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Las Aventuras de La China Iron

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¿SE ACUERDAN DE “EL GAUCHO DE MARTÍN FIERRO”?

En 1872 se publica este poema narrativo. En esa historia, escrita en verso, un


gaucho es reclutado para luchar contra los indios, obligado a abandonar a su
familia y luego de servir a la Patria, se convierte en desertor, fugitivo y en
bandido fuera de la ley. Esta historia, que inaugura un canon literario (obras
clásicas), tiene todos los hitos de la masculinidad dominante o hegemónica: los
hombres que deben mostrar frente a otros hombres su fuerza, coraje, el control
de sus emociones, el control de su compañera (incluso el sometimiento sexual
de las mujeres), mostrarse viriles.

En el texto del Gaucho Martín Fierro hay escenas de borracheras, duelos con
armas y cuchillos, abandonos, engaños, violencias que refuerzan esta idea del
gaucho como referencia de masculinidad hegemónica.

En varios pasajes del poema hay demostración de fuerza entre los hombres, y
las mujeres ocupan un lugar marginal y sin voz en la narrativa. Un detalle no
menor de la época histórica y del propio relato, ¿no?

“LAS AVENTURAS DE LA CHINA IRON” (Novela de Gabriela Cabezón


Cámara).

La novela se llama Las aventuras de la China Iron, publicada en el año 2017, y


se trata de la historia de la mujer de Fierro, la China. La historia de la China es
como la de muchas otras mujeres pobres y de ámbitos rurales de finales del
siglo XIX, la casaron obligada a los 14 años, su padre la había apostado y
perdido en una partida de truco, fue madre antes de los 15 años de su pareja,
Fierro. En esta novela, la China relata en primera persona sus desventuras, sus
amores, sus pasiones, sus deseos, sus sueños, sus temores después de que
Fierro se va de la casa y ella emprende un viaje. ¿Sale a buscar a Fierro? En la
novela, la China sale a buscar un nuevo destino por un espacio geográfico que
todavía no es la Argentina como país, sin mucha claridad al principio del viaje,
dejándose llevar por lo que va descubriendo en lo que es su primera salida del
ámbito doméstico, es decir, su casa.
Me llamo China, Josephine Star Iron y Tararira ahora. De entonces conservo solo, y
traducido, el Fierro, que ni siquiera era mío, y el Star, que elegí cuando elegí a
Estreya. Llamar, no me llamaba: nací huérfana, ¿es eso posible?, como si me
hubieran dado a luz los pastitos de flores violetas que suavizaban la ferocidad de esa
pampa, pensaba yo cuando escuchaba el «como si te hubieran parido los yuyos» que
decía la que me crio, una negra enviudada más luego por el filo del cuchillo de la
bestia de Fierro, mi marido, que quizás no veía de borracho y lo mató por negro
nomás, porque podía, o quizás, y me gusta pensar esto aun de ese que era él, lo mató
para enviudarla a la Negra que me maltrató media infancia como si yo hubiera sido su
negra.

Fui su negra: la negra de una Negra media infancia y después, que fue muy pronto, fui
entregada al gaucho cantor en sagrado matrimonio. Yo creo que el Negro me perdió
en un truco con caña en la tapera que llamaban pulpería, y el cantor me quería ya, y
de tan niña que me vio, quiso contar con el permiso divino, un sacramento para tirarse
encima mío con la bendición de Dios. Me pesó Fierro, antes de cumplir 14 ya le había
dado dos hijos. Cuando se lo llevaron, y se llevaron a casi todos los hombres de ese
pobre caserío que no tenía ni iglesia, me quedé tan sola como habré estado de recién
parida (…)

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