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SPA y Terapia Familiar

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ISSN(En línea):

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 1-215 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia


1692-0945

N°.

39 PRESENTACIÓN
Presentation
Hernando Alberto Bernal Zuluaga

EDITORIAL
Hospitalidad en una experiencia de clase
Hospitality in a class experience
Edison Francisco Viveros Chavarría

COLABORADORES LOCALES

Estigmatización social en el ámbito escolar generada por un diagnóstico psicológico


Social stigmatization in the school field generated by a psychological diagnosis
Daniel Cano Agudelo, Daniela Villegas Grajales, Jessica González Pérez, Karen Margarita Montoya Mejía

El ciberacoso entre jóvenes del barrio López de Mesa de Medellín-Colombia


Cyberbullying between young people in López de Mesa neighborhood of Medellín-Colombia
Nohemí González Salazar, Manuela Restrepo Diez, Jennifer Tatiana Padilla, Jonathan Andrés Rúa Penagos

Lo psicosocial, una lectura que trascienda la unión de conceptos y relaciones


The psychosocial, a reading that transcends the union of concepts and relations
Andrés Santiago Trujillo Urrego, Lina Patricia Palacios Moreno

Consumo de sustancias psicoactivas desde la perspectiva de la terapia familiar


Consumption of psychoactive substances from a family therapy perspective
Diana Yojaida Pedroza Molina, Diana Patricia Taborda Mazo, Juliana Varela Chacón

Algunos mitos y realidades de la psicología social comunitaria. Modelos y conceptos fundamentales


Some myths and facts about community social psychology. Models and fundamental concepts
Nicolas Ignacio Uribe Aramburo

COLABORADORES NACIONALES

Protesta social y movilizaciones como contextos de interés para la psicología social en Nuestra América
Social protests and mobilizations as interest contexts for social psychology in Our America
Daniel Bonilla

JORNADA DE LECTURA DE ENSAYOS

El encuentro como escenario del saber


Encounters as knowledge scenarios
Daniela Gaitán Arbeláez

Autocuidado en el psicólogo
The psychologist’s self-care
Geidy Vanessa Villareal Silva, Alexander Rodríguez Bustamante

Salud mental en el profesional psicosocial


Mental health in the psychosocial professional
Andrés Felipe García Álvarez, Lady Diana Sepúlveda Berrío

El autocuidado como un componente de la salud mental del psicólogo desde una perspectiva biopsicosocial
Self-care as a component of the psychologist's mental health from a biopsychosocial perspective
Alejandra Holguín Lezcano, Lucero Arroyave González, Verónica Ramírez Torres,
William Alberto Echeverry Largo, Alexander Rodríguez Bustamante

Herramientas de autocuidado para el profesional psicosocial como factor protector de su salud mental y bienestar
Self-care tolos for the psychosocial profesional as a protective factor of his mental health and wellbeing
Carolina Díaz Torres, Claudia Andrea Gómez Villa, Stefany Corredor Díaz, Yudi Girlesa Quiceno Garcés, Alexander Rodríguez
Bustamante

Características neuropsicológicas de las dificultades de aprendizaje escolar: un estudio de caso


Neuro-psychopedagogical characteristics of school learning difficulties: a case study
Natalia Gaviria Jaramillo, Ana María Salazar Acosta, María Clara Deossa Cañas, Dubis Marcela Rincón Barreto
Universidad Católica Luis Amigó Contacto editorial:
Transversal 51 A N°. 67B-90 Hernando Alberto Bernal Zuluaga
Medellín, Antioquia, Colombia Director/Editor revista Poiésis
Tel.: (574) 4487666. Fondo Editorial
www.ucatolicaluisamigo.edu.co Correo electrónico:
poiesis@amigo.edu.co
Revista Poiésis
N°39, junio-diciembre, 2020

ISSN (en línea): 1692-0945

Rector: Revista Poiésis-Acceso abierto


Padre Carlos Enrique Cardona Quiceno Órgano de divulgación Facultad de Psicología y Ciencias
Sociales de la Universidad Católica Luis Amigó
Vicerrectora de Investigaciones:
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Hecho en Colombia/Made in Colombia.
Decana Facultad de Psicología y Ciencias Sociales: Financiación y publicación realizada por la Universidad Católica
Luz Marina Arango Gómez Luis Amigó.

Jefe Fondo Editorial:


Carolina Orrego Moscoso ©2020 Universidad Católica Luis Amigó

Diseño y diagramación: La revista y los textos individuales que en esta se divulgan


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y condiciones de la Licencia Creative Commons Atribución-No
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artículos, así como del respeto a los derechos de autor. Por lo tanto,
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Dónde consultar la revista Luis Amigó.
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La revista Poiésis divulga artículos de calidad en Psicología,
Envío de manuscritos: resultado de reflexiones académicas e investigaciones formativas,
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diferentes ámbitos y corrientes de la Psicología. De este modo,
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(CC BY-NC 4.0)
Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.
Contenido

Presentación
Presentation
Hernando Alberto Bernal Zuluaga

EDITORIAL
Hospitalidad en una experiencia de clase 12
Hospitality in a class experience
Edison Francisco Viveros Chavarría

COLABORADORES LOCALES

Estigmatización social en el ámbito escolar generada por un


diagnóstico psicológico 19
Social stigmatization in the school field generated by a psychological
diagnosis
Daniel Cano Agudelo, Daniela Villegas Grajales, Jessica González
Pérez, Karen Margarita Montoya Mejía

El ciberacoso entre jóvenes del barrio López de Mesa de


Medellín-Colombia
33
Cyberbullying between young people in López de Mesa neighborhood of
Medellín-Colombia
Nohemí González Salazar, Manuela Restrepo Diez, Jennifer Tatiana
Padilla, Jonathan Andrés Rúa Penagos

Lo psicosocial, una lectura que trascienda la unión de conceptos


y relaciones
45
The psychosocial, a reading that transcends the union of concepts and
relations
Andrés Santiago Trujillo Urrego, Lina Patricia Palacios Moreno

Consumo de sustancias pscoactivas desde la perspectiva de la


terapia familiar
53
Consumption of psychoactive substances from a family therapy perspective
Diana Yojaida Pedroza Molina, Diana Patricia Taborda Mazo, Juliana
Varela Chacón

Algunos mitos y realidades de la psicología social comunitaria.


Modelos y conceptos fundamentales
75
Some myths and facts about community social psychology. Models and
fundamental concepts
Nicolas Ignacio Uribe Aramburo
COLABORADORES NACIONALES

Protesta social y movilizaciones como contextos de interés para


la psicología social en Nuestra América 89
Social protests and mobilizations as interest contexts for social psychology
in Our America
Daniel Bonilla

JORNADA DE LECTURA DE ENSAYOS

El encuentro como escenario del saber 100


Encounters as knowledge scenarios
Daniela Gaitán Arbeláez

Autocuidado en el psicólogo
The psychologist’s self-care
106
Geidy Vanessa Villareal Silva, Alexander Rodríguez Bustamante

Salud mental en el profesional en el profesional psicosocial


Mental health in the psychosocial professional
127
Andrés Felipe García Álvarez, Lady Diana Sepúlveda Berrío

El autocuidado como un componente de la salud mental del


psicólogo desde una perspectiva biopsicosocial 149
Self-care as a component of the psychologist's mental health from a
biopsychosocial perspective
Alejandra Holguín Lezcano, Lucero Arroyave González, Verónica
Ramírez Torres, William Alberto Echeverry Largo, Alexander Rodríguez
Bustamante

Herramientas de autocuidado para el profesional psicosocial


como factor protector de su salud mental y bienestar 168
Self-care tolos for the psychosocial profesional as a protective factor of his
mental health and wellbeing
Carolina Díaz Torres, Claudia Andrea Gómez Villa, Stefany Corredor
Díaz, Yudi Girlesa Quiceno Garcés, Alexander Rodríguez Bustamante

Características neuro-psicológicas de las dificultades de


aprendizaje escolar: un estudio de caso
187
Neuro-psychopedagogical characteristics of school learning difficulties: a
case study
Natalia Gaviria Jaramillo, Ana María Salazar Acosta, María Clara
Deossa Cañas, Dubis Marcela Rincón Barreto
Presentación

Forma de citar este artículo en APA:


Bernal-Zuluaga, H. A. (2020). Presentación. Poiésis, (39), pp. 5-8. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3762

La revista Poiésis da a conocer a los lectores la edición No. 39, con la cual arriba a
sus 20 años. Han sido años de utopías, trabajo decidido y constancia, en una labor
de la cual se aprende todos los días algo nuevo. La editorial, realizada por el magíster
Edison Francisco Viveros Chavarría –docente de la Universidad Católica Luis Amigó
en el Programa de Familia, y docente de la Universidad de Antioquia, en la cual tam-
bién se está formando como filósofo–, nos presenta una historia personal sucedida
en la U. de A. con sus estudiantes, relacionada con los tiempos de la pandemia por la
covid-19 que estamos padeciendo, y a partir de la cual nos invita a reflexionar sobre
la importancia de brindar hospitalidad a todos los que nos rodean.
Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 5-8 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945

Ya con respecto al contenido de la revista, en la sección Colaboradores locales


los lectores se encontrarán con siete artículos; el primero se titula “Estigmatización
social en el ámbito escolar generada por un diagnóstico” psicológico (Cano-Agudelo,
Villegas-Grajales, González-Pérez y Montoya-Mejía, 2020), y da cuenta de una inves-
tigación formativa en la que se interrogan por las consecuencias que se presentan
en un sujeto por la estigmatización social que puede recibir en su ámbito escolar a
partir del diagnóstico de un problema psicológico. El segundo texto de esta sección
se titula “El ciberacoso entre jóvenes del barrio López de Mesa (Medellín-Colombia)”
(González-Salazar, Restrepo-Diez, Padilla y Rúa-Penagos, (2020), otro interesante
ejercicio de investigación en el que se analizan los efectos del ciberacoso en los
jóvenes de un barrio de la ciudad de Medellín, apuntando a pensar en sus causas,
sus consecuencias y los posibles métodos de intervención de un problema contem-
poráneo. El tercer texto se titula “Lo psicosocial, una lectura que trascienda la unión
de conceptos y relaciones” (Trujillo-Urrego y Palacios-Moreno, 2020), en el cual se
hace una reflexión sobre la forma en que los profesionales de las ciencias sociales y
humanas hacen una lectura del concepto que los define en su labor como interven-
tores de las problemáticas sociales: lo psicosocial, y sobre las diferentes maneras
de interpretarlo.
Hernando Alberto Bernal Zuluaga

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3762

En el cuarto artículo, “Consumo de sustancias psicoactivas desde la perspectiva de la terapia


familiar” (Pedroza-Molina, Taborda-Mazo y Varela-Chacón, 2020), los autores realizan un ejercicio
de revisión bibliográfica para pensar el análisis que se ha hecho del consumo de SPA desde la
perspectiva de la terapia familiar, la de dicho consumo en las relaciones familiares y las propuestas
de intervención desde esa perspectiva. El quinto de los textos, denominado “Algunos mitos y reali-
dades de la psicología social comunitaria. Modelos y conceptos fundamentales” (Uribe-Aramburo,
2020), describe y analiza los mitos y realidades que rodean a la psicología social comunitaria,
mostrando la falta de sistematización teórica y conceptual en la literatura relacionada con ese
ámbito de la psicología; también realiza una síntesis de los principales modelos y conceptos de este
campo. El último de los textos que acompañan esta sección se denomina “Características neuro-
psicopedagógicas de las dificultades de aprendizaje escolar: un estudio de caso” (Gaviria-Jaramillo,
Salazar-Acosta, Deossa-Cañas y Rincón-Barreto, 2020), en él los autores presentan un estudio de
caso en el que muestra las características neuropsicopedagógicas de un niño con dificultades
escolares y de comportamiento, debido a la interacción de diferentes factores: componentes cogni-
tivos, del neurodesarrollo, emocionales, familiares y contextuales.

La segunda sección de nuestra revista, Colaboradores nacionales, contiene un texto titulado


“Protesta social y movilizaciones como contextos de interés para la psicología social en nuestra
América” (Bonilla, 2020), en el que su autor plantea la hipótesis de que las protestas y manifes-
taciones que se observan hoy alrededor del mundo, responden al desencanto de los modelos
hegemónicos que imperan en la sociedad actual; el artículo contribuye a la reflexión sobre las
oportunidades para el trabajo en contextos sociales a partir de estas crisis globales.

La ya tradicional sección Lectura de ensayos contiene cinco artículos, la mayoría de ellos


realizados, otra vez, por estudiantes de la Especialización en Terapia Familiar, coordinada por el
programa de Desarrollo Familiar de la Universidad Católica Luis Amigó. Es necesario aclarar que
durante este primer semestre del año 2020 no se realizó la Jornada de lectura de ensayos en la
Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, debido a la pandemia que nos llevó a la cuarentena y
que impidió el trabajo presencial en la Universidad, pero los trabajos aquí publicados se inscribieron
para dicha jornada, y aunque no fueron leídos en un auditorio, igualmente hubiesen sido publi-
cados por su calidad y cumplimiento con las directrices para autores de nuestra revista. El primero
de estos trabajos se denomina “El encuentro como escenario del saber” (Gaitán-Arbeláez, 2020),
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

donde la autora aborda las ideas del profesor Serge Gougbèmon en el XIII Congreso Internacional
de Filosofía Intercultural, quien retoma, a su vez, el legado de Emanuel Lévinas sobre la otredad y la
concepción de diversos mundos, un tema bastante cercano a la psicología, tal como es la ruptura
entre la razón y el sentir. En el segundo de los artículos, denominado “Autocuidado en el psicólogo”
(Villarreal-Silva y Rodríguez-Bustamante, 2020), sus autores reflexionan sobre la importancia de
la salud mental del terapeuta, quien no deja de correr riesgos en la atención de sus consultas. El
tercer artículo de esta sección se denomina “Salud mental en el profesional psicosocial” (García-
Álvarez, Sepúlveda-Berrío, Úsuga-Henao y Rodríguez-Bustamante, 2020), texto que también, como
el anterior, reflexiona sobre las situaciones que le generan ansiedad y depresión al profesional
psicosocial, apuntando a lo importante que es para él que se ocupe de su bienestar físico y mental.

6
Presentación

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3762

El cuarto de los textos también hace serie con los dos anteriores, su título es “Herramientas de
autocuidado para el profesional psicosocial como factor protector de su salud mental y bienestar”
(Díaz-Torres, Gómez-Villa, Corredor-Díaz, Quiceno-Garcés y Rodríguez-Bustamante, 2020); el texto
también realiza una reflexión sobre el lugar de los factores protectores que son vitales para el trabajo
de los profesionales en el contexto psicosocial. Y el último de los textos de esta sección cierra este
tema, sobre el cual poco se reflexiona, que hace un hilo dedicado a pensar lo importante que es
tener en cuenta la salud mental del profesional de la psicología; su título es “El autocuidado como
un componente de la salud mental del psicólogo desde una perspectiva biopsicosocial” (Holguín-
Lezcano, Arroyave-González, Ramírez-Torres, Echeverry-Largo y Rodríguez-Bustamante, 2020).

Referencias
Bonilla, D. (2020). Protesta social y movilizaciones como contextos de interés para la psicología
social en nuestra América. Poiésis (39), p. 89. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3756

Cano-Agudelo, D., Villegas-Grajales, D., González-Pérez, J. y Montoya-Mejía, K. M. (2020). Estigma-


tización social en el ámbito escolar generada por un diagnóstico psicológico. Poiésis (39), p.19.
DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3749

Díaz-Torres, C. D., Gómez-Villa, C. A., Corredor-Díaz, S., Quiceno-Garcés, Y. G. y Rodríguez-Bustamante,


A. (2020). Herramientas de autocuidado para el profesional psicosocial como factor protector de
su salud mental y bienestar. Poiésis (39), p. 168. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3767

Gaitán-Arbeláez. D. (2020). El encuentro como escenario del saber. Poiésis (39), p. 100. DOI: https://
doi.org/10.21501/16920945.3757

García-Álvarez, A. F., Sepúlveda-Berrío, L. D., Úsuga-Henao, L. M. y Rodríguez-Bustamante,


A. (2020). Salud mental en el profesional psicosocial. Poiésis (39), p. 127. DOI: https://doi.

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


org/10.21501/16920945.3759

Gaviria-Jaramillo, N., Salazar-Acosta, A. M., Deossa-Cañas, M. C. y Rincón-Barreto, M. (2020).


Características neuro-psicopedagógicas de las dificultades de aprendizaje escolar: un estudio
de caso. Poiésis (39), p.187. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3755

González-Salazar, N., Restrepo-Diez, M., Padilla, J. T. y Rúa-Penagos, J. A. (2020). El


ciberacoso entre jóvenes del barrio López de Mesa. Poiésis (39), p. 33. DOI: https://doi.
org/10.21501/16920945.3750

7
Hernando Alberto Bernal Zuluaga

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3762

Holguín-Lezcano, A., Arroyave-González, L., Ramírez-Torres, V., Echeverry-Largo, A. E. y


Rodríguez-Bustamante, A. (2020). El autocuidado como un componente de la salud mental
del psicólogo desde una perspectiva biopsicosocial. Poiésis (39), p. 149. DOI: https://doi.
org/10.21501/16920945.3760

Pedroza-Molina, D. Y., Taborda-Mazo, D. P. y Varela-Chacón, J. (2020). Consumo de sustancias


psicoactivas desde la perspectiva de la terapia familiar. Poiésis (39), p. 53. DOI: https://doi.
org/10.21501/16920945.3752

Trujillo-Urrego, A. S. y Palacios-Moreno, L. P. (2020). Lo psicosocial, una lectura que trascienda la unión


de conceptos y relaciones. Poiésis (39), p. 45. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3751

Uribe-Aramburo, N. (2020). Algunos mitos y realidades de la psicología social comunitaria. Modelos


y conceptos fundamentales. Poiésis (39), p. 75. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3754

Villarreal-Silva, G. V. y Rodríguez-Bustamante, A. (2020). Autocuidado en el psicólogo. Poiésis (39),


p. 106. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3758
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

8
Presentation

How to cite this article in APA:


Bernal Zuluaga, H. A. (2020). Presentation. Poiésis, (38), pp. 9-11. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3762

The members of magazine Poiésis makes known to the readers the issue No. 39,
edition with which this one reaches its 20 years. Indeed, the digital magazine Poiésis
is celebrating its birthday and not a few. It has been 20 years of utopias, determined
work, and perseverance, a work from which something new is learned every day.
The editorial carried out by Master Edison Francisco Viveros Chavarría, professor
at the Luis Amigó Catholic University in the Family Program, and professor at the
University of Antioquia, in which he is also training as a philosopher. In this editorial,
Viveros presents us with a personal story, which happened at the University of A.
with its students, related to the times of the Pandemic that we are suffering, and that
Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 9-11 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945

invites us to reflect on the importance of offering hospitality to all those who around
us.

According to the content of the magazine, in the section “Colaboradores locales”


(Local Collaborators) readers will be able to find seven articles; The first is entitled
Social stigmatization in the school environment generated by a psychological
diagnosis (Cano Agudelo, Villegas Grajales, González Pérez and Montoya Mejía,
2020), an article that accounts for formative research in which they are questioned
about the consequences that arise in a subject due to the social stigmatization that
he may receive in his school environment from the diagnosis of a psychological
problem.

The second text of this section is entitled “El CIBERACOSO entre jóvenes del
barrio López de Mesa” (Cyberbullying among young people from the López de Mesa
neighborhood) (González Salazar, Restrepo Diez, Padilla, and Rúa Penagos, (2020),
another interesting research exercise in which the effects of cyberbullying on young
people are analyzed of a neighborhood in the city of Medellín, aiming to think about
its causes, its consequences and the possible methods of intervention of this very
contemporary problem.
Hernando Alberto Bernal Zuluaga

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3762

The third text is entitled The psychosocial, a reading that transcends the union of concepts and
relationships (Trujillo Urrego and Palacios Moreno, 2020), in which a reflection is made on the way
in which professionals in the social and human sciences make a reading of the concept that defines
them in their work as interveners of social problems: the psychosocial, and the different ways of
interpreting it.

A fourth text is entitled Consumption of psychoactive substances from the perspective of family
therapy (Pedroza Molina, Taborda Mazo, and Varela Chacón, 2020), a text in which its authors carry
out a bibliographic review exercise to think about the analysis that has been done the consumption
of SPA from the perspective of Family Therapy, that about consumption in family relationships and
the intervention proposals from that perspective.

The fifth of the texts is called Some Myths and Realities of Community Social Psychology.
Fundamental models and concepts (Uribe Aramburo, 2020), in which their author describes and
analyzes the myths and realities that surround community social psychology, showing the lack of
theoretical and conceptual systematization in the literature related to this field of psychology; they
also make a synthesis of the main models and concepts in this academic field.

The last text that accompanies this section is called Neuro-psycho-pedagogical characteristics
of school learning difficulties: a case study (Gaviria Jaramillo, Salazar Acosta, Deossa Cañas, and
Rincón Barreto, 2020), in which the authors present a study of case in which the neuro-psycho-
pedagogical characteristics of a child with school and behavioral difficulties are presented, due to
the interaction of different factors: cognitive, neurodevelopmental, emotional, family and contextual
components.

The second section of our magazine, «Colaboradores Nacionales” (National Collaborators, contains
a text entitled Social protest and mobilizations as contexts of interest for social psychology in Our
America (Bonilla, 2020), in which his author presents his analysis on the hypothesis that protests
and demonstrations that are observed around the world today, respond to the disenchantment of
the hegemonic models that prevail in today’s society. The article contributes to the reflection on the
opportunities for work in social contexts from these global crises.
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

The now traditional “Lectura de Ensayos” (Essay Reading) section contains five articles,
most of them made, again, by students of the specialization in Family Therapy, coordinated by
the Family Development program of the Luis Amigó Catholic University. we consider should be
clarified that during this first semester of 2020 the essay reading session was not held at the
Faculty of Psychology and Social Sciences; this was due to the pandemic that led us to quarantine
and prevented face-to-face work at the university; nevertheless, The works published here were
registered for this Conference, and although they were not read in an audience, the same way they
would still have been published due to their quality and compliance with the guidelines for authors
of our journal.

10
Presentation

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3762

The first of these works is called The Encounter as a Stage of Knowledge (Gaitán Arbeláez,
2020), where the author addresses the ideas of Professor Serge Gougbèmon at the XIII International
Congress of Intercultural Philosophy, which takes up the legacy of Emanuel Lévinas on otherness
and the conception of different worlds, a subject quite close to psychology, such as the break
between reason and feeling.

The second of the articles is called Self-care in the psychologist (Villarreal Silva and Rodríguez
Bustamante, 2020), in which their authors reflect on the importance of the mental health of the
therapist, who does not stop taking risks in the attention of his/her consultations.

The third of the articles in this section is called Mental health in the psychosocial professional
(García Álvarez, Sepúlveda Berrío, Úsuga Henao and Rodríguez Bustamante, 2020), a text that also,
like the previous one, the authors reflect on the situations that generate anxiety and depression to
the psychosocial professional, pointing out how important it is for said professional to take care of
their physical and mental well-being.

The fourth of the texts also it’s related to the previous two. Its title points out about Self-care
tools for the psychosocial professional as a protective factor of their mental health and well-being
(Díaz Torres, Gómez Villa, Corredor Díaz, Quiceno Garcés and Rodríguez Bustamante (2020); in the
text, the authors also reflect on the place of the factors protectors that are vital for the work of
professionals in the psychosocial context.

And the last of the texts in this section closes this topic that makes a contrast dedicated to
thinking about how important it is to take into account the mental health of the professional of
the psychology, a subject on which little is reflected; its title is Self-care as a component of the
psychologist’s mental health from a biopsychosocial perspective (Holguín Lezcano, Arroyave
González, Ramírez Torres, Echeverry Largo, and Rodríguez Bustamante, 2020).

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

11
Editorial

Hospitalidad en una experiencia de clase


Forma de citar este artículo en APA:
Viveros Chavarría, E. F. (2020). Hospitalidad en una experiencia de clase [Editorial]. Poiésis (39), pp. 12-14. DOI: https://doi.
org/10.21501/16920945.3761

Edison Francisco Viveros Chavarría*

Comienzo mi clase a las seis de la mañana. Me gusta ser puntual porque de ese modo
Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 12-14 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945

le digo a mis estudiantes que la puntualidad ofrece un mensaje de respeto al otro. El


tiempo es una manera de ofrecer hospitalidad, esa que me ofrecieron mis profeso-
res, con quienes descubrí por qué me gusta ser docente: acompañar procesos para
amasar sentidos junto a otros. El instante, se nos ha dicho a los estudiantes de filo-
sofía, es kairológico: es decir, preciso, oportuno y único. Le digo a las estudiantes de
las diferentes licenciaturas en educación –habitantes de nuestra aula de clase- que
vamos a trabajar un tema que vincula a los niños con la comunidad y la familia. Traté
de preparar una clase que inquietara a esas pequeñas y jovencitas caras que tenía
en frente; busqué usar mi sentido del humor para atraer su atención y luego combi-
né con unas abigarradas palabras de autores extraños, un artilugio para ubicarme
en el lugar del profesor intelectual. Mis estudiantes guardaron silencio las primeras
clases, pero luego conectaron sus ideas y sus críticas a un sistema que, como a mí,
nos había excluido con formas precarias. Todas teníamos una queja implícita sobre
nuestra sociedad y pensábamos que la educación era una alternativa para cambiar
cosas que no funcionan bien, así pensábamos las primeras semanas de clase.

Llegó el paro que reclamaba al gobierno de Iván Duque justicia, respeto y apoyo
para la universidad pública; luego se añadió a esto la rabia por la entrada del ESMAD
al campus universitario de la Universidad de Antioquia. Dos motivos con suficiente
fuerza para detener clases y organizar salidas a protestar. Una de las estudiantes me

* Edison Francisco Viveros Chavarría. Profesor Universidad de Antioquia. Filósofo de la U. de A. Profesional en Desarrollo Familiar de la Universidad
Católica Luis Amigó.
Editorial: Hospitalidad en una experiencia de clase

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3761

dice: “Profe, ha muerto mi madre. Sinceramente, yo no quiero este paro, necesito las clases, verlas
a todas, en ustedes encuentro un sentido de vida, ahora que estoy frente a la muerte” (Comuni-
cación personal).

Andábamos con estas situaciones en mente y llegó la pandemia por la covid-19, aquella de la
que apenas nos estábamos enterando y empezábamos a leer sobre su constitución y sus efectos.
Todo sucedió tan rápidamente, y cuando caímos en cuenta de lo ocurrido ya estábamos confinados
en casa. Aparecieron los problemas que nunca tienen una palabra pública porque se viven en la
intimidad, en el silencio de cada uno; dificultades económicas y en las relaciones familiares nos
mostraron que el otro puede incomodar, pero al mismo tiempo nos puede ofrecer la más sentida
posibilidad de ayuda.

El paro perdió su impulso porque toda fuerza se concentró en afrontar la emergencia en la que
nos ponía el diminuto y letal virus. Perdimos el contacto físico y ya sólo podíamos vernos por una
pantalla. Soñamos con que esto fuera algo provisional. Añorábamos en cada inicio de clase poder
volver al aula e interactuar las unas con las otras. Como alcanzamos a hacer una cartografía,
quedamos con el deseo de aprender más sobre métodos de trabajo con comunidades y familias
para generar procesos de inclusión con niños y niñas que, en el futuro, pasarían por nuestras aulas
de clase. Poco a poco fuimos comprendiendo la gravedad de la emergencia y vimos ante nuestros
ojos el paso de todas las estudiantes con sus necesidades, precariedades y sufrimientos.

Estaba preparando una clase y me llega un mensaje al celular: “Profe, mi madre ha sido diagnos-
ticada con el virus, estoy angustiada, tengo miedo”. La tristeza surgió en mí y traté de hallar unas
inútiles palabras que consolaran un poco a la estudiante. De nada sirven las palabras en una
situación así. Pero a quien escuchaba a través de un chat de Whatsapp se le ocurrió lo que hasta
hoy ha sido el inicio de esta experiencia de hospitalidad:

Profe, lo que me dice me hace sentir mejor, porque en esta situación lo que uno más espera es
que aparezca la humanidad de nosotros. Así que gracias por ofrecerme su disponibilidad y le doy
mi abrazo en la distancia.

Cerré el chat y bajé la mirada; sentí tanta conmoción que se vino a mi mente el momento en que

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


en mi barrio vendí empanadas y buñuelos para ayudarle a mi madre con las cuentas de la casa.
Mi madre me mostró la vocación de ser maestro cuando me recitaba de memoria las oraciones
religiosas que debía aprenderme para mi primera comunión. Una mujer adulta, que nunca había
ido a la escuela, que no sabía leer y escribir, me mostró que la educación no pasa primero por la
erudición, sino por la compañía, la disposición y la hospitalidad. Los currículos, las evaluaciones
y las didácticas son excusas para acercarnos al otro y elaborar con él sentidos de vida profundos,
potentes, poderosos y transformadores. Cerré el chat y toda mi infancia de zapatos rotos y ropa
regalada desajustada y grande para mi cuerpo pequeño me mostró que estaba en el lugar correcto,
que estaba con las personas correctas y cambié el rumbo del curso: giré hacia ellas, hacia las

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Edison Francisco Viveros Chavarría

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3761

estudiantes y todo se abrió como una rara flor que nos sorprende, como aquella que al pequeño
príncipe le puso ante sus ojos la belleza de la singularidad: creé un lazo con ellas. Todas cobraron
para mí el aspecto de esa flor y me ocupé de pensar cada clase siguiente, cada palabra y cada
gesto de tal modo que a ellas le llegara un mensaje de esperanza más que una clase erudita, un
recado de comprensión que sólo lograrían mirando hacia afuera para ofrecer hospitalidad. Ellas
van a ser grandes maestras. La cooperación no se hizo esperar y poco a poco nos apoyamos unas
a otras, con palabras y gestos para afrontar una emergencia que nos quitó la forma de vida que
llevábamos.

Estoy preparando mi clase de las seis de la mañana y el sol entra por mi ventana con una extraña
iluminación. Observo el paso del tiempo, de los instantes a través de las cosas.
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Editorial

Hospitality in a class experience


How to cite this article in APA:
Viveros Chavarría, E. F. (January-December, 2020). Hospitality in a class experience [Editorial]. Poiésis, (39), pp. 15-17. DOI:
https://doi.org/10.21501/16920945.3761

Edison Francisco Viveros Chavarría

I start my class at six in the morning. I prefer to be punctual because that way I tell
my students that punctuality offers a message of respect for the other classmates.
Time is a way of offering hospitality, the kind that my teachers offered me with whom
I discovered why I like being a teacher: I think this is as accompanying processes
Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 15-17 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945

to join senses with others. The moment, Philosophy students have been told, is
kairological: that is, precise, timely, and unique. I tell the students of the different
bachelor’s degrees in Education –inhabitants of our classroom- that we are going to
work on an issue that links children with the community and family. I tried to prepare
a class that would motivate (disturb) those little and young girls’ faces in front of
me. I tried to use my sense of humor to attract their attention and then I combined
with a few complicated words of strange authors away to put myself in the place of
the intellectual teacher. My students were silent for the first few classes and then
connected their ideas and criticisms to a system that, like me, had excluded us in
precarious ways. We all had an implicit complaint about our society, and we thought
that education was an alternative to change things that did not work well, so we
thought the first weeks of class.

The strike came that demanded justice, respect, and support from the government
of Iván Duque for the Public University. Then the anger over the entrance of ESMAD
to the University Campus of the University of Antioquia was added to this. These
were two reasons strong enough to stop classes and organize outings to protest.
One of the students tells me: “Professor, my mother has died. Honestly, I don’t want
this strike, I need the classes, to see them all, in you I find a sense of life now that I
am facing death” (Personal communication).
Edison Francisco Viveros Chavarría

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3761

Walked with these situations in our mind and the pandemic arrived. That one that we were
just learning about and began to read its constitution and its effects. Everything happened so
quickly and when we realized what had happened, we have already confined our houses (to home).
Problems appeared that never have a public word because they are lived in privacy, in the silence
of each one. Economic difficulties and with our family relationships showed us that the others can
be uncomfortable, but at the same time they can offer us the most heartfelt possibility of help.

The strike lost its momentum because all strength was concentrated on facing the emergency in
which the tiny and lethal virus was putting us. We lost physical contact with our families and friends
and we could only see each other on a screen. We dream that this was something temporary. We
longed at each start of class to be able to return to the classroom and interact with each girl with
the others. Since we managed to make cartography, we were left with the desire to learn more
about working methods with communities and families to generate processes of inclusion with
children who in the future would pass through our classrooms. Step by step, we understood the
seriousness of the emergency and we saw before our eyes the passage of all the girl students, their
needs, their precariousness, and their suffering.

I was preparing a class and a message reaches me on my cell phone: “Teacher, my mother has
been diagnosed with the virus, I am distressed, I am afraid.”

The sadness was in me and I tried to find some useless words to comfort her a little. Words are
useless in one situation like that. But whoever was listening through a WhatsApp chat came up
with what until today has been the beginning of this hospitality experience:

Dear teacher, what you tell me makes me feel better, because in this situation what one expects
the most is for humanity to appear from us. So, thank you for offering me your availability and I give
you my hug in the distance.

I closed the chat and looked down. I was so shocked that the moment came to my mind when I
sold empanadas and buñuelos in my neighborhood to help my mother with the household bills. My
mother showed me the vocation of being a teacher when she recited by heart the religious prayers
that I had to learn for my first communion. An adult woman who had never been to school, who did
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not know how to read and write, showed me that education does not go first through a scholarship
but through the company, willingness, and hospitality. Curricula, assessments, and didactics are
excuses to get closer to the other and to develop deep, powerful, powerful, and transforming
meanings of life. I closed the chat and all my childhood of ripped shoes and mismatched and big
gift clothes for my small body, it made me realized that I was in the right place, that I was with
the right people and I changed the course of the course: I turned towards the girls, towards the
students and everything opened like a rare flower that surprises us, similarly the one that put the
beauty of singularity before his eyes: create a bond with them. All of them took on the appearance
of that flower for me and I took care to think about each next class, each word, and each gesture

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Editorial: Hospitality in a class experience

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in such a way that they would receive a message of hope rather than a scholarly class, a message
of understanding that they would only achieve by looking out to offer hospitality. They are going to
be great teachers. The cooperation was immediate and step by step we supported each other, with
words and gestures, to face an emergency that took away the way of life we had had.

I am preparing my class for six in the morning and the sun comes through my window like a
strange illumination. I observe the passage of time, of the moments through things.

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COLABORADORES
LOCALES
DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3749

Artículo de reflexión

Estigmatización social en el
ámbito escolar generada por
un diagnóstico psicológico1
Social stigmatization in the school field
generated by a psychological diagnosis
Recibido: 21 de enero de 2020 / Aceptado: 3 de junio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Cano-Agudelo, D., Villegas-Grajales, D., González-Pérez, J., y Montoya-Mejía, K. M. (2020). Estigmatización social en el
ámbito escolar generada por un diagnóstico psicológico. Poiésis (39), p. 19-32.
DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3749

Daniel Cano Agudelo*, Daniela Villegas Grajales**, Jessica

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 19-32 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945
González Pérez***, Karen Margarita Montoya Mejía****

Resumen
La presente investigación surge de la pregunta por la estigmatización social en el ámbi-
to escolar, generada por un diagnóstico psicológico. El contexto educativo es escenario
de diversas dinámicas que influyen en el proceso de desarrollo de los estudiantes, allí
se viven etapas de transición como el paso de primaria a bachillerato, en un período
de la vida en el cual el adolescente está en plena construcción de su identidad. Es una
etapa de adaptación al entorno, siendo éste un período de vulnerabilidad que puede ser
afectado significativamente cuando además, el estudiante lleva consigo un diagnósti-
co psicológico que puede generar estigmatización social. Esta investigación se llevó a
cabo a partir de un rastreo teórico y un estudio de caso único, en el cual se le realizó una
entrevista a un estudiante con un diagnóstico psicológico establecido, otra a su madre,
una a un docente y finalmente a dos psicólogos de la institución educativa. Se lograron
identificar las categorías de diagnóstico, sujeto escolar e identidad en relación a la estig-
matización; y a partir de un trabajo riguroso de rastreo y análisis, se concluyó que tener
un diagnóstico psicológico sí está altamente relacionado con la estigmatización social
y la rotulación por parte de otras personas, lo cual tiene implicaciones importantes en el
desarrollo psicosocial de la persona estigmatizada, generando repercusiones negativas

1
En este artículo se presentan los resultados del proceso de investigación formativa realizado para optar al título de psicólogos de la
Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. 2017. Docente asesora: Gloria Montoya Gutiérrez.
*
Psicóloga, Universidad Católica Luis Amigo, Medellín-Colombia. Contacto:
**
Piscología, Universidad Católica Luis Amigó. Integrante del semillero de investigación “Psicología relacional, Medellín-Colombia. Contacto:
daniela.villegasgr@amigo.edu.co
***
Psicóloga, Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto:
****
Psicóloga, Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto:
Daniel Cano Agudelo, Daniela Villegas Grajales, Jessica González Pérez, Karen Margarita Montoya Mejía

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como baja autoestima, inseguridad, depresión, aislamiento, agresividad, estrés, temor


social, timidez, sensación de incapacidad, entre otras afectaciones que pueden surgir a
partir de procesos de estigmatización.

Palabras clave:
Estigmatización; Diagnóstico psicológico; Escuela; Identidad; Adolescencia.

Abstract
This research arises from the question of social stigmatization in the school field
generated by a psychological diagnosis. The educational context is the scene of various
dynamics that influence the process of student development, there are stages of
transition such as the transition from elementary to high school, in a period of life in
which the adolescent is in full construction of his identity. It is a stage of adaptation to the
environment, this being a period of vulnerability that can be significantly affected when
the students also carries with them a psychological diagnosis that can generate social
stigma. This research was conducted on the basis of a theoretical trace and a unique
case study, in which an interview was conducted with a student with an established
diagnosis, another to its mother, a teacher and two psychologists of the educational
institution. It was possible to identify the categories of diagnosis, school subject and
identity in relation to stigmatization, and from rigorous work of tracking and analysis, it
was concluded that having a psychological diagnosis is highly related to social stigma
and labeling by other people, which has important implications for the psychosocial
development of the stigmatized person, generating negative repercussions such as
low self-esteem, insecurity, depression, isolation, aggressiveness, stress, social fear,
shyness, feeling incapacity, among other impacts that can arise from stigmatization
processes.

Keywords:
Stigmatization; Psychological diagnosis; School; Identity; Adolescence.
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Estigmatización social en el ámbito escolar generada por un diagnóstico psicológico
Social stigmatization in the school field generated by a psychological diagnosis

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Introducción
La presente investigación formativa se centra en el interés por la indagación de los efectos psico-
sociales producto de los diagnósticos psicológicos en el ámbito escolar. A partir de la observación
en el contexto educativo se evidencia en la praxis que se genera una estigmatización social debido
a un diagnóstico psicológico en los niños, niñas o adolescentes afectados por algún problema o
trastorno de tipo psicológico, considerando también su relación con el proceso de transición de
primaria a bachillerato y la construcción de identidad que se realiza durante esta etapa escolar.

En la construcción de identidad los sujetos logran elaborar los significados de existencia


que han movilizado su historia y han mediado su accionar hacia la configuración de
una forma particular de habitar, sentir, vivir y pensar el mundo de la vida. Así mismo,
en la construcción de la identidad el individuo configura formas legítimas de convivir y
organizar el mundo vital para restablecerlo, si así lo quiere, como un espacio de calidad
de vida, un espacio vital de la relación y continua interacción, un espacio para vivir la
diferencia y el reconocimiento (Echavarría-Grajales, 2003, p. 8).

La identidad del sujeto es, por tanto, el resultado del aprendizaje, los vínculos relacionales
construidos en la configuración familiar y la relación con su entorno; Así, todo individuo, construye
su identidad desde sus experiencias, siendo éstas las que determinan múltiples decisiones para su
vida.

Teniendo en cuenta que los niños, niñas y adolescentes están en un proceso evolutivo en el cual
construyen su identidad, es importante indagar por los efectos psicosociales que puede tener en
este momento de la vida un diagnóstico psicológico. El ámbito escolar es un espacio de sociali-
zación de gran importancia, en éste habitan gran parte de su vida y es allí donde los diagnósticos
psicológicos se pueden evidenciar con efectos de estigmatización social.

Centramos nuestro estudio en el período de transición de quinto a sexto y los procesos de estig-
matización que allí se dan, teniendo en cuenta que es un período de vulnerabilidad en el cual se

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deben adaptar a cambios en su proceso evolutivo, físico, psicológico, social y educativo.

Es por esto, importante plantear que los diagnósticos psicológicos deben ser el producto de
una adecuada evaluación psicológica clínica, en la cual se valoren los contextos familiar, escolar
y social, estableciendo un diagnóstico diferencial y unas alternativas de tratamiento. De La Orden
(como se citó en Iglesias, 2006) define el diagnóstico como “el proceso general de identificación y
valoración de las necesidades de comportamiento, las aptitudes o los atributos personales de un
individuo dentro de un contexto” (p. 6).

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Daniel Cano Agudelo, Daniela Villegas Grajales, Jessica González Pérez, Karen Margarita Montoya Mejía

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La relación entre estigma y salud mental es clave en la presente investigación. El estigma,


pensado desde la salud mental, se define como la etiqueta que se aplica a la persona que padece de
algún trastorno psíquico, generando reacciones negativas que tocan sensiblemente el amor propio
del individuo, su recuperación y la capacidad de llevar una vida normal. Lo anterior se genera por
ser identificado constantemente como ‘esquizofrénico’, ‘autista’, ‘depresivo’, entre otras etiquetas
relacionadas con su enfermedad, generando inseguridad constante en la personalidad del individuo
y creando una sensación de discapacidad (Tello-García, 2014).

Estas afectaciones dificultan los procesos de identidad y autoestima en un individuo. La


autoestima, definida por Molina, Baldares y Maya (como se citó en Naranjo-Pereira, 2007), es “la
meta más alta del proceso educativo y centro de nuestra forma de pensar, sentir y actuar, es el
máximo resorte motivador y el oculto y verdadero rostro de cada hombre esculpido a lo largo del
proceso vital” (p. 3).

Por tanto, además de las dinámicas sociales y afectivas del sujeto, es necesario valorar la edad
en que se encuentra la persona al conocer su diagnóstico, con la nueva etiqueta que tendrá, para
construir estrategias de afrontamiento y/o concientización, siendo pertinente describir la etapa
del desarrollo psicosocial que propone Erik Erikson, en la cual, además, se da una transición en el
ámbito educativo:

La quinta etapa: Como se sabe, entre los 11 y 18 años de edad ocurre la etapa de
transición entre la niñez y la adultez, conocida como adolescencia; en esta etapa la crisis
ocurre en términos de la identificación del adolescente consigo mismo, es decir: identi-
dad vs confusión de la identidad. Los adolescentes cuestionan los modelos de la niñez y
tratan de asumir nuevos roles; de aquí que la pregunta más significativa en ellos es saber
¿quién soy yo?: cuando aún conservan modelos de su niñez y están sujetos a impulsos
biológicos, aptitudes y la adquisición de nuevas destrezas y frente a ellos hay nuevas
oportunidades que les puede dar la sociedad. Es en esta etapa cuando el apego de los
adolescentes para con sus padres empieza a desvanecerse e inicia una nueva relación
con ellos. En sentido opuesto tienen un mayor acercamiento con otros adolescentes que
experimentan la crisis natural de identidad en esta etapa, en la búsqueda recíproca de
aceptación y cohesión de grupo (Robles-Martínez, 2008, p. 32).
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Siendo así este período de transición una etapa difícil en la población infantil-adolescente,
debido a que el individuo está en su plena construcción de identidad y reconocimiento, el hecho
de recibir un diagnóstico puede generar cambios y dificultades en su estado anímico; y esto se
suma al proceso inherente de transición de básica primaria a secundaria, en el cual el entorno y las
dinámicas cambian, así como también el espacio, los profesores y compañeros, las metodologías
y materias, entre otros factores que dificultan esta transición.

Lo anterior es un panorama que vislumbra la problemática con respecto a la triada: diagnóstico-


sujeto escolar-identidad, de este modo se indaga por ¿cuáles son los efectos psicosociales de
la estigmatización social generada por un diagnóstico psicológico en adolescentes que están en

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proceso de transición de quinto a sexto grado escolar? Se tiene por hipótesis que el estigma genera
afectaciones psíquicas en los individuos estigmatizados, más aún cuando se encuentran en la
etapa de transición escolar, pues ésta, los hace más vulnerables ante tal situación.

Metodología
Este trabajo se realizó bajo un enfoque cualitativo, con estudio de caso único, buscando compren-
der un escenario social, como lo describe Stake (1998) a partir de un objeto investigativo especí-
fico, considerando sus actores y contexto, para identificar aspectos propios de esa realidad, y por
medio del análisis poder contribuir al conocimiento a través de aportes académicos.

Para obtener un acercamiento a dicho fenómeno y lograr comprenderlo, se realizó una revisión
teórica, para lo cual se utilizó una matriz bibliográfica y una matriz de contenido; en el trabajo de
campo se realizó observación no participante y se llevaron a cabo diferentes entrevistas semies-
tructuradas con un niño, su madre, el docente y dos psicólogos en el contexto escolar. Fue un
proceso voluntario, en el cual los participantes accedieron a contribuir con esta investigación,
dando autorización para que la información fuera utilizada de manera anónima y conservar la
identidad de cada uno de ellos, para lo cual se firmó un consentimiento informado. Posteriormente
se hizo análisis de la información obtenida en relación con los referentes teóricos en los cuales se
basa esta investigación.

La población necesaria para realizar este trabajo debía residir en la ciudad de Medellín, tener
un rango de edad entre los 11 y 13 años, estar estudiando en una institución educativa y tener un
diagnóstico psicológico establecido, de manera que la muestra seleccionada cumple con todos los
criterios mencionados.

Resultados
Goffman (como se citó en Muñoz et al., 2009) considera el estigma como un atributo que es profun-
damente devaluador, que degrada y rebaja a la persona portadora del mismo. Jones et al. (citados

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por Muñoz et al., 2009) refuerzan esta idea al considerar el estigma como una marca (atributo) que
vincula a la persona con características indeseables (estereotipos). El Ministerio de Salud y Protec-
ción Social (MinSalud) (2014) propone:

Las consecuencias negativas del estigma no sólo afectan a las personas con problemas
y trastornos mentales, sino a quienes los rodean, principalmente sus familiares, por las
tensiones e incertidumbre que experimentan por su tendencia a alejarse de su red social
y por la necesidad de dejar sus actividades laborales para convertirse en cuidadores,
especialmente, en períodos de crisis y recaídas. (p. 4).

En las entrevistas realizadas se pudieron evidenciar los planteamientos iniciales que impulsaron
la realización de este estudio.
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Con diversas expresiones, las personas que rodean al estudiante generan y refuerzan la estig-
matización de sus pares, de los docentes, los psicólogos e incluso de su madre, la cual abandonó
su trabajo por cuidar a su hijo. Se evidenció que él mismo se autoestigmatiza por los señala-
mientos y rótulos sociales que se van articulando, generando así exclusión y rechazo a partir de un
diagnóstico psicológico; su madre expresó que surgen dificultades tanto académicas, personales y
sociales que impiden el desenvolvimiento adecuado de su hijo debido a que tiene que enfrentarse
a problemas que van más allá de su enfermedad.

Así, muchas personas con enfermedades mentales graves son desafiadas doblemente; por un
lado, luchan con los síntomas y discapacidades que resultan de la enfermedad y, por otro lado, son
desafiados por los estereotipos y prejuicios que resultan de conceptos erróneos sobre el trastorno
psíquico; como resultado de ambas cosas, a las personas con enfermedad mental se les roban las
oportunidades que definen una vida de calidad (Corrigan & Watson, 2002).

Se corroboró una estigmatización hacia el estudiante por parte de las personas entrevistadas, lo
rotulan y lo reconocen por el diagnóstico establecido en su historia clínica (TDAH); de esto dieron
cuenta los psicólogos participantes, quienes manifestaron que al niño en ocasiones no lo llaman por
su nombre y coincidieron en la utilización de términos relacionados con etiquetas diagnósticas como
“el hiperactivo”, hecho que se evidenció también en el discurso de los docentes que, entre colegas,
utilizan rótulos como “el rarito”, “el insoportable”, “el cansón”, “el ansioso”, “el hiperactivo”, “el
loco”, entre otros términos peyorativos que refuerzan la estigmatización. Esto, según manifestó el
docente, dificulta las relaciones sociales del niño, ya que ha sido objeto de burlas, sus compañeros
incluso lo rechazan y lo molestan por el uso de la medicación. Se mostró también, por medio de las
entrevistas, que los mismos docentes intensifican estas conductas y, en ocasiones, son ellos los
que culpabilizan al estudiante de diferentes situaciones que suceden dentro de aula de clase.

Por esto, el acceso a la institución educativa es un choque que genera un contraste en el


individuo, pues se enfrenta a nuevos retos lejos del seno familiar, reconociendo y poniendo a prueba
los recursos propios con los que cuenta para hacerle frente a su condición y a la percepción de los
demás.

Mena-Moreno (2016) plantea:


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El estigma aparece, cuando el sujeto va a la escuela (...) en general cuando debe sociali-
zar en entornos nuevos, el primer momento en el que el niño puede hacerse consciente
de que porta un estigma, es cuando debe salir de su comunidad y esto generalmente
ocurre una vez ingresa a la escuela (p. 10).

Adicionalmente, se evidenció en el estudio de caso el concepto de autoestigma que propone


Goffman (2001), cuando el estudiante justificó algunas de sus acciones por el hecho de tener déficit
de atención y otros problemas relacionados, surgiendo elementos frente a su identidad, es decir,
cómo se reconoce a sí mismo y ante los otros; es de ahí que se produce un rechazo aceptado tanto
por los demás como por él, desvalorizando sus habilidades y capacidades. Todo esto, más el período
de transición tanto escolar como biológico, dificultan el adecuado desarrollo de la identidad, como
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Estigmatización social en el ámbito escolar generada por un diagnóstico psicológico
Social stigmatization in the school field generated by a psychological diagnosis

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se observó en las entrevistas realizadas en que se ponía de manifiesto que el niño en transición a la
adolescencia debía cumplir con exigencias externas e internas que lo ponían a dudar de sí mismo,
de sus potencialidades y lo llevaban también a cuestionarse sobre sí, su condición y sus modos de
relacionarse consigo mismo, con los demás y con su entorno.

En la construcción de la identidad, sobresalen los factores individuales: la autopercepción, la


personalidad, el autoconcepto, la búsqueda de sí mismo, la relación intrapersonal, la confianza y
seguridad, como características que le permiten acercarse al interrogante ¿Quién soy? Para de esta
manera ubicarse frente a un mundo que le demanda retos cada vez más rigurosos y que lo alejan de
su infancia, condicionándolo a enfrentar una nueva realidad (Chala-Bernal y Matoma-Fetiva, 2013).

Es importante reconocer la relación que tiene el niño consigo mismo, así como sus otras
relaciones significativas, en las que la madre juega un papel relevante para la comprensión de la
dinámica relacional que se da en el núcleo familiar. Se evidenció que su madre tiene una influencia
significativa en los procesos de autorreconocimiento del estudiante y desde ahí se genera la
vinculación madre-hijo; esto dado por la concepción que ella tiene de sí misma de ser una madre
“comprometida”, incluso enfatiza en que ella le ha ayudado a forjar su personalidad y se considera
una parte fundamental para la formación de su hijo.

En el ámbito escolar, uno de los agentes más representativo es el docente, que interviene
cotidianamente identificando comportamientos y habilidades tanto cognitivas como sociales que
permiten un abordaje del escenario mismo. El docente, a través de su praxis, manifiesta que los
estudiantes con diagnósticos psicológicos requieren más ayuda académica y disciplinaria, debido
a que si no tienen un acompañamiento constante, su proceso de aprendizaje resulta afectado; esto
sigue la línea de Echavarría-Grajales (2003), quien plantea que “se debería pensar una escuela que
se muestre como horizonte y modelo de negociación e interacción; una escuela que se construya
en lo cotidiano; una escuela dinámica, flexible, abierta al cambio” (p. 8).

En la escuela aparece un asunto relevante para la comprensión del caso, que está asociado a
la transición de la primaria hacia la secundaria, la cual es significativa, tal como describen Ruiz-
Guevara et al. (2010): “un cambio trascendental en la vida de los estudiantes, ya que ellos se
encuentran en procesos de cambio, adaptación y ajuste, tanto en relación con el sistema educativo,

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como a su etapa de adolescencia” (p. 1); esta transición puede generar una crisis debido a las
modificaciones en el ambiente, la carga académica, el establecimiento de nuevas relaciones entre
pares y metas a lograr.

Se valoró también el aspecto de presentar un diagnóstico psicológico que venía cargado de


estigma desde la primaria, que generó angustia ante el nuevo grado escolar a cursar, angustia que
se replicó también en la familia del niño entrevistado. La madre manifestó que esto la llevaba a
estar más pendiente de su hijo y él expresó, además, tener que adaptarse a cambios institucionales
tales como el número de estudiantes que componen un grupo, el consumo del medicamento dentro

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del aula, ser expulsado de esta por su condición de inquietud permanente y por el tipo de relaciones
con sus compañeros y maestros, a lo que él mismo sugirió que es importante tener en la escuela
paciencia para los casos especiales.

Se estableció que los diagnósticos psicológicos con mayor prevalencia en el período escolar son
el trastorno por déficit de atención e hiperactividad y el trastorno negativista desafiante, expresado
por el psicólogo de la institución educativa donde se realizó el estudio de caso único. Según Aláez-
Fernández et al. (2000), “las categorías diagnósticas con mayor prevalencia en la población clínica
infantil y adolescente son los trastornos de conducta, ansiedad, depresión, del desarrollo y de
eliminación” (p. 530).

Supèr y Cañete (2016) establecieron que

el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es el trastorno neuro-


conductual más común de la infancia con una prevalencia estimada a nivel mundial del
5,29 % de los niños en edad escolar. Las características clínicas básicas del trastorno
como la dificultad persistente en dirigir y mantener la atención, la actividad psicomotriz
exagerada y la impulsividad interfieren de forma significativa con el aprendizaje y la ca-
pacidad de adaptación, ocasionando problemas importantes para el individuo, la familia
y la sociedad (p. 4).

Esta sintomatología general del trastorno pudo ser evidenciada mediante la observación y la
interacción de las personas en la cotidianidad con el niño entrevistado.

Discusión
Según los resultados obtenidos, se puede plantear que tener un diagnóstico psicológico en la niñez
o adolescencia puede generar implicaciones sociales más notorias en la escuela, donde pares y
maestros estigmatizan por medio de atributos negativos a quienes tienen algún problema de tipo
psicológico, dificultando el desarrollo de su identidad y generando repercusiones negativas como
baja autoestima, inseguridad, depresión, aislamiento, agresividad, estrés, temor social, timidez,
sensación de incapacidad, entre otras manifestaciones que pueden variar según el caso. Uribe et
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al. (2007), en relación a la elaboración social de rótulos, plantean que:

Las consecuencias negativas del estigma incluyen el ostracismo y el aislamiento, la


desmoralización, la desesperanza, la baja autoestima y una menor búsqueda de ayuda.
En ocasiones, el efecto del rechazo y el estigma puede ser más nocivo que los síntomas
mismos (p. 208).

Y es aquí donde la familia entra a jugar un papel importante de apoyo y acompañamiento ante
estas situaciones que repercuten de manera significativa en todas las esferas que componen la
vida de la persona diagnosticada, sin llegar al extremo de ser intrusiva, evidenciando que esto inter-
fiere en la autonomía del niño y genera un ambiente sobreprotector para él. Estos aspectos deben

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ser valorados para la identidad del sujeto, así como el hecho de que los padres deben posibilitar
que sus hijos, por sí solos, adquieran experiencia para la toma de decisiones y empoderamiento de
sí mismos; más, si se sobreprotege al niño, se estaría reforzando la imagen negativa de sí, poten-
ciando el “no soy capaz” que el niño puede utilizar, lo que dificulta la relación del sujeto consigo
mismo.

Estos datos indican que en el contexto escolar es evidente que se llevan a cabo procesos de
estigmatización hacia personas diagnosticadas con algún trastorno o dificultad de orden psico-
lógico; tanto por los compañeros de clase como por los docentes, directivos y hasta por los
mismos psicólogos educativos, por lo que el diagnóstico se convierte en noticia pública para toda
la comunidad educativa, constituyendo un reto para el niño o adolescente el tener que enfrentarse
constantemente a las dificultades y consecuencias que genera la estigmatización. Se evidencia
en el estudio de caso, que el estudiante diagnosticado crea su propia estigmatización, desvalori-
zando su potencial y habilidades, confirmando las opiniones externas del rótulo social y familiar,
además de que en ocasiones hace uso de su situación para victimizarse o sacar provecho de su
misma vulnerabilidad, lo que lo lleva a autoestigmatizarse; definen Link & Phelan (como se citó
en Muñoz et al., 2009) que “las personas con enfermedad mental pueden, a través de la sociali-
zación, asimilar estereotipos sobre la enfermedad mental y aplicar estos estereotipos negativos a
sí mismos después de ser formalmente diagnosticados, es decir, asumir su condición de persona
diferente” (p. 118).

Es así como los compañeros de clase y docentes tienen gran influencia en la estigmatización
generada a partir del diagnóstico psicológico presente en la etapa escolar, debido a que comparten
con el niño gran parte del tiempo en las jornadas académicas, presencian las consecuencias de
la enfermedad, sus manifestaciones y dificultades, lo cual les permite reforzar constantemente el
estigma hacia esa persona que tiene un rótulo o un sobrenombre caracterizado por su diagnóstico.

De esta manera, es importante comprender que, con respecto al diagnóstico psicológico, se


requiere inicialmente una adecuada elaboración del mismo; dentro de ese proceso son necesarios
la observación y el registro de información de los diferentes escenarios en los cuales interactúa
el sujeto. Mardomingo (citado por Rabadán-Rubio y Giménez-Gualdo, 2012) indica que el rol del
escenario educativo y el papel de los profesores, orientadores de los colegios y centros educativos,

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son fundamentales para la detección precoz y el diagnóstico.

Se espera, así, evaluar correctamente para poder diagnosticar de manera precisa, no para
generar una rotulación del individuo, siendo necesario que la intervención sea dada desde un trata-
miento interdisciplinario donde se trabaje conjuntamente para velar por el bienestar de la persona
afectada y se logre brindar orientación a los actores vinculados, tanto en el diagnóstico como en
la estigmatización, para así evitar miradas que excluyan al niño; tal como plantean Campo-Arias y
Herazo (2015), se espera no dejar de lado el contexto particular y la mirada holística, para así evitar
acentuar la patologización y medicación.

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Además, estar en el período de transición de primaria a secundaria hace que el niño se encuentre
en una posición de mayor vulnerabilidad, pues debe asumir el reto de adaptación a nivel educativo,
y a nivel social enfrentarse a la lucha constante contra la estigmatización.

Tal como lo mencionan Sacristán, Psaltis, Midgley y Maehr (como se citó en Ruiz-Guevara et al.,
2010), el paso de la educación primaria a la secundaria es “un cambio trascendental en la vida de
los estudiantes, ya que ellos se encuentran en procesos de cambio, adaptación y ajuste, tanto en
relación con el sistema educativo, como a su etapa de adolescencia” (p. 1).

En este período se da una serie de cambios que atraviesan al adolescente, donde el otro juega
un papel esencial, no sólo en su acompañamiento como par, sino que puede facilitar o dificultar el
adecuado desarrollo del proceso de transición. En relación a estos cambios, Fernández y Malvar
(2011) expresan que:

Los/las adolescentes viven ligados, inexorablemente, a etapas de transición (académicas,


laborales, biológicas, etc.); los sentimientos que los acompañan son de temor ante la po-
sibilidad de no estar preparados para afrontar con solvencia estos cambios y al rechazo
de sus pares, además del desasosiego ante lo desconocido (p. 103).

Estos miedos también pueden ser producto del desconocimiento de un diagnóstico, que genera
una nueva perspectiva de su cuerpo y conocimiento de sí mismo, forjando una nueva mirada de su
yo influenciada por la posición en la que lo sitúa el estigma.

Goffman (2001) menciona que “la incertidumbre del estigmatizado surge no solo porque ignora
en qué categoría será ubicado, sino también, si la ubicación lo favorece, porque sabe que en su
fuero interno los demás pueden definirlo en función de su estigma” (p. 25), es decir, aquel que se
sienta diferente y más por un diagnóstico psicológico, duda de cómo será su relación con los otros,
en especial con sus pares, y es consciente de que lo pueden tildar de diferente y tener un trato de
exclusión hacia él, lo que hace que aumente su inseguridad, dificultando así la construcción de su
identidad.

Por todo lo anterior, es pertinente dejar la recomendación a los psicólogos de hacer diagnósticos
rigurosos, acertados y moderados, sin llegar a exagerar ni mal interpretar una conducta que dista
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un poco de lo habitual, siendo necesario evaluar el caso por caso y hacer uso de todos los recursos
posibles para que a partir del conocimiento y la psicoeducación dirigidas al ámbito educativo y
familiar se disminuya a nivel social la estigmatización, involucrando e invitando también a los
docentes a no reforzar, generalizar ni tachar a un estudiante sin tener conocimiento ni bases funda-
mentadas para hacerlo, desconociendo los efectos y la relevancia que esto puede traer en un niño,
niña o adolescente.

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Social stigmatization in the school field generated by a psychological diagnosis

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Conclusiones
Se evidencia que la estigmatización es un proceso que se da a partir de la interacción en un deter-
minado contexto sociocultural y que da lugar a una característica o atributo negativo hacia la
persona estigmatizada, que limita sus oportunidades para el hacer y perturba el uso de recursos
personales y sociales para afrontarlo.

La estigmatización se hace evidente cuando se tiene un diagnóstico psicológico en la escuela


y el niño, niña o adolescente es rotulado debido a su enfermedad, provocando un estigma social e
incluso una percepción de autoestigma que afecta, así, el desarrollo de la identidad en el proceso
de transición educativa y genera efectos psicosociales que producen afectaciones como estrés,
aislamiento, rechazo, baja autoestima, depresión, inseguridad, falta de autonomía, incapacidad
para resolver problemas, agresividad, temor social.

El diagnóstico en muchos casos es considerado como una extensión del niño, que actuará como
atributo, estando en su carta de presentación; en muchos casos a la persona con un diagnóstico
psicológico no se le llama por su propio nombre, sino que se le reconoce por su enfermedad y esto
determina las acciones por parte de los demás, cargadas de connotaciones prejuiciosas.

Es importante resaltar el ciclo vital del individuo para comprender este fenómeno, el contexto,
las relaciones que presenta y los cambios que se le adhieren al hecho de poseer un diagnóstico en
la escuela, y también para saber cómo se asume, tanto desde su propia postura y por parte de la
sociedad misma.

La familia cumple un papel fundamental de apoyo y acompañamiento en todas las esferas que
componen la vida, sin llegar a excesos ni sobrepasar límites que imposibiliten el desarrollo del niño,
o que obstaculicen los procesos de autonomía, toma de decisiones y resolución de conflictos, para
que él pueda por sí solo enfrentarse a las exigencias del medio, apoyado en su núcleo familiar que
acompaña este período y le permita ser y redescubrirse.

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La estigmatización se convierte en un problema social con graves repercusiones a nivel psico-
social. Por esto, se hace pertinente implementar estrategias que sensibilicen y permitan disminuir
la estigmatización, que se creen espacios de psicoeducación a nivel institucional donde toda
la comunidad educativa pueda participar e informarse al respecto, dar a conocer los trastornos
mentales presentes en el ámbito escolar, como el trastorno por déficit de atención con hiperacti-
vidad y el trastorno negativista desafiante, para que a partir de este conocimiento se comprendan
y se manejen adecuadamente estos procesos.

Se evidencia la necesidad de brindar capacitación al equipo docente para que puedan educar
desde la inclusión y la necesidad misma del estudiante, permitiendo una socialización adecuada
de la persona diagnosticada, trabajando conjuntamente con su familia y personas significativas
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en su desarrollo psíquico, cognitivo y social. La escuela debería ser un centro de formación y


protección que promueva ambientes saludables donde se acepte y se respete la diferencia para
poder reconocer en el otro capacidades y habilidades, enfocarse en hacer adaptaciones curricu-
lares para cubrir las necesidades de los estudiantes con alguna dificultad cognitiva o psicológica,
crear medios de evaluación diversos y que en su contexto se permita la inclusión de quien se
percibe como diferente por un diagnóstico y, a partir de esto, se genere una mitigación del estigma.

Se debe considerar la escuela como un espacio flexible, que posibilite la convergencia de las
diversidades que se presentan en este contexto y replantear el rol y el quehacer del docente frente
a los retos de enseñanza-aprendizaje que se presentan en la escuela, con estudiantes que tienen
expectativas, angustias, aspiraciones, además de diferentes habilidades que los hacen particu-
lares, pero que deben estar dentro del mismo sistema educativo.

Debe tenerse en cuenta la importancia de los trabajadores del área de la salud y su influencia
en estos procesos que, si bien pueden facilitar y aportar positivamente, también pueden perjudicar
desde su quehacer y mediante un mal accionar a la persona que padece un diagnóstico psicológico
y/o reforzar la estigmatización social tan evidente hacia quien no cumple los parámetros social-
mente establecidos de normalidad, se deben revisar posturas personales y prejuicios que no deben
afectar el trato hacia las personas.

Si se naturaliza el trato según un diagnóstico, por ende, se apoya la estigmatización y es por esto
que se hace pertinente dejar de naturalizar el estigma y trabajar más por fortalecer los procesos de
identidad, brindar herramientas de afrontamiento, acompañar adecuadamente desde el saber en
pro del bienestar de quien es más vulnerable y así, aportar al mejoramiento de una sociedad menos
prejuiciosa y estigmatizante.

Conflicto de intereses
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Las autoras declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial
de cualquier índole.

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DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3750

Artículo de reflexión

El ciberacoso entre jóvenes


del barrio López de Mesa
de Medellín-Colombia
Cyberbullying between young people in López
de Mesa neighborhood of Medellín-Colombia

Recibido: 26 de febrero de 2020 / Aceptado: 3 de junio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


González-Salazar, N., Restrepo-Diez, M., Padilla, J. T., y Rúa-Penagos, J. A. (2020). El ciberacoso entre jóvenes del barrio
López de Mesa (Medellín-Colombia). Poiésis (39), pp. 33-44. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3750

Nohemí González Salazar*, Manuela Restrepo Diez**, Jennifer

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 33-44 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945
Tatiana Padilla***, Jonathan Andrés Rúa Penagos****

Resumen
El ciberacoso es aquel fenómeno que se produce a través de dispositivos digitales como
teléfonos celulares o computadoras; suele ocurrir generalmente mediante mensajes de
texto o redes sociales. Este artículo tiene como objetivo analizar los efectos del cibera-
coso en los jóvenes del barrio López de Mesa (Medellín-Colombia), así como también
las causas, consecuencias y posibles métodos de intervención. Como instrumento de
recolección de datos se ha utilizado la encuesta, a través de la cual se concluye que los
jóvenes son quienes se ven más afectados por el fenómeno estudiado.

Palabras clave:
Ciberacoso; Intervención; Jóvenes; López de Mesa.

*
Graduada de la Institución Educativa San Vicente de Paúl, Medellín-Colombia. Contacto: nohemigsalazar@gmail.com
**
Graduada de la Institución Educativa San Vicente de Paúl, Medellín-Colombia. Contacto: mrestrepodiez22@gmail.com
***
Graduada de la Institución Educativa San Vicente de Paúl, Medellín-Colombia. Contacto: jenifertatiana17092001@gmail.com
****
Doctor en Teología y Magíster en Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana, Teólogo y Filósofo de la Universidad Católica
Luis Amigó; docente interno asociado de la UPB y Maestro en la Secretaría de Educación de Medellín. Contacto: jonathan.rua@upb.
edu.co, Orcid: https://orcid.org/0000-0003-3193-8096
Nohemí González Salazar, Manuela Restrepo Diez, Jennifer Tatiana Padilla, Jonathan Andrés Rúa Penagos

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3750

Abstract
Cyberbullying is one that occurs through digital devices such as cell phones or computers.
This is usually done by text messaging or social networking. The project aims to analyze
the effects of cyberbullying on young people in the Lopez de Mesa neighborhood, as
well as the causes, consequences and possible methods of intervention. On the other
hand, the survey has been used as a data collection tool, which concludes that young
people are the ones most affected by the studied phenomenon.

Keywords:
Cyberbullying; Intervention; Young boys; López de Mesa.
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El ciberacoso entre jóvenes del barrio López de Mesa de Medellín-Colombia
Cyberbullying between young people in López de Mesa neighborhood of Medellín-Colombia

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Introducción
El presente proyecto de investigación se enfoca principalmente en el ciberacoso por parte de los
jóvenes y adolescentes, las causas, consecuencias y posibles métodos de intervención. El cibera-
coso, que también recibe el nombre de ciberbullying o acoso virtual, se refiere al uso de las redes
sociales para hostigar a una persona o grupo de personas a través de la divulgación de información
privada o personal que en algunos casos puede ser falsa.

Los agresores suelen elegir víctimas que sean perjudicadas en entornos físicos, lo que los convierte
en personas fáciles de manipular. En el ciberbullying se presentan agresiones verbales y exclusión
online. Es común que las personas víctimas de ciberacoso sufran humillación, estrés, depresión y
pérdida de la confianza en sí mismos –que corresponde a un factor de la baja autoestima–.

Por lo general, los acosadores son personas con personalidad antipática y sin ningún respeto
por otros, disfrutan del poder generado por el miedo y el daño psicológico que les ocasionan a las
víctimas; y como recurren al anonimato, refugiándose tras la pantalla de un computador, piensan
que ningún tipo de maltrato que les hagan a sus víctimas causa un efecto negativo en ellos. Entre
los motivos que los incitan a perseguir o acosar a otros están el acoso sexual, el odio y, principal-
mente, la envidia.

El ciberacoso tiene lugar en dispositivos electrónicos o digitales, como son teléfonos celulares,
tabletas y computadoras. En la actualidad, es común comunicarse con otros por medio de las redes
sociales, mensajes de texto y correos electrónicos; de esta forma, el acoso virtual se convierte en
un problema constante en la vida de los jóvenes.

Muchos adolescentes no son capaces de establecer relaciones con las personas de su entorno y
por eso buscan refugio tras la pantalla de un computador; los acosadores buscan socavar o mitigar
la autoestima de la víctima, esparciendo falsos rumores sobre esta de modo que logren dañar su
reputación. Estos insultos son llevados a redes sociales como Facebook, Instagram, etc., y desde

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allí pueden ser difundidos por otras personas, sobre todo aquellos a quienes no les preocupa el
bienestar de los demás.

Al estar escondidos tras la pantalla de una computadora, los acosadores no piensan en el daño
que les pueden ocasionar a otros de forma psicológica, solo se interesan por cumplir el deseo de
sentirse superiores a los demás. En muchos casos, las víctimas de ciberacoso, al no recurrir a
alguien o no saber qué hacer, caen en depresión, sufren de hostigamiento en el colegio y algunos
pueden llegar al suicidio. Debido al mal manejo de las redes sociales y otros medios de comuni-
cación, esta problemática se ha convertido en un grave dilema, común en muchos países de Latino-
américa y el resto del mundo.

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Nohemí González Salazar, Manuela Restrepo Diez, Jennifer Tatiana Padilla, Jonathan Andrés Rúa Penagos

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La investigación que deriva en este artículo se enmarca en la siguiente pregunta general: ¿Cómo
afecta el ciberacoso a los jóvenes del barrio López de Mesa? Además, presenta las preguntas
específicas relacionadas a continuación: ¿Cuáles son las causas que conllevan a los jóvenes a un
uso riesgoso de las redes sociales? ¿Qué consecuencias se presentan en las víctimas de ciberacoso?
¿Qué métodos se han empleado para intervenir a las víctimas de ciberacoso?

De esta manera, el texto presenta un objetivo general: analizar los efectos del ciberacoso en los
jóvenes del barrio López de Mesa (Medellín-Colombia); y tres objetivos específicos: describir las
causas que conlleva en los jóvenes el mal uso de las redes sociales en el barrio López de Mesa ;
identificar las consecuencias que se presentan en las víctimas de ciberacoso en el barrio López de
Mesa; y determinar los métodos que se han empleado para intervenir a las víctimas de ciberacoso
en el barrio López de Mesa.

En relación con la problemática expuesta, el proyecto de investigación se justifica puesto que


es importante para la población, ya que refleja al ciberacoso como un problema mundial que afecta
a jóvenes de diversas culturas, religiones o razas, convirtiéndose en una de las principales causas
que originan depresión, ansiedad y suicidio en adolescentes.

Para las humanidades, entre ella la ética, conocer el comportamiento de las personas y su forma
de relacionarse con otros es su objeto de estudio; por lo tanto, identificar las causas que llevan a los
jóvenes a agredir a otros adolescentes permite describir que son muchos los factores que pueden
contribuir a alterar el comportamiento de los demás.

Anteriormente, los jóvenes eran acosados por pandillas dentro de las escuelas, también agredidos
de forma física y verbal, actualmente este problema se ha extendido hacia las redes sociales, las
cuales integran los medios de comunicación masiva en el mundo. Para las instituciones educa-
tivas, conocer esta problemática les ayudará a ver más allá de los problemas que los adolescentes
enfrentan en las zonas educativas, es decir, en su vida social y personal.

Estado del arte y marco teórico


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El ciberbullying corresponde a la acción de enviar a una persona o compartir por medio de Internet
imágenes o textos que pueden ser crueles. Es considerado un acto intencional donde los acosa-
dores buscan debilitar la autoestima de la víctima. Los episodios de acoso cibernético suelen ser
repetitivos, en tal sentido, la víctima puede visualizar dichas amenazas y acusaciones falsas en su
contra, pero por motivos de desesperación y desequilibrio de poder, no puede deshacerse de ellas
o bloquear al agresor (Muñoz-Ruiz, 2016).

Personas vulnerables como aquellas que sufren alguna discapacidad, migrantes o miembros de
un grupo étnico suelen experimentar ciberacoso. Las mujeres son las principales víctimas de acoso
virtual y comúnmente suelen también ser las agresoras. Para los agresores es más sencillos atentar

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El ciberacoso entre jóvenes del barrio López de Mesa de Medellín-Colombia
Cyberbullying between young people in López de Mesa neighborhood of Medellín-Colombia

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contra una víctima que no pueden ver. Entre los factores que conducen a una persona a agredir a
otra se encuentra la necesidad de dominar a los demás o tal vez la falta de tolerancia a la actitud de
dicho individuo (Bartrina-Andrés, 2014).

El ciberacoso es un problema de maltrato, agresión e intimidación entre los jóvenes por medio
del desarrollo de tecnologías de información y comunicación. Los adolescentes entre 13 y 18 años
representan la mayor parte del porcentaje de víctimas que han sufrido ciberbullying. Este fenómeno
puede presentarse a través de mensajes de texto, perfiles en redes sociales, chats, etc. Entre los
factores que determinan la presencia del ciberacoso está la agresión constante o repetitiva, donde
exista el deseo de lastimar psicológicamente a la víctima. El ciberacoso conlleva a la difusión de
rumores o imágenes (íntimas) y a la violación de la privacidad de una persona (Capafons y Dolores,
2015).

Las redes sociales están formadas por un conjunto de personas que poseen un interés común;
este concepto está asociado a nombres como Facebook, Twitter, etc. En diversos estudios reali-
zados, el 20 % de los adolescentes ha sufrido ciberbullying. El acoso puede definirse como un
comportamiento agresivo que se manifiesta de una persona a otra y cuya consecuencia es que
los involucrados pueden sufrir daños graves. Dentro de las acciones del acoso están los rumores,
las amenazas, entre otros. En este orden de ideas, el ciberacoso es aquel fenómeno por el cual
una persona, utilizando redes sociales u otros medios, hostiga a una o más personas. Puede hacer
referencia a la invasión de la privacidad de la víctima. Normalmente se produce durante el periodo
escolar de adolescentes y jóvenes, los cuales son difamados, acusados injustamente y en algunas
ocasiones sus fotos e información privada son compartidas sin consentimiento (Quesada y Verdejo,
2015).

El acoso hace referencia a los actos agresivos que tienen como objetivo lastimar de forma física
o psicológica a otros individuos, forma parte de los tipos de violencia escolar junto con la violencia
física y sexual. Sin embargo, existen características que determinan la diferencia entre acoso y
ciberbullying. Entre estas, las víctimas de acoso “tradicional” pueden esconderse en sus casas y,
por lo general, son perjudicados por un grupo pequeño de personas; mientras que en el ciberacoso,
las víctimas reciben constantes mensajes o amenazas de parte del agresor o agresores, recurriendo
a las redes sociales como medio de agresión, y permaneciendo los acosadores en el anonimato o

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en la “invisibilidad” (Félix et al., 2010).

Con el avance de la tecnología como medio de información y comunicación han aparecido


muchas amenazas entre usuarios de las distintas redes sociales, o que se convierte en un gran
problema dentro de la población adolescente. Generalmente los acosadores se esconden por medio
del anonimato, ya que sienten incomodidad ante la víctima que lastiman con sus acciones. Por
lo tanto, situaciones de acoso constante con el tiempo ocasionan en las víctimas daños físicos
y psicológicos especialmente en las relaciones que establecen en el ámbito social (Rodríguez-
Domínguez, Martínez-Pecino y Durán-Segura, 2015).

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Con el avance de la tecnología hay mayores oportunidades de acceso a la información, así como
también se les brinda la oportunidad a las personas de interactuar con otros. Sin embargo, el mal
uso de las redes sociales puede ocasionar problemas de ciberbullying, es decir, cualquier compor-
tamiento o acción que un individuo realice intencionalmente con el fin de dañar a otros. Esta proble-
mática social se ha incrementado con el tiempo en diversos países, entre ellos Colombia, Uruguay
y España (Yudes-Gómez et al., 2018).

El dilema explorado en párrafos anteriores genera un daño emocional severo y significativo. De


esta manera, las víctimas de acoso cibernético pueden experimentar ansiedad, bajo rendimiento
académico y depresión. Esta problemática no solo se limita al ámbito escolar, sino que afecta a
varios tipos de población: niños, jóvenes y, en algunas ocasiones, adultos. El problema del suicidio
es común entre los universitarios, ya que, aunque no recurran a agresiones físicas, se burlan e
insultan a otros como medio de hostilidad. Una víctima de ciberacoso suele ser tímida y con baja
autoestima y, sobre todo, se siente expuesta a rechazos y amenazas (García-Peña et al., 2013).

El ciberacoso conlleva al uso indebido de la tecnología con el fin de hostigar a niños, niñas
y/o adolescentes; los agresores buscan afectar a las víctimas a través de humillaciones y sobre
todo maltratándolas psicológicamente; ocurre a través de la mensajería, fotos o conversaciones.
Muchos niños(as) que son víctimas de ciberbullying se siente avergonzados o amenazados por sus
agresores y por tal motivo no recurren a los mayores (Vuanello, 2015).

Metodología
Para el desarrollo de esta investigación, y para dar respuesta a nuestros objetivos específicos, se
utilizó como técnica para la recolección de datos, la encuesta. Para las encuestas se empleó como
instrumento de investigación un cuestionario de 10 preguntas en el cual se les daba a escoger a los
encuestados entre diversas opciones, mientras que en otras preguntas debían expresar su opinión.
Por último, la población estaba constituida por jóvenes del barrio López de Mesa en la ciudad de
Medellín (Colombia) y nuestra muestra abarcaba 15 personas.

La idea de juventud surge de un grupo de sociedades, entre ellas, la burguesía, la capitalista


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y la social; por consiguiente, está ligada a criterios como valores, actitudes y condiciones que
nos permite reconocer a una persona por su edad, actitudes o comportamientos diferente a una
persona mayor o adulta. Se refiere al periodo intermedio que abarca desde los 16 a los 30 años
(Balardini, 2000)

El barrio López de Mesa, comuna 7 de Medellín, está constituido por aproximadamente seis
cuadras ubicadas desde la carrera 71A a la 72A. Su historia comienza con la llegada de los primeros
habitantes, quienes empezaron a construir casas. Las calles de dicho barrio estaban asfaltadas, lo
que daría cuenta de cierto progreso; sin embargo, Joaquín Antonio Tamayo, a su llegada al barrio,

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El ciberacoso entre jóvenes del barrio López de Mesa de Medellín-Colombia
Cyberbullying between young people in López de Mesa neighborhood of Medellín-Colombia

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etapa 2, en agosto de 1973, tuvo que usar velas porque no tenían servicio de electricidad, Empresas
Públicas de Medellín les habilitó los servicios pasada una semana. Actualmente, el barrio López de
Mesa cuenta con aproximadamente 1.000 habitantes (Zuluaga-Díaz, 2011).

Resultados
Como parte del cuestionario elaborado que corresponde al instrumento para la recolección de datos
e información para dar solución a la problemática tratada, se les preguntó a los 15 encuestados
sobre la forma en la que definirían el ciberacoso. Ellos se refirieron al mismo como el acoso que
se produce por los medios tecnológicos: redes sociales, haciendo uso de una serie de amenazas o
insultos, burlas y acusaciones falsas hacia sus respectivas víctimas.

Figura 1. Población con mayor índice de ciberbullying

0
1
4

10

Niños Jóvenes Adultos mayores Adultos

Referente a la población que presenta mayor índice en cuanto a problemas asociados al ciberbu-
llying o acoso virtual, en cualquiera de sus formas o métodos, 10 de los 15 encuestados eligieron
que la población que tiende a caer con más frecuencia en este tipo de problemas son los jóvenes;
4 personas escogieron a los niños diciendo que ellos, en esa etapa de su vida, son fáciles de
manipular, es decir, vulnerables; mientras que 1 persona escogió a la población adulta, siendo los
adultos mayores la población menos afectada.

Entre las causas que motivan a los jóvenes o adolescentes a practicar el ciberacoso se encuentran:

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falta de valores en el hogar, baja autoestima que poseen los agresores –ya que recurren a este
método de intimidación para sentirse mejores consigo mismos–, depresión, problemas familiares
–como discusiones con sus padres o poca supervisión de los mismos hacia sus hijos–, falta de
educación en los hogares, interés por llamar la atención de alguien importante para el agresor,
desagrado o falta de tolerancia hacia aquella persona y, por último, discusiones en el colegio.

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Figura 2. Causas más comunes del ciberacoso

Baja autoestima Problemas sociales Problemas familiares

Continuando con la misma línea de reflexión, las causas más comunes que llevan al adolescente
a practicar el ciberacoso son: baja autoestima (8 personas) –los encuestados aseguran que los
agresores reciben en su entorno comentarios hirientes y, por lo tanto, no se sienten bien consigo
mismos, lo que los incita a querer humillar a otros para hacerlos sentir inferiores a ellos y, así, sentir
placer por el sufrimiento de los demás–; 6 de las personas encuestadas escogieron a los problemas
familiares como la principal causa –haciendo referencia a la falta de tolerancia y comprensión
en el hogar, la falta de diálogo con sus padres, etc.–; por último, 1 persona escogió la opción de
problemas sociales –diciendo que el agresor no es capaz de desarrollar una relación estable y sana
con los demás–.

En cuanto a los medios por los cuales suele ocurrir el ciberacoso, las personas encuestadas
respondieron que los medios tecnológicos y de comunicación masiva como son las redes sociales,
entre ellas Facebook, Twitter e Instagram, son las más comunes; algunos añadieron los mensajes
de textos y correos electrónicos como un medio factible.

Entre las consecuencias que se presentan en una víctima de ciberacoso o ciberbullying están:
agresividad; bajo rendimiento escolar o, en algunos casos, laboral; depresión; baja autoestima;
pérdida de la confianza hacia los otros; aislamiento; incapacidad para relacionarse con otros o
establecer relaciones sociales; y tendencia al suicidio, que es la más importante, ya que algunas de
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las personas que sufren acoso virtual no son capaces, en algunos casos, de buscar ayuda.

Entre los métodos que se utilizan para intervenir a las víctimas de ciberacoso se ha planteado
una serie de estrategias entre las cuales están: seguimiento familiar y pedagógico, supervisión por
parte de los padres a las redes sociales de sus hijos, ayuda profesional –como en el caso de recurrir
a un psicólogo o a la Policía, terapia grupal, etc.–.

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El ciberacoso entre jóvenes del barrio López de Mesa de Medellín-Colombia
Cyberbullying between young people in López de Mesa neighborhood of Medellín-Colombia

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Figura 3. Manifestación de acoso virtual más común

Para la manifestación de acoso virtual más común, 8 personas encuestadas eligieron las
amenazas como la que encabeza el listado; 6 personas muestran la divulgación de información
personal como otra forma de acoso, diciendo que el agresor tiende a difundir información privada de
la víctima sin importarle el daño psicológico que le ocasiona, que también serviría como una forma
de amenaza; por último, 1 persona eligió las acusaciones falsas como una manifestación común de
acoso virtual, asegurando que el agresor tiende a difundir información falsa de sus víctimas para
hacerlas vulnerables y se dobleguen ante él.

Figura 4. Género con mayor tasa de ciberbullying

Amenaza Acusaciónes falsas Divulgación de información personal

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En relación con la tasa de ciberbullying por género, 10 personas de las 15 encuestadas escogieron
a la población femenina como la que suele experimentar mayores problemas de ciberacoso, asegu-
rando que las mismas son vulnerables y fáciles de manipular; 1 persona escogió a la población
masculina; mientras los 4 restantes aseguraron que el ciberbullying no dependía del género y que
ambos sexos sufrían acoso cibernético por igual.

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Figura 5. Impacto de la tecnología

Por último, al preguntarle a las personas acerca de si consideraban el impacto de la tecnología


como algo positivo o negativo, 6 personas contestaron que era algo positivo ya que por medio de
Internet se pueden realizar investigaciones y oficios de mercadeo; mientras que 5 sujetos asegu-
raron que el impacto de la tecnología era negativo debido a todos los problemas de amenazas,
divulgación de información personal sin aprobación de la persona y falta de capacidad de establecer
amistades frente a frente; las 4 personas restantes aseguraron que dependía del uso que cada quien
le daba, pues si se utiliza Internet para hacer algo productivo, puede resultar útil, mientras que si lo
usas para algo que esté fuera de las normas morales y éticas, puede ser perjudicial para muchos.

Discusión
Según Vuanello (2015), el Ciberacoso conlleva el uso indebido de la tecnología con el fin de hostigar
a niños, niñas o adolescentes. Los agresores buscan afectar a las víctimas a través de humillacio-
nes y, sobre todo, de maltratos psicológicos. En el presente artículo, los resultados se relacionan
con las ideas expresadas por Vuanello, ya que generalmente las víctimas de ciberacoso sufren
daños psicológicos que pueden llegar a ser permanentes y, normalmente, los agresores pueden
experimentar dichos problemas, aunque se refugien en sus computadoras atacando desde el ano-
nimato. Según los resultados obtenidos por medio de las encuestas, el ciberacoso es más común
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en redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram, y se considera que los agresores suelen
recurrir a este tipo de acoso porque no toleran el comportamiento y la forma de ser de las personas
de su entorno o también porque se sienten inferiores a los demás.

Nuestra investigación hace un aporte a las humanidades, en particular a la ética, porque investiga
cuáles son las causas que incitan a las personas a convertirse en agresores y a hacerles daño a
otros. Para las instituciones educativas presenta una información precisa sobre qué tipo de manifes-
tación de acoso experimentan los jóvenes en la actualidad, ya sean de primaria o secundaria. Por
consiguiente, a las personas encuestadas les ayudó a conocer más acerca de esta problemática
que azota a todos los adolescentes del mundo y las consecuencias que experimentan aquellos que
son víctimas de ciberbullying.

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Cyberbullying between young people in López de Mesa neighborhood of Medellín-Colombia

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Por último, para futuras investigaciones recomendamos que el tamaño de la muestra sea
mayor para obtener información más clara y precisa de los resultados y objetivos propuestos en la
investigación.

Conclusiones
Esta investigación nos permite concluir que los motivos que llevan a los jóvenes a acosar a otros
adolescentes son baja autoestima, por sentirse inferiores a otros; problemas sociales, ya que no
son capaces de entablar relaciones con otras personas de su entorno y; problemas familiares, debi-
do a la falta de comunicación que hay entre ellos y sus padres u otros familiares. También juega
un papel importante el auge de la tecnología en la sociedad, ya que algunas personas la usan de
forma indebida, lo que conlleva un pensamiento acerca de que su desarrollo ocasionó un impacto
negativo.

El ciberbullying tiene consecuencias negativas para todas las personas implicadas, ya sean
víctimas o agresores; entre estas se presentan comúnmente la ansiedad y la depresión, los
problemas de comportamiento, la baja autoestima y la pérdida de la confianza en sí mismos.

Entre los métodos más utilizados para intervenir a las víctimas de ciberacoso se encuentran
recurrir a la ayuda psicológica, hablar con sus padres sobre lo que está ocurriendo o un adulto que
pueda ayudarle, bloquear la cuenta del agresor, o ir a terapia grupal.

Por último, la conclusión general de la investigación expresa que el problema del ciberacoso
afecta a los jóvenes de forma negativa. El ciberacoso es un problema que impacta principalmente
a adolescentes y jóvenes, para ello se usan medios como redes sociales, chats o mensajes de
texto, y dispositivos como celulares, computadores, etc., para intimidar a la persona. Este tipo de
agresión se manifiesta de forma repetitiva y puede ocasionar en las víctimas un grave daño psico-

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lógico, así como también llevarlas a caer en la depresión. Sin embargo, es más común que por la
desesperación recurran al suicidio como la solución a sus problemas.

Conflicto de intereses
Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial
de cualquier índole.
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www.elmundo.com/portal/noticias/infraestructura/en_lopez_de_mesa_se_vive_tranquilo.
php#.XVnUYt5KjIU.

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DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3751

Revisión de tema

Lo psicosocial, una lectura


que trascienda la unión de
conceptos y relaciones1
The psychosocial, a reading that transcends
the union of concepts and relations

Recibido: 23 de febrero de 2020 / Aceptado: 4 de junio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Trujillo-Urrego, A. S., y Palacios-Moreno, L. P. (2020). Lo psicosocial, una lectura que trascienda la unión de conceptos
y relaciones. Poiésis (39), pp. 45-52. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3751

Andrés Santiago Trujillo Urrego*, Lina Patricia Palacios Moreno**

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 45-52 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945
Resumen
El objetivo de la siguiente reflexión consiste en hacer una lectura acerca de la noción de
lo psicosocial. Esta convoca a una revisión crítica para aportar elementos de reflexión
en la realización de intervenciones psicosociales o caracterizar las formas de compren-
der procesos de transformación social que impliquen al sujeto y a la comunidad. En
este sentido, se interroga ¿de qué manera los profesionales de las ciencias sociales y
humanas hacen lectura de contexto e intervienen bajo este híbrido conceptual? Para
ello se parte de la crítica hacia el uso indiscriminado del concepto en las múltiples
formas en que este es utilizado por parte de los profesionales de las ciencias sociales
y humanas; asimismo, de la lectura de este a la luz de la psicología social, gracias a la
cual se trasciende el mero uso del concepto y se profundiza en lo que implicaría la unión
de lo “psico” y lo “social”en la variedad de discursos y prácticas que existen hoy día en
nuestros contextos sociales, posibilitando así una nueva comprensión del sujeto desde
la interacción social y el relacionamiento en la construcción de la realidad. Desde esta
perspectiva se pretende reflexionar sobre lo psicosocial para conocer la incidencia en
las transformaciones sociales.

Palabras clave:
Interacción; Intervención; Psicología crítica; Psicología social.
1
El presente artículo es derivado de un análisis crítico del marco teórico del proyecto de investigación en curso “Sentidos acerca de
intervenciones psicosociales e intervenciones psicosociales con familias” desarrollado por el semillero Estudios de Familia, en la
Universidad Católica Luis Amigó. Es un análisis hermenéutico documental y se complementa profundizando en artículos reflexivos sobre
el tema de las siguientes bases de datos: Dialnet, Redalyc, EBSCO, Scopus, Scielo y Google Académico.
* Psicólogo de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto:
andres.trujillour@amigo.edu.co
** Psicóloga de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto:
lina.palaciosmo@amigo.edu.co
Andrés Santiago Trujillo Urrego, Lina Patricia Palacios Moreno

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3751

Abstract
The aim of the next reflection is to make a reading about the notion of psychosocial.
It calls for a critical review to provide elements of reflection in the realization of
psychosocial interventions or to characterize ways of understanding processes of social
transformation involving the subject and the community. In this sense, it is questioned
how social and human science professionals make context reading and intervene under
this conceptual hybrid? this is based on the criticism of the indiscriminate use of the
concept in the many ways in which it is used by professionals of the social and human
sciences, also the reading of it in view of social psychology, thanks to which the mere
use of the concept is transcended and the deepening of what would involve the union
of the “psycho” and the “social” in the variety of discourses and practices that exist
today in our social contexts, this will enable a new understanding of the subject from
social interaction and relationship in the construction of reality, from this perspective it
is intended to reflect the psychosocial, to know the impact on social transformations.

Keywords:
Interaction; Intervention; Critical psychology; Social psychology.
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Lo psicosocial, una lectura que trascienda la unión de conceptos y relaciones
The psychosocial, a reading that transcends the union of concepts and relations

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3751

Introducción
Las metodologías de intervención psicosocial que utilizan los profesionales de las ciencias sociales
y humanas se añaden a la pluralidad de discursos y prácticas, que existen hoy día en nuestros
contextos sociales. Ahondar y reflexionar sobre este concepto es una tarea de estos, dado que son
ellos los encargados de intervenir problemáticas psicosociales. En este sentido, nos hacemos estas
preguntas: ¿qué se entiende por lo psicosocial?, ¿qué se entiende por lo psico?, ¿qué se entiende
por lo social?, ¿de qué manera se fusionan ambas a la hora de intervenir? Parece ser que al unir
los conceptos “psico” y “social” se tiene respuesta a este asunto, postura que implicaría reducir y
dejar de lado la reflexión que se pretende hacer en este texto.

De acuerdo con lo anterior, Villa (2012) dota de sentido el concepto con el propósito de compren-
derlo. Para estos, lo psicosocial incluye principios de dignidad, apoyo mutuo, solidaridad, vida con
calidad, enfoque de derechos, enfoque de género y desarrollo humano integral en salud mental, y
consideran fundamental que todos estos marcos de acción hagan parte en las intervenciones que
tienen este apelativo. A su vez, que impliquen acciones centradas en promover el reconocimiento y
la valoración del ser humano en construcción, donde se tenga en cuenta la relación dialéctica entre
estos elementos, fundamentales a la hora de comprender y abordar lo psicosocial.

De esta manera, podemos inferir, según lo propuesto por González y Villa (2012), que lo entendido
por lo psicosocial implica profundizar sobre el reconocimiento y la valoración del ser humano en
construcción, no solo desde la singularidad y sus particularidades en sus comunidades, sino desde
las comunidades y las singularidades de sus sujetos.

De ahí que, en relación con el proyecto de investigación en curso, desde la perspectiva de Alvis-
Rizzo (2009), se propone el concepto de “interacción social” con la intención de aproximarse bajo
esta unidad a lo psicosocial; también se incluye la crítica de Gallo (2017), basada en la insatisfac-
toria respuesta que se encuentra hoy sobre este asunto; y, finalmente, los planteamientos hechos
por Pablo Fernández-Christlieb (2009), en los cuales se ofrece un panorama particular que invita a

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la reflexión sobre esta noción. Este último autor afirma que lo psicosocial emerge luego de la inter-
sección entre lo psico y lo social, pero para dar fin a estos dos últimos y fecundar algo que no es ni
psico, ni social, solamente, sino un umbral entre ellos, una unión de ambos que se transforma en
un campo de comprensión diferente.

En este sentido, se persigue la comprensión del concepto de lo psicosocial, los sentidos que de
él existen y la rigurosidad a la hora de abarcarlo, tanto como la reflexión que desde esta perspectiva
se procura ofrecer.

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Metodología
Este ejercicio investigativo se realizó desde el enfoque cualitativo y el método hermenéutico. Se
utilizó la investigación documental que, para Alfonso (citado en Morales, 2003), ฀es un proceso
sistemático de indagación, recolección, organización, análisis e interpretación de información฀ (p.
2), en este caso aplicado a lo psicosocial. De esta manera, como lo dice Morales (2003), la investi-
gación documental retoma resultados de otras investigaciones, reflexiones de investigadores para
construir el conocimiento a partir de una nueva lectura, y por esta razón se realiza una reflexión e
interpretación de los documentos.

En ese sentido, la búsqueda de información se realizó según las palabras clave: psicosocial, inter-
vención psicológica e intervención psicosocial en Colombia, por medio del rastreo de artículos en
bases como: Dialnet, Ebsco, Redalyc, Scielo, Scopus, y Google académico, mediante los siguientes
criterios de inclusión: artículos de intervención psicosocial realizados bajo el diseño cualitativo que
hayan sido publicados entre 2009 y 2018 en Colombia; por el contrario, el criterio de exclusión es
que los artículos no fueran empírico analíticos o cuantitativos.

Crítica y un posible acercamiento


Para comenzar, se retoma la crítica que realiza Gallo (2017) en su libro titulado Psicoanálisis e
intervención psicosocial, en el que, partiendo de su introducción, se pone en cuestión el uso indis-
criminado del concepto, convertido desde su composición en un híbrido que responde a las dife-
rentes actividades y nombres que desde la institucionalidad se ofrecen. Para el autor, la mayoría
de los profesionales que ejecutan proyectos de intervención que involucren lo psíquico y social,
los programas académicos orientados a reflexiones sobre lo psicosocial, entre otras formas que se
adapten desde este concepto a las prácticas de intervención de estos profesionales, responden a
asuntos que desde la oficialidad se les atribuye, asuntos en los cuales se dejan de lado cuestiones
que interroguen a profundidad la carga de dicho concepto.

De esta manera se pone en jaque la utilización naturalizada de los proyectos de intervención,


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también los nombres de programas de formación universitaria, entre otras instituciones que
involucren como característica el apelativo: psicosocial. De manera análoga, Alvis-Rizzo (2009)
frente a las prácticas psicosociales indica que aún no existe una definición de las labores realizadas
por algunos de los profesionales de las ciencias sociales, posicionando la intervención psicosocial
como una nueva forma de observar e intervenir las problemáticas llamadas también psicosociales
En este sentido, apelar a lo psicosocial se convierte en la respuesta y, a la vez, en el interro-
gante para las diferentes prácticas llevadas a cabo por los mismos profesionales, como ejemplo:
la creación de proyectos psicosociales para emplear profesionales que intervengan en problemá-
ticas psicosociales, colocando en desequilibrio la pertinencia de aquellas teorías que sustenten la
práctica de dicha intervención.

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De este modo, superar la tensión y ahondar frente a lo ฀psico฀ y lo ฀social฀, así como en la
unión de estas en la intervención, entre otras formas en que aparece esta noción, implica previo
a todo intento hacer un desarrollarlo con rigor. Para acercarnos a lo anterior, continúa diciendo
Alvis-Rizzo (2009), es necesario tomar el término de ฀interacción social฀ como foco que supere
las tensiones que implica lo psicológico y sociológico, aportando así un elemento que supera tal
tensión. Es decir, el centro de la intervención psicosocial, independiente de su forma, debe ser
direccionada a las interacciones propiciando, como menciona Fernández (2009) y Villa (2012), el
reconocimiento y valoración del ser humano en construcción, sus recursos y particularidades, lo
que se convierte en el insumo que surge a partir de las interacciones.

En suma, esta propuesta de Alvis-Rizzo (2009) presenta la posibilidad de entender la unidad


psicosocial como “una interacción, ya sea como reencuentro, una relación, o una tendencia entre
personas ( ) ya que gracias al concepto de interacción como objeto de estudio se permite el surgi-
miento de la orientación psicosocial” (p. 2).

El postulado anterior ofrece una mirada diferente al limitado rótulo, o interpretación deliberada,
del concepto. Esta mirada alterna que se enfoca en la relación, independiente del objeto y su
posición horizontal o vertical, es una forma expresa de lo que implica profundizar en las formas de
relacionamiento entre individuos, la unión entre estos, la particularidad de sus culturas, costumbres,
sentimientos, entre otras, muestra de la relación entre lo psíquico y lo social.

Ahora bien, esta mirada, aunque necesaria, no deja entrever cuestiones como: ¿de qué manera
es o no indiscernible lo psíquico de lo social?, ¿cómo se establece el puente entre estos?, ¿qué
implica la relación de lo psíquico y social en sus variadas dimensiones?, cuyas respuestas deben
trascender la mirada básica de un relacionamiento independiente del objeto que se une.

Mirada que trasciende


Descrito el concepto de “interacción social” y paralelamente la cuestión que deja en entredicho la
reflexión sobre la relación como unidad y respuesta al concepto de lo psicosocial, o como forma de
comprensión del mismo, se hace necesario trascender lo meramente relacional para lograr ahondar

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en la implicancia de dicho asunto. En este sentido, Pablo Fernández-Christlieb (2009) explica que el
vínculo entre uno y otro, o la interacción (como lo nombra la psicología social):

es simplemente un choque pero cargado de vacío entre las partes, es una mera flecha
que se coloca en medio de dos esquemas, finalmente terminan siendo dos instancias
con un espacio en blanco, las cuales para tocarse deben cruzar dicho espacio vacío (p.
42).

E indica que independiente de la relación que se establezca entre una parte y otra, entre lo “psico”
y “social”, como entre la bidireccionalidad o posibilidad de complementariedad, son en definitiva,
como lo menciona Alvis Rizzo (2009), “puramente psicológicas o puramente sociológicas” (pág. 2).

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De este modo, y siguiendo a Fernández-Christlieb (2009), este vacío en el espacio de la relación


deja en obviedad de lo que se trata la psicología social, es decir, deja a la vista y cuestiona los
años de historia y estudio para, previamente y de manera simple, saber qué significa lo psicosocial.
Resulta interesante averiguar de dónde sale esta unión entre palabras: lo psicológico y lo socio-
lógico, qué implica, qué contiene (p. 43), y validar la crítica planteada por Gallo (2017), puesto que,
sin urgencia pero con celeridad, es necesario conocer qué hay detrás de esta posición.

Siguiendo con esta discusión, y en la línea con los postulados de este autor, se encuentra que
en dicha interacción, independiente de la relación y el choque que se da entre alguien y algo, entre
un objeto y otro, se genera algo que no se explica por ninguna de las partes en cuestión, algo que
no se contemplaba y que solo a partir de la relación surge. Es decir, allí donde hay una interacción
se crea algo nuevo, este autor indica que:

En efecto, ( ) este puente empieza a adquirir consistencia, densidad, sustancia, y en rigor


ya no puede denominarse interacción, sino, bien a bien, una situación. La interacción era
un vehículo; la situación es una estancia. La situación es la desaparición del contenido de
las cosas y la aparición de lo que hay en medio, entre ellas: la aparición de una sustancia
llamada tal vez relacionalidad que a su vez infunde a todas las cosas que dejan de ser lo
que eran por separado y empiezan a ser algo que es todas juntas, ( ) es decir, empiezan
a adquirir la forma de la relacionalidad que las constituye junto con todo lo demás, de
modo que una situación puede reconocerse como la unidad de todo lo distinto y la
unidad de todo lo múltiple que esta bañado por una misma atmósfera (Gallo, 2017, pp.
44-45).

Esta aproximación, posibilita nuevas formas de comprensión de las interacciones sociales donde
emergen problemáticas, necesidades y demás particularidades sobre las cuales, posteriormente,
vienen los planes de intervención que utilizan profesionales de las ciencias sociales y humanas
para atenuar dicha creación, emergencia o contingencia, como se le quiere llamar a aquello que
surge únicamente en el plano de la interacción y que en ocasiones se replica como única forma de
intervención ante relacionamientos tan diversos.

Por tanto, lo psíquico y lo social es o no indiscernible en la medida en que converjan ambos en


espacio y tiempo determinados, cada uno con sus particularidades que, al unirse, expresan una
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manera de ser, una peculiaridad que acontece al establecerse dicho puente, interrogado anterior-
mente. Es decir, allí donde hay una interacción se crea algo nuevo: “estableciendo una nueva forma
de ser de la realidad, con reglas de otro orden” (Fernández-Christlieb, 2009, p. 43).

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Lo psicosocial, una lectura que trascienda la unión de conceptos y relaciones
The psychosocial, a reading that transcends the union of concepts and relations

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3751

Discusión y conclusiones
Los procesos de intervención, como las diferentes atribuciones que desde la institucionalidad
emplean el nombre psicosocial, frecuentemente son el reflejo de la insistencia por utilizar con lige-
reza esta noción. Como tarea, tanto de las disciplinas de las ciencias sociales y humanas, como
de los profesionales de las mismas, se encuentra reflexionar lo que acarrea este asunto, previo a
intentos de intervención, promoción de cursos, programas, entre otras formas de oferta y deman-
da, de productos y servicios de acompañamiento a personas.

En este artículo se identificó que el concepto de lo psicosocial se utiliza en cualquier tipo de


intervención, lo que hace que se ignore el marco de referencia, es decir, si se trata de un enfoque
o perspectiva para entender al sujeto en relación con otros y al contexto; dado que es esencial que
al momento que los gestores hagan lectura de contexto, de las realidades de los sujetos y de las
comunidades, es conveniente que se precise cuál es el propósito de la intervención psicosocial con
ese grupo: si quieren cambiar, modificar o transformar las dinámicas sociales.

Es indispensable precisar cuándo es un marco epistemológico que permite entender las dinámicas
sociales de las personas o, por otro lado, cuándo es un marco metodológico que, mediante un
conjunto de técnicas, posibilita el cambio en esas problemáticas sociales. Los hallazgos de este
artículo nos presentan poca claridad frente al problema epistemológico y metodológico, puesto que
terminan permeados por un relativismo que deja de lado la concreción conceptual o procedimental.

Por otro lado, todos estos elementos conllevan la reflexión acerca de la necesidad que hay en
los gestores que utilizan el enfoque psicosocial, por comprender estas nuevas problemáticas desde
una nueva perspectiva que implica el abordaje de los derechos humanos y el desarrollo de las
capacidades en las personas para posibilitar la transformación desde las interacciones sociales,
con el propósito de emancipar a las comunidades. A diferencia de otras perspectivas o enfoques,
actualmente parece que este es el único que logra comprender y que cuenta con las herramientas
metodológicas para modificar las dinámicas disfuncionales que impiden el empoderamiento de

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


grupos “vulnerados”.

En suma, todas estas complejidades del concepto de lo psicosocial han posibilitado que los
dinamizadores en Colombia, independiente de las discusiones conceptuales o metodológicas,
empleen lo psicosocial desde una mirada que permite concebir al sujeto y las comunidades desde
la reconstrucción y tejido social en conjunto con las comunidades, que pasen de una visión funcio-
nalista e individualista del ser humano, a una integral que es consciente de las implicaciones de
lo relacional y las interacciones sociales en la incidencia de las problemáticas rotuladas como
psicosociales.

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Conflicto de intereses
Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial
de cualquier índole.

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www.funlam.edu.co/revistas/index.php/poiesis/article/view/189/178.

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logía Social, 4, 41-49. https://0201.nccdn.net/1_2/000/000/10e/15e/4-AP-completa.pdf

Gallo, H. (2017). Psicoanálisis e intervención psicosocial. Editorial Universidad de Antioquia.

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A. Rincón (Eds.), Manual para la elaboración y presentación de la monografía. Universidad de
Los Andes. http://www.saber.ula.ve/bitstream/handle/123456789/16490/fundamentos_inves-
tigacion.pdf;jsessionid=3588E898EA8EBB76A33257246EC8A7FD?sequence=1.

Villa, J. (2012). La acción y el enfoque psicosocial de la intervención en contextos sociales:


¿podemos pasar de la moda a la precisión teórica, epistemológica y metodológica? El Ágora,
12(2), 349-365. https://doi.org/10.21500/16578031.208.
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DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3752

Revisión de tema

Consumo de sustancias
psicoactivas desde la perspectiva
de la terapia familiar1
Consumption of psychoactive substances
from a family therapy perspective

Recibido: 13 de mayo de 2020 / Aceptado: 8 de julio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Pedroza Molina, D. Y., Taborda Mazo, D. P., y Varela Chacón, J. (2020). Consumo de sustancias psicoactivas desde la
perspectiva de la terapia familiar. Poiésis (39), pp. 53-74. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3752

Diana Yojaida Pedroza Molina*,Diana Patricia

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 53-74 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945
Taborda Mazo**, Juliana Varela Chacón***

Resumen
El consumo de sustancias psicoactivas, al considerarse una problemática contemporá-
nea que genera alto impacto en la salud pública asociado al costo de la atención, sus-
cita interés sobre Pedroza Molina, Taborda Mazo y Varela Chacón (2020). La presente
revisión bibliográfica, realizada desde el enfoque cualitativo-hermenéutico, plantea el
análisis de las conceptualizaciones sobre el consumo de SPA desarrolladas en el ám-
bito de la terapia familiar, la identificación de la incidencia de las relaciones familiares
en el consumo de sustancias psicoactivas y, por último, la descripción de propues-
tas de intervención desde la terapia familiar para familias en las que hay miembros
consumidores de SPA. Dentro de los hallazgos se encuentra evidencia de las concep-
tualizaciones, implicaciones de la familia y propuestas de intervención en la revisión
realizada, a partir de lo cual es posible señalar que, si bien no hay un consenso frente a
la denominación del consumo desde esta disciplina –ya que se usan indistintamente lo
términos consumidor, drogodependiente, toxicómano, adicto, drogadicto–, se halla que
independientemente de la escuela o modelo teórico existe acuerdo al conceptualizar el
consumo como síntoma que emerge para garantizar la homeostasis familiar en un sis-
1
Este artículo se deriva del proyecto Consumo de sustancias psicoactivas desde la perspectiva de la terapia familiar, desarrollado en el
marco del proceso formativo en la especialización de Terapia Familiar de la Universidad Católica Luis Amigó. La construcción de este
artículo se llevó a cabo con la asesoría de la Mg. Yeny Leydy Osorio Sánchez.
*
Trabajadora Social de la Universidad de Antioquia, estudiante de la Especialización en Terapia Familiar de la Universidad Católica Luis
Amigó, Medellín-Colombia. Contacto: diana.pedrozamo@amigo.edu.co
**
Psicóloga de la Universidad de Antioquia, estudiante de la especialización en Terapia Familiar de la Universidad Católica Luis Amigó,
Medellín-Colombia. Contacto: diana.tabordaaz@amigo.edu.co
***
Psicóloga de la Universidad de Antioquia, estudiante de la especialización en Terapia Familiar de la Universidad Católica Luis Amigó,
Medellín. Contacto: juliana.varelach@amigo.edu.co
Diana Yojaida Pedroza Molina, Diana Patricia Taborda Mazo, Juliana Varela Chacón

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3752

tema sufriente. De igual forma, la familia tiene una alta incidencia dentro de la etiología
de la situación de consumo y el proceso que genera la mantención del mismo, por lo
que es claro que su implicación debe ser alta en el tratamiento y la recuperación. Se
concluye que desde la terapia familiar existen diversas propuestas de intervención para
abordar el tema de la adicción a SPA, que han mostrado ser efectivas y que la familia al
estar involucrada en la génesis, mantenimiento y recuperación de la adicción, debe ser
un foco central de la intervención.

Palabras clave:
Consumo de SPA; Incidencia de la familia; Propuestas de intervención; Terapia Familiar.

Abstract
Consumption of psychoactive substances, being considered a contemporary problem,
which generates a high impact on public health associated with the cost of care, arouses
interest in Pedroza Molina, Taborda Mazo & Varela Chacón (2020). This bibliographic
review, carried out from a qualitative-hermeneutical approach, proposes the analysis
of the conceptualizations about the consumption of PAS (Psychoactive Substances)
developed in the field of family therapy, the identification of the incidence of family
relationships in the consumption of psychoactive substances and, finally, the description
of intervention proposals from family therapy for families in which there are members
who consume PAS. Among the findings, there is evidence of the conceptualizations,
implications of the family and intervention proposals in the review carried out, from
which, it is possible to point out that although there is no consensus regarding the
denomination of consumption from this discipline, given that the terms consumer, drug
addict, addict, drug addict are used interchangeably, it was found that regardless of the
school or theoretical model, there is a consensus when conceptualizing consumption
as a symptom that emerges to guarantee family homeostasis in a suffering system.
Similarly, the family has a high incidence within the etiology of the consumption situation
and the process that generates its development, so it is clear that their involvement
must be significant during treatment and recovery. It is concluded that from a family
therapy perspective there are various intervention proposals to address the issue of PAS
addiction, which have been shown to be effective and that the family, being involved
in the genesis, development and recovery of addiction, should be a central focus of the
intervention.
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Keywords:
SPA consumption; Family incidence; Intervention proposals; Family therapy.

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Consumo de sustancias pscoactivas desde la perspectiva de la terapia familiar
Consumption of psychoactive substances from a family therapy perspective

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Introducción
Los estudios del Observatorio de Drogas de Colombia (ODC), fuente oficial de información sobre
drogas del país, muestran que el consumo de drogas en la actualidad va en incremento, generando
alto impacto en la salud pública. Este incremento no solo se debe al hecho de que las personas
consumen sustancias psicoactivas, sino a que el mercado de las drogas es cada vez más amplio y
diverso, lo cual implica su consideración desde una epistemología de la complejidad (no reducible
sólo a un marco de salud y de criminalidad) (García y Suárez, 2015).

Durante el año 2018, con la participación del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, el ODC
publicó un estudio acerca del consumo de sustancias psicoactivas en el Sistema de Responsabi-
lidad Penal para Adolescentes (SRPA), en el que se mencionaron como aspectos que aumentan la
vulnerabilidad frente al consumo, aquellas dinámicas familiares atravesadas por maltrato, violencia
intrafamiliar, abandono, indiferencia, falta de límites y modelos inapropiados, concertando que es
en la familia donde, idealmente, deben darse dinámicas protectoras y orientaciones que permitan
desarrollar autonomía y responsabilidad.

Frente a la situación de consumo de sustancias psicoactivas, sus estrechos vínculos con la


dinámica familiar y las formas de intervención desde la terapia familiar sistémica, se encontraron
evidencias en las que el esfuerzo investigativo permitió dilucidar que la familia es generadora
tanto de factores protectores como de riesgo (Velleman, Templeton y Copello, 2005), evidencias
que posibilitaron un acercamiento a la comprensión de las relaciones existentes entre el sistema
familiar y el consumo de sustancias psicoactivas; no obstante, se vislumbra un vacío investigativo
en cuanto a la implementación de técnicas de intervención desde la terapia familiar que hayan
mostrado efectividad en dicha temática en el contexto latinoamericano. Por tanto, en la presente
revisión se plantean como objetivos específicos: el análisis de las conceptualizaciones sobre el
consumo de SPA desarrolladas en el ámbito de la terapia familiar, la identificación de la incidencia
de las relaciones familiares en el consumo de sustancias psicoactivas y, por último, la descripción
de propuestas de intervención desde la Terapia Familiar para familias en las que hay miembros

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


consumidores de SPA.

Diseño metodológico
La presente revisión se realizó desde el enfoque cualitativo, definido por Gómez (2010) como “la
búsqueda de la comprensión e interpretación de la realidad, más que el análisis y explicación de
la misma” (p. 7). El tipo de investigación que se desarrolló fue revisión documental, en la que se
parte de propuestas y resultados sistemáticos, alcanzados en procesos de investigación previos
que ahora se intentan leer y comprender (Gómez, 2010). Siguiendo esta línea, se implementó como
técnica de recolección de la información la búsqueda de fuentes en bases de datos científicas o

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especializadas, labor que “se define como un proceso sistemático en donde la teoría emerge desde
los datos” (Barreto et al., 2011, p. 12). Para el análisis de la información, se implementó la cons-
trucción de tablas de antecedentes, fichas bibliográficas, fichas analíticas y textuales, matrices
categoriales y árbol de argumentos.

Resultados
El análisis se centró en tres categorías: conceptualizaciones sobre el consumo de SPA desde la
Terapia Familiar; incidencia de las relaciones familiares en el consumo de sustancias psicoactivas;
y propuestas de intervención desde la Terapia Familiar. A continuación se desarrollarán los resulta-
dos correspondientes a cada categoría.

Conceptualizaciones sobre el consumo de SPA


desarrolladas en el ámbito de la terapia familiar
Dentro de la literatura especializada en terapia familiar que se revisó, no se evidenció la existencia
de una única conceptualización del consumo de sustancias psicoactivas; los hallazgos remiten al
uso de términos como adicción, drogadicción, farmacodependencia, toxicomanía, dependencia
a sustancias, conducta adictiva, trastorno por abuso de sustancias y ciclo adictivo. La definición
pareciera no ser protagónica dentro de la terapia familiar; en contraste, se identifica un énfasis en
la búsqueda de comprensión sobre cómo desde la familia, entendida como sistema, se crean unas
dinámicas que propician la emergencia del fenómeno o problema del consumo de sustancias psi-
coactivas, que puede aparecer como síntoma para mantener la homeostasis familiar.

Así mismo, se observó que se alude al consumo de sustancias psicoactivas (SPA) principal-
mente como problema o como fenómeno, aunque hay quienes lo señalan como solución paradójica
(Riveros-Reina y Garzón de Laverde, 2014; Stanton y Todd citados por Cócola, 2018), como un
simple acontecimiento en la vida de las personas (Riveros-Reina y Garzón de Laverde, 2014),
una enfermedad (Rivadeneira-Díaz et al., 2020; Cedeño-Barberán y Cevallos-Sánchez, 2017), una
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reacción desadaptativa (Minuchin, como se citó en Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009),


un drama (Flores, 2012) y una forma de “autoterapia” (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009,
p. 351). No obstante, estas posturas consensuan en la complejidad del consumo de SPA y en
lo necesario de su lectura multidimensional y multifactorial, visibilizando la singularidad de los
individuos y las familias, los aspectos identitarios, la búsqueda de autonomía e independencia,
separando el consumo de sustancias psicoactivas de la persona y promoviendo otras formas de
intervención.

La adicción a las drogas es ampliamente reconocida como un asunto que no solo afecta a
los individuos que la padecen o a las familias que tienen un miembro en estas condiciones, sino
también a la sociedad, que debe cubrir los costos asociados a la atención en salud y las tasas de

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criminalidad ligadas al consumo de SPA (Orth y Morè, 2008); esto genera dinámicas institucionales
en pro de solventar los gastos de las diferentes intervenciones y las terapias necesarias para la
recuperación de los consumidores (Liddle & Dakof, 1995).

Cabe señalar que “las farmacodependencias son un fenómeno hipercomplejo. Por lo tanto, el
tema de las farmacodependencias se debe abordar desde una epistemología de la complejidad”
(García y Suárez, 2015, p. 5). En parte, esta complejidad se relaciona con el tema de la poliadicción
o consumo de múltiples sustancias, pues existen autores que subrayan la poca probabilidad de la
existencia de un monoconsumo (Muñoz-Rivas y Graña López, 2001; Flores, 2012). En estos casos,
el efecto nocivo de una y otra sustancia se retroalimenta, incrementando su toxicidad y agravando
la pauta adictiva.

Ese carácter multicausal, multifactorial, multidimensional y complejo (Rivadeneira-Díaz et. al,


2020; Duque, 2012; Garzón de Laverde y Riveros-Reina, 2012; Lugo, 2018) implica ampliar la
mirada de los términos de análisis, así como de las estrategias de acción, logrando trascender la
perspectiva que focaliza al individuo identificado como portador del síntoma (factores biológicos-
genéticos-psíquicos) y del sistema familiar (relaciones-organizaciones-vinculaciones) en el que se
encuentra inmerso, para llegar a la comprensión de otras dimensiones como la historia, la cultura
(Cócola, 2018), la sociedad, lo contextual y lo ecológico (Fernández, González, Yashiro y Barrera;
Abeijon; Berstein; y Nicholls, como se citaron en Riveros-Reina y Garzón de Laverde, 2014). En
síntesis, tal como lo señala Lugo (2018):

la comprensión de la adicción como un fenómeno complejo donde intervienen una mul-


tiplicidad de elementos educativos, cognitivos, interaccionales, emocionales, relacionales
y sociales, y donde se incorpore la posibilidad de cada uno de los miembros del sistema
se asuma a sí mismo como parte de un sistema sufriente, lo cual le da un sentido al ma-
lestar manifiesto por el paciente, permite al mismo tiempo conectarle con una carencia
real sufrida donde los padres logren reconocer en el paciente una representación fiel,
pero agravada del sufrimiento y la carencia experimentados por ellos mismos en sus
respectivas familias de origen (p. 7).

Vale resaltar la coincidencia hallada entre Dois (2006), Marques-Paz y Manozzo-Colossi (2013)
sobre la conceptualización del consumo como síntoma de la organización y regulación familiar.

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Estos autores señalan la emergencia del consumo de SPA como medio para alcanzar la homeos-
tasis en un sistema que, debido a sus conflictos, desencuentros, estrés o desestructuración, no
logra comunicarse de otra forma. Por tanto, en consonancia con Cirillo et al. (1999), se considera
que “la adicción no es el problema, sino el síntoma de un sistema sufriente” (pág. 5). En esta vía,
la terapia se centra en la función que tiene el uso de drogas, como señal del malestar del funciona-
miento familiar (Becoña y Cortés, 2010; Droguett, 2014; Orth y Morè, 2008).

De esta manera, el síntoma cumple una función dual; por un lado, comunica el desequilibrio y, al
mismo tiempo, intenta mantenerlo, ocultando dificultades mayores dentro de la estructura familiar,
lo que finalmente genera que la familia encubra al portador del síntoma, quien cumple con un rol que
le ha sido asignado dentro de su sistema familiar de forma no explícita. Es así como “el PI [paciente
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identificado] crea una crisis relacionada con el uso de drogas para distraer a los miembros de la
familia de conflictos interpersonales más amenazadores dentro de la familia” (Castillo-Castañeda
et al., 2018, p. 1003).

De otro lado, algunos autores señalan que, en tanto el consumo de sustancias psicoactivas
constituye actitudes, sucesos y relaciones que impiden u obstaculizan el flujo de la vida cotidiana
de la familia y su bienestar, se constituye como un “problema” que configura una serie de imagi-
narios convergentes en una sola metáfora, la del consumo, donde el individuo consumidor es visto
como dificultad (Garzón de Laverde y Riveros-Reina, 2014; Duque, 2012).

Por tanto, el consumo se hace problema cuando la afectación va más allá de la vida de la persona
y deriva a sus relaciones, el contexto social o cultural (Duque, 2012). Sin embargo, es importante
clarificar que dentro de la terapia familiar sistémica existen claras diferencias entre el problema y la
persona, principalmente desde el enfoque de la terapia narrativa, para la cual las significaciones y
los sentidos que se atribuyen al otro son de total trascendencia (Freeman, Epston y Lobovits, como
se citaron en Riveros-Reina y Garzón de Laverde, 2014).

Otros autores afirman que “la droga es una construcción metafórica, proveedora de sentidos
con los cuales los usadores se relacionan con el mundo y consigo mismos” (Garzón de Laverde y
Riveros-Reina, 2012, p. 407). Así mismo, se encuentra la definición de la OMS (2010) señalando
que el consumo de SPA puede considerarse una enfermedad, tal como lo señalan Rivadeneira-Díaz
et al. (2020). En esa misma línea, “la adicción a las drogas se expresa en el individuo a través
de la conducta adictiva” (Orth y Moré citados por Freires y Gomes, 2012, p. 101). Desde esta
perspectiva, “la consideración de las adicciones como enfermedades ha sido muy útil para destinar
recursos económicos para la investigación, prevención y tratamiento, aunque los resultados en
cuanto a la efectividad en los tratamientos, no sean muy satisfactorios” (Vicencio, 2018, p. 1).

Por último, se hallaron posturas que distan de la posición médica o del discurso biológico y
apuestan por una mirada no patologizante del consumo, afirmando que el consumo de SPA es
la conformación de una realidad disfuncional, un intento evasivo y equivocado de “autoterapia”
(Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009, p. 351), un drama que genera crisis a nivel personal,
familiar y social (Flores, 2012) o simplemente un acontecimiento en la vida de las personas, por
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demás limitante frente a las otras posibilidades de realidad existente, sesgando la visión de quien
accede a las sustancias (Garzón de Laverde y Riveros-Reina, 2012; Riveros-Reina y Garzón de
Laverde, 2014).

Incidencia de las relaciones familiares en el


consumo de sustancias psicoactivas
Las relaciones familiares parecieran ser de gran incidencia no solo en la génesis de la pauta adic-
tiva, sino también en el mantenimiento y en el proceso de recuperación de la misma. La familia, al
constituirse como primer sistema significativo, genera una retroalimentación continua entre sus
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miembros, donde cada uno influye y es influido por los demás. Por esto puede afirmarse que con-
sumidor y familia entretejen redes significativas en busca de una organización y un funcionamiento
homeostático, a partir de lo cual se generan matrices identitarias o versiones del sí mismo que,
para el caso del paciente identificado o consumidor, son coherentes con esa posición privilegiada
en la cual será el depositario del síntoma familiar.

Por tanto, para algunos autores todos los miembros de la familia son “coautores” o víctimas
de juegos relacionales sin fin que favorecen las versiones del sí mismo en las que se privilegia la
mantención del adicto (Orth y Morè, 2008); sin embargo, es importante señalar que la situación
del consumo puede ser negada por la familia e incluso sus miembros pueden desconocer la forma
en que las dinámicas familiares influyen en esta situación, perpetuando la pauta y derivando en
conductas dependientes. En los sistemas familiares existe un desorden caótico, todas las familias
atraviesan crisis; no obstante, en aquellas donde existe mayor desestructuración, desorganización
y desequilibrio existe una mayor tendencia a presentar consumo de sustancias en uno o varios de
sus miembros.

Así mismo, la mayoría de autores reconoce a la familia como fuente de socialización primaria,
lo que se hace relevante para el entendimiento del ciclo adictivo, comprendiendo que los modos
de relacionamiento familiar generan pautas sobre las maneras en que los individuos se relacio-
narán con el entorno, siguiendo formas de interacción aprendidas. En esta línea, se reconoce que
si bien las familias pueden ser un factor de riesgo frente al consumo, especialmente aquellas en
las que hay un progenitor sobreinvolucrado y otro ausente, una relación simbiótica con la madre
o una transmisión intergeneracional del trauma, también pueden ser un factor de protección en la
medida en que permitan procesos de individuación y autonomía, vínculo afectivo estrecho, que
exista cohesión familiar, comunicación abierta y estilos o pautas de crianza coherentes a la etapa
evolutiva individual.

Familia en la génesis, mantenimiento, recuperación y tratamiento


A la luz de la perspectiva sistémica es posible comprender que los integrantes del sistema familiar
se influyen entre sí, configurando interacciones que tienden a mantener el equilibrio de dicho siste-

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ma, de su estructura y funcionamiento. En esta vía, “la adicción está íntimamente ligada a las dos
partes, consumidor y familia, que se entretejen la una con la otra de forma recíproca y dinámica”
(Saavedra, 2018, p. 8), emerge con ello la idea del “entorno familiar como elemento generador y
regenerador de la problemática adictiva” (Becoña y Cortés, 2010, p. 77), por lo que la familia “parti-
cipa en el mantenimiento del problema a través de negar consecuencias, y de insistir en soluciones
que han probado que no resuelven el problema” (Ramírez-Villaseñor, 2001, p. 7).

La familia también influye en el proceso de construcción de identidad, autonomía y diferenciación


de sus integrantes, ya que en ella se tejen versiones del sí mismo relacionadas con los roles y
funciones que cada persona asumirá tanto al interior de la familia como fuera de ella (Riveros-Reina
y Garzón de Laverde, 2014; Garzón de Laverde y Riveros-Reina, 2012). A partir de estas versiones y
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roles el sujeto puede ser visto desde el déficit, la incapacidad, la incompetencia o la descalificación
por parte de la familia: “el paciente suele ser visto en su hogar como una persona incompetente,
poco responsable y por lo tanto necesitada de protección familiar” (Zapata-Vanegas, 2009, p. 90).
Siguiendo lo dicho por Flores (2012), quien cita a Cancrini y Alarcón, “en últimas, la descalificación
es un rasgo distintivo de la familia generadora de adicción, ya que deja sin satisfacer las necesi-
dades de apoyo, comprensión y empatía entre sus miembros” (p. 382).

De allí que involucrar a la familia en la identificación de las causas del consumo y en el trata-
miento servirá para potencializar los modelos de interacción positiva, tendientes al apoyo, así como
a la reducción de conductas de sobrecompensación y conductas no productivas, lo cual conduce
a establecer una red de relaciones cercanas a fin de mantener el patrón de no consumo y evitar
las recaídas. Por tanto, “es posible afirmar que la inclusión de la familia es uno de los factores que
favorecen la recuperación y que la familia necesariamente necesita ser incluida en el tratamiento
de la adicción” (Braun et al., 2014, p. 136).

Estructura y funcionamiento familiar


En lo referente a la estructura familiar de sujetos dependientes de sustancias químicas, Vargas
Navarro et al. (2015) indican que:

se encontraron problemas en la estructura familiar como la comunicación inadecuada, la


alteración en la cohesión familiar, la ausencia de autoridad, reglas y límites, alianzas ex-
presadas a través del consentimiento o la sobreprotección dados por algunos miembros
como los abuelos y el cambio de roles (p. 174).

Así mismo, la estructura parental de las familias donde existe un miembro consumidor se carac-
teriza por su rigidez en la norma o por la ausencia de ella, constituyéndose en familias amalgamadas
o desligadas, en las que existe un padre sobreinvolucrado y otro periférico (Cócola, 2018), por lo
que es usual que se genere un trastorno en la organización familiar, conduciendo a la confusión de
roles, y se evidencien triangulaciones o alianzas entre el hijo y un progenitor.
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

Los aspectos relacionales, sin embargo, parecen tener mayor influencia que los estructurales
dentro de la dinámica del consumo (Velleman et al., 2005). Se identifica que en muchos casos
el consumidor ocupa un lugar privilegiado dentro de su sistema familiar derivado de un evento
problemático que pudo haber surgido en la estructura filial, un duelo no superado o una pérdida
reciente (Ramírez-Villaseñor, 2001); esa posición privilegiada que le ha dado la familia, intentará ser
replicada por el sujeto consumidor en las relaciones que establezca con el ambiente.

Con referencia a los factores relacionales, algunos autores introducen conceptos como “familias
descontroladas” (Minuchin y Fishman, como se citaron en Castro-Ledesma y Medina-Centeno,
2017, p. 122), comprendidas como familias cuyos padres tienen dificultades para respetar las
necesidades de sus hijos; así mismo, se habla de “nutrición relacional” (Castro Ledesma y Medina
Centeno, 2017, p. 122), haciendo énfasis en el valor de los aspectos afectivos y emocionales,
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Consumo de sustancias pscoactivas desde la perspectiva de la terapia familiar
Consumption of psychoactive substances from a family therapy perspective

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lo que conduce a la comprensión de la necesidad de reconocimiento del sujeto. Si dentro del


sistema familiar el sujeto no se siente valorado, querido o aceptado y, por el contrario, se siente
estigmatizado o señalado como “enfermo” o incapaz, buscará otros espacios como medio para ser
confirmado por el otro, desligándose de su núcleo familiar. Al respecto, Orth y Moré (2008) afirman
que:

la familia de los adictos es un ejemplo de un sistema de retroalimentación negativo, ya


que cada individuo en este sistema ejerce influencia sobre el otro, que termina influyendo
un tercero, que influye en el primero otra vez, cerrando el ciclo que se repite continua-
mente (p. 296).

Factores familiares de riesgo y de protección


Velleman et al. (2005) señalan que “la familia juega un papel clave tanto en la prevención como en
la intervención del uso y abuso de sustancias, al inducir riesgos como al alentar y promover la pro-
tección y la resiliencia” (p. 93). Los factores de riesgo o de protección señalados en esta revisión
no son determinantes, ni predictivos de la conducta adictiva, más bien son aspectos que aumentan
o disminuyen la vulnerabilidad frente al uso o no de sustancias psicoactivas. Cabe señalar que “no
hay una familia tipo para las adicciones, pero hay características en la estructura familiar que favo-
recen la aparición de adicciones” (Vargas-Navarro et al., 2015, p. 168).

Sin embargo, hay factores como el diálogo y la cohesión familiar que han sido resaltados como
indicadores de la funcionalidad y protección de sus miembros; a estos se aúnan otros factores
como la conducta y el ejemplo de los padres, un vínculo afectivo estrecho, apoyo, comunicación,
establecimiento de reglas, límites claros y coherentes, negociación, normas con respecto al uso
de drogas legales (Muñoz-Rivas y Graña-López, 2001; Marques-Paz y Manozzo-Colossi, 2013) y
una actitud no permisiva al respecto del consumo, todas las anteriores como filosofía básica entre
los miembros del hogar (Freires y Gomes, 2012). De igual forma, Vargas-Navarro et al. (2015)
afirman que: “el establecimiento de un vínculo seguro es un factor protector para la prevención del
consumo” (p. 171), así mismo ocurre con el apoyo familiar, esencial para enfrentar el problema y la
complejidad del consumo de drogas (Coelho, como se citó en Braun et al., 2014).

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


De otro lado, en la amplia gama de factores que pueden incrementar la vulnerabilidad hacia
el consumo de drogas, adquieren relevancia las dimensiones relacionadas con la existencia de
conflictos entre el consumidor y sus padres y con el consumo familiar, siendo estas las que
predicen un mayor riesgo (Rivadeneira-Díaz et al., 2020; Garzón de Laverde y Riveros-Reina, 2012).
Siguiendo esta misma línea, Vicencio (2018) señala:

Se ha demostrado que las experiencias de violencia doméstica predisponen al consumo


de drogas legales e ilegales. Los que consumen sustancias de ambas categorías, provie-
nen de familias en las que los problemas psicológicos y/o psiquiátricos, además de los
psicosociales, como mencionaba anteriormente con respecto al maltrato y a la violencia,

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y que han tenido como consecuencia una mayor vulnerabilidad a las dificultades que la
vida nos expone. En este sentido, son los más sensibles y los menos resilientes, los jó-
venes de estas familias, los que consumen en exceso o se transforman en adictos (p. 5).

En esta misma vía, diferentes autores señalan la relevancia de los estilos y pautas de crianza
en relación al tema de las adicciones. Shenkcer y de Souza (2003) afirman que “las prácticas de
crianza características del entorno familiar de los adolescentes con trastornos de conducta y abuso
de sustancias son: administración familiar insatisfactoria, omisión, disciplina y monitoreo paren-
tales inadecuados, irritabilidad parental, procesos familiares coercitivos” (p. 305). De otro lado, se
encuentra que en las familias donde priman los estilos autorizativo (también llamado democrático)
e indulgente (permisivo) se evidencia una menor predisposición al consumo de SPA, ya que en
ambos estilos predominan asuntos como el afecto sin imposición y una comunicación más asertiva.
En cambio, los estilos de crianza autoritario y negligente están asociados con mayores niveles de
consumo de SPA (Fuentes et al., 2015).

Las pautas de crianza también se asocian con los aprendizajes de los individuos acerca del
afrontamiento del estrés, la socialización y la capacidad para adaptarse y dar respuesta a las
demandas del entorno, asuntos que están ligados a la decisión de consumir SPA o no, por ejemplo,
al momento de relacionarse con sus pares en la adolescencia.

Entre otros factores de riesgo identificados se encuentran el uso parental de las drogas y su
frecuencia multigeneracional, y cómo este ha derivado en el uso posterior dentro del sistema
filial, donde los patrones adictivos de la familia influencian al joven, quien se inicia en el consumo
siguiendo el patrón adquirido. Como lo afirma Lugo (2018):

aunque habitualmente la preocupación mayor implica el reciente descubrimiento del


consumo de drogas de uno de los hijos, no tardamos mucho en dar con la dependencia
de alguno de los padres como mínimo a sustancias legales como el alcohol o el tabaco
quedando así al descubierto el consumo y la dependencia a sustancias como un síntoma
familiar más que como un ‘problema emergente’, situación que involucra en la mayoría
de los casos a más de dos generaciones (p. 3).

Aunque algunos autores pretendieron identificar la codependencia en relación con antecedentes


Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

familiares de abuso de drogas, de alcohol, abuso y maltrato infantil, dicha relación no logró ser
demostrada; sin embargo, se identificaron algunas actitudes que generan mayor codependencia
como dificultades de salud mental de los padres y problemas en el funcionamiento familiar, especí-
ficamente aquellos asociados con la claridad de roles y la expresión afectiva (Cullen & Carr, 1999).

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Consumo de sustancias pscoactivas desde la perspectiva de la terapia familiar
Consumption of psychoactive substances from a family therapy perspective

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Propuestas de intervención desde la terapia familiar


La terapia familiar sistémica aplicada al tratamiento de las adicciones se caracteriza principalmen-
te por ser breve, focalizada, muy práctica y de resultados que se mantienen en el largo plazo; sin
embargo, algunos autores coinciden en que falta rigurosidad en estudios que permitan demostrar
su eficacia (Liddle & Dakof, 1995; Vicencio, 2018; Girón-García et al., 2002; Austin et al., 2005).

Es importante considerar algunos obstáculos que pueden presentarse en la intervención con la


familia, respecto de los cuales señala Zapata-Vanegas (2009):

Entre las principales situaciones obstáculo que pueden presentarse, se destacan: una red
de apoyo familiar inexistente, la negativa de la familia a involucrarse en el proceso de
tratamiento y rehabilitación, problemas de adicción o trastornos mentales en miembros
de la familia y la negativa del entorno social para aceptar las fases de recuperación del
paciente con problemas de consumo y adicción a las drogas (p. 92).

Dentro de los modelos de intervención que se han destacado por su efectividad y aplicabilidad,
en el marco de la presente revisión bibliográfica, se encuentran: Terapia Familiar Multidimensional
(TFMD), Terapia Familiar Multisistémica (TFMS), Terapia Familiar Estructural-Estratégica (TFEE),
Terapia Familiar Breve Estratégica (BSFT), Terapia Estratégica Breve Centrada en Soluciones y
Terapia Narrativa Conversacional. Tomando esto en consideración, se hará una breve descripción
de cada una.

Desde la perspectiva de la Terapia Familiar Multidimensional (MDFT), la conducta individual se


considera contextualizada dentro de una red de interconexiones de sistemas sociales (Girón-García
et al., 2002). La MDFT modifica múltiples dominios de funcionamiento, entre los que se encuentran
“desgaste del tratamiento, consumo de drogas y alcohol entre los jóvenes, conductas problemá-
ticas, rendimiento escolar y funcionamiento familiar” (Austin et al., 2005, p. 75); de igual forma,
analiza el uso de drogas en términos de una red de influencias.

La MDFT se divide en tres fases: en la primera se involucra al joven y a la familia, y para esto se
formulan alianzas terapéuticas, a la par que se realizan intervenciones individuales a los miembros

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


del sistema familiar, quienes participan de la terapia, dado que “se encontró una asociación signifi-
cativa entre interpolación -mejora en la crianza y reducción en sintomatología adolescente” (Nichols
& Schwartz, como se citaron en Schmidt et al., 1996, pp. 19-20). La segunda fase se enfoca en
aumentar el mejoramiento de conducta prosocial, redes sociales y conducta antidrogas, por lo que
se logra reducir el consumo de drogas durante el tratamiento (Becoña y Cortés, 2010; Liddle, Rowe,
Dakof, Húngaro y Henderson, cómo se citaron en Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009). La
tercera fase tiende a lograr que los cambios permanezcan (Austin et al., 2005). Las intervenciones
con MDFT evidencian mejores resultados en la reducción del consumo y problemas de conducta,
mejoran la dinámica familiar y aminoran la adscripción a grupos de pares consumidores.

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Aunada a la MDFT y desde el marco ecológico, se encuentra la Terapia Familiar Multisistémica


(MSFT) que interviene en los contextos de participación del consumidor (adolescentes y jóvenes
principalmente). El objetivo será desarrollar una red de apoyo social entre los padres y el entorno
social bajo la premisa de que el self se construye y se consolida en las interacciones (Becoña y
Cortés, 2010), por lo que utiliza estrategias enfocadas en el presente y orientadas hacia la acción,
así como técnicas de la terapia cognitiva-conductual, la terapia estructural y la terapia estratégica,
logrando planes de intervención individualizados por familia. Las intervenciones desde esta terapia
son intensivas, de duración determinada y muy prácticas para capacitar a los padres a través
de habilidades y recursos tendientes a resolver las dificultades de crianza de los adolescentes y
relacionarse de forma efectiva y autónoma con el entorno.

Otra de las propuestas es la Terapia Familiar Breve Estratégica (BSFT), intervención de corta
duración, menor costo y alta efectividad (Droguett, 2014); al estar protocolizada en tres procesos
de intervención: unión, diagnóstico y reestructuración (Austin et al., 2005) y ser un enfoque flexible,
puede adaptarse a una amplia gama de situaciones, siendo una de sus principales ventajas que
favorece el compromiso de la familia frente al proceso. La BSFT evalúa y diagnostica mediante la
identificación del proceso actual del sistema familiar (que incluye cuidadores), estableciendo que
los cambios están directamente relacionados con la calidad de la relación terapéutica y la reestruc-
turación. Los objetivos que persigue la BSFT son cesar la conducta problemática reduciendo el
riesgo de daño y modificar patrones de interacción familiar para lograr cambios que sean autosos-
tenibles (Droguett, 2014).

De otro lado, al revisar la terapia familiar estructural, se observa que el trabajo de los terapeutas
está abocado hacia la reparación o modificación de los patrones organizativos disfuncionales, a fin
de permitir que la familia se reorganice y pueda afrontar de forma positiva las tensiones que se le
presentan en la vida cotidiana. De acuerdo con Hernández y Minuchin, citados por Flores (2012),

las pautas de interacción relativamente duraderas se organizan en los subsistemas com-


ponentes de una estructura familiar, en ocasiones de manera disfuncional, dando así
origen a un síntoma que es expresado por uno o varios de los integrantes, regulando así
al sistema familiar y evitando de esta manera un cambio (p. 373).
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Dado que en la terapia familiar estructural “el tratamiento no se basa en la exploración de los
orígenes del conflicto, sino en la reestructuración del orden jerárquico familiar, es (...) especialmente
útil en el tratamiento de familias con problemas de adicción” (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández,
2009, p. 343), en las cuales se evidencia un desorden estructural. Al ser una terapia integrativa,
permite el involucramiento de jóvenes y adultos en condición de consumo, así como también el de
su entorno (Liddle & Dakof, 1995).

Así mismo, la Terapia Familiar Estructural-Estratégica (TFEE) aplica la teoría estructural como
paradigma orientador, utilizando sus técnicas y, al mismo tiempo, sigue la línea del modelo estra-
tégico en lo relacionado a la construcción de un plan específico para cambiar una situación proble-
mática sin desvelar las causas originarias, derivando en la ruptura del círculo vicioso que se llegó a

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establecer en las soluciones intentadas. De acuerdo con Marcos Sierra y Garrido Fernández (2009),
se establecen rutinariamente tres metas en el tratamiento: 1) abandono del uso de drogas, 2) uso
productivo del tiempo y 3) que el adicto consiga una situación estable y autónoma.

La TFEE utiliza técnicas estructurales como la acomodación, demarcación de límites, reestruc-


turación, reencuadre, representación, intensidad, desequilibrio, búsqueda de fortaleza y comple-
mentariedad. Del modelo estratégico se retoman asuntos como: el énfasis en un plan específico
para cada paciente o familia, acontecimientos intersesionales, cambio del síntoma, colaboración
del sistema, orientación del proceso hacia metas específicas y consensuadas en el corto plazo y
uso de la resistencia como detonador de cambio (no se lucha contra la familia) (Castillo-Castañeda
et al., 2018).

Por otro lado, en la Terapia Breve Centrada en la Solución (TBCS), “el objetivo terapéutico se
centra en ayudar al consumidor a descubrir y a utilizar los modelos no problemáticos, con el fin de
favorecer la repetición del modelo que contiene la solución” (Ulivi, 2000, p. 425). Este modelo se
centra en el feedback positivo y en valorar la importancia de los cambios pequeños, fortaleciendo
la seguridad del consultante en sí mismo y en sus recursos, incentivando de esta manera que “sea
capaz de verse a sí mismo como protagonista de su propia vida y de ver que es capaz de vivir
efectivamente” (Ulivi, 2000, p. 428).

El enfoque de la Terapia Breve Centrada en Soluciones busca sacar a la persona de su discurso


saturado del problema, de manera rápida, eficiente y menos dolorosa; en esta línea, Sánchez-
Hervás y Gradolí (2012) afirman que:

la intervención debe englobarse en el marco general de la Prevención de Recaídas,


teniendo como objetivos: a) la modificación de las actitudes hacia el consumo y sus
efectos, a través de la abstinencia y; b) establecimiento de un proyecto global de cambio
en el estilo de vida del sujeto, facilitando los mecanismos y habilidades personales
necesarias para que se produzca ese cambio (p. 50).

Finalmente, para la terapia narrativa conversacional, “son la identidad y el sentido de vida los
ejes del proceso de cambio” (Martínez, como citó Riveros-Reina y Garzón de Laverde, 2014, p. 213),
que permiten la generación de versiones posibilitadoras de autonomía que “viabilizan la diversidad

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del self” del sujeto que consume (Riveros-Reina y Garzón de Laverde, 2014, p. 213). En su foco
están los recursos, los valores, las intenciones y los momentos vividos al margen del problema,
priorizando estos en un intento por modificar la rigidez de la narrativa que se ha mantenido en el
sistema familiar (Duque, 2012); así como esa restricción de la diversidad del self que ha favorecido
la autorreferencia y designación del sujeto envuelto en el consumo como consumidor o cualquier
otro de sus sinónimos (drogodependiente, adicto).

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La terapia narrativa conversacional plantea como propósito fundamental, mediante la construcción


de significado, flexibilizar la concepción del self al punto de permitir la coexistencia de realidades
generativas-narrativas alternas, en el que el self sea considerado de forma menos rígida; es decir,
la intervención ha de “favorecer la deconstrucción de categorías naturalizadas” (Díaz-Negrete et al.,
2015, p. 1551), lo que puede dar lugar a nuevas pautas narrativas.

Otros modelos de intervención


En el desarrollo de la revisión bibliográfica se identificaron otros modelos de intervención que han
demostrado ser efectivos. Autores como Márquez-Allauca et al. (2018) explican que la intervención
de las adicciones ha estado mediada por la generalización de métodos cognitivo-conductuales apli-
cados en el contexto familiar; este hecho ha conducido a que en el momento se hable con mayor
fuerza de tratamientos basados en la familia y no exclusivamente de terapia familiar sistémica. El
afianzamiento de esta mirada cognitivo conductual está ligado a una concepción de la adicción
como trastorno de conducta, en el cual el tratamiento debe estar enfocado a romper el ciclo com-
pulsivo del consumo, por lo que “el trabajo con la familia implica primero una especie de entrena-
miento en técnicas, acciones y estrategias” (Saavedra, 2018, p. 9).

Dentro de los desarrollos provenientes de la psicología conductual para el trabajo con adicciones,
los autores destacan la terapia de aceptación y compromiso, así como la terapia familiar funcional
o FFT. Desde estas propuestas se asume que la persona “llega a la terapia con una idea de cómo
resolver su problema y quiere que el terapeuta le ayude a ir en la misma dirección porque en
realidad no ve otra salida” (Márquez-Allauca et al., 2018, p. 498). Particularmente, la FFT basa su
accionar en la teoría y las técnicas cognitivas del comportamiento, además de una perspectiva de
sistemas familiares y la intervención de múltiples dominios en los que vive el adolescente (Austin
et al., 2005).

Otro de los modelos mencionados es el intergeneracional, de orientación psicodinámica; “el


modelo tiene un alcance trigeneracional, donde la transmisión intergeneracional del trauma resulta
el factor etiopatogénico de mayor relieve” (Cirillo et al., 1999, p. 14). En consonancia con este
modelo, se encuentra la tipología familiar de Cancrini, la cual desarrolla aspectos psicodinámicos de
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las adicciones y otras aportaciones de la teoría relacional-sistémica de las familias de los adictos,
como las relaciones que el individuo establece (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009).

Por último, se identifica la terapia familiar con base ecológica o EBFT, la cual se centra en los
factores de “la relación familiar que contribuyen al desarrollo y mantenimiento del uso de sustancias
(...), así como aspectos de la relación familiar que cumplen una función protectora” (Zhang et al.,
2017, p. 212). Este enfoque reconoce la importancia de potenciar las habilidades familiares, tales
como, la comunicativa, el manejo de contingencias y la resolución de conflictos (Austin et al.,
2005).

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Consumption of psychoactive substances from a family therapy perspective

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Sobre el terapeuta y la relación psicoterapéutica


Existe consenso en la literatura revisada sobre considerar la relación terapéutica como factor de
suma relevancia para determinar la adherencia de los pacientes al tratamiento. Cabe mencionar
que la relación terapéutica está enmarcada por las historias de vida personales de los miembros del
sistema consultante y del terapeuta. Al respecto, Payá citado por Braun et al. (2014) expresa que
“el buen resultado del enfoque ofrecido depende, en gran medida, de la relación terapéutica (...) una
relación terapéutica combinada con la base teórica y la actitud del terapeuta son fundamentales
para comprender cómo funciona la familia” (p. 136).

Al participar en la creación de nuevos significados “el terapeuta no es simplemente un testigo


del relato, sino que participa en él con un propósito: el de co-construir relatos posibilitadores del
cambio buscando en la terapia dejar atrás o salir, en este caso, de la pauta adictiva” (Rorty citado
en Riveros-Reina y Garzón de Laverde, 2014, p. 215). Por ende, los constructos personales del
terapeuta relacionados con el consumo de drogas son de alto valor, “el rol del terapeuta se convierte,
simplemente, en situarles en la dirección justa con el fin de que después puedan hacer algo autóno-
mamente” (Ulivi, 2000, p. 426). Es así como el self del terapeuta y la relación terapéutica influyen
dentro de la terapia, al ser elementos que pueden generar mayor empatía, rapport y adherencia,
derivando en la inclusión del terapeuta dentro del sistema interactuante. En últimas, el terapeuta
puede, por lo tanto, facilitar o restringir las posibilidades de construcción de realidad (Duque, 2012).

Discusión
En la pesquisa bibliográfica inicial se evidenció que frente a la situación de consumo de sustancias
psicoactivas, sus estrechos vínculos con la dinámica familiar y las formas de intervención desde
la terapia familiar, y específicamente desde la terapia familiar sistémica, el esfuerzo investigativo
permitía dilucidar que la familia era generadora tanto de factores protectores como de riesgo (Velle-
man et al., 2005). Aunque estas evidencias posibilitaron un acercamiento a la comprensión de las
relaciones existentes entre la Terapia Familiar y el consumo de sustancias psicoactivas, se agota-
ban al momento de dar cuenta de los diferentes tipos de intervención y sus resultados específicos

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


en el tratamiento de esta problemática. No obstante, con el desarrollo de la revisión bibliográfica
se identifican modelos de intervención que han mostrado su eficacia no solo por los resultados que
se mantienen en el largo plazo, sino por el compromiso que se desarrolla en las familias; por tanto,
incluirlas en la intervención toma alta relevancia.

Otro factor que se consideró dentro de los antecedentes es que las adicciones cumplen con
una finalidad en la interacción familiar, bien fuera equilibrar, separar, unir o hacer un llamado de
alarma (Arbeláez-Naranjo, 2017; Rodríguez-Díaz, 2019). El síntoma, visto como una comunicación,
un eslabón más de la cadena interaccional, parte de un patrón comunicacional, una característica
del sistema (Viaplana, 2016). En el presente estudio se halló consenso en cuanto a que el consumo
puede considerarse un síntoma de la organización del sistema familiar (Castillo-Castañeda et al.,

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2018; Dois, 2006; Marques-Paz y Manozzo-Colossi, 2013; Cirillo,1999; Becoña y Cortés, 2010;
Droguett, 2014; Orth y Morè, 2008); si bien hay autores que difieren de esa postura y apuestan
por otras comprensiones y definiciones no sistémicas (Riveros-Reina y Garzón de Laverde, 2014;
Stanton y Todd citados por Cócola, 2018; Rivadeneira-Díaz et al., 2020; Cedeño-Barberán y Cevallos-
Sánchez, 2017; Minuchin, como se citó en Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009; Flores, 2012;
Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009).

De igual forma, en la revisión de antecedentes se referenció que la adicción a sustancias psicoac-


tivas responde a un origen multicausal (Zapata-Vanegas, 2009), idea que fue reforzada por Flores
(2012), quien propuso, en coincidencia con Ganitsky y con Sluzki, tener en cuenta factores ambien-
tales y la red social que afecta al individuo, propuestas que se hallan reforzadas en los posteriores
artículos revisados, donde toman papeles protagónicos la terapia multisistémica y la multidimen-
sional, para las cuales son foco de intervención las redes de influencia-interacción del sujeto. Cabe
señalar que ambas terapias resaltaron el marco de la revisión realizada por su renombrada eficacia
en el tratamiento del consumo de SPA.

Por último, Castillo-Castañeda et al. (2018) abrieron una perspectiva de abordaje desde el
enfoque sistémico en terapia familiar para el tratamiento de las adicciones, marcando aspectos
referentes, entre otros, al papel del terapeuta, quien deberá comprender el ciclo adictivo familiar,
como también la estructura familiar y la crisis actual. Frente a esto, la presente revisión biblio-
gráfica concuerda en señalar la importancia de la consideración del terapeuta, dado el sustento
teórico hallado en la revisión (Payá citado por Braun et al., 2014; Rorty citado en Riveros-Reina y
Garzón de Laverde, 2014; Ulivi, 2000; Duque, 2012).

Conclusiones
La adicción es un fenómeno con múltiples aristas que debe ser tratado en diferentes niveles o
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dimensiones; esto teniendo en cuenta que en él influyen factores biológicos, psicológicos, fami-
liares, socioculturales, políticos, económicos, entre otros. Acerca de la conceptualización del con-
sumo de SPA, hay diversidad de sinónimos para su designación, cuyo énfasis varía en la lectura o
comprensión, y que van desde el discurso médico positivista hasta la comprensión fenomenológica
y relacional, por lo que los acercamientos a estos conceptos se dan desde diferentes pisos episte-
mológicos, cada uno intentando encontrar alternativas de intervención exitosas para abordar este
problema de salud pública.

En el ámbito específico de la terapia familiar sistémica no se evidencia consenso en cuanto


a la definición de la adicción desde las diferentes propuestas de intervención revisadas, lo cual
pareciera ser resultado de un interés centrado en la solución e intervención, más que en la definición
del problema que aqueja a la familia o al sujeto. No obstante, desde la terapia familiar, independien-
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temente del enfoque o modelo, se vislumbra un consenso al considerar que el consumo emerge
como un síntoma que surge para garantizar la homeostasis familiar en un sistema sufriente. Si se
parte de la idea de que el sistema buscará mantener la homeostasis, y el consumo es un elemento
que lo garantiza, se identifica la necesidad de conducir la intervención hacia la búsqueda de una
nueva reorganización familiar en la que ese síntoma sea prescindible, lo cual implica el trabajo con
la familia, en esta y sus sistemas interactuantes.

Otro hallazgo encontrado en relación a la incidencia de la familia en el origen del consumo de


SPA, remite a que en el seno de esta surgen situaciones que se configuran como factores de riesgo
en momentos cruciales del desarrollo –por ejemplo la adolescencia de los hijos–, entre los que
se encuentran: límites difusos, comunicación poco asertiva, violencia intrafamiliar, problemas de
consumo a nivel intergeneracional, estructura familiar desorganizada, un estilo de crianza excesi-
vamente permisivo o autoritario, creencias asociadas al consumo, entre otros aspectos. Lo anterior
implica que en la familia también pueden darse factores protectores frente al consumo de SPA.

A partir de la revisión bibliográfica realizada, se evidencia que las propuestas de intervención


desde la Terapia Familiar Sistémica son diversas y han mostrado efectividad para el tratamiento del
consumo de drogas. Desde los distintos enfoques se han hecho esfuerzos por continuar desarro-
llando estrategias de intervención que mejoren los resultados en el largo plazo y que abarquen
un mayor número de miembros del sistema o sistemas involucrados; estos elementos aportan
enormemente a la comprensión de lo relacional. No obstante, teniendo en cuenta que hay aspectos
biológicos, psiquiátricos, predisposiciones genéticas, sistemas de recompensa o de gratificación,
entre otros, que intervienen y se ven afectados dentro del fenómeno del consumo, la terapia familiar
sistémica, para diversificar sus técnicas y ahondar en estos aspectos, recurre a vertientes cogni-
tivas, conductuales, psicoanalíticas, del construccionismo social, del apego, del desarrollo y socio-
ecológicas, que también han mostrado en algún momento histórico su eficacia.

Así mismo, en la literatura revisada se encontró que la mayoría de las propuestas terapéuticas
están enfocadas a la intervención con adolescentes y jóvenes, como si el consumo de drogas
fuese un asunto propio de ese ciclo vital, dejando de lado otros aspectos (culturales, emocionales,
espirituales y contextuales). Dado que los autores reconocen la búsqueda de la emancipación,
el desarrollo de autonomía-individuación, los procesos de socialización y la construcción de la

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identidad como factores que interfieren en la aparición del consumo en la adolescencia, debe consi-
derarse que hay otros aspectos que inciden en la emergencia de este fenómeno en otros momentos
de la vida (crisis), por lo que el consumo de drogas no es un asunto exclusivo de la adolescencia y
la juventud; verlo de este modo podría implicar la asociación adolescente-joven-consumidor como
un mandato social.

Otro tópico de suma relevancia que emerge es la relación terapéutica, aspecto inobservado
en muchas de las investigaciones, pero de altísimo valor para algunos de los autores, quienes
la incluyen como factor determinante de un resultado favorable en la intervención; se alude al

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estilo como sello único de la persona del terapeuta, quien desde su sistema de creencias, valores y
construcción de realidad aporta a la co-creación de otras posibilidades y realidades para la familia
o persona consultante.

También es de relevancia señalar que, los artículos revisados sugieren que es importante imple-
mentar, desde la terapia familiar, el uso de nuevas tecnologías, de modo que tanto la prevención
como los tratamientos para la adicción puedan tener un alcance mayor, principalmente entre adoles-
centes y jóvenes.

Por último, fueron esclarecedores los hallazgos encontrados en la revisión bibliográfica con respecto
al tema que suscitó el interés: consumo de sustancias psicoactivas y terapia familiar, evidenciándose
que hay desarrollo y diversidad; no obstante, en el contexto latinoamericano se plantean otros retos
para los terapeutas, quienes deberán tener en cuenta los factores sociales, económicos y circuns-
tanciales de los jóvenes que consumen, algunos inmersos en situaciones de pobreza extrema o
embarazo a temprana edad. De igual forma, es importante considerar que el conocimiento en terapia
familiar sistémica requiere actualización acorde a las dinámicas contemporáneas y unificación de
modelos que hayan mostrado eficacia para la intervención de la situación de consumo, ya que dentro
del paradigma teórico común (sistémica) hay diferentes técnicas, acordes con los aspectos en los
que cada una se focaliza (la narrativa, la estructura, la organización, lo ecológico, entre otros), por lo
que se hace una invitación a continuar explorando este campo, a consolidar los conocimientos y a
robustecer de este modo las propuestas de intervención en este tema.

Conflicto de intereses
Las autoras declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial
de cualquier índole.
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Revisión de tema

Algunos mitos y realidades


de la psicología social
comunitaria. Modelos y
conceptos fundamentales1
Some myths and facts about community social
psychology. Models and fundamental concepts

Recibido: 25 de agosto de 2020 / Aceptado: 14 de julio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Uribe-Aramburo, N. I. (2020). Algunos mitos y realidades de la psicología social comunitaria. Modelos y conceptos
fundamentales. Poiésis (39), pp. 75-87. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3754

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 75-87 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945
Nicolás Ignacio Uribe Aramburo*

Resumen
En el presente artículo se describen y analizan algunos mitos y realidades de la psico-
logía social comunitaria; a partir de la investigación de la cual deriva se evidencia la
falta de sistematización teórica y conceptual en la literatura sobre este campo de la
psicología; finalmente se presenta una síntesis sobre los principales modelos (socio-
comunitario, stress psicosocial, sistema social humano, empoderamiento) y concep-
tos (comunidad, organización, participación, desarrollo) utilizados en este campo. Esto
con el ánimo de facilitar que estudiantes y profesionales puedan aproximarse a estos
conocimientos de forma ordenada y crítica, así como de sistematizar las experiencias
comunitarias por parte de los psicólogos.

Palabras clave:
Comunidad; Empoderamiento; Mito; Organización; Participación.

1
Texto elaborado originalmente por el docente Nicolás Uribe para el curso Psicología Social Comunitaria y Proyectos de
Intervención, del Programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, en abril de 2010.
*
Magíster en Investigación Psicoanalítica, Psicólogo, Psicoanalista. Docente-investigador asociado de la Facultad de Psicología de la
Universidad de San Buenaventura (USB), miembro de los grupos de investigación Estudios clínicos y sociales en psicología, Universidad
San Buenaventura, y Estudios sobre juventud, Universidad de Antioquia. Contacto: ni26u@yahoo.com.co
Nicolas Ignacio Uribe Aramburo

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3754

Abstract
In this article some myths and realities of community social psychology are described
and analyzed, research shows the lack of theoretical and conceptual systematization in
the literature on this field of psychology, and finally a synthesis of the main models is
presented (socio-community, psychosocial stress, human social system, empowerment),
as well as concepts (community, organization, participation, development) used in
this field. This with the aim of facilitating students and professionals to approach this
area of knowledge in an orderly and critical way, as well as to systematize community
experiences by psychologists.

Keywords:
Community; Empowerment; Myth; Organization; Participation.
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Algunos mitos y realidades de la psicología social comunitaria. Modelos y conceptos fundamentales
Some myths and facts about community social psychology. Models and fundamental concepts

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Introducción
Es frecuente observar en los cursos de psicología social comunitaria que los estudiantes señalan
acertadamente una problemática inherente a este campo de la psicología, a saber: la falta de siste-
matización teórica y conceptual en la literatura sobre la materia, lo cual no es un mito creado desde
aquellos sectores de la psicología que le restan valor científico al campo comunitario.

Ante esta crítica hecha desde afuera del campo comunitario, hay que reconocer desde adentro
del mismo que se trata de una realidad, por lo cual hemos visto la necesidad de ofrecer una modesta
síntesis sobre estos aspectos disciplinares, de modo que les permita a los estudiantes aproximarse
a estos conocimientos con una idea general sobre la psicología social comunitaria, para, posterior-
mente, profundizar en su estudio y su aplicación de forma ordenada y crítica.

Así pues, la necesidad de sistematizar las valiosas experiencias de los psicólogos comunitarios
nos lleva a plantear la siguiente tesis, haciendo una subversión del título del seminario: hay que
llevar la praxis a la teoría, tal como ocurre con la famosa teoría fundamentada.

Al respecto, queremos señalar que desde hace algunos años se desarrolla en nuestra ciudad,
específicamente en la Universidad Católica Luis Amigó, el Proyecto Cultura Amigó, liderado por el
profesor Hamilton Fernández –quien organiza el seminario que acoge este texto–, y un equipo de
estudiantes de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales –quienes llevan del aula a la praxis los
conocimientos para transformar las comunidades y transformarse ellos mismos como investiga-
dores en medio de su experiencia de trabajo–. Dicha experiencia, bien merece un enorme reconoci-
miento por ser un ejemplo de promoción del trabajo comunitario, pues no se quedan los estudiantes
en los salones de clase, por el contrario, complementan su formación científica en el campo en el
que ocurren los fenómenos, estudiándolos directamente.

Esperamos que al ser descritas y divulgadas estas experiencias con la ayuda de la academia,
la comunidad científica y la sociedad en general puedan acceder al conocimiento que se está

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


gestando en ese tejido en construcción, un tejido vivo, según la expresión de una de las estudiantes
del equipo, Nataly Valderrama, mediante publicaciones, artículos y libros, que al mismo tiempo
podrían llegar a nutrir los propios cursos de Psicología comunitaria que se imparten en la Univer-
sidad Católica Luis Amigó, y en otras universidades de la ciudad y el país; de este modo podrían
constituirse referentes para replicar y potenciar en experiencias similares de tipo comunitario en
otros contextos, al tiempo que aportarían a la construcción del edificio teórico de la psicología
comunitaria con sus aportes conceptuales, teóricos y metodológicos, elaborados desde la propia
experiencia.

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Nicolas Ignacio Uribe Aramburo

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Es una realidad que en nuestro país gran parte de los cursos de Psicología social comunitaria
alcanzan solo un nivel teórico, dejando de lado la praxis, por diversas razones, tales como la falta
de tiempo otorgado por los pregrados a estos cursos, que requieren del trabajo de campo, práctico,
experiencial.

También es una realidad que el quehacer del psicólogo comunitario ha sido objeto del interés de
muchos profesionales y docentes que solo buscan un beneficio personal en los proyectos de inter-
vención psicosocial o en sus cursos, sin prestar atención a los problemas de las comunidades que
intervienen o a los estudiantes que están formando –tal como sucede clásicamente con muchos
líderes comunitarios cuyo obrar se aleja sustancialmente de lo que se denominó clásicamente
como el conductor de la masa, y más bien se caracterizan por la corrupción y la politiquería–.

En síntesis, es una realidad que la labor del psicólogo comunitario también ha sido vulgarizada
por personas que no tienen ni conciencia ni sensibilidad social, siendo indispensable llamar la
atención sobre este tipo de situaciones que hacen tanto daño al campo y al trabajo comunitario.

Ahora, volviendo al pasado, es importante recordar que la psicología social comunitaria es un


campo de aplicación de la ciencia psicológica bastante reciente, lo cual explica parcialmente la
falta de rigurosidad en cuanto a las definiciones, teorías, conceptos y metodologías propios del
campo de fenómenos del que se ocupa, los que se constituyen en nuevos objetos de estudio para la
psicología, siendo una realidad la necesidad de estudiar e intervenir estos nuevos objetos y proble-
máticas, que para muchos colegas no alcanzan el estatuto de un objeto científico de la ciencia
psicológica tradicional, positivista.

Por ello, algunos autores señalan que, ante estos vacíos teóricos y conceptuales, a menudo la
PSC es presentada o introducida en los cursos y textos a partir de las consideraciones históricas
sobre la realidad social y sobre la crisis de las ciencias que, en definitiva, están asociadas al surgi-
miento de la PSC (Hombrados, 1996; Gonzáles, 1998; Montero, 2004; Montero, 2005).

Esto se constata a la hora de estudiar la literatura sobre esta materia, pues allí priman los
elementos históricos y pasan a segundo plano los aspectos conceptuales y teóricos, todavía en
proceso de construcción (Hombrados, 1996). Por ello, vamos a señalar brevemente algunos de los
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

principales aspectos históricos (de orden científico y de la realidad social) que incidieron en el surgi-
miento de la psicología social comunitaria, para luego pasar a describir de forma sucinta algunos de
sus principales modelos teóricos y conceptos fundamentales, y finalizar con una definición propia
de lo que es la psicología social comunitaria.

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Algunos mitos y realidades de la psicología social comunitaria. Modelos y conceptos fundamentales
Some myths and facts about community social psychology. Models and fundamental concepts

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Consideraciones históricas y crisis de las ciencias:


el problema del objeto y el método
En principio, es necesario destacar la incidencia de la crisis que experimentaron las ciencias socia-
les a mediados del siglo XX, en especial la psicología social, pues a partir de estas crisis empiezan
a gestarse movimientos que propenden por un cambio de paradigmas en la ciencia, o, dicho de otra
manera, se empieza a producir un cuestionamiento y un abandono parcial del paradigma positivista
predominante, que conserva aún su hegemonía, tal como se comprueba al observar el número de
publicaciones en revistas científicas de artículos de corte cualitativo producidos desde la psicología
comunitaria, en comparación con los artículos cuantitativos, que son privilegiados por revistas y
editoriales en su tradición hegemónica.

Ahora, es bien conocido el discurso de T. Kuhn sobre las “revoluciones científicas”, que denuncia
esta crisis de la ciencia y que es vigente aún. Dicha crisis puso en evidencia la impotencia de la
ciencia para abordar diversos fenómenos de orden psicosocial, destacando el carácter trivial que
tenían muchos estudios científicos (Hombrados, 1996; Álvaro, 1998; Ibáñez, 2004; Montero, 2004;
Montero, 2005; Lindesmith et al., 2006; Álvaro et al., 2007; Blanco y Rodríguez, 2007; Garrido y
Álvaro, 2007)2.

Esta crisis implicaba reconocer el hecho de que bajo este paradigma científico clásico se consi-
deraba, y aun se considera por parte de muchos psicólogos, que la subjetividad (no solo del investi-
gador, sino también del sujeto a investigar) constituía una fuente de error en la investigación, siendo
entonces difícil, sino imposible, que se pudieran adelantar estudios que se denominaran “cientí-
ficos” acerca de fenómenos humanos en los cuales la subjetividad de los individuos y comunidades
eran precisamente el objeto de estudio. Así pues, esta crisis permitió que se pusiera en evidencia la
diferencia entre los objetos de estudio de las ciencias sociales (en los cuales la subjetividad es un
hecho válido para ser estudiado), y los objetos de estudio de las ciencias naturales (en las cuales
la subjetividad no es considerada como objeto de estudio válido)3 (Hombrados, 1996; Álvaro, 1995;
Castro, 1996; Guillén, 1996; Morales, 1996; Gonzáles, 1998; Hewstone, 1990; Sabucedo et al.,
1997; Álvaro et al., 1998; Ibáñez, 2004; Montero, 2004; Blanco y Rodríguez, 2007; Garrido y Álvaro,
2007).

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Así mismo, esta crisis puso en evidencia que el método de investigación que utilizaban las
ciencias sociales no era el más adecuado para estudiar los objetos propios de estas disciplinas,
pues teniendo en cuenta que en estas el objeto de estudio es diverso al de las ciencias naturales,
se empezó a considerar que el método también debería presentar diferencias. De este modo se
planteó la necesidad de construir métodos de investigación particulares, en vez de seguir tomando
prestado uno que no se adecuaba a los nuevos objetos que estas disciplinas pretendían estudiar

2
Véase también; Moscovici, 1985; Castro, 1996; Collier et al., 1996; Guillén, 1996; Morales, 1996; Gonzáles, 1998; Sabucedo et al., 1997.
3
Piénsese en el caso de la escuela psicológica denominada conductista, en la cual se considera que el estudio de los procesos psíquicos, de la subjetividad, no
tiene valor científico, y solo se tiene como aceptable el estudio del comportamiento observable. Durante esta crisis se consideraba que el psicólogo debía pasar del
laboratorio a la comunidad y que debía pasar del rol académico al rol práctico.

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Nicolas Ignacio Uribe Aramburo

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(Hombrados, 1996; Castro, 1996; Collier et al., 1996; Guillén, 1996; Álvaro et al., 1998; Gonzáles,
1998; Ibáñez, 2004; Montero, 2004; Montero, 2005; Lindesmith et al., 2006; Álvaro et al., 2007;
Blanco y Rodríguez, 2007; Garrido y Álvaro, 2007).

Al respecto, en Norteamérica se destacan los desarrollos de Kurt Lewin sobre la “investigación-


acción”, y en Latinoamérica se realizaron grandes aportes, específicamente aquellos desarrollos
sobre la investigación-acción-participación por parte del profesor Orlando Fals Borda.

Modernidad, crisis social y problemas psicosociales


Sin embargo, el cuestionamiento del paradigma clásico de las ciencias naturales no solo radicaba
en las necesidades que evidenciaban las nuevas disciplinas sociales, sino que también estaba
determinado por el propio fracaso del paradigma clásico de las ciencias, particularmente de la
psiquiatría, para hacer frente a las problemáticas de salud mental que se propagaban y extendían,
así como a las nuevas problemáticas sociales que emergían asociadas a la industrialización y la
modernidad, entre las que destacan la pobreza, el racismo y las guerras mundiales. Esto último
explica, en parte, por qué los desarrollos en la psicología social comunitaria surgen a mediados del
siglo XX en Norteamérica, pues al considerar la inmigración de científicos de Europa a Norteamé-
rica durante las guerras, se entiende el sentido de los desarrollos en este país, donde campea la
mentalidad individualista asociada al capitalismo (Hombrados, 1996; Castro, 1996; Gonzáles, 1998;
Montero, 2004; Montero, 2005).

Es bien sabido que, como consecuencia de los desarrollos tecnológicos, los modos de producción
de bienes se transformaron y esto condujo a una notable modificación de las condiciones de vida
de las personas y las formas del vínculo social; aparecen por doquier problemas de pobreza ligados
a la distribución inequitativa de los recursos, pues los obreros son reemplazados por las máquinas
que producen bienes a menores costos para los industriales que cada vez amasan más capital
acrecentando la desigualdad social. Además, las guerras mundiales que se libran en Europa y la
crisis económica de la década de 1920 en Norteamérica influyen notablemente en el aumento de
la pobreza, así como los fenómenos de racismo (Kukuxklán) y la xenofobia (inmigrantes latinos y
europeos) que, en suma, evidencian la deshumanización de la sociedad y mostraban la necesidad
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

de restablecer los lazos comunitarios que constituían la única fuente de apoyo social4 (Hombrados,
1996; Guillén, 1996; Gonzáles, 1998; Montero, 2004; Montero, 2005).

Debido a estas preocupantes realidades se empezó a cuestionar el papel que jugaba la ciencia
en la modificación de los hechos sociales que afectaban la calidad de vida de los seres humanos,
señalando la insuficiencia de ella para dar respuestas satisfactorias que permitieran aprehender los
fenómenos psicosociales y controlarlos, problema que sigue vigente. En otras palabras, se empezó
a reconocer la falta de aplicación de los conceptos y teorías de las ciencias en la transformación de
la realidad social, particularmente en lo referido a las ciencias sociales, tal como lo mostraban las

4
Sobre esto último se destaca la influencia de los llamados sociólogos de Chicago, quienes se dieron a la tarea de sensibilizar a los individuos y las comunidades
acerca de la importancia de sostener los lazos sociales como forma de hacer frente a la deshumanización de la sociedad norteamericana y mundial.

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problemáticas psicosociales señaladas anteriormente. Como se sabe, en mayo de 1965 se realizó


una conferencia en Boston acerca de la salud mental comunitaria, la cual generó interés por estas
problemáticas de aplicación de las teorías científicas al mejoramiento de la salud de los individuos y
las comunidades5 (Hombrados, 1996; Castro, 1996; Guillén, 1996; Gonzáles, 1998; Montero, 2004).

También se cuestionó la concepción de salud como ausencia de enfermedad para dar cabida
a una definición más amplia que tuviera en consideración elementos psicológicos y sociales, lo
cual derivó en una concepción integral de la salud que comporta la noción del bienestar en todas
las áreas del individuo. Se empezaron a reconocer las incidencias de las problemáticas sociales y
comunitarias en la salud de los individuos, lo que llevó a entender el papel activo que estas debían
jugar en la génesis y solución de tales problemáticas6. De ese modo, los factores intrapsíquicos
(objeto de estudio privilegiado por la psicología) pasan a un segundo plano y se otorga importancia
a variables ambientales (Hombrados, 1996; Castro, 1996; Guillén, 1996; Gonzáles, 1998; Montero,
2004).

Igualmente aparece el cuestionamiento sobre la pertinencia de los tratamientos hospitalarios7


y sobre la eficacia de los tratamientos ambulatorios, en los que el “enfermo” continuaba interac-
tuando en su propio nicho ecológico o medio social que le podría brindar un apoyo. Al respecto, los
desarrollos en farmacología constituyeron un gran aporte, pues reforzaban las ideas que abogaban
por la implementación de tratamientos ambulatorios. El movimiento antipsiquiátrico fue de gran
importancia, así como los desarrollos en la psicología de los grupos, especialmente los trabajaos
de Kurt Lewin (Hombrados, 1996; Castro, 1996; Guillén, 1996; Gonzáles, 1998; Montero, 2004).

Son cuestionadas también las desigualdades en los servicios de salud que se ofrecían a clases
socioeconómicas altas, medias y bajas8, lo cual promueve el desarrollo de movimientos que apuntan
a brindar mejor calidad de servicio de salud a las comunidades marginales, que son precisamente
las más afectadas por las injusticias sociales. Cabe destacar el paso del enfoque reactivo de la
salud al enfoque preventivo, pues de ese modo se amplía el campo de acción y se modifican las
metodologías de intervención para abordar las problemáticas de salud mental9 (Hombrados, 1996;
Castro, 1996; Guillén, 1996; Gonzáles, 1998; Montero, 2004).

En síntesis, ante la ineficacia de la ciencia para enfrentar las nuevas problemáticas psicoso-

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ciales, se hacía necesario cuestionar los paradigmas clásicos de la ciencia y construir nuevos
modelos que permitieran una mejor articulación entre teoría y praxis, lo cual es apoyado por diversos
movimientos no científicos que empiezan a ofrecer los servicios de salud que no se prestaban bajo
el paradigma científico tradicional, tales como los movimientos de salud mental comunitaria. En
ese sentido, puede decirse que la psicología social comunitaria surge como una respuesta ante la

5
También es ampliamente reconocida la influencia que tuvo la Conferencia de Palo Alto en 1955, pues desde aquella época se empezaba a generar consciencia sobre
la necesidad de repensar los modelos y paradigmas de la ciencia psicológica.
6
Cabe destacar la influencia que tuvo el discurso pronunciado por J. Kennedy en 1961, en el cual se afirmó que “la salud mental es responsabilidad de toda la
comunidad”.
7
La ausencia de condiciones de salud apropiadas asociada a la superpoblación y el hacinamiento fue uno de los factores determinantes para cuestionar la pertinencia
de los tratamientos hospitalarios.
8
Se decía que las clases altas podían costear un tratamiento psicoanalítico, mientras que para las clases bajas no se ofrecía otra cosa que electrochoques.
9
En otras palabras, se atravesaba lo que algunos denominan como la crisis de la psiquiatría, que dio pie al surgimiento de la psiquiatría comunitaria.

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ineficacia de la psicología social para intervenir sobre los fenómenos psicosociales que emergían
durante el siglo XX (Musitu, 1993; Hombrados, 1996; Castro, 1996; Guillén, 1996; Gonzáles, 1998;
Montero, 2004; Montero, 2005).

Como puede colegirse, el hecho de que la psicología social comunitaria presente un bajo nivel de
rigurosidad en cuanto conceptos y teorías que fundamenten las acciones prácticas, en parte radica
en el énfasis que se hace en la praxis y no solo en la novedad de la disciplina, énfasis que surge
de las necesidades sociales y del poco impacto de las ciencias en la transformación de la realidad
social. De allí que algunos autores, como Rappaport, consideren que la PSC constituye una nueva
orientación práctica más que un avance teórico, o dicho de otra manera, se trata de un triunfo de
los movimientos sociales sobre el movimiento científico mismo. Al respecto, cada vez cobra mayor
importancia la realización de investigaciones de corte cualitativo en las cuales se sistematizan
experiencias de intervención comunitaria (Hombrados, 1996; Ardila, 1993; Castro, 1996; Guillén,
1996; Gonzáles, 1998; Montero, 2004; Montero, 2005; Montero, 2006), tal como lo señalamos al
inicio al hablar del proyecto Cultura Amigó.

Sin embargo, más allá de este déficit teórico y conceptual en la PSC, podemos aislar cuatro
modelos teóricos básicos que orientan las acciones en psicología social comunitaria, estos son: 1)
empoderamiento; 2) estrés psicosocial; 3) socio comunitario (Hombrados, 1996); 4) sistema social
humano. Veamos brevemente algunos de los principales elementos de estos modelos teóricos y
posteriormente pasaremos revista a algunos de los conceptos fundamentales en PSC.

Algunos modelos teóricos


En cuanto al modelo de estrés psicosocial, este enfatiza el papel que juegan las respuestas de los
individuos y comunidades ante los eventos traumáticos, pues al establecer diferencias entre las
repuestas que se presentan ante tales eventos se pueden determinar nuevas formas de interven-
ción acordes con las necesidades de la psicología social comunitaria. Al respecto, este modelo
diferencia entre la respuesta inmediata al estrés, entendida como una reacción temporal normal
ante eventos anormales o atípicos, y la respuesta psicopatológica que sería disfuncional, continua
y persistente, para la cual no habría otra forma de abordaje que la psicoterapia individual (entendi-
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da como una terapia reactiva o correctiva) (Hombrados, 1996; Castro, 1996; Ander-egg y Aguilar,
1998; Gonzáles, 1998; Montero, 2004).

En el primer caso se podría promover el dominio de la situación por parte de los individuos
mediante el entrenamiento en habilidades sociales y en estrategias de adaptación individuales, de
manera que desde este enfoque la experiencia traumática constituye una posibilidad de retornar al
estado anterior (premórbido), así como también de crecimiento personal. En cuanto a las comuni-
dades, el modelo plantea la conveniencia de establecer redes de “apoyo social”, que constituyen
“mediadores situacionales”, cuya función es construir un sentimiento de comunidad mediante la
promoción de identificaciones de grupo que permitan cohesionar la comunidad y así potenciar
los recursos psicológicos de la misma. De ese modo se espera que la comunidad misma pueda
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prevenir la aparición de nuevas problemáticas o la expansión y agravamiento de las que ya están


presentes, por medio del monitoreo y control de los denominados “factores de riesgo” (Hombrados,
1996; Ander-egg y Aguilar, 1998; Gonzáles, 1998; Montero, 2004).

Respecto del modelo de la potenciación, este destaca el hecho de que las comunidades poseen
recursos que no han sido distribuidos ni utilizados adecuadamente, razón por la cual sugiere que es
necesario que se produzca una articulación entre las acciones políticas y las acciones científicas,
pues de esa manera se podrían redistribuir y potencializar tales recursos de una manera más justa
y equitativa. Para ello es necesario que las comunidades se organicen y participen activamente
de las acciones que emprenden los actores políticos y científicos, lo cual implica que se debe
establecer un lenguaje común entre la comunidad y los científicos y políticos comprometidos con
estas acciones, pues solo de esa manera la comunidad podrá dar a conocer los fenómenos de su
interés y las problemáticas y necesidades que deben ser intervenidas (Hombrados, 1996; Castro,
1996; Ander-egg y Aguilar, 1998; Gonzáles, 1998; Montero, 2004).

En este modelo es fundamental el enfoque pedagógico, pues al reconocer las potencialidades


y recursos de la comunidad se busca potenciar estos por medio de nuevos aprendizajes, entre los
cuales tenemos las posibilidades de desarrollo comunitario. De ese modo, este modelo intenta
superar el punto de vista asistencialista o paternalista que no promueve la independencia de las
comunidades, pues se considera que el objetivo principal es desarrollar capacitaciones en las
cuales se transmitan nuevos saberes a las comunidades para que estos los interioricen y apliquen a
sus propias problemáticas, de modo que en el transcurso de la intervención la comunidad se vuelva
autónoma y pueda prevenir la aparición de nuevas problemáticas o también que pueda controlar
la expansión y el agravamiento de las mismas. En síntesis, este modelo promueve el desarrollo de
lo que hoy en día se denomina competencias, para que las comunidades puedan tener un control
de su propio destino (Hombrados, 1996; Castro, 1996; Ander-egg y Aguilar, 1998; Gonzáles, 1998;
Montero, 2004).

De otro lado, el modelo socio comunitario –que tuvo su auge en Latinoamérica– se centra en el
concepto de “comunidad” para tratar de enfrentar la mencionada “crisis de la psicología social”.
Así pues, este modelo hace énfasis en la importancia de la comunidad, de modo que las acciones
deben dirigirse siempre a su desarrollo por medio de intervenciones que apunten al cambio social.

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Desde este modelo se enfatiza el carácter subjetivo de la realidad social, o más bien, el carácter
intersubjetivo, pues la realidad social es concebida como una construcción conjunta asociada a las
ideologías propias de cada sistema social. En ese sentido, este modelo considera pertinente las
actividades de concienciación de las comunidades en relación a las ideologías que predominan en
la misma y en el sistema social del que hacen parte, pues son ellas las que explican las lógicas de
la vida social. Al respecto, los aportes del construccionismo resultan importantes pues constituyen
un movimiento de transformación social (Hombrados, 1996; Castro, 1996; Ander-egg y Aguilar,
1998; Montero, 2004).

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Se propende, pues, por una concienciación de las funciones, de los roles, de los valores y las
ideologías como paso previo para la transformación de todos estos elementos. Así pues, para que
se de la critica social, la activación social, el cambio y desarrollo social, el paso previo es la toma
de conciencia de las ideologías que determinan la conducta individual y social (Hombrados, 1996;
Castro, 1996; Ander-egg y Aguilar, 1998).

Por último, tenemos el modelo de sistema social humano, en el cual se tienen en cuenta las
formas de vínculo social que permiten crear determinados tipos de comunidades en las cuales se
pueden observar diferencias de valores (tales como la solidaridad y la indiferencia, la igualdad y
la desigualdad, la fraternidad y la competencia, entre otras) propios de cada sistema social. Hace
énfasis en la teoría del mutualismo para señalar la necesidad de establecer vínculos de beneficio
mutuo entre los individuos, las comunidades y los sistemas sociales imperantes. De ese modo,
plantea distintos niveles de análisis que permiten formular diversos tipos de intervención, siendo
una constante el hecho de que se promuevan la identidad grupal y la consciencia social (Hombrados,
1996; Castro, 1996; Ander-egg y Aguilar, 1998; Gonzáles, 1998).

Conceptos fundamentales
Ahora, una vez que hemos revisado brevemente la historia de la psicología social comunitaria, así
como sus principales modelos teóricos, pasaremos a articular estos aspectos históricos y teóricos
con algunos de los conceptos fundamentales en esta disciplina, a saber; 1) comunidad; 2) orga-
nización de la comunidad; 3) participación de la comunidad; 4) desarrollo de la comunidad (Hom-
brados, 1996). Esta articulación pretende lograr una mayor cohesión entre los aspectos teóricos,
conceptuales e históricos que hemos presentado, de modo que al pasar a la praxis se cuente con
un soporte teórico y conceptual articulado.

La comunidad puede definirse como un sistema social humano compuesto por conjuntos de
personas que se unen a partir de lazos de consanguinidad, pero también a partir de elementos
simbólicos, de lazos sociales de todo tipo, en los cuales la cercanía y la vecindad geográfica implican
que se compartan intereses, necesidades y problemas, así como hábitos, costumbres y símbolos
propios de los sujetos, que les permiten establecer identificaciones entre ellos y, por ende, un senti-
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miento de semejanza que deriva en un sentido de pertenencia a la comunidad, trascendiendo los


límites geográficos (Hombrados, 1996; Ander-egg y Aguilar, 1998; Montero, 2004; Montero 2005;
Montero, 2006).

A partir de esta definición, se entiende más fácilmente que el concepto de organización de la


comunidad se refiere a aquellos procesos que apuntan a generar un mayor grado de conciencia en los
individuos en relación con su sentido de pertenencia; es decir, este concepto implica la promoción
de los procesos de identificación grupales que permiten que un individuo pueda integrarse a la
comunidad, al tiempo que la comunidad se conciba como un todo unificado, pues en un sistema los
elementos no están aislados y, por el contrario, se interrelacionan debiendo, por tanto, organizarse.

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Se entiende, entonces, que si hay sentido de pertenencia la comunidad se unifica y ello permite
establecer una organización al interior de la misma, siendo posible determinar el rol que cada
individuo desempeñaría dentro de la comunidad, que así se constituye en una estructura donde
los “recursos humanos” resultan aprovechados de forma óptima (Hombrados, 1996; Ander-egg y
Aguilar, 1998; Montero, 2004; Montero, 2005).

En cuanto al concepto de participación comunitaria, este se refiere a aquellos procesos en los


cuales los individuos se asumen como parte de la comunidad y desempeñan un rol activo específico
que aporta al mejoramiento de la comunidad. En ese orden de ideas, puede decirse que si no hay
identificación entre los miembros de la comunidad, no hay inserción de los individuos y, por ende,
no hay compromiso ni participación, lo cual a menudo se traduce en la pasividad de la comunidad
por efecto de la desarticulación de los individuos que la componen (Hombrados, 1996; Ander-egg
y Aguilar, 1998; Montero, 2004).

Por último, es evidente que el concepto de desarrollo comunitario se refiere al mejoramiento de


las condiciones y la calidad de vida de los miembros de la comunidad, siendo importante entonces
considerar que el desarrollo comunitario solo puede darse en la medida en que los individuos se
sientan parte de la comunidad, se integren a ella y participen activamente en todos sus procesos,
buscando así una mejoría colectiva como producto del trabajo organizado de la comunidad, la
cual debe mantenerse organizada y adquirir autonomía para lograr que el desarrollo obtenido sea
perdurable o sostenible. Como puede colegirse, dada la correlación que existe entre ellos, estos
conceptos son interdependientes y su operatividad depende de la relación que se establezca entre
los mismos (Hombrados, 1996; Ander-egg y Aguilar, 1998; Montero, 2004; Montero, 2005).

¿Qué es entonces la psicología social comunitaria?


Luego de considerar los elementos históricos, teóricos y conceptuales vamos a arriesgar una defi-
nición de la psicología social comunitaria que pensamos recoge los principales elementos que
hemos presentado, y que además están consignados en las definiciones más importantes de los
autores más reconocidos en este campo de la psicología. La psicología social comunitaria puede
definirse como un campo de la ciencia psicológica que se ocupa de estudiar e intervenir sobre

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las diversas transacciones, vínculos o interacciones que se establecen entre los individuos, las
familias, los grupos, las comunidades, las organizaciones y los sistemas sociales de los que hacen
parte, por medio de metodologías cuantitativas y cualitativas en las cuales el sujeto que investiga
interactúa con los sujetos “objeto de estudio” –que también son considerados como investigado-
res– para promover procesos de identificación, organización, participación, empoderamiento, que
permitan adquirir y desarrollar la autonomía y el desarrollo sostenible de los individuos, los grupos
y las comunidades, buscando entre estos y el sistema social una interacción mutualista en la que
se produzca la transformación de las mentalidades de los individuos y las comunidades, así como
la modificación del propio sistema social en pro del mejoramiento de las condiciones y la calidad
de vida de los primeros con énfasis las acciones conjuntas de prevención de las problemáticas
biopsicosociales y la promoción de la salud integral.
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Aun cuando nuestras descripciones históricas, teóricas y conceptuales no son completas ni


exhaustivas, ni tampoco suficientemente rigurosas, consideramos que este escrito puede ofrecer
una visión global de la psicología social comunitaria útil para aquellos que se interesan por estos
asuntos y se inician en el estudio de los mismos, pues les presenta de manera sintética un panorama
del campo al que se aproximan, mostrando algunos mitos y realidades del trabajo comunitario en
psicología.

Quizás para los más avezados en estas materias este escrito constituye una mera síntesis, poco
rigurosa, que no aporta nada significativo ni novedoso a la disciplina; sin embargo, consideramos
válido el esfuerzo realizado, en la medida en que se considere que a menudo los expertos en estos
temas no se han avocado a la tarea de ofrecer una síntesis de los conocimientos desarrollados en
la materia. Consideramos, pues, que ante la realidad de la falta de sistematización que se evidencia
en la literatura de este campo de la ciencia psicológica, este tipo de escritos constituyen aportes
que pueden ayudar a darle cohesión y orden a los aspectos históricos, teóricos y conceptuales.
Esperamos que la academia se interese por estos asuntos y disponga de los recursos necesarios
para potenciar estos proyectos, pues acciones como las que se adelantan en Cultura Amigó
merecen ser divulgadas entre la comunidad científica y la sociedad.

Conflicto de intereses
El autor declara la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de
cualquier índole.

Referencias
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

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Hvmanitas.

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Algunos mitos y realidades de la psicología social comunitaria. Modelos y conceptos fundamentales
Some myths and facts about community social psychology. Models and fundamental concepts

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COLABORADORES
NACIONALES
DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3756

Revisión de tema

Protesta social y movilizaciones


como contextos de interés
para la psicología social
en Nuestra América
Social protests and mobilizations as interest
contexts for social psychology in Our America

Recibido: 22 de abril de 2020 / Aceptado: 8 de julio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Bonilla, D. (2020). Protesta social y movilizaciones como contextos de interés para la psicología social en Nuestra
América. Poiésis, (39), pp. 89-98. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3756

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 89-98 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945
Daniel Bonilla*

Resumen
Se han podido identificar una serie de protestas y manifestaciones alrededor del mundo
que han afectado las diferentes dinámicas sociales. Esto puede deberse al continuo
desencanto de los modelos hegemónicos a los cuales estamos expuestos. En este sen-
tido, el presente documento busca acercar la discusión al campo de la psicología social,
más precisamente, contribuir a la reflexión sobre los intereses y oportunidades para el
trabajo en contextos sociales, pensando en posibilidades de acción y transformación
que se relacionan con la protesta social y la movilización.

Palabras clave:
Movilización; Protesta; Nuestra América; Psicología social.

*
Psicólogo, Konrad Lorenz Fundación Universitaria. Especialista en Gerencia Social, Escuela Superior de Administración Pública ESAP.
Estudiante de Maestría en Desarrollo Educativo y Social CINDE, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá-Colombia. Contacto:
bonilladma@gmail.com
Daniel Bonilla

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3756

Abstract
A series of protests and demonstrations around the world have been identified to have
affected different social dynamics. This may be due to the continuous disenchantment
of the hegemonic models to which we are exposed. In this sense, this document
seeks to bring the discussion closer to the field of social psychology, more precisely,
to contribute to the reflection on the interests and opportunities for work in social
contexts, thinking about possibilities of action and transformation that are related to
social protests and mobilizations.

Keywords:
Mobilization; Our America; Protest; Social psychology.
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

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Protesta social y movilizaciones como contextos de interés para la psicología social en Nuestra América
Social protests and mobilizations as interest contexts for social psychology in Our America

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3756

Introducción
Durante los últimos años se han visibilizado manifestaciones, protestas y movilizaciones sociales
por diferentes latitudes y zonas geopolíticas. Estos procesos han tenido diferentes intereses y se
vinculan a un malestar globalizado por parte de grupos y sectores que han decidido resistir frente
a las demandas y convulsiones que el modelo hegemónico ha consolidado en el mundo. Sería muy
difícil poder enumerar las apuestas que se mantienen beligerantes en estas latitudes, pero cabe
resaltar que es un malestar generalizado. Portos (2016) comenta que:

Los últimos años han estado marcados por elevados niveles de movilización y resisten-
cia social en un contexto marcado por la crisis financiera global a lo largo y ancho del
globo, desde Chile a Israel, pasando por Estados Unidos, Brasil, varios países árabes y
el sur de Europa, entre otros muchos ejemplos (p.160).

Lo anterior nos confirma que estos fenómenos sociales se producen en diferentes lugares, ya
sean países del llamado sur global o “en vías de desarrollo”, y/o del norte global o “desarrollados”.
Las crisis en diferentes ámbitos han decantado en que se puedan identificar brotes de moviliza-
ciones sociales, protestas y manifestaciones frente a los modelos dominantes. Tratar de definir las
diferentes dimensiones de estos fenómenos es uno de los retos más interesantes para las ciencias
sociales en la actualidad; lo que, además, permite definir una postura ético-política respecto al
trabajo inmerso y comprometido con la realidad social.

Por dar un ejemplo, para 2008 encontramos que en España se reconoce el papel protagónico
de los movimientos sociales emergentes en la esfera pública como un catalizador del malestar
ciudadano que ha generado la crisis económica (González Váquez, 2013). Comprender estas interac-
ciones nos ayuda a ubicar estos fenómenos sociales como punto de partida para la emergencia y el
cambio en ámbitos cotidianos.

Sumado a lo anterior, encontramos que las movilizaciones sociales tienen como referente
distintos elementos que convergen alrededor del mundo; es decir que no es un malestar parti-

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cular, sino generalizado, aunque ellas han sido particulares por las condiciones históricas y por las
estrategias de organización política dentro de cada sociedad, teniendo en cuenta las diferentes
formas en que se relacionan con la participación (Rodríguez et al., 2009). También podemos decir
que “la movilización social es de carácter multidimensional y es significativamente amplia en su
marco de referencia” (Olaleye, 2015, p. 2). Ahora, independientemente de los contextos sociales
que encontramos en Nuestra América, aparecen históricamente una serie de conflictos e intereses
que promueven estas luchas, así como búsquedas por transformaciones en diferentes ámbitos,
siempre teniendo como elementos protagónicos al Estado, la desigualdad, el inconformismo, el
desequilibrio social, la violencia, la ciudadanía, entre otros.

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Daniel Bonilla

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En nuestro contexto latinoamericano encontramos una participación de diferentes actores


inmersos en el ejercicio político, “sindicatos, gremios, organizaciones no gubernamentales, iglesias,
corporaciones, asociaciones, fundaciones, para sólo mencionar algunos de los componentes de la
sociedad civil, [que] interactúan en la vida política y económica de un país” (Marín, 2009, p. 8).
Esto nos permite un acercamiento a diferentes niveles de complejidad al momento de abordar
acciones sociales; tener en cuenta la pluralidad de quienes interactúan en nuestra sociedad, facilita
que podamos acercarnos a comprender los intereses inmersos en las dinámicas económicas,
políticas, sociales y culturales del país relacionadas con una protesta o movilización social. En
estos escenarios también encontramos que “muchas redes de estos movimientos, desde su propia
diversidad, estarían reconstruyendo un meta-relato global, en unos casos antineoliberal y en otros
anticapitalista y abiertamente favorable a la reinvención de utopías emancipatorias” (Pastor-Verdú,
2006, p. 114). Con esto, se abre paso a la posibilidad de recurrir a procesos de investigación, trans-
formación y conceptualización que den cuenta del potencial de estos fenómenos sociales, así como
un llamado respecto a las maneras de acercarse a su estudio, ya que se deberían asumir como un
caso distintivo estos procesos.

Aproximaciones a las movilizaciones sociales


De manera general, podemos comprender a los movimientos sociales como un aglomerado de
luchas que se levantan contra el modelo capitalista en favor de conseguir un mundo más equitati-
vo, reconociendo valores como la solidaridad y el humanismo en un periodo de tiempo específico
(Parra, 2005). Como se ha dicho anteriormente, podemos identificar que tanto las luchas como las
resistencias conforman una manera alternativa de enfrentar las demandas de aquellos procesos
depredadores del modelo hegemónico. Sin embargo, no quiere decir que en otros modelos no estén
presentes dichos fenómenos. Más bien, se reconoce que en la tradición conceptual se ha hecho
hincapié de las resistencias frente a modelos neoliberales y capitalistas.

Para Touraine (2006), un movimiento social no puede ser definido como el agente de un cambio
bloqueado; este se sitúa al interior de un sistema social donde cuestiona las fuerzas dominantes y
sus apoyos políticos o culturales (pág. 261), lo que nos ayuda a entrever la necesidad de estudiar
los movimientos dentro de la psicología y ubicar como una agenda de interés los esfuerzos reivin-
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dicativos e investigativos frente a procesos de cambios a nivel social.

Otro punto de partida que podemos encontrar frente a los procesos que se vinculan a la
comprensión de los movimientos sociales alude a entenderlos respecto a sus espacios de actuación:
“Como si los movimientos sociales fueran un universo relativamente autónomo de práctica y signi-
ficado dentro de un mundo social, donde las movilizaciones se encuentran unidas en relaciones de
interdependencia”1 (Mathieu, 2007, p. 77).

1
Original en francés: “l’espace des mouvements sociaux comme un univers de pratique et de sens relativement autonome à l’intérieur du monde social, et au sein duquel les
mobilisations sont unies par des relations d’interdépendance” (pág. 77).

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Si no visibilizamos que los actores sociales están vinculados con los conflictos del contexto,
las relaciones de poder, donde la producción y la reproducción juegan un papel determinante, las
industrias culturales, entre otros, podemos acércanos a una lectura desprovista de contenido al
referirnos a estos ya que, aunque “se llevan o parecen llevarse contra los grupos dominantes, no son
sino luchas meramente corporativistas, sin ninguna visión global respecto a la sociedad” (Haubert,
2011, p. 652). Desde esta perspectiva, se desconoce el carácter transformativo y emancipatorio
señalando que en ocasiones carece de una intención más allá de cambiar las afectaciones particu-
lares, en vez de repensar las dinámicas en ámbitos más allá de los personales.

Al considerar esto, referimos que los movimientos sociales tienen un trasfondo necesario de
comprensión y no son simples brotes desordenados que quieren detener los procesos productivos
en una sociedad. Ahora bien, sería de suma importancia para la psicología concebir los mecanismos
y herramientas suficientes para interpretar las acciones sociales que se entretejen frente a las
protestas sociales.

Sin embargo, cabe señalar que en diferentes tradiciones de pensamiento se han preocupado
por entender las dinámicas asociadas a las movilizaciones y protestas desde un cuerpo teórico
robusto, que busca acercarse a estos conceptos para definirlos y problematizarlos, teniendo como
punto de partida el interés por la aglomeración, asociación, movilización, junto con el papel parti-
cipativo de diferentes miembros de la sociedad. Adicionalmente, se reconoce que “El estudio de
los movimientos sociales ha cobrado vigencia en estos años, ya que los procesos de transición
política han puesto en la mesa del debate el papel de la participación política de la sociedad civil”
(Villafuerte-Valdés, 2007, p. 177).

La psicología social no escapa de averiguar estrategias para abarcar los fenómenos sociales,
está interesada en explorar las causas de los pensamientos, los sentimientos y las acciones de las
personas, y cómo estás últimas son influenciadas por el contexto social, por lo cual tiene mucho
que ofrecer al estudio de la participación en protestas (Stekelenburg & Klandersmans, 2010, p. 1).
No solamente se trata de conocer este fenómeno social desde una aproximación empírica, también
se buscan aspectos relevantes en ámbitos sociales, procesos emergentes y metodologías cuali-
tativas, atendiendo a la experiencia de quienes interactúan en estos procesos, ya sean sectores
LGBTIQ+, estudiantes, trabajadores, mujeres, minorías activas, comunidades originarias, campe-

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sinado, comunidades de base, entre otras.

La psicología social desde Nuestra América tiene la oportunidad de comprender y aportar frente
a los procesos de la protesta social y la movilización como espacios de resistencia, desobediencia,
legitimidad y liberación en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, teniendo en consideración la
emergencia, el desarrollo y la culminación de estos fenómenos sociales que se trazan a partir
del poder, el discurso, la memoria y los recursos tecnológicos, como redes sociales y medios de
comunicación.

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Intereses de la psicología social frente a las


movilizaciones y la protesta social
Para la psicología social es de suma importancia abordar procesos en los cuales se ven implicados
más de dos sujetos, sus interacciones y sus diferentes influencias. Además, le llama la atención
estudiar la relación entre el individuo y la sociedad, haciendo énfasis en la conducta social (Rodrí-
guez-Hernández, 2007). Este interés se revela al momento de abordar fenómenos desde lo psicoso-
cial a escala grupal, comunitaria, social y colectiva, sin dejar atrás aquellos procesos propios de las
comunidades que tienen un carácter político. Es precisamente esa interacción individuo-sociedad
lo que facilita comprender el comportamiento colectivo y los movimientos sociales (Javaloy-Mazón
et al., 2007).

Siguiendo esta idea, encontramos que efectivamente estos fenómenos sociales son profunda-
mente interdisciplinarios y aluden a la búsqueda de modelos de comprensión y explicación desde
diferentes disciplinas. Con relación a esto, “El estudio de los movimientos sociales ha experi-
mentado un notable desarrollo y ha adquirido gran relevancia en la sociología y en la psicología
social y política en las últimas dos décadas” (Delgado-Salazar, 2007, p. 43).

Reconocer la complejidad de las movilizaciones sociales nos ayuda a comprender diferentes


intereses y necesidades en relación con el trabajo en el campo de la psicología social. De hecho,
uno de los espacios interesantes para abordar las movilizaciones o protestas sociales de manera
directa puede referirse a diferentes procesos participativos. Encontramos que “la participación
en protestas sociales constituye un fenómeno multifacético que podría ser explicado a partir de
variables de diversa naturaleza” (Asún y Zuñiga, 2013, p. 38), como también, la posibilidad de
desarrollar estrategias de comprensión y emancipación desde, con y para las comunidades en
contextos de emergencia. El papel de facilitador y testigo de quien ejerce la psicología se hace
explícito al momento de encarar la relación con la comunidad.

Durante mucho tiempo se ha trabajado en la manera de acompañar e incidir en estos procesos en


contextos periféricos y de exclusión, donde la psicología ha estado presente en Nuestra América,
codeándose con abordajes sociales, políticos y culturales frente a las dinámicas que emergen
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en los diferentes países y territorios; además se ha podido reflexionar sobre su surgimiento y los
intereses de abordajes conceptuales de los cuales se desprenden sus definiciones y actividades.

Entornos virtuales y otros lugares


Existen otros contextos en los cuales se pueden reconocer diferentes posibilidades asociadas a la
movilización, que aluden a una perspectiva que relaciona entornos virtuales con acciones sociales.
En este caso, una aproximación necesaria para esta disciplina es el estudio de cómo la participa-
ción, la protesta, la movilización, incluso la manifestación, pueden verse afectadas con las redes

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sociales y el uso de Internet; más particularmente podemos indagar estrategias para entender
estos fenómenos en entornos emergentes. De hecho, “Diversos estudios se han centrado en la
evaluación del potencial del Internet como recurso comunicativo, y, especialmente, en el análisis de
los cambios en los repertorios de acción colectiva” (Ortiz-Galindo, 2016, p. 172), lo que nos invita
a repensar las maneras de abordar procesos vinculados a la acción colectiva digital o cibermovi-
mientos sociales.

Otro ejemplo de abordaje que podríamos identificar puede ser la criminalización de la protesta,
ya que se ha visto un interés por comprender creencias, influencias y actitudes frente a este
fenómeno social, ubicando una mirada alternativa frente a los actores inmersos en estas acciones
y teniendo como puntos de partida los vínculos a nivel político que conducen a buscar mantener
el orden establecido o la hegemonía. De acuerdo con Rottenbacher de Rojas y Schmitz (2013): “se
puede deducir que la criminalización de la protesta social es una expresión de autoritarismo” (p.
397), lo que abre las puertas a la indagación sobre estrategias de comprensión de estos fenómenos
de una manera integral, entendiendo que debemos contar con una aproximación desde diferentes
lugares para comprender las dinámicas cambiantes de las movilizaciones y protestas sociales.
Escuchar las voces de diferentes actrices y actores inmersos en los procesos a estudiar, nos ayuda
a comprender los correlatos sociales y particulares que le interesan a la psicología en contextos
sociales y comunitarios.

Consideraciones
Es importante reconocer los sectores, grupos y comunidades en relación con las movilizaciones y
protestas en diferentes lugares del mundo. En este sentido, debemos identificar que las resisten-
cias que se plantean en las distintas coyunturas tienen unas organizaciones e intereses particu-
lares. Identificar estas comunidades vulneradas nos ayuda a rastrear diferentes estrategias para
comprender estos fenómenos sociales, pudiendo explicarlos de manera genérica atribuyendo una

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respuesta colectiva frente a un Estado, Gobierno o servicio, pero reduciendo con ello la pluralidad
de las protestas y las movilizaciones sociales.

Además, aproximarnos a la protesta y la movilización permite responder a las coyunturas actuales


por las que pasan nuestros países logrando que la disciplina tenga un carácter comprometido,
participativo y activo con las convulsiones por las que atraviesa nuestra sociedad, lo que permite
que la psicología social sea una estrategia para promover cambios significativos en diferentes
sectores y esferas de esta. Conocer los aportes para la disciplina respecto a la comprensión y
explicación de estos fenómenos a partir del trabajo investigativo y de visibilizar las experiencias
de las actrices y actores en relación con la protesta y movilización nos ayuda a afianzar un campo
aplicado corresponsable.

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Sumado a lo anterior, tener en consideración los aportes desde las diferentes comunidades,
grupos y sectores para la comprensión de la movilización y la protesta social, nos permite abonar
un territorio en el campo de la psicología social desde Nuestra América, teniendo en cuenta las
diversas manifestaciones que han surgido en estas latitudes y las experiencias derivadas de las
conclusiones desde diferentes ámbitos a nivel histórico, político, cultural, social, económico y
psicológico.

Por otro lado, si bien son temas que se han estudiado durante mucho tiempo, es necesario afrontar
el compromiso desde la academia y la acción respecto a estos fenómenos, pues existen aún una
gran cantidad de posibilidades para su abordaje, estudio y comprensión buscando siempre aportar
al contexto real y teniendo como referente el compromiso de inmersión desde una perspectiva
plural que confronta los límites disciplinares y las actuaciones en espacios de impacto social.
Conforme a lo anterior, tenemos la posibilidad de elegir dónde ubicaríamos el ejercicio de la psico-
logía: revindicando y participando con las voces invisibilizadas o replicando modelos coloniales que
nos han quitado en cierta medida la creatividad y nos ubican en una mirada neutral de los aconte-
cimientos humanos.

Finalmente, desde la psicología social en Nuestra América, debemos repensar los usos de
las tecnologías y los discursos académicos al momento de acercarnos a este tipo de fenómenos
sociales. La liberación, la emancipación, la acción colectiva, la resistencia y la desobediencia civil
han procurado estar cercanas a una consideración psicosocial de los fenómenos sociales que no se
queda en la medición o en el análisis, sino que se integra con estos para ir más allá.

Conflicto de intereses
El autor declara la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de
cualquier índole.
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Social protests and mobilizations as interest contexts for social psychology in Our America

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movimientos-sociales—de-lapsicolog%C3%ADa-social-a-las-ident...
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JORNADA DE LECTURA
DE ENSAYOS
DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3757

Artículo de reflexión

El encuentro como
escenario del saber
Encounters as knowledge scenarios

Recibido: 24 de febrero de 2020 / Aceptado: 4 de junio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Gaitán-Arbeláez. D. (2020). El encuentro como escenario del saber. Poiésis, (39), pp. 100-105.
DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3757

Daniela Gaitán Arbeláez*


Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 100-105 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945

Resumen
Ante la ruptura que ha sido evidenciada entre la razón y el sentir, algunos autores han
manifestado la importancia de rescatar el componente afectivo y subjetivo como un
elemento vital para la creación del conocimiento. Es por esto que en el presente ensayo
se pretende abordar las ideas expuestas en la emocionante ponencia del profesor Serge
Gougbèmon en el XIII Congreso Internacional de Filosofía Intercultural, quien retoma el
legado de Emanuel Lévinas sobre la otredad y la concepción de diversos mundos, y nos
recuerda, a nosotros estudiantes, la importancia de estar atentos ante las múltiples
manifestaciones del saber que se encuentran desde las conversaciones aparentemente
banales, hasta en las líneas del rostro.

Palabras clave:
Academia; Conocimiento; Otredad; Encuentro; Subjetividad.

*
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto: daniela.gaitanar@amigo.
edu.co
El encuentro como escenario del saber
Encounters as knowledge scenarios

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3757

Abstract
Faced with the rupture that has been evidenced between reasoning and feeling,
some authors have stated the importance of rescuing the affective and subjective
component as a vital element for the creation of knowledge. This is why, in this essay,
it is intended to address the ideas presented in the exciting presentation by Professor
Serge Gougbèmon at the XIII International Congress of Intercultural Philosophy, who
takes up the legacy of Emanuel Lévinas on otherness and the conception of different
worlds, and it reminds us, students, of the importance of being attentive to the multiple
manifestations of knowledge, which can be found from apparently banal conversations
to even face gestures.

Keywords:
Academy; Knowledge; Otherness; Meeting; Subjectivity.

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Daniela Gaitán Arbeláez

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3757

Introducción
Pareciera que nuestro quehacer académico se desarrollara alrededor de un par de conceptos que, a
costa de ser repetidos semestre tras semestre, se adhieren a nuestro discurso sin una reflexión que
garantice una correcta apropiación del término, sin una mirada crítica que nos lleve a extrapolarlo
y pensarlo fuera de las convenciones de la lógica occidental.

Una de estas sonadas palabras es “otredad”, trabajada ampliamente por el filósofo Emmanuel
Lévinas, la cual ha dado apertura a innumerables ensayos y debates álgidos dentro de las aulas de
clase, pero que su grueso argumentativo se pierde al enfrentarnos a la cotidianidad de nuestras
subjetividades, perdiendo además la posibilidad de entender el mundo como lo que es, un inmenso
campo de producción de conocimiento.

Es por esto que surge la necesidad de reivindicar el encuentro con el otro y la apertura hacia el
entendimiento de sus aconteceres desde una postura horizontal que permita conjugar los diversos
sentires que atraviesa Medellín, para así rescatar el saber que habita en cada esquina y construir
una perspectiva menos sesgada sobre la realidad, lo que es menester para nosotros, estudiantes,
que tantas veces permitimos ser moldeados por lo que reza razón lógica y cuantificable aunque
atente contra nuestras convicciones más orgánicas.

El encuentro como escenario del saber


Podría situar el inicio de mis cavilaciones pueriles en mis andares por el centro de Medellín. Ahora
que pongo en palabra mis memorias, reconozco cómo la velocidad del paso configura la mirada,
cómo esa secuencia de imágenes anodinas a los ojos de la infante que sigue casi a rastras el afán
de su madre, de repente adquieren un significado cuando un semáforo en rojo les detiene, cuando
por un momento la niña reconoce un lugar casi adverso al mundo que habita en su cotidianidad y
se percata de la existencia de otra realidad para ella desconocida, a pesar de estarla habitando en
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ese instante.

Serge Gougbèmon expone, de la mano del filósofo Emmanuel Lévinas, el concepto de “otredad”.
El otro es entendido por Aguirre-García y Jaramillo-Echeverri (2006) como “algo que se escapa del
poder del sujeto; responde más bien a una experiencia y temporalidad que no le pertenecen; pero
que a su vez las lleva implicadas y co-implicadas como absolutamente Otro” (p. 8). Esta definición
permite entrever la complejidad que habita en pensarse aquello que está fuera de nuestro marco de
referencias, pero que a su vez resiste a la enajenación.

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El encuentro como escenario del saber
Encounters as knowledge scenarios

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Y es precisamente la pregunta por todas las posibles realidades que se configuran cada día en
entornos diversos al propio, pero que de alguna manera siguen siendo parte del gran tejido de la
historia que nos compone, la que lleva a situar mi mirada a “la ciudad más innovadora”, ciudad que
se deleita ante la tecnología y el concreto que parecen absorber el calor del afecto y la empatía que
aún queda en el cuerpo de sus habitantes, para luego exhalar esos densos vapores que limitan la
mirada a lo inmediato, a lo subjetivo.

Pero Medellín, la más afanada, es privilegiada, pues en su centro convergen todas las posibili-
dades de mundo que caben en el Valle de Aburrá; y en los diversos escenarios que ofrece, desde los
teatros, hasta los centros comerciales, desde los museos hasta los burdeles, permite el encuentro
de algunos afortunados que han aventurado sus pasos por encima del límite fronterizo que impone
las diferencias y han sabido reconocer el rostro, aspecto fundamental en el desarrollo teórico de
Lévinas.

El profesor Gougbèmon introduce en su discurso el concepto de “rostro”, entendido como aquel


que brinda la apertura en la comunicación humana: “el otro a partir de su ฀rostro’ se presenta
como otro polo o fuente de significación, que se caracteriza por su capacidad de cuestionar o hacer
cara a los poderes del yo” (Navarro, 2007, p. 182). En este primer encuentro con el otro, en su yo
más vulnerable, por presentarse el rostro en su desnudez, se invoca a la propia subjetividad, que al
encontrarse con la diferencia reconoce su identidad y, a su vez, enfrenta su mundo simbólico ante
una representación diferente que le lleva a generar una nueva perspectiva.

Es importante destacar que la finalidad de esta postura dista de querer integrar los diversos
pensamientos para lograr la tan anhelada “igualdad” que buscan los soñadores ingenuos, pues
sería negar y subyugar al otro ante la imposición de una cultura dominante, una vez más dando
vida al proyecto colonial, uniformando a la masa pasiva y segregando a quien pretenda defender su
existencia en el mundo.

La modernidad nos ha velado la realidad al ponernos en frente celofanes de colores que nos
hacen ver al ser humano distorsionado, sin un tiempo y un lugar; es decir, a-histórico y geo-cultu-
ralmente uniforme, vedado para reconocerle en sus especificidades. Para Lévinas, los filósofos
y científicos han hablado tan incesantemente sobre la centralidad del individuo en este mundo

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moderno, que han hecho de la modernidad una promesa homogénea y lineal de entendimiento de
la vida (Aguirre-García y Jaramillo-Echeverri, 2006, p. 5).

Ante estas ideas de dominación, el centro de la ciudad se subleva, y es por esto que se pinta
como un mundo casi idílico. No hace falta caminar más de cinco cuadras para reconocer la
interacción de mundos en libertad que confluyen sin gobierno. En mis memorias guardo siempre las
conversaciones que surgen cuando después de clases, sedientos de calle y de alcohol, llegamos a
cualquier acera sobre la 43 y se acerca alguien que ofreciendo algún producto (aunque sea uno de
tantos tesoros de la basura), o buscando un cigarrillo, a veces una moneda, se sienta con nosotros
a compartirnos algo de su mundo, siendo estos encuentros tan reveladores que en los próximos

103
Daniela Gaitán Arbeláez

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3757

amaneceres que nos recogen resulta inevitable narrar estas historias a quienes no presenciaron la
escena, incluso, a veces la referenciamos entre nosotros mismos, como quien vive una experiencia
insólita que se le ha incrustado en los huesos, como quien ha despertado ante la vida.

En cuanto a la tratada negación de las diversas miradas del mundo, Gougbèmon hacía una
lectura desde la misma subordinación platónica del mundo sensible al mundo de las ideas. La
academia que concebimos ha heredado la lógica y la razón del Occidente de las luces, y es un infor-
tunio que se haya negado ante los sentires como fundadores de saberes, y con ellos se subestime
también a la intuición, referenciada por el profesor como el comportamiento cognitivo que resulta
de la emoción.

Pensarse el conocimiento como mera producción teórica desmerita la ritualidad del encuentro
que al conectar emocionalidades produce afectos y tramitan en el sujeto una serie de eventuali-
dades que le llevan a pensarse su subjetividad en el entramado social y, a su vez, le permiten entrar
verdaderamente en lo que compone el mundo del otro, alimentándose no sólo de su discursividad,
tantas veces ilusoria, sino de lo que su cuerpo y su mirada logran transmitir.

Es por esto que al igual que la niña que pausa y se permite reconocer las dinámicas que acontecen
a ese escenario al que no pertenece (¿aún?), nosotros como estudiantes tenemos el deber implícito
de proporcionarnos espacios de encuentro y reconocimiento del saber que se nutren en las calles,
en el sentir del compañero cuando expone su subjetividad en sus opiniones, en lugar de recitar el
contenido que dicta el proyecto docente.

Buscar la reivindicación de la pluralidad es resistir ante la colonización del pensamiento, es darle


vida a la tradición, es hacer valer la sangre y la historia que nos atraviesa. Como expresó bella-
mente Jaime Villanueva en su ponencia sobre la obra de José María Eguren, “Para conocer al otro
debo conocer su mundo de conocimiento, no como objeto de estudio si no de palabra viva”.

Conflicto de intereses
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La autora declara la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de


cualquier índole.

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El encuentro como escenario del saber
Encounters as knowledge scenarios

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Referencias
Aguirre-García, J. C., y Jaramillo-Echeverri, L. G. (2006). El otro en Lévinas: una salida a la encru-
cijada sujeto-objeto y su pertinencia en las ciencias sociales. Revista Latinoamericana de
Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 4(2), 1-16. http://revistaumanizales.cinde.org.co/rlcsnj/
index.php/Revista-Latinoamericana/article/view/395

Navarro, O. (2008). El “rostro” del otro: Una lectura de la ética de la alteridad de Emmanuel Lévinas.
Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, 13, 177-194. https://dialnet.unirioja.es/servlet/
articulo?codigo=2863805

Villanueva, J. (2019). XIII Congreso internacional de filosofía intercultural. Congreso llevado a cabo
en la Universidad Católica Luis Amigó Medellín, Colombia.

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DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3758

Artículo de reflexión no derivado de investigación

Autocuidado en el psicólogo1
The psychologist’s self-care

Recibido: 26 de mayo de 2020 / Aceptado: 9 de julio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Villarreal-Silva, G. V., y Rodríguez-Bustamante, A. (2020). Autocuidado en el psicólogo. Poiésis, (39), pp. 106-126.
DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3758

Geidy Vanessa Villarreal Silva*, Alexander Rodríguez Bustamante**

Resumen
Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 106-126 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945

El hacer terapéutico se concentra principalmente en la alfabetización del paciente-con-


sultante-cliente en el manejo de sus relaciones interpersonales, en las diferentes pro-
blemáticas motivo de consulta. Deja un poco relegado al terapeuta quien, también, sitúa
en riesgo su propio ser en el contexto de la consulta, en la trama vincular consultante-
terapeuta. Con esto en mente, el objetivo de este artículo tiene que ver con el desarrollo
de habilidades de autocuidado en el psicólogo: un factor protector de la salud mental
en el ejercicio profesional. Método: la revisión documental se realizó desde una orien-
tación cualitativa que se basa en una descripción rigurosa de los hechos o situaciones,
al mismo tiempo, se empleó una metodología hermenéutica; por medio del estado del
arte se procuró comprender la literatura existente sobre la actual propuesta de investi-
gación. Conclusiones: el autocuidado como un factor protector de la salud mental en el
ejercicio profesional está encaminado a promover acciones de promoción y prevención
a partir de habilidades de autorreflexividad y resiliencia frente al autocuidado en busca
del bienestar y salud mental.

Palabras clave:
Alfabetización; Autocuidado; Capacidades; Ética; Factores de promoción; Factores de
protectores; Factores de prevención; Resiliencia.

1
Artículo realizado en el marco del trabajo de grado titulado Autocuidado en el profesional psicosocial elaborado durante los años 2019 y
2020 en el programa de Psicología de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad Católica Luis Amigó. El estudio fue
orientado por Alexánder Rodríguez Bustamante, profesor asistente y categoría Junior en Colciencias. Pertenece al grupo de investigación
Farmacodependencia y otras adicciones y a su línea de investigación Adicciones y salud mental. Los autores agradecen las bases
temáticas ofrecidas por la profesora Cristina María Giraldo Hurtado, docente de la Universidad de Antioquia y el Tecnológico de Antioquia
Institución Universitaria, tras su conferencia realizada en el mes de abril de 2019 en la Escuela de Posgrados de la Universidad Católica
Luis Amigó, titulada Encuentro formativo: la reflexividad en el autocuidado del profesional psicosocial.
*
Estudiante del pregrado de Psicología de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad Católica Luis Amigó. Medellín-
Colombia. Contacto: geidy.villarealsi@amigo.edu.co
**
Doctorando en Educación de la Universidad Pontificia Bolivariana-Medellín. Profesional en Desarrollo Familiar, Especialista en Docencia
Investigativa Universitaria, Especialista en Terapia Familiar y Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Docente de la Facultad de
Psicología y Ciencias Sociales; director de la Escuela de Posgrados de la Universidad Católica Luis Amigó-Medellín. Contacto: alexander.
rodriguezbu@amigo.edu.co, https://orcid.org/0000-0001-6478-1414
Autocuidado en el psicólogo
The psychologist’s self-care

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3758

Abstract
The therapeutic practice focuses mainly on the literacy instruction of the patient-
consultant-client in the management of their interpersonal relationships, as well as in
the different problems that are the reason for consultation. This partially relegates the
therapist who, also, places his own being at risk in the context of the consultation,
in the link between the consultant and the therapist. With this in mind, the objective
of this article has to do with the development of self-care skills in the psychologist: a
protective factor of mental health in professional practice. Method: the documentary
review was carried out from a qualitative orientation which is based on a rigorous
description of the facts or situations, at the same time, a hermeneutical methodology
was used; Through the state of the art, an attempt was made to understand the existing
literature on the current research proposal. Conclusions: self-care as a protective factor
of mental health in professional practice is aimed at promoting prevention actions based
on self-reflexivity and resilience skills in the face of self-care in search of well-being and
mental health.

Keywords:
Literacy; Self-care; Capacities; Ethics; Promotion factors; Protective factors; Prevention
factors; Resilience.

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Geidy Vanessa Villarreal Silva, Alexander Rodríguez Bustamante

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3758

Introducción
Ocuparse de sí ha sido denunciado con toda naturalidad como una forma de amor a sí mismo,
como una expresión de egoísmo o de interés individual. En contradicción con el interés que hay que
prestar a los otros o con el necesario sacrificio de uno mismo (Foucault, 1999). Adentrarse en el
mundo del cuidado de sí en relación con el profesional psicosocial implica una responsabilidad ética
y moral frente a la pregunta sobre quién es el hombre que acompaña a otros hombres. Este texto no
es un recetario ni un manual de vida para los profesionales, se trata de trazos argumentativos que
orientarán, bajo algunas perspectivas, sendas preocupaciones para acompañar la decisión sobre
el sí a la promoción y a la prevención en el autogobierno de aquellos que, bajo su responsabilidad
y tutela, acompañan procesos en salud mental individual, en pareja, familias y comunidades en
diversos escenarios.

El contexto psicológico ofrece una diversidad de tratamientos y técnicas para el abordaje


terapéutico enfocados en el consultante, este mismo tiene como objetivo enseñarle formas de
autocuidado, pautas de promoción, prevención y protección de la salud mental, autorregulación,
habilidades de resiliencia, entre otros; por esto, el hacer terapéutico se concentra principalmente
en la alfabetización del paciente en el manejo de sus relaciones interpersonales, en las diferentes
problemáticas motivo de consulta o las emergentes a lo largo de su experiencia de vida, que afectan
su estabilidad emocional y que, así mismo, ponen en riesgo su dinámica familiar, laboral y social.
Pero en el quehacer terapéutico se deja un poco relegado al terapeuta quien, también, sitúa en
riesgo su propio ser en el contexto de la consulta, en la trama vincular paciente-terapeuta.

Hablar de “riesgo emocional” en la salud mental del psicólogo se comprende un poco opuesto,
sobre todo por los imaginarios esperados de “estabilidad emocional” que ha impartido la cultura
respecto a estos profesionales; analizar las habilidades de autocuidado en el ejercicio profesional
del psicólogo que fortalecen los factores de protección de la salud mental es primordial para la
transformación y comprensión de la profesión en psicología, ya que a lo largo de la formación y
quehacer profesional se ha reforzado el hecho de enfocarse en las necesidades del paciente, pero,
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¿quiénes necesitan más cuidado sino aquellos que están inmersos en ese mundo de dolencia física
y emocional del ser humano? Al permear la individualidad del profesional se afecta su equilibrio
emocional y, en casos más frecuentes, sus relaciones familiares y sociales, de ahí que las expre-
siones de irritabilidad, agotamiento, ansiedad, como manifestaciones de desgaste emocional, son
ese llamado de atención a veces tardío para un profesional sumido en diversas conductas que en
un principio se desborda hacia las necesidades del paciente y/o las demandas del trabajo. Autocui-
darse permite en sí llevar a cabo conductas que promuevan el bienestar y la salud, pero, ¿cómo
potencializar esas competencias en un profesional ambicioso que cree tener todo bajo control
y bajo esa misma lógica mantiene y perpetúa estas conductas autodestructivas en pro de una
falsa actitud abnegada, cuando lo que busca es una excusa para no desarrollar habilidades de
autocuidado?

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Autocuidado en el psicólogo
The psychologist’s self-care

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El autocuidado, en palabras de Oltra (2013), “no es una actitud azarosa ni improvisada, sino
una función reguladora que las personas desarrollan y ejecutan deliberadamente con el objeto de
mantener su salud y bienestar” (p. 89). Es oportuno decir que se espera que el psicólogo tenga la
capacidad de reconocerse a sí mismo en riesgo emocional en la ejecución de su trabajo profesional
y, de esta manera, busque las herramientas para su autocuidado permanente, así como las estra-
tegias para los momentos más complejos o vulnerables de su práctica terapéutica. Al llegar a este
punto surge la pregunta por ¿cuál es la necesidad de desarrollar habilidades de autocuidado como
factor protector de la salud mental en el ejercicio profesional del psicólogo? Para el cuidado de su
propia salud mental y el reconocimiento de su vulnerabilidad, el llamado a impulsar estas capaci-
dades de autocuidado requiere de una reflexividad transversal a su ejercicio profesional y su vida
personal, es por ello que este artículo pretende llevar al lector hacia el cuestionamiento de sí mismo,
referente a su propio cuidado, así como a promover acciones de promoción y prevención a partir de
las habilidades de autorreflexividad y resiliencia frente al autocuidado en busca del bienestar y la salud
mental en el ejercicio profesional del psicólogo. Ahora bien, ¿cómo potencializar esas competencias
de autocuidado en la salud mental del psicólogo?

La alfabetización como componente esencial para la concepción del ser humano como un ser
pensante con capacidad de autodirigirse y reflexionar sobre su propia experiencia, respecto a su
propia salud e integridad, es un factor fundamental del cuidado de sí. Dicho de otra forma, la psicoedu-
cación como un factor protector permite prevenir un posible declive en el estado de salud mental del
individuo a nivel físico, estructural y funcional, y le permitirá llevar a cabo acciones de autocuidado en
conjunto con la integración de su esfuerzo en beneficio de su propio bienestar. Al respecto conviene
advertir que el bienestar depende de cómo concibe el individuo su propio estado de salud mental, lo
que permitirá un desarrollo progresivo en la comprensión de sí mismo. Para simplificar, podría decirse
que la optimización de estas habilidades de autocuidado en el psicólogo, ligadas a una actitud de
autorreflexividad, activa en el profesional una función reguladora que determina los comportamientos
y acciones racionales y críticas acerca de su propia existencia y cuidado de su salud mental; se habla
de desarrollar habilidades que le permitan protegerse y reinventarse en cada momento de su quehacer
profesional.

Metodología

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Unidad de análisis. Los artículos que fueron revisados y analizados correspondieron a un total de
70 estudios consultados en fuentes como: Scielo, Dialnet, Elsevier y Ebsco Host. Para el análisis de
información se recurrió a la esquematización mediante mapas conceptuales como método para crear
relaciones, esto fue fundamental para la comprensión de conceptos centrales en la investigación.
Al mismo tiempo, se realizaron cuadros sinópticos que facilitaron el resumen de la información y su
recuperación de una manera más ágil y práctica, en pro de su comprensión y síntesis. Por otra parte,
se realizó una matriz comparativa que coteja las categorías y sus respectivos artículos en su forma
textual, así como los comentarios por parte de los autores, de modo que han permitido triangular la
información obtenida. También fue necesario contrastar semejanzas y diferencias entre categorías y

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subcategorías; el cruce de información posibilitó la interpretación y el “abandono” de las voces de los


autores consultados, conservando la particularidad del concepto, en otras palabras, la construcción
de nuevos significados y/o adquisición de un lenguaje propio referente a la problemática investigada.

Instrumentos. Para la recolección y categorización de la información se utilizó el formato de contenido


a modo de fichas textuales que permite acceder fácilmente a los datos recolectados; este es un instru-
mento de registro de información que procura, de manera organizada, consignar la información proce-
dente de los libros, artículos de revistas indexadas y, en general, de todo material escrito consultado
previamente sobre la temática en cuestión. Allí se consignaron de forma textual los fragmentos impor-
tantes de los textos a partir de lo más relevante que enuncia su autor; de la misma manera, se utilizó
una matriz de Excel donde se realizó una clasificación detallada de los artículos consultados, su locali-
zación, tipo de documento, año, autor y los apartes relevantes que enuncia cada autor; así como su
correspondencia con cada uno de los objetivos y su respectiva categoría y subcategoría. Estos dos
sistemas facilitan ordenar, confrontar, detectar el déficit de información y complementar, así como
también su análisis; en palabras de Galeano (2004), posibilitan el intercambio dinámico de los datos
que permiten validar y admiten la reconstrucción continua de la información.

Diseño y procedimiento. La investigación se realizó desde una orientación cualitativa, la cual se


basa en una descripción rigurosa de los hechos o situaciones, al tiempo que se empleó una metodo-
logía hermenéutica; a través del estado del arte se procuró comprender la literatura existente sobre la
temática. La revisión documental se dirigió a indagar por los artículos referentes a la problemática
“desarrollo de habilidades de autocuidado en el psicólogo: un factor protector de la salud mental en el
ejercicio profesional”; igualmente hacia la búsqueda de conceptos esenciales para la comprensión
y delimitación de la investigación, utilizando como palabras clave como autocuidado, salud
mental, habilidades, capacidades, resiliencia, subjetividad, factores de promoción, prevención
y protección. De acuerdo con lo anterior, la exploración de conceptos permitió extender la
comprensión de la problemática posibilitando una mayor rigurosidad en el análisis de la
información.

En la Tabla 1 se evidencia un panorama inicial que permitirá la lectura en contexto del apartado
discusión-resultados.
Tabla 1.
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Clasificación categorial y argumental


Categoría Subcategoría Autores
Salud Salud mental Ardón-Centeno y Cubillos-Novella (2012).
Palabras clave: salud mental, promoción de la salud, salud, jurisprudencia, población,
Colombia.
Resiliencia Ética Villalba-Quesada (2003).
Subjetividad Palabras clave: resiliencia individual y familiar, riesgo, protección, intervención social y
Resiliencia familiar.
Factores protectores Factores de prevención Cid, Merino y Stiepovich (2006).
Factores de promoción Palabras clave: life style, psychosocial factors, regression analysis.
Factores protectores Grau, Flichtentrei, Suñer, Prats y Braga (2009).
Palabras clave: burnout profesional, personal de salud, salud laboral, hispanoamérica,
factores socioeconómicos.
Capacidades Capacidades Huertas (2005).
Autocuidado Palabras clave: operador social, autocuidado, desplazados.
Alfabetización Guzmán-Benavente, Polanco-Hernández, Reynoso-Vargas y Maldonado-Rivera (2018).
Palabras clave: académicas, salud mental y física, enfermedades, autocuidado, género.

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Autocuidado en el psicólogo
The psychologist’s self-care

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Desde una perspectiva metodológica se realiza un aprestamiento para el análisis no solo de las
categorías fundantes resultado del presente artículo, sino de las múltiples búsquedas y conversa-
ciones que permitieron los análisis y reflexiones sobre el autocuidado en el profesional de la psico-
logía hoy. Cuidarnos para cuidar es la idea para desarrollar a continuación.

Discusión y resultados
Autocuidado. Un asunto de autogobierno

Dialogar sobre autocuidado genera en el sujeto cierta impresión de experticia, lo que a su vez
produce una sensación de poder y control sobre sí mismo; ciertamente en la época actual de
liberación y autorrealización, la colectividad tiene esta percepción de dominio sobre su propio ser,
especialmente con relación a su salud mental. Y, ¿quiénes más expertos que los propios psicólogos
respecto a la salud mental y el cuidado de sí? No obstante, estos conocimientos están derivados,
principalmente, hacia la alfabetización del paciente en el manejo de sus relaciones interpersonales,
en las diferentes problemáticas motivo de consulta o las emergentes a lo largo de su experiencia de
vida, que afectan su estabilidad emocional y que, así mismo, ponen en riesgo su dinámica familiar,
laboral y social. En oposición, en el quehacer terapéutico se deja un poco relegado al terapeuta
quien, también, sitúa en riesgo su propio ser en el contexto de la consulta, en la trama vincular
consultante-terapeuta. Llegados a este punto, es importante preguntarse ¿cuál es la necesidad de
desarrollar habilidades de autocuidado como un factor protector de la salud mental en el ejercicio
profesional del psicólogo? Respecto a ello Oltra (2013) afirma:

La exposición a la fragilidad de la vida, a las obligaciones profesionales, a las expe-


riencias de limitación e impotencia requieren una “actitud de cuidado” que depende
de la sensibilidad ante el sufrimiento o la necesidad de otro ser humano y surge del
mutuo reconocimiento como seres vulnerables. El reconocimiento de esta vulnerabili-
dad ha llevado a la afirmación de la existencia de un compromiso moral denominado
“responsabilidad”. Es así como tanto la fragilidad como la vulnerabilidad exigen de los
profesionales un gran compromiso, no sólo técnico sino también ético que demanda del
reconocimiento y dedicación a su propia persona, como agente central del cuidado de

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otros, en la valoración de los procesos individuales y la posibilidad de generar estrate-
gias que le permitan hacer frente a las exigencias de su labor, en la búsqueda de la mejor
práctica y el logro de la excelencia (p. 89).

Lo anterior acentúa la interpelación sobre las habilidades de autocuidado que necesita el


psicólogo al estar inmerso en este mundo de “riesgo emocional”; en palabras de Prado et al. (2014):

Existe un déficit de autocuidado cuando la demanda de acción es mayor que la capacidad


de la persona para actuar, o sea, cuando la persona no tiene la capacidad y/o no desea
emprender las acciones requeridas para cubrir las demandas de autocuidado (p. 841).

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Geidy Vanessa Villarreal Silva, Alexander Rodríguez Bustamante

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En este mundo globalizado, la demanda de adaptabilidad a las nuevas dinámicas de relaciona-


miento y trabajo requiere de procesos instantáneos y relaciones superficiales que ubican al ser
humano como simples marionetas de las demandas externas, de las nuevas normalidades, de la
adaptabilidad y adquisición de conocimiento sin fronteras, llevando al individuo a la total desco-
nexión de su propio ser, incluso al desconocimiento de sí mismo, algo así como “habito este cuerpo
pero soy un huésped que está de paso, porque al siguiente instante debo cumplir con las exigencias
del medio”, sin tener tiempo para el propio autocuidado o disfrute de la vida; dicho de otra forma:

se espera, por tanto, ciertas características del profesional que van más allá de su exper-
ticia técnica, las que tienen que ver con sus valores y virtudes, incluso su espiritualidad;
en fin, con lo más humano de sí mismo. Y estas características en el contexto de la
relación clínica se traducen en ser capaz de escuchar al otro fomentando el diálogo, la
empatía, inspirar confianza, ser sensible a las necesidades físicas y emocionales del
paciente, etc., todas manifestaciones de su integridad personal que llevan a su profesión
al nivel de excelencia y a una forma de vida (Oltra, 2013, pp. 86-87).

Ahora, el desarrollo del autocuidado como una competencia fundamental del psicólogo implica
que en el transcurrir de su experiencia humana existieron factores que beneficiaron el aprendizaje
de esta habilidad, de igual manera, la formación académica-científica sobre el tema, la integración
de estos dos elementos (experiencia y conocimiento científico), posibilitan el deseo de ir en pro del
bienestar y la salud mental. Se debe agregar que para llevar a cabo conductas de autocuidado es
necesario verlas desde una perspectiva individual (Oltra, 2013). Se ha afirmado que los profesio-
nales de la salud poseen ciertas características relacionadas con su forma de vida que se ponen en
juego en la práctica clínica, que le permiten un buen desempeño a partir de su experticia y vocación
de servicio. Mejor dicho, si el autocuidado es una responsabilidad del sujeto, es preciso tomar
en cuenta sus preferencias particulares, las cuales están adheridas a sus conocimientos previos,
esto es, el aprendizaje que trae de las costumbres familiares y culturales que lo han impactado
a lo largo de su historia de vida, paralelamente, el propio discernimiento que tenga para saber
cuándo es necesario solicitar ayuda; como resultado dispondrá del autocuidado como una función
reguladora de sí mismo. Así, al ejecutar una determinada función, el individuo poseerá la facultad
de responder a las demandas que exige el mundo exterior de una manera equilibrada. Prado et al.
(2014), plantean:
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Asumiendo que el autocuidado es una función reguladora del hombre que las personas
deben, deliberadamente llevar a cabo, por sí solas, una actividad del individuo, aprendida
por éste y orientada hacia un objetivo, una conducta que aparece en situaciones concre-
tas de la vida, y que el individuo dirige hacia sí mismo o hacia el entorno para regular
los factores que afectan a su propio desarrollo y actividad en beneficio de la vida, salud
o bienestar; consideramos que el autocuidado es un sistema de acción (p. 839).

En tal sentido, si se toma la idea del autocuidado como sistema de acción, ¿qué características
y qué actitudes son necesarias para el cuidado de sí mismo? Lo anterior plantea la reflexión acerca
de si las conductas o acciones que emprende el psicólogo para cuidar de sí mismo son intrínsecas
o, en última instancia, son aprendidas y aprehendidas. Pensar en la particularidad de cada sujeto

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Autocuidado en el psicólogo
The psychologist’s self-care

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da apertura sobre el dilema de la subjetividad, es decir, el desarrollo de habilidades, conocimiento


y experticia pertenecen a unos determinados rasgos; no todos los psicólogos tienen la capacidad
para adquirir las competencias necesarias de cuidado de sí y de los demás. Prado et al. (2014)
aseguran que las preferencias personales, las motivaciones, son herramientas para el trabajo del
psicólogo, así el autocuidado como responsabilidad pretende la conservación y el reconocimiento
de lo individual como característica necesaria para el fomento de este hábito y el propio reconoci-
miento. En esta misma línea, puede decirse que dichas habilidades son disminuidas en los primeros
años de vida por los patrones culturales y por los condicionamientos sociales o las prácticas de
cuidado llevadas a cabo por cuidadores inexpertos en la materia.

El profesional en el hacer de la psicología ha de desarrollar, además, la habilidad para pensar en


sí mismo, esto requiere de un ejercicio práctico de reflexividad constante que implica preguntarse
por su mundo interno, que conlleva, además, un compromiso con el autocuidado en busca de un
bienestar individual que repercute en el cuidado del ecosistema, partiendo de acciones cotidianas
en pro de proteger la vida al reconocer que él solo es una pequeña parte del medio ambiente que lo
rodea, de ahí que sea primordial ser consciente de su capacidad destructiva y hacer de la autorre-
flexividad un hábito cotidiano, intrínseco a su pensamiento y a su actuar como individuo que se
interrelaciona con el entorno. Ya lo decían Garcés y Zuluaga (2013) citando a Foucault:

El cuidado de sí y de los otros dentro de la bioética refleja las aspiraciones de los


profesionales de la salud como sujetos libres y autónomos. El cuidado de sí es un viaje
hacia el interior, sin retorno, sin fin; ya el mismo Foucault promulgaba que el cuidado de
sí permite a los hombres, a los individuos, efectuar, por cuenta propia o con ayuda de
otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo, su alma, pensamientos, conducta
o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismo con el fin de
alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad (p. 197).

En pocas palabras, acciones que van en pro del bienestar y salud mental del psicólogo. Se
habla entonces de comprender que el desarrollo de estas habilidades de autocuidado cumple una
función determinante en el ejercicio profesional, que dichas actividades se ejecutan como factores
de promoción y prevención para el cuidado de su salud mental. Vidal-Blanco et al. (2019) aseguran
que: “En concreto, el papel que desempeña el autocuidado como mecanismo protector frente a
situaciones estresantes y de desgaste emocional, es un emergente campo de estudio con un

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enfoque complementario y positivo de la salud” (p. 3). Como se verá más adelante, esta práctica
del autocuidado requiere aspectos como la alfabetización para llevar a cabo conductas que estén
dirigidas al reforzamiento de los factores protectores de la salud mental.

Ética
Promover acciones de cuidado compasivo en la atención del consultante es claramente un prin-
cipio de obligatoriedad para el psicólogo, estas acciones están ligadas al acompañamiento del
sufrimiento humano desde la empatía y la comprensión del mismo; ahora bien, estas labores que
ejecuta el profesional están enmarcadas en el reconocimiento del consultante como un ser humano
113
Geidy Vanessa Villarreal Silva, Alexander Rodríguez Bustamante

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que se acepta vulnerable para así recibir ayuda emocional. Martínez (2019) plantea que “Median-
te una atención compasiva, el profesional no se limita a aliviar el sufrimiento, sino que conoce la
experiencia del paciente como ser único e independiente” (p. 2), y en relación a ello toma las
medidas necesarias para el abordaje ético y responsable de las problemáticas que aquejan
al consultante. Así pues, en palabras de Martínez (2019): “La compasión se origina como
una respuesta empática al sufrimiento, un proceso racional que persigue el bienestar de los
pacientes, a través de acciones éticas específicas, dirigidas a encontrar una solución a su
sufrimiento” (p. 2). De acuerdo con lo anterior, se evidencia el abordaje del padecimiento del
consultante, pero se debe agregar que este contexto terapéutico incluye la vulnerabilidad de
dos actores, consultante-psicoterapeuta, lo cual lleva a preguntarse por el compromiso ético
en el autocuidado del psicólogo en este contexto de riesgo emocional, es decir, conceptualizar el
compromiso ético en el autocuidado a fin de fomentar conductas de bienestar y protección de la
salud mental en el ejercicio profesional del psicólogo. Para ello Oltra (2013) afirma: “La relación de
ayuda desgasta, y si no se sabe manejar muy bien, hace que los cuidadores tengan que abandonar
su rol activo y convertirse en sujetos pasivos, necesitados ellos también de cuidados” (pág. 13).

Acto seguido, se conocen claramente los factores de riesgo que surgen en la práctica clínica del
psicólogo, puesto que transversalizan su ser y aumentan la posibilidad de desgaste por empatía,
estrés postraumático secundario a la exposición del sufrimiento humano, entre otros que están
ligados a su ejercicio profesional, que entorpecen su quehacer debido a que alteran la salud mental.
Dicho en palabras de Guerra-Vio et al. (2009): “La exposición secundaria a eventos traumáticos
son equivalentes a los efectos de la exposición directa, ya que incluyen la misma sintomatología
correspondiente al Trastorno por estrés postraumático” (pág. 74). Respecto a esto, Oltra (2013)
argumenta:

El sentido primero y último de la labor de servicio implica responsabilidad con el otro


que sufre, pero además con sí mismo. Para educar la responsabilidad del paciente sobre
su salud es imprescindible reconocer los propios estados de necesidad. Si no es de este
modo no podría concebirse la tarea de cuidar de otros en estado de vulnerabilidad si el
propio profesional se encuentra emocionalmente vulnerable. ¿Qué pasa entonces con el
interés, la pasión vocacional, la práctica, la técnica, la deliberación, en un contexto de
desmotivación y desesperanza?2 (pp. 89-90).
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En relación con este compromiso ético que tiene el profesional por el cuidado de su propia
salud mental y la búsqueda de bienestar, se pretende hacer énfasis, precisamente, en el desarrollo
de habilidades personales, así como en la ejecución de las conductas protectoras; de ahí que
la reflexividad como eje central del ejercicio psicológico permita al profesional tomar conciencia
de su capacidad influenciadora en la práctica cotidiana. Por esto, la importancia de conocer sus
potencialidades y limitaciones en beneficio de sí mismo y de la sociedad. En otras palabras, la ética
percibida como un requisito intrínseco del autocuidado procura la comprensión de su mundo interior
en relación con su mundo exterior, es decir, la necesidad de desarrollar habilidades de autoconoci-
miento que le permitan prestar atención a sus pensamientos, al mismo tiempo que realiza acciones
2
Es por ello que la propuesta de este artículo radica en tomar en consideración el compromiso ético del quehacer profesional en cuanto a la atención de pacientes y en cuanto
a sí mismo.

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para hacerse cargo de sí, sobre todo porque no es posible cuidar de otro sin conocerse primero a
uno mismo. El cuidado de sí, entendido como la capacidad que tiene el individuo de mirarse, implica
la realización de conductas que le permitan una existencia trasformadora a través del autoconoci-
miento. Martínez (2019) afirma:

La práctica compasiva no se basa simplemente en un individuo que demuestre empatía


y amabilidad, sino en el contexto moral, emocional y organizacional en el que aprende
y desarrolla su relación de cuidado. Y es en el ámbito de la moral, de lo ético donde la
compasión alcanza su mayor significado. Con la mirada ética valorativa filtramos nuestra
conducta, actos, hábitos, carácter y vida en general (p. 2).

Es por esto que este articulo pretende promover acciones de autocuidado a partir de la
ejecución de conductas de bienestar y cuidado de sí, desde la comprensión de que la ética
es un requisito intrínseco del mismo, lo que quiere decir, que “La ética no puede convertirse
en un recetario, en un protocolo de seguimiento incuestionable” (Ríos-Madrid, 2017, p. 123), sino
que debe ser un ejercicio práctico con el cual se miden las actuaciones cotidianas en busca de la
realización personal y la excelencia en el ejercicio profesional.

Resiliencia
El riesgo emocional al que se enfrenta el psicólogo en su quehacer profesional lo lleva a procesos
de estrés, desgaste emocional, así como ansiedad, depresión y/o adicciones. Por ello se hace
necesario contar con factores que fortalezcan la salud mental y que ayuden a ejecutar acciones de
autocuidado y bienestar general. La resiliencia en el psicólogo es el proceso activo de resistencia,
autorregulación, crecimiento como respuesta a una crisis y desafíos de la vida (Walsh, 2004),
como capacidad universal que posibilita el desarrollo normal dentro de condiciones de adversidad,
que se forja cuando el individuo se abre a nuevas experiencias y actúa en forma interdependiente
con los demás. Es imprescindible en el desarrollo de la competencia de autocuidado como un factor
protector de la salud mental, fomentar la resiliencia que posibilita en el profesional la flexibilidad
necesaria para gestionar las problemáticas derivadas del riesgo y desgaste emocional de su rol
como psicoterapeuta. Gómez (2017) sostiene:

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Las personas cuya historia de interacción haya permitido el desarrollo de competencias
para afrontar las situaciones estresantes con eficiencia, valoren positivamente sus capa-
cidades en relación con las demandas del contexto, se relacionen de manera adecuada
con los demás, actúen en relación con el sentido colectivo, y adicionalmente evalúen
positivamente su calidad de vida subjetiva, posiblemente manifiesten unos niveles su-
ficientes de salud mental, que a su vez repercuten de manera positiva en su estado de
salud somática por la vía de la adopción y práctica de hábitos saludables (p. 108).

Dicha práctica de hábitos saludables solo será posible en la medida en que el individuo logré
identificar sus debilidades y fortalezas a partir de procesos de interacción en el contexto terapéutico
que dejan en evidencia las mismas, es decir que es la adversidad en terapia la prueba reina de

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la capacidad resiliente que tenga el psicólogo para anticipar consecuencias, resistir la crisis y
gestionar las emociones o comportamientos que derivan de los procesos de desgaste emocional
y/o estrés postraumático secundario a su práctica clínica. Respecto a esto Melillo et al. (2004)
mencionan:

Los seres humanos tenemos la capacidad para devenir resilientes y poder enfrentar
ese bombardeo cotidiano de eventos negativos. Y en ese enfrentamiento nos hacemos
más fuertes, más confiados en nuestras fortalezas, más sensibles a las adversidades del
prójimo y adquirimos mayor conciencia social para promover cambios que reduzcan la
inequidad y el sufrimiento (p. 17).

En este momento social de inmediatez e indolencia, la resiliencia del psicólogo requiere de un


despliegue absoluto en el sentido de poder acompañar a ese otro en su proceso de reconocimiento
y aceptación, pero al mismo tiempo reconocerse a sí mismo en vulnerabilidad y, en consecuencia,
buscar proteger su salud mental. Melillo et al. (2004) refieren:

La capacidad resiliente, como fenómeno subjetivo, no consiste en un sujeto que posee


previamente esa capacidad y que se encontraría entonces preparado para atravesar las
adversidades de la vida. Son estas mismas circunstancias, que consideramos adversas
para el común de los sujetos, las que producen en él condiciones subjetivas creadoras,
que enriquecen sus posibilidades prácticas de actuar sobre la realidad en la cual vive,
y transformarla o transformarse. Esto es, capacidad de una actividad racional y crítica
sobre sus condiciones de existencia, que a la vez producen sobre él nuevas posibilidades
subjetivas (p. 38).

Al mismo tiempo, el psicólogo debe activar factores de resiliencia que estén encaminados la
prevención y promoción de la salud, por esto la resiliencia no es una capacidad innata del ser
humano sino, más bien, una capacidad que se desarrolla, se entrena y se perfecciona en la práctica
clínica y en el ámbito personal a partir de las adversidades; aunque se debe advertir que requiere
compromiso con el comportamiento resiliente, esto es, adoptar la autorreflexividad como el medio
para el reconocimiento de posturas de victimización o paralizantes, para así activar los factores
que promueven el autocuidado y el bienestar mediante el cambio de perspectiva o la búsqueda
de apoyo profesional y social en tiempo de crisis para el fortalecimiento del individuo, generando
confianza en sí mismo: “La resiliencia es un llamado a centrarse en cada individuo como alguien
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único, es enfatizar las potencialidades y los recursos personales que permiten enfrentar situaciones
adversas y salir fortalecido, a pesar de estar expuesto a factores de riesgo” (Melillo et al., 2004, p.
160).

Finalmente, la resiliencia puede concebirse como el proceso de autogobierno a partir de la


significación de las situaciones de riesgo emocional a las que está expuesto el psicólogo en el
contexto terapéutico; se pretende el desarrollo de esta capacidad resiliente como una función
intrínseca para el autocuidado, así como la prevención o reducción de factores de riesgo asociados
al ejercicio profesional. Esto supone que el psicólogo está continuamente en un proceso de cambio
de perspectiva que lo ayude a reinventarse cada vez, construir un camino de sentido y satisfacción
con su propia existencia en equilibro con su quehacer profesional y vida personal.
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The psychologist’s self-care

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Alfabetización. Lugares comunes entre el


saber y el aprender-aprehender
La alfabetización científica debe lograr “funcionalidad”, es decir, que cada persona se
apropie de los conocimientos impartidos (experiencias, conceptos, actitudes y procedi-
mientos) de manera que le proporcionen autonomía intelectual y posibilidad de actuar
ante problemáticas para las que necesite encontrar respuestas (Cañal, 2004, como se
citó en Amelotti et al., 2016, p. 193).

Para hablar de una sociedad alfabetizada se debe comprender que este concepto va más allá
de la simple educación en habilidades de lecto escritura y cálculo que están enmarcadas en los
objetivos de la ODS para el 2030, representado el objetivo número 4 como educación de calidad.
Torres (2006) menciona:

No todos los conocimientos y aprendizajes dependen de la capacidad de leer y escribir.


De hecho, buena parte de la información y el conocimiento que es esencial para la vida
y para la transmisión cultural se aprende sin intermediación de la educación, a menudo
de una generación a otra y de forma oral (p. 33).

La socialización como medio principal para la alfabetización en el autocuidado comprende que el


aprendizaje se construye a partir de ese otro que en la interacción cotidiana comparte con nosotros
su saber, equivocado o no, habla desde su experticia de vida y transmite el conocimiento que tenga
sobre el cuidado de sí y de los otros. Rodríguez-Villamil y Arias-López (2009) enfatizan:

La educación es un escenario privilegiado, donde se tejen relaciones pedagógicas que


le permiten al sujeto entrar en relación con otros y, a la vez, reconstruir y reconfigurar
sus identidades, lo que contribuye a la apuesta que hace la Promoción de la Salud
por el desarrollo de los sujetos que se construyen a sí mismos en un continuo hacer-
reflexionar-hacer, de tal manera que asumen el control sobre sí mismos, apropiados de
su cuerpo, su entorno y su historia (p. 237).

Ahora bien, si se asume como sociedad que el profesional en salud, y específicamente el profe-
sional en psicología, lleva a cabo conductas de autocuidado como un hábito en sí mismo, se está

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cayendo en una falacia reforzada por imaginarios sociales de “experticia”, pero la realidad es que
hoy en día se puede hablar de “psicólogos analfabetas” y no en términos de lectura y escritura, sino
analfabetas en relación con el autocuidado, el conocimiento y las habilidades en salud mental, es
decir, las actitudes o sentido común. Al respecto, los procesos de socialización intervienen como
reforzadores cotidianos de aquellas prácticas de autocuidado que se experimentan a lo largo del
desarrollo del ciclo vital del ser humano. Las historias familiares refuerzan el impacto que tienen
los padres o cuidadores primarios; especialmente en la cultura latinoamericana, las madres son
fundamentales para la educación de los hijos, máxime en una sociedad vulnerable y en constante
riesgo social, la alfabetización en salud y cuidado de sí son inexistentes porque se trata de cuida-

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dores maltratados o fragmentados por el conflicto, violencia social y familiar, lo que se convierte en
un factor fundamental de mantenimiento de los patrones culturales de abandono o ignorancia en
procesos de promoción o prevención de la salud general, y por ende de la salud mental.

La alfabetización en salud y en salud mental habla de las habilidades que debe tener un
individuo para comprender los procesos o rutas que promuevan el bienestar y el cuidado de sí,
también la motivación para buscar apoyo cuando percibe estar en riesgo emocional o social con
relación a su labor profesional como psicoterapeuta. Torres (2016) da a conocer:

La ASM no es un asunto médico, económico, psicológico o político, aunque, tenga


repercusiones en todos estos campos. Es un asunto social. Por ello, la comprensión y la
planificación de su abordaje debe basarse en los datos de la ciencia de la sociedad. Por-
qué, aunque se aumente el conocimiento médico experto no va aumentar el diagnóstico
precoz, dado que los médicos, educadores o trabajadores sociales y docentes se han
socializado en los mismos contextos que la población en general (p. 59).

En cuanto a la construcción de una mejor calidad de vida, es necesario que el individuo


reconozca su propia identidad desde los escenarios de vinculación con el otro, es decir, cuando se
está en el contexto terapéutico se expone el propio ser a permearse por esa trama vincular consul-
tante-terapeuta, y es allí donde la condición de riesgo emocional cobra vida y sitúa al terapeuta en
otra alma humana completamente expuesta ante la narrativa del consultante. Las experiencias del
consultante estimulan en el profesional las habilidades empáticas con el fin de situarse e identi-
ficarse con el sufrimiento del paciente, y en consecuencia en este genera un mayor riesgo de
presentar síntomas de conflicto emocional o comportamientos de riesgo que ponen en peligro su
propio ser, dentro de este mundo de vulnerabilidad y descubrimiento vincular (Montero, 2014);
pese a ellos la construcción de un mundo-otro desde una mirada ética implica un dispositivo para el
buen y bien vivir aún en esa vulnerabilidad (Montero, 2001). Referente a la construcción de factores
protectores del autocuidado en el psicólogo, se debe comprender que para la modificación de
conductas en un individuo se concibe obligatorio recurrir a la alfabetización en las diferentes áreas
relacionadas con sus hábitos de vida y cuidado de sí mismo; para explicar la importancia de las
prácticas de autocuidado y su repercusión en su estilo de vida, en la salud general, pero además, en
su salud mental ciertamente, es indispensable la alfabetización en cuidado de sí, el fortalecimiento
de capacidades y, al mismo tiempo, la modificación de creencias respeto al cuidado de sí mismo.
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Villarini (2008) menciona:

La educación es entonces el proceso por el cual un ser humano, que aprende, es apo-
yado por otro ser humano, que enseña, en la construcción, ampliación y sostenimiento
de su autonomía, por medio del desarrollo de sus competencias. La autonomía, y por
ende la dignidad humana, no son un don ni una condición natural, sino una conquista
de la solidaridad humana implícita en el acto educativo orientado al desarrollo de com-
petencias. La educación es en este sentido un continuo acto de solidaridad, es decir, de
cuidado de la autonomía del otro (p. 343).

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El reconocimiento de la autonomía solidaria a partir de los procesos de alfabetización permite


que el psicólogo construya su propia narrativa histórica, así como el desarrollo de habilidades que
le faciliten ser competente para cuidar su salud mental; la reflexividad sobre el propio riesgo y
vulnerabilidad en el quehacer terapéutico posibilita el gobierno de su estilo de vida, bienestar y
salud mental. Es decir que la alfabetización en salud mental empodera al profesional respecto al
autocuidado y lo capacita para enseñar a los otros, no solo desde la teoría sino desde la integración
de conocimiento científico y desde su práctica personal. No obstante, la alfabetización actúa bajo
dos premisas fundamentales, la primera es que demanda un abordaje pluridisciplinar y multifac-
torial; la segunda, y la más significante, es que no puede concebirse como un trabajo de una sola
vez, requiere permanencia en el tiempo y acoge todo el ciclo vital de desarrollo del ser humano.
Por ende, transforma al individuo, en este caso, al psicólogo en un agente de cambio y promotor
de prácticas de autocuidado permanente. La siguiente figura tipifica algunos vectores que funda-
mentan el ser y hacer sobre el autocuidado (ver Figura 1).

Figura 1. Cuatro momentos para vivenciar el autocuidado

Momento 1.
Autoreflexividad
profesional.

Momento 2. Momento 3. Momento 4.


Valoración de sí mismo. Reconocimiento su SER. Comprensión sobre el lugar
de la salud mental.

Factores protectores del psicólogo


Dialogar con relación al autocuidado como un factor protector de la salud mental del psicólogo y
la necesidad del fortalecimiento y desarrollo de esta capacidad en el mismo, ciertamente es lo que

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se ambiciona en esas líneas; así como también exponer las estrategias que propicien el desarrollo
de esta capacidad. Para ello se hace referencia a los procesos de prevención y promoción en salud
mental, los cuales juegan un rol irremplazable en el equilibrio del quehacer profesional y la vida per-
sonal del psicólogo; siguiendo a la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2004): “La salud mental
puede ser considerada como un recurso individual que contribuye a la calidad de vida del individuo
y puede aumentar o disminuir de acuerdo con las acciones ejercidas por la sociedad” (p. 23). Estas
acciones, en ocasiones son contrarias al autocuidado y están justificadas por las demandas del
contexto laboral y por los procesos de inmediatez que aprisionan al ser humano en un rendimiento
absurdo en beneficio del sistema económico o una transformación social. Por esto es necesario
contextualizar acerca de los factores de riesgo en la práctica clínica del psicólogo: en primer lugar
el desgaste por empatía; en segundo lugar el estrés postraumático secundario a la exposición

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cotidiana de las narrativas del consultante; en tercer lugar los altos niveles de sensibilidad ante el
sufrimiento humano; estos y otros son los factores que sitúan principalmente en riesgo emocional
a este profesional en psicología y que, además, repercuten en su estado de salud física, por este
motivo Kuper et al. (2002, como se citó en OMS, 2004) destacan:

Los estudios han indicado vínculos entre la depresión y la ansiedad con las enferme-
dades cardiovasculares y cerebrovasculares. Hay suficiente documentación acerca del
rol que desempeñan los trastornos mentales en el aumento de la vulnerabilidad a la
morbilidad física y consecuencias desalentadoras (p. 32).

Al respecto, conviene decir que lo que se pretende es promover acciones de promoción y


prevención a partir de habilidades de autorreflexividad y resiliencia frente al autocuidado en busca
del bienestar y la salud mental en el ejercicio profesional del psicólogo; dentro de este contexto,
Gómez-Acosta (2017) expresa:

Involucra conductas concretas como la realización de chequeos médicos y odontológi-


cos, la automedicación, la toma de precauciones para evitación de accidentes y la auto-
observación para detección de irregularidades corporales, entre otras conductas como
la higiene personal, el uso de bloqueadores solares, las prácticas sexuales responsables
y de seguridad vial, entre otros relacionados con, por ejemplo, adherencia terapéutica
(p. 103).

Con esto en mente, se busca que el psicoterapeuta utilice la autorreflexividad como una herra-
mienta esencial para pensarse a sí mismo. Irarrázaval et al. (2016) señalan que las intervenciones
“para prevenir los problemas de salud mental están dirigidas a contrarrestar los factores de riesgo
y reforzar los factores protectores a lo largo de la vida, con el fin de modificar esos procesos que
contribuyen a la enfermedad mental” (p. 44). Un reto importante para la psicología es la imple-
mentación de programas relacionados con la promoción y la prevención que vayan más allá de los
simples chequeos generales de salud, o sugerencias de realizar procesos terapéuticos, más bien
enfocados en el desarrollo de habilidades a través de estrategias de intervención iniciando por los
mismos estudiantes de los pregrados en psicología del país, igualmente con los profesionales ya
experimentados en la práctica clínica. El diseño de propuestas enfocadas al desarrollo de habili-
dades de autocuidado, como el principal requisito para la salud mental y el quehacer profesional
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podría, por ejemplo, promover con mayor rigor los espacios de psicoterapia como lugar de partida
para desarrollar la capacidad de autocuidado a partir de su propio reconocimiento en el proceso
terapéutico. Rodríguez et al. (2019) viabilizan una apuesta por escenarios de participación y cuidado
en escenarios diversos: aquí la pluralidad y la cooperación entre pares emerge como posibilidad de
co-ayuda.

La siguiente figura (ver Figura 2), denominada A-P-P, representa algunos factores protectores
que posibilitan el desarrollo del autocuidado como una capacidad intrínseca al ejercicio profesional
del psicólogo.

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Figura 2. Multidimensional (A-P-P)

Es significativa la importancia que tienen la promoción y la prevención en salud mental como


factores protectores del desarrollo del autocuidado y como una capacidad intrínseca al ejercicio
profesional del psicólogo; Restrepo y Málaga (2001) enfatizan que las “necesidades humanas funda-
mentales son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos; lo que cambia
a través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de
necesidades” (p. 58). Esto sugiere, en palabras de Portillo et al. (2008), que “La promoción de
la salud es el proceso que proporciona a las poblaciones los medios necesarios para ejercer un
mayor control sobre su propia salud y así poder mejorarla” (p. 212). Por otra parte, Flórez (2007)
argumenta que “Tomadas en conjunto, la promoción y la prevención constituyen dos de las tareas
más importantes que debe cumplir la psicología en el ámbito actual de la salud” (p. 15), esto
conduce a promover el desarrollo del autocuidado como un factor protector de la salud mental que
pretende llevar al psicólogo a un proceso de autogobierno. Al respecto, Bandura (1997, como se
citó en Flórez, 2007) menciona:

La noción de “agenciar” la propia vida para referirse al hecho de que la persona se com-
promete con la realización de acciones que, de acuerdo con sus expectativas, conducen

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a un determinado resultado que ella valora. [se trata de] esas acciones, que surgen del
agenciamiento de la propia vida personal (p. 29).

Posteriormente, la consolidación de estos factores protectores como hábitos cotidianos


posibilita el desarrollo del autocuidado como un factor protector de la salud mental del profesional
que, eventualmente, lo empodera para que tome el control de su propia existencia, como enfatizan
Restrepo y Málaga (2001), “Fortaleciendo el autocuidado, las redes de apoyo social, su capacidad
de elección sobre las maneras más saludables de vivir y de creación de ambientes favorables
a la salud” (p. 62); es decir que las prácticas protectoras de promoción y prevención en salud
mental disminuyen los comportamientos de riesgo (Flórez, 2007), proporcionando un ambiente

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de seguridad en el profesional y llevándolo a un ejercicio laboral caracterizado por conductas de


bienestar y responsabilidad individual y comunitaria. Finalmente, Amar et al. (2003) discuten
cómo:

Desde esta perspectiva prospectiva en contraposición a una postura reactiva, diversas


ramas de la psicología han hecho contribuciones al tema del cuidado de la salud, pero
son la psicología de la salud y la psicología de la salud comunitaria las que han aportado
las más significativas. La psicología de la salud es una subdisciplina que se diferencia de
la psicología clínica ortodoxa porque no sólo se centra en la rehabilitación y tratamiento,
sino también en la prevención y promoción de la salud (p. 109).

Conclusiones: un nuevo comienzo


El autocuidado se refiere a ese reconocimiento de la propia vulnerabilidad en el contexto terapéuti-
co, allí donde se entrelazan las narrativas del paciente con la historia personal del terapeuta, posi-
bilitando la reflexividad y aceptación personal; a partir de este contexto de acompañamiento que
sitúa al terapeuta en riesgo emocional, se construyen estos lazos argumentativos sobre el cuidado
de sí, en relación con el propio autogobierno del psicólogo. Por esto se habla del autocuidado como
un factor protector de la salud mental en el ejercicio profesional, encaminado a promover acciones
de promoción y prevención a partir de habilidades de autorreflexividad y resiliencia frente al auto-
cuidado en busca del bienestar y la salud mental. Ahora, estas habilidades se desarrollan a partir de
factores protectores tales como: promoción, prevención y resiliencia mediados por los procesos de
alfabetización en salud mental y autocuidado; es necesario que en las carreras de psicología en el
país se aborde la alfabetización en autocuidado a partir de programas de entrenamiento y desarrollo
de estas habilidades como una medida preventiva para el cuidado del profesional que se ve inmerso
en este mundo de vulnerabilidad y sufrimiento humano, en la práctica clínica; finalmente, se puede
comprender que el autocuidado es una responsabilidad ética intrínseca al quehacer profesional,
por esto se concibe que la ética no puede ser únicamente parte del manual deontológico, sino que
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debe ser un ejercicio práctico con el cual se miden las propias actuaciones cotidianas en busca
de la realización personal y la excelencia en el ejercicio profesional. Además, se argumenta que
el desarrollo del autocuidado cumple una función reguladora en el comportamiento que promueve
la integridad del profesional y lo habilita para ser un promotor de acciones de bienestar y salud
mental como una forma de vida transformadora en sí misma, y que garantiza que en la realización
del acompañamiento de ese otro está fomentado el autoconocimiento y la trasformación personal.

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Conflicto de intereses
Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial
de cualquier índole.

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Artículo de reflexión no derivado de investigación

Salud mental en el
profesional psicosocial1
Mental health in the psychosocial professional

Recibido: 26 de mayo de 2020 / Aceptado: 9 de julio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


García-Álvarez, A. F., Sepúlveda-Berrío, L. D., Úsuga-Henao, L. M., y Rodríguez-Bustamante, A. (2020). Salud mental en
el profesional psicosocial. Poiésis (39), pp. 127-148. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3759

Andrés Felipe García Álvarez*, Lady Diana Sepúlveda Berrío**,


Luz María Úsuga Henao***, Alexander Rodríguez Bustamante***

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 127-148 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945
Resumen
Objetivo: reconocer las situaciones que en contexto le generan ansiedad y depresión al
profesional psicosocial, y comprender la importancia de ocuparse del bienestar físico y
mental. Método: por la naturaleza de la investigación fue utilizado un enfoque cualitativo
desde una perspectiva hermenéutica, bajo la modalidad del estado del arte, accediendo
a un rastreo de la bibliografía relacionada con el tema a desarrollar, a partir de un rango
de tiempo de veinte (20) años. Resultados y conclusiones: hubo importantes hallazgos
como la falta de cuidado, especialmente en la salud mental de los profesionales psico-
sociales; también se encontró que la institucionalidad es un factor de riesgo importante
en el desarrollo de enfermedades, tales como ansiedad y depresión, debido a la presión
ejercida en los cargos ocupados; así mismo, se patentiza que el síndrome de burnout
es el principal favorecedor de problemas de ansiedad, depresión y, en algunos casos,
la muerte. Se concluye el artículo con una mirada holística de los factores que influyen
en la obtención de enfermedades mentales y físicas de los profesionales psicosociales
y su análisis.

1
Artículo realizado en el marco del trabajo de grado titulado Autocuidado en el profesional psicosocial elaborado durante los años 2019-II y
2020-I en el programa de Psicología de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad Católica Luis Amigó. El estudio fue
orientado por Alexander Rodríguez Bustamante, profesor asistente y categoría Junior en Colciencias. Pertenece al grupo de investigación
Farmacodependencia y otras adicciones y a su línea de investigación Adicciones y salud mental. Los autores agradecen las bases
temáticas ofrecidas por la profesora Cristina María Giraldo Hurtado docente de la Universidad de Antioquia y el Tecnológico de Antioquia
Institución Universitaria tras su conferencia realizada en el mes de abril de 2019 en la Escuela de Posgrados de la Universidad Católica
Luis Amigó, titulada Encuentro Formativo: la reflexividad en el autocuidado del profesional psicosocial.
*
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín, Colombia. Contacto: andres.garciaal@amigo.edu.co
**
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín, Colombia. Contacto: lady.sepulvedabe@amigo.
edu.co
***
Estudiante del Programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín, Colombia. Contacto: luz.usugaen@amigo.edu.co
***
Doctorando en Educación de la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín-Colombia. Docente de la Facultad de Psicología y Ciencias
Sociales de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Pertenece al grupo de investigación Farmacodependencia y otras
adicciones y a su línea de investigación Adicciones y salud mental. Actualmente es el director de la Escuela de Posgrados de la misma
Universidad. Contacto: alexander.rodriguezbu@amigo.edu.co, ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6478-1414 https://scholar.
google.es/citations?hl=es&user=F2CwSh0AAAAJ&view_op=list_works&sortby=pubdate
Andrés Felipe García Álvarez, Lady Diana Sepúlveda Berrío

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3759

Palabras clave:
Ansiedad; Depresión; Enfermedades; Factor de riesgo; Salud mental.

Abstract
Objective: to recognize situations that in context generate anxiety and depression
to the psychosocial professional, and to understand the importance of dealing with
physical and mental well-being. Method: by the nature of the research a qualitative
approach was used from a hermeneutic perspective, under the modality of the state
of art, accessing a trace of the literature related to the subject to be developed, from a
time range of twenty (20) years. Results and conclusions: there were important findings
such as lack of care, especially in the mental health of psychosocial professionals;
institutionality was also found to be a major risk factor in the development of diseases,
such as anxiety and depression, due to pressure on the occupied positions; Burnout
syndrome is also patented as the main flatterer of anxiety problems, depression and,
in some cases, death. The article concludes with a holistic look at the factors that
influence the obtaining of mental and physical illnesses of psychosocial professionals
and their analysis.

Keywords.
Anxiety; Depression; Illness; Mental health; Risk factor.
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Mental health in the psychosocial professional

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Introducción
El presente trabajo se enfoca en la salud mental de los profesionales psicosociales en el ámbito
nacional, teniendo como referente investigaciones realizadas en el contexto global. Se ha llevado
a cabo una revisión de la literatura en las diferentes bases de datos proporcionadas por la Univer-
sidad Católica Luis Amigó, y en algunos textos impresos, con la intención de profundizar en los
conocimientos e investigaciones que hay descritas hasta ahora sobre el tema, y concientizar a los
lectores sobre el autocuidado que deben tener los profesionales psicosociales. Así las cosas, se
iniciará con una aclaración de dos conceptos fundamentales para esta investigación: salud y salud
mental.

En primer lugar, se va a entender la definición de salud como la plantea la Organización Mundial


de la Salud (OMS) (2001), según la cual “no es solamente la ausencia de afecciones o enferme-
dades, sino un estado de completo bienestar físico, mental y social” (pág. 3).

Lo anterior permite una mirada global de la idea, y no solo como se creía antes, que era “ausencia
de la enfermedad”. A partir de este concepto surge lo que sería la definición de salud mental, la cual
es de suma importancia para comprender, de mejor manera, el tema investigado en este artículo.

El concepto de salud mental es más amplio que la ausencia de trastornos mentales. Los
conocimientos sobre la salud mental y, en términos más generales, sobre el funciona-
miento de la mente son importantes, porque proporcionan el fundamento necesario
para comprender mejor el desarrollo de los trastornos mentales y del comportamiento.
En los últimos años, la nueva información procedente de la neurociencia y la medicina
conductual ha ampliado de manera espectacular nuestros conocimientos sobre el fun-
cionamiento de la mente. Resulta cada vez más evidente que dicho funcionamiento tiene
una base fisiológica, además de estar esencialmente relacionado con el funcionamiento
físico y social, y con los resultados de salud. (OMS, 2001, pág. 5).

En este orden de ideas, se pone a la vista la existencia de factores que influyen en el bienestar
mental de los individuos; además, que no se deben dejar de lado las circunstancias ambientales,

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que son igual de importantes que las causas innatas. De esta manera, es conveniente no solo
tratar las enfermedades mentales en curso en algún sujeto, sino buscar la manera de evitar que
aparezcan, por medio de la promoción y la prevención; es importante hacer que las personas, en
este caso los psicólogos y trabajadores sociales, puedan obtener herramientas intrínsecas y extrín-
secas para sobrellevar las cargas laborales, emocionales y de cualquier índole que se presenten a
lo largo de su ejercicio profesional o su vida personal. Para ello, desde la academia, es necesario
generar conciencia acerca del tema; es recomendable, por ejemplo, llevar un proceso terapéutico
personal para saber cómo afrontar dichas situaciones, en tanto la salud mental es un estado que
depende mucho de factores, ya sean biológicos o sociales, por lo que es recomendable crear un
filtro para no sufrir consecuencias nocivas, debido a los cambios que se presenten en su medio
ambiente.
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Los profesionales psicosociales tienen un gran reto a la hora de realizar su labor, y es el de evitar
implicarse de manera directa y poco objetiva con las personas que deben ayudar; además, el de
no dejarse permear por las problemáticas existentes, laboralmente hablando, para mantener un
adecuado equilibrio en lo que al bienestar mental respecta. El motivo que impulsa la investigación
del presente tema es visibilizar la necesidad de nuevas posibilidades que faciliten el mejoramiento
de la calidad de vida de estos profesionales por parte de las instituciones de salud; asimismo, la
urgente necesidad de establecer recursos en pro de la intervención individual que requieren los
profesionales que se desempeñan en el ámbito psicosocial y se ven abocados a situaciones con
altos niveles de estrés, ansiedad y, en casos más graves, suicidio.

En el recorrido del artículo se desarrollarán varias ideas para reforzar la internalización del tema en
cuestión, y con las que se pretende reconocer las situaciones que pueden generar estrés, ansiedad
y depresión en los psicólogos y trabajadores sociales, como también llegar a una comprensión de la
importancia de ocuparse del bienestar, no solo físico sino también mental, de dichos profesionales;
es por ello que para la comunidad en mención es significativo este ejercicio investigativo, dado que
la recolección de información permitió reflexionar sobre algunas estrategias de afrontamiento ante
las diversas situaciones que, en algunos casos, conllevan a situaciones de malestar físico o mental,
las cuales permitan la atención profesional a los consultantes.

La pretensión inicial, desde una perspectiva académica y en el marco del presente trabajo de
grado, es ofrecer algunas pistas para la atención a los profesionales cuya labor es el bienestar de
la comunidad en general. El presente arqueo documental plantea tres vertientes que fundamentan
el hacer y quehacer profesional de hombres y mujeres cuya formación, desde el pregrado, tiene
sus cimientos en el mejoramiento de la calidad de vida, en su salud mental personal, relacional y
comunitaria. Se plantean múltiples retos que, cifrados en conjunto, se encuentran en correspon-
dencia con la misión y la visión de la Universidad Católica Luis Amigó y su Facultad de Psicología
y Ciencias Sociales, cuyo ADN y sentido de vida centran la mirada en la transformación social; los
profesionales que intervienen desde una perspectiva psicosocial aparecen en el presente escrito
como protagonistas, y por tanto en las consideraciones finales se dejarán por sentado algunas
viñetas para la intervención en su vida profesional.

Por último, para el psicólogo en formación este estudio formativo permite ampliar el conocimiento
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teórico y llevar a la praxis los métodos de investigación estudiados en los semestres iniciales del
pregrado de psicología, denominados cursos AFIS, y cuya intencionalidad es la contextualización
de la investigación formativa como un estilo de vida para el futuro profesional. Se plantean entonces
varios retos, desde lo institucional y personal, que se evidenciarán a lo largo de los apartados:
metodología, discusión-resultados y consideraciones finales.

Metodología
Por la naturaleza de la investigación fue utilizado un enfoque cualitativo que se destaca por la bús-
queda de relaciones significativas; lo que quiere decir que,
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implica un énfasis en procesos que no están rigurosamente examinados o medidos (si


es que son medibles) en términos de cantidad, monto, intensidad o frecuencia. Los
investigadores cualitativos hacen hincapié en la construcción social de la realidad, la
íntima relación entre el investigador y lo que estudia y las constricciones del contexto
que condicionan la investigación. (Denzin y Lincoln, 2012, pág. 7).

Para el estudio se recurrió a la modalidad del estado del arte, en tanto “es una investigación
documental a partir de la cual se recupera y trasciende reflexivamente el conocimiento acumulado
sobre determinado objeto de estudio” (Vélez-Restrepo y Galeano-Marín, 2002, pág. 1). En este
orden de ideas, se realizó un rastreo bibliográfico y una recolección de datos que permitió la
descripción de categorías fundantes frente a la importancia del cuidado de la salud mental en
psicólogos y trabajadores sociales, teniendo en cuenta diferentes autores que han tratado el tema.
Además, se destacan las siguientes bases de datos: Scielo, Redalyc, Dialnet, Medes, entre otras,
y algunas revistas representativas que dan cuenta de un cúmulo de artículos importantes para la
escritura de este manuscrito (Revista Médica de Chile, Idus, Revista Iberoamericana de Psicología,
Medigraphic, Psicoperspectivas).

Metodológicamente, el foco de interés del estudio centró la mirada sobre el tema de la salud
mental en los profesionales psicosociales, bajo las siguientes preguntas orientadoras iniciales:
¿cuáles son aquellas situaciones que les generan estrés a los profesionales psicosociales?, ¿cuáles
son las consecuencias de no ocuparse de su salud física y mental? De las lecturas en contexto
fueron analizados cada uno de los 43 artículos con la metodología de fichas de contenido, lo cual
permitió un corte temático y en años frente a la búsqueda documental; lo anterior produjo como
resultado el cruce de categorías símiles y subcategorías, teniendo como referentes los objetivos,
la temática y las preguntas orientadoras. Para el grupo de investigación fueron fundamentales las
hipótesis y supuestos que desde el momento uno de la descripción del proyecto posibilitó el cierre
marginal del tema en cuestión.

En la Tabla 1 se visibilizan algunos tópicos ejecutados para el desarrollo del proceso investi-
gativo, y que dan inicio al apartado denominado discusión y resultados.

Tabla 1
De los conceptos a la reflexividad

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Categorías Autores representativos Subcategorías Palabras clave
-Betancur, Restrepo-Ochoa, Ossa, Zuluaga y Pineda (2014).
Burnout, estrés, ansiedad Calidad de vida.
Salud mental -Farr (1986).
y depresión. Factores de riesgo.
-Restrepo y Jaramillo (2012).
Factores de riesgo.
-Agudelo, Ante y Torres (2016).
Psicólogos. Psicoterapia.
Profesionales psicosociales -Rojas-Bernal, Castaño-Pérez y Restrepo-Bernal (2018).
Trabajadores sociales. Factores psicosociales.
-Manrique, Tobón y Zapata (2009).
Contexto.

La riqueza bibliográfica se visibiliza en la Figura 1 con un número de textos científicos que posibi-
litaron la escritura reflexiva y académica. En las bases de datos exploradas se hallaron, en total, 49
textos; cabe mencionar que las bases de datos Scielo y Redalyc proporcionaron la mayor parte de
la información, lo cual ayudó a darle un norte al proceso escritural.
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Figura 1. Tamizaje documental


Número de documentos según la base de datos.
14 13

12

10

8
6
6

4 3 3 3
2 2 2 2 2
2 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1

Discusión y resultados
La salud mental de los profesionales muestra sendos retos debido al incremento de virus, pande-
mias o nuevos casos por tratar en el sistema de salud; lo anterior genera en el personal la necesidad
de doblar sus turnos o extender sus horarios laborales, ocasionando con ello un aumento en sus
niveles de estrés y/o ansiedad. Las enfermeras tienden a sufrir un poco más de agotamiento físico,
mental y emocional, ya que el cumplimiento de las labores del hogar hace que sean más propensas
a sufrir estos trastornos (Muñoz-Zambrano et al., 2015).

Un reto continúa siendo hacer e implementar acompañamientos a los servicios de salud en


primeros auxilios psicológicos, prevención y promoción. Los trabajadores de la sanidad se están
viendo involucrados de forma negativa, pues están adquiriendo estos trastornos por los factores
socioculturales externos, tales como la familia y los roles que deben cumplir; este tipo de elementos
ha hecho del incremento de los trastornos algo muy rutinario para los profesionales, lo que no
permite tener una grata disposición para afrontar todos estos males que, de una u otra forma,
afectan el clima y el rendimiento laboral.
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De otro lado, los profesionales del área de la salud están pasando por alto un factor que es de
suma importancia para tener una salud mental equilibrada y estable: el autocuidado; este se define,

como las acciones que asumen las personas en beneficio de su propia salud, sin su-
pervisión médica formal, son las prácticas de personas y familias a través de las cuales
se promueven conductas positivas de salud para prevenir enfermedades en desarrollo.
(Sillas-González y Jordán-Jinez, 2011, pág. 68).

Otros profesionales que se ven afectados por el estrés, el burnout, la ansiedad, el agotamiento
físico y, en casos más graves, el suicidio, son los psicólogos y trabajadores sociales, ya que tener
contacto con tantas personas y conocer cada una de sus problemáticas hace que este sea un

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asunto que desequilibre el rendimiento físico y mental; así las cosas, es de suma importancia que
cada profesional realice su debido proceso antes de ejercer, y que esclarezca todos y cada uno de
los asuntos inconclusos de su vida, para no generar asuntos de transferencia o contratransferencia
con algún paciente, pues ello puede generar un deterioro mental.

Por otra parte, es conveniente que las instituciones de educación superior nutran y enfaticen
en el concepto de autocuidado en cada estudiante antes de ejercer su labor como profesional.
Cuidarse a sí mismo y a otros es un proceso de gran relevancia a nivel de la responsabilidad social
universitaria; a este respecto, autores como Guevara et al. (2014) mencionan que:

El enfoque Watsoniano enfatiza que el ideal, y el valor del cuidado es un punto de


partida, una postura, una actitud, que tiene que convertirse en: deseo, una intención, un
compromiso, y un juicio consciente que se manifiesta en actos concretos. (pág. 323).

En este punto es importante aclarar que, para efectos de este estudio, se pone la mirada sobre
el cuidado de la salud mental de los profesionales de psicología, por lo cual se retomará el concepto
de salud mental definido por la OMS (2004): “un estado de bienestar en el cual el individuo se da
cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar
productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad” (pág. 14).

También la OMS (2001) define la salud como “un estado completo de bienestar físico, mental
y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (pág.3); de esta forma se
propone no sólo un ataque frontal a las enfermedades, sino un trabajo permanente de promoción a
la salud que implica la responsabilidad del profesional y del paciente. Dicho lo anterior, es necesario
que el profesional se apropie de sus conocimientos y tenga un lineamiento claro y conciso para
ayudarle al paciente con su salud mental; así también, que el paciente tenga una adherencia al
tratamiento e incorpore en su vida las prácticas y acciones saludables para el manejo de su salud,
tanto mental como física.

En este orden de ideas, al tener un mayor control frente al autocuidado y la salud es posible:
incrementar las capacidades de estos profesionales para velar por la salud mental de cada paciente
y tener claridad respecto al concepto de salud, abordándola de una mejor manera y frente a cualquier

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situación. Lo anterior con el fin de empoderar a todas las personas acerca del cuidado y manejo de
su salud, buscando que entiendan que no solo importa la salud física, sino también, y no menos
importante, la salud mental, en tanto es la que les permite tener un equilibrio emocional y estar en
total tranquilidad.

Ahora bien, “Entre los riesgos laborales de carácter psicosocial de especial relevancia en la
actualidad se encuentra el síndrome de quemarse por el trabajo (burnout), una de las principales
causas de accidentabilidad y absentismo entre los profesionales de servicios” (Gil-Monte, 2003,
pág. 183). Es decir, el profesional psicosocial que no se encargue de su estabilidad mental y social

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puede estar generando un daño en la vida de las demás personas; quizá por no tener las cosas
claras frente a la situación que se le presente o por estar agotado físicamente, no le da importancia
al tratamiento de la persona y termina afectando la salud mental de la misma.

Teniendo en cuenta lo anterior, “En este momento los objetivos del trabajo social en salud mental
empiezan a tener como meta el esfuerzo por el proceso de normalización del paciente a su ámbito
social” (Garcés-Trullenque, 2010, pág. 335); es decir, se buscará no solo la forma de estabilizar la
salud mental de los trabajadores, sino también la de los pacientes. Lo anterior con acciones como:
volverlos conscientes de sus emociones y reacciones; que expresen sus sentimientos de manera
apropiada; que piensen antes de actuar; que tengan un manejo del estrés; direccionarlos hacia la
búsqueda de un equilibrio, no solo físico, sino también mental; que cuiden de su salud física; y que
estén constantemente conectados con otros profesionales, para que encuentren un propósito y un
significado a sus vidas.

Es de importancia que todos los profesionales psicosociales tengan un conocimiento previo de


los síndromes y malestares que se pueden presentar en el ámbito laboral; esto sería una herra-
mienta que ayudaría a la solución del problema del burnout en médicos, psicólogos, trabajadores
sociales, profesionales asistenciales y enfermeros (as). Un ejemplo de lo anterior es que entre el
personal médico y paramédico se puede hacer caso omiso de conseguir ayuda, ya que atribuyen
su cansancio a factores externos como llegar tarde al trabajo o no generar una adecuada empatía
con los usuarios y sus pares; en casos más específicos, cuando sienten agotamiento físico, los
médicos no lo ven como algo distinto o como una conducta diferente en su vida, ya que suelen auto
medicarse; pero cuando este agotamiento físico pasa al agotamiento mental, se pueden desen-
cadenar múltiples trastornos y sintomatologías que estarán ligados a los tres factores: i) estrés:
dolor de cabeza, tensión o dolor muscular, fatiga; ii) ansiedad: sensación de nerviosismo, agitación,
tensión, sudoración, temblores; y iii) burnout: se presenta un cansancio emocional, la persona
siente una despersonalización y una falta de realización personal.

Cuidar de sí mismo y del otro


Cuidar de sí mismo es una tarea ardua y compleja que deben realizar todos los profesionales en su
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día a día, pero preocuparse por la salud mental de los demás puede ser una carga no solo laboral,
sino emocional; por eso es de relevancia cuidar de sí mismos, para ofrecer estrategias y herramien-
tas que tengan un impacto positivo y acertado de cuidar del otro; así las cosas,

El cuidado de sí se dirige al alma, pero envuelve al cuerpo en una infinidad de preocu-


paciones de detalle. Se convierte en un arte de vivir para todos y a lo largo de toda la
vida; el cuidado de sí es un modo de prepararse para la realización completa de la vida.
(Garcés-Giraldo y Giraldo-Zuluaga, 1996, pág. 189).

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Dicho lo anterior, como lo mencionan Becker et al. (1984): “EI cuidado de sí, (…), es, en cierto
modo, el cuidado de los otros. EI cuidado de sí es, en este sentido, también siempre ético, es ético
en sí mismo” (pág. 399). Preocuparse por el entorno laboral y por las personas con las que se
trabaja es una tarea de todos los profesionales, en cualquier área o campo de acción, ya que esto
les permite integrar valores éticos y profesionales, tanto en la responsabilidad y el cuidado de sí
mismos como en el compañerismo y el cuidado por el otro.

El amor a sí mismo es requisito previo para poder amar y cuidar a los otros. Amarse a sí mismo
conlleva cuidarse y cuidar del otro; además implica una serie de valores, tales como: el respeto, la
consideración, la compasión, la tolerancia, la solidaridad, la empatía, entre otros. Estos múltiples
valores, unidos entre sí, se componen de la inteligencia emocional, la cual Goleman y Cherniss
(2013) reiteran debe ser agregada en los procesos de trabajo y definen como “las aptitudes que
implican habilidad a la hora de gestionar y regular las emociones en uno mismo y en los demás, que
a su vez pronostican un rendimiento superior en el entorno laboral” (pág. 1).

Tener inteligencia emocional en el trabajo permitirá la relación con los otros a través de compe-
tencias tales como la empatía, que es la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y
problemas de los demás, y responder correctamente a sus reacciones emocionales. El cuidado del
otro es una oportunidad que tienen los profesionales para velar por la salud física y mental de otro
profesional que por uno u otro motivo requiere acciones de cuidado; a su vez, involucra un proceso
de aprendizaje en el que se deben implementar métodos de escucha activa para poder escuchar
atentamente al otro.

Se considera, entonces, que el cuidado es la máxima expresión de comunicación entre los seres
vivos, pues trasciende más allá de la simple relación entre compañeros de trabajo; cada persona
se vuelve humano y vulnerable ante los demás por la presencia significativa del profesional que
cuida y el receptor del cuidado. Esta presencia implica ver, oír, tocar y sentir, a través de un proceso
de empatía que debe estar presente en la relación interpersonal, así como en la relación con la
naturaleza y el universo: como lo define Balart (2013): “La empatía es la habilidad para entender
las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar y de esta manera
poder responder correctamente a sus reacciones emocionales” (pág. 86).

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Siguiendo este orden de ideas, si se mantiene la empatía y el concepto de cuidado con uno
mismo y con el otro, se elevará el nivel de calidad de vida de los profesionales; la OMS (1997)
define la calidad de vida “como la percepción del individuo de su posición en la vida en el contexto
de la cultura y sistema de valores en que los vive y en relación a sus objetivos, expectativas, están-
dares, y preocupaciones” (pág. 1).

Los profesionales psicosociales se mantienen en constante interacción con otras personas, y


muchas veces sus vivencias o acciones los pueden concernir y hacer de ellos unas personas vulne-
rables; lo anterior puede ocasionar en el profesional un desgaste ocupacional que se refiere a:

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una de las problemáticas actuales que ha tenido relevancia científica, esto puede ser
debido a los cambios económicos, sociales, legales, tecnológicos y por ende, personales
a los que el individuo está expuesto constantemente; trayendo consigo consecuencias
negativas para su desarrollo profesional, familiar y social (Fernández, 2017, pág. 79).

Arón y Llanos (2004) afirman que las implicaciones del agotamiento también se configuran en
los equipos de trabajo y erosionan entre sus integrantes y las personas con quienes trabajan; estos
deben cumplir en ocasiones con un trabajo interdisciplinario, pues trabajan con profesionales de las
áreas de la salud, jurídica, clínica, deportiva, entre otras. Lo anterior puede generar muchas veces
una carga laboral, pues se debe cumplir con unas acciones o unas metas estipuladas que pueden
ser generadoras de estrés, ansiedad o agotamiento mental.

El desgaste psicosocial recoge otros conceptos propios del agotamiento físico y emocional, entre
ellos el síndrome de burnout; este es definido como “un estado de fatiga o frustración que aparece
como resultado de la devoción a una causa, a un estilo de vida o a una relación que no produce las
recompensas esperadas” (Arón y Llanos, 2004, pág. 2). El desgaste emocional o profesional, por su
parte, es aquel en el que las reacciones de los profesionales son originadas por la directa relación
con temas de violencia, abuso y traumas; es decir, cuando el profesional psicosocial se enfrenta
a estas situaciones experimenta dicho agotamiento profesional, y con ello una serie de síntomas
que involucran la vida personal, profesional y el desarrollo laboral, lo cual lleva, en algunos casos,
al abandono de la profesión o del campo de trabajo.

En este orden de ideas, si el profesional psicosocial empieza a sufrir todo este tipo de sucesos o
acciones, puesto que lo permea alguna historia de vida en su quehacer en la intervención si no tiene
control de sus emociones, acciones y pensamientos; esto puede tener repercusiones negativas
en las personas que este profesional asista, por eso es de suma importancia el bienestar físico y
mental propio de cada profesional. Algo fundamental en el trabajo de los profesionales psicoso-
ciales es que pueden ser permeados por la contaminación temática, es decir el “efecto negativo
que las personas experimentan al trabajar con temas de alto efecto emocional” (Arón y Llanos
2004, pág. 4).

Así las cosas, es de suma importancia la implementación de programas, medidas o acciones


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que promuevan el autocuidado en las instituciones universitarias, para que todos y cada uno de
los estudiantes de pregrado tengan en cuenta la magnitud que tiene el cuidado de sí mismo y de
sus colegas; cuidar del otro implica estar rodeado de múltiples emociones que deben estar en total
equilibrio con la capacidad mental, social, y cognitiva. Lo anterior, para poder ofrecer herramientas
que aporten, de forma positiva, a cada futuro profesional, y ello tenga un impacto positivo en su
vida, generando acciones donde todos los profesionales sientan que es de vital interés el cuidado
de sí mismo y de los demás.

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Salud mental en el profesional en el profesional psicosocial
Mental health in the psychosocial professional

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Reconstruir lo construido. Salud mental y reflexividad


La integridad mental de los psicólogos y del personal de la salud en general es importante para
lograr un clima organizacional óptimo y una buena productividad, en aras de ofrecer una excelen-
te atención a los pacientes. Hay que tener en cuenta que las formas nocivas de organización del
trabajo en algunas entidades de salud son un factor de riesgo que desencadena malestar mental,
estrés, ansiedad e insatisfacción laboral en médicos, psicólogos, enfermeras, entre otros; esto se
puede notar porque:

Numerosas investigaciones realizadas en los países nórdicos principalmente, pero tam-


bién en España, en Canadá y los Estados Unidos, demuestran que las formas nocivas
de organización laboral inducen niveles de estrés, depresión y ansiedad elevados que
afectan la satisfacción y productividad laborales (Martínez-Jaime et al., 2012, pág. 299).

Continuando con Martínez-Jaime et al. (2012), a partir de un estudio realizado al personal de un


hospital psiquiátrico infantil de México, en el cual se encontraban 46 psicólogos entre los partici-
pantes, se concluyó que las causas del malestar mental de los trabajadores de la salud se asociaban
a tres grandes razones: las altas exigencias psicológicas que traen consigo síntomas conduc-
tuales y cognitivos, lo que produce el estrés debido al desgaste emocional; la deficiente calidad de
liderazgo, donde se evidencia que hay un escaso apoyo social por parte los jefes, produciendo un
nivel alto de insatisfacción laboral al no sentirse lo suficientemente apoyados, institucionalmente
hablando; y finalmente, el desequilibrio esfuerzo-recompensa, donde aparece la inseguridad y la
insatisfacción laboral.

Teniendo en cuenta los resultados del estudio anterior, es importante que los profesionales de
la salud mental alcancen un desarrollo no solo en el área laboral, sino también personal; de aquí la
importancia de rescatar un buen sistema de gestión organizacional para llevar a cabo los objetivos
del lugar de trabajo, pero también para evitar el desgaste del recurso humano; de esta manera será
posible generar un buen ambiente laboral y, por tanto, aumentar la productividad y la calidad en la
atención de los pacientes. Es importante generar conciencia desde los altos mandos para gestar
estrategias productivas en aras de mejorar la calidad de vida de los empleados del lugar.

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De otro lado, un tema que puede favorecer el malestar mental de los profesionales psicosociales
es el exceso o sobrecarga de trabajo, lo cual se entiende como “la situación en que el trabajador
aumenta por voluntad propia o por determinación del empleador la carga horaria, trabajando horas
más allá de lo habitual” (Do Carmo et al., 2010, pág. 54). El exceso de carga laboral es caracte-
rístico de la revolución industrial, pues se exigía un mayor tiempo de productividad; no obstante, en
la actualidad, debido a la competitividad que hay en los diferentes campos laborales y al deseo de
mejorar la calidad de vida, incluso a veces teniendo dos trabajos, se lleva a los mismos trabajadores
a que se exijan de más, por lo que surge de lo expuesto la pregunta sobre la conveniencia para la
salud. Aunque pueda ser muy llamativo para el trabajador ganar más dinero, esta situación puede
poner en riesgo no solo su salud, sino también su relación con la familia y sacrificar sus días de
descanso. Incluso, en Japón se ha usado un término para la muerte por exceso de trabajo: Karoshi,
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que hace referencia a una enfermedad vinculada al estrés laboral que produce una muerte súbita
por una patología coronaria cerebro isquémico vascular (Carreiro, 2007). Esto es muy preocupante,
ya que el exceso de trabajo es un factor que determina esta enfermedad, y, por tanto, se debe
promover el autocuidado en los trabajadores para disminuir el riesgo.

Así las cosas, el exceso laboral es un problema realmente preocupante, ya que es importante
tener muy claro el riesgo que conlleva trabajar con seres humanos; ser responsables del estado
mental o físico de una persona aporta una carga significativamente importante, lo que claramente
facilita la aparición de síntomas de estrés; sin embargo, este no es el único factor, las extendidas
jornadas laborales y el clima organizacional también influyen en la manera como se atiende a los
pacientes; se puede decir que un profesional que no esté en óptimas condiciones mentales y/o
físicas difícilmente puede ofrecer una atención de calidad al usuario, poniendo en riesgo no solo la
vida del paciente, sino la propia.

Hay que tener claro que la salud mental de los profesionales psicosociales se debe cuidar desde
la academia. La promoción y prevención, desde las universidades, puede ser un factor protector
para desempeñarse en el ámbito laboral, disminuyendo el riesgo de presentar enfermedades físicas
o mentales, ya que ambas podrían estar estrechamente relacionadas; de hecho, hay investiga-
ciones que así lo demuestran, como es el caso de un estudio realizado por el Departamento de
Inmunología de la Universidad de los Andes, en el que se demostró que “los estudiantes sometidos
a estrés académico tienen una menor capacidad de fagocitosis y estallido respiratorio, lo cual los
haría más propensos a las infecciones (todo esto evidenciado el tercer día después de una prueba)”
(Marty et al., 2005, pág. 26).

Los psicólogos y demás profesionales psicosociales se encuentran expuestos a problemáticas


que, como la violencia, son desgastantes, además, ese nivel de desgaste puede llevar consigo
consecuencias como el burnout.

Las personas profesionales que trabajan con problemáticas sociales no están inmunes
a ellas. Si se colocan en un lugar de objetividad, neutralidad o parcialidad pueden ser
afectadas por aquello contra lo que luchan y en lo que trabajan. Recordarlo no impide
que pueda afectarles, pero sí les previene y, por tanto, reduce las posibilidades de que
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su trabajo y su calidad de vida se vean afectados (Cantera y Cantera, 2014, pág. 92).

Por consiguiente, al tratar con problemáticas de los pacientes, ya sea de violencia o de cualquier
otro tipo, se debe tener un buen nivel de autocuidado; el hecho de tener un proceso terapéutico
personal es indispensable para darle manejo a toda la carga emocional que se deposita sobre los
profesionales que apoyan los casos, ya que puede resultar muy desgastante para ambas partes,
tanto para el paciente como para el terapeuta, por el impacto transferencial y contratransferencial
del asunto. A su vez, el éxito del proceso que se lleve con el paciente depende mucho de la forma
en que el profesional aborde el caso que llega a sus manos; por ejemplo, el hecho de haber pasado
por una problemática similar hará que el vínculo empático entre el psicólogo y el paciente sea
más fuerte, pero se deben tener contenidas las emociones que puedan desencadenar el hecho de
enfrentarse con un caso así, ya que podría afectar de manera negativa la terapia. Por ello es tan
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importante el tema del autocuidado, para no permitir que las problemáticas personales interfieran
con el proceso terapéutico del paciente debido a que el bienestar psicológico del terapeuta incide
de manera directa en el paciente y en la evolución de su proceso. Es conveniente, entonces, que se
tenga un adecuado manejo de las emociones por medio del autocuidado, para impulsar y asegurar
la evolución del paciente.

Autores como Rodríguez y Arias (2014) revelan, a partir de una serie de entrevistas semiestruc-
turadas a una muestra de psicólogos de instituciones públicas y privadas, que “es fundamental
conocerse a sí mismo y saber con qué recursos cuenta cada uno para autocuidarse. La mayoría
coincide que como profesionales de la salud mental es necesario resguardar los temas clínicos y
conversarlos sólo en contextos de trabajo” (pág. 228).

Teniendo en cuenta lo anterior, se pueden implementar algunas herramientas que tienen como
objetivo final el autocuidado; es importante que cada profesional se acostumbre a tener unas estra-
tegias individuales que, aparte del propio proceso terapéutico, le ayudarán a sentirse mejor consigo
mismo; a continuación, se mencionan algunas: i) registro oportuno y visibilización de los males-
tares, lo cual permite liberar la tensión acumulada, que puede terminar en lesiones o enfermedades;
ii) vaciamiento y descomprensión, lo ideal es que esta estrategia se lleve a cabo con pares que
puedan realizar contingencia de lo que se relata, ya que muchas veces el profesional se queda
estancado o atado a un proceso que le impide continuar con su labor; iii) la mantención de áreas
personales libres de contaminación, implica que el profesional psicosocial pueda tener un espacio
donde lo laboral no intervenga de ninguna manera, esto puede incluir algún otro oficio en el que
se pueda desempeñar de manera voluntaria y que produzca satisfacción, lo cual ayudará a liberar
tensiones acumuladas en el trabajo; iv) evitar la contaminación de espacios de distracción con
temas relacionados con violencia (películas, libros, entre otros), ya que puede implicar sentir que
se está trabajando aún en espacios no laborales, porque esas temáticas son tratadas con muchos
pacientes; v) evitar la saturación de redes personales de apoyo, pues es importante no sobrecargar
con emociones negativas y relatos a los familiares, pareja, etc; y vi) ubicación de la responsabilidad
donde corresponde y cuidado de los equipos, lo cual permite no autoresponsabilizarse por hechos
que ocurran en algún fallo en la resolución de un conflicto, de ésta manera será más fácil realizar su
reparación. Finalmente, es necesario tener en cuenta que, en las instituciones donde se labore, se
deben garantizar las condiciones mínimas para un óptimo y eficaz desempeño en el ámbito laboral;

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de igual, manera se debe garantizar que el profesional psicosocial tenga tiempo para realizar las
prácticas de autocuidado ya mencionadas.

El vaciamiento se debe hacer, como se mencionó, con pares que están capacitados para escuchar
de manera profesional; la formación profesional cuenta como una estrategia de autocuidado, ya
que muchas veces el agotamiento profesional se produce por no sentirse bien empapado de un
tema en específico (teorías para soportar un proceso con un paciente), generando en el profesional
una sensación de impericia (Arón y Llanos, 2004).

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En este punto, es importante reconocer que el autocuidado no es una herramienta esencial en la


vida de los seres humanos, por tanto:

debe aprenderse y aplicarse de forma deliberada y continúa en el tiempo, siempre en


correspondencia con las necesidades de regulación que tienen los individuos en sus
etapas de crecimiento y desarrollo, estados de salud, características sanitarias o fases de
desarrollos específicas, factores del entorno y niveles de consumo de energía. (Naranjo-
Hernández et al., 2017, pág. 2).

En ese sentido, es conveniente seguir implementando los conocimientos que se tengan sobre
el autocuidado, pero también fortalecerlos en la práctica profesional, evitando con ello la aparición
de enfermedades, tanto físicas como psicológicas. Según Uribe-Jaramillo (1999), estos son los
principios en la promoción del autocuidado:

1. Es un acto de vida que permite a las personas convertirse en sujetos de sus propias
acciones. Por tanto, es un proceso voluntario de la persona para consigo misma.
2. Debe ser una filosofía de vida y una responsabilidad individual íntimamente ligada a
la cotidianidad y a las experiencias vividas de las personas, pero a su vez debe estar
fundamentado en un sistema de apoyo formal e informal como es un sistema social y
el de salud.
3. Es una práctica social que implica cierto grado de conocimiento y elaboración de un
saber y que da lugar a intercambios y relaciones interindividuales. (pág. 116).

Promoción y prevención. Un asunto sobre la atención


Se deben buscar estrategias efectivas para el autocuidado en los profesionales psicosociales, tanto
en el ámbito laboral como en el personal. En el primero, es necesario poner límites entre la vida
personal y el trabajo, contando, si es posible, con el apoyo institucional, de manera que se puedan
ofrecer capacitaciones acerca del tema del autocuidado y se promueva, de algún modo, la soli-
daridad con los pares; en el segundo, se debe buscar apoyo en las redes sociales que sean más
importantes, tales como la familia, la pareja o los amigos (Santana y Farkas, 2007).
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Es importante, de igual forma, abordar las sensaciones, cogniciones y emociones que se


encuentran ligadas al trabajo, a través de algunas estrategias que permitan realizar la labor psico-
social, sin poner en riesgo el desempeño; algunas de estas estrategias son: i) los procesos de
regulación-distancia que se basan en la identificación de situaciones que impiden realizar la tarea,
con la objetividad y/o profesionalismo necesarios; ii) la desconexión-represión, donde todo lo que
sea susceptible a la conciencia pueda sacarse de esa área, como las emociones, sensaciones
y situaciones; iii) el sobre involucramiento ayuda a instaurar unos límites emocionales con los
pacientes, evitando así emociones y, por ende, situaciones inapropiadas que puedan entorpecer
el curso de la terapia; iv) el desborde permite que se puedan expresar las emociones vivenciadas,

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teniendo en cuenta la importancia de hacerlo con colegas; v) realizar acciones concretas que no
tengan que ver con la tarea; vi) la intelectualización que lleva a encontrar explicaciones acerca del
origen de las emociones y sensaciones que se están viviendo, y de esta manera se haga reducción
o contención de las mismas; y vii) el ensimismamiento que ayuda a poner sobre sí mismo la
atención y las emociones, evitando que se desborden negativamente hacia otros (Morales et al.,
2003).

En el mismo orden de ideas, es fundamental promover estilos de vida saludable que, junto con
las estrategias ya mencionadas, son de gran utilidad para mantener el bienestar físico y mental:
realizar ejercicio, mantener una nutrición adecuada, adoptar comportamientos de seguridad, evitar
el consumo de sustancias psicoactivas, prácticas sexuales seguras, evitar emociones negativas,
acudir a terapia y adherirse al tratamiento; todo esto hace parte del autocuidado, el cual es conve-
niente, sobre todo en personas que ejercen labores de ayuda a otras personas, debido al desgaste
producido en el desempeño de su labor (Becoña-Iglesias et al., 1999). Una herramienta importante
para prevenir enfermedades de salud mental es tener una capacidad para anticiparse a lo que
pueda suceder en un futuro, esto se debe a que “El ser humano, en función de su historia personal
y basándose en su experiencia, es capaz de proyectarse en el futuro y anticipar situaciones que
todavía no vive” (Larbán-Vera, 2010, pág. 60). De esta manera, es posible influir en las necesidades
que se presentan en la salud mental de los profesionales psicosociales y de sus pacientes; es
importante destacar que el acto de cuidar exige tener un cuidado propio, entonces no solo se debe
tener la capacidad anticipatoria para con los demás, sino para con uno mismo.

De otro lado, la educación se debería proponer como un factor determinante en la promoción


y prevención de enfermedades, pues a través de ella se puede transmitir la información en salud
de una manera pertinente y eficaz: “La dificultad para implementar esta propuesta consiste en que
aunque han habido múltiples iniciativas y recomendaciones similares, no existe un precedente en
otros países en donde se imparta la educación para la salud como una materia” (Mainieri-Hidalgo,
2011, pág. 18); si desde la universidad se promoviera el autocuidado, sería más fácil la interiori-
zación de este, ya que es fundamental capacitar a los profesores para que ofrezcan una educación
no sólo de los cursos y contenidos de la carrera como tal, sino una educación integral, donde al
momento de laborar se pueda ser eficiente en el saber psicosocial y en el autocuidado.

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Hacer y ser en salud mental
En el ámbito laboral se evidencian muchos factores que son generadores de enfermedades men-
tales en las personas; por ello se ha decidido ir en busca de aquellas causas que le producen al
profesional psicosocial situaciones de alto estrés, con el único fin de tener herramientas para evitar
que las enfermedades mentales aumenten y hacer una invitación al profesional psicosocial al auto-
cuidado. Según Porras (2017),

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Tanto el trabajo emocional como las interacciones sociales más frecuentes, con una mayor
cantidad de personas en sus labores cotidianas –compañeros, jefes, proveedores, clientes,
etc.–, afectan tanto la salud como el bienestar de los trabajadores, y repercuten negativa-
mente en la eficiencia de las organizaciones productivas, pues se convierten en agentes
generadores de estrés laboral, desgaste emocional y agotamiento laboral. (pág. 12).

Debido a lo anterior, es posible evidenciar que un alto porcentaje de los seres humanos son
propensos a tener estrés en el mundo laboral y en el ámbito estudiantil; por ello la importancia del
autocuidado, siendo relevante que el profesional psicosocial tenga herramientas de autocuidado y
sea conocedor de las consecuencias de no ocuparse de su salud mental; además, que las empresas
y diferentes instituciones implementen estrategias para la promoción y prevención de la salud
mental en todo el personal. En el ámbito mundial, el estrés es uno de los síndromes que ataca la
salud mental, perjudicando a la persona físicamente con enfermedades como tensión muscular y
dolores de columna, dolores de cabeza, entre otros; a nivel emocional con baja autoestima, estado
de ánimo bajo; y a nivel mental con trastorno del estado de ánimo y otros.

El estrés puede obstaculizar cualquier objetivo que se tenga, por ello es importante que la persona
sienta bienestar consigo mismo y con su trabajo, ya que este elemento involucra varios factores
que dependen de la capacidad que tiene el individuo de crecer como persona y ajustar aspectos
positivos de su vida, lo que le ayuda a afrontar situaciones difíciles de una manera más tranquila.

Las personas con bienestar psicológico pueden contar con la capacidad de afrontar cualquier
dificultad y problema que se les presente, de manera que influyan positivamente en este y puedan
generar buenas relaciones con los demás; lo anterior facilitará solucionar inconvenientes que se
van presentando en las relaciones interpersonales: “El bienestar psicológico es una experiencia
personal que se va construyendo a través del desarrollo psicológico de la persona y de la capacidad
de relacionarse de manera positiva e integrada con las experiencias de vida que va experimen-
tando” (Sandoval-Barrientos et al., 2017, pág. 262). Es de suma relevancia ocuparse del bienestar
físico y mental del profesional psicosocial; de hecho, es pertinente pensar en un profesional, en
este caso psicólogo, que naturalice la visita a otro psicólogo, dónde encuentre una ayuda para
asumir toda la obligación laboral y emocional con la que carga. Aunque el psicólogo es conocedor
de diferentes técnicas y de investigaciones, no estaría de más recurrir a otro profesional, siendo
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ejemplo para la sociedad de que la salud mental se debe cuidar.

De acuerdo con Olavarría et al. (2016), los profesionales que entran en primer contacto con algún
diagnóstico derivan los pacientes a un número limitado que imposibilita una cobertura integral e
idónea para su tratamiento. Las personas que han necesitado de un psicólogo saben que, además
del protocolo, la asignación de citas toma mucho tiempo y el sistema es lento. A la hora de ser
atendidas, las enfermedades mentales llevan un proceso complejo de atención al paciente, ya que
inicialmente es un médico general el que hace el servicio y quien remite al especialista indicado
para las enfermedades mentales; en varios países, muchas veces se dificulta tener una remisión
rápida a un especialista, generando complicaciones en la enfermedad.

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Considerando todo lo anterior, es importante ocuparse del bienestar de los profesionales psicoso-
ciales y aumentar la calidad de vida en el ámbito laboral. El agotamiento profesional está afectando
de manera significativa a la salud pública, especialmente en el estado mental y psicológico de una
persona, y sus consecuencias traen consigo dificultades graves en el ámbito laboral, causando bajo
rendimiento, renuncias al puesto de trabajo por baja motivación y cansancio crónico. García-Moran
y Gil-Lacruz (2016) asocian estos síntomas con el síndrome de desgaste, el cual está caracterizado
por: “el agotamiento emocional, la despersonalización y la disminución del sentido de realización
personal o la percepción de que los logros profesionales quedan por debajo de las expectativas
personales” (pág. 18).

La salud pública esta encargada de velar y proteger a la población de peligros o riesgos que
puedan existir en contra de la salud, ya sea mental, física o emocional. Por lo anterior, se puede
mencionar que la psicología de la salud cuenta con diferentes programas con el fin de promocionar
la salud y prevenir la enfermedad. Asimismo, que la salud mental, física y emocional corresponden
con el bienestar psicológico, el mismo que se define como:
una experiencia personal que se va construyendo a través del desarrollo psicológico de
la persona y de la capacidad para relacionar y relacionarse de manera positiva e integrada
con las experiencias de vida que va experimentando, considerando la incorporación
activa de medidas positivas para ello y no solo la ausencia de los aspectos negativos que
va vivenciando (Sandoval-Barrientos et al., 2017, pág. 262).

Como bien se sabe, las enfermedades no son sólo biológicas, es por ello que se da la importancia
del autocuidado en el profesional psicosocial en diferentes factores. Allí entra el estrés, la ansiedad
y otro tipo de malestares o patologías que pueden ser generados por diferentes situaciones. Es
importante resaltar los beneficios de las emociones positivas, pues así como las emociones
negativas o factores estresantes repercuten en la salud mental de la persona, también lo hacen las
emociones. Por ello, la salud mental es una de las partes fundamentales de la salud en general; si no
hay salud, no existe salud mental. Por salud mental, según Porras (2017), se entiende el estado de
bienestar en que el individuo se permite ser consciente de sus capacidades, afronta las situaciones
tensionales de la vida cotidiana y trabaja, logrando un beneficio para su comunidad.
Así las cosas, sería importante que las personas se movieran en una sociedad sana o empática,

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


donde se valore el esfuerzo del otro, se entienda que existen ciertas limitaciones y que hay acciones
o palabras que pueden perjudicar la salud mental de las personas.
La sociedad sana es en la que todas las personas pueden alcanzar un alto nivel de
autodesarrollo, sin poner límites en la libertad del otro. La persona gana libertad a través
del papel que se le deja desempeñar en su sociedad. El hombre es también un ser-en-el-
mundo y un estar-en-el-mundo, lo que quiere decir convertir el mundo en proyecto de
las acciones y de las actitudes posibles del hombre (Carrazana, 2002, pág. 8).

Cabe mencionar a la psicología humanista y sus aportes en la salud mental; “es preciso entender
el humanismo y sus implicaciones en psicoterapia y psicología como una ciencia cuyo fin es
integrar el concepto de hombre con el quehacer terapéutico de una manera más filosófica además
de científica” (Riveros-Aedo, 2014, pág. 136). Se necesita que todos los trabajadores psicosociales
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se preocupen por su salud mental, actúen de acuerdo a sus intereses y sean honestos consigo
mismos; así lo menciona Riveros (2014): “La actitud gestáltica es no mentirse, no caer en las redes
de la condescendencia ajena y acercarse a la auto-regulación y buscar así, vivir de acuerdo a lo que
esté bien para uno” (pág. 152).

A manera de finalización de este apartado se hace necesario mencionar que para la Gestalt
(Oviedo, 2004) la actividad mental no es una copia idéntica del mundo percibido. Las personas
viven cumpliendo las necesidades del otro; lo que bien se sabe puede ser generador de malestar
y enfermedades mentales. Así las cosas, en este escrito se han puesto en evidencia diferentes
generadores de enfermedades, siendo el estrés un factor que puede ser determinante para la salud
mental: “Una persona sana se apartaría más de sus conceptos y prejuicios, confiaría más en los
sentidos que integran su experiencia, la cual se da siempre en el aquí y el ahora” (Riveros, 2014, pág.
153). Es posible clasificar a las personas que cuenten con salud de aquellas que no, pero entonces
¿cuál sería la diferencia?: “La enfermedad no es otra cosa que la pérdida del equilibrio físico, psico-
lógico, social y espiritual; desequilibrio que ocasiona dolor corporal, sufrimiento psíquico y miedo a
lo desconocido” (Dueñas-Becerra y Pérez-Valdés, 2003, pág. 68).

Cómo se evidencia con anterioridad, la salud de una persona se puede ver afectada por diferentes
factores, lo que ocasionaría ciertas consecuencias negativas en las personas que padecen, por
ejemplo, de estrés; estos se ven afectados a nivel psíquico y emocional, lo que puede traer consigo
malestar en su vida personal y laboral, por ello la importancia de ocuparse de la salud mental y
valerse de todos los aportes que ha hecho la psicología.

Algunas conclusiones
Salud mental y desarrollo de habilidades. Respecto al tema de los profesionales psicosociales se
destaca la importancia del autocuidado como factor determinante a la hora de proteger la salud
mental y física; tener las precauciones necesarias desde lo laboral permitirá tener un adecuado
desempeño. Para que esto se pueda dar, es importante contar con el apoyo organizacional, ya
que las instituciones son las encargadas de propiciar los espacios para favorecer el cuidado de
sí; algunas de las estrategias que se pueden usar para promover este aspecto es tener hábitos de
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vida saludable, hacer ejercicio, tener un descanso adecuado, alimentación saludable, adecuadas
relaciones sociales y tiempo libre para el ocio, lo cual ayuda al profesional psicosocial, tanto per-
sonal como profesionalmente; el tener un equilibrio en todos los aspectos permite que, a la hora de
realizar su labor, aumente la productividad.

Autocuidado y referenciación en la salud e integralidad. La promoción y prevención de la salud


mental es tan importante como tratar las enfermedades como tal, por tanto, es conveniente tomar
acciones para evitar su aparición, buscando que no sean producto de la falta del autocuidado; si la
persona ya las padece, se deben tomar acciones para que no se prolonguen. Se confirma el hecho
de que trabajar con las problemáticas de otras personas aporta una carga transferencial impor-
tante, lo cual facilita la aparición de estrés, como síndrome frecuente en el ámbito laboral, poniendo
en riesgo la salud mental.
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Salud mental en el profesional en el profesional psicosocial
Mental health in the psychosocial professional

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3759

Sobre el bien que hace estar bien para sí y para el otro. Al evidenciarse nuevas posibilidades
frente a los dispositivos de apoyo social, a causa del autocuidado de los profesionales psicoso-
ciales, surgen nuevas maneras para contar con herramientas personales y prevenir la aparición de
enfermedades, como el síndrome de burnout y todas las implicaciones que ello trae consigo; es
importante que el profesional pueda sentirse bien física y mentalmente, para de ese modo poder
generar acompañamiento desde su ser y hacer.

Conflicto de intereses
Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial
de cualquier índole.

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Artículo de reflexión no derivado de investigación

El autocuidado como un
componente de la salud mental
del psicólogo desde una
perspectiva biopsicosocial1
Self-care as a component of the
psychologist’s mental health from
a biopsychosocial perspective

Recibido: 26 de mayo de 2020 / Aceptado: 9 de julio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Holguín-Lezcano, A., Arroyave-González, L., Ramírez-Torres, V., Echeverry-Largo, W. A., y Rodríguez-Bustamante, A.

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 149-167 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945
(2020). El autocuidado como un componente de la salud mental del psicólogo desde una perspectiva biopsicosocial.
Poiésis, (39), pp. 149-167. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3760

Alejandra Holguín Lezcano*, Lucero Arroyave González**,


Verónica Ramírez Torres***, William Alberto Echeverry Largo****,
Alexander Rodríguez Bustamante*****

Resumen
El presente artículo pretende describir la importancia de la competencia del autocuidado
en la salud mental de los profesionales de psicología, desde una perspectiva biopsico-
social, reflexionando acerca de cómo la personalidad, la construcción social y la praxis
influyen en el autocuidado. La revisión teórica se hizo a partir de un enfoque cualitativo,
1
Artículo realizado en el marco del trabajo de grado titulado Autocuidado en el profesional psicosocial elaborado durante los años 2019 y
2020 en el programa de Psicología de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad Católica Luis Amigó. El estudio fue
orientado por Alexander Rodríguez Bustamante, profesor asistente y categoría Junior en Colciencias. Pertenece al grupo de investigación
Farmacodependencia y otras adicciones y a su línea de investigación Adicciones y salud mental. Los autores agradecen las bases
temáticas ofrecidas por la profesora Cristina María Giraldo Hurtado docente de la Universidad de Antioquia y el Tecnológico de Antioquia
Institución Universitaria, tras su conferencia realizada en el mes de abril de 2019 en la Escuela de Posgrados de la Universidad Católica
Luis Amigó, titulada Encuentro formativo: la reflexividad en el autocuidado del profesional psicosocial.
*
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó en Medellín-Colombia.
Contacto: alejandra.holguinle@amigo.edu.co
**
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó en Medellín-Colombia.
Contacto: lucero.arroyavego@amigo.edu.co
***
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó en Medellín-Colombia.
Contacto: veronica.ramireztto@amigo.edu.co
****
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó en Medellín-Colombia.
Contacto: william.echeverryla@amigo.edu.co
*****
Doctorando en Educación de la Universidad Pontificia Bolivariana-Medellín. Profesional en Desarrollo Familiar, Especialista en Docencia
Investigativa Universitaria, Especialista en Terapia Familiar y Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Docente de la Facultad de
Psicología y Ciencias Sociales; director de la Escuela de Posgrados de la Universidad Católica Luis Amigó-Medellín. Contacto: alexander.
rodriguezbu@amigo.edu.co, https://orcid.org/0000-0001-6478-1414
Alejandra Holguín Lezcano, Lucero Arroyave González, Verónica Ramírez Torres, William Alberto Echeverry Largo, Alexander Rodríguez Bustamante

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3760

desde la perspectiva hermenéutica; múltiples autores continúan apuntando a lo vital


que resulta ser el desarrollo de habilidades adquiridas en el ejercicio académico de la
formación de los futuros psicólogos; sin embargo, es en el ejercicio profesional donde
se adquieren no sólo las destrezas, sino las herramientas integradoras frente a lo que
el quehacer profesional requiere, una vez se inicia en el trabajo de campo. Se infiere,
entonces, a modo de conclusión, que el psicólogo tiene la responsabilidad de asumir el
autocuidado como una competencia, en pro de su bienestar y su ejercicio profesional;
tarea que no podrá ser asumida en la coparticipación de las diversas agremiaciones en
pro de la salud mental y el autocuidado.

Palabras clave:
Autocuidado; Competencia; Psicólogo; Salud mental; Terapia.

Abstract
This article aims to describe the importance of self-care competence in the mental
health of psychology professionals from a biopsychosocial perspective, reflecting on
how personality, social construction and praxis influence self-care. The theoretical
revision was made from a qualitative approach, from the hermeneutical perspective;
multiple authors continue to point to how vital it is to develop skills acquired in the
academic exercise of training future psychologists; However, it is in the professional
practice where not only the skills but the integrating tools are acquired, compared
to what the professional task requires once it begins in the field work; it is inferred
then from the conclusions that the psychologist is responsible for assuming self-care
as a competence for their well-being and professional practice; a task that cannot be
assumed in the co-participation of the various associations in favor of mental health
and self-care.

Keywords:
Competence; Mental health; Psychologist; Self-care; Therapy.
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El autocuidado como un componente de la salud mental del psicólogo desde una perspectiva biopsicosocial
Self-care as a component of the psychologist's mental health from a biopsychosocial perspective

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3760

Introducción
El profesional de psicología está expuesto a riesgos psicosociales en sus intervenciones terapéu-
ticas y quehacer diario, por tanto este debe formarse en conocimientos teóricos y metodológicos,
que son parte fundamental del desarrollo de su profesión; para ello, es importante potenciar com-
petencias, como el autocuidado, ya que dicha competencia le permite realizar reconocimiento,
manejo y expresión de emociones, pues al hacerlo este puede identificar, limitar y/o afrontar las
situaciones que se presentan. Así las cosas, es necesario reconocer y aceptar la importancia que
tiene para el profesional en psicología la competencia del autocuidado, ya que a través de esta
puede trabajar en el equilibrio emocional y la capacidad de control, como forma de promover su
bienestar integral, que se reflejará en la práctica terapéutica, gestionando la carga emotiva que
se genere con las diferentes problemáticas personales y la de los consultantes, las cuales pueden
llevarlo a una afectación en su vida profesional, personal, laboral, familiar y social, alterando incluso
sus relaciones y su entorno.

Así las cosas, se plantea como objetivo general: describir la importancia del desarrollo de la
competencia de autocuidado en la salud mental de los profesionales de psicología, desde una
perspectiva biopsicosocial; es decir, teniendo en cuenta lo biológico, lo psicológico y lo social,
como elementos que influyen en las actitudes, pensamientos, sentimientos, emociones, comporta-
mientos e intervenciones terapéuticas. El rastreo bibliográfico sobre el autocuidado en el psicólogo
se convierte en un reto, en tanto la mayoría de artículos encontrados hablan de los riesgos del
psicólogo bajo la perspectiva organizacional; es por ello que, como objetivos específicos, se
plantean: i) explicar las praxis de promoción, prevención e intervención en autocuidado de los
profesionales de psicología, ii) exponer cómo el autoconocimiento de la personalidad del psicólogo
fortalece la competencia de autocuidado en su ejercicio profesional (Guy, 1995), y iii) describir cómo
la construcción social influye en el desarrollo de la competencia de autocuidado en el psicólogo
(Gómez, 2017). La explicación de estos objetivos se viabiliza en el apartado denominado discusión
y resultados, cuyos análisis, conceptos y triangulaciones se concentrarán en el desarrollo de la
dimensión biopsicosocial, como una apuesta competencial para el psicólogo en formación y el

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


graduado de dicha disciplina.

Es importante nominar que son los profesionales de psicología quienes realizan programas de
prevención y promoción, y asumen el autocuidado como una competencia desarrollada, la cual
permite reconocer los rasgos de personalidad y ser conscientes de su entorno social; además,
este constructo social afecta sus emociones y comportamientos en los momentos de inter-
vención terapéutica (Cerda, 2012). En el ejercicio profesional, la fatiga y el agotamiento hacen
parte del quehacer cotidiano; sin embargo, el psicólogo, por el hecho de acompañar y apoyar el
proceso individual de niños, adolescentes, adultos, familias, parejas y organizaciones, presenta
mayor desgaste profesional, pues se vincula desde lo humano; asimismo, se enfrenta con mayor

151
Alejandra Holguín Lezcano, Lucero Arroyave González, Verónica Ramírez Torres, William Alberto Echeverry Largo, Alexander Rodríguez Bustamante

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frecuencia a estados emocionales alterados de los pacientes, y frustración profesional en su


intención de cumplir los objetivos terapéuticos, ayudar y no tener los medios, o no obtener los
resultados esperados en un proceso de intervención.

De otro lado, en la psicoterapia, el terapeuta es atravesado por la historia de los pacientes que
ponen en juego su propio fuero interno, movilizando asuntos que se pueden convertir en obstá-
culos o recursos para el quehacer profesional; por esta razón, es importante reflexionar e indagar
sobre el autocuidado como competencia, y su importancia en los profesionales de psicología. Final-
mente, las consecuencias en la salud del profesional en psicología, a raíz de la falta de autocuidado,
llevan a la siguiente pregunta: ¿Cuál es la importancia de la competencia de autocuidado en el
psicólogo para su salud mental, desde una perspectiva biopsicosocial?; pregunta que también se
sugiere desde la perspectiva del método en el presente texto. Así las cosas, objetivos, intenciona-
lidad, preguntas clave y problema se constituyen en un argumento posible a ser estudiado como
necesidad, en virtud del mundo competencial que ha de tener el profesional psicosocial (psicólogo
para el presente caso).

Metodología
La presente investigación se desarrolló bajo un enfoque cualitativo, el cual se caracteriza por ser
subjetivo, holístico e inductivo.

Este proceso de indagación es más flexible y se mueve entre las respuestas y el desarrollo de
la teoría. Su propósito consiste en “reconstruir” la realidad, tal como la observan los actores de
un sistema social definido previamente. Es holístico, porque se precia de considerar el “todo” sin
reducirlo al estudio de sus partes (Hernández-Sampieri et al., 2014, p. 9).

La investigación cualitativa, además, ofrece diferentes métodos; en este caso, se hará uso del
método hermenéutico, entendido por Calderón y Calle (2018) como “la forma en que se interpretan
los textos; [y que] va más allá de las palabras o el enunciado” (p. 66).

Para la recolección de la información se implementó como estrategia la investigación documental,


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bajo la modalidad del estado del arte, en aras de describir, comprender y trascender los asuntos
inherentes a la competencia de autocuidado, desde una perspectiva individual, psicológica y
social, y extrayendo las prácticas y estrategias generadoras de autorreflexión y responsabilidad
inherentes al ejercicio profesional del psicólogo; además, permitió realizar una investigación inter-
pretativa sobre la importancia del autocuidado en el profesional de psicología, a la luz de los trabajos
abordados por diferentes autores.

Galeano y Vélez (2002, como se citó Gómez-Vargas et al., 2015) plantean que el estado del arte
“es una investigación documental sobre la cual se recupera y trasciende reflexivamente el conoci-
miento acumulado sobre determinado objeto de estudio” (p. 424). Asimismo, Gómez-Vargas et al.

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El autocuidado como un componente de la salud mental del psicólogo desde una perspectiva biopsicosocial
Self-care as a component of the psychologist's mental health from a biopsychosocial perspective

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3760

(2015) indican que “lo consideran como una investigación con desarrollo propio, cuyo fin es develar
la interpretación de los autores sobre el fenómeno y hacer explícita la postura teórica y metodo-
lógica de los diferentes estudios” (p. 424).

A partir de lo antes mencionado, se elaboraron fichas de contenidos, un cuadro sinóptico y una


matriz bibliográfica, lo cual permitió la organización e identificación de la información contenida
en el rastreo documental realizado en bases de datos como: Dialnet, SciELO, EBSCO, Redalyc,
Google Académico; además de la interpretación y categorización, teniendo en cuenta la propuesta,
preguntas y objetivos de la investigación. En la Tabla 1 se visibilizan cuatro apartados de trabajo
metodológico, los cuales evidencian una labor sistemática que permitió la lectura inicial de un grupo
de textos afines con el tema del presente estudio. De ello se esboza la urgente y emergente necesidad
de continuar no sólo indagando, sino realizando nuevas investigaciones sobre el argumento primi-
genio que va en vía del bienestar del profesional psicosocial hoy. Sobre el cuidado, el autocuidado
y la contención de la salud mental de los profesionales psicosociales, se abren nuevas rutas que,
desde la lectura de un grupo de estudiantes de formación, causa preocupación, alertas e ideas
posibles de atención e intervención en los lugares comunes y alejados en los que se realiza la
acción psicoeducativa en contexto. Este panorama sugiere una postura crítica y autocrítica sobre
la pregunta ¿se está asumiendo responsablemente, en virtud de la salud mental, el autocuidado en
psicología como una necesidad profesional?

Tabla 1
Categorías fundantes de un problema que se construye
Apartado 1 Apartado 2 Apartado 3 Apartado 4
Categorías primarias Categorías secundarias Autores categoriales Desarrollo documental
Autocuidado Psicólogo González-Aguilar (2019). Reconocer y reconocernos como inacabados y siempre en
Campodónico (2019). camino de la perfectibilidad implica una reflexión sobre el lugar
Biopsicosocial Biológico Bedoya et al. (2019). que ocupa el bienestar en el quehacer cotidiano desde una
mirada biopsicosocial. El apartado tres, denominado autores
Psicológico Hidalgo et al. (2011). categoriales, reconoce lugares comunes que el psicólogo
hoy, desde su proceso formativo, transita a partir de su ética
Competencia Estrategia Maybery et al. (2014). personal y profesional. Ello implica una revisión interna en tanto
Habilidad Barrales (2011). el autocuidado, más allá de ser un dispositivo declarado como
necesario y urgente, posibilita altos niveles de reflexividad,
Herramienta como componente necesario para el desempeño profesional.
Constructo Social Académico Hidalgo et al. (2009). Trabajar en psicología implica un riesgo en sí mismo que se
Familiar Garrido-Fernández refleja en la alta rotación, en términos del ausentismo laboral,
et al. (2009). y la incapacidad laboral, por condiciones psicosomáticas.
Laboral
Una atención a otros sobre el cuidado implicaría la ocupación

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Sociocomunitario del propio profesional en función de su higiene mental. La
Personalidad Características Vanegas-Pérez et al. (2017). calidad del cuidado por la propia salud mental del psicólogo
Rasgos Vizcarra et al. (2015). implica la necesidad de entrenamientos permanentes frente al
Psicoeducación Prevención Bulacio et al. (2004). autocuidado.
Promoción Barrales (2011).

De las reseñas tipificadas en la Tabla 1 se desprenden unos primeros títulos analíticos que serán
desarrollados en los resultados y discusión.

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Resultados y discusión
La importancia del autocuidado en el psicólogo de hoy

En la práctica profesional del psicólogo se presenta un desgaste laboral por la exposición directa
que este tiene con los pacientes y sus propias subjetividades, además de los riesgos e incertidum-
bres propios de su condición y del mismo mercado (Bedoya, 2018) en relación con sus emociones,
dolor, fracasos, alegrías, victorias. El psicólogo tiene la posibilidad de conocer y sentir la fragilidad
humana en todos los contextos que el paciente manifieste, por lo que el proceso terapéutico toca
al terapeuta en su humanidad, pensamientos y emociones, y, en algunas oportunidades, puede
alterar sus conductas, emociones y pensamientos, generando así un mayor riesgo al desgaste
laboral y, en ciertas ocasiones, al desarrollo de psicopatologías. Lo anterior, porque las herramien-
tas utilizadas por el psicólogo son las que él tiene por sí mismo y las desarrolladas en su formación
y experiencia profesional; por esta razón, es pertinente reflexionar sobre la importancia de las con-
ductas de autocuidado en el quehacer del psicólogo, en todas las dimensiones de este: biológica,
psíquica y social, pues estas integran al profesional en su actividad diaria, dentro y fuera de consul-
ta. El autocuidado se debe convertir en una competencia que todos los psicólogos desarrollan de
acuerdo con sus características físicas, biológicas, personalidad, capacidades, habilidades, familia,
relaciones interpersonales, creencias, pensamientos y contexto social, y debe poder integrarse a
sus hábitos diarios en consulta y fuera de ella, con el fin de ayudar en su bienestar personal y, por
ende, a su salud mental.

En este orden de ideas, el autocuidado puede definirse “como las competencias del psicote-
rapeuta para promover su salud, su bienestar emocional y su calidad de vida, y para detectar,
enfrentar y resolver las condiciones particulares de desgaste asociadas a su ejercicio profesional”
(Durruty, 2005, p. 28). Teniendo en cuenta lo anterior, es posible afirmar que las competencias
orientan y le permiten al psicólogo el ejercicio terapéutico; por esta razón se reflexiona sobre el
autocuidado como una competencia que se adquiere y se desarrolla.

Una competencia profesional hace referencia al conjunto de las capacidades (conocimientos,


habilidades, actitudes y experticias) propias de su nivel de formación en torno a la solución de una
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situación problema o demanda social, a partir de la reflexión ética, el reconocimiento de las parti-
cularidades del entorno, el establecimiento efectivo de las dimensiones de la situación problema y
el reconocimiento de la pertinencia del trabajo colaborativo e interdisciplinar (Colegio Colombiano
de Psicólogos (COLPSIC), 2014, p. 20).

El autocuidado es una capacidad que se debe adquirir, pero también ponerse en práctica en el
quehacer diario del profesional; por ello, como lo nombran Guerra et al., (2008), las estrategias de
autocuidado poseen la cualidad de ser conductas ejecutadas, ya sea por el mismo profesional o por
el equipo de trabajo, porque el autocuidado se convierte en la mejor forma de prevenir y mitigar el

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El autocuidado como un componente de la salud mental del psicólogo desde una perspectiva biopsicosocial
Self-care as a component of the psychologist's mental health from a biopsychosocial perspective

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desgaste laboral; además, debe surgir del mismo psicólogo, quien conoce sus necesidades y sus
propias competencias en el ejercicio profesional, de manera que lo lleven a tomar acciones para
promover su salud mental, en todos los niveles que la integran: personal, social y profesional.

El autocuidado es un ejercicio práctico que solo se puede vivir en la medida que se tomen
acciones inmediatas y habituales en los diferentes ámbitos; en lo personal: realizar ejercicio,
sana alimentación, actividades de recreación y ocio, crecimiento espiritual, asistencia a terapia
del proceso propio y atención de estados emocionales; en lo social: fomento y manutención de
relaciones interpersonales; y en lo profesional: conversación grupal y contacto dentro del contexto
de trabajo, formación y supervisión, control de horas de consulta, pausas entre pacientes, estable-
cimiento de límites, evitar auto-responsabilizarse en exceso y realizar trabajo interdisciplinario
(Cerda, 2012). Así las cosas, el autocuidado debe reflexionarse desde un enfoque biopsicosocial;
Engel (1997, como se citó en Juárez-García, 2004) define el concepto biopsicosocial como “una
propuesta integradora, comprehensiva y sistémica de los niveles, biológicos, psicológicos y
sociales del individuo. Dichos sistemas interactúan intercambiando información, energía y otras
sustancias” (p. 72). De otro lado, el modelo biopsicosocial hace una integración de los factores que
intervienen en dicho bienestar del individuo, como es lo biológico, psicológico y social, en tanto
conjuntamente recibe información, la elabora, le asigna un significado y la transmite, generando así
un modo determinado de reaccionar y comportarse.

Lo biopsicosocial hace referencia al ser humano como un ser integral, como un todo, sin hacer
divisiones entre cuerpo y mente, por eso en el autocuidado se hablan de acciones personales,
sociales y profesionales de la práctica; es importante reconocer que las condiciones laborales
se pueden convertir en un riesgo de mayor desgaste laboral: la complejidad de los casos, el tipo
de pacientes, el tiempo de atención a los pacientes, la carga laboral, el equipo de trabajo, el tipo
de vínculo que realice con el paciente, las demandas del paciente, entre otras; por ende, de esta
misma manera, deben surgir conductas de autocuidado que pueden ser generales para la mayoría
de los psicólogos, en todos los contextos del ejercicio profesional. Así las cosas, es importante
que, de forma individual, el psicólogo descubra las conductas y espacios propios que le ayuden a
disminuir el desgaste laboral y mantener su salud mental.

La importancia de que el psicoterapeuta tenga en cuenta que él es también un sujeto,

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un individuo, un ser humano, permitirá ciertos beneficios en la relación terapéutica y
el autoanálisis y autoconocimiento que se permita tener, incrementará, no sólo la salud
mental de sí mismo, sino que, por extensión, la de sus pacientes (López-Medina, 2011,
p. 9).

El ser, el saber y el cuidado


En cuanto a la personalidad, es importante mencionar que la misma está constantemente influen-
ciada, a nivel general, por factores hereditarios y ambientales, sin ser en su totalidad aspectos
determinantes en el comportamiento del ser humano; así mismo, contextos como la familia, la

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escuela y la sociedad son espacios donde se relaciona o interactúa la persona en los primeros años
de vida y, en general, durante toda su existencia, por lo cual son y serán siempre moldeadores de la
personalidad, porque, entre otras cosas, allí se inicia el autoconocimiento e identidad, el desarrollo
social y la ética del ser humano. Sanz (2002) (como se citó en Cantera y Cantera, 2014) señala “que
en la construcción de la personalidad existen elementos de la tradición cultural y la propia elabora-
ción que hace la persona de todas sus experiencias y mensajes recibidos” (p. 93); es decir, existen
elementos externos e internos que permiten el fortalecimiento de habilidades o competencias en
el desarrollo de la personalidad del individuo, que determinan su manera de actuar, pensar y sentir;
además, esto fluye desde la personalidad de cada individuo, que nace a partir la construcción de
la identidad propia y de características que lo hacen único. Ahora bien, ¿cómo entender que la
personalidad contribuye al desarrollo del autocuidado en el profesional de psicología?, es lo que se
indagará en este apartado.

El COLPSIC (2014) determina como una competencia transversal del psicólogo, es decir,
que debe desarrollarse dentro de su campo laboral: la “autoevaluación y autocuidado, donde el
psicólogo debe mantener una práctica autorreflexiva y de autoevaluación permanente sobre los
resultados, alcances, limitaciones e implicaciones de su actuación profesional y adopta estra-
tegias de autocuidado en su desempeño profesional” (p. 23). Por consiguiente, es necesario que
el profesional desarrolle dicha competencia de autocuidado en pro del bienestar propio y del otro;
además, que esta haga parte de su personalidad y se vea reflejada en sus conductas, emociones
y pensamientos.

El estudiante de psicología debe así concebirse como una persona integral, donde lo biológico, lo
psicológico y lo social se interrelacionan permanentemente, por lo que tanto su desarrollo emocional
como sus características de personalidad contribuirán a la eficacia o éxito en su desempeño profe-
sional (Aragón, 2011, p. 73).

Es decir, el conocimiento de sí mismo y el reconocimiento de habilidades y competencias le


permite al psicólogo alcanzar un equilibrio personal y profesional, que se evidencia en la manera
de actuar, sentir y pensar frente a los diferentes contextos de la vida; es, sin duda, la mejor forma
de conocer las características de su personalidad, que influyen en sus relaciones y su práctica
profesional.
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

Teniendo en cuenta que la función principal del profesional en psicología es el contacto directo
con las personas, con lo cual impacta en sus vidas, es indispensable que el psicólogo tenga claro
que requiere de conocimientos, experiencia, competencias y una serie de habilidades y cualidades
personales, entre ellas el autocuidado; esto porque, al momento de ejercer, como lo menciona
Guy (1995), “lo que ‘es’ una persona se vuelve más importante que lo que ‘sabe’” (pág. 68); la
persona impacta con “lo que es”; es decir que la personalidad permite y limita las intervenciones
psicológicas.

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Self-care as a component of the psychologist's mental health from a biopsychosocial perspective

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En este orden de ideas, el autocuidado no es una técnica o un enfoque de la profesión del


psicólogo, sino que es una competencia que se convierte en su responsabilidad como persona y
como profesional; y al reconocerlo y asumirlo se convierte en una característica de su persona-
lidad, que como lo señala Harrsch (2005):

Para el desarrollo del Yo como psicólogo, el individuo en la búsqueda de identidad


profesional, en un constante esfuerzo por definirse, sobredefirnirse y redefinirse a sí
mismo, debe abocarse al análisis de su personalidad como parte de su formación, para
evitar proyectar su propia patología en el ejercicio profesional (p. 255).

El autoanálisis que hace el profesional de su personalidad le permite generar conciencia de sus


capacidades, actitudes, hábitos, sentimientos, emociones, y a la vez trabajar en sí mismo, lo cual
se convierte en una conducta de autocuidado en lo personal y lo profesional; además, contribuye a
que pueda desempeñar, de manera consciente y responsable, su labor para con el otro.

Entonces, la competencia de autocuidado debería ser parte del profesional, en tanto, a través de
experiencias y circunstancias personales y laborales, se hace necesario su desarrollo. El psicólogo,
en su función, está siempre influenciado e influyendo por y en los pacientes, por lo cual, “la perso-
nalidad del psicoterapeuta constituye la herramienta primordial utilizada en la práctica de la psico-
terapia. Sean cuales fueren la orientación teórica y el nivel de experiencia, la personalidad del
terapeuta es uno de los factores más importantes del tratamiento” (Guy, 1995, p. 343). En este
sentido, se espera en el profesional la capacidad de autoconocimiento, que le ayude a promover su
salud mental y la de sus pacientes.

El mayor compromiso y responsabilidad es del profesional mismo, quien debe procurar conocer
sus características de personalidad, reconociendo así las habilidades y destrezas que están a su
disposición y que le facilitan la relación terapéutica; asimismo, debe ser consciente del desgaste
que el desarrollo de su profesión ocasiona en él. “No hay madurez humana personal y no hay
‘salud mental’; o ‘personalidad sana’; sin capacidad de gestionar para sí –en autorregulación y
autocuidado– una experiencia gozosa de la vida” (Fierro, 2004, p. 13); es decir, la experiencia
de autoconocimiento y autorregulación debe estar a favor del profesional, de manera que pueda
conocer su personalidad y, por ende, mejorar sus conductas de autocuidado.

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Construcción social: un componente ético
Las construcciones sociales han estado a lo largo de la historia al servicio del hombre, como un
producto de la cultura que emerge en cada sociedad, llenando de sentido y significado objetos y
situaciones para favorecer la relación con otras personas y con el entorno que les rodea. Al respec-
to, Berger y Luckmann (2003) mencionan:

Los orígenes de un universo simbólico arraigan en la constitución del hombre. Si el


hombre en sociedad es el constructor de un mundo, esto resulta posible debido a esa
abertura al mundo que le ha sido dada constitucionalmente, lo que ya implica el conflicto
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entre el orden y el caos. La existencia humana es, desde el principio, una externalización
continua. A medida que el hombre se externaliza, construye el mundo en el que se
externaliza (p. 132).

Según lo anterior, el hombre genera nuevos significados según las interacciones que se
establezcan dentro de cada sociedad, y las características del grupo en el que se encuentre inmerso;
así las cosas, se abordará, en este apartado, qué tanto influye la construcción social en el desarrollo
de la competencia de autocuidado para el profesional de psicología.

Según Gómez (2017), el autocuidado es “una construcción cultural relacionada con el cuidado
propio, de sus familiares y personas más cercanas” (p. 103); lo anterior revela en el autocuidado
una implicación con el otro, es decir, el cuidado propio se verá reflejado en relaciones de cuidado
con las personas de su entorno. Desde que el hombre nace es recibido en un grupo social primario
(la familia), el cual a su vez se encuentra inmerso en una cultura que determina patrones de compor-
tamiento de autocuidado, de lo que socialmente en ese contexto está establecido; factores como
la clase social, la edad, el género, la educación y las experiencias previas serán determinantes
en las dinámicas de cuidado que se presenten en los miembros de ese grupo, y también serán
significativas en la construcción del concepto y la práctica de autocuidado del nuevo integrante,
como reflejo del cuidado que ha presenciado y recibido; posteriormente, construirá unas bases que
pueden ser reforzadas o replanteadas por las interacciones en otros grupos, en el entorno social,
académico, y en las mismas intervenciones profesionales. En este sentido, Homan et al. (2001)
precisan:

El autocuidado es una función inherente al ser humano e indispensable para la vida de


todos los seres vivos con quienes interactúa; resulta del crecimiento de la persona en el
diario vivir, en cada experiencia como cuidador de sí mismo y de quienes hacen parte
de su entorno (p. 27).

En este orden de ideas, cada persona le da un sentido a la construcción de autocuidado, en la


medida que lo va experimentando desde su propio cuidado o como cuidador de alguien más; es
decir, es una competencia que se desarrolla a través de las vivencias y situaciones que atraviesan
a la persona y que la hacen reflexionar y reconocer su importancia al sentir el bienestar que este
puede generar o las situaciones de malestar que ha podido evitar al implementarlo, preservando la
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vida y su sano desarrollo. En el caso particular del psicólogo, convertirse en el cuidador de sí mismo
termina siendo una función elemental, que proviene del transcurrir de experiencias que ha vivido,
favoreciendo el cuidado con quienes interactúa y dando como resultado una mejor práctica de su
desempeño laboral y efectividad en los servicios que ofrece.

Morales et al. (2003) señalan que el autocuidado “tiene como propósito promover la salud y
prevenir la enfermedad” (p. 11); por ello es común que sea abordado principalmente en el área de
la salud; sin embargo, es posible identificar diversas interpretaciones en los diferentes escenarios,
contextos y grupos sociales en los que normalmente interactúan las personas. En este caso, se
abordará el autocuidado como una competencia que debería asumir el psicólogo, con el fin de
mantener el equilibrio de la propia salud y un adecuado acompañamiento en el ejercicio profesional.
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Después de haber abordado la construcción social del autocuidado, es fundamental abordar la


construcción social del psicólogo; al respecto Guy (1995) afirma: “Como a los chamanes ances-
trales, a los psicoterapeutas se les concede un lugar privilegiado en nuestra sociedad. Algunas
personas consideran al terapeuta un santo, digno de gran respeto y admiración” (p. 21).

A ese lugar de “privilegio” que le ha dado la sociedad, puede añadírsele un grado de represión o
limitar la expresión de sus emociones, imprimiendo de manera implícita el imaginario social de que
el psicólogo tiene que estar en óptimas condiciones, deshumanizándolo, cuando el reconocimiento
de ser persona, antes que profesional, y aceptar sus propios límites hace parte de la competencia
de autocuidado: “Lo que nos convierte en humanos, es el reconocimiento de la radical fragilidad y
vulnerabilidad de nuestra condición, y el hecho de que no podemos eludir el tener que responder
ante el lamento y la solicitud del otro” (Martínez-Ques, 2019, p. 3).

De otro lado, la relación que hay entre autocuidado, salud y formación disciplinar en psicología,
en la cual “la psicología se sustenta como disciplina científica y práctica profesional en la medida
que es avocada al bienestar humano” (Polo-Vargas et al., 2013, p. 564), le da un sentido ético
al ejercicio profesional del psicólogo, exigiéndole orientar cada una de sus acciones en función
de favorecer la salud mental de las personas y de sí mismo; por tanto, debe ser de interés para
el profesional de psicología desarrollar la competencia de autocuidado, de manera que ayude a
mantener su propia salud mental.

En este orden de ideas, se convierte en un deber garantizar su propio cuidado para poder cuidar
del otro, lo cual implica el reconocimiento de lo que puede hacer y cómo su intervención afecta
a los demás en su práctica profesional; esto lleva consigo un ejercicio íntegro y ético, en tanto el
autocuidado, dentro del gremio de psicólogos, es adoptado como un constructo social, reflejo de la
condición del psicólogo, en aras de ofrecer cuidado a los demás.

Praxis psicológica, una construcción consciente

Este apartado busca explorar las praxis de promoción, prevención e intervención en autocuidado
de los profesionales de psicología, resaltando la importancia del proceso de psicoeducación para
el ejercicio profesional del psicólogo, teniendo en cuenta que este es uno de los profesionales que

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más se enfrenta a factores de riesgo psicosocial, en relación con la ejecución de sus funciones,
dado que a diario afronta situaciones críticas que ponen a prueba lo humano, historias de vida
desgarradoras, pobreza extrema, enfermedades de difícil tratamiento y demás asuntos que lo con-
frontan con la vida. Tapia y Iturra (1996) (como citó en Cerda, 2012) señalan:

la importancia de que los profesionales se responsabilicen a sí mismos como los prin-


cipales agentes de desarrollo del autocuidado, porque los profesionales que, entre otras
cosas, están encargados de promover las prácticas de autocuidado en las personas con
las que trabajan, deberían primero haber asumido el autocuidado como una práctica
personal, ya que de este modo pueden vivenciar directamente los cambios que puede
tener esto en su estilo de vida (p. 24).

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Para responsabilizarse de sí mismo es importante que el profesional logre resolver las


experiencias difíciles que haya afrontado o que le aquejan, además de estar atentos a las percep-
ciones, emociones y sentimientos que se generan en la relación profesional, como parte del proceso
de psicoeducación; además, cuanto mejor se conozca el profesional, más posibilidades tendrá de
tramitar sus conflictos y afrontar las situaciones que son narradas a diario por sus consultantes. Es
decir, el cuidado del profesional inicia por el cuidado de sí mismo; para esto es de vital importancia
confiar en su propia persona, en sus habilidades y capacidades, de forma que lo lleven a obtener el
autoconocimiento, lo cual le permitirá diseñar o planificar su estilo de vida, que se evidencia en los
hábitos y prácticas de autocuidado que el psicólogo tiene consigo mismo.

La psicoeducación implica un proceso educativo mediante el cual el facilitador particulariza


sumariamente información científica actual y relevante, a fin de responder preguntas acerca del
origen, evolución y óptimo abordaje de un padecimiento desde su entorno; además, implica también
consejería y entrenamiento en técnicas para afrontar el problema (Bäuml, Froböse, Kraemer, Rentrop
& Pitschel-Walz, 2006, como se citó en Montiel-Castillo y Guerra-Morales, 2015, p. 326).

En este proceso psicoeducativo están incluidos la promoción y prevención de la salud mental,


y su propósito es prevenir la aparición de la enfermedad, detener avances y atenuar sus conse-
cuencias. Asimismo, busca reformar conocimiento y desarrollar habilidades que conduzcan a
mejorar la salud mental; entonces, la finalidad sería responsabilizar al psicólogo de su estado de
salud mental, lo cual lo hace sumamente importante, ya que es un proceso desde el psicólogo hacia
el consultante, y del psicólogo consigo mismo.

“Psicoeducar cura la incomprensión, el reproche, la culpa y la indefensión aprendida, la psico-


educación sustituye la culpa por la responsabilidad, la indefensión por la proactividad, la negación
por la integración y la autoestima por la autoestima” (Colom, 2011, p. 150). La psicoeducación del
psicólogo consigo mismo implica entonces ocuparse de manera paralela de su dimensión personal,
relacional y social; extraer y resaltar activamente lo que le pertenece y lo que no, en la práctica
terapéutica. Para llegar a ocuparse de estos aspectos es necesario tener en cuenta que:

El utilizar la capacidad reflexiva como científicos/as o profesionales supone dirigir


nuestra atención hacia los objetos y fenómenos del mundo y de la propia ciencia o
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perspectiva teórica con la que experimentamos, pero también hacia un/a mismo/a como
científico/a o profesional (tomándose como objeto de observación y escrutinio), ya que
toda nuestra práctica, nuestras concepciones de las cosas está mediada, filtrada, teñida
por nuestra persona (“nuestro ojo que mira”), de manera que “sólo podemos mirar con
nuestro ojo, pero no mirar a nuestro ojo que mira”, por tanto, no podemos escaparnos o
distanciarnos de nosotros mismos, al contrario, somos el instrumento que nos permitirá
orientarnos, relacionarnos, mirar e interpretar el mundo (Albertín-Carbó, 2007, p. 10).

Lo anterior implica el ejercicio profesional como una constante reflexión para el psicólogo, pues
ahí es donde se pone a prueba el saber teórico y práctico, la luz y la oscuridad que cada persona
contiene; además, toma mayor fuerza en la medida en que se enfrenta al papel de psicoterapeuta,
por lo que es necesaria la atención en sí mismo, y la postura reflexiva y autocrítica; estas actitudes
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llevarán al psicólogo a conocer sus fortalezas, oportunidades de mejora y necesidades, y de esta


manera buscar apoyo de sus pares, o incluso iniciar o retomar su proceso terapéutico. En este
sentido, el psicólogo tendrá presente su componente humano; por ende, la necesidad de reforzar
sus conocimientos, mejorar sus capacidades, dominar sus propios temores y comprometerse con
su crecimiento personal y profesional, constante y continuamente; esto como parte de las prácticas
de autocuidado consigo mismo y con los demás.

Para complementar lo anteriormente expuesto, Arón y Llanos (2004) dicen que “ser adulto
implica hacerse cargo de uno mismo, quizá lo que más diferencia al adulto del niño es la obligación
del adulto de responsabilizarse por sí mismo y por su cuidado personal” (p. 6); además, estos
autores mencionan algunas estrategias de autocuidado que son necesarias en la práctica profe-
sional del psicólogo:

Registrar y hacer visible de manera oportuna los malestares físicos y psicológicos, gene-
rados en la práctica, tener espacios de oxigenación con actividades alejadas de los temas
de trabajo, actividades de recreación, deporte y entretenimiento, evitando la elección de
temáticas que tengan que ver con los asuntos abordados como terapeuta, por ejemplo,
libros o películas que lo remitan a situaciones que está trabajando actualmente con el
consultante (p. 6).

Adicionalmente es necesario compartir la carga emocional con pares, ya que esto le permitirá
disminuir la presión que se genera en casos complejos, dejando por fuera a las redes de apoyo
personal, como pareja, hijos y amigos, es una medida importante de autocuidado, no contaminar
las redes personales, que son un factor protector muy valioso en el área emocional.

El profesional deberá también continuar su formación en perspectivas teóricas adecuadas, de


acuerdo con la población, la edad, el sexo y las problemáticas afrontadas por el consultante. Esto
para evitar la sensación de ineficiencia e incompetencia, así mismo para asignar responsabilidades
a quien corresponda sin asumir culpas y sin culpar a otros (Arón y Llanos, 2004, pp. 7-8).

Hacerse cargo de sí mismo se convierte, entonces, en la principal fuente de autocuidado, y hace


que el profesional de psicología tenga grandes retos con la profesión y consigo mismo; lo que es
como persona y su propia existencia se convierten en una herramienta terapéutica que termina

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facilitando u obstaculizando el proceso. Por ello es importante la práctica consiente, poner en la
palabra, nombrar lo que le hace eco, lo que piensa constantemente, lo que resta claridad; y no solo
nombrarlo a sí mismo o ser consciente de ello, es además tramitarlo con un colega, grupos de
apoyo o un terapeuta. Responsabilizarse de sí mismo implica autoconocimiento, y en esa misma
medida reconocer las fortalezas y las debilidades, los hobbies y actividades que disfruta, desde qué
bases teóricas va a operar, en qué aspectos teóricos debe profundizar, y cuáles son sus recursos
personales y sociales; lo anterior, de manera consciente y realizado constantemente convierten
el quehacer del psicólogo en un ejercicio de crecimiento personal y profesional. Como menciona
Freud (1937),

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Es necesario que el profesional mantenga un equilibrio, todo analista debería hacerse


de nuevo objeto de análisis periódicamente, quizá cada cinco años, sin avergonzarse
por dar ese paso. Ello significaría, entonces, que el análisis propio también, y no sólo
el análisis terapéutico de enfermos se convertirá de una tarea terminable (finita) en una
interminable (infinita) (p. 251).

Es importante reflexionar en que la práctica profesional requiere formación continua, autorre-


flexión, autoconocimiento y proceso terapéutico; espacios de psicoeducación que le facilitan al
psicólogo establecer límites, reconocer sus fortalezas y, con ello, garantizar su salud mental y el
buen ejercicio profesional.

Consideraciones finales
La competencia del autocuidado se debe reflexionar de forma integral en todas las dimensiones del
ser humano: personal, profesional y social; lo anterior, debe surgir de conductas personales que
ayuden a mejorar las demás dimensiones, pero que, a su vez, le ayuden al profesional de psicología
a desarrollar la personal. La implementación de las prácticas de autocuidado desde la dimensión
personal del psicólogo sugiere una función de fortalecimiento recíproco del autocuidado en las
demás dimensiones; si el profesional de psicología, en su proceso de desarrollo, ha incorporado
prácticas de autocuidado, estas pueden verse reflejadas en su bienestar profesional, lo que le per-
mitirá en esta misma condición abordar, a través de su accionar, la dimensión laboral y social; por
ende, mejorar sus intervenciones prácticas, es decir que las conductas de autocuidado sean inte-
grales y holísticas en todos los comportamientos, pensamientos, emociones, relaciones y escena-
rios donde el psicólogo interactúe, ayuda a fortalecer la salud mental del mismo. El autocuidado es
una competencia que se desarrolla, se aprende y se adquiere gracias a la experiencia y formación.

El autoconocimiento de sí mismo permite al psicólogo reconocer las características de su perso-


nalidad, siendo esta una herramienta facilitadora en el desarrollo de la competencia del autocuidado
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y, en general, del ejercicio de su profesión. También refleja en el profesional un compromiso consigo


mismo y con los demás, ya que su capacidad para auto-reconocerse implica la habilidad para identi-
ficar cada una de las características que lo constituyen como persona, reconociendo fortalezas y
debilidades; y al tener plena conciencia de ellas podrá generar su propio equilibrio y bienestar. El
conocerse a sí mismo permite la reflexión entre el saber y el ser, pues no solamente se requiere
de teorías y técnicas profesionales, sino que además la personalidad del profesional de psicología
es su herramienta principal para el éxito de los procesos que aborde en los diferentes ámbitos del
ejercicio psicológico.

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Las construcciones sociales forman y ayudan a desarrollar el concepto de autocuidado en la


sociedad; además, como consecuencia, en los profesionales de psicología estas construcciones
pueden influir en propiciar o inhibir, reforzar o modificar acciones de autocuidado en los diferentes
contextos y en las interacciones que se dan en la sociedad; este hecho puede influenciar de manera
significativa en el desarrollo de la competencia de autocuidado del profesional de psicología,
debido a que estas construcciones sociales lo atraviesan en todas las dimensiones: biológica,
social y psíquica. El hombre es dador de sentido en la medida que experimenta el mundo, por
tanto, el profesional de psicología puede estar influenciado por las construcciones sociales que
resultan de su interacción con la sociedad, ya sean determinantes o no; asimismo, se debe tener
en cuenta la personalidad y la construcción personal que cada uno realiza de sí mismo. La práctica
del autocuidado puede ser subjetiva y reflexionada desde los componentes biopsicosociales que
conforman las creencias y los comportamientos que integran al sujeto; cada profesional de psico-
logía implementará las conductas de autocuidado propias, resultado de su autoconocimiento, auto
reflexión, personalidad y constructo social, dando así un sentido ético a la práctica del psicólogo.

El ejercicio profesional del psicólogo termina siendo, entonces, un compromiso y una respon-
sabilidad consigo mismo, en tanto debe ser responsable por dominar las teorías y métodos,
asumiendo la reflexión, las prácticas de autocuidado y el propio proceso terapéutico, y en donde
las prácticas de autocuidado adquieren el reconocimiento de una actividad infinita y necesaria,
propia del ser profesional y personal, de constante realimentación a través de la psicoeducación,
como un facilitador que le ofrecerá al psicólogo herramientas necesarias para hacerse cargo de
sí mismo; además, en esa medida, se construye y reconstruye conscientemente, y pone lo mejor
de sí al servicio de quienes diariamente acuden a él; si el psicólogo cuenta con bienestar y salud
mental, esto será reflejado en la práctica del profesional para con él y el grupo de poblacional que
atienda, garantizando una buena praxis.

Así las cosas, con la revisión documental realizada, se concluye que la competencia del
autocuidado es una construcción personal desde las diferentes dimensiones: biológica, psíquica y
social; la misma es trasversal al ejercicio del psicólogo, generando bienestar y salud mental para sí
mismo y la población que atiende, y generando un sentido ético con las conductas de autocuidado
aplicadas en la praxis psicológica.

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


Finalmente, y desde una perspectiva de posibilidad que potencia la salud en todas sus dimen-
siones, es el deseo del presente texto viabilizar algunos mecanismos que señalen por qué el
psicólogo, desde su formación nobel hasta su momento de profesionalización, comprende y asume
su lugar en la sociedad de manera integral, tal y como se potencia en la Figura 1.

163
Alejandra Holguín Lezcano, Lucero Arroyave González, Verónica Ramírez Torres, William Alberto Echeverry Largo, Alexander Rodríguez Bustamante

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3760

Figura 1. Imagen de salud mental

SALUD
MENTAL

AUTOCUIDADO

DE LO PSICO A PSICOLOGÍA
LO BIO, Y
UN ASUNTO QUE CUIDADO
SE CONCRETA

Conflicto de intereses
Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial
de cualquier índole.

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Artículo de reflexión no derivado de investigación

Herramientas de autocuidado
para el profesional psicosocial
como factor protector de su
salud mental y bienestar1
Self-care tolos for the psychosocial
profesional as a protective factor of
his mental health and wellbeing

Recibido: 26 de mayo de 2020 / Aceptado: 9 de julio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Díaz-Torres, C. D., Gómez-Villa, C. A., Corredor-Díaz, S., Quiceno-Garcés, Y. G., y Rodríguez-Bustamante, A. (2020).
Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 168-186 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945

Herramientas de autocuidado para el profesional psicosocial como factor protector de su salud mental y bienestar.
Poiésis (39), pp. 168-186. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3767

Carolina Díaz Torres*, Claudia Andrea Gómez Villa**,


Stefany Corredor Díaz***, Yudi Girlesa Quiceno
Garcés****, Alexander Rodríguez Bustamante*****

Resumen
El texto esboza de una manera reflexiva el lugar de los factores protectores que son
vitales para el trabajo de los profesionales en el contexto psicosocial; surgen, entonces,
algunas de las herramientas encausadas al apoyo sistemático que desde el bienestar
1
Artículo realizado en el marco del trabajo de grado titulado Autocuidado en el profesional psicosocial elaborado durante los años 2019 y
2020 en el programa de Psicología de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad Católica Luis Amigó. El estudio fue
orientado por Alexánder Rodríguez Bustamante, profesor asistente y categoría Junior en Colciencias. Pertenece al grupo de investigación
Farmacodependencia y otras adicciones y a su línea de investigación Adicciones y salud mental. Los autores agradecen las bases
temáticas ofrecidas por la profesora Cristina María Giraldo Hurtado, docente de la Universidad de Antioquia y el Tecnológico de Antioquia
Institución Universitaria, tras su conferencia realizada en el mes de abril de 2019 en la Escuela de Posgrados de la Universidad Católica
Luis Amigó, titulada Encuentro formativo: la reflexividad en el autocuidado del profesional psicosocial.
*
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia.
Contacto: carolina.diazto@amigo.edu.co
**
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia.
Contacto: claudia.gomezil@amigo.edu.co
***
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia.
Contacto: stefany.corredordi@amigo.edu.co
****
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia.
Contacto: yudi.quicenoga@amigo.edu.co
*****
Doctorando en Educación de la Universidad Pontificia Bolivariana-Medellín. Profesional en Desarrollo Familiar, Especialista en Docencia
Investigativa Universitaria, Especialista en Terapia Familiar y Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Docente de la Facultad de
Psicología y Ciencias Sociales; director de la Escuela de Posgrados de la Universidad Católica Luis Amigó-Medellín. Contacto: alexander.
rodriguezbu@amigo.edu.co, https://orcid.org/0000-0001-6478-1414
Herramientas de autocuidado para el profesional psicosocial como factor protector de su salud mental y bienestar
Self-care tolos for the psychosocial profesional as a protective factor of his mental health and wellbeing

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3767

individual será vital pensarlo y actuarlo en pro de una mejor calidad de vida en lo pro-
fesional y personal. Dentro de los hallazgos se viabiliza la importancia del autocuidado,
cuidado de sí y lo paradojal del estar bien para que otros estén bien, y el encuentro
terapéutico como alternativa para privilegiar la palabra, el discurso, el apoyo a otros
que apoyan y la formación institucional y gremial que se traduce en apuestas políticas
y gremiales hacia el cuidar a quien se dispone profesionalmente a cuidar a otros. ¡Vaya
tarea la que se propone!

Palabras clave:
Autocuidado; Factor protector; Herramientas psicológicas; Profesional psicosocial;
Salud mental.

Abstract
The text outlines a reflection concerning the place of protective factors that are vital
for the work of professionals in the psychosocial context; Then some of the tools for
systematic support emerge that, from the individual well-being, will be vital to think
about and act on it in favor of a better professional and personal quality of life. Among
the findings are the importance of self-care, self-care and the paradox of being well
so that others are well, the therapeutic encounter as an alternative to privilege the
word and the speech, the support to others who support and the institutional and union
training; which translates into political and union bets towards caring for those who are
professionally willing to take care of others. What a challenging task!

Keywords:
Self-care; Protective factor; Psychological tools; Psychosocial professional; Mental
health.

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Introducción
“El autocuidado es una función humana reguladora que debe aplicar cada
individuo de forma deliberada con el fin de mantener su vida y su estado
de salud, desarrollo y bienestar, por tanto, es un sistema de acción”.
Naranjo-Hernández, Concepción-Pacheco y
Rodríguez-Larreynaga (2017, pág. 2).

Este estudio aborda el tema del autocuidado en el profesional psicosocial, debido a que en la actua-
lidad sigue siendo un reto la comprensión de este fenómeno; por tal motivo, se considera importan-
te brindar a los estudiantes y profesionales en psicología información acerca del autocuidado y, a
su vez, visibilizarlo y convertirlo en una herramienta de prevención y protección. En el desarrollo de
este escrito se da respuesta al objetivo general de la investigación: relacionar la influencia de las
herramientas de autocuidado con la promoción y prevención de la salud mental y el bienestar del
profesional psicosocial. Jiménez y Moreno de Luca (2013) argumentan como el:

El trabajo ha estado siempre presente en la vida del ser humano y ha sido eje funda-
mental de las sociedades, a través de este el individuo puede experimentar una situación
gratificante o por el contrario frustrante, determinada por su realidad social, particular;
lo anterior genera distintas percepciones y significados del trabajo y lo que a su vez se
revierte en el desarrollo de las sociedades (p. 40).

Lo anterior tipifica un rasgo de humanidad para alertar sobre la importancia de ocuparse sobre
el trabajo que el ser humano realiza en lo cotidiano y cómo desde el orden social tendríamos que
validar el lugar del cuidado sí y los otros como respuesta a una sociedad más justa y respetuosa en
virtud de las necesidades de aquellos que velan por la salud mental.

Apoyado en tres objetivos específicos, en el texto se argumenta la estructura discursiva:


describir los recursos con los que cuenta el profesional psicosocial para el cuidado de sí mismo
en sus diversas dimensiones; caracterizar las herramientas de autocuidado que pueden disminuir
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

los riesgos biopsicosociales en el profesional psicosocial y; finalmente, identificar cómo la ayuda


mutua entre profesionales puede regular los factores que afectan su propio desarrollo con relación
al funcionamiento de su ejercicio profesional.

A partir de los supuestos o hipótesis y de las preguntas que surgieron en el transcurso de la


investigación, se debe tener en cuenta que el autocuidado surge como una práctica que busca
potenciar siempre los aspectos más saludables del individuo, debido a que este solo es visto
como un factor protector para la solución de problemas, síntomas o para tratar una enfermedad;
el autocuidado suele considerarse como la posibilidad para transformar estilos de vida saludable
en los escenarios y contextos de actuación del profesional psicosocial. El autocuidado es, según
Prado-Solar et al. (2014),
170
Herramientas de autocuidado para el profesional psicosocial como factor protector de su salud mental y bienestar
Self-care tolos for the psychosocial profesional as a protective factor of his mental health and wellbeing

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una actividad del individuo aprendida por éste y orientada hacia un objetivo. Es una
conducta que aparece en situaciones concretas de la vida, y que el individuo dirige hacia
sí mismo o hacia el entorno para regular los factores que afectan a su propio desarrollo
y actividad en beneficio de la vida, salud y bienestar (p. 5).

En tal sentido, se entiende como una conducta que realiza o ha de realizar la persona para sí
misma con el fin de prevenir o controlar factores estresantes que pueden ser tanto internos como
externos. El autocuidado debe ser una forma de respuesta a la necesidad de los profesionales y
llevado a cabo por ellos mismos, además, cabe resaltar la responsabilidad que tiene la institución
en la cual se está formando el profesional para fomentar, propiciar espacios y recursos necesarios
para el cumplimiento de este fin. Por tanto, prevenir los riesgos a los que se enfrenta el profesional
psicosocial, desde el momento de la formación pregradual, implica una responsabilidad compartida
entre quien se forma y la institución que brinda dicha profesionalización. Lo anterior es consecuente
con los criterios que el Ministerio de Educación Nacional y los cuerpos colegiados que regulan
el ejercicio de la profesión han tipificado en directrices y leyes tales como: El Plan Decenal de
Salud Pública 2012-2021 (Ministerio de Salud y Protección Social, 2013) y la Ley 1616 del 2013
(Congreso de la República de Colombia, 2013) donde se incluyen la promoción y la prevención de
la salud mental y se utilizan como referentes los siguientes artículos:

La Ley 1616 del 2013 (Congreso de la República de Colombia, 2013), en el artículo 3° hace
referencia a la

Salud Mental como un interés y prioridad nacional para la República de Colombia, es un


derecho fundamental, es tema prioritario de salud pública, es un bien de interés público
y es componente esencial del bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida
de colombianos y colombianas.
[En el artículo 5° dicha ley indica que] la promoción de la salud mental es una estrategia
intersectorial y un conjunto de procesos orientados hacia la transformación de los deter-
minantes de la Salud Mental que afectan la calidad de vida, en procura de la satisfacción
de las necesidades y los medios para mantener la salud, mejorarla y ejercer control
de la misma en los niveles individual y colectivo teniendo en cuenta el marco cultural
colombiano (pp. 1-2).

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De acuerdo con lo anterior y, con base en el Plan Decenal de Salud Pública de Colombia 2012-2021
(Ministerio de Salud y Protección Social, 2013), la protección de la salud en los trabajadores tiene
como objetivo:

Fortalecer y promover la conformación de instancias organizativas de grupos de traba-


jadores vulnerables en la protección de la salud en el trabajo, mediante la promoción de
una cultura preventiva, además de incentivar la participación de los trabajadores en la
protección de la salud en el trabajo, por medio del fomento de una cultura preventiva.
(Ministerio de Salud y Protección Social, 2013, p. 96).

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En igual medida, para disminuir los factores de riesgo y enfermedades laborales asociadas a la
falta de autocuidado en el profesional psicosocial (psicólogos), la Ley 1090 de 2006 refiere que el
psicólogo tiene derecho a recibir por sus actividades profesionales protección especial por parte
del empleador de modo que garantice su integridad física y mental, tal como lo establece la Consti-
tución (Congreso de la República de Colombia, 2006).

En consecuencia, se esperaría que los profesionales en formación y aquellos ya graduados puedan


acceder a información clara, precisa y oportuna sobre la importancia que tiene el autocuidado
como una herramienta que promueve el desarrollo de una conducta de cuidado, responsabilidad,
compromiso y constancia. A su vez, que las acciones de autocuidado puedan ser fortalecidas y
consolidadas con el fin de que se establezcan como conductas permanentes.

En las líneas siguientes se proponen cuatro acápites que abordan la temática de las herra-
mientas de autocuidado para el profesional psicosocial (psicólogo) como factor protector de su
salud mental y su bienestar; se aborda la metodología, es decir que se esboza cómo se realizó el
estudio a partir del estado del arte, donde se lograrán identificar las voces de autores represen-
tativos, los fundamentos del autocuidado del profesional psicosocial, además de integrar la salud
mental, las redes de apoyo y las estrategias de afrontamiento como un factor de prevención de los
síntomas y protección de la salud mental del profesional; se genera, a partir de allí, nuevo conoci-
miento en cuanto a la importancia de estrategias, formas y alternativas a las que pueden acceder
para su bienestar y salud mental.

Diseño metodológico
Esta investigación es de naturaleza cualitativa; este tipo de investigación tiene como fundamentos,
en su dinámica, dos acciones esenciales que se basan en la descripción e interpretación de los
fenómenos, explicando únicamente los resultados obtenidos. El paradigma cualitativo posee un
fundamento decididamente humanista para entender la realidad social.

Por la naturaleza de la investigación cualitativa, se desarrolla una exposición escrita como


artículo de revisión, que da cuenta a partir de la información recolectada, de los mecanismos de
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autocuidado con los cuales puede contar el profesional en psicología. Por su parte, el enfoque cuali-
tativo comprende diversas formas de investigación, una de ellas es la investigación documental,
que, a su vez, propone distintas técnicas. Para este artículo se utilizará la metodología del estado
del arte (Gómez-Vargas et al., 2015). Esta técnica tiene diversas definiciones, sin embargo, se
trabajará bajo la tesis de Gómez-Vargas, et al. (2015): “el estado del arte busca recuperar para
trascender reflexivamente” (p. 428); se ha elegido esta definición dado que involucra en su estra-
tegia y finalidad la descripción y la comprensión del fenómeno estudiado.

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Self-care tolos for the psychosocial profesional as a protective factor of his mental health and wellbeing

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La interpretación de las distintas expresiones humanas se logra desde la perspectiva herme-


néutica (Martínez-Rodríguez, 2011), por consiguiente, la importancia del método investigativo para
la exégesis del fenómeno estudiado, el análisis y la comprensión mediante los cuales se busca
descubrir los significados de las palabras, los gestos, la conducta, los textos, entre otros, pero de
la misma manera, conservando su singularidad, produciendo datos descriptivos.

Se lograron identificar en las voces de autores representativos, los fundamentos del autocuidado
del profesional psicosocial (psicólogo), dicha información se obtuvo mediante fichas bibliográficas
(instrumento de registro de información), lo cual permitió seleccionar aportes importantes de un
texto a partir de lo más relevante que enuncia el autor, mediante la lectura y el registro de la infor-
mación en la ficha de contenido textual.

El cuerpo del formato de ficha bibliográfica está compuesto por los datos de localización,
descripción, contenido, palabras clave, comentario, tipo de ficha, elaborado por, fecha de validación
y dirección electrónica. Las fichas fueron útiles para organizar la información relevante, identificar
los temas abordados y lo vacíos que tiene la literatura referente al tema autocuidado en el profe-
sional psicosocial; también tuvieron como finalidad registrar, consignar o designar los conceptos
abstraídos a partir de una lectura de textos, es decir, se hizo un acopio de conceptos e ideas
tomadas textualmente de la literatura con sus respectivos análisis y comentarios, estructurando la
temática abordada.

Se realizó una revisión documental mediante un rastreo bibliográfico como medio de recolección
de datos para dar cuenta de la información e investigaciones que permitieran guiar, direccionar y
construir la temática por abordar, de acuerdo con lo encontrado se formuló el tema del anteproyecto
Herramientas de autocuidado para el profesional psicosocial como factor protector de su salud
mental y bienestar y, a su vez, la construcción del objetivo general y de los objetivos específicos.

Para la generación de los datos, se partió de una lectura crítica de los textos, filtrada por la
pregunta directriz de la investigación, con el fin de extraer y resumir información relevante de
las fuentes bibliográficas, que permitiera tener un panorama general de la literatura y orientar la
construcción de este escrito. Se utilizó como instrumento la ficha bibliográfica de contenido que
permite registrar información proveniente de libros, folletos, revistas, periódicos, entre otros, lo

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


cual hizo posible ordenar por categorías de análisis la información obtenida y validarla.

Se encontraron 50 artículos que contienen información sobre la temática en cuestión y dan


respuestas a los objetivos planteados, tanto el general como los específicos. La búsqueda se realizó
en diferentes bases de datos como Scielo, Redalyc, Google Académico y EBSCO, con el fin de
encontrar un horizonte frente a la cientificidad que tiene el uso de las herramientas de autocuidado
para la prevención y promoción de la salud mental y el bienestar, foco central del presente estudio
documental (ver Figura 1).

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Figura 1. Categorías y subcategorías

Discusión y resultados
Toda relación tiene sus riesgos, y la relación terapéutica es una de
las más difíciles, donde se trata de estar en comunicación profunda,
sin caer en colusión; donde se da una determinación recíproca,
bidireccional, en la que hemos de conservar la ética, una ética más
marcada por el compromiso que por la moral. Una nueva experiencia
relacional para el paciente, en la que estamos incluidos.
(Safran y Muran, 2005, p.16)
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

La reflexión sobre el autocuidado y el beneficio en su salud mental desde la perspectiva del


profesional psicosocial implica el abandono por los preconceptos que idealizan el lugar o lugares
que ocupan los profesionales que laboran en ambientes extremos y adversos y que requieren
soportes distintos como la estrategia de apoyo al apoyo (profesionales que atienden profesionales);
de acuerdo con lo anterior, se muestra la Tabla 1, que presenta los ítems categoriales fruto de la
discusión inicial por parte de los autores, enmarcados en nominales conceptuales que orientarán
algunos de los apartados del presente escrito.

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Herramientas de autocuidado para el profesional psicosocial como factor protector de su salud mental y bienestar
Self-care tolos for the psychosocial profesional as a protective factor of his mental health and wellbeing

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Tabla 1
Del sentido categorial a la reflexión
Categorización Autores en contexto Sobre la nominación
y resultado de cuidado del concepto
Cormier y Cormier (1994) y Ruiz y Villalobos (1994) señalan las siguientes:–Tener un interés sincero
Bienestar Acuña-Bermúdez por las personas y su bienestar; esto implica no tratar de obtener beneficios personales y no anteponer
(2017). las propias satisfacciones a las necesidades del cliente (p. 5).
La teoría del autocuidado se origina en la década de 1930 gracias a los planteamientos de la autora
Autocuidado Vio, Platz, Bermúdez, norteamericana Dorotea Orem, quien lo define como las actividades que realizan los individuos, las
y Vidal (2011). familias o las comunidades, para promover su salud y tratar su propia enfermedad (p. 320).
La felicidad se constituyó como factor protector para ambas ansiedades, mientras que el optimismo
Factores protectores Pavez, Mena, y Vera- se evidenció como protector de la ansiedad rasgo. Estos resultados destacan la necesidad de mayor
Villarroel (2012). investigación con variables positivas y negativas en conjunto, dadas sus potenciales aplicaciones en
las intervenciones psicoterapéuticas especializadas para los trastornos psicológicos (p. 369).
Por lo tanto, el papel del psicólogo en el campo de la salud debe darse en términos profesionales
Cuidado Piña y Rivera (2006). como desprofesionalización: el psicólogo, a partir del conocimiento generado por y desde la disci-
plina básica, transfiere el conocimiento a otros profesionales practicantes de alguna interdisciplina
particular: medicina, promoción de salud, enfermería, trabajo social, etcétera, por un lado, o a los
usuarios de los servicios, por el otro, con el objeto de que sean ambos quienes hagan uso de dicho
conocimiento –previamente traducido a un lenguaje tipo interfase– (p. 677).
Al hablar de salud mental necesariamente hay que referirse a enfermedad mental, y es así como
Salud mental Mebarak, Castro, inicialmente se realizará una mirada a la concepción que ha tenido el hombre de ella. Por miles de años,
Salamanca y los seres humanos han tratado de explicarse y controlar los comportamientos anormales, pero los
Quintero (2009). intentos siempre se derivan de las teorías o modelos de conductas populares de la época. El propósito
de tales paradigmas consiste en explicar por qué alguien “actúa de determinada forma” (p. 85).

Autocuidado-Autogobierno
Al establecer algunos símiles categoriales que potencian nuevas ideas para hallar herramientas de
autocuidado, se hace preciso establecer que desde la legislación colombiana se han ofrecido direc-
cionamientos precisos sobre el tema del cuidado de sí y la relación con el entorno. Según Garcés
y Giraldo (2013), “el cuidado de sí se entiende como un conjunto de prácticas mediante las cuales
un individuo establece cierta relación consigo mismo y en esta relación el individuo se constituye
en sujeto de sus propias acciones” (p. 2). El cuidado de sí debe considerarse como una conducta
y práctica permanente, la cual proporciona en la persona la importancia de sentirse bien consigo
mismo, además de generar una relación estrecha de interconexión entre alma, cuerpo y mente; es
decir:

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


El cuidado de sí se dirige al alma, pero envuelve al cuerpo en una infinidad de preocu-
paciones de detalle. Se convierte en un arte de vivir para todos y a lo largo de toda la
vida; el cuidado de sí es un modo de prepararse para la realización completa de la vida
(Giraldo, como se citó en Garcés y Giraldo, 2013, p. 189).

Se logra identificar la relación que tienen las herramientas de autocuidado con la promoción
y prevención de la salud mental, dado que infieren positivamente en la mitigación y reducción
del impacto que tiene la ausencia del autocuidado en el individuo, promoviendo un estado de
bienestar que potencia las habilidades y el desarrollo del profesional psicosocial; es por ello que
el profesional que acude a las diferentes herramientas con las que cuenta y a las cuales puede
acceder, permitirá disminuir el impacto que genera estar expuesto a situaciones de alto riesgo, es
decir, fenómenos humanos como trastornos mentales, situaciones de violencia o de muerte que
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presentan sus pacientes, esta constante exposición puede repercutir y generar un desgaste en
las diferentes áreas de la vida del profesional (psicólogo) si no cuenta con las estrategias y herra-
mientas necesarias de autocuidado.

Se establece, entonces, que el profesional psicosocial (psicólogos) y los que están en proceso
de formación, deben contar con diferentes herramientas de autocuidado para cada ámbito y/o
espacio de su vida, tanto personal, familiar, como en lo social, educativo y profesional, además
de establecer estrategias que les permitan identificar cambios físicos y emocionales con el fin de
evitar un desequilibrio en estas diversas dimensiones. Como lo mencionan Gómez-Vélez y Calderón-
Carrascal (2017): “La salud mental puede asociarse también a características de la persona, es
decir, competencias para resolver de forma eficaz ciertas circunstancias en la vida cotidiana y tener
un adecuado dominio del entorno; en otras palabras, ser autoeficaz” (p. 193).

Se identifica que el autocuidado es una actitud aprendida que se desarrolla en situaciones


concretas de la vida, puesto que siempre va dirigida a regular factores que afectan su propio
desarrollo, es decir, permiten el bienestar integral de la persona. Por tanto, el cuidado de sí mismo
tiene la función de proteger la existencia del ser humano; por consiguiente y haciendo referencia al
texto “La teoría Déficit de autocuidado: Dorothea Elizabeth Orem”: “El autocuidado es una función
humana reguladora que debe aplicar cada individuo de forma deliberada con el fin de mantener su
vida y su estado de salud, desarrollo y bienestar, por tanto, es un sistema de acción” (Naranjo-
Hernández et al., 2017, p. 2), lo cual demuestra que el autocuidado se activa si la persona tiene
conciencia de este, además solo cumple su función si esto ocurre de forma intencionada y voluntaria.

Se encuentra relación entre las redes de apoyo y el autocuidado, dado que las redes de apoyo
son una estructura que brinda un soporte al individuo, además de ser un recurso significativo y
fundamental para su vida laboral, profesional y educativa, ya que el autocuidado es una herra-
mienta y una forma de defensa para sortear los eventos de la vida diaria y hacerle frente a diversas
situaciones de riesgo que se pueden presentar en la labor del profesional psicosocial (psicólogo).
Sin duda, la capacidad de afrontamiento de la realidad laboral disminuirá el riesgo de las conse-
cuencias negativas por causa del ejercicio profesional, las estrategias internas con las que se
cuenta se pueden fortalecer accediendo a las estrategias externas (familia, amigos, terapeuta),
convirtiéndolas en recursos muy importantes para la disminución del desgaste laboral. En palabras
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

de Ávila-Toscano y Madariaga (2010), “Diversos autores resaltan a las redes como una fuente de
apoyo social que permite el afrontamiento de las necesidades humanas, ya que es una estructura
de soporte dirigida a la potencialización de recursos” (pág. 182).

El desconocimiento por parte del profesional sobre la importancia del cuidado propio es tal
vez la razón por la cual no se acude a ello, además se debe añadir la falta de información que hay
sobre el cuidado de sí, de igual forma, se podrían agregar los pocos recursos que las empresas,
universidades y demás instituciones emplean para llevar a quienes hacen parte de ellas, la poca
información que existe sobre autocuidado y lo importante que sería para su desempeño laboral y
su salud mental. La Ley 1616 de 2013 define la salud mental como:

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Un estado dinámico que se expresa en la vida cotidiana a través del comportamiento y


la interacción de manera tal que permite a los sujetos individuales y colectivos desplegar
sus recursos emocionales, cognitivos y mentales para transitar por la vida cotidiana,
para trabajar, para establecer relaciones significativas y para contribuir a la comunidad
(Congreso de la República de Colombia, 2013, p. 1).

Por tanto, se enfatiza en la importancia que tiene la salud mental en el autocuidado del profesional
psicosocial, puesto que es aquel equilibrio que encuentra para sostener una adecuada capacidad
de afrontamiento de la cotidianidad, las tensiones de la vida y los retos a los cuales está expuesto
en el cumplimiento de la tarea; esto significa que la intervención que realice el profesional sea
transmitida de manera adecuada e idónea, cuidando su salud física y mental y promoviendo, así,
su autocuidado.

Sobre quien cuida para que cuide: lo


paradojal que implica estar bien
En consecuencia, con la información e identificación de los documentos asociados al autocuidado,
estos en su mayoría están dirigidos hacia las personas con enfermedades crónicas y a sus fami-
liares y/o cuidadores; según Achury et al. (2011), “La labor del cuidador de cualquier paciente con
enfermedad crónica genera un gran impacto en las diferentes dimensiones de la calidad de vida”
(p. 4). Los profesionales de diferentes áreas de la salud son los encargados de brindar herramientas
de autocuidado con el fin de generar una atención de calidad. Las herramientas de autocuidado las
ofrece el profesional psicosocial en cualquier situación relacionada con salud-enfermedad, princi-
palmente dirigidas a personas enfermas, sus cuidadores o a quienes están tomando decisiones
estresantes sobre la salud y el bienestar. Según Fuentes et al. (2015):

La mayoría de los resultados de investigación confirman que los profesionales de salud


requieren programas para manejar el estrés que experimentan, y que las intervencio-
nes para el manejo del estrés basadas en entrenamiento de habilidades sociales son
prometedoras porque ayudan a desarrollar un repertorio de recursos para un mejor
afrontamiento de los estresores (p. 348).

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Es por ello que dicha labor puede considerarse como un arte, el arte de cuidar, ya que es la
capacidad de ponerse en el lugar del otro, de escucharlo, atenderlo y orientarlo con el fin de que el
individuo perciba que no está solo y que cuenta con una red de apoyo, que se convierte en un instru-
mento sólido para la promoción y prevención de situaciones que son potencialmente demandantes
y agotadoras en el ejercicio profesional, además de distinguir la influencia de éstas en relación con
la salud mental del profesional psicosocial y su autocuidado, implementando estrategias concretas,
las cuales pueden clasificarse como laborales y extra-laborales; las primeras abordan, principal-
mente, la capacidad de establecer límites entre trabajo y vida personal y recibir capacitación en el
área. Las segundas son enfocadas al cuidado personal del profesional, la activación de sus redes
sociales más significativas, generalmente entre familia y amigos.

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En este orden de ideas, surgieron los siguientes interrogantes: ¿Dónde queda el profesional en
relación con su autocuidado? ¿Quién le brinda ese apoyo al profesional psicosocial? ¿Por qué los
textos encontrados solo se refieren a terceros que se encuentran enfermos o a sus familiares?
Es insuficiente lo encontrado referente al autocuidado que debe o debería tener el profesional
psicosocial (psicólogo) que constantemente está expuesto a situaciones de riesgo como: manejo
de información compleja (abuso sexual, violencia intrafamiliar, suicidios o intento de suicidios,
duelos), diagnóstico de enfermedades terminales, muerte, trastornos mentales, vínculos sociales,
entre otros.

Pasar muchas horas escuchando las dolencias de otros tiene un costo personal, que a menudo
se percibe como fatiga crónica, dolencias físicas, tales como lumbagos, cefaleas, malestares
estomacales de diferente magnitud, el personal de salud se autoexige “estar bien” y cuando se
reconoce algún proceso de enfermedad ligada a su actividad laboral, también de alguna manera se
trata de ocultar (Barriga et al., 2003, p. 5).

Estas situaciones pueden resultar amenazantes para la salud mental y el bienestar del profe-
sional psicosocial, ya que podrían generar fatiga y/o cansancio, por la existencia de un “vacío” en
la atención, el interés, la conciencia y la información de las propias necesidades de autocuidado,
específicamente en los estudiantes y profesionales de psicología, asunto que puede subsanarse
adquiriendo, desarrollando y perfeccionando las habilidades necesarias. Además, se generan otros
interrogantes en torno al tema del autocuidado en el profesional y en los estudiantes universitarios
que ejercen la profesión (psicólogos): ¿a las universidades sí les interesa el bienestar integral de
sus estudiantes?, o ¿solo los están formando en el área del conocimiento?, respecto de lo cual
Muñoz (2016), afirma:

Un profesional de la psicología no sólo debe poseer conocimientos teóricos y habilida-


des terapéuticas, también debe tener un buen nivel de autocuidado, debe de responsabi-
lizarse de su estado mental y de su salud mental para que, a la hora de trabajar con los
pacientes, su vida personal no interfiera en el proceso terapéutico (p. 3).

Además, ¿para las organizaciones es tan importante el profesional como lo que hace?, o ¿simple-
mente está concebido como una herramienta movilizadora de producción? Todas estas preguntas
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

surgen como resultado de este proceso investigativo, donde la percepción del autocuidado es nula
frente a la importancia que ésta representa.

De acuerdo con el apartado anterior, se estaría ante un asunto personal y profesional sobre
el cual es importante destacar que los estudiantes y profesionales constantemente promueven
y brindan pautas de autocuidado, dando cabida a los especialistas en intervención psicosocial,
quienes pueden tener información clara y precisa acerca de la relevancia de contar con herra-
mientas psicosociales que puedan ser fortalecidas, ampliadas y consolidadas con el fin de que se
establezcan en una extensión de autocuidado.

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¿Me cuido para cuidar? La terapia como alternativa


Los profesionales psicosociales han tenido una valoración social, en gran medida, gracias a la
calidad de sus procesos de formación y al rol autopercibido; no obstante, se cuestiona sobre las
expectativas y/o las características que perciben los pacientes durante el proceso psicológico.
Rodríguez (2016) afirma que “Los usuarios elaboran expectativas sobre los resultados que pueden
esperar y no es de extrañar que las expectativas previas expliquen hasta el 15 % de la varianza de
resultados de los tratamientos” (párr. 28).

La mayoría de los psicólogos utilizan el concepto de rol, ya sea en el sentido de misión, o conside-
rándolo como sinónimo de tareas y funciones. La actuación del psicólogo aparece entonces confusa
y difusa, siendo más precisa cuando se expresa en ambientes laborales donde el desempeño se
limita. Se debe tener claro que el rol del psicólogo varía en función del contexto, debido a que las
dificultades por parte de los psicólogos están originadas en el entorno donde se desempeñan; es
así como Ospina (2008) apunta a que “El terapeuta de hoy se representa como un mediador entre
distintos saberes y poderes, entre ellos los que otorgan la identidad cultural, la educación, el uso de
la tecnología y el mercado” (p. 4).

Ahora bien, la cuestión que se ha propuesto en el transcurso de este trabajo es si el profesional


psicosocial se preocupa de su propio bienestar, por ello se enfatiza en que más allá del autocuidado
por lo personal y lo profesional, se debe hacer por el cuidado de los pacientes. El aporte del profe-
sional psicosocial se centra en el acompañamiento a los procesos de salud del paciente desde las
acciones de promoción y prevención que van articuladas a la participación en la evaluación de los
riesgos psicosociales.

El profesional psicosocial debe adquirir un acompañamiento psicológico para sí mismo, con el


fin de entender el quehacer profesional, tener una satisfacción y organización laboral y personal;
además puede potenciar sus propias capacidades, conocer sus necesidades fuera del ejercicio
profesional, así como comprender sus propias percepciones y experiencias, que pueden ser un
factor influyente en su salud mental y bienestar.

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Un psicólogo es siempre un generador de cambio, por ello, cuando una persona acude a una
terapia psicológica, se debe ofrecer un buen acompañamiento, teniendo en cuenta que “la relación
terapéutica es la variable más importante en el proceso terapéutico, con una influencia directa en el
resultado de la psicoterapia” (Safrán y Muran, 2005, p. 12). Es fundamental, en primera instancia, el
proceso comunicativo, añadiendo la actitud neutral por parte del psicólogo; como lo enuncia Ormart
(2005), “la neutralidad se volvió uno de los elementos centrales del encuadre, necesario para la
aplicación de la ’técnica‘ psicoanalítica” (p. 137); además, el principio esencial para la terapia
psicológica es el ser empático, considerando lo multifactorial que resulta ser el ambiente en el que
se desarrolla el profesional. Al respecto los aportes de Guerrero (2003):

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El concepto que orienta todo el análisis es el de “spillover” trabajo-familia, que corres-


ponde a la permanente e inevitable “contaminación psicológica” de las circunstancias
del trabajo sobre la vida familiar y viceversa. Se trata de un proceso connatural a la
existencia de hombres y mujeres de la sociedad industrial y que invariablemente está
presente para enriquecer o empobrecer el desempeño humano en, dentro o fuera del
trabajo (p. 73).

Entonces, ¿en qué interviene el psicólogo terapeuta?, ¿en el pensar, en el sentir o en el actuar
del otro profesional psicosocial (consultante)? En toda condición que experimenta el consultante
(profesional psicosocial), bien sea dentro o fuera de su trabajo, se encuentra expuesto a condiciones
de riesgo, incluyendo aspectos individuales tales como su personalidad, las actitudes relacionadas
con su medio, su familia y sus relaciones interpersonales. El psicólogo terapeuta trata de estimular,
entonces, la capacidad que tiene el consultante de autodeterminarse y decidir. Esto se hace con
el fin de prevenir el desgaste laboral en el profesional psicosocial, y en los problemas relacionados
con la necesidad de autocuidado. Es así como se da el aporte de la terapia psicológica, ya que
posibilita la transformación del consultante con respecto a su salud mental y el cuidado de sí,
permitiendo el desarrollo de sus habilidades y responsabilidades personales y profesionales de
manera que este se hace responsable también de su proceso (motivación al cambio); como lo
expresa Agrelo (2011): “Se busca que el sujeto registre que ’Las cosas no pueden seguir siendo
como hasta el momento‘, que pueda reconocer la presencia de un problema, aunque esté ligado a
situaciones colaterales: salud física, dificultades familiares, judiciales, etc.” (p. 22).

Es importante que los profesionales psicosociales se concienticen en recurrir a las terapias


psicológicas para evitar posibles fallos o limitaciones en el ejercicio profesional. Dentro de la terapia
psicológica, es posible que pacientes actúen reacios a ésta, por los mitos y conceptos erróneos que
se tienen de la profesión, así como “Existe la creencia generalizada entre los psicólogos clínicos,
que las personas que necesitan menos la terapia, son las que recibirán el mayor beneficio de ella”
(Santibañez et al., 2008, párr. 23); probablemente el paciente se sienta nervioso para tratar su
problema o malestar a la hora de considerar la terapia psicológica.

Son distintos los motivos de consulta que llevan a las personas a acudir a la terapia psicológica,
muchos deducen que es un asunto sencillo y no se necesita de mayor esfuerzo durante el proceso
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terapéutico, otros resisten al cambio, y en algunos casos puede ser contraproducente (agravar
los problemas que presenta la persona); algunos pacientes mejoran considerablemente, otros no
consiguen alcanzar sus objetivos y abandonan la terapia. Como lo menciona Alcázar-Olán (2007):

Las razones para asistir o no pueden variar de una persona a otra e incluso pueden
variar de un momento a otro en la misma persona. Esto nos lleva a aceptar que es difícil
aceptar una única respuesta ante este problema, no obstante, una de las variables que
puede ser relevante en el estudio de la inasistencia es la de las expectativas. La razón
es la siguiente: cuando el paciente busca a un terapeuta y éste no cumple con lo que se
esperaba, es posible que el paciente desista de asistir a sesiones futuras. La mayoría de
los pacientes abrigan ciertas expectativas antes de ver por primera vez a su terapeuta y el
encuentro con éste, en la primera entrevista, puede ser determinante para que el paciente
decida asistir a sesiones futuras si se cumplió lo que esperaba (p. 3).
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En la intervención psicológica se cuenta con métodos diferentes a partir de la perspectiva teórica


del profesional, ya que el psicólogo aborda al paciente según su modelo teórico para comprender
a sus clientes y sus problemas, y crear soluciones y/o alternativas; de acuerdo con lo anterior,
Rodríguez (2018) propone que en el éxito o fracaso de la terapia lo siguiente es fundamental:

¿Qué variables hay que tener en cuenta para explicar el éxito o fracaso de una terapia?,
los terapeutas deben tener experiencia y habilidades comunicativas a ello hay que aña-
dirle, el efecto debido al enfoque terapéutico que usa el clínico (con sus presupuestos
teóricos, técnicas y criterios para tomar decisiones de proceso terapéutico). Todas estas
variables hay que entenderlas siempre en interacción (p. 1).

Consideraciones finales a modo de apartado temático


Considerando el autocuidado como un factor de protección para la salud mental y el bienestar
de los profesionales psicosociales (psicólogos), es oportuno indicar que a partir de lo hallado se
identificó que, a mayor conciencia frente a las herramientas de autocuidado, menor es el riesgo de
desgaste, y que cuando los profesionales psicosociales generen un incremento o grado de apro-
piación frente a este, podrán regular los factores internos y externos que pueden estar afectando
diferentes aspectos de su vida. Por consiguiente, el autocuidado debe considerarse como una
responsabilidad del profesional psicosocial (psicólogo), además de ser un compromiso ético con
respecto a su labor. De acuerdo con lo anterior, y con los hallazgos encontrados en el transcurso de
la investigación, se expondrán las herramientas que hacen parte del autocuidado en el profesional
psicosocial y que pueden funcionar como mecanismos de defensa para afrontar las adversidades
del entorno, proteger la salud mental y lograr bienestar del profesional.

Redes de apoyo. Las redes de apoyo se convierten en una herramienta fundamental para
el autocuidado del profesional, éstas se constituyen en el soporte más fuerte como método de
prevención y promoción de la salud mental. Al respecto, Gil (2015) refiere:

Darse cuenta de que las redes forman parte de la trama vital de los sujetos brinda la
posibilidad de asumirse a nivel profesional como parte de ellas; de ahí que, no solo sea
necesario reconocer las conexiones o redes entre los actores, resulte también pertinente

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


a nivel profesional conectarnos con otros ya sean grupos o instituciones para analizar e
intervenir los fenómenos sociales de manera holística (p. 187).

En este sentido, se puede reconocer que las redes de apoyo han acompañado al ser humano
durante todo su ciclo vital, es decir, desde su nacimiento y a lo largo de su vida. En el transcurso
del tiempo se crean diferentes tipos de redes que son funcionales y que cumplen su rol de acuerdo
con las necesidades del individuo, y en cada una de ellas la persona ocupa diferentes posiciones,
representa diferentes roles o actores logrando ser una herramienta adecuada para la protección de
la salud mental.

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Apoyo al apoyo. Es necesario que al interior de las instituciones existan grupos de apoyo y
que se conformen con personas que estén vinculadas entre sí, es decir que quienes integren estos
grupos, sean compañeros o colegas en su entorno laboral. Según Rodríguez (2018):

Están conformados por personas que comparten situaciones o problemas similares.


Favorecen el establecimiento de vínculos sociales significativos que, como una red,
posibilitan soporte en quienes participan y van permitiendo la generación de nuevos
recursos para el afrontamiento de la situación de crisis a partir del hecho de compartir
la problemática que los lleva allí (p. 7).

Por tanto, el grupo cumpliría la función de una red de apoyo en el ámbito laboral, pues al ejercer
la misma profesión, sus miembros pueden experimentar situaciones similares; igualmente, sería un
espacio para expresar o hablar de situaciones y sucesos que han sido traumáticos y que tienen una
alta carga emocional, es decir hacer catarsis. Es necesario que quienes conformen el grupo creen
lazos entre sí, con el fin de que la red siga funcionando como soporte para los demás y para ellos
mismos, permitiendo hacer frente a diversas situaciones de riesgo que se les pueden presentar en
el cumplimiento de su labor.

Cuidado de sí. El cuidado de sí resulta una necesidad propia del ser, pareciera ser innata. Al ser
humano le han enseñado a cuidarse y a protegerse; pero contrario a solo enseñarle, hay que llevarlo
a la práctica, como personas y profesionales, tal como lo menciona Andraca (2008), citando a
Foucault: “El cuidado de sí es una idea regulativa de la razón práctica que, lejos de ser universal,
es histórica y cultural” (p. 110). Es decir que el cuidado de sí es una disciplina regulativa, ya que
permite nivelar lo requerido para el proceso de afrontamiento necesario en el cumplimiento del rol y
de la vida misma. El autocuidado en la práctica, más que como algo existente, obvio o común, debe
consistir en una necesidad ética que se establece como herencia propia del ejercicio profesional.
En los psicólogos crece la necesidad de ayudar al otro, tratar de encontrar una solución a sus
necesidades; a esta necesidad se suma una de las razones por las cuales se contempla iniciar con
estudios pregraduales en esta área. Una idea común es la preocupación por el otro, se considera
que al emprender este camino académico se estará dispuesto para ayudar a los demás. Esta
actitud ética nace con esa intención inicial, y de la misma manera debería nacer la preocupación
por el cuidado de sí mismo, ya que el profesional es el instrumento y estar bien significa ejecutar
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adecuadamente la labor dispuesta. Para ello, Andraca (2008), citando a Foucault, menciona: “La
preocupación por los otros ya está contenida en tanto actitud ética, en el cuidado de uno mismo”
(p. 110). De este modo es posible inferir que cuando se tiene dominio de sí es posible lograr una
relación con el otro.

Psicoeducación. La psicoeducación es considerada como una de las herramientas y técnicas


más importantes para el psicólogo, a través de esta se les brinda información a las personas
acerca de un tema específico (trastornos mentales y neurológicos, consumo de sustancias, trata-
mientos, entre otros). A su vez, permite plantear soluciones a situaciones o sucesos estresantes
que pueden afectar a la persona. En palabras de Sugun Bäuml, Kraemer y Pitschel-Walz (como se
citó en Montiel-Castillo y Guerra-Morales, 2015) la psicoeducación es el

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Herramientas de autocuidado para el profesional psicosocial como factor protector de su salud mental y bienestar
Self-care tolos for the psychosocial profesional as a protective factor of his mental health and wellbeing

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3767

Proceso educativo mediante el cual el facilitador particulariza sumariamente información


científica actual y relevante a fin de responder preguntas acerca del origen, evolución y
óptimo abordaje de un padecimiento desde su entorno e implica también consejería y
entrenamiento en técnicas para afrontar el problema (p. 326).

La psicoeducación, además de ser considerada como una herramienta, también regula y


disminuye los niveles de estrés, ya que al tener información sobre un tema o situación específica
que puede estar afectando la vida de una persona, puede incentivar a afrontarla para hacerse cargo
de ésta, puesto que al contar con información se genera un panorama más amplio de la situación
en la cual se pueden encontrar soluciones. Es necesario que las instituciones de formación superior
que se encargan de generar e instaurar conocimiento, también se responsabilicen de psicoeducar
a sus estudiantes sobre qué es el autocuidado y la importancia de este para su profesión.

Agradecimientos
Ha sido un intenso periodo recargado de aprendizaje, donde nuestro apoyo incondicional ha sido el
trabajo en equipo, la comprensión y conectividad de cada integrante durante el proceso. Hoy escri-
bimos este artículo agradecidas por el acompañamiento de nuestro docente, Alexander Rodríguez
Bustamante; escribir en cooperación es la mejor de las estrategias para orientar el camino con los
gajes que ello conlleva; por ser nuestro guía y brindarnos las oportunas asesorías, además de la
paciencia para el desarrollo de cada uno de los puntos que conforman nuestro trabajo de grado, a
él ¡gracias! Igualmente a la Universidad Católica Luis Amigó por brindarnos un espacio oportuno de
calidad en formación para el desarrollo de nuestras actividades, como lo es el trabajo de grado, y
por ser un puente para el cumplimiento de nuestro sueño, graduarnos como psicólogas.

Conflicto de intereses

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


Las autoras declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial
de cualquier índole.

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Carolina Díaz Torres, Claudia Andrea Gómez Villa, Stefany Corredor Díaz, Yudi Girlesa Quiceno Garcés, Alexander Rodríguez Bustamante

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3767

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DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3755

Artículo de reflexión

Características neuro-
psicopedagógicas de las
dificultades de aprendizaje
escolar: un estudio de caso1
Neuro-psychopedagogical characteristics of
school learning difficulties: a case study

Recibido: 12 de febrero de 2020 / Aceptado: 3 de junio de 2020 / Publicado: 28 de octubre

Forma de citar este artículo en APA:


Gaviria-Jaramillo, N., Salazar-Acosta, A. M., Deossa-Cañas, M. C., y Rincón-Barreto, M. (2020). Características neuro-
psicopedagógicas de las dificultades de aprendizaje escolar: un estudio de caso. Poiésis, (39), pp. 187-204.

Poiésis (En línea) | N°. 39 | pp. 187-204 | julio-diciembre | 2020 | Medellín-Colombia ISSN(En línea): 1692-0945
DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3755

Natalia Gaviria Jaramillo*, Ana María Salazar Acosta**, María


Clara Deossa Cañas***, Dubis Marcela Rincón Barreto****

Resumen
Este artículo tiene como objetivo presentar las características neuropsicopedagógicas
de un niño con dificultades escolares y de comportamiento. Se llevó a cabo un estudio
de caso con un participante de 11 años, quien durante la investigación cursaba el grado
quinto de básica primaria en una institución educativa de carácter privado del municipio
de Itagüí, Antioquia. Los instrumentos aplicados para la evaluación fueron: el Test Breve
de Inteligencia de KAUFMAN (K-BIT), la Batería Psicopedagógica EVALÚA–5, el Cues-
tionario de Depresión para Niños (CDS) y una entrevista semiestructurada para padres
y docentes, relacionada con los aspectos del desarrollo, el aprendizaje y la conducta del
estudiante. Los resultados demostraron que el niño presentaba un coeficiente intelec-
tual dentro de los parámetros normales y las principales dificultades se encontraron en
el contexto familiar-social, lo que permitió evidenciar que el rendimiento escolar es el
resultado de la interacción de diferentes factores que abarcan componentes cognitivos,
1
Este artículo es resultado del proceso de investigación desarrollada para optar al título de Especialista en Neuropsicopedagogía Infantil de
la Universidad Católica Luis Amigó.
*
Psicóloga, Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto: nataliagaviria.innaf@gmail.com
**
Especialista en Neuropsicopedagogía Infantil. Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto: odeth0386@hotmail.com
***
Especialista en Neuropsicopedagogía Infantil. Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto: maria.deossaca@amigo.
edu.co
****
Estudiante de Doctorado en Psicología con orientación en neurociencia cognitiva aplicada. Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-
Colombia. Contacto: dubis.rincon@amigo.edu.co. https://orcid.org/0000-0002-8322-889X
Natalia Gaviria Jaramillo, Ana María Salazar Acosta, María Clara Deossa Cañas, Dubis Marcela Rincón Barreto

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3755

del neurodesarrollo, emocionales, familiares y contextuales. Así mismo, se evidenció


que las dificultades en el comportamiento asociadas al contexto escolar no siempre
están relacionadas con trastornos del aprendizaje o de la conducta. Se hace necesaria
la obtención de este tipo de perfiles neuropsicopedagógicos con el fin de establecer
rutas de intervención pertinentes y eficaces que incorporen las características cogniti-
vas individuales, los vínculos socio afectivos, el entorno social, escolar, y la dinámica
familiar del estudiante.

Palabras clave:
Desarrollo afectivo; Fracaso escolar; Psicopedagogía; Proceso de aprendizaje; Rendi-
miento escolar; Tratamiento.

Abstract
This article aims to present the neuropsychopedagogical characteristics of a child
with school and behavior difficulties. A case study was carried out with an 11-year-
old participant, who during the research was studying the fifth grade of elementary
school in a private educational institution in the municipality of Itagüí, Antioquia. The
instruments applied for the evaluation were: the KAUFMAN Brief Intelligence Test
(K-BIT), the EVALÚA Psychopedagogical Battery–5, the Depression Questionnaire for
Children (CDS) and a semi-structured interview for parents and teachers, related to
aspects of development, learning and behavior of the student. The results showed that
the child had an IQ within normal parameters and the main difficulties were found in the
social family context, which allowed to show that school performance is the result of the
interaction of different factors, which include cognitive, neurodevelopmental, emotional,
family and contextual components. It was also evidenced that behavioral difficulties
associated with the school context are not always related to learning or conduct
disorders. Obtaining this type of neuropsychopedagogical profiles is necessary in order
to establish relevant and effective intervention routes, which incorporate individual
cognitive characteristics, socio-affective ties, the social and school environment and
the student’s family dynamics.

Keywords:
Affective development; School failure; Psychopedagogy; Learning process; School
performance; Treatment.
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Características neuro-psicológicas de las dificultades de aprendizaje escolar: un estudio de caso
Neuro-psychopedagogical characteristics of school learning difficulties: a case study

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Introducción
Aprendizaje y rendimiento escolar
El aprendizaje es un proceso que tiene lugar en el ser humano a lo largo de toda su vida y que
requiere del correcto desarrollo de las estructuras cerebrales, en especial de la corteza cerebral, la
cual debe estar perfectamente ensamblada con las estructuras subcorticales: el tálamo, el cerebelo
y el tallo cerebral (Rosselli, Matute y Ardila, 2010). Estudios sobre el funcionamiento y el cambio
cerebral han demostrado que entre los 11 a 12 años –edades en las cuales se inicia el periodo de la
adolescencia– se presentan algunas reorganizaciones a nivel cerebral que le permiten a la persona
pasar a una etapa más formal de pensamiento y cognición (Brioso-Díez et al., 2009).

Desde la neurología, esta etapa puede entenderse como la capacidad del cerebro para adaptarse,
a partir del principio de plasticidad que, a diferencia de la neurogénesis, la apoteosis o la sinapto-
génesis, alude a la forma en la cual las vías nerviosas se acoplan y a las sinapsis, producto de los
cambios que a nivel comportamental presentan los individuos como reacción al medio ambiente,
y también a la capacidad del cerebro para adaptarse en caso de lesiones físicas (Goodin, 2013;
Ruiz-Aristizábal et al., 2016).

Desde la teoría constructivista de Jean Piaget, según Saldarriaga-Zambrano et al. (2016), el


aprendizaje puede considerarse una reorganización de las estructuras cognitivas existentes en cada
momento de la vida, describiendo el desarrollo cognoscitivo como un proceso evolutivo caracte-
rizado por cuatro estadios o etapas del desarrollo intelectual que buscan explicar los cambios que
sufre el individuo desde su infancia hasta la adultez; especialmente, señala que para la edad de los
12 años, el niño se encuentra en el cuarto estadio o la etapa de las operaciones formales, en la cual:

(…) se desarrolla la inteligencia formal, donde todas las operaciones y las capacidades
anteriores siguen presentes (por ejemplo: la coordinación de la información sensorial y
las respuestas motoras, la permanencia del objeto, el pensamiento simbólico, el egocen-

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


trismo, operaciones mentales concretas y clasificaciones jerárquicas). El pensamiento
formal es reversible, interno y organizado y las operaciones comprenden el conocimiento
científico. Se caracteriza por la elaboración de hipótesis y el razonamiento sobre las
proposiciones sin tener presentes los objetos. Esta estructura del pensamiento se cons-
truye en la pre adolescencia y es cuando empieza a combinar objetos sistemáticamente.
(Piaget como se citó en Saldarriaga-Zambrano et al., 2016, p. 133).

De manera que es en esta etapa del desarrollo donde, además de nuevos hitos cognitivos,
surgen cambios emocionales, físicos y mentales propios de la pre-adolescencia. A nivel cognitivo,
se concretan las capacidades de planeación, planificación, abstracción y de hipotetización de la
información, se aumentan las capacidades intelectuales como la memoria y la lectura, se genera

189
Natalia Gaviria Jaramillo, Ana María Salazar Acosta, María Clara Deossa Cañas, Dubis Marcela Rincón Barreto

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un pensamiento lógico, se hacen razonamientos más complejos. A nivel conductual y afectivo, se


verbalizan mejor los sentimientos y se desarrolla una noción más clara de lo correcto y lo incorrecto
(Brioso-Díez et al., 2009).

Sin embargo, hay algunas capacidades a nivel cognitivo que no se adquieren completamente
en esta etapa de inicios de la adolescencia. Por ejemplo, las lingüísticas se adquieren en la adoles-
cencia a término medio, lo que se da entre los 16 y 18 años (Brioso-Díez et al., 2009). Entre los 8
y los 12 años pueden persistir las dificultades para identificar lagunas e inconsistencias en textos
(Mateos, como se citó en García-Madruga, 2006), también para tener consciencia de faltas en su
comprensión. En muchos casos puede existir la “ilusión de la comprensión”, aunque no se haya
entendido el escrito. Y será en la adolescencia, por término medio, que podrán desarrollarse la
fluidez lectora y la comprensión estratégica (García-Madruga, 2006).

Al respecto dirían España et al. (2017), que la baja comprensión puede ocasionar dificultades
escolares no solo en el área de lenguaje, sino en todas las áreas, ya que es un proceso complejo
que implica establecer asociaciones entre las palabras y el contexto, relacionarlas e integrar los
significados de manera correcta; la escasez de comprensión lectora, la poca fluidez en lectura y la
escritura hacen que se afecte el conocimiento de múltiples saberes en los niños, niñas y adoles-
centes, situación que puede convertirse en un problema de tipo académico.

En consecuencia, los procesos de enseñanza-aprendizaje que tienen lugar en las instituciones


educativas han sido ampliamente estudiados en vista de su valor social y emocional; en su análisis
se ha tomado al rendimiento escolar como una medida que permite evaluar su eficacia y diseñar
estrategias de mejoramiento (Bejár, 2014). Según Edel (2003), el rendimiento escolar es, probable-
mente, uno de los asuntos clave en el proceso de enseñanza-aprendizaje y se le atribuye el cumpli-
miento y alcance de unos logros, metas u objetivos determinados para cada estudiante de acuerdo
con el grado escolar en el que se encuentre.

En esta misma línea, Lamas (2015) señala:

(…) se le denomina aptitud escolar, desempeño académico o rendimiento escolar, pero,


generalmente, las diferencias de concepto sólo se explican por cuestiones semánticas ya
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

que se utilizan como sinónimos. [Sin embargo] convencionalmente se ha determinado


que rendimiento académico se debe usar en poblaciones universitarias y rendimiento
escolar en poblaciones de educación básica regular y alternativa (p. 315).

La meta educativa del rendimiento escolar es aprender. En tal sentido, son varios los compo-
nentes del complejo unitario llamado rendimiento, el cual varía a partir de circunstancias, condi-
ciones orgánicas y ambientales que determinan las aptitudes y experiencias. Desde la psicología
se han utilizado como criterio de rendimiento las calificaciones escolares, en correspondencia con
diferentes “variables cognitivas, conductuales, de autocontrol, con los hábitos de estudio, con
la personalidad del estudiante, sus intereses profesionales, el clima escolar y familiar, el centro
escolar o el género” (Lamas, 2015, pp. 323-324).

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Características neuro-psicológicas de las dificultades de aprendizaje escolar: un estudio de caso
Neuro-psychopedagogical characteristics of school learning difficulties: a case study

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3755

Cabe señalar que, en diversos estudios, los autores atribuyen mayor peso a uno u otro factor;
por ejemplo, Cascón (2000, como se citó en Lamas, 2015) concluye que la inteligencia será un
predictor del rendimiento escolar, por tanto es comprensible que se utilicen instrumentos estan-
darizados de inteligencia para hallar posibles factores y grupos de riesgo de fracaso escolar. De
otro lado, Jiménez et al. (2000) señalan que es posible tener capacidad intelectual y aptitudes en
buen estado, pero no un rendimiento adecuado, lo cual supone la consideración integrada de otros
factores con mayor tendencia al contexto escolar o aspectos emocionales del estudiante, más que
meramente su funcionamiento cognitivo.

En el caso del contexto colombiano, se estipulan los denominados Estándares Básicos de


Competencias (EBC) publicados en el 2006 por el Ministerio de Educación Nacional (Ministerio de
Educación Nacional de Colombia (MEN), 2014), que tienen como propósito brindar parámetros de
lo que un estudiante debe saber y saber hacer para lograr el nivel de calidad esperado en el grado
escolar que cursa (1°-3°), (4°-5°), (7°-9°) y (10°-11°) en las competencias ciudadanas, las ciencias
naturales, las lenguas extranjeras y, especialmente, en el lenguaje y las matemáticas.

La familia, dificultades en el aprendizaje y fracaso escolar


A partir de la teoría de los sistemas ecológicos (Bronfenbrenner & Ceci, 1994) es posible explicar
el vínculo entre los sistemas de apoyo social (es decir, los entornos) y los resultados de los estu-
diantes. De este modo, la familia como entorno constituye un centro emocional que es vital para el
desarrollo pleno de los seres humanos (Corchuelo-Fernández et al., 2019).

En la investigación realizada por Villalobos-Martínez et al. (2017) sobre la escuela y la familia en


relación con el alcance del logro académico en Antioquia-Colombia, se demostró que las dinámicas
familiares son un factor clave para desarrollar estrategias de mejoramiento de los procesos de
formación, pues se concluye que sin la complementariedad entre la escuela y la familia, “los
procesos académicos podrían generar frustración en los estudiantes” (p. 60), teniendo en cuenta
que ambos escenarios, el familiar y el escolar, “son los espacios de socialización que permiten el
desarrollo del aprendizaje” (p. 62).

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Funkhouse y Gonzáles (como se citó en Villalobos-Martínez et al., 2017) señalan que cuando la
familia participa activa y constantemente en la educación de sus hijos,

ellos obtienen mejores grados y calificaciones más altas en las pruebas, asisten a la
escuela con mayor regularidad, cumplen más con sus tareas, demuestran mejor actitud
y comportamiento, se gradúan con mayor frecuencia de la escuela secundaria, y tienen
mayor tendencia a matricularse en la universidad, que aquellos estudiantes con familias
menos involucradas (p. 1).

191
Natalia Gaviria Jaramillo, Ana María Salazar Acosta, María Clara Deossa Cañas, Dubis Marcela Rincón Barreto

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3755

Al respecto, Suárez-Orozco et al. (2009) apuntan que las relaciones cercanas y sensibles con los
padres y maestros son predictores importantes del compromiso y la motivación de los niños en la
escuela, por lo cual puede afirmarse que el apoyo de los padres juega un papel clave en el ajuste
escolar.

Generalmente se habla de dificultades de aprendizaje cuando en el entorno educativo un niño


presenta un desempeño inferior al esperado para su grado escolar, o cuando su desempeño no
corresponde al nivel esperado en su edad cronológica (Alzate-Giraldo et al., 2016). De acuerdo con
el DSM -5 (American Psychiatric Association (APA), 2013), aluden a la dificultad en la utilización
de las aptitudes académicas –caracterizada por faltas en la velocidad lectora y su exactitud, en
la ortografía, la comprensión, la expresión escrita, el cálculo y el razonamiento matemático–, a
pesar de las intervenciones dirigidas ellas. Este conjunto de dificultades determina el diagnóstico:
Trastorno Específico del Aprendizaje, al establecer, en primer lugar, el área: con dificultad en la
lectura (315.00), con dificultad en la expresión escrita (315.1) o con dificultad matemática (315.2);
y, en segundo lugar, el tipo de falencia (ej. Trastorno Específico del Aprendizaje con dificultad
matemática en el cálculo).

De este modo, para este diagnóstico, las aptitudes académicas afectadas deben estar por
debajo de lo esperado para la edad cronológica y obstaculizar de manera significativa el rendimiento
académico; en la edad escolar comienzan a manifestarse las dificultades de aprendizaje (puede no
ocurrir hasta que las demandas de las aptitudes académicas afectadas superen las capacidades
limitadas) y no deben explicarse con trastornos mentales o neurológicos, trastornos visuales o
auditivos no corregidos, adversidad psicosocial, discapacidades intelectuales, directrices educa-
tivas inadecuadas y falta de dominio en el lenguaje o de la instrucción académica (APA, 2013).

Por su parte, el CIE 10 (Organización Mundial de la Salud (OMS), 1992, como se citó en Fiuza-
Asorey y Fernández-Fernández, 2014) considera que los trastornos específicos del desarrollo del
aprendizaje escolar empiezan a manifestarse cuando las formas normales del aprendizaje están
deterioradas. El deterioro no ocurre solo por traumatismos o enfermedades cerebrales adquiridas o
por la falta de oportunidades para aprender; surgen por alteraciones de los procesos cognoscitivos,
producto de disfunciones biológicas. Estas alteraciones, al igual que la mayoría del resto de los
trastornos del desarrollo, son más frecuentes en varones que en mujeres (Escudero et al., 2009;
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

Fernández y Gual, 2017).

De otro lado, se ha establecido que para considerar que un niño presenta dificultades de apren-
dizaje, se han de cumplir tres criterios:

(1) Disociación entre el aprendizaje potencial y la ejecución de las tareas, (2) dificultades
académicas no explicados por déficit sensoriales, intelectuales o factores culturales o de
enseñanza, (3) el aprendizaje no puede realizarse mediante los métodos ordinarios, por
lo que han de introducirse otros métodos especiales de instrucción (Kirk, como se citó
en Fiuza-Asorey y Fernández-Fernández, 2014) (p. 21).

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Características neuro-psicológicas de las dificultades de aprendizaje escolar: un estudio de caso
Neuro-psychopedagogical characteristics of school learning difficulties: a case study

DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3755

Sobre este asunto, en Colombia el Ministerio de Educación Nacional (MEN) dispone proyectos,
programas y estrategias como modelos educativos flexibles diseñados como un plan de mejora-
miento de los procesos de educación, que incluye estudios sobre los mismos, evaluación del apren-
dizaje, ofertas de formación gratuita sobre intervención educativa, intervención y seguimiento. En
cuanto a casos de dificultades de aprendizaje, el MEN (2014) propone estrategias como, por ejemplo,
la denominada didáctica y pedagógica Nivelemos, formulada con el propósito de brindar acompa-
ñamiento a los docentes cuando requieran ayudar a sus estudiantes en procesos y conceptos
esenciales de las áreas de lenguaje y matemática, en cada uno de los grados de transición a quinto,
como una estrategia para mitigar el fracaso escolar.

El fracaso escolar se define como la dificultad para el alcance de los logros académicos, por
lo que Antelm y Gil (2013) establecen que es un problema de competencia de la escuela, pero
también de la familia; esta última debe ser conocedora del proceso de sus hijos y estar al pendiente
de él, en otras palabras, se requiere corresponsabilidad en la atención a lo que el niño necesita
como persona, de acuerdo con su edad.

En coherencia, Yankovic (2011) indica que, en la evolución intelectual del niño, el desarrollo
emocional influye directamente, puesto que si es poco satisfactorio podría incidir de manera
negativa en el desarrollo intelectual, y manifestarse en: dificultades en la percepción y la atención,
limitaciones en la memoria, disminución de las asociaciones mentales satisfactorias y, en sí, todos
los cambios producidos en el desarrollo emocional del niño que desencadenan modificaciones en
su conducta. Es decir que si el cambio es positivo, también lo será la conducta; pero también si un
niño posee baja autoestima, el rendimiento escolar será bajo, y es posible que se produzcan reper-
cusiones en el proceso de enseñanza-aprendizaje y otras actividades de la vida cotidiana (p. 7).

Diría Rogero (2012) que el fracaso escolar es causado principalmente por factores de tipo
económico, familiar y escolar.

Factor económico: el fracaso escolar está relacionado con la pobreza infantil y podría marcar una
tendencia a la reproducción de las pautas de pobreza de la próxima generación.

Factor familiar: los padres están trabajando durante largas jornadas, lo cual repercute en la

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atención que prestan a sus hijos. Los niños se ven más afectados ante las situaciones proble-
máticas familiares, ya que son las principales víctimas, se muestran ansiosos y emocionalmente
tensos, y, por tanto, disminuyen su rendimiento académico.

A lo anterior se une el uso de refuerzos positivos fáciles, puesto que cuando los padres los
utilizan con abundancia, asumiendo ellos las conductas y decisiones de sus hijos, caen en lo que se
denomina sobre proteccionismo, lo que conduce a la afectación del rendimiento escolar del alumno.

Factor escolar: por falta de corresponsabilidad de la familia en el proceso de educativo de los


niños, por la carencia en profesionales capacitados para detectar dificultades de aprendizaje o de
desarrollo de forma precoz y por el déficit de recursos didácticos.

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En este contexto aparece la neuropsicopedagogía, como el campo de acción sinérgico que reúne
los conocimientos propios de la neuropsicología y la psicopedagogía, potenciando el resultante del
concepto ‘psico’ en sus más heterogéneos ámbitos de estudio.

La neuropsicopedagogía, a través de la comprensión del funcionamiento de los procesos mentales


superiores (atención, memoria, funciones ejecutivas...), de las explicaciones psicológicas y de las
instrucciones pedagógicas, pretende ofrecer un marco de conocimiento y acción íntegro para la
descripción, explicación, tratamiento y potenciación de los procesos de enseñanza-aprendizaje que
acontecen a lo largo de la vida, promoviendo una formación integral con repercusiones más allá de
la institución educativa y del período temporal y del tipo de aprendizaje que establece como válido
(Propuesta de evaluación e intervención neuropsicopedagógica en población infantil, 2009, p. 3).

Como un abordaje neuropsicopedagógico, este artículo presenta las características de un


niño con dificultades escolares, quien no evidencia alteraciones de tipo cognitivo o retardo en el
neurodesarrollo que se relacionen con dificultades en el aprendizaje. Esto permitió evidenciar la
necesidad de avanzar hacia la identificación de perfiles neuropsicopedagógicos que conlleven la
comprensión de las problemáticas escolares y permitan proponer nuevas rutas de intervención a
partir del paradigma de la neuroeducación.

Método
Para el proceso de indagación se realizó un estudio de caso único, es decir focalizado en describir
y examinar con detalle, de manera comprehensiva, sistemática y en profundidad, un caso parti-
cular, un hecho, un acontecimiento, un fenómeno o situación específica. Durán (2012) refiere que,
en estos estudios, el análisis debe incorporar el contexto (temporo-espacial, económico, político,
legal) para lograr una mayor comprensión de su complejidad y un mayor aprendizaje del caso único.

Participante
Se contó con la participación de un niño de 11 años, estudiante de quinto grado, con previo asen-
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

timiento del menor y consentimiento de los padres.

Según el reporte del padre y de los familiares al momento del estudio, el niño presentaba
dificultades escolares caracterizadas por bajo rendimiento escolar (reprobó cuarto año de básica
primaria). De acuerdo con el reporte de los docentes y familiares, se evidenciaron dificultades en la
atención focalizada y sostenida, en la planificación y en el cálculo.

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Características neuro-psicológicas de las dificultades de aprendizaje escolar: un estudio de caso
Neuro-psychopedagogical characteristics of school learning difficulties: a case study

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Instrumentos
Test Breve de Inteligencia de Kaufman (K-BIT): mide la inteligencia general de los individuos de un
amplio rango de edad (desde los 4 a los 90 años). Su aplicación arroja al profesional un C.I. verbal,
un C.I. no verbal y un C.I. compuesto que resume el rendimiento total en el test. Está formado por
dos subtests: Vocabulario y Matrices. El primero requiere respuestas orales, ya que se propone
medir la habilidad verbal; en él se evalúan también el desarrollo del lenguaje, la formación de con-
ceptos verbales y el caudal de información. El segundo mide habilidades no verbales y capacidad
para resolver nuevos problemas.

Batería Psicopedagógica EVALÚA- 5°, Edición 2 (García-Vidal et al., 2004): Este instrumento
evalúa las habilidades que se pretenden conseguir con el desarrollo del currículum en estudiantes
cuya etapa educativa corresponde al nivel necesario para comenzar el grado sexto de educación
básica, por ello está dirigido a estudiantes que finalizan el quinto año de educación básica o
comienzan el sexto de educación básica. Su finalidad se centra en la mejora de toma de decisiones
curriculares en cualquiera de los niveles: 1) a nivel de establecimiento, 2) a nivel de aula y/o, 3)
a nivel de cada estudiante. La batería psicopedagógica EVALÚA-5 en su globalidad proporciona
información acerca de tres variables: 1) bases cognitivas del aprendizaje, 2) adquisiciones instru-
mentales básicas y, 3) aspectos afectivos y conductuales.

Cuestionario de Depresión para Niños: dirigido a niños entre los 8 y los 16 años; contiene 66
elementos, 48 de tipo depresivo y 18 de tipo positivo. Estos dos conjuntos se mantienen separados
y permiten dos subescalas generales independientes: Total Depresivo y Total Positivo (TD y TP).

Procedimiento
Para el desarrollo del estudio se empleó la recolección de información y antecedentes mediante
la observación no participante y entrevista semiestructurada a los padres, a la docente titular y al
estudiante. La aplicación de los demás instrumentos se realizó en 3 momentos, cada uno con una
duración de 45 minutos.

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El análisis de los datos consistió en la elaboración de un perfil neuropsicopedagógico, a partir
de los baremos para la población de habla hispana, de cada uno de los instrumentos aplicados. Se
establecieron los rangos de normalidad y los dominios en los que se sospecha déficit a encontrarse
por debajo de la media estadística.

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Resultados
Test Breve de Inteligencia de Kaufman K-BIT

El puntaje obtenido por el estudiante en el componente de las habilidades verbales asociadas


con el aprendizaje escolar demuestra un desempeño adecuado en relación al nivel de conceptuali-
zación verbal y a la asociación de palabras. Este resultado sugiere que el estudiante posee un buen
conocimiento del lenguaje que se asocia a un adecuado caudal de información cristalizada a partir
de experiencias culturales y formativas, ello conlleva una organización estructurada del pensa-
miento que le permite eficacia en la adaptación y en la solución de problemas.

En cuanto al componente de inteligencia fluida o inteligencia no verbal, el estudiante evidenció


facultades adecuadas para ejecutar tareas donde se requiere una buena capacidad para resolver
nuevos problemas a partir de la destreza para percibir relaciones y completar analogías. Con relación
al nivel intelectual (CI), compuesto por las habilidades de adaptación y resolución de problemas
propias de la inteligencia verbal y no verbal del estudiante, se ubica en el nivel promedio según su
rango de edad. El componente de inteligencia fluida o inteligencia no verbal se evidencia como de
mayor desarrollo frente a la inteligencia verbal.

Tabla 1
Puntuaciones estándar de los componentes de inteligencia verbal y no verbal en el estudiante
Componentes Subpruebas Centil Categoría descriptiva
VOCABULARIO Muy Bajo Medio Medio Medio Alto Muy
Bajo Bajo Alto Alto
Vocabulario
expresivo
Definiciones
Total 27 x
MATRICES Total 77 X
CI COMPUESTO Total 47 x

Batería Psicopedagógica evalúa 5°


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Capacidades generales

Se pueden observar en las Tablas 2 y 3 los puntajes estándar obtenidos por el estudiante en cada
una de las subpruebas propias de los componentes que hacen parte de la categoría habilidades
generales; tales puntajes se asocian al resultado cualitativo en niveles que hacen referencia a la
consecución de su desarrollo según lo esperado en estudiantes del grado quinto de básica primaria.

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Neuro-psychopedagogical characteristics of school learning difficulties: a case study

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Tabla 2
Puntuaciones percentiles de las capacidades generales en estudiante
Componentes Subpruebas Pc Nivel
ATENCIÓN Y MEMORIA Bajo Medio- Bajo Medio Medio- Alto Alto
0-19 20-39 40-59 60-79 80-99
Total 9 X
BASES DEL RAZONAMIENTO Reflexividad 35 x
Analogías 1 X
Organización perceptiva 10 X
Valoración global 18 X
Nota: Las puntuaciones percentiles se ubican en la columna Pc.

En estas subpruebas, la evaluación psicopedagógica se centra en procesos psicológicos que


son considerados determinantes a la hora de adquirir habilidades y conocimientos en el proceso de
aprendizaje, tales como la atención y la memoria. Así mismo, la capacidad de reflexionar y observar
analíticamente y de manera sistemática una información determinada.

Teniendo en cuenta los resultados que obtuvo el estudiante, se infiere que se le dificulta sostener
el foco atencional, debido a que no discrimina adecuadamente estímulos visuales para un razona-
miento analítico eficiente. Igualmente, se observan fallas en memoria de trabajo por falta de reflexión
en la información suministrada.

De acuerdo con los resultados de las pruebas del componente de bases del razonamiento, se
puede inferir que el estudiante presenta dificultades para desarrollar procesos de observación
analítica, organización perceptiva, comparación y pensamiento analógico, además, evidencia fallas
en la discriminación visual y el cierre perceptivo.

Por otra parte, en los procesos de enseñanza-aprendizaje es primordial tener presentes los
comportamientos y las relaciones socio afectivas, conductuales y actitudinales; por tanto, la
motivación, el autocontrol, la autonomía, las conductas prosociales y la autoestima forman un eje
fundamental en la construcción de las bases psicosociales de las personas con ellas mismas y con
su entorno, por ello se incluye el nivel adaptativo en la categoría de capacidades generales.

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Tabla 3
Puntuaciones percentiles del componente prosocial y de adaptación en el estudiante
Componentes Subpruebas Pc Nivel
Bajo Medio- Bajo Medio Medio- Alto
NIVELES ADAPTATIVOS 0-19 20-39 40-59 Alto 60-79 80-99
Actitud/ 40 x
Motivación
Autocontrol y autonomía 60 x
Conducta prosocial 40 x
Autoconcepto y autoestima 45 x

Nota: Las puntuaciones percentiles se muestran en la columna Pc.

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Considerando los resultados obtenidos en los niveles de adaptación, se puede inferir que el
estudiante presenta una motivación adecuada frente a las actividades del entorno escolar, posee
adecuada autonomía, buena percepción de sí mismo y adecuado autocontrol; no obstante, teniendo
en cuenta la entrevista realizada con la familia y el docente del estudiante, se puede determinar
que presenta dificultades en la relación con sus pares y con el ambiente escolar, debido a que en
ocasiones reacciona con conductas y lenguaje inapropiado.

Capacidades específicas

Se pueden observar en la Tabla 4 los puntajes estándar obtenidos por el estudiante en cada una de
las subpruebas propias de los componentes que hacen parte de la categoría capacidades específi-
cas, tales como lectura, escritura y aprendizajes matemáticos; tales puntajes se asocian al resulta-
do cualitativo en niveles que hacen referencia a la consecución de su desarrollo según lo esperado
en estudiantes del grado quinto de básica primaria.

Tabla 4
Puntuaciones percentiles de las capacidades específicas en el estudiante
Componentes Subpruebas Percentil Nivel
Bajo Medio- Bajo Medio Medio- Alto Alto
LECTURA 0-19 20-39 40-59 60-79 80-99
Comprensión lectora 25 x
Velocidad lectora 70 x
Exactitud lectora 35 x
Valoración global 43 x
ESCRITURA Ortografía fonética 3 x
Grafía y expresión escrita 2 X
Ortografía visual 40 x
Valoración global 15 x
APRENDIZAJE Cálculo y numeración 7 x
MATEMÁTICO Resolución de problemas 99 x
Valoración global 53 x

En el componente de la lectura, el estudiante presenta habilidades en la velocidad lectora, lo que


demuestra adecuada retención de la información y comprensión de textos cortos; sin embargo,
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presenta fallas en la comprensión y exactitud lectora, en cuanto requiere expresar sus ideas de
manera coherente.

Por otra parte, el estudiante demuestra falencias en la conciencia fonológica debido a que
presenta dificultad para leer determinadas estructuras silábicas como las pseudopalabras; además,
en la realización de inferencias causales y de ideas principales del texto.

En cuanto a la escritura, el estudiante logra aparear correctamente el fonema con el grafema,


aunque presenta errores ortográficos por sustituciones de minúsculas con mayúsculas, letras,
signos de puntuación o palabras, omisión y algunas rotaciones.

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Se observa, además, que su pinza es trípode y presenta una adecuada realización motriz de la
escritura, al igual que de la grafía y del trazo. La asociación fonema-grafema se lleva a cabo con
mayor desempeño a partir de la ruta visual.

En cuanto al cálculo y la numeración, el estudiante presenta dificultades en la realización de


operaciones aritméticas complejas y en la descomposición decimal. Por otro lado, demuestra
habilidades para la resolución de problemas, pero presenta fallas mínimas por dificultades en la
comprensión de algunos casos planteados.

Cuestionario de Depresión para Niños CDS

A continuación, se muestran en la Tabla 5 las puntuaciones centiles, la media y la D.t de la


prueba CDS, obtenidas por el estudiante en las subpruebas propias de los componentes de Total
Depresivo y Total Positivo.

Tabla 5
Puntuaciones estándar obtenidas por el estudiante en el cuestionario CDS
Componentes Subescala Centil Media D.t.
Total Depresivo RA–Respuesta afectiva 40 19,05 6,11
PS–Problemas sociales 60 21,01 6,24
AE–Autoestima 25 22,45 6,21
PM–Preocupación por la muerte 65 19,21 5,24
SC–Sentimiento de culpabilidad 25 25,97 5,98
DV–Depresivos varios 4 30,99 5,6
Total 30 138,51 27,79
Total Positivo AA–Ánimo/Alegría 99 17,48 4,37
PV–Positivos varios 99 22,51 5,26
Total 99 40,01 8,28
Nota: La desviación estándar se muestra en la columna D.t.

Los resultados respecto a síntomas depresivos se enmarcan en la normalidad, lo cual es


indicativo de la ausencia de tales síntomas.

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La puntuación obtenida por el estudiante en este componente sobresale al rango estadístico,
esto es un puntaje de significancia que alude a una carencia de alegría, diversión y felicidad en la
vida emocional del niño, que puede suponer importantes manifestaciones depresivas.

Discusión e implicaciones prácticas


Teniendo en cuenta la concepción integral de aprendizaje, así como las variables que influyen en las
dificultades que este puede presentar mientras ocurre el proceso del neurodesarrollo y evolución
de un ser humano, es necesario aclarar que, tal como lo mencionan Santiuste y González-Pérez,
(2005), Fiuza-Asorey y Fernández-Fernández (2014), las dificultades en el aprendizaje:
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están constituidas por un conjunto heterogéneo de problemas cuyo origen es, probable-
mente, una disfunción del sistema nervioso central, los cuales se manifiestan general-
mente con problemas en el ámbito lingüístico y con defectos de procesamiento en los
principales factores cognitivos (atención, percepción, memoria), posteriormente, en el
ámbito de las disciplinas instrumentales básicas (lectura, escritura, matemáticas) y en las
diversas áreas curriculares (ciencias experimentales, ciencias sociales, segundo idioma)
(Fiuza-Asorey y Fernández-Fernández, 2014, p. 25).

Lo anterior en coherencia con los resultados obtenidos por el niño evaluado, quien presentó dificul-
tades en algunos dominios cognitivos como la atención, la memoria, el pensamiento analógico, la
percepción, la comprensión y el razonamiento lógico, con repercusión en los aprendizajes instru-
mentales básicos del cálculo, la escritura y la lectura, los cuales son precedentes para que se dé un
rendimiento o un fracaso escolar.

Así pues, para que el rendimiento escolar se logre de una manera adecuada, se debe tener en
cuenta que tal proceso se da por medio de una interacción de diferentes factores que implican
elementos socioculturales, económicos, biológicos y del contexto familiar y escolar influyentes
en el desarrollo y adquisición de aprendizajes. Sin embargo, si dichos factores se encuentran con
algún grado de disfuncionalidad, estos pueden relacionarse con el fracaso escolar, que hace alusión
al no alcance de los logros y metas académicas determinadas para la edad y el grado escolar en el
que se encuentre cada estudiante.

Teniendo en cuenta los aportes de Villalobos-Martínez et al. (2017) sobre la importancia del
contexto familiar en el desempeño escolar y la historia escolar del caso aquí analizado, cabe
resaltar que el acompañamiento y las pautas de crianza que los padres o cuidadores imparten en él
demuestran un papel primordial en su desempeño escolar, suponiendo un factor de gran incidencia
en el alcance o no del éxito escolar.

De esta manera, si dicho acompañamiento se presenta en adecuadas condiciones, proporciona


al estudiante el apoyo necesario para una adaptación apropiada al ambiente escolar, lo cual favorece
el cumplimiento del plan curricular en la consecución de los logros académicos establecidos por la
institución educativa.
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En cuanto a los factores psicológicos y afectivos, tal y como indica Yankovic (2011), “el desarrollo
emocional influye directamente en la evolución intelectual del niño de manera que, un desarrollo
emocional poco satisfactorio puede tener incidencias negativas en el desarrollo intelectual” (p.
4), puesto que los procesos de memoria, reconocimiento perceptivo, procesos atencionales y la
capacidad para las asociaciones mentales se pueden ver disminuidas, lo cual se vio reflejado en el
caso de estudio al analizar la historia escolar en relación con las vivencias o experiencias que para
inicio del grado 4° implicaron afectación emocional, y que se podrían asociar al bajo desempeño
escolar por cuanto la mejoría de la conducta y el rendimiento académico concuerdan con la terapia
psicológica y la estabilización de la situación detonante de afectación emocional.

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Por tanto, desde una perspectiva neuropsicopedagógica es posible evidenciar la convergencia


de los aspectos cognitivos, psicológicos y del neurodesarrollo en caso prototípico del fracaso
escolar, cuya diferencia radica en el modo de abordaje y su comprensión multicausal. Sin duda,
la neuropsicopedagogía, como disciplina emergente, les permite a los profesionales de la salud
y de la educación una comprensión integral de las problemáticas que reiteradamente aparecen
en los contextos escolares. Si bien los avances en la investigación han permitido el desarrollo de
programas con apoyo de tipo legislativo para los estudiantes con dificultades escolares, el reto
continúa siendo el análisis de las dificultades de aprendizaje a lo largo del ciclo vital y la diver-
sidad de aproximaciones teóricas centradas en el tratamiento, así como la intervención educativa,
diferenciada y específica.

Conclusiones
La neuropsicopedagogía es un campo del conocimiento que se afianza en la comprensión y el abor-
daje de diferentes procesos de los estudiantes de una manera diversa e integral. De esta forma, el
enfoque neuropsicopedagógico para el análisis del ser humano y sus problemáticas implicará inter-
venir los procesos cognoscitivos, neuropsicológicos y psicopedagógicos en relación con aspectos
emocionales, cognitivos, neurológicos y conductuales.

Para que el rendimiento escolar se logre de una manera adecuada, se debe de tener en cuenta
que tal proceso se da por medio de una interacción de diferentes factores que implican elementos
socioculturales, económicos, biológicos y del contexto familiar y escolar que influyen en el proceso
de desarrollo y de adquisición de aprendizajes. Sin embargo, si dichos factores se encuentran
con algún grado de disfuncionalidad, pueden influir en el fracaso escolar, que hace alusión al no
alcance de los logros y metas académicas determinadas para la edad y el grado escolar en el que
se encuentre cada estudiante.

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En todo proceso educativo es determinante la participación asertiva y activa de padres de
familia y/o acudientes; ya que esto permite una mejor integración al ambiente escolar y logra
favorecer eficazmente el mejoramiento de las dificultades de aprendizaje que se puedan presentar.
De este modo, se deben coordinar acciones entre todos los agentes educativos (familia, escuela,
entidades).

El acompañamiento y las pautas de crianza que los padres o cuidadores imparten en el estudiante
demuestran un papel primordial en su desempeño escolar, como factores de gran incidencia en el
alcance o no del éxito escolar. De esta manera, si dicho acompañamiento se presenta en adecuadas
condiciones, proporciona al estudiante el apoyo necesario para una adaptación apropiada al
ambiente escolar, lo cual favorece el cumplimiento del plan curricular en la consecución de los
logros académicos establecidos por la institución educativa.
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Un desarrollo emocional poco satisfactorio puede tener incidencias negativas en el desarrollo


intelectual, puesto que los procesos de memoria, reconocimiento perceptivo, procesos atencio-
nales y la capacidad para las asociaciones mentales se pueden ver disminuidas, lo cual se vio
reflejado en el caso de estudio en el análisis de la historia escolar en relación con las vivencias
o experiencias que para inicio del grado 4° implicaron afectación emocional y se podrían asociar
al bajo desempeño escolar, por cuanto la mejoría de la conducta y el rendimiento académico
concuerdan con la terapia psicológica y la estabilización de la situación detonante de afectación
emocional.

Conflicto de intereses
Las autoras declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial
de cualquier índole.

Referencias
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Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

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204
DIRECTRICES
COLABORADORES
PARA
LOS
NACIONALES
AUTORES
Directrices para los autores

Políticas Editorales
Enfoque
La revista electrónica del Programa de Psicología de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales
de la Universidad Católica Luis Amigó, tiene como objetivo primordial, la divulgación de información
pertinente sobre los desarrollos de los diferentes ámbitos de la psicología, tanto en nuestro medio,
como en el resto del mundo; a la vez sirve de apoyo al Programa en el cumplimiento de sus obje-
tivos en docencia, investigación y extensión. Poiésis es una revista de divulgación; esto significa
que sus criterios no son los de una revista científica, aunque algunos de sus artículos responden a
productos resultado de investigaciones, su difusión es semestral (dos números al año). Con esta
publicación se busca aportar al desarrollo de la ciencia a partir de discusiones y debates a nivel
regional, nacional e internacional en el área de la Psicología.

Público objetivo y alcance


La revista está dirigida al público en general por el carácter genérico en sus publicaciones, procu-
rando contribuir al saber y conocimiento científico-académico en cualquier tema relacionado con
todos los ámbitos y corrientes de la Psicología.

Tipos de artículos que se reciben


Se reciben artículos académicos y artículos de investigación científica en el área de la Psicología,
ya se trate de contribuciones de los docentes, los estudiantes, los graduados y del público externo.

Los artículos deben ser inéditos, escritos en Word con interlineado a 1.5 líneas, fuente Arial de 12
puntos. Deben incluir el título, resumen y palabras clave en español e inglés.
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

• Artículo de investigación científica y tecnológica: producto de proyectos finalizados


de investigación. La estructura contiene seis partes: introducción, método, resultados,
discusión, conclusiones y referencias.
• Artículo de reflexión derivado de investigación: producto de proyectos finalizados de
investigación, con una perspectiva analítica, crítica o interpretativa. Recurre a fuentes
originales. El texto debe tener como estructura: introducción, desarrollo, conclusiones
y referencias.
• Artículo de revisión: documento resultado de una investigación terminada donde se
analizan, sistematizan e integran los resultados de investigaciones publicadas o no
publicadas, sobre un campo en ciencia o tecnología, con el fin de dar cuenta de los

206
Directrices para los autoresxxxx

avances, las técnicas de desarrollo y el estado actual de la disciplina. Se caracteriza


por presentar una revisión bibliográfica de por lo menos 50 referencias. En su estructura
debe contener: introducción, método, resultados, discusión, conclusiones y referencias.
• Reporte de caso: documento que presenta los resultados de un estudio sobre una
situación particular, así da a conocer las experiencias técnicas y metodológicas consi-
deradas en un caso específico. Incluye una revisión sistemática de la literatura sobre
casos similares.
• Artículo de reflexión no derivado de investigación: documento que da cuenta de la
reflexión personal de un autor sobre un tema o problemática de su interés.
• Artículo corto: documento breve que presenta resultados originales preliminares o
parciales de una investigación científica o tecnológica, que por lo general requiere de
una pronta difusión.
• Editorial: texto escrito por el editor, un miembro del comité editorial o un invitado por
parte de la revista.
• Reseñas de libros: se divulgarán reseñas de textos propuestos por alguno de los
miembros de los comités, y cuando así se haga obedecerá a libros que se consideren
pertinentes o relevantes para las disciplinas que cubre la revista.

Proceso de revisión por el Comité editorial


Los miembros del Comité seleccionan con rigurosidad los artículos a partir de los criterios estable-
cidos por la revista; sin conflicto de intereses respecto al tema o artículo elegido. El conflicto de
intereses se interpreta como cualquier tipo de relación de índole financiero, profesional o personal
que incida en la objetividad y en la presentación de la información. En el proceso de selección de
los escritos se tienen en cuenta:

1. La validez como producto de una investigación.


2. La pertinencia y el aporte que hace a las ciencias en general.
3. El hilo conductor y sentido de lo que se escribe.

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


4. La actualidad de lo expuesto.
5. La correspondencia y la coherencia del documento.

Manual para la presentación de los artículos


Es importante que los contribuyentes se ciñan a las indicaciones del presente manual para la acep-
tación inicial de sus artículos, pues la primera selección de los mismos obedece al seguimiento del
formato, las directrices y las políticas de Poiésis.

207
Directrices para los autores

Formato general de los artículos


El texto debe ser escrito en Microsoft Word, tamaño carta.

• Las márgenes utilizadas serán de 3 cms. en todos los lados: superior, inferior, derecho
e izquierdo.
• Letra Arial, tamaño 12 puntos.
• Texto en interlineado a 1,5.
• Extensión máxima: 35 páginas, que incluyen cuadros, gráficas, referencias, y notas.
• Se debe escribir con correcta ortografía y gramática.
• La redacción debe ser clara y precisa (sintaxis).
• El título del texto debe presentarse en español e inglés.
• El escrito debe tener una nota por cada autor, que indique en estricto orden: formación
académica, filiación institucional, pertenencia a algún grupo de investigación, país-
ciudad, correo electrónico y ORCID.
• El resumen del texto se presenta en español e inglés (abstract), con una extensión
máxima de 350 palabras. Debe contener la idea principal, objetivos, metodología, una
breve descripción de los hallazgos y las conclusiones.
• Las palabras clave se presentan en español-inglés, escritas con mayúscula inicial,
separadas por ; y en orden alfabético.

Formato para la presentación de los artículos


En el caso de artículos producto de investigaciones: el título debe ser tipo abstract con una exten-
sión de 12 palabras; si incluye subtitulo la extensión máxima total es de 18 palabras. En él se deben
identificar las variables y asuntos teóricos que se investigan. Debe tener nota al pie de página
indicando el nombre del proyecto de investigación del que se deriva el artículo, las entidades finan-
ciadoras, el código del proyecto, fase de desarrollo y fechas de inicio y finalización.
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

La nota de autor (para cada uno de los autores) debe contener lo siguiente: declarar su máxi-
mo nivel de formación académica y el programa del que egresó, su filiación institucional, correo
electrónico y el número de registro en ORCID. Se entiende que quienes firman como autores han
contribuido de manera sustancial a la investigación. Para ampliar información sobre quien mere-
ce autoría, remitirse al Manual de publicaciones de la American Psychological Association (APA,
2010, p. 18).

208
Directrices para los autoresxxxx

El resumen debe ser analítico, estructurado de la siguiente manera: introducción, método, resulta-
dos y conclusión, y con un máximo de 180 palabras. En el caso de los artículos de reflexión deriva-
da de investigación, el resumen debe, del mismo modo, expresar clara y sucintamente el objetivo
del artículo, los principales supuestos de los que parte, los argumentos que utiliza como soporte y
la tesis que lo estructura. Jamás deben aparecer citas ni referencias en un resumen.

Todas las palabras clave, sin excepción, deben ser extraídas del Tesauro de la Unesco, disponible
en: http://vocabularies.unesco.org/browser/thesaurus/es/. Deben ser entre tres y cinco palabras
clave.

Los autores deben traducir al inglés el título, el resumen y las palabras clave. No se recomienda
hacerlo a través de softwares o páginas web.

Las notas al pie de página únicamente se utilizan para aclaraciones o digresiones, jamás para
referencias ni para información importante. Cuando sean necesarias las notas al pie, deben ir en
letra Arial tamaño 10 puntos.

Estructura del artículo: en la Introducción se plantea el problema de investigación, los ante-


cedentes y el marco teórico, las hipótesis y los objetivos específicos. En Método se describe
como se estudió el problema: caracterización del estudio, de los participantes, el procedimiento
del muestreo y las técnicas de recolección de datos. En Resultados se da cuenta de los hallazgos
de la investigación; si es necesario, se hace uso de tablas y figuras. En la Discusión se muestra
la significación de los resultados en dialogo con los antecedentes y el marco teórico. En las Con-
clusiones se escucha la voz propia de los autores, con las implicaciones que tiene la investigación
realizada y la contribución teórica o practica que hace a la disciplina en que se enmarca. Cualquier
ayuda técnica –funciones de apoyo como recolección o ingreso de datos, reclutar participantes,
dar sugerencias para el análisis estadístico o lectura y análisis del articulo– o apoyo financiero reci-
bido –tipo contrato o beca–, amerita agregar una sección de Agradecimientos. Por último, en las
Referencias deben ir listadas todas las obras a que se hizo mención en el artículo. Es importante
cotejar todas las partes de cada referencia con la publicación original, de manera que no se omita
información para su fácil ubicación, incluyendo los DOI o las URL si están disponibles.

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


Articulación de las citas
Las citas y referencias se deben adecuar al Manual de publicaciones de la American Psychological
Association (APA, 2010). Esto implica que debe haber plena correspondencia entre citas y referencias.

En normas APA únicamente se listan en las referencias las obras efectivamente citadas bien sea
directa o indirectamente. Es importante verificar que se respete siempre la manera como se firman
los autores, esto es, que si lo hacen con dos apellidos, así aparezcan tanto en el momento de la
cita como en el listado de referencias. Igualmente, es necesario conservar el orden de aparición de
los autores en las fuentes consultadas, pues obedece al grado de contribución en la investigación.
209
Directrices para los autores

Cita textual corta: también conocida como cita literal; es cuando se reproducen con exactitud las
palabras de un autor. No se debe alterar ninguna palabra del texto y en caso de precisar introducir
alguna, se debe poner entre corchetes. La cita corta, que es inferior a 40 palabras, va entre comillas y
luego de ellas se abren paréntesis para introducir el o los apellidos de los autores, el año y la(s) páginas
donde se encuentra. Las citas textuales nunca van en cursiva y todo énfasis debe indicarse a quién
pertenece (si se encuentra en el original o es un énfasis que se quiere hacer). Ejemplo: “Es infinitamen-
te más cómodo, para cada uno de nosotros, pensar que el mal es exterior a nosotros, que no tenemos
nada en común con los monstruos que lo han cometido.” (Todorov, 1993/2004, pp. 163-164).

La referencia correspondiente sería así:

Todorov, T. (1993/2004). Gente común. En Frente al límite (pp. 129-167). 2ª ed. México: Siglo XXI.

Citas literales o textuales de más de 40 palabras: las citas literales que tienen más de cuarenta
palabras se escriben en párrafo aparte y sin comillas ni cursiva. Para efectos de su clara identi-
ficación para la diagramación, en la Revista Poiésis se escriben en un tamaño de 10 puntos, con
sangría a 2,54 cm. y sin comillas. Concluida la cita, se escribe punto antes de la referencia del
paréntesis y posterior a este. Ejemplo:

La enfermedad mental tiene implicaciones tanto personales como familiares. Tanto los
estilos de afrontamiento como la conducta de enfermedad varían en función de los
recursos que el sujeto pone en juego, entre los recursos ambientales el principal es la
familia, de aquí la especial importancia que cobra el grupo familiar en el tratamiento de la
persona con enfermedad mental. (García Laborda y Rodríguez Rodríguez, 2005, p. 45).

La referencia correspondiente sería así:

García Laborda, A. y Rodríguez Rodríguez, J. C. (julio-diciembre, 2012). Afrontamiento familiar ante


la enfermedad mental. Cultura de los cuidados, (18), 45-51. Recuperado de DOI: http://dx.doi.
org/10.14198/cuid.2005.18.08

Paráfrasis o cita no literal: este tipo de cita toma las ideas de una fuente original y las reproduce,
pero no con los términos originales, sino con las propias palabras del autor. Se utiliza para exponer
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

ideas generales. Ejemplo: los trabajos de Matthew Benwell (2015) intentan potenciar una mirada
renovada en el campo de la geografía social.

Esta es la referencia correspondiente:

Benwell, M. (December, 2015). Reframing Memory in the School Classroom: Remembering the
Malvinas War. Journal of Latin American Studies, 48(2), 273-300. Recuperado de DOI: https://
doi.org/10.1017/S0022216X15001248

210
Directrices para los autoresxxxx

Trabajos de múltiples autores: cuando se cite un trabajo de dos autores, siempre deben ponerse
los apellidos de ambos. Ejemplo: (García Laborda y Rodríguez Rodríguez, 2005). Cuando el trabajo
comprenda de tres a cinco autores, se citan todos los autores en la primera aparición. En las demás
citas del mismo texto, se escriben los apellidos del primer autor y se termina con et al., indicando el
año y la página. Ejemplo: 1ª cita: (García del Castillo, López-Sánchez, Tur-Viñes, García del Castillo-
López y Ramos, 2014). 2ª y demás citas: (García del Castillo et al., 2014). Si el texto tiene de seis
autores en adelante solo se ponen los apellidos del primer autor seguido de et al. (sin cursiva) desde
la primera aparición de la cita. Ejemplo: (Torres Pachón et al., 2015).

Las referencias correspondientes a los tres trabajos citados en estos ejemplos y organizadas alfa-
béticamente son:

García del Castillo, J. A., López-Sánchez, C., Tur-Viñes, V., García del Castillo-López, A. y Ramos, I.
(2014). Las redes sociales: ¿adicción o progreso tecnológico? En A. Fernández (coord.), Interac-
tividad y redes sociales (pp. 261-279). Madrid: Visión.

García Laborda, A. y Rodríguez Rodríguez, J. C. (julio-diciembre, 2012). Afrontamiento familiar ante


la enfermedad mental. Cultura de los cuidados, (18), 45-51. Recuperado de DOI: http://dx.doi.
org/10.14198/cuid.2005.18.08

Torres Pachón, A., Jiménez Urrego, Á. M., Wilchez Bolaños, N., Holguín Ocampo, J., Rodríguez
Ovalle, D. M., Rojas Velasco, M. A.,… Cárdenas Posada, D. F. (enero-junio, 2015). Psicología
social y posconflicto: ¿reformamos o revolucionamos? Revista Colombiana de Ciencias Sociales,
6(1), 176-193. Recuperado de DOI: http://dx.doi.org/10.21501/22161201.1432

Autor corporativo: cuando el autor es una entidad con sigla muy conocida, en la primera cita se
escribe el nombre completo y en las siguientes se abrevia a la sigla conocida. Ejemplo: (American
Psychological Association [APA], 2010). Siguientes citas: (APA, 2010).

Citas secundarias: corresponde a las citas de citas, es decir, cuando un texto fue leído por un autor
diferente a quien redacta el artículo. En este caso, debe indicarse claramente el autor que citó direc-
tamente la fuente. No es recomendable hacer uso de este tipo de citas. Únicamente es aceptable
emplearlas cuando el trabajo original ya no se imprime, no se encuentra a través de bases de datos

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


y demás fuentes de internet o no está disponible en español. Es aconsejable consultar directamen-
te la fuente primaria. Ejemplo: “la mayoría de los sandieguinos se oponía a fortalecer los vínculos
entre San Diego y Tijuana, y el 54% de los entrevistados declaró nunca haber visitado esta ciudad”
(Nevins, 2002, p. 82, como se citó en Muriá y Chávez, 2006, p. 39). En ese caso, en las referencias
irán Muriá y Chávez (2006).

Citas en otro idioma: las citas en otro idioma deben traducirse, generalmente en una nota al pie
de página. Puede citarse la traducción en el cuerpo del texto, o dejar la cita en el idioma original. En
este caso, deberá escribirse en cursiva.

211
Directrices para los autores

Citas de entrevistas: el material original, producto de entrevistas, grupos focales o conversatorios,


no se incluye en la lista de referencias. Al citar en el cuerpo del texto, se procede así: (Codifica-
ción del informante. Comunicación personal, fecha exacta de la comunicación). Ejemplo: “Nuestras
historias son parecidas, aunque no iguales” (P5, 3:3. Comunicación personal, 25 de septiembre,
2015).

Autocitas: no son recomendables las citas que aluden a trabajos previos del autor o autores de un
artículo, pues “La autocita es equivalente a autopremiarse por reconocimientos que otros debieran
hacer, si un autor es merecedor de tal distinción” (Valderrama Méndez, 2008, p. 1). La referencia
de esta cita es:

Valderrama Méndez, J. O. (2008). Las autocitas en artículos de revistas de corriente principal.


Información tecnológica, 19(5), 1. Recuperado de DOI: https://dx.doi.org/10.4067/
S0718-07642008000500001

Envío del artículo


Los artículos deberán enviarse a través del correo: poiesis@amigo.edu.co o a través de los envíos
en línea de la revista: http://www.funlam.edu.co/revistas/index.php/poiesis/user/register. Es preci-
so verificar que se cumplen los criterios mínimos, para ello contemple lo siguiente:

• Las márgenes son de 3 cms. en todos los lados: superior, inferior, derecha e izquierda
de cada página.
• Letra Arial, tamaño 12 puntos.
• Texto en interlineado 1,5, justificado.
• Las tablas no tienen líneas separando las celdas, usan interlineado sencillo y están
identificadas con su respectivo título y fuente. Igual con las figuras.
• Todas las figuras y tablas están dentro del texto en el sitio que les corresponde y no al
final de todo. Además, las tablas y figuras están numeradas y poseen título. En caso de
emplear figuras o tablas de otros autores, se dan los créditos y se les solicita el permiso
Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020

de uso.
• Las figuras se anexan además en formato JPEG de alta calidad: 1200 dpi para imágenes
en blanco y negro, 600 dpi en escala de grises y 300 dpi para color.
• El manuscrito tiene una extensión máxima de 35 páginas, que incluyen cuadros,
gráficas, referencias, y notas.
• El artículo está escrito con correcta ortografía y gramática.
• Aparecen en cursiva los títulos de libros, revistas, periódicos, películas y programas de
televisión, las anclas de una escala y para las palabras en otro idioma.
• Se evita el uso de citas secundarias o “citas de citas”.
• El uso del ampersand (&) es exclusivo para citas y referencias en inglés.

212
Directrices para los autoresxxxx

• El envío no ha sido publicado previamente ni se ha enviado previamente a otra revista


(o se ha proporcionado una explicación en Comentarios al editor).
• El texto fue escrito en Microsoft Word.
• En las citas y referencias aparecen los dos apellidos de los autores hispanoameri-
canos, cuando así se firman en el trabajo consultado.
• Se han añadido direcciones web para las referencias donde ha sido posible.
• Se ha cumplido con la forma de citar directa e indirectamente, con el respeto debido a
la propiedad intelectual.

Los envíos son revisados inicialmente por el director-editor y luego por miembros del Comité edito-
rial para comprobar que el artículo sea legible, este adecuado a la normativa y que sea de calidad
y pertinencia.

Aval del comité de ética


Con el fin de evidenciar que se cuenta con los permisos necesarios de las personas naturales y jurí-
dicas implicadas en los textos, cada artículo de investigación que se envíe a la revista deberá con-
tar con el aval del Comité de ética del consentimiento y asentimiento informado de la investigación,
así, se solicita a los autores adjuntar una copia del mismo al momento de remitir su contribución.

Revisión de pruebas
Si un artículo es aceptado para su publicación, luego de la evaluación por el comité editorial, se pro-
cede a la normalización y corrección de estilo. A los autores se les remite el documento corregido
para que realicen la revisión correspondiente y envíen su aprobación u observaciones, de manera
que prosiga con la diagramación. En ningún caso se podrán hacer modificaciones de contenido ni
incluir material adicional.

Poiésis (En línea) | N°. 39 | julio-diciembre | 2020


Política de detección de plagio
Cada artículo remitido a Poiésis será revisado a través del software iThenticate para verificar la
originalidad del mismo, esto es, que no haya sido publicado anteriormente o que no atente con-
tra los derechos de autor. Esta revisión arroja un porcentaje de índice de similitud mostrando los
contenidos similares y las páginas web donde se encuentran. El reporte del iThenticate se analiza
en función de verificar que los autores hayan realizado una correcta citación de las fuentes y sus
respectivos autores o titulares, y así prevenir el plagio.

213
Directrices para los autores

Ética de la revista
El Comité editorial es el encargado de revisar todos los artículos, en virtud de que los procesos
evaluativos velen por la calidad académica de la revista.

El Director-editor y el Comité editorial tendrán la libertad para emitir su opinión sobre la viabilidad de
publicación del artículo. Las decisiones editoriales se informarán a los autores de manera oportuna.

Se consideran motivos de rechazo: el plagio, la adulteración, discurrir o falsificar datos del conte-
nido y del autor, artículos que no sean inéditos y originales, artículos que hayan sido publicados
en otro idioma, la presencia de autores fantasma o invitados que realmente no contribuyeron al
estudio o al manuscrito, así como la omisión de un autor que haya contribuido al estudio y no haya
sido listado en las notas de autor. En caso de duda o disputa de autoría y coautoría se suspenderá el
proceso de edición y la publicación del texto hasta que sea resuelto. El articulista se comprometerá
a respetar las leyes nacionales e internacionales de Derechos de Autor y de Protección a menores.
De igual manera, el manuscrito no debe contener material abusivo, difamatorio, injurioso, obsceno,
fraudulento o ilegal.

Bajo ninguna circunstancia la dirección de la revista solicitará al o a los autores la citación de la


misma ni publicará artículos con conflicto de intereses.

Si una vez publicado el artículo: (1) el autor descubre posibles errores de fondo que vulneren la
calidad o cientificidad de su texto, podrá requerir el retiro o corrección del mismo. (2) Si un tercero
detecta el error, es obligación del autor retractarse y se procederá al retiro o corrección pública.

La revista Poiésis es de libre acceso y no cobra a los autores por el proceso editorial ni por la publi-
cación; estos costos son asumidos por la Institución.

Toda reclamación se recibirá por escrito mediante correo electrónico a poiesis@amigo.edu.co

Las contribuciones deben enviarse al siguiente correo electrónico: poiesis@amigo.edu.co o a tra-


vés de los envíos en línea de la revista: http://www.funlam.edu.co/revistas/index.php/poiesis/user/
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La contribución debe enviarse mediante:

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