DESNUTRICION
DESNUTRICION
DESNUTRICION
DE EDUCACIÓN DE MÉXICO
Técnico en nutrición
Psicología de la nutrición
Desnutrición
Tipos de desnutrición
¿Qué tipos de desnutrición existen?
Los tipos de desnutrición pueden agruparse de diferentes formas. Por ejemplo, se
pueden agrupar en función de las carencias que presenten las personas que la
padecen:
• Desnutrición calórica o marasmo. Este tipo de desnutrición se da en personas
que comen una cantidad de alimentos escasa, es decir, que no comen todo lo que
deberían. Provoca retrasos en el crecimiento de los niños, pérdida de tejido graso
y una delgadez muy elevada, que puede incluso llegar a considerarse caquexia.
Otras consecuencias son el cansancio generalizado, el bajo rendimiento laboral o
académico.
• Desnutrición proteica. La desnutrición proteica se da en aquellas personas cuya
dieta apenas contiene proteína y que se alimentan, principalmente, de
carbohidratos. Este tipo de desnutrición provoca una menor resistencia del cuerpo
a las infecciones, abombamiento abdominal, alteraciones de la piel, problemas
hepáticos…
La desnutrición también puede medirse en función de la relación entre el peso y la
talla:
1. Desnutrición aguda leve. Aquí el peso es normal para la edad de la persona,
pero su talla es inferior a lo que debería.
2. Desnutrición aguda moderada. Una persona con este tipo de desnutrición pesa
menos de lo que debería para su estatura.
3. Desnutrición aguda grave. En este caso, el peso está muy por debajo del que
debería (es inferior al 30% de lo que debería ser) y las funciones corporales se
ven alteradas. Se trata de una situación crítica, con un alto riesgo de muerte para
la persona que la padece.
4. Carencia de vitaminas y minerales. Cuando se da esta situación, la persona no
puede llevar a cabo tareas diarias normales debido al cansancio, defensas bajas
que favorecen la aparición de infecciones o tiene dificultades para aprender.
Infancia
La desnutrición crónica, uno de los peores tipos de desnutrición La desnutrición
crónica se debe, principalmente, a la falta de nutrientes como la vitamina A, ácido
fólico, yodo, proteínas o hierro; pero también inciden otros factores, como por
ejemplo la falta de acceso al agua potable: esto provoca diarreas constantes que
impiden una asimilación correcta de los nutrientes, dificultando todavía más la
nutrición de los niños y niñas. Este tipo de desnutrición afecta a más de 160
millones de niños en el mundo, de los cuales la inmensa mayoría —alrededor del
90%— viven en África y Asia.
Los efectos de este tipo de desnutrición se muestran en el largo plazo:
principalmente, porque el niño o niña tiene un retraso de crecimiento, es decir, que
no ha alcanzado las medidas previstas para los menores de su edad. Esto se
produce cuando el cuerpo no recibe todos los nutrientes que necesita
especialmente durante los primeros dos años de vida y, también, durante el
embarazo. Es decir, que en la desnutrición crónica de niños y niñas también afecta
el nivel de nutrición de la madre.
Este periodo que incluye la gestación y los dos primeros años se conoce como los
“1000 días críticos para la vida”: durante esta etapa es cuando se produce el
desarrollo básico de niñas y niños y, por tanto, una buena nutrición es crucial.
Pasados los dos años, la desnutrición crónica puede tener consecuencias
irreversibles tanto a nivel físico como psicológico, perpetuando así la desigualdad
de las personas que la padecen.
El desarrollo físico de un niño afectado por desnutrición crónica se ve alterado,
como te comentábamos al principio, y provoca que su cuerpo no alcance los
estándares establecidos para su edad. Además, también causa otros problemas
como un sistema inmunológico más débil y más propensión a desarrollar
diferentes tipos de enfermedades.
De todos los tipos de desnutrición, la desnutrición crónica es la única que tiene un
regalo envenenado única y exclusivamente para las mujeres: las consecuencias
físicas son peores para las niñas que la padecen ya que, al quedarse
embarazadas, sus caderas son más pequeñas de lo habitual y sufren
complicaciones graves en el parto, que pueden provocar tanto su muerte como la
del bebé. Además, estas mujeres pueden padecer una evolución uterina anormal y
tener problemas tales como un menor flujo sanguíneo que afecta a la placenta y al
desarrollo del feto.
Como consecuencia, sus hijos pueden padecer problemas neurológicos o
intelectuales, y también tienen un alto índice de probabilidad de nacer con un peso
por debajo de lo normal. De este modo es como se perpetúa el ciclo de la
desnutrición crónica. A nivel cognitivo, las consecuencias son todavía más graves:
un niño o una niña que padezca desnutrición crónica tendrá, casi con total
seguridad, menos competencias en el colegio que un compañero bien nutrido.
Estos niños y niñas tienen más dificultades para aprender a leer o a redactar, así
como para llevar a cabo cálculos numéricos. Como consecuencia, cuando llegan a
la edad adulta se ven condenados a cubrir puestos laborales menos cualificados y
peor pagados, perpetuando también el ciclo de la pobreza.
Emaciación
Los niños sufren emaciación cuando pierden peso de forma rápida, generalmente
como resultado directo de la combinación de una infección y una alimentación que
no cubre las necesidades nutricionales.
Las principales causas subyacentes de la emaciación son las siguientes:
• Acceso deficiente a una atención sanitaria adecuada, rápida y asequible;
• Prácticas inadecuadas en el cuidado y la alimentación de los niños (p. ej.,
lactancia materna no exclusiva o deficiencias en la cantidad y calidad de la
alimentación complementaria)
• Inseguridad alimentaria, no solo en situaciones de catástrofe humanitaria sino
también por deficiencias continuadas en la cantidad y diversidad de los alimentos,
algo que en muchos entornos con pocos recursos se refleja en una alimentación
monótona con baja densidad de nutrientes, junto con conocimientos inadecuados
sobre los principios de conservación, preparación y consumo de los alimentos; y
• Carencia de un entorno salubre que, entre otros, permita acceder a servicios de
agua potable, saneamiento e higiene.
Estos factores están muy interrelacionados y presentan una relación cíclica con la
emaciación. Una mala alimentación incrementa el riesgo de infecciones, y las
infecciones tienen un efecto profundo sobre el estado nutricional. Un niño
anteriormente sano puede sufrir emaciación rápidamente si se enfrenta a una
infección grave, lo que puede provocar una pérdida de apetito. Al empeorar la
emaciación del niño, su susceptibilidad a las infecciones aumenta. Es lo que se
conoce como el círculo vicioso de infección y emaciación.
Las enfermedades diarreicas son frecuentes en los países de ingresos bajos —
donde la higiene y el saneamiento pueden no ser óptimos—, y la diarrea se ha
identificado como uno de los culpables de la pérdida rápida de peso (14). Otro
factor de riesgo sugerido para la emaciación infantil es el bajo peso al nacer o el
tamaño pequeño para la edad gestacional. Este factor de riesgo puede ser pues
especialmente importante en regiones con una elevada prevalencia de neonatos
pequeños, por ejemplo el sur de Asia.
Para reducir la malnutrición aguda y mantener dicha reducción a largo plazo es
necesario mejorar los métodos y la coordinación en su identificación y tratamiento.
La extensión y las consecuencias de la emaciación en todo el mundo,
particularmente en algunos países con una carga elevada, ha sido reconocida en
declaraciones conjuntas emitidas por las Naciones Unidas en las que se han
respaldado enfoques comunitarios para mejorar la cobertura del tratamiento de la
emaciación. Entre dichos enfoques figura el uso del perímetro braquial — como
alternativa a la evaluación del peso en función de la estatura— para ayudar a
identificar con rapidez la malnutrición aguda grave (4). Además, también se
recomiendan servicios descentralizados de tratamiento ambulatorio para pacientes
con malnutrición aguda grave (esto es, que presenten emaciación grave,
perímetro braquial bajo o edema bilateral), basándose en la identificación y
derivación comunitaria de los pacientes, además de prestar asistencia hospitalaria
a quienes presenten falta de apetito, edema bilateral grave u otras complicaciones
médicas adicionales. Los pacientes con malnutrición aguda moderada son
tratados de forma ambulatoria, lo que incluye la provisión de alimentos
suplementarios en caso necesario, el cribado de posibles enfermedades,
intervenciones de salud sistemáticas y formación nutricional de los cuidadores.
Desde que se emitieron las declaraciones conjuntas y se elaboraron los
correspondientes documentos de orientación, algunos países han ampliado
rápidamente la escala de los servicios de tratamiento hasta el ámbito nacional.
Posiblemente, Etiopía ha sido el caso de descentralización de los servicios más
eficaz.
El tratamiento de la malnutrición aguda grave no solo resulta vital sino que
también es costo eficaz: se estima que el tratamiento de cada niño afectado
cuesta US$ 200. La serie de artículos sobre desnutrición publicada en 2013 por la
revista Lancet reconoció el tratamiento de la malnutrición aguda grave como la
intervención nutricional directa más costo eficaz.
Cuanto antes reciba tratamiento el niño, menor costo supondrá, al ser menos
probable que hayan aparecido complicaciones médicas adicionales y resultar más
rápida la recuperación. La nutrición ofrece una de las mejores rentabilidades de la
inversión. Cada dólar invertido en nutrición —lo cual incluye el tratamiento de la
malnutrición aguda grave— puede generar hasta US$ 138 a través de la mejora
de la salud y la productividad.
Por el contrario, no invertir en nutrición perpetúa las pérdidas económicas para los
individuos y los países, con un costo estimado de hasta el 11% del producto
interior bruto debido a la productividad perdida. Si bien el tratamiento de la
malnutrición aguda grave es una intervención acreditada basada en datos
probatorios. Su integración en los paquetes esenciales de atención sanitaria en el
ámbito nacional ha demostrado ser complicada. Esto se debe en parte a las
debilidades de los sistemas de salud y a las dificultades a la hora de conseguir la
financiación suficiente a largo plazo para ampliar adecuadamente la escala del
servicio hasta el ámbito nacional, así como a problemas relacionados con la
cadena de suministro y la disponibilidad de los productos básicos para el
tratamiento. Las dificultades en la identificación y el tratamiento de la malnutrición
aguda también se deben en parte a desacuerdos sobre la asignación de
responsabilidades.
A menudo, la comunidad internacional ha respaldado el tratamiento de la
malnutrición aguda en situaciones de emergencia. Sin embargo, para llegar a la
mayoría de los niños emaciados en contextos de elevada carga de morbilidad,
resulta crucial que el tratamiento de la emaciación esté integrado en un paquete
esencial de atención sanitaria del país en cuestión, y que se institucionalice la
formación y supervisión del personal sanitario implicado en el tratamiento de la
malnutrición aguda, la movilización comunitaria y la identificación temprana (19).
En muchos países con una elevada carga de emaciación no existen actividades
específicas para el tratamiento ni la prevención de la emaciación moderada. Para
abordar la emaciación moderada en niños de 0 a 24 meses debe aplicarse el
paquete de «medidas nutricionales esenciales», que incluye actividades como
promoción y fomento de la lactancia materna, asesoramiento nutricional para las
familias en relación con prácticas de alimentación complementaria, y provisión de
alimentos suplementarios. En los niños de más edad debe enfatizarse la mejora
de la alimentación familiar (en cuanto a la diversidad, calidad e inocuidad). Es
posible utilizar herramientas de programación lineal (p. ej. Optifood) para evaluar
si determinados alimentos disponibles cumplen las recomendaciones sobre
ingestión de nutrientes, si son asequibles para los hogares y si forman parte de la
alimentación actual. Los niños con malnutrición aguda moderada también deben
tener acceso a servicios sanitarios y recibir tratamiento para cualquier trastorno
médico que puedan sufrir. En situaciones de emergencia, entre ellas entornos con
inseguridad alimentaria, el tratamiento de la emaciación moderada suele consistir
en la provisión de alimentos suplementarios. Más allá del asesoramiento
nutricional o del aumento de la disponibilidad de alimentos suplementarios
adecuados, algunos actores están estudiando la provisión de vales o
transferencias de efectivo, que pueden presentar ventajas sobre las estrategias
basadas en productos a la hora de abordar la malnutrición aguda moderada.
Sin embargo, no existe aún un consenso pleno en la comunidad internacional
sobre los mejores enfoques para el tratamiento o la prevención de la malnutrición
aguda moderada.
Por su propia naturaleza, la nutrición abarca muchos sectores, y las relaciones
entre ellos son clave para alcanzar las diversas metas mundiales. Actualmente, los
datos probatorios sobre el mejor modo de integrar la nutrición en otros sectores
para alcanzar las mejoras deseadas son limitados. No existen estimaciones del
efecto sobre la malnutrición aguda de las intervenciones sensibles a la nutrición
(en agricultura, protección social, educación, agua y saneamiento, etc.). Las
mejoras en el diseño de los servicios sensibles a la nutrición —lo cual incluye su
monitoreo y evaluación— aumentarán la capacidad de:
• identificar cuáles de estos programas indirectos tienen el máximo efecto a la hora
de mejorar los resultados de nutrición;
• relacionar las mejoras en el estado nutricional con las inversiones realizadas.
El número de países que han desarrollado planes multisectoriales que incluyen el
tratamiento y la prevención de la emaciación son reducidos, aunque está
aumentando. Nepal es un buen ejemplo de ello.
Retraso de crecimiento
Entre los factores que contribuyen al retraso del crecimiento y del desarrollo
figuran la mala salud y nutrición materna, las prácticas inadecuadas en la
alimentación de lactantes y niños pequeños, y las infecciones. En particular,
incluyen el estado nutricional y de salud de las madres antes, durante y después
del embarazo, estado que influye en las etapas iniciales del crecimiento y
desarrollo del niño desde la etapa intrauterina. Por ejemplo, la limitación del
crecimiento intrauterino debida a la desnutrición materna (estimada a partir de las
tasas de bajo peso al nacer) es responsable del 20% de los casos de retraso del
crecimiento en la niñez.
Entre otros factores maternos que contribuyen al retraso del crecimiento figuran la
baja estatura, el espaciamiento insuficiente entre partos y el embarazo en
adolescentes, que interfiere con la disponibilidad de nutrientes para el feto (al
tener que competir este con las demandas del crecimiento aún no finalizado de la
madre).
• Entre las prácticas de alimentación del lactante y el niño pequeño que
contribuyen al retraso del crecimiento figuran la lactancia materna subóptima (en
particular, no exclusiva) y la alimentación complementaria limitada en cantidad,
calidad y variedad.
• Las enfermedades infecciosas graves provocan emaciación, que a su vez puede
tener consecuencias a largo plazo sobre el crecimiento lineal según la gravedad,
duración y recurrencia de las infecciones, especialmente si el niño no recibe una
alimentación suficiente para fomentar la recuperación.
• Las infecciones subclínicas provocadas por la exposición a entornos
contaminados y la mala higiene se asocian a un retraso del crecimiento causado
por una mala absorción de los nutrientes y una reducción de la capacidad del
intestino para actuar como barrera frente a los organismos patógenos.
• La pobreza de los hogares puede llevar a una interacción entre negligencia de
los padres o cuidadores, prácticas de alimentación no perceptivas, estimulación
infantil inadecuada e inseguridad alimentaria que obstaculice el crecimiento y
desarrollo.
La nutrición inadecuada es una de las muchas causas del retraso del crecimiento.
A menudo, el crecimiento insuficiente comienza ya en el útero y se prolonga
después del parto como consecuencia de unas prácticas de lactancia subóptimas
y de deficiencias en la alimentación complementaria y el control de infecciones.
Por eso resulta críticamente importante centrarse en los cruciales 1000 días que
van desde el comienzo del embarazo hasta que el niño cumple dos años.
Es posible emprender medidas en diversas áreas para reducir las tasas de retraso
del crecimiento. En primer lugar, optimizar las prácticas de lactancia materna es
clave para garantizar el crecimiento y desarrollo saludables del niño. La
instauración temprana de la lactancia materna y su uso exclusivo durante 6 meses
protege frente a infecciones gastrointestinales que pueden provocar graves
deficiencias de nutrientes y causar así retrasos del crecimiento.
Además, la leche materna es una fuente clave de nutrientes durante una infección.
En estudios llevados a cabo en entornos de bajos recursos se ha asociado el uso
no exclusivo de la lactancia materna con peores resultados de crecimiento, al
verse la leche materna desplazada o sustituida por alimentos menos nutritivos
que, a menudo, también exponen a los lactantes a infecciones diarreicas. De
modo similar, la continuación de la lactancia materna durante el segundo año de
vida contribuye significativamente a la ingestión de nutrientes clave de los que
carece la alimentación complementaria de poca calidad en entornos de bajos
recursos.
La segunda intervención más eficaz para prevenir el retraso del crecimiento
durante el periodo de alimentación complementaria es mejorar la calidad de la
dieta infantil. Los datos probatorios sugieren que una alimentación variada y el
consumo de alimentos de origen animal se asocian a un mayor crecimiento lineal.
Aunque estas soluciones no se han ensayado como intervenciones programáticas
independientes a gran escala, las evaluaciones de la agricultura sensible a la
nutrición reconocen la diversificación de la dieta y la generación de ingresos
mediante la agro ganadería familiar como vías probables por las que la agricultura
y los sistemas alimentarios podrían mejorar la nutrición y reducir el retraso del
crecimiento.
Análisis recientes sugieren que los hogares que pueden permitirse una
alimentación variada —incluidos alimentos complementarios enriquecidos—
reciben un mejor aporte de nutrientes y presentan menores tasas de retraso del
crecimiento.
En tercer lugar, como el retraso del crecimiento se deriva de varios factores
domésticos, ambientales, socioeconómicos y culturales, su reducción exige que
las intervenciones específicamente nutricionales se integren y se apliquen
conjuntamente con las intervenciones sensibles a la nutrición. Por ejemplo, la
prevención de infecciones requiere prácticas domésticas —como lavarse las
manos con jabón— cuyo éxito depende de un cambio de conducta para adoptar la
práctica (cultura), de la disponibilidad de agua potable (abastecimiento de agua) y
de la asequibilidad del jabón (nivel socio-económico). Análogamente, la
disponibilidad de alimentos de buena calidad (abastecimiento de alimentos) y la
asequibilidad de alimentos ricos en nutrientes (nivel socioeconómico) afecta a la
capacidad de las familias para proporcionar una alimentación sana y prevenir el
retraso del crecimiento en la niñez.
Por último, en el terreno de los programas, conviene tener en cuenta los factores
contextuales concretos para determinar la combinación de intervenciones — tanto
específicamente nutricionales como sensibles a la nutrición— con mayor
probabilidad de éxito. Entre los factores contextuales importantes figuran la
magnitud de la carga de retraso del crecimiento, la riqueza de los hogares, la
complejidad de la cadena de valor alimentaria y la capacidad de prestación de
servicio de los sistemas.
El compromiso político, la colaboración multisectorial, la prestación de servicios
integrados y la implicación de las comunidades en las actividades de los
programas son elementos comunes que han contribuido al éxito.
Insuficiencia ponderal
La insuficiencia ponderal es un término que se refiere a estar por debajo del peso
que se considera saludable. La definición se suele hacer en relación al índice de
masa corporal (IMC). Un IMC de 18,5 se considera generalmente como lo normal.
Es importante señalar que el IMC es una estimación estadística y algunas
personas clasificadas como bajas de peso pueden estar perfectamente sanas. De
hecho, la restricción de calorías puede ser una forma viable para aumentar la
esperanza de vida, y sin embargo conducir a un IMC inferior a 18.5.
La causa más común de que una persona tenga un peso inferior al normal es
fundamentalmente la desnutrición causada por la falta de una alimentación
adecuada, algo que en algunas partes del África subsahariana y Asia meridional
llega hasta el 50%. Los efectos de la desnutrición primaria pueden ser
amplificados por una enfermedad, e incluso los trastornos fácilmente tratables
como la diarrea pueden conducir a la muerte si se está desnutrido.
Si se tiene un peso inferior al normal con una alimentación adecuada, a veces
puede ser debido a una enfermedad mental o física. Hay cientos de posibles
causas médicas para la pérdida excesiva de peso. Algunas de las más frecuentes
son: pobreza, hambruna, tortura, anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, tratamiento
del cáncer, tuberculosis, hipertiroidismo, diabetes tipo 1, ansiedad y trastornos
depresivos, consumo de drogas, enfermedad inflamatoria intestinal, mal
funcionamiento de órganos digestivos, dolor dental, exceso de entrenamiento
(deportes de resistencia), SIDA, genética, uso de estimulantes y tener una
constitución ligera por naturaleza.
El problema más inmediato a considerar si se tiene insuficiencia ponderal es
descubrir si puede ser sintomático de una enfermedad subyacente. La pérdida de
peso inexplicable requiere un diagnóstico médico profesional.
Las personas con un peso muy inferior al normal pueden tener una resistencia
física muy baja y debilidad del sistema inmunitario, lo que las deja a merced de las
infecciones. En las mujeres, un peso muy inferior al normal puede dar lugar a
amenorrea (ausencia de menstruación) y a posibles complicaciones durante el
embarazo. También puede causar anemia y pérdida de cabello.
La insuficiencia ponderal es un factor de riesgo para la osteoporosis, incluso para
los jóvenes. Es una consecuencia particularmente preocupante, porque las
personas afectadas no notan el peligro y pueden sentirse en forma y tener un
buen rendimiento en deportes de resistencia. Después de la aparición de las
primeras fracturas espontáneas, el daño puede ser irreversible.
Si una persona está muy por debajo del peso normal, hasta el punto que le
provoca problemas con su salud o su desarrollo, es necesario que haga un
esfuerzo para aumentar de peso. El tratamiento consiste en aumentar la ingesta
de alimentos energéticos. Por lo general, también es recomendable acompañar
esta mayor ingesta de energía con ejercicios de pesas para aumentar la masa
muscular. Si la pérdida de peso se debe a una enfermedad, el tratamiento pasa
por solucionar la enfermedad y consumir suficientes calorías para lograr un peso
corporal saludable.
Referencias
Metas mundiales de nutrición 2025: documento normativo sobre emaciación
[Global nutrition targets 2025: wasting policy brief ]. Ginebra:
Organización Mundial de la Salud; 2017 (WHO/NMH/NHD/14.8). Licencia: CC BY-
NC-SA 3.0 IGO. CC BY-NC-SA 3.0 IGO.
Metas mundiales de nutrición 2025: Documento normativo sobre retraso del
crecimiento [Global nutrition targets 2025: stunting policy brief ]. Ginebra:
Organización Mundial de la Salud; 2017 (WHO/NMH/NHD/14.3). Licencia: CC BY-
NC-SA 3.0 IGO.
https://www.unicef.es/noticia/la-carencia-de-vitaminas-y-minerales-afecta-al-
desarrollo-de-un-tercio-de-la-poblacion.