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Convivencias Digitales

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Convivencias digitales

Introducción
En esta clase además de introducirnos en la actualización de la Guía, los y las invito a
compartir ideas, conceptos y reflexiones sobre la convivencia digital: ¿qué entendemos por
convivencia? ¿Cuáles son los cuidados que deberíamos tener a la hora de compartir espacios
con otras personas?

En este sentido, cuanto más reflexionemos sobre el espacio en común, mejor podremos
llevar adelante una convivencia positiva, respetuosa. Convivir tiene que ver con habitar con
otras personas el mismo lugar. Un lugar que trae reglas y normas, que construye formas de
uso y delimita tanto lo permitido como lo prohibido o ilegítimo.

Para comenzar a pensar la convivencia en el territorio digital, debemos comprender en


principio que Internet es efectivamente un territorio. Para darle una dimensión territorial a
los entornos digitales necesitamos darle sentido de realidad: lo que ahí pasa es real, así
como sus consecuencias. En esos territorios hay reglas, normas, diferentes actores,
jerarquías y arquitecturas de poder. En Internet estamos muchos y muchas, observando,
participando, apropiándonos y en algunos casos, resignificando espacios. En este devenir
actual, donde la vida cotidiana se encuentra totalmente atravesada por Internet, la forma
en que compartimos el espacio digital con otros y otras es clave.

Pensar en convivencia digital en general es necesario, pero pensarlo en la escuela en


especial, es urgente. Los chicos y las chicas se apropian y transitan los territorios digitales
desde edades cada vez más tempranas, incluso en momentos de su desarrollo donde aún
no siempre visualizan cabalmente el uso de reglas, las concepciones de riesgo o las
reflexiones críticas sobre la estructura de Internet. En estos momentos, especialmente en
la educación de nivel primario, el rol docente y de la comunidad educativa en general es
clave. ¿Cómo convivimos con otras personas en Internet? ¿Cómo nos llevamos con lo
diverso en entornos digitales? ¿Cómo trasladamos (o no) nuestros valores? ¿Cómo
fomentamos empatía si muchas veces no vemos a las personas? ¿Cómo apoyamos a quiénes
la pasan mal? ¿Cómo resolvemos conflictos? ¿A quién le pedimos ayuda?
Según la encuesta Kids Online (2016), realizada por UNICEF, ante una experiencia negativa
en Internet:
● Un 30% de las niñas, niños y adolescentes consulta a su padre o madre
● Un 24% a algún adulto de confianza
● Un 9% a sus docentes
Pueden consultar los resultados de la investigación en este link.
https://www.unicef.org/argentina/media/1636/file/Kids-
online.pdf

Es importante tener en cuenta que las tensiones digitales muchas veces parecen lejanas al
aula: como suceden en otro espacio del cual no formamos parte, en muchas ocasiones
creemos que no debemos ni podemos intervenir. Los problemas en Internet, y los de
ciberbullying en particular, aunque no sucedan en los límites físicos del aula, afectan a los y
las estudiantes y al grupo. Es necesario que la escuela se haga eco de la transversalidad
digital en la que vivimos e incorporen las temáticas vinculadas a la convivencia digital en sus
planificaciones, actividades y abordajes.
En este sentido, vale la pena remarcar que una de las razones que suelen justificar la retirada
adulta en general, y docente en particular, del acompañamiento digital tiene que ver con la
creencia respecto de que los chicos y las chicas saben más que las personas adultas de
Internet. En 2001, Mark Prensky categoriza como nativos digitales a todos aquellos/as
niños/as “que han nacido y se han formado utilizando la particular lengua digital de juegos
por ordenador, vídeo e internet” (2001, p.5), oponiéndolos/as a aquellas personas que no
nacieron con el lenguaje digital instalado, a quienes les reserva el término inmigrantes
digitales. Basándose en la premisa que establecía a las y los más chicos como nativos
digitales, que navegaban en Internet con fluidez sin necesidad de aprendizaje formal y a las
personas adultas como inmigrantes digitales que debían aprender un idioma distante, se
menoscabó la presencia adulta de referencia en estos entornos.

Es clave comprender que esta idea tiene muchos puntos que analizar. Para empezar, dejar
de lado algo clave: las desigualdades de acceso en las infancias y adolescencias. No todos
los chicos y chicas tienen un entorno que favorece la conexión. Por otro lado, las habilidades
instrumentales que logran incorporar a temprana edad por repetición (poner play, cambiar
de video, encontrar una aplicación, etc.) no tienen un correlato vinculado al uso reflexivo y
crítico de las plataformas que utilizan. Este tipo de uso reflexivo requiere de un desarrollo
madurativo que no siempre se da en las primeras infancias y niñez, momento donde
requieren de presencia adulta para acompañar, guiar y limitar.

Pensar que lo que sucede en Internet excede los límites del aula o que las y los docentes no
cuentan con herramientas para acompañar los posibles conflictos que allí sucedan, tiene
como efecto el dejar en soledad a los chicos y chicas en sus usos digitales. Esa soledad
potencia los daños del hostigamiento en particular y reduce las posibilidades de reducción
de daños y gestión de conflictos.

Considerando las ideas de Jerome Bruner (1997) sobre las instituciones educativas como
subcomunidades en interacción, en donde los intercambios nos ayudan a aprender unos/as
de otros/as, consideramos que la escuela es un lugar propicio para prevenir y abordar la
convivencia digital y fomentar un debate que promueva un uso ético, respetuoso, empático
y solidario de los entornos digitales.
En esta clase vamos a pensar la convivencia digital en torno a una problemática vincular que
impacta muy fuerte en los y las estudiantes de nivel primario: el ciberbullying.

Algunas problemáticas en la convivencia digital


La sociedad implica un intercambio constante y continuo, histórico y permanente. En sus
diversos espacios replica sus formas de convivencia, con lo que nos gusta y con lo que no. El
entorno digital repite las lógicas sociales, pero agrega algunos ingredientes propios que
complejizan las ya conocidas problemáticas culturales.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en Argentina el 90 % de los hogares


tienen acceso a Internet. Es decir que la gran mayoría de la población circula, con mayor o
menor periodicidad, en estos entornos digitales, conviviendo y vinculándose con otros y con
otras. Estos números nos permiten comenzar a trazar algunas reflexiones. Si al igual que la
gran mayoría de la población estamos conviviendo en los espacios digitales, resulta
entonces necesario preguntarnos por aquello que hacemos y no hacemos allí y entender la
ciudadanía digital como las actitudes y conductas que llevamos adelante en la diversidad de
estos entornos que forman parte de nuestra realidad cotidiana. En este sentido, y como en
cualquier otro espacio habitado en comunidad, podrán existir acciones que promuevan el
intercambio y la producción desde una perspectiva de derechos y empatía, pero también,
por otro lado, acciones violentas que busquen o fomenten alterar las normas de
convivencia.

Cyberbullying

Esta imagen es una recreación de una forma de hostigamiento digital, pero existen otros
tipos de violencias digitales a los que también debemos estar muy atentos.
Para comprender un poco más sobre este tipo de violencia, debemos analizar primero el
concepto de bullying, que nace de la necesidad de darle contexto a este fenómeno de
hostigamiento escolar que tiene características que lo distinguen de otras formas de
violencia: el ataque sistemático hacia un chico o una chica o bien hacia un grupo reducido,
junto con la exclusión y la repetición constante de las agresiones en el espacio compartido.
Sabemos que el bullying como problemática nació mucho antes del término, pero vale la
pena comprender el fenómeno para analizar su adaptación digital.

El ciberbullying, u hostigamiento digital entonces habla de un tipo de agresión específica,


que se refiere siempre a niños, niñas o adolescentes que comparten algún espacio vincular
como la escuela o un club y que se lleva adelante en entornos digitales.

Es necesario aclarar también que en la mayoría de los casos el bullying y el ciberbullying


conviven y no se dan por separado, reflejando la hibridez propia en la vida de los chicos y
las chicas. Quien sufre un hostigamiento presencial en la escuela es probable que lo sufra
como correlato también en Internet y viceversa. Es decir que los mismos compañeros o
compañeras continúen la agresión a través de mensajes personales, etiquetas,
publicaciones, etc.

Características del ciberbullying

Si bien el bullying y el ciberbullying pueden ser vistos como equivalentes, es interesante que
podamos dimensionar las particularidades que el hostigamiento cobra cuando sucede en
entornos digitales, es decir, qué elementos del ciberbullying se deben conocer para
abordarlo de forma coherente:

● Quien sufre ciberbullying puede no tener descanso. El ingreso a los entornos digitales no
tiene horario de entrada y salida, especialmente desde que se utilizan de forma masiva los
teléfonos inteligentes. Ya no hay momentos específicos de conexión, sino que
permanecemos conectados/as -casi- constantemente. Esta conexión permanente implica
que quien sufre hostigamiento puede recibir mensajes agresivos cualquier día y en cualquier
momento. En situaciones de bullying previas al uso de Internet, las agresiones se limitaban
a un espacio y un tiempo específicos: el escolar o aquel donde conviva el grupo. Hoy, quien
vive situaciones de ciberbullying no sabe cuándo recibirá notificaciones que lo lleven a ver
mensajes violentos, agresivos o de exclusión.

● El alcance del hostigamiento es mayor. En casos de ciberbullying las publicaciones,


mensajes, memes, imágenes, videos o audios pueden ser vistos, reproducidos y compartidos
tanto por conocidos/as como por personas ajenas a la situación e incluso desconocidos/as.
A diferencia de lo que ocurría en un caso de bullying escolar, donde las personas implicadas
eran las que compartían espacios físicos concretos, en el ciberbullying no hay control
respecto de las personas testigos o potenciadoras de la agresión. Podemos encontrarnos
con situaciones donde un contenido que nace de una situación de hostigamiento digital
incluso se vuelva viral, es decir, que se comparta masivamente sin control. Para quien sufre
ciberbullying este alcance que puede tener el contenido agresivo lo pone en una situación
de exposición y vulnerabilidad muy grande.

● Las formas para el hostigamiento son más variadas en Internet. El uso de diversas
plataformas con la posibilidad de hacer diferentes perfiles agrega una gran cantidad de
maneras de agredir. Podemos encontrarnos con agresiones ligadas a la edición de fotos o
videos privados, a su difusión, a la creación de memes o stickers que tienen por objetivo
burlar, también existen formas de hostigamiento ligadas al envío de mensajes privados
agresivos, al comentar sistemáticamente publicaciones con mensajes de odio o violencia e
incluso se observan formas de ciberbullying ligadas a la exclusión de la persona hostigada,
donde se lo excluye de grupos o sitios donde se comparte colectivamente el espacio.

● La sensación de anonimato en línea es un factor clave en el ciberbullying. Quien hostiga


muchas veces puede escudarse en un seudónimo, alias o nombre falso y potenciar su
agresión a partir de la tranquilidad de saber que no habrá señalamientos ni consecuencias
ya que nadie sabrá quién es realmente.

● La falta de registro físico de la otra persona. Cuando nos comunicamos con otras personas
en Internet tenemos una ausencia material del otro o de la otra. Muchas veces no
escuchamos su voz, no vemos sus expresiones ni percibimos sus emociones. Esta distancia
física trae un efecto potenciador de la violencia ya que no contamos con ciertos registros
que fomenten la empatía y nos hagan reflexionar y repensar lo hecho.

● La comunicación asincrónica -es decir, no inmediata- que muchas veces observamos en


Internet genera un efecto potenciador de la violencia. Cuando nos comunicamos, sea a
través de publicaciones o mensajes y no tenemos una respuesta automática, podemos
perder el rastro de la gravedad de lo que estamos haciendo. Este punto, ligado a los dos
anteriores, son necesarios comprender en profundidad para analizar el por qué de los
mayores niveles de agresión en Internet, en comparación con los entornos presenciales.
EFECTO DOMINÓ

En este video producido por Movistar se observa el efecto dominó que se


genera en casos de ciberbullying: cada interacción fomenta la difusión del
contenido.

Abordaje docente
Sabemos que el ciberbullying es una violencia que sucede entre pares, en momentos en los
que están madurando sus habilidades sociales. Por esta razón, es muy importante abordar
esta problemática como una violencia social grupal y no aislar a quien sufre la agresión de
quienes la están ejerciendo. Las etiquetas de “víctima” y “victimario” deben ser revisadas
por dos razones.
En primer lugar, estigmatiza a los chicos y a las chicas en momentos de su desarrollo donde
su identidad está en pleno movimiento y definición. Estos señalamientos más que resolver
conflictos, los simplifican y sobre todo, pueden generar el efecto inverso: la continuidad de
las actitudes a partir de la identificación con esos rótulos. Por ejemplo, un niño señalado
como “violento” quizás comience a reproducir acciones agresivas a partir de identificarse
con esa categoría.

En segundo lugar, este tipo de etiquetas asocian la identidad del chico o de la chica con una
acción o situación determinada. Reducir a una persona a una acción es estigmatizante. En
este contexto es preferible referirse a la acción concreta o situación particular: “esta
persona hizo algo agresivo” en lugar de “esta persona es agresiva” o bien “este chico sufrió
una situación de bullying” en lugar de “este chico es víctima de bullying”.

Reducir la problemática al entorno digital tampoco es recomendado, ya que sabemos que


si bien sucede en espacios virtuales, el hostigamiento digital también tiene consecuencias
severas fuera de estos espacios entre las personas involucradas en espacios físicos. En clase,
es indispensable hacer un abordaje integral con todo el curso para identificar los diversos
roles y hablar de las acciones violentas, sin centrarse únicamente en quien las llevó adelante
y lograr incorporar la idea de que es algo que surge, se potencia y genera consecuencias en
todo el grupo.

Al pensar el ciberbullying desde un abordaje grupal, cobran relevancia las personas testigo
o alentadoras del hostigamiento, quienes tienen roles activos a la hora de sostener y
legitimar la violencia.

Actividad: “Construyendo un decálogo”


Les propongo producir un decálogo, al estilo de recomendaciones a seguir ante casos
de ciberbullying. Si bien podemos encontrar este tipo de instrumentos en Internet, es muy
valioso pensarlo considerando las particularidades de las y los destinatarios con quienes se
pretende compartirlo. Si se animan le pueden agregar imágenes y pensar de qué modo lo
compartirían para darlo a conocer en la comunidad educativa y más allá. Es muy importante que
contenga acciones claras y un lenguaje cercano para sus destinatarios y destinatarias.
Algunas puntas para pensar:
¿Por dónde empezarían? ¿Qué no podemos olvidar? ¿Qué acciones deberíamos evitar? ¿Cómo
acompañar a todo el grupo? ¿Cómo evitar/aliviar el dolor? ¿Cómo ayudar a reparar el daño?
¿Cómo podríamos evitar que no vuelva a pasar? ¿Cómo abordar las distintas responsabilidades
en un caso?
Si bien es una actividad optativa, pueden pensar este decálogo como un recurso para subir en
el banco comunitario de recursos.

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