Francisco de Quevedo Espana Defendida de Los Tiemp
Francisco de Quevedo Espana Defendida de Los Tiemp
Francisco de Quevedo Espana Defendida de Los Tiemp
MEMORIA Y
CIVILIZACIÓN
RECENSIONES
Francisco de Quevedo, España d efend id a d e los tiem pos de ahora d e las calum -
nias d e lo s no veleros y sed icio so s, ed. crítica y anotada de Victoriano Roncero
López, Pamplona, Eunsa, 2013
(Jesús M. Usunáriz)
RECENSIONES
tarse por otros como el de «patriotismo», más acorde con las características de la
época— es el que va a servir a Quevedo para salir en defensa de España frente a
los ataques de afamados autores foráneos.
En segundo lugar debe tenerse en cuenta el género. Frente a quienes con-
sideraban que el fin de Quevedo consistía en escribir una obra de carácter histó-
rico y enciclopédico, Roncero inserta la España d efend id a —en la estela de otros
autores, pero con mayor enjundia—, en el género de las «laud es Hispaniae»,
conforme tradición española iniciada por San Isidoro —y con una herencia clási-
ca evidente—, continuada en las obras de Lucas de Tuy, Ximénez de Rada o
Alfonso X el Sabio.
En tercer lugar, Quevedo, que utilizará el texto para atacar a todos aque-
llos que ponían en tela de juicio las glorias de la nación, tuvo especial cuidado
—y ahí reside su novedad— a la hora de realizar una revisión de lo escrito hasta
entonces para rechazar, mediante la crítica filológica del humanista —las herra-
mientas filológicas de los críticos franceses de la segunda mitad del siglo XVI—,
todo lo que de falso, legendario y fabuloso perjudicaba a la historia y menosca-
baba el prestigio de España (p.15), en un «proceso de desmitificación de la anti-
güedad histórica de España». Así, en varias ocasiones, despreciará fábulas, como
la relación de los 24 reyes primitivos de España elaborada a finales del XV por el
dominico italiano Anio de Viterbo; o criticará la afición —tan en boga entre sus
contemporáneos— de fantasear genealogías familiares o ciudadanas. Se hacían
necesarios cronistas que escribieran una historia ensalzadora de las gestas espa-
ñolas —al fin y al cabo es lo que pretende Quevedo—, apoyados en la escritura
de una historia fidedigna e imparcial.
Cierto es que la España d efend id a contiene ataques contra aquellos que
ponían en duda, con fundamento, la presencia del apóstol Santiago en España.
Pero aquí reside otro de los puntos fundamentales a la hora de comprender al
autor de Lo s sueño s: la impronta religiosa ineludible del nacionalismo queve-
diano. Quevedo es el representante de una generación de escritores que «asume
para España la protección divina: España se ha convertido en el brazo de Dios
para luchar contra los enemigos de España, que son presentados como los
enemigos de Dios» (p. 19.). Asume así un «nacionalismo patriótico religioso»,
según acuña Roncero, nacido de la idea de que España está protegida por Dios,
y que es el nuevo «pueblo elegido» por Él.
Gracias a esta impronta de patriotismo religioso, Quevedo defiende la la-
bor evangelizadora en el Nuevo Mundo y en Asia, y ataca la leyenda negra que
se extendía por Europa desde la publicación de la Apo lo gía del calvinista Gui-
llermo de Orange en 1581.
Pero el capítulo más amplio de la España d efend id a, el cuarto, se dedica a
las «laudes litterarum» es decir, a ensalzar la lengua y los escritores frente las
críticas de otros humanistas europeos que habían minusvalorado la importancia
de los autores hispano-latinos (Séneca, Quintiliano, Lucano) o dudado, incluso,
tenido que abordar numerosas citas de autores en latín, griego y hebreo, e inclu-
so palabras en siriaco, ruso, ucraniano o inglés; ha tenido la paciencia de recoger
en nota los casi doscientos autores citados por Quevedo a lo largo de sus pági-
nas y con ello una exhaustiva recuperación de las fuentes utilizadas por él. Todo
ello es un ejemplo de la erudición humanística don Francisco, pero que también
ha hecho suya el mismo Roncero con este ejercicio de anotación.
Debo apuntar, por último, a raíz de lo expuesto en los últimos párrafos,
una reflexión final que no quiero eludir. Los historiadores nos hemos acercado
durante ya varias décadas a los métodos de las ciencias sociales, como nuestro
gran recurso para la novedad metodológica y temática. Sin embargo, la estrecha
relación existente entre la Filología y la Historia desde sus inicios, ha ido desa-
pareciendo de tal manera que el fructífero diálogo de antaño se ha diluido en
aras de una pretendida especialización excluyente. Pero los historiadores
—dejaremos para otro momento las críticas hacia los filólogos— debemos reco-
nocer, con humildad, que no sabemos hacer buenas ediciones críticas: sin el am-
paro metodológico de los filólogos cometemos errores de transcripción, anota-
ción, puntuación y, lo que es peor, de interpretación. Trabajos de edición crítica,
como los de Victoriano Roncero son, por tanto, un ejemplo de los que debemos
aprender.
Jesús M. Usunáriz
Universidad de Navarra