El Precatecumenado en La Dicesis de Getafe
El Precatecumenado en La Dicesis de Getafe
El Precatecumenado en La Dicesis de Getafe
de Getafe.
Una experiencia de primer anuncio del Evangelio que marca todo el
itinerario del Catecumenado
Catecumenado y de la Catequesis
11 de abril de 2011
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vivo, para que se viese en la necesidad de decidirse ante él, de adherirse
libremente a él por la fe y seguirlo, o por el contrario, abandonar.
Y lo cierto es que al examinar el texto fundamental que rige la restauración
del catecumenado, es decir, el RICA, así como el DGC, nos encontramos con la
luz necesaria para orientar esta idea.
10. De la evangelización, llevada a cabo con el auxilio de Dios, brotan la fe y la conversión inicial,
con las que cada uno se siente arrancar del pecado e inclinado al misterio del amor divino. A esta
evangelización se dedica íntegramente el tiempo del precatecumenado, para que madure la verdadera
voluntad de seguir a Cristo y de pedir el Bautismo.
11. En este tiempo se ha de hacer por los catequistas, diáconos y sacerdotes, y aun por los
seglares, una explanación del evangelio adecuada a los candidatos; ha de prestárseles una ayuda atenta
para que con más clara pureza de intención cooperen con la divina gracia…
Y en el DGC leemos:
En el número 56:
“En el proceso de la fe y de la conversión se pueden destacar, desde el punto de vista teológico,
varios momentos importantes:
a) El interés por el Evangelio. El primer momento se produce cuando en el corazón del no creyente,
del indiferente o del que pertenece a otra religión, brota, como consecuencia del primer anuncio, un
interés por el Evangelio, sin ser todavía una decisión firme. Ese primer movimiento del espíritu humano
en dirección a la fe, que ya es fruto de la gracia, recibe varios nombres: « atracción a la fe », (160) «
preparación evangélica », (161) inclinación a creer, «búsqueda religiosa ». (162) La Iglesia denomina «
simpatizantes » (163) a los que muestran esta inquietud.
b) La conversión. Este primer interés por el Evangelio necesita un tiempo de búsqueda (164) para
poder llegar a ser una opción firme. La decisión por la fe debe ser sopesada y madurada. Esa búsqueda,
impulsada por la acción del Espíritu Santo y el anuncio del kerigma, prepara la conversión, que será —
ciertamente— « inicial », (165) pero que lleva consigo la adhesión a Jesucristo y la voluntad de caminar
en su seguimiento. Sobre esta « opción fundamental » descansa toda la vida cristiana del discípulo del
Señor.(166)
c) La profesión de fe. La entrega a Jesucristo genera en los creyentes el deseo de conocerle más
profundamente y de identificarse con El. La catequesis les inicia en el conocimiento de la fe y en el
aprendizaje de la vida cristiana, favoreciendo un camino espiritual que provoca un «cambio progresivo de
actitudes y costumbres », (167) hecho de renuncias y de luchas, y también de gozos que Dios concede
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sin medida. El discípulo de Jesucristo es ya apto, entonces, para realizar una viva, explícita y operante
profesión de fe. (168)
62. En la práctica pastoral, sin embargo, las fronteras entre ambas acciones no son fácilmente
delimitables. Frecuentemente, las personas que acceden a la catequesis necesitan, de hecho, una
verdadera conversión. Por eso, la Iglesia desea que, ordinariamente, una primera etapa del proceso
catequizador esté dedicada a asegurar la conversión. (185) En la « misión ad gentes », esta tarea se
realiza en el « precatecumenado ». (186) En la situación que requiere la « nueva evangelización » se
realiza por medio de la « catequesis kerigmática », que algunos llaman «precatequesis », (187) porque,
inspirada en el precatecumenado, es una propuesta de la Buena Nueva en orden a una opción sólida de
fe. Sólo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de « el que crea », la catequesis
propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación de la fe. (188)
El hecho de que la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas misioneras, no dispensa a
una Iglesia particular de promover una intervención institucionalizada del primer anuncio, como la
actuación más directa del mandato misionero de Jesús. La renovación catequética debe cimentarse sobre
esta evangelización misionera previa.
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El documento se puede descargar libremente de página web de la Diócesis de Getafe:
http://www.diocesisgetafe.es/index.php/delegaciones/catecumenado/
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2. EL ITINERARIO DE LAS CATEQUESIS DEL PRECATECUMENADO. EL PROTAGONISMO DEL
ESPÍRITU SANTO Y LA IMPORTANCIA DEL TESTIGO, EL CATEQUISTA. DESCRIPCIÓN DEL
ITINERARIO DE CATEQUESIS
2º. A este sentido religioso, ofrecemos no una quimera, no una idea de Dios, no
una noción de su infinitud o de su grandeza, sino a Aquel que vive entre
nosotros, a Jesucristo. Él es el Logos, la razón, la verdad y el amor que todo lo
origina y todo lo sostiene y hacia el que todo se encamina. Y el que se ofrece al
hombre de forma definitiva en su encarnación, en los misterios de su vida, en
su muerte y en su resurrección.
Ésta Palabra de Dios que se ha expresado de forma definitiva en la vida, en
la muerte y en la resurrección de Cristo, es la que ofrecemos al hombre, no sólo
como respuesta a su sentido religioso, sino como arado con el que poner al
descubierto este sentido religioso tan encadenado, tan confundido y tan
ahogado en el espíritu de nuestra época.
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No buscamos un primer momento pedagógico de despertar religioso para
luego proponer a la persona de Jesús. Nosotros proponemos desde el inicio a la
persona de Cristo e intentamos que el sumo Bien, que en acto se expresa en
cada palabra y en cada gesto de su vida, sea el reclamo que permita al hombre
reconocer que está hecho para él. Proponemos desde el principio el amor
verdadero y perfecto de Cristo como el verdadero acicate capaz de despertar un
espíritu dormido.
Muchas veces, sólo la presencia real, palpable y presente de este amor de
Cristo, su belleza y su claridad, da valor al hombre para reconocer la vocación
del propio corazón, la llamada que seguramente desde niño ha querido acallar
en la conciencia. “Ningún mortal debe fomentar pensamientos que
sobrepasen su condición mortal”, decía Esquilo, en el s. VI antes de Cristo
[Esquilo, 527-455 a d C. Los persas]. A no ser que, como un don, la clave para
dar respuesta al misterio del hombre, aparezca ante uno. Pues bien, nosotros
tenemos esta clave, no una idea, sino a un hombre vivo: Jesús. Antes de
conocerle a él todo es oscuro y es posible que para muchos hombres no merezca
la pena adentrarse en su propio misterio, pero la cosa cambia cuando se tiene la
luz que el corazón reclama, entonces se disipa el miedo y el hombre puede
reconocer su sed, seguro de que esta sed puede ser saciada. Con palabras de san
Clemente de Alejandría: “No conociendo al Verbo hecho carne, por medio del
cual se obra la maravilla, y no habiendo oído la llamada de su lira, se
desconocían a sí mismos”. Ante el don de un amor verdadero y eterno, el
deseo insaciable del hombre deja de ser un problema pernicioso y se convierte
en el don original que nos capacita para acoger la vida de Dios.
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puedan seguir sonando como reales, a los oídos de los simpatizantes, aquellas
palabras que escucharon los primeros discípulos: “Venid y lo veréis”.
Apelar a la capacidad y a la necesidad del hombre para entrar en diálogo con
Dios, decirle con la máxima claridad la Palabra definitiva que Dios ha
pronunciado en la historia y mostrarla viva en la vida de la Iglesia concreta,
esas son las tres cosas que encomendamos a la acción del Espíritu Santo y al
testimonio de los catequistas y de la comunidad cristiana en su conjunto.
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camino del catecumenado. El segundo es que se confronten con la vida que se
genera tras este anuncio entre aquellos que han dado testimonio y aquellos que
lo han acogido, lo que resume el libro de los hechos con estas palabras:
“Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la
fracción del pan y a las oraciones” (Hch 2,42).
Esto se concreta, para los catecúmenos, en la decisión libre y meditada de
entrar en la comunión de la Iglesia para allí recibir la fe apostólica, para allí
aprender una nueva relación con Dios en la oración y en la liturgia y para allí
aprender una nueva forma de vida, la vida en Cristo.
Esta decisión es la que da paso al ingreso en el catecumenado.
Con la puesta en práctica de este itinerario catequético nos hemos ido dado
cuenta de la correspondencia que existe entre este itinerario y la celebración del
Rito de Ingreso en el Catecumenado.
Es muy útil examinar lo que significa cada uno de los gestos y de las
palabras de este rito. Ciertamente el rito es un comienzo, el punto de partida de
la fe inicial que ha de alcanzar la profesión viva explícita y operante en el marco
de la celebración del Bautismo.
Pero el rito es también un punto de llegada. Que implica una aceptación
explícita de Cristo como único Salvador y, por tanto, la renuncia a los ídolos.
Implica un verdadero pacto de amor con Cristo, que se expresa en el gesto de la
signación2. Implica la aceptación del misterio de la Iglesia, como la casa de Dios,
como el lugar de su escucha, como el lugar donde se recibe la vida divina. Todo
eso, expresado de forma muy rica en el Rito, requiere un recorrido personal
previo por parte del catecúmeno. Sin este recorrido todo es un conjunto de ritos
esotéricos.
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Cf. ENRIQUE SANTAYANA LOZANO, Pedagogía de Dios en el Catecumenado. – Signación y Bautismo –. En:
MANUEL DEL CAMPO GUILARTE, Ed., La Pedagogía de la Fe al servicio del Itinerario de Iniciación Cristiana
(Madrid 2009)165‐214
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Por último tengo que decir que la experiencia de un precatecumenado así
desarrollado, marca todo el itinerario catequético, litúrgico y espiritual del
catecumenado propiamente dicho.
La experiencia personal de haber sido llamado y de haber hecho un pacto
personal con Dios en la persona de Cristo, sellado con el signo de la cruz, es un
referente continúo en el progreso de las cuatro tareas de la catequesis. Tanto la
iniciación en la verdad de la fe y de la vida de Dios, que se ofrece en la liturgia,
como de la verdadera respuesta de fe eclesial en la vida moral y en la vida de
oración, puede ser referida a esta celebración del Rito de Ingreso en el
Catecumenado y a la plena realización que ella anuncia, la celebración de los
Sacramentos de Iniciación.
Esta referencia es capaz de dar un tono de enseñanza “viva” a la catequesis,
de llamada constante a la libertad del catecúmeno para hacer crecer su decisión
al paso de la fe de la Iglesia hasta la plena profesión de fe dialogada de la
celebración del Bautismo.