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La Santa Inquisición

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TECNOLÓGICO DE ESTUDIOS

SUPERIORES DE JOCOTITLÁN

ANÁLISIS CRÍTICO DE LA
ARQUITECTURA Y EL ARTE II

ARQUITECTURA

INVESTIGACIÓN: LA SANTA INQUISICIÓN


29-4-2024

ALUMNA: ALEXIA DANIELA SÁNCHEZ VIVIANO


DOCENTE: ARQ. JESÚS MOISÉS CRUZ CRUZ

GRUPO: LZ: 0202


TURNO: VESPERTINO

LA SANTA INQUISICIÓN
La creación del Santo Oficio o Inquisición fue creada con la intención de poder suprimir la
herejía que asolaba al seno de la Iglesia Católica y para ello, se decidió crear una
jurisdicción especial ejercida por los delegados del Papa.

El origen de la Inquisición no fue español, como muchos piensan, sino que fue creada en el
siglo XII por el Papa Lucio III como instrumento para combatir la herejía cátara en el sur
de Francia. A lo largo de toda la Edad Media hubo distintos tribunales de la Inquisición
Pontificia en Europa, siendo los más activos los del norte de Italia y sur de Francia.

El origen del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición o Inquisición española tuvo su
origen en 1478 fijada por los Reyes Católicos en el reino de Castilla.

Don Tomás de Torquemada fue designado en 1485 Inquisidor General por la Corona,
posteriormente le seguirían otros inquisidores en Zaragoza,
Valencia y Barcelona. Pero sería Sevilla, donde el Santo
Oficio tendría una importancia primordial.

Aunque para muchos autores la Santa Inquisición acabó


convirtiéndose en “un arma de la xenofobia” como es el
caso de Juan Gil. El caso es que para la política de
cohesión que querían implantar los Reyes Católicos en la
Península Ibérica, entre el poder político, civil y religioso,
el Tribunal de la Santa Inquisición ayudó muchísimo a la
Corona, en un momento de grave crisis económica, tras las distintas conquistas del último
reinado nazarí de Granada o las conquistas de ultramar.

Durante el periodo de la Santa Inquisición en España se luchó fervientemente contra el


islam, los cuales mantuvieron resistencia en el último reino nazarí de Granada, derrotados
en enero de 1492. Además de los herejes musulmanes, la Corona española empezó en
necesitar una mayor presión sobre el empuje o conquista económica por parte de los judíos,
es por ello por lo que el Santo Oficio procedió a confiscar casas y pertenencias de familias
acaudaladas judías, de tal manera que las ganancias que obtenían eran mucho mayores.

LA INQUISICIÓN EN SEVILLA

En Sevilla, el tribunal de la Santa Inquisición tuvo una mayor eficacia entre los años de
1477 – 1478, momento en el que se registraron más denuncias sobre la herejía judaizante,
acusados de practicar ritos y oraciones judías en secreto, tras haberse comprometido a
abandonarlas una vez bautizados. Todo ataque a la unidad religiosa era visto como un
ataque a la unidad política de los reinos de Castilla y Aragón.

Si nos centramos en las cifras, sabemos que en Sevilla fueron quemadas en la hoguera más
de 2 mil personas en 1481 y que el número de condenados superó los 30 mil, de ellos 4000
fueron condenados en la hoguera en 1520.

La primera sede de la Santa Inquisición fue el solar de la actual Iglesia de la Magdalena,


construida en el siglo XVII, establecida por los dominicos Fray Miguel de Morillo y Fray
Juan de San Martín en el antiguo convento de San Pablo el Real de los dominicos.

Aún, hoy día, encontramos testimonio de ello por los frescos pintados en el interior de la
Iglesia de la Magdalena por Lucas Valdés, donde representa un auto de fe y a un hereje,
don Diego López Duro mercader de Osuna, siendo conducido al quemadero, acusado de
delitos de judaísmo.

El alto número de presos y presuntos herejes hizo que este recinto se quedara pequeño, por
lo que se tuvo que habilitar una nueva sede. El lugar elegido a las orillas del río
Guadalquivir, sería designado por el inquisidor general, D. Fernando Valdés, cardenal
obispo de Sevilla, quién decidió ubicar en el Castillo de San Jorge de Triana, un espacio
con más de 26 cárceles secretas, que estaría en activo durante todo el siglo XVI.

Como la labor esencial del Santo Oficio era la de perseguir y juzgar a los falsos conversos.
Los autos de fe que se celebraron en Sevilla tuvieron lugar, primero en las gradas de la
Catedral y más tarde en la Plaza de San
Francisco. En todos estos lugares solía
acudir una gran multitud que solía
participar fervorosos en estos actos.
Normalmente los autos de Fe eran
anuales, solían celebrarse antes o después
de Cuaresma, aunque no siempre. Como
los autos costaban mucho dinero, el
Tribunal se nutría de multas y confiscaciones.

Era habitual que la condena tuviera lugar en donde se hubiera celebrado el auto y el
suplicio era en otro sitio; los primeros, que llegaron a tener carácter de fiesta y regocijo
público, se celebraron en las Gradas de la Catedral, el azote público en la Puerta del Perdón
y la hoguera en el quemadero, que en esta época se situaba en Tablada.

Fue en Sevilla donde el Tribunal de la Inquisición decidió extender su jurisdicción a otras


causas, que ya no solo afectaban a la herejía musulmana o judía. De manera, que fueron
quemados en Sevilla sodomitas, moriscos, esclavos, brujas, y hasta los descendientes de los
conversos.

Otro apartado también importante fue el alcance que llegó a tener el Tribunal de la Santa
Inquisición en México, el cual dependía directamente del Consejo Supremo de la
Inquisición en España y que seguía designios parecidos a los
que se habían llevado a cabo en España en cuanto a las
denuncias, castigos, etc.

MÉTODOS DE TORTURA

Los orígenes de la Inquisición los podemos situar en la Francia del siglo XII, donde
abundaban las diferentes herejías dentro del cristianismo, como los valdenses y los cátaros,
que se alejaban de la Iglesia católica oficial y criticaban el carácter ostentoso de sus líderes.
En el año 1184 el papa Lucio III promulgó la normativa Ad abolendam, declarando herejes
a todos estos grupos que negaban consciente y voluntariamente las verdades de la fe de la
iglesia aun estando bautizados, e instando a los obispos a investigar y perseguirlos.

Fue el preludio al nacimiento de la Inquisición pontificia, a raíz de la normativa


“Excommunicamus” por parte del papa Gregorio IX en 1231, donde la Iglesia encabezaría
este proceso de aplicar penas a los herejes y pudiendo arrebatar sus bienes. Unos años más
tarde, en 1252, se aceptaría la tortura como un método de presión para conseguir la
confesión y así encontrar a los herejes, es decir, los desviados de la Iglesia oficial, y
también judíos, blasfemos o brujas.

Algunas de las torturas más destacadas y macabras fueron:

La garrucha o la cuerda: se ataban las manos del sospechoso por detrás de la espalda y se le
alzaba por las muñecas a varios metros del suelo por un sistema de poleas. Tras ello, se le
dejaba caer sin que tocara el suelo, quedando descoyuntado de la sacudida. Si no confesaba,
se le quebraban los brazos y las piernas hasta que
moría.

El potro: se ataba al preso de manos y pies sobre una


mesa. Las cuerdas de los pies se iban enrollando a
una rueda giratoria, y cada vez que daba vueltas esta
rueda se iban estirando las extremidades hasta
incluso llegar al desmembramiento.

La pera: se introducía un instrumento en forma de pera


en la boca, vagina o ano de la víctima, dependiendo de la
acusación: oral a predicadores heréticos, vaginal a las
brujas y anal a homosexuales pasivos. Esa pera en el
interior se abría con un tornillo mutilando las cavidades.

La sierra: uno de los más brutales, estaba reservado a las


mujeres acusadas de brujería y de estar embarazadas del
mismísimo Satanás. Se colgaba a la presa boca abajo con
el ano abierto, y con una sierra la cortaban hasta llegar al vientre.
No buscaba tanto la tortura para que confesara, sino acabar con su
vida y con el feto supuestamente endemoniado.

Los carbones: se aplicaban carbones al rojo vivo a unos 300


grados sobre las zonas más sensibles de la piel.

El aplasta pulgares: era una herramienta metálica sencilla


donde se metían los dedos de las manos y de los pies, y
quedaban destrozados al voltear unos tornillos.

El agua: consistía en introducirle al reo, al que tapaban las fosas nasales, una especie de
embudo en la boca por donde le hacían ingerir grandes cantidades de agua. Esto provocaba
una sensación muy fuerte de ahogamiento y solían morir por ruptura del estómago.

La cuna de Judas: esta tortura consistía en elevar al preso con un


sistema de cuerdas y poleas y dejarlo caer sobre una pirámide de
madera afilada con la precisión suficiente para que
cayera y el aparato le desgarrara el ano, el escroto o la
vagina.

La flagelación: también se utilizaba este famoso


castigo corporal, en el que se azotaba el torso desnudo con varas o flagelos hasta sangrar,
incluso llegando al desmayo del reo.
La doncella de hierro: una de las torturas más crueles, aunque se piensa que no era muy
común. Se trataba de un sarcófago con forma de cuerpo humano con pinchos metálicos en
su interior, que se clavaban en el cuerpo para desangrarlo poco a poco.

La cabra: una de las torturas más originales, consistía en bañar los pies atados del reo en
agua salada. Tras esto, una cabra lamía con su áspera lengua esta parte del cuerpo
desollando su piel, provocando heridas que en muchas ocasiones se infectaban y
provocaban la muerte.

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