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Organización político-administrativa y social de

la Hispania tardorromana.
A) Reforma Provincial

A finales del siglo III se mantenía el diseño administrativo realizado por Augusto
tres siglos antes. Diocleciano y la tetrarquía sustituyeron progresivamente a los
funcionarios senatoriales por ecuestres, culminando un proceso iniciado por Septimio
Severo. Se consolidaba la importancia del rango ecuestre desplazando al rango senatorial
en la administración provincial y en otros cargos de la administración como vicarios,
gobernadores, etc. También se produjo la separación del poder civil y del poder militar.

En Hispania se producen 3 momentos que se inician con Diocleciano y que no


concluyen hasta finales del siglo IV qué son:

• La división provincial de Diocleciano

• La instauración de la diocesis Hispaniarum

• La creación de nuevas provincias.

Reforma provincial de Diocleciano.

Hasta finales del siglo III Hispania estuvo dividida en tres provincias: Citerior,
Baetica y Lusitania. Se creó la figura del praeses (el que preside) que se instauró como
la máxima autoridad provincial. Las provincias hispanas fueron gobernadas por
praesides durante la tetrarquía. Sobre el año 300 Hispania fue dividida en cinco
provincias: Baetica, Lusitania, Tarraconense, Carthaginense y Gallaecia. En la nueva
distribución, las Islas Baleares quedaron adscritas en la Carthaginense. Este nuevo reparto
facilitaba el gobierno provincial ya que la Citerior era una provincia muy grande y fue
dividida en tres provincias. La Bética y Lusitania mantuvieron sus límites territoriales.

Reforma administrativa.

En el Bajo Imperio se creó la figura de la diócesis. La tendencia había sido la


creación de unidades provinciales más pequeñas para facilitar su gobierno y las diócesis
agrupaban a varias provincias para construir una nueva unidad jurisdiccional y económica
superior. De esta forma a las provincias de Hispania se les añadió la de Mauritania
Tingitana. El vicario era su máxima autoridad estando por encima de los gobernadores.
Por lo tanto, Hispania estuvo compuesta por seis provincias hasta que las Islas Baleares
obtuvieron rango provincial.

Las diócesis formaban parte de un ente superior que se dominaba prefectura.


Hispania se encontraba en la prefectura de la Galia que incluía todas las provincias que
se encontraban al oeste de las itálicas. El prefecto al principio estuvo en Arlés y
posteriormente en Treveris. Con esta reorganización se pretendía evitar el riesgo de
secesión de algunas provincias occidentales del Imperio.

B) Reformas Económicas

A finales del siglo III, Hispania necesitaba urgentes reformas económicas. El


Estado precisaba contar con los ingresos necesarios para hacer frente a los crecientes
gastos de la administración imperial y del mantenimiento del Ejército y sobre todo
necesitaba un plan drástico de recuperación económica.

Aunque las coyunturas de crisis no habían conseguido frenar la producción ni


estrangular el comercio, ambos sectores se vieron fuertemente mermados. Muchos
campos habían quedado demasiado tiempo sin cultivar. Los circuitos comerciales se
habían visto obstruidos por las guerras y la inseguridad. La producción artesanal
descendió al bajar la demanda y los recursos provinciales disminuyeron ante las
periódicas requisas ordenadas por el Gobierno central. Para mejorar la situación, el
gobierno tetrárquico puso en marcha una reforma fiscal para proporcionar al Estado los
ingresos necesarios para afrontar los crecientes gastos de la administración imperial y del
ejército.

Con este fin, la población fue censada de nuevo estableciéndose un nuevo sistema
fiscal en especie, que comprendía el impuesto de la capitación (capitatio) que pagaban
los trabajadores y empleados rurales, y el impuesto de la tierra (iugatio), que satisfacían
los propietarios. Las tierras agrícolas se dividieron en unidades “referenciales”, cuyas
dimensiones variaban en consonancia con su productividad. La llamada iugatio-capitatio
fue el nuevo sistema fiscal implantado en época de Diocleciano y destinado a proveer
de recursos al Estado para atender las necesidades provinciales.

C) Circulación Monetaria

El gobierno imperial tenía interés por controlar la circulación monetaria. Al no


existir un ejército que remunerar en la diócesis Hispaniarum, no necesitó tener cecas en
Hispania para la emisión monetaria. Las monedas circulantes en Hispania procedían de
otras provincias y las monedas más frecuentes encontradas en los tesorillos eran las de
bronce. Las monedas de plata y de oro encontradas en los tesorillos fueron escasas hasta
la emisión masiva de Constantino de monedas de oro (solidus) del año 330. Las monedas
de plata se mantuvieron en circulación como fracción en las monedas de oro. Las
monedas circulantes debieron servir para transacciones de mercado, operaciones entre
particulares y por eso eran tan escasas en los tesorillos encontrados. Por el contrario, en
dichos tesorillos abundaban las monedas de bronce como el “aes” 2 o maoirina y el “aes
4” o centionalis, que tuvieron una amplia difusión en la época teodosiana. Durante la
segunda mitad del siglo IV la circulación monetaria en Hispania está condicionada por
los acontecimientos políticos más importantes: usurpaciones de Magnencio y Máximo,
nombramiento de Teodosio o de Honorio. El flujo monetario era más intenso en el oriente
peninsular disminuyendo hacia Occidente.

Una característica de la circulación monetaria fue el constante incremento de


precios. Diocleciano para restablecer la confianza en las monedas, estableció una
reforma el año 294 creando nuevas monedas de oro los aurei, de plata argentus y de
bronce los nummus. Ante la escasez de oro y de plata ya que las dos primeras se
acapararon, Diocleciano mediante el Edicto del año 301 estableció precios máximos para
una gran cantidad de artículos. Se produjo escasez en los mercados y también se produjo
mercado negro. Los soldados que eran los principales receptores de la renta del Imperio
vieron como perdían poder adquisitivo. Además de establecer precios máximos bajo
duras penas a quien no cumplieran la reforma, reformaron el valor de las monedas en
circulación duplicando el valor nominal asignado.

D) Sociedad

La definición tradicional de la sociedad bajoimperial romana ha sido en


términos de bipolaridad atendiendo a los dos grupos sociales de la época: los
honestiores y los humiliores.
Durante el Bajo Imperio, esta distinción se convirtió en una auténtica “división
social” designando honestiores a los ciudadanos de mayor honor que a menudo coinciden
con los que tienen mayor riqueza, estando exentos de la aplicación de la pena capital en
los procesos seguidos contra ellos. Esta división, al principio solo jurídica, pasó a ser
una división de clases sociales a partir del siglo IV. Dentro de los honestiores, no solo
estaban los grandes propietarios, sino también los altos funcionarios de los diversos
ámbitos de la administración, oficiales del Ejército, jerarquías eclesiásticas y
profesionales de diversos tipos. Muchos se encontraban vinculados a la administración
imperial o provincial, con responsabilidades y cargos políticos que les otorgaban los
correspondientes títulos de status personal. Casi todos vivían en las ciudades junto a las
jerarquías eclesiásticas, convertidas en las nuevas autoridades locales o en sus lujosas
villae rurales, cuando eran grandes propietarios.

Por su parte, los humiliores designaban a los miembros de los grupos sociales
inferiores, independientemente de su status y cualesquiera que fuera su ocupación o
extracción. Genéricamente, este grupo tan heterogéneo recibía esta denominación en
contraposición al anterior, hasta el punto de que humilior acabó englobando a todo
aquel que no era considerado honestior, cualquiera que fuera su estatus jurídico (libre
o esclavo) o social (pobre, desocupado…). En general, las condiciones de vida de éstos
eran difíciles, y desde luego peores que las de los honestiores, de quienes a menudo
dependían en calidad de patroni o domini de los humiliores.

Por otra parte, la extensión del colonato bajo-imperial a partir del siglo IV hizo
que la rusticitas desplazara en cierto modo a la urbanitas como forma de vida
característica de la época.

E) Economía

Campo y Ciudad: recursos básicos y mercados urbanos.

Una vez superada la crisis del siglo III la economía en Hispania inició una nueva
etapa de desarrollo. Se modificaron las condiciones de la producción, se configuraron
nuevos circuitos de comercialización y surgieron nuevos centros de consumo. En
Hispania bajoimperial no hubo ejército, ni tampoco ceca para la emisión de monedas.
Pero si están documentados una serie de productos básicos procedentes de Hispania que
se comercializaban en los mercados regionales internacionales como el jamón, la lana, el
garum o el aceite de oliva. También hay otra serie de productos como el esparto, los
caballos o la salmuera muy apreciados dentro del Imperio.

Para el mantenimiento de las relaciones comerciales, Hispania contaba con un


importante número de puertos que facilitaban la salida de sus productos al exterior como
Cádiz o Tarragona, siendo Roma el principal destino, pero también había otros destinos
en ciudades de Oriente como por ejemplo Alejandría. En el interior de la península se
utilizaron las vías fluviales, ya que los grandes ríos eran navegables en esa época.
También eran exportados los metales procedentes de las cuencas mineras del noroeste y
del suroeste, y se comercializaron los cereales de la meseta y productos hortícolas de
Levante y el vino que era producido en diferentes regiones hispánicas.

Las Villae Rurales: nuevos hallazgos.

La agricultura fue la principal actividad económica de Roma y se llevaba a cabo


en las villae. En la época tardorromana las villae tuvieron un notable desarrollo
constatado por el gran número de estos asentamientos descubiertos por la arqueología.
En esa época se produjo un éxodo de la ciudad al campo sobre todo por la élite de la
sociedad, que trataba de eludir las gravosas cargas municipales.

Las villae eran los centros residenciales de las aristocracias y sus propietarios
eran todos aquellos que habían logrado una importante fortuna. En esa residencias,
además de sus propietarios y de su familia, residía todo el personal vinculado a ellas, y
todas las personas que trabajaban en su explotación desde esclavos, colonos o aparceros
hasta operarios urbanos. En la villae había todo tipo de servicios para que no fuese
necesario el desplazamiento hasta la ciudad. Algunos autores de la época por ese motivo
definieron a la villae como una auténtica urbs in rure.

La principal diferencia de las villae de esta época con respecto a periodos


anteriores fue la presencia permanente del propietario en sus dominios, lo que supuso que
la villae se convirtiera en su residencia de forma continua. Está presencia del propietario
generó lazos de dependencia económica y personal con sus trabajadores. La villae
hispana presentalas siguientes caracteristicas: patio con o sin peristilo, cerca de perímetro
con o sin torres, domus señorial y zonas de cultivo. En actualidad se conocen más de un
centenar de villae en la Península Ibérica. Su extensión podría oscilar desde 300 hectáreas
a varias decenas de kilómetros cuadrados dependiendo de la riqueza del propietario, del
grado de concentración de la tierra en esa zona y del tipo de cultivo o explotación del que
se trate. No obstante, las grandes villae tardorromanas son poco más de una veintena,
como por ejemplo la Olmeda en Palencia, los Alcázares en Cartagena o Materno en
Carranque Toledo por citar solo algunas.

F) Ejército y Limes Hispanus

El ejército tuvo la protección del estado y eso implicó que fuese uno de los
sectores menos afectados por la crisis del siglo III. Además los oficiales del ejército se
habían hecho omnipresentes en la política y en la sociedad romana ocupando el puesto
de muchos senadores, llegando incluso algunos a proclamarse emperadores. La sociedad
había permitido que el ejército en la época tardorromana ganase un gran protagonismo
en su sociedad.

Para defender el limes romano de la presión de los pueblos bárbaros se llevaron a


cabo construcciones de tipo defensivas como turris, o Castella, o burgi, y se destinaron
aquellas áreas nuevas unidades militares. En la península Ibérica hay testimonios que
indican que en la zona norte de la meseta existía un auténtico limes hispanus en el
siglo IV. Estos testimonios reflejan el envío de tropas militares a Hispania para combatir
a los bárbaros que habían ocupado la península. Según los autores este limes estaba
destinado a proteger de los bárbaros del norte y según otros estaba destinado a evitar una
posible invasión por mar. No obstante, por excavaciones recientes del yacimiento de
Julióbriga, dónde se encontraba una de las cohortes, no hay evidencias de asentamiento
militar más allá del siglo III. Por otro lado, no se comprende como de haber existido
tropas en la península Ibérica, estás no hubieran acudido a impedir la entrada de bárbaros
por el Pirineo occidental cuando tropas privadas si lo hicieron.

G) Provincias y Gobernadores en la Hispania Tardorromana.

Hispania con la incorporación de la diócesis de Mauritania Tingitana, incorporó


fronteras exteriores y por lo tanto la necesidad de tener un ejército para defenderla. El
resto de territorios de la diócesis apoyaban a las tropas allí instaladas con sus recursos y
con la annona. La capital de la diócesis estaba establecida en Mérida que había
desarrollado una espectacular reforma urbanística en las últimas décadas del siglo III y
comienzos del siglo IV. Mérida ocupaba una situación estratégica y desde su centrada
ubicación tenía buena comunicación a través de las distintas vías romanas.
A la división diocleciana le siguió la reorganización diocesana y tras está, la
creación de una nueva provincia insular Insulae Balearum en el año 370. Poco después
se configuró formalmente la provincia Nova Maxima, que fue una provincia de duración
efímera entre el año 383 y el año 388 durante el gobierno de Magno Máximo en la época
teodosiana. Se trataba de una provincia en el interior de la tarraconense durante el Bajo
Imperio.

Las provincias estuvieron dirigidas por los siguientes tipos de


gobernadores:

• Procónsul: era el título que llevaban los gobernadores de Asia y África.


• Correctores: eran los funcionarios romanos encargados de administrar las provincias
romanas.

• Consulares: funcionarios romanos del rango senatorial que tenían a su cargo las
provincias consulares.

• Praesides: funcionarios del orden ecuestre ocupados de las provincias praesidiales.

El avance de los miembros del orden ecuestre y el progresivo retroceso senatorial


que se produjo en el siglo III, dio lugar al Edicto de Galieno en el año 262, y otorgaba
el gobierno de las provincias con tropas a praesides del orden ecuestre en detrimento del
orden senatorial. En la reforma de Diocleciano ninguna provincia recibió la categoría de
provincia consular. Posteriormente la Bética y la Lusitania pasarían a ser provincias
consulares.

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