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René Descartes

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FACULTAD DE TEOLOGÍA DEL NORTE DE ESPAÑA

SEDE DE VITORIA-GASTEIZ

René Descartes
Filosofía Moderna

JOSUÉ ÁNGEL DELGADO


ENERO 2023
CAPÍTULO I
VIDA Y OBRA

René Descartes, filósofo y estudioso de la ciencia, nacido en La Haye


(Turena, Francia), el 31 de Marzo del año 1596. Este personaje es
considerado como el “Padre de la Filosofía Moderna”. Tras haber recibido
una educación en cariz escolástico en el colegio de la Flèche, se enrola en
el ejército. El 10 de noviembre de 1619, durante el invierno alemán,
descubre en un campamento los “fundamentos de una ciencia admirable” y
de esta lectura surgirá entonces, parte de su famoso Discurso del Método.
Diez años más tarde, tras dejar el ejército, viaja a Europa y se establece en
Holanda después de salir de una Francia hostil. Precisamente en este
periodo publicará el Discurso del Método. Tiempo después, fue invitado a
Estocolmo por Cristina de Suecia, actual reina de la nación sueca en ese
entonces. Ya trasladado a Suecia, caerá enfermo y fallecerá el 11 de
Febrero del 1650, un año después de su llegada, debido a una fuerte
Pulmonía. Actualmente su cráneo se exhibe en el Museo del Hombre en
París.

Descartes desde muy joven, había nutrido una fuerte esperanza de


conseguir conocimientos seguros sobre la naturaleza de los hombres y del
universo. Pero después de haber estudiado filosofía se convenció cada vez
más de su propia ignorancia, caso similar al de Sócrates. Como Sócrates,
estaba convencido de que sólo nuestra razón puede proporcionarnos
conocimientos seguros. No podemos fiarnos de lo que dicen los viejos
libros. Ni siquiera podemos fiarnos de los que nos dicen nuestros sentidos.
Platón también opinó de esta forma.

Hay una línea que va desde Sócrates y Platón que pasa por San Agustín
antes de llegar a Descartes. Todos estos filósofos fueron racionalistas.
Opinaban que la razón es la única fuente segura de conocimiento. Tras
extensos estudios Descartes llegó a la conclusión de que los conocimientos
que se habían heredado de la Edad Media no eran necesariamente de fiar.
De esta manera, Descartes empezó a filosofar por cuenta propia.

Pero llegaría a tener una gran importancia para la filosofía, incluso


después de su muerte. No es ninguna exageración decir que fue Descartes
quien fundó la filosofía de los tiempos modernos. Tras el entusiasta
redescubrimiento del renacimiento del ser humano y de la naturaleza,
surgió de nuevo una necesidad de recoger las ideas de la época en un
sistema filosófico consistente. El primer gran sistematizador fue Descartes.

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Reglas para la dirección del espíritu es como se titularía la primera obra
de importancia para Descartes en su vida como filósofo. El francés
redactaba esta obra entre los años 1628 y 1629 aún estando en Francia y ya
luego establecido en Holanda. Consiste en una obra en donde Descartes
ante la necesidad de elaborar un método con reglas fáciles, se plantea y
pretende mediante este método, la unión de todas las ciencias, y que a su
vez, les permita llegar a la verdad.

Ya en su estancia en Holanda redactará otra de sus diversas obras


llamada Tratado del Mundo, obra perteneciente al ámbito de la Física que
iba a ser publicada en el año 1633. Descartes tenía grandes expectativas
con esta obra, ya que estaba cimentada en la filosofía Heliocéntrica de
Nicolás Copérnico, esta obra significaría entonces un adelanto del giro
copernicano en su filosofía, pero lamentablemente no llegaría a ser
publicada debido a las consecuencias que podría traer la exposición de
teorías filosóficas copernicanas, Descartes no quería pasar por lo mismo
que le pasó a Galileo Galilei por defender estas teorías.

En el año 1637 escribirá otra importante obra, ésta ya en el ámbito de las


ciencias, llamada Dióptrica, Meteoros y Geometría. Es de mucha
importancia resaltar que el Prólogo de esta obra sería redactada en Francés
por Descartes, con el fin de tener mayor difusión y entendiendo ante
cualquier tipo de público. A todo esto, cabe resaltar que ese Prólogo sería
nada más y nada menos que su célebre Discurso del Método.

Otra de sus obras más importantes sería publicada en el año 1641,


titulada Meditaciones Metafísicas. Dicha obra representaría el salto a la
fama de Descartes en toda Europa.

Tres años más tarde en 1644 sería publicada otra obra de Descartes
llamada Principios de Filosofía. Síntesis de su filosofía que más adelante
sería el remplazo de la filosofía aristotélica en las unidades Universitarias.

Por último pero no menos importante, sería publicada por Descartes otra
de sus obras más de mayor prestigio, titulada Tratado de las Pasiones, en
el año 1649, un año antes de su fallecimiento en 1650.

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CAPÍTULO II
FILOSOFÍA CARTESIANA

De esta forma, entrando ya en la filosofía de Descartes, es preciso


aclarar un poco en resumen que el filósofo Francés, niega la concepción
teológica de la naturaleza dominante desde la filosofía de Aristóteles en
adelante, y sostiene en cambio una concepción mecanicista de la
naturaleza, que parte de la convicción de que todas las cosas no son sino
materia y se mueven siguiendo leyes matemáticas.
A la hora de entablar un diálogo sobre la filosofía del señor René
Descartes, no lo hacemos en el ámbito ontológico común que prevalecía en
el pensamiento filosófico desde Aristóteles. Esto se debe a que La
Revolución Científica iniciada en el Renacimiento cambió los parámetros
con los que el hombre organizaba e interpretaba los fenómenos que conocía
del mundo. Generó nuevos esquemas de conocimiento.
Ante este ambiente y como mencionábamos en el capítulo anterior,
Descartes pretendió construir una de sus obras filosóficas cimentada en
teorías copernicanas, pudo haber representado con antelación el giro
copernicano de Descartes para la filosofía Aristotélica prevaleciente hasta
ese momento. Descartes citaba igual a Galileo en su filosofía, y
precisamente a raíz de los acontecimientos ocurridos con este pensador,
que al exponer su filosofía a base de teorías copernicanas, fue encarcelado,
el francés por temor a terminar igual que Galileo y por prevenir estas
consecuencias que representaría construir sistemas filosóficos a base de
estas teorías de Nicolás Copérnico, decidió finalmente no publicar dicha
obra.

Sin embargo, esta revolución en la concepción del universo, que tantas


polémicas suscitó, estaba fundamentada en otros cambios que fueron los
que realmente transformaron la ciencia: el método experimental y, como
fundamento de él, la nueva matemática y la nueva física. Galileo decía:
"La Naturaleza es un gran libro escrito en lenguaje matemático" y está
esperando que lo leamos. Las matemáticas era el lenguaje de la nueva
ciencia que se iba abriendo paso. Una nueva ciencia que nos desvelaba una
nueva verdad sobre la realidad del ser.

A todo esto, la pretensión principal de Descartes ya antes mencionada, es


construir o formular con precisión un método, que les valga de instrumento
a todas las ciencias para poder alcanzar la verdad. Es verdad que Descartes
aún conserva mucho de Escolástico, pero no acepta los cimientos

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edificados por sus predecesores y se esfuerza por construir ex Novo un
edificio filosófico completo. Representaría este hito de Descartes en la
historia de la filosofía un giro Copernicano, hecho que no ocurría desde la
época de Aristóteles y es un síntoma de la nueva confianza que los hombres
tienen en sí mismos, engendrada por el progreso científico.

En su sistema filosófico, Descartes construir una filosofía desde los


cimientos y que procura encontrar una especie de esclarecimiento de todas
las cuestiones filosóficas importantes. La Antigüedad había tenido grandes
sistematizadores como Platón y Aristóteles. La Edad Media tuvo a Santo
Tomás de Aquino, que quiso construir un puente entre la filosofía de
Aristóteles y la teología cristiana. Luego llegó el Renacimiento, con un
embrollo sobre Dios y el hombre. Hasta el siglo XVII no hubo por parte de
la filosofía un intento de recoger las nuevas ideas en un sistema filosófico
esclarecido. El primero en intentarlo fue descartes. Él puso la primera
piedra de lo que sería el proyecto más importante de la filosofía de las
generaciones siguientes. Ante todo le interesaba averiguar lo que podemos
saber, es decir, aclarar la cuestión de la “certeza de nuestro conocimiento”.
La otra gran cuestión que le preocupó fue “la relación entre alma y
cuerpo”. Estos dos planteamientos caracterizan el debate filosófico durante
los siguientes ciento cincuenta años.

Descartes en sí, fue un hombre avanzado para su época, pero también


eran cuestiones que ya se planteaban en esa época. En lo que se refiere al
problema de conseguir conocimientos indudables, muchos expresaron un
escepticismo filosófico total, opinando a que los hombres tendrían que
resignarse a no saber nada. Pero Descartes no se resignó a eso. Si se
hubiera resignado, no habría sido un verdadero filósofo. De nuevo
podemos establecer un paralelismo con Sócrates, que tampoco se resigno al
escepticismo de los sofistas. Precisamente en la época de descartes la nueva
ciencia había desarrollado un método que proporcionara descripción segura
y exacta. Descartes tuvo que preguntarse también sino habría también un
método seguro y exacto para la reflexión filosófica.

La filosofía Cartesiana de cara hacia la lógica de Aristóteles


fundamentada dentro de un silogismo deductivo, se hace crítica hacia el
considerado hasta ese entonces, instrumento de todas las ciencias. Para
Descartes la lógica aristotélica presenta una insuficiencia radical: Descartes
afirma que con ella nunca nos será posible llegar a descubrir verdades
nuevas. El francés afirma que un silogismo sólo es correcto cuando la
conclusión no va más allá de lo que dicen las premisas, Ante ésta crítica, la

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lógica aristotélica funciona muy bien como “método expositivo” coherente
con la sabiduría que hay en nosotros, pero no como “método para descubrir
nuevas verdades”.

El punto de vista de Descartes no podría llevar describirse mejor que


diciendo que, al llevar tal concepción hasta sus últimas consecuencias,
identificó virtualmente la matemática con la ciencia de la naturaleza. La
ciencia de la naturaleza posee un carácter matemático no sólo en su sentido
más amplio, según el cual la matemática sirve de ayuda, cualquiera que sea
su función, sino también en el sentido más restringido según el cual la
mente humana produce el conocimiento de la naturaleza con sus propias
fuerzas, del mismo modo que produce la matemática.

En el proyecto filosófico de Descartes se hallan estrechamente


vinculados y son sólidamente interfuncionales método, física y metafísica.
“La metafísica cartesiana es una metafísica correcta porque, por una parte,
logra interpretar los resultados más destacados de la ciencia de su época, y
por otra, al decir de qué está hecho el mundo y cómo está hecho, ha
constituido el paradigma o, si se prefiere, el programa de investigación que
influyo en la ciencia posterior.” Señalaba Joseph Agassi.

El mecanismo cartesiano demostró ser una metafísica influyente y


fecunda para la investigación, no sólo física sino también biológica y
fisiológica, puesto que para Descartes, el cuerpo humano es una máquina y
al animal no es más que un autómata. Como veremos, el fundamento del
sistema metafísico cartesiano se encuentra en la identidad de materia y
espacio.

La metafísica, pues, nos dice de qué y cómo está hecho el mundo. Por
consiguiente, Descartes afirma que la ciencia se ocupará “sólo de aquellos
objetos ciertos e indudables”. La metafísica preestablece al científico qué
debe buscar, que problemas son relevantes o no, y a qué tipo de leyes hay
que llegar. Pare ello se necesita un método. “El método es necesario para
buscar la verdad. El método en su totalidad consiste en el orden y la
disposición de las cosas hacia las cuales es preciso dirigir la fuerza del
espíritu para descubrir alguna verdad. Descartes entonces establecerá de
esta forma el Método Cartesiano.

Ya haciendo mención anteriormente la necesidad de Descartes de


encontrar un método para la unificación de las ciencias en busca de

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verdades nuevas, ahora describiremos las pretensiones que Descartes tiene
y en qué consiste ese famoso Discurso del Método.

Descartes plantea la elaboración de un método al que se pueda aplicar de


la mejor forma la “capacidad racional”, cualidad que por naturaleza
poseemos todos los seres humanos, un método al que nos sea posible
direccionar correctamente nuestra facultad de conocimiento, y que por
resultante, aumente nuestro saber. Nuestra facultad racional, tiene la
capacidad de la distinción entre las verdades y falacias, sin embargo existen
factores que pueden perturbar el juicio de nuestra razón como por ejemplo:
una educación equivocada, pasiones, impaciencia, etc., llevándola a
cometer errores. De esta situación es precisamente donde surge la
necesidad de la elaboración de unas reglas, las cuales nos sirvan de guía
para poder aplicarlas a las dos operaciones básicas de nuestra razón o
entendimiento.

 Por inducción: Percepción clara, íntima, instantánea de una idea o


una verdad, tal como si se tuviera a la vista. Se conoce de forma
inmediata, sin necesidad de razonamiento.

 Por deducción: Método por el cual se procede lógicamente de lo


universal a lo particular. Razonamiento demostrativo (no evidente)

El método cartesiano está inspirado en el que utilizan las matemáticas,


que toman como punto de partida “axiomas evidentes para ir deduciendo
teoremas. Para esto, existen las denominadas por Descartes 4 reglas del
método, que se deben aplicar para poder llevar a cabo este proceso.

 Regla de la evidencia: toda afirmación alguna, cuya verdad no


pueda ser intuida con absoluta evidencia, no se debe aceptar como
verdadera.

 Regla de análisis: toda aquella afirmación compleja (no evidente)


debe ser descompuesta en tantas afirmaciones simples como sea
posible y necesario para poder intuir su evidencia.

 Regla de la síntesis: consiste en la unión nuevamente mediante


alguna cadena de deducciones, las afirmaciones simples obtenidas
tras el análisis, para que nos sea posible conocer la relación lógica
que las une en la afirmación compleja.

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 Regla de enumeración: por último, hay que comprobar
constantemente los pasos dados en el análisis y la síntesis, con la
finalidad de estar seguros de no haber cometido ningún error en
ellos.

Son cuatro reglas que persiguen u mismo objetivo: darnos la certeza


(seguridad racional) de que toda investigación científica o filosófica que las
utilice alcanzará la verdad por compleja o difícil que se nos pueda
presentar.

Descartes considera que la clave de este problema está en el criterio de


verdad. La Filosofía consideraba que la verdad de una proposición estaba
en el ser, es decir que una proposición era verdadera si decía del ser lo que
era el ser. Y como lo que el ser es, es una cuestión debatida, no evidente,
todos los filósofos consideraban que eran ellos los que decían realmente lo
que el ser era, aunque dijeran cosas diferentes. A todas luces ese criterio de
verdad no era eficaz dado que no conseguía crear un cuerpo de
conocimientos universalmente aceptados y válidos en el transcurso del
tiempo. Descartes al contrario dirigirá su atención al “yo pienso”, por lo
que, en él, se puede hablar de que la metafísica es sustituida por una
“egología”.

Descartes quería fijar su sistema filosófico sobre cimientos sólidos y


dándose cuenta de que los argumentos de sus predecesores llegaban
siempre a fin inconcluso o incierto, partiría entonces desde un punto
diferente al de ellos. ¿De qué punto parte Descartes para establecer un
nuevo método filosófico que sea conductor a esas verdades que tanto
buscaba? a esas verdades universales, evidentes y de las que no pudiese
dudar. Así entonces Descartes, establecería la misma duda como método.
En primer lugar, Descartes duda de los sentidos pues estos pueden
engañarnos, hay que rechazar por inseguros los conocimientos que aportan.
También dudará de toda la concepción de la realidad que tenía hasta ahora.
Descartes acudió a este método partiendo de que no hay indicios
concluyentes ni señales que basten a distinguir con claridad la vigilia del
sueño, es decir, los seres humanos cuando nos quedamos dormidos y
empezamos a soñar, es un acto en el que no nos damos cuenta cuando
ocurre, aparte de esto, ya dentro del sueño, pensamos que lo que estamos
soñando es real o que verdaderamente está aconteciendo, pero solamente es
un sueño. Surgirá también la hipótesis de un Dios engañador, ya que si
admitimos la creencia en un Dios todopoderoso, nada impide que nos hay
creado con una naturaleza tal que nos equivoquemos en todos nuestros

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conocimientos y, por tanto, que no quede conocimiento alguno a salvo de
la duda. Luego sobresaldrá la hipótesis del genio maligno, que con dicha
hipótesis, es con la que la duda alcanza su máximo nivel de radicalidad.
Según la que dios nos haya creado con una razón que no tiene porque
equivocarse siempre, Descartes finge la existencia de una especie de
demonio tan poderoso como maligno, que utiliza sus habilidades para
engañarnos y convertir todos nuestros conocimientos en una cadena de
falsedades y errores.

El “pienso luego existo” pone de manifiesto que la duda cumple la


función que se proponía al radicalizarse hasta el extremo, se encuentra con
una verdad indudable.
Así de esta manera, Descartes pondrá en duda todas las verdades
evidentes que tenía hasta ese momento, dudaba de todo, no tenía certeza de
nada. Descartes a través de este método, se dio cuenta con certeza de que
su mente dudaba de las cosas, y aquí, a partir de esta certeza de la duda,
iba a ser la que representaría la entrada a la primera verdad clara, evidente e
indubitable para él. ¿El francés de qué dudaba? Dudaba del contenido de
los pensamientos, porque eran mediatos desde su “yo” al “objeto”, por lo
tanto, Descartes dudaría de todos los conceptos mediatos que se interponen
entre su “yo y el “objeto” y en vez de centrar su atención en el objeto,
centraría su atención en su “yo”, a esta teoría del conocimiento, es la que le
damos por nombre “Idealismo”.

Una vez alcanzada la primera verdad cierta, Descartes se pregunta por el


criterio de la certeza ya que acaba de descubrir una verdad de la que se está
seguro que es cierta, y se puede establecer como regla general que son
verdaderas todas las cosas que concebimos igual que clara y distintamente.
La certeza caracteriza a una verdad por la evidencia con la que se nos
muestra, o sea, por la claridad y la distinción con que es entendida.
Debido a esto, Descartes quería encontrar ese objeto inmediato hacia su
yo, que no contuviese conceptos mediatos de los cuales Descartes dudaba.
Así llegó entonces a la conclusión de que duda del contenido del
pensamiento pero no dudaba del pensamiento mismo. Lo que hizo
Descartes, fue tomar el pensamiento mismo como objeto, y se dio cuenta
de no había nada mediato entre él y su pensamiento mismo, su pensamiento
era el objeto más inmediato hacia él, no dudaba entones de que era un ser
pensante. Surgirá entonces la primera verdad indubitable, el “Cogito Ergo
Sum” (Pienso, luego existo).

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De las dos dudas anteriores se desprende que también es posible dudar
de todos los conocimientos y ciencias que pretenden hablar o representar la
realidad exterior o la naturaleza corpórea en general. Finalmente,
Descartes, dudará también de la geometría, la aritmética y las matemáticas,
argumentado que podría haber un genio maligno engañándonos.

Inmediatamente después, Descartes se planteará cuál es la esencia de


este sum. Sé que pienso y sé que existo, pero ¿Qué soy? Ante esta
pregunta, Descartes se da cuenta de que, aún pudiendo dudar de todo, hay
una actividad que no puede separarse de mí, y es precisamente la del
pensamiento. Así, la esencia del primer principio es la de ser una cosa que
piensa, una res cogitans.
Descartes define lo claro como lo que brilla intuitivamente a la luz
del espíritu, y lo distinto como lo que es en todas sus partes claro y
firmemente determinado. Y aquellas representaciones (ideas) que en este
sentido son claras y distintas, cuya evidencia no es derivable de ningunas
otras, reciben el nombre de ideas innatas. Estas ideas se hallan impresas en
el alma humana por Dios. El ejemplo más elocuente de idea innata es la
misma idea de Dios. Tres clases de ideas en general:

 Ideas adventicias: son las que creemos que proceden de fuera y


se refieren a los objetos materiales que percibimos por los
sentidos. No nos proporcionan conocimientos ciertos pues los
sentidos pueden engañarnos.

 Ideas facticias: las ideas confeccionadas y elaboradas por uno


mismo. Tampoco proporcionan conocimientos ciertos pues
dependen del capricho de nuestra imaginación.

 Ideas innatas: las que han nacido con nosotros. Impresas en


nuestra alma por Dios. Se nos muestra en ellas la verdad.

El verdadero conocimiento no procede ni de lo que perciben los sentidos,


ni de los caprichos de nuestra imaginación, sino solo de la mente pura que
logra descubrir sus verdaderos conocimientos. El verdadero conocimiento
tiene lugar mediante las ideas innatas, que son las que la razón encuentra en
sí misma.

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CAPÍTULO III
CONCEPCIÓN DE DIOS, ARGUMENTO DE LA EXISTENCIA Y OTROS
ARGUMENTOS FILOSÓFICOS

Descartes tiene una certeza: existe, y su esencia es el pensamiento. Sin


embargo, lo que se plantea ahora es si podrá justificar otros conocimientos,
pues su propósito es empezar de nuevo desde los fundamentos para
establecer algo firme y constante en las ciencias. Así, Descartes se plantea
qué requiere algo para que sea cierto y concluye, que, al igual que el
pensamiento de sí era para él algo claro y distinto, es regula generalis, o
regla general, que “son verdades todas las cosas que concebimos muy clara
y distintamente”. No obstante, ¿Cómo admitir como verdadero algo de lo
que anteriormente había dudado como las ciencias o las matemáticas?
Es en este punto donde Descartes apela a Dios. Dios responderá a la
exigencia del cogito que quiere asegurarse de la evidencia de su regla de la
evidencia. Queda, pues, por demostrar si Dios existe.
Descartes reconoce que los seres humanos somos seres finitos e
imperfectos, pero aún así siendo imperfectos, albergamos en nuestro
pensamiento o nuestro espíritu la idea de perfección. En la mayoría de los
argumentos metafísicos, los pensadores afirmaban la existencia de ese algo,
infinito, eterno y supremo que estaba detrás de todos los procesos de la
naturaleza, que al final el objetivo de toda la metafísica era llegar a ese ser,
a pesar de que nunca lo hicieron. Por lo tanto, la idea de perfección, de
eternidad, de absolutismo y de infinidad que hay en nosotros, no podría
provenir de un ser imperfecto y finito como lo es el ser humano. Llega
entonces a la conclusión de que existe un Dios perfecto e infinito que
deposita esas ideas de perfección dentro de nosotros. Así, en virtud de una
luz natural, se desprende que esta idea solo puede provenir de Dios mismo.
Dios es, pues, “como la causa en mí de su idea”. Es la prueba a posteriori
de Descartes. Surgirá de esta manera la segunda verdad clara, distinta,
evidente e indubitable para Descartes, la cual será la “res infinita” o sea
Dios.

Descartes usará de este Dios para validar su regula generalis. El Dios


perfecto y absoluto no puede ser deceptor y, por tanto, mis percepciones
subjetivas claras y distintas no me engañan. Así, Dios servirá de garante de
la verdad de mis percepciones claras y distintas. La cual llamará la
garantía de Dios.

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De este modo Descartes se dará cuenta que las percepciones claras y
distintas del mundo corpóreo no pueden ser solo un sueño. Aplicó entonces
su regla lógica de las matemáticas y de la de la geometría, y se dio cuenta
de que el mundo exterior era posible medirlo. La materia contenía las tres
dimensiones de medida que son: Longitud, Profundidad y Anchura, de esta
forma, la materia ocupa un lugar en el espacio. Llega Descartes a la
conclusión de que es posible medir la materia y que a la vez tenía sobre la
percepción clara y distinta de la realidad corpórea, surgirá así su tercera
verdad clara y distinta que le da por nombre “res extensa” la materia.
Por tanto, es Dios quien certifica la verdad de la regla general y no es
solo el cogito el que fundamenta toda la realidad. Así, se puede hablar de
de la cohabitación de dos verdades en la metafísica de Descartes: por un
lado, parece que quiere fundamentar toda la realidad en el cogito y que
Dios sólo es alcanzado a través del orden de razones que despliega el
sujeto; pero, por otro lado, Dios es el criterio de verdad y el primer
principio. Por tanto, se puede hablar de un dualismo de principios, el ego y
Dios, que posteriormente se separarán en el transcurso de la modernidad.

La concepción mecanicista de la naturaleza trae la distinción entre seres


extensos y seres pensantes. El ser humano, dualismo sustancial de cuerpo,
verdadera sustancia capaz de realizar sus funciones vitales y movimientos,
y alma, sustancia plena en sí desligada de todo cuerpo y libre de unión
esencial con materia alguna. El problema que se plantea es el de la
comunicación entre cuerpo y alma. Podemos concebir el alma sin el cuerpo
pero no desligada del pensamiento, al igual que el cuerpo puede ser
concebido prescindiendo del alma perno no sin la extensión. Descartes se
considera a sí mismo como una sustancia a la que le corresponde el atributo
del pensamiento y que es irreductible al atributo de la extensión. Alma y
cuerpo son, dos sustancias distintas, la una pensante (res cogitans) y el otro
extenso (res extensa), que pueden existir separada e independientemente. El
alma no es ya ni forma del cuerpo ni principio de vida, pues la vida se
reduce a puro movimiento mecánico y el movimiento del cuerpo no se debe
al alma sino a él mismo, ni muere el cuerpo por marcharse el alma sino
porque cesa el movimiento.

Por ello constituye que el alma es inmortal, aunque finita, el alma es


sustancia espiritual, una simple e indivisible que al pensar expresa su
atributo de diferentes modos. El cuerpo en cambio, en tanto que materia, es
espacial y mesurable en proporciones estáticas. Como sustancia extensa le
corresponde lo matemáticamente aprehensible, la figura la situación el
movimiento, la duración y el número.

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La sede principal del alma es la glándula pineal, la conciencia tiene su
sede en el cerebro, por lo que en éste ha de producirse necesariamente la
comunicación entre alma y cuerpo. La glándula pineal está situada dentro
del cerebro, en su centro. Hace de esta glándula el lugar en que se produce
la intercomunicación de cuerpo y alma, poniendo como prueba la
existencia de las pasiones.

Descartes llega a reconocer en su última obra, que el alma está unida a


todas las partes del cuerpo conjuntamente, aunque ejerza sus funciones en
la glándula pineal, hace verosímil la suposición de una unión más estrecha
de alma y cuerpo que la inicialmente proclamada. Para poder entender
adecuadamente y dar cumplida cuenta de las sensaciones como dolor,
hambre, sed, que no simplemente conozco de modo intelectual, sino que
siento, es necesaria la unión íntima de alma y cuerpo, a la que se debe, de la
que nacen y dependen esos sentimientos. Por tanto los cánones
racionalistas de Descartes pisan terreno firme cuando percibe con claridad
y distinción.
No es pues el ser humano un alma que se limite a contemplar las
necesidades del cuerpo sino que experimente como suyas y siente en carne
propia las sensaciones y los sentimientos provocados en el compuesto
humano por el cuerpo. El cuerpo interactúa con el alma posibilitando un
conjunto de fenómenos tales como sentir, imaginar, emocionarse…
Descartes muestra una completa irresolución o ambigüedad a la hora de
explicar la relación entre el alma y el cuerpo; en sus obras y escritos
encontramos no solo los términos de unión y mezcla sino también los de
conjunción y composición.

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