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Cuadros de La Ciudad (MCMVI)

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FRAY MOCHO
J. S. AL.V A R EZ

CUADROS
P^ CIUDAD
Prólogo de Miguel Cañé, a Ilustra-
ciones de Giménez, Cro y otros.
Cubierta de Olegario Junyent.

Unión Editorial Hispano-Amenicana


Buenos Aires; DUPONT, ñOS Y C'-Bernardo de Irigoyen, 913
Barcelona: AUBER Y PLA - Calles Bilbao, 207 y Pelayo, 18
9797
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Establecimiento tipolitográfico AUBER Y FLA - Barcelona


PROLOGO
yjn día, en París, hace algunos años, recibí un
pequeño libro malamente impreso y firmado con
un pseudónimo que había visto algunas veces al
pie de artículos que, en general, no había leído.
Era el Viaje al\ País de los Matreros, mal título
también, que ocultaba una de las pinturas más
deliciosas y exactas que existen de un pedazo de
suelo argentino, precisamente del más caracterís-
tico: tal vez, de aquel formado y sin cesar modi-
ficado, por el aluvión formidable del padre de los
ríos nacionales. Comuniqué mi impresión a su
autor en una carta entusiasta, cuyo borrador
siento no poseer en estos momentos, para darla
de nuevo a la luz, como el más cumplido home-
naje al talento literario del hombre que nuestro
mundo intelectual acaba de perder.
Más tarde, Fray Mocho publicó su Viaje Aus-
tral que, como fuerza descriptiva, vale quizás su
primer ensayo, pero que le es superior en sus
elementos de drama. Esa dura vida del lobero,
en la intrincada red de canales entre los que va
disolviéndose la más austral de las tierras habita-
das, está pintada con una verdad y una intensidad
tales, que parece increíble haya podido dibujarse
el cuadro y darle color, sin haber visitado minu-
ciosamente eteatro
l de la acción. Y, sin embargo,
según tengo entendido, Alvarez nunca visitó el
Estrecho.
Más tarde, Alvarez cayó en la huella normal de
su espíritu y abordó el género para el que le habían
preparado no sólo las condiciones peculiares de
su inteligencia viva, sagaz, observadora, de una
sensibilidad de placa para retener la impresión de
los ridículos más fugaces, sino también su vida
azarosa, difícil, un tanto bohemia, en la que había
tomado contacto material con todos los bajos fon-
dos sociales y contacto moral con todos los do-
lores yamarguras de la miseria. No pocos de sus
cuentos, o más bien dicho, de sus escenas, porque
se preocupaba muy poco de confabular, si bien
mucho de pintar, ocultan, tras la forma retozona e
irresistible que le es habitual, un fondo de pro-
funda simpatía por el desheredado, cuya ignoran-
cia o mala suerte le sirve de tema. Poco antes
de embarcarse para el Paraguay, tuve ocasión de
PROLOGO 9

verle y escribirle. Le hice ver que había llegado


para él la hora de pedir a su espíritu lo que hos
había prometido y le conjuré para que, a su re-
greso, se entregara al trabajo con método y plan.
No soy un entusiasta delirante por el « crio-
l ismo »en nuestra literatura. La razón fundamen-
tal es que, siempre, o casi siempre, las produccio-
nes «criollas» no son, a mis ojos, sino repro-
ducción de viejos temas, viejas pasiones, viejas
intrigas, sin ubicación necesaria, pero revestidos
de un lenguaje vulgar, trivial y de una repetición
de símiles, lugares comunes y otros recursos,
realmente agobiadora. Brieux, si hubiera visto
una pieza criolla, que se está dando con éxito,
habría podido hacer de ella «Blanchette», con
sólo cambiar el sexo del protagonista.
Alvarez no entendía así el «criollismo»; mejor
dicho, no se preocupaba de ninguna manera de
entenderlo o comentarlo. Como todos los artistas
verdaderos, se ocupaba sólo en producir y esto
de la única manera que podía hacerlo, mirando y
pintando. Sus personajes no sólo hablaban como
estamos habituados a oir hablar en nuestros cam-
pos, calles y casas, sino que sentían y concebían
las cosas, como las sienten y las conciben necesa-
riamente, por educación, por herencia y por la
influencia del medio, los diversos tipos sociales
PROLOGO

de nuestro país. Yo le decía a Fray Mocho: < Us-


ted está destinado a escribir la primera comedia
«criolla» de nuestro futuro teatro. Deje al pobre
gaucho tan esquilmado, al compadrito que sólo
debe ser un personaje episódico, y plante su
escena, como sólo usted sabe hacerlo, en una
casa modesta, de barrio lejano. Traiga usted allí
a la mamá y a las niñas, al papá, nacido allá por
1840, al pariente, a las vecinas y haga usted hablar
a toda esa gente. No se preocupe usted de la ac-
ción; hágale usted hablar, sentir y pensar como
usted sabe que en ese mundo hablan, sienten y
piensan, y le auguro a usted un éxito de primer
orden». Alvarez sonreía, pero allá en el fondo aca-
riciaba laidea con la conciencia de poder reali-
zarla de incomparable manera.
Brutalmente, la muerte se lo llevó cuando la
vida empezaba a serle menos rigurosa. El reposa,
pero va a faltarnos, en esta monotonía seria y en
esta expectativa casi angustiosa en que vivimos, la
alegre nota semanal de Fray Mocho, en la que
poniendo de relieve uno de los aspectos de nues-
tro ridículo, nos hacía gozar por la admirable
penetración del artista, y por la verdad del tipo
estudiado.
Todos estos bocetos van a ser reunidos en vo-
lúmenes. Allí deberán ir a estudiar todos los que
quieran interpretar nuestro microcosmos social
como en las horas largas y tristes, allí se deberá
buscar el reactivo contra las sombras del espíritu.
Hemos perdido un verdadero temperamento
artístico y el día de ayer, que fué el último de un
hombre que tomó muy poco a lo serio la vida y
el arte, ha sido un día de duelo para las letras
argentinas.
Miguel CAÑÉ

Agosto, 24 de 1906

!
ALVAREZ ÍNTIMO
J OSÉ S. Alvarez El Mocho — como le decíamos
familiarmente todos los que le amábamos, abre-
viando el pseudónimo del festivo psicólogo po-
pular— se lo debía todo a su propio esfuerzo.
Había peleado bravamente la vida, había sufrido
ocultando las lacerantes heridas con aquella risa
juguetona que sólo la muerte pudo arrancar de
sus labios y había vencido destacando su perso-
nalidad de escritor nacional con perfiles netos,
inconfundibles. Sólo luchando para vivir y ateso-
rando almismo tiempo esa experiencia que, como
un misterioso sedimento van dejando los años en
los cerebros que piensan, desde aquel día ya le-
jano en que semejante al Poquita cosa de Daudet,
abandonó la aldea natal en busca de nuevos hori-
zontes, ypisó las calles de Buenos Aires, pobre y
desconocido, y donde llegó a ser lo que era, a
valer lo que valía: ¡cuántas amarguras, cuántas
16 ALVAREZ INTIMO

«perrerías», como solía repetir, no habían hecho


sangrar ese corazón abierto siempre a las más
nobles expansiones, al culto inalterable de los
afectos!
Y todo lo sufrió con una rara altivez, con ese
pudor viril de las almas bien templadas que
jamás dejan escapar los murmullos dolorosos de
las penas hondas, respondiendo a los embates de
la mala suerte con alguno de sus sabrosos cuen-
tos criollos en que derrochaba la sal de su fina
ironía.
— Yo soy duro, Martín, como los ñandubayses
de nuestra tierra; no me entra el hacha, así no
más! — me dijo alguna vez en sus horas de tris-
teza fugaz. Y en seguida borrada la nube que en-
tenebreció por un momento aquella frente amplia
donde había tanto talento, le veía ponerse ani-
moso ala tarea y las cuartillas de letra menuda,
casi sin enmiendas, iban llenándose sin apuro
ni desaliento, porque Fray Mocho era de los que
procrean sin dolor hasta terminar el cuento, la
tradición o el libro empezado.
Así nació ese delicioso Viaje al País de los Ma-
treros, cuyo génesis fué una inmensa pena, la he-
rida abierta por una negra ingratitud; y así brota-
ron en seguida los croquis coloridos del Mar
Austral, con que respondió a los críticos que sólo
ÁLVAREZ ÍNTIMO 17

habían encontrado un escritor colorista en el pri-


mero, negándole imaginación.
El viaje y las aventuras imaginarias relatadas en
Mar Austral son obras de pura imaginación, por-
que el travieso autor nunca vio un lobero, ni esas
roquerías abruptas, ni sintió en el rostro las cari-
cias de la brisa salobre; pero el libro fué saludado
por la crítica, que le concedió de buen grado lo
que antes le negara, y hasta sé de un escritor que
daba fe en mi presencia de haberlo visto por
aquellas soledades...
¡Cómo se reía socarronamente Fray Mocho de
todas estas cosas que le daban tema para bordar
alguno de esos admirables cuentos verbales en
que era una especialidad!
Causear de buena cepa, con un arsenal inaca-
bable de anecdótica criolla, sabía pintar con un
rasgo, con una frase feliz, un carácter, una época,
una acción generosa o una ruindad; manteniendo
suspenso al auditorio de su palabra pintoresca,
irisada de chispas de talento, de gracia fluente,
expansiva, saturada de esa velada malicia reto-
zona que le inundaba el pecho y hacía brillar sus
ojos pardos y traviesos que la muerte ha helado
para siempre.
Y aquel ser que parecía tan feliz, tan alegre
como las burlonas calandrias del amado terruño
18 ÁLVAREZ ÍNTIMO

al que volvíamos siempre con el pensamiento en


nuestras animadas charlas, sufría; había dolores
físicos que labraban su organismo enfermizo, que
lo hacían palidecer de repente interrumpiendo el
relato con un acceso de tos, pero en seguida re-
nacía laalegría para terminar la picante historia
con una de esas agudas observaciones en que
volcaba su ingenio a manos llenas.
Saturadas de ese espíritu observador y sagaz
que sabía deslizar la fina ironía poniendo la frase
en la llaga, satirizando hueras vanidades o ridicu-
leces de la tierra, aplastando alguna mentida re-
putación con un chiste que clavaba como una
flecha en medio del blanco, está su obra dispersa
en seis años de ruda labor en las páginas de Ca-
ras yCaretas, a la que había consagrado toda las
energías de su inteligencia poderosa, la sal de su
ingenio peregrino que burbujeaba en los puntos
de la pluma, hasta imponer la revista al público
que la buscaba como una necesidad imprescindi-
ble, por más que el lenguaje empleado no satisfa-
ciera a ciertos paladares exquisitos, enfrascados
de elegancia, que no veían la finísima intención
del escritor popular pero que olvidados del esti-
ramiento convencional, caen a la huella para sola-
zarse con los graciosos idiotismos del lenguaje
callejero que Fray Mocho explotó con tanto éxito
ÁLVAREZ ÍNTIMO 19

en sus intensos cuadritos de costumbres bonae-


renses.
Dentro de ese ambiente popular del conven-
tillo yel suburbio, hay muchas observaciones de
mordiente psicología que saltan del estrecho
marco en que él aparentemente las ubicó y se
expanden en generalización, que a todos nos al-
canza... El día en que se reúnan en libro las más
selectas páginas del talentoso escritor, se admi-
rará el inmenso caudal de ingeniosa observación,
el derroche de gracia intencionada y picaresca
que contienen esas notas de crítica social, las
pinturas admirables de sus bocetos llenos de
viviente colorido...
¡Y todo eso ha muerto! Todo eso se ha ido sin
exteriorizarse en la obra que todos presentíamos,
cuando ya libre de afanes, con los caminos y los
horizontes abiertos, iba a entregarse a la tarea
rebosante de esperanzas y ensueños; y he aquí
que la muerte nos lo arrebata apagando la vida
de sus ojos risueños, cegando la sana alegría que
tenía en el fondo de su gran corazón.
Ha muerto y aún nos parece sentir sus risas
aun nos parece oír el timbre de su voz cariñosa,
aún nos parece ver el brillo de su mirada pica-
resca, relampagueante de inteligencia y aparta-
mos la vista de la blanca cuartilla para mirarlo
20 ÁLVAREZ ÍNTIMO

sentado en el sillón que ocupó tantas veces... para


reanudar las charlas de nuestros recuerdos, co-
menzados allá en el aula del Colegio del Uru-
guay y mantenidos con el afecto que no empañó
una sola nube en treinta años de inalterada
amistad.
Ha muerto, pero su recuerdo no morirá en los
corazones de los que le amaron y le admiraron,
en los que le llevamos con el alma angustiada
hasta la muda tumba y regresamos tristes y silen-
ciosos para volver a la vida de la gran ciudad
que él tanto amó, cuyos tipos populares pintó en
páginas coloridas que no morirán, con su len-
guaje sabroso y pintoresco en que puso su sello
de escritor costumbrista y original.
Esos tipos callejeros, el mayoral, el vigilante, la
planchadora, el carrero, el cuarteador, el compa-
drito, el habitante suburbano, el viejo gaucho
que Fray Mocho dibujó con tanto amor, queda-
rán como un documento característico de una
época, como esos grabados a que los pintores y
escritores del futuro recurrirán para saturarse en
esa obra de verdad, buscando el perfil de las ra-
zas que se pierden, el rasgo característico de las
costumbres que se extinguen o pervierten, pero
que resucitarán en las páginas del escritor caído
en plena juventud.
ÁLVAREZ ÍNTIMO 21

Sobre su ataúd, que cubrió de flores y de lágri-


mas la amistad, puede repetirse el pensamiento
de Taine hablando de Alfredo de Musset: «Ha
sufrido, pero ha inventado; ha desfallecido, pero
ha producido...»
Martiniano LEQUIZAMÓN
I con ustedes, che, no se pue-
de!... Son refractarios á todo
progreso y viven casi como
los indios. Vos, por ejemplo,
que sos uno de los menos atrasadones, de
criador no tenes más que las vacas y las
ovejas en el campo; pero se t'importa tan-
to de la calida ni las condiciones del ga-
nao como á mí del primer cigarrillo que
pité... Pa qué ocuparse de mejorar los pastos,
ni de hacer aguadas sanas, ni de refinar las
crías, si todo eso no es más que charla é los
gringos?... Y mira, convéncete, hoy el que
quiera vender bien tiene que producir bueno
y... no hay vuelta!... Vos te eres qu'en Uropa
andan preguntando los compradores de qu'es-
26 FRAY MOCHO

tanda es el producto que compran y si el


dueño es criollo viejo ó si es picao de virue-
las?... No, m'hijito! Se compra lo mejor y
nada más!
—Vea, no?... Qué novedá!... Ves? Esto es
lo que me revient'a mí... Un criollo como
vos, inorante como cualquiera é nosotros,
pero medio chiflao, que oye cantar el gallo y
ya comienza á creerse de la familia!... Te dis-
tes una vueltita por París, hablando por señas
como los mudos, y te volvistes aburrido aun-
que vestido é francés y ya te eres un sabio,
un'especie d'estanciero fenómeno que no ere
que sean criadores sino los que tienen impor-
taos de tres mil pesos y chalés y molino p'al
agua!... No m'embromés, che, con tus inova-
ciones... Demasiao sé lo qu'es un'estancia de
los progresistas de tu laya!
—No ve?... El maldito espíritu aldiano los
mata á ustedes y la envidia no los deja ni ras-
carse... Bien me decía Curcuá, el célebre
bateriólogo.
—Envidia?... Y de qué, che, querés decir-
me?... Mira! Yo soy un estanciero á l'antigua;
¿sabes?, de los que recorren su campito á
CUADROS DE LA CIUDAD 27

caballo y conocen sus pastitos mata por mata


y sus animalitos y que no necesitan capataces

•/=?

de polaina ni tenedores de libro con saquito


é seda, pero que tienen novillitos gordos todo
el año y una lana que no la esquila la sarna...
28 FRAY MOCHO

—Claro!... Y serás de los que cuentan por


tarja en la vaina del cuchillo y duermen so-
br'el recao, comiendo en la cocina con los
piones...
—Justamente!... Pero no soy de los que
tienen pionada que se levanta con el sol alto,
ni de los que le hacen telegramas al mayor-
domo, diciéndoles "mañana voy, espéreme
en la estación", dando la señal pa que el jar-
dinero salga con Tazada á medio carpir apu-
rao, alrededor de las casas y cada cuisque le
comience á sacudir á su tarea pa que la estan-
cia no parezca tapera y vaya á notar el patrón
que los pesebres de los finos de tres mil pe-
sos no se lavan sino cuando él viene, ó que
los tales finos han estado durmiendo á la in-
temperie como cualquier mortal y á veces
ataos al palo veinticuatro horas, sin comer ni
beber y eso cuando no les han sacao la frisa
en la vecindá...
—Che, che... qu'imaginación!... La gran
perra!... cualquiera creería qu'esos palos son
pa casa!
—No!... Si han de ser pa la del papal
—Eso sería antes, che! Aura va todas las
semanas Enrique m'hijo...
CUADROS DE LA CIUDAD 29

— Otra! . . . Y te eres que tu hijo v'a ver nada,


ó te has olvidao en Francia de qu'en el campo
no v'el que quiere sino el que sabe?... Mira
qué tigre el que le vas á echar... Tu hijo hará
como todos los hijos de los estancieros de tu
laya. . . Llegará al chalé medio ahogao por la
poca tierra del camino y renegando porque
no es adoquinao de madera como l'Avenida,
oirá el crujido de los herrajes del molino p'al
agua y después agarrará el campo con los
amigos que lo han acompañao, á desocar
mancarrones, á gastar balas en tirarles á los
terneros pa probar la puntería ó á refistoliar
las muchachas de los puestos... Atendéme,
che, y creme, los estancieros de tu laya no
sirven sino pa daño... y p'andar sonsiando en
coche... ¿sabes?... porque p'andar á caballo
son demasiado jai lai y pa jai lai no les da el
cuero!...
i
ERO, Eleuterio, ya con Susanita,
va á ser la quinta de tus hijas
que casas y todavía andas
con cosquillas!... Bendito sea
Dios!... Y cuidado que á terco y á discon-
forme no te va á ganar cualquiera!... Habías
de estar en lugar de García, que no ha podido
salir de ninguna de las muchachas y vería-
mos... ¿Qué más querés todavía?
— ¿Cómo qué más querés, Ramona, por
Dios?... y eres que yo, más criollo que la
Concepción, vi'astar conforme conque las mu-
chachas se m'estén casando así?... Caramba!...
Ya mi casa, che, no es casa... más parece coche
é tranguai ó pasadizo de hotel... Mira!... Por
esta cruz, ¿ves?... yo cada vez que tengo que
34 FRAY MOCHO

hablar con alguno é mis yernos, le juego se-


ñas no más y pura arrugada é cara, pa que
vean que no estoy enojao... pero no les en-
tiendo niun pito... No, che... ¡convéncete! lo
pior que le puede pasar á una familia es lo
que nos pasa á nosotros... La primera que co-
menzó fué Julia con su alemancito, y de ahí
siguieron no más como lienzo de alambrao,
Petrona con su italiano, Antonia con su por-
tugués, Eulogia con su inglesito y aura se nos
viene Susana con un francés!... No, che, no...
á no embromar vamos!... No faltaba más!
— Tené entendido para tu gobierno, que la
otra tarde, en lo de Martinita, que aura recibe
los jueves porque María le ha tomado los
miércoles por causa de las lecciones de la
Chona, estuvieron ponderando la suerte de
Susanita y diciendo que el francesito era una
gran cosa y de lo más educado.
—¡Qué gran cosa ni qué demonios!... Un
chuchumeco é media pulgada de alto, con el
pelo echadito para adelante y una carita de
asustao o de hombre que buscase algo que
hubiera perdido!... Y con un modito é dar la
mano que párese sacao del codo!... Che, mira,
CUADROS DE LA CIUDAD

el hombre será todo lo que quieran pero 35á


mí no m'entra!... Amigo, con la Susanita, que
había sido lerda!... Mire que dejarlo escapar

al Chicho, el hijo de Juanita, un muchacho


que da gusto por lo juicioso y aprovechadito!...
—Salí, Eleuterio... no seas infeliz!... ¿Qué
no sabes que el Chicho es un pajuate... un
36 FRAV MOCHO

verdadero hijo é vieja?... Así me decía Susa-


nita una vez que hablábamos d'eso:"Mire, mi
tía, el Chicho sabe demasiado catecismo para
poder ser mi novio!..."
—Y ponerte á hacerle caso vos á semejante
macaniadora!... Si ha de ser mejor el france-
sito este con su paradita de chingólo maniao...
Mira, Ramona, te juro que si y'ubiese siquiera
sospechao lo que m'iba á pasar en la familia,
no soy yo el que crío las muchachas aquí...
No, che, me las dejo en la estancia no más y
cuando mucho, allá pa semana santa ó el vein-
ticinco émayo, las hacía dar una vueltita por
el Pergamino y después á casa!... Se mi hu-
biesen casao con algunos muchachos del
pago, ya que son tan buscaditas, y yo, si-
quiera, che... caramba!... podría saber las fíes-
tas de la familia y no como aura que un de-
rrepente me mandan llamar de lo de Eulogia,
voy... y ¡zas! fiesta... santo é la reina Victoria!...
Una noche me cuelo á lo de Antonia, así, de
sopetón, y me encuentro la casa llena é por-
tugueses bailando... festejaban no sé qué cosa
de Portugal... Si ya casi ni hermanas son mis
hijas, che... si todo es un titeo.
CUADROS DE LA CIUDAD 37

—Pero mire que sos, Eleuterio... ¡Bendito


sea Dios!... Y yo, fíjate... mi gloria liubiese
sido que mis dos hijas, las pobrecitas, se hu-
bieran casado con extranjeros, che... Gente tan
fina, tan correcta!... Y después ¡ya ves!... hasta
cuando se mueren los yernos es mejor, se su-
fre menos... A mí, cuando se murió Gómez,
que era criollo y que, como sabes, fué un ca-
chafaz, lolloré que era una barbaridá, sin pen-
sar ni en lo que la había hecho sufrir á m'hi-
jita, y cuando se murió Tonelli, que había
sido tan bueno con Ernestina y me la había
hecho tan dichosa, apenas lo sentí, che... Tal
vez, como el pobre era extranjero, me dolía
menos...
—¡Bueno!... Yo... ¡eso sí!... no tengo de qué
quejarme; los hombres son buenos, trabaja-
dores yme tienen las muchachas en palmas
de mano... pero, ¿qué querés?, me revienta la
mescolanza y el titeo é la familia, y lo que es
más, no poderles entender su media lengua,
che, y ni siquiera óirme llamar derecho viejo! .,
Figúrate que al italiano todavía no le puedo
hacer agarrar el paso... Me dice don Cemen-
terio, yse queda muy suelto é cuerpo!
A LA HORA
DEL TÉ
o me digas, che!... Estos de
ahora ya no son mozos... Los
muchachos parece que nacie-
ran viejos y de las muchachas
no te digo nada!... Vos las ves reunidas y
es un cotorreo y una charla y unas risas,
que eres por lo menos está desfilando todo
Buenos Aires ridículo por delante del gru-
po yte pones á escuchar... Hijita!... Qué in-
sulsez!... Todo ese barullo es para hablar
de baratillos y de pichincheo con las cos-
tureras óponderaciones de lo tiradas que
eran en París, según les contó fulanita, las
puntillas que aquí cuestan un sentido... Pa-
rece que fueran dependientes de tienda... Mira,
cuando nosotras!... ¿Te acordás?... El día nos
42 FRAV MOCHO

era corto para nuestras cosas y nuestros tije-


reteos... ¡íbamos á perder el tiempo en discu-
tir centavitos!... ¡cómo no!
—Qué me vas á decir, Feliciana, si esa es mi
guerra todos los días? Vos las ves á mis hijas
que gastan un platal todos los días. Vos las ves
á mis hijas que gastan un platal en monadas y
en adornos y eso que no puedo acusarlas de
que sean ahorradas... ¿V para qué?... Para irse
á Palermo en el coche como estatuas!... Te eres
que siquiera se dicen algo de la gente que
ven?... Pues, no, che... No faltaba más! Van
como si estuviesen en misa, porque no hay
importancia sin formalidá!
— Pero si no se usa hablar, che... á lo me-
nos en castilla... Parece que es muy ordina-
rio, muy guarango!...
— Vez pasada me dijo á mí una amiga que
acababa de venir de Europa y que me vio en
Palermo con Federico, charlando á más y me-
jor, que en París, che, cuando se veía en un
paseo una señora y un caballero que iban con-
versando yriéndose, se podía asegurar que
no eran casados!... Figúrate!
— A propósito de los que vienen de París
43
CUADROS DE LA CIUDAD

hijita, te voy a contar lo que me sucedió el


otro día en lo de Mariquita, mi sobrina, que
como sabrás, recién ha venido... Voy á visitar-
la y si vieras qué comedia!... Llego á la casa
y lo primero con que me topo, es un francés
todo afeitado y vestido de fraque que no en-

tendía nijota; de balde le decía, desgañitan-


domé "Vaya, dígale que está su tía Feli-
ciana..." Nada!... Al fin busco en la cartera y
le doy una tarjeta, pero en vez de darle una
mía, con el apuro y la agitación, hijita, le
doy una de Pepita Aguirre, que tenía guar-
dada ylo oigo que gritaba desde la puerta
44 FRAY MOCHO

cancel á otro sirviente que estaba en el des-


canso de la escalera... Madame Vassilicós!... y
oigo que el otro repetía la cosa y que el grito
seguía!... Entonces, me subo ligerita para de-
cirles áaquellos condenaos mi equivocación
y tomo para el lado del comedor, donde siem-
pre acostumbraba recibirme Mariquita; pero
me ataja el sirviente y me mete á la sala, que
á las tres de la tarde estaba ya con luz encen-
dida ycon todas las ventanas cerradas... Cre-
rás?... Tuve miedo del cú de charol, che, y
estaba pensando en escaparme de algún modo
cuando se aparece Mariquita en una de las
puertas, de gran cola y me hace una cortesía
á uso de minué... Claro!... Corrí á abrazarla
diciéndole: "si, soy yo, m'hijita", pero ella
con una sonrisa seria en que solamente me
mostraba el colmillo de un lado, me estiró la
mano en silencio y con una frialdad que me
heló, che, á pesar del calor... Nos sentamos y
naturalmente le pregunté por su esposo, por
González, que era, como sabrás, antes de sa-
carse la lotería que se sacó, uno de los escri-
bientes del ministerio, que nombró tatita...
Apenas me dijo que estaba bien preguntan-
CUADROS DE LA CIUDAD *5

domé de paso por Mamerto... Si vieras la cara


que puso cuando le dije que todavía seguía
con sus pobres pies y que lo atendía Federico,
tu marido!... Y después de esto, se estiró bien
en el sofá y no me habló una palabra más...
— Así es la moda de ahora, Felicianita de
mi alma... ¿Qué no ves los bailes que se usan?...
Acaso son como aquellos de nuestro tiempo,
en que las muchachas y los mozos podían bai-
lar y conversar?... Ahora para bailar se nece-
sita ser casi un ingeniero para estar contando
los pasitos y golpecitos con el pie...
— Mira, m'hijita, ¿sabes una cosa?... Yo no
creo que en París la gente sea como esta que
va y vuelve... ¿Qué querés?... A mí me parece
que estos toman por franceses á los manequís
de alguna tienda... Mira!... En esto ha de estar
sucediendo alguna gran barbaridá!

«
Wt
o te aflijas por los años, che...
ni porqu'esté puertiando otro
siglo... afligite más bien por
los pobres güesos que, amo-
josaos y todo, no se quieren despedir.
— ¿Yo?... No, che!... Yo no me aflijo ni por
los años ni por los güesos, que al fin de cuen-
tas ybien mirao, les he sacao más jugo del
que tenían, sabiendo qu'eran prestaos... ¿Sa-
bes Túnico que á mí me'mbroma?... No lo
crerás!... Es verlo al tigre sin dientes y mi-
rando lacarniada! Eso de que veo pasar junto
á nosotros el tropel de la vida y escucho el ta-
loneo de los que bailan y me llega á la nariz
el olorcito'el churrasco... ya se m'empieza
á'cer agua la boca, che, y me dentra como
50 FRAY MOCHO

á modo de una rabia grandísima y aborrezco


la humanidá... ¡Ah, tiempos ios de nosotros,
liermanito... no?
— ¡Ah! Ali!... Conque sos viejo angu-
rriento?... Juna perra!... Te has comido tu ra-
ción yquerés seguir picando?...
— No embromes, che, con tus ascos!... Y
vos?... Mira: yo he visto, ¿sabes?, los primeros
vapores que trajieron y vi hacer el ferrocarril
y el telégrafo y el alumbrao á kerosén y el
tránguai y el gas y las aguas corrientes y las
cloacas y el teléfono y todo lo he disfrutao y
estoy contento... Pero eso'é la bicicleta, que te
hace volar como alma que lleva el diablo y te
dej'acercarte á cualesquiera, sin que te sienta
ni el aire y que no puedo gozar... me revienta,
che!... Adivino, ¿sabes?... y se me nublan los
ojos!... Hay dos cosas que yo quisiera ser an-
tes de morirme.., por Dios, ¿ves?, te lo juro...
biciclista y guerrero'é la independencia!
— Biciclista?... Pero si eso es una corrución,
che, que ya va ganando hasta los negros... Yo
ya no me muero sin ver un moreno en bici-
cleta, pero pagaría cualesquier cosa por verte
á vos, que has sabido ser tan de á caballo, ¿te
CUADROS DE LA CIUDAD

acordás?... sin bigote, montao sobre un fierrito


y pataliando en el aire!...
—¿Y la otra cosa é negro, tampoco te
gusta?

—¿Ser guerrero?... Ve?... Eso siquiera vale


la pena por la pensión y pa que te paseen en
coche los veinticinco. ¿Ahí no lo tenes á mi
primo Tomás, que nunca pelió sino con la
52 FRAY MOCHO

suegra y con la mujer y de'ande va y le da


aquel ataque é perlesía que lo atrasó y tiene
la suerte'é que tropiecen con él dos historia-
dores y comiencen á decir que había sido
trompa é San Martín, porque tenía un labio
hinchao... y ya lo tenes con fortuna al hom-
bre... yparao!
— Mira, hermano... Bueno!... Sabes? Yaque
no podemos hacernos biciclistas hagámosnos
guerreros... Fijáte que bolada la entrada'el si-
glo! En cuanto apunte ya lo recibimos con
una tosesita sospechosa y en el primer in-
vierno castigamos hasta los noventa y nos
plantamos haciéndonos los sonsos... ¿sabes?...
Pa que no nos pillen, tenemos que perder el
óido y la memoria y mezclar de todo en la
conversación, agarrando de un lao para otro
como gringo que anda en pelos... Mira, her-
mano, ya se me hace que la cosa cuaja y dudo
hasta de que haiga viejos!... La gran perra!...
Si me apuras no le creo ni al almanaque!
— Y te eres que yo pito d'esa marca, che?...
No embromes... los qu'hemos castigao hasta
est'altura no rodamos and'equiera.
— Espérate, hermano... qu'el tiro no es
CUADROS DE LA CIUDAD 53

pa'sustar... Si hoy cualesquier muchacho va


rayando en los setenta y conforme vean el
juego, nos van á cair como avispas... Mira...
atendeme y tené formalidá, ¿sabes?... No creas
en los viejos sino en las mañas y conforme
veas alguno que se te viene atracando... ladia-
telé y mándale recuerdos á la familia...
— Pero decime, Fausto, y si nos pillan...
¿qué dirán?
— Y que van á decir, che?... Dirán que so-
mos de viejitos mentirosos!... ¿Y de'ái?... ¡Gran
cosa!... ¡Lo raro sería que no mintiéramos,
siendo criollos d'esta tierra!

I
ENSARTADA

— Oiga, niño... y
perdone!... Soy un sol-
dado viejo, ¿sabe?... de
los que han defendido
la patria y aquí me ve
más arrastrao que la
basura... No tiene ni
a'nque sea un váinte
pa'l pobre milico?...
Hágalo por su novia...
si la tiene!
—Si yo también soy... ¿sabes?... de los que
tiran al pecho y acabo de salir de casa...
58 FRAY MOCHO

— No diga?... Quién lo había'e pensar al


verlo?... Lo qu'es jugar por apariencias, no?
— Ahí tenes!...
— Bueno, hijo !. . . Perdone, no?. . . Y yo que
cuando lo vi que venía, cráia que'era lo me-
nos el hijo é Roca... P'cha... qu'es sonso el
hombre, ¿no?... Y como lo engatusa la pa-
rada?... Esto sí qu'es ensartarse!

^
CUADROS DE LA CIUDAD

CAPATAZ MUERTO DE HAMBRE

— Vea, señor... y perdone el atrevimiento !. . .


Yo soy un mozo bueno que acabo de llegar
de Tucumán, nombrao de capataz para la
Aduana... Hay que
trabajar, señor, para
vivir y no hay que
hacerle! Es la ley!...
Bueno... y ¿quiere
creerme lo que le
voy á decir?... Aquí
me tiene en Buenos
Aires, de capataz y
sin un centavo!...
Parece cosa del dia-
blo pero es así!...
Estoy seguro que
ninguno de mis pa- ^^^-'•
rientes se ha visto nunca como yo
que soy de los Bastos.

por-
60 FRAY MOCHO

— Mal palo, che!... Se va á embromar...


Si fuera copa se le apuntaría cualquiera...
pero así. . . se va á quedar de capataz y muerto
de hambre...
— Le parece?... Entonces, me cambio de
nombre...
— Es lo mejor!... Ah!... Y cambia de
cuento también, porque el que usas tiene
canas!

^
CUADROS DE LA CIUDAD 61

BORRACHO EL HOMBRE-
PERO BUEN PADRE

— ¿Dígame, señor... usted no es hermano


del finado Antonio González, que supo tener
un bar en la Boca?
— Un bar en la Bo-
ca?... Mire, amigo...
usted está delirando
con la bebida, así, co-
mo quien dice por ma-
yor y me confunde.
— Bueno; es lo mis-
mo. Vea... Quiere ha-
cerle un servicio á un
hombre, que es borra-
cho y canalla y degra-
dado, ¿sabe?... Todo
lo que usted quiera es el hombre ahora...
pero ha sido educado y persona de fortuna
en otro tiempo!... Quiere no juzgarlo mal al
62 FRAV MOCHO

hombre, aunque lo vea en el suelo, hecho un


andrajo y pensar que es un padre de familia
cargado de hijos y que los pobrecitos no tie-
nen la culpa de que el hombre sea lo que es?...
— Oiga, che!...
— Ya sé lo que me va a decir... No im-
porta... Cualquier cosa, lo que pueda, el
hombre no se abochorna y agradece la volun-
tad... Vea!... El hombre es borracho y sin-
vergüenza, ¿sabe?... pero es padre de fa-
milia...
— Esto mismo, che. . . te lo vengo oyendo
hace un año...
— Claro!... Eso le prueba que el hombre
será canalla y borracho y padre de familia y
todo lo que usted quiera... pero que no sabe
mentir!

^
CUADROS DE LA CIUDAD 63

LA CARIDAD...
QUE EMPIEZA POR CASA

— Señor, usted disculpará... pero el Cole-


gio del Niño Descuartizado, que sostenemos
Las Hermanas del Sombrero de la Virgen,
está pasando por mo-
mentos terribles y las
sostenedoras hemos re-
suelto levantar una
subscripción solamente
entre la gente bien y
de fortuna, para la cual
cien pesos son como
una sonrisa...
— Escúcheme...
— A mí me dijo Do-
lorcitas Garramuño,
que es la tesorera, una morochita de cerca de
su casa, "mire, misiá Clorinda, vayase al escri-
torio del señor Martínez y vealó á él, estoy se-
gura que no sale desairada"...
64 FRAY MOCHO

— Dolorcita Garramuño?... No conozco...


— Pero ella lo conoce á usted y ya ve, su
simpatía es la que me ha hecho venir á verlo . . .
Si no fuera eso, no me hubiese atrevido jamás.
— Bueno, señora!... Yo no puedo hacer
nada por el Niño Descuartizado... casi lo soy
también . . .
— Pero algo... hará!... Dolorcitas no
puede...
— Bien, bien!... Mire! Llévese esos veinte
centavos, pero no me hable de mujeres,
¿quiere?... Estoy hasta aquí de niños! Dígale
así á Dolorcitas... y que se cuide!
— Bien, señor... Si puedo traer á Dolor-
citas un día de estos, tendré el placer... La
pobrecita quizás sea más suertuda, como que
es tan joven!
ES?... Eso es lo que á mí me re-
vienta yasí se lo dije á Julio
el otro día: si no quieren que
este país se lo llev'el diablo,
eviten las mescolanzas, che...
— A qué Julio?
— Cómo á qué Julio?... A Roca... á nues-
tro Presidente. .. Si hemos llegado al extremo,
che, de que ya no se respeta nada aquí! Ya ni
hay antecedentes, ni nombre, ni posición que
no sirva d'estropajo á los advenedizos y hasta
la misma crónica social de los diarios se ve
invadida por el canallismo más depravado...
Todo está hecho un revoltijo... Derrepentete
ponen de concurrente á una fiesta ó al tiatro
— en pleno mes de Abril! — y te colocan en-
68 FRAY MOCHO

tre unos apellidos que'stán oliendo á cebolla


ó á liencillo, cuando no te dan como presente
en unos casamientos ó funerales vergonzosos.
— Qué me vas á decir d'eso, che!... Figú-
rate que aquí donde me ves, h'estado ano-
che, según los diarios, nada menos qu'en el
casamiento de una hija de cierto inglés que
nos compró la estancia Taño pasado... Un
verdadero cualquiera que casi ni sé como se
llama! Imagínate qu'es hombre de andar en
tranvay!...
— Qué me decís?... Esta jugada es como
para juntarla con la que le hicieron á mi tía...
Querés crer que la metieron entre los concu-
rrentes alPoliteama... Figúrate el madrugón!
— Y vos todavía no te has hecho ver en el
tiatro ?. . .
— Yo?. . . No faltaba más !. . . Para mí las ve-
ladas comienzan con la Opera, che, y soy fiel
á la tradición... Yo no tranzo ... y ya saben
todos que si no se me ve allí, es porque
no'stoy...
— A mí me pasa igual... ¿Sabes qu'este
año va'seguir la moda del pasado, tan cómoda
y tan chic?... No será elegante entrar al tiatro
sino en los entreactos...
CUADROS DE LA CIUDAD 69

— Es natural . La sala es para los músicos y


la gente para la cual el espectáculo es una no-
vedá... Yo, che, te lo digo con franqueza, no
pienso abonarme!... Buscaré algún amigo con
quien turnarnos
para la entrada,
¿sabes?, y con
mostrarse uno un
poco y después
estar para la sali-
da... se hace la
noche... Quién
se aguanta tres
horas de función!
— Es una bar-
baridá!... Yo tam-
bién ando bus-
cando con quien
hacer patota, y
conforme 'ncuen-
tre me ligo y con
una soncera hago mi noche...
— Esa es otra, che!... Esta gente nos está
desollando con los precios!
— Qué bárbaros, no!... Y decir que á uno
70 FRAY MOCHO

en su misma patria, como quien dice en su


casa, lo están esquimando!... Ves? Eso le de-
bías decir á Roca... ya que sos tan amigo!...
— Si se lo he dicho mil veces, che!... Pero
parece qu'el hombre viviese'n las nubes...
Vos te eres que hace caso de consejos?...
Pregúntale á cualquiera é los ministros y ve-
rás!... V?... Che?... Nos asociamos p'al jue-
guito'é las entradas?
— V sino?... Pa'qué somos de los que nos
cortamos, aunque nos acollaren con un pelo!
QUÉ SUERTE PA LAS
o, mi tía... no juzgue así las co-
sas del corazón, ni califique de
capricho pasajero el sentimien-
to que me domina... Mire
qu'es cosa seria...
— No me hagas réir, Pituco... que tengo el
labio partido!.. ¿Vos con cosas serias?... Pero
sabes lo qu'estás diciendo?
— Haga el favor de atender, mi tía, y dé-
jeme que la hable al alma, ¿quiere?... Nunca
le han hablao al alma á usted?
— ¡No, che!... Tu tío no habló jamás sino
en criollo y esta lengua parece que no se
presta...
— ¿Qué no?... Vea... Ust'está diciendo á
gritos que hast'ha óido hablar los mudos...
74 FRAY MOCHO

Si aura mismo y con ser que soy su sobrino,


l'estoy tomand'un olorcito que casi casi no es
de tía sino de moza garrida.
— Sabes que sos adulón, Pituco, y que
m'están dando ganas de crer que te se't'está
quemando algo?... Mira si fuese verdá!...
¡Qué suerte pa las de Miguens!
— ¿Cómo palas de Miguens, tan luego?...
¿Y por qué?...
— ¡Es un refrán, hijito!... No hagas caso...
ni creas qu'es por lavarte la cara!... Es un re-
frán de familia, sabes?
— ¡Bueno!... ¡Vea!... Yo sé que le ha lie-
gao el run-runyno tengo porque ocultarle
qu'es cierto... Me tienen mal, mi tía, y es por
eso que busco el calorcito'e la familia...
— ¡Se conoce !. . . ¿Será por eso que has vo-
lado de tu casa?...
— ¡Atienda!... Yo sé que me v'á dar la ra-
zón... Sabe por qué me separ'é la familia y
me salí á vivir solo, armando el bochinch'el
siglo?... ¡Bueno!... Todo fué por esta cosa
que me tiene trastornao. En casa me augaba,
estando tan lejos d'ella... Piens'en lo qu'es
la distancia, mi tía, y téngame lástima y no me
CUADROS DE LA CIUDAD 75

pegue de hacha... Me parecía que hast'el aire


me faltaba en aquel barrio tan triste... como
son todos los barrios que no son el barrio
d'ella... y aquí me tiene buscando acercár-
mele...

— Pero esas son muchachadas, Pituco...


Eso no es amor!...
— Y ere que yo sé lo qu'es, ni m'he puesto
averiguar?... Yo lo que sé, mi tía, es que no
vivo tranquilo cuando no la estoy mirando y
76 FRAY MOCHO

que d'el lao qu'ella vive, hast'hallo más lindo


el cielo y me parece qu'el aire que ha pasao
por su casa tiene un cierto no sé qué... que
no tienen otros aires... Usted no ha querido
nunca, mi tía?
— Mira, Pituco... No seas atrevido...
— No me diga Pituco, quiere?... Llámeme
por mi nombre... Mire qu'estamos hablando
de cosas serias!... No se olvide!...
— De cosas serias?... Qué suerte pa las de
Miguens!
— Pa las de Miguens?... Y por qué?...
— Ya t'he dicho que no hagas caso... Es un
refrán de mi tiempo, ¿sabes?... como aquel
del mate de las Morales que nunca llegó á
cebarse... No sabes quiénes eran las de Mi-
guens?... Cuando lo sepas, te v'a gustar el
cuentito ... ya que te gusta hasta el aire que te
viene desde ella... Las de Miguens, eran las
tías del tesoro conque soñás... unas mucha-
chas que tenían talón de fierro y llegaron á
ser famosas por su afán de divertirse. Ya se
sabía en Buenos Aires, che, que no había ve-
lorio, casamiento, bautizo, comida, entierro,
misa ni el diablo... en que no estuvieran las
CUADROS DE LA CIUDAD 77

de Miguens.. . Era una cosa bárbara! Había


un enfermo en una casa?... Las de Miguens
iban de visita á indagar como se hallaba.
¿Había una misa en el Sur y otra en el Norte
y un baile en el Oeste y una comida en el
puerto, á bordo de algún barco y un bau-
tismo en Flores?... Pues, hijito... las de Mi-
guens se hallaban en todas partes, alegres,
contentas, comiendo bombones y sandwiches
á dos carrillos, tomando chocolate y comiendo
naranjas ó sandías ó tomando leche... Jamás
ni nunca se supo que á ellas les hiciese daño
nada, ni les doliera alguna cosa, ni discutieran
un menú, ni tuviesen una pena y derrepente
nació entre la gente, así, de sopetón, como te
ha nacido á vos ese amor por la sobrina, el
refrancito embromador... Qué suerte pa las
de Miguens, quería decir qué motivos para
jaleo, qué ocasión para salir á la calle, para ja-
rana ó para lloriqueo ó para almuerzo ó para
baile ó para rezo... Y corrió tanto, que una
tarde estaba yo en la mercería alemana y de-
rrepente sele cay'una pieza de puntilla á la
dependienta y el dueño, al ver que l'abarajaba
antes de tocar el suelo, dijo con su media len-
78 FRAY MOCHO

gua, "qué suerte pa las de Miguens" signifi-


cando qu'el liecho podía ser motivo para que
vinieran a la tienda... y quien te dice, hijito,
qu'en eso las veo entrar á Ranchita y Celestina
— qu'eran las mayores — con aquel aire de
inocencia que tenían?...
— Bueno!... El cuentito es lindo, mi tía,
como todo lo de usted... pero yo no he veni-
do'á visitarla para que m'enseñe historia - para
eso hubiese ido á lo de don Bartolo ó á lo de
don Vicente López — sino pa pedirle que me
ayude' n esta empresa en que se juega mi vida. . .
Invítelas á comer cualquier día d'estos...
— A quién?... A las de Miguens?... Pues
no faltaba más! Mira si lo sabe tu mama!...
Cómo te imaginas, Pituco, que yo pueda con-
tribuir áqu'entrés en el refrán, vos... el hijo,
nada menos que de mi hermana, que — ¡Dios
me perdone si m'equivoco! — hasta creo que
fué la inventora del refrán?...
— Y qué tiene?... Yo, que soy el hijo y us-
ted qu'es mi tía, le agregaremos la cola y la
cosa quedará en familia... La vieja podrá de-
cir con justísima razón: "Qué suerte pa las de
Miguens... y para m'hijo Pituco!"
Haz á otros lo que desees que los
otros hagan contigo.

OS conocimos en Ranchos, antes


de que este pueblo se moder-
nizara cambiando su nombre,
lo que equivale á decir que,
por lo menos, una decena de años nos separa
del tiempo aquel en que yo, que solía visitar
á unos parientes avecindados frente á la plaza,
y él, modesto perro del cura, simpatizamos
cambiando nuestro primer saludo.
Era la casa de mis parientes, un viejo edifi-
cio, de dos departamentos que se abrían á un
patio común. El de la derecha lo ocupaban
éstos, y el de la izquierda, un viejo sastre con
su esposa.
82 FRAY MOCHO

— ¿Por qué tienen cerrada la puerta de


calle, comadre? Esto huele á convento...
— Es por unos días no más, comadre...
Los vecinos tienen una perrita que adoran,
como que es monísima y muy fina, y temen
que se les vaya á la plaza de enfrente á mata-
perriar con el perro del cura, que es de lo
más bandido que hay en el pueblo...
—Ave María Purísima, mujer. . . Y por eso . . .
— Qué querés, che!... Son tan buenos los
vecinos, que con placer les hacemos el gusto,
aunque nos importe un sacrificio!
Y la bondadosa de mi comadre, que era
tronco de una numerosísima familia, se fué á
sus quehaceres y yo quédeme holgando en el
ancho patio, hasta que las sombras de la no-
che me llamaron al descanso. La primera cla-
ridad del día hallóme ya despierto; como to-
dos dormían aún, me encaminé á la puerta
de calle para recrearme con el espectáculo cu-
rioso del despertar de una población, que es
agradable contemplar cuando uno no tiene
otra cosa conque matar el tiempo.
Las calles comenzaron á animarse. Allá, á
lo lejos, cruzaba algún carrito de chacarero
CUADROS DE LA CIUDAD
83

que con el chirrido de sus ruedas desengrasa-


das despertaba los ecos, ó la jardinera del pa-
nadero, deslustrada por las lluvias y de re-
pente, como emergiendo de la llanura verde

en que á no mucha distancia de mí se perdía


la calle, vi aparecer un perro de lindo porte y
buena talla, que con la cola en alto y trotando
ágil aunque reposado, se dirigía hacia mí.
— Ese ha de ser el perro del cura que tanto
los preocupa á mis parientes y á sus veci-
84 FRAY MOCHO

nos, pensé; y seguí mirando, distraído, su aire


de calavera, que contrastaba singularmente
con el que debía tener si era él quien yo creía.
El perro continuaba avanzando y veía ya
las manchas de su cuero, el brillo de sus ojos
que me miraban maliciosos y hasta me pare-
ció escucharle los comentarios que rezongaba:
Qué hará ese, nada menos que en casa de mi
novia?... Ah!... Es gente nueva!...
Me fué simpático. Cuando llegó á unos
veinte pasos se bajó prudentemente de la ve-
reda, como para evitar una sorpresa de parte
de sus enemigos ó de mí, á quien lógicamente
me suponía un aliado de ellos por lo menos,
y tomando el medio de la calle con disimu-
lada serenidad siguió su camino, mirándome
de soslayo,
— Pichicho !. . . Pichicho !. . .
Le pareció una burla y se hizo el desenten-
dido, aun cuando yo le había sorprendido una
tiernísima mirada hacia el interior de la casa
en el momento de enfrentar á ella.
— Seguramente!... Este es el perro del
cura... el famoso perro del cura... esa mira-
dita lo traiciona... Pichicho!
CUADROS DE LA CIUDAD 85

Se detuvo asombrado como diciendo:


— ¿Pichicho á mí? ¿De la casa de mi no-
via?. . iHum !. . . ¿Se tratará de un loco, de al-
guna alma compasiva ó de un traidor?
— Pichicho!... Pichicho!
Me miró á la cara y comprendió con su fi-
nísimo instinto que yo, aunque era de la fami-
lia de mis parientes y vecino de los viejitos,
patrones de su novia, era un hombre honrado,
que no me metía á contrariar los amores de
nadie.
— Pichicho!... Pichicho!
Lamió mis manos con zalamería, me golpeó
las piernas con la cola y metiendo el hocico
por la rendija de la puerta aspiró con fruición
el aire que le llegaba del interior de la casa y
le traía quizás el aliento de su amada.
Conmovido por su ternura, abrí la hoja de
la puerta, invitándole á entrar. No podía creer
en dicha semejante y me miraba como pre-
guntándome saquello
i no era un sueño ó una
infame traición. Me acarició, me observó bien
y cuando se cercioró de mis buenas intencio-
nes ásu respecto, se coló con presteza, lan-
zándome una última mirada en que leí clarito:
86 FRAY MOCHO

— Por su madre, compañero ... no me vaya


á reventar... Mire que la aventura es peli-
grosa!
No habían transcurrido dos minutos, cuando
oí un tropel en el interior de la casa y al vie-
jito que gritaba:
— El perro del cura!... Pero quién diablos
le ha abierto la puerta?
Como un relámpago pasó por delante de
mis ojos el galán audaz, seguido por su amada,
que haciéndose la temerosa se encaminaba
con él hacia el alto yuyal de la plaza:
— Corre, mi vida, que el viejito es muy
bruto y nos va á pegar!... Yo, entre que me
pegue él y me pegues vos... aunque sea un
mordiscón que me sepa á beso... te elijo á
vos!
Y en la carrera se perdieron entre el tupido
pastizal, mientras el viejito y la viejita, á me-
dio vestir, llegaron á la puerta azorados y, en-
carándose conmigo, exclamaron como en un
sollozo:
— No vio?... El perro se llevó la perrita...
— Ah!... Sí!... Ahí en esa plaza los vi per-
derse!...
CUADROS DE LA CIUDAD 87

Y ambos miraban el alto yuyal, que en ese


momento iluminaban los rayos del sol naciente
y agitaba mansamente la brisa matutina, con
ojos de verdadera angustia.
Solíamos después hallarnos en las calles del
pueblo con el perro del cura y jamás pasaba
por mi lado sin detenerse á mirarme, me-
neando elrabo:
— El buen amigo!... Qué dicha volverlo á
ver!... Y qué tal? Cómo andan las cosas por
allá... por la sastrería?
Y ayer me ha reconocido, aquí en las calles,
malgrado las injurias de los años, cuando yo
ya no le conocía y había hasta olvidado la ga-
lante empresa en que le ayudara, arrastrado
por la clarividencia del futuro condensada en
la máxima que me sirve de epígrafe.
Pobre perro agradecido!... Quizás, ni la
perrita, que tanto amó, existe ya más ni en su
memoria, y, sin embargo, persiste todavía el
recuerdo del amigo, conocido al pasar, pero
siempre querido é inolvidable!
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OBRE Comaleras — dijo el rubio


González; — muere con él la
espuma de los jugadores de
truco del barrio de la Concep-
ción, los
y que vamos acompañándole, pode-
mos decir con orgullo, que llevamos a ente-
rrar, no solamente al mejor de los comisarios
jubilados de la policía antigua, sino también
a un hombre que jamás le disparó á un real
envido, teniendo las treinta y tres de mano!
— Hum!... No solamente era toro Coma-
leras — exclamó un viejito que iba acurrucado
en un rincón del coche y á quien no conocía-
mos ni de vista ninguno de los otros tres
acompañantes, que éramos, además del rubio
92 FRAY MOCHO

González, el tuerto Cabira y yo — sino un


gran corazón! Gustavo S. Bordenave, servi-
dor de ustedes, no ha concurrido, ni concu-
rrirá jamás á otro entierro con un gusto ma-
yor que el que experimenta en estos momen-
tos!... Pobre Comaleras!
— Me permite, señor Bordenave... — re-
plicó Cabira, sonriendo de la extraña manera
que le permite hacerlo la parálisis facial que
lo caracteriza, pero con un tono que no de-
jaba dudas respecto á su intención de protes-
tar con toda formalidad,
— Ahórrese los reproches, señor... Mis
palabras hacen justicia á las virtudes de nues-
tro amigo, aun cuando se presten tal vez á
una interpretación aparentemente desfavo-
rable.
— No!... Es que con gusto no se concurre
al entierro de nadie...
— Así es, señor mío... generalmente; pero
en el caso subjudice de Gustavo S. Borde-
nave, concurren circunstancias que lo hacen
excepcional, como lo verán ustedes.
CUADROS DE LA CIUDAD 93

II

Aunque les parezca extraño, dados los ras-


gos de mi personalidad actual, yo he sido un
funcionario municipal de cierta categoría á los
efectos del sueldo, condición única que puede
establecer diferencias entre los empleados
públicos. En ese entonces, tuve la suerte de
conocer á fondo á mi amigo Comaleras y la
desgracia de que apareciese en mí el asma
que me acompaña, ayudándome á formar la
molesta entidad de Gustavo S. Bordenave de
la actualidad. Los médicos ni yo la conoci-
mos, a! principio, y se creyó que era una no-
tificación dela muerte, que me dijera con tan
extraño lenguaje: "Gustavo S. Bordenave, á
usted me lo llevaré tironeándole del cora-
zón." Una tarde pasaba de mi despacho á la
tesorería, cuando me topé de manos á boca
con Nicanor.
— Hola!... Tú por acá?...
— Sí, mi querido amigo. Acabo de ser ju-
bilado en la policía, y como no puedo acu-
94 FRAY íMOCHO

mular dos sueldos nacionales y he menester


de aumentar mis entradas porque me he que-
dado viudo y sin hijos y mis necesidades han
crecido por consiguiente, tenderé mis líneas
aquí en la municipalidad... El intendente, que

es amigo, correligionario y pariente, me quiere


ayudar... No sabes de alguna vacante á pro-
ducirse óque sea fácil producir?... Con pla-
cer sería tu compañero.
— No lo serías por mucho tiempo... ex-
clamé imprudentemente.
CUADROS DE LA CIUDAD 95

— ¿Por qué?
— ¿Pero, qué, noves?... ¡Si me estoy mu-
riendo del corazón! Los médicos ya me han
sentenciado, che!
— ¿Qué me dices?... ¡Pero si parece men-
tira! Y tienes buen sueldo?
— ¡Cómo no!
Y le declaré todas las peculiaridades de mi
empleo, confiándole hasta ciertas facilidades
que tenía para aumentar mis entraditas, con
sólo crear pequeñas dificultades en las trami-
taciones. Pobre Nicanor!... Cuánto y cómo
se contristó y hasta dónde llevó su interés por
el viejo amigo que les habla en estos momen-
tos verdaderamente solemnes! Dos días des-
pués, el intendente se dignó llamarme á su
despacho y, con esa seguridad envidiable que
da la superioridad jerárquica, me dijo, casi
tuteándome:
— Vea Bordenave ... Me han dicho que
usted está muy enfermo del corazón y deseo
conocer la verdad... Tengo un amigo á quien
quisiera servir y no me gustaría defraudar sus
esperanzas, prometiéndole algo que no le
cumpliera... Se trata de un amigo suyo... de
96 FRAY .MOCHO

Nicanor Comaleras, ¿sabe?... Me ha infor-


mado de que usted es casi un cadáver y me
ha pedido que en caso de quedar vacante su
empleo, él desearía que se lo acordara y como
el pobre es tan bueno y tan amigo, quiero
servirlo... Vamos á ver, ¿qué le han dicho los
médicos?
— Dicen, señor, que parece haber algo
cardíaco y me han recomendado resigna-
ción...
— ¡Ah, bueno!... Entonces no hay vuelta,
Bordenave! ¡Mire! Voy á decirle á Nicanor
que espere el desenlace y que esté seguro...
¿no le parece?... Así conciliamos todo...
V con esa oficiosidad que tan bien sienta
en un subalterno, sea cual sea el ítem del pre-
supuesto que llene con su modesto nombre,
le pedí disculpara si obstaculizaba en cierta
manera sus deseos.
Desde ese día, Nicanor concurría asidua-
mente ámi despacho y yo conocía en su voz
y en su actitud, el interés que le inspiraba mi
salud, apresurándome á informarle sobre ella,
sin exagerar su gravedad como podría pen-
sarse que pudiera hacerlo, á haber temido
CUADROS DE LA CIUDAD 97

que el candidato, viendo que la muerte no se


apresuraba á coadyuvar á sus fines, hiciera
fuerza para que su pariente y correligionario
lo auxiliase por uno cualquiera de los tantos
medios á su alcance.
Tuve que ser muy discreto para no hacerme
sospechoso á sus ojos de amigo celoso, y
recién cuando su pariente y correligionario
dejó de ser mi superior, me atreví á irle in-
formando poco á poco de mi mejoría, así
como también de que los médicos habían
descubierto que yo no era un cardíaco sino
un asmático.
— Es igual , ahora ... — me contestó con
aquel tonito dulce que era una de sus pecu-
liaridades—es igual!... El nuevo intendente
que ha entrado es mi adversario.
No le volví á ver sino de tarde en tarde,
pues se ocupó en otra clase de asuntos y poco
á poco fuimos dejando hasta de saludarnos, á
medida que yo iba recuperándome...
Ha muerto el pobre, sin que yo pueda
saber, á ciencia cierta, si allá, en el fondo de
su espíritu, floreció alguna vez una sospecha
respecto á mi sinceridad cuando le informaba
Q8 FRAY MOCHO

sobre mi salud y poder vindicarme á sus ojos


y es por ello que he venido con gusto á su
entierro, buscando la oportunidad de decla-
rar, como declaro ante sus amigos, ya que no
puedo hacerlo ante él, que Gustavo S. Bor-
denave fué leal y honrado en sus informacio-
nes y que por ser cristiano y acatar la volun-
tad de Dios, no lamenta haber defraudado las
esperanzas que él abrigara á su respecto ...
— Agradecemos, señor, dijo Cabira, sus
amables y espontáneas declaraciones, y yo le
manifiesto, sin temor de ser desmentido, que
reconocemos en el procedimiento que usted
nos ha descrito, la caballerosidad y la deli-
cadeza de aquel que ya no es más sino en re-
cuerdo!
, ^^, así no más ha sido, pues!... Te
^^^ ^ has chasqueado, prima, porque
/^ Á sos todavía inocente á pesar
í&.^rá^ de ser tan viva... Mira...
— No me digas, che!... Si los hombres se
han puesto muy canallas en esta ciudá y ya
no respetan nada... No me digas!
— No creas!... Aquí, como en todas par-
tes, los hombres respetan lo que deben res-
petar ynada más... Mira!... Las mujeres, á
tu edad, pocas veces saben contener su co-
quetería en los justos límites de la prudencia.
Descienden del trono en que son reinas, gus-
tan arrastrar su vestido en la vereda plebeya,
y cuando ésta, que no es la impecable alfom-
102 FRAV .MOCHO

bra de tu sala, se los ensucia, se indignan...


Esto si qu'es lindo, che!
— Te parece?...
— La pregunta!... O sos muy ingenua,
prima, ó me tomas por pipiólo... á pesar de
mis pesares!
— Pero si ha sido un atrevido conmigo el
tal García, que parecía un hombre decente...
un caballero... Figúrate que salgo para casa
de mamá y en cuanto doblo la esquina, se me
pone al lado como si yo fuese una mucamita
ó una cocinera é intenta emprender conversa-
ción... Es un indigno, un changador, un
cualquiera...
— Convenido... Un cualquiera!... Ese es
el término... Y para qué lo mirabas cada vez
que pasabas por delante de su tienda, desper-
diciando en ese insignificante la incomparable
luz de tus ojos?... Es posible que halague tu
vanidad de mujer linda y elegante, la babosa
admiración de un tenorio de trastienda? Vaya
aprendiendo, prima, vaya aprendiendo... y
sufra las decepciones consiguientes y aguante
que el almacenero de la esquina, el lechero,
el carbonero y tutti cuanti crean que ella, la
CUADROS DE LA. CIUDAD 103

reina de las flores, es la consentida del ten-


dero... de
y envidia por la suerte de éste,
pretendan deshojarla y repartirse entre todos
sus despojos!... Y no te admire que hasta el

mismo barrendero, haya soñado alguna vez,


mirándote al pasar, que su escoba pudiera
transformars'en abanico!
— Decí todo lo que quieras, che... pero yo
te aseguro que los hombres son muy cochi-
nos... Bien decía la otra tarde mi tía Petrona:
"Querés crer, m'hijita, que hasta'mí me dicen
104 FRAY MOCHO

cosas todavía!... Al pasar una bocacalle, un


pillastre me ha echado una miradita qu'era
un chorro de agua caliente y me ha dicho que
las flores más lindas eran las violetas... que
nacían solamente en el invierno! "
— Otra que bien baila, nuestra tía!... ¿Qué
me contás? ¡Con que á pesar de su medio si-
glo yde su tos, todavía se queda en la can-
cha?... Oye, prima... no seas mujer como
las demás! Abrí tus ojos encantadores á esta
hermosa luz de nuestra tierra, madre de mu-
jeres tan lindas y tan... ¿cómo te diré?... tan
criollamente orgullosas y tan suavemente pi-
cantes. . .
— Mira, primo... estoy hecha una tigra!...
Este canalla de atrevido me ha puesto ner-
viosa yno sé por qué me parece que me ha
ofendido... Siento como una quemadura!...
Me parece que me hubiesen rebajado y que
fuera una de las enanas del San Martín, y
tengo asco y rabia... y hasta ganas de ence-
rrarme yno pisar más la calle... El mundo,
che, se está poniendo como para dispararle!...
Ya no se puede ni mirar sin que alguno se
crea adorado . . .
CUADROS DE LA CIUDAD . 105

— No te pases, che, no te pases y no des


crédito al piropo que l'echaron á tu tía... la
modesta flor fragante que la escarcha esmalta
en el rincón olvidado del jardín ... No penses
en la tumba ni el convento, porque un ten-
dero enamorado tendió bajo tus pasos su capa
de tenorio... Písala y... adelante con los faro-
les y si t'he visto no me acuerdo... Abrí bien
los ojos y mira á tu alrededor y ve apren-
diendo áconocer los instrumentos que sue-
nan para ti la marcha triunfal de la vida... y
no los confundas á unos con otros tomándo-
los átodos por bombardines plebeyos...
— Qué mi primo . . . este !. . . Decime , che . . .
darán pronto en algún teatro el "Grano de
Bergerac?..."
— Tal vez... A mí no me interesa!...
— No?... y por qué?... Es un drama tan
lindo.
— Qué me vas á decir lo qu'es Cyrano,
prima?... Si casi lo he'scrito yol
LOS TIEMPOS
DE AURA .mím
ECiME, che, No tenes vergüenza
de venir á tu casa á las diez de
la mañana, después de haberte
pasao la noche perdidiando,
quién sabe en dónde?
— Mira, Diolinda... tené cuidao, hijita!...
Ya sabes que la lengua rompe güesos... Y
aura, permitime que t'esplique en lo qu'he
andao pa que veas que Juan Antonio Gutié-
rrez sabe lo qu'es matrimonio y respeta los
mandamientos...
— Lo que sos vos no morís ahorcao si te
dejan hablar... pero esta vez no me vas á ve-
nir con las mentiras de siempre... Ya me
tenes hasta los ojos!
lio FRAV MOCHO

— Diolinda! Oí la voz de tu marido y de-


jat'e macaniar... Sabes en lo qu'he andao?...
Es un secreto, ¿sabes?... Cosa é la política...
— Bueno!... ¿En qué has andao?... Va-
mos áver?
— A ver?... No, che, que ver ni ver!...
Apenas que te haga relumbrar de que tal
vez seas mujer d'empliao cuando menos lo
penses... He pasao la noche en casa é Si-
món Ravena, ¿sabes?, el qu'era cochero del
Presidente Pellegrini y hemos charlao de
todo...
— Vos, charlando con Pellegrini?... Borra-
cho!... Canalla!
— Mira, Diolinda, no te olvides de tu ca-
ráter, haceme el favor... Yo no t'he dicho
que haiga pasao la noche con el dotor, sino
con Ravena! Entendé!...
— V ¿quién pagó las copas?...
— Ve?... Estas son las mujeres, caray!...
Una piedra que uno lleva atada en las pa-
tas!... Vsuba usté con semejante tramojo!...
Mira! No me quemes la sangre, che, y anda
arréglame la cama... Es mejor!
— Que te arregle la cama?... No te la' re-
CUADROS DE LA CIUDAD 111

glás vos con toda tu alma, perdido, embus-


tero. ! . .
— Bueno! Mira! Cálmate!... Te v'y á con-
tar, pa que no se te reviente la yel con la cu-
riosidad... Estamos formando un clú, ¿sa-
bes?... un clú de hacha y tiza, p'agarrar em-
pleos yp'armarnos como caiga... No te creas

que yo he dentrao, llevao como mono é


gringo, ni porque tenga cara linda, sino por
mis cabales... Soy del grupo diretivo, ¿sa-
bes?, de los que van en la punta, de los que
tallan, m'hijita!... Y á qué no adivinas á quién
112 FRAY MOCHO

le debo mi suerte?... Qué vas á adivinar!...


Se la debo á la lengua, che, y á naide más!
Figúrate que dentro ayer al cafe Manolín y
conversando con un amigo me cuenta qu'en
el gobierno andaban dando empleos a todo
el que hablaba mal de la autoridá, porque
querían prestigiarla... Claro!... Ahí no más
ya r empecé á sacudir cada chaguarazo desde
Roe' abajo á todo el que caía á tiro!... Pa mí
no había congreso, ni ministros, ni nada y
vivíamos como entre los indios, pensando so-
lamente en la barriga!... Habías de ver el
efecto, che, fué bárbaro!
— Claro!... Te pegaron alguna patiadura!
— A mí?... Pero, che, avisa si estás dur-
miendo yno me tentés si querés morir de an-
tojo... Ni bien me oyó Ravena se me acercó
y le comenzó á sacudir á Pellegrini porque lo
había despedido. .. Y ya seguimos como bici-
cleta, che... y de ahí ya salimos pa l'Aduanay
pa los Corrales y pa todos laos... Y aquí me
tenes de vuelta y con la garganta seca!
— Bueno!... ¿Pero dónde'stá el empleo?
—Pero , ¿no has entendido entonces? . . . He-
mos formao el clú pa'blar mal del que caiga
CUADROS DE LA CIUDAD 113

y ya somos once juramentaos! Hay uno que


dice qu'él no se calla sino lo hacen por lo
menos diputao y que va'blar del general Roca
hasta que l'oigan los sordos y yo . . . no te digo
nada!... Yo v'y á ser el vengador de mi gene-
ración, che, que á causa é Roca y de sus pa-
niaguaos se ha tenido que refugiar en ¡as con-
fiterías pa'cer algo, porque en el gobierno no
le daban calce... Y aquí me tenes, aura, en-
cajao en la política y dispuesto á salir de po-
bre!... Mira! Yo, de cortar é cortar gran-
de!... Si Roca quiere que nos callemos Ra-
vena y yo, ó nos hace guardacostas ó diputaos
y sino lo desprestigiamos ante la sociedá y lo
hundimos... note quepa duda, Diolinda...
Hoy, como decía el pardo Ramírez, pa subir
hay que hacer escalera de la lengua y nos-
otros no seremos los primeros, ni los in-
ventores del sistema, pero no hemos de ser
los últimos... Note me muras, Diolinda, y
verás donde llegamos los que aura eres va-
gabundos!.
— Vas á seguir todavía?... Mira, mejor es
que te calles y te vas á dormir la mona... Sin
vergüenza!
114 FRAY MOCHO

— Qué me calle? El día' el juicio... y á la


tarde... Deja correr el tiempo y verás adonde
llego, che. Aquí el tiempo no es de los mu-
dos como en Uropa, Diolinda, y al que charla
lo hacen rai !. . .
M ít^4

IRÁ, hermano... yo sé lo que te


digo!... Si la historia y el pa-
triotismo, manejaos con cier-
ta malicia, no te pueden abrir
cancha, es porqu'estás destinao á vivir de tu
trabajo... Pero es bueno que tentés!... La
historia...
— Como pa historia'ndo yo... que de po-
bre me voy quedando hasta miope.
— Pior andaba Taquito... ¿te acordás?...
Bueno!... Y ya lo ves aura... Juntó platita pa
casarse, se da corte hasta con Roca y es hom-
bre que ha'segurao su pucherito y su catre! . . .
Mira!... P'hacer vivir á las gentes no vas
a'llar protector que lo iguale á San Martín...
Esa es muñeca, che!... Si aprendes á mane-
118 FRAV MOCHO

jar la vida é nuestros guerreros, reit'é todos


los jueces con sus listas de remates y nombra-
mientos de oficio... No hay caldo más sus-
tancioso que el que toman los patriotas!
— Sí, che... pero hay que tener coraje...
¿sabes?... y cierto barniz de loco...
— Gran cosa el barniz!... Lo que hay que
tener es ganas y sentir necesidá...
— La perra con el Taquito que habí'enten-
dido la biblia... Quién ib'a crer, viéndolo en
la faculta, que llegase á personaje y se codiara
algún día con Carranza y con Mantilla, con
Biedma y Leguizamón?...
— Esos son los pichoncitos!.. Pensá en los
otros más grandes!... Mira. Cuando hizo el
descubrimiento de aquella hija natural del
trompa de San Martín, recién estaba estu-
diando y,sin embargo, se hizo de relación con
López y don Bartolo, terciando en una polé-
mica entre Groussac y Zeballos . . . Ya lo ves !. ..
Qué no podrías hacer vos, que al fin sos
tod'un dotor, si te metieras en una?...
— Yo, hermano, no tengo cuero pa seme-
jantes correas...
— Porque sos sonso y te da por lo román-
CUADROS DE LA CIUDAD 119

tico, cosa que Taquito no tenía... Fíjate!...


Una mañana me lo hallo en plena calle Flo-
rida ylo convido a'lmorzar... Estaba conten-
tísimo. Hasta llegó á interesarse por mis tra-

bajos d'estancia... Nos sentamos y, como era


natural, vo'y le paso el menú... Pucha qué
cambio, che!... No bien l'ech'una mirada, se
paró temblando é rabia y me gritó como
loco... A ver, che, vamonos d'este fondín!...
Esto es un crimen!... Es un delito!... Al
120 FRAY MOCHO

gringo qu'es dueño de este tugurio, deberían


secarlo en la cárcel por bandido y facineroso !
Claro!... A los gritos, corrió el dueño de la
casa y todos los concurrentes, y él, saltando
sobre una mesa, pidió a los argentinos que
s'encontrasen presentes que abandonasen la
sala... No se puede comer, decía, en la casa
de un canalla, que ha tenido el atrevimiento
de poner entre los platos del día nada menos
que bacalao á la española, siendo el aniversa-
rio del sorteo de Matucana, en que los más
preclaros patriotas, pagaron con su vida su
amor á la liberta !. . . Qué cosa bárbara , che !. . .
Claro!... Fuimos a dar á la comisaría... Per'
hubieses visto los diarios á la mañana si-
guiente!... Taquito fué casi un héroe y el go-
bierno letuvo que dar un puesto pa medio
desagraviarlo y apaciguar la opinión...
— Bueno! Perfectamente!... Yo lo com-
prendo todo... pero cuan'uno no puede, her-
mano... no puede y no hay que hacerle!
— Hay que poder no más!... Taquito es
consecuente con sus locuras y es lógico en su
conducta... por eso ha subido!... Hace vos lo
mismo y subirás también !.. . Un día lo hallo
CUADROS DE LA CIUDAD 121

parao en la calle, grave y serio como debe


ser todo hombre que sabe qu'es importante,
y lo convidé á seguir... "No puedo, her-
mano... Estoy esperand'un tranway... el
único d'esta línea en qu'es mayoral un crio-
llo!... No hay nada que me reviente como
pagarle á un gallego para poder circular en
las calles de mi patria... d'esta patria, agregó
con voz de trueno, qu'es cuna de tanto pro-
cer!" Ya ves!... Cualquiera crería que Ta-
quito ib'a dar al manicomio y ha ido á dar al
congreso y es caudillo y hombre de porve-
nir... Será ministro en el extranjero, senador
y si me apuras mucho hasta president'é la re-
pública... Con la historia y el patriotismo,
che, se lleg'a todo en esta tierra...
— Si yo soy un convencido, hermano..,
pero le temo al ridículo!... Soy sonso, me
dirás?... Y bueno!... Yo lo sé, pero con eso
no me voy á remediar y es por lo que t'he
pedido que me recomendés á tu primo...
Los jueces pueden hacer mucho por los son-
sos, cuando quieren!...
— Pucha que sos pavo ... En fin !... No hay
pior sordo qu'el que no quier'escuchar...
122 FRAY MOCHO

— Decime... Y vos sabes por qué se mudó


Taquito de la casa é la suegra, produciend'un
bochinche de familia?... Fué porque la señora
permitió que visitas'en la casa un catamar-
queñito que se llamaba Goyeneche!... No
podía oir el nombre, según decía, sin recor-
dar Vilcapujio y los versos del himno nacio-
nal: "Y cual lloran bañados en sangre, Po-
tosí, Cochabamba y La Paz !. . . "
— Qué loco lindo, no?... Yo, á la verdad,
me alegro de que le vaya bien y lo sigo con
placer, aunque se'a la distancia... Vez pasada
la fui á ver á la hermana, con quien tengo re-
lación, yatend'este dialoguito que lo pinta de
mano máistra:
— Y Taquito?... ¿Dónde vive?... Hace
mucho que no lo veo.
— Vive aquí... Ocupa la planta baja...
— Mira . . . qué suerte para usted !. . .
— Cómo no!... Sin embargo, ahor' anda-
mos medio mal, por causa é mi chiquilina
qu'está'prendiendo el piano...
— Ah!... Lo molesta en sus estudios?...
— No! Es que la otra mañana vino el máis-
tro y l'empezó á enseñar la introducción del
CUADROS DE LA CIUDAD 123

himo nacional, qu'es tan bonita... En eso es-


tábamos, cuando de repente l'oigo que gri-
taba de abajo... "Che!... Querés decirle á la
chiquilina que se deje d'embromar?... Vos
no sabes que yo n'oigo nunca el himno aplas-
tao en una silla? Desde hace dos horas me
tiene de pie!"
— Si no es nada, che, le contesté, es la
niña qu'está con el máistro! Más bien no me
hubiera oído!... Vino á casa y lo puso al po-
bre don Domingo pior que si fuese un trapo
é cocina, diciendo qu'era una indignidad an-
dar manoseando la música de la patria y ense-
ñando al pueblo á no tenerle respeto y que lo
debían quemar por hereje y mal entretenido!
— Bueno, che... todo eso te prueba qu'es
un desequilibrao !
— V qué ganas vos ni yo con el equilibrio
que tenemos?... Vamos áver?... De qué nos
sirve?... El, con sus locuras, vive y engorda»
y nosotros con nuestro juicio nos morimos de
hambre... Mira, hermano... convéncete! La
gent'é juicio va siendo la cola'el mundo y hay
que castigar pa ponerse á la cabeza, si es que
se quiere andar limpio!...
IERO si hasta parec'incréible che,
que un hombre como vos, jo-
ven, rico, ilustrao, que ha via-
jao por toda Europa y que se
tiene por miembro de i'aita vida porteña,
pueda ser tan lleno é preocupaciones y de
sonseras... T'estoy mirando y t'encuentro
igualito á mi tía Segunda, que cuando te quie-
re ponderar la distinción de alguna persona,
te dice, frunciendo la boca y abriendo los
ojos "habl'en francés, che, como si fues'en
castilla!..." Esas ideas, hijito, eran como pa
tu abuelo y á vos te quedan en el tiempo de
aura como te quedarían los calzones de alza-
pón ó la galera peluda.
128 FRAY MOCHO

— ¿Pero, qu'es lo que querés, entonces?...


Que yo piense como la cocinera ó como los
piones de l'estancia?... Pues no me faltaba
más!... Y después, che, no te olvides, que
por algo tengo un título de abogado y que yo
no puedo considerar las cuestiones, así, pe-
destremente, como vos las consideras... Us-
tedes aquí.. . y al decir ustedes me refiero á
todos los como vos, ¿sabes?, que son un'es-
peci'e gauchos de^ levita, que no respetan
nada y para quienes la vida intelectual es como
la pampa de antes, cuando no había alam-
braos, que se podí'atravesar por donde quiera,
teniendo caballos y asentaderas... No tiene
idea de las responsabilidades, ni se dan cuenta
de lo que son las bases fundamentales de la
sociedá y atropellan no más á ojos cerraos!
Al pensamiento no le reconocen más límite
que la fuerz'é la lengua y le pegan al razona-
miento en criollo como sus antecesores le
pegaban al parajero en las boleadas de aves-
truces... hasta reventarlo!... Vamos á ver?...
Quienes son los congresales de aura pa corre-
girle laplana nada menos que á Vélez-Sars-
fíeld, que cuando les dio a las mujeres los
CUADROS DE LA CIUDAD 129

derechos que les dio, lo hizo para que fuesen


socialmente lo que son los árboles que el
ingeniero Luiggi plant'aura en los médanos
de Patagonia... una especie de reparo para

evitar que los vien-


tos se lleven para otro
lao las arenas que nos
trajeron de todas par-
tes del mundo.
— Mira, hermano deja la sociología y
vamos á lo qu'es razón... Aquí no estamos
en Francia, ni en Inglaterra, ni en los Esta-
dos Unidos... ¿sabes?... sino en Buenos Ai-
res, y entonces no tenemos pa que pensar en
francés, ni en yanqui sino en criollo viejo...
d'ese que al pan le llaman pan y al vino,
vino!
— Qué le v'a llamar, che... si es pura fal-
sificación ycuatrerismo vivito!... Se cuatrea
130 FRAY MOCHO

en moral, en ilustración, en finanzas, en


ideas... en el diablo!... Se vive carniando
ajeno y maquinando recursos pa desfigurar
las marcas y poder vender los cueros! Mira!
Fijate, no más, en lo que pas'en el tiatro con
las damas distinguidas del alto mundo social
y te convencerás de que todo es faramalla...
No van á sus localidades de la Opera cuando
"Iris" sube á la escena, porque se ha dado
en decir qu'es una obra zafada... pero van á
la cazuela...
—Che!... Aura que hablas de tiatro...
sabes lo que le ha pasao al dandy doctor Pi-
tanga?... Hermanito!... Si es una cosa divi-
na!... Habiendo leido á "Afrodita", que re-
cién llegó á sus manos cuando Berutti la puso
en música, le pareció distinguidísimo aquel
bello Demetrios, conquistador de todas las
mujeres de su tiempo, como se ere que lo
es él con su fach'e tenedor para comer cara-
coles, y para imitarlo á conciencia llamó su
barbero y se hizo dar un'afeitada de la que
sólo escaparon, y eso por casualidad, la me-
lena opulenta y el bigote aventurero.. . A los
dos días estaba con una fiebre que volaba,
CUADROS DE LA CIUDAD 131

che, y han tenido que acostarlo y envolverlo


en algodones...
— Claro!.. Pitanga es otro que tal, como
los cuatreros del congreso y del ejército y de
la política; solamente que él, inocente y petu-
lante, loes de la historia griega y nos llama
l'atención porque rebalsa la medida y es un
sonso que anda gaucho . . . pero ya verás de
aquí á unos días, cuando se junte con los
Bismarck y con los Edisson y los Spencer,
como hasta vos los aplaudís y t'encrespás in-
dignao si me sentís un chiflido!
— Bueno, che, perfectamente!... Convengo
en que tengas razón , pero serás capaz de de-
cir qu'en Europa las cosas son de otro modo?.. .
Y qué gauchos hay allí, pa que hayan enseñao
a cuatrerear á todos los habitantes?
— No creas lo que te cuentan, hermano !.*.
Las gentes allí tienen conciencia y respetan de
verdad todo lo qu'es respetable... Te eres
que vas á encontrar hombres de tu condición
ó de tu clase social, que sean lo que sos
vos... un'especie de anarquista... en ideas,
porque lo qu'es con los pesos más fe le tengo
al mastuerzo!...
132 FRAY MOCHO

— Esto si qu'es lindo, che!... yo creía y


así se lo dije á éste, que t'iba á encontrar dis-
puesto pa cáirle á la Europa entera, porque
llegastes á ella y ni siquiera mosquió!...
— Y vos eres que mosquió más, al verlo
llegar al General Roca, ó al alegre, ex-pre-
sidente Pellegrini?... Mira!... Allí la gente
de aquí no sirve sino para dar propina y para
comprar remedios y vestidos de señora... ba-
ratitos, pero que parezcan caros.
ON la primera luz de aquella es-
pléndida mañana de primavera
y con el primer mate que me
alcanzaba á la cama la vieja
sirvienta calabresa, que sabía cebarlo como
poquísimas criollas, teniendo la tradición de
los grandes maestros en el arte tan difícil en
realidad como simple en apariencia, llegó á
mis oídos la noticia desagradable.
— Siñore !. . . Lu pochocho s'isscapó . . . S'an-
tretenib'a la porta é se n'andó.
— No importa, le repliqué con fingida se-
guridad. Estamos en primavera, ¿sabe?... y al
pobre perrito se lo habrán arrastrado sus ins-
tintos perversos, Dios sabe adonde... Ya vol-
verá. . .
136 FRAY MOCHO

— Ma no te olvides, padrono, de li asasin


monichipali... Prendono i perriti á la matina,
é due ore dopo ne tiresta ne la memoria!...
— No!... Ahora ha de volver...
Y á pesar de mi seguridad, una extraña
desazón se apoderó de mí, obligándome á sa-
lir de la cama y llevándome hasta el balcón,
ansioso de inquirir algún dato tranquilizador.
Pasaban por mi mente, en confuso tropel,
ideas terroríficas y cuentos de perritos des-
aparecidos sin remedio, máxime cuando los
protagonistas, como el mío, eran deudores
morosos de la municipalidad, por el impuesto
de patentes, y estaban expuestos por ello á una
ejecución perentoria como defraudadores del
fisco. Miré á lo largo de la calle, escruté la ve-
cindad, aparentemente tranquilo, y no encon-
tré ni sombras de una huella. Seguramente
iría ya camino del depósito de perros vaga-
bundos óde la graseria en que dejan su be-
neficio ála humanidad de su tiempo, ya en
forma de manteca ó de botas, carteras ó cin-
turones, aquel cuya existencia me preocu-
paba.
De repente se abrió la puerta del conven-
CUADROS DE LA CIUDAD 137

tillo frontero y salió pacíficamente á la vereda


el viejo perro sarnoso del remendón que me
atormentaba diariamente con su incesante

martilleo y su canto destemplado. Dio algu-


nas vueltas tosiendo, pues además de viejo y
sarnoso y cascarriento, era asmático, y se
138 FRAY MOCHO

sentó gravemente con el muñón de su cola


extendido sobre las piedras. Yo lo observaba
comparándolo con mi foxterrier, blanco como
un copo de nieve, y me decía:
— Lo que es la vida, amigo!... De cuántas
aventuras peligrosas habrá escapado esta in-
mundicia de perro de zapatero, que ya no
será charquiado por nadie? . . . Sin embargo . . .
para haber llegado á tener la facha que tiene,
más le valiese que lo hubieran ahorcado hace
algunos años!... Qué placeres puede guar-
darles lavida á perros de semejante catadu-
ra?... Ycomo en ese momento lo mirara, vi
que se ponía de pie, paraba las orejas y tra-
taba de ver algo que sus ojos no veían, segu-
ramente, pero que su instinto le anunciaba, y
siguiendo la dirección de sus miradas, aper-
cibí, allá á lo lejos, una cuadrilla de ocho ó
diez perros de todo pelaje y alzada, que co-
rrían jadeantes detrás de una perrilla cala-
vera, que, haciéndose la temerosa y la es-
quiva, los excitaba en sus empeños.
Por la vereda venía mi perrito, apartado
de la cuadrilla, pero corriendo á su lado con
verdadero entusiasmo. Con su cola en alto,
CUADROS DE LA CIUDAD 139

SU lengua fuera de la boca y el cuello y el


lomo salpicados de pintas rojas, reveladoras
de los combates que había librado con sus ri-
vales, pasó por frente al balcón como una fle-
cha, no sin lanzarme una mirada de soslayo,
como diciéndome:
— Espérese!... Vuelvo!... Esto no es cosa
de perder tiempo!... Usted sabe lo que son
necesidades...
Y pasó como un torbellino la perrada ja-
deante, mientras el pobre viejo tosía en la
vereda y se lamía los rígidos bigotes como
diciendo ante aquella visión de lejanas épocas
pasadas, pero queridas:
— Ah . . . mis tiempos !. . . Si no fuese esta tos
del diablo, ya les enseñaría yo cuántas son
cuarenta y cinco á todos esos macacos!...
De repente, la perrilla, volviendo sobre sus
pasos, desembocó en la cuadra y tomando
por la vereda donde se hallaba el asmático
protestador, siguió su carrera desenfrenada,
habiendo dejado muy atrás á la turba de sus
adoradores.
Él viejo la vio venir y permaneció impasi-
ble en apariencia engañándome á mí mismo
140 FRAY MOCHO

que lo observaba, pero cuando la tuvo á su


alcance se transformó: se le concluyó la tos,
le brillaron los ojos entre las tupidas cejas,
y sus manos tuvieron fuerzas todavía para
sujetar á la incauta y empujarla hacia el za-
guán de la casa, previendo la cólera irreflexiva
de la juventud, que la seguía, y que ya dobla-
ba la bocacalle prosiguiendo
la persecución interrumpida.
Llegaron los perros en tro-
pel y se arremolinaron ladran-
do furiosos y arremetiendo
contra el viejo camandulero y
atrevido, con intenciones de despedazarlo,
mientras yo gritaba al zapatero, deseoso de
defenderlo, movido por una instantánea sim-
patía:
—Che !. . . Zapatero !. . . Defienda á su perro,
que es un tigre!...
Y terminado el ruidoso suceso callejero,
el fugitivo volvió al hogar y nuestra vida
siguió su curso de siempre, borrándose de mi
memoria el incidente, hasta una mañana en
que un hecho en apariencia insignificante me
lo recordó, probándome con la elocuencia de
CUADROS DE LA CIUDAD 141

los hechos, que hasta los perros conservan me-


moria de los sucesos desgraciados de su vida.
Entraba el invierno y tomábamos el sol, mi
perro y yo, en el balcón de la casa, cuando
de repente aparece en la vereda de enfrente
el viejo del remedón. Verlo mi perro, erizarse
y echarse á ladrar furioso fué todo uno : que-
ría salir del balcón y atropellado. El viejo
vencedor lo miraba impasible é indiferente:
— Cállese, le dije yo á mi perro... Joven
petulante y rencoroso!... No tiene vergüenza
de querer vengarse de un pobre viejo que le
enseñó á vivir?... Agradezca y aprenda para
algún día... que también le ha de llegar, si no
se muere... que más vale una aguja á tiempo
que una máquina de coser!
m^M

DE VUELTA DEL
PARAGUAY
"^^^^^
UNQUE los diarios no lo hayan
anunciado en sus crónicas so-
ciales, yohe regresado á Bue-
nos Aires y, por desdicha mía,
ha coincidido la vuelta con las Pascuas de
Navidad y los festejos de Año Nuevo, lo cual
equivale á decir que también me han ligado
felicitaciones y saludos, no por mi llegada,
así, sin noticias previas, sino por haber pre-
senciado, como cualquiera, la agonía y la
muerte del 1902 y el trabajoso nacimiento de
su sucesor, al cual tendremos que vivirnos
todavía, sabe Dios en qué forma ni de qué
146 PRAV MOCHO

manera. En fin, sea como sea, el hecho es que


yo estoy de vuelta, cargado de recuerdos y
de impresiones y que como corresponde al
carácter de un periódico moderno, el director
de éste se ha demostrado tan adelantado, que
llegado el caso de veranear, lo ha hecho antes
de comenzar la estación.
¡Cuan provechosos son los viajes para la
juventud y cómo desarrollan la observación,
el tacto social y el instinto de conservación!
Esto lo pensaba durante una tibia mañana
tropical en la estación central del ferrocarril
del Paraguay, mientras esperábamos con mi
compañera la partida de un tren que debía
conducirnos de la Asunción á San Bernardino,
y que estaba anunciada de esta manera: salida
de 6 á 8 a. m.
Sin embargo, como hubiesen sonado las
ocho y media y no viéramos ninguno de esos
signos característicos, precursores de la salida
de un tren en cualquier parte del mundo, re-
solví iniciar una pequeña investigación antes
de formular un juicio definitivo, á propósito
de la exactitud, en idioma guaraní.
— Señor!.., — le dije al jefe de la estación,
CUADROS DE LA CIUDAD 147

que quizás para dilapidar un poco la abun-


dante riqueza del país — el sueño — se paseaba
lentamente en el andén... — El tren para San
Bernardino saldrá más tarde . . . todavía?
— Sí, señor... Ahora no más va á salir!...
me contestó con el dulcísimo acento regional,
y agregó bondadosamente á guisa de disculpa
por el retardo... estamos esperando á mi
compadre don Bautista — ese boticario gordo
de la calle de Palmas, frente al mercado — que
va á su quinta de Paraguarí... Es un hombre
buenísimo, señor... Yo soy el padrino de
óleos de la menor de sus hijitas y el me sacó
de la pila al mayorcito de mis nenes...
La llegada del aludido fué punto final de
la instructiva relación amistosa y pronto res-
piramos las frescas brisas del balneario para-
guayo—la laguna Ipacarahy — cuyo manso
oleaje parece adormecer á los yacarés y esti-
mular con el colorcito de sus aguas la sed in-
saciable de los colonos alemanes establecidos
en sus orillas, haciéndoles consumir con en-
tusiasmo lacerveza de su propia fabricación,
que, á no ser así, tendría que consumirse á sí
misma.
148 FRAY MOCHO

— Vea, señor hotelero... No podemos ba-


ñarnos en esa casilla que nos ha dado . . .
— No?... ¿Y por qué?... me respondió el
buen hombre, un poco sorprendido de que ha-
lláramos una dificultad, nada menos que en el
mejor balneario de la República del Paraguay.
— Primero... porque se ha instalado un
yacaré precisamente á la entrada del baño.
— Bueno!... No le hagas caso... Ese se ha
criado ahí desde pichón...
— Y luego porque se nos ha metido en la
casilla un hombre borracho y se quiere des-
nudar junto con nosotros...
— Ah!... Bueno!... No le hagas caso tam-
poco!... Es el capataz de la cervecería... Ese
está acostumbrado á bañarse hasta con la fa-
milia del presidente...
— Claro !. , . No paramos hasta Montevideo,
y me parece sentir todavía sobre los labios el
escozor de la brisa marina, cuando sopla del
Este y en los ojos la cosquilla deliciosa que
producen las uruguayas... sea cual sea el
viento dominante.
Aquello si que es vida y no esto de aquí, en
que uno, atosigado por los versos y las felici-
taciones, no encuentra punto de reposo!
CUADROS DE LA CIUDAD 149

En la tierra vecina, la existencia no es una


carga sino el día en que hay extracción de
lotería, pues todos los habitantes, sin distin-
ción de sexo ni de edad, ofrecen ceremonio-
samente los
á extranjeros el "último numerito
que les queda".
Un comerciante holandés con quien depar-
tía una tarde, me informó que hasta el presi-
dente Cuestas era billetero en sus ratos de
ocio y que ya ha-
bía repartido varias
grandes entre el sa-
cerdocio yla mi-
licia, clases en las
cuales tenía mayor
número de amigos.
Y quién me diría ahora, al verme en mi ofi-
cina pegando sobres y escribiendo tarjetas,
que soy yo aquel mismo mortal que pasó tan
lindas horas haraganeando y escapó con vida
de un viaje de recreo porque Dios, tal vez, no
lo alcanzó á ver bien á la distancia!
¿Por qué no me sucederá algo así como lo
que le sucede al candidato oficial á la presi-
dencia uruguaya?
^

150 FRAY MOCHO

Tiene dos personalidades, una escrita —


Mac-Eachen — y otra hablada — Maquica —
y gracias á esa particularidad desorienta á los
orientales más rumbeadores.. . aunque dudo
que ni con eso fuera capaz de escapar, entre
nosotros, á las asechanzas de la propina y al
goce inefable de la felicitación.

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I es con dinero, che, que buscas


ser ayudado, haceme el favor
de ni siquiera pensar en Enri-
que... Se le va á enojar deve-
ras y ya sabes el geniecito que tiene... A mí
misma me desconocería!...
— Basta, che!... Basta!... decile que no se
enoje y que cuide su salud!... Su cuñado
Raúl lo conoce demasiado, para ser capaz de
acercársele con propósitos hostiles... Y haga
patria uno con semejante familia... Los cuña-
dos, conforme se para uno en el zaguán, em-
piezan áecharle los perros y las hermanas no
te digo nada...
— Vos sos injusto Raúl!... Acordate lo que
154 FRAY MOCHO

ha sido Enrique con vos y que si aura te des-


confía, sus buenas razones tiene...
— Historia antigua, che!... Macanas!... A
una simple calaverada de muchacho, le da una
importancia y un retintín... Psch!... Decile
que no embrome, che... que el jueguito es
conocido.
— No te digo que no... pero la culpa la
tenes vos que sos un tarambana y un ocioso !. . .
— Bueno!... Mira!... Dejémonos de filoso-
fía y vamos al grano . . . Escúchame con aten-
ción que la cosa es seria, Edelmira!... Lo que
yo ando buscando, sabes lo que és?... Bueno...
Hacerme una plataforma para ver si me caso
como la gente!
—Vaya!... Y contra quién... dirigís tus tiros?
— Todavía no he apuntado, che!.. Ando
con el arma cargada no más y tengo la inten-
ción de no tirar sino sobre algo seguro y que
medio valga la pena... Por lo pronto, nece-
sito darle cierto relieve á la persona, comen-
zando áfigurar en el mundo social con visos
de personaje... ¿sabes? y es para eso que lo
vengo á ver á Enrique.. . Quiero que los ami-
gos me obsequien con un banquete, con mo-
tivo de mi llegada de Europa.
CUADROS DE LA CIUDAD 155

— Cómo de tu llegada de Europa?...


— Es figurado no más, ¿sabes?... Es un
pretexto para dar la noticia en todos los dia-
rios como hacen muchos... No me voy nada,
pero llego... ¿Comprendes?... Bueno!... El

banquete no tengo interés de que se realice


tampoco, pero sí de que se diga que me lo
dieron... Ya tengo cinco ó seis firmas de lo
mejor, para iniciar el movimiento y conforme
cuente conque él no se meterá á andar con
rectificaciones y con sonseras... ¡Zas!... largo
la noticia de que suscriben la invitación los
156 PRAY MOCHO

señores tales y tales y comienzo á festejar á


la muchacha que le haya echao el ojo . . . Así
hizo Fermincito Covarrubias y la cosa le salió
como de molde. Fijate qué bolada para una
muchacha que no halla quien le afile, toparse
con una simpatía que es nada menos que un
mozo recién llegado de Europa y á quien le
dan un banquete!... Claro!... La cosa pega
como con goma y se viene derechito!
— Sí!... Pero vos sabes que Enrique es
enemigo de farsas y que no se va á prestar...
— Ya sé y es por eso que lo busco !. . . Ade-
más es necesario que figure algún pariente,
por el efecto moral ... Lo que es para acom-
pañar tengo firmas de primera... Don Ma-
riano Unzué, el doctor Pellegrini, el General
Capdevila, el ministro González, el doctor
Benjamín Victorica...
— ¿ Y quién te ha proporcionado esas rela-
ciones?.. Cómo has hecho para tener su con-
sentimiento?...
— Ahí verás, che... que tu hermano no es
tan lerdo!... Los he ido sacando de todos los
banquetes en que figuran y he descubierto
que les agarran el nombre y se los ponen no
CUADROS DE LA CIUDAD 137

más!... ¿Qué se van á ocupar ellos en andar


rectificando, si ya están acostumbrados?...
Cuando más dirán, ¿quién diablos será este
Raúl?... y después se olvidarán de la cosa...
— Enrique no va á querer, che!... Yo lo
conozco y sé que le va á dar una rabia gran-
dísima...
— Bueno'... Mira... Eso á mí no me im-
porta un pito, ¿sabes?... Lo único que yo te
pido es que no lo dejes que haga rectificacio-
nes, si llegase á ver su nombre al pie de la in-
vitación... Decile que se haga de una vez
hombre de mundo... que se temple á la mo-
derna yse deje de todas esas ideas rancias y
de esas macanas que le dan estructura de
loco... Yo soy un buen muchacho, che... que
lo único que necesita es campo para volar...
Pedile que no me corte las alas!
— Bueno... che!... Perfetamente! Pero, y
si me dice que nó...
— Lo meto en la lista no más... y me hago
el sonso!... Con decirle que no he sido yo el
que lo puse... ya está... Aquí hay que hacer
como los políticos y no hay vuelta... che! Al
que le gusta, que se ría, y al que no, que
tome quina y piense que es chocolate!
N ENTRE GENTES
DE CONFIANZA
I querida Ernestina: Te escribo
apurada para hacerte saver que
recién acavamos de yegar de
Lomas y que estamos muy bue-
nas de salud. Mamá á perdido completamente
aquellos mareos que le daban y tuvo que achi-
car la bata como tres sentímetros porque con
los aires del campo perdió como medio kilo.
Yo no puedo salir todavía porque acabo de va-
gar del tren y estoy desnuda. Nos vinimos con
lo puesto porque el equipaje se lo dejamos á
mi tío para que él nos lo mande despacio. Si
vieras como he pasado estos quince días que
no nos bemos. Encontré un cimpatía que es
bastante buen mozo y después te contaré. Es
un mozo de ogos asules, que está muy bien
162 FRY MOCHO

empliao en el jujao de pas y dice mi tío que es


de porbenir y muy serio. No te escribo más
porque el muchacho está esperando y no
quiero demorarlo. Ernestina, dise mamá que
te pide como un cerbisio que le digas por el
teléfono á ese amigo tuyo que puso el otro
día la noticia de que nos íbamos, que lia emos
buelto y estamos aquí y que este año pensa-
mos dar algunos resibos á las relaciones fes-
tegando la entrada del inbierno. No te vallas
á olvidar y decile el nombre de nosotros bien,
para que no ponga en la noticia que somos
la familia de Mogarrita que es el apellido de
papa, que es tan feo, sino de Lagos que es
más conocido y es el de mama. Dice mama
que le digas tanvien que hemos sido muy ose-
quiadas por lo megor de Lomas y que nos
visitaron mucho, porque mi tío es allí muy
querido y que el gobierno le debía de dar al-
gún empleo bueno, bisto lo bien que se ha
portado. El corría con las luces del corso y
nadies tubo nada que decir. El pobre es mui
bueno y me va ayudar para que me bisite el
moso de que te hable mas arriba. Se disfrazó
de Juan Moreira y otra noche de Cocoliche y
163
CUADROS DE LA CIUDAD

nos hiso reir con las ocurrencias que nos digo.


A mí me digo que desde que me había visto,
le paresía que tenía un hormijero en la naris
en italiano arebesao le salió muy gracioso. Yo
creo que me quiere, porque se paso las tres
noche con nosotros. Es afisionao á la bisicleta

y sacó á Juan Moreira y á Cocoliche montado


en bisicleta por lo que todo lo aplaudían. A
mí me digo un berso muy lindo. Cuando nos
veamo te contare de otra cosas. En Lomas es-
taban las de García que dijeron los diarios
que se iban á Mar del Plata. Bibian en un ca-
sita de las orilla alquilaban una piesa para
164 FRAY MOCHO

todos y decian que eran sobrinas del presi-


dente yque no podían quedarse sino hasta el
gueves después del entiero, porque tenían
que ir á resibír á Marselo de Albiar. Que te
parece lo que son la notisía de los diario, ya
no se puede crer las notisias que dan sobre la
bida social con las mentiras que disen. A mí
me encontraron en la plasa y se icieron la
que no me conocían pero yo me les acer-
qué no mas y entonces no sabían que ha-
cer con nosotras. Nos digieron que estaban
con un enfermo que creían eran tifos para
que no las bisitaramos y supiéramos como
bibian amontonadas. Juanita trago un bestido
rosa de bolado en forma y manga de farol y
María Ester un sombrero muy lebantado de
atrás y bago de adelante.
Párese que á Juanita la festega un provin-
siano y que se casa. Ay algunas que tienen
suerte y saben mariar los moso así que no es
estraño. Dice mama que te pide que no te
olbidés de la notisía de la yegada de nosotras
y que hagas costar que somo las de Lagos y
no de Mogarrita como digieron. Si tenes al-
gún ratito venite á conbersar. Ya me conta-
CUADROS DE LA CIUDAD 165

ron que el ofísialito aquel de los bomberos,


andaba pasando siempre y que te había es-
crito. Me contó Laurita en la estación Consti-
tución cuando yegamo y ella iba para Adro-
gue. No le vas á contestar, acordate de lo que
me paso a mi con aquel dependiente por
aberle contestado, que después les mostró a
todos los amigos y tata mimo lello mi carta
en el cafe, ensenada por el y se la tubo que
quitar y romperla dándome un reto grandí-
simo...
— Niña!... Si no v'acabar, v'y a espumar
el puchero., ya retirar l'olla'sta que vuelva...
si acaso me v'a mandar!
— Y recién te acordás... condenado?...
Vas a ver luego con mama... Ya verás la que
cobras!... Llévale esta carta a Ernestina y se
te pregunta cuando llegamos, decile que re-
cién entramos...
— Y quién espuma el puchero?... Mire
que la niña vive lejos... y no v'y á venir á
tiempo!...
—Anda no más... y apúrate!... Mira... Si
te pregunta qu'estoy haciendo, no le digas
que cocinando... decile qu'estaba en el pia-
166 FRAY MOCHO

no!... No te vayas á olvidar... eh?... Y fíjate,


así de paso, á ver lo qu'está haciendo ella...
— La pucha que tiene vueltas el oficio é
cocinero... en estas casas de ricos!... Uno es
casi com'un estuche!

I
DE BAQUET'A
1^. SACATRAPO
o siento... caramba!... Lo sien-
to en l'alma, pero no va'aber
más remedio!... Yo v'y á te-
ner que dejar de 1er los diarios
si no quiero reventar de un sofocón el día
menos pensao!... Sí, señor!... Nada menos
que yo, Juan Antonio González, el hombre
más letor que ha'bido en Buenos Aires, v'á
tener que privarse de hacer su gusto si no
quiere desertar del pellejo en que lo rebotó
su mama, como decía el fínao Apolinario!...
No!... Lo qu'es este número me lo guardo
ni a'nque me queme el bolsillo y no paro
hasta que no se lo muestre á medio mundo
y le pueda decir qu'este señor don Ruperto
Cortabarría que ha dao un baile en su casa,
170 FRAY MOCHO

al que han asistido todos los copetudos de


la ciudá, es aquel mismo Ruperto qu'el infras-
quito supo tener de pión en la call'e La Piedá
y que se formó á su lao... Mire qu'es chan-
cho el mundo y que
pega vueltas y trompe-
zones!... Quién le diría
á la misia Rosario Lla-
... , . vero de Cortabarría,
que aura le ponen Ll.

JWr^^Yx^í^ de Cortabarría — pa'a-


cer crer á los abom-
baos qu'es alguna Lla-
vallol — qu'iba'ndar
pisando alfombras, ella,
que sabía chapaliar
Tagua conque lavaba
las pilas de frascos va-
cíos p'al anís falsificao?
Y á mí?... Quién me
diría cuando salía pa la
bolsa en mi coche propio, hech'un brazo é
mar, ó cuando jugaba mis truquitos en el
Progreso, qu'iba'llegar un día en que recos-
tao en una pila é cajones me pasaría las ho-
CUADROS DE LA CIUDAD 171

ras renegando y tomando e! sol!... Bah!...


Y Rosario ha'e tener hijitas lindas y diablas,
porqu'ella a'nque'ra lavadora e frascos tenía
unos ojitos y un gestito y un modito é cami-
nar cuando s'empaquetaba los domingos, que
hast'á mí, con ser qu'era el patrón de su
marido, me sabía envidar hasta la falta!... Yo
no agarraba, porque nunca me gustó revol-
earme en la ceniza... pero tuve tentaciones...
caramba si las tuve!... Y pa qué lo v'y á ne-
gar?... Sime quedé con el punto no fué por
irme á la pesca, sino por no traicionarme.
Como pa escuchar chiflidos andaba yo en ese
entonces con aquella campanita que hast'aura
me toca á fuego!... Amigo con la Enriqueta,
que me supo cortar grande !.. . Bueno; pero
también hay que convenir en qu'era d'esas
mujeres que no conocen el yelo, no digo ya
ni pintao, sino vivito y coliando!... Qué ojos
y qué boquita y qué cuerpo... Si era un verso
caminando y creo que hasta difunto me ha de
seguir su cadencia... a'nque ella Taiga olvi-
dao!...Yes cochino el Ruperto hasta darle
con un palo! Nunca me olvidaré de la ma-
ñana en que fui á verlo después de mi quie-
172 FRAY MOCHO

bra y cuando ya'abía puesto su Ropería del


Carretel... Ni bien le hablé de mi estao, me
comenzó á sermoniar y conforme me descuidé
me largó como por un tubo, pataliando y sin
darme calce... Bueno!... Y á mí que me va
ni que me viene con que Ruperto dé bailes ó
dé velorios?... Qué m'importa, vamos á ver?...
Acaso yo m'indino por mí, tampoco?... Si me
da rabia es que soy argentino, criollo d'esta
ciudá y que me revientan las confusiones y las
mescolanzas!... Aura'ndamos aquí como ca-
jón de turco y ya la gente ni se conoce...
Hombres como yo, que son hijos de buena
familia y qu'en su tiempo han sabido drago-
niar á lo mejorcito que pisaba la cancha, an-
dan rajuñando en las veredas pa ver si aga-
rran un pan y si se descuidan los revienta el
coche de alguno que fué su pión... A mí?...
Sí!... Lindo lo va'poner la suerte al que me
quiere empardar... Yo no soy d'esos mansitos
que los ensilla cualquiera y ya salen al ga-
lope... Yo'e corcobiar el día que muerda el
freno, como se lo dije ayer á mi compadre
García en su misma oficina... Ve?... Ahí está
otro pa'yuntarlo con Ruperto... Un cualquiera.
CUADROS DE LA CIUDAD 173

nieto de un gringo zapatero que ganó unos


pesos pa que los bambolleros de los hijos se
metieran á gente, sin fijarse que andan je-
diendo á cerote!
ejam'hijita!...— exclamaba doña
Prudencia, de pie en los últi-
mos peldaños de los treinta
que formaban la escalera de la
casa de su sobrina. — No me hables... que
vengo con la garganta seca y n'oigo ni una
palabra!... Dios me livr'y me guarde de vol-
ver á semejante visita... Se fueron baúles,
che, y han vuelto petacas!... Con esto te digo
todo!
— Pero mi tía... si yo no sé ni de dónde
viene!... Espérese!... Saqúese la gorra...
— No hijita, déjame así no más!... Mira...
Haceme servir más bien una tacit'e caldo, si
tenes á mano... ó mejor un matecito, che!...
Qué cosa bárbara las tales Pitaguascas!... Pa
12
178 FRAY MOCHO

qué me habré metido á visitarlas?... Aura,


m'hijita, después de lo que me ha pasao, les
hago una cruz á todas las que vuelven de
Uropa, ni a'n'que les pongan noticias en los
diarios y digan que han visitao á las reinas y
á las princesas!... Queras crer que Ramona
me acompañó hasta la puert'e la sala y allí
m'hizo una reverencia como si yo fuese al-
guna condesa qu'iba á visitarla y me largó á
pata... con este romatismo y sin decirme ni
siquiera el trangüe que tenía que tomar?...
— Bueno, mi tía... pero usted ha hecho
mal también en irse á meter de visita en lo de
Misia Ramona...
— Mal?... Y por qué?... No las he visitao
siempre hasta que se fueron pa Uropa y no
me trataban antes como me correspondía no
solamente por mis años sino por ser la viuda
del hermano de su marido?... Bastantes tor-
tas de tape nos hemos comido con mate, sen-
tadas frente á la puert'e la cocina!... A'n'de se
ha visto que porque haigan estao dos meses
en París, ya se van á olvidar hast'é la paren-
tela?... Mira que antes m'ib'a dejar salir Ra-
mona sin darme siquiera p'al trangüe y sin
CUADROS DE LA CIUDAD 179

ccnvidarme a'n'que fuese con un matecito!...


Estas de aura, son cosas de las muchachas, que
l'han trastornao con sus lujos y con sus mo-
das, che... Mocosas atrevidas!... La muert'el

padre no les ha servido sino pa que agarren


al destajo los pesitos que les juntó y todavía
las he de ver arriand'ovejas en algún puesto
é mala muerte, como la he visto tantas veces
á su madre... porque Ramona, m'hijita, a'nque
la veas aura con tanto ringorrango, montaba
hecha hombre en cualquier mancarrón y se
largaba por esos campos con la pollera como
chiripá... Y aura quien la ve metida á pelo
colorao, cuando tiene las cerdas como cepi-
llo... ycon el pescuezo, qu'era una cola'sada
180 FRAY MOCHO

por lo negro y por lo seco, pintao de blanco^


y hasta con venas azules!...
— Pero que le han hecho, mi tía... qu'está
tan enojada?
— Enojada no, che!... Lo qu'estoy es re-
sentida como argentina, con todas esas ma-
marrachas que siempre se han llenao la ba-
rriga con galleta y mate amargo... y eso^
cuando tenían... y que aura no toman sino té
con bizcochitos de ala é mosca... Fíjate!...
Llego á la casa y m'entro sin golpiar, como
siempr'he tenido por costumbre; pero cuando
subo, me topo arriba é la escalera con un
gringuito todo afeitao, qu'estaba é centinela y
que pela una bandejita de oro y me la mete
por las narices pa qu'echara la tarjeta... Mira
yo con tarjetas, che!... And'e estaremos?... Le
dije despacito, porque noté que había gent'en
la sala y no quería hacer ruido, que yo ib'a
pasar al comedor y que cuando saliese Ra-
mona le avisara... Si vieses la cara que puso y
los ojos conque me miró!... Parecía que le hu-
biese propuesto ir á robar el Cristo é la Ca-
tedral, che!... En eso veo que se levantan dos
paquetonas de las qu'estaban de visita y
CUADROS DE LA CIUDAD 181

qu'eran nada menos que las hijas de don Pe-


pín, aquel verdulero del mercao Comercio que
m'hizo que le sacase un hijo é la pila, allá p'al
tiempo en que mi marido era ispetor y que
son unas gringuitas conocidísimas!... Claro!...
Quise saludarlas pero no tuve tiempo porque
parándose frente á la escalera se hicieron
unas cortesías con Ramona y las hijas, dando
como unas sentaditas sobre los garrones y
largándose la cola pa lucirla, haciéndose las
que la dejaban p'agarrarse de la baranda sa-
lieron muy orondas... Ni me miraron, che, y
pasaron por junto á mí embebidas en los tra-
pos... La saludo á Ramona y á las muchachas,
que me recibieron, no como antes, con aque-
llas esclamaciones y aquellos agasajos de la
gente criolla, sino con una sonrisa con mos-
trada écolmillo y un apretón de manos con
el brazo tieso como pa ensartarte si acaso
querías besarlas... y ya me dio un sofocón,
che... No sabiendo que decirles después de
ios saludos me acordé de las gringuitas de
don Pepín que aura andan tan alcotanas y que
yo había conocido roñosas, comiendo los des-
perdicios del mercao... y no me contestaron
182 FRAY MOCHO

ni una palabra, che!... Aquello no era una vi-


sita sino baño helao y me salí ligerito no fuera
que me agarrasen á escobazos...
— Hizo mal, mi tía, en ir á decirles esas
cosas, también!... Para que andar así... recor-
dando lavida pasada?...
— De gusto!... P'hacerlas rabiar y mor-
derse la cola, por mamarrachas y por son-
sas!... Quisiera que levantase la cabeza mi cu-
ñao, pa que viera en un recibo la familia'e su
apellido... él qu'era tan criollazo!... Nunca me
olvidaré del reto que le pegó á Ramona, una
vez, por meterse a'ndar hablando con dicio-
nario y queriéndolo'bligar á qu'hiciera lo
mismo... Estábamos en rueda y él contaba
que por no haber pagao un compadre suyo
la sepultura é la mujer, cuando se le venció
el plazo, echaron los güesos al osario... Si
vieras la cara é Ramona cuando le oyó decir
osario con toda aquella boca que le había dao
Dios al pobre... y la de él, cuando ella, con su
vocesita é flauta, le dijo haciéndose la fina:
"No es osario, Miguel... sino Osorio!... Tené
cuidao... pa no pasar por lo que no sos!..."
.xD

A chancha y pa puerca, che, la


suerte mia!... Mire qu'irsemé
los chilenos nada menos que
cuando se vienen los fríos y
dejándome á la intemperie!... Si parece una
maldición, amigo!...
— Per'hombre!... Esto sí qu'es lindo!... Si
quedrás que los güespedes se quedaran has-
t'el día 'el juicio final?
— Y cómo no?... Gente tan buena y tan
simpática!... Yo ya'bía'prendido á decir "pu-
j'hombre", "al tiro" y "donde Concha"... como
si fuese oriundo de las orillas del Mapocho y
les había entrao, hast'el estremo de que Ver-
gara me decía las otras noches "vengase con-
migo, cabaiero Rodríguez Ese" — pues yo,
186
FRAY MOCHO

para chilenarme mejor, me agregué la inicial


de Salsicha, qu'es el apellido é mi madre —
"y haremos una vist'a la tierra'í... Es una ver-
dadera lástima que nos hay'abandonao esta
gente y no m'explico porque no se ha pedido
á la delegación que se quede siquiera un
mes!... Qué banquetones, che, todas las no-
ches!... Y después los
habanos y los licores y
la charla!... Te aseguro
que yo he'ngordao... y
del ñato Tripita no te
digo nada!
— Qué me contás?...
Con razón me dijieron
que no se te veía por el
jujao hacía como diez
días y que á tu cuarto
ni pisabas...
— Pues hubies'estado lindo que me cos-
teara hast'allá, teniend'un espléndido aloja-
miento en el Royal... hasta con ropa para
mudarme! Y después no nos daban alce los
güéspedes, che!... No ves que dragoniábamos
de periodistas, d'estancieros, de rentistas y
teníamos que andar por allí no más?
CUADROS DE LA CIUDAD
187

— ¿Y ustedes de qué dragoniaban?


— Yo de chileno criao aquí y Tripita de re-
daíor político... pero había muchísimos otros...
— Y cómo fueron á colarse en la comitiva,
che?... La gran perra, si yo l'hubiese sabido!...

— Ahí tenes!... Fuimos á la intendencia á


pedir dos entradas p'al puerto el día de la
receción y uno de los empliaos oyendo á Tri-
pita qu'es medio gangoso p'hablar, lo tomó
por chileno y le preguntó si éramos recién
188 FRAY MOCHO

llegaos. Fijate que bolada, che!... Claro! Ahí


no más nos dieron un palco de honor ha-
ciendo arriar á la policía por mistificadores á
dos chilenos verdaderos!... Si era de perecer
de risa, lo mismo que cuando en el baile del
Jockey, un senador, pa mostrarme su viveza
é criollo diablo, hizo echará
la calle á un pobre repórter
qu'iba con invitación de su dia-
rio áganarse la vida y á mí z^-

me acompañó hast'el comedor,


diciéndome con su vocesita é
nervioso: "Mire, la facha del
periodista... sin frac! Es un
escándalo lo que sucede con
los colados, chileno amigo!"
—Eso es invento tuyo, che...
Cómo no v'ha saber que los
periodistas de verdá, los po-
bres bichos que honradamente cambian su
salú por el mendrugo miserable, no tienen el
aspecto rozagante y florecido de los que vi-
ven del cuento?... Eso es macana!
— Qué v'a saber hombre?... Si él á fuerza
de cernirs'en las nubes ya no se acuerda de lo
CUADROS DE LA CIUDAD 189

qu'es la tierra! Mira!... No hay bicho más


cruel con sus semejantes qu'el hombre que
l'ha calzao!... Nosotros éramos como treinta,
que andábamos con fraques alquilados y si
vieras cómo nos trataban nada más que por
la colita é pato! Todos se desvivían por agasa-
jarnos áy pesar de sospechar
qu'éramos casi zanagorias, nos
obsequiaban y convidaban á
cuerpo é rey... Cuando entrá-
bamos áuna mesa é lunch ha-
cíamos repeluz de lo que caía
y si vieras como nos trataban
los mozos y los capataces por-
que rompíamos copas con el
apuro y tirábamos al suelo
hasta las fuentes de masas...
Por poco no nos abrazaban de
contentos lo que les agrandá-
bamos las cuentas y les dábamos ocasión pa-
ra salarlas!... P'andar bien con ellos, hay
que hacer eso y ni escupir en los restaurantes
donde se banquetea en detalle... Tan sonsos
que son los empresarios!
— Y entonces toda esa gente que se veía
100 FRAY MOCHO

en los teatros siguiendo á los chilenos, eran


puntos com'ustedes?...
— Y si no... Habí'algunos del sonsaje, que
caían á visitarlos por curiosidá, pero no po-
dían con nosotros que ya éramos de con-
fianza... lo
y sacábamos peinando!... Una
tarde llegaron unos cuantos periodistas de
verdá y nosotros apenas los saludamos con la
cabeza... así... como á inferiores. Cuando se
fueron, Tripita tuvo la osadía de decirles á
los chilenos qu'eran pinches de los diarios que
venían quizás á ver si les hacían algún rega-
lito!... Mira, hermano! Sabes que me he con-
vencido de que aquí no hay nadie que pueda
más de lo que puede un cola é pato? Yo con-
forme tenga unos pesos, me le afirmo á uno
de moda y dejo é ser ave negra!... Quién
sabe si todavía no me ves de personaje!...
— Sí, che!... Pero si lo logras, no vayas
a'cer conmigo alguna barbaridá porque me
veas de saquito...
— Conque te gusta ser gente, no?... Bue-
no! Entonces trasformate, hermano... y seguí
la corriente... Si no servís para otra cosa, ser-
virás para comparsa... Cómprate un frá y
unos guantes y pónete en condiciones...
CUADROS DE LA CIUDAD 191

— Lo que dudo, che... es que vuelv'a


presentarse otra bolada como esta...
— Ah! Tenelo por seguro... Ya como ésta,
ni pintada... pero el asunto é la confraternitá
es cosa que v'a durar. No ves que el comer-
cio ylos empliaos ya le han tomao el gustito
y an'que las otras naciones no se comparen
con Chile, las tenemos que osequiar?... Lo
qu'es yo, v'y a'prender para oriental y un
poco pa paraguayo y vas á ver qué papel
cuando llegue la ocasión!
13
E lo habían señalado como tipo
digno de estudio, pero diver-
sas circunstancias habían obs-
taculizado una entrevista du-
rante el verano y, al llegar el invierno, se
ausentó de la ciudad, quizás á alguna cacería
de tigres, de aquellas que formaban su espe-
cialidad. Una tarde me avisaron su regreso y
fui á buscarlo en la confitería que frecuentaba
con regularidad casi cronométrica.
— Buenos días, amigo...
— Buenos... dijo el hombre, alzando la
cabeza más cómicamente calva que he visto
en mi vida y mostrándome el chirlo rojo que
le cruzaba la frente y del cual me había ha-
196 FRAY MOCHO

blado mi informante diciéndome que era el


zarpazo de un felino.
— Me dijo mi amigo Gutiérrez, que usted
era cazador de tigres . . .
— ¡Perfectamente!... ¿Y qué hay con
eso?... Y se sonrió sin la menor vanidad por
su belleza personal, pues de haberla tenido,
no hubiese exhibido con tanta franqueza una
dentadura asaz maltratada por el uso.
— Nada!... Quería conocerlo .. . hablar con
usted!... Quiere que tomemos alguna cosa?
— Permítame, señor!... ¿Usted se llama
García?
— Yo? No, señor... á menos que no lo
sepa... Yo soy Pérez... el periodista Pérez!
Y nos sentamos en un rincón, echando
al medio una botella de vermouth, pues el
hombre, aunque cazador de tigres, era teme-
roso del cognac y de la ginebra. Supe de sus
labios, curiosísimos detalles á propósito de su
especialidad y, entre otros, que las autorida-
des de la comarca que acababa de recorrer,
le habían prohibido el ejercicio de su habili-
dad, porque no le había querido regalar al
comisario de policía del partido el caballito
que montaba.
CUADROS DE LA CIUDAD 197

— Pero eso no ha de ser así, amigo?...


— Y por qué no ha de ser, señor? Acaso
no sucede siempre lo mismo?... Nombran un
comisario nuevo para cualquier partido y
cuando más pobre llega, más pronto sale á
hacer su recorrida para conocer el pago...

Va de estancia en estancia y de rancho en


rancho y aquí le gusta un caballito por la pa-
rada de las orejas cuando ladran los perros,
allí una yunta de bueyes, por el modo de
mugir ó porque tienen las astas blancas, y más
allá un carnero ó unas ovejitas ó un gallo,
según la pinta de la gente con quien tiene que
tratar... Ya ve, pues, quede esto, á tener
198 FRAY MOCHO

un plantelito de estancia, no hay ni media


pulgada.
— Y usted sabía que había tigres por alh'...
— ¿Qué iba á saber, amigo? No le digo
que era la primera vez que pisaba en el par-
tido?... Andaba buscando no más!... La gran
perra con el tal comisario... Me ha hecho
perder la bolada de probar ante propios y ex-
traños, como lo he sostenido siempre, que el
tigre le dispara al hombre en lugar de atro-
pellado... Vea!... Al tigre, que es flojo pero
atrevido, no hay como ganarle el tirón!...
— Lo creo... pero el miedo no es zonzo...
ni convida á bailes, amigo !
— Qué me va á decir á mí señor Pérez, so-
bre el miedo, cuando lo tengo más estudiado
que la cartilla!... Mire! Eso de los hombres
que no tienen miedo, es una macana vivita...
El miedo, no necesita que lo llamen para ve-
nirse sobre uno en los momentos de peligro
y lo mismo le cae á un blanco que á un ne-
gro... Sabe la única diferencia que hay entre
los flojos y los guapos?... Que los primeros
no se saben tragar su miedo como los segun-
dos!. . Siyo no hubiese tenido la desgracia
CUADROS DE LA CIUDAD 199

de que el tal comisario se llamara García, á


esta hora andaría mi nombre volando por
toda la República en alas de un hecho incon-
trovertible, probatorio de este aserto atre-
vido...
— ¡Hombre!... Sabe que no veo bien la
concomitancia que puede haber entre su ca-
cería de tigres y el hecho de que el comisario
se llamara García?...
— Claro!... Qué va á ver?... Para ser
ciego y sordo con perfección en este país, no
hay como ser periodista... Mire! A mí los
García me tienen reventado y cada vez que
me topo con uno, es casi á la fija que me
ocurre una desgracia: por dolorosa experien-
cia sé que es inútil que les haga la cruz ni que
toque fierro!... Dígame... Ha pensado usted
alguna vez en contar los García que hay en
Buenos Aires? Bueno! Yo lo he hecho, por-
que ellos son mi desventura y he querido
conocerla en toda su extensión... Tome
nota!... Hay nueve mil veintitrés García, y de
éstos son hombres cinco mil doscientos once,
contando como entero á un sastre cojo y
manco, que vive en la calle de Balcarce al
200 FRAY MOCHO

llegar á Brasil, de cuya exigua persona no


quedan sino retazos y que se completa con
un hijo que tiene seis dedos, y tres mil ocho-
cientas doce mujeres. Setecientos veintidós
son almaceneros, doscientos cincuenta y un
corredores, ciento tres abogados, cuarenta y
tres médicos, doscientos cincuenta y un mili-
tares, entre los cuales hay un general ; un co-
modoro doce
y coroneles, veintiocho clérigos
y el resto pertenecen á profesiones varias,
teniendo teléfono solamente diecinueve, pues
es la gente más refractaria al progreso y al
gasto de dinero en superfluidades.
— Demonio!... Sabe que es curiosa su
estadística?
— Ya lo creo!... La he hecho como un
cálculo de probabilidades contra la desgracia,
pero no me ha servido de un comino y por
lo que le he contado del maldito comisario,
ya puede ver de lo que son capaces los Gar-
cías cuando se le atraviesan á un hombre...
Puede tener la seguridad absoluta de que la
sola presencia del más insignificante de ellos,
basta para desbaratar el proyecto mejor ela-
borad.o !. .
CUADROS DE LA CIUDAD 201

— Bueno! Perfectamente!... Pero cuántos


tigres lleva usted despachurrados hasta la fe-
cha, ápesar de la siniestra influencia de los
García?
— Yo?... Pero ni uno, amigo!.. No le he
dicho que lo que ando buscando todavía, sin
poder conseguirlo, es tener la ocasión de pro-
bar que el miedo es común á todos los hom-
bres yque los más guapos son solamente los
que se lo tragan mejor?
— Pero, entonces, cómo tiene usted tanta
fama de cazador de tigres?...
— Ahí verá lo que son las famas!...
— Sabe que es curioso el asunto? Y el
chirlo ese que tiene en la frente, no es un zar-
pazo de felino, entonces?
— No, hombre... qué va á ser! Este es un
arañón que me pegué con unos vidrios de
botella cuando era chico.
— Me ha embromado Gutiérrez con sus
informes... La gran perra que es mentirosa
la gente!...
— No crea! .. . Es que la vida es así no más,
mi querido señor Pérez, y que en este país
como es nuevo, tenemos que inventarnos
HRAV MOCHO

todo para poder vivir á la europa... Qué se-


ría de nosotros si no tuviéramos historiado-
res, militares, artistas, políticos clarovidentes,
periodistas, comerciantes, literatos, autores
dramáticos, cantores y hasta cazadores de ti-
gres?... Una miserable toldería con indios de
levita.
I o encontré al tío viejo en su ran-
cho y comenzamos así la con-
ferencia... Atendé!
— Usté no lé la vida social
de los diarios, mi tío?
— ¿Yo?... Poco sé 1er, che!... Nunca he
sido aficionao á la letura y aura, con los años,
mucho menos... Lo que me gustab'antes,
¿sabes?... cuando recién me pobl'en La Co-
lorada, era ver las figuras del Correo de Ul-
tramar, que solía trair cosas lindas. Entonces
me conocí casi todos los reyes y sus familias
y también vi unas cabras que diz que servían
pa lecheras y unos yuyos rarísimos, que co-
mían carne . . .
206 FRAY MOCHO

— Bueno... mire!... Como aura los diarios


han puesto de moda que las familias bien,
desciendan de condes ó de marqueses ó de
personas de quienes se haig'hablao en la anti-
güedá, nosotros necesitamos en casa saber
algo de los viejos... Y yo venía por eso... A
preguntarle lo que usté supiese d'ellos...
— Ah!... D'eso se bastante, che!...
— Qué suerte!... Bien lo decía yo á Mau-
ricia qu'era imposible que usté no supiese al-
guna cosa...
— Pues bueno fuera que no... Si ha'bido
gente de quien se haig'hablao es de la nues-
tra!... Mucho habrá sido calumnia... Pero
algo ha de haber habido de verdá... ¿no te
parece?...
— Ya lo creo!... Y después... tenga en
cuenta lo qu'es la envidia de la plebe contra
los nobles...
— Yo no sé, che, si eran nobles, pero sé
que les caían y que con algunos hasta tuvo
que ver l'autoridá, como le pasó á tu tío Ra-
món, que al fin se quedó en la calle, y á tu tía
Robustiana, mal casada con un inglés que te-
nía el finao mi padre de puestero y que lo
CUADROS DE LA CIUDAD
207

pilló cerdiandolé las yeguas á medias con el


juez de paz...
— Bueno!... Pero de dond'era nuestro
abuelo paterno?... El que nos dio l'apellido
de García . . .

— Es'era santiagueñ'ó cordobés... Hombre


bueno y de acción, según decía mi padre...
— Y nuestra'buela de dond'era?...
— Vay'a saber uno!... De por ahí... del
campo no más...
208 FRAY MOCHO

— Pero no dicen qu'era vasca española?...


— Tal vez... pero lo dudo! Más bien tirab'a
pampa ó á correntina por l'habla... Si era bo-
salísima!... El viejo parece que se juntó con
ella cuando andaba'é picador de carros, p'allá,
pa la cost'el Salao, que fué de an'de comenzó
á internarse pa l'Azul ...
— Y de dónde sacó su apellido de Barroso,
entonces?
— Y qué sé yo?... Quizás del charc'ó del
jagüel en que lavaba sus pilchas... A ella, an-
tes, la conocían en el pago por doña Pepa la
mocha, porqu'era del rancho é Los Mochos,
como le llamaban á la estancia'el viejo, que
casi nadie sabía que fuese tal García...
— ¿Los Mochos?... Parece algo así como
los Medichi... Sería lindo que resultásemos
también como los Demarchi.
Y me contó lo siguiente, que es toda nues-
tra ejecutoria, Mauricia!
— Cuando el finao mi padre, qu'era hom-
bre gaucho pero bien intencionao, se alzó con
mama qu'era jovencita y codiciada en el pago,
ganó campo afuera y fué á levantar su rancho
casi entre los mismos toldos de un indio ca-
CUADROS DE LA CIUDAD 209

pitanejo, que decían las malas lenguas que


venía áser su cuñao... Y ahí vivieron, medio
á lo cimarrón, hasta que un buen día los in-
dios se fueron, corridos por los cristianos que
empezaban á poblarse y cayó á Los Mochos
un señor de Buenos Aires, que diz que ha-
bía comprao los campos y venía á recorrer-
los... Claro!... Habló con mi padre una noche
que se quedó en el rancho y á la cuenta
le gustó la gente, porque antes de despedirse
le dijo:
— Quiere quedarse aquí, mi amigo?... Yo
le doy mil vacas pa que las cuide al tercio...
y pa que corra con el campo...
— Cómo no, señor... ¡Ya lo creo!
— Bueno!... Entonces... ¡vea!... Le v'y á
dar dos mil vacas al tercio y los mochos á
medias...
— Los mochos á medias?... No diga, se-
ñor!...
— Sí, señor! Los mochos no serán mu-
chos... pero pa empezar...
— Qué no han de ser, señor!... Si es una
fortuna!... Vea, señor... ust'es amigo'el go-
bierno?...
210 FRAY MOCHO

— Cómo no !... El gobernador es mi primo


y el ministro es mi cuñao... conque figúrese!
— Qué me dice!... Y el comandante militar
de aquí, no será también pariente?...
— No... pero es amigo y además lo puedo
hacer recomendar por la gente de arriba...
Y así pasaron tres años hasta que un día el
patrón volvió á su campo y se halló con una
fortuna... Dicen que estaban sentaos cerca del
rancho para ver desfilar los rodeos con toda
comodidá:
— Amigo! Sabe qu'esto h'andao lindo?...
Novillada flor... Y qué torada!
— Y, cómo no, señor!... Estas son las cua-
tro mil del tercio...
— Cuatro mil, eh? Y aquella polvareda que
se ve allá?
— Son los mochos, señor...
— Los mochos?... No puede ser, hombre!
— Sí, señor... Parecen muchos pero no son
tantos... Apenas habrá unos catorce mil...
— ¿Catorce mil?... Pero no puede ser,
che... Has d' estar borracho!... Si estoy vien-
d'un mont'e guampas!...
— Así es, señor... Gracias á su recomen-
CUADROS DE LA CIUDAD 211

dación el comandante ha cerrao los ojos y yo


no he dejao ternero en el vecindario que no
haiga llevao la marca...
— Jesús!... Dios mío!... Pero qu'es esto?...
Y el hombre se persignaba viendo desfilar
el vacaje y mirando la guampería'é los mo-
chos, que relumbraba. Claro!... Liquidaron la
sociedá, pero el viejo se quedó con ocho mil
vaquitas, compró campo y s'hizo hombre...
Ves?... Ese's el origen de la fortuna é los Gar-
cía, tan mentada, y la gente'l pago, sabiendo
la historia y d'envidiosa... le chantó el apodo
al viejo...
— Ave María, mi tío!... Es decir que de no-
bles no nos quedan ni las ganas?..,
— Yo no he dicho eso!... Conform'el viejo
le cerró el lazo al terneraje orejano... cierren-
selón ustedes al primer apellido que les guste
y... hagansén los chanchos rengos... como tan-
tos!
o no alquilo, che, sino muy li-
gadito... Tres meses adelantaos
y garantía personal á satisfac-
ción yno hay tutía... Eso de
gente bien y personas distinguidas... palos
pavos! No se hace puchero con pergaminos...
¿no te parece?
— Si yo hago igual, che... pero á veces se
atraviesan cosas qu'embroman y no tenes más
que dejarte cinchar... Fijate sino lo que me
pasó con la propiedá'é la call'é Lavalle, en
que se metió el doctor Fritanga y me partió
como á queso... ¿quién lo iba á decir?...
— Pero cualquiera . . . che !. . . Si la cosa s'es-
taba cayendo'é madura... Cres que nadies
t'iba'lquilar semejante atorradero por doscien-
216 FRAY MOCHO

tos pesos con intención de pagarlos?... Es


preciso no dejars'enceguecer por la codicia,
y saber con claridá lo que vale cada finca...
Pa qué cargar la romana sabiendo que se
ha'é romper? El rentista ha'é ser como el
hombre é mundo cuando trata con mujeres...
No ha'é pedir sino lo que pueden darle!...
No te debes olvidar, hijo, me solía decir mi
padre, que la codicia en negocios es como la
glotonería... El día menos pensao te deja
mostrando el sebo !. . .
— Pues yo caí como un chorlito!... Y... á
propósito... vos conoces un italiano corredor
que se llama Bellagamba?... Uno bajito, me-
dio tuerto, que siempre anda como estornu-
dando pero que no estornuda nada.
— Buena persona!... Es amigo mío... Si
vieras que modo'é tocar la flauta el de ese co-
rredor, che!... Mira... Es agarrar su instru-
mento ycomenzar á sentir vos como que te
alzan del pelo...
— No digo d'eso, che... digo p'al pago...
Me anda por alquilar...
— Ah!... D'eso no sé... pero atento á que
somos como chanchos te haré un cuentito,
CUADROS DE LA CIUDAD
217

¿sabes?, y vos saca la consecuencia si conse-


guís atar cabos ... A mí no me gusta desacre-
ditar ymenos á Bellagamba qu'es persona de
mi aprecio... Ya sabes que yo no soy sino
hombre de afectos y que poco me ha gustado
andar metiéndome en canalladas ni difamando
á la gente...

- Dejat'é bordoneos, hermano... Ya sabes


que secreto qu'echás en mí es como si se ca-
yese al río... No lo pescas ni con ré!...
— El hombre's bueno, ¿sabes?, pero juega
y á veces le falt'alpiste y d'eso es que le di-
mana. .
218 FKAY MOCHO

— Ah! Ah!... Conque juega, no?... Mira


que ganga!... Bueno!... Y cuál es el cuento?
— Vez pasada, vivía con su familia en la
call'e Chile y me llevó pa mostrarme su co-
lección de orquídeas — porqu'es coleccionista
— y cuando pasamos por junto d'unas galli-
nas que andaban en el fondo, noté que los
animalitos conforme me miraban se tiraban al
suelo y juntaban las patitas... Claro!... Me
llamó l'atención la cosa y se lo hice notar,
contestándome con la mayor frescura... ¿A
qué no sabes qué?... Mire, me dijo, es que
lo han tomao por empresario é mudanzas y
como están acostumbradas á que las aten pa
trasportarlas, cada vez que cambiamos de casa,
ya se Techan no más... Por el hilo podes sacar
el ovillo, si la cosa t'interesa... pero, ya sa-
bes... yo no desacredito á nadies y menos á
mis amigos.
u padre no ere nada, che, sino
que sos sonso... Y la gracia es
que hasta yo me voy conven-
ciendo de lo mismo!... Mire
que se necesita ser pavo pa preferir andar de
atorrante á estar en la estancia cómodamente,
trabajando en tus cosas y dándole gusto al vie-
jo, que lo que quiere es tu bien y nada más...
qué diablos!... A qué demonios te has ido á
meter en puebladas, exponiéndote á que te
dejen seco de un palo?... Qué te va ni qué te
viene en que Roca lo achure á Pellegrini ayu-
dao por don Bartolo, ó en que don Bartolo
lo estire á Roca, ó en que los tres se hagan
tiras dejando güérfano al país, aunque sea
222 FRAY MOCHO

por diez minutos?... Acaso vos vas á ser el


tutor?...
— Dejat'é macanas, Santiago, y no te metas
en lo que no entendés ni entenderá mi padre
tampoco... Qué saben ustedes, pobres bichos,
de ciertas cosas que ni sospechan que esis-
• ten?... Ustedes han nacido pa comer á gusto,
che, pa trabajar á sus anchas, pa vivir sin pen-
sar ni sentir, esperando que los negocios va-
yan adelante y que Dios les dé salud... Los
dos son viejísimos, che, aunque no lo echen
de ver y yo sería un loco, si me metiese á
convencerlos... Decime... Vos jugarías piafa
mis manos si me vieras tráir un mancarrón
de la estancia, cuidarlo como á potrillo y ano-
tarlo p'al premio grande?...
— Che... che... che! Al fin veo la pata de
que rengueas!... Vos estás enamorao com'un
pichicho y sos romántico y te has llegao á
convencer de que sos el único en el mundo
que sabe lo qu'es querer... Pa que te pones
colorao?... No seas pipiólo, hombre, y canta
claro... Mira... Yo soy tu tío, pero soy muy
macho, che... y aunque vos lo dudes tengo
más música en Taima de la que tal vez nece-
223
CUADROS DE LA CIUDAD

sito... A ver, desembucha!... Te has de estar


atorando con alguna semillita que se te ha de
hacer carozo...
— No arrugues que no hay quien plan-
che!... P'cha quesos
diablo... Por qué no
te metes adivino?...
— Mira, chiqui-
lín... Esto va en se-
rio... Es una macana
lo que haces de al-
zarte contra tu pa-
dre yresistir su man-
dao... Cres que por
eso va á ser más
grande tu amor ni tampoco el que te ten-
gan?...
— Pero si todo es una locura, Santiago!...
Si yo mismo ni sé lo que ando queriendo!...
Figúrate que estoy enamorao... así... como se
dice... de un sueño... Si ella no sabe nada...
— Pero por qué no se lo decís?... Mira!...
En estas cosas hay que ser práctico, che, y lo
primero es lo primero...
— La facilidá!... Si yo lo único que hago es
224 FRAY MOCHO

irme frente á su casa para verla cuando sale


y no me animo ni á seguirla! Si cuando la
veo, che, hasta las piernas me flaquean y...
que me caiga muerto si miento!... hasta me
dan ganas de irme por miedo de que vaya á
conocerme el juego y se me ría en las nari-
ces...
— No digas?... Pero vos no sos sonso, en-
tonces, sino sonso y medio?... De qué nido
te habrás caido, sobrino?...
— Y qué querés, Santiago?... Así es la
cosa... Y por eso no me animaba á decirte...
Ves?... Aura resulta que no m'entendés y que
te burlas de mí y me vas á echar al medio...
— No, hombre !. . . Dejat'é macanas ... Si yo
sé lo qué es cantar sin tener quien acompa-
ñe... Mira... A tus años se le perdona á cual-
quiera que pegue un tropezón y se rompa
cualquier cosa... pero á la mía... ¿qué me
decís? Y si vieras como ando yo, che!... Ni
veo, ni oigo, y el día menos pensao hago una
barbaridá... Te garanto que vos estás á dos
dedos de hallarte con una tía qu'es una divi-
nidad!... Casi, casi, estoy por decirte que
serás sobrino'el cielo, che!... Bueno, pues...
CUADROS DE LA CIUDAD 225

y aura que ya nos hemos entendido, escucha


lo que te digo... No te metas en política y
adelante con los faroles!...
— Qué política ni qué diablos, che!...
Pero... te eres que teniendo como tengo un
jardín dentro'el alma, me v'y á ocupar en ir á
cavar sepulturas .. . Y... decime ... Gres aura
que me puedo ir á la estancia y dejar así, mis
asuntos, para atender los del viejo?...
— Mira, m'hijito... Entr'el corazón y el
bolsillo cabe una conciliación... No mu-
ñequíes... El sistema ya está viejo y no hay
que hacerse bollar cuando uno anda en li-
berta!

15
N LA ECONOMÍA E8 LA MADRE

DE LA RIQUEZA
RA en aquellos tiempos del Bue-
nos Aires pendenciero y levan-
tisco, en que crudos y cocidos
y pandilleros y chupandinos
ensangrentaban las calles á cada triquitraque
y en que no había ciudadano, por modesto
que fuese, que no creyera que los destinos de
la patria los llevaba cada cual en la punta de
su cuchillo.
Los hombres vivían más en la plaza pública
que en su propio hogar y como su existencia
trascurría de club en club y de manifestación
en manifestación y los servicios de fondas y
restaurants andaban tan escasos como caros,
abundaban los negros pasteleros, que eran la
providencia de los estómagos famélicos, así
230 FRAV MOCHO

como la confección de los pasteles que ven-


dían, lo era también de más de una casa de
familia, que no solamente costeaba con su
producto los gastos ordinarios de su presu-
puesto, sino que aun proyectaba en el futuro
siluetas de millonarios y potentados. Los días
de agitación política, las fiestas patrias, el car-
naval; durante el cual no era prudente aven-
turarse así no más en busca de provisiones, y,
sobre todo la semana santa, en cuyos térmi-
nos no se hacía matanza en los corrales ni se
expendía carne en los mercados, eran los
grandes días de la industria casera.
Fué al aproximarse uno de esos períodos
y en época de gran carestía de provisiones en
la ciudad, por hallarse ésta bajo sitio y con
todas sus comunicaciones interrumpidas, que
hicieron su aparición en las plazas y en las
calles los pasteles de Misiá Paca, que vendi-
dos áprecios increíbles por su baratura y re-
llenados con generosa liberalidad, desalojaron
á sus rivales en el comercio menudo y mata-
ron toda competencia, produciendo una cri-
sis espantosa en la antes boyante industria
pastelera.
231
CUADROS DE LA CIUDAD

Y las aceradas lenguas criollas, que cortan


como tijeras de sastre, y las mentes activas y
cavilosas, se echaron á buscar, desesperadas,
el secreto profesional de la victoriosa paste-
lera Misiá Paca:
—Si nunca hizo ni tortas fritas, che!... Y,
después; eso se ve clarito... Los pasteles son

de morondanga y sólo sirven pa los que se


cáian de pobres!...
— Yo... lo que no me explico, ¿saben?...
es el precio!... Si es una barbaridá con los
artículos como están!
Y las comadres llegaron á propalar que los
pasteles de Misiá Paca se hacían con carne,
no de muía ni de caballo, que al fin hubiera
232 FRAY MOCHO

sido una nimiedad, sino con carne humana.


Hasta se habló de varios ingleses sin familia
que habían desaparecido y se afirmó que un
carrero de la Aduana se había atorado con un
huesito el cual examinado, había resultado ser
un pedazo de dedo chico... hasta con uña.
— Ya veremos! . . . Dejen que venga semana
santa... Entonces será la buena!... El pescado
no tiene más que un precio... y no es inglés
sin familia!
Y vino la esperada semana y Misiá Paca
vendió sus pasteles como siempre, baratos y
tan bien rellenos, que su jugo "chorreaba
por los enemigos", como decía la clientela,
aludiendo á que al primer mordisco cuando
estaban calientes, saltaba la salsa apetitosa mo-
jando los carrillos...
Entretanto Misiá Paca estaba radiante y su
triunfo la embriagaba, quitando de sus labios
hasta las palabras de piedad, que otrora supo
reclamar para los desheredados...
— Se han fundido porque son haraganas y
ambiciosas, y quieren ganar platales como
Anchorena... Que trabajen y se contenten con
poco, como yo... y ya verán.
CUADROS DE LA CIUDAD 233

Y el reinado de Misiá Paca fué real y posi-


tivo, extendiéndose su influencia por toda la
ciudad, llegando sus pasteles á todos los estó-
magos, pues no quedó negro vendedor que
quisiera otra factura que aquella sin rival.
Ya no había competencia. Descartada la in-
sidiosa calumnia de la carne de inglés y la
malévola especie de que los tales pasteles no
podían encontrarlos buenos sino las personas
sin estómago, se acallaron las protestas y los
labios enmudecieron confundidas las mentes
cavilosas por la evidencia de los hechos,
siendo aclamada Misiá Paca é inscripto su
nombre en la lista de oro de las grandes da-
mas caritativas de la ciudad y disputándoselo
las asociaciones de beneficencia para encabe-
zar los consejos directivos... Hasta su esposo,
que era un triste capitán, ascendió en el ejér-
cito, llegando á jefe de batallón, debido al in-
flujo de los pasteles, que siempre en esta tie-
rra se vieron cosas de tal jaez y ya no llaman
la atención de nadie: los poetas no ganan po-
siciones escribiendo versos sino enseñando
matemáticas: los abogados curando enfermos
ó proyectando ferrocarriles; los médicos tra-
234 FRAY MOCHO

mitando testamentarías: los ingenieros plei-


teando en los estrados y los militares... hasta
vendiendo postales de confección casera, es-
cribiendo artículos de diario ó mezclándose á
las turbias corrientes de la política.
Una noche había reunión en una noble so-
ciedad caritativa, presidida por la radiante
Misiá Paca y se atendía el pedido de una po-
bre mujer cargada de hijos, viuda reciente de
un viejo soldado.
— Bueno!... decía Misiá Paca, dirigiéndose
á la pobre postulante y manteniendo una
atención aduladora, de parte de sus conso-
cias, ust'és pobre porque quiere... Trabaje y
economice... La economía es la madre de la
riqueza.
— Sí, señora...
— Yo también soy esposa de soldado y...
¡ya ve! adonde he llegado haciendo pasteles...
— Cómo no, señora!... Pero para eso
ya'stoy vieja y muy llena d'hijos...
— Eso qu'importa... ¡No se'haragana!
— Si no es por haraganería... Sino que yo
no voy a'llar sino alguno de tropa que me
quiera... Y casarme, así... usté ve!
CUADROS DE LA CIUDAD 235

— Acaso yo le aconsejo eso?.. .


— Ya sé que no . . . pero si no me caso con
un oficial que me mande las economías del
batallón... la leña, la carne, la grasa, la hari-
na... ¡que son tan caras!... ¿cómo voy á fabri-
car pasteles baratos, señora?
El argumento fué contundente y al expli-
carse de manera tan sencilla como inesperada
el secreto profesional de Misiá Paca, acabó su
reinado, basado solamente en la economía...
del cuerpo que mandaba su esposo y que re-
sultaba ser la madre de la riqueza, como ella
lo pregonaba...

!
AS personas que no tengan entre
sus parientes un ejemplar co-
mo mi primo Sebastián, no mi-
rarán seguramente, los tram-
ways eléctricos ni los automóviles con la
fruición que yo los miro, ni leerán las noticias
referentes á choques y colisiones, con mi im-
paciencia, golosa, sobre todo al recorrer anhe-
lante lalista de las desgraciadas víctimas. An-
teayer acababa de desayunarme en el club y
leía los periódicos, cuando se me presentó mi
pariente:
— No salgas todavía, che! Tengo que ha-
blarte seriamente de un asunto importante,
que te interesa como primo y como argén
tino...
240 FRAY MOCHO

Y tomando asiento, con ese desparpajo


fanfarrón, propio solamente de los hombres
necesitados de entereza y que ocupados en
fingirla no ven el ridículo que les hace señas,
llamó al mozo encargándole uno de sus tan-
tos brevajes favoritos, y encarándose con-
migo, me dijo á quemarropa:
— Decime, che... vos ya te has afiliao á al-
guno de los partidos en lucha?... Qué sos en
l'atualidá?... Y mi primo Sebastián revolvía
nerviosamente su vaso, sin mirarme.
— Yo?... Y qué quieres que sea, Sebastián?
— Cómo que quiero que seas?... Yo no
quiero nada!... El que debe querer sos vos,
que no podes permanecer indiferente cuando
ya están hirviendo las parroquias, olvidándote
de que tenes aun nombre tradicional en nues-
tras luchas eletorales y parientes, como yo,
que solamente esperan tu palabra pa parar-
se!... Anoche, no más, les decía á los mucha-
chos de casa, que comentaban tu indiferencia:
"Vean!... A ese dejenmelón á mi que yo lo
v'y á templar!.. " Y aquí me tenes á tu lao,
dispuesto á todo!... Vos sabes que yo soy el
último Ferro que queda en la familia y que
CUADROS DE LA CIUDAD 241

tengo de mi padre, entre muchas cosas bue-


nas, la condición de ser desinteresado y deci-
dido, como era él, que aunque hijo de ita-
liano, no tuvo nunca nadie que decirle que no
fuese un criollo cuadrao!... Yo, ¿sabes?, estoy

dispuesto á transigir con todo, menos con


verte alejao del puesto que te corresponde y
he tenido mucha rabia al no hallarte entre los
notables que forman la convención!... ¿Qué se
piensa Roca de nosotros, che?... Ya sería
tiempo'é saberlo pa tomar un rumbo fijo y
enseñarle á respetar... ¿Qué te ha dicho Pelle-
grini?...
— A mí?... Nada!
16
242 FRAY MOCHO

— Aura salimos con esa?... El gringo ha de


estar creyendo que se la lleva de arriba!...
Bueno! Mira!... Lo primero que hay que hacer
es cambiar de tática y formar un clusito inde-
pendiente pero maniobrero, algo así livianito;
que podamos manejarlo como queramos...
Sería una vergüenza pa vos y pa todos los
amigos, che..; que dejaran á un hombre como
yo que dentrara á transar por el puchero,
nada menos que con esos usurpadores enva-
lentonaos... Entonces quedamos en que vos
lo que querés es dentrar entre los notables?...
— Yo?...

— Perfectamente!... No hay ni que hablar!...


Che!... Mozo!... Oiga! Tráigase una botellita é
coñaque del mejor que tenga... que vamos á
festejar una alianza que será famosa... Ese
hombre tiene una suerte!...
— Sebastián!... Yo no te he dicho nada ni
quiero nada!... No me mezclo en política, ni
quiero saber de notables ni de convenciones!
— Qué no vas á querer, hipócrita del de-
monio?... Lo que hay es que ya estás creyendo
que yo te me voy á dejar cair con un par de
á quinientos y m'estás sacando el cuerpo!...
CUADROS DE LA CIUDAD 243

No creas, hermano!... Aura, desde que


dejé mis viejos vicios, ó mejor dicho, desde
que ellos me dejaron á mí, se acabó el Se-
bastián de antes, aquel pasiandero y divertido
que tanto les dio que hacer...
— Yo no te digo nada, Sebastián... pero no
me meto en política ni quiero oir hablar de
asuntos semejantes!...
— Qué no te metes?... Eso será lo que tase
un sastre!... Y con que derecho me querés
cortar mi carrera, arrancándome de las manos
nada menos que la bandera de la regenera-
ción? No, che!... Vos tenes una tradición de
familia que no es de tu sola propiedá y yo
no v'y á consentir que te den una bofetada y
te quedes como si tal cosa!... No, m'hijito!...
El honor y la dinidá no se valoran con plata,
entendelo bien... y pensá que si vos sos rico
en cambio te falta sangre en las venas y que
yo tengo pa los dos...
— Bébete tu copa, Sebastián, y dejémonos
de zonceras...
— Zonceras la dinidá?... Zonceras el or-
gullo yla altivez?... Es decir, que porque á
vos se te antoje dejarte aporriar con Roca y
FRAY MOCHO

con Pellegrini, nosotros nos tenemos que


aguantar... Hombre!... Ni que fueras don
Bartolo, pa disponer así de nuestra volunta!...
No, che, vos no te perteneces y perdona que
te lo diga, ni tenes derecho pa condenarte á
vivir como estoy viviendo yo, por conser\'ar
con honor el apellido...
— Y qué sé yo de lo que vives, ni lo que
haces?...
— Ah !... No sabes de lo que vivo?. . . Bue-
no... Vas á saberlo y entonces comprenderás
de lo qu'es capaz el último de los Ferro de la
familia, pa no desmentir la cría... Asómbrate!
Yo exploto el apellido, haciéndolo servir pa
encabezar banquetes en los hoteles y restau-
rants, pues yo soy nada menos que promotor
de despedidas de la vida de soltero y felicita-
ciones por haber concluido la carrera!... Y
sabes cual es mi suerte?... Bueno!... El lla-
marme Ferro!... Si me llamase Martínez, Ve-
lázquez, Alvarez ó Fernández, no tendría ni
siquiera ese miserable recurso de la comisión
que me pagan los hoteleros como promotor!...
Quién diablo s'iba á dejar promover nada,
con un individuo llamado así? Quién iba á crer
CUADROS DE LA CIUDAD 245

que un criollo ó un gallego podían andar pa-


gando banquetes á cada triquitraque ni feste-
jando estudiantes?... Y aura que conoces el
misterio, decime si eres que yo puedo mirar

con indiferencia tu alejamiento egoísta de la


política, que me quita hasta la posibilidá de
poder lograrme un calce?
— Qué Sebastián este!... Entonces eres de
veras que yo tengo la obligación de meterme
en lo que no quiero, nada más que por soli-
daridad de familia?
— Claro! Los antecedentes atan, che, y
obligan!... Vos jujandomé por las historias
246 FRAY MOCHO

de mi juventud de antes, te negás á ponerte


en condiciones de ayudarme y preferís tu
tranquilidá al honor, y yo, ni la familia, te lo
podemos consentir!... Vos sos un personaje
y tenes obligación de proceder como tal, con
altura y dinidá... Yo te lo confieso con fran-
queza, me veré obligao á hacerte dentrar en-
tre los notables y á ponerte en condiciones,
proclamando tu nombre en todos los banque-
tes que promuevo, porque me faltan unos
doscientos pesos pa plantear mi clusito ma-
n'obrero.
— Y yo te digo redondamente, Sebastián,
que no te doy ni un centavo y que te prohibo
hasta acordarte de mí!
— Cómo no!... Esta misma noche co-
mienzo la proclamación y mañana vuela tu
candidatura presidencial de boca en boca...
Pues estaría lindo que rehusaras á ser nada
menos que personaje en esos momentos so-
lenes... Ya verás de lo que yo soy capaz por
honor de la familia y por no dejar un güeco
nada menos qu'en la historia eletoral de
nuestra patria!
I
IRÁ mamá querida... todas esas
cosas que me decís, yo las sé,
pero no me sirven de nada,
porque con ellas no adelanto
ni pizca... Mi situación es d'empantanamiento
clavao y no tiene vuelta!... Fijensé!... No he
podido n'ingresar en el nuevo partido, pa ver
si siendo de los primeros me liga alguna co-
sita, porque ustedes me tienen en una cate-
goría que... ¡francamente!... da vergüenza.
— Y acaso yo te privo?... No es verdad,
Marí'Elenita que yo no le privo nada?
— Y qué le vas á privar?... Mira semejante
nene para'cer caso de lo que le digan!...
— Yo sé que no me privan... pero... y con
qué hago la parada?... Aquí no cai pesito que
250 FRAY MOCHO

VOS no te lo tragues con tus modas y á mí me


tenes reventao!... No tengo ni ranglar siquiera
y le sacudo al over-coat hasta de tarde...
ariejo de que me tomen por cobrador... Está
bueno, che... que uno vaya pasando á fuerza
de hacerse el loco y el mozo diablo... pero
no hay que ser tan calvo que se vean hasta
los sesos!
— Y por qué no lo ves á tu sastre?... Qué
nos venís á nosotras con semejantes histo-
rias... pedazo de sonso?
— Ves á tu sastre?... Y te eres que yo tengo
eso, che... ni que porque yo lo vea ya me v'a
largar un ranglar?... No seas pava... hijita...
Tengo que llevarle veinte pesos y sino no
hay tutía.
— Y como tenes para llevarlas á palco y
nada menos que al Odeón... á las lombrices
de Misiá Pepa?...
— Mira, Marí'Elenita.., no me saqués los
cueros al sol, porque no se va a'sollar so-
los, eh?
— Bueno!... Déjense d'eso... y vamos á ver
como arreglamos para que te hagas tu sobre-
todo...
CUADROS DE LA CIUDAD
251

— Acordate, mamá, qu'este mes hay que


pagar los réditos y que se precisan los cin-
cuenta pesos para el bordador de tu capa...
Vos no podes seguir con la que tenes... Es
un verdadero asesinato!

— Dejal'mamá, che... qu'ella sabrá lo que


v'a'cer... No la mariés con tus esageraciones...
— Vos eres que son esageraciones?... A
este paso nos vamos á quedar en la calle!
Mejor sería qu'en lugar de andar de tiatro en
tiatro, te ocupases de alguna cosa...
— Pero vos eres que yo gasto un centavo
252 FRAY MOCHO

en tiatros?... Y de dónde v'y á sacar?... No


sos vos la que la metes á mamá en los gastos
de dar recibos, para que no venga nadie...
pues no lo quiero contar al desgraciao de
Pambazo?...
— Bueno!... Sosieguensén y vamos á reglar
el asunto...
— Si yo hago más que contestarle á esta...
mamá!... Figúrate que yo tengo que tomar mi
café con el Dientudo chico que me lo paga
pa que lo acompañe á pasar por una casa de
la calle de Artes...
— Eso no es el tiatro... che!... Yo te ha-
blaba de las lombrices de Misiá Pepa... no te
hagas el sonso!...
— Y sabes por qué voy con ellas?... Porque
son portuguesas... y yo las acompaño...
— Qué Pepa es portuguesa, decís? Pero
estás loco?... Si hemos andao juntas en l'es-
cuela Misia Pamela y nos conocemos desde
chicas... El padre'ra un chino gordo...
— No, mamá... Si no es portuguesa de na-
cionalidá sino de oficio... En los tiatros les
llaman así, ¿sabes?, á las familias que sirven
p'al relleno é la sala no más... Cuando se da
CUADROS DE LA CIUDAD 253

una función y no va gente, la empresa cc-


mienza á mandar los palcos y las lunetas, con-
forme nota que no se van á vender, á las ca-
sas que ya se tienen en lista... Todas esas
familias qu'entran tarde a la función son ge-
neralmente del gremio...
— Qué nos contás, hijito?
— Como lo oyen! Misiá Pepa es muy amiga
del empresario y es la segund'e la lista... A
las ocho, ya se visten las muchachas y se po-
nen los sombreros y esperamos, jugando á la
baraja, hasta que llega el zanagoria con las
localidades... Ves... Vos, che... Es' es el secreto
que tengo para ir casi todas las noches y si no
fueses tan criticona yo ya te hubiese convi-
dao, porque las muchachas...
— A mí?... No faltaba más!... Mira quien,
che... para andar de portuguesa en ninguna
parte!... Y yo que creía que esas que llegan
tarde á la función lo hacían por darse cor-
te!...
— Portuguesísimo corrido, m'hijita!... Nos-
otros ya conocemos todo eso y no nos llama
la atención... Bueno!... Vaya, hermanita que-
rida, en cambio de la lección que l'he dao^
254 FRAY MOCHO

eche una manilo á ver si arreglamos lo del


ranglán. . ¿Cómo hago?...
— Mi consejo es que hagas como hacen
muchos... Que veas si también hay portugue-
ses en las sastrerías y te hagas poner en lista!
V
ONQUE resulta, entonces, que
vos no sos colla sino una mi-
serable falsificación?... La gran
perra!... Y pague uno impues-
tos y sacrifiqúese trabajando, pa que le suce-
dan estas cosas nada menos qu'en una ciudá
civilizada... Querés ver de que llamo el vigi-
lante?...
— Orst... Y sabe que es ocurrencia?...
Acaso yo l'he dicho que soy colla ni que no
soy?... Usté me ha llamao pa que le venda
polvitos p'al amor y l'he dicho que no tengo
sino bálsamo católico, habas tongas y pepitas
de quina-quina... Qué más quiere?
— Hijo'é perra!... Aura me venís con esas.
258 FRAY MOCHO

no?... Espérate... Ya te v'y a'cer ver que aquí


no'stás entre gringos...
— Pero, digamé, señor...
— Nada!... A ver?... A'nde tenes la pa-
tente?...
— Patent'é colla... Esto sí qu'es lindo...
Mira... en la que m'he metido!... Vea...
señor!... Atienda! Yo soy criollo de aquí,
¿sabe?... M'he criao en casa'é los Palmarini,
en la call'e San José y siempr'he sabido tra-
bajar d'elemento eletoral!... así... pa'sistir á
las manifestaciones ó pa fundar algunos
clus... pero aur'ha cambiao la cosa y pa ver
de remediarme le pedí el traje á un amigo
que ha dentrao al cajoncito y aquí me tiene
rodando . . .
— Que ha dentrao al cajoncito, tu amigo?...
Y qué diablos es eso, che?... Sabes que m'in-
teresás?
— No sabe?... Pucha... ¿ve?... Eso sí que
no lo creo... Si ustedes son más corsarios los
de la municipalidá, que no se les va ni el aire
sin que le metan el sello!... Mire!... Mi amigo
ha dentrao de turco y anda con el cajoncito
vendiendo la merchería...
CUADROS DE LA CIUDAD 259

— Ah! Ah!... Es decir que aura hasta los


turcos son criollos y que ustedes se le aga-
chan álo que caiga?

— Y sino, señor?... Antes, siquiera los po-


bres teníamos algún recurso con el cuento'é
las eleciones y á veces hasta nos caían con
alguna comilona... pero, aura, Roca no pre-
260 FRAY MOCHO

cisa de nadies pa fabricar ios pasteles y lias-


ta se chupa los dedos pa no perder la gra-
sita...
— A ver... clie... bajá la prima y no te vas
á pasar... Mira que soy del partido...
— Orst!... Y yo?... Se ere que a'nqueande
de colla no he sabido hacerme ver ? . . . Mire !. ..
Busqu'en la lista'el comercio que le osequió
una medalla cuando subió á'presidente y, allá
así como á la mita, v'hallar que Antonio Ca-
rreño, que soy yo para servirle, figura con
cinco pesos...
— Pucha qu'eras entusiasta...
— Yo?... Ya lo creo!... Me recuerdo que
una noche aquel doctor Igarzábal que for-
maba el comité, pues yo entonces me ocu-
paba de ausiliar de zanagoria, me mandó bus-
car al circo y alcanzándome un pesito, me
dijo: "pa que bebas una copa y sepas que
figuras en clase de comerciante... " Claro... Ya
se pued'imaginar el viva que largaría...
— Y nunca vas á lo'é Roca?... Por qué no
te le acercas?... Mira!... Si yo no fuese ins-
pector, ¿sabes?, y me hallas'en tu pellejo...
yo le hacía un'atropellada...
CUADROS Dt LA CIUDAD 261

— Sabe que tiene razón? Mañana me voy


averio!... Tal vez que si necesita, me haga
colla verdadero, ¿no le parece, señor?...
Quien diablos v'a'cer aquí las cosas qu'el
sabe hacer... así.... sin rairse y mirando,
como quien mira p'al cielo?

!
J
^
Í^Sá
ombre!... Me venís como á un
veintiocho un tres, jugando á
la treinta y una... exclamó mi
pariente don Emeterio al ver-
me entrar al clásico café de la Recova, en que
hacen su tertulia desde 1874, varios criollos
amigos, que después de darse una vuelta por
la casa de gobierno y por la aduana, en busca
de mentiras y de embrollas, ó por el palacio
del congreso, donde se saturan de oratoria
parlamentaria, acostumbran echar su truquito,
levemente interesado con un modesto coñac...
Casualmente les estaba queriendo probar á
éstos, aura que no hay sesión en diputados
por la consabida falta de número, que á est'i-
taliano Barzini que nos ha pegao una felpiada
266 FRAY MOCHO

desde su tierra, disparándose de aquí como


perro que ha robao sebo, le debíamos levan-
tar un'estatua ó mandarle una pensión...
¿Qué te parece á vos... com'hombre del ofi-
cio?
— Eso no es argumentar, che ... El señor,
que puede ser muy buena persona...
— Permitime, che... El señor es sobrino
mío... hijo de mi prima Margarita, ¿te acor-
dás?... que supo vivir frente á tu casa, en la
plaza Monserrá...
— Perfectamente!... El señor, como decía,
puede ser muy buena persona y más sobrino
tuyo que ios hijos de tu hermano, pero eso
no quiere decir que ese gringuito, esté auto-
rizado pa cairnos como a'jenos, cuando ni si-
quiera nos conoce... No le parece, amigo?...
Pues linda estaría la patria, si cada vapor que
llegase nos trajese güespes d'esa clase, que
sin saber bien ni ande tienen las narices nos
agarrasen á guascazo... Qué dirían en Italia
si el señor... pinto el caso... llegase una ma-
ñana yá la tarde los pusiera mormosos al
rey, al papa y á todos los jueces y magis-
traos?... No dirían en italiano lo que nos-
CUADROS DE LA CIUDAD 267

otros decimos en criollo?... Es un macania-


dor que no tiene madre viva?... Oh!... Lo
qu'es razón es razón... che... y no tiene
vuelta!
— Ve?... Por la tuya, cualquiera conoce la
figura de todos los criollos, con mil demo-

nios!... Pura espuma como el chajá! Me vas


á decir que aquí tenemos justicia, ni adminis-
tración, ninada que valga un pito?... No em-
bromes, hombre, y acordate de que todos
nos conocemos... Mira... La verdá no tiene
patria, ¿sabes?... y todo eso que dicen de
268 FRAY MOCHO

nosotros es verdá... ni a'nque te pique!... Y


aura venime con tu divorcio y tus leyes con-
tra el juego... Purito papel pintao!
— Y también vas a'tacar el divorcio y el
proyecto de Várela?... Bueno!... ¿sabes?...
A'nque seas el tío del señor y todo lo que
queras, yo te digo que tenes una lengua vipe-
rina yque si te mordés comiendo, van á can-
tar las lechuzas sobr'el techo de tu casa!
— Y quiénes son esos legisladores, que no
han estudiao en ninguna parte, pa meters'en
tales honduras, che?... Claro que los v'y a'ta-
car!... Lo que quieren es nombrarlo tutor de
los matrimonios y hasta de los gustos de uno,
al presidente'e la república... La gran perra!...
Aura v'a resultar que uno ya no v'ha poder
ni peliarse con la mujer si no es del partido
é Roca y que pa jugar sus pesos v'haber que
sacar permiso quizás en papel sellao y con
firma de abogado... La pucha con la liberta,
que se nos va enflaqueciendo, che!... Vos
eres; tal vez, que las leyes se pueden andar
haciendo como se hacen pelotillas... así no
más... por afición? Mira divorcio en esta tie-
rra, a'nde á las doce del día lo agarran á Juan
CUADROS DE LA CIUDAD 269

Demetrio Pinero en la misma esquina de Ar-


tes yCangallo y le quitan la cartera y eso
con ser qu'es nada menos qu'el hermano
del médico é don Bartolo!... No m'embro-
més, che!... Mejor sería que arreglasen la
policía, ¿sabes?, y qu'hiciesenlo que pu-
dieran por la riña, pa que los patos chile-
nos no nos limpien el comedero, ni los
ladrones se metan á las iglesias á robarse
hasta las velas...
— Pucha que sos arruinao, che!... Conque
aura querés que la policía conozc'a los ladro-
nes de las iglesias, cuando ni los mismos san-
tos han podido conocerlos?. . . Por qué no pe-
dís también que te nombren senador en lugar
de don Bartolo ó que te manden á Roma en
vez de mandarlo á Wilde p'acerlo rabiar al
papa y que el General Roca se tenga por mozo
diablo?... Vea, amigo, su parient'es como las
butifarras, que cuanti más viejas son, van
siendo más indigestas... Cuidenlón si lo quie-
ren conservar y dígale á la familia que y'ha
perdido la fuerza hasta para envidar el resto
y que lo encierren porque tal vez le haga
daño salir con tanta húmeda!
EN CONFIANZA ^3
STUVE á visitarl'á mi sobrina So-
_ A fía, que acab'e llegar d' Europa,
JL^ ^Ji y de allí me vine á verte, aun-
k=^^l que sabía que recibís los vier-
nes y corría el riejo de chasquiarme...
— Los viernes no son pa vos, che... que
sos de confianza... sino par'esas relaciones
de compromiso, ¿sabes?... como las de Ro-
dríguez, que son las del compañero de ofi-
cina que tiene Pedro ó Misiá Robustiana, la
señora de su jefe... ¿Y cómo llegó tu so-
brina?
— jLo más bien, che!... Han andao por
todo y trai unos cuentos, la pobrecita, qu'es
18
274 FRAY MOCHO

tan diabla, que son de perecers'e risa... Una


se pasa las horas oyéndole los apuros en que
anduvieron con la lengua... Así le decía yo:
"Bien hecho... porque no estudiastes cuando
andabas en la escuela.. ."
— Es lo mismo que yo le repito á mi Ro-
sita todos los días... Lé tus libros... Estu-
dia... que uno no sabe sino después lo que
le v'a suceder!...
— Me han dicho que se casa Rosita?... Así
se acordaron el otro día las de Tripasini en el
atrio de San Inacio ...
— Calíate, hija!... Si hemos estao con el
Jesús en la boca con semejante casamiento . . .
Figúrate que desde el corso é las flores nos
la visita un subteniente de artillería, pero de
donde va y se les antoj'á los generales del
congreso, presentar una ley prohibiendo á
los oficiales que se casen, á pretesto de que
si se morían les dejaban una pensión á las
mujeres...
— Mir'eso!... ¿Y qué querían que les de-
jasen entonces?
— ¡Ahí verás!... Eso mismo decíamos nos-
otros, pensando en qu'el noviasco se nos
CUADROS DE LA CIUDAD 275

iba'cer piedra quién sabe por cuantos años!...


Y, después, qué ventaja hay para una ma-
dr'en casar su hija con un militar y verla su-
friendo toda la vida con sus ausencias y con
ese caráter que saben tener y qu'es del oficio,
si no le qued'a una ni siquiera la esperanza de
la pensión?... ¡Claro!... Nos
dimos un susto bárbaro, hasta
que pasó todo y quedaron las
cosas como antes...
— Sin embargo, che... no se
fíen y apurensén... Esos del
congreso cuando empiezan á te-
mar con algo son como los lo-
cos y se van de un hilito como
lista é poncho... Fijate sino lo
que han hecho con las vírgenes
milagrosas. Han sacao la tarantela de no dejar
pasar año sin darle un'alguna provincia...
Esta vez le ha tocao á Salta...
— Han de ser puros pretestos para llevar-
les la plata haciendo que les dan limosna...
Si esos provincianos son como rastrillos,
che !. . .
— ¡Eso digo yo!... Cómo antes, cuando
276 FRAY MOCHO

las iglesias eran pobres, no había más virgen


que Nuestra Señora de Lujan y aura empie-
zan a'parecer estas otras... Dicen que la qu'está
de moda, vino acompañada del Señor de los
Milagros, entre un cajón que atravesó bo-
yando por todo el mar y que fué á llegar á
Salta y se acabaron las secas y los temblores
de tierra...
— ¿Qué me contás?... Pero tendrán el dia-
blo en el cuerpo esos descomúlgaos para in-
ventar semejantes picardías?... ¿Cómo van
a'ber llegao nadando á Salta qu'es una ciudá
que no tiene ni siquiera río en la orilla, como
nos lo ha dicho el suteniente que la festej'a
Rosita, qu'es precisamente de allí?
— Ah! Es salteño el novio?... Mira qué
suerte!... El marido de mi sobrina Sofía,
qu'es un verdadero santo, es también de allí
y no se ha visto hombre más bueno... A mí
me ha hecho traer un viso de seda, che...
que se para solo!... Pues volviendo al asunto
de las vírgenes, m'esplicaba un mocito el otro
día en casa de Misiá Paquita, que como Nues-
tra Señora de Lujan se quedó en el paraje
donde se halla el Santuario, negándose á se-^
CUADROS DE LA CIUDAD 277

guir viaje para Córdoba en el carro en que


la llevaban, los cordobeses de puro vengati-
vos le han urdido esta novela.
— Con razón la tierra se nos v'a volviendo
un bochinche, si ya no se respeta ni á las vír-
genes ylo que van á sacar los tales cordobe-
ses es que nos van á trair alguna desgracia
tremenda por andar mez-
clando álos santos en sus
intrigas !. . . Esos envene-
namientos de La Plata y
esos huracanes horribles
que han ocasionado tan-
tas muertes, no pueden ser sino castigo del
cielo !. . .
— Y ya lo creo !. . . Y todo es el afán del
lujo, che, y el deseo de aparentar y de lucir...
El domingo fui á la calle Florida á la hora
del desfile y todavía no vuelvo de mi asom-
bro al ver aquellos millones de coches atesta-
dos de muchachas y de señoras qu'eran una
luz por los brillantes que llevaban... Y qué
vestidos, che!... No veías sino seda y encaje
d'Inglaterra!... Sabes, sin ir más lejos, con
quienes m'encontré?... Con las de Cantero
278 FRAY MOCHO

que y'andan sangoloteandosé por todas par-


tes ydesparramando la herencia que les dejó
su padre... Si vieras el saludo que m'hicie-
ron!... Apenas fruncieron las narices y ni
movieron la cabeza... quizás por no ajar los
trapos que llevaban... Eran un mostrador de
mercería!
— Has de haber ido á pie ó en algún co-
che de morondanga... A mí me ha sucedido
lo mismo con las de Tableta... aquellas mu-
chachas que vivían antes aquí al lado... Como
aura las ponen en la vida social, les parece
deshonroso saludar á la plebe y se olvidan
de que su padre no salía de la confitería de la
bocacalle... á pesar de ser comandante!...
— Si lo he conocido mucho, che!... A la
hermana le llamaban El Ombú de San Nico-
lás, porque en su casa se guarecían todos los
pájaros de la parroquia... Vos lo has de ha-
ber conocido al padre también!... Era un
colchonero tuerto de la calle de Artes, que
nunca pudo bastiar derecho ningún colchón...
No me hables de él, que hast'aura me duelen
las costillas nada más que de recordarlo y si
las viese á las nietas metidas á gente, creo,
que me darían hasta calambres!...
MILICO VIEJO ^;,k
/
n~~^■\ o tan embrome, amigo, dijo el capi-
Churrasco atusándose con
J aire marcial el canoso bigote. . .
Esto de aura no es kepí, ni es
morrión, ni es nada! Todito es papel pintao y
redoble de tambor...!
— Yo no le digo que no, mi capitán... pero
ya se acabaron también aquellos oficialitos de
kepí sobre la oreja, jineteando sobre la chasca
enaceitada y de botita bordada con las armas
de la patria... Eso no puede negarse tam-
poco, porqu'es claro como la luz!... Los ofi-
ciales de hoy parecen europeos y cuand'uno
los ve, no tiembl'é que lo rajen de un ha-
chazo ó le rebajen las narices de un tiro.
282 FRAY MOCHO

como en aquellos tiempos de Maidonado y


de Ederra...
— Y pa qué se va tan lejos, che?... Acer-
qúese más al fogón y verá las cosas claras!...
Acaso yo le defiendo los milicos del Para-
guay ni de la guerra é los indios?... Esos,
che, no necesitan de que les hagan estatuas
ni les recuerden el nombre!... No ve qu'eran
criollos guasos, que a'nque peliaran como
héroes cuando les llegab'el turno, no sabían
ni siquiera acetar acensos si no los habían ga-
nado con la espada y la conciencia? No, che...
Esos ya tienen su pago con los sueldos que
les han dao y con la gloria é saber que agran-
daron la patria... ¿Qué bárbaros, no?...
A'n'de quiera que cayó una gota de su san-
gre ó quedaron sus güesos blanquiando, ha
brotao un pueblito ó un'estancia... pero eso
lo hacía cualquiera en aquellos tiempos... y
lo hacía de yapa no más!... Mira los de aura
qu'iban a'cer semejante barbaridá, ni peliar
hasta morir, pa dejar asentao el nombre a'n-
que fuera entre los indios! . . . Ellos han apren-
dido en la escuela materias muy diferentes y
á nosotros que fuimos tan inorantes, no nos
2S3
CUADROS DE LA CIUDAD

queda más recurso que mascar el freno con


fuerza y retorcernos d'envidia! Vea... Una
pirueta del más ruin de los bailarines que
haig'aura en un batallón... vale más que diez
campañas... y es muy justo! Ellos, los gua-
sos, sabían pelear á bola y lanza, porque no

tenían munición y había que defender el cue-


ro en las soledades de la Pampa... pero lo
hacían así, ala bruta no más... De a'n'de
iban á ser capaces de presentarse en un circo
pa'cerle competencia á los pruebistas, revo-
liand'una cañita pintad'é color de fierro...
— No me saque la cuestión de su terreno,
284 FRAY MOCHO

amigo teniente, hagam'el favor! El soldao


era'ntes un animal de carga que no tenía ni
derecho ni propiedades y que si le arrimaban
una paliza ó lo hacían trinar en las estacas,
tenía que conformarse y aguantar, porque
para eso era tropa... Aura, mire qué soldaos
los que tenemos!... Una muchachada linda,
culta, conocedora de sus deberes y que sabe
que al vestir el uniforme que le da la patria,
no lo hace para deprimirlo sino para enalte-
cerlo!... Hoy es un honor ser soldao y an-
tes era una desgracia!
— ¡Cómo no! Si en vez de andarles pren-
diendo luces á los chilenos, tuviéramos que
prenderles bala... ya verían la diferencia!...
Cada milico de aura sería un general que dis-
pondría batallas montando en pingo con la
colita de un dedo y adornao con cintitas
como pichicho faldero y cuando lo mandaran
á peliar, sacaría bien la cuenta y vería antes
de obedecer si no ib'aser un sacrificio al ñudo
que le metieran un tiro... Vea, amigo!... A
mí, a'nque yo sea de los de antes, me gusta
ver á los modernos y en el desfile del Campo
é Mayo, delant'e los chilenos me apronto pa
283
CUADROS DE LA CIUDAD

gozar lo que no puede figurarse... Mira,


qu'en tiempo é nosotros ib'haber ningún mi-
nistro la
é guerra capaz de hacer hast'é trompa
de órdenes pa que se salvara una evolución de
los cuerpos!... Cómo no!... El ministro sa-
bía'nde estaban los cuarteles, pa mandar á los
jefes de arrestaos en tropi-
lla, pero no se ocupaba en
enseñarles ni en andarles
haciendo su papel!... Hu-
biera querido verlo á Alsi-
na, á Roca, á Luis María
Campos, á Victorica, á La-
valle ó á Racedo, moline-
teando con la espada y co-
rriendo como ayudantes pa
quedar bien con los miro-
nes haciéndoles gozar de
un desfile como tabla... qu'en idioma militar
es como decir balurdo!
— Y usté ere que no vale la pena dejar á
un lao la fachenda y la prosopopeya de un
ministro para hacer qu'el ejército haga una
linda figura?
— Cómo no!... Pa que se luciese más,
286 FRAY MOCHO

hasta se podían formar escuadrones de mi-


nistros de la guerra mandaos por presidentes
de la república y enseñarles á bailar lanceros
en caballos maistros y á cantar el himno na-
cional pa que de paso se recriaran los aficio-
naos á la música!... Mire, amigo... ¿sabe
una cosa?... Si estos chilenos que nos han
visitao, son hombres de juicio y que saben lo
qu'es ejército y milicia, se deben estar riendo
de nosotros á mandíbula batiente... y pen-
sando que como bailarines, nuestros milicos
son un desastre y como milicos... no te digo
nada por no darte que sentir.
— Pero, amigo!... Quiere espectáculo más
bonito que el juego del zendado que hizo la
caballería en el carrousel organizado por la
Sociedad Hípica y cuadros más novedosos
que las evoluciones del Campo é Mayo, en
que desfilarán con ropa nuevita, escuadrones
de coroneles, de comandantes, de mayores,
de capitanes, de tenientes, de alféreces y luego
de tropa por orden de jerarquía?... Eso es
una invención de nosotros que no se le ha-
bría ocurrido ni al mismo Napoleón! A
qu'eso no lo han visto los chilenos ni en Eu-
ropa?
CUADROS DE LA CIUDAD 287

— Sabe, amigo, lo que á mí me da rabia?...


La diferencia que hay entr'el ejército y l'ar-
mada!... Los marinos no han baiiao ni si-
quiera un schotis con quebrada!... Es una
iniquidá mostrar un adelanto tan grande en
el ejército y un atraso tan monumental en la
marina y m'extraña qu'el presidente no adote
alguna medida pa que no vuelva á ocurrir
semejante barbaridá... Los marinos debieron
por lo menos bailar una mazurquita en algún
tiatro como el Politeama pa que los viera
más gente y la mejor sociedá!...
— Pero sabe que son mordaces los milicos
del tiempo viejo, aunque no sean bailarines
ni pruebistas, amigo capitán?
— No crea, amigo i.. . Lo que hay es que
nos duele mirar tan por el suelo la gloria de
nuestro tiempo y que no haiga nadie que la
salg'á levantar... de miedo é pasar por
guaso !. . .
19
I amigo exclamó exasperado mi-
rando las botellas que traía el
Jl mozo del café:
— Que se vayan al diablo
todos los falsificadores y con ellos el ministro
de hacienda y el presidente de la república...
oye... Esto se lo dice Robustiano Quiñones,
que no tiene pelos en la lengua y que gracias
á Dios se precia de saber hacer un San Mar-
tín como la gente y de no beber estos breba-
jes infames conque ahora se envenena al pú-
blico ámansalva!
Y luego bajando el tono, como arrepen-
tido de sus excesos oratorios, agregó:
— La ginebrita no parece mala... pero
mezclada con ese bitter plebeyo, debe resal-
292 FRAV MOCHO

tar una verdadera canallada... una cañifla in-


fame!
— Tómela sola, entonces, compañero...
— ¿Yo?... Pues no faltaría más... Nos-
otros, los de mi casa, no tomamos jamás la
ginebra sola, compañero, porque nos han di-
cho que es mala para el reumatismo!... Vea!...
che... mozo! Hágame el San Martín á la por-
tuguesa... ¿sabe?... Bueno!... Yo lo voy á
dirigir... Eche la ginebra!... Siga no más...
siga sin miedo hasta que se llene el vaso...
Bueno! Venga ahora el aperital y échele des-
pacito cinco gotas chicas y dos más grandes...
Eso es!
Cuando concluyó don Robustiano la deli-
cada operación que dirigía y que no era otra
que prepararse disimuladamente un medio
litro de ginebra, me dijo chasqueando la
lengua:
— Qué hombres los portugueses, amigo!
Ellos, con cinco gotitas de bitter, le preparan
á usted un verdadero néctar, delicioso y eco-
nómico!. . Amí me enseñó la receta el jefe
de mi oficina, cuando estaba empleado en el
correo... Ese era hombre tigre, che, y que
CUADROS DE LA CIUDAD 293

sabía vivir, como decía mi mujer... Cuando


vinieron los brasileros, ¿se acuerda?, me pro-
puso ámí que diéramos un baile en casa para
festejarlos y con veinticinco pesos que saca-
mos de subscrición entre varios amigos y su
ingenio puso una mesa en que no faltaba el

marrasquino para las señoras de paladar deli-


cado... Los brasileros no concurrieron á la
fiesta porque tuvieron que asistir al baile del
Jockey Club, pero nosotros pasamos una no-
che de esas que no se empardan... y sé que
cuando volvieron á Río era el haber faltado
uno de los pesares que llevaban!... Y... á pro-
294 FRAY MOCHO

pósito... Sabe que vienen los chilenos á visitar-


nos? El país argentino, mi amigo, les debe
demostrar que los sentimientos de fraternidad
y de compañerismo, no son entre nuestro
pueblo pura faramalla y papel pintado, como
ocurre entre la gente de gobierno. Yo, por
mi parte, he resuelto darles una fiesta en casa,
como la que habrá en lo de Unzué y en lo de
Luis María Campos... ¿Qué le parece la idea?...
Mozo!... Vea!... El San Martincito este, se
está poniendo picantito... agregúele un poco
más de la maldita ginebrita esa!... Bueno!...
Y qué me dice del proyecto, compañero?...
— Me parece bien...
— Yo ya he hablado con varios amigos y
es con ellos que hemos resuelto invitarlo á
formar el comité de festejos... Están apala-
brados eltuerto García, el ñato Miguelín, Pi-
tuco yese mozo oriental que va todas las no-
ches ála confitería de la esquina de su casa y
que hace maravillas en el billar... uno bajito,
medio tartamudo...
— Lo conozco!... Pero es el caso, compa-
ñero, que yo estoy con enfermos en casa y
que el asunto es para largo . . .
CUADROS DE LA CIUDAD 295

— Y eso qué tiene?... Contribuya con su


cuota de diez pesos y cumpla con ia patria,
amigo, como le corresponde! Aquí, en estos
casos, es cuando se ven los hombres de en-
trañas de
y hígado, che... que aman la tierra
en que nacieron!... No se me niegue á la
subscripción, hágame el favor!... Mire que me
va á dar vergüenza de comunicarle al comité
que nada menos que un
criollo de su laya se ha
hecho el sordo á la voz
del patriotismo!
—Pero la cuota es muy
alta, don Robustiano!...
— Alta? Y con qué quiere hacer cantar un
ciego entonces?... No ve que hay que po-
ner una mesa y comprar un juego de sala y
otras chucherías?... Yo doy la casa, pero no
los implementos de que carezco... Después...
hay que poner coches, porque los chilenos
no van á ir á pie hasta la calle Castro Barros...
En fin, la cosa se hace bien ó no se hace!...
— Yo, amigo don Robustiano... lo tengo
que pensar! Vez pasada entré también en la
subscripción aquella del baile de los brasile-
296 FRAY MOCHO

ros de que me habló, ¿se acuerda?... Enton-


ces compramos también un jueguito de mue-
bles y...
— Ahora salimos con esas?... Y cree que
los muebles van á durar toda la vida...
— No digo eso... pero me acordé no más!
— A mí no me venga con agachadas, com-
pañeros!... Los muebles ahí están en casa,
todos comidos por la polilla, y sería una ver-
güenza presentarlos en el salón cuando vayan
los ilustres huéspedes... Es por eso y para
cumplir como la gente, que ahora ando
viendo á los amigos honorables y patriotas
que se quieren hacer ver y para los cuales no
sea un par de miserables pesos, asunto tan
esencial como el hígado ó las tripas... Dejé-
monos de roñas cuando se habla de la patria.
— No digo que no, don Robustiano...
pero cuando el hombre no puede...
— Ah! no puede!... Bueno!... Vea!... Esta
venida de los chilenos me va á servir para
liquidar muchas amistades que no sirven ni
para escupirlas... Vaya á juntarse con Roca,
con Pellegrini, con Tornquist, con Basualdo
y con toda la caterva de acopladores de cen-
CUADROS DE LA CILDAD 297

tavos que reniegan del nombre de argentinos


cuando llaman á formar en nombre de los
más caros intereses de la patria, y olvídese de
su amigo Robustiano Quiñones que felizmente
no es de su casta ni de su laya!
Y salió el patriota como si le hubiesen
puesto un cohete en los talones... probándome
que de todos los brebajes que venden en la
confitería, era el más económico el San Mar-
tín á la portuguesa, como él lo preparaba y
lo bebía!

!
S^íjESE, viejo... pero hágase el que
^'^' no mira, pa que no coceen . . .
Ha é ser triste la llegada á tie-
rra extraña, sentir que lo están
filiando, no?... Y de ande vendrán todos es-
tos?
— Parecen italianos por la cachorrada y los
paraguas... Ha visto? Un italiano podrá lle-
gar sin saco ú tal vez sin sombrero, pero de
fijo trai su paragüita abajo el brazo... A la
cuenta eren que aquí no vivimos sino mojaos
y se vienen prevenidos...
— Ese friolento, medio recortao, que es-
tá'hi junto á las canastras ha é ser el marido
d'esa grandota con trazas de capataza... ¿Qué
quiere apostar á qu'ese tiene almacén p'al año
302 FRAY MOCHO

que viene?... Vealó: tiene ojos de codicioso


y de aporriao por la mujer... Mire, amigo...
Sabe porqué se hacen ricos estos bichos?...
Pues es porque les obedecen á las mujeres,
que no saben sino juntar pesos y criar mu-
chachos... Cuando acuerdan son cincuenta
los que tiran p'al montón...
— Qué me va'decir, amigo! Vea. Vez pa-
sada dentré á trabajar en el rejuardo y conocí
en la fonda ande almorzaba un muchacho
lavaplatos qu'era la roña andando... ¿Quiere
crer que un buen día, ansí en silencio no más
y casi hasta sin lavarse la cara, salió com-
prando lacasa?... Qué le parece?
— Sería ligero p'al cuchillo el hombre y
encontraría carne blanda...
— No, señor! Era superior el muchacho...
Lo que hay es que había tenido un enjambre
d'hermanos y que á la madre le gustó la bo-
lada ylos metió á toditos en el asunto...
— V decir, amigo, que nosotros los criollos
que nos creemos tan vivos y tan civilizaos
no vamos sino reculando, no? Porque, mire,
cada barco d' estos que llega al puerto trai de
todo : ahí vienen maridos pa las hijas de fami-
CUADROS DE LA CIUDAD 303

lias ricas, patrones pa las casas de comercio,


estancieros que no sabrán lo qu'es un pingo
pero que harán galopiar la pionada, y sin fin
de pajarracos desplumaos que pronto se pon-
drán desconocidos!...

— Sin ir más lejos ahí tiene al finao mi


abuelo que dicen que era genovés. El hom-
bre llegó con lo puesto y se metió de albañil
ó qué sé yo, el hecho es que dejó platita, ca-
sas, terrenos y el diablo también, porque lo
dejó á mi padre que á los cinco años andaba
poco menos que atorrando, asigún me ha con-
tao mi madre... Yo he observao, amigo
304 FRAY MOCHO

qu'estos vienen y amontonan y se apuran,


pero después cain los hijos que se ocupan en
desparramar como con rabia...
— ¡Claro! Ahí tiene al de las canastras que
usté dijo, fíjese con los ojos que mira á la
ciudá... Parece que anduviese buscando las
casas que va'comprar y ya verá como las halla
y como todos esos pergenios que trai criando
lo ayudan á'montonar... Pero después va'ser
el baile que no veremos ni usté ni yo.
— Quién sabe!... Acuérdese de que los
criollos somos como los duraznos: nos con-
servamos en caña. Créame lo que le vi' a decir,
aunque parezca macana... Yo era más viejo
hace diez años que aura y más sonso tam-
bién. Me sabía venir aquí al puerto, ¿sabe á
qué?... á insultar á los inmigrantes que llega-
ban y ellos como no m'entendían le jugaban
risa. Después dentré á trabajar en la descarga
y poco á poco les fui tomando cariño, porque
cuanto más llegaban más pesitos embolsicá-
bamos nosotros y hasta llegué a'cordarme de
que mi abuelo también había sido d'ellos...
— Y ansina no más es la cosa, pues! El
hombre, amigo, juja de la vida asigún está
de comida... ¿no le parece?
29
IRÉ, che — me decía la otra no-
che el comandante González,
durante la fiesta conque cele-
brábamos laboda de parientes
comunes — su primo Nemesio es hombre de
puntería... Fíjese qué gentecita la que se ha
traído á presenciar su casamiento!... No se
ven sino entorchados, congresales y ban-
queros ylos parientes de él ó de la novia,
como usted y como yo, resultamos unos ver-
daderos porotos, caídos como por casualidad
en esta olla brillante en que se cocina la dicha
de un nuevo hogar argentino, como le dije
anoche á la pareja en el brindis que le eché...
¿se acuerda?
308 FRAY MOCHO

— Cómo no, comandante amigo!... Tengo


en el oído sus palabras tan sentidas y, ano-
che, cuando me estaba acostando, se las repe-
tía á mi mujer diciéndole precisamente que
no había conocido un militar que calzara más
altos puntos que usted como orador y que
me extrañaba que ya no ocupara una banca
en el congreso...
— Hombre!... Nada tendría de particular
y le prevengo que aunque usted lo diga por
broma, hay más de cuatro que dicen lo mismo
con verdadera seriedad... Dígame... Lo co-
noce al doctor Garrapata?... Bueno! Ese es
uno de ellos!... El domingo, sin ir más lejos,
estuvo á visitarme, pues Garrapata y yo somos
como chanchos desde chiquitos, habiendo
nacido casi el mismo día, nada menos que en
abril del 56...
— Cómo del 56?... Tenía el palpito de que
usted era de los del 6Q y hasta me parecía
haberlo leído así en aquella su autobiografía
que comenzaba con el párrafo magistral: "Mi
cuna no se meció bajo el techo de palacios
artesonados, sino en la modesta chacra de mi
abuelo, sexagenario á la sazón, á pesar de lia-
CUADROS DE LA CIUDAD 309

marse Juan Bautista y ser hijo de un honrado


matrimonio oriundo de Santander".
— La gran perra con el memorión!... Pero
esta vez está equivocado, compañero, y con-
funde lafecha de mi nacimiento con la de mi

entrada al ejército, á los trece años de edad,


hecho al cual atribuyo todas mis desventuras
en la carrera, pues el trece nunca me ha sido
propicio... Siempre me han tenido estancado,
ya sea porque los ministros de la guerra me
han juzgao elemento peligroso, como ocurre
ahora con Riccheri, que me está sentando el
310 FRAY MOCHO

nombre en la lista de ascensos que prepara, ó


ya por razones puramente literarias, como lo
declaró el general Victorica, que ahora forma
parte de la convención que organiza Roca por
debajo de cuerdas para lavarse las manos
como Pilatos en el amasijo presidencial, se-
gún la frase del coronel Descalzo, persona de
muy buen sentido, aunque de humildísimo
origen pues la madre fué cocinera de don Er-
gusto Rodríguez, aquel tendero viejo de la
esquina de Perú y Venezuela, frente por frente
de lo del finao Peroso, que murió cuando la
fiebre amarilla y á quien, con el apuro lo en-
terraron medio vivo; según las crónicas de
entonces, hecho que desmintió Héctor Várela
en una publicación, motivada por ciertos car-
gos velados contra la Comisión Popular...
— Vea, mi comandante... abandonemos la
historia y piano piano vamonos hasta aquella
salita donde se hallan los regalos... Me han
dicho entre la familia que Nicasio se ha hecho
ver.
— Déjeme, amigo, de regalos y de vanida-
des tontas !... Yo no soy de los que me exta-
sío delante de una vidriera mirando piedras
CUADROS DE LA CIUDAD 311

como le sucedió á la hija del general Casca-


bolas, á quien se le cayó la dentadura á fuerza
de abrir la boca, delante de una joyería de la
calle Florida, teniendo después que ir á recla-
marla en la policía, pues parece que la reco-
gió uno de los transeúntes, según lo declaró
el señor Cabello, que es un corredor rengo,
casado casualmente con una sobrina...
— Es que estos regalos debemos verlos,
mi comandante, siquiera para hablar de ellos
en familia, después!... Usted como tío de la
novia no se puede quedar así...
— Qué tío ni qué berengenas compañero...
La novia es sobrina tercera de la prima de
una cuñada de mi sobrina Carmencita, y si yo
he venido á la fiesta ha sido sencillamente por
ver si me lo pescaba á Roca ó á Pellegrini,
pues me sospechaba que su primo Nemesio,
se los hubiese enganchado como á tanto ala-
rife... Quería ver si les hablaba sin hablarles
de la que me está tramando el Ministro Ric-
cheri, contra quien los militares andamos albo-
rotadísimos. . Loque es yo no hablo mal to-
davía porque no sé si voy ó no voy en las
listas, pero si me llega á echar al bombo, le
312 FRAY MOCHO

garanto que va á ser de alquilar balcones


para oirme, porque yo, como me dijo el doc-
tor Garrapata, tengo más sangre de polemista
que de soldado y...
— Y por qué se anda por las ramas?...
Váyasele á Roca directamente, hombre... y há-
blele sin hablarle... con toda claridad! Por
ahora es mejor que pensemos en los regalos...
— Le prevengo que me los conozco de
memoria...
— Sabe que no me parecen muy católi-
cos?... Mucha caja y mucha etiqueta... pero
latita corrida no más!...
— No se aflija!... Ya verá en los diarios,
mañana, las listas interminables de los obse-
quios, adornados con los títulos más rimbom-
bantes... Vea!... Esos candeleros de bronce
que están en aquel estuche, se los regalé yo
en 1890 á mi compadre Pérez cuando se casó,
¿se acuerda?... Bueno!... Desde entonces an-
dan viajando de mano en mano y casi no ha
habido matrimonio en Buenos Aires que no
los haya recibido y se haya apresurado á des-
hacerse de ellos, pasándoselos á otro... Para
qué diablos sirven ahora los candeleros con
CUADROS DE LA CIUDAD 313

el gas y la luz eléctrica, sino para estorbo?...


Mire!... Lo que es eso, estoy seguro de que
me conocen y ni siquiera me les acerco de
miedo que me saluden ó me reprochen sus
andanzas... Ya los he hallado como diez veces
en la vida! Hay regalos de estos, que andan
en circulación desde hace veinticinco años y
me contó una señora de mi amistad, que co-
nocía cierta viuda á quien, en sus terceras
nupcias, le regalaron unos floreros con los
cuales ella había obsequiado á una amiga mu-
cho antes de celebrar su primera boda, que
fué precisamente con el mayor Rivademar,
hijo de Misia Petronita Bocafría, prima her-
mana del dueño.
— Sabe, amigo comandante, que sería una
novedad un libro escrito por usted con el cú-
mulo de noticias que conoce?... Le daría la
masita al mejor cinematógrafo.
— Como para libros ando yo, amigo... con
las cosas que nos suceden á los miembros de
la benemérita familia militar... Que no ve que
hasta hombres callados, como yo, se desbor-
dan y charlan hasta por los codos? Y cree que
lo hacemos por gusto ó por un prurito de
314 FRAY MOCHO

malevolencia?... No crea!... Lo hacemos por


hacer algo no más y para aliviarnos un poco
del fuego que nos devora... Vea! Yo me he
refugiado en los recuerdos históricos y con
ellos lo cañoneo al mundo á mi placer y aun
me parece poco... Lo lindo va á ser ahora,
cuando me convenza de que no voy en la lis-
ta!... Entonces sí, compañero, que voy á tra-
bajar para conquistarme la fama imperecedera
de malhablado y peor pensado!... Le garanto
que no me he de ocupar de los regalos que se
pasan de mano en mano en los casamientos
y que he de afilar la espada...
— Se hará microbio patógeno... entonces?
— El pato es bicho inofensivo, á menos
que uno no lo coma medio crudo... Yo nece-
sito ser algo que no erre, amigo!... Una cosa
así como el microbio de la bubónica ó del
cólera, que no deje títere con cabeza.
— Hágase motorman de tramway eléctrico,
entonces!... Con ese oficio y un poco de con-
versación, mi comandante, se deja usted peti-
citas las siete plagas de Egipto!
ÍNDICE

Prólogo 5
Alvarez íntimo ■ 13
Entre el recado y la silla 23
En familia 31
A la hora del té 39
Centenarios de hojalata 47
Pechadores . 55
Del mismo pelo , . 65
Qué suerte pa las de Miguens! 71
Siempre amigo 79
¡El pobre amigo! 89
Flirt 99
Los tiempos de aura , . 107
Patriotismo... y caldo gordo 115
Cuatrerismo vivito! 125
Entre yo y mi perro 133
De vuelta del Paraguay ~ . . 143
Frente á frente 151
Entre gentes de confianza 159
De Baquet'a Sacatrapo 167
Después del recibo 175
Viva Chile... y siga el baile! 183
El cazador de tigres 193
Nobleza del pago 203
Entre rentistas 213
Confidencias 219
La economía es la madre de la riqueza 227
pAas.

Mi primo Sebastián 237


En familia 247
Callejera 255
El Café de la Recova 263
En confianza 271
Milico viejo 279
Robustiano Quiñones ... . 289
La bienvenida , . 299
Regalo de boda ... 305

!
UNIÓN Editorial aisPÁN04MERiCANA
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Bernardo de Irigoyen, 913

BARCELONA - AUBER Y PLA


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Sección de EDICIONES LITERARIAS

Biblioteca Excelsior.— Biblioteca selecta com-


puesta de obras literarias de toda clase, debidas a
la pluma de los más reputados autores españoles y
americanos.

OBRAS PUBLICADAS

Jacinto Benavente . Cartas de mujeres


Óscar WILDE Salomé (traduc. J. Pena
Miguel Sarmiento . . Al largo
Ramón D. Peres . . . Bocetos ingleses
Amichatis Carne de mujer
Fray Mocho .... Cuadros de la Ciudad
y. S. Alvarez
EN PRENSA

Hugo de Hofmannsthal . Elektra


Traducción de Eduardo
Marquina y Joaquín Pena

EN PREPARACIÓN

Alejandro Sux. . . . Cuentos de América

Fray Mocho Del arrabal


y. 5. Alvarez

Eugenio d'Ors .... La Bien Plantada


(Traducción de R. Marquina
Fray Mocho Vida campera
/. S. Alvarez

Viajes Artísticos ALREDEDOR DEL MUNDO

Magnífica colección de tomos en los cuales


Olegario Junyent hace desfilar ante nuestros ojos
las magnificencias de los países que ha visitado.

EGIPTO - INDIA - JAPÓN, etc.


cada tomo con 150 grabados en negro, cuatro en
color y una tricromía. .1
Vale encuadernado a la inglesa Pías. O OÜ
mi
r.v ,5Í i

^
i
P'* Álvarez, José Sixto
7797 Cuadros de la ciudad
A57C77
:»f 1906

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