrasado
y lo no apto.
En la separación:
sólo lo viril
que no está en los hombres.
310
de disolvernos.
311
312
¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o
un gusto adquirido?
Empecé a leer de muy chico: a mi abuela le gusta repetir
que tenía cuatro. ¿Precisamente en qué momento des-
cubrí la poesía? No sé muy bien, pero seguro fue antes
de la secundaria. A los quince o dieciséis, ya tenía varios
cuadernos llenos de cosas que escribía. Tal vez porque
fui un adolescente ciclotímico e inseguro de mí mis-
mo, la poesía me sirvió para experimentar la absoluta
libertad de expresión que no encontraba en ningún otro
lugar. Me crió mi abuela, que tenía una biblioteca que
me fascinaba. Ahí descubrí algunas obras que fueron de-
cisivas para mí, como los Sonetos de la dama portuguesa
de Browning y las Hojas de hierba de Whitman. Esos
dos libros me permitieron seguir descubriéndome a mí
mismo, experimentar con mi musa homoerótica y ver
de qué va esto de escribir sobre la propia identidad. Mi
profesora de literatura de primer año también me ayudó
a darme cuenta del talento que tenía para la escritura.
Era muy exigente, fumaba como una chimenea, y cuan-
do se reía parecía una gaviota desquiciada. Pero creía en
mí, y en ese momento, era lo más importante.
323
324
AGRADECIMIENTOS
325
326
ÍNDICE
327
328
JOE URBACH (Bensonhurst, Brooklyn, NY, 1976)
My Father Admits Defeat.................................. 14
Mi padre acepta su derrota................................ 15
Fast Forward....................................................... 16
Avance rápido...................................................... 17
Keynes.................................................................. 18
Keynes.................................................................. 19
Sponges................................................................ 20
Esponjas............................................................... 21
329
amor..................................................................... 63
a dream................................................................. 64
un sueño............................................................... 65
marriage............................................................... 66
matrimonio.......................................................... 67
epigram................................................................. 70
epigrama............................................................... 71
epigram................................................................. 72
epigrama............................................................... 73
330
AMY BENOIT (Montreal, Canadá, 1983)
rush hour.......................................................... 128
hora pico............................................................ 129
meditations on a ledge..................................... 130
meditaciones sobre una cornisa...................... 131
till death do us part........................................ 134
hasta que la muerte nos separe....................... 135
eve’s lament........................................................ 138
el lamento de eva.............................................. 139
331
8A (pseudónimo de John Ochoa, San Diego, 1987)
No One Can Fathom What This Building Is.. 198
Nadie sabe qué es esta construcción.............. 199
A Vegan’s Rendezvous with Death.................. 202
Un vegano se cita con la muerte.................... 203
I’m Not the Boss, I Just Work Here................ 206
No soy el jefe, sólo un empleado.................... 207
The New Bermuda Triangle............................. 210
El nuevo triángulo de las Bermudas.............. 211
332
ARIELLA JENKINS (Chicago, 1993)
My villanelle is just a stroke of luck............ 274
Mi villanela es obra de la suerte.................... 275
My villanelle was written by a creep............. 276
Mi villanela la hizo una bizarra.................... 277
Kant, Levinas, mulas......................................... 278
Kant, Levinas, Mules........................................ 279
Palindromes, Plugs, Plumbing ........................ 280
Etna, Atlas: odas .............................................. 281
333
334
Esta primera edición
de 50 estados
se terminó de imprimir
durante el mes de julio de 2018
en La Imprenta Ya S.R.L.
Bouchard 4381, Munro,
Provincia de Buenos Aires
República Argentina
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