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4 Comunicacion Interacciones

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Comunicación e interacciones entre las ciencias

ambientales (socio-ecológicas)
y distintos sectores de la sociedad1
Alicia Castillo*

Introducción

Un atributo de la humanidad en el reciente cambio de siglo es la ca-


pacidad para transferir información en la escala planetaria. No es sólo
la existencia de la Internet, sino también la multiplicación de opciones
en los medios masivos de comunicación y el aumento de las capacida-
des de movimiento de personas por todo el orbe, lo que hace pensar
que la comunicación entre los grupos humanos es cada vez mayor. Sin
embargo, el avance tecnológico en las comunicaciones no ha signifi-
cado necesariamente que esta conexión planetaria conlleve beneficios
para los distintos grupos humanos y que la información que se gene-
ra sea compartida de forma equitativa entre todos los miembros de
la especie. Las diferencias socioculturales entre las naciones y entre
grupos al interior de éstas, así como la dominación económica y po-
lítica de algunos países, impide el acceso a la información y por ende,
las posibilidades de utilizarla. También existen problemas serios en
el manejo de información, cuya consecuencia es que a pesar de que
existan los conocimientos requeridos para la solución de innumerables

* Investigadora, Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM, Campus


Morelia.
1
Agradecimientos. Es importante agradecer a todas las personas que durante
varios años nos han compartido sus visiones a través de numerosas entrevistas reali-
zadas en la Comunidad Indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro, Michoacán y
los ejidos de la región costera de Jalisco. Asimismo, se agradece el apoyo financiero
de los proyectos PAPIIT-UNAM IN304308 y Conacyt 50955.

83
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problemas, éstos no se dan por fallas y debilidades en los sistemas de


producción y uso del conocimiento.
Después de la segunda guerra mundial, como parte de los pro-
gramas de reconstrucción de los países devastados, de los programas
de apoyo en países considerados subdesarrollados, fue necesario tra-
bajar en la transferencia de recursos, tecnología y conocimientos. Los
fracasos en muchos programas propiciaron el análisis de esos obstácu-
los para que los conocimientos generados y la información existente se
utilicen en la resolución de los múltiples problemas que aquejan a las
sociedades humanas (Beal et al., 1986).
La investigación científica constituye una actividad humana
cuya mecánica de pensamiento genera conocimientos para entender
el Universo donde existimos, así como para resolver los problemas a
los que nos enfrentamos como sociedades. Sin embargo, incluso en los
países industrializados y con mayor poder económico, se reconoce una
incapacidad para incorporar mecanismos dentro de los sistemas cien-
tíficos que permitan el uso eficiente del conocimiento. Los resultados
de investigaciones costosas han sido y continúan siendo subutilizados.
La falta de entendimiento sobre cómo y en qué forma debe presentarse
la información a usuarios potenciales, ha impedido que conocimientos
disponibles sean aplicados en la resolución de problemas. Un aspecto
crucial es que mientras no haya comunicación continua e interactiva
entre aquellos sectores que generan conocimiento y sus usuarios, no
es posible utilizar dicho conocimiento. En los estudios sociales de la
ciencia, el análisis de estos problemas comienza a tener auge y se tra-
baja en áreas como la investigación en desarrollo agrícola y la difusión
de innovaciones, para entender cómo el conocimiento es generado,
verificado, transformado, trasferido, recibido y utilizado (Havelock en
Beal et al., 1986; Van den Ban y Hawkins, 1996; Rogers, 2003). Los
análisis en la investigación agrícola han sido enfáticos sobre la impor-
tancia de implicar a los usuarios en los procesos de generación de co-
nocimientos, si se busca que el conocimiento sea útil en la resolución
de problemas (Chambers et al., 1993; Scoones y Thompson, 1994).
En relación con la problemática ambiental, el papel de las ins-
tituciones de investigación científica es tema de debate al aceptar la
relevancia de contar con la mejor información posible para la toma
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de decisiones, y discutir al mismo tiempo la pertinencia de lo que se


investiga en ciencias ambientales; asimismo, reconocer múltiples de-
ficiencias en las capacidades institucionales e individuales de los cien-
tíficos para comunicarse y trabajar con sectores sociales no científicos
(Toledo y Castillo, 1999; Castillo, 2000 a, b). En este contexto, el ob-
jetivo central del presente capítulo es examinar la interacción entre la
ciencia (sus instituciones, actores y productos) y sectores no científi-
cos de la sociedad, particularmente el de los campesinos, porque ellos
constituyen una porción en la toma de decisiones relacionadas con el
manejo de tierras y ecosistemas.

El papel de la ciencia en la problemática ambiental

En las dos últimas décadas, instituciones de investigación y socieda-


des científicas alrededor del mundo, así como grupos particulares e
inclusive investigadores renombrados en las múltiples disciplinas rela-
cionadas con la problemática ambiental, han llamado la atención sobre
la importancia de tomar en cuenta los resultados de la investigación
para la toma de decisiones (Ehrlich, 1989; 1997; Endter-Wada et al.,
1998). Asimismo, se ha destacado la necesidad de organizar las agen-
das de investigación con la participación de los posibles usuarios de la
información para solucionar problemas particulares (Costanza, 1993;
Funtowicz y Ravetz, 1991).
La ecología es una disciplina de las ciencias naturales, de la que
se ha esperado una contribución importante para la resolución de la
problemática ambiental. Esta ciencia remonta sus orígenes al siglo
XIX, cuando se pasó de la colecta de información sobre la historia na-
tural de las especies, al entendimiento de las interacciones entre éstas y
su ambiente circundante (Begon et al., 1986). En 1913 y 1915 se crean
las Sociedades Británica de Ecología y la Americana Ecológica (de los
Estados Unidos) respectivamente. Desde sus inicios, estas sociedades
crearon las que hasta hoy en día se consideran las principales revistas
científicas de la disciplina: el Journal of Ecology, de la sociedad británica
(1913) y la revista Ecology, de la sociedad estadounidense (1920). Es
en estos medios de comunicación donde se validan gran parte de los
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resultados de investigación en la disciplina, y donde se determinan los


temas que se consideran relevantes, además de dictar los tipos de pre-
guntas que se abordan en una gran proporción de instituciones cien-
tíficas alrededor del mundo y las formas de conducir la investigación
ecológica. Es el caso, por ejemplo, de la investigación ecológica que se
realiza en la región de Latinoamérica (Toledo y Castillo, 1999) y sobre
la cual se discute más adelante.
Desde sus inicios, dichas sociedades científicas reconocieron la
importancia de relacionar los estudios en ecología con sus aplicacio-
nes prácticas, principalmente alrededor de las actividades productivas
como la agricultura, la ganadería y el manejo de recursos naturales
(agua, suelos y recursos forestales). En distintos tiempos, ambas so-
ciedades crearon revistas sobre lo que llamaron ecología aplicada. En
el caso de la revista británica The Journal of Applied Ecology (1964) se
manifiesta reconocer que “la ecología es ampliamente utilizada en si-
tuaciones de interés económico y social para la humanidad y que éste
es el contenido de la ecología aplicada, la cual constituye el propósito
de la nueva revista” (Bunting y Wynne-Edwards, 1964: 1). En esta
editorial se resalta, asimismo, que la distinción entre la ecología básica
y la aplicada se hace solamente por razones de conveniencia y no de
mérito o estatus científico. Se señala que la ecología aplicada intenta
brindar recomendaciones para la acción y se espera que los trabajos
que se reciban en la revista sean de corte experimental y cuantitativo,
para asegurar el rigor de las prácticas y recomendaciones brindadas.
En 1996, cuando la revista cumple 30 años, los nuevos editores
se dieron a la tarea de examinar qué tanto la información publicada
en la revista influía en las prácticas de manejo y en la formulación de
políticas ambientales. Después de una revisión detallada de una mues-
tra representativa de artículos, los editores identificaron que, aunque la
proporción de artículos que se incluían eran explícitamente objetivos
aplicados de las investigaciones y con el tiempo aumentaba esta pro-
porción, la mayoría de éstos carecían de indicadores sobre aplicaciones
prácticas de las investigaciones y no proveían de recomendaciones cla-
ras para el manejo (Pienkowsky y Watkinson, 1996). La publicación de
este autoanálisis constituyó un paso importante en el cuestionamiento
sobre el papel desempeñado por la ecología aplicada en la solución de
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problemas relacionados con el manejo de recursos naturales. Ante tal


situación, la reacción de la revista ha sido continuar en la revisión de lo
que se recibe de los investigadores y lo que finalmente se publica. En
1999, volvieron a realizar un análisis de los artículos publicados en ese
año y se concluyó que de 84 artículos publicados, todos contenían in-
formación “de valor directo” para el manejo ambiental y que 46% de los
artículos daban recomendaciones explícitas para el manejo (Ormerod et
al., 1999: 847). Otra conclusión de este análisis afirma que la mayoría de
los trabajos evaluaban los impactos de las actividades humanas sobre los
ecosistemas pero muy pocos sobre los efectos de los organismos en los
humanos. Además, se resaltó que casi ninguno de los estudios utilizaba
los análisis de los impactos antropogénicos para el desarrollo de teoría
ecológica, lo que mostraba que esa área debía desarrollarse. La reflexión
final refuerza el valor de la ecología aplicada e invita a los investigadores
a producir información aplicada para la solución de problemas. En una
editorial más reciente, Freckleton et al. (2005) identifican un incremen-
to en el número de artículos publicados en la revista y el aumento en su
impacto desde el punto de vista científico. No obstante, reconocen tam-
bién la gran importancia de que la información producida pueda llegar
a audiencias específicas, particularmente las relacionadas con el manejo
de ecosistemas y recursos naturales, los responsables de la formulación
e implantación de políticas públicas, así como el público en general.
La revista promueve actualmente la difusión de artículos considerados
como clave, en medios masivos impresos de habla inglesa.
Por otro lado, es importante también reseñar los trabajos realiza-
dos por la Sociedad de Ecólogos de los Estados Unidos. Al reconocer
el aumento vertiginoso de los problemas ambientales, particularmente
los ecológicos relacionados con la destrucción de los hábitats, la pérdi-
da de biodiversidad, la erosión de suelos, la contaminación de acuíferos
y cuerpos de agua, por señalar algunos, esta sociedad solicitó a una co-
misión formada por una larga lista de ecólogos renombrados, trabajar
en una propuesta que priorizara los temas y preguntas de investigación
en ecología y que sirvieran de guía tanto para el avance de la disci-
plina, como para disminuir el deterioro de los ecosistemas y permitir
que éstos mantuvieran sus capacidades para sustentar las necesidades
de la población humana. Como resultado del trabajo de este grupo de
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expertos, en 1991 se publicó la Iniciativa para una biosfera Sustentable


(Lubchenco et al., 1991). Este documento de 41 páginas, establece que
para lograr sus metas, es necesario: 1) generar información ecológica
básica, 2) comunicar el conocimiento obtenido a los ciudadanos y 3)
incorporar el conocimiento a las políticas y la toma de decisiones en el
manejo de ecosistemas y recursos naturales. A pesar de esta interesante
propuesta, el documento solamente ocupa sus últimas cuatro páginas
para abordar los asuntos relacionados con la comunicación y el valor
educativo de la ciencia ecológica y la importante tarea de establecer
conexiones con la toma de decisiones sobre manejo. Se describe que
para que el conocimiento ecológico sea comprensible a los ciudadanos
y a los tomadores de decisiones, éste debe estar en formatos accesibles y
ser necesaria la construcción de nuevas estructuras institucionales para
lograr estas tareas. El grupo de ecólogos acepta que es primordial crear
programas de posgrado interdisciplinarios que impliquen otros temas
indispensables para el entendimiento de la biosfera. Aunque este re-
porte se considera un parteaguas en la investigación ecológica realizada
en los países industrializados anglosajones, es clara su debilidad para
proveer propuestas que conecten la investigación ecológica con la toma
de decisiones. Cabe reconocer, no obstante, que la sociedad científi-
ca ha continuado publicando reportes muy interesantes sobre tópicos
específicos como el manejo de ecosistemas (Christensen et al., 1996;
Mangel et al., 1996). Además, un informe donde se destaca nuevamen-
te la importancia de que los conocimientos generados en ecología sean
útiles para el manejo, conservación y restauración de los ecosistemas.
En este documento se subraya la necesidad de que los ecólogos y sus
instituciones formen alianzas mediante las cuales la información eco-
lógica nutra la toma de decisiones pero también sea capaz de recibir
propuestas para un cambio dentro de la propia ciencia, para permitirle
participar en la construcción de soluciones (Palmer et al., 2004).
En relación con el desarrollo de la ciencia ecológica en otras
regiones, cabe señalar que esta ciencia vio su origen hasta mediados
del siglo XX en la región latinoamericana, y su desarrollo ha sido con-
siderablemente más lento, por lo que las comunidades de ecólogos son
pequeñas a pesar de que en esta región se encuentran varios países
contemplados como los de la mayor diversidad biológica, entre és-
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tos: México, Colombia y Brasil (Toledo y Castillo, 1999). En México,


hacia finales de la década de 1990, se estimaban menos de 500 in-
vestigadores dedicados a la ecología, la mayoría distribuidos en cinco
instituciones. Un análisis sobre qué proporción de sus trabajos eran de
carácter aplicado, reflejó que eran aproximadamente 50% de éstos, lo
cual es un buen indicio de la contribución de esta ciencia hacia la bús-
queda de estrategias sustentables de manejo de ecosistemas y recursos
naturales (Castillo y Toledo, 2000).

La comunicación de la ciencia ambiental (socio-ecológica)

La generación, diseminación y uso del conocimiento son procesos con-


siderados como cruciales para el desarrollo de las sociedades humanas
(Beal et al., 1986). La investigación científica es una importante fuente
de obtención de conocimiento para la solución de problemas. Sin em-
bargo, una seria dificultad que ha enfrentado desde sus orígenes es que
gran parte de su producción se acumula en bibliotecas y en los circuitos
de comunicación de las propias instituciones científicas, por lo que no
es compartido ni utilizado por sectores no académicos de la sociedad.
Retomando el caso de la ecología como ejemplo, se estimaba que en la
década de 1980, existían alrededor de 17,000 ecólogos en todo el mun-
do y que la producción científica era de 10,000 artículos de ecología por
año y 25,000 artículos más, donde la ecología era un tema secundario
(Golley, 1991). Para épocas más recientes, Hochberg (2003) señala que
en la década de 1993 a 2003, el número de revistas de ecología había au-
mentado 10% y que todas ellas contenían muchas más páginas. Lo an-
terior da cuenta de la enorme cantidad de información que se produce y,
como ya se ha mencionado, la preocupación es la utilización pobre que
se hace de ésta. Es necesario reforzar los mecanismos que promuevan y
faciliten el uso del conocimiento científico para la solución de los múl-
tiples problemas que afectan a las sociedades. No saber sobre el tipo de
información que se requiere ni cómo esta información debe presentarse
a los diferentes posibles usuarios, ha resultado en una escasa utilización
del conocimiento científico. Se identifica la necesidad de indagar so-
bre la naturaleza del conocimiento científico y cómo este conocimiento
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puede transformarse y adaptarse a distintos usuarios y evaluar las nece-


sidades que éstos tienen con respecto a información científica.
Una revisión de la literatura sobre la diseminación y utilización
de conocimiento (NCDDR, 1996) señala entre las posibles causas el
enfoque unidireccional, de arriba hacia abajo, que se ha utilizado. En
éste se espera que la investigación proporcione resultados que sean tras-
feridos hacia los usuarios para que los aprovechen. La noción del cono-
cimiento como “una cosa” que puede ser movida de un lugar a otro para
su uso es ampliamente criticada. La revisión concluye que la utilización
de conocimiento para la solución de problemas es un proceso complejo,
transaccional y fuertemente determinado por los conocimientos pre-
existentes, las creencias y experiencias de los usuarios potenciales.
Una de las áreas donde se han desarrollado numerosos traba-
jos es el campo de la investigación y extensionismo agrícolas. A par-
tir del análisis y crítica a experiencias unidireccionales para difundir
innovaciones en la agricultura, donde la llamada revolución verde es
un ejemplo ampliamente examinado, se propuso la construcción de
modelos de trabajo en múltiples direcciones entre aquellos implicados
en la investigación, los extensionistas o responsables de la disemina-
ción de información y los agricultores. Se planeó trabajar con un enfoque
de sistemas de información en el cual las agendas de investigación se
priorizaran con respecto a los problemas de los agricultores, donde los
extensionistas tuvieran un papel de educadores y agentes de cambio, y
no sólo de transmisores entre los sectores investigación y productores.
La comunicación, entendida como el proceso a través del cual los indi-
viduos o grupos humanos comparten significados, se identifica como la
principal herramienta de los sistemas de información (Röling, 1990).
Otro aspecto relevante en el análisis de los procesos de genera-
ción, comunicación y utilización del conocimiento es que éstos ocurren
en espacios socio-culturales determinados y consecuentemente, está
sujeto a procesos de interpretación. Se acepta que la idea de realidad
no existe separada de los procesos subjetivos de los actores sociales y,
por ende, está sujeta a la existencia de posibles conflictos cognitivos
entre las múltiples realidades (Adams et al., 2003). En los procesos
de generación, comunicación y utilización de conocimiento, cabe pre-
guntarse cuáles interpretaciones o modelos de realidad de los distintos
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actores (investigadores, extensionistas, agricultores, políticos, empre-


sarios) prevalecen y bajo qué condiciones ocurre esto (Long y Long,
1992). En este sentido, se proponen como espacios para la construc-
ción social del conocimiento los encuentros entre los distintos actores
y debe reconocerse que las diferencias de poder entre éstos desempe-
ñan un papel crucial en los procesos de comunicación y utilización de
conocimiento (Leevwis et al., 1990). Se aconseja el desarrollo de pers-
pectivas de investigación con enfoques orientados hacia los actores
para lograr entendimientos profundos en las interacciones entre éstos,
así como para diseñar mejores estrategias de intervención social, como
es la participación de las instituciones de investigación en la solución
de problemas ambientales.
De acuerdo con las ideas revisadas hasta aquí, a continuación se
presenta brevemente un estudio de caso realizado en la Comunidad de
Nuevo San Juan Parangaricutiro, Michoacán en el cual se analiza una
interacción de trabajo colaborativo entre un grupo de investigadores
de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la co-
munidad (ver Velásquez, A. G. Bocco y A. Torres (compiladores). Las
lecciones de San Juan en el manejo de recursos naturales). Después de éste,
se describen algunos de los trabajos llevados a cabo y en proceso, en la
región costa sur de Jalisco.

Comunicación entre científicos


y una comunidad indígena forestal

La comunidad indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro es reco-


nocida nacional e internacionalmente por el manejo sustentable que
hacen de sus bosques. Además de la sólida organización que tienen
como comunidad indígena, en la actualidad poseen una empresa fo-
restal comunitaria que da trabajo permanente a alrededor de 900 per-
sonas, genera más de 200 empleos indirectos y más de 8,000 personas
dependen de una u otra forma de su existencia (Velázquez et al., 2001).
En 1994, debido al Tratado de Libre Comercio de América del Norte,
la empresa se vio en la necesidad de diversificar sus opciones producti-
vas, buscando alternativas que complementaran la comercialización de
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productos maderables. En este contexto, un grupo de investigadores y


estudiantes de la UNAM inició una relación de colaboración con la
comunidad. Después de algunos años de trabajo conjunto, el estudio
de caso que aquí se presenta se planteó las siguientes preguntas de in-
vestigación: ¿Cómo es la interacción entre una institución de investi-
gación y una organización rural?, ¿Cómo se construye el conocimiento,
cómo se intercambia y cómo se utiliza a través de la interacción?, ¿Qué
beneficios obtiene cada sector y a qué obstáculos se enfrentan?
El enfoque de investigación utilizado fue cualitativo debido a
que se buscó entender el fenómeno en estudio desde la visión de los
actores (Sierra, 1998). Se condujeron entrevistas en profundidad a tres
investigadores y tres estudiantes que conformaban el equipo de inves-
tigación. De la empresa forestal comunitaria se entrevistó al Director
General, a los titulares de la Dirección Técnica Forestal y la Dirección
Agropecuaria, a seis técnicos, así como a un grupo de ocho trabajado-
res implicados en la promoción de un proyecto de ecoturismo. Todas
las entrevistas fueron grabadas en audio y transcritas en su totalidad.
Para su análisis se utilizó la herramienta de cómputo Atlas.ti (versión
4.2) que permitió, mediante una lectura línea por línea, construir ca-
tegorías que representaban las ideas expresadas en las entrevistas y la
elaboración de diagramas que sirvieron de base para la construcción de
una narrativa explicativa.
Cabe destacar que la comunidad tuvo en el pasado algunas ex-
periencias no favorables con instituciones de investigación en las que,
como ellos mismos señalaron “los investigadores venían a sacar su in-
formación sin importarles la comunidad”, “algunos terminaban y ya
no volvían”, como antecedentes de la relación de colaboración entre la
comunidad de Nuevo San Juan y la UNAM, y para que la interacción
con la UNAM fuera positiva, ambas partes reconocieron desde un
inicio los acuerdos sobre lo que se iba a hacer. Fue claro que la partici-
pación de la UNAM sería elaborar el plan de manejo forestal y buscar
alternativas productivas. El diálogo continuo, así como los trabajos de
capacitación fueron importantes para la construcción y fortalecimien-
to de confianza y compromiso mutuos. La obtención de productos
concretos como la instalación de un sistema de información geográfi-
ca, permitieron que la relación se llevara a buen término. No obstante,
comunicación e interacciones   93

se reconocieron también dificultades. Ambos grupos reconocieron que


en ocasiones sus expectativas y las distintas perspectivas en relación
con “los otros” obstaculizaron el trabajo. El gerente general comentó,
por ejemplo, que le hubiera gustado que la UNAM se comprometiera
en un programa de educación ambiental a través del cual muchos más
miembros de la comunidad entendieran la importancia de cuidar los
bosques y trabajar por una mejora en el ambiente.
El grupo de la UNAM expresó que en ocasiones, su trabajo no
era lo suficientemente valorado por algunos miembros de la comuni-
dad. Por otro lado, también señalaron que importantes obstáculos para
ellos fueron que los propios directivos de las dependencias universita-
rias no apoyaron el proyecto y que el sistema de evaluación académica
no reconoció como válidos los trabajos de investigación participativa,
ni como productos científicos los inventarios de recursos bióticos ni el
plan de manejo forestal comunitario.
Entre los aprendizajes obtenidos del estudio de caso destacan
la importancia de: 1) que las agendas de investigación se construyan
por medio del contacto directo entre los generadores y los usuarios
de información, 2) que la interacción entre académicos y miembros de
una comunidad productiva se base en la comunicación en dos senti-
dos y el establecimiento de lazos de confianza y compromiso, 3) que
se utilicen enfoques de trabajo participativo para la construcción de
conocimientos, soluciones y para facilitar aprendizajes colectivos y 4)
la obtención de soluciones concretas, factibles y productos utilizables
(Castillo, 2003; Castillo et al., 2005b).

Ciencia en abundancia: la región Chamela-Cuixmala


en la costa de Jalisco

En 1971, la UNAM recibió en donación un terreno de poco más de


3,000 hectáreas en la región costera de Jalisco, y creó la Estación
de Biología Chamela. Los objetivos centrales de la estación son la
protección del área y la investigación de los ecosistemas que contiene,
principalmente el bosque tropical seco o selva baja caducifolia. Este
tipo de vegetación tiene como característica principal que los árboles
94 alicia castillo

no rebasan los 15 metros de altura y pierden su follaje durante la tem-


porada de sequía. Desde su instauración, la Estación de Biología ha
promovido la generación de un enorme acervo de información sobre la
biología y ecología de las especies que ahí habitan. En la actualidad, se
reconoce que en este sitio se lleva a cabo el mejor estudio de las zonas
tropicales secas del continente, una de las vegetaciones más extendidas
en América (Noguera et al., citado en Noguera et al., 2002). Como
consecuencia de la presencia de la UNAM en la región y los resultados
de las investigaciones realizadas, en 1993 se decretó la Reserva de la
Biosfera Chamela-Cuixmala que incluye tanto los terrenos de la Es-
tación de Biología y alrededor de 10,000 hectáreas pertenecientes a un
propietario particular quien estuvo de acuerdo en que estas tierras se
destinaran a la conservación. Este propietario fue un conocido perso-
naje de origen inglés (Sir James Goldsmith) quien creó para el manejo
de sus tierras, la Fundación Ecológica de Cuixmala A.C. que actual-
mente comparte el manejo de la reserva de la biosfera con la UNAM
a través de un Consejo Directivo (Ceballos et al., 1999).
Por otro lado, desde los inicios de la década de 1980, se empezó
un proyecto de investigación ecológica de largo plazo que ha permi-
tido conocer una gran gama de aspectos sobre la dinámica del bosque
tropical seco (Maass et al., citado en Noguera et al., 2002). Aunque
como parte de estos estudios se realizaron trabajos para entender el
impacto sobre los ecosistemas de las actividades humanas como la
agricultura y la ganadería, no fue sino hasta el año 2000 que se inicia-
ron trabajos sobre los aspectos sociales relacionados con el manejo de
tierras y ecosistemas en esta región del Pacífico mexicano.
El interés inicial al abordar la dimensión humana del manejo
de tierras y ecosistemas fue conocer las percepciones sociales de las
poblaciones habitantes de la zona de influencia de la reserva. Se plan-
tearon como objetivos conocer las visiones de los pobladores sobre
aspectos relacionados con el aprovechamiento, conservación, deterioro
y restauración del bosque tropical seco, así como sobre la existencia de
la propia Reserva de la Biosfera y las instituciones responsables de su
manejo: la Estación de Biología y la Fundación Ecológica de Cuix-
mala A.C. Otro tema que surgió de los trabajos de campo iniciales
fue entender el proceso de participación social en el Programa de
comunicación e interacciones   95

Ordenamiento Ecológico Territorial de la costa de Jalisco. Desde las


primeras visitas a la región a principios del año 2000, los habitantes
expresaron su fuerte desacuerdo con esta política ambiental decretada
en 1999 por el estado de Jalisco. Asimismo, fue importante también
indagar sobre la historia de la región y particularmente de los ejidos
que ocupan 70% del territorio del municipio de La Huerta donde se
ubica la reserva (Castillo et al., 2007).
De la revisión documental realizada, así como de la información
obtenida por medio de entrevistas a personas mayores y fundadores de
los ejidos, se puede decir que hasta mediados del siglo XX, la costa
de Jalisco fue una región poco habitada. Durante el gobierno de Mar-
celino García Barragán (1943-1947) en el estado de Jalisco, surgió un
proyecto para poblar la región costera (Ortega, 1995). En 1953, du-
rante la presidencia de Ruiz Cortines, se implantó el programa “Mar-
cha al mar” que tuvo el propósito de colonizar las tierras despobladas a
la vez que “descongestionar las zonas con mayores presiones debido al
reparto de tierras” (De la Peña y Morales, 1989: 97). A finales de la dé-
cada de 1950 se fundaron algunos ejidos en la región costera pero la
mayoría de éstos se decretaron entre 1958 y 1976 (Rodríguez, 1989).
Los testimonios de los fundadores narran un proceso de colonización
difícil debido a que con excepción de algunas tierras planas cerca de
la costa, la mayor parte de las tierras repartidas eran cerriles, las cuales
resultaron inapropiadas para la agricultura. Luego de pocos años de
sembrar maíz con el sistema de roza, tumba y quema en los ejidos, se
sembraron pastos para la producción ganadera. De acuerdo con los
ejidatarios, el auge de esta actividad fue durante la presidencia de Luis
Echeverría (1970-1976) cuando recibieron diversos incentivos para el
desmonte, la introducción de pastos africanos y la compra de cabezas
de ganado. Durante esa época, existieron asociaciones ganaderas que
impulsaron el trabajo colectivo.
Hasta el día de hoy, la ganadería continúa siendo una importante
actividad pero se realiza de forma individual y los ejidatarios se quejan
de las pocas ganancias que obtienen (Schroeder, 2006). Además de los
problemas con la comercialización, explican que una causa de la baja
productividad es la falta de lluvia. Para ellos, las tierras son aptas para
esta actividad y de tener acceso a mayor cantidad de agua, la produc-
96 alicia castillo

ción sería buena. Sin embargo, de acuerdo con el monitoreo climático


en la zona, la región se caracteriza no sólo por escasas lluvias sino que
la variabilidad entre años de la cantidad de agua que se precipita es
alta, teniendo así años muy secos seguidos de años con mayor preci-
pitación (García Oliva et al., citado en Noguera et al., 2002). Para los
campesinos, no obstante, “cada vez llueve menos” y dan como una de
las posibles explicaciones el desmonte que se ha hecho en las propias
tierras ejidales aunque reconocen que la relación no es clara. Como lo
explica un ejidatario del ejido Juan Gil Preciado, al preguntarle sobre
la falta de lluvia, dice “según pláticas que por las tumbaderas, que que-
ma uno los cerros y quién sabe si será cierto pero antes desmontába-
mos y llovía mucho y pos ya ve el cerro, es casi puro monte y todavía
no llueve” (Cordero, 2005: 52).
Cabe destacar también que de acuerdo con información brindada
por los ejidatarios, proporciones de entre 30 y 50% de las tierras ejidales
todavía están cubiertas de “monte” o bosque tropical seco (Castillo et al.,
2005a). Esta información coincide con el análisis más reciente median-
te percepción remota sobre la cobertura vegetal donde se encuentra que
los ejidos alrededor del área de la Reserva de la Biosfera efectivamente
poseen extensiones grandes de este tipo de vegetación (Sánchez Azo-
feifa et al., en prensa). La explicación no se encuentra en la presencia de
la reserva sino en aspectos como el manejo que los ejidatarios han dado
a sus tierras, así como a las altas tasas de migración y, posiblemente, al
escaso remplazo generacional de campesinos, debido a que los jóvenes
al parecer, ya no están interesados en las actividades productivas.
Las historias locales documentadas, principalmente las historias
de algunos de los ejidos, se han publicado como cuadernos de divul-
gación que se han distribuido entre las familias. Hemos encontrado
que la información contenida en estas historias es de gran interés y
éstas son bien recibidas por los pobladores. Son historias contadas a
través de una interpretación de quienes las hemos documentado, pero
generalmente, se verifica la información con las personas reconocidas
en las localidades y se escriben dando voz a quienes proporcionaron la
información, utilizando numerosas citas textuales. Aunque todavía re-
presentan tan sólo un pequeño esfuerzo, “el regreso” de la información
proporcionada en las investigaciones y su sistematización son parte de
comunicación e interacciones   97

una visión que busca ir construyendo una comunicación entre el sector


académico y la población local.
En relación con las perspectivas de los ejidatarios y sus familias
sobre la presencia de la Reserva de la Biosfera, la Estación de Biología
y la Fundación Ecológica de Cuixmala, las visiones son diversas, pero
en general los habitantes señalan conocer la existencia de la reserva
por los letreros que están puestos en la carretera. Sobre la Estación
de Biología, las personas mencionan que han visto a los biólogos que
andan estudiando las plantas y animales, pero frecuentemente comen-
tan “que no entienden para qué”, aunque algunas personas expresan
ideas como la siguiente: “ellos tienen mucha calma…yo admiro por-
que es un trabajo muy minucioso y se dan cuenta cómo se desarrolla la
naturaleza” (Magaña, 2003: 172). Sobre la presencia de la Fundación
Ecológica de Cuixmala, las personas la definen como “un lugar priva-
do, vive pura gente rica” y que “acumulan los animales y es un coto de
caza para los ricos” (Pujadas, 2003: 174). Asimismo, existe una opinión
favorable en cuanto a que la familia inglesa dueña de la mayor parte de
la reserva también posee un rancho que da trabajo a alrededor de 200
personas de las localidades cercanas a la reserva (Pujadas y Castillo,
2007).
En relación con el decreto del Programa de Ordenamiento Eco-
lógico Territorial de la costa de Jalisco, después de entrevistar a infor-
mantes claves del sector gubernamental en los niveles federal, estatal
y municipal, así como a ejidatarios que participaron en el proceso de
consulta sobre la implantación de esta política ambiental, se encontra-
ron visiones encontradas; por un lado, los entrevistados en los niveles
de gobierno federal y estatal observan que si bien el programa tuvo
fuertes dificultades para ser difundido y aceptado en las comunidades
locales de campesinos, el programa finalmente se decretó y sus indica-
ciones deben cumplirse. En contraste, para las autoridades municipales
entrevistadas, así como para los ejidatarios del ejido San Mateo, donde
se llevaron a cabo reuniones de consulta, el decreto del ordenamiento
responde esencialmente a los intereses de empresarios turísticos y del
gobierno federal, y va en contra de los intereses de los campesinos. De
los diez municipios que forman la región costera de Jalisco, solamente
cinco estuvieron de acuerdo con el programa y los otros cinco se opu-
98 alicia castillo

sieron, entre éstos el municipio de La Huerta, donde se encuentra la


Reserva de la Biosfera (Pujadas, 2003).
Todos estos trabajos descritos brevemente en este apartado dan
cuenta de la importancia de conocer las perspectivas de los actores lo-
cales, quienes finalmente son los que toman las decisiones en cuanto al
manejo de tierras y ecosistemas. Los resultados obtenidos hasta ahora
muestran la existencia de múltiples visiones en cuanto al desarrollo de
la región costera de Jalisco. A partir de estos primeros trabajos, la vi-
sión del manejo de la Estación de Biología y de la propia Reserva de
la Biosfera se ha ido modificando. Cabe señalar, por ejemplo, que la
Estación de Biología después de más de 35 años de su creación y en el
contexto de la Semana Nacional de la Conservación, promovida por
la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, ha organizado
en diciembre de 2007 y diciembre de 2008, un evento llamado “Casa
abierta” donde se ha invitado a las familias de los pueblos de la zona
aledaña a la reserva a visitar la estación y conocer lo que en ella se hace.
En estos dos años, investigadores y estudiantes han explicado a los visi-
tantes sus trabajos de investigación y se ha iniciado una interacción que
puede conducir a relaciones de colaboración entre los científicos y las
familias campesinas. Desde el punto de vista educativo, estos eventos
pueden ayudar a difundir información sobre la conservación de suelos,
agua, la vegetación y fauna nativas, además de ayudar a que los acadé-
micos conozcan las opiniones e ideas de los pobladores locales.

Conclusiones y reflexión final

Las experiencias aquí expuestas se derivan del interés por entender


los procesos de generación, comunicación y utilización del conoci-
miento científico en relación con la problemática ambiental. Asimis-
mo, son resultado del convencimiento de la importancia que tiene
la investigación científica y de reconocer el todavía pobre papel que
desempeña en la transformación social, necesaria para transitar hacia
un desarrollo que vaya acercándose a la sustentabilidad. En este tra-
bajo de crítica y revalorización del trabajo académico, también resulta
necesario admitir la existencia de importantes barreras y retos que
comunicación e interacciones   99

deben subrayarse, como la poca apertura a la colaboración que existe


entre los miembros de la propia comunidad académica. Los trabajos
realizados, producto de un interés interdisciplinario, son fuertemente
criticados por colegas biólogos en el Posgrado en Ciencias Biológicas
de la UNAM, donde en diversas tesis de maestría referidas en este
capítulo, se muestran ajenos al interés de este posgrado ya que “no son
investigaciones biológicas”. Por otro lado, desde las ciencias sociales,
investigadores invitados a colaborar y revisar nuestros trabajos reac-
cionan con actitudes similares y hacen comentarios como “falta aná-
lisis antropológico”. En resumen, es preciso decir que si nos interesa
promover el diálogo de saberes, un problema por resolver, es aprender
a comunicarnos entre las distintas disciplinas. Es necesario abandonar
posturas de “posesión exclusiva” de los temas por investigar y aprender
a escuchar lo que otras disciplinas y otros enfoques de investigación
aportan en sus percepciones a lo que es de interés común: entender la
problemática ambiental y participar activamente en la construcción
de soluciones y propuestas de intervención alternativas.
Entre los retos, es importante señalar la relevancia que tiene
la formación de recursos humanos con visiones amplias e interdis-
ciplinarias que sean capaces de investigar los problemas ambientales
desde la complejidad y que, al tiempo de buscar el rigor en su trabajo
científico, puedan comunicarse con distintos sectores de la sociedad.
Especialmente, las nuevas generaciones de académicos deberán ser
capaces de escuchar y entender las necesidades de información cien-
tífica de diversos grupos sociales y trabajar desde enfoques partici-
pativos. En el diálogo de saberes, la ciencia deberá ser reconocida
como una actividad humana más en el gran reto que es lograr una
vida digna para todos los habitantes del planeta, además de mantener
los procesos que sostienen el fenómeno de la vida en la Tierra. Una
ciencia que todavía está lejos de cumplir con las propias expectativas
de quienes trabajamos en ella.

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