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Angelo

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2024

ECOLOGÍA SOCIAL,
CULTURA

NOMBRE: ANGIELO MAARIN COAQUIRA

DODENTE: : LOURDES MARIELLA VAN HEURCK


DE ROMERO

CARRERA: ZOOTECNIA

YURIMAGUAS-LORETO-PERU

2024
RESUMEN

La ecología social es la rama del conocimiento encargada del estudio de todas


las relaciones que establece el hombre en su comunidad, ya sea de tipo natural
o social, juega un rol medular en la comprensión del sistema hombre-entorno. El
objetivo de este artículo es analizar la estrecha relación entre los conceptos
ecología social, cultura organizacional y valores, entendiendo que la forma de
gestionar la primera, solo será posible a través de otras categorías con amplio
potencial regulador del comportamiento organizacional e individual. Se utiliza el
análisis teórico mediante el método histórico y lógico de los principales conceptos
y categorías. Dentro de los resultados se encuentra la importancia de la ecología
social, pasando de ser una filosofía a convertirse en un contenido psicológico
con amplia expresión en la regulación de la conducta.
Palabras clave: Ecología social, Cultura organizacional, Valores,
Comportamiento humano.
Contenido

RESUMEN .......................................................................................................................... 83

INTRODUCCIÓN ................................................................................................................ 85

DESARROLLO ................................................................................................................... 87

CONCLUSIONES ............................................................................................................... 99

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA ....................................................................................... 100


INTRODUCCIÓN

El mundo contemporáneo puede ser definido como un escenario gigantesco con


actores y actrices interdependientes. Se habla de un mundo sin fronteras en
ningún área de la vida. A partir de 1985, comienza el nacimiento de una nueva
era, definida desde que Bill Gates lanzó Windows que ayudó a eliminar las
fronteras, hacer más rápidas las comunicaciones, aparejado a otros avances
tecnológicos y comunicativos. También la caída del campo socialista europeo es
otro de los acontecimientos presentes a fines de la década de 1980. Además, la
reunión del Hotel Plaza (Nueva York, USA), donde se celebró la Cumbre del G-
5 y se tomaron importantes acuerdos sobre el comercio internacional, marcó un
viraje en las relaciones entre los países a nivel global, así como la apertura de
China al comercio internacional, hacen que estas últimas décadas marquen un
viraje en las relaciones entre los Estados, las sociedades, las organizaciones y
el propio individuo (Ohmae, 2005).
Desde el punto de vista social se aprecian grandes modificaciones en la
estructura social y de clases de los países. Europa entra en una profunda crisis
económica que hace mover los resortes de los movimientos sociales con fuerza
en España y Grecia. En América Latina los gobiernos progresistas han logrado
potenciar la creencia de que «un mundo mejor es posible» y lo han demostrado
en la práctica social de sus naciones.

Al señalar estos aspectos se debe hacer referencia al desarrollo científico y


tecnológico que se ha venido gestando desde fines de la década de 1960 y que
dan lugar al conocido enfoque de ciencia, tecnología y sociedad, de donde se
han derivado todos los avances ulteriores. En opinión de Fidel Castro (2007, 2):
«El mundo de hoy es muy diferente al mundo que Marx y Lenin conocieron; nadie
pudo conocerlo, nadie pudo imaginar las comunicaciones en cuestión de
segundos».

La crisis ambiental en el siglo XXI es innegable. Primeramente, la acción


destructiva y consumista del depredador más grande de todo el reino animal – el
hombre- unido al escaso uso de la inteligencia humana y las potencialidades
tecnológicas, matizado por una falta de valores morales que guíen el uso de la
ciencia, ha hecho que diversos investigadores e intelectuales consideren que nos
encontramos cerca de un punto sin retorno en lo referente a la conservación de
nuestra casa común: la Tierra. Efectos de la acción indiscriminada del hombre
son el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales (renovables o
no) entre ellos el agua y el petróleo, la extinción de especies de la flora y la fauna,
así como las continuas guerras por la dominación de estos recursos.
Esta crisis ambiental sistémica, afecta el desarrollo social armónico de todos los
países y regiones del planeta sin distinción. Desde las potencias
económicas e industrializadas, hasta las más pobres naciones, sufren crisis
sociales y de gobernabilidad, que remueven los cimientos de sistemas y
modelos que han evidenciado su inconsistencia con la supervivencia humana.
Similar situación se presenta en el nivel inferior de organización de los seres
humanos. Las organizaciones sociales, lucrativas o no, enfrentan nuevos retos
como nunca antes en su devenir histórico. En la actualidad las organizaciones
se debaten para su propia subsistencia en una encarnizada e insostenible
carrera competitiva que trascienden la ya conocida lucha por los segmentos de
mercado cada vez más fraccionados y diferenciados entre sí, sino que la
disputa es por la credibilidad social, perfeccionar la gestión de su capital
intelectual, elevar la calidad de vida de la comunidad - medioambiental y
cultural, así como por trascender la inmediatez de los planes para estimular las
proyecciones de las estrategias organizacionales.
La ecología social encargada del estudio de todas las relaciones que establece
el hombre en su comunidad, ya sea de tipo natural o social, juega un rol medular
en la comprensión del sistema hombre-entorno. Unido a otros conceptos de
amplio valor en las organizaciones como son la cultura y los valores, posibilita
un marco teórico metodológico reflexivo de este tipo de relación en sus tres
niveles fundamentales de expresión: individuo, organización y sociedad,
respectivamente.
DESARROLLO

Visión de la ecología social


Es innegable la relación que se establece entre la naturaleza y la sociedad.
Afirma Beck (1998, 89): «La naturaleza ya no puede ser pensada sin la sociedad
y la sociedad ya no puede ser pensada sin la naturaleza…» Esta idea resalta un
criterio de unidad entre sociedad y naturaleza que acompañara como un principio
toda esta obra. La sociedad no puede ser definida sino es desde la naturaleza,
al propio tiempo que no existe naturaleza que no refleje el accionar del hombre.
A fines del siglo XX e inicio del actual siglo la naturaleza no está ni dada ni
asignada, se ha convertido en un producto histórico, en el equipamiento interior
del mundo civilizado, las lesiones de las condiciones naturales de la vida se
transforman en amenazas médicas sociales y económicas globales para los
seres humanos, con desafíos nuevos a las instituciones sociales y políticas de la
sociedad mundial industrializada. Lo que el hombre ha creado puede ser utilizado
en beneficio o detrimento de la naturaleza, así como de la propia sociedad.
Es por ello que este estudio presenta tres planos de análisis. Inicialmente el valor
específico de la categoría ecología social, donde resulta imprescindible su
comprensión y aplicación como forma de comprender la relación naturaleza
sociedad. Su concreción a nivel de las organizaciones sociales, a partir de
conceptos como la responsabilidad social empresarial, la ética, la moral, las
creencias, entre otras, concretadas en la cultura organizacional. También su
expresión en el individuo a través de sus valores, como nivel superior de
estructuración y regulación del contenido psíquico a nivel individual.
La comprensión de esta relación tiene que realizarse a través de la visión de la
complejidad en el tratamiento de las relaciones sociedad-naturaleza,
organización-recursos, individuo-actividad. «Con el principio de complejidad se
trata de superar el conocimiento en mundos separados propia de la ciencia
clásica, donde ni las ciencias del hombre tienen conciencia del carácter físico y
biológico de los fenómenos humanos, ni las ciencias de la naturaleza tienen
conciencia de su inscripción en una cultura» (Morín, 1985, 43)
A modo de respuesta de esta realidad surge una disciplina específica para
nuestra época: la ecología social. Aunque existe un sinnúmero de definiciones,
el mejor concepto de «ecología» fue acuñado por Ernst Haeckel en el siglo
pasado para definir la investigación de las interrelaciones entre animales, plantas
y su entorno inorgánico. Desde los días de Haeckel este término se ha ido
expandiendo hasta incluir ecologías de ciudades, de la salud y de la mente. Esta
proliferación de una palabra en áreas tan dispares puede aparecer
particularmente deseable en una época que busca fervientemente algún tipo de
coherencia espiritual y unidad de percepción.
Pero el término «ecología» también puede ser extremadamente ambiguo, al igual
que otras palabras recientes como «holismo» o «descentralización», corriendo
peligro de quedar suspendido en el aire, sin raíces, ni contexto, ni textura. A
menudo es utilizado como una metáfora, como un tentador reclamo que pierde
la lógica, potencialmente estimulante de sus premisas. A menudo se torna una
metáfora, como la palabra «dialéctica», para cualquier clase de integración o
desarrollo. Quizá más alarmante aún ese término ha identificado en los últimos
años a una muy cruda forma de ingeniería natural que bien podría
denominarse «ambientalismo».
Al hablar de ecología se hace referencia a la interdependencia entre lo viviente
y lo inanimado. Puesto que la naturaleza incluye también a los seres humanos,
la ciencia debe comprender el papel de la humanidad dentro del mundo natural
específicamente, el carácter, la forma y la estructura de las relaciones humanas
respectos a las demás especies y a los substratos inorgánicos del entorno
biológico. Desde un punto de vista crítico, la ecología presenta de un modo
amplio el enorme desequilibrio resultante de la división entre humanidad y
mundo natural. Una de las especies más raras del mundo natural el Homo
sapiens se ha desarrollado lenta y laboriosamente desde ese mundo natural
hacia un mundo social propio. Puesto que ambos mundos interactúan
recíprocamente mediante fases evolutivas sumamente complejas es tan
importante hablar de una ecología social como hablar de una ecología natural.
La ecología social es una disciplina filosófica fundada por Murray Bookchin
(1985). Se define como una escuela del ecologismo y del anarquismo que
busca un manejo humanista del medio ambiente y afirma que existe una
relación holística entre los seres naturales, incluidos los seres humanos, que
lleva a afirmar a los ecólogos sociales que el orden natural no necesita
autoridades ni mando centralizado, sino que es descentralizado y en red. Eso
significa que la naturaleza se autorregula y de igual forma pueden organizarse
los humanos, que producen los problemas ambientales sólo cuando introducen
procesos autoritarios en sus sociedades. Propone el desarrollo sostenible de la
biotecnología, la tecnología adecuada y la arquitectura sustentable en lo
técnico y en lo político la gestación de instituciones libres, localistas e
interconectadas en redes federativas biorregionales, junto con una economía
ecológica.
Pero la ecología no sólo aporta una crítica de la separación entre humanidad y
naturaleza; también afirma la necesidad de subsanarla. Más aún afirma la
necesidad de trascenderla radicalmente. Como señalara E. A. Gutkind (1952,
36): «La meta de la ecología social es la totalidad y no la mera suma de
innumerables detalles tomados al azar e interpretados subjetiva e

insuficientemente». La ciencia se ocupa de las relaciones sociales y naturales


en las comunidades o ecosistemas. Al concebirlos holísticamente en los términos
de su interdependencia mutua, la ecología social busca descubrir las formas y
modelos de interrelación que permiten comprender una comunidad, ya sea
natural o social. El holismo en este caso es resultado de un esfuerzo consciente
para discernir cómo se ordenan las particularidades de una comunidad, cómo su
geometría (según lo plantearían los antiguos griegos) hace que el todo sea más
que la suma de sus partes. Por ello, la totalidad a la que Gutkind hace referencia
no debe confundirse con una unicidad espectral que torna a la disolución
cósmica en un nirvana sin estructura alguna; la totalidad es una estructura
ricamente articulada que posee una historia y una lógica internas propias. Lo
hasta aquí expresado basta para señalar que la totalidad no es una universalidad
pálida e indiferenciada que supone la reducción de un fenómeno a lo que tiene
de común con alguna otra cosa. Ni tampoco es una energía celestial,
omnipresente, que reemplaza las vastas diferencias materiales que constituyen
el reino animal y el ámbito social. Por lo contrario, la totalidad comprende las
diversas estructuras, articulaciones y mediaciones que le otorgan al todo una rica
variedad de formas y le incorporan cualidades únicas a aquello que una
mentalidad estrictamente analítica reduciría habitualmente a detalles
innumerables y casuales.
En criterios de este autor la ecología social busca comportamientos de los seres
humanos con sustento ético valorativo sobre el sustento de la vida en nuestro
planeta. No es solamente la mera definición de políticas, estrategias o filosofías
en torno al modo en que el hombre se relaciona con el medio, sino con la forma
en la que actúan los seres humanos, ya sean organizados o de manera
individual. Se introduce en los sistemas sociales que imperan en el planeta y
además de analizar los componentes ideológicos que lo regulan, formula
propuestas concretas de cambio, donde la visión parcial del mundo es
desechada, partiendo de la premisa que la vida en el planeta no es una cuestión
de jerarquías, sino de red, donde un eslabón dañado afecta al conjunto. Para la
ecología social el análisis transita por otro camino, porque no es lo mismo
desarrollo que calidad de vida. Los aspectos sociales, económicos, laborales,
salud, educación, son las variables para determinar un correcto estudio de
impacto ambiental y determinar, lo más aproximadamente posible, por donde
pasa el verdadero desarrollo.
Resulta una imperiosa necesidad el reconocimiento de que la ecología social
tiene que concretarse dentro de los mecanismos de regulación del
comportamiento de los sujetos a partir de su vínculo con niveles inferiores de
organización de los seres humanos. En este contexto es que se analiza los
conceptos de cultura organizacional y valores.

La cultura organizacional y su implicación para el desarrollo de la ecología social.


Para Geertz «la cultura es un patrón de significados transmitidos históricamente,
incorporados en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas
en forma simbólica por medio de las cuales los hombres comunican, perpetúan
y desarrollan su conocimiento y sus actividades con relación a la vida» (1987,
103). En opinión de Deal y Kennedy (1982, 33) la definen como «la forma en que
nosotros hacemos las cosas aquí».
Peters y Waterman (1984, 35) por su parte dicen que la cultura organizacional
es un «conjunto dominante y coherente de valores compartidos transmitidos por
significados simbólicos como cuentos, mitos, leyendas, slogans y anécdotas».
Maria Fleury, en el libro «Cultura y poder en las Organizaciones», señalaba a la
necesidad de añadir la arista política en el concepto de cultura, por considerar
que el poder es uno de sus aspectos inherentes. Para la autora la cultura es
«un conjunto de valores y supuestos básicos expresados en elementos
simbólicos, que en su capacidad de ordenar, atribuir significados, construir la
identidad organizacional, tanto actúan como elemento de comunicación y
consenso, como ocultan e instrumentalizan las relaciones de dominio». (Fleury,
1989, 22)
La definición más aceptada de Cultura Organizacional es la de Edgard Schein al
referir que: «es el patrón de premisas básicas que un determinado grupo

inventó, descubrió o desarrolló en el proceso de aprender a resolver sus


problemas de adaptación externa y de integración interna y que funcionaron
suficientemente bien a punto de ser consideradas válidas y ser enseñadas a
nuevos miembros del grupo como la manera correcta de percibir, pensar y sentir
en relación a estos problemas». (Schein, 1986, 56)
Díez, E. (1999, 39-40) recoge los elementos comunes en la mayoría de las
corrientes y definiciones y termina con la definición-síntesis de quinientas
definiciones de cultura presentada por Kroeber y Kluckhohm:
1. La cultura es un fenómeno social.
2. El comportamiento cultural obedece a pautas.
3. La cultura proporciona un modelo de vida. Cultura ideal, cultura modal.
4. La cultura no es fruto de la herencia genética, sino herencia tradicional o
social históricamente acumulada. Resulta de dos procesos de
aprendizaje: socialización (integración de un individuo en un grupo), e
inculturación (interiorización de los modelos de conducta propuestos por
el grupo).
5. No se puede identificar la cultura con la conducta. Ésta es consecuencia
de la cultura. También hay otros factores que influyen en la conducta.
6. No se puede identificar la cultura con la tradición.
7. Toda cultura es un sistema de expectativas.
8. La cultura no es un todo coherente y armónico. Existen contraindicaciones
internas, está abierta al cambio.

A partir del análisis realizado, se considera que se pudieran establecer algunos


aspectos básicos dentro del concepto de cultura organizacional. Los mismos
pueden proporcionar una mejor comprensión teórico-metodológica, ya que
sirven tanto a investigadores como a directivos para la realización de sus
funciones:
1. La cultura no se puede manejar por parte de los directivos para conseguir
resultados, metas, fines u objetivos. Es un sistema estable de significados
y sentidos compartidos, difíciles de manipular.

2. Interpretar la cultura implica subjetividad, que debe ser consciente y


explicitada. No se puede interpretar algo sin una concepción teórica previa
que nos permita analizar y explicar la realidad.
3. La cultura organizacional a pesar de ser estable no es estática, sino
dinámica: está construyéndose continuamente con sus propios
mecanismos, incluso sin que haya habido modificaciones en sus
componentes. El cambio y las nuevas experiencias nutren a la cultura
organizacional de nuevos elementos que se configuran con los contenidos
subjetivos ya existentes.
4. La cultura organizacional como sistema trasciende la sumatoria de
elementos aislados que la componen, no es una suma de variables o de
partes que se puedan analizar por separado, pues el análisis sería
sesgado, parcial al eliminar aspectos que no se pueden olvidar aislar.
Sistema «como definición conceptual para describir una pauta de
relaciones, más que para referirnos a una suma de partes percibidas o
encontradas» (Katz y Kahn, 1986, 28) Este aspecto es de vital importancia
a la hora de estudiar alguno de sus elementos componentes (valores,
actitudes, creencias, normas, comportamiento), porque no puede
realizarse ajeno a la cultura de la que forma parte.
5. En una organización no se da una cultura organizacional única, ni están
unidos sus integrantes que todos piensen lo mismo y estén de acuerdo en
todo. Siempre hay pequeños grupos (subculturas) con interrelaciones e
interacciones constantes.
6. Para investigar la cultura hay que realizar una inmersión en la
organización, ser uno más dentro de ella. Sólo así se puede comprender
la realidad y sólo así se puede realizar el cambio, que no es posterior a la
investigación, sino conjunto, coetáneo, de tal manera que llega a ser difícil
cuándo se está investigando y cuándo se está produciendo el cambio. La
teoría de los sistemas dicta una estrategia para la investigación, que se
encuentra en oposición fundamental al reduccionismo o paso inmediato
hacia algún nivel más elemental para que sea posible comprender los
fenómenos sociopsicológicos. «El
primer paso será siempre ir al siguiente nivel superior de la organización
del sistema, para estudiar la dependencia del sistema en cuestión
respecto al suprasistema del que es parte, pues este asienta los límites
de varianza de conducta del sistema dependiente». (Katz y Kahn, 1986,
54).
7. La cultura es un sistema abierto, recibe influencia de otros sistemas
culturales. Erróneamente se considera que el sujeto que se incorpora de
manera pasiva a nuestra organización asume la cultura existente como
propia, todas las personas participan en otras organizaciones e incluso en
la sociedad, donde se puede decir que existe un intercambio de
contenidos culturales. Este aspecto se ejemplifica en empresas nuevas,
donde se aprecian rasgos culturales de organizaciones de otro tipo,
siendo estas últimas coincidentes con contenidos de las culturas de las
organizaciones de las que proceden estos recursos humanos.
8. La cultura organizacional se manifiesta a través de un proceso de doble
formación. Los contenidos antes de consolidarse como parte de la cultura
y pasar por un proceso de interiorización, tienen un momento de vida
social, real y actual, en la acción cotidiana de la vida organizacional donde
se pueden reestructurar algunos contenidos ya existentes, así como
complementar o validar otros. Hoy en nuestro funcionamiento
organizacional se consolida la cultura existente, se enriquece, a la vez que
es interiorizada. Este elemento será retomado posteriormente para
resaltar la necesidad de relacionar la cultura organizacional con la
estrategia de desarrollo de la organización.

La cultura desempeña diversas funciones dentro de una organización. En primer


lugar acumula los contenidos y experiencias de una organización a través de su
historia; en segundo lugar, tiene un papel de definición de límites, crea
diferencias entre una organización y las demás; en tercer lugar, conlleva un
sentido de identidad para los miembros de la organización; en cuarto lugar, la
cultura facilita la generación del compromiso con algo más grande que el interés
personal del individuo; en quinto lugar, mejora la estabilidad del sistema social.
La cultura es el pegamento social que ayuda a mantener unida a la organización,
al proporcionar normas apropiadas para lo que deben hacer y decir los
empleados; en sexto lugar la cultura tiene que guiar las proyecciones y
estrategias de la organización, siendo un elemento a partir del cual se logren los
resultados esperados; por último, la cultura sirve como mecanismo de control y
de sensatez que guía y modela las actitudes y el comportamiento de los
empleados.
En el ámbito de la cultura organizacional resulta cada vez más necesario que los
criterios que sustentes la relación entre la organización y su entorno formen parte
de las creencias que justifican los comportamientos. Solo así, desde la
organización se podrá contribuir a la comprensión y análisis de la relación con el
medio ambiente, así como la modificación de las actitudes y valores que regulan
el comportamiento de las distintas personas dentro de la organización como
primer elemento regulador del comportamiento social de los sujetos. Cabe
reconocer la importancia de la cultura organizacional donde sus rituales, sus
hábitos y sus líderes se manifiesten como referente de la ecología social.
Aun así la ecología social y la cultura organizacional se estructuran con
contenidos reguladores de las prácticas sociales, a nivel de nación y a nivel de
organización, estableciendo en sí los elementos normativos que permitan
interiozar estas regulaciones y llevarlas a la práctica. Más que nunca antes es
necesario que se integren a niveles inferiores del comportamiento a nivel
individual, donde la categoría valor complementa esta trilogía que persigue que
el hombre como individuo o integrante de un grupo o nación se comporte de
manera adecuada y transformadora con el medio que lo rodea.

Los valores y su relación con la ecología social


El abordaje teórico de la categoría valor se encuentra indisolublemente unido al
desarrollo de la psicología social y la sociología. Se aprecia que desde la década
de 1960 ya existía preocupación por la complejidad de definir estos desde el
ámbito académico.
Uno de los consagrados investigadores de los valores ha sido Milton Rokeach.
Se le considera el pionero de los estudios sistemáticos sobre este aspecto

desde la psicología social y organizacional. Este autor también ha estado


preocupado por la carencia de consenso en cuanto al valor como concepto
científico: «el concepto de valor, más que cualquier otro, debería ocupar un lugar
central y común en las distintas ciencias sociales» (1973, 3).
Desde este momento se aprecia la existencia de tres dimensiones que han
marcado pautas dentro del análisis de los valores, aunque no todos los
investigadores le brindan el mismo peso dentro de sus pesquisas. Las tres
dimensiones son:

1. Cognitiva.
2. Afectiva.
3. Comportamental.

Otro aporte que ha marcado el resto de las propuestas es la manifestación de su


estabilidad temporal y su carácter social.

Rokeach es considerado como el iniciador del estudio formal y sistemático de los


valores y su definición, es una de las más citadas. «Un valor es una creencia
perdurable de que un modo de conducta específico o fin en la vida, es personal
o socialmente preferible sobre otro modo de conducta o fin de existencia».

A partir de su definición de creencias y su posterior clasificación, Rokeach define


los valores como creencias prescriptitas, donde la creencia define lo que es
deseable o indeseable. Los define como perdurables, que es también el proceso
de socialización donde se forma el valor. Propone la clasificación de valores en
terminales e instrumentales. Esta definición ha sido ampliamente difundida pero
su comprobación empírica no es totalmente fiable. Sintetiza sus ideas acerca de
este concepto en la siguiente sentencia: «los valores son las representaciones
cognitivas y transformacionales de las necesidades, siendo el hombre el único
animal capaz de hacer dichas representaciones y transformaciones…». Los
valores no solo son la representación cognitiva de las necesidades individuales,
sino también de las demandas sociales e institucionales… la sociedad y sus
instituciones socializan al individuo sobre el bien común, interiorizándole las
concepciones compartidas sobre lo deseable. (Rokeach, 1973, 20) Zytowsky
(1970) fue de los primeros autores que definió los valores en las organizaciones
laborales como un conjunto de conceptos, los cuales median entre la orientación
afectiva de la persona y las clases de objetos que ofrecen una satisfacción
similar.
Super (1995) define los valores como el refinamiento de las necesidades a través
de la socialización del sujeto, los cuales son alcanzados a través de actividades,
asimismo establece que una necesidad como la de ayudar a los demás se
convierte en la importancia dada al valor altruismo, una persona que asigna
prioridad a este valor puede alcanzarlo y satisfacer su necesidad de ayuda a los
demás desempeñado una ocupación como el trabajo social o la docencia.

Lofquist y Dawis (1971) los valores son apreciado por estos autores como
necesidades que se agrupan de acuerdo con sus comunalidades subyacentes.
Para ellos los valores y las necesidades son lo mismo y no que los primeros sean
representaciones cognitivas de los segundos.

England (1967) los valores en el trabajo son ideologías o filosofías que permiten
comprender el comportamiento de los individuos en el trabajo, sostienen que los
valores se agrupan en estructuras, siendo estas el marco de referencias
preceptúales de permanencia relativa, que moldean e influyen en el
comportamiento humano dentro de las organizaciones.

Arciniega (2001) establece que los valores en el trabajo son concebidos como la
representación cognitiva de las necesidades universales que se manifiestan a
través de metas transituacionales que se organizan en forma jerárquica y que se
manifiestan en el contexto organizacional.

Los instrumentos utilizados para medir valores se han diseñado partiendo de las
técnicas que se utilizaron primeramente para medir actitudes y que tienen base
en trabajos de investigadores de principios de siglo pasado como Thurstone
(1929) y Likert (1932) (citados por Zazueta y Arciniega, 2010).
Los valores individuales tienen extraordinaria significación para la investigación
social. Separar lo individual de lo social constituye un error no solo teórico, sino
también metodológico. Con frecuencia los valores que no han logrado una forma
orgánica de expresión a nivel social se presentan estructurados a nivel

individual y se convierten en un elemento esencial para el análisis social que se


efectúe.
No es suficiente con enunciar los valores. Será preciso que se promuevan de
manera adecuada, dándoles la relevancia mediante signos externos, premiando
determinados comportamientos, mientras que se penalizan los que no se
correspondan con los mismos, debe fomentarse la unidad comunicación-
actividad en el trabajo con los valores.
En las organizaciones los valores exigen interiorización. Según su empleo para
valorar las prácticas, para legitimar y autentificar el comportamiento y la
importancia que le brinde la dirección para alcanzar las metas y objetivos
propuestos, dependerá el éxito en su aplicación. De la capacidad de influir en las
decisiones que posteriormente se adopten, dependerá en buena medida el grado
de desarrollo de las potencialidades técnicas.
Estas tres categorías pueden resultar una poderosa integración si se utiliza de
manera intencionada, para modificar las prácticas humanas en lo referente a la
naturaleza, como se muestra en la figura 1. Las mismas brindan la oportunidad
de concebir al ser humano en sus ámbitos de actuación e interactuando con su
entorno como un ser único e indivisible, pero portador de una serie de contenidos
con amplio potencial regulador y consecuentemente integrados según el nivel de
complejidad en el cual se desenvuelva.

Siendo consecuente con los procesos de apropiación psicológica de la realidad


y asumiendo con profundidad la necesidad de modificar las prácticas humanas
en lo relacionado a la relación con el medio ambiente, desde los procesos de
planificación a todos los niveles, así como a través de los mecanismos de control
tiene que lograrse que se descubran nuevos cauces de regulación del
comportamiento humano a partir de la interiorización y la regulación consciente
del comportamiento y no solo desde las políticas, normas, regulaciones
vinculantes que solo hacen que se cumplan normas pero no que se enseñen y
se multipliquen las prácticas.
CONCLUSIONES

La ecología social tiene que pasar de ser una filosofía a convertirse en un


contenido psicológico con amplia expresión en la regulación del comportamiento
y la actividad humana en todos los niveles de organización de los seres humanos
(individuos, grupos y organizaciones). La cultura organizacional y los valores
compartidos, junto a la ecología social forman una unidad dialéctica que
contribuye a que el hombre pueda modificar sus prácticas con respecto a la
naturaleza. El estudio de estas categorías sirve de diagnóstico de la relación del
hombre con el medio ambiente y permite predecir la correspondencia futura.
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