Teología Fundamental Apuntes
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Teología Fundamental Apuntes
Javier Prades)
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TEMA 0. INTRODUCCIÓN.
-Nexo razón-fe
-Fundamento de la razón en la teología
-¿Porqué es razonable comenzar?
Lo que vamos a hacer es un ejercicio cuyos elementos los tenemos ya y por tanto
estamos en condiciones de hacer el camino nosotros:
1º Ejercicio de razón.
2º Que se busca comprender lo que ya ha sucedido.
3º En cuando que lo que ya ha sucedido está llamado a ser explicación de la realidad
entera.
Objetivo: tener más razones para creer, obtener más amor a la razón y a la libertad,
no querer simplemente opinar y sí saber. Esto sólo se acepta en ciertos aspectos
de acceso a lo real (ante enfermedades, cuando nuestra vida está en juego), saber
las razones que permiten vivir humanamente.
Tenemos que usar la razón y la libertad para entender y amar la REVELACIÓN, que
Dios nos ha salido al encuentro; y nosotros nos hemos dado cuenta de que El nos ha salido al
paso: FE.
*El trabajo que vamos a realizar nos permite mostrar o proponer a las preguntas de todo
hombre, la verdad, no la opinión. Nos introduce en las categorías fundamentales.
San Pedro: "Dad culto al Señor Cristo en vuestros corazones. Siempre dispuestos a dar
respuesta razón de vuestra esperanza". (1Pe)
Teología Fundamental (Prof. Javier Prades)
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TEMA 1. DE LA APOLOGÉTICA A LA TEOLOGÍA FUNDAMENTAL.
San Justino escribe sus discusiones con el judío Trifón; Tertuliano escribe la Polémicas
respecto al hecho Cristiano; Orígenes "su posibilidad de ser aceptado por los hombres". Pero
estos contenidos no se articulan hasta hace poco. La expresión Teología Fundamental se
empieza a utilizar hacia el siglo XVIII y se consolida como tratado teológico en el siglo XIX,
recibiendo el título de Apologética o Teología Apologética. Dentro del campo de las
disciplinas teológicas podríamos encontrar algunos precedentes (ej. Discusiones medievales
sobre el análisis del acto de la fe "Analysis Fidei").
Santo Tomás, se pregunta en que potencia humana radica el acto de la fe. Este
momento es un precedente en los estudios teológico. Dentro de la sistematización de Santo
Tomás no constituye un tratado, sino que simplemente cuando habla de la virtud de la fe
analiza este problema.
Otro aspecto de la materia es el estudio "De Locis Theologicis" (sobre los lugares
teológicos). Estudio famoso en la escolástica barroca del siglo XVI y XVII; lo elabora Melchor
Cano (los lugares en los que se aprende la fe). 2º ejemplo de cuestiones de nuestra disciplina
estudiadas de otro modo.
A partir de la segunda mitad del siglo XVI se empiezan a estudiar tratados sobre la
Iglesia (J. Roberto Belarmino). Criterios para distinguir la Iglesia verdadera de la no verdadera.
Vemos pues que en el desarrollo de los estudios teológicos distintas cuestiones fueron
estudiadas de otra forma sin constituir un tratado unitario. El siglo XIV ve nacer la disciplina
de la Apologética que hoy llamamos Teología fundamental. El factor que provoca el
nacimiento de esta disciplina es el pensamiento de la Ilustración, que lleva a católicos y
protestantes a percibir la necesidad de justificar o legitimar el contenido de la fe ante la
provocación que viene del mundo ilustrado. Schleiermacher, teólogo protestante, siente la
necesidad de hacer un prolegómeno apologético a la teología. Se piensa que ya no se pueden
hacer afirmaciones en bloque, estudian por partes para no ser descalificados en bloque. A partir
de ahora se empiezan a hacer estudios sistemáticos.
- ÁMBITO CATÓLICO.
DREY: Fundador de la Escuela Teológica de Tubinga, escribe: "Apologética
como demostración científica de la divinidad del cristianismo". Siente la
necesidad de escribir este libro como previo al estudio de la Teología. Si no
hace este trabajo, piensa que, lo demás que se escriba no va a tener incidencia en
la sociedad.
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PERRONE: Que goza de una enorme presencia en el Concilio Vaticano I. ¿Cómo se
organiza esta reflexión de apología del cristianismo?. Hay distintas
sensibilidades. Unos se apoyan en la metafísica racionalista de Leibniz y Wolff,
que tiene una enorme difusión.
La teología católica se inclinó más por una perspectiva más racional. Lo hizo en cuanto
a que pertenece a la entraña del cristianismo el VALOR DE LA RAZÓN. La tradición católica
siempre reivindicó la DIGNIDAD DE LA RAZÓN (ej. Santo Tomás y San Agustín: su obra es
una indagación del valor de la razón humana).
En 1893 aparece la "Aeterni Patris" del Papa León XIII, reivindicando la vuelta de la
tradición tomista. Algunos personajes de este período son Gardeil, Garrigou- Lagrange.
Aparece también el Diccionario Apologético de la fe católica, que reivindica la razón frente a
lo que decía el modernismo.
Vamos a ver como se realizaba el trabajo por estos autores; la apologética se dividia en:
A partir de los años 30 comienzan a surgir autores y corrientes que intentan otro
camino, que intentan desde otras perspectivas introducir un modo nuevo de hacer apologética:
Otros autores, proponen, desde dentro del tomismo una renovación de la apologética:
LONERGAN
CORETH
LOTZ
DANIELOU
BOVILLARA
DE LUBAC
1.- La teología apologética nace con un fuerte carácter ANTIDEISTA. El contexto cultural en
que nace es el deismo. Se afirma el primer ser, que pone en marcha el mundo y luego lo deja a
su suerte (consecuencia de la visión deista). La imágen deista de Dios conlleva el afirmar una
religión meramente racional. No se acepta una intervención de Dios en la Historia. Los
milagros y la Resurrección de Jesús serán explicados de otra manera. Por tanto la apologética
católica surge con la necesidad de réplica, de responder a unos planteamientos mal realizados.
Drey, uno de los precursores dirá: "Nace la apologética como demostración científica
contra la corriente deista".
3.- En realidad lo que intenta probar es una idea genérica de Revelación. Perdía de vista que la
Revelación cristiana es un hecho completamente SINGULAR y por tanto no cabe incluirlo en
otra categoría. Sólo la Revelación cristiana puede explicar la Revelación cristiana.
Ejm: Que un hombre haga milagros es imposible a no ser que haya sido enviado por
Dios. Jesús hizo milagros, por tanto Jesús fue enviado por Dios.
Cualquier hombre debe asentir a la conclusión. ¿Qué significa hacer milagros?, ¿qué
significa hacer profecías?: ya se encargará la Teología Dogmática de explicarlo en un segundo
momento de la fe.
Quería demostrar lo mismo que hacían las ciencias para forzar el intelecto. Pero los
milagros, profecías, crecimiento de la Iglesia, etc, no pueden ser resueltos o demostrados lo
mismo que el Teorema de Pitágoras. Esto es así porque eran deudores de un racionalismo (la
razón entendida del mismo modo que los racionalistas).
Un milagro de Jesús no sólo es para atestiguar que viene Dios. Tiene relación con la
persona sobre la que actúa ese milagro.
Fue ampliar la apologética en cuanto a los temas, a los interlocutores (se intenta dirigir
a todo hombre) y empieza a ceder el término apologética por TEOLOGÍA FUNDAMENTAL
(años 30). Se amplía el problema estricto de demostrar los hechos. Se empieza a conectar con
la cristología y la eclesiología.
El mundo latino ha recibido más la renovación del Concilio: se empieza por el hecho de
la Revelación Cristiana, a continuación la Revelación y sus implicaciones, respuesta del
hombre, modalidad histórica de permanencia en la historia: EL TESTIMONIO, LA IGLESIA.
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Podríamos decir que los precedentes hay que buscarlos muy atrás, por ejemplo en la
Edad Media, Raimundo Lulio concibe su obra en el diálogo y discusión con los paganos,
muere en el 1316. Antes algunos dominicos de Barcelona que conciben la misión como debate
con los gentiles (contemporáneos de Santo Tomás). Entre ellos el Maestro General San
Raimundo de Peñafort y Ramón Martí, que se dedica a la apologética.
En el siglo XVI Juan Luis Vives escribe "De veritate fidei christianae". Melchor Cano,
dominico, teólogo de Trento escribe "De Locis Theologicis". En el Siglo XVIII se escribe "El
Misterio, el catolicismo comparado con el protestantismo".
En el siglo XX Zapelena, Nicolau y Bizmanos, el teólogo jesuita post-conciliar de la
Gregoriana Juan Alfaro y Javier Zubiri.
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TEMA 2. LA REVELACIÓN DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.
El libro del Ex. nos presenta a un pueblo, Israel, en Egipto, en tiempos de Ramsés II,
siglo XIII a.C., en una situación de opresión y sometimiento, forzados a trabajar en las
ciudades de Pitón y Ramsés.
La historia de Israel se constituye en el espacio que crea esta iniciativa de Dios, de otro
modo, la historia del pueblo es la historia del encuentro con el Dios que Salva y de sus
implicaciones. Es la historia que determina la salvación vivida y por tanto narrada y recordada.
Esta es la historia que recorre el Antiguo Testamento con gran amplitud y densidad. En la
Literatura del A.T. no hay nada que se pueda comparar a esta iniciativa de Dios para la
salvación de su pueblo.
El hombre hecho para la vida, que arrastra una limitación, se encuentra en esta tensión
hacia la vida que promete un bien, se hace vulnerable. Los peligros que amenazan a un pueblo
son superiores y también son los modos en que Dios libera. Lo que no cambia y permanece es
que Dios es el salvador, el que responde a la necesidad del pueblo salvando. Al gesto Salvador
el hombre puede responder:
En la salida de Egipto la liberación se les anuncia, empieza con una promesa salvadora.
Estando en la opresión, hay una promesa, una palabra que subyace, que acompaña el
acontecimiento desde la salida de Egipto hasta la conquista de la Tierra prometida. Una
promesa que se cumple al llegar a la tierra prometida, pero sin perder su significado y su
vigencia. Los peligros nuevos despiertan la conciencia de la promesa hecha a los antepasados.
La promesa de la liberación se vincula a la promesa hecha a los Patriarcas, del mismo modo
que la entrada en la tierra prometida (Gn 50,24).
El teólogo español Artola dirá: "la ley pide por lógica interna una permanencia y una
fijeza que se adquiere en su consignación por escrito. Por eso la ley se considera Palabra de
Dios desde el momento mismo de su promulgación, mientras que las profecías se consideran
Palabra de Dios en el momento mismo de la locución".
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Si la palabra designa la voluntad salvadora de Dios, que interviene una y otra vez en la
historia del Pueblo, indicando un orden firme e invariable, como si Dios reclamase al pueblo
una forma invariable de relación con Él; si esto es así, será una consecuencia que el orden de la
creación sea atribuido a la Palabra creadora de Dios (Is 48.13); su Palabra ordena y dirige los
acontecimientos naturales (Sal 147, 15-18), las fuerzas de la naturaleza obedecen la Palabra del
Señor (Sal 148,8), no se resiste la naturaleza (Ecco 39,31). La palabra en el Antiguo
Testamento parece algo más que una mera expresión oral del pensamiento, se trata de una
realidad dinámica que tiende a realizar lo que dice: es así, tanto en la palabra que desencadena
la liberación de Egipto, como a las diferentes formas en que será pronunciada a lo largo de la
historia del pueblo: será Palabra de bendición o maldición (Gn 27,33; Josué 6,26; 1Re 16,34).
La palabra salvadora es EFICAZ (Is 55,10). La palabra salvadora no regresa hasta cumplir
aquello a lo que se envía.
2.3.- El mediador.
2.4.- La respuesta.
Todos los pasos de la liberación de Dios requieren de la respuesta del hombre, como fe,
es decir, reconocer la presencia y acción salvadora de Dios en la historia.
Es la fe en Dios la que determina la relación con otros pueblos. La relación con Dios es
posible si es realción íntegra del hombre con Dios. Dios es el Señor de la naturaleza, de la
historia (Dt, Ex); estas reflexiones históricas son el culmen de las reflexiones teológicas de
Israel.
El A.T. habla de Dios narrando lo que ha sucedido entre El y los hombres, lo que
sucede y lo que sucederá. Dios no se convierte en una noción abstracta, ya que no se puede
hablar de Dios más que como el que actúa y habla. Lo que se puede decir de Dios está siempre
1
Von Rad: "La fe de Israel ha sido siempre una relación con un acontecimiento, con un
autotestimonio de Dios en la historia. Nosotros vemos a este pueblo perennemente suspendido,
movido, formado, transformado, anonadado y resurgido por la palabra de Dios pronunciada
siempre de nuevo".
Si lo que se intenta narrar es esto, no se puede hacer desde fuera de la tradición judeo-
cristiana; es repetir con sencillez los hechos vividos y lo que ha acontecido a un pueblo. La
relación hombre-Dios es siempre una relación preparatoria de una plenitud, es el previo para un
encuentro perfecto.
BREVE SÍNTESIS.
1 Contenido de la revelación.
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El acontecimiento liberador permite conocer otros acontecimientos liberadores de la
vida de Israel, por tanto, es un acontecimiento que tiene valor de arquetipo; es un signo del
origen mismo de la historia y de la modalidad de su cumplimiento. La historia de Israel tal y
como aparece en la S.E. no es un retorno al pasado, ni progreso indefinido a un futuro
desconocido, sino un retomar el acontecimiento en el presente, el origen. El hombre, por la
iniciativa de Dios
(acontecimiento y palabra) interpelado, participa en la realización del sentido que se le anticipa
en la promesa. El A.T. en sus estratos, da testimonio de que el pueblo de Israel retoma el
origen. En este sentido el N.T. retoma la relación con el A.T., reflejando el este retomar el
acontecimiento liberador.
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TEMA 3. LA REVELACIÓN EN EL N.T.
1.-Político-nacional: zelotas.
2.-Atemporal: literatura sabiduría.
3.-Apocalíptica: Qumram.
Schürmann sostiene que Jesús tenía comprensión original del Reino de Dios y de su
propio destino. Está en el contexto de la experiencia apocalíptica de su tiempo y sobre Él
mismo ejerció también influencia el A.T. (Dt Is S.t.). En la forma de predicar Jesús el Reino de
Dios, es original la tensión entre escatología (fin de los tiempos) inminente y un presente actual
que está realizando anticipadamente el futuro. No es un mero anuncio de la inminencia del
ahora de Dios, sino el anuncio de una proximidad del Reino de Dios en sus palabras y acciones.
No basta decir "que está cerca el Reino de Dios", sino que "ya ha empezado y por eso su venida
real es inminente".
Jesús pone con frecuencia al oyente ante conceptos de Dios que desbordan la imagen ya
dada de Dios mismo, en las parábolas por ejemplo. Respecto del culto, Jesús abre también lo
que podría denominarse "filtro" ante su presencia: sábado, Templo, que han sido dados por
Dios y por tanto tienen todo su valor. Jesús no desprecia estas realidades; pone de relieve su
valor real, que no se ciernen sobre sí mismas. Con la ley ocurre lo mismo; Jesús llama a
obedecerla, cuyo valor está en indicar otra cosa. De ahí la novedad de la predicación de Jesús,
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la exigencia radical no es por la inminencia del juicio sino por el modo en que Dios está
actuando. La predicación del Reino de Dios se funda en la comparación con lo que Él es y hace
ante sus contemporáneos. Sus exigencias obligan no como amenaza sino como unión a la
percepción de que Dios está salvando. Antes dde sus hechos y palabras, Dios realiza la
salvación escatológica, por eso puede el hombre corresponder con su concepto ético a las
exigencias de Dios.
El momento en el que el hombre percibe que lo que tiene delante es distinto de lo que
se nos presenta habitualmente y lo supera, establece la cualidad última de la relación del
hombre con el Misterio. El hombre se para cuando siente dificultades, los discípulos no (el
jóven rico). La disponibilidad y sencillez de corazón que no excluye lo que se presenta ante sí,
es la única condición que pone Jesús para seguir el Evangelio y acoger el Reino. Esta sencillez
permite que predomine la realidad que se les presenta sobre las fuerzas que cree tener para
afrontarlo. El tiempo que surja del encuentro y lo sigue es tiempo de salvación. Cada ocasión
dentro de la relación hombre-Jesucristo hace madurar la persona y la certeza de lo que al
principio era sólo indício. El tiempo presente de la presencia de Jesús construye en el tiempo
personas que se quedan, de manera que cada vez más en el tiempo los discípulos tenían razones
para proclamar que lo que se les había propuesto era cierto: que Jesús responde a la espera que
ellos tenían. En la resurrección se desvela que todo el itinerario recorrido no era más que el
inicio de una realidad divina. No existe cristianismo sin resurrección. La resurrección es el
escándalo que confirma la fe que sobrepasa las fuerzas de los discípulos; y el escándalo por
antonomasia que es la muerte de Jesús en la cruz. La resurrección es la instauración del Reino
de Dios en la tierra.
El hombre que se adhiere, a lo que Jesús le propone, espera en algo ya dado; en los
inicios del anuncio del Reino. Jesús anuncia un Reino que es un obrar de Dios, que transforma
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el juicio en ofrecimiento de salvación. Él anticipa este ofrecimiento de perdón de los pecados y
se arroga el derecho de conferir el perdón divino, remitiéndose al poder que el Hijo de Dios
tiene para perdonar pecados; es tanto como decir que Él hace salvadora su presencia. La
proclamación de la voluntad de Dios no se apoya en la promesa de la venida del Reino, sino en
la interpretación llena de autoridad que llevó a cabo Jesús, que inicia la salvación al proclamar
la voluntad definitiva de Dios.
No se puede separar la persona de Jesús del anuncio del Reino. Jesús se distingue de la
tradición precedente por el: "se os dijo, pero Yo os digo" (Mt 5,ss); Jesús habla en nombre de
Dios, pero esa forma de hablar de Dios, es hablar en nombre propio. Si nos preguntamos donde
apoya Jesús su pretensión, hay que responder que en su propia autopresentación, mediante la
identificación existencial de su persona con la voluntad de Dios que está anunciando. Por eso
Jesús excluye una adhesión a su persona que pueda de algún modo separarse de la
disponibilidad para acogerse a lo que Él anuncia. Hay muchos intentos de separar a Jesús del
anuncio del Reino a lo largo del Evangelio, sin aceptación por parte de Jesús. El itinerario de lo
que Jesús hace y dice es el inicio del Reino. Jesús rechaza cualquier mecanismo de propaganda
de su persona y se niega a aceptar una interpretación autónoma de los signos de poder. No
existe un caso de milagro en el N.T. en el que no veamos el anuncio del Reino de Dios. Esta
certeza de comunicar la voluntad definitiva de Dios es como Jesús, con un desinterés para sí
mismo, al servicio para su testimonio da garantía de la coherencia de este testimonio. La
originalidad de Jesús está en la identificación de su conciencia de representar absolutamente la
venida del Reino y remitir al Reino.
Jesús no disocia la realidad del Reino que anuncia de su propia existencia y por eso
todas las veces que alguién pretende en el Evangelio un signo de poder, que se separe de la
disponibilidad para acoger su palabra es incompatible con el testimonio de Jesús. Cuando
sucede que buscan de Él signos de garantía que uno pueda gestionar individualmente, son
incompatibles con el anuncio de Jesús (preguntas de los fariseos).
La naturaleza del anuncio de Jesús es incompatible con esta autosuficiencia que juzga
los acontecimientos con lejana curiosidad. No existe signo separado de Jesús (curación de los
10 leprosos, de los cuales, el único que refleja el signo es el que vuelve a Jesús).
La predicacion de Jesús suscita resistencia y oposiciones entre los oyentes que no están
dispuestos a moverse de sus posiciones. Jesús mantendrá hasta el final, como vinculación en su
predicación con palabras y obras, la voluntad de Dios (el más radical de sus gestos de posición
es no admitir hacer ningún signo para salvarse en el momento de la muerte en cruz).
Del mismo modo que al describir la Revelación en el A.T. hemos incluido la respuesta
del hombre, también incluimos la respuesta del hombre para tener completa la Revelación del
N.T., precisamente porque revelar es comunicar, hay que tener en cuenta a quién se revela y
cómo se revela.
El último factor a tener en cuenta es el don del Espíritu Santo. Jesús dice: "tengo aún
muchas cosas que deciros, pero no podéis soportarlas ahora" (Jn 16,12). De tal modo es
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superior a la capacidad natural del hombre la real identidad de Jesús, que nadie la pueda
reconocer adecuadamente sin el don del Espíritu. Pertenece al ámbito de lo humano, a lo que
naturalmente podia un hombre sorprenderse, el quedar abierto a la espera de la revelación total
de lo que le ha llamado la atención, pero no puede responder por completo a la pregunta ¿quién
es éste?, si no es por un don del mismo que se revela.
I. EL CONCILIO VATICANO I.
2ª afirmación:
3ª Afirmación:
4ª Afirmación:
Teniendo en cuenta todo lo dicho, la fe tiene una relación positiva con la razón; cabría
pensar que el Concilio tiene una visión pesimista, de desprecio, de la razón; al contrario,
defiende el beneficio de la razón para la fe, por ello reivindicará la tradición bíblica respecto a
la razón natural.
Lammenais fue condenado por Gregorio XVI en la encíclica "Mirari Vos" de 1832,
rechazó la corrección y murió sin reconciliarse con la Iglesia. Bautain fue condenado en la
encíclica "Dum Acerbissimas", aceptó las correcciónes pontifícias. Bonnetty y De Bonald
fueron condenados en la encíclica "Qui Pluribus" de Pío IX.
En 1864 aparece la "Syllabus", muy importante, junto con "Qui Pluribus". Es una
colección de errores que recoge Pío IX de anteriores intervenciones suyas.
2.- Su posibilidad.
3.- Su objeto.
Pero no estudia la naturaleza de la Revelación. Comienza dedicando un capítulo a Dios
como creador de todas las cosas. Refleja la sensibilidad de la teología apologética de la época,
donde el conocimiento natural de Dios es premisa para reflexionar sobre la Revelación, que es
la comunicación de verdades que trasciende la razón.
"La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de
todas las cosas, puede ser CONOCIDO CON CERTEZA por la LUZ NATURAL
de la RAZÓN HUMANA, partiendo de las COSAS CREADAS; "porque lo
invisible de Él, se ve, partiendo de la creación del mundo, entendido por medio de
lo que ha sido hecho" (Rom 1,20); sin embargo, plugo a su sabiduría y bondad
revelar el género humano por OTRO CAMINO, y éste SOBRENATURAL, a sí
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mismo y los decretos eternos de su voluntad, como quiera que dice el Apóstol (Heb
1,1-ss): "Habiendo Dios hablado antaño en muchas ocasiones y de muchos modos
a nuestros padres por los profetas, últimamente, en estos mismos días, nos ha
hablado a nosotros por su Hijo" DS 1785.
1.- El hombre puede conocer a Dios a la luz natural de la razón. Por tanto niega el
fideismo y tradicionalismo.
El Concilio reivindica la capacidad del hombre con su razón de conocer que Dios
existe. Es inherente a todo hombre el observar la realidad y alcanzar un conocimiento cierto y
no la primitiva revelación imprescindible para conocerla (contra fideismo), niegan también que
el hombre con su razón conozca la existencia de Dios (contra positivismo, agnosticismo y
ateismo).
OBSERVACIONES:
B.- Dios es el autor de esta Revelación, gratuitamente. Plugo: quiso: le pareció bien.
C.- Es Dios el que toma la iniciativa siempre. Esta iniciativa no es arbitraria, sino
que se debe a su bondad y a su sabiduría.
D.- El objeto material de la Revelación es d.1: Dios mismo. Por lo tanto podemos
incluir su existencia, atributos y vida intratinitaria. d.2: Además los decretos
eternos de su voluntad (designios, misterio escondido, economía de la
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salvación): la creación y gobierno del mundo, elevación al orden sobrenatural
del hombre, la Encarnación Redentora, la elección en la historia.
"A esta divina revelación hay ciertamente que atribuir que aquello que en las
cosas divinas no es de suyo inaccesible a la razón humana, pueda ser conocido por
todos, aún en la condición presente del género humano, de modo fácil, con firme
certeza y sin mezcla de error alguno. Sin embargo, no por ello ha de decirse que la
revelación sea absolutamente necesaria, sino porque Dios, por su infinita bondad,
ordenó al hombre a un fin sobrenatural, es decir, a participar bienes divinos que
sobrepujan totalmente la inteligencia de la mente humana; pues a la verdad (1
Cor 2,9) "ni el ojo vió, ni el oído oyó, ni ha probado el corazón del hombre lo que
Dios ha preparado para los que le aman". DS 1786.
En esta economía que Dios ha querido, es necesario que Dios revele y comunique todo
lo necesario para su cumplimento. De aquí se deduce:
1.- El Concilio sale al paso de que la salvación del hombre NO es el resultado del
esfuerzo progresivo del hombre.
2.- La necesidad de la Revelación no se vincula al pecado, sino por el destino
sobrenatural al que el hombre ha sido ordenado
El Concilio había dicho que la presente situación del hombre es la de hombre caído,
pecador. Esto implica que sea muy fácil caer en ERRORES, DEFORMACIONES en el
conocimiento de Dios. Si la Revelación sobrenatural es absolutamente necesaria para el destino
sobrenatural, para el conocimiento de las verdades sobre Dios accesibles a la razón, la
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Revelación no es absolutamente necesaria, pero sí moralmente necesaria (Pío XII "Humanae
Generis").
CRISIS MODERNISTA.
En el mundo católico, Alfred Loisy (1857-1940) escribió en 1902 una obrita "El
Evangelio y la Iglesia". Esta obra está concebida como réplica a Harnack desde el catolicismo.
Se intenta en ella una defensa del catolicismo que desató un gran revuelo. En 1903 publicó "En
torno a un pequeño libro". El problema de fondo que subyace en Loisy es que su intento cede a
una separación radical entre la Fe y la Razón.
A. Loisy.
G. Tyrrell (1861-1909).
Los dogmas pertenecen a este ámbito de representaciones, y, por tanto, son intentos de
interpretación de una experiencia falible, provisionales y adaptables al espíritu de cada época.
En esta posición queda abierto el problema de la tranmisión de la Revelación. Las fórmulas
dogmáticas, enseñanza exterior de la Iglesia son una ocasión para que el espíritu de cada
hombre responda al al Espíritu Divino que se da en el interior. Si puedes vivir del germen
primitivo puedes prescindir del desarrollo, si te estorban y no te dicen nada.
EL MODERNISMO.
1.- Decreto del Santo Oficio "Lamentabili" de 1907 (DS 2001ss). Encíclica del
Papa Pío X "Pascendi dominici gregis" de 1907. El decreto se publica como una
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lista de afirmaciones erróneas, mientras que la Encíclica hace un desarrollo
doctrinal más amplio. En su número 20 señala:
"La Revelación no pudo ser otra cosa que la conciencia adquirida por el hombre
de su relación para con Dios".
En su número 21 señala:
En su número 22 señala:
"Los dogmas que la Iglesia presenta como revelados, no son verdades bajadas del
cielo, sino una interpretación de hechos religiosos que la mente humana se elaboró
con trabajoso esfuerzo".
Otro autor que en el momento fue incomprendido por modernista e Iglesa fue M.
Blondel.
M. Blondel:
Discute a fondo con el modernismo percibiendo esta intención de la fundamentación
antropológica, que era el valor del modernismo. En 1893 publica "La acción" y "Carta sobre
las exigencias de la apologética católica".
P. Lagrange:
Dios se comunica con hechos y palabras dentro de una historia que lleva consigo un
significado. No existe una manifestación de la verdad de Dios que no sea simultáneamente el
manifestarse de la misma verdad en la historia del hombre. La Revelación de Dios va siempre
unida a su realización en la historia de la salvación. Este aspecto histórico está relacionado con
el dialógico, precisamente porque Dios se revela libremente, se dirige libremente al hombre en
la historia, que es el lugar de la libre autocomunicación e interpelación de Dios al hombre, que
responde libremente. La Revelación en este sentido es paradigmática, la liberalción del pueblo
de Israel, que muestra dentro de una historia particular este carácter dialogal e histórico de la
Revelación. En la historia de Israel, la experiencia humana está realmente configurada como la
experiencia de una historia que comienza por una promesa, cuyo cumplimiento está sometido y
condicionado, también, por la respuesta del hombre.
4.4.- Análisis detallado del Concilio Vaticano II. Constitución Dogmática sobre la Divina
Revelación:"Dei Verbum".
Proemio:
En este proemio se tiene en cuenta el aspecto antropológico del hombre entero, con
carácter teologal.
Comentario:
En éste artículo se nos explica lo que la fe cristiana entiende por Revelación. Respecto a
la teología manualística, se abandona la idea de que la Revelación Sobrenatural es sólo por
palabras, mientras que la Revelación Natural sería por hechos. Algunos importantes textos
anteriores tendían a interpretar la Revelación Sobrenatural por el hecho de que Dios ha
hablado. La Revelación parte del Dios personal y vuelve a Él. Hay una observación del
lenguaje importante: El Concilio Vaticano II y a no dice "el Decreto de su voluntad", dice algo
semejante, por tanto conserva el núcleo de lo que dice la fe cristiana al respecto, pero donde
decía Decreto, cambia a "seipsum revelare et notum facere sacramentum voluntatis suae". El
signo visible lleva consigo la participación de la parte visible. El Concilio Vaticano II insiste en
el revelarse Dios a sí mismo y el sacramento de su divina voluntad, mostrando la
sacramentalidad de la Revelación que remite a una voluntad invisible y trascendente.
Cristo está en el centro como mediador único que puede conducirnos al Padre por
medio del Espíritu Santo. El número dos de la Dei Verbum une estrechamente Palabra y
acontecimiento. La dimensión de Palabra emerge con toda claridad vinculada alos hechos.
El Concilio, al mantener unidas Palabra y hecho quiere evitar dos peligros igualmente
rechazables: por un lado se quiere rechazar la reducción a palabras en cuanto palabra o idea, de
manera que Revelación fuera una comunicación de doctrinas o mensajes. Por otro lado se
quiere evitar una concepción anti-intelectualista, actualista, que negase lo conceptual. La
Revelación cristiana no es sólo un mensaje hecho de palabras, ni tampoco consistiría en
observar gestos que por sí sólos hablarían; sino que es una unidad de hechos y palabras. La
realidad divina no es sólo palabra, sino es también el Misterio que comunica.
"El Concilio reemplaza la idea de las verdades abstractas por la idea de una verdad
completamente concreta. La idea de la verdad plena, aparecida en la historia, activa y rectora
de la historia, desde dentro de la historia. La verdad en persona, que es Jesús de Nazareth, que
es plenitud de la Revelación".
2.- El lenguaje del Concilio se hace más conciso y explicita lo que en el C.V.I. quedó
insinuado. No se utiliza la palabra "Revelare". Hace distinción entre Revelación natural
y Revelación sobrenatural.
palabras de Dios (Io 3,34) y realiza la obra de la salvación que el Padre le encargó
(cf. Io 5,36; 17,4). quien ve a Jesucristo, ve al Padre (cf. Io 14,9); El, con su
presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo
con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva
a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino; a saber, que
Dios está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y la muerte y para
hacernos resucitar a una vida eterna.
Comentario:
que se presenta a Cristo, es la de Jesús gran signo mismo de Dios. Sólo cuando ya se ha dado
este dato se dice y especifica cuáles son gestos y obras. Esto es una novedad porque:
1.- Aún en el C.V.I. aparecía como gran signo de credibilidad la Iglesia y su actuación
en la historia.
El signo insustituible es Cristo, nos unas ciertas ideas de doctrina, no unos ciertos
preceptos morales, sino Jesucristo, el Hijo que remite al Padre y hace presente al Espíritu
Santo. Cristo trae la novedad que es Él . El Concilio pone en primer lugar su presencia -de
6
Jesús- y su manifestación. El que ve a Jesús ve al Padre, porque Jesús es la salvación (Jn 17,1-
2). Al servicio de esto está el detallarse de cómo el hombre ha podido hacerse la pregunta
¿quién es éste?. El itinerario epifánico de Jesús incluye toda su vida, muerte y resurrección,
porque si quedara fuera ésta última no podríamos reconocer en Jesús el signo del Padre. Con el
envío del Espíritu Santo lleva a plenitud toda la Revelación y aporta el testimonio divino "que
Dios está con nosotros, para librarnos de las tinieblas de la muerte y hacernos resucitar a la
vida eterna".
5. "Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe (cf. Rom 16,26;
comp. con Rom 1,5; 2Cor 10,5-6). Por la fe el hombre se entrega entera y
libremente a Dios, le ofrece "el homenaje total de su entendimiento y voluntad" , 7
Comentario:
Este capítulo se dedica por completo a la fe, que aparece en el Concilio, después de
haber hablado de la Revelación. La fe es la respuesta al acontecimiento de la Revelación,
resume de algún modo los pasos dados, se pone en contacto con lo dicho sobre la Revelación
de Dios. Este número integra algunas afirmaciones del Concilio Vaticano I. "Cuando Dios
revela, el hombre tiene que someterse con la fe":
Para dar la respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios que se adelanta y nos ayuda,
junto con el auxilio del Espíritu Santo. De tal modo supera Dios nuestras fuerzas, que si El no
toma la iniciativa, no es posible acceder a El. La fe es la movilización de lo más profundo del
hombre, que se convierte y dirige a Dios. El Concilio tiene una visión unitaria de la fe, el
hombre, siendo atraído por Dios, se gira hacia El.
Que crezca la fe, es que crezca la totalidad del hombre. Si no es así, la teología puede
convertirse en moda del tiempo concreto. Nos interesa este aspecto porque el Concilio
reconoce la fe como un don estable y que puede acrecentarse. El hombre madura en certeza, en
confianza y conocimiento (virtudes).
7 Concilio Vaticano I, constitución dogmática Dei Filius: c,3; DENZ 1789 (3008).
8 Conc. Araus, II, can.7: DENZ. 180 (377). Conc. Vat. I Ic: DENZ. 1791 (3010).
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cosas creadas (Rm 1,20), pero enseña que hay que atribuir a esa revelación el que
todo lo divino que por su naturaleza no se inaccesible a la razón humana lo
pueden conocer todos fácilmente, con certeza y sin error alguno, incluso en la
condición presente del género humano"
Comentario:
Se afirma la teología tradicional, que afirma que Dios se ha querido revelar de forma
sobrenatural, de modo que sobrepase a la razón humana. El Concilio enseña que por medio de
la Revelación todos los hombres pueden conocer sin error y con certeza las verdades divinas,
que en sí no son inaccesibles a la razón humana.
Es interesante advertir que aunque el contenido se ha trasladado textualmente, se ha
cambiado la ubicación al final del capítulo. Todo el método pone en primer lugar lo
determinante y a continuación construye toda la naturaleza de la Revelación.
El Concilio ha presentado fielmente primero esto, y al final dirá: El hombre tiene una
capacidad racional por la que puede conocer la existencia de Dios y algunos atributos de él.
Este dato entra en el Vaticano I y lo recoge el Vaticano II, y es una aclaración de la que es el
principio de todo, que es Cristo.
Resumiendo (examen).
Pero ninguna de estas soluciones es la adecuada. Para encontrar una respuesta mas
adecuada necesitamos entender que la gracia de la revelación supone para la criatura humana
un incremento o un perfeccionamiento de sus potencias espirituales (razón y voluntad), por lo
cual este incremento se haca capaz de un acto de entendimiento cuyo objeto es el ser mismo,
subsistente, y de un acto de amor cuyo objeto sea el mismo bien subsistente, superando así el
alcance creatural de sus facultades. Esto es posible porque razón y voluntad están
constitutivamente abiertas tan radicalmente que su objeto formal (lo que las caracteriza) es el
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ser en cuanto ser, para el entendimiento; y el bien en cuanto bien, para la voluntad. Es objeto
formal virtualmente infinito, de manera que incluso en las acciones humanas limitadas, el
hombre entiende y ama en ellos el ser y el bien, de manera que viendo potencias finitas pueden
acceder sin contradicción de su naturaleza al conocimiento y al amor del ser infinito en su
infinitud. (Estamos así abriendo una vía para poder entender el dilema visto al principio, lo que nos interesa es
entender lo mejor posible cómo esta revelación es completamente gratuita, y qué es lo que hace en el hombre para que
no sea una revelación completamente ajena al hombre).
El termino que se acuñó, clásicamente, para decir como una realidad finita puede
acoger lo infinito sin ser destruido era el termino "potentia oboedientatis"
Deseo natural de ver a Dios: Es una orientación del entendimiento humano hacia
Dios. En el orden del conocimiento el hombre se caracteriza por una ilimitada
inclinación a conocer desde el universo natural en su conjunto y en todos sus aspectos
hasta las preguntas radicales sobre el origen y destino de la revelación en cuanto tal. La
búsqueda de la razón humana desborda siempre aquello que ella realiza por si misma,
de manera que podamos decir que el impulso del entendimiento hacia el conocimiento
es en todo hombre una expresión del deseo de ver a Dios como plenitud del
conocimiento humano, deseo cuya expresión puede estar oscurecida.
Alusión del profesor a Santo Tomás sobre la recta comprensión de este punto: Algunos
de sus textos afirman con claridad que la criatura humana no tiene otra felicidad verdadera que
no sea la visión beatifica (ST I, q.1, a.1. c; Contra gentiles Capitulo 25). Otros textos donde
Santo Tomás afirma que la perfecta felicidad sobrenatural del hombre está por encima de sus
fuerza y de las exigencias de la naturaleza humana (ST I-II, q.5, a.5, c.; I-II q.109; Suma contra
gentiles 3, 52-53).
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O sea:
1.- El entendimiento del hombre busca ir pasando siempre de un efecto a una causa, o
sea, busca el origen de las cosas. Dado que el origen última de la revelación es Dios,
mientras que el hombre no vea a Dios no será feliz.
2.- Para el entendimiento humano es imposible ver la esencia de Dios, debe ser Dios el
que lleve al hombre a ver su esencia.
1ª. Corriente extrincesista: Insistió en separar dos ordenes en los que el hombre tendería
naturalmente a un fin ordenado a su propia naturaleza, y en cambio, un fin estrictamente
sobrenatural que se daría sólo por la gracia y que sería la visión de Dios. En el hombre no
habría propiamente una tendencia propia ontologica a la visión de Dios. Esta forma de
interpretar obedece al deseo de salvaguardar la plena gratuidad del orden sobrenatural, de
ninguna manera puede ser exigible por la naturaleza humana.
2ª. Si se defiende el eso natural de ver a Dios, de forma que sería una finalidad
naturalmente inscrita en el corazón del hombre pero cuya realización no estaría en manos del
hombre, Dios le da la gracia para que el hombre pueda ser lo que naturalmente tiende a ser.
b.-El segundo gran dinamismo del espíritu humano se traduce en un amor natural de
Dios sobre todas las cosas, por el que todo ser, en virtud del acto creador tiende hacia Dios, en
cuanto que todo ser tiende a la semejanza divina de la que en algún grado participa. Esta
tendencia es la fuente del dinamismo del mundo.... A esta tensión o tendencia al bien se le
llama amor, porque amor es la inclinación al bien. En los seres faltos de conocimiento no es en
rigor un acto distinto, sino una tensión, una inclinación al bien .
En el hombre, que también está movido por éste impulso natural, cabe un acto
específico, cuyo objeto sea Dios mismo, en su bondad infinita y fuente de toda bondad. Es
decir, el hombre puede traducir en un acto consciente de amor la tendencia hacia Dios que es
común a todas las criaturas. Sólo el hombre puede hacer un acto elícito de amor a Dios por
encima de todas las cosas. Santo Tomás dice que existen actos, apetitos, inclinaciones naturales
que preceden la voluntad, que es la forma racional del apetito. Pues bien, entre estas tendencias
naturales, Santo Tomás pone este amor naturalis como tendencia del hombre hacia un bien,
donde está en juego la naturaleza del hombre en cuanto tal. Es una tendencia que precede a la
obra de la voluntad. La voluntad, por tanto, no está en una posición neutral, sino que está
precedentemente inclinada al bien desde su origen. Sobre esta tendencia natural se inserta la
respuesta libre y consciente del acto de amor. Según Santo Tomás "dilectio", acto en que el
amor es fruto de una elección libre y consciente.
Este amor naturalis y la dilectio van íntimamente ligadas y no hay que descuidar
ninguna. En la naturaleza del hombre existe una inclinación que precede a la inclinación libre;
una inclinación hacia el bien suscitada por el hecho de que todo ser es bueno en cuanto ser y
por tanto apetecible. El hombre está puesto en la realidad en una posición que le inclina al bien
y por ello al bien infinito, Dios Padre.
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Tema 6 LA RESPUESTA DEL HOMBRE A LA REVELACIÓN: EL
DON DE LA FE.
También los versos de Isaías (7,9) nos hablan de la estabilidad. El Pueblo de Israel
subsitirá sólo si vive en una confianza total en Yahveh, (Is 8,16/30,15).
La acción de Dios, en los términos que hemos descrito, reclama del hombre una
respuesta semejante porque Dios se ha manifestado como un bien para su Pueblo, la vida entera
de Israel y del pueblo de Israel, es respuesta adecuada a la acción de Dios si llega a apiadarse
de los más débiles (huérfanos, viudas y extranjeros). Si no es así, la fe se convierte en un puro
formalismo que se esconde detrás de gestos rituales y desnaturaliza la alianza (Amós 4,45/
5,41). Dios no pide nada que no sea posible, sino que pide algo accesible, fiel a la alianza
realizada. Dios establece una relación esponsal con su pueblo (Oseas 11,13).
La fe es una respuesta del hombre a Dios y a los hombres. El pecado por antonomasia
de Israel es el intentar sustituir el modo de la alianza que establece Dios por otro modo de
alianza. La fe en su realización es confianza y da estabilidad.
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6.2.- La fe en el Nuevo Testamento. La Pistis.
Creer mantiene los rasgos que hemos visto en el Antiguo Testamento. Es confiarse a
dios de modo pleno e incondicionado en la unidad de escuchar y obedecer (Rom 1,5/10,17; Mc
9,42; Mt 8,6; Rom 1,16/3,22; 1Cor 1,21). El hombre creyente es aquel en quien se está
realizando históricamente la salvación. El rasgo específico de la fe en el Nuevo Testamento
está en la adhesión a la persona de Jesús de Nazareth, crucificado y constituido en Señor por la
potencia del Espíritu (Hch 2,36).
En los escritos del N.T. podemos ir identificando los pasos con los que se presenta la fe,
desde la predicación del Reino que hace Jesús, hasta el reconocimiento de que Jesús de
Nazareth es el Hijo de Dios por el carácter salvífico de su muerte y resurrección. El corazón de
la predicación es el anuncio del Reino de Dios, que El hace presente. El acto de fe se dirige a
aceptar este anuncio, en la predicación y en los signos que Jesús realiza. Convertirse y creer es,
por tanto, acoger el Reino que ya en los propios sinópticos aparecen relacionados con acoger
la persona de Jesús. Aparecen pasajes paralelos en los sinópticos (Mc 9,42; Mt 18,6), (Mc
15,32; Mt 27,42), en los que unas veces se hace alusión simplemente a creer y otros a creer en
mí (Jesús). El hombre que se encuentra con las palabras y hechos de Jesús es llamado a un acto
de total confianza ante esos hechos, con la certeza de que es Dios con su potencia el que obra
(Mc 5,28/ 10,46; Lc 7,37/7,7).
La carta a los hebreos añade un matiz doctrinal en su capítulo 11,1; con la famosa
fórmula de que la fe es "la garantía de lo que se espera y prueba de las realidades que no se
ven". En la carta de Santigao se hace referencia a la comunión fe-obras, no para contradecir a
san Pablo, sino para subrayar el segundo aspecto de que la fe por su carácter totalizante cambia
al hombre por un gesto de libertad y caridad (St 2,14). La gracia cambia al hombre
eficazmente, el hombre es un hombre nuevo.
En san Juan se recurre también con mucha frecuencia al verbo pisteuo, el acto de fe es
aceptar la persona y la misión del Hijo, enviado por el Padre (ESTA ES UNA
CARACTERÍSTICA PREDOMINANTE EN LA CRISTOLOGÍA JOÁNICA). Si la
revelación es el envío del Hijo, la fe es el reconocimiento de la persona y misión del Hijo. En
Juan creer y conocer (Jn 6,69) , o bien, conocer y creer (Jn 4,6) son dimensiones de una misma
realidad. Sólo el que conoce la verdad cree, y sólo el que cree conoce la verdad. También creer
y vivir se corresponden mútuamente. El que cree en el Hijo recibe la promesa de una vida
incorruptible (Jn 3, 16-18). El que cree pasa de la muerte a la vida y camina por la vía de la
salvación (Jn 3,18/ 5,24). Para Juan el acto de fe no es puramente doctrinal, sino que supone un
dejarse atraer por el amor de Dios que nos ha amado primero ( I Jn 4,10/ Jn 3,16). El Padre
atrae a sí a los hombres en Jesucristo crucificado, haciendo posible un venir al Hijo (Jn 6,44/
8,47/ 1 Jn 5,1). En el Apocalipsis, en una situación de prueba y de persecución, la fe se
caracteriza como fidelidad a semejanza de la fidelidad que ha tenido el Primogénito para con el
Padre (Ap 2,19). Toda la comunidad está llamada a entonar éste canto de los redimidos como
cúlmen de la fidelidad a Dios (Ap 19).
Comentario:
Esta es una definición clásica, de la fe, del Concilio Vaticano I; afirma muy brevemente
cuando Dios revela. El Concilio Vaticano I comienza a introducir la fe desde la Revelación. El
primer rasgo de la fe en el C.V.I: la sobrenaturalidad de la fe. El Concilio exige inspiración y
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ayuda de la gracia de Dios, para conocer la verdad de las cosas que Dios revela. No basta un
primer impulso para que luego el hombre entienda por él mismo (semi-racionalismo), sino que
ésta inspiración y ayuda de Dios es permanente.
Sin embargo, para que el obsequio de nuestra fe fuera conforme a la razón [cf. Rom.
12,1], quiso Dios que a los auxilios internos del Espíritu SAnto se juntaran argumentos
externos de su revelación, a saber, hechos divinos y, ante todo, los milagros y las
profecías que, mostrando de consuno luminosamente la omnipotencia y ciencia infinita
de dios, son signos certísimos y acomodados a la inteligencia de todos, de la revelación
divinia [Can. 3 y 4]. Por eso, tanto Moisés y los profetas, como sobre todo el mismo
Cristo Señor, hicieron y pronunciaron muchos y clarísimos milagros y profecías; y de
lso Apóstoles leemos: Y ellos marcharon y predicaron por todas partes, cooperando el
Señor y confirmando su palabra con los signos que se seguían [Mc 16,20]. Y
nuevamente está escrito: Tenemos palabra profética más firme, a la que hacéis bien en
atender como a una antorcha que brilla en un lugar tenebroso [2 Petr. 1,19].
DS. 1790
Comentario:
El Concilio insiste en que la fe cristiana no es sólo iluminación interior, sino que está
vinculada a hechos externos. Para determinar la fe es necesario hacer referencia a la historia y a
hechos concretos. Es necesario afirmar que Revelación y fe se reclaman mútuamente.
Ahora bien, deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen
en la palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas por la Iglesia para ser
creídas como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y
universal magisterio.
DS. 1792
Comentario:
Porque a la Iglesia Católica sola pertenecen todas aquellas cosas , tantas y tan
maravillosas, que han sido divinamente dispuestas para la evidente credibilidad de la fe
cristiana. Es más, la Iglesia por sí misma, es decir, por su admirable propagación,
eximía santidad e inexhasta fecundidad en toda suerte de bienes, por su unidad católica
y su invicta estabilidad, es un grande y perpetuo motivo de credibilidad y testimonio
irrefragable de su divina legación.
DS. 1794
Comentario:
El hecho de que nosotros seamos sensibles a argumentos del tipo Jesús sí, Iglesia no;
hace pensar que la nota de la eclesialidad de la fe se ha debilitado.
El perpetuo sentir de la Iglesia Católica sostuvo también y sostiene que hay un doble
orden de conocimiento, distinto no sólo por su principio, sino también por su objeto;
por su principio, primeramente, porque en uno conocemos por razón natural, y en otro
por fe divina; por su objeto también, porque aparte aquellas cosas que la razón natural
puede alcanzar, se nos proponen para creer misterios escondidos en Dios de los que, a
no haber sido divinamente revelados, no se pudiera tener noticia [Can. 1]. Por eso el
Apóstol, que atestigua que Dios es conocido por los gentiles por medio de las cosas que
han sido hechas [Rom 1,20]; sin embargo, cuando habla de la gracia y de la verdad que
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ha sido hecha por medio de Jesucristo [cf. Jn. 1,17], manifiesta: Proclamamos la
sabiduría de Dios en el misterio; sabiduría que está escondida, que Dios predestinó
antes de los siglos para gloria nuestra, que ninguno de los príncipes de este mundo ha
conocido...; pero a nosotros Dios nos la ha revelado por medio de su Espíritu. Porque el
Espíritu, todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios [1 Cor 2,7,8 y 10]. Y el
Unigénito mismo alaba al Padre, porque escondió estas cosas a los sabios y prudentes y
se las reveló a los pequeñuelos [cf. Mt 11,25].
DS. 1795
Comentario:
Y, ciertamente, la razón ilustrada por la fe, cuando busca cuidadosa, pía y sobriamente,
alcanza por don de Dios alguna inteligencia, y muy fructuosa, de los misterios, ora por
analogía de lo que naturalmente conoce, ora por la conexión de los misterios mismos
entre sí y con el fin último del hombre; nunca, sin embargo, se vuelve idónea para
entenderlos totalmente, a la manera de las verdades que constituyen su propio objeto.
Porque los misterios divinos, por su propia naturaleza, de tal manera sobrepasan el
entendimiento creado que, aun enseñados por la revelación y aceptados por la fe;
siguen, no obstante, encubiertos por el velo de la misma fe y envueltos de cierta
oscuridad, mientras en esta vida mortal peregrinamos lejos del Señor; pues por fe
caminamos y no por visión [2 Cor 5,6 ss].
DS. 1796
Comentario:
El Concilio, con toda sabiduría, que también en los misterios que Dios nos ha querido
revelar, permanecen aspectos misteriosos; es decir, Dios se nos revela como misterio. Esto
implica una cierta humildad en el conocimiento de las cosas.
Comentario:
Y no sólo no pueden jamás disentir entre sí la fe y la razón, sino que además se prestan
mutua ayuda, como quiera que la recta razón demuestra los fundamentos de la fe y, por
la luz de ésta ilustrada, cultiva la ciencia de las cosas divinas; y la fe, por su parte, libra
y defiende a la razón de los errores y la provee de múltiples conocimientos. Por eso, tan
lejos está la Iglesia de oponerse al cultivo de las artes y disciplinas humanas, que más
bien lo ayuda y fomenta de muchos modos. Porque no ignora o desprecia las ventajas
que de ellas dimanan para la vida de los hombres; antes bien confiesa que, así como han
venido de Dios, que es Señor de las ciencias [1 Reg 2,3]; así, debidamente tratadas,
conducen a Dios con la ayuda de su gracia. A la verdad, la Iglesia no veda que esas
disciplinas, cada una en su propio ámbito, use de sus principios y método propio; pero,
reconocimiendo esta justa libertad, cuidadosamente vigila que no reciban en sí esta
justa libertad, cuidadosamente vigila que no reciban en sí misma errores, al oponerse a
la doctrina divina, o traspasando sus propios límites invadan y perturben lo que
pertenece a la fe.
DS. 1799
Comentario:
Nota final:
Podemos decir en síntesis que la presentación que hace el Concilio de la fe recoge las
notas esenciales de la fe: la sobrenaturalidad, racionalidad, eclesialidad y su carácter doctrinal.
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El Concilio no elabora una teoría teológica para articular estas cuestiones, pero las
recoge todas. No es función del Magisterio articular, sí lo es proponer las aficiones.
6.4.a.1.-San Agustín.
Para San Agustín, creer, es una modalidad de ejercicio del pensamiento, sin la cual no
habría vida humana, dice que creer es un pensar acompañado de asentimiento. El hombre vive
en sociedad, progresa en la historia y en la cultura, fundándose muchas veces en el
asentimiento a lo que otro dice. Por tanto, en este primer asentimiento, creer es algo propio de
la vida humana que sustituye a un conocimiento directo, que no por eso es un conocimiento
irracional . Es una cuestión decisiva para la vida y que San Agustín percibe. El hombre maneja
9
6.4.a.2.-La sobrenaturalidad.
6.4.a.3.-La libertad.
La fe es libre, si no, no sería humana (del mismo modo que es racional). Suele
achacarse a san Agustín acentuar, en exceso, el papel de la gracia frente a la libertad humana,
tal vez como consecuencia de su polémica con los pelagianos.
10
"Si alguno dice que está naturalmente en nosotros lo mismo el aumento que el inicio de la fe y hasta el afecto
de credulidad por el que creemos en Aquel que justifica al impío y que llegamos a la regeneración del sagrado
bautismo, no por don de la gracia -es decir, por inspiración del Espíritu Santo, que corrige nuestra voluntad de
la infidelidad a la fe, de la impiedad a la piedad-, se muestra también enemigo de los dogmas apostólicos,
como quiera que el bienaventurado Pablo dice: Confiamos que quién empezó en vosotros la obra buena, la
acabará hasta el día de Cristo Jesús [Phil. 1,6]; y aquello: A vosotros se os ha concedido por Cristo, no sólo
que creáis en Él, sino también que por Él padezcáis [Phil. 1,29]; y: De gracia habéis sido salvados por medio
de la fe, y esto no de vosotros, puesto que es don de Dios [Eph. 2,8]. Porque quienes dicen que la fe, por la
que creemos en Dios es natural, definen en cierto modo que son fieles todos aquellos que son ajenos a la
Iglesia de Dios (Cf. San Agustín, "De praedest. Sanct." [Pl 44, 959-992]). -DS 178-
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Para san Agustín, la fe, no es arbitraria, pura emoción subjetiva. Acuñó el Santo la
fórmula "credere Deum, credere Deo, credere in Deum":
De hecho, la insistencia de la Iglesia en que se estudie a santo Tomás obedece, más que
a los contenidos concretos de su sistema filosófico-teológico ......
La fe es, para santo Tomás, un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina
bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia [St. II-II,2,2]. La fe es una forma de
conocer y radica en el entendimiento (es la potencia que actúa de sujeto del acto). La fe radica
en el entendimiento. La fe es un modo de saber indirecto, que se alcanza a través de un
testimonio.
La razón no tiene acceso, por sí misma, a la esencia de Dios. Por eso, el conocimiento
de la fe no tiene evidencia directa, pero dado que el testigo es Dios mismo, que ni se engaña, ni
nos engaña, la certeza de la fe es superior a cualquier otra clase de conocimiento.
Hay formas de conocer en las que el entendimiento asiente movido directamente por el
objeto (p.ej. los primeros principios) o a través de una argumentación o razonamiento (p. ej. las
ciencias). La fe pertenece a las formas de saber en la que se conoce el objeto pero no
completamente. La forma que es necesaria una elección voluntaria. Santo Tomás menciona
porqué la fe, la duda y la opinión. La primera se diferencia de las otras en que su asentimiento
es firme. Opinar, errático, es inclinación por una solución, conscientes de que hay otras
posibilidades. La duda, por su parte, implica una situación aún más inestable, puesto que no es
capaz de tomar una postura.
El acto de la fe siempre se refiere a algo exterior al sujeto (es un estar ante Dios y ante
lo que Él revela). La fe, dice santo Tomás, se refiere a la Verdad divina. Hay un marco que une
al sujeto creyente y al objeto creído: Dios mismo y las verdades que Él manifiesta [St. II-II,
1,1; Rm 10,17; etc]. Rm 10,17: fides ex audito: la predicación de la Iglesia engendra la fe.
Como dice santo Tomás, para que se de la fe es necesario que se le propongan las verdades que
debe creer. [St. II-II, 6,1].
Las verdades que se proponen a la fe, dice santo Tomás, no son puros enunciados o
conceptos, sino el disfrutar (frui) de Dios mismo. El creyente no sólo accede a teorías, sino a la
realidad misma de Dios: "Actus credentis non terminatur ad ennuntiabilem sed ad rem", (el
acto del creyente no concluye en el enunciado, sino en la realidad) . 11
La fe es don gratuito. No basta para alcanzarla con las dotes naturales del hombre, sino
que requiere el don de Dios. Por eso, dice santo Tomás, que la fe es una virtud teologal. La fe
es un hábito, infuso, por el que se inicia en nosotros la vida eterna, haciendo asentir al
entendimiento a cosas que no ve [St. II-II, 4,1].
11
Obsérvese cómo subyace aquí un concepto de razón capaz aún (al contrario que la moderna) de acceder a la
realidad.
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Newman pertenece a una tradición diferente a la católica clásica, tridentina. Aporta, por
tanto, elementos muy innovadores, pero ha sido poco divulgado en círculos académicos.
Reflexiona desde la perspectiva del "analysis fidei" y la razón al hilo de la experiencia que él
tiene como capellán de un colegio universitario cristiano y de la iglesia anglicana de su tiempo.
Newman advierte en el mundo universitario cristiano de Oxford una corriente "evidencialista"
(que podríamos denominar racionalismo) y otra corriente evangelista (que podríamos
denominar fideismo).
La razón, dice Newman, procede de dos modos; uno de ellos implícito (razonar) y otro
explícito (argumentar). El primero de ellos pertenece a todo hombre, por el mero hecho de
serlo (aún cuando esté sometido a error). En cambio, no todos son capaces de expresar
explícitamente el itinerario recorrido por su razón. Si todo hombre dispone de la capacidad de
razonar, no todos pueden argumentar lo razonado. La claridad de la argumentación ni siquiera
es necesaria para razonar bien.
Otra gran intuición de Newman es la siguiente: toda persona es una gran unidad: las
condiciones negativas generales -p. ej. tristeza o abatimiento- afectan a la capacidad de
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razonar. Y entre las condiciones generales del hombre están también las morales. Una persona
buena y una mala pueden considerar verdaderas, dice Newman, cosas distintas. La razón (dice
Newman en pleno siglo XIX) no es un instrumento neutro y aséptico. Las actitudes morales
afectan también al acto de conocimiento.
La fe, por su parte, dice Newman, es un acto de la razón (por caminos distintos, llega a
la misma conclusión que santo Tomás) en su modo implícito: procede de premisas
antecedentes que, en muchos casos no se podrán explicitar. La fe es razonable porque opera de
modo similar a otros actos de la razón en la vida humana.
Las probabilidades antecedentes dan sentido a los hechos que el hombre observa y
también en el caso de la fe. El ejemplo que usa Newman es el de dos médicos, ante un mismo
paciente. Uno, muy veterano, puede interpretar correctamente los síntomas a partir del gran
cúmulo de probabilidades antecedentes acumulado; mientras que el segundo, recién salido de la
Facultad, carece de elementos de juicio suficientes en su experiencia.
Valor de la teoría: no entregar la garantía de la fe a algo exterior a la misma (p. ej. a los
eruditos). Cualquier persona sencilla, en primera persona, puede y tiene todos los
valores para creer correctamente sin ser un fanático, participando de sus premisas
antecedentes.
Límite de la teoría: deja entrever algo, pero no formula con toda claridad la eclesialidad de ésta
vida de caridad sobrenatural. Cualquier persona, viviendo dentro de la Iglesia, puede
participar de la caridad sobrenatural, de vivir la fe verdadera, evitando el doble riesgo
de la superstición y el fanatismo.
Valoración global de Newman: