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Prefacio

“Traté de controlar mis sentimientos,


a pesar de que haya sido
de la manera más dolorosa ”

6 años atrás --- Abril, 2023

La discusión llegó a otro nivel. Terminó con el golpe seco impactando contra mi rostro. La
estupefacción fue de ambas partes. El odio en los ojos de mi madre era descomunal, insano y puedo
decir que también me hacía auto-odiarme.Con una mano agarró de las hebras de mi cabello y la que
restaba punzó mi espalda como una criminal arrestada. Sin escapatoria, solo siguiendo órdenes que
definían lo siguiente que pasaría. Mamá condujo hasta el cuarto del fondo donde estaba. Mi dolor dejó
de ser físico, la zarandeada que ella dio no se compara con la brusquedad con la que salen sus palabras
cerca de mi oído.

— No ves que la ventana del cuarto está destapada- dijo llevando mi cabeza hacia delante,
asomándome a la puerta, de su voz emergió con un tono brusco - ¡¿No ves?! Cualquiera que pueda
entrar al galpón va a ver lo que estás haciendo ¡¿Que no te das cuenta?!-.

>> Al empujarme el agarré se deshizo — Desaparecé de mi vista, ¡no quiero volver a verte!- dijo
apretando sus dientes con rabia.

Acepto que ella puede tener razón, que el descuido de mi parte puede hacer que una simple situación
se convierta en una tragedia. Pero su forma de expresarse era la ideal para clavar dagas frías llenas de
aversión. Sus palabras eran el veneno perfecto que necesita el cuerpo para no querer existir. No lo
pensé cuando mi cuerpo se dirigió al baño. Trancando la puerta sin medir la fuerza por el enojo del
momento. Escuché un grito de su parte que dejé pasar, no entendí nada de lo que había dicho, estaba
demasiado concentrada en acallar los involuntarios sollozos y detener el temblor del débil cuerpo
envuelto en mis brazos.

Eres una mierda.

El lago que no me permitía ver se deshizo al parpadear, enfoqué la vista para enjuagar el rostro
cuando el gran espejo que acapara casi toda la pared del baño refleja a alguien de esbelta figura y tez
morena. Sus ojos se veían vacíos, carentes de sentimientos u determinación. Como si no tuviera razón
de existir y vivía porque era la única opción dentro de ella que valía la pena. El asco, el odio y el
recelo predominaban en nuestras miradas. Con una risa agria le dediqué las siguientes palabras. — Me
decepcionas lo suficiente como para saber la escoria que eres.- respiré profundamente mientras
intentaba que las lágrimas no se escaparan- Te odio.. odio cada parte de…
No pude terminar la oración porque la voz no salía, el dolor se volvía tan profundo al punto de
dañarme más de lo que podía soportar. Gotas resbalaban con agilidad. El espejo siempre es el que
refleja inseguridades y miedos, sin embargo ¿cómo cambiar cuando odias todo de ti? Cada parte de tu
personalidad, físico, en un momento crítico. Sentía puñaladas en el pecho y latidos débiles, dolía
odiarme, porque de tanto que luché para que ella estuviera orgullosa, terminé perdiéndome en el
camino. Ahora, no soy más que una imágen sin rostro.

No podía continuar, no. Desesperada por acabar con lo que sentía, me abofeteé, y aunque el dolor no
desapareciera, las lágrimas sí lo hicieron.

Sonreí.

Estaba tomando el control de lo que nunca pude guardar por la impotencia y debilidad. Enjuagué mi
rostro. Nada, no pasó nada. Salí del baño y me encerré en el cuarto mientras me hacía una coleta alta.

Miré a todos lados y no veía nada interesante que pudiese hacer, no me apetecía leer, dibujar o
escribir. Me dejé caer en la cama, encendí mi celular y luego lo apagué.

En cualquier momento mamá podría aparecer y me diría que no sirvo para nada , que siempre estoy
con el celular entre mis manos. Incluso llegué a imaginarla. Sus dientes apretados, cara seria,
frunciendo el ceño y sus ojos abiertos. Lo aparté dejándolo debajo de la cama. Apagué las luces y
antes de hacer algo más, me dispuse a dormir.

Di vuelta tras vuelta en el lugar, no podía quedarme quieta, menos dormir. Estaba pensando tanto que
la cabeza me empezó a doler.
Capítulo 1: Primeras conversaciones

La felicidad arrasaba conmigo al ver que el pantalón ajustado remarca la esbelta figura mientras que la
camisa acompañada una corbata me asigna un aspecto de oficina, sonreí mientras me calzaba las
negras botas de pequeños tacos y alzaba los tirantes para complementar la vestimenta. Estaba tan
emocionada y me veía tan bien que no me molesté en maquillarme. Le di un último vistazo a mi
reflejo antes de tomar las llaves y salir de la casa.

Atrapé varias miradas en el camino a la universidad al igual que en la misma, incluso logré integrarme
a un grupo donde iniciamos hablando de mi vestuario y la gente se fue yendo cuando con un viejo
amigo retomamos la moda antigua.Sin embargo la emoción inundaba cada parte de mí al notar cómo
con facilidad pude integrarme al grupo. Admito sentir cierta fascinación por demostrar intelecto a
personas que tengan los mismos intereses. Es algo satisfactorio, e incluso tan estimulante como
entregarle un dulce a un niño; el hecho de entablar un diálogo con alguien que pueda aportar
conocimiento argumentativo es inexplicablemente placentero. Sin algún sentido llegamos a los autos
en la época de los ochenta.

Junto a un (según yo) compañero de Erick, hicimos hincapié en un modelo que nos interesaba
bastante, al menos a mí y el primer mencionado. Un Fiat 600. A pesar de que no es un modelo muy
reconocido o que sea del agrado de todos por ser “anticuado” es uno de los más reconocidos entre
algunos jóvenes. Abarcó entre sesenta y ochenta en Latinoamérica al igual que por su popularidad.

---- Cuando consiga uno de esos te voy a buscar- bromea Erick.

Sonreí por ello, era entretenido hablar con ellos, sin embargo la mirada de su compañero me dejaba
algo nerviosa, su intensa mirada me obligó a mirarlo, el color miel de sus ojos me llamó la atención,
combinaban muy bien con sus oscuros rizos y su piel trigueña, bastante clara. No supe qué hacer, la
necesidad de hablar se apoderó de mí ---- ¿Cuál es tu nombre?- las palabras salieron apresuradas de
los labios mientras ladeaba la cabeza.

La comisura de sus labios se estiraron en una linda sonrisa sin diente. ---- Soy Alexander- dijo
extendiendo su mano hacia mí, esta vez reluciendo sus blancos dientes con sus ojos penetrando con
más profundidad.

---- Un placer, soy Almamía- correspondí devolviéndole la mano mientras la otra iba detrás de mi
espalda y mis pies se cruzaban.- Todo junto con tilde en la i- Aclaré antes de que lo mencione mal,
siempre me pasaba. Qu
---- Almamía…- repitió saboreando cada letra de mi nombre, como si fuera una obra de arte.

No pude evitar sonreír, mi nombre siempre fue un arma la cual causaba ese tipo de efectos. La
impresión de las personas al escucharlo es increíble para luego sonreír y halagar lo bonito que es. Sin
embargo, al momento de leerlo era un problema, me gané varios apodos de gente desconocida.
Almamia, Alemania, Almenia, Almania. Cualquier cosa menos el original siendo que es igual que
decir Alma Mía, solo que se encuentra todo junto.

---- Que lindo nombre- dijo bastante pensativo como si no se lo pudiese creer.

---- Muchas gracias- agradecí haciendo una pequeña reverencia como de costumbre.

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