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EL INMORTAL (Avance)

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL SANTA

FACULTAD DE EDUCACIÓN Y HUMANIDADES

ESCUELA PROFESION EDUCACIÓN SECUNDARIA

ESPECIALIDAD LENGUA Y LITERATURA

EVALUACIÓN DE LA PRIMERA UNIDAD

ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE TEXTOS LITERARIOS

DOCENTE:

Vereau Amaya, Elvis Amado

ESTUDIANTE:

Nuñuvero Mejía, Flor Luz

Ciclo:

IV

Nuevo Chimbote – Perú

2024
EL INMORTAL

JORGE LUIS BORGES


FASE II: LOCALIZACIÓN
Es uno de los escritores más influyentes de la literatura argentina y universal del siglo
XX, dejando una marca indeleble en la narrativa contemporánea. Nacido en Buenos Aires en
1899 y fallecido en Ginebra en 1986, su obra se distingue tanto por la precisión estilística
como por su habilidad para combinar ideas filosóficas complejas con tramas narrativas
cautivadoras. Temas como el tiempo, el infinito, la memoria, el lenguaje, la identidad y la
metaficción son recurrentes en su producción literaria, proporcionando al lector una profunda
experiencia intelectual. Elimina las barreras entre la realidad y la ficción, invitando a
reflexionar sobre la naturaleza misma de la existencia. Entre sus libros más célebres se
encuentran Ficciones, El Aleph, El hacedor y El libro de arena, todos fundamentales para
comprender la literatura del siglo XX.

El cuento pertenece al género narrativo y forma parte de la colección El Aleph,


publicada en 1949, una obra que es considerada uno de los puntos más altos de su carrera
literaria. Narra la historia de un militar romano llamado Marco Flaminio Rufo, quien, en su
búsqueda de significado y poder, descubre un río cuyas aguas otorgan la inmortalidad. A lo
largo de su viaje se enfrenta no solo a las realidades de una existencia interminable, sino
también a los desafíos psicológicos y filosóficos que surgen al vivir fuera de las fronteras del
tiempo.

El autor utiliza este relato para entrelazar reflexiones sobre el paso del tiempo, la
memoria y el verdadero valor de la vida. A través de la narración el lector es llevado a
considerar las implicaciones de una vida sin fin y las profundas consecuencias que ello
tendría sobre nuestra percepción de la felicidad, el propósito y la mortalidad. Arrepentido, el
protagonista llega a la conclusión de que la inmortalidad es una carga más que una bendición,
emprendiendo la búsqueda de otro río cuyas aguas puedan borrar su inmortalidad,
comprendiendo que es mejor vivir el día a día con la fugacidad que la vida impone.

La historia se ambienta inicialmente en Londres de 1929, un período entre guerras


mundiales donde prevalecía una sensación de desilusión y cuestionamiento de los valores
tradicionales. Esta época también marcó el auge de movimientos literarios que buscaban
nuevas formas de expresión y exploraban temas existenciales, algo evidente en la obra.
FASE III: DETERMINACIÓN DEL TEMA
A primera vista, la inmortalidad parece un regalo extraordinario, una solución al deseo
humano de escapar de la muerte. Sin embargo, Borges desafía esta percepción al mostrar que
una existencia eterna puede despojar “el sentido de la vida”. A medida que avanza la
narrativa, se revela que la inmortalidad no solo implica la perpetuación de la vida, sino
también el desgaste de la individualidad y la identidad personal. Sin el fin de la muerte como
horizonte inevitable, la vida se convierte en una repetición interminable, donde los logros
pierden su peso y las decisiones dejan de tener consecuencias reales. Este agotamiento
existencial se manifiesta en el aislamiento progresivo del protagonista, quien se encuentra
incapaz de conectar con los demás de manera significativa teniendo una existencia monótona
y vacía. La reflexión de Borges sugiere que la finitud, lejos de ser una limitación, es lo que
otorga sentido a la experiencia humana, permitiendo valorar cada instante y acto en su
contexto único e irrepetible.

FASE IV: DETERMINACIÓN DE LA ESTRUCTURA


El cuento se estructura en dos niveles narrativos: el primero es el de un narrador que
menciona el hallazgo de un manuscrito dentro de un ejemplar de La Ilíada de Pope; el
segundo nivel corresponde al manuscrito mismo, que consta de cinco capítulos y relata en
primera persona la historia de Marco Flaminio Rufo, un militar de las legiones romanas que
se adentra en el desierto en busca de la Ciudad de los Inmortales.

Apartado a) La búsqueda de la legendaria Ciudad de los Inmortales

Apartado b) La horrible ciudad de los inmortales

Apartado c) Entre la memoria y el olvido

Apartado d) La verdad de los inmortales

Apartado e) Fragmentos de la eternidad

FASE V: ANÁLISIS DE LA FORMA PARTIENDO DEL TEMA


Apartado a) La búsqueda de la legendaria Ciudad de los Inmortales

“Pero yo logré apenas divisar el rostro de Marte. Esa privación me dolió y fue tal vez
la causa de que yo me arrojara a descubrir, por temerosos y difusos desiertos, la secreta
Ciudad de los Inmortales" (Borges, 1949, p.3). Se siente frustrado por no haber logrado una
experiencia significativa en el campo de batalla, al decir que solo “divisó el rostro de Marte”,
es decir, tuvo un contacto superficial con la gloria de la guerra. Esta privación lo lleva a
emprender un viaje hacia lo desconocido.

Me dijo que su patria era una montaña que está del otro lado del Ganges y que en esa
montaña era fama que, si alguien caminara hasta el Occidente, donde se acaba el
mundo, llegaría al río cuyas aguas dan la inmortalidad. Agregó que en la margen
ulterior se eleva la Ciudad de los Inmortales, ricas en baluartes y anfiteatros y templos
(Borges, 1949, p.3).

Las referencias a "baluartes", "anfiteatros" y "templos" evocan imágenes de majestad


y poder, estos elementos simbolizan el anhelo del protagonista, en un esfuerzo por alcanzar la
inmortalidad o una grandeza que puede ser tanto espiritual como material. Así, el impulso
que lo guía es, la búsqueda de una ciudad ideal, un lugar donde la grandeza individual y
colectiva se fusionen para conformar un espacio que trascienda lo terrenal y alcance lo
trascendente.

"Partimos de Arsinoe y entramos en el abrasado desierto... atravesamos el país de los


trogloditas... donde el viajero debe usurpar las horas de la noche, pues el fervor del día es
intolerable" (Borges, 1949, p.3). El trayecto hacia la ciudad pone de manifiesto las múltiples
dificultades que enfrenta el protagonista, donde el desierto se erige como un símbolo de los
obstáculos físicos, la lucha constante y el sacrificio que conlleva la búsqueda de un objetivo
tan inalcanzable como la inmortalidad.

En el alba, la lejanía se erizó de pirámides y de torres. Insoportablemente soñé con un


exiguo y nítido laberinto: en el centro había un cántaro; mis manos casi lo tocaban, mis ojos
lo veían, pero tan intrincadas y perplejas eran las curvas que yo sabía que iba a morir antes de
alcanzarlo (Borges, 1949, p.4).

La desesperación y el desafío que enfrenta se reflejan en su firme determinación de no


sucumbir antes de alcanzar un objetivo que parece inalcanzable. La imagen del cántaro,
visible pero fuera de su alcance, simboliza tanto la claridad de su propósito como la
imposibilidad de lograrlo y que, a pesar de haber soñado con un laberinto intrincado y lleno
de perplejidades, persiste, resistiendo la tentación de rendirse o retroceder. Teniendo el
protagonista una lucha interior constante, negándose a abandonar su búsqueda, aferrándose a
la convicción de que cada paso que da lo acerca más a su destino.
Apartado b) La horrible ciudad de los inmortales

“En la arena había pozos de poca hondura; de esos mezquinos agujeros (y de los
nichos) emergían hombres de piel gris, de barba negligente, desnudos” (Borges, 1949, p.4).
La aparición de hombres desnudos, con piel gris y apariencia bestial, refuerza la sensación de
deshumanización y deterioro. Al identificarlos como trogloditas, el narrador relaciona su
experiencia con seres primitivos que no hablan ni muestran cultura, lo que acentúa su
desasosiego contrastando con la expectativa de una ciudad de inmortales poblada por
individuos sabios y bien vestidos.

"En el fondo había un pozo, en el pozo una escalera que se abismaba hacia la tiniebla
inferior... Ignoro el número total de las cámaras; mi desventura y mi ansiedad las
multiplicaron" (Borges, 1949, p.4). La arquitectura laberíntica de la ciudad es un símbolo de
confusión y desesperanza. La estructura no solo es física, sino que también representa la
pérdida de orientación. La "tiniebla inferior" y la incapacidad de contar las cámaras reflejan
un sentido de claustrofobia y horror en un espacio que debería ser majestuoso.

"Esta Ciudad –pensé- es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en
el centro de un desierto secreto, contamina el pasado y el porvenir y de algún modo
compromete a los astros" (Borges, 1949, p.6). Esta reflexión revela la naturaleza abominable
de la Ciudad de los Inmortales. La afirmación de que su existencia "contamina" el tiempo
refuerza la idea de que la ciudad no es solo un lugar físico, sino una entidad que corrompe el
mundo en su totalidad. Su "monstruosidad" se convierte en una maldición que impregna y
altera el universo mismo.

"Únicamente sé que no me abandonaba el temor de que, al salir del último laberinto,


me rodeara otra vez la nefanda Ciudad de los Inmortales" (Borges, 1949, p.6). El uso de
"nefanda" para describir la ciudad indica su naturaleza maligna y repulsiva. El miedo
constante del protagonista de regresar a la ciudad resalta cómo esta experiencia lo ha
marcado, indicando que la búsqueda de la inmortalidad se transforma en un tormento
perpetuo.

Apartado c) Entre la memoria y el olvido

“Estaba tirado en la arena, donde trazaba torpemente y borraba una hilera de signos,
que eran como letras de los sueños, que uno está a punto de entender y luego se juntan”
(Borges, 1949, p.7). Argos intenta escribir en la arena, pero inmediatamente borra los signos,
lo que sugiere una constante lucha contra el olvido y la fragilidad de la memoria. Los signos
que traza parecen tener un significado fugaz, como si estuvieran a punto de revelarse, pero se
desvanecen antes de poder ser comprendidos este acto refleja la naturaleza efímera de los
recuerdos, que no logran fijarse de manera permanente en su mente. Los signos, descritos
como “letras de los sueños”, sugieren una relación ambigua con la realidad, ya que están a
medio camino entre lo comprensible y lo inalcanzable, simbolizando la confusión entre el
pasado y el presente. Así, el hecho de que Argos borre lo que escribe refuerza la idea de que
su lucha no es solo con el olvido, sino también con la imposibilidad de reconstruir un
recuerdo claro o duradero.

"Argos balbuceó estas palabras: Argos, perro de Ulises. Y después, también sin
mirarme: Este perro tirado en el estiércol" (Borges, 1949, p.8). Argos recuerda su identidad
como el perro de Ulises, pero su reconocimiento es fragmentario y doloroso e incluso al
mencionar que esta "tirado en el estiércol" refleja la degradación de su existencia y la
dificultad de mantener su identidad intacta en la inmortalidad.

"Le pregunté qué sabía de la Odisea. [...] Muy poco, dijo. Menos que el rapsoda más
pobre. Ya habrán pasado mil cien años desde que la inventé"(Borges, 1949, p.8). A pesar de
haber inventado la Odisea, Argos apenas recuerda su creación, lo que recalca el conflicto
entre la inmortalidad y el olvido. La eternidad ha erosionado su memoria, dejando solo
fragmentos de lo que una vez fue.

Apartado d) La verdad de los inmortales

"Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la
muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal"(Borges, 1949, p.8). Nos
revela que la inmortalidad no tiene valor en sí misma; lo importante es la conciencia de ser
inmortal. Esta verdad distingue a los inmortales de los demás seres, ya que ellos saben que no
morirán, lo que transforma completamente su percepción del tiempo y de la vida.

"En un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas. [...] Sé de quienes
obraban el mal para que en los siglos futuros resultara el bien, o hubiera resultado en los ya
pretéritos"(Borges, 1949, p.9). Los inmortales comprenden que, en la eternidad cada acto se
equilibra con otro, lo que genera una perspectiva en la que las acciones carecen de un valor
moral absoluto. Para ellos, no existen méritos permanentes ni faltas definitivas, ya que el
tiempo infinito asegura que todo lo bueno será compensado por algo malo, y viceversa. Esta
visión hace que tengan distinciones tradicionales entre el bien y el mal, o entre el éxito y el
fracaso, pierden su relevancia, ya que en la inmortalidad todo se anula y se equilibra. Así, la
eternidad les revela que ningún acto es intrínsecamente superior o inferior a otro; todo es
indiferente desde una perspectiva infinita.

“Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres" (Borges, 1949,
p.9). La noción de que los inmortales son todos los hombres a la vez, debido a la infinitud de
tiempo y experiencias compartidas, expone una verdad que disuelve la individualidad y el
ego ya que esta inmortalidad les permite experimentar todas las facetas de la existencia,
llegando a la conclusión que la identidad individual es irrelevante.

"Nos propusimos descubrir ese río. La muerte (o su alusión) hace preciosos y


patéticos a los hombres" (Borges, 1949, p.9). Al siempre repetir su existencia los inmortales,
buscan el río que les permita borrar su inmortalidad. Esta búsqueda del fin revela otra verdad,
la muerte es lo que otorga sentido y valor a los actos humanos. Sin ella, todo acto es repetible
y pierde su singularidad, lo que para los inmortales es insoportable.

Apartado e) Fragmentos de la eternidad

"Recorrí nuevos reinos, nuevos imperios. En el otoño de 1066 milité en el puente de


Stamford [...]. En 1683 estuve en Kolozsvár y después en Leipzig. En Aberdeen, en 1714, me
suscribí a los seis volúmenes de la Ilíada de Pope"(Borges, 1949, p.10). Se evidencia como
el narrador ha sido testigo de múltiples acontecimientos a lo largo de los siglos y en
diferentes partes del mundo. Estos momentos son presentados como la vasta experiencia que
ha acumulado como inmortal, resaltando su naturaleza discontinua y diversa.

“La historia que he narrado parece irreal, porque en ella se mezclan los sucesos de dos
hombres distintos” (Borges, 1949, p.11). Se revela que la identidad del narrador ha sido
profundamente fragmentada por el paso de la eternidad. El personaje ha vivido tantas
experiencias, ha atravesado tantas vidas y momentos, que ya no es capaz de distinguir con
claridad qué partes de su memoria le pertenecen genuinamente y cuáles son ecos de otras
existencias. Esta fragmentación no solo señala la pérdida de una identidad fija, sino también
la incapacidad de aferrarse a una narrativa coherente de su propia vida. La noción de un “yo”
único se ha diluido, dejando tras de sí una especie de identidad fluctuante y cambiante, que
desafía la lógica del tiempo y la continuidad personal.
“Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras”
(Borges, 1949, p.11). Esta transformación profunda en su percepción del pasado: las
vivencias y momentos que una vez fueron visuales, tangibles y vibrantes, ahora se han
reducido a meros fragmentos verbales reflejando el desgaste de una experiencia infinita,
donde la abundancia de recuerdos ha sido desgastada por el tiempo, dejando tras de sí una
huella apenas perceptible en forma de palabras.

Yo he sido Homero; en breve, seré nadie, como Ulises; en breve, seré todos: estaré
muerto (Borges, 1949, p.12). La eternidad ha fragmentado su identidad y su experiencia a tal
punto que, al acercarse la muerte, anticipa que se convertirá en "nadie" y, al mismo tiempo,
en "todos". Este destino final es la consecuencia de haber vivido de manera dividida a lo
largo de la eternidad. La muerte no será un simple final, sino una fusión definitiva con el
todo, donde su existencia se diluirá en el universo, borrando cualquier vestigio de una
identidad individual.

FASE VI: CONCLUSIÓN


A través de la historia de Marco Flaminio Rufo, el autor muestra que la búsqueda de
la eternidad, a pesar de ser un deseo humano común, puede resultar en una existencia vacía y
desprovista de significado. El cuento nos recuerda que, al final, es en la mortalidad donde se
encuentra la verdadera riqueza de la experiencia humana, donde cada acto y cada momento se
vuelve único y valioso. Revelando que esta eternidad es un peso que despoja de sentido la
vida. La inmortalidad no solo perpetúa la existencia, sino que lleva al desgaste de la identidad
y la individualidad al no estar la muerte como un horizonte inevitable, la vida se convierte en
una repetición, donde los logros y decisiones pierden importancia, lo que provoca un
aislamiento existencial en el protagonista.

Sugiriendo Borges en su cuento “El inmortal” que la finitud es lo que otorga valor y
contexto a la experiencia humana, permitiendo apreciar la singularidad de cada instante. Así,
el texto se desarrolla en un marco de búsqueda y desilusión, donde el deseo de alcanzar la
Ciudad de los Inmortales se transforma en una experiencia deshumanizante. A través de esta
reflexión, se invita a cuestionar la verdadera naturaleza de la inmortalidad y se propone que la
muerte, lejos de ser un final, es un elemento fundamental que enriquece la existencia y le
otorga sentido.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
Borges, J. L. (1949). El inmortal. El aleph, 121-132.

https://tusconsejerosuam.wordpress.com/wp-content/uploads/2017/12/borges__jorge_luis_-

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