Monografia Lunes
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Monografia Lunes
Desde mediados del siglo XIX, los estudios sobre la sociedad Inca se han
caracterizado por la aplicación de un enfoque interdisciplinario favorecido por
el fluido diálogo entre arqueólogos, historiadores, antropólogos y lingüistas. Los
grandes logros conseguidos a través del empleo de este enfoque, sin embargo,
también se han visto acompañados por algunos desaciertos metodológicos como
el uso indiscriminado de términos quechuas para definir formal y funcionalmente
la cultura material incaica.
Esta última práctica, si bien a primera vista puede parecer irrelevante, es
particularmente importante dado que el empleo reiterado de estas voces quechua,
tomadas acríticamente de los registros etnohistórico y etnográfico, les otorga la
calidad de categorías clasificatorias portadoras de considerable carga semántica,
convirtiéndolas así en «etiquetas» con implicancias morfofuncionales. En el
caso específico de la arquitectura, es frecuente encontrar en las publicaciones
arqueológicas el uso de términos como acllahuasi, colca, chulpa, kancha, kallanka,
pucara, tambo y ushnu, y en menor proporción, chaucalla, huayrona y masma,
para referirse a determinados tipos de estructuras y a las actividades a las que
estuvieron asociadas. Sin embargo, en muy pocos casos, la elección de estos
nombres es respaldada por un estudio histórico o lingüístico que justifique su
empleo; la práctica más común (y más simplista) es la de repetir mecánicamente
lo que otros investigadores escribieron previamente.
El presente artículo aborda el análisis de la denominada kallanka, una categoría
arquitectónica que, si bien ha merecido ya la atención de algunos investigadores
(Meinken, 2000-2001; 2005a; Muñoz, 2007), aún no ha sido cabalmente
definida. A partir de la revisión de información registrada en fuentes etnohistóricas
coloniales proponemos una redefinición de la misma.
ARQUITECTURA INCA
El Imperio Inca
La zona central andina de la América del Sur es uno de los ámbitos más ricos en
vestigios de importantes civilizaciones antiguas en todo el mundo. En la antigüedad
existieron en esta zona varias culturas muy desarrolladas que, desde muchos siglos antes del
comienzo de nuestra, era fueron apareciendo y desapareciendo y superponiéndose unas a
otras, hasta llegar a confluir todas en una sola, que se convertiría en una de las más
importantes civilizaciones de todos los tiempos: el imperio Inca.
Aproximadamente a partir del año 1200 a. C. comienzan a desarrollarse las primeras
culturas en la zona de la costa norte del actual Perú. Es en esta época cuando empiezan a
surgir los primeros indicios del nacimiento de núcleos poblacionales, pequeñas aldeas que
configuran los primeros antecedentes del urbanismo andino. Con el correr de los años, los
centros religiosos se van transformando en populosos núcleos urbanos que albergan
residencias, mercados, y órganos administrativos, políticos y religiosos. La economía de
estos centros se apoyaba primordialmente en el desarrollo y control de grandes extensiones
territoriales dedicadas a la economía agrícola y la ganadería, mientras que el mantenimiento
específico de los órganos de poder residía en un sistema de tributación del pueblo que
incluiría no sólo la aportación de materias primas sino también de la prestación de labores
en obras públicas, o prestando servicios a las clases dirigentes.
Se estima que estas clases llegaron a tener riquezas extraordinarias, hecho
comprobado con los hallazgos arqueológicos, especialmente de tumbas de señores de la
cultura Moche, entre otros. Precisamente esta cultura fue una de las más importantes de la
era pre incaica, habiéndose iniciado en la zona de los valles de Chicama y Moche, para
luego, alrededor del año 200 a. C. comenzar a expandirse hacia otros valles. Otras
civilizaciones de importancia comenzaron a aparecer en diferentes zonas desde el norte de
Perú hasta la actual Bolivia, que con el correr de los siglos desarrollarían las bases de la
cultura incaica. Pueblos como la civilización Moche, Tiawanaku, Nazca y Chimú, dejaron
todo su bagaje cultural como herencia a aquellos que se encargarían de llenar su espacio y
desarrollar una cultura que iba a ocupar el lugar, político y territorial, de todas ellas,
llegando a convertirse en una de las más importantes civilizaciones de todos los tiempos.
Orígenes
esposa Mamá Ocllo, con el objeto de que reuniesen a los naturales en núcleos poblacionales
y los convirtieran en seres civilizados, debido a que el astro rey se había compadecido del
estado de barbarie y abandono en el que estaban viviendo los hombres. Los hermanos
venidos del cielo habrían llegado a la tierra en las inmediaciones del Lago Titicaca –el lago
más alto del mundo-, en la actual zona fronteriza entre Perú y Bolivia para luego iniciar
un lento peregrinaje por las altísimas llanuras del altiplano. Tenían en su poder una
pequeña vara de oro y según las instrucciones recibidas por el sol, deberían fijar su
residencia en el sitio en donde la vara se hundiera por sí sola. Una vez que arribaron al valle
del Cuzco tuvo lugar el hundimiento prodigioso de la vara y de esta forma establecieron su
residencia. Ya instalados en el sitio prodigioso, Manco Capac comenzó a instruir a los
hombres en la agricultura, mientras que su hermana y esposa instruyó a las mujeres en las
artes del hilado y el tejido. Así, la gente del valle, obedeciendo las divinas enseñanzas, se
convirtió en los cimientos del pueblo Inca. En poco tiempo, el aprendizaje recibido hizo a
este pueblo notablemente superior a las demás tribus vecinas, erigiéndose en la tribu
dominante, lo que los llevó a extenderse más allá de las fronteras del valle del Cuzco
unificando las culturas por medio de las conquistas militares.
Existen diferentes teorías sobre la forma de apreciar esta tradición. Hay quienes
niegan la existencia del más mínimo atisbo de verdad en su contenido, afirmando que la
leyenda es una creación totalmente original que se inventó en tiempos de apogeo del
imperio, para dar soporte divino a sus monarcas, instituyéndose en descendientes del hijo
del sol, además de lograr una unidad religiosa del pueblo con toda una jerarquía
eclesiástica, con vistas a su dominación. Pero también están aquellos que, como el Inca
Garcilaso de la Vega, piensan que la leyenda tiene una base de verdad, atribuyéndole la
identidad del supuesto hijo del sol, a algún individuo extranjero instruido e inteligente, que
al arribar con su grupo al valle del Cuzco, comprendió que haciéndose pasar por un Dios
podría convertirse en el jefe de los elementales naturales que habitaban el lugar en
condiciones precarias. En definitiva, es probable que un pequeño grupo procedente de la
zona de los actuales Andes bolivianos, o quizá de los alrededores del lago Titicaca se hayan
instalado en la zona del valle del Cuzco huyendo de vecinos hostiles o simplemente
buscando un lugar más apto para el desarrollo de la actividad agrícola y ganadera, llegando,
con el correr de los años, a unificar la multitud de costumbres, tradiciones y cultos de los
diversos grupos étnicos residentes en las zonas lindantes.
Existen, por otra parte, otras tradiciones que intentan echar luz sobre los orígenes
incaicos, que hablan de hombres blancos y barbados que salieron de las aguas del lago
Titicaca, o incluso del mar, para civilizar al pueblo y hacerlos vivir en paz. Esta leyenda,
con diferentes variantes, se repite sistemáticamente en numerosas culturas americanas de
diferentes zonas geográficas, como por ejemplo en la cultura azteca, cuando se recuerda
la leyenda de Qetzalcoatl, el dios civilizador blanco y barbado que había llegado de
oriente y un día partió prometiendo volver. Este tipo de leyendas provoca irremediablemente
en muchas personas la tentación de interrogarse sobre las misteriosas razones que
pueden haber hecho que una misma historia se haya expandido por tan extensos territorios
que teóricamente no tenían contacto entre sí. ¿Quiénes serían estos hombres
blancos barbados que llegaron desde las aguas en épocas remotas, muy anteriores al arribo
de los españoles? Esto, claro, si realmente estas leyendas tienen una base de hechos
verdaderamente acaecidos en tierras americanas.
De una u otra forma, no parece probable que el inicio de esta civilización
se remonte al año 1100 de nuestra era, como lo afirman diversas crónicas, debido a que no
concuerda el lapso de tiempo transcurrido desde entonces hasta la fecha de llegada de los
conquistadores, con la cantidad de monarcas ungidos por la tradición andina. Cuenta
esta tradición con una genealogía conformada, desde aquella época hasta la llegada de
los españoles, por una lista de trece Incas, aunque se estima que de todos ellos, sólo
pueden ser considerados con cierta certeza, verdaderos personajes históricos a los últimos
cinco, ya que se duda sobre los primeros ocho, a quienes no se adjudica una entidad
enteramente histórica debido a la falta de información fehaciente. El primer grupo está
conformado por: Manco Cápac, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Cápac, Cápac
Yupanqui, Inca Roca, Yahuar Huacac y Viracocha Inca. El segundo grupo integrado
por aquellos monarcas cuya referencia histórica estaría comprobada, está formado según el
siguiente detalle: Pachacuti Inca Yupanqui, Topa Inca Yupanqui, Huayna Cápac, Huáscar y
Atahualpa.
Incluso no hay seguridad de que los primeros monarcas hayan detentado el poder en
forma de Inca todopoderoso, sino que se estima posible que el poder haya sido compartido
probablemente entre dos monarcas, originarios de diferentes secciones de la ciudad capital.
Se sabe que durante mucho tiempo, existió en la zona una intensa rivalidad entre los
descendientes de Manco Cápac y el pueblo de los Chancas. El final de este enfrentamiento
daría al triunfador la posibilidad de lograr la hegemonía sobre el valle y lanzarse a una
aventura expansionista. Aproximadamente en el año 1438 se dio este final, con el triunfo
definitivo de los Incas sobre sus aguerridos rivales. Es a partir de este momento que puede
hablarse con propiedad del imperio Inca o Tawantinsuyu, coincidiendo con el inicio del
reinado del considerado como el verdadero creador de esta civilización: el Inca Pachacuti.
Durante su reinado, aproximadamente entre los años 1438 y 1471, se llevó a cabo el
engrandecimiento de la ciudad del Cuzco, el establecimiento de las instituciones, la
organización del imperio y, principalmente, el inicio de la expansión territorial. Fue
guerrero, organizador y legislador. Algunos lo han llamado el Alejandro Magno de la
antigua América. Esta fervorosa actividad en beneficio del imperio, la heredó a su hijo Topa
Inca Yupanqui, quien consolidó la expansión que llevó a esta civilización a contar con un
territorio de unos 600.000 km2, alcanzando a cubrir los actuales territorios de Perú,
Bolivia y Ecuador, y parte de Colombia, Chile y Argentina, en la época de la llegada
de Francisco Pizarro.
Igualmente, todo, absolutamente todo lo que pueda decirse de esta civilización, es
relativo, debido a que jamás dejaron registro escrito alguno, y todo lo que conocemos de
su historia y características se debe a la tradición oral a través de los siglos, recogida
por los cronistas españoles, lo que a todas luces, parece una fuente, como mínimo,
pasible de errores, modificaciones, interpretaciones y demás elementos que pudieran
desvirtuar la exactitud de la información a través del tiempo.
desplazaban con lentitud por las rutas imperiales, descansando en los tambos, posadas
bien aprovisionadas construidas sobre los caminos, que se calculan en varios miles en el
momento de apogeo. El Inca era llevado en una litera que tenía detalles en oro y piedras
preciosas, pero solía mostrarse sencillo al arribar a los pueblos, tomando contacto con los
naturales para conocer sus problemas, incluso llegaba en oportunidades a tomar parte en
alguna disputa en los tribunales locales.
Los palacios reales eran totalmente construidos en piedra, en edificios sumamente
extensos de una sola planta con un patio central, cubiertos con techos de paja o de madera.
Jamás un nuevo Inca ocupaba el palacio de su antecesor, sino que se construía un nuevo
palacio, donde pasaba a residir con toda su corte de concubinas, guardias y servidores. El
palacio del Inca que fallecía era cerrado con todos sus tesoros dentro. El nuevo monarca
nada recibía en herencia, sino que él debía procurarse todo lo que constituiría la imagen de
su dignidad real. Ni siquiera heredaba el personal de servicio, ya que normalmente eran
inmolados junto a sus concubinas sobre el sepulcro del fallecido Inca, llegando a tratarse,
en ocasiones, de varios cientos de personas.
La nobleza estaba dividida en dos clases dominantes. En primer lugar
estaban situados inmediatamente después del Inca, todos los descendientes del
soberano, quienes conformaban la denominada panaca real. Al parecer, el monarca
llegaba a tener cientos de hijos con sus numerosas concubinas, situación que a veces
complicaba la satisfacción de las necesidades de alojamiento y manutención de esta clase
acomodada. Estas personas, llamadas “orejones” por los españoles, por causa de la
deformación de las orejas que se provocaban a propósito con el uso de unos enormes
adornos circulares encarnados en sus lóbulos, consumían en demasía y llevaban una vida
de lujos que, en ocasiones, poco tenían que envidiarle a la que llevaba el monarca. Sólo
miembros de esta clase podían ejercer las principales dignidades religiosas, además llegaban
a obtener destacados cargos administrativos y militares, y tenían privilegios de los que no
podían gozar quienes se encontraran fuera de la nobleza, como la poligamia.
La otra clase dominante estaba constituida por los Curacas. Estos eran los caciques
de las naciones conquistadas que los Incas con sus guerras iban adosando a su creciente
imperio. Los monarcas incas sabían cómo lograr pleitesía y admiración de sus
conquistados, y una de sus estrategias era justamente no remover a estos caciques de su
cargo, llevarse a sus hijos para que fueran educados en el Cuzco prácticamente como
virtuales rehenes, e incluso no prohibir la religión local, siempre que se adorara en primer
término la figura del Inca, se respetaran la leyes y la religión oficial. En ocasiones este tipo
de medidas no era suficiente y se llegaban a realizar traslados de una tierra a otra para
facilitar la integración. La autoridad de estos personajes era solamente local. Si bien los
“orejones” eran seres absolutamente superiores y contaban con privilegios exclusivos
inherentes a su dignidad, los Curacas disponían también de ciertos privilegios
que los diferenciaban fuertemente del pueblo, aunque en este caso, aparentemente,
recibían estos privilegios en forma de obsequios y halagos de parte del soberano, como para
dejar en claro que no les eran inherentes. Así se lograba mantener a los Curacas en su lugar
dentro de la escala social incaica, y a su vez se establecía toda una cadena de distribución de
privilegios, bienes, y lealtades que aseguraban el perfecto funcionamiento de las
instituciones. Estas prebendas podían incluir el uso
los 24 y 26 años para los hombre y de 18 a 20 para las mujeres, el funcionario encargado
formaba las parejas según su criterio, de manera de que todos cumplieran con su
obligación. Algunas mujeres solteras podían llegar a convertirse en concubinas de altos
funcionarios
El Quipucamayoc era el funcionario que se encargaba de controlar todas estas
cuestiones de estadísticas y censos, fundamentales para las políticas demográficas seguidas
por el Estado. Su elemento de trabajo primordial era el quipu, complejo instrumento
confeccionado en cuerdas, que según la forma, nudos y colores con que se armaba,
contenía una u otra información. Este sistema nemotécnico tenía un método que pocos
conocían ya que su enseñanza estaba reservada solamente a escogidos funcionarios
estatales, miembros de la nobleza y otros pocos individuos ligados a tareas estatales.
Existían en el Cuzco depósitos especiales donde se guardaba toda esta información, a
manera de un gigantesco ministerio de economía de un Estado del mundo actual.
En el imperio Inca, pocas cosas resultaron tan importantes para el Estado como el
respeto a las leyes, y a sus efectos, se organizó un aceitado sistema de leyes y
durísimos castigos para los que las violaran. En las ciudades y pueblos del interior del
imperio había organismos similares a tribunales que entendían en delitos leves, y los
gobernadores de los distritos se erigían en jueces superiores cuando se trataba de delitos
graves. Los jueces tenían un plazo de cinco días para concluir con los litigios. No existían
las apelaciones, pero el sistema promovía la mejor administración de justicia posible.
Existían pocas leyes, casi todas de carácter penal, como las que castigaban el
homicidio, el robo y el adulterio, delitos que tenían penas tremendas, aunque podían existir
ciertos atenuantes, por ejemplo para aquel que robara comida por necesidad. El hablar en
contra de la figura del Inca, la sedición, la blasfemia en contra del Sol eran penadas con la
pena de muerte, pero también podían serlo otros delitos relacionados con la organización
y el funcionamiento de la maquinaria estatal, como destruir puentes y caminos,
sembradíos, edificios públicos, árboles frutales, etc. Se adjudicaba a las leyes un carácter
casi divino, ya que emanaban del Inca, y por eso violarlas era un sacrilegio, aunque,
como suele darse en este tipo de estructuras, la justicia no alcanzaba a todos por igual,
viéndose más favorecidos los miembros de la nobleza por los fallos de los jueces.
Las leyes relativas al fisco, eran de vital importancia ya que organizaba los
ingresos con los que se nutría el aparato del Estado. A sus efectos, el territorio imperial se
dividía en tres partes, y lo producido dentro de cada una de ellas, se destinaba a su titular.
Los titulares de estas tres partes eran, el Sol, el Inca y el pueblo. Lo destinado al Sol se
empleaba en mantener toda la inmensa estructura religiosa del Estado, con su culto, sus
castas sacerdotales y templos. Lo que correspondía al Inca, pasaba a cubrir todos los
gastos del aparato del Estado, incluyendo la manutención de la nobleza improductiva y el
boato real. Por último, restaba lo producido en la parte correspondiente al pueblo, esta tierra
se dividía proporcionalmente entre todos los habitantes, y era trabajada por estos para
lograr
su propia manutención. Todas estas tierras eran trabajadas exclusivamente por el pueblo,
que de esta forma contribuía obligadamente con su fuerza de trabajo al mantenimiento del
Estado mediante este sistema denominado mita.
En este imperio no existía la pobreza, nadie jamás pasaba hambre debido a
la compleja distribución de las tierras y tareas que marcaba la ley, lo que constituía una
especie de comunismo agrario primitivo. Resulta notable el hecho de que a pesar de
haber contado con una extensión territorial y una población rara vez igualada en la
historia por un único imperio, lograron a fuerza de organización y decisión política erradicar
la pobreza, la miseria y la marginalidad, cosa raramente alcanzada a lo largo de la historia de
la humanidad, aunque a costa de un Estado opresor y omnipotente que no permitía el menor
atisbo de iniciativa individual ni propiedad privada. Según éste sistema comunitario, la
tierra era propiedad del Estado pero era entregada a la colectividad y todos debían
trabajar en ella. Sólo a los ancianos y enfermos se les permitía no trabajar, todos los demás
debían hacerlo y vivir del producto de ese trabajo. Cuando las personas del pueblo
contraían matrimonio, el Estado les proveía de una casa –según el caso podía ser construida
por la comunidad- y una porción de tierra o tupu, en usufructo que debían trabajar con el fin
de abastecerse. A cada hijo varón que nacía se le entregaba una porción y si nacía una niña
se le entregaba media porción de tierra. Cada año, los funcionarios del Estado que
recorrían todos los territorios imperiales con sus quipus, redistribuían la tierra según las
modificaciones dentro de los grupos familiares, haciendo cumplir estas leyes agrarias y
demográficas.
Por otra parte, todos los habitantes debían cumplir una labor comunitaria
obligatoria que sería algo así como el pago del tributo al poder imperial, que los obligaba a
trabajar con el sistema de la mita en la obra pública como la construcción de
puentes, templos, caminos, las minas y demás tareas para el Estado. Este mismo
sistema fue más tarde adaptado por los españoles para consolidar su estructura de
explotación de los grupos indígenas.
Esta especie de fraternidad denominada ayni en la cual todos trabajaban
para sí mismos, para el prójimo y para el Estado, se manifestaba fuertemente, cuando
alguna situación como un trabajo demasiado duro, o si un factor climático o alguna peste
llegaba a dañar las plantaciones de algún territorio. En estas situaciones, el Estado
organizaba el auxilio de los vecinos, para que las víctimas no debieran sufrir ningún tipo
de privación.
En cuanto a los rebaños de animales, estaban formados por llamas, alpacas,
guanacos y vicuñas. Se trata de camélidos que en la actualidad continúan existiendo
y conformando un recurso económico de importancia para los habitantes de la
zona. De estos animales, que eran todos eran de propiedad exclusiva del Inca y del
Sol, se extraía lana -siendo la de la llama la menos apreciada y la de vicuña y
alpaca las más finas- y a algunas se las utilizaba también como bestias de carga,
aunque debido a su poca resistencia, debían armarse caravanas de hasta mil
ejemplares, que además no podían recorrer más que unos cuarenta y cinco kilómetros
diarios. Anualmente, nutridos grupos de llamas machos arribaban al Cuzco y eran
utilizados por la corte para su consumo y sacrificios en ritos religiosos. Estaba
absolutamente prohibido sacrificar ejemplares hembras.
Si bien las leyes laborales eran tan estrictas y exigentes a los fines de no permitir el
ocio, como para llegar a contemplar incluso que los niños de cinco años ya debieran
comenzar a ayudar a sus padres, también contemplaba que el Estado mantuviera a los
ciegos, sordomudos, minusválidos y ancianos, sin que tuvieran que realizar labores.
Tampoco quedaba jamás un huérfano abandonado ya que estos niños eran confiados a
una familia que los educara y alimentara. Estas leyes de protección a los más débiles
constituían uno de los valores más importantes para la sociedad.
Uno de los ámbitos entre los que más descollaron los incas fue en la
arquitectura, materia en la cual se destacaron principalmente con la construcción de
templos, palacios y edificios militares. Por todos los rincones del imperio proliferaban este
tipo de construcciones, que formaban parte de su sistema de dominación y expansión
territorial, al utilizar la construcción de edificios como otro elemento aglutinante de la
variedad de etnias y culturas tan diferentes que habían sido dominadas. Su arquitectura se
destacó por el tratamiento de la piedra, como material principal de sus construcciones. Si
se alcanzan a distinguir diferentes estilos dentro de su arquitectura, éstos se definirán a
partir del tipo de bloque utilizado, dándole su tamaño y forma, mayor o menor importancia
al conjunto. Podrían distinguirse así, tres estilos: el más sencillo, realizado con piedras
sin labrar, y de forma irregular, especialmente utilizado en la construcción de viviendas; el
segundo, para lo cual se utilizaban piedras perfectamente labradas, con formas geométricas,
a veces insólitas como la famosa piedra de los doce ángulos de Cuzco, para la
construcción de palacios, templos y edificios estatales; y en tercer lugar las construcciones
de carácter ciclópeo, para lo cual se utilizaban piedras de tamaños, a veces inverosímiles,
que provocan aún en la actualidad no sólo el asombro, sino el interrogante de cómo pueden
haber sido transportadas -a veces durante largas distancias sobre terrenos irregulares- sin
haber contado los incas con el auxilio de la rueda ni de herramientas duras. Este
último tipo de construcción se utilizaba especialmente para edificaciones de carácter
militar. Como ejemplo se puede citar especialmente a la célebre fortaleza de Sacsahuamán,
en las afueras del Cuzco, especie de muralla defensiva con significación religiosa que causó
el horror de los conquistadores españoles, llegando incluso a ser calificada como
“construida por el demonio” por el fraile Valverde, y a ordenar su destrucción, cosa que
finalmente no pudo ser llevada a cabo. En cualquier caso, sus construcciones eran
normalmente de una sola planta. Tal fue la pericia alcanzada en estas artes por esta
civilización, que provocó el asombro de los conquistadores y hoy en día, se
mantienen en pié todas aquellas obras no destruidas por ellos, luego de siglos de
soportar ataques, saqueos y terremotos.
El más famoso de sus templos fue el Templo del Sol localizado en Cuzco, que se
denominó Coricancha. No fue sólo el más famoso, sino también el más importante, ya que
constituía el centro mismo del culto al Sol para todo el imperio. Estaba compuesto por un
edificio principal y varios más pequeños, que ocupaban en su conjunto una gran extensión
de terreno en el área central de la ciudad. Sus
paredes eran de piedra labrada a la perfección, y cada bloque estaba unido uno a otro sin
ningún tipo de argamasa a pesar de lo cual no podía introducirse por sus juntas ni la más
delgada punta de espada. En su interior colgaba una inmensa imagen del sol labrada en
oro, incrustada de esmeraldas, y otras más pequeñas que exhibían todo tipo de piedras
preciosas. Poseía un inmenso jardín donde todas sus plantas, sus flores, animales y
mariposas eran de oro, incluso los más básicos adornos y hasta las cañerías de agua eran del
áureo metal. Casi todas las paredes estaban enchapadas en oro desde el piso al techo y hasta
las cornisas exteriores del edificio principal lo estaban. Había otro templo menor dedicado a
la luna, en cuyo interior destacaba su imagen, confeccionada en plata. Otros edificios
menores estaban dedicados a la adoración a las estrellas, al relámpago y al arco iris. En sus
alrededores había edificios que albergaban en sus habitaciones a numerosos sacerdotes que
desarrollaban el culto religioso. Era casi una ciudad dentro de otra, habiendo llegado a
contar con una planta estable entre trabajadores y sacerdotes de unas cuatro mil personas.
Otra importante edificación de carácter religioso fue el Templo de Pachacámac,
cuyas ruinas se encuentran en las proximidades de la actual ciudad de Lima, capital del
Perú, que aunque fue construido con anterioridad a la llegada de los incas a esa zona,
éstos lo mejoraron utilizando su estilo arquitectónico. Otros sitios donde pueden
apreciarse restos arqueológicos de importantes asentamientos son Pisac, Ollantaytambo,
Tambo Machay y muy especialmente, la asombrosa ciudadela de Machu Picchu, construída
sobre el río urubamba, a una altura de 2350m sobre el nivel del mar, y recién descubierta en
el año 1911.
Cabe destacar la extrañeza que provoca el ver algunos contrastes tan marcados en su
arquitectura. Mientras desarrollaron obras tan perfectas y monumentales dentro de su estilo,
que aún hoy causan asombro, no utilizaron la columna ni el arco; casi todos los techos
fueron de paja y es prácticamente inexistente cualquier tipo de construcción que tenga más
de una planta. Asimismo, casi desconocieron el uso de ventanas, no desarrollaron una
veta artística para hacer más bellas sus construcciones como la pintura o algún tipo
de frisos o molduras. Insólitamente, se estima que no llegaron a conocer el uso de la rueda,
al menos para la construcción ni el transporte, y ni siquiera desarrollaron un sistema para
ensamblar vigas, las que sujetaban atándolas con fibras de maguey.
También se destacaron por sus obras de ingeniería, dirigidas especialmente al
desarrollo de las tareas agrícolas y a las comunicaciones, temas en los que superaron
ampliamente a otras culturas precolombinas. Son famosos sus impresionantes desarrollos
de terrazas escalonadas para el cultivo que podían llegar a tener decenas de metros de
ancho y hasta 1500 metros de largo, y sus sistemas de irrigación, que eran capaces de
trasladar agua a través de enormes distancias mediante canales y acueductos subterráneos
perfectamente construidos con enormes lozas. En las zonas de la puna se construían lagos
artificiales alimentados mediante canales, desde donde se redistribuía el agua hacia las
zonas de sequía. Las terrazas eran construidas en sitios a veces inaccesibles, como
escarpadas laderas de montañas, para luego ser llenadas con tierra, ganando de esta forma
preciosos nuevos terrenos para el cultivo. La tierra era trabajada además con abono
producido en enormes cantidades por ciertas aves de la costa, cuya caza o daño era penada
con la muerte. Este abono se denominaba guano, y es el nombre
que aún hoy conserva, incluso se continúa utilizando en la actualidad y constituye una
importante fuente de recursos para el Perú.
En cuanto a las comunicaciones, tuvieron un desarrollo impresionante gracias a
la aplicación de sus conocimientos de ingeniería, llegando a crear una red de caminos y
puentes, que sólo conoce un antecedente comparable en la que fuera construida en el
antiguo imperio romano. Tan importante resultó esta obra que todo el proyecto de
conquistas, y el funcionamiento de la vasta organización del aparato estatal, se basó en su
existencia y buen funcionamiento. Dentro de esta intrincada red de caminos que puede
haber alcanzado una extensión de 40.000 kilómetros se destacaban por su importancia
el que iba desde el Cuzco hasta Quito, y el que iba desde el Cuzco hacia el sur, llegando
hasta los confines del imperio. Iban por el medio de las montañas, por valles o bordeando la
costa. Los tramos principales estaban totalmente cubiertos por piedras lisas en forma
de lozas, y en otros sectores, los materiales se habituaban a las necesidades, además, en
lugares calurosos se encontraban bordeados de arboles para dar sombra al caminante.
A lo largo de toda su extensión, regularmente podía encontrarse los llamados tambos,
especie de almacenes totalmente provistos de todo tipo de elementos necesarios para el
descanso, abrigo y alimentación. Cuando estos caminos llegaban a un abismo –algo
bastante habitual- existían inmensos puentes que, según las necesidades, podía llegar a
ser colgante sobre base de cables de fibras vegetales, y de una enorme longitud. Los
ríos poco caudalosos eran cruzados por balsas que aguardaban al caminante en puestos
permanentes. Pero no sólo caminantes se trasladaban por estas vías, sino que lo hacían miles
de funcionarios, inmensas caravanas de llamas, comitivas que incluso a veces acompañaban
al Inca, ejércitos pertrechados para la batalla, y correos. Éstos últimos, llamados
chasquis, conformaban un servicio de correo sin igual, integrado por profesionales de
uniforme, organizado a la perfección para que la noticias llegaran de un extremo a
otro en el menor tiempo posible o para que el inca pudiera disfrutar de la pesca del día
en su cena, entre otras cosas. Cada unos dos o tres kilómetros, existían unos pequeños
refugios a ambos lados del camino en donde residían en forma permanente dos chasquis.
En todo momento había uno descansando y otro vigilando el camino; cuando llegaba
un correo avisaba haciendo sonar una especie de pequeña trompeta, y el que estaba
esperando comenzaba a correr al lado del recién arribado, mientras éste último transmitía el
mensaje oral para que el otro lo memorizara o le entregaba el envío. De esta forma,
la transmisión del mensaje o envío jamás se detenía ni un instante desde su partida hasta el
punto de destino, llegando a alcanzar una velocidad promedio de diez kilómetros por hora
en forma ininterrumpida.
A través de esta fabulosa red de caminos se trasladaban también los ejércitos
del Inca hacia sus guerras de conquista. Este ejército estaba formado por hombres de 25 a
50 años de edad, y cualquiera que estuviera dentro de esas características podía llegar
a ser incorporado. En épocas de guerra, los pueblos del interior eran literalmente vaciados
de hombres, ya que éstos eran reclutados compulsivamente a través de todo el territorio. El
jefe supremo del ejército era el Inca, o el heredero del trono, en su calidad de escogido
como sucesor, y era habitual que alguno de estos dos personajes acompañara en persona
a la hueste imperial. Sus cartas de triunfo principales eran la táctica y estrategia, que
se
llevaba a cabo con pericia, gracias a la férrea disciplina con que se desempeñaban los
soldados, y a su perfecta organización. Hoy en día nos parece casi increíble imaginar al
ejército, compuesto por decenas de miles de hombres, trasladándose por los caminos a
distancias inimaginables de sus hogares, junto con caravanas de cientos de llamas que los
aprovisionaban de alimento y fuerza de carga. Sus armas eran numerosas, y se destacaban
el arco y la flecha, la honda, y la macana, especie de mazo con filos. Se protegían con
armaduras, cascos y tablas de madera, así como con escudos de piel. A diferencia de lo
que sucedía en mesoamérica por la misma época, donde los aztecas arrasaban con los
pueblos conquistados, los Incas tenían la modalidad de intentar vencer al enemigo con la
menor violencia posible, incluso mediante la diplomacia, y cuando la batalla terminaba, los
vencidos eran tratados como amigos, sus jefes recibían cargos políticos y presentes, y sus
dioses eran respetados, obviamente con la condición de aceptar la dominación del poder
del Cuzco. Luego de estas campañas de conquista, se producía un apoteótico regreso
triunfal al Cuzco, similar a lo que sucedía en la Roma imperial, durante el cual el Inca
exhibía sus trofeos y presentaba a sus nuevos vasallos. Era ésta una oportunidad para
grandes ceremonias de tinte religioso durante las cuales la ciudad entera se llenaba de
música y de danzas.
Religion
Todas las actividades de esta civilización estaban imbuidas de religión, todo era
místico y, de una forma u otra, todo tenía origen o destino divino. El espíritu
profundamente religioso del pueblo era exacerbado por la acción del Estado para que
constantemente se profundizara aún más y más, diseñando una intrincada parafernalia de
dioses, ritos y ofrendas sin los cuales era imposible llevar adelante la vida sin verse
afectado por poderosas fuerzas sobrenaturales. El temor a lo desconocido promovido en el
pueblo por la religión oficial, operaba como elemento fundamental para la unidad del
imperio y la dominación de las enormes masas que lo conformaban. De tal forma, el
gobierno incaico constituyó una absoluta teocracia, sumamente opresiva.
No existe una absoluta claridad sobre muchos aspectos de la ideología religiosa
de los incas, y se estima que existían algunas diferencias esenciales entre el culto de la elite
imperial y el que desarrollaban las masas rurales. Es posible que algunas figuras del
panteón incaico fueran de excesiva complejidad para las mentes básicas de los
componentes del hatun runa, y que, de esta forma, se haya ido adaptando el culto a las
diferentes clases sociales. Así, se habría ido sofisticando el culto en los selectos
templos urbanos donde se desempeñaba el poder eclesiástico imperial, mientras que se
iba precarizando en las zonas rurales al verse irremediablemente influidas por las
creencias populares de las clases campesinas, algunas de ellas incluso, anteriores al
sometimiento de sus pueblos.
La base religiosa era la creencia en una entidad superior todopoderosa, que había
creado el mundo y el universo. La denominación de éste dios creador era Viracocha, quien
luego de crear el mundo arribó a la tierra desde el lago Titicaca, para pasar a crear la
humanidad. Seguidamente, les dejó los mandamientos para llevar adelante la civilización y
se marchó caminando sobre las aguas en dirección
al sol, no sin antes prometer que regresaría en el futuro. En realidad, es muy relativo lo
que se conoce sobre este dios civilizador, ya que existen en la zona andina múltiples
leyendas sobre él, que refieren diferentes orígenes, formas y características, haciendo
muy confusa su verdadera entidad. Es probable que este mito haya llegado a nuestros días
después de haber sufrido adaptaciones de todo tipo luego de recibir influencias de
creencias cristianas y mitos de zonas rurales. No deja de ser significativo que una vez
caído el incanato este culto desapareció completamente.
Por otra parte, existen discrepancias sobre la importancia del culto a Viracocha, y al
Sol, y sobre las épocas y oportunidad de éstos. Hay teorías que dicen que el culto al Sol
tomó fuerza a partir del acceso de Pachacuti al trono, ya que éste tomó la decisión política
de erigirlo por sobre todas las cosas, eclipsando la figura de Viracocha, pero también
hay teorías que dicen exactamente lo contrario.
Parece bastante probable que, a mediados del siglo XV, Pachacuti haya tomado la
decisión política de elaborar junto con sus asesores en temas de culto, los amautas, una
teología basada en la adoración al Sol, con la intención de dejar de lado figuras como
Viracocha, que se presentaban como sumamente complejas para las masas campesinas,
permitiendo de esta forma, crear un nuevo orden religioso más sencillo, accesible y por lo
tanto, mas aglutinador.
Así, en poco tiempo, se habría iniciado la operación política de unificar todos
los cultos en el nuevo orden religioso oficial, con sus dioses, sus ritos y ofrendas
técnicamente diseñados a la medida de personas que requerían un culto de fácil
comprensión y cumplimiento. Mediante una exitosa gestión de los funcionarios del Estado,
todo el imperio se pobló de Templos del Sol de los cuales el más importante fue el
Coricancha de Cuzco, cada uno de los miembros del hatun runa, cumplió con su culto,
un tercio de las tierras de todo el imperio se le adjudicaron en propiedad al Sol, y los
Incas se convirtieron por obra y gracia divina en hijos del refulgente astro.
De tal forma, la divinidad principal fue el astro solar, a quien, como ya se ha
dicho, se adjudicaba la paternidad sobre la dinastía real y la fundación del imperio
Seguidamente, como deidad menor se adoraba también a la luna, hermana del sol, a la que
se acostumbraba representar con un disco confeccionado de plata. Otras deidades también
fueron Venus y las estrellas. El rayo, los relámpagos y las tormentas se representaban
unificados en la figura de Illapa, a quien se le invocaba para pedirle el agua de lluvia
necesaria para traer riqueza a los campos.
Era muy importante en el interior el culto a la Pachamama, o diosa madre de la
tierra, que aún hoy en día continúa rindiéndose en la mayor parte de las tierras que
pertenecían al imperio, y en las franjas costeras se adoraba a la Mamacocha, o madre del
mar. Era también muy importante el culto a Pachacámac en la costa central, aunque
prácticamente se limitaba a esta zona, donde se encontraba su famoso Templo, que databa
de épocas anteriores a la llegada de los incas.
Creían en el más allá y en la inmortalidad del alma luego de la muerte física,
razón por la cual desarrollaron sofisticadas técnicas y rituales de momificación. Esto fue
principalmente aplicado a los gobernantes, los cuales, una vez fallecidos, eran momificados
y mantenidos sentados en tronos de oro dentro de
resto del mundo conocido. Obviamente no todo aparece como admirable, sino que existen
componentes de su cultura sumamente repudiables como el sistema de opresión
instaurado por el incanato sobre las enormes masas de campesinos, mantenidos en la más
abyecta ignorancia para poder ser dominados y dirigidos hasta en sus más íntimas
acciones. Sin embargo, no hay que dejar de lado el hecho de que ésta fue una cultura
enteramente original al haberse desarrollado en un virtual aislamiento del resto del
mundo, y de que ellos se encontraban en un nivel de desarrollo que para algunos
antropólogos no pasa de lo que sería para el esquema tradicional la edad de los metales,
encontrándose en teoría en un grado de civilización similar al de antiquísimas civilizaciones
de la zona de la antigua mesopotamia, miles de años antes de Cristo. Si se comparan las
instituciones y logros de esta cultura, con las de otras similares, nos encontraremos con
elementos negativos similares, pero otros positivos absolutamente superiores, incluso si la
comparamos con la civilización europea que los conquistó, donde, a pesar de contar
con un desarrollo comparativo de miles de años de ventaja, eran comunes las masacres, la
tortura, la inquisición, la miseria, el hambre y la esclavitud.
De todas formas, no existe medio alguno para conocer en qué dirección
hubiera seguido el desarrollo esta civilización que logró, entre otras cosas, desterrar el
hambre, la miseria y la falta de solidaridad de entre sus habitantes, si su marcha no
hubiera sido interrumpida por la espada de acero toledano del conquistador español,
aunque no hay que olvidar que cuando esto sucedió, el imperio parecía haber entrado
en un proceso de descomposición, merced a su guerra fratricida, con un final
absolutamente incierto. Por otra parte, tampoco se dispone de la completa información
adecuada como para intentar imaginarlo, debido a la falta del conocimiento de la
escritura y la pintura de esta cultura que sólo dejó una tradición oral, que se volcó a
relaciones escritas por españoles. Sin embargo, al viajar en la actualidad por los territorios
de Perú, Bolivia, Argentina y Colombia, que hace siglos fueron ocupados por los incas, y al
leer las estadísticas socio-económicas de los países que hoy ocupan esas tierras, uno ve
desolación, campos vacíos y abandonados, sequía, masas de personas desempleadas en la
más abyecta miseria, esclavizados, perseguidos y acorralados; miles de niños
muriendo de hambre anualmente, abandonados a su suerte por sus autoridades y políticos,
quienes a través del tiempo han llegado a convertir a esta zona en una de las más pobres del
mundo, a pesar de sus asombrosas riquezas naturales, y uno no puede evitar preguntarse:
¿Qué fue lo que sucedió?
A pesar del exterminio de esta civilización y de todo lo que había logrado, con el
correr de los años, el legado de su cultura se difundió a todas las latitudes, y luego de mucho
tiempo de no haber recibido demasiada consideración, comenzó a fascinar al mundo: Más
allá de la presencia de infinidad de elementos incaicos en la cultura de las sociedades
aborígenes actuales de la zona, como la lengua, la alimentación, la ropa, los tejidos,
costumbres, etc., el mundo entero convive en nuestros días con su legado, aunque
normalmente no lo percibe. Muchas palabras de su lenguaje, ( el quechua, lengua hablada
en la actualidad por muchos naturales de los territorios del extinto imperio) o derivadas
etimológicamente de ellas forman parte de distintas lenguas de la actualidad. Una
enorme cantidad de los vegetales que formaban parte importante de la dieta básica
incaica llegaron a Europa y se consumen hoy masivamente en todo el mundo sin que casi
nadie tenga
como para enviar un equipo al Perú durante varias semanas para la etapa de pre producción.
Con más razón hay que otorgarle importancia a este hecho, pensando en que el film fue un
éxito y contribuyó, a su manera, en mayor o menor medida a difundir entre los niños y
nuevas generaciones de todo el mundo cierto interés por la cultura andina.
Finalmente, a pesar de que probablemente aparezca el siguiente comentario como
algo quizá desubicado dentro de un artículo de tema histórico que pretende ser serio, creo
que es importante agregarlo ya que resulta absolutamente válido a los efectos de
demostrar hasta qué punto la cultura incaica, a pesar de su aniquilación, logró permanecer
viva a través de los siglos, hasta límites diría, inimaginables, aunque, como ya se dijo,
lamentablemente sin ser percibido por la mayoría de las personas: el tema es que a raíz de
esta importante producción de la Disney, Mc Donald’s, el restaurante de comidas rápidas
más famoso del mundo, ofreció a sus clientes durante la época de estreno de la película, un
menú especial para niños que incluía como regalo unos muñecos articulados de los
personajes. Estando yo cierto día comiendo una hamburguesa en uno de estos locales,
de repente no pude dejar de notar que un niño en la mesa de al lado abrió la cajita de su
menú, y: 1) con una mano tomó su muñeco de Kuzco, el emperador Inca de la película, 2)
con la otra mano tomó su Coca-Cola, cuyo nombre deriva de la hoja de Coca incaica, así
como también su fórmula original, 3) en su bandeja lo esperaban su sobre de papas fritas
las cuales, sin freir, no son otra cosa que la antigua base alimentaria del pueblo inca; una
hamburguesa con tomate, vegetal que también constituía uno de los alimentos de la
cultura andina; y un sobrecito del mundialmente difundido condimento ketchup,
producido también con tomate. Al darme cuenta de que casi la totalidad de lo que le habían
servido al niño en el Mc Donald´s, tenía origen incaico, y pensar que en ese momento
estarían sirviendo lo mismo en miles y miles de locales similares a lo largo de todo el
mundo, me vino a la mente aquella frase que dice una vieja canción: “Aunque no lo veamos,
el sol siempre está”.
Bibliografía:
Baudín, Luis, La vida cotidiana en tiempos de los Incas. Buenos Aires, 1977
Disselhof, H. D. Las grandes civilizaciones de la antigüedad. Destino. Barcelona
1965
Prescott, W. H., Historia de la conquista del Perú.. Cía. Gral. De ediciones. México
1965
Usera de, Luis, y Bravo, María Concepción, Los Incas., Colección Cuadernos
Historia 16, Madrid
Von Hagen, Victor , Realm of the Incas., New American Library. Londres 1962
ANEXOS:
ARQUITECTURA COLONIAL
Fachada de estilo barroco del Palacio de Torre Tagle, con artísticos balcones de estilomudéjar.
Capilla Central, de estilo neoclásico y de forma octogonal, del Cementerio Presbítero Matías
Maestro.
En los primeros momentos de la colonia se desarrolló el llamado estilo renacentista, que
en Europa se había producido siguiendo la corriente del renacimiento italiano. Este estilo se
caracterizó por el empleo de adornos y filigranas que hacían desaparecer las líneas
arquitectónicas dándole al edificio la semejanza de un trabajo de cincelado de platería, de ahí
el nombre de plateresco y donde se confunde el arte gótico, el arábigo y el románico de la
época colonial, desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVII. Son magníficas muestras de
éste estilo en Lima las portadas de la Catedral de Lima y de la Casa de Pilatos. En Ayacucho la
portada de las iglesias de San Francisco y La Merced.
Estilo barroco
El barroco se distinguió y caracterizó por su recargada ornamentación, de líneas
predominantemente curvas, que daban un aspecto de libre movimiento. Predominaron los
elementos decorativos en las columnas, pilastras (columnas embebidas), cornisas, además de
una modificación de las formas clásicas; las columnas griegas pierden su pureza al retorcerles,
como gruesas serpientes, sus fustes hasta formar la columna salomónica y los adornos
adquirieron gran exuberancia.
Un elemento característico de éste estilo es el almohadillado que aparece en los muros de
la Basílica y Convento de San Francisco de Lima. Este estilo predominó desde mediados
del siglo XVII hasta fines del siglo XVIII. Dio origen al churrigueresco y rococó. Son
representativas muestras del barroco en Lima, el Palacio de Torre Tagle, las iglesias de San
Francisco y San Marcelo. En Cuzco laCatedral del Cuzco (barroco mestizo), las iglesias de
Santo Domingo y San Sebastián. En Arequipa la Iglesia de la Compañía.
Estilo barroco churrigueresco
Fue la forma más recargada del barroco y se distinguió por el empleo complicado y caprichoso
de los adornos en forma exagerada, su propugnador fue un arquitecto español llamado José de
Churriguera. Son magníficas muestras de este estilo en Lima la fachada de las iglesias
de Nuestra Señora de la Merced y San Agustín.
Estilo barroco francés o rococó
En el siglo XVIII, con la introducción de la dinastía francesa de los Borbones, llegó
a España este estilo que se caracterizó por losbalcones que no son redondeados, la
disminución de los adornos en la ornamentación en las columnas (estas son menos retorcidas),
sin dejar las características propias del barroco que son el empleo de las líneas curvas y
ondulantes.
Son características del estilo rococó la Quinta de Presa, la Casa de Larriva (fachada en
estilo rococó pero granadino), la Casa de las Trece Monedas (fachada en estilo rococó limeño),
la Casa de Osambela y el Paseo de Aguas, todas ubicadas en Lima.
Estilo neoclásico
A fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX llegó el estilo llamado neoclásico, que se
caracterizó por el predominio de una tendencia hacia el retorno de los estilos clásicos de
la arquitectura greco-romana (empleo de columnas románicas con capiteles corintios y sin
ninguna ornamentación, líneas rectas y sencillez en las mismas, además de frontis triangular).
Era pues, una reacción contra el barroco. Son magníficas muestras de este estilo el altar
mayor y las torres de la Catedral de Lima, la fachada de la Basílica y Convento de San Pedro,
el altar mayor de la Basílica y Convento de San Francisco, las pilastras de la Casa de
Osambela, la fachada del Fuerte de Santa Catalina y el Cementerio Presbítero Matías Maestro.
ANEXOS: