Una Navidad Blanca en Ecuador2
Una Navidad Blanca en Ecuador2
Una Navidad Blanca en Ecuador2
Al ser un misionero nuevo, estaba ansioso por ver cómo sería la Navidad en
Guayaquil, Ecuador, donde estaba sirviendo. Sabía que no íbamos a tener una
Navidad con nieve, como las que estaba acostumbrado a tener. Al pensar en
las cenas con pavo, en los regalos, luces y villancicos, empecé a echar de
menos las tradiciones navideñas con las que estaba familiarizado.
Mi compañero y yo sentíamos una urgencia renovada y una mayor
responsabilidad de predicar el Evangelio restaurado de Jesucristo para dar más
sentido a esa época de la Navidad.
Un día de diciembre nos detuvimos en el humilde hogar del señor Torres, donde
recibimos una cálida bienvenida. Nos dijo que llevaba ochos años aguardando y
orando por la verdad. Mi compañero y yo llevábamos dos meses pasando cada
día frente a su casa sin detenernos. El señor Torres dijo: “Siempre quise
detenerlos para preguntarles sobre su iglesia, pero caminaban tan rápido que
llegué a pensar que estaban demasiado ocupados para mí”. Sus oraciones
fueron contestadas y empezamos a enseñar al señor Torres y a su familia con
gran gozo.
El día de Navidad se aproximaba y, al acercarnos al hogar de los Torres,
teníamos muchas ganas de verlos y enseñarles la cuarta charla. Antes de
llamar a la puerta, vimos por la ventana una escena que conmovió nuestros
corazones.
Toda la familia irradiaba belleza con sus ojos amorosos, mejillas rosadas y
rostros amables que brillaban bajo la débil luz del cuarto. Al pie de un árbol, en
una mesa situada en un rincón, estaban las figuritas de un nacimiento en
miniatura que representaban una pequeña familia en un establo. Dos niñitas se
inclinaban sobre el hombro de su madre mientras ella les leía de un libro que le
habíamos dado: Principios del Evangelio. El hijo mayor, Víctor, de ocho años,
miraba con atención mientras su padre tocaba “Noche de luz” en un xilófono.
Víctor nos vio y corrió a saludarnos, y juntos cantamos “Noche de luz” en
español. Luego nos pidieron que la cantáramos en inglés, y después
nuevamente la cantamos todos juntos en español.
La hermana Torres nos dijo que antes de compartir nosotros el Evangelio con su
familia, no le apetecía celebrar la Navidad, pero ahora, las láminas de Cristo, la
música navideña y el nacimiento habían salido de los cajones donde habían
estado acumulando polvo durante los últimos tres años. Al haberles presentado
el mensaje del Evangelio, de nuevo habían empezado a sentir el verdadero
espíritu de la Navidad. Como siervos del Señor que testificamos en Su nombre,
habíamos ayudado a que Jesucristo volviera a tener importancia para esa
familia durante la época de Navidad.
La tercera semana de diciembre, la Navidad se hizo realidad para mí al
contemplar a los hermanos Torres y a su hijo Víctor, todos vestidos de blanco,
entrar en las aguas del bautismo y convertirse en miembros de La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Mi compañero se volvió hacia mí y
me susurró: “Después de todo, parece que ésta sí es una blanca Navidad”. No
habría podido pedir una Navidad más significativa.