La Santa Inquisición
La Santa Inquisición
La Santa Inquisición
SUPERIORES DE JOCOTITLÁN
ANÁLISIS CRÍTICO DE LA
ARQUITECTURA Y EL ARTE II
ARQUITECTURA
LA SANTA INQUISICIÓN
La creación del Santo Oficio o Inquisición fue creada con la intención de poder suprimir la
herejía que asolaba al seno de la Iglesia Católica y para ello, se decidió crear una
jurisdicción especial ejercida por los delegados del Papa.
El origen de la Inquisición no fue español, como muchos piensan, sino que fue creada en el
siglo XII por el Papa Lucio III como instrumento para combatir la herejía cátara en el sur
de Francia. A lo largo de toda la Edad Media hubo distintos tribunales de la Inquisición
Pontificia en Europa, siendo los más activos los del norte de Italia y sur de Francia.
El origen del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición o Inquisición española tuvo su
origen en 1478 fijada por los Reyes Católicos en el reino de Castilla.
Don Tomás de Torquemada fue designado en 1485 Inquisidor General por la Corona,
posteriormente le seguirían otros inquisidores en Zaragoza,
Valencia y Barcelona. Pero sería Sevilla, donde el Santo
Oficio tendría una importancia primordial.
LA INQUISICIÓN EN SEVILLA
En Sevilla, el tribunal de la Santa Inquisición tuvo una mayor eficacia entre los años de
1477 – 1478, momento en el que se registraron más denuncias sobre la herejía judaizante,
acusados de practicar ritos y oraciones judías en secreto, tras haberse comprometido a
abandonarlas una vez bautizados. Todo ataque a la unidad religiosa era visto como un
ataque a la unidad política de los reinos de Castilla y Aragón.
Si nos centramos en las cifras, sabemos que en Sevilla fueron quemadas en la hoguera más
de 2 mil personas en 1481 y que el número de condenados superó los 30 mil, de ellos 4000
fueron condenados en la hoguera en 1520.
Aún, hoy día, encontramos testimonio de ello por los frescos pintados en el interior de la
Iglesia de la Magdalena por Lucas Valdés, donde representa un auto de fe y a un hereje,
don Diego López Duro mercader de Osuna, siendo conducido al quemadero, acusado de
delitos de judaísmo.
El alto número de presos y presuntos herejes hizo que este recinto se quedara pequeño, por
lo que se tuvo que habilitar una nueva sede. El lugar elegido a las orillas del río
Guadalquivir, sería designado por el inquisidor general, D. Fernando Valdés, cardenal
obispo de Sevilla, quién decidió ubicar en el Castillo de San Jorge de Triana, un espacio
con más de 26 cárceles secretas, que estaría en activo durante todo el siglo XVI.
Como la labor esencial del Santo Oficio era la de perseguir y juzgar a los falsos conversos.
Los autos de fe que se celebraron en Sevilla tuvieron lugar, primero en las gradas de la
Catedral y más tarde en la Plaza de San
Francisco. En todos estos lugares solía
acudir una gran multitud que solía
participar fervorosos en estos actos.
Normalmente los autos de Fe eran
anuales, solían celebrarse antes o después
de Cuaresma, aunque no siempre. Como
los autos costaban mucho dinero, el
Tribunal se nutría de multas y confiscaciones.
Era habitual que la condena tuviera lugar en donde se hubiera celebrado el auto y el
suplicio era en otro sitio; los primeros, que llegaron a tener carácter de fiesta y regocijo
público, se celebraron en las Gradas de la Catedral, el azote público en la Puerta del Perdón
y la hoguera en el quemadero, que en esta época se situaba en Tablada.
Otro apartado también importante fue el alcance que llegó a tener el Tribunal de la Santa
Inquisición en México, el cual dependía directamente del Consejo Supremo de la
Inquisición en España y que seguía designios parecidos a los
que se habían llevado a cabo en España en cuanto a las
denuncias, castigos, etc.
MÉTODOS DE TORTURA
Los orígenes de la Inquisición los podemos situar en la Francia del siglo XII, donde
abundaban las diferentes herejías dentro del cristianismo, como los valdenses y los cátaros,
que se alejaban de la Iglesia católica oficial y criticaban el carácter ostentoso de sus líderes.
En el año 1184 el papa Lucio III promulgó la normativa Ad abolendam, declarando herejes
a todos estos grupos que negaban consciente y voluntariamente las verdades de la fe de la
iglesia aun estando bautizados, e instando a los obispos a investigar y perseguirlos.
La garrucha o la cuerda: se ataban las manos del sospechoso por detrás de la espalda y se le
alzaba por las muñecas a varios metros del suelo por un sistema de poleas. Tras ello, se le
dejaba caer sin que tocara el suelo, quedando descoyuntado de la sacudida. Si no confesaba,
se le quebraban los brazos y las piernas hasta que
moría.
El agua: consistía en introducirle al reo, al que tapaban las fosas nasales, una especie de
embudo en la boca por donde le hacían ingerir grandes cantidades de agua. Esto provocaba
una sensación muy fuerte de ahogamiento y solían morir por ruptura del estómago.
La cabra: una de las torturas más originales, consistía en bañar los pies atados del reo en
agua salada. Tras esto, una cabra lamía con su áspera lengua esta parte del cuerpo
desollando su piel, provocando heridas que en muchas ocasiones se infectaban y
provocaban la muerte.