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Las Parábolas

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Las Parábolas de Jesús

ORACIÓN

Jesús, te quiero dar gracias por tus parábolas.


Con un lenguaje tan llano y sencillo nos haces comprender las actitudes que hemos de tener para vivir con realismo y fidelidad la vida de cada
día.
Tienes razón cuando nos dices que hemos de aceptar que el trigo y la cizaña convivan en el mundo.
A nosotros nos gustaría que todo fuese bueno, bonito y fácil pero nos dices que el bien y el mal están mezclados porque siempre habrá los que
siembren la buena semilla del trigo y los que siembran la semilla del mal, la cizaña.
Nos invitas a ser prudentes a la hora de juzgar y más aun cuando queremos hacer desaparecer a las personas que creemos que son los
causantes del mal.
La vida, y mucho más las personas, es un misterio; correríamos el peligro de equivocarnos queriendo eliminar el mal, ya que podríamos
arrancar también el trigo.
Ayúdame a ser sensato y prudente discerniendo, sin juzgar a las personas; pero también valiente en la lucha por el bien. Amén

Más que temas de información y formación, las parábolas son guías de meditación, individual o comunitaria, que llevan a la transformación.

El género "parábola"

El término castellano "Parábola" que, lejanamente traduce al hebreo mashal, puede ir del símil al proverbio, enigma, símbolo, seudónimo,
motivo, ejemplo, ejemplo, refrán, comparación, adagio, chiste, dicho agudo, cuento corto, misterio, fábula, figura, ficción, alegoría, revelación,
argumentación, disculpa, objeción y metáfora.
En otras palabras, el mundo de la parábola bíblica abarca las áreas de la comparación, alegoría, ilustración y ejemplificación.
El Nuevo Testamento es "nuevo" por dar el mensaje definitivo de Dios a la humanidad en Jesús. El mismo es la gran PARÁBOLA DE DIOS en su
obra, palabra y vida.

Además, Jesús utilizó la parábola en su enseñanza. Al hacerlo, pretendía despertar:

actualizaciones de la verdad de Dios,


pistas de reflexión,
ilustraciones de una realidad,
enseñanzas moralizadoras,
compromisos para la vida práctica,
y motivaciones para ser, pensar, vivir y obrar.

La parábola pertenece al mundo de lo sapiencial, es decir: al de la sabiduría de la vida, hecha palabra y modelo. Por ello, no es una norma,
costumbre, historia o reporte, sino:
un consejo o advertencia qué tomar en cuenta (meditación);
una invitación y provocación a buscar respuestas (interpelación)
un símbolo por descubrir y con el cual sintonizar (enseñanza).
una verdad qué aprender a calibrar y comprobar (aceptación);

Estudio de las parábolas de Jesús

Toda lectura de la Sagrada Escritura debe seguir un método para ser provechosa y no sólo pasatiempo. El método que aquí se propone es
sencillo y sigue seis pasos:

1. Texto: leer primeramente el o los testimonios del o de los evangelios;


2. Contextos: examinar el entorno (antes, después, lenguaje, palabras, frases...);
3. Análisis: buscar pistas para la reflexión detenida del texto evangélico;
4. Sentido y mensaje: callar para permitir que el texto motive cambios de actitud;
5. Entrevista con Dios: formular preguntas directas de Dios a la persona (o comunidad) que pueden ser respondidas privada o públicamente
(comunitariamente);
6. Compromisos: no proponer recetas qué seguir, sino sólo sugerencias que ayuden a enderezar tanto comportamientos como actitudes y
acciones.

Más que temas que dan información y formación, las parábolas son unas guías de meditación, individual o comunitaria, que llevan a la
transformación.

Por ello, cada parábola puede trabajarse en forma de meditación personal o como sesión grupal de estudio, pero orientada al compromiso.

Las parábolas de Jesús

El catálogo siguiente de dichos, parábolas, comparaciones, ejemplos y alegorías:

- propone nuevos títulos para leeerlas con una perspectiva más consciente;
- sugiere un nuevo enfoque para cada ejeemplo de Jesús;
- induce al lector a asimilar estos texttos sin más compromiso que buscar el Reino de Dios propuesto por el Maestro;
- lleva al lector no sólo a leer,, sino a meditar, interiorizar y asimilar sus mensajes.

1. El médico y sus enfermos (Mc 2,17);


2. El esposo y sus compadres (Mc 2,18-20; Mt 9,15; Jn 3,29-30);
3. El sastre y el cantinero (Mc 2,21-22);
4. El hombre fuerte y el ladrón (Mc 3,27);
5. El sembrador (Mc 4,3-8; Mt 13,3-8; Lc 8,5-8);
6. El predicador y su auditorio (Mc 4,13-20; Mt 13,18-23; Lc 8,11-15)
7. El labrador paciente (Mc 4,26-29);
8. El jardinero confiado (Mc 4,30-32; Mt 13,31-32; Lc 13,18-19);
9. El hombre limpio (Mc 7,14-23; Mt 15,10-20)
10. Los discípulos atrevidos (Mc 8,34-38; Mt 16,24-28; Lc 9,23-27)
11. El niño inocente (Mc 9,35-37; Mt 18,1-5; Lc 9,46-48)
12. Los primeros y los últimos (Mc 10,31; Mt 19,30; 20,16; ; Lc 13,30)
13. El mago de los imposibles (Mc 11,22-23; Mt 17,20; 21,21)
14. Los viñadores perversos (Mc 12,1-11; Mt 21,33-44; Lc 20,9-18);
15. El hombre doble y equivocado (Mc 12,38-40; Mt 23,6-7; Lc 29,45-47);
16. El campesino sagaz (Mc 13,28-29; Mt 24,32-34; Lc 21,29-33);
17. Doña Sal y Doña Luz (Mt 5,13 -14);
18. El hombre y la vela (Mt 5,15-16);
19. El enojón y el ofensivo (Mt 5,22)
20. El donador verdadero (Mt5,23-24)
21. Los enemigos (Mt 5,25-26; Lc 5,58-59);
22. El hombre y la lámpara (Mt 6,22-23; Lc 11,34-36);
23. El trabajador con dos patrones (Mt 6,24; Lc 16,13);
24. El ciego y el lastimado (Mt 7,3-5; Lc 6,41-42);
25. El papá cuidadoso (Mt 7,9-11; Lc 11,11-13);
26. El recolector de fruta (Mt 7,16-20; Lc 6,43-44);
27. El hombre que supo escoger la entrada (Mt 7,13-14; Lc 13,24);
28. Los dos albañiles (Mt 7,24-27; Lc 6,47-49);
29. El patrón con pocos trabajadores (Mt 9,37-38; Lc 10,2)
30. Los niños y su juego (Mt 11,16-19, Lc 7,31-35);
31. El hombre y los espíritus dañinos (Mt 12,43; Lc 11,24-26);
32. El campesino y su enemigo (Mt 13,24-30);
33. La cocinera sabia (Mt 13,33; Lc 13,20-21);
34. El arqueólogo emprendedor (Mt 13,44);
35. El coleccionista arriesgado (Mt 13,47-48);
36. El pescador (Mt 13,47-48);
37. El jefe de familia (Mt 13,52);
38. El guardián (Mt 13,33-37; Lc 12,35-38);
39. El ciego guía (Mt 15,13-14);
40. Reyes y súbditos (Mt 17,25-26);
41. El escandaloso castigado (Mt 18,6-11)
42. El pastor auténtico (Mt 18,12-14; Lc 15,4-7);
43. El criado malcriado (Mt 18,23-35);
44. El rico y el camello (Mt 19,24)
45. El buen patrón (Mt 20,1-16);
46. Los hijos desiguales (Mt 21,28-32);
47. Los invitados a la fiesta (Mt 22,1-10; Lc 14,16-24);
48. El invitado descuidado (Mt 22,11-13);
49. El visitante intempestivo (Mt 24,27-28; Lc 17,23-24.37);
50. El ladrón (Mt 24,43-44; Lc 12,39-40);
51. El velador atento (Mt 24,45-51; Lc 12,42-46);
52. Las damas de compañía (Mt 25,1-13);
53. El prestamista y sus deudores (Mt 25,14-30; Lc 19-12-27);
54. El buen catador (Lc 5,39)
55. Los dos deudores (Lc 7,41-43);
56. El prójimo (Lc 10,30-37);
57. El vecino molesto (Lc 11,5-8);
58. El prepotente en acción (Lc 11,21-22)
59. El rico ambicioso (Lc 12,16-21);
60. El campesino y el tiempo (Lc 12,54-56);
61. El patrón y el jardinero (Lc 13,6-9);
62. El jefe de familia y las visitas inoportunas (Lc 13,24-30; [Cf. Mt 25,10-12]);
63. Cada invitado en su lugar (Lc 14,7-11);
64. El constructor y el guerrero (Lc 14,28-32);
65. La mujer y la moneda (Lc 15,8-10);
66. ¡Todo un papá! (Lc 15,11-32);
67. El empleado sagaz (Lc 16,1-8);
68. El rico y el pobre (Lc 16,19-31);
69. El asalariado (Lc 17,7-10);
70. El juez y la viuda (Lc 18,1-8);
71. El devoto y el hombre común (Lc 18,9-14);
72. El hombre espiritual (Jn 3,8);
73. El hombre celeste y el terrestre (Jn 3,31-34)
74. El vendedor de agua viva (Jn 4,13-14)
75. Los campesinos y la siega (Jn 4,35-38);
76. El hijo y el siervo (Jn 8,34-35);
77. El Señor del pan (Jn 6,35-51);
78. El caminante (Jn 8,12);
79. El ganadero y el intruso (Jn 10,1-5);
80. El guardián y el ladrón (Jn 10,7-10);
81. El pastor y el boyero (Jn 10,11-14);
82. El hombre que regaló su vida (Jn 10,17-18);
83. El vivo y el difunto (Jn 11,25-27);
84. El caminante (12,24);
85. El hombre es como el grano (Jn 12,24);
86. El anfitrión y sus huéspedes (Jn 13,4-15)
87. El patrón y el sirviente (Jn 13,16; 15,20)
88. El hombre que se volvió camino (Jn 14,6-7);
89. El viñador y la vid (Jn 15,1-11);
90. La mujer que da a luz (Jn 16,21-22)
91. El joven y el viejo (Jn 21,18-19)

Las parábolas de Jesús proponen cambios de conducta en forma sutil, sin imposiciones ni la preocupación de gustar o no, de ser aceptadas o
rechazadas, de motivar o alejar, de comprometer o de volver cínico a quien las escuche, lea o conozca.

El lector puede hace sus comentarios personales y sacar motivaciones sencillas:

revisando los títulos propuestoos atrás o buscando otros más pertinentes, incisivos y directos que los tradicionales;
explicando y comentando cada una de accuerdo a la vida y realidad actuales;
personalizando sus mensajes para que llas personas imiten en su propia vida el dinamismo del proyecto de Dios escondido en estos textos;
encontrando moralejas y orientaciones pastorales para hoy;
y buscando para sí y para los ddemás la interpelación que Jesús hacía a los oyentes judíos de su tiempo.

La serie propone muchos textos y cada uno debe ser tratado en forma independiente con la misma propuesta: "Haz a los demás lo que esperas
recibir de ellos" (Mt 7,12).
Las parábolas de Jesús:

1. Son un lenguaje en imágenes y un instrumento útil para expresarse, relacionarse e involucrarse en la vida de los demás, como Dios en la
nuestra;

2. Son también una proyección del ser humano, que dice lo que es y quiere, sus metas y aspiraciones, sus logros y fracasos, sus riquezas y
debilidades;

3. Son recursos con que los humanos recrean, trabajan y redimen al mundo en que ha sido colocados;

4. Son un vehículo para transmitir la verdad de Dios, no como regla, sino con la fluidez y belleza poética de la comparación y el proverbio, el
encanto de la motivación, el tino de la sugerencia y el alcance de la provocación que lleva al compromiso.

Jesús mismo es la gran PARÁBOLA DE DIOS que nos ha sido dicha no para saber más de Dios, sino para llegar a El; y la Biblia, un lenguaje
parabólico que nos permite intuir el misterio del Creador, del hombre y de las relaciones entre ambos.

Jesús se sirvió de parábolas para comunicar y realizar la salvación, es decir:


- para dar el mensaje de Dios en lenguajje, acción y sentimientos humanos;
- para ser comprendido inmediata, directa y concretamente;
- para mostrar que Dios quiere de verdad al ser humano y se encarna en sus valores y lenguaje, en su cultura y forma de percibir la verdad.

Los milagros de Jesús

¿Qué son? ¿dónde se encuentran en el evangelio?

El milagro es un hecho producido por una intervención especial de Dios, que escapa al orden de las causas naturales por Él establecidas y
destinado a un fin espiritual

Jesucristo hizo abundantes milagros

La vida de Jesucristo la resume el Apóstol San Pedro diciendo: «Pasó haciendo el bien» (Hch. 10, 38) Este bien no se limitó a la predicación de
una doctrina sublime y llena de luz, ni a la salvación de las almas, sino que hizo abundantes milagros curando enfermos, resucitando muertos,
multiplicando panes, procurando pesca abundante, convirtiendo el agua en vino, etc. Aunque Cristo no vino a quitar el dolor y la muerte del
mundo; sin embargo, estas curaciones prodigiosas y los milagros sobre la naturaleza los realizó como muestra de su inmenso amor a los
hombres y con un significado más alto que debemos estudiar.

En efecto, los milagros de Jesús son, ante todo, signos, señales, tanto de Quién es El, como de cuál es la misión que ha recibido de Dios.
Los Milagros son signos o señales

No son hechos solamente portentosos de un ser superior: Son manifestaciones de una realidad salvadera sobrenatural. Son las señales de que
ha llegado el Reino de los Cielos y de que Dios está con el que los hace. Son también señales de la transformación interior que se va a obrar en
los espíritus; de la conversión y del cambio de mente. A la vez, son señales del amor misericordioso de Dios por los hombres.

¿Qué es un milagro?

El milagro es «un hecho producido por una intervención especial de Dios, que escapa al orden de las causas naturales por El establecidas y
destinado a un fin espiritual» Es lógico que el Creador pueda actuar por encima de las leyes naturales creadas por El mismo, cuando esa
actuación no sea contradictoria. Dios no puede hacer que un círculo sea cuadrado o que lo frío sea a la vez caliente. Pero puede hacer que lo
frío se haga repentinamente caliente o que se suspenda por un tiempo la ley de la gravedad. Ahora bien, para realizar esa acción
extraordinaria, y tan poco habitual, debe existir un motivo.

El milagro pasa así a ser signo de algo que Dios quiere manifestar a los hombres. Los motivos por los que Dios otorga el poder de hacer
milagros al hombre son dos:

1º Para confirmar la verdad de lo que uno enseña, pues las cosas que exceden a la capacidad humana no pueden ser probadas con razones
humanas y necesitan serio con argumentos del poder divino.

2º Para mostrar la especial elección que Dios hace de un hombre. Así, viendo que ese hombre hace obras de Dios, se creerá que Dios está con
él.
Historicidad de los milagros

Los milagros son hechos históricos que tienen la misma historicidad que los propios evangelios. Es más, son una parte importante de la Buena
Nueva anunciada por los evangelistas.

Ha habido quienes negaron la autenticidad de los milagros basándose en que es imposible que puedan realizarse hechos en contra o por
encima de las leyes naturales. Esta afirmación parte de un prejuicio cerrado, que impide toda objetividad, y que consiste en negar o bien que
Dios existe, o bien que pueda actuar en la tierra. Es claro que el Creador puede actuar por encima de las leyes naturales que El ha hecho
cuando tiene un motivo importante. Este es el caso de los milagros evangélicos, que pretenden mostrar la divinidad de Cristo, y mover a la fe y
a la confianza.

Los relatos de los milagros son de una gran sencillez, lo cual no parece propio de unas historias inventadas. Tienen, en la mayoría de los casos,
una gran precisión de datos en cuanto a tiempo, lugar, etc. Algunos relatos son largos y detallados, pero otros muchos cuentan escuetamente
lo ocurrido, sin mostrar el menor interés por adornar los hechos.

Además, es sabido que los Apóstoles dieron su vida y abandonaron todo por ser fieles a la predicación del Evangelio. Sería incomprensible que
mintiesen o que se dejaran llevar por imaginaciones subjetivas, que hubieran sido rechazadas por los demás testigos de los hechos.

Otro dato de gran valor es que ninguno de los enemigos de Jesús dijo que no hacía milagros, sino al contrario, es uno de los motivos por los
que le persiguen: «los mismos sacerdotes y los fariseos decían: ¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales (milagros) Si le
dejamos que siga así, todos creerán en él» (Jn. 11, 47-48)

San Juan, en el capítulo 9, narra la curación de un ciego de nacimiento. Como todos los actos de Cristo, en éste se encierra un simbolismo,
además de que haga el bien a alguien que sufre. Devolver la vista a un ciego, además de un acto de amor, en este caso es también símbolo de
que Jesús es la luz, que vence a las tinieblas.

Los fariseos se cierran a la luz, pero como no pueden negar el hecho de la curación, reaccionan con insultos y echan de la sinagoga al ciego de
nacimiento curado por el milagro del Señor. Ellos eran los principales interesados en que no constase que Jesús realizaba hechos
extraordinarios, pero no podían negar la evidencia constatada, en algunos casos, por multitudes. La actitud de escribas y fariseos pone de
relieve también, que no basta con presenciar milagros para creer. Ellos no aceptaron a Jesús, no reconocieron que los milagros son, ante, todo,
las obras del Mesías. «Revelan quién es y descubren la misión que viene a cumplir y que es: establecer entre los hombres el Reino de los
Cielos» (B.p.1.i.c., t. 2, p. 39)

Pero, a pesar de todo eso, los fariseos no niegan la realidad de los milagros. Una prueba de esto la encontramos también en que le acusan de
que no observa el descanso sabático, por curar a un endemoniado, una mujer encorvado, etc., en sábado.

Quizá una de las manifestaciones más claras de que reconocen los hechos es que le acusan de que su poder de hacer prodigios no viene de
Dios, sino de Satanás. Jesús les contestará que eso es imposible porque: «si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo: ¿cómo
pues va a subsistir su reino?» (Mt. 12, 26)

Los apóstoles escucharon las enseñanzas de Jesús y presenciaron sus milagros. Luego les envía a hacer lo mismo que El: predicar la conversión
y confirmar la predicación con señales.

En efecto, los evangelios y el libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestran que Jesús comunicó a sus discípulos el poder de hacer
milagros. Los Apóstoles fueron elegidos, dice San Marcos, -para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios- (3, 14-15) San Mateo,
por su parte, dice que los Doce recorrieron los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

Esto se pone de manifiesto en diversas ocasiones, pero quizá tiene un especial relieve aquella en la que uno le trae a su hijo endemoniado y
dice que los discípulos no han podido curarte. Jesús curó al niño, haciendo salir de él el demonio. Los discípulos le preguntaron al Señor aparte:
«¿Cómo es que nosotros no hemos podido arrojarle? Díjoles: Por vuestra poca fe» (Mt. 17, 16)

Los discípulos realizan las misma obras que Jesús con el poder y la autoridad misma del Hijo de Dios. Este poder de los discípulos se reforzará
después de Pentecostés (cfr. Hechos de los Apóstoles) «Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca: Curad enfermos, resucitad
muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» (Mt. 10, 7-8).

Los milagros son el lenguaje de Dios

La naturaleza habla de la gloria de Dios. Para los ojos despiertos, que no están nublados por la rutina, toda la creación es un canto de alabanza
al Creador que pregona: Él nos ha hecho. La belleza del mundo es palabra hermosa que habla de Dios. Todo habla de Dios y de su esplendor de
gloria. Pero el milagro tiene un lenguaje especial. Es el lenguaje privado de Dios. Sólo Él puede emitir una palabra que vaya más allá de los
límites que ha querido establecer en la naturaleza. Los milagros hablan del amor omnipotente del eterno. Y Dios habla en Jesús con tantos
milagros que, al cabo de los tres años, casi se acostumbran a esa grandeza. Todos los milagros de Jesús son para el bien; nunca realiza ningún
milagro para castigar o hacer caer fuego del cielo sobre los injustos o los malhechores. Los que los observan, ven el dedo de Dios que señala:
mirad a mi Hijo. Los beneficiados se gozan. Los ciegos se llenan de alegría, al ver; los paralíticos saltan de gozo, y los leprosos estrenan nueva
convivencia al quedar limpios.

Es significativa la cantidad de milagros destinada a sanar las enfermedades. El dolor es un efecto del pecado de origen. Cristo, al vencer al
dolor, quiere demostrar que viene a vencer a su causa que es el pecado. No sana todas las enfermedades, sólo unas pocas, aunque sean
cientos. Porque el dolor se va a convertir en instrumento del amor más grande. Gran misterio el del dolor; pero mayor aún el del amor que, en
el dolor, no deja de querer. Jesús dará a conocer su mesianidad por medio de los milagros, pero cada milagro será un signo elocuente de lo
que viene a traer al mundo: una felicidad nueva, traída por un amor generoso y fuerte, que llega de lo Alto.

Conozcamos los milagros que Jesús realizó:

La boda de Caná. (Jn 2, 1-11)

En Caná y Cafarnaúm realiza algunos milagros. (Jn 4, 43-54)

La primera pesca milagrosa. (Lucas 5, 1-11)

El endemoniado en la sinagoga. (Mc 1, 21-28)

La suegra de Pedro. (Marcos 1, 29-39)

La curación del paralítico. (Mateo 9, 1-8)

Curación de dos ciegos y un endemoniado mudo. (Mateo 9, 27-31)

La curación del leproso. (Marcos 1, 40-45)

La resurrección del hijo de la viuda de Naím. (Lucas 7, 11-17)

La curación del paralítico de la piscina de Siloé. (San Juan 5, 1-3.5-16)

La tempestad calmada. (Marcos 4, 35-40)

El endemoniado de Gerasa (Marcos 5, 1-20)

La hija de Jairo y la hemorroísa. (Mc 5,21-43)

Primera multiplicación de los panes. (Juan 6, 5-13)

Otros milagros en la región de Tiro y Sidón. (Mateo 15, 21-28)

El demonio mudo y la fe. (Mc 9,14-29)

La curación del ciego de nacimiento. (Juan 9, 1- 41)

Jesús cura a una mujer en sábado. (Lucas 13, 10-17)


El ciego Bartimeo. (Marcos 10, 49 - 52)

La resurrección de Lázaro. (Jn 11, 1- 45)

La hipocresía intolerable

Meditación sobre la verdad y la hipocresía

Al leer el Evangelio nos encontramos con un Jesús todo bondad, que acoge a todos los pecadores, y que, sin embargo no tolera a unos
hombres con los cuales está en lucha frontal.

Son los fariseos y los escribas, a los que llama con una palabra que, desde Jesús, se ha convertido en uno de los vocablos más odiosos del
diccionario, como es la palabra ¡Hipócrita!...

Llamar a uno ¡hipócrita! ha venido a ser un baldón y la mayor vergüenza.

La hipocresía es la mentira utilizada para aparecer ante los demás bueno y noble escondiendo toda la maldad que se lleva dentro.

Pero, para empezar de una manera más amable y positiva, se me ocurre el caso bonito, que leí no hace mucho, sobre un papá que quiso
formar a su niño en la sinceridad que nos pide Jesús.

El pequeño fue sorprendido en una mentira, y el papá le dio una lección que no olvidaría nunca, de modo que después el joven y el hombre ya
no dijo jamás una falsedad.

Tomó el papá al hijito mentiroso, lo llevó delante del Crucifijo, y le dictó despacio esta oración que el niño iba repitiendo: Jesús, yo te he
ofendido. Mis labios se han ensuciado con una mentira. Ven, y límpiamelos.

Las lágrimas le empezaron a correr al niño por las mejillas. Pero el papá, sin inmutarse, tomó un trozo de algodón que aplicó a los labios de la
imagen de Jesús, lo empapó después con alcohol, se lo pasó bien por los labios a su hijo, y le hizo seguir con la oración:

Señor, purifícame y perdóname. Haz mi corazón sincero, y que nunca salga de mí otra mentira.

Todos estaremos conformes en dar a ese papá una cátedra de sicología y de pedagogía en la universidad...

Jesús se encontró en su predicación de buenas a primeras con una oposición terrible de parte de los que dominaban al pueblo: los escribas y
los fariseos.

Los fariseos, de gran influencia en el pueblo, formaban un partido religioso-político que oprimía a la gente humilde con capa de santidad y de
fidelidad a la ley de Dios, mientras que ellos se las sabían arreglar de mil maneras para librarse de lo que les exigía esa misma ley dada por
Moisés.

Los escribas eran los intérpretes de la ley y brazo derecho de los fariseos. Unos y otros vivían en la mentira, procedían con doblez, y exigían con
rigor insoportable la observancia de una ley que ellos no querían guardar.

La mejor definición de los escribas y fariseos la dio el mismo Jesús cuando los llamó sepulcros blanqueados, muy bonitos por fuera pero por
dentro llenos de podredumbre...

Pronto vino el enfrentamiento de los escribas y fariseos con Jesús. Era imposible entenderse la mentira con la verdad, el rigor con la
mansedumbre, la justicia despiadada con el perdón misericordioso... Y Jesús, al denunciarlos ante el pueblo, usó siempre la expresión
¡Hipócritas!

Jesús no soportaba la hipocresía porque ésta es la falsificación de la vida, la perversión del pensamiento, la profanación de la palabra. Al
mentir, el hipócrita quiere pensar como habla, y vivir después como piensa, es decir, siempre en contradicción con la verdad.

El mentiroso e hipócrita se encuentra muy pronto con el rechazo total, como le pasaba en los tiempos de Jesús al personaje más importante
del mundo, a Tiberio, el emperador de Roma. Era el dueño de todo el mundo conocido, pero al mismo tiempo era tan mentiroso, que, como
dice un escritor romano de sus días, ya nos se le creía aunque dijera la verdad...

Aquella antipatía de Jesús con los fariseos, es la misma que sentimos también nosotros con cualquier persona que procede con dolo.
Aguantamos toda clase de defectos en los demás, porque todos nos sentimos débiles y sabemos ser generosos con el que cae.

Pero usamos una medida diversa con el que nos miente. No lo soportamos, y le aplicamos la sentencia de la Biblia:

La esperanza del impío hipócrita se desvanecerá.

El hipócrita y mentiroso no puede esperar nada de nadie, porque se le rechazará del todo.
Todo lo contrario le ocurre a la persona sincera. Quien dice la verdad siempre, aunque le haya de costar un disgusto, se gana el aprecio de
todos y todos confían en ella. Es el premio del sentir, vivir y decir la verdad.

Jesucristo nos lo dijo con una sentencia bella y profunda, cargada de mucha sicología: La verdad os hará libres.

Quien nunca dice una mentira y confiesa siempre la verdad, y vive conforme a sus convicciones, es la persona más libre que existe. No oculta
nada. Es transparente como el cristal. Y de ella dice Jesús como de Natanael: Un israelita en quien no hay engaño. Un cristiano o una cristiana
sin doblez...

Sentimos todo lo contrario por aquel que dice y vive siempre la verdad. Ante él nos inclinamos reverentes. Porque es todo un hombre o toda
una mujer. Nos fiamos de su palabra. Le tenemos por el ser más valiente y digno de respeto.

La verdad, como dice Jesús, le hace libre, y nos demuestra tener un corazón y unos labios tan limpios como el niño que aún no ha dicho la
primera mentira....

Jesús y sus enemigos

Inicio de la oposición a Jesús

La raíz del enfrentamiento a Cristo está en el pecado. Su actitud tiene algo de universal.

La oposición en Galilea y Judea

Los primeros meses de predicación han sido de aprobación casi general. Las multitudes le buscan. Los milagros se multiplican. Se acepta la
predicación del reino. La expulsión de los mercaderes del Templo ha dado lugar a una oposición incipiente, pero pronto queda ahogada por el
entusiasmo ante el nuevo profeta que va a suprimir abusos evidentes. La reacción de los nazarenos “de querer despeñarle” queda silenciada
por la pequeñez del lugar y su lejanía de los centros más influyentes. Pero pasado el primer entusiasmo comienza la oposición en Galilea, y
después, cuando el movimiento originado por Jesús cobre importancia, pasará a Judea. En el núcleo de esta oposición estarán los fariseos.
Pero la raíz es la presencia del pecado. Lo ocurrido a aquellos hombres del tiempo de Jesús es una constante de todas las épocas y momentos
de la historia. Vayamos por partes.

Los fariseos y los escribas

Los sectores aristocrático y sacerdotal en la época de los Macabeos quedaron deslumbrados ante la fuerza del helenismo pactaron con él. Pero
algunos grupos populares resistieron y se opusieron y fueron la base de la rebelión macabea. Se llamaban los piadosos (perushim) de ahí el
nombre de fariseos. El nombre quiere decir “los separados”. Venían de las clases bajas y de los intelectuales (escribas), no eran sacerdotes y
eran hostiles a la ocupación romana.

En el terreno religioso pensaban que la Ley de Moisés debía entenderse a la luz de una tradición de muchos preceptos, que formaban un muro
que defendía el cumplimiento de la misma. Eran rigurosos y se consideraban defensores de la integridad de la Ley. En tiempos de Herodes los
fariseos eran unos 6000; no muchos, pero formaban un clan fuertemente unido. De hecho, controlaban al pueblo con una autoridad paralela a
la de los sacerdotes mucho menos numerosos. Tenían prestigio, y, con frecuencia vivían a la sombra de este prestigio.

Su raíz: el pecado

La raíz de su enfrentamiento a Cristo está en el pecado. Su actitud tiene algo de universal, y va a encontrar en Jesús un rechazo mayor que
otros pecados. A primera vista, sorprende que sean la reacción más fuerte contra Jesús; la raíz de todo pecado es el orgullo, y ahí va a situarse
el problema. Es fácil descubrir que muchos de los fariseos padecen en alguna medida la soberbia espiritual. Ahí estará la razón de su
endurecimiento ante Jesús, y de esa mala voluntad que lleva a ver con malos ojos hasta las mejores acciones. La Ley será una excusa para el
enfrentamiento. No se trata de ir al fondo de la Ley moral para ver quién la cumple mejor, sino de refugiarse en legalismos y en tradiciones
humanas que oscurecen la verdadera voluntad de Dios, que es el amor y la salvación de los hombres a través de su Cristo.

Es más fácil entender ahora la oposición de los fariseos y de tantos que se encuentran con este problema en todos los tiempos, a veces sin
detectar la enfermedad.

En casa de Pedro

Veamos ahora en, cinco actos, la oposición primera a Jesús por parte de los fariseos de Galilea. Primero, en casa de Pedro, cuando critican
interiormente a Jesús porque perdona los pecados a un paralítico. La crítica fue silenciosa, como un susurro entre ellos mismos. No pueden
aceptar que Jesús es enviado por Dios. Su ceguera es patente ante los signos de su poder, por esto, ni siquiera un milagro les persuade de que
también los pecados del paralítico han sido perdonados, con el mismo poder que tiene el que obra el milagro. Son ciegos que guían a otros
ciegos, son sordos que no quieren oír.
La comida de Mateo

El siguiente acto fue el escándalo ante la asistencia de Jesús a la comida en casa de Mateo con sus amigos, y que hemos descrito, a los que
consideran pecadores. No es impensable una cierta envidia ante el éxito de Jesús. La crítica sigue en el mismo Carfarnaúm poco después. y se
hace externa. No aprecian la conversión de un pecador y Jesús tiene que aclarar la importancia del médico para los enfermos, y la conversión
para los pecadores. A los fariseos les resulta difícil la lógica de la misericordia, y siguen la del cumplimiento legal externo.

El ayuno

La oposición crece de tono por la conducta de los discípulos de Jesús en cosas que parecen triviales pero que estaban muy reguladas por las
interpretaciones farisaicas se trata de la cuestión de los ayunos:

"Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; y vinieron a decirle: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan y, en
cambio, tus discípulos no ayunan?". Jesús les respondió:"¿Acaso pueden ayunar los convidados a la boda, mientras el esposo está con ellos?
Durante el tiempo en que tienen al esposo con ellos no pueden ayunar. Días vendrán en que el esposo les será arrebatado; entonces, en
aquellos días, ayunarán. Nadie pone una pieza de paño nuevo a un vestido viejo; pues de otro modo la pieza tira de él, lo nuevo de lo viejo, y
se produce un desgarrón peor. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues de lo contrario, el vino rompe los odres, y se pierden el vino y los
odres; por eso, el vino nuevo se echa en odres nuevos"(Mc). El sentido del ayuno es mortificar el cuerpo como súplica a Dios. Jesús va más
lejos que la mera respuesta moral y utiliza el ayuno para declarar veladamente quien es El: nada menos que el Esposo, es decir, Dios. El mismo
que se manifestó como Esposo de Israel por el profeta Oseas. El escándalo es total si no se está dispuesto a creer.

Curaciones

Tras estas cuestiones va a surgir una mayor; al fin al cabo, los ayunos son libres y no regidos por la Ley misma. Se trata del mismo
cumplimiento de la Ley en una cuestión importante el descanso del sabbat. "Un sábado pasaba el Señor por los sembrados, y sus discípulos
iban delante desgranando espigas. Los fariseos le decían: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?" Ahora es escándalo crece de
tono, se trata de un verdadero pecado. Jesús defiende a sus discípulos usando la misma Escritura Y les dice: "¿Nunca habéis leído lo que hizo
David cuando se vio necesitado, y tuvo hambre él y los que estaban con él? ¿Cómo entró en la Casa de Dios en tiempos de Abiatar, Sumo
Sacerdote, y comió los panes de la proposición, que no es lícito comer más que a los sacerdotes, y los dio también a los que estaban con él?"
No cabe respuesta pues no se atreven a llamar pecador al mismo David y a los sacerdotes que hicieron una acción buena. Pero la enseñanza de
Jesús va al fondo de la cuestión más allá de una discusión rabínica "Y les decía: El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el
sábado. Por tanto, el Hijo del Hombre es señor hasta del sábado"(Mc) La afirmación es escandalosa para los fariseos. Jesús se proclama Señor
del Sabado, es decir a la altura de Dios mismo. ¿Cómo entender estas palabras? Los fariseos están perplejos y la enemistad crece. Crecerá más
aún la animadversión cuando sea el mismo Cristo el que incumpla las tradiciones humanas que regulan el sábado. Se trata de la curación en el
día del sábado. Podía considerarse trabajo realizar una curación. Los corazones, cerrados y endurecidos, ven una ocasión más para acusarle de
pecador, aunque lo realizado sea milagroso, pero, ¿qué importa? Lo importante son sus interpretaciones de la Ley, no la Ley misma; y menos
el querer de Dios que se manifiesta misericordioso con el pobre y necesitado.

De nuevo entró en la sinagoga, donde se encontraba un hombre que tenía la mano seca. Le observaban de cerca por si lo curaba en sábado,
para acusarle. Y dice al hombre que tenía la mano seca: Ponte en medio. Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o
perderla? Ellos permanecían callados. Entonces, mirándolos con ira, entristecido por la ceguera de sus corazones, dice al hombre: Extiende tu
mano. La extendió, y su mano quedó curada"(Mc). Evidentemente, no se trata de un despiste, ni de cazar en un descuido, sino de una cuestión
suscitada por el mismo Jesús: ¿se puede hacer el bien en sábado o lo prohíben los reglamentos? ¿Es más importante la caridad o los legalismos
y prescripciones humanas? Y el hombre de la mano seca extiende su mano curada a la vista de todos. Los fariseos callan, pero no ceden; es
más, conspiran contra Jesús. "Al salir, los fariseos, junto con los herodianos, celebraron enseguida una reunión contra Él, para ver cómo
perderle"(Mc). Poco importa que los herodianos sean poco religiosos y que defiendan a Herodes, que se plegaba ante Roma para tener una
parcela de poder. Lo importante era quitar de en medio a Jesús, sea como sea, poco importa si va o no contra la moral y el querer de Dios.

Endurecimiento del corazón

El fondo de la cuestión se va revelando cada vez con más claridad. Se trata de un endurecimiento de los corazones ante el anuncio de que ha
llegado el Reino anunciado por los profetas; y se resisten a la conversión; ni siquiera se aceptan la realidad de los milagros que se multiplican
ante sus ojos. Pero resisten al anuncio y buscan todo género de excusas para no ver que tienen ante sus ojos al mismo enviado de Dios, al
Mesías; no quieren reconocerlo. Lo veremos mejor al explicar el contenido moral y religioso que Jesús anuncia. Se trata de la resistencia a
creer que Jesús perdona como Dios, se declara como Esposo divino y Señor del sábado. Éste es el problema.

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