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Universidad Santo Tomás

Facultad de Ciencias sociales y Comunicación

Construcción y Validación validación de un instrumento para medir resiliencia en universitarios

de la ciudad de Puerto Montt, Chile.

Proyecto de investigación para la asignatura de Psicometría

Autores

Karina Delgado-Millalonco, estudiante de psicología. Escuela de Psicología. Universidad Santo

Tomás. Puerto Montt. Chile. Correo electrónico: delgadokarina16@gmail.com

Javiera Garcés-Uribe, estudiante de psicología. Escuela de Psicología. Universidad Santo Tomás.

Puerto Montt, Chile. Correo electrónico: javialegarcesu@gmail.com

Stephany Marquez-Fuentes, estudiante de psicología. Escuela de Psicología. Universidad Santo

Tomás. Puerto Montt, Chile. Correo electrónico: ssmarquezf@gmail.com

Francisco Santana-Ulloa, estudiante de psicología. Escuela de Psicología. Universidad Santo

Tomás. Puerto Montt, Chile. Correo electrónico: nicolassantanaulloa@gmail.com

Profesor guía:

Eloy Oliva Vásquez

Puerto Montt, 2024


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Introducción

En Chile, el porcentaje de estudiantes matriculados en la educación superior se ha

duplicado en la última década, con mayor crecimiento en la participación de estudiantes que

provienen de familias de nivel socioeconómico bajo (Ministerio de Desarrollo Social,IDESO,

2015). La educación superior es la principal vía de formación de capital humano avanzado y

representa una plataforma importante de movilidad social (OCDE, 2017). Sin embargo, este

período de transición hacia la adultez puede representar una fuente importante de estrés y

situaciones adversas, coincidiendo con los años en que se desencadenan la mayoría de los

trastornos mentales (Kessler et al., 2007), lo cual podría amenazar la trayectoria académica y

profesional de quienes transitan por la educación superior.

En este sentido, la palabra resiliencia se ha convertido en foco de interés en contextos

académicos, debido a que el término está asociado a la salud mental y a los mecanismos de

adaptación al entorno por parte de los estudiantes. Asimismo, está relacionada con la confianza y

el optimismo ante la adversidad porque permite al individuo reconocer sus propias posibilidades,

confiar en la ayuda que pueda obtener de los demás y el manejo de las circunstancias ante las

cuales debe saber resistir y acometer, preservando la calidad de vida (Werner, 1987). En esta

misma línea, Martin (2013) señala el término resiliencia académica para referirse a aquella

capacidad que muestran los estudiantes para superar las adversidades que se presentan de manera

aguda o crónica y que amenazan las posibilidades de un adecuado desarrollo educativo (Martin,

2013).

Desde el punto de vista etimológico, la palabra resiliencia proviene del latín “resilio” que

significa volver atrás, volver de un salto, rebotar. El concepto surge de la física y se refiere a la

capacidad de los metales para resistir el impacto de una presión deformadora y recobrar su
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estado o forma cuando ya no existe esa presión (Machuca, 2002). El término fue incorporado en

las ciencias sociales a partir de los años 60 y caracteriza la capacidad que tienen las personas

para desarrollarse psicológicamente sanos y exitosos a pesar de vivir en contextos de alto riesgo,

como entornos de pobreza y familias con múltiples problemas, situaciones de estrés prolongado,

centros de internamiento, etc. Se refiere tanto a los individuos en particular como a los grupos

familiares o colectivos que son capaces de minimizar y sobreponerse a los efectos nocivos de las

adversidades y los contextos desfavorecidos socioculturalmente, de recuperarse tras haber

sufrido experiencias notablemente traumáticas, en especial guerras civiles y campos de

concentración (Werner, 2003).

La incorporación del concepto de resiliencia en psicología surgió en la década de 1980,

gracias a los estudios de EE Werner y RS Smith (1982), en una época en la que prevalecía el

concepto de vulnerabilidad. En 1955, E. Werner evaluó a 698 recién nacidos en la isla de Kauai,

en el archipiélago hawaiano, y posteriormente realizó un seguimiento de 201 niños procedentes

de entornos socio familiares desfavorecidos, de los que se esperaba un desarrollo psicosocial

negativo. Casi treinta años después, E. Werner descubrió que 72 de estos sujetos de alto riesgo

llevaban una vida normal y adaptada, a pesar de no haber recibido ninguna atención especial.

Este descubrimiento provocó un cambio en la comprensión del desarrollo humano, destacando la

importancia de la resiliencia como factor protector contra la adversidad.

Desde la psicología humanista autores como Maslow han defendido la existencia en el

ser humano de una fuerza que le lleva hacia la autorrealización (Maslow, 1983), de un

mecanismo interno, llámese actitud positiva, que favorece la salud y la normalidad, que alienta a

crecer y ser mejores, aún en condiciones adversas (Chiland, 1982, Radke-Yarrow y Sherman,

1990).
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Por otra parte, surgen definiciones contemporáneas que no se distancian del concepto

base, sino que amplían el constructo de resiliencia. En este sentido, Southwick y Charney (2018),

señalan que la resiliencia es un proceso dinámico que implica la interacción entre diversos

factores como la genética, el entorno y las experiencias personales. Sostienen que la resiliencia

se puede desarrollar y fortalecer mediante diversas intervenciones, como la terapia cognitivo-

conductual, prácticas de atención plena y redes de apoyo social.

Otra autora que ha escrito extensamente sobre resiliencia es Ann Masten. Ella define la

resiliencia como la capacidad de un sistema dinámico para adaptarse con éxito a perturbaciones

que amenazan la función, la viabilidad o el desarrollo del sistema. Masten sostiene que la

resiliencia es una capacidad humana universal que se puede observar en niños y adultos que han

enfrentado adversidades importantes, como la pobreza, el trauma o la discriminación (Masten,

2015).

En la actualidad, Marisa Salanova (2022) dice menciona que la idea de resiliencia tiene

que ver con el aprendizaje basado en el sufrimiento o golpes que da la vida, creando una reacción

frente a la adversidad como una respuesta adaptativa, de carácter reactivo que lleva al bienestar

personal, esto indica que sin adversidad no existe resiliencia. Sin embargo, también existe la idea

que puede ser proactivo con el objetivo de anticipar, estructurar y minimizar el impacto de los

acontecimientos, lo que hoy se entiende como psicología positiva (Cebolla, 2020).

En este sentido la psicología positiva es de gran ayuda por ser un área de estudio

transversal a muchas disciplinas, rama dentro de la psicología científica que promueve la

investigación centrada en aspectos positivos como la gratitud, la esperanza, el entusiasmo, la

curiosidad, incluso el amor del ser humano (Hervás, 2022).


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Con respecto a las consecuencias de la resiliencia un exceso de resiliencia o una

aplicación inadecuada de esta capacidad pueden tener repercusiones negativas en la salud

emocional y en la toma de decisiones puesto que podría llevar a las personas a ser demasiado

persistentes con objetivos inalcanzables. Reseñas científicas muestran que la mayoría de las

personas pierden una enorme cantidad de tiempo persistiendo con metas poco realistas, un

fenómeno llamado «síndrome de la falsa esperanza» señalado en el artículo "Si al principio no

tienes éxito: Falsas esperanzas de autocambio" publicado en American Psychologist por por

Polivy, J. y Herman, CP (2002).

En la misma línea, demasiada resiliencia podría provocar que las personas desarrollan

una tolerancia extrema ante situaciones negativas dando la posibilidad de enfrentar dificultades

para establecer límites adecuados en situaciones inaceptables, o sobre cargarse debido a asumir

responsabilidades adicionales sin descanso, En el trabajo, esto puede traducirse en aguantar

trabajos aburridos o desmoralizantes, malos jefes durante más tiempo del necesario.

Treglown et al. ( L, Palaiou K, Zarola A, Furnham A (2016) realizaron un estudio sobre

el lado oscuro de la resiliencia y el agotamiento, demostrando que hay diferencias drásticas en la

capacidad de las personas para adaptarse a trabajos y entornos laborales estresantes,

obstaculizando la eficacia del liderazgo y, por extensión, la eficacia del equipo y la organización.

Estas definiciones, según Heatmath (2014) permiten establecer cuatro dimensiones para

el termino resiliencia: física, emocional, mental y espiritual. La dimensión física se refiere a la

capacidad de mantener un cuerpo sano y fuerte, y a la habilidad de recuperarse de lesiones o

enfermedades. La dimensión emocional se refiere a la capacidad de manejar las emociones y de

mantener una actitud positiva y optimista ante las dificultades. La dimensión mental se refiere a

la capacidad de aprender y de adaptarse a nuevas situaciones, y a la habilidad de pensar de


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manera creativa y crítica. La dimensión espiritual se refiere a la capacidad de encontrar un

propósito y un significado en la vida, y a la habilidad de conectarse con algo más grande que uno

mismo.

En virtud de los antecedentes expuestos y considerando que su estudio podría constituir

una forma de aproximación al escenario actual que experimentan los estudiantes universitarios

de la ciudad de Puerto Montt, el objetivo de este proyecto de investigación es construir y validar

un instrumento para medir resiliencia en universitarios de la ciudad de Puerto Montt. Los

objetivos específicos se conforman en a) Construir un instrumento para medir resiliencia en

universitarios de la ciudad de Puerto Montt; b) Establecer analizar la fiabilidad del instrumento

psicométrico para medir resiliencia en universitarios de la ciudad de Puerto Montt; c) Evaluar la

validez del instrumento psicométrico para medir resiliencia en universitarios de la ciudad de

Puerto Montt. Y la hipótesis que se propone es: las personas que son más resilientes presentan

mayor nivel de satisfacción vital.


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