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Hechos 3 Clase 11

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Departamento de Ciencias Económicas

2440- Derecho Civil y Comercial

DOCUMENTO DE CLASE

Clase N°: 5 – UNIDAD III- HECHOS Y ACTOS JURÍDICOS

1. Objetivo/s de la clase:
Que el alumno internalice las consecuencias e imputabilidad de los hechos voluntarios.

2. Mapa conceptual de la clase:

HECHOS JURIDICOS

HUMANOS NATURALES

VOLUNTARIOS INVOLUNTARIOS

LICITOS ILICITOS

ACTOS
JURIDICOS

3. Desarrollo:
1. HECHO JURÍDICO.
a) Hecho Jurídicos: Concepto. Dentro del sinnúmero de hechos que acontecen en el mundo externo,
hay algunos que tienen la propiedad de producir efectos jurídicos. La relación que se da entre el hecho y la
consecuencia jurídica deriva de que la ley así lo establece.
Cuando el Código habla de “acontecimientos”, ¿se refiere a hechos en el sentido material, a hechos reales, o
también alude a otros elementos, como situaciones jurídicas o derechos subjetivos? Por de pronto nadie niega
que los acontecimientos de la realidad, así un terremoto como un contrato, son hechos jurídicos, pero el
problema radica en saber si hay otros acontecimientos de mayor sutileza que también lo son. Por ello, todo

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hecho jurídico abarca distintos supuestos (hechos, omisiones o abstenciones, situaciones, etc.) que no solo
provienen del hombre, sino que también pueden derivar de los hechos externos o de la naturaleza (como el
granizo que destruye la cosecha, el nacimiento, la muerte, etc.) y también provenir de hechos humanos.
El nuevo Código, si bien conserva la definición del hecho jurídico como texto legal, mejora la anterior con la
sustitución del criterio referido a que el hecho es “susceptible de producir” efectos jurídicos, por el de
“efectivamente producirlos”.
Los hechos jurídicos pueden clasificarse de la siguiente manera:
A) Pueden ser naturales o humanos. Los primeros, son aquellos que se producen por causas extrañas al
hombre o sin su principal intervención, tales como el nacimiento y la muerte. También un fenómeno de la
naturaleza (inundación, granizo, terremoto), que provoquen daños y puedan dar lugar al cobro del seguro. Los
segundos son los realizados por el hombre, como un contrato, un testamento, etc.

b) Simple acto voluntarios lícito. Se trata de hechos o actos simples que en rigor no tienen por
finalidad crear consecuencias jurídicas concretas, salvo el caso en que expresamente esas consecuencias estén
reconocidas por la ley, es decir, actos realizados sin el propósito de lograr por su intermedio consecuencias de
derecho (lo que los diferencia del acto jurídico), pero ellas no obstante nacen de la ley (art. 258). Ejemplos de
ellos son: el descubrimiento de un tesoro, la apropiación por caza y pesca, la fijación y cambio de domicilio
real, la reconciliación conyugal, la oposición al matrimonio, etc.

c) Acto Voluntario. Acto Involuntario. Manifestación de la voluntad. Los hechos humanos pueden
ser voluntarios o involuntarios.
Son voluntarios, los realizados con discernimiento, intención y libertad, que se manifiestan por un hecho
exterior (art. 260).
Discernimiento: “Discernir” proviene del latín y significa “separar, dividir, distinguir, reconocer”. El
discernimiento es un estado de conciencia del individuo que, invistiéndolo de la facultad de conocer en
general, le permite formar concepto para diferenciar entre varias cosas, apreciar y valorar sus actos y los
ajenos; lo bueno de lo malo; lo justo de lo injusto. Se traduce en la comprensión de la realidad que lo rodea.
La diferencia entre la capacidad y el discernimiento es que los actos del incapaz son nulos aunque tengan
discernimiento, mientras que los del capaz, son anulables si ha obrado sin él. Asimismo, la capacidad para
discernir no debe confundirse con la capacidad de ejercicio, la cual, salvo el caso de la emancipación,
comienza a los 18 años.
El discernimiento se presume y quien invoca lo contrario debe acreditarlo (art. 261).
Intención: Mientras el discernimiento otorga la facultad de conocer y comprender el acto, la intención
representa el uso y aplicación de esa facultad. Discernimiento e intención son dos estados de presentación

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sucesiva: de ahí que la ausencia de discernimiento excluya por completo a la intención, y la presencia de esta
presuponga la existencia de aquel.
Suprimen la intención tanto el error (art. 265) como el dolo (art. 271 y ss.).
Libertad: Con estricta referencia al acto jurídico, la libertad consiste en poder el hombre elegir entre distintas
alternativas; en poder decidir por sí sus propios actos, sin hechos exteriores que condicionen o limiten esa
decisión. Frente a la ausencia de libertad en el acto, el mismo se reputa involuntario.
Cuando un acto es realizado sin libertad queda afectado por el vicio de violencia, bajo la modalidad de fuerza
o intimidación (art. 276).
El cuarto elemento de la voluntad: Su manifestación por un hecho exterior. Lo normal es que la manifestación
de la voluntad tenga plena correspondencia con los elementos que la forman. Pero puede ocurrir que se
exteriorice una voluntad diferente de la real o querida, ya sea consciente o inconscientemente. Por ello, dada
la divergencia, se presenta el problema de saber cuál de las dos debe prevalecer. (art. 260 del Código). En
consecuencia la voluntad jurídica puede definirse como el propósito de realizar un determinado acto, para
cuya configuración se deben reunir tres condiciones internas que son discernimiento, intención y libertad, y
una condición externa, que es la manifestación o exteriorización de esa voluntad.
Diversas formas de manifestación de la voluntad: La declaración o expresión positiva de la voluntad, que es
a la que se refiere el art. 262, será considerada como tal, cuando se manifieste verbalmente, o por escrito, o
por signos inequívocos con referencia a determinados objetos.
La expresión oral de la voluntad es la realizada verbalmente; es informal, instantánea, pero a la vez inestable,
insegura y de difícil prueba, porque cuando las partes en conflicto discrepan sobre lo que convinieron o el
sentido que le han dado a las palabras, se hace difícil probar el contenido de la voluntad.
En efecto, la expresión tácita de la voluntad resulta de aquellos actos por los cuales se puede conocer con
certidumbre la existencia de la voluntad (art. 264), en los casos en que no se exija una expresión positiva, o
cuando no haya una protesta o declaración expresa contraria. Hay certeza de la existencia de la voluntad en
aquellos casos en que la conducta de una o ambas partes produzca, en forma indubitable, una consecuencia o
efecto jurídicamente relevante en el acto de que se trata, sin que se exija para ello un medio positivo de
manifestación de la voluntad; así, si la aseguradora paga el siniestro sin haber el asegurado abonado la prima
en tiempo y forma, implica la voluntad de prorrogar el plazo para su integración. Respecto al silencio como
manifestación de la voluntad, el Código lo expresa en el art. 263. En principio, el silencio no constituye
manifestación tácita de voluntad en ningún sentido, a menos que encuadre en las hipótesis de la precitada
norma.
Cuando los actos humanos se ejecuten en condiciones tales que normativamente trasuntan discernimiento,
intención y libertad, se consideran voluntarios. Cuando, en cambio, carecen de todos o de algunos de esos
elementos, la ley los denomina involuntarios y los priva de sus consecuencias jurídicas ordinarias.

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Los hechos voluntarios pueden ser, a su vez, lícitos e ilícitos. Son hechos lícitos las acciones voluntarias no
prohibidas por la ley, de que puede resultar alguna adquisición, modificación o extinción de relaciones o
situaciones jurídicas (art. 258).
Los hechos ilícitos son las acciones u omisiones contrarias a la ley. Son aquellos expresamente prohibidos por
las leyes y no se podrá aplicar pena o sanción si no hubiere una disposición de la ley que la hubiera impuesto.
Llambías define al acto ilícito como los “actos voluntarios reprobados por las leyes, que causan un daño
imputable al agente en razón de su dolo o culpa”.
Los elementos clásicos del acto ilícito son: 1) Una acción u omisión contraria a la ley; 2) Que dicha acción u
omisión sea imputable al autor mediante alguno de los factores de atribución de responsabilidad (dolo o
culpa). En efecto, cuando el hecho ilícito es ejecutado a sabiendas de lo que se hace, con la intención de dañar
o con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos, se actúa con dolo; cuando el hecho ilícito es ejecutado
con negligencia, imprudencia o impericia, se actúa con culpa (art. 1724); 3) Existencia de un daño cierto.
Existe daño cuando por el hecho se produce a una persona un perjuicio material o moral, siendo
imprescindible que el daño sea consecuencia del hecho ilícito, es decir, que entre el hecho y el daño exista un
nexo causal adecuado.

d)Vicios de la voluntad. Error; dolo, Violencia. Son las circunstancias y motivaciones que afectan
la validez de los actos jurídicos. La voluntad incompleta, defectuosa o imperfecta, puede afectar al
discernimiento, a la intención (error o dolo) y a la libertad (violencia e intimidación). Luego la “simulación”,
el “fraude” y la “lesión” pueden afectar al acto jurídico propiamente dicho.
La ausencia de discernimiento no solo incide sobre la validez del acto, sino también sobre la responsabilidad
y la imputación. Para nuestro código se afecta el discernimiento por: a) Inmadurez, por razones de edad. La
ley considera carentes de madurez, a los actos lícitos practicados por personas menores de edad (art. 25), y
específicamente carentes de discernimiento los actos ilícitos practicados por menores de 10 años (art. 261,
inc. b), y menores de 13 años (art. 261, inc. c), sin perjuicio de lo establecido en disposiciones especiales; b)
Incapacidad, declarada por sentencia judicial (art. 24 inc. c). Son nulos los actos de la persona incapaz y con
capacidad restringida posteriores a la inscripción de la sentencia declarativa de incapacidad (art. 44); los actos
anteriores a la inscripción pueden ser declarados nulos, si perjudican a la persona incapaz o con capacidad
restringida y concurren los demás requisitos del art. 45; y c) Inconsciencia, debido a una situación accidental
transitoria que priva a la persona del uso de su razón (art. 261 inc. a). Tales son los casos de hipnotismo,
sonambulismo, embriaguez, drogadicción, pánico, intoxicación con medicamentos, lipotimias, etc. La prueba
de ese estado está a cargo de quien lo invoca. Sin embargo debe aclararse que se exige que el que ha pasado
por ese estado de inconsciencia con pérdida del discernimiento, no se haya colocado voluntariamente en tal
estado.

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Los actos serán reputados practicados sin intención, cuando fueren hechos por error, o por dolo, y aquellos
que se ejecutaren por fuerza o intimidación.
Error. Se entiende por “error” el falso conocimiento de la realidad de las cosas que, de no haberlo tenido, la
persona jamás habría celebrado el acto.
Clases de error: El error puede ser de derecho o de hecho.
1) El error de derecho es la ignorancia o falsa noción sobre la existencia o vigencia de la ley. Pero la
ignorancia de las leyes o el error de derecho en ningún caso impedirán los efectos lega-les de los actos lícitos,
ni excusará la responsabilidad por los actos ilícitos. Así, el art. 8 sienta el principio de inexcusabilidad al
disponer que: “La ignorancia de las leyes no sirve de excusa para su cumplimiento, si la excepción no está
autorizada por el ordenamiento jurídico”.
Sin embargo existen excepciones legales al principio de inexcusabilidad del error de derecho, como el pago
indebido (art. 1796) u otras.
2) El error de hecho tiene lugar cuando el falso conocimiento recae sobre un dato de hecho, contenido o
presupuesto del acto, es decir, falta el exacto conocimiento del estado de las cosas. Este es el vicio que puede
afectar al acto, ya que el error de derecho, como vimos, no tiene justificación legal ni es eximente de
responsabilidad.
El error de hecho puede ser esencial o accidental.
El error de hecho esencial es el que recae sobre los elementos fundamentales del acto jurídico, causando su
nulidad.
En tales casos existe error esencial que vicia la manifestación de la voluntad, y deja sin efecto lo que en el
acto se hubiere dispuesto, pudiendo anularse todo lo contenido en él. Así lo dispone el art. 265 que establece:
“El error de hecho esencial vicia la voluntad y causa la nulidad del acto. Si el acto es bilateral o unilateral
recepticio, el error debe, además, ser reconocible por el destinatario para causar la nulidad”. El error es
reconocible cuando el destinatario de la declaración lo pudo conocer según la naturaleza del acto, las
circunstancias de persona, tiempo y lugar (art. 266).
Es accidental el error de hecho que versare sobre alguna calidad accidental de la cosa, o sobre algún accesorio
de ella. En estos casos, el error no invalida el acto, aunque haya sido el motivo determinante para hacerlo.
Los actos jurídicos pueden ser declarados nulos cuando hay error de hecho, el que, para ser invocado, además
de ser esencial (art. 265), debe ser reconocible. Conforme al art. 266 “El error es reconocible cuando el
destinatario de la declaración lo pudo conocer según la naturaleza del acto y las circunstancias de persona,
tiempo y lugar”. El criterio para establecer cuándo el error es reconocible es “objetivo”, es decir, no depende
de la situación concreta del destinatario sino de lo que ocurre habitualmente con criterio de generalidad, es
decir, cuando el destinatario, usando la normal diligencia o la normal atención, hubiera podido darse cuenta
de él, aunque, de hecho, no se haya percatado. Por tanto, no es necesario que el destinatario de la declaración

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haya o no reconocido el error: basta que el error fuese objetivamente reconocible según las características del
destinatario de la declaración, teniendo en cuenta la naturaleza del acto en cuestión y, particularmente, las
circunstancias de tiempo y lugar como expresa la norma.
En suma, para que el error sea causa de nulidad de un acto jurídico, debe ser esencial y reconocible (en los
actos bilaterales o unilaterales recepticios). El Código supera y prescinde así del requisito de la excusabilidad
previsto en el Código anterior, cuyo esquema se traslada -para tutela de la confianza- del que yerra (es decir,
del propio sujeto que erró) hacia el destinatario de la declaración: se requiere, por ello, la reconocibilidad del
error de hecho esencial. La prueba del error está a cargo de quien lo invoca.
El error de cálculo no da lugar a la nulidad del acto, sino solamente a su rectificación, excepto que sea
determinante del consentimiento (art. 268).
Dolo. En Derecho la palabra “dolo” tiene distintos significados: a) Dolo como elemento del acto ilícito, esto
es, la intención de cometer un daño; b) Dolo obligacional, entendido como el incumplimiento deliberado de la
obligación. Se configura cuando el deudor pudiendo cumplir no lo hace; c) Dolo como vicio de la voluntad.
El dolo como vicio de la voluntad es una actitud o maniobra de engaño, inducida por una parte hacia
la otra, o por un tercero, que vicia su voluntad en la celebración del acto jurídico. El dolo es sinónimo de
engaño. Cabe destacar que el dolo puede producirse por acción o por omisión, y desde este ángulo la omisión
dolosa causa los mismos efectos que la acción dolosa. Asimismo, puede afectar tanto a los actos bilaterales
como a los unilaterales.
El dolo puede ser esencial o incidental.
El dolo es esencial y causa la nulidad del acto si el dolo empleado, conforme al art. 272, reúne los siguientes
requisitos: a) Debe ser grave. No cualquier acción dolosa es apta para causar la nulidad de un acto, sino que
debe ser idónea para provocar el engaño, que es la esencia del dolo. La mera avivada o picardía no
necesariamente alcanza el nivel de dolo, cuya gravedad debe ser apreciada según las características y
condiciones personales de la víctima: un ardid que no podría llevar a engaño a una persona sagaz y culta, tal
vez sirva para inducir a una persona de pocas luces a celebrar el acto; b) Debe ser la causa determinante de la
voluntad; c) Debe causar un daño importante. Significa que la víctima debe haber experimentado un perjuicio
de cierta magnitud, lo que guarda relación con el principio de conservación del acto jurídico y la preservación
de la estabilidad de los negocios y de la seguridad jurídica. Si el dolo no provocara un daño significativo, la
víctima de todos modos podrá reclamar la reparación de los perjuicios sufridos sin necesidad de invalidar el
acto jurídico, pues la ilicitud de la conducta se mantiene. El daño que provoca la nulidad puede ser
patrimonial o moral; d) No debe existir dolo recíproco. La imposibilidad de valerse del dolo para anular el
acto cuando ambas partes lo han utilizado deriva del principio de buena fe, de la moral y las buenas
costumbres. Dice Borda: “quien juega sucio, no tiene derecho a exigir un juego limpio”.
El dolo incidental (art. 273), en cambio, no es determinante de la voluntad; en consecuencia, no afecta la

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validez del acto, razón por la cual si bien no habilita a la víctima a demandar la nulidad del acto, le permite
reclamar indemnización por daños y perjuicios.
El dolo en suma, sea de la otra parte o de un tercero, produce: a) la anulación del acto si es esencial; b) la
reparación de los daños causados por el autor del dolo; c) si la contraparte conocía el dolo que estaba
cometiendo el tercero, responderá solidariamente (art. 275).
La prueba del dolo está a cargo de quien lo invoca.
Por otra parte, los vicios que afectan la libertad y que permitirán a la víctima demandar la anulación
del acto y reclamar daños y perjuicios al autor del hecho, son la fuerza y la intimidación, que se denominan
genéricamente “violencia”. La violencia se presenta de dos formas distintas: como violencia física (fuerza), y
violencia moral o amenazas (intimidación).
La fuerza irresistible y las amenazas que generan el temor de sufrir un mal grave e inminente que no se
puedan contrarrestar o evitar en la persona o bienes de la parte o de un tercero, causan la nulidad del acto. La
relevancia de las amenazas debe ser juzgada teniendo en cuenta la situación del amenazado y las demás
circunstancias del caso (art. 276). El autor de la fuerza irresistible y de las amenazas puede ser una de las
partes del acto, o un tercero.
No hay intimidación por amenazas cuando el que las hace se limitase a ejercitar sus propios derechos.
Asimismo, el temor reverencial, o el de los descendientes hacia los ascendientes, o de los subordinados hacia
sus superiores, no es causa objetiva y suficiente para anular los actos, por lo que habrá que analizar en el caso
concreto si dicho temor fue o no idóneo para determinar al otro a realizar el acto, esto es, si se configuran los
elementos de la intimidación.
El autor de la fuerza o la intimidación debe reparar los daños. El acto podrá anularse aunque la fuerza o la
intimidación hayan sido empleadas por un tercero que no intervenga en él. Si la contraparte conocía la acción
de fuerza o intimidación cometida por el tercero, responderá solidariamente, pero si la ignoraba, y el acto se
declara nulo, el tercero será el único responsable de todos los daños y perjuicios ocasionados a la parte
perjudicada por la declaración de nulidad (art. 278).

4. Bibliografía:
https://www.infoleg.gov.ar (Código Civil y Comercial de la Nación)

5. Actividad pedagógica:

Cuestionario a responder con verdadero o falso:

a) Los hechos voluntarios pueden ser sólo lícitos.

b) Todo engaño en la contratación produce su invalidez.

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c) Por principio, la ignorancia de la ley no sirve de excusa..

d) El silencio opuesto a actos constituye una manifestación de la voluntad.

6. Material complementario de la clase:

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