Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
0% encontró este documento útil (0 votos)
19 vistas4 páginas

El Consulado de C-Sar

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 4

4.

Roma republicana
Jaczynowska, M. (1976): Zur sozial- und wirtschaftsgeschichte der späten römischen
Republik, H. Schneider (ed.), Darmstadt, pp. 214-236.
Jonkers, E. J. (1963): Social and Economic Commentary on Cicero’s De Lege Agraria
Orationes Tres, Leiden.
Kaplan, A. (1968): Catiline, the Man and his Role in the Roman Revolution, Nueva
York.
Kumaniecki, K. (1972): Cicerone e la crisi della Repubblica Romana, Roma.
Manni, E. (1969): Lucio Sergio Catilina, Palermo (2.ª ed.).
Radke, G. (ed.) (1968): Cicero, ein Mensch seiner Zeit, Darmstadt.
Schäffer, C. A. (1963): Catiline and Clodius. A Social Approach to the Two Practitio-
ners of Civil Violence in the Late Roman Republic, Minneapolis.
Shackleton Bailey, D. R. (1971): Cicero, Londres.
Smith, R. E. (1966): Cicero the Statesman, Cambridge.
Stockton, D. (1970): Cicero. A Political Biography, Londres.
Utcenko, S. L. (1975): Cicerone e il suo tempo, Roma (trad. del ruso).
Waters, K. H. (1970): «Cicero, Sallust and Catiline», Historia 19, pp. 195-215.
Wiedemann, T. (1994): Cicero and the End of the Roman Republic, Bristol.
Yavetz, S. (1958): «The Living Conditions of the Urban Plebs in Republican Rome»,
Latomus 17, pp. 500-517.
— (1963): «The Failure of Catiline’s Conspiracy», Historia 12, pp. 485-499.
— (1969): Recherches sur les structures sociales dans l’Antiquité classique, París,
pp. 134-157.

22. El consulado de César


Cayo Julio César alcanzó el consulado el año 59 a.C. El hecho fue de especial
trascendencia para el futuro de la República. Y ello porque de inmediato se-
llaron un pacto de mutua ayuda y colaboración tres políticos romanos de eda-
des varias, aportando cado uno prestigio, dinero y clientelas diversas y en
cantidad variada: César, Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso. Los dos
primeros salían con ello del atolladero político en el que sus enemigos pre-
tendían o los habían puesto, el tercero volvía a figurar en un primer plano de
la política. El pacto, que nunca asumió una formulación institucional, se co-
noce en la historia como el «Primer Triunvirato», aunque para algunos de sus
detractores contemporáneos no era otra cosa sino «un mónstruo con tres ca-
bezas».

El treinta de abril, tras cenar e ir ya a dormir, se me entregó la carta en la que escribes sobre
el territorio Campano. ¿Qué quieres? En un primer momento me compungí de tal modo
que me desvelé, aunque más por lo que pensé que por el daño; a mi pensamiento concu-
rrían las siguientes ideas. En primer lugar, de aquello que había escrito en una carta ante-
rior, que tú habías oído a un amigo que se iba a proponer algo que nadie desaprobaba, algo
que yo había temido mucho; precisamente esto no me parecía de esa clase. Después, preci-

111
Luis García Moreno
samente para consolarme yo mismo, que toda expectativa de entrega de tierras parece que
se ha desviado al territorio Campano, y ese territorio, a razón de diez yugadas, no puede
sostener a más de cinco mil personas; la restante multitud necesita que se confisque de
otros sitios. Además, si hay alguna cosa que pueda encender más vehementemente los áni-
mos de los honrados, que ya veo conmovidos, ésta es sin duda, y sobre todo porque, elimi-
nados los portazgos de Italia, dividido el territorio Campano, ¿qué tributo interno queda,
salvo la vigésima13? Y ésta me parece que desaparecerá con un solo griterío mitinero de
nuestros lacayos. Ciertamente ignoro en qué piensa nuestro amigo Gneo:

Pues aún sopla, y con gaitas no pequeñas,


pero resopla furioso sin la restricción de un tapabocas,

y sin duda él podría incluso proponerlo. Pues hasta ha dicho los siguientes sofismas: «Que
aprueba las leyes de César, que éste en persona debe defenderlas; que la ley agraria no le
parece mal, que le es totalmente indiferente si se pudiera presentar un veto; que le parece
bien que se haga algo respecto del rey Alejandrino, que no debe ir investigado si Bíbulo
observa o no, el cielo; que respecto de los publicanos ha querido estar a bien con ese esta-
mento, que él no podía adivinar qué pasaría si Bíbulo bajase al foro». Mas ahora, mi
Sampsiceramo, ¿qué me dices? ¿Que tú nos has constituido un impuesto en el monte Anti-
líbano, y has quitado el del territorio Campano? ¿Y qué? ¿De qué modo lo obtendrá? «Os
tendré», dice, «presionados con el ejército de César». ¡Por Hércules! Tú no lo harás con-
migo tanto con ese ejército como con las almas desagradecidas de los honrados, que nunca
me dieron la menor recompensa o las gracias no sólo en forma de regalos sino que ni si-
quiera de palabras.

(Cicerón, Ad Atticum, II, 16, 1-2)

El consulado de César el año 59 a.C. estuvo dedicado a la consecución de los


objetivos y mutuas ventajas que estaban en la base de la formación poco des-
pués de las elecciones consulares de lo que equívocamente se conoce como
Primer Triunvirato, y que no fue otra cosa que un pacto privado entre los tres
líderes políticos entonces más importantes: C. Julio César, M. Licinio Craso
y C. Pompeyo Magno.
Julio César había obtenido un resonante éxito electoral, pero Catón el
Menor y sus aliados de la factio senatorial estaban decididos a imposibilitarle
cualquier acción política que redundara en poder y prestigio para el cónsul.
Y a tal fin habían predeterminado como «provincia» del nuevo cónsul el cui-
dado de las calles y los bosques de Italia, sin ningún poder militar. Es más, su
colega en el consulado, M. Calpurnio Bíbulo, era su enemigo y estaba aliado
con Catón y los suyos. En esta situación César no tenía otra salida que esta-
blecer una alianza con los dos grandes líderes políticos del momento que tam-
bién compartían la enemistad de Catón y su grupo en el Senado: Pompeyo y

13
Se trata de la tasa del 5% sobre las manumisiones de esclavos.

112
4. Roma republicana
Craso. A la alianza Pompeyo aportaba sus clientelas militares y provincia-
les, Craso sus riquezas y su influencia entre los senadores de los municipios
itálicos, y César su popularitas14 y su consulado. Los tres proyectaron copar
al máximo honores y magistraturas, y asegurarse la colaboración de leales tri-
bunos para la aprobación de leyes y la lucha contra sus enemigos comunes.
Para satisfacer las exigencias de los soldados veteranos de Pompeyo, Cé-
sar propuso muy pronto una nueva ley agraria, que recogía lo esencial de las
abortadas propuestas Servilia del año 63 (véase el texto 4, 21) y Flavia del 60.
Presentada en un primer momento de forma tradicional y moderada ante el
Senado, la propuesta de César incluía la distribución de tierra pública, con la
excepción del ager Campanus, en Italia y la compra de tierras por el Estado a
vendedores voluntarios con el botín conseguido por Pompeyo en Oriente y
los tributos de las nuevas provincias orientales (en la carta, Cicerón alude al
reciente impuesto establecido sobre el Antilíbano, en la provincia de Siria).
Para la realización de tal reforma agraria se constituiría una comisión de vein-
te hombres; los nuevos lotes tendrían carácter de propiedad inalienable por
veinte años. Pero, aunque la ley y el procedimiento eran moderados, Catón y
su grupo opusieron fiera resistencia en el Senado. César y sus aliados se vie-
ron así obligados a pasarla directamente a los comicios movilizando para ello
a los veteranos de Pompeyo. La oposición senatorial hubo de ceder ante tal
despliegue de fuerzas, aunque el cónsul Bíbulo mantuvo su nominal oposi-
ción invocando prohibiciones de carácter religioso, a las que alude Cicerón
en su carta. Pocos meses después César hacía aprobar, ya aparentemente sin
oposición, una medida complementaria: la partición del ager Campanus dan-
do preferencia también a los veteranos y a los padres de tres o más hijos. Pre-
cisamente la carta de Ático a Cicerón le comunicaba que tal medida acababa
de ser aprobada. En funcionamiento durante largo tiempo, la comisión ins-
taurada por la lex Iulia produjo efectos de importancia, a pesar del negativo
pronóstico de Cicerón en su carta: el asentamiento en Italia de unos 50.000
nuevos colonos propietarios.
Por otro lado los «triunviros» conseguirían por medio del tribuno cesaria-
no P. Vatinio la aprobación en bloque de los acta de Pompeyo en Oriente. En
beneficio de Craso se obtenía también la reducción de un tercio de la tasa de
arrendamiento a pagar por las poderosas sociedades de publicanos en Asia, a
lo que alude Cicerón en su carta de forma elusiva.
La carta de Cicerón a su amigo el riquísimo caballero Pomponio Ático
evidentemente rezuma su oposición a César y a los «triunviros». Precisamen-
te pro ello Cicerón en absoluto alude a otra de las medidas propuestas por Cé-
sar más importantes y que un hombre como él no tenía más remedio que
aprobar en teoría: una pormenorizada y extensa lex Iulia de repetundis contra
la corrupción y abusos sobre los provinciales por parte de los gobernadores
romanos, o en cualquier acto público, u otras dos leyes judiciales, con un pro-
14
Sobre el significado de este término véase el comentario al texto del capítulo 4, 14.

113
Luis García Moreno
pósito anticorrupción, propuestas por dos tribunos cesarianos, P. Vatinio y Q.
Fufio Celeno.
Aunque Cicerón se había retirado prudentemente a un segundo plano de
la política activa, no dejaba sin embargo de indicar cuál debía ser la vía a se-
guir para hacer explotar la alianza: hacer ver a Pompeyo que estaba saliendo
perjudicado, que su pasividad frente a la gloria y popularidad creciente de Cé-
sar no le favorecía. Ciertamente ésta sería la política que en los años sucesi-
vos seguirían Catón y su grupo, y con indudable éxito.
En fin, el rey alejandrino al que se alude es Tolomeo XII, llamado «el
Flautista» por su afición a tocar ese instrumento musical. Aunque gobernaba
en Egipto desde el año 80 a.C., sin embargo no había sido reconocido como
rey legítimo por Roma. Pues un hijo de Tolomeo X —destronado por el padre
del Flautista, su hermano Tolomeo IX— residía en Roma, donde contó en su
momento con el apoyo de Sila. En el año 59 a.C. César habría reconocido la
legitimidad del Flautista, que se convertiría así en un fiel cliente del romano.

Bibliografía

Texto

Cicerón: Ad Atticum, W. S. Watt (ed.), Scriptorum Classicorum Bibliotheca Oxonien-


sis; trad. de L. García Moreno.

Bibliografía temática

Bergemann, C. (1992): Politik und Religion in Spätrepublikanischen Rome, Sttutgart.


Brunt, P. A. (1971): Italian Manpower, Oxford.
Carcopino, J. (1974): Julio César. El proceso clásico de la concentración del poder,
Madrid.
Christ, C. (1979): Krise und Untergang der römischen Republik, Darmstadt.
Crook, J. A. y otros (1994): The Cambridge Ancient History IX, Cambridge (2.ª ed.).
Gelzer, M. (1960): Caesar, der Politiker und Staatsman, Wiesbaden (hay trad. ing.).
— (1969): Cicero. Ein biographischer Versuch, Wiesbaden.
Gruen, E. S. (1974): The Last Generation of the Roman Republic, Berkeley-Los An-
geles.
Guillén, J. (1981): Héroe de la libertad. Vida política de M.T. Cicerón, Salamanca.
Kumaniecki, K. (1972): Cicerone e la crisi della Repubblica Romana, Roma.
Meier, C. (1960): Historia 10, pp. 68-98.
Radke, F. G. (ed.) (1968): Cicero, ein Mensch seiner Zeit, Darmstadt.
Shackleton Bailey, D. R. (1971): Cicero, Londres.
Shatzman, I. (1971): Latomus 30, pp. 363-369.
Smith, R. E. (1966): Cicero the Statesman, Cambridge.

114

También podría gustarte