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Comó Comienzan Los Analisis

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Asunto XI ENAPOL ¿CÓMO COMIENZAN LOS

ANÁLISIS?
De NELcf-Guayaquil <nelquil@gmail.com>
Cco: <sjerves@yahoo.es>
Fecha Hoy a las 09:24

Jacques-Alain Miller
Come iniziano el analisi?* Los análisis comienzan
de muy diferentes maneras: entre lágrimas o entre
risas, en la dificultad como en la comodidad, en la
urgencia del pánico a veces como el Hombre de las
ratas, o en la reticencia como Dora y la joven
homosexual, tanto en la edad madura como en la
juventud. ¿No es cierto que ningún análisis se
parece a otro? Hay una variedad empírica.

Come iniziano el analisi? Los análisis comienzan


siempre de la misma manera. Los teóricos del
psicoanálisis mantienen sobre este punto una
especie de acuerdo maravilloso mientras que se
oponen con facilidad en tantos otros aspectos de la
práctica y de la clínica: los análisis empiezan por la
transferencia. Durante un tiempo se estuvo de
acuerdo en pensar que el comienzo de la operación
propiamente analítica, es decir la interpretación,
debía retrasarse hasta la consolidación de la
transferencia. El propio Lacan formuló: Al comienzo
estaba la transferencia.
Come iniziano le analisi? Todos los análisis
comienzan de la siguiente manera:
Ese pequeño aparato significante es la respuesta
de Lacan a la pregunta “¿Cómo empiezan los
análisis?”. Comenté esa fórmula con frecuencia (1).
Aunque conserva la opacidad suficiente para volver
a examinarla, aislar sus motivaciones y, me
atrevería a decir, sus límites. Al menos en nuestra
perspectiva actual, la de la conclusión de la cura.

Nuestra perspectiva actual es la de una práctica del


psicoanálisis que ya no es la del tiempo de Freud y
quizás comience a no ser la del tiempo de Lacan.
Sin duda el psicoanálisis propiamente dicho es
freudiano en sus fundamentos. Al mismo tiempo,
casi un siglo de práctica ha modificado las
condiciones de su ejercicio de una manera que
llega a repercutir en sus propios fundamentos. Una
de las manifestaciones más visibles de esa
modificación es la prolongación de la duración de la
cura. Es algo sobre lo que tenemos que
interrogarnos.

Lectura

La pregunta que planteó el último viernes por la


noche el representante turinés del Colegio de
Médicos, en el Centro cultural francés, tiene toda su
pertinencia (2). Se refería a la expresión “selección
de pacientes”.

Un análisis se legitima por la noción de que hay


cierto tipo de síntomas que no atañen a la
medicina. Síntomas, a decir verdad muy
particulares, de los que creemos, de los que el
paciente cree, que se curan por la revelación de su
causa, es decir que aparecen y se mantienen en el
sujeto por el hecho de que su causa está presente
en él y le es a la vez desconocida. El psicoanálisis
considera que en ese caso el poder patógeno de la
causa desaparece desde el momento en que es
causa desaparece desde el momento en que es
revelada, es decir enunciada explícitamente. Basta
descubrir la causa para que ésta pierda su estatuto,
su poder. Se comprende que esta idea continúe
preocupando a la medicina. El valor de esa
pregunta es el de remitirnos a la profunda paradoja
en la que nos encontramos cuando autorizamos a
un sujeto a comenzar un análisis. Suponemos que
hay síntomas cuya causa es, para decirlo con
propiedad, un enunciado que subsiste en el sujeto
sin poder ser formulado por él.

Ese extraño modo de subsistencia subjetiva de


enunciados indecibles fue elaborado por Freud con
el nombre de represión.

Por consiguiente ese enunciado indecible, causa


del síntoma, es asimilable a un enunciado escrito
en el sujeto y que no se podría leer cómo habría
que hacerlo. Freud llamó inconsciente a lo que es
estrictamente equivalente a un texto escrito
indescifrable que subsistiría como los jeroglíficos
antes de que Champollion consiguiera leerlos, y
que subsistían – para utilizar los términos que
Lacan tomó de Saussure pero que los estoicos no
ignoraban – como significantes sin significados. En
ese sentido, Lacan dijo que el inconsciente es ante
todo algo que se lee.

Freud comenzó por la interpretación de los sueños,


por relatos de textos de sueños cuyo sentido
aparente es en buena medida incoherente,
absurdo, próximo al sinsentido, aunque no siempre.
Freud pensó el psicoanálisis a partir de esto: que
esos relatos siempre pueden ser leídos de una
manera que les restituya una coherencia y una
significación.

Para tranquilizar a nuestro médico del viernes por la


noche, digamos que antes de incitar a la operación
de lectura analítica, conviene asegurarse de que los

síntomas que motivan la demanda de análisis sean


desde luego síntomas analíticos y no síntomas
médicos.

Hay que asegurarse de otra cosa: de que el


candidato al psicoanálisis es capaz de suministrar
el texto que hay que leer, interpretar, e incluso hay
que leerlo de diferentes maneras. Es lo que
que leerlo de diferentes maneras. Es lo que
llamamos abandonarse a la asociación libre, que es
una cadena, cadenas, de significantes que debe ser
capaz de producir sin retroceder ante su
incoherencia, su absurdo, incluso su obscenidad o
su sinsentido, significantes que no domina,
significantes sin amo – evoquemos a este propósito
el título de Pierre Boulez, Le marteau sans maître.

La capacidad para la asociación libre es un criterio


de analizabilidad. ¿Puede el sujeto establecer una
nueva relación con su propio decir? Para ser
analizable hay que poder decir sin hacerse cargo
de lo que uno mismo dice. Cuando un orador hace
una exposición ante ustedes está obligado a
hacerse cargo de lo que dice. Ustedes tienen el
derecho, incluso el deber, de pedirle explicaciones
sobre lo que dice. Y no puede contestar: “Estaba
asociando libremente”. En el análisis no se puede
preguntar: “¿Por qué dice esto?”. Mientras que en
la vida cotidiana se dice: “Lo digo y lo repito, lo
suscribo, me considero comprometido con lo que
digo”, no es éste el caso en el análisis. A menudo
hay dificultades para repetir lo que se dijo en tanto
que analizante.

Hay un modo de decir específico al sujeto en


análisis. Se me ha ocurrido hacer una clasificación
de los modos de decir. Hay diferentes modos en el
discurso corriente. Un mismo enunciado puede
tomar valores diferentes según el modo de decir
que por sí mismo se indica. Se puede decir una
frase y añadir: “No lo pienso en absoluto”, lo que
cambia el valor del enunciado, o agregar: “Es otro
quien lo dijo”. Hacemos esto cuando citamos. La
cita es un modo específico del decir, es la vía
misma del argumento de autoridad. Está también el
plagio, cuando digo como propio lo que ha dicho

otro.

La asociación libre, en términos de Freud, es una


expresión con la que se intenta atrapar el modo de
decir propio al sujeto en análisis. Es difícil delimitar
lo que es ese modo de decir, el modo de decir
analizante. En cierta manera, no me hago cargo de
lo que digo como analizante – que indican odios,
deseos, temores, pensamientos en los que no me
reconozco, que rechazo. No estoy ahí, soy
reconozco, que rechazo. No estoy ahí, soy
inocente, no soy yo.

En cierto sentido, el modo de decir propio al análisis


es irresponsable. Pero no se puede ir demasiado
lejos en este sentido. De otra manera se respalda el
bla, bla, bla… como modo de decir analizante, el
hablar-para-no-decir-nada, reducir lo que se dice en
análisis a algo que no tiene importancia. Llegar a
eso es incluso lo contrario del modo de decir
analizante. Ya hemos hecho notar que podía haber
análisis prosiguiéndose durante muchos años bajo
esa forma irresponsable, análisis sin conclusión, es
decir sin efectos, es quizás un cierto aligeramiento
de la culpa.

Por lo tanto, para aislar el modo de decir propio del


análisis no basta con formular que se trata de
producir enunciados de los que uno no se hace
cargo. Sigue siendo necesario que se vuelquen
esos enunciados a cuenta de algo que me
concierne. Si he leído a Freud o he oído hablar de
él, diré que se vierten a cuenta de mi inconsciente.
Esto quiere decir que no me reconozco en ellos,
que no estoy ahí pero que, en cierta forma, sí estoy
a pesar de todo. Eso es reconocer que el modo de
decir propio del análisis, lo que digo en análisis es
una lectura del inconsciente.

Hago varias lecturas del inconsciente y es de


suponer que a partir de la variedad de esas lecturas
se recompone, se aísla poco a poco el texto que se
dice y que se lee sin saberlo. A partir de la palabra
se recompone el escrito inconsciente. A partir de
esas lecturas, se recompone el enunciado
indecible. Esto basta para indicarnos que en las

entrevistas llamadas preliminares hay dos cosas


fundamentales: asegurarse de que nos vemos con
síntomas de tipo analítico y con un sujeto capaz de
hacer lecturas del inconsciente.

Habría que plantear la pregunta de si esos


síntomas, que desaparecen cuando es revelada su
causa, existen verdaderamente. Decirlo así les
puede parecer, a quienes no tienen la experiencia,
ciencia-ficción, algo del orden de lo fantástico.
Pensamos que esos síntomas existen en la medida
en que desaparecen mediante el análisis. Creemos
haberlo comprobado. Dejo al margen esa pregunta
haberlo comprobado. Dejo al margen esa pregunta
para hacer notar que todavía no hemos dicho una
palabra de la transferencia y planteo mi segundo
punto.

Libido

Al decir Libido después de Lectura compruebo que


seguimos el mismo camino de Freud que descubrió
la transferencia retroactivamente en un segundo
tiempo.

La transferencia no estaba prevista por Freud. Para


él el análisis era esencialmente un ejercicio de
lectura, de desciframiento, en el que el analista guía
al paciente. La noción de transferencia apareció
históricamente como una consecuencia
sorprendente de la lectura, asistida, del
inconsciente. El análisis es una lectura del
inconsciente asistida por el psicoanalista. Es así
como Freud concebía la práctica que inventó en
relación con su concepto de inconsciente. A
continuación, Freud comprobó un hecho: la
importancia que cobra para el paciente quien lo
asiste en su lectura del inconsciente e intentó
explicarlo. Ese guía, ese intérprete no le es
indiferente al sujeto. Freud notó, aunque en un
segundo tiempo, que era objeto de una vinculación
especial del sujeto, que se hallaba investido, que
atraía la libido. Es el nombre que Freud daba a esa
cantidad móvil de interés psíquico con connotación
sexual. Comprobó que el sujeto empezaba a
interesarse vivamente, y de maneras diversas, en el

analista y que éste se hallaba especialmente


valorizado. Freud daba cierta importancia al
comienzo del análisis a los sueños que daban
prueba de esa valorización libidinal del analista.
Nosotros seguimos dando importancia, al comienzo
del análisis, a los sueños de transferencia en los
que el analista aparece en persona o bajo otras
figuras.

Hay que hacer notar que el término de transferencia


apareció bajo la pluma de Freud precisamente a
propósito de la interpretación de los
sueños. Ubertragung es una palabra que Freud
empezó a utilizar respecto de los personajes del
sueño que tienen una identidad manifiesta y de los
sueño que tienen una identidad manifiesta y de los
que nos percatamos de que sirven de vehículo a
otros personajes. Había en el sueño por lo tanto un
desplazamiento, bajo una forma individual, de
atributos y propiedades de otros individuos. Desde
el origen la transferencia es para Freud una especie
de metonimia imaginaria.

En un primer momento, este hecho le pareció


fastidioso, molesto, y después le dio una
connotación positiva hasta hacer de él una
condición sine qua non del análisis. Su explicación
es la siguiente: esa emergencia de la transferencia
se debe al desplazamiento sobre la persona del
analista de un conjunto de sentimientos que se
referían originalmente a los personajes
fundamentales de la historia del paciente,
especialmente a los padres. Freud comprobó esa
emergencia libidinal y consideró que la libido infantil
se hallaba movilizada hacia el analista. Lo explicó
por el hecho de que la transferencia, según él,
traduce ya un primer levantamiento de la represión.

Aparecieron a continuación las ventajas de la


transferencia como metonimia libidinal imaginaria.
La emergencia de la transferencia señala la
adopción del analista por el analizante: el analista
entra en la familia. Esto confiere también al analista
– Freud era especialmente sensible a ese rasgo –
la autoridad del padre o de la madre, la autoridad
del Otro primordial.

La ventaja esencial que Freud vio en la


transferencia, entendida en ese sentido, es que en
adelante el paciente dará crédito al analista, que su
palabra de intérprete tendrá la posibilidad de dar
resultado, de tener efectos. Esto es muy necesario,
según Freud, puesto que por la represión el
paciente no quiere leer su inconsciente de la
manera correcta. Hay una especie de resistencia
interna al discurso. Contrariamente a ello, a partir
del momento en que se reconoce la autoridad del
analista, éste tiene el poder de guiar la lectura del
paciente. Dicho de otra manera, por medio de la
transferencia el analista accede, para el sujeto y a
nivel del inconsciente, a una posición de dominio
que a Freud le parecía indispensable para ejercer el
análisis, para guiar la lectura del inconsciente. En
este sentido, hizo de la transferencia la condición
de la interpretación. Esta espera inicial del análisis
de la interpretación. Esta espera inicial del análisis
se ha estandarizado mucho en la práctica del
psicoanálisis.

¿Cómo empiezan los análisis? Por la espera del


analista. Espera verse investido por una posición de
dominio para interpretar.

Hasta Lacan hemos tenido sobre esto una doctrina


muy precisa. Primero, esperar la emergencia de la
transferencia para interpretar. En segundo lugar,
esta doctrina acentúa la regresión del paciente
porque se considera que para que el análisis
comience verdaderamente, es preciso que el
paciente esté en una posición infantil respecto de la
autoridad del analista, que es de tipo parental. No lo
digo con una finalidad satírica porque volvemos a
encontrar, en los esquemas del discurso analítico
que nos dio Lacan, la posición del amo y del
esclavo, la del amo asignada al analista y la del
esclavo al sujeto analizante. Esa disimetría, esa
jerarquía, está implicada en la regresión del
paciente. En tercer lugar, esto implica que la
transferencia es un fenómeno de repetición que
demuestra, que pone en evidencia, la función de la
repetición en el inconsciente. Se supone que el
sujeto repite, a propósito del analista, las actitudes
y los sentimientos que tuvo respecto de los

personajes fundamentales de su historia.

Las tesis de “Tres ensayos para una teoría de la


sexualidad” refuerzan esa conceptualización de la
transferencia como fenómeno de repetición. En ese
segundo momento del descubrimiento freudiano
que representa los “Tres ensayos…”, los primeros
objetos se han perdido y, tras el período de latencia,
el sujeto busca indefinidamente en su vida amorosa
nuevas ediciones del objeto prototípico que se
perdió. De ahí se sigue toda la doctrina de Freud
sobre la vida amorosa.

Este es el punto exacto en que se inserta la


concepción de la transferencia como fenómeno de
repetición y tampoco ahora tengo la menor
intención de sátira porque la noción de que el
analista es tal objeto, lugarteniente del objeto
perdido, acabará por ser formulada por el propio
Lacan. Cuando formula al analista como objeto a en
Lacan. Cuando formula al analista como objeto a en
la posición de amo, está en el registro de esa
transferencia-repetición. La noción de que el
analista es el lugarteniente del objeto perdido
puede explicar por qué atrae hacia él la libido del
analizante. Melanie Klein especialmente formuló el
final de análisis no en términos de identificación con
el analista sino en términos de pérdida del objeto
haciendo del final de análisis una modalidad del
duelo. Esto se inscribe en el contexto de la doctrina
de los “Tres ensayos para una teoría sexual” que
fue el texto fundamental en el que se apoyó
Abraham, del que procede la propia Melanie Klein.
Cuando Lacan dice que “la transferencia es la
puesta en acto de la realidad sexual del
inconsciente” está en este registro.

Lectura y libido

Llego a mi tercer punto. He desarrollado, en un


primer momento, aquello que atañe al
desciframiento, a la lectura y a la interpretación del
inconsciente. En un segundo tiempo, aludí a todo lo
que atañe a la libido, al amor, al deseo, a la pulsión,
en el registro de la transferencia. Lo más
sorprendente es la discontinuidad entre la primera y

la segunda vertiente y que esta dicotomía refleja el


reparto que hay entre la “Interpretación de los
sueños” y los “Tres ensayos para una teoría
sexual”. Tenemos, por un lado, todo lo que
concierne a la técnica de la interpretación – esto
tiene su consistencia – y, por otro lado, todo lo que
incumbe a la libido en la transferencia – que
también tiene su consistencia.

Lo más sorprendente de la teoría analítica hasta


Lacan era la separación de esas dos vertientes, el
hecho de que no estaban articuladas una con otra.
Lacan comenzó teorizando la interpretación en la
vertiente simbólica, por una parte, y, por otra parte,
la transferencia en la vertiente imaginaria. Hasta
que se le hiciera evidente – podemos comprender
por qué al entender todos los equívocos de la
transferencia todavía en nuestro uso actual, porque
aún no somos desde luego lacanianos – que todo lo
que proviene de la metonimia imaginaria de la
transferencia, del reparto de los sentimientos a
propósito del analista, de su parecido más o menos
acentuado con los personajes fundamentales de la
acentuado con los personajes fundamentales de la
historia, de la actitud que tiene que tomar el analista
para conformarse imaginariamente a esa
metonimia, eran efectos imaginarios de la
transferencia. Hay efectos imaginarios de la
transferencia, no son negables, pero el esfuerzo de
Lacan consistió en distinguir los efectos imaginarios
de la transferencia y el resorte de la transferencia
que hay que encontrar en lo simbólico. Ahí es
donde se inscribe ese matema que les recordé.

En el camino que nos conduce a esa extraña


máquina, el primer resorte simbólico que Lacan
descubrió en la transferencia es la demanda. El
enunciado en análisis es siempre una demanda.
Por el solo hecho de demandar se plantea en el
horizonte el Otro que puede satisfacer. Por lo tanto,
el analista es en el análisis el Otro de la demanda.
Desde el momento en que hay demanda, está el
Otro de la demanda y el analista ocupa ese lugar.
Al decirlo así Lacan recuperó mucho de lo que
concernía a la transferencia-repetición.
Efectivamente, desde el momento en que el

analista es el Otro de la demanda se puede decir


que el paciente vuelve a formular sus demandas
más antiguas en el análisis y que el analista soporta
una tras otra todas las figuras históricas del Otro de
la demanda para el sujeto.

Podríamos desarrollar esto. Come iniziano le


analisi? Los análisis comienzan con la demanda. La
transferencia es un efecto de la demanda e incluso
se podría decir que desde que hay demanda hay
transferencia. Es totalmente defendible.

Lacan formuló un segundo resorte simbólico de la


transferencia mucho más potente, mucho más
radical, al que llamó sujeto supuesto saber. Es un
concepto muy complejo y muy expresivo a la vez
para todo el mundo, sobre todo el
término suposición. Se comprende bien que no hay
certeza, que hay un hecho de creencia, o al menos
un hecho de confianza y una relación de garantía.
Situar así el resorte simbólico de la transferencia es
una elección teórica tomada con el objeto de
obtener ciertos efectos en la práctica del análisis.
Antes se ponía el acento en el analista, en los
sentimientos que se tenían por él, sobre lo que él
sentimientos que se tenían por él, sobre lo que él
debía manifestar – se hablaba, por ejemplo, de la
neutralidad benevolente. Con esta invención de
Lacan, del sujeto supuesto saber, se pone por el
contrario el acento en el modo de decir, y se funda
el análisis no en la repetición libidinal sino en la
relación del sujeto con la palabra. El sujeto
supuesto saber en términos de demanda incluye
que la demanda inicial del análisis es la demanda
de significación. Digamos: la pregunta “¿Qué quiere
decir eso?”.

Si leen el comic que se llama Peanuts, conocerán


el personaje llamado Charlie Brown – un sujeto algo
depresivo en conjunto. La hermana de Charlie
Brown ilustra una posición muy distinta que es más
bien de desconfianza y de rechazo respecto del
orden significante. Por esa razón tiene muchas
dificultades en la escuela: ella no entra en el juego.

Y en un comic reciente de Peanuts encontré algo

formidable. La hermana de Charlie Brown hace un


descubrimiento y se lo cuenta a Charlie Brown. A
partir de entonces cuando le dicen algo ella siempre
dice: What is it supposed to mean? ¿Qué se
supone que quiere decir? En francés se diría más
bien: Qu’est-ce que je dois comprendre? [En
castellano podría decirse ¿Cómo debo
entenderlo?]. Es una pregunta teñida de hostilidad
respecto del otro. Supone que lo que el otro dice
nunca es exactamente lo que quiere decir. No
podemos considerar totalmente equivocada a la
hermana de Charlie Brown. Es de suponer que hay
siempre una significación escondida, más bien
malintencionada, en el interior del sentido
manifiesto.

Ese What is it supposed to mean? apela al Otro del


Otro, es una demanda de metalenguaje. Demanda
al otro que hable dando las instrucciones de uso de
su palabra al mismo tiempo que habla, es decir:
“Me has dicho eso, explícame ahora lo que debo
comprender de lo que me has dicho”. Es reclamar
la regla para comprender el significante.

Esto pone el dedo en lo que Wittgenstein había


señalado sobradamente: que nunca se puede
formular la regla para comprender el significante. Si
formular la regla para comprender el significante. Si
formulan una regla para comprender el significante,
se les preguntará después la regla para
comprender la regla. Según Wittgenstein, no se
puede formular la regla para comprender: hay que
mostrarlo, hay que hacerlo. Por la conducta, por el
comportamiento es como se puede demostrar lo
que eso quiere decir.

Por lo demás, Charlie Brown saca rápidamente las


consecuencias de la posición de su hermana. Él
está hundido en un profundo sillón – rumiando sin
duda negros pensamientos -, y le responde: “Haces
bien en decirme eso porque así yo ya no te diré
nada”, lo que es razonable. Solo que su hermana
tiene la última palabra y le dice: What is it suppose
to mean? La hermana de Charlie Brown tal vez
pueda ayudarnos a comprender el forzamiento de
Lacan en psicoanálisis que consistió en desplazar

la transferencia. Lacan cambió el lugar de la


transferencia. Decidió situar su resorte en un lugar
donde nunca antes se había pensado en ponerlo:
ahí donde el significante está separado de su
significación.

Su punto de partida es el algoritmo S/s – una


fórmula de “La instancia de la letra…” -, arriba el
significante, abajo el significado (3). El esquema
complejo, al que llamó algoritmo de la transferencia,
es una modificación, una aplicación, del esquema
del significante y el significado al problema de la
transferencia. Esto quiere decir: hablen, escriban, y
si aplicamos ese algoritmo, el significante y el
significado se separan de forma enteramente
natural. Por un lado, se encuentran las palabras, el
material, los sonidos, las letras, toda la materia
significante y, por otro – es otro registro -, está lo
que se comprende, el significado, lo que eso
connota, lo que quiere decir en el diccionario, pero
también cómo eso les llega a las entrañas, les
remueve, lo que eso quiere decir para ustedes.
Todo eso está en el lado de la s pequeña.

Son dos órdenes diferentes, dos registros: el mismo


enunciado en el plano de la materia significante
hará muy diferentes efectos a personas diferentes.
Comprenderán, les evocará cosas diferentes. A
partir del momento en que se acepta esa distinción
entre el significante y el significado, se convierte en
entre el significante y el significado, se convierte en
una verdadera regla que opera sobre todo lo que se
dice y sobre todo lo que se expresa.

Lacan agregó a Saussure que esos dos registros


no son simétricos, ni naturalmente acordes. Uno es
determinante, el significante, el otro determinado, el
significado. Por otra parte, el efecto de significado
no se produce enseguida sino a partir de un cierto
tiempo, depende del término al que se da el valor
organizativo, es decir, del término del que se hace
el punto de capitón, o el significante-amo. Si ese
significante se desplaza lo que va a comprenderse
en el discurso se modificará igualmente.

Lacan eligió eso para estructurar así a la

transferencia. Dio el algoritmo de la transferencia


como una modificación de ese algoritmo. Quiso
hacer de la transferencia un algoritmo, una regla del
discurso.

Come iniziano le analisi? La respuesta de Lacan


por tanto es: Los análisis comienzan por el
significante de la transferencia.

¿Qué es el significante de la transferencia? El


artículo definido es lo que cuenta aquí, el
significante de la transferencia, un significante
destacado, singular. El significante de la
transferencia es aquél a propósito del cual el sujeto
se pregunta: “¿Qué quiere decir?”. Para que un
análisis comience es preciso que el sujeto haya
encontrado el significante de la transferencia.
Puede ser cualquiera que le haga ese efecto. Es
preciso desde luego que la significación le importe,
que suponga que va algo de ustedes en la solución
de la pregunta: “¿Pero qué quiere decir esto?”.

¿Por qué es un significante? Es un significante en


la medida exacta en que se plantea la pregunta de
lo que quiere decir. En ese momento toma valor y
estatuto de significante: es el significante de la
transferencia en la medida en que la respuesta se
busca en un analista. No solo tienen que
preguntarse: “¿Qué quiere decir esto?”, es preciso
aún que les lleve, que les incite a buscar el
complemento en un analista.
¿Qué es un analista? No entremos en ese debate.
Preguntémonos simplemente cuál es su función. La
respuesta de Lacan es: Nada más que otro
significante. Encontraron un significante del que no
saben lo que quiere decir, y buscan otro significante
que se articule al primero. Dicho de otra manera, el
significante de la transferencia los mueve a ir a
buscar lo que quiere decir dirigiéndose a un analista
como otro significante. Pero un analista no es el
significante de la transferencia, Lacan insiste, es
cualquiera, a diferencia del significante de la
transferencia que, él, es el, singular. Es un analista,
cualquiera, particular en el sentido de Aristóteles,

es decir uno entre otros. Un analista es siempre un


analista entre otros. Por lo demás, los pacientes lo
dicen a menudo: “Pensé ir a ver a tal, pensé ir a ver
a cual y me decidí por venir a verle”. Haciendo
aflorar siempre el uno-entre-otros de ese
significante articulado al primero.

De esa articulación de los dos surge una


significación, s minúscula que en la transferencia
tiene esa particularidad de ser una significación de
inconsciente. Esa significación remite siempre a lo
reprimido que no es sino un supuesto texto escrito.
¿Por qué ese saber supuesto es supuesto ser
sujeto? En la medida misma en que él se expresa
en lo que dice como analizante.

What is it suppose to mean? ¿Qué quiere decir todo


eso? Quiere decir que el forzamiento de Lacan
consistió en formular que la transferencia es la
interpretación, en tanto que da una significación de
inconsciente a tal significante.

Sin duda, para ir al analista hay que haber


interpretado ya el propio síntoma dándole una
significación de inconsciente, es decir, “No sé leer
esto solo”.

La experiencia ofrece esos casos en los que el


comienzo del análisis es estrictamente asimilable a
un auténtico desencadenamiento. Diría sin ser
demasiado radical, para responder a la
pregunta Come iniziano le analisi?, que en este
sentido los análisis empiezan como las psicosis,
porque en ellos el significante se encuentra en su
poder desencadenante, en el registro de lo que se
poder desencadenante, en el registro de lo que se
llama los fenómenos intuitivos.

En los fenómenos intuitivos, en el momento del


desencadenamiento de la psicosis, se produce ese
fenómeno del significante del que se pregunta,
perplejo, qué quiere decir. Se está tanto más
seguro de que ese significante quiere decir algo
cuanto que no se sabe qué quiere decir. Dicho de
otro modo, hay una significación de significación en
el sentido en que se dice: “Eso quiere decir algo”.
Se está seguro de que es un significante que está
ahí y, al mismo tiempo, no se puede formular la
significación que tiene pero, como dice Lacan, hay
una suerte de vacío enigmático en ese lugar. Ese
significante que deja perplejo al sujeto se convierte
en desencadenante del delirio.

Sin duda hay una diferencia entre el significante de


la transferencia y ese significante del delirio.

En principio, el significante de la transferencia está


en la articulación con el significante cualquiera,
pero no es imposible – y digo que Lacan formuló su
algoritmo de la transferencia según una estructura
homogénea a la del desencadenamiento de la
psicosis – que el significante del delirio precipite
que el sujeto acuda a alguien a quien hablar y que
puede ser un analista.

En la psicosis no se llega a hacer surgir la


significación de inconsciente. A partir del
significante que constituye el enigma, el sujeto
supuesto saber, gira a la paranoia y toma el valor
del sujeto supuesto querer el mal o querer gozar de
mí.

No hay nada de excesivo en plantear un parentesco


de estructura entre el psicoanálisis y la psicosis, en
el momento de su comienzo de
desencadenamiento. El propio Lacan pensó en
hacer del análisis una paranoia dirigida. El
verdadero comienzo del análisis es así asimilable al
desencadenamiento del delirio interpretativo. No
por nada se habla de interpretación en la psicosis.
En el sujeto neurótico en análisis vemos que
pueden aparecer ciertos fenómenos de franja que
dependen de una forma de delirio interpretativo.
Sin duda, cuando en la psicosis se produce el
abrochamiento de un significante cualquiera
tenemos los fenómenos de transferencia delirante.
El objetivo del tratamiento es llegar al lugar del
significante cualquiera, realizar no una metonimia
transferencial sino una metáfora delirante, es decir
elaborar un significante cualquiera capaz de
efectuar para el sujeto una significación temperada.

Con este forzamiento, Lacan quiso – no digo que lo


haya conseguido – modificar nuestra perspectiva
sobre la transferencia.

Primero, desvalorizar todo lo que depende de la


transferencia sentimental. En segundo lugar, hacer
palidecer todo lo que atañe a la transferencia
imaginaria, los personajes parentales, etc. En tercer
lugar, enseñar al analista que la preocupación por
su actitud, su aspecto, su fachada, no es lo
esencial. Lo esencial no es su neutralidad
benevolente, su posible infatuación. Lo esencial es
no volverse un obstáculo a la estructura
interpretativa de la transferencia, diría a la
estructura sui interpretativa de la transferencia.
Como cuarto punto, para terminar brevemente, es
cierto que ese esquema tiene límites. Lacan
percibió esos límites cuando plantea de manera
global que toda esa fórmula es equivalente al objeto
que llama agalma.

El límite está en que en ella no se encuentra lo que


constituye la vida, los colores, de la concepción
libidinal de la transferencia. Lacan percibió que ahí
el objeto no era evidente, no estaba en
funcionamiento – lo que corregirá en su esquema
del discurso analítico situando al analista en
posición de objeto a.

¿Cuál es el objeto aquí? El objeto presente es la


nada. La significación de inconsciente proviene de
la articulación misma. El analista no tiene que
ocuparse demasiado de los rasgos por los que
puede prestarse a una confusión aprovechable con
los personajes de la historia. El analista es ante
todo el envoltorio de la nada de esa significación de
inconsciente.

Así aparece el valor de lo que llama la segunda


regla del análisis que completaría la primera regla
regla del análisis que completaría la primera regla
de la asociación libre, la regla de abstinencia – no
satisfacerse en una satisfacción de orden sexual
con el analista. Esa regla de abstinencia formula
que el objeto en juego es el objeto nada. En el
análisis, en ese sentido, el analizante come nada.

Hay una anorexia implicada en la propia estructura


transferencial. Por eso Lacan podía decir que la
transferencia era “la puesta en acto de la realidad
sexual del inconsciente”, en la medida en que el
análisis es la no-relación sexual puesta en escena.

Ahora bien, hay otro límite de esta perspectiva. El


punto de vista según el cual el análisis es un modo
de decir o un modo de leer el inconsciente no
satura la práctica actual. Para decirlo rápidamente y
en conclusión, esa perspectiva no explica sin
mediación en qué se ha convertido el análisis hoy,
es decir no simplemente un modo de decir o un
modo de leer el inconsciente sino un modo de
gozar del inconsciente.

Al decir que el análisis es un modo de gozar del


inconsciente, está claro que lo asimilo a un
síntoma, a lo que estoy autorizado por la noción
eminentemente freudiana de neurosis de
transferencia. Es especialmente difícil de
desanudar en la conclusión del análisis el síntoma
de la transferencia.

Sepamos que cuando autorizamos a un sujeto a


comenzar un análisis, le damos acceso a un nuevo
modo de gozar de su inconsciente. Tenemos que
saber cómo se satisface la pulsión en el análisis y
mediante la transferencia, cómo se satisface la
pulsión acordada al objeto nada. La anorexia puede
sernos en esto un cierto índice.

Aquí comienza otro capítulo, no la vertiente


simbólica de la transferencia o la vertiente
imaginaria, sino su vertiente real en el sentido de
Lacan, lo real de la transferencia. Al comienzo del
análisis se puede percibir ya en el sujeto candidato
la anticipación, el presentimiento, de la satisfacción,
del goce, que hallará en el análisis. Evocamos aquí
a casos sorprendentes en que el análisis dura
mucho tiempo y la elaboración es nula, en los que
el sujeto no manifiesta implicación en su palabra.
el sujeto no manifiesta implicación en su palabra.
Esos casos ponen en evidencia la satisfacción
encontrada por el sujeto en el modo de decir que le
permite el análisis. Se trataría de delimitar cómo se

satisface en el análisis esa pulsión en el nivel en


que el sujeto es feliz. La pulsión jamás fracasa.
Puede fallar su objetivo pero siempre alcanza su
meta.

A propósito de la conclusión de la cura, no basta


con decir que se llega al término de la elaboración
de saber. No basta con decir que la multiplicidad de
lecturas permite reconstruir el texto inconsciente.
Hay que saber aún cómo se renuncia al goce del
análisis.

Traducción: Carmen Ribés


Revisión y establecimiento: Silvia Elena Tendlarz

Notas

* Intervención en el Coloquio del Campo freudiano


en Italia, Come iniziano el analisi, en Turín los días
22, 23 y 24 de abril de1994. Texto establecido por
Catherine Bonningue y publicado en La Cause
freudienne, n° 29, pp. 7-15. Publicado en español
en Cuadernos Andaluces de Psicoanálisis, n°26,
Málaga, Grupo de Estudios Andaluz, 2000, pp. 12-
22.

1) Cf. Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de


1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”
(1968), Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012,
p. 266.

2) El 22 y el 23 de abril se organizaron dos noches


dedicadas a Jacques Lacan.

3) Cf. Lacan, J., “La instancia de la letra en el


inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1,
Madrid, Siglo XXI.

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