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Apuntes de Estudio

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APUNTES CURSO 2024/2025

TEMA 2. LA EDAD MEDIA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

2.1. Al-Andalus: evolución política. La conquista musulmana de la


Península Ibérica. Emirato y califato de Córdoba. Reinos de taifas.
Reinos nazarí de Granada.

2.2. Al Andalus: economía, sociedad y cultura. El legado judío en la


Península Ibérica.

2.3. Los reinos cristianos: evolución de la conquista de la


Península y organización política

2.4. Modelos de repoblación. Organización estamental en los reinos


cristianos medievales

2.5. La Baja Edad Media en las Coronas de Castilla y de Aragón, y


en el Reino de Navarra
Apuntes para el estudio / Historia de España / IES Lázaro Carreter / Profesor: Diego

TEMA 2. LA EDAD MEDIA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

2.1. Al-Andalus: evolución política. La conquista musulmana de la Península


Ibérica. Emirato y califato de Córdoba. Reinos de taifas. Reinos nazarí de
Granada.

Los musulmanes llegaron a la Península Ibérica por la debilidad interna de los


visigodos, introducidos en luchas de poder en su monarquía electiva entre los
witicianos, los partidarios del rey don Rodrigo y el conde don Julián. Hechos que
aprovecharon los protagonistas musulmanes: fueron los jefes Tariq (bereber) y
Muza (árabe), que derrotaron al rey Rodrigo (visigodo) en la batalla de Guadalete.
Contienda clave junto al previo saqueo de Tarifa, lo que generó que la duración de
la conquista fuese corta; rápidamente los musulmanes conquistaron Mérida, Toledo
y Zaragoza. Inicialmente se estableció la capital en Sevilla, pasando rápidamente a
una Córdoba que monopolizó el esplendor en el emirato y el posterior califato. Así,
después de la conquista musulmana el territorio pasó a llamarse Al-Andalus y
atravesó por varias fases de evolución política.

El Emirato dependiente (711-756) de Damasco fue un periodo de asentamiento y


expansión territorial, que se vió frenado por la derrota en la batalla de Poitiers
(732) frente a los francos de Carlos Martel. Provincia dependiente que cambió de
modelo organizativo cuando en el año 750 Abu Al Abbas acabó con todos los
miembros de la dinastía Omeya en Damasco. De esta matanza sólo se salvó
Abderramán I, que llegó a Al-Andalus y proclamó el Emirato independiente
políticamente (756-929) con capital en Córdoba. La dinastía Omeya de Al-Andalus
consiguió una organización estatal compleja, si bien tuvo que hacer frente a
revueltas de muladíes y mozárabes (Motín del arrabal de Córdoba y revuelta en la
serranía de Bobastro por “el capitán de la nariz rota”), aunque ocupaban la mayor
parte del territorio peninsular. Un hecho que permitió reprimir a los disidentes, tal y
como ocurrió en la jornada del foso de Toledo que da nombre a la frase “pasar
una noche toledana”.

Más tarde, Abderramán III se proclamó Califa de Córdoba en el 929,


independizandose religiosamente de Bagdad. El Califato se caracterizó por el cobro
de parias a los reinos cristianos a través de su potente ejército, que llevó a su
esplendor al territorio andalusí. Abderramán III fue sucedido por Al Hakam II el
Sabio, y este por Hixam II. Pero este último no ejercerá el poder ya que en el 978
su primer ministro (hachib) Almanzor ursurpará el poder, estableciendo una
especie de dictadura militar que le obligará a ir constantemente a la guerra. Ello lo
desarrolló a través de las razzias, incursiones en territorio cristiano que le valieron
mala fama tras ataques a ciudades como Barcelona, Medinaceli o Santiago de
Compostela, donde se encontraba el sepulcro del apóstol. Poder excepcional que
terminaría lastrando la uniformidad de Al-Andalus: después de su muerte en el 1002
comenzará una guerra civil que acabará con el Califato de Córdoba.

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Apuntes para el estudio / Historia de España / IES Lázaro Carreter / Profesor: Diego

En el año 1031 finalizó la guerra civil entre los musulmanes, lo que provocó la
desaparición del califato y la aparición de los reinos de taifas (pequeños emiratos).
Estos se diferenciaban por la procedencia étnica de sus gobernantes, ya que había
taifas árabes o andalusíes (Sevilla, Córdoba o Zaragoza), taifas bereberes
(Badajoz o Granada) o taifas eslavas repartidas por las costas mediterráneas,
como por ejemplo Denia. Las taifas se caracterizaban por su poder económico y su
debilidad militar, teniendo que pagar parias a los reinos cristianos: a cambio del
pago en moneda, los reinos cristianos auxiliaban a las taifas (partidos) en su lucha
con otras taifas.

Los distintos reinos de taifas de Al-Andalus fueron conquistados por dos pueblos
norteafricanos: los almorávides y los almohades. Los almorávides (un movimiento
rigorista del Islam) derrotaron a Alfonso VI (batalla de Sagrajas, 1086) de Castilla-
León y se hicieron con todo Al-Andalus. Y posteriormente los almohades hicieron lo
mismo en el siglo XII (batalla de Alarcos, 1195). Será Alfonso VIII de Castilla quien
los expulse en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), apareciendo de nuevo
distintos reinos de taifas.

Casi todas las taifas fueron conquistadas en el siglo XIII por Fernando III de
Castilla-León, a excepción de los territorios de Granada, Málaga y Almería, que
formarían el reino nazarí de Granada. Este reino se mantuvo independiente desde
1231 hasta 1492, siendo económicamente muy próspero. El último de los emires fue
conocido como Boabdil el Chico (Muhammad XII), que se rindió a los Reyes
Católicos el 1 de enero de 1492, entregando las llaves de la ciudad de Granada.

Fin de evolución política de un Al-Andalus que, con periodos de prosperidad como el


califato y debilidad con las taifas, refleja lo cambiante de la historia peninsular, tanto
en su organización territorial como en una religión donde ha primado la convivencia
y el intercambio cultural. Legado andalusí que además impulsó la fundación de
ciudades como Madrid bajo el emirato de Mohamed I (852-886).

2.2. Al Andalus: economía, sociedad y cultura. El legado judío en la Península


Ibérica.

Sentando un precedente en la organización peninsular, la población andalusí


modernizó aspectos de la economía, con novedades técnicas como las norias de
agua o las acequias. Así, la base económica de los musulmanes se sustentó en la
agricultura y la ganadería, pero también en la artesanía y el comercio. Respecto
a la agricultura, fundamentalmente se cultivaba trigo, cebada, vid y olivo.
Además, introdujeron el regadío y los naranjos. En lo relativo a la ganadería
criaron especies como vacas, ovejas y gallinas. La artesanía destacó por sus
productos de lujo y de uso común, como la taracea nazarí de madera. Por último, en
cuanto al comercio, los musulmanes desarrollaron el comercio interior y exterior
con Europa, norte de África y Oriente. Destacaron por diferentes exportaciones
(sedas, aceite o estaño ) e importaciones (oro, especias o esclavos).

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En cuanto a la organización social se diferencian dos grupos: los musulmanes


(árabes, sirios, muladíes y bereberes) y los no musulmanes (cristianos y
judíos). La religión, junto a la etnia (los árabes eran mejor considerados que los
bereberes), fue clave en cuanto al reconocimiento y el reparto de tierras. Además,
los impuestos se pagaban en función de la religión que se profesaba. Un hecho que
provocó numerosas conversiones de cristianos al Islam, no tanto por la represión
religiosa (escasa salvo episodios como los mártires de Córdoba) sino por los
beneficios económicos que implicaba. Un hecho que también ocurrió con el pueblo
judío, que sin embargo conto con una mayor protección y reconocimiento que en
periodo visigodo. Símbolo de ello es el desarrollo de juderías, barrios propios donde
contaban con escuela propia y sinagogas como las de Toledo o Alcalá de Henares.

Más allá de ello, los musulmanes introdujeron en Al-Andalus elementos culturales


árabes, persas, griegos e indios. El esplendor cultural andalusí alcanzó su
máximo esplendor durante el califato y continuó durante los reinos de taifas. El nivel
cultural andalusí era muy superior al de los cristianos del norte. En Córdoba
residieron médicos, filósofos, matemáticos, poetas, astrónomos e historiadores de
entre los cuales podemos destacar los nombres de Averroes (médico y teólogo),
Maimonides (médico, filósofo y teólogo judío) e Ibn Quzmán (poeta).

Una cultura en la que a nivel artístico habría que destacar la mezquita de Córdoba,
la construcción de época califal de Medina Azahara y ya del periodo nazarí la
Alhambra de Granada. Conjunto de edificaciones donde también destacamos la
Torre del Oro (Sevilla), la Aljafería de Zaragoza o el esplendoroso arte mudéjar,
que en Madrid podemos encontrar en la Iglesia de San Pedro Apóstol (Camarma
de Esteruelas). Es el ejemplo de cómo Al-Andalus pervivió pese a su desaparición,
valorándose un arte que tendría una reinterpretación en un siglo XIX de
historicismos como el neomudéjar del Palacio de Laredo (Alcalá de Henares).

2.3. Los reinos cristianos: evolución de la conquista de la Península y


organización política

Tras el rápido avance de los musulmanes, ejemplificado en la batalla de


Guadalete, los primeros núcleos de resistencia se formaron en Asturias donde el
rey Don Pelayo derrotó a los musulmanes en la batalla de Covadonga en el 722.
Así nació el reino de Asturias, que se extendió por Galicia y el valle del Duero.
Inicio de la mal llamada “reconquista” donde destacan crónicas de la época que
magnifican escaramuzas y que debemos valorar en su justa medida.

Tras el periodo de Alfonso I y Alfonso II, donde se desarrolló la consolidación e


independencia del reino, Alfonso III de Asturias trasladó la capital a León, pasando
a conocerse como reino de León. Respecto del Condado de Castilla, el primer
conde independiente fue Fernán González, que se independizó en el siglo X tras
los problemas internos en el reino leonés a la muerte de Ramiro II. Estableció la
capitalidad en Burgos y basó su liderazgo en el éxito militar.

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En el Pirineo occidental, los vascones derrotaron a Carlomagno en Roncesvalles.


Y en el siglo IX el Reino de Pamplona obtuvo la independencia con Iñigo Arista
tras expulsar a los francos. En el Pirineo central se establecieron distintos condados
(Sobrarbe, Ribagorza, Aragón - independiente en el siglo X), desvinculándose del
poder carolingio con la importancia de Aznar Galíndez y un Sancho Garcés III que
dividirá sus reinos entre sus tres hijos. Finalmente, en el Pirineo oriental los
Condados Catalanes fueron unificados por Wilfredo el Velloso (Conde de
Barcelona), obteniendo la independencia en el siglo X. Fue un conde fundamental
ya que convirtió el título en hereditario (concepción feudal) y se encargó de fundar
el monasterio de Ripoll.

Tras la organización interna se pudo iniciar la mal llamada Reconquista: es la


ocupación militar por parte de los territorios cristianos de los territorios musulmanes
de la Península que posteriormente era acompañada de la ocupación civil del
territorio. En el siglo XI tendrá lugar la primera fase cuando Alfonso VI de Castilla
y León conquiste la taifa de Toledo (1085) y extienda el dominio cristiano hasta el
valle del Tajo. La segunda fase se desarrollará en el siglo XIII gracias a que el rey
de Castilla Alfonso VIII derrotó a los almohades en la batalla de las Navas de
Tolosa (1212), lo que permitió posteriores conquistas. Fernando III el Santo (de
Castilla y León), reconquistará los valles del Guadiana y del Guadalquivir en la
primera mitad del siglo XIII. Y el rey Alfonso X el Sabio conquistará Cádiz. El rey
Jaime I de Aragón y Conde de Barcelona (conocido como Jaime el Conquistador)
llevó a cabo la conquista de Mallorca e Ibiza en 1229 y la de Valencia en 1238.

La tercera fase culminará a finales del siglo XV, cuando los Reyes Católicos
conquistan el reino nazarí de Granada en 1492, tras una larga guerra de diez años
que finalizó con la entrega de las llaves de la ciudad por parte de Boabdil. Evolución
en la conquista que debemos completar con una organización política donde
durante la Edad Media la península estaba fragmentada políticamente debido a
los múltiples núcleos cristianos de resistencia, las tendencias separatistas de la
nobleza (independencia de Castilla y Portugal) y la concepción del reino como
propiedad del rey (reparto del reino de Sancho III). Este proceso de fragmentación
finalizó en el siglo XII con el nacimiento de las Coronas de Aragón (unión dinástica
de Cataluña y Aragón) y de la Corona de Castilla (unión de Castilla y León).

Políticamente, la principal autoridad en los reinos cristianos era el rey, quien reinaba
asesorado por el Consejo Real. La autoridad del rey estaba limitada por el poder de
la nobleza (pactismo) e Iglesia, por los privilegios (fueros) de las ciudades y desde
el siglo XII por las Cortes. Estas eran asambleas que reunían a los representantes
de estamentos, nobleza, clero y ciudades. Una institución que, en el ámbito
peninsular, regala un privilegio histórico a nuestro entorno, ya que las Cortes de
León fueron las primeras en 1188: en 2013, la Unesco las reconoció como “el
testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo”. En medio
de la conquista, se desarrollaron avances claves para el parlamentarismo actual.

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2.4. Modelos de repoblación. Organización estamental en los reinos cristianos


medievales.

Tras la conquista, especialmente en zonas fronterizas con Al Andalus, se sucedieron


políticas repobladoras para impulsar los diversos reinos cristianos. Los diversos
modelos de repoblación fueron: presura (aprisio), concejos (fueros), encomiendas,
repartimientos y donadíos.

La presura (aprisio) era el asentamiento, en el Valle del Duero, de campesinos en


tierras yermas o abandonadas, pasando a su propiedad y certificado por el Rey. Los
concejos (Duero y Tajo) obtenían fueros o cartas puebla sobre la tierra y esto
implicaba ciertos privilegios con el objetivo de repoblar el territorio. Las
encomiendas (mitad sur peninsular) eran tierras cedidas a un caballero de alguna
Orden Militar. Los repartimientos o donadios consistían en otorgar un territorio a
los nobles cristianos que apoyaban la Reconquista. Distintas modalidades que
tuvieron objetivos económicos (roturación de nuevas tierras), estratégicos
(consolidación en zonas fronterizas con Al-Andalus) y políticos, ya que las
repoblaciones respondieron a la intención de los monarcas de contrarrestar la
influencia del estamento social más beneficiado de la zona.

Un hecho previo que entendemos valorando la organización estamental de la


época, donde destacaba el feudalismo. El régimen señorial se basaba en un
señor (noble) que disponía de una gran cantidad de tierras donde trabajaban los
campesinos (siervos) que servían como mano de obra barata. Se formaban unos
vínculos sociales de dependencia entre los señores y los campesinos que trabajan
en sus territorios. Estos nobles fueron aumentando su poder porque los reyes iban
cediendo feudos a medida que iba avanzando la conquista sobre territorio
musulmán. Los campesinos y los siervos no tenían el derecho de comprar tierras ni
de romper el contrato feudal, generando unas condiciones pésimas de vida y
libertad que se empeoraron aún más con los conocidos como malos usos. Con
ejemplos como la intesia (cobro de un tercio de los bienes de un campesino si
moría sin testar) o la cugurcia (si la mujer de un colono era adúltera, el señor se
quedaba con su dote), vemos la desigualdad social de la época. Por otro lado,
tenían la obligación de rendir pleitesía (mostrar un sumo respeto) a los señores.
Sus vidas rozaban la esclavitud y, por si no fuera poco, la situación era hereditaria.

Aspectos relacionados con la tripartición funcional de la sociedad de los reinos


cristianos: bellatores (nobleza), oratores (clero) y labatores (pueblo llano). La
sociedad estamental de la época estaba dividida en: privilegiados (nobleza y
clero) y no privilegiados (pueblo llano). La nobleza estaba formada por la alta
nobleza (condes, duques…) y por la baja nobleza (hidalgos), mientras que el clero
estaba formado por el alto clero (obispos, cardenales) y el bajo (monjes, curas). Los
privilegiados no pagaban impuestos, tenían leyes distintas y poseían las tierras.

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Mientras que la mayoría del pueblo llano eran campesinos, a los que se aplicaban
unas severas leyes y tenían que pagar impuestos. En este grupo también se
encontraban artesanos, burgueses y comerciantes. División estamental que, con el
paso del tiempo, llevó a un descontento que estalló en conflictos violentos como la
revuelta irmandiña (Galicia), el enfrentamiento entre la Busca y la Viga
(Barcelona) o las guerras remensas en Cataluña.

2.5. La Baja Edad Media, en las Coronas de Castilla y de Aragón y en el Reino


de Navarra

Los siglos XIII, XIV y XV constituyen una etapa clave en la historia peninsular. A
pesar de la importante crisis demográfica (causada por la paralización de la
roturación de nuevas tierras, la Pequeña Edad de Hielo, las continuas guerras y la
peste negra), se trataron de unos siglos claves para la muerte del mundo medieval
y el surgimiento del Estado moderno. Con unas características generales donde
destacó el crecimiento de la ciudades, la autonomía de cada reino y la disputa
realeza-nobleza (autoritarismo real vs pactismo), fue el momento culmen para las
coronas de Castilla y Aragón. No ocurrió igual para Navarra, que entró en declive.

Empezando por Castilla, cabe recordar que en el siglo XIII se unen definitivamente
los reinos de Castilla y León (1230) en la persona de Fernando III el Santo.
Unidad territorial y centralización que legislativamente será impulsada por Alfonso
X el Sabio, que establecerá un código de leyes por escrito: las Siete Partidas.
Ampliado por Alfonso XI con el Ordenamiento de Alcalá (1348), vertebró un
territorio que hasta 1369 destacó por la fortaleza del poder monárquico.

En Castilla existían los siguientes funcionarios: el mayordomo, que se encargaba


de administrar el patrimonio del rey; el canciller, encargado de la burocracia; los
corregidores municipales; el condestable, jefe de los ejércitos reales; y el
almirante, comandante de la marina de guerra. En cuanto a los órganos colegiados
castellanos eran el Consejo Real, la Audiencia (administración de justicia), las
Cortes (nobleza, clero y pueblo llano) y los Concejos (gobierno municipal).

Organización institucional donde el rey estaba por encima, hasta la batalla de


Montiel (1369), final de una guerra civil castellana donde salió vencedor Enrique II
de Trastámara (el de las Mercedes). Ello provocó el debilitamiento del poder real
en favor de la nobleza, inaugurando un periodo donde destacamos a personajes
como Don Alvaro de Luna o Juan Pacheco.

En relación a lo ocurrido en Aragón, cabe destacar otro enfrentamiento entre


autoritarios y pactistas, con victoria de un rey enérgico (Pedro IV el Ceremonioso)
que fortaleció el poder de la monarquía. Sin embargo, a su muerte, se desarrollaron
dos reyes débiles (Juan I y Martín el Humano) que fallecieron sin descendencia.

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Ello ocasionó la extinción de la dinastía, haciéndose necesaria una larga reunión de


nueve compromisarios (Compromiso de Caspe, 1412) que decidió dar la corona a
Fernando de Antequera: la rama menos de los Trastámara (Castilla) se instalaba
en Aragón. Relación familiar que, sin embargo, respetó la tradicional institucional de
los aragoneses.

La Corona de Aragón era una organización confederal (existía un solo rey, pero
cada reino o condado tenía instituciones propias). La monarquía estaba formada por
los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca y los Condados Catalanes. Los
órganos administrativos aragoneses eran el Consejo Real (asesoraba al Rey); la
audiencia (impartía justicia); las Cortes en los reinos de Aragón, Valencia y
Mallorca; y las diputaciones generales o Generalidades, comisiones
permanentes nombradas por las Cortes que supervisaban la acción del rey (origen
de la Generalitat de Cataluña). Además, en Aragón existía la figura de Justicia
Mayor del Reino, y en Cataluña había instituciones propias como el Consejo de
los Cien (gobierno municipal de Barcelona). Amplio desarrollo político que no
impidió una guerra civil a finales del siglo XV (Juan II vs Carlos de Viana) que
respondió al enfrentamiento nobleza-realeza, solo olvidado en una política exterior
donde Aragón destacó por su vocación mediterránea: Cerdeña y Nápoles se
unieron a las previas conquistas de Mallorca o Sicilia.

Esplendor conquistador castellano y aragonés, con mejores o peores etapas, que no


pudo disfrutar el reino de Navarra, aislado al no estar en los tratados
“reconquistadores” de Cazola o Tudillén. Siendo un actor secundario, en la órbita
de la casa de Evreux (intereses franceses), se vio perjudicada por el contexto
internacional. Ello no quitó que tuviesen una organización política. En el reino de
Navarra también había unas Cortes que se le atribuyen a Sancho VII el Fuerte
(1194-1234) cuando el monarca reunió a caballeros, prelados y representantes de
las villas del reino, formando tres estados. Otra institución navarra fue el Consejo
Real establecido en el siglo XIV.

Confluencia de territorios bajomedievales con independencia propia hasta la llegada


de los Reyes Católicos, que buscaron una mayor uniformidad territorial a pesar de
que Isabel seguía siendo la reina de Castilla y Fernando de Aragón (Concordia de
Segovia, 1475). Un hecho que no impidió que Fernando anexionase Navarra en
1512, acabando con la concepción territorial-señorial desarrollada hasta entonces.
La época de los Reyes Católicos terminó sometiendo a la levantisca nobleza,
restableciendo la autoridad real y dando nacimiento al Estado Moderno.

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