El Simbólico
El Simbólico
El Simbólico
Conferencia pronunciada por J.L. en julio de 1953 en ocasión de la fundación de la Sociedad Francesa de
Psicoanálisis, constituída por el grupo (Lagache, Dolto, J.L., J. Favez-Boutonier y B. Reverchon-Jouve) que se
separa de la Sociedad Psicoanalítica de París.
"El simbólico, el Imaginario y el real" de Jacques Lacan de 1953, Traducido por Luisa M.
Matallana
Esta conferencia <> fue pronunciada el 8 de julio de 1953 como apertura de las
actividades de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis (S.F.P.). Esta versión está anunciada
en el catálogo de la biblioteca de la e.l.p. (Ecole Lacanienne de Psychanalyse) como
versión J.L.[2] Existen muchas otras versiones sensiblemente diferentes en ciertos pasajes,
una de las cuales apareció en el Boletín de la Asociación Freudiana, 1982, no. 1.
Ustedes pueden ver que para esta primera comunicación dicha <> de nuestra nueva
Sociedad, he tomado un título no falto de ambición. Como fuere, comenzaré por lo pronto
por excusarme, ustedes hagan el favor de considerar esta comunicación dicha científica,
mejor como, a la vez, un resumen de puntos de vista que aquellos que están aquí, sus
discípulos, conocen bien, con los cuales están familiarizados después de dos años de su
enseñanza, y también como una suerte de prefacio o de introducción a una cierta
orientación de estudio del psicoanálisis.
En efecto, yo creo que el retorno a los textos freudianos que han sido el objeto de mi
enseñanza después de dos años, me ha – o mejor, nos ha, a todos los que hemos
trabajado en conjunto, dado siempre la idea muy cierta de que no hay toma más total de
la realidad humana que aquella hecha por la experiencia freudiana y que uno no puede
abstenerse de retornar a las fuentes y a aprehender esos textos verdaderamente en todos
los sentidos de la palabra. Uno no puede abstenerse de pensar que la teoría del
psicoanálisis (y al mismo tiempo la técnica puesto que no forman más que una misma
cosa) no hubiese sufrido una suerte de reducción, y, a decir verdad, de degradación. Es
que en efecto, no es fácil mantenerse al nivel de una tal plenitud. Por ejemplo, un texto
como aquel de “el hombre de los lobos”, pienso que esta tarde lo voy a tomar como base
y ejemplo de lo que les voy a exponer. Mas he hecho toda la jornada de ayer una relectura
completa; había hecho por encima un seminario el año pasado. Y he tenido simplemente
todo el sentimiento de que ha sido imposible aquí darles una idea, así mismo
aproximativa; y sobre mi seminario del último año no voy a hacer sino una cosa: rehacerlo
el año próximo.
Pues eso que me ha parecido formidable en ese texto, tras el trabajo y el progreso que
nosotros hemos hecho este año alrededor del texto de “el hombre de las ratas”, me deja
pensar que eso que yo he sacado el último año como principio, como ejemplo, como tipo
de pensamiento característico suministrado por ese texto extraordinario sería
literalmente una simple aproximación (approche) como se dice en lengua anglosajona;
dicho de otra manera, “un balbuceo” (balbutiement: balbuceo, tartamudeo). De suerte
que después de todo, lo que haré puede ser incidentemente una breve alusión, pero
ensayaré sobre todo, todo simplemente, de decir aquellas palabras sobre eso que quiere
decir la posición de un tal problema; sobre esto que quiere decir la confrontación de esos
tres registros que son bien los registros esenciales de la realidad humana, registros muy
distintos y que se llaman: el simbolismo, lo imaginario y lo real.
Una cosa para empezar que es evidentemente notable y que no sabríamos evadir; a saber
que hay en el análisis, toda una parte de real en nuestros sujetos, precisamente que se
nos escapa; qué no escapó por tanto a Freud cuando él tenía que hacer a cada uno de sus
pacientes. Mas, desde luego, si ello no le escapase, estaría todo además fuera de su botín
[captura] y de su alcance. No se sabría estar demasiado sorprendido del hecho, de la
manera donde él habla de su “hombre de las ratas”, distinguiendo entre “sus
personalidades”. Es ahí encima que él concluye: “la personalidad de un hombre elegante,
inteligente y cultivado”, él la pone en contraste con otras personalidades de las cuales él
ha hecho estilo. Si aquello está atenuado cuando él habla de su “hombre de los lobos”, él
habla también. Más, a decir verdad, nosotros no estamos forzados a contraindicar todas
sus apreciaciones. No parece que él tratase en “el hombre de los lobos” de alguno de
gran clase también. Pero no es sorprendente, él le puso de lado como un punto particular.
En cuanto a su “Dora”, no hablemos; justo todo si no se puede decir que él la amó.
Hay pues allí alguna cosa que, evidentemente, no deja de sorprendernos y que, en suma,
es aquella cosa a la cual nosotros tenemos que hacernos todo el tiempo. Y diré que este
elemento directo, este elemento de peso, de apreciación de la personalidad es aquella
cosa de bastante [texto faltante] con lo que nosotros estamos en relación sobre el registro
mórbido, de una parte, y hasta sobre el registro de la experiencia analítica con sujetos que
absolutamente no caen bajo el registro mórbido; es aquella cosa que nos falta siempre,
después de todo, reservar y que está particularmente presente en nuestra experiencia a
nosotros otros que estamos encargados de esta carga pesada de elegir a los que se
someten al análisis en un fin didáctico.
¿Qué es lo que diremos después de todo, al fin y al cabo? Cuando hablamos, al término de
nuestra selección, si no es que todos los criterios que se invocan (¿falta el de la neurosis
para hacer a un buen analista? ¿Un poquito? ¿Mucho? Seguramente no: ¿no del todo?
¿Pero, en resumidas cuentas, acaso es ello lo que nos guía en un juicio que algún texto no
puede definir, y que nos hace apreciar las cualidades personales, esta realidad? ¿Y qué se
expresa en esto: que un sujeto tiene tela o no la tiene; que él es, como dicen los Chinos,
"She-un-ta" o "hombre de gran tamaño ", o " Sha-ho-yen ", " un hombre de pequeño
tamaño "? Es algo donde falta decir bien qué es lo que constituye los límites de nuestra
experiencia. Es en ese sentido que se puede decir, para colocar la cuestión de saber qué es
lo que es puesto en juego en el análisis: ¿Qué es? ¿Es eso la relación real al sujeto, a saber
según una cierta manera y según nuestras medidas de reconocer? ¿Es esto a lo que
tenemos que hacernos en el análisis? Ciertamente no. Es indiscutiblemente otra cosa. Y
está muy allí la cuestión que nos hacemos sin cesar y que se hacen todos aquellos que
intentan brindar una teoría de la experiencia analítica. ¿Qué es lo que esta experiencia
singular entre todas, lo que va a aportar en estos sujetos de transformaciones así
profundas? ¿Y qué son ellas? ¿Cuál es el resorte?
Todo esto, la elaboración de la doctrina analítica después de los años es hecha para
responder a esta cuestión. Es cierto que el hombre del público común no parece
asombrarse de otro modo de la eficacia de esta experiencia que transcurre por completo
en palabras, y de un cierto modo, en el fondo; tiene razón ya que en efecto, ella marcha, y
que, para explicarla, parecería que tuviésemos primero sólo que demostrar el movimiento
marchando. Y ya "hablar" es introducirse en el sujeto de la experiencia analítica. Es allí, en
efecto, dónde conviene proceder y saber; comenzar por plantear la pregunta: "¿Qué es la
palabra? " es decir el <símbolo>.
En verdad, a lo que asistimos, es más bien a una evitación de esta pregunta. Y, desde
luego, lo que constatamos es que al reducir esta cuestión, al querer no ver en los
elementos y los resortes técnicos propiamente del análisis sino algo que debe lograrse,
por una serie de tanteos, para modificar las conductas, las competencias, las costumbres
del sujeto, acabamos muy rápidamente en un cierto número de dificultades y de impases,
no por cierto al punto de encontrarles un lugar en el conjunto de una consideración total
de la experiencia analítica; pero al ir en este sentido, vamos siempre más hacia un cierto
número de opacidades se nos oponen y que tienden a transformar desde entonces el
análisis en algo por ejemplo, que aparecerá como mucho más irracional de lo que es
realmente esto.
Partamos de la experiencia, tal como ella nos es presentada al comienzo en las primeras
teorías del análisis: ¿qué es este "neurótico" con quien estamos relacionados por la
experiencia analítica? ¿Qué es lo que va a pasar en la experiencia analítica? ¿Y este pasaje
del consciente al inconsciente? ¿Y cuáles son las fuerzas que dan a este equilibrio una
cierta existencia? Lo llamamos el principio de placer.
Para ir rápidamente diremos con el señor Saussure [Raymond de Saussure] que "el sujeto
alucina su mundo", es decir que sus ilusiones o sus satisfacciones ilusorias no podían ser
de todos los órdenes. Va a hacerles seguir un otro orden evidentemente que aquellos de
sus satisfacciones que encuentran su objeto en lo real puro y simple. Jamás un síntoma
aplacó el hambre o la sed de modo duradero, fuera de la absorción de alimentos que les
satisfacen. Aunque una disminución general del nivel de la vitalidad puede responder, en
los casos límites, por ejemplo la hibernación natural o artificial. Todo esto es concebible
sólo como una fase que no sabría desde luego durar, salvo si implica daños irreversibles.
A partir de allí, todo es completamente simple, claro, fácil, de ver que este orden de
satisfacción imaginaria no puede encontrarse sino sólo en el orden de los registros
sexuales
Todo es dado allí, a partir de este tipo de condición previa de la experiencia analítica. Y no
es asombroso, aunque, desde luego, las cosas hubieran debido ser confirmadas,
controladas, inauguradas, yo diría, por la experiencia, que una vez la experiencia hecha,
las cosas aparezcan de un perfecto rigor.
El término "libido" es una noción que sólo expresa esta noción de reversibilidad que
implica la de la equivalencia, de un cierto metabolismo de las imágenes; para poder
pensar en esta transformación, hace falta un término energético al que sirvió el término
de libido. Aquello de lo que se trata, es desde luego, algo complejo. Cuando digo
"satisfacción imaginaria", evidentemente no es el hecho simple de que Demetrio quedó
satisfecho de haber soñado que él poseía la sacerdotisa cortesana… aunque este caso es
sólo un caso particular en el conjunto … Pero es algo que va mucho más lejos y
actualmente es recortado por toda una experiencia que es la experiencia que los biólogos
evocan concerniendo a los ciclos instintuales, muy especialmente en el registro de los
ciclos sexuales y de la reproducción; a saber que, dejados de lado los estudios todavía más
o menos inciertos e improbables que conciernen a las paradas neurológicas en el ciclo
sexual, que no son lo que hay más sólido en sus estudios, está demostrado que estos
ciclos entre los animales mismos no se encuentra otro término que la palabra misma que
sirve para designar los disturbios y los resortes primarios sexuales de los síntomas en
nuestros sujetos, a saber el "desplazamiento".
Lo que muestra el estudio de los ciclos instintuales entre los animales, es precisamente su
dependencia de un cierto número de disparadores, de mecanismos de disparo que son
esencialmente de orden imaginario, y que son lo que hay allí de más interesante en los
estudios del ciclo instintual, a saber que su límite, su definición, el modo de precisarlos
fundados sobre la puesta a prueba de un cierto número de señuelos hasta un cierto límite
de borradura, son susceptibles de provocar en el animal este tipo de posición erecta de la
partida del ciclo del comportamiento sexual del que se trata. Y el hecho de que al interior
de un ciclo de comportamiento determinado, es siempre susceptible de sobrevenir en
ciertas condiciones un cierto número de desplazamientos; por ejemplo, en un ciclo de
combate, la sobrevenida brusca, al regreso de este ciclo (entre las aves uno de los
combatientes que se pone de repente a alisarse las plumas), de un segmento del
comportamiento de ostentación que intervendrá allí en medio de un ciclo de combate.
Mil otros ejemplos pueden ser dados. No estoy aquí para enumerarlos. Esto simplemente
es para darles la idea que este elemento de desplazamiento es un resorte absolutamente
esencial del orden, y principalmente del orden de los comportamientos ligados a la
sexualidad. Sin duda, estos fenómenos no son electivos entre los animales. Pero otros
comportamientos (cf. los estudios de Lorenz sobre las funciones de la imagen en el ciclo
de la crianza), muestran que lo imaginario desempeña un papel además eminente en el
orden de los comportamientos sexuales. Y además, en el hombre, es siempre sobre ese
plano, y principalmente sobre este plano, que nos encontramos delante de este
fenómeno.
Desde ahora, señalemos, puntuemos esta exposición por esto: que estos elementos de
comportamientos instintuales desplazados en el animal son susceptibles de algo donde
vemos el bosquejo de lo que llamaremos un " comportamiento simbólico".
Esto puede decir muchas cosas. De hecho, hay que ver bien que lo imaginario está a la vez
lejos de confundirse con el dominio de lo analizable, y que, de otra parte puede tener allí
otra función que lo imaginario. Esto no es porque lo analizable encuentra lo imaginario
que lo imaginario se confunda con lo analizable, que él es todo entero lo analizable, y que
él es todo entero lo analizable o lo analizado.
Para tomar el ejemplo de nuestro fetichista, aunque esto sea raro, si admitimos que se
trata allí de un tipo de perversión primitiva, no es imposible contemplar casos semejantes.
Supongamos que se trate de uno de estos tipos de desplazamiento imaginario, tal como
aquellos a los que encontramos realizados en el animal. Supongamos en otros términos
que la pantufla sea aquí, muy estrictamente, el desplazamiento del órgano femenino, ya
que es mucho más a menudo en el macho (varón) que el fetichismo existe. Si no hubiera
literalmente nada que pudiera representar una elaboración con relación a este dato
primitivo, sería también inanalizable lo que es inanalizable de tal o tal fijación perversa.
A la inversa, para hablar de nuestro paciente, o sujeto, presa de un fantasma, ahí es otra
cosa que tiene un otro sentido, y allí, es muy claro que si este fantasma puede ser
considerado como algo que representa lo imaginario, puede representar ciertas fijaciones
a un estadio primitivo oral de la sexualidad, por otra parte, no diremos que este fellateur
sea un fellateur constitucional.
Entiendo por ahí que aquí, el fantasma del que se trata, el elemento imaginario
estrictamente tiene sólo un valor simbólico que tenemos que apreciar y comprender sólo
con arreglo al momento del análisis donde él va a insertarse. En efecto, aunque el sujeto
retiene la confesión, este fantasma surge y su frecuencia muestra bastante que surge en
el momento del diálogo analítico. Él está hecho para expresarse, para ser dicho, para
simbolizar algo y algo que tenga un sentido todo diferente, según el momento mismo del
diálogo.
Para abordar, de un cierto modo, el tema del que hablo, a saber el simbolismo, diré que
toda una parte de las funciones imaginarias en el análisis no tienen otra relación con la
realidad fantasmal que ellas manifiestan que, si ustedes quieren, la sílaba " po " lo tiene
entre el vaso y las formas, preferentemente simples, que ella designa. Así como se lo ve
fácilmente en el hecho de que en "policía" o "cobarde" (poltron) esta sílaba " po " tiene
evidentemente un muy diferente valor [relación contextual]. Podremos servirnos de la
"vasija" (pot) para simbolizar la sílaba “po”, inversamente, en el término “policía” o
“cobarde” (poltron), pero convendrá entonces añadir a eso al mismo tiempo otros
términos también imaginarios que no serán tomados allí por otra cosa que como sílabas
destinadas a completar la palabra.
Así es como hay que entender lo simbólico de lo que se trata en el intercambio (comercio)
analítico, a saber que lo que encontramos, y lo que hablamos es lo que encontramos y
encontramos sin cesar, y lo que Freud manifestó como siendo su realidad esencial, sea
que se trate de síntomas reales, actos fallidos, y sea lo que quiera que sea quien se
inscriba; se trata todavía y siempre de símbolos y de símbolos hasta muy específicamente
organizados en el lenguaje, así pues funcionando a partir de este equivalente del
significante y del significado: la misma estructura del lenguaje.
No es mío este término, " el sueño es un rebus", es de Freud mismo. Y que el síntoma no
exprese, él también, aquella cosa de estructura y de organizado como un lenguaje está
bastante manifiesto por el hecho, para hacerse del más simple entre ellos, del síntoma
histérico que es, que da siempre algo equivalente a una actividad sexual, pero jamás un
equivalente unívoco, al contrario, siempre es plurívoco, sobrepuesto, sobredeterminado,
y, para decirlo todo, muy exactamente construido al modo en el que las imágenes son
construidas en los sueños, como representando una concurrencia, una superposición de
símbolos, por muy compleja que le sea una frase poética que vale a la vez por su tono, su
estructura, sus retruécanos, sus ritmos, su sonoridad, pues esencialmente sobre varios
planos, y del orden y del registro del lenguaje.
Desde luego (la cuestión del origen del lenguaje, no estamos aquí para hacer un delirio
colectivo, organizado, ni individual. Es uno de los temas que se pueden prestar mejor a
estos tipos de delirios) sobre la cuestión del origen del lenguaje; el lenguaje está ahí; es un
emergente. Y ahora que emergió, nosotros no sabremos nunca jamás cuándo ni cómo
comenzó, ni cómo era antes de que sea.
¿Pero a pesar de todo, cómo expresar este algo que debiera posiblemente haberse
presentado como una de las formas más primitivas del lenguaje? Piensen en las
contraseñas [santo y señas]. Vean, escojo a propósito este ejemplo, justamente porque el
error y el espejismo, cuando se habla del sujeto del lenguaje, está siempre en creer que su
significación es lo que él designa. Pero no, pero no. Claro que designa algo, cumple una
cierta función. Y escojo a propósito la contraseña, porque la contraseña tiene esta
propiedad de ser escogida justamente de modo completamente independiente de su
significación (y si esta es idiota, a la que la Escuela responde - sin duda jamás hay que
responder - que la significación de tal palabra es designar a quien lo pronuncia como
teniendo tal o tal propiedad respondiendo a la pregunta que hace concertarse [reunirse].
Otros dirían que el ejemplo está mal elegido porque es tomado dentro de una convención,
esto todavía vale más) y, por otra parte, no podemos negar que la contraseña tuviera las
virtudes más preciosas. Sirve simplemente para evitarles ser matados (tu-matar, tué-
matado).
Así es como efectivamente podemos considerar el lenguaje como teniendo una función.
Nacido entre estos animales feroces que debieron ser los hombres primitivos (a juzgarlo
según los hombres modernos, esto no es inverosímil), la contraseña es justamente aquella
en la que no "se reconocen los hombres del grupo", pero en lo que "se constituye el
grupo".
Hay un otro registro donde se puede meditar sobre esta función del lenguaje; es el
lenguaje estúpido del amor, que consiste al último grado del espasmo del éxtasis - o al
contrario de la rutina, según los individuos - a, súbitamente calificar a su compañero
sexual con uno de los nombres más vulgares de una verdura, o del animal de los más
repugnantes. Esto expresa tan ciertamente algo que ciertamente no está lejos de tocar la
cuestión del horror del anonimato. No es para nada para lo que tal o tal de estas
apelaciones, animal o soporte más o menos totémico, se encuentre en la fobia. Es
evidentemente que hay, entre los dos, algún punto común; el sujeto humano está por
completo especialmente expuesto, veremos esto en seguida, a este tipo de vértigo que
surge y experimenta la necesidad de alejarlo, la necesidad de hacer algo transcendental;
esto no está para nada en el origen de la fobia.
Ustedes tendrían la razón por otra parte de creer que no son justamente ejemplos
particularmente plenos. Seguramente a partir de algunas observaciones, ustedes podrán
percatarse de que, a pesar de todo, sea en la contraseña, o sea en la palabra que se llama
amor, que se trata de algo, que en resumidas cuentas, que está pleno de alcance. Digamos
que la conversación que en el momento medio de sus carreras de estudiantes, ustedes
pudieron tener una cena de patrono también medio, donde el modo y la significación de
las cosas que se cambia cuanto este carácter es equivalente de conversaciones
encontradas en la calle y en el autobús, y que no es otra cosa que un cierto modo de
hacerse reconocer, lo que justificaría a Mallarmé diciendo que el lenguaje era
“comparable a esta moneda desaparecida que se pasa de mano en mano en silencio ".
Veamos pues después de todo de lo que se trata a partir de allí, y, después de todo lo que
se establece cuando el neurótico llega a la experiencia analítica.
El caso es que él también comienza a decir de las cosas. Dice sobre cosas, y las cosas que
dice, no hay muchísimo para asombrarnos si, al principio, no son tampoco otra cosa que
estas palabras de poco peso a las cuales acabo de hacer alusión. Sin embargo, hay algo
que es fundamentalmente diferente, es que él va al analista para otra cosa que para decir
tonterías y banalidades que, desde ahora, en la situación está implicado algo, y algo que
no es nada, puesto que en suma, es su propio sentido más o menos lo que él viene a
buscar; es que algo es puesto allí místicamente sobre la persona de quien lo escucha.
¡Desde luego, él avanza hacia esta experiencia, hacia esta vía original, con mi Dios! lo que
tiene a su disposición: a saber que lo que él cree primero es que hace falta que él mismo
haga la medicina, que él instruye al analista. Desde luego, ustedes tienen su experiencia
cotidiana; la devuelven a su plano, digamos que aquello de lo que se trata, no es de esto,
sino que se trata de hablar, y, preferentemente, sin buscar poner orden, organización, es
decir sin ponerse, según un narcisismo bien conocido, en el lugar de su interlocutor.
En resumidas cuentas, la noción que tenemos del neurótico es que en sus síntomas
mismos, es una "palabra amordazada” donde se expresa un cierto número, decimos de
“trasgresiones a un cierto orden”, que, por ellas mismas gritan al cielo el orden negativo
en el cual están inscritas. A falta de realizar el orden del símbolo de una manera viva, el
sujeto realiza imágenes desordenadas en donde ellas son los sustitutos. Y, desde luego, es
esto lo que va primero y desde ahora a interponerse a toda relación simbólica verdadera.
Lo que el sujeto expresa primero y desde ahora cuando habla, se explica, es ese registro
que llamamos las “resistencias”; eso que no quiere y que no puede ser interpretado de
otra manera que como el hecho de una realización hic et nunc [3], en la situación y con el
analista, de la imagen o de las imágenes que son aquellas de la experiencia precoz.
Y es muy sobre esto que toda la teoría de la resistencia se edificó, y esto solamente
después del gran reconocimiento del valor simbólico del síntoma y de todo lo que puede
ser analizado.
Lo que la experiencia prueba y encuentra, es justamente otra cosa que la realización del
símbolo; es la tentativa por el sujeto, de constituir hic et nunc, en la experiencia analítica,
esta referencia imaginaria, lo que llamamos las tentativas del sujeto de hacer entrar al
analista en su juego. Eso que nosotros vemos, por ejemplo, en el “hombre de las ratas”,
cuando nosotros nos percatamos (rápidamente, pero no en seguida, y Freud tampoco),
que al contar su historia obsesiva, la gran observación alrededor del suplicio de las ratas,
hay la tentativa del sujeto de realizar hic et nunc, aquí y con Freud, este tipo de relación
sádico-anal imaginaria que le constituye sólo la sal de la historia. Y Freud se percata muy
bien, que se trata de algo que se traiciona y se traduce fisionómicamente, sobre la cabeza
misma, la cara del sujeto, por lo que califica en aquel momento "el horror del goce
ignorado".
A partir del momento en que estos elementos de la resistencia sobrevinieron en la
experiencia analítica, en que se pudieron medir, poner como tales, es un momento
significativo en la historia del análisis. Y se puede decir que es a partir del momento en
que se supo hablar de eso de modo coherente y a la fecha, por ejemplo, del artículo de
Reich, uno de los primeros artículos sobre este tema (aparecido en el International
Journal), en el momento en el que Freud hacía surgir lo segundo [ref.2ª.tópica] en la
elaboración de la teoría analítica y que no representa nada más que la teoría del yo (moi);
hacia esta época, en 1920, aparece "das Es" [El Ello] y en aquel momento, comenzamos a
percatar al interior (hay que mantenerlo siempre al interior del registro de la relación
simbólica), que el sujeto resiste; que esta resistencia, ello no es algo como una simple
inercia opuesta al movimiento terapéutico, como se podría decir en física que la masa
resiste a toda aceleración. Es algo que establece un cierto lazo, que se opone como tal,
como una acción humana, a aquella del terapeuta; pero estando aparte no hace falta que
el terapeuta se equivoque. Esto no le pertenece, en tanto que realidad que se opone, es
en la medida en que, en su lugar, es realizada una cierta imagen que el sujeto proyecta
sobre él.
También es en este momento que nace la noción de instinto agresivo, que falta añadir a la
libido el término de destruido. Y esto, no sin razón. Porque a partir del momento en que
su fin (propósito, blanco) las funciones por completo esenciales de estas relaciones
imaginarias, tales que ellas aparecen bajo la forma de resistencia, aparece un otro registro
que no está ligado a nada menos que a la función propia que juega el yo (moi), a esta
teoría del yo (moi) en la cual yo (je) no entraré hoy, y que es lo que falta absolutamente
distinguir en toda noción coherente y organizada del yo (moi) del análisis; a saber sobre el
yo (moi) como función imaginaria, del yo (moi) como unidad del sujeto alienado a él-
mismo, del yo (moi) como eso en lo que el sujeto no puede reconocerse primero más que
alienándose, y pues no puede encontrarse salvo aboliendo el alter ego del yo (moi), que
como tal, desarrolla la dimensión, muy distinta de la agresión, que se llama ella misma y
de ahora en adelante: la agresividad.
Creo que nos falta volver a sostener la cuestión en estos dos registros: la cuestión de la
palabra y la cuestión de lo imaginario.
La palabra, se los mostré bajo una forma abreviada, desempeña ese papel esencial de
mediación. De mediación, es decir de algo que cambia a los dos compañeros en presencia,
a partir del momento en que que ha sido realizada. Esto no tiene nada por otra parte que
no nos sea dado hasta en el registro semántico de ciertos grupos humanos. Y si ustedes
leen (no es un libro que merece todas las recomendaciones, sino que es bastante
expresivo y particularmente manejable y excelente como introducción para los que
necesitan ser introducidos), el libro de Lenhardt: Do Kamo, ustedes verán allí que en los
Canacos, sucede algo bastante particular sobre el plano semántico, a saber que la palabra
"palabra" significa algo que va mucho más lejos que lo que llamamos tal. Es además una
acción. Y por otra parte también para nosotros "palabra dada " es también una forma de
acto. Pero es también algunas veces un objeto, es decir algo que se porta, una gavilla [haz]
… Es no importa qué. Mas a partir de ahí, algo existe que no existía antes. Convendría
también hacer una otra observación: es que esta palabra mediadora no es pura y
simplemente mediadora sobre ese plano elemental; ella permite trascender entre dos
hombres la relación agresiva fundamental al espejismo del semejante. Falta que ella sea
aun otra cosa, porque si se reflexiona sobre eso, se ve que no sólo constituye esta
mediación, sino que también, ella constituye la realidad misma: esto es completamente
evidente si ustedes consideran lo que se llama una estructura elemental, es decir arcaica
de parentesco. Lejos de ser elementales, ellas no lo son siempre. Por ejemplo, es
especialmente complejo (pero, a la verdad esas estructuras complejas no existirían sin el
sistema de las palabras que las expresa), el hecho de que, en nosotros, las interdicciones
que reglamentan el intercambio humano de las alianzas, en el propio sentido de la
palabra, sean reducidas a un número de interdicciones excesivamente restrictivas, nos
propende a confundir los términos como “padre, madre, hijo…" con las relaciones
efectivas [reales].
Es porque el sistema de relaciones de parentesco, para que hubiera sido hecho, está
extremadamente reducido, en sus límites y en su campo. Pero si ustedes formaran parte
de una civilización donde ustedes no pueden casarse con tal prima al séptimo grado,
porque está considerada como prima paralela, o a la inversa, como prima cruzada, o que
se encuentra con ustedes en una cierta homonimia que devuelve las tres o cuatro
generaciones, ustedes se percatan que las palabras y los símbolos tienen una influencia
decisiva en la realidad humana, y es precisamente que las palabras tienen exactamente
los sentidos que yo decreto darles. Como diría Humpty Dumpty en Lewis Carroll cuando se
le demanda el porqué. Él hace esta respuesta admirable: “porque yo soy el maestro [amo;
maître]”.
Dígase que al comienzo, es muy claro que el hombre es en efecto quien da su sentido a la
palabra. Y que si las palabras luego se encontraron en el común acuerdo de la
comunicabilidad, a saber que las mismas palabras sirven para reconocer la misma cosa, es
precisamente en función de relaciones, de una relación de partida, que le permitió a esta
gente ser de las gentes que comunican. En otros términos, ni hablar en absoluto, salvo en
una percepción psicológica expresada, de tratar de deducir cómo las palabras salen de las
cosas y les son aplicadas sucesivamente y individualmente; pero de entender que es al
interior del sistema total del discurso, del universo de un lenguaje determinado, que
comprende, por una serie de complementaciones, un cierto número de significaciones;
que lo que hay a significar, a saber las cosas, tiene que arreglarse a [darse maña en] tomar
lugar.
Yo creo que el resorte de lo que vengo a decirles es esto: ¿qué es lo que nosotros
constatamos, y en lo que el análisis recorta muy exactamente estas observaciones y nos
muestra hasta en el detalle el alcance y la presencia?
Entre la relación imaginaria y la relación simbólica, hay toda la distancia que hay en la
culpabilidad. Es para esto, la experiencia se los muestra, que la culpabilidad siempre es
preferida a la angustia. La angustia misma es desde ahora, lo sabemos por los progresos
de la doctrina y de la teoría de Freud, ella está siempre ligada a una pérdida, es decir a
una transformación del yo (moi), es decir a una relación a dos sobre el punto de
desvanecerse y a lo cual debe suceder algo más que el sujeto no puede abordar sin un
cierto vértigo. Es esto que es el registro y la naturaleza de la angustia. Tan pronto como se
introduce el tercero, y que entra en la relación narcisista ha introducido la posibilidad de
una mediación efectiva (réelle), por el intermediario esencialmente del personaje que, por
relación al sujeto, representa un personaje trascendente, dicho de otra manera una
imagen de maestría por intermedio de la cual su deseo y su cumplimiento pueden
realizarse simbólicamente. En este momento interviene otro registro, que es justamente
el que se llama: o aquel de la ley, o aquel de la culpabilidad, según el registro en el cual es
vivido. (Ustedes sienten que abrevio un poco; es el plazo. Creo que dando esto de modo
abreviado no les desvío demasiado por eso, ya que también son cosas que aquí o en otro
lugar en nuestras reuniones, repetí muchas veces).
Lo que querría subrayar que concierne a este registro, de lo simbólico, es sin embargo,
importante. Tienen que saber esto: tan pronto como se trata de lo simbólico, es decir eso
en lo que el sujeto se compromete, en una relación propiamente humana, tan pronto
como se trata de un registro del “yo” ("je”) , eso en lo que el sujeto se compromete. En
“yo quiero…., yo amo…” hay siempre algo, literalmente hablado, de problemática, es decir
que hay un elemento temporal muy importante a considerar. ¿Qué es lo que quiero decir
así? Esto pone todo un registro de problemas que deben ser tratados paralelamente a la
cuestión de la relación de lo simbólico y de lo imaginario. La cuestión de la constitución
temporal de la acción humana es, ella, absolutamente inseparable de la primera. Aunque
no pueda tratarlo en su amplitud esta tarde, hay que por lo menos indicar que la
encontramos sin cesar en el análisis, quiero decir de modo más concreto. Allí también,
para comprenderla, conviene partir de una noción estructural, si se puede decir
existencial, de la significación del símbolo.
Uno de los puntos que aparece de los más de la teoría analítica, a saber el del
automatismo, del automatismo pretendido de repetición, cuyo primer ejemplo Freud dio
tan bien, y cómo actúa la primera maestría: el niño del que se borra, por la desaparición,
su juguete. Esta repetición primitiva, esta escansión temporal que hace que la identidad
del objeto es mantenida: y en la presencia y en la ausencia, tenemos ahí muy exactamente
el alcance, la significación del símbolo en tanto que él se relaciona al objeto, es decir a eso
que se llama el concepto.
Entonces, encontramos allí tan ilustrado algo que parece tan oscuro cuando se lo lee en
Hegel, a saber: que "el concepto es el tiempo". Haría falta una conferencia de una hora
para hacer la demostración de que el concepto, es el tiempo. (Cosa curiosa, el señor
Hyppolite, que trabaja la fenomenología del espíritu, se contentó con poner una nota que
decía que era uno de los puntos más oscuros de la teoría de Hegel).
Pero allí, ustedes verdaderamente tocaron con el dedo esta cosa simple que consiste en
decir que el símbolo del objeto, es justamente " el objeto ahí”. Cuando no está más ahí, es
el objeto encarnado en su duración, separado de sí-mismo y el que, por ahí mismo, puede
serles siempre presente en cierto modo, siempre allí, siempre a su disposición.
Encontramos allí la relación que hay entre el símbolo y lo que hace que todo lo que es
humano es considerado como tal, y cuanto más humano, más es preservado, si se puede
decir, del lado lado moviente y descompensante del proceso natural. El hombre mismo
hace, y ante todo hace subsistir en una cierta permanencia todo lo que ha durado como
humano
Y encontramos un ejemplo. Si hubiera querido tomar por una otra parte la cuestión del
símbolo, en lugar de partir de la palabra, de la palabra o de la pequeña gavilla, me habría
ido del túmulo sobre la tumba del jefe o sobre la tumba de no importa quién. Es eso que
caracteriza la especie humana, justamente, de rodear el cadáver de algo que constituye
una sepultura, de mantener el hecho de que “esto duró”. El túmulo o no importa qué otro
signo de sepultura amerita muy exactamente el nombre de símbolo, de algo humanizante.
Yo llamo símbolo a todo eso de lo que intenté mostrar la fenomenología.
Es por eso que si les señalo esto, no es evidentemente sin razón, y la teoría de Freud debió
empujarse hasta la noción a la que dio valor de un instinto de muerte, y todos aquellos
que, en la continuación, colocaron énfasis únicamente en lo que es el elemento
resistencia, es decir el elemento acción imaginaria durante la experiencia analítica, y
anulando más o menos la función simbólica del lenguaje, son los mismos para los que el
instinto de muerte es algo que no tiene razón de ser.
Con Reich, esto es exactamente característico. Para Reich todo eso que el paciente cuenta
es “flatus vocis”, la manera en que el instinto manifiesta su armadura. Punto que es
significativamente muy importante, mas como tiempo de esta experiencia, es en la
medida en que es puesto entre paréntesis toda esta experiencia como simbólica, que el
instinto de muerte es él mismo excluido, puesto entre paréntesis. Desde luego, este
elemento de la muerte no se manifiesta sino sobre el plano del símbolo. Ustedes saben
que se manifiesta más o menos en eso que es del registro del narcisismo. Mas es otra cosa
de lo que trata, y que está mucho más cerca de este elemento de anonadación final,
ligado a toda especie de desplazamiento. Desde luego, se le puede concebir. El origen, la
fuente, como lo indiqué a propósito de elementos trasladados de la posibilidad de
transacción simbólica de lo real. Pero es también algo que tiene mucho menos relación
con el elemento duración, proyección temporal, en tanto como entiendo el porvenir
esencial del comportamiento simbólico como tal.
(Ustedes lo sienten bien, estoy forzado a ir un poco rápido. Hay muchas cosas que hay que
decir sobre todo esto. Y es cierto que el análisis de nociones por muy diferentes como
estos términos de: resistencia, resistencia de transferencia, transferencia como tal… La
posibilidad de hacer comprender a este propósito eso que hay que llamar propiamente
"transferencia" y dejar a la resistencia. Yo creo que todo esto puede muy fácilmente
inscribirse por relación a estas nociones fundamentales de lo simbólico y de lo
imaginario).
Simplemente querría, para terminar, ilustrar en cierto modo (siempre hay que dar una
pequeña ilustración de lo que se cuenta), darles algo que no sea más que una
aproximación en relación a los elementos de formalización que desarrollé mucho antes
con los alumnos del Seminario (por ejemplo en el Hombre de las ratas). Se puede llegar a
formalizar completamente con ayuda de elementos como aquellos que les voy a indicar.
He aquí una clase que les mostrará lo que quiero decir.
rS – rI – iI – iR – iS – sS – SI – SR –rR – rS. rS :
realizar el símbolo.
imaginación
- iI -----------------
image
Después, ¿qué pasa? Si la salida es buena, si el sujeto no tiene todas las disposiciones para
ser psicótico (en este caso él queda en el estado iR), pasa a:
Aquí interviene:
Esto únicamente después del paso (franqueamiento) de la fase imaginaria que engloba
más o menos:
rI-iI-iR-iS
(sS )
-SI-
Enseguida, tenemos:
-SR- que es, en suma, el fin de toda salud, que no es (como se cree) de adaptarse a un real
más o menos bien definido, o bien organizado, sino de hacer reconocer su propia realidad,
dicho de otra manera su propio deseo.
Así como lo subrayé muchas veces, hacerlo reconocer por sus semejantes; es decir de
simbolizarlo.
- rS –
No puede ser de otro modo, porque si el analista es humanamente válido, esto no puede
ser más que circular. Y un análisis puede comprender muchas veces este ciclo.
El analista debe ser capaz de comprender el juego que juega su sujeto. Él debe
comprender que él mismo es el pez espinocha macho
El sS, es la simbolización del símbolo. Es el analista que debe hacer ello. No hay pena,
castigo: él mismo ya es un símbolo. Es preferible que lo haga con completud, cultura e
inteligencia. Es para esto que es preferible, que es necesario que el analista tuviese una
formación tan completa como sea posible en el orden cultural. Cuanto más sepan sobre
eso, más valdrá esto. Y esto (sS) no debe intervenir más que después de un cierto estadio,
después de franquear una cierta etapa. Y en particular, es en el registro que pertenece,
del lado del sujeto (esto no es por nada que yo no le separé) … El Sujeto forma siempre y
más o menos una cierta unidad más o menos sucesiva, cuyo elemento esencial se
constituye en la transferencia. Y el analista viene a simbolizar el superyó que es el símbolo
de los símbolos.
El superyó es simplemente una palabra que no dice nada (una palabra que prohibe
-interdice). El analista no tiene precisamente que simbolizar algún castigo. Precisamente
es lo que él hace.
DISCUSIÓN:
Esto son cosas que sentimos muy confusamente. Lo que usted dice de la angustia y de la
culpabilidad me lleva a pensar en el caso, en la agorafobia, por ejemplo.
Lo que usted dice a propósito de rR… que todo eso que existe tiene el derecho a existir ya
que es humano…
Él siente en resumidas cuentas que él es el otro, y el otro es él. Y este sujeto definido
recíprocamente es uno de los tiempos esenciales de la constitución del sujeto humano. Es
un tiempo donde no quiere subsistir, aunque su estructura siempre esté a punto de
aparecer, y muy precisamente en ciertas estructuras neuróticas.
La imagen especular se aplica al máximo. El sujeto no es más que el reflejo de sí-mismo. La
necesidad de constituir un punto que constituye eso que es trascendente, es justamente
el otro en tiempo otro.
Por ejemplo, es todo un hecho claro, puesto que yo tomo el ejemplo de la fobia. El hecho
que es justamente a una angustia semejante que corresponde el hecho de subsistir al
compañero humano algo también extraño, también separado de la imagen humana que
es la imagen animal. De hecho, si vemos que en lo que pudiéramos pensar en la función,
(porque todo esto no es transparente, cualesquiera que sean los trabajos que se hubieran
hecho sobre eso), en lo que pudiéramos pensar en el origen histórico efectivo (réelle) del
totemismo, hay una cosa muy cierta, el caso es que está ligado en todo caso a la
interdicción del canibalismo, es decir que no se puede comer… porque es sin embargo el
modo de relaciones humanas primitivas. El modo de relación humana más primitivo es
ciertamente la absorción de la sustancia de su semejante.
Allí usted ve bien cuál es la función del totemismo. Es hacer un sujeto que trascienda a
ése. ¿No pienso que el Dr. Gessain me contradirá?
Allí encontramos diferentes cuestiones sobre uno de los puntos que más nos interesa: la
relación entre niños y adultos. Los adultos, para el niño, son transcendentales para que
sean iniciados. El más curioso es que justamente los niños no son menos transcendentales
para los adultos. Es decir, por un sistema de reflexión característico de toda relación, el
niño deviene, para los adultos, el sujeto de todos los misterios. Es la sede de esta suerte
de confusión de lenguas entre niños y adultos, y uno de los puntos más esenciales en que
nosotros debemos dar cuenta cuando se trata de la intervención en niños.
En particular en eso que constituye la relación edípica de tipo sexual, que es aquella cosa
del sujeto, y que le traspasa (adelanta) al mismo tiempo, constitución de una forma a una
cierta distancia.
Dr. LIEBSCRUTZ – Usted nos habló de lo simbólico y de lo imaginario. Mas está lo real, de
lo que usted no habló.
Dr. MAUCO – Yo me pregunto si no hace falta recordar los diferentes tipos (?) de
símbolos.
Dr. LACAN - Déjeme decirle que en no soy en absoluto de esa opinión, como lo demuestra
la experiencia analítica, a saber que todo lo que constituye el símbolo, estos símbolos que
se encuentran en las raíces de la experiencia analítica, que constituyen los síntomas, la
relación edípica … Jones hace un pequeño catálogo y demuestra que se trata siempre y
esencialmente de los temas más o menos conexos a las relaciones de parentesco, del
tema del rey, de la autoridad del maestro (amo), y de eso que concierne a la vida y la
muerte.
Son justamente los puntos donde el símbolo constituye la realidad humana, donde él crea
esta dimensión humana sobre la cual insiste Freud a cada paso cuando el dice que el
neurótico obsesivo vive siempre en el registro de eso que consiste al máximo de los
elementos de la incertidumbre, de eso que él designa como: “la duración de la vida…. <>.
Todo eso que no es evidencia sensible. Todo eso que está construido en la realidad
humana es construido primitivamente por ciertas relaciones simbólicas que pueden luego
encontrar su confirmación en la realidad. El padre es efectivamente el progenitor. Pero
antes de que lo supiésemos de fuente cierta, el nombre del padre creó la función del
padre.
Lo que es notable es que la categoría de los símbolos, los símbolos simbolisantes, son
todos ellos de aquel registro, a saber conteniendo (admitiendo), por la creación de los
símbolos, la introducción de una realidad nueva en la realidad animal”.
Dr. MAUCO – Más sublimado y elaborado, tenemos el basamento del lenguaje ulterior.
Por ejemplo, las relaciones, los lógicos mismos apelan muy naturalmente al término de
parentesco. Es el primer modelo de una relación transitiva.
Hay en efecto otros indicadores infinitos a la reacción de la angustia. No está excluido que
ciertas aparecen en el análisis… Cada una amerita ser analizada como tal.
Yo creo que la cuestión de la duda, ella, está mucho más próxima de la constitución
simbólica de la realidad. Ella es en algún modo previa. Si hay una posición que se puede
calificar esencialmente en el sentido que yo la entiendo, de <>, es decir que es ella la que
constituye toda la situación. A saber: ¿cuándo y cómo está ella realizada? Este es un
desarrollo aparte.
Dr. BERGE – El pasaje de la angustia a la culpabilidad… Eso que me impactó en esas dos
cosas, es la noción de inseguridad. La angustia y la culpabilidad: la inseguridad. La angustia
y la culpabilidad: la inseguridad… la angustia es experimentada hondamente sin saber qué
es el peligro. La culpabilidad es una defensa, porque hay un objeto, y se sabe eso que es.
DR. GRANOFF - El paralelismo entre la actitud de los hombres vis a vis de la antropofagia y
de sus niños.
Sin remontarnos muy lejos en la Historia, en la historia de los normandos, hacia el siglo 16,
algunas prisiones de marineros contenían la renuncia a la antropología* diciendo que los
marineros " renunciaban a beber de la sangre humana… a embrocher niños sobre la
Diciendo que los marineros "renunciaban a beber sangre humana… a espetar niños con el
asador".
El esquema que usted nos da aquí encuentra su ilustración en el proceso analítico, pero
también en la formación de la personalidad. Lo que prueba que el análisis no hace más
que repetir el proceso de formación de la personalidad.
Dr. GRANOFF – Para hablar de lo real, se necesita totalmente la ayuda de alguien para
aprehender lo real. Y, en el fondo, la estructura de la personalidad del fetichismo sería un
análisis que se habría interrumpido después de iS.
El fetichismo ** no es un órgano sexual femenino nos enseña Freud, más una imagen
angustiante que hace partir un proceso del orden de lo imaginario. Y es la partida que, en
este caso particular no acaba jamás. Yo jamás he conducido un caso de fetichismo hasta el
final. Pero me parece que el ejemplo del fetichismo es irremplazable.
Sr. ANZIEU - Cuando Freud hizo la teoría clínica, tomó los modelos de las teorías de su
época… Proponiéndonos este principio de esquema me gustaría saber si estos modelos
son del registro del símbolo o de lo imaginario. Y cuál origen dar a estos modelos?
¿Lo que usted propone hoy es un cambio de modelo permanente de pensar los datos
clínicos, adaptar a la evolución cultural? O algo más.
Dr. LACAN - más adaptado a la naturaleza de las cosas, si consideramos que todo aquello
de lo que se trata en el análisis es del orden del lenguaje, es decir, en resumidas cuentas,
de una lógica.
Por consiguiente, es lo que justifica esta formalización que interviene como una hipótesis.
En cuanto a lo que usted dice sobre Freud, no estoy de acuerdo en que sobre el sujeto de
la transferencia hubiera tomado modelos más o menos atomísticos, asociacionistas,
incluso mecanicistas del estilo de su época.
Eso que me parece sorprendente, es la audacia con la cual admitió por completo como
moda no repudiar en el registro de la transferencia: el amor, puramente y simplemente.
No considera en del todo que esto sea un tipo de imposibilidad, de impase, algo que sale
de los límites. Vio bien que la transferencia, es la misma realización de la relación humana
bajo su forma más elevada, realización del símbolo, que está ahí, en el punto de partida, y
que está al final de todo esto.
Qué Freud hubiera hecho reintroducir el amor, es una cosa que debe mostrarnos bien
hasta qué punto daba a sus relaciones simbólicas su alcance, hasta sobre el plano
humano, porque, en resumidas cuentas, si debemos dar un sentido a ese algo de límite,
de lo que se pudiera apenas hablar, lo que es el amor, es la conjunción total de la realidad
y del símbolo que hacen una sola y misma cosa.
DR. DOLTO - Cuando el niño nace, él es simbólico del don. Pero puede haber también don
sin niño. Puede entonces haber palabra sin lenguaje.
Dr. LACAN – Justamente, estoy dispuesto a decirlo todo el tiempo: el símbolo sobrepasa la
palabra.
Dr. DOLTO - Nosotros llegamos todo el tiempo a ¿"qué es lo real”? "Y escapamos de eso
todo el tiempo. Y hay otra manera de aprehender la realidad psicoanalítica así como
aquella allí, la que para mí psicología me parece muy extrema. Pero tú eres un Maestro
(Amo) tan extraordinario que se te puede seguir para comprenderte sólo después.
Dr. LACAN – Tú piensas mucho en eso, tu, que el otro tiene orejas?
Sí, yo hablo, es porque yo sé que hay orejas. No hablaré de eso antes de la edad edípica,
hablamos hasta si no hay orejas.
Dr. DOLTO - Para hablar, hace falta que hubiera boca y orejas. Entonces queda una boca.
Dr. DOLTO - Tuve de ello ayer el ejemplo. Ayer, en un niño mudo que ponía ojos sin oreja.
Le hubiera dicho (como es mudo), le digo: "no es asombroso que no pueda hablar, ése, ya
que no tiene boca ".
Trató con un lápiz de poner una boca. Pero se la puso al niño en el lugar que cortaba el
cuello. Perdía la cabeza si hablaba; perdería la inteligencia; él perdería la noción de un
cuerpo vertical, si él hablaba. Para hablar, falta la certeza de que hay una boca y que hay
orejas.
Dr. DOLTO - El lenguaje no es más que una de las imágenes. Es sólo una de las
manifestaciones del acto de amor, que una de las manifestaciones donde ser en el acto de
amor, está desmenuzado. No estamos completos, ya que necesitamos completarnos
cuando necesitamos de la palabra. Él no sabe lo que dice, es el otro, si él lo entiende. Lo
que pasa por el lenguaje puede no pasar mucho por otros medios.
¿El que los dibujos no son imágenes, sino objetos y el problema de saber si su imagen es
símbolo o realidad? Es extremadamente difícil.
Dr. LACAN - Es uno de los modos por los cuales en todo caso en la fenomenología de la
intención, se aborda lo imaginario, por todo lo que es reproducción artificial, los más
accesibles.
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real-1953-jacques-lacan/