Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

MBLL2

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 17

Mariposas bajo la lluvia

Se supone que aquí va la dedicatoria

1.Encuentro bajo la lluvia.

Hannah
El débil rayo de sol mañanero se colaba a través de mis cortinas.
Me removí inquietar entre mis sábanas revueltas arrugando la
frente ante los restos de una pesadilla que ya se disipaba en mi
memoria.

Abrí los ojos lentamente, parpadeando para ajustarme a la


luminosidad de la habitación. Aspiré hondo, dejando que el
aroma a detergente limpio llenara mis pulmones.

Pero entonces los recuerdos invasivos comenzaron a deslizarse


de vuelta, envenenando mi mente. Sacudí la cabeza y me senté
en la cama, pasé mis manos por mi largo cabello negro,
tratando de centrar mis pensamientos en las tareas del día.

Con un suspiro resignado, me levanté y crucé la habitación


rumbo al cuarto de baño. Frente al espejo, estudié mi propio
rostro: mis ligeras sombras oscuras bajo mis ojos delataba las
noches de insomnio, los mechones rebeldes enmarcando mis
facciones algo pálidas y ojerosas.

-Hoy será un día difícil-me dije a mi misma mientras abría el


grifo del agua fría. Después de lavarme la cara, me cepillé los
dientes con movimientos enérgicos, como si quisiera borrar
cualquier rastro de mis sueños perturbadores.

De vuelta a la habitación , abrí las puertas de mi armario y fijé


mi mirada en la ropa de forma ausente, como si la simple tarea
de vestirme fuera un desafío. Finalmente opté por una falda
blanca y un suéter holgado color madera, prendas cómodas y
reconfortantes.

Con mis libros y cuadernos en la mochila, eché un último vistazo


al espejo. Mis ojos reflejaban una tormenta interior, recuerdos
oscuros y temores acechantes que luchaba por mantener a
raya. Sacudí la cabeza y salí de la habitación rumbo al instituto.

Mientras caminaba hacia el instituto, pude sentir la tensión


apoderándose en mis hombros. Mi mente comenzó a divagar
peligrosamente, hundiéndome en los recuerdos que tanto temía.
Casi podía escuchar las palabras que resonarían en la clase de
literatura, desenterrando los fantasmas que había luchado tanto
por enterrar.
Ya era mi última clase del día, tomé una respiración profunda y
me dirigí al salón. Al entrar, elegí un asiento cercano a la puerta,
como siempre hago cuando necesito una rápida salida. Me senté
nerviosa en mi mesa, dejé mi mirada se perdiera a través de la
ventana hacía las nubes grises que se arremolinaban afuera. Era
mi última clase del día y solo quería terminar para preparar el
pastel de cumpleaños de mi madre en casa, pero el profesor
decidió abrir un tema que removía las grietas de mi alma.

Me hundí en mi asiento, sintiendo un nudo formándose en mi


estómago. Las palabras del profesor parecían clavarse en mi piel
como agujas, desenterrando recuerdos que había enterrado en
lo más profundo de mi ser. Imágenes borrosas de mi infancia
pasaban por mi mente: risas inocentes, la calidad del sol en mi
rostro, pero también recordaba las sombras acechantes en la
oscuridad de la noche.

Él, alguien en que confiaba, había traicionado esa confianza de


la manera más horrible. Los recuerdos de aquel día me
atormentaban en silencio, convirtiéndose en un peso
insoportable alrededor de mi corazón.

Contuve la respiración, luchando contra las oleadas de pánico


que amenazaban con ahogarme. Miré el reloj, contando los
segundos para que la clase terminara. Cuando la campana sonó,
me levanté de un salto, tropezando con la silla en mi prisa por
escapar.

-Hannah, ¿vienes conmigo?- preguntó Derek detrás de mi, su


voz sonaba lejana.

Derek ha sido mi mejor amigo desde que tengo memoria. Nos


conocimos en el jardín de infantes, dos niños tímidos e
inseguros que encontraron consuelo el uno en el otro. Mientras
los demás corrían y gritaban, Derek y yo nos sentábamos juntos
en un rincón, compartiendo nuestras galletas.

Éramos los raritos de la clase, bueno, lo seguimos siendo, pero


nunca nos sentimos solos porque nos teníamos el uno al otro.
Derek me hacía reír cuando los matones se burlaban de mí. Yo
lo animaba cuando se sentía incomprendido. Nuestros mundos
diferentes se volvieron uno solo.

Conforme crecimos, nuestra amistad sólo se fortaleció. Derek se


convirtió en mi confidente, mi apoyo incondicional. Escuchaba
mis penas y alegrías sin juzgar. Yo hacía lo mismo con él. Sin
embargo, había un secreto que nunca pude relevarle.

Ahora, tantos años después, Derek sigue siendo como mi


hermano. Ha estado a mi lado en mis peores momentos,
excepto en mi dolor más profundo que he tenido que cargar
sola.

-No, lo siento, no.- respondí volviendo a la realidad, me apresuré


hacía la puerta.

El aire frío de la tarde me golpeó con fuerza cuando salí al


exterior. La lluvia caía del cielo, añadiendo eco de tristeza al
desorden emocional que me abrumaban. Mis pasos resonaban
en los charcos formados por la lluvia. Acompañados por el
sonido de mi corazón golpeando en mi pecho. Cada gota de
agua que caía sobre mi piel parecía recordarme la
vulnerabilidad que tanto temía.

El ataque de pánico me envolvía en un espiral de angustia


mientras me tambaleaba por las calles mojadas, buscando
desesperadamente refugio en la seguridad de mi hogar. La
oscuridad de la noche caía sobre mi, reflejando el torbellino de
emociones que me consumía por dentro. Mis manos
temblorosas se aferraban a mi bolso con fuerza, como si fuera la
única conexión con la realidad que me quedaba. El mundo a mi
alrededor se difuminaba en una neblina gris, mientras mi
corazón martillaba con fuerza contra mis costillas. El peso de
mis recuerdos se volvía insoportable, aplastándome con su
oscuridad.

Fue entonces, en medio de mi desesperación y confusión, que vi


una figura borrosa acercándose a mi a través de la cortina de
lluvia. Un chico se acercaba corriendo hacia mi con una
expresión de preocupación en su rostro. Sus pies empapados
golpeaban el pavimento mientras se acercaba más y más hacia
mi.

Me detuve, paralizada por el miedo y la confusión. El chico se


detuvo frente a mi, mechones de su cabello pegados en su
frente al estar empapados. Sus ojos azules, grandes y sinceros
me observaron con preocupación.

—¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?- dijo amablemente,


extendiendo su mano hacía mi.
Una ola de pánico me invadió. No, no podía aceptar su ayuda.
No ahora, no después de lo que había pasado. Retrocedí,
negando con la cabeza y una expresión de confusión apareció
en su rostro.

Escapé de allí corriendo, mis pies resbalando en los charcos,


salpicando agua a mi paso. Escuché sus pasos detrás de mi,
persiguiéndome y mi corazón se aceleró aún más, ¿Por qué me
seguía? ¿Iba a hacerme daño?

-¡NO QUIERO QUE ME SIGAS!- grité con voz ahogada por el


miedo y lágrimas contenidas.

-Tranquila, no te voy a hacer daño-respondió con calma, como si


pudiera leer mis pensamientos atormentados- Solo quiero
ayudar, estabas tambaleando por la calle, ¿estás bien?

Sus palabras me detuvieron en seco. Sonaba sincero pero no


podía confiar, lo había hecho una vez y había salido mal, ¿cómo
podría confiar en un extraño después de lo que había vivido?, el
dolor y la desconfianza estaban tan arraigados en mi que eran
casi una segunda piel.

Mi pie tropezó con una grieta en el pavimento y caí


pesadamente, raspando mis rodillas contra el frío concreto. Un
gemido escapó de mis labios al sentir el ardor de las heridas
abriéndose. Apoyé las palmas en el suelo.

El chico se apresuró hacia mi, arrodillándose a mi lado con una


expresión de preocupación.

-¿Estás herida? Déjame ayudar a levantarte.-dijo mientras me


ofrecía su mano nuevamente.

Algo en su mirada amable y voz calmada me hizo confiar un


poco. Suspiré y lentamente acepté la mano del extraño y me
puso de pie con cuidado. Sacudí el barro de mis palmas
temblorosas mientras él me observaba con curiosidad.

-Pareces muy alterada-dijo en voz baja-¿hay algo que pueda


hacer para ayudarte? ¿Quieres que llame a alguien o te
acompañe a casa?

En ese momento, tendría que decidir si confiar en este extraño o


rechazar su oferta de ayuda. Una punzada de dolor me recorrió
al ver la compasión reflejada en sus ojos azules. Aún así, los
recuerdos de mi pasado me decían que no confiara, que todos
los hombres eventualmente me traicionarían. Bajé la mirada a
mis rodillas ensangrentadas, las heridas físicas eran
insignificantes comparadas con las cicatrices emocionales.

-No necesito tu ayuda.-mentí con voz temblorosa evitando su


mirada.

-Lo siento, no quería incomodarte.-se disculpó con sinceridad-Es


solo que te vi ahí, tan asustada y sola bajo la lluvia. Yo…
Entiendo lo que se siente eso.-

Algo es su tono resonó conmigo. Detrás de esos ojos amables


pude ver un destello de la misma angustia que me perseguía a
mi. Un reconocimiento de dolor que ambos cargábamos.

-¿Cómo te llamas?- Pregunté antes de poder detenerme.

-Jake.-respondió con una leve sonrisa, como si acabara de ganar


una victoria- Y tú debes ser la chica más valiente que he visto.-

Arqueé mi ceja, ¿Había dicho valiente? Si supiera por lo que he


pasado, no diría eso. Los recuerdos dolorosos aún alimentaban
mi desconfianza. Miré sus ojos azules una vez más, buscando
cualquier señal de engaño. No encontré ninguna, solo reflejaba
comprensión.

-Gracias por tratar de ayudar-dije finalmente incapaz de aceptar


su cumplido-pero será mejor que siga mi camino a casa.-

-Está bien, lo entiendo-dijo mientras asentía lentamente- Pero al


menos déjame acompañarte hasta que lleguemos a un lugar
más concurrido y seguro.

Algo en mi interior me decía que Jake no era una amenaza.


Asentí levemente, permitiéndole caminar a mi lado por las calles
lluviosas en un incómodo silencio, roto solo por el chapoteo de
los charcos. De vez en cuando lo miraba de reojo, notando la
tensión en su mandíbula, como si estuviera luchando con sus
propios pensamientos. Finalmente, Jake rompió el silencio:

-Lamento haber sido tan insistente antes. Es solo que…-su voz


se apagó, como si temiera decir demasiado.

-¿Es solo que, qué?-presioné suavemente, sintiendo una extraña


conexión con este extraño.
-Odio la idea idea de que alguien esté sufriendo solo. Yo…
Bueno digamos que conozco esa soledad.- admitió en voz baja.

Sus palabras hicieron eco en mi interior. Por primera vez en


mucho tiempo, sentí un rayo de empatía por este extraño, como
si de alguna manera él entendiera mi dolor. Un dolor que ambos
cargábamos, uniéndonos en un vínculo de comprensión
silenciosa.

A medida que avanzábamos bajo la lluvia, un silencio cargado se


instaló entre él y yo. podría sentir la ojeada rápida de Jake sobre
mi, como si quisiera decir algo más pero no se atreviera.
Finalmente, rompió el hielo una vez más.

-Tal vez esto suene extraño viniendo de un completo


desconocido-comentó con vacilación- pero si alguna vez
necesitas hablar con alguien, puedes contar conmigo para
escucharte sin juzgarte. A veces, simplemente expresar en voz
alta lo que nos atormenta por dentro puede aliviar un poco la
carga emocional que llevamos.

Sus palabras me sorprendieron. ¿Cómo podía este chico, que


acababa de conocer, ofrecerme ese grado de confianza y
empatía? Abrí la boca para responder, pero las palabras se
quedaron atascadas en mi garganta.

Jake pareció ver mi lucha interna y levantó las manos en señal


de rendición.

-No tienes que decidir nada ahora. Solo quería que supieras que
la oferta está ahí.

Asentí en silencio, sin poder mirarlo a los ojos. Una parte de mi


quería abrirse desesperadamente, dejar salir el torbellino de
emociones que me consumía, pero los muros que había
construido eran demasiado altos y gruesos. El miedo al rechazo
era paralizante.

Continuamos caminando en silencio, cada uno sumido en sus


propios pensamientos. De vez en cuando nuestros hombros se
rozaban accidentalmente, enviando una corriente eléctrica a
través de mi piel. Era una sensación extraña, como si de alguna
manera este extraño comprendiera mi dolor mejor que nadie.

Finalmente, Jake se detuvo frente a un pequeño café iluminado.


-Hemos llegado a una zona más transitada. Estarás a salvo para
seguir tu camino desde aquí.-

Asentí, sintiéndome repentinamente decepcionada por tener


que separarme de él.

-Gracias por acompañarme, Jake. Y lamento haber sido tan


desconfiada al principio.-

Él sacudió la cabeza con una leve sonrisa.-No tienes que


disculparte. La desconfianza es una defensa necesaria en este
mundo.-sus ojos se suavizaron-Pero también es importante
recordar que no todos somos monstruos. Hay gente buena ahí
afuera, dispuesta a tenderte una mano cuando más lo
necesites.-

Sus palabras resonaron dentro de mi, olmo si estuviera


tratando de transmitirme un mensaje más profundo. Abrí la
boca, tentada a compartir al menos una parte de mi historia,
pero el miedo me detuvo una vez más.

-Gracias, Jake.-fue todo lo que pude decir antes de darme la


vuelta y continuar mi camino hacía casa, sintiendo sus ojos
clavados en mi espalda hasta que doblé la esquina.

A medida que me alejaba, algo dentro de mi se sentía


extrañamente liviano, como si un pequeño rayo de luz se
hubiera filtrado a través de las barreras que tenía puestas. Tal
vez, solo tal vez, algún día podría encontrar el valor de dejar que
esa luz siguiera entrando.
2. Conexión bajo la lluvia.

Jake

Me removí inquieto en mi asiento, sentía la mirada penetrante


de mis padres clavadas en mi. Acababa de mostrarles mi último
boletín de calificaciones, repleto de sobresalientes notas, pero
para mis padres, eso nunca era suficiente.

-Un noventa y seis en cálculo, Jake. - la voz gélida de mi padre


cortó el tenso silencio- Esperábamos más de ti.

Rodé los ojos, conteniendo un suspiro exasperado. Aquí vamos


de nuevo con sus imposibles expectativas.

-Lamento decepcionarlos- murmuré con una mezcla de


sarcasmo y resignación.

Mi madre frunció los labios con desaprobación.


-No uses ese tono con nosotros, Jake. Sabes muy bien las
expectativas que tenemos sobre ti. Eres un Adams, y los Adams
siempre sobresalen.

Apreté los puños, resistiendo el impulso de responder con una


de mis bromas. Pero sabía que eso solo empeoraría las cosas.

Si tan solo supieran lo vacía que se siente esta vida.

Detrás de las fachadas de riqueza, prestigio y aparente


perfección, mi familia está profundamente fracturada. Mis
padres, obsesionados por el éxito y las apariencias, apenas
tenían tiempo para mi y mi hermana. Habíamos crecido
rodeados de niñeras, tutores y expectativas imposibles de
cumplir, sintiéndome más solo a medida que crecía.

Siempre trataba de que mi hermana menor no pasara lo mismo


que yo, a pesar de que solo nos llevábamos por cuatro años.
Trataba de que no se sintiera sola, prefería que mis padres
fueran duros conmigo en vez de que lo fueran con ella.

-Escuchen, estoy haciendo mi mejor esfuerzo.-intenté razonar,


aunque sabía que sería en vano- Tal vez si no me presionaran
tanto…

-¿Presionarte?- me interrumpió mi padre- Esto no es nada


comparado con la presión que afrontarás en la vida real. Más te
vale acostumbrarte.

Apreté mis puños, conteniéndome de expresar en voz alta mis


pensamientos. ¿Acaso mis padres no veían lo absurdo de sus
expectativas? ¿Lo agotado y solo que me sentía intentando
complacerlos constantemente?

Después de lo que pareció una eternidad, mis padres finalmente


se despidieron con un gesto de desprecio. Salí de la mansión
sintiéndome abrumado y solo, como de costumbre.

Ya en el auto rumbo al instituto. Era mi primer día es esa nueva


escuela privada a la que habían insistido en transferirme mis
padres, con la esperanza de que estuviera rodeado de “mentes
brillantes”, no pude evitar rodar los ojos antes mis propios
pensamientos pesimistas.
Debería dejar de ser tan intenso, mis padres siempre serán así
de insoportables. Mejor debería enfocarme en lo que realmente
me importa: el delicioso almuerzo gratis de la cafetería.

Esta idea logró hacerme sonreír. Adoraba la comida chatarra


que servían, a pesar de los constantes regaños de mis padres
sobre comer saludable.

-Mmm, tal vez haya nachos.-me relamí los labios con


anticipación.

Cuando llegué al estacionamiento del instituto, me tomé un


momento para observar a mis compañeros reunidos en los
jardines. Algunos reían y bromeaban despreocupadamente,
mientras que otros caminaban con la mirada abajo, claramente
abrumados por las presiones académicas.

Pobre gente. Si supieran que en unos años, nada de esto


importará realmente.

Sacudí la cabeza, y camine hacía el edificio principal, mi mente


divagaba entre posibles opciones de almuerzo y la tarea
pendiente que todavía tenía que completar.

Las siguientes horas transcurrieron rápido en un montón de


clases y tareas, hasta que finalmente sonó la campana que
anunciaba el final del día escolar. Suspiré con alivio deseoso de
escapar de esta cárcel.

Libertad al fin.

Mientras me dirigía al estacionamiento, recibí una llamada. Era


mi hermana menor, Alanís.

-Hola, ¿Qué quieres?-dije con un suspiro, notando que el cielo


estaba nublado y comenzaba a caer la lluvia.

-Bueno, bueno, no te pongas tan grosero, hermanito.-replicó


Alanís en tono burlón-Solo necesito que me hagas un pequeño
favor.

-Alanís, ya sabes que estoy ocupado. Además, ¿No ves que está
lloviendo?-respondí tratando de esquivar los charcos de agua
mientras abría la puerta del auto.
-Oh, vamos, ¿desde cuando la lluvia ha sido una excusa para ti?-
Alanís río-solo necesito que me compres un libro que necesito
para el instituto.¡Es urgente!.

Dudé por un momento, pero el tono de urgencia en la voz de


Alanís me preocupó. Finalmente, no me quedó de otra que
aceptar.

-Está bien, pero esta será la última vez que te hago un favor,
¿entendido?

-Eso dijiste la última vez.

-Cállate. ¿Dónde es la librería, Alanís?-pregunté mientras


encendía el motor de mi auto.

-Está en la calle principal, cerca del instituto. Te voy a enviar un


mensaje con la dirección exacta.-respondió con rapidez.

Seguí las indicaciones de mi hermana y pronto llegué a la calle


donde se encontraba la librería. Sin embargo, la calle estaba
inundada por la lluvia y no quería arriesgarme a ensuciar mi
auto. Decidí estacionar cerca de un café iluminado y me dirigí
caminando hacía la librería.

Una vez dentro, encontré el libro que mi hermana necesitaba y


lo compré rápidamente.
Con la mente enfocada nuevamente en los planes para la tarde,
salí de la librería y me encaminé hacia mi auto. Tal vez invitaría
a algunos amigos o me comería todo el refrigerador.

Ay sí, toda una vida de lujos me espera.

Mientras me dirigía hacia mi auto, empezó a llover todavía más


fuerte. Maldije en voz baja.

Bueno, al menos no tendré que preocuparme por bañarme hoy.

La lluvia caía con fuerza, golpeando rítmicamente contra el


pavimento. Caminé apresurado, con la capucha de mi chaqueta
cubriéndome la cabeza en un intento por resguardarme de la
tormenta.

A prestar del frío y la humedad, disfrutaba de los días lluviosos.


Encontraba cierta tranquilidad en el sonido constante de las
gotas golpeando contra el suelo, como si fuera una melodía
relajante que acallaba el ruido del mundo.

Justo entonces, una figura delgada y empapada captó mi


atención en la acera de enfrente. Una chica caminaba sola bajo
la lluvia. Tenía un largo cabello negro empapado que se pegaba
a su rostro pálido. Se tambaleaba peligrosamente, esto despertó
mi preocupación ¿estaba borracha un miércoles?

Apresuré mi paso hasta alcanzarla. De cerca pude ver sus ojos


cárgalos hundidos y la expresión angustiaba en su rostro
demacrado. Las lágrimas de mezclaban con la lluvia en sus
mejillas ahuecadas. Parecía perdida en su propia tormenta
interna. Vale, no estaba borracha.

-¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?-pregunté con voz amable,


extendiendo mi mano hacía ella.

La chica dio un respingo, como si hubiera sido arrancada


bruscamente de sus pensamientos. Sus grandes ojos castaños
se clavaron en mi con desconfianza. Retrocedió, negando con la
cabeza, sentí una punzada de compasión ante su mirada
aterrada. Debería tener cuidado, no quiero asustarla.

-Tranquila, no te voy a hacer daño-intenté calmarla,


manteniendo mis manos levantadas en señal de rendición- Solo
quiero ayudar, estabas tambaleando por la calle, ¿estás bien?

Algo en mis palabras pareció calmar a la chica, pero aún así


seguía con desconfianza. La observé detenidamente, notando
las sombras oscuras bajo sus ojos hundidos y la palidez
enfermiza de su piel. Estaba claro que llevaba un gran peso
emocional sobre sus delgados hombros.

De repente, la chica tropezó y cayó al suelo, raspándose las


rodillas huesudas. Corrí hacia ella sin dudarlo.

-¿Estás herida? Déjame ayudar a levantarte-Ofrecí con


preocupación, tendiéndole la mano nuevamente.

Esta vez, la chica aceptó mi ayuda con miedo. La puse de pie


suavemente, notando como temblaba bajo la lluvia. Su mirada
se cruzó con la mía y sentí una conexión extraña, como si
ambos compartiéramos un dolor silencioso.

Hay algo en sus ojos que me recuerda a mí mismo.


-Pareces muy alterada-comenté en voz baja- ¿Hay algo que
pueda hacer para ayudarte? ¿Quieres que llame a alguien o te
acompañé a casa?

La chica negó con la cabeza, sus ojos se oscurecieron.

-No necesito tu ayuda-dijo con voz temblorosa, evitando mi


mirada.

Suspiré, comprendiendo su reticencia. Yo también había


construido muros a mi alrededor, temeroso en confiar en los
demás.

Sé lo que es sentirse solo y aterrorizado.

-Lo siento, no quería incomodarte- me disculpé con sinceridad-.


Es solo que te vi ahí, tan asustada y sola bajo la lluvia. Yo…
Entiendo lo que se siente eso.

Mis palabras parecieron tocar la fibra sensible de la chica, quien


me miró con renovado interés.

-¿Cómo te llamas?-preguntó, como si estuviera probando las


aguas.

-Jake-respondí, esbozando una leve sonrisa-. Y tú debes ser la


chica más valiente que he visto.

Ella arqueó una ceja incrédula ante mi cumplido. Pude ver las
grietas en su fachada.

Hay mucho más en ella de lo que aparenta.

-Gracias por tratar de ayudar-dijo finalmente con voz suave-,


pero será mejor que siga mi camino a casa.

Asentí, comprendiendo su necesidad de espacio

-Está bien, lo entiendo. Pero al menos déjame acompañarte


hasta que lleguemos a un lugar más concurrido y seguro.

La chica aceptó en silencio, y juntos caminamos bajo la lluvia,


sumidos en un silencio incómodo pero cargado de una
comprensión.
A medida que avanzábamos, sentí el impulso de decir algo más,
de tender un puente hacía esa conexión que había sentido con
ella. Finalmente, rompí el silencio:

-Lamento haber sido tan insistente antes. Es solo que… Odio la


idea de que alguien esté sufriendo solo. Yo… Bueno, digamos
que conozco esa soledad.

Nadie merece sentirse tan desesperado y solo.

La chica me miró con una chispa de empatía con sus ojos


castaños. Me pregunté que debió haber enfrentado en su vida
para cargar tanta angustia.

Detrás de esos ojos hay una historia profunda y dolorosa.

-Tal vez esto suene extraño viniendo de un completo


desconocido-continué, vacilante-, pero si alguna vez necesitas
hablar con alguien, puedes contar conmigo para escucharte sin
juzgarte. A veces, simplemente expresar en voz alta lo que nos
atormenta por dentro puede aliviar un poco la carga emocional
que llevamos.

La chica pareció luchar internamente, como si quisiera aceptar


mi oferta pero algo la detuviera. Levante las manos en señal de
rendición. No la quería presionar, ella necesita su propio ritmo.

-No tienes que decidir nada ahora. Solo quería que supieras que
la oferta está ahí.

Continuamos caminando en silencia hasta llegar al café


iluminado. Me detuve sabiendo que era hora de despedirme.

-Hemos llegado a una zona más transitada. Estarás a salvo para


seguir tu camino desde aquí.

La chica asintió, su mirada reflejaba una mezcla de alivio y


decepción.

-Gracias por acompañarme, Jake. Y lamento haber sido tan


desconfiada al principio.

Sacudí la cabeza con una leve sonrisa, restándole importancia a


sus disculpas. La comprensión brilló en mis ojos mientras la
estudiaba.
-No tienes que disculparte. La confianza es necesaria en este
mundo-hice una pausa, eligiendo mis próximas palabras con
cuidado-Peto también es importante recordar que no todos
somos monstruos, hay gente buena ahí afuera, dispuesta a
tenderte una mano cuando más lo necesites, si le das la
oportunidad-.

Pude ver que mis palabras la afectaron profundamente, aunque


no estaba seguro por qué. Por un breve momento, pude
visualizar un destello de vulnerabilidad. Pareció que iba a
decirme algo, pero luego se lo pensó mejor.

-Gracias, Jake.- fue todo lo que dijo antes de darse la vuelta y


continuar su camino, su silueta fundiéndose con la cortina de
lluvia hasta que dobló la esquina y desapareció de mi vista.

Me quedé en la acera, observando el lugar donde había estado


de pie momentos antes, sintiendo una extraña sensación de
pérdida.

Una parte de mi hubiese querido haber insistido más, haber


encontrado una manera de atravesar esas barreras que la
mantenían encerrada en su propio dolor.

Con un suspiro cargado de emociones, me di la vuelta y me


dirigí hacía mi auto bajo la lluvia, dejando que las gotas se
mezclaran con las lágrimas silenciosas que corrían por mis
mejillas. A pesar de ese breve encuentro, sabía que esa chica
había tocado algo sensible dentro de mi. Algo es su dolor
resonaba con el mío propio.

Encendí el auto, las calles vacías y brillantes por la lluvia se


extendían frente a mi mientras avanzaba, perdiéndome en mis
pensamientos.

También podría gustarte