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de la negociación
Durante las dos últimas semanas de mayo y las
primeras de junio, se asistió a la profundización
del proceso de organización territorial, construcción social de agendas y pliegos
de reivindicación
y negociación. Se trabajó en simultáneo en afianzar dinámicas territoriales que
permitieran potenciar las lógicas comunitarias y la construcción de
agendas de alcance nacional y municipal que, en lo
esencial, buscaban generar condiciones más favorables para la sociedad en su
conjunto.
Las dinámicas de la movilización perfilaron
dos grandes espacios de construcción social y de
negociación.
Por una parte, el Comité Nacional del Paro el cual
se constituyó de importantes fuerzas sociales y políticas con representación
nacional y capacidad
organizativa. Se destaca el liderazgo de un sector
sindical, especialmente el magisterial (FECODE)
y obrero (CUT, CGT, CTC, entre otros), así como de
una serie de fuerzas sociales (Congreso de los pueblos, Marcha Patriótica,
Asociación Colombiana de
Representantes Estudiantiles -ACRES-, COMOSOC,
ONIC, Mujeres por la paz, entre otros) y políticas que
se movían ya en la contienda electoral, entre las cuales se encuentran las
dignidades, los verdes y el pacto
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histórico. Según el Comité Nacional del Paro, se articularon “26 sectores sociales
del nivel nacional, 29
comités departamentales, y más de 300 comités municipales” (CNP, Comunicado de mayo
16 de 2021).
El Comité pretendió asumir la representación
y la negociación a nivel nacional con un pliego y
una agenda de negociación que, conteniendo reivindicaciones y demandas importantes,
no tenía la
capacidad de recoger el sentir ni articular las múltiples expresiones de
resistencia surgidas en las diversas ciudades del país. Aunque el CNP fue el
convocante inicial de la movilización, el curso tomado
por esta lo desbordó, trasladando a otros actores la
mayor fuerza de la rebelión desatada.
Por otra parte, los puntos de resistencia locales, las
asambleas barriales y populares y la minga indígena
que desplegaron lógicas territoriales paulatina,
pero progresivamente, desde la escala local hacia
niveles municipales y nacionales y que establecieron el formato asambleario, de
democracia directa,
como la vía para la construcción de consensos y su
formalización en pliegos. Este movimiento asambleario no se articuló en torno a
procesos organizativos específicos y con representaciones establecidas, allí
confluían diversas subjetividades sociales
como estudiantes, jóvenes sin trabajo, madres de
familia, indígenas, maestros, obreros, mujeres, colectivas feministas, por
mencionar algunos.
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El pliego de exigencias del Comité Nacional del
Paro se centró inicialmente en la implementación
del Acuerdo final de paz, la denominada matrícula
cero en la educación superior, las garantías para el
regreso a la presencialidad escolar, la protección
vida de los liderazgos sociales, el plan de vacunación
masivo, la renta básica de emergencia, la intervención estatal para el
fortalecimiento del sistema de
salud, la moratoria del pago de créditos hipotecarios
y de consumo, el fomento de la producción nacional
y el apoyo a las pequeñas empresas, la no discriminación de género y garantías para
el ejercicio de la
protesta (CNP, 2021). Este pliego recuperó los avances
provenientes de la negociación del paro del 19N de
2019 y nuevos elementos derivados del contexto de
la emergencia sanitaria producida por el COVID-19.
Como se puede apreciar, el alcance del pliego
del CNP apuntaba al conjunto de reformas institucionales requeridas para generar
condiciones
de vida más favorables para los sectores sociales
vulnerables. Se trataba de interpelar ante el Estado
el cumplimiento de sus responsabilidades sociales mínimas en el corto plazo. De ahí
que el interlocutor privilegiado fuera el poder ejecutivo. El
horizonte de la movilización no se concibió en el
origen más allá del logro de acuerdos referidos a la
agenda de una política pública para implementar
lo demandado.
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La orientación del pliego y la conducción política asumida por el CNP develaron que
esa instancia
no lograba (ni lo pretendía, probablemente) trascender la lógica y los tiempos de
la estatalidad y su
asistencialismo. Su visión institucionalizada de las
luchas le impidió valorar de modo estratégico los
flujos, las energías y el carácter disruptivo de la rebelión desplegada en la
movilización, menos aun
la disposición de desborde y el desborde fáctico de
la institucionalidad contenido en ella.
De ahí que el CNP no pudiera configurarse
como el espacio de articulación y organización de
los diferentes sectores y fuerzas sociales en movilización; en contraste, los
marcos de legitimidad
alcanzados se fueron más bien debilitando. El
CNP quedó parcialmente encuadrado en los dispositivos de un régimen autoritario
(incluida su supuesta apertura a la negociación) que no pretendía
brindar solución a las reformas demandadas.
Por otra parte, aunque no es posible definir un
único pliego para el conjunto de los puntos de resistencia de las asambleas
populares (localidades,
ciudades y nivel nacional) y de la minga social
indígena, sí se pueden identificar elementos comunes en los pliegos y los objetivos
del proceso.
Entre otros se destacan: 1. La reforma estructural
de la fuerza pública, lo cual implica entre otras
cosas el desmonte del ESMAD, la eliminación de
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la figura de la asistencia militar en las ciudades, la
reubicación de la Policía Nacional bajo el control
del Ministerio del interior, así como la prohibición
del uso de armas letales para la contención de la
protesta; 2. Las garantías democráticas para el
ejercicio de la protesta social, las promoción de organizaciones juveniles y la no
estigmatización de
los y las manifestantes, y el esclarecimiento de las
masivas violaciones de los derechos en el marco
del paro del 28ª y las movilizaciones subsiguientes;
3. Las condiciones efectivas para la materialización del derecho a la educación,
como el pago
del déficit presupuestal de todas las instituciones
públicas (estatales) de educación superior, la matrícula cero, la reforma a la ley
30 de Educación
Superior, y cumplimiento de los acuerdos de 2018;
4. La implementación efectiva del Acuerdo Final
de Paz; 5. Los presupuestos públicos con participación ciudadana y la ley de
combate a la corrupción;
6. El respeto a la consulta previa y reconocimiento
de los derechos de los pueblos indígenas; 7. La renta básica universal; 8. La
derogatoria de la Ley 100
y la reforma garantista al sistema de salud; 9. El
reconocimiento remunerado del trabajo de cuidado y condiciones dignas de trabajo
para todes; 10.
La reforma tributaria y pensional, democrática y
popular; 11. Medidas efectivas de eliminación de
las violencias y desigualdades basadas en género
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y diversidad sexual (Pliego Unión Resistencias
Cali, 2021; Declaración asambleas barriales
Suba, Kennedy, Soacha, 2021; Asamblea Popular
Nacional, 2021).
Junto a estos elementos de reivindicación y negociación directa con el Estado,
también se destaca
el trabajo referido a las estrategias de movilización,
la construcción de pliegos y bases programáticas
para la transformación del país, el despliegue de
acciones de articulación para la unidad de los sectores populares, entre otros
elementos (Asamblea
popular, 2021; Asamblea Suba, 2021; Asamblea
Soacha, 2021).
A diferencia del CNP, la estrategia de esta expresión de la rebelión social y
popular se desarrolló
en dos planos. Un primer plano estuvo referido al
escenario de antagonismo con el Estado. Los heterogéneos sujetos y las
subjetividades subversivas
reunidas en diferentes espacios asamblearios tenían como principio la denuncia y la
interpelación
sustantiva de un régimen autoritario que mostraba rasgos fascistas, responsable de
la muerte y
la violación de los derechos humanos de los y las
manifestantes. Este horizonte movilizador no se
limitaba a una agenda de negociación y, por ello,
escapó a los dispositivos de contención, neutralizadores o de desmovilización,
desplegados por el
poder constituido.
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Al Estado se le demandó de modo prioritario el
desmonte de la estrategia contrainsurgente encarnada en la doctrina de la fuerza
pública. De ahí que
las agendas de los diferentes procesos y expresiones de rebeldía destacaron la
reforma estructural
de las fuerzas militares y de policía. Se trataba de
generar las condiciones para fisurar uno de los ejes
ordenadores del régimen de dominación; por eso
también resultaba estratégica la demanda por el
esclarecimiento de la verdad y el reconocimiento
de los hechos y garantías de no repetición una la
acción estatal violenta. Asimismo, se exigieron medidas de corto y mediano alcance
que tenían como
propósito fundamental el mejoramiento de las
condiciones de vida de la gente común y de democratización de la sociedad
colombiana. Es quizá en
este ámbito donde se identifican las mayores coincidencias y sinergias con la
agenda y repertorios
del CNP.
Un segundo plano de acción se desplegó en el
espacio asambleario y de la producción de poder
popular, desde abajo. De la rebelión social, no se
esperaba que se limitase, a diferencia de la visión
institucionalizada del CNP, al logro de conquistas
con alcance reivindicativo o reformista. A ella se le
destacaba su vocación disruptiva y con potencial
de subvertir selectivamente el statu quo del orden
social vigente; se trataba entonces de pensar otros
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mundos posibles con proyección contrahegemónica. Esto permite comprender los
avances dentro
de la construcción de una deliberación colectiva
en la búsqueda de definir las bases programáticas
para la transformación social. Las dos asambleas
nacionales populares desarrolladas en Bogotá y
Cali fueron ilustrativas de ese propósito, aunque
con limitaciones. La Asamblea Nacional Popular
surge en el mes de junio “en un ejercicio autónomo y auto organizado [...] un
proceso permanente,
en perspectiva de constituirse en órgano de poder
popular con expresiones sectoriales, territoriales y
poblacionales que fortalezca, potencie y desarrolle
gobiernos propios, planes de vida, consolide territorios y territorialidades
étnicas, campesinas y
populares urbanas, y oriente las luchas del pueblo”
(Asamblea Nacional Popular, 2021b, p. 1).
Por otra parte, debe destacarse el énfasis en la
consolidación del proceso organizativo comunitario, aunque también con notorias
dificultades. Los
diferentes puntos de resistencia locales desplegaron un repertorio de acciones a
través del cual se
propendió por la defensa de la vida en comunidad
y el afianzamiento de las relaciones de solidaridad
y el fortalecimiento de la política desde abajo.
En la Tabla 2, se aprecia un resumen de los alcances diferenciados de las
expresiones organizativas de la movilización social.