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El Fortalecimiento

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El fortalecimiento del yo interior

El apóstol Pablo deseaba que el Señor concediera a los efesios “el ser
fortalecido con poder en el hombre interior por su Espíritu” De igual modo, el
programa básico de la Iglesia hoy día es el fortalecimiento del yo interior.
Nuestro objetivo es que todos sientan la seguridad, el amor y el cálido abrazo
del Evangelio. El Redentor divino nos ofrece la manera de lograrlo cuando
manda: “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y
con toda tu mente… Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Ansiamos edificar la fortaleza y el carácter moral interiores de los miembros de
la Iglesia en absoluta armonía con las siguientes declaraciones de los profetas
y apóstoles modernos: “Nuestro objetivo principal [es el establecimiento de]…
independencia, laboriosidad, ahorro y respeto propio”. Nuestro “verdadero
objetivo…, a largo plazo, es edificar el carácter de los miembros de la Iglesia…
rescatar lo más noble de su interior y hacer que florezca y dé fruto la riqueza
latente de su Espíritu, lo cual —después de todo— es la misión, el propósito y la
razón de ser de esta Iglesia”.
Nuestras prioridades
A fin de edificar esta fortaleza interior, tal vez al planear y realizar las
actividades de los programas locales de la Iglesia sea necesario cambiar el
orden de prioridad que les damos. Llevaremos a cabo la obra del Señor mucho
mejor si nos dejamos guiar por los principios revelados del Evangelio, en vez de
limitarnos a simplemente efectuar las actividades que se sugieren en los
manuales.
Al pensar en la forma de acercarnos, de dar participación y de servir a las
personas en forma individual, debemos tener siempre presentes, como si
estuvieran ante nosotros en una gran pantalla panorámica, los dos grandes
mandamientos del Salvador a todos Sus hijos: amar y servir a Dios, y amar y
servir a nuestro prójimo. Al planear las actividades, se debe comenzar
relacionándolas con las necesidades espirituales de los miembros, incluso el
facilitarles oportunidades para que presten servicio significativo a los demás y,
por propia elección, para que tomen parte en actividades apropiadas de
carácter cultural, educativo, recreativo y social aprobadas por los líderes del
sacerdocio. Debemos recordar que el éxito de determinada actividad no se
puede juzgar siempre por el número de personas que asistan a ella, sino más
bien por el efecto que surta en su vida. Debe existir la clara comprensión de
que los principios son más importantes que los programas y que la gente es
más importante que las organizaciones. Al buscar el fortalecimiento del
hombre interior mediante el Espíritu de Dios, intentamos enseñar principios y
pautas más que promover programas.

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