Convivencias Digitales
Convivencias Digitales
Convivencias Digitales
Introducción
En esta clase además de introducirnos en la actualización de la Guía, los y las invito a
compartir ideas, conceptos y reflexiones sobre la convivencia digital: ¿qué entendemos por
convivencia? ¿Cuáles son los cuidados que deberíamos tener a la hora de compartir espacios
con otras personas?
En este sentido, cuanto más reflexionemos sobre el espacio en común, mejor podremos
llevar adelante una convivencia positiva, respetuosa. Convivir tiene que ver con habitar con
otras personas el mismo lugar. Un lugar que trae reglas y normas, que construye formas de
uso y delimita tanto lo permitido como lo prohibido o ilegítimo.
Es importante tener en cuenta que las tensiones digitales muchas veces parecen lejanas al
aula: como suceden en otro espacio del cual no formamos parte, en muchas ocasiones
creemos que no debemos ni podemos intervenir. Los problemas en Internet, y los de
ciberbullying en particular, aunque no sucedan en los límites físicos del aula, afectan a los y
las estudiantes y al grupo. Es necesario que la escuela se haga eco de la transversalidad
digital en la que vivimos e incorporen las temáticas vinculadas a la convivencia digital en sus
planificaciones, actividades y abordajes.
En este sentido, vale la pena remarcar que una de las razones que suelen justificar la retirada
adulta en general, y docente en particular, del acompañamiento digital tiene que ver con la
creencia respecto de que los chicos y las chicas saben más que las personas adultas de
Internet. En 2001, Mark Prensky categoriza como nativos digitales a todos aquellos/as
niños/as “que han nacido y se han formado utilizando la particular lengua digital de juegos
por ordenador, vídeo e internet” (2001, p.5), oponiéndolos/as a aquellas personas que no
nacieron con el lenguaje digital instalado, a quienes les reserva el término inmigrantes
digitales. Basándose en la premisa que establecía a las y los más chicos como nativos
digitales, que navegaban en Internet con fluidez sin necesidad de aprendizaje formal y a las
personas adultas como inmigrantes digitales que debían aprender un idioma distante, se
menoscabó la presencia adulta de referencia en estos entornos.
Es clave comprender que esta idea tiene muchos puntos que analizar. Para empezar, dejar
de lado algo clave: las desigualdades de acceso en las infancias y adolescencias. No todos
los chicos y chicas tienen un entorno que favorece la conexión. Por otro lado, las habilidades
instrumentales que logran incorporar a temprana edad por repetición (poner play, cambiar
de video, encontrar una aplicación, etc.) no tienen un correlato vinculado al uso reflexivo y
crítico de las plataformas que utilizan. Este tipo de uso reflexivo requiere de un desarrollo
madurativo que no siempre se da en las primeras infancias y niñez, momento donde
requieren de presencia adulta para acompañar, guiar y limitar.
Pensar que lo que sucede en Internet excede los límites del aula o que las y los docentes no
cuentan con herramientas para acompañar los posibles conflictos que allí sucedan, tiene
como efecto el dejar en soledad a los chicos y chicas en sus usos digitales. Esa soledad
potencia los daños del hostigamiento en particular y reduce las posibilidades de reducción
de daños y gestión de conflictos.
Considerando las ideas de Jerome Bruner (1997) sobre las instituciones educativas como
subcomunidades en interacción, en donde los intercambios nos ayudan a aprender unos/as
de otros/as, consideramos que la escuela es un lugar propicio para prevenir y abordar la
convivencia digital y fomentar un debate que promueva un uso ético, respetuoso, empático
y solidario de los entornos digitales.
En esta clase vamos a pensar la convivencia digital en torno a una problemática vincular que
impacta muy fuerte en los y las estudiantes de nivel primario: el ciberbullying.
Cyberbullying
Esta imagen es una recreación de una forma de hostigamiento digital, pero existen otros
tipos de violencias digitales a los que también debemos estar muy atentos.
Para comprender un poco más sobre este tipo de violencia, debemos analizar primero el
concepto de bullying, que nace de la necesidad de darle contexto a este fenómeno de
hostigamiento escolar que tiene características que lo distinguen de otras formas de
violencia: el ataque sistemático hacia un chico o una chica o bien hacia un grupo reducido,
junto con la exclusión y la repetición constante de las agresiones en el espacio compartido.
Sabemos que el bullying como problemática nació mucho antes del término, pero vale la
pena comprender el fenómeno para analizar su adaptación digital.
Si bien el bullying y el ciberbullying pueden ser vistos como equivalentes, es interesante que
podamos dimensionar las particularidades que el hostigamiento cobra cuando sucede en
entornos digitales, es decir, qué elementos del ciberbullying se deben conocer para
abordarlo de forma coherente:
● Quien sufre ciberbullying puede no tener descanso. El ingreso a los entornos digitales no
tiene horario de entrada y salida, especialmente desde que se utilizan de forma masiva los
teléfonos inteligentes. Ya no hay momentos específicos de conexión, sino que
permanecemos conectados/as -casi- constantemente. Esta conexión permanente implica
que quien sufre hostigamiento puede recibir mensajes agresivos cualquier día y en cualquier
momento. En situaciones de bullying previas al uso de Internet, las agresiones se limitaban
a un espacio y un tiempo específicos: el escolar o aquel donde conviva el grupo. Hoy, quien
vive situaciones de ciberbullying no sabe cuándo recibirá notificaciones que lo lleven a ver
mensajes violentos, agresivos o de exclusión.
● Las formas para el hostigamiento son más variadas en Internet. El uso de diversas
plataformas con la posibilidad de hacer diferentes perfiles agrega una gran cantidad de
maneras de agredir. Podemos encontrarnos con agresiones ligadas a la edición de fotos o
videos privados, a su difusión, a la creación de memes o stickers que tienen por objetivo
burlar, también existen formas de hostigamiento ligadas al envío de mensajes privados
agresivos, al comentar sistemáticamente publicaciones con mensajes de odio o violencia e
incluso se observan formas de ciberbullying ligadas a la exclusión de la persona hostigada,
donde se lo excluye de grupos o sitios donde se comparte colectivamente el espacio.
● La falta de registro físico de la otra persona. Cuando nos comunicamos con otras personas
en Internet tenemos una ausencia material del otro o de la otra. Muchas veces no
escuchamos su voz, no vemos sus expresiones ni percibimos sus emociones. Esta distancia
física trae un efecto potenciador de la violencia ya que no contamos con ciertos registros
que fomenten la empatía y nos hagan reflexionar y repensar lo hecho.
Abordaje docente
Sabemos que el ciberbullying es una violencia que sucede entre pares, en momentos en los
que están madurando sus habilidades sociales. Por esta razón, es muy importante abordar
esta problemática como una violencia social grupal y no aislar a quien sufre la agresión de
quienes la están ejerciendo. Las etiquetas de “víctima” y “victimario” deben ser revisadas
por dos razones.
En primer lugar, estigmatiza a los chicos y a las chicas en momentos de su desarrollo donde
su identidad está en pleno movimiento y definición. Estos señalamientos más que resolver
conflictos, los simplifican y sobre todo, pueden generar el efecto inverso: la continuidad de
las actitudes a partir de la identificación con esos rótulos. Por ejemplo, un niño señalado
como “violento” quizás comience a reproducir acciones agresivas a partir de identificarse
con esa categoría.
En segundo lugar, este tipo de etiquetas asocian la identidad del chico o de la chica con una
acción o situación determinada. Reducir a una persona a una acción es estigmatizante. En
este contexto es preferible referirse a la acción concreta o situación particular: “esta
persona hizo algo agresivo” en lugar de “esta persona es agresiva” o bien “este chico sufrió
una situación de bullying” en lugar de “este chico es víctima de bullying”.
Al pensar el ciberbullying desde un abordaje grupal, cobran relevancia las personas testigo
o alentadoras del hostigamiento, quienes tienen roles activos a la hora de sostener y
legitimar la violencia.