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Cómo Amarte A Tí Mismo - Megan Watterson Lodro Rinzler - 2016 - Editorial Planeta, S - A - 6070733533 - Anna's Archive

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CÓMO

AMARTE
s AT
MISMO
y$
LODRO RINZLER es maestro de
budismo Shambhala. Es autor de
libros de meditación, incluyendo el
best seller The Buddha Walks into
a Bar. Es el fundador del Institute
for Compassionate Leadership y el
estudio de meditación Minafulness,
en Nueva York.

MEGGAN WATTERSON es autora,


oradora y estudiante de Harvard.
Su primer libro, Reveal, fue descrito
como un “cambio de vida” por la
doctora Christiane Northrup y una
“bendición del mundo” por Gabrielle
Bernstein,
Digitized by the Internet Archive
in 2024

https://archive.org/details/cmoamartetmismo000O0mega
' e
NN LW
(1 A VECES A LOS DEMÁS)
LODRO RINZLER y MEGGAN WATTERSON

COMU
AMARTE
MISMO
(Y A VECES A 105 DEMÁS)

AIARA
Título original: How to Love Yourself (And Sometimes Other People)
Publicado originalmente en 2015 por Hay House. Inc.

Traducción: Berenice García Lozano


Diseño de portada: Marvin Rodríguez
Imagen de portada: O Shutterstock / Irina

O 2015, Meggan Watterson and Lodro Rinzler

Derechos mundiales exclusivos en español


Publicados mediante acuerdo con Hay House UK Ltd, Astley House 33
Notting Hill Gate, London W11 3J0, UK

O 2016, Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V.


Bajo el sello editorial PLANETA M.R.
Avenida Presidente Masarik núm. 111, Piso 2
Colonia Polanco V Sección
Deleg. Miguel Hidalgo
C.P. 11560, Ciudad de México
www.planetadelibros.com.mx

Primera edición: abril de 2016


ISBN: 978-607-07-3353-6

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un


sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea
éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso
previo y por escrito de los titulares del copyright.
La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la
propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y
Arts. 424 y siguientes del Código Penal).

Impreso en los talleres de Litográfica Ingramex, S.A. de C.V,


Centeno núm. 162-1, colonia Granjas Esmeralda, Ciudad de México.
Impreso y hecho en México - Printed and made in Mexico
Este libro es para cualquiera que,
a pesar de anhelar amor, sospeche
que el sentimiento comienza en casa:
con uno mismo y su propio corazón.
hContenido

Inoducción ia MINS sita 13

Capítulo 1: Cómo amarte atimismo ............ a


cuando todos posible Mess...A 23
Tu.amor es indestruetiblenlodrow ari) At 30
Meditación delegan loES a 36
Meditación deiLoOdroní REST AÓ y Di OLA 38

Capítulo 2: Cómo amar tu soltería. ............. 43


Sot om reyidesatado. Lodo 42
o e 43
Mamá alternativa? Megganar 9 NDA SET IAS 53
Sugerencias para ser «libre-libre»
y practicar la «esperanza disciplinada». ......... 61
Capítulo 3: Cómo amar las citas ..............+..+.. 63
Lo. ideal y lo realiMeggan. a rl A 63
El tiburón de las expectativas inamovibles: Lodro. ..... Ye
Sugerencias para mantener un corazón
abierto atenerase
a 77

Capítulo 4: Cómo amar sin perderte a ti mismo ...... ya


Nose dice «cuerdo de amor Lodo...
. ma E)
Siempre hay dónde apoyarse: Meggan. ......... 89
Sugerencias para enamoras AIR 100

Capítulo 5: Cómo comprometerse con el amor. ..... 107


Semperfidells: Mese as 107
Las relaciones son complicadas: Lodro
......... ls
El sufrimiento del sufrimos 116
Elsuíimiento ANTE EL Cambie. a 147
La.omnipresencia del sUfIMIENtO.... ..
7. PAE 4.7
Sugerencias para cultivar un espacio sagrado
en las relaciones CoOMPrOMEUdISAI AS IA 1.22

Capítulo 6: Cómo amar a tus amigos ............ 123


El potencial ilimitado del amor: Lodro .......... LS
Las «queridas» y la amistad sagrada con un hombre:
Meses cr A a 133
Sugerencias para cultivar
tus amores platónicos . . . . 142

Capítulo 7: Cómo amar el sexo sagrado .......... 145


La magia de volverse uno: Mesgan ec e 145
Corbatas de moño y entregarse plenamente: Lodro . . 155
Sugerencias para cultivar el sexo sagrado. ....... 163
Capítulo 8: Cómo amar con el corazón roto. ....... 165
cane ratamas LODO a e 165
Elamonnoes suficiente: Megean....
o. ci... 173
Sugerencias para sentarse con un corazón
roto y separarse conscientemente (es decir, salvar
el amor y transformarla relación). .............0. 180

Capítulo 9: Cómo permanecer enamorado siempre. . . 185


Convertifte.en uñ ser amado; Meggan.. 2... 2 185
eS a o A 183

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Introducción

MEGGAN
Y LODRO

En estas páginas, ambos compartimos muchas historias per-


sonales sobre cómo hemos unido el camino espiritual con el
romántico. Mientras Meggan proviene de un contexto místico
cristiano, Lodro ha sido budista de toda la vida. Meggan en-
fatiza la importancia del evangelio de María Magdalena —así
como la voz de la divinidad femenina—, y Lodro habla de la
historia de Buda y las enseñanzas del budismo contemporáneo.
La idea de un amor libre e incondicional es predominante en
estas dos tradiciones. Ambas tienen mucho que enseñarnos, en
términos de cómo abrir nuestro corazón de manera más plena,
inicialmente hacia nosotros mismos y posteriormente hacia el
mundo que nos rodea.
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Compartimos enseñanzas de estos contextos religiosos,


junto con meditaciones, ejercicios y consejos básicos. Al final de
cada capítulo hay sugerencias para incorporar estas enseñanzas a
tu vida; y si bien a lo largo del capítulo tratamos el tema a fondo,
son estas sugerencias finales las que brindan la oportunidad de un
trabajo real. Nosotros estamos a favor de unir la espiritualidad y
las relaciones, pero no se trata de una teoría, sino de algo que es
necesario practicar.
Comenzamos el libro explorando qué implica la soltería
y tener citas, antes de pasar a relaciones más profundas y todos
los aspectos complicados de comprometerse con otro ser humano.
Hablamos de sexo, hablamos de estabilidad y, finalmente, habla-
mos de una parte natural de las relaciones amorosas: la separación.
Planteamos que todos los aspectos de este ciclo son naturales, y
creemos que es posible mantener un corazón abierto a través del
proceso. Sabemos que las relaciones pueden tener altibajos épicos,
y analizamos lo que significa subirse a esta peculiar montaña rusa.
En esencia, la intención de este libro es que aprendas a amarte a ti
mismo y tomes conciencia de que eres digno de amar y ser amado.

MEGGAN

Las REDLADIES, que son las mujeres que integran mi grupo espi-
ritual, estaban sentadas en un círculo con una vela encendida en el
centro, como siempre. No voy a explicar en este momento qué tipo
de grupo espiritual formamos, pero conocer nuestro lema quizá
ayude: «Algunos comparten el pan, las REDLADIES comparten el
chocolate oscuro». Nuestro tema de esa noche era la autoestima y
su sentido divino. Conforme cada mujer compartió la experiencia

014
Introducción

que había tenido al meditar sobre su valía personal, yo tuve una


revelación. Fue uno de esos momentos en los que puedes sentir
cómo te cae el veinte.
Como trasfondo de nuestra búsqueda de amor hay una
necesidad patente de sentirse merecedor.
Somos muchos los que acumulamos enormes listas de
logros para sentirnos valiosos. Hacemos dos posgrados, no sólo
uno. (Mmm, sí, esa soy yo.) Nos partimos el lomo, trabajamos a
marchas forzadas e incluso traicionamos lo que realmente somos o
lo que realmente necesitamos, con la esperanza de poder sentirnos
dignos de amor. La falsa creencia del amor como ese algo que
uno debe ganarse con el sudor de la frente nos extravía una y otra
vez. Desde esa idea errónea, el amor es algo de lo que debemos
volvernos merecedores, una vez que estemos «reparados» o «com-
pletos». Ese amor es algo que está fuera de nosotros.
La verdad más poderosa a la que he llegado a través de mis
relaciones es que yo no merezco amor. (Sólo sigue leyendo.) El
amor no es algo que uno «merezca», como lo que está implícito al
decir: «Si sólo hubiera dicho lo correcto, hecho un gesto perfecto
o encontrado la manera de ser más, de ser suficiente, entonces
merecería ser amado». Pero el amor no es así. No nos volvemos
dignos de amor un día; somos dignos de amor simplemente por el
hecho de existir. Sólo necesitamos recordar esa verdad de nuestra
valía intrínseca para poder reclamarla. El amor es un regalo que va
de la mano con el hecho de ser.
Sin importar cuán quebrantado te sientas, sin importar cuán
indigno, sin importar lo desagradable del divorcio (o los divorcios),
el amor tiene el poder de transformar nuestro dolor y sufrimiento
en una mayor capacidad de amar. Hay una forma de contemplar
cada relación en nuestras vidas como una oportunidad de pulir y

sE
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

perfeccionar nuestra propia capacidad de amar y ser amado. Así es


que no importa qué salga a nuestro paso —la mismísima letra de
Hotel de corazones rotos de Elvis Presley o un final de película de
Hollywood—, podemos seguir adelante con ese amor que hemos
cultivado. Un corazón roto, pero abierto, contiene más luz que el
corazón cerrado cuyo miedo a romperse no le permite amar.

LODRO

Me encontraba en Boston, dirigiendo un taller de meditación que


duraba todo un día. Después de estudiar algunas de las enseñanzas
budistas y hablar sobre cómo aplicarlas en nuestra vida cotidiana,
exhorté a los participantes a escribir, de manera anónima, alguna
dificultad con la que estuvieran lidiando en ese momento. Pusimos
una docena de pedazos de papel en un cuenco y, uno por uno, fui
sacando los comentarios para leerlos en voz alta y que el grupo
meditara al respecto. Y, entonces, di con algo que me dejó helado.
Jamás olvidaré la primera vez que leí: «Mi novio jamás me ha
dicho que me ama. Siento que no merezco que me amen. ¿Qué
puedo hacer?».
Ese día, el grupo tuvo mucha sabiduría que ofrecer con res-
pecto a esta situación, pero la pregunta me rondó durante semanas.
Debido a la publicación de uno de mis libros, en esa época viajé
a centros de meditación, comunidades de yoga, universidades,
librerías, a todos lados. Y entre más viajaba, más escuchaba este
sentimiento en sus diversas formas:
«No creo que pueda encontrar a alguien que llegue a amar-
me por lo que soy».

(16,
Introducción

«Si no puedo amarme a mí mismo, ¿cómo puedo esperar


que alguien más lo haga?»
«¿Por qué estoy solo? ¿Acaso soy inservible?».
La sociedad consumista contemporánea con frecuencia nos
hace pensar que estamos como descompuestos. Pero, ¡hay buenas
noticias! Si compras o logras algo, externo a ti, podrás volver a
funcionar. Pues no. Estas son las buenas noticias reales: tú no
necesitas nada externo para contar con un mayor potencial de ser
amado. Eres perfecto y es inherente a ti que seas digno de amor así
como eres. Sólo necesitas descubrirlo. En mi tradición, el budismo
Shambhala, se cree que todos somos Buda. Estamos despiertos.
Somos buenos. Esa es la esencia de nuestro ser. Cuando leí el
primer libro de Meggan, Reveal (Revelar), pude darme cuenta de
que si bien ella provenía de un contexto religioso distinto, había
escrito sobre el mismo concepto: podemos descubrir, dentro de
nosotros mismos, el amor que tanto necesitamos. Y si crees que
eres la excepción de la regla y que, de alguna manera, no posees la
condición innata de despertar amor, sigue leyendo.

MEGGAN

Lodro me cautivó desde el principio. Era la primavera de 2012 y


nos habían invitado a hablar en el Festival de Escritores de Wood-
stock, Nueva York, junto a Elizabeth Lesser y Gail Straub. Antes
de conocerlo me preocupaba trabarme al decir su nombre; es el
tipo de cosas que suelen sucederme. Pero cuando nos presentaron,
me sentí instantáneamente relajada. Nos convertimos en amigos
de manera inmediata sin esfuerzo alguno. En la bolsa de obsequios
para los ponentes, había una libreta y un bolígrafo, junto con otras

£í
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

chucherías para escritores. Así es que durante la conferencia de in-


auguración, esa primera noche, Lodro tuvo el ingenio de continuar
nuestra conversación en las hojas de su libreta. Como adolescentes
en la última fila de un salón de clases, garabateamos notas que
resultaron en risitas reprimidas y miradas de reojo (Lodro me dijo
recientemente que a esto se le llama «sojeír», es decir, sonreír con
los ojos).* Con las idas y las vueltas de nuestro cotorreo entintado,
ambos sentimos una conexión natural que era genuina, encanta-
dora y rotundamente divertida.
Podemos parecer una pareja dispareja. Lodro es fiel practi-
cante del budismo Shambhala; que incluye maestro y comunidad
(toda la parafernalia), mientras que yo no estoy atada a ninguna
estructura o institución religiosa tradicional. Si hubiera sido hom-
bre, y si los sacerdotes católicos pudieran acostarse con alguien,
casarse y girar tan rápido como los instructores de tango, entonces
no tendría una relación tan complicada con la tradición cristiana.
O si llegara el día en el que al papa lo acompañara su mujer, la
«papisa», y de la misma manera hubiera sacerdotisas (considera-
das tan legítimas como los sacerdotes), quienes también pudieran
acostarse con alguien, casarse con hombres o mujeres, y girar tan
rápido como los instructores de tango, entonces, nuevamente,
presumiría mi rosario con regocijo.
Al parecer soy una inadaptada espiritual que está dedicada a
conectar directamente con la divinidad tanto como sea posible y no
sólo ante un altar silencioso, sino también en la fila para comprar

" Ciertamente, en inglés comienza a utilizarse «smize», un término que, al pronun-


ciarse, deriva en un vocablo híbrido cuya combinación de «smile» y «eyes» da como
resultado «to smile with the eyes», es decir, sonreír con los ojos. (N. de la T.)

18
Introducción

comida o en medio de un turbulento viaje en avión. De manera


muy humana, trato de encarnar el amor divino en donde sea que
me encuentre. Al no poder ser sacerdote/sacerdotisa, me dediqué
durante las últimas dos décadas a estudiar el aspecto femenino
de Dios, tanto en la tradición cristiana como en otras religiones
del mundo. “Textos sagrados, no canónicos, como el evangelio de
María Magdalena, se volvieron mi ancla espiritual. Creo firme-
mente en el poder de la palabra y el impacto que las ideas y las
historias de lo divino pueden tener en la cultura. Me he empapado
de las nociones de la divinidad femenina, con la esperanza de crear
una idea más equilibrada de Dios, tanto para mí como para las
mujeres en mi comunidad espiritual.
Lodro y yo hemos descubierto que formamos un yin-yang
interesante. Y tenemos ciertos puntos en común: yo contribuí con
el revolucionario libro compilado por Sumi Loundon, Blue Jean
Buddha (Buda en jeans), el primer libro de su tipo en hablar de
una generación emergente de budistas. También tuve algunas de
las experiencias más locas y sorprendentes en el Centro Barre para
Estudios Budistas, en donde pasé dos semanas en un retiro de
silencio, mientras tramitaba mi inscripción para el Smith College.
El punto medular en el que Lodro y yo nos vemos directo a los
ojos es en nuestro muy personal y mutuo deseo de servir. Cada
uno de nosotros quiere, con fervor, estar totalmente presente, ser
completamente humano y amar a plenitud. Nuestros sentimientos
son profundos y tenemos montones de compasión, tanto para
nosotros mismos como para los demás. También compartimos la
existencia de comunidades en una búsqueda espiritual, hambrienta
de sentirse conectada no sólo a su propia verdad, sino también a
algo mucho mayor que su vida individual.

(19
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

LODRO

Desde el momento en el que llegué al festival de escritores me sentí


atraído por Meggan. No sabía qué forma tomaría esa atracción,
pero inmediatamente quise conocerla mejor. Es verdad que saqué
una libreta y comencé lo que se ha convertido en una aventura
de escritura colaborativa. El ponente del momento, Philippe Petit,
quien estaba presentando su libro sobre nudos, interrumpió brus-
camente el flujo inicial de nuestro trabajo compartido. Él se rehusó
a hablar de su famosa cuerda floja, pidiéndole a la audiencia que
sólo se concentrara en los «nudos». Desafortunadamente, su acen-
to francés se interpuso, y mientras trataba de escribirle a Meggan,
vi surgir en ella a la niña de 11 años que se reía incesantemente
cada vez que él pronunciaba la palabra «niudó».
—¡Ahora les voy a mostrar mi «niudó» favorito! —Declaraba
Philippe. —Y después les mostraré los «niudós» que salvaron mi vida.'
Mientras ella estaba sentada ahí, muerta de risa, reconocí
mucho de mí mismo en ella, lo cual me sorprendió considerando lo,
disímil de nuestros antecedentes. Su comentario sobre lo que está en
juego en nuestros estilos es acertado: mientras yo he pasado toda
una vida inmerso en el budismo, ella ha pasado la suya explorando
algo que no está ligado a una tradición específica. Sin embargo,
cuando la conocí, pude darme cuenta de que era un espíritu afín.

“En inglés, este juego es muy gracioso, pues el acento francés hace que la palabra
«knot», que significa «nudo», se convierta en «nut», que significa «nuez». Cuando
Philippe Petit dice: «Ahora les voy a enseñar mi nudo favorito y después les mos-
traré los nudos que salvaron mi vida», lo que la audiencia escucha es «Ahora les
voy a enseñar mi nuez favorita y después les mostraré las nueces que salvaron mi
vida». Además, la palabra «nut» en inglés tiene también un par de acepciones que
contribuyeron a la risa de Meggan: «loco» y «testículo». (N. de la T.)

20
Introducción

Durante los últimos 12 años, he reflexionado sobre lo que significa


seguir una tradición de 2600 años de antigiiedad, al tiempo de vivir
en un mundo moderno. Ella ha hecho ese trabajo con respecto al
cristianismo y Otras tradiciones durante mucho más tiempo que yo.
Mi primer libro enfatizó la necesidad de establecer un puente entre
la meditación y el resto de la vida, incluyendo el rato que uno puede
pasar en el bar. El suyo era asombrosamente familiar en tono, y
sucedía a unos cuantos pasos en una pista de baile. Yo sabía que su
espíritu lúdico, su autenticidad y su profundo conocimiento de las
tradiciones religiosas serían reveladores para mí.
La parte de la historia que quizá ella no sepa es que yo me
senté a leer Reveal al día siguiente. Mis expectativas eran bajas, pues
cuántas veces no hemos leído algún libro de alguien que nos cae muy
bien, sólo para descubrir que es una reverenda porquería. Por suerte,
esta experiencia demostró ser todo lo contrario. Quedé pasmado, y
no porque ella fuera tan elocuente para expresar la condición huma-
na, sino al darme cuenta de que habíamos escrito el mismo libro. En
donde yo comparto la historia de un corazón roto y las anécdotas
de mi búsqueda espiritual en la universidad, Meggan habla de una
experiencia similar. En donde yo hablo sobre el concepto de Sham-
bhala y la posesión de una bondad básica, Meggan afirma que todos
poseemos un amor divino. Nuestros libros le dan poder al lector para
vivir una vida llena de sentido, la cual se basa en la idea de que está
bien ser quien eres (sexo, vino y diversión incluidos).

MEGGAN Y LODRO

En el transcurso de los últimos meses, y varias copas de vino,


hemos descubierto que nuestras comunidades espirituales tienen
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

deseos similares y apremiantes en cuanto a las relaciones huma-


nas; anhelan amar, anhelan sentirse dignos de amor, anhelan una
relación consigo mismos, anhelan una relación significativa con
alguien más sin desdibujarse, anhelan sexo, anhelan una intimidad
sagrada, anhelan encontrar al indicado, anhelan trascender la
ruptura, anhelan sentir algo más que un corazón roto, anhelan.
Y nosotros anhelamos junto a ellos.
Liberales o conservadores, hombres o mujeres, hemos cambia-
do con respecto a las ideas y expectativas sobre la pareja. Debido a
los cambios en la cultura, ahora es más frecuente buscar a un igual,
es decir, alguien que pueda respetar nuestro crecimiento personal. No
buscamos que alguien nos salve. Nos ha llegado la circular de que el
príncipe azul es un mito y de que la princesa ha salido de su torre,
impaciente de esperar. Nos hemos convertido en nuestros propios
salvadores. Estamos buscando algo que no se ve con frecuencia: una
unión en donde dos iguales puedan verse a los ojos, sin disolverse el
uno en el otro. En lugar de eso, uno puede fortalecer lo que ya es,
y lo que puede llegar a ser, debido al otro. Una unión basada en la
reciprocidad. Lodro y yo escribimos este libro con la conciencia de
que esa unión puede existir, y en efecto existe.
Queremos invitarte a que participes en este diálogo. No
somos expertos autoproclamados en cómo hacer que ese hombre o
esa mujer se enamoren de ti. No somos terapeutas con un tono de
autoridad sobre cómo tener una relación perfecta. Somos maestros
espirituales. Este libro contiene anécdotas profundamente perso-
nales, reveladoras y honestas que pueden asistirte en los inevitables
altibajos del amor (en todas sus manifestaciones).

2
1,/Cómo amarte
Y ati mismo

Tu deber no consiste en buscar amor, sino en rastrear y encontrar


todas las barreras que, dentro de ti, has construido en su contra.
Helen Schucman, Un curso en milagros

CUANDO TODO ES POSIBLE


MEGGAN

Cerca de la mesa dispuesta para buffet, intentaba dar una plática.


Cierto olor a pollo frito y algún platillo al gratín me distraían.
Bueno, eso y el hecho de que, ese día, todas las mujeres hablaban
al comer. Los cubiertos hacían un ruido metálico, el caos infantil
era considerable —desde el llanto hasta las carreritas alrededor de
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

las mesas— y mi voz era ligeramente más audible que el volumen


de sus conversaciones. Además, soy realmente tímida para gritar.
Se trataba de una plática para un grupo de alrededor de 30
madres solteras que vivían con VIH. Al ser yo también una madre
soltera, accedí en un santiamén cuando me invitaron a dar la charla.
Para celebrar el Día de las Madres, este evento tenía como finalidad
consentir y alimentar a las participantes en formas que sus vidas
cotidianas excluían por completo. Les hablé sobre mi experiencia al
trabajar con adolescentes embarazadas, y de cómo una joven en par-
ticular me había hecho emprender, hacía más de diez años, un viaje
espiritual al pedirme que encontrara «una María más carnosa». Y,
con ello, se refería a una imagen de la divinidad que reflejara la condi-
ción sagrada del cuerpo humano, la carne propiamente dicha. Ella no
estaba dispuesta a hablar de Dios hasta que yo no pudiera ofrecerle
una imagen de la divinidad que no la hiciera sentirse mal sobre sí
misma. Ella quería una imagen con la cual pudiera identificarse, y yo
me identificaba con esa necesidad. Yo también deseaba conocer a la
media naranja de Dios. Sabía que debía de haber algo más, algo capaz
de ayudarme a concebir mi cuerpo como algo sagrado. Sólo que no
tenía idea de dónde buscar.
Le conté a este animado grupo de señoras sobre el peregri-
naje que hice a los sitios sagrados de la Madona Negra y María
Magdalena por toda Europa. Recité tanto como pude recordar
de la descripción que Marion Woodman hace de la Virgen Negra:
«Ella es naturaleza que el espíritu fecunda, y acepta su propio
cuerpo como el cáliz del espíritu. Ella tiene que ver con la condi-
ción sagrada de la materia, con la intersección de la sexualidad y
la espiritualidad»'. Pensé que, quizá, estas palabras llamarían su
atención, pero no hubo reacción alguna; ni siquiera conseguí que
alguien volteara a verme a los ojos.

24
1. Cómo amarte a ti mismo

Hice el relato de las extrañas experiencias que tuve en al-


gunos de estos sitios, y de cómo, en ocasiones, necesité hincarme
debido al peso de un amor inesperado que encontré dentro de mí.
Les dije que esto había derivado en una revelación, la de encontrar
los medios divinos yendo hacia dentro, medios que yacían en mi
cuerpo. Aun así, nada. Cero. Hablé de cuando estudié el evangelio
de María Magdalena en el seminario, y de cómo ésta era la «María
más carnosa» que me habría gustado presentarle a la adolescente
embarazada. Esta María tenía ideas muy distintas sobre el cuerpo
y lo que significa ser mujer. Varias señoras levantaron el rostro
hacia mí, pero el caos continuó reinando.
Lo que hizo que dejaran sus tenedores e impusieran silencio
en sus pequeños fue mi comentario final, es decir, que en esencia el
peregrinaje no consistía en encontrar una imagen de la mujer divina,
un lugar sagrado o una verdad en algún lugar fuera de uno mismo.
El peregrinaje, al final, estribaba en encontrar una fuente de amor
que hubiese estado en mí desde siempre. Les dije que yo había viaja-
do hasta allá y que había estudiado teología durante media década,
sólo para descubrir que el amor que buscaba se hallaba, en realidad,
dentro de mí. Finalmente, en el salón, hubo un arrobamiento total.
Al finalizar, mientras firmaba copias de mi primer libro,
Reveal, noté a una mujer que permanecía sentada en una mesa del
fondo, con la cabeza inclinada hacia delante. No alcanzaba a ver
si estaba absolutamente emocionada, se había quedado dormida
durante mi plática o estaba tomándose un momento para ordenar
sus pensamientos. Sentí una verdadera urgencia de voltear a verla
varias veces mientras saludaba, una por una, a las otras mujeres.
Cuando el salón estuvo vacío, ella se paró y caminó hacia mí.
No hubo ninguna presentación, nada de «Hola, mi nombre
es...». Ella simplemente caminó directo hacia mí y preguntó:
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

—¿Cómo puedo encontrar amor dentro de mí si jamás he


conocido el amor? Conozco el abuso, he sido golpeada una y otra
vez, soy un producto de albergues y asilos, jamás he tenido una
casa. Pero estoy viva; mientras tantos de mis amigos han muerto.
Yo sigo aquí. Cuando empieza a irme bien, siento que no lo merez-
co, así es que todo termina. A pesar de esto, anhelo el amor. Sólo
que no puedo encontrarlo.
No estoy segura de quién rompió en llanto primero. Era
como si hubiera tomado mi alma por el pescuezo. Jamás había
tenido tanta necesidad de intercambiar mi cuerpo con alguien.
Quería que ella fuera yo por un segundo, que se viera a través de
mis ojos. Ahí estaba ella, diciendo que no podía encontrar el amor
y que jamás le habían demostrado lo que era. Y, sin embargo,
mientras pronunciaba estas palabras, me veía con una expresión
que irradiaba amor puro con tal y tan brillante intensidad que
prácticamente me cegaba. Quería que ella viera lo que yo podía
ver, es decir, que la presencia del amor estaba en su interior. Al
parecer, era difícil y doloroso para ella sostener la mirada, pero
cuando nuestros ojos finalmente se encontraron, le dije:
—No sé cuál será tu camino para encontrar el amor, pero
puedo verlo dentro de ti.
De regreso a casa, imploré a todo lo sagrado que ayudara a
esta hermosa mujer a sentir el amor contenido en su interior. No
quería que aguardara ni un momento más. No quería que siguiera
esperando la entrada de alguien en su vida para incrementar la
dosis de amor. En el budismo zen hay una práctica en la cual el
maestro le da al discípulo un koan, que es una especie de acertijo
para probar su progreso. El koan se convierte en piedra de toque
en la práctica espiritual del discípulo, y resulta, más que en un
cambio del pensamiento, en un cambio del ser. En mi peregrinaje,

AS
1. Cómo amarte a ti mismo

con frecuencia escuchaba este refrán mientras meditaba: «El amor,


el verdadero amor, significa que la espera ha terminado». Se sentía
como si esta aseveración fuese un koan para mi alma. Y durante
mucho tiempo no tuve ni bendita idea de lo que significaba. Pero
ese día, de regreso a casa, recordé el koan y la sensación del amor
como algo externo, algo que debemos encontrar, o merecer, así es
que nos da por esperarlo. Es como vivir en el purgatorio.
Muchos de nosotros creemos que el amor es algo que de-
bemos «encontrar». Para probar que solía pensar así, tengo un
pasaporte con miles de sellos. ¿Qué tuvo que pasar para que yo
dejara de creer que el amor era algo que debía buscar fuera de mí y
comenzara a experimentar el amor que ya contengo? ¿Cuáles fue-
ron esos acontecimientos o ese evento singular que me condujeron
de regreso a mí?
Todo comenzó con un desprecio hacia la espera. Una inquie-
tud de tipo espiritual se apoderaba de mí cada vez que diseñaba
en mi mente cuánto más había que hacer para llegar a ese lugar,
ahí donde uno finalmente merece el amor. Me volví consciente de
mi adicción cotidiana a la idea de que estaba casi pero no exacta-
mente ahí. Sólo un grado académico más, otra relación, un último
logro en el escalafón espiritual y, entonces, sería digna de amor.
Me convertiría en ese «algo más» que no era en ese momento.
He pasado mi vida estudiando las religiones del mundo, y
la mayoría de ellas han sido creadas en torno a un solitario mis-
ticismo carismático. Y cada una, sin importar en qué lugar del
mundo ni la época en la historia de la humanidad, dio con una
regla de oro, la de amarnos los unos a los otros como nos amamos
a nosotros mismos. Á cierto nivel, realmente no hay diferencia
entre el amor hacia uno mismo y el amor hacia otra persona. Amar
a otro es amarnos a nosotros mismos, y somos capaces de hacer

27
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

esto no gracias a un motivo externo. Debemos amar y ser amados


simplemente porque esa es la razón de nuestra existencia.
«El trueno, la mente perfecta» es un manuscrito antiguo que
podría datar del primer siglo a.C. Se encontró en el siglo XX en
Nag Hammadi, junto con otros 50 manuscritos que constituyen
los evangelios gnósticos. En él, la divinidad se expresa con voz de
mujer y parece dejar asentado que existe una presencia totalmente
abarcadora dentro de cada uno de nosotros. Los versículos 30 y
31 del capítulo cuatro dicen lo siguiente: «En efecto, lo que está
dentro de vosotros es lo que está fuera de vosotros/Y lo que os
plasma por fuera es lo que os configuró por dentro».?
Esto sugiere que, en nuestra búsqueda del amor, el ámbito
interior es tan crucial como lo que atestiguamos y experimentamos
en el mundo que nos rodea. Nuestra capacidad de amar a otro
ser humano es directamente proporcional a nuestra capacidad de
amarnos a nosotros mismos.
Para la mayoría de nosotros sucede al revés. Empezamos a
amarnos a nosotros mismos porque alguien nos ama. Entonces,
santa revelación, llega el momento en el que esa fuente externa de
amor se desvanece o se vuelve tóxica. Quizá después de años de
esperar el amor, finalmente te cansas de hacerlo. Con suerte, te das
cuenta de que todas y cada una de las fuentes externas de amor son
demasiado frágiles como para que se conviertan en el abrevadero
principal. Tú te necesitas a ti.
Paradójicamente, yo no entré en contacto con aquello que
es eterno y sagrado dentro de mí hasta que lo hice con mis partes
más humanas. Las dos personas con las que creí que envejecería,
el padre de mi hijo y mi mejor amiga, necesitaron separarse de mí
el mismo año. Jamás me había subestimado tanto. El hecho de que
las dos personas que, en tantos sentidos, constituían mi mundo

28
1. Cómo amarte a ti mismo

me dejaran al mismo tiempo, digamos que suscitó todo tipo de


pensamientos negativos.
Contaba con todas las razones externas para creer que
no era «digna» de amor. Y, sin embargo, fue entonces cuando
finalmente elegí amarme. Llegué a comprender que, en realidad,
no necesitaba a nadie fuera de mí para entender verdaderamente
la esencia de mi ser. Ese tipo de validación tiene que venir de
nuestro interior. Necesitaba creer en el unicornio de lo que soy.
Necesitaba ser aquella persona que estaba ahí para sí misma
cuando no había nadie más.
¿Cómo llegamos a ese punto? La transformación sucede al
crear un milagro. Lo digo en serio. Se necesita un milagro, pero
hay que empezar con algo pequeño, y fingirlo hasta sentirlo. Lo
primero que hice fue contemplar mis ojos en el espejo del baño.
Al principio me dio risa y bromeé con mi reflejo («¿Vienes con
frecuencia?»). Sin embargo, continué con mi propósito. Entonces
decidí concentrarme no en el iris azul de mis ojos, sino en la pre-
sencia de amor que emerge de ellos.
Así empezó, y fue creciendo. Me reunía con esa amorosa
presencia —a un tiempo invencible y serena— cada vez que el
tiempo y el lugar lo permitían. Comencé a reconocer esa presencia
como mi alma, y le dejaba notitas de amor. Con un marcador
permanente de color rojo, escribí tanto en el espejo que tengo en el
centro de mi altar como en el de cuerpo completo ante el cual me
observo antes de salir: «Soy amor divino».
Cada pensamiento que se alejaba de esas notitas de amor
para el alma comenzó a sobresalir como si estuviera cubierto por
colores fosforescentes. Ya no podían simplemente deambular
como si fueran dueños del lugar. Ahora, cada vez que llega un pen-
samiento negativo sobre mí misma, puedo escuchar una alarma

md
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

contra incendios, y entonces recuerdo que los pensamientos son


sólo eso: pensamientos.
Algunos milagros llegan gradualmente. Para mí, el milagro
de reconocer mi propio amor se dio poco a poco. Sin embargo,
la transformación completa es una verdadera revelación en vida.
Ahora soy amor en acción, pues esta es la decisión más radical
que puedo tomar. La práctica espiritual de mayor poder para mí,
es el acto de amarme con vehemencia. En mi experiencia, todo
se vuelve posible cuando una persona se atreve a reunirse con el
amor que yace en su interior. Y así, a veces me digo en voz muy
baja —y al espíritu de esa mujer que desea con tanta intensidad
conocer el amor— que el amor, el verdadero amor, significa que
la espera ha terminado.

TU AMOR ES INDESTRUCTIBLE
LODRO

Durante varios de los últimos años, he planteado una pregunta


sencilla a la gente que quiere hablar de amor y romance: «Cuando
tienes una cita, ¿va contigo la versión más auténtica de tu ser?». El
90 por ciento de las veces la respuesta es: «Jamás». La idea de ir a
un bar y verdaderamente mostrar tu cálido y sabio ser es deseable,
pero no hay nadie que sepa cómo hacerlo.
Y hay una explicación para esto. En primer lugar, no es
frecuente que las personas se vean a sí mismas como cálidas, sabias
y deseables. En lugar de ello, mucha gente cree que es basura. Odio
escribir esa palabra, pero he tenido estudiantes en mis cursos de
meditación que se acercan a mí para decirme: «¿Quién querría
estar conmigo? Soy una basura». Me ha tocado atestiguar que

30
1. Cómo amarte a ti mismo

algunos seres queridos dicen ser repulsivos o inservibles, aun


cuando estoy frente a ellos, amándolos.
Tengo amigos quienes, durante la mayor parte de sus vidas
como jóvenes adultos, sintieron que no podían ser ellos mismos de-
bido a su orientación sexual. Como mormones, se sintieron orillados
a casarse con una pareja heterosexual, y terminaron divorciados por
vivir una mentira. Conozco a otros que aceptaron su homosexua-
lidad antes, pero tuvieron que dejar sus hogares conservadores. En
ambos casos, no pudieron mostrar sus seres más auténticos hasta no
hacer las paces con su claridad respecto a sus gustos; era la gente a
su alrededor la que debía hacer cierto trabajo de introspección.
Ya sea que lleguemos solos a la conclusión de que, por una
serie de razones, no somos inherentemente cálidos, sabios y desea-
bles, o nos lo digan los demás, el resultado es que lidiamos con algo
que prevalece en nuestra sociedad: desconfianza en uno mismo. En
lugar de acoger lo que somos, sucumbimos ante los murmullos de
la sociedad y concluimos que no somos lo suficientemente buenos,
cautivadores o deseables. Se nos dice que necesitamos productos
para llegar a peldaños más altos en la escalera profesional y, enton-
ces, al obtener ese factor externo particular, podremos ser felices.
Se nos dice que, para liberarnos del sufrimiento, es necesario ser
distintos de lo que realmente somos en este momento. No es así.
Cuando Buda se sentó a meditar bajo el árbol de Bodhi,
hace 2600 años, no lo hizo para dar con un plan maestro que lo
hiciera diferente. Él reconoció que estaba sufriendo y quería hacer
algo para remediarlo. Para comenzar a observar ese sufrimiento
se entregó a una sencilla práctica de meditación que explicaré
más adelante. Entre más lo observaba, iba adquiriendo mayor
conciencia sobre lo más íntimo de su ser, y ahí no había confusión.
En esencia, él era bueno. En esencia, él estaba despierto. Y no está

Sil
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

solo. Nosotros también somos buenos y estamos despiertos. Nues-


tra capacidad de despertar es indestructible. Es como un diamante
bajo un montón de polvo. Siempre está ahí. Sólo necesitamos
descubrirla.
Cuando hablamos de Buda, hay un término en sánscrito que
se utiliza con frecuencia. Se dice que él es el Tathagata, palabra que
si bien puede traducirse como «el Buda», de manera más literal sig-
nifica «el plenamente Despierto». ¿A qué despertó Buda? Pues a su
propia naturaleza indestructible. Despertó su mente y su corazón en
una manera muy grande, y despertó a la realidad tal y como es (y no
como deseaba que fuera o como solía ser). Eso es lo que queremos
decir cuando hablamos de la meditación y la iluminación. Hablamos
de seguir los pasos de Buda al estar más presentes y despiertos, tanto
en el cojín de meditación como en nuestra vida cotidiana.
Una de las cosas que descubrió Buda es que no tenía que
mentir. Él fue capaz de ver la realidad tal cual era y de trabajar con
la gente y las situaciones en una forma directa y genuina. No era
un diplomático, no era un político, sino un revolucionario desde
su propia capacidad de mostrarse auténticamente y hacer que la
gente respondiera de la misma manera. Cuanta persona lo conocía
se sentía inspirada por su presencia. Por medio del sencillo acto de
permanecer con el corazón abierto, invitó a la gente a reunirse con
él en ese espacio de apertura. Menciono esta historia porque pode-
mos seguir a Buda y mostrarnos ante el mundo auténticamente. A
partir de mi experiencia, el proceso consiste en tres pasos:

1. Obsérvate

Una de mis palabras tibetanas favoritas para «meditación»


(existen varias) es gom. Gom también puede traducirse como

2
1. Cómo amarte a ti mismo

«familiaridad». Esto quiere decir que a través de la sencilla prácti-


ca de estar atento a la respiración y observar la manera en que tus
pensamientos flotan a través del paisaje de tu mente, comienzas
a familiarizarte con ellos. A mayor conocimiento de tus procesos
mentales —las distintas formas en que te atrapa la emoción, los
patrones habituales para evadirte del presente y la charla ince-
sante dentro de tu cabeza—, mayor será la familiaridad con la
esencia de tu ser.

2. Descubre tu bondad fundamental

Cuando te familiarizas con la esencia de quién eres, puedes ver lo


que Buda vio, es decir, que en el fondo no hay confusión. Puedes
ver que, más allá de cuáles sean las capas de confusión y dolor
engrosadas a lo largo de los años, posees una paz innata. Eres in-
herentemente sabio, bueno y fuerte. Esa es tu verdadera naturaleza,
lo que mi tradición Shambhala llama «bondad fundamental». La
bondad fundamental es la experiencia de completitud primordial.
Eso es lo que eres. Y no eres sólo tú; todos los demás poseen esta
misma naturaleza, y como Meggan dijo, esta idea del amor no es
algo que tenemos que «encontrar», pues ya se encuentra dentro de
nosotros. Debemos tener esa experiencia hasta de manera instintiva.

3. Ten fe en esa bondad

Cuando hayas vislumbrado que, en esencia, eres bueno, debes co-


menzar a tener fe en eso. Es fácil sucumbir a los murmullos internos
o externos sobre no ser suficientemente bueno; pero si puedes expe-
rimentar esta sensación de completitud primordial, entonces puedes
superar cualquier obstáculo. No se trata de una idea, como la de
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

necesitar un nuevo iPad, sino de un entendimiento. Podemos tener


fe en la experiencia de nuestra bondad fundamental, y continuar
cultivándola tanto en el cojín de meditación como fuera de él.
Al involucrarte en este proceso, aprendes a confiar en ti
mismo y te abres a los demás de manera completa, tal y como
eres. Incluso si jamás has meditado en tu vida, adivino que ya
has tenido esta particular experiencia y conoces sus beneficios.
Imagina que estás en medio de una fuerte pelea con tu pareja, y las
acusaciones vuelan sin cesar. «Hiciste esto y me lastimó» y «No sé
lo que quieres de mí» y «¿Por qué siempre tengo que hacer lo que
tú nunca haces?». La vieja cantaleta.
Entonces tú bajas la guardia, relajas el cuerpo, ves a tu pare-
ja a los ojos y le dices: «Siento tanto haberte lastimado. Te amo y
no es mi intención hacerte daño». Al hacer a un lado las defensas,
invitas a tu pareja a que haga lo mismo. Desistes del deseo habitual
de luchar. La mayoría de las veces este es el momento decisivo en
una discusión en donde el amor se sobrepone a la agresión.
Imagina lo que esa táctica de autenticidad haría en otras
situaciones. Tu jefe se está comportando como un patán y tú haces
una pausa y respondes de manera empática y honesta. Tu madre
suelta una que otra indirecta sobre el poco interés que muestras
en pasar un tiempo con ella, y tú le respondes que valoras mucho
su compañía. Vas a un bar y, en lugar de tratar de convencer a la
gente de lo encantador que eres, te portas de manera genuina y las
personas, en efecto, se sienten atraídas hacia ti.
Esto me hace recordar una ocasión en la que, hace algunos
años, salí con unos amigos y conocí a una mujer adorable. Co-
queteamos un poco, ella se acercó a beber algo con nosotros y,
después, me dio su número de teléfono y me besó antes de regresar
a casa. Mi amiga volteó a verme, claramente con algo en la cabeza.

34
1. Cómo amarte a ti mismo

—¿Qué hiciste para conquistar a una chica como esa?


—preguntó.
Nunca nadie me había alabado por mis habilidades para
coquetear. No tenía una respuesta concreta. Lo primero que me
vino a la mente, y es algo que sigo creyendo, fue:
—Sólo fui yo. Creo que a la gente le gusta lo genuino.
La esencia de tu ser tiene la capacidad innata para despertar
amor. Cuando hacemos a un lado la crítica constante que nos sale
al paso a lo largo del día, experimentamos una sensación de paz
y calidez. Aprendemos a amarnos a nosotros mismos. La mayoría
del tiempo nos la pasamos pensando: «Quisiera no haber dicho
eso» O «Realmente necesito hacerlo mejor la próxima vez». Rara
vez nos sentamos a valorar todo lo bueno que sí hemos logrado. Es
tan poco común que celebremos nuestro potencial humano.
La belleza de la práctica de meditación que estoy por
explicar es que es una herramienta muy sencilla para hacer justa-
mente eso. Sí, nos familiarizamos tanto con la cordura como con
la locura que corre por nuestra mente cuando meditamos, pero
también podemos tener atisbos de la hermosa naturaleza del ser
humano. Nos damos cuenta de que no necesitamos depender de
un nuevo producto o trabajo o incluso pareja para estar comple-
tos. Mi maestro budista, Sakyong Mipham Rinpoche, escribió: «El
verdadero amor es la energía natural de nuestra mente en calma».*
Cuando tomas conciencia de algo tan simple como la respiración,
aprendes a sentirte cómodo contigo mismo y también a entrar en
“contacto con la condición despierta que es inherente a ti. Dentro
de nuestro estado natural existe un amor insondable. Eso es lo que
Buda descubrió y lo que tú también puedes descubrir.
La maestra budista, Pema Chodron, alguna vez escribió:
«No puedo recalcar suficientemente la importancia de aceptarnos

35
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

exactamente como somos en este momento, no como desearíamos


ser o pensamos que deberíamos ser».* Si queremos relacionarnos
con los demás, el primer paso es aceptarnos y amarnos a nosotros
mismos. La cosa más importante que podemos hacer es recorrer el
camino de Buda e internarnos en un proceso de autodescubrimiento.
Cuando lo hacemos, aprendemos a aceptarnos como somos en este
momento, y no cual versión inflada que suponemos es más deseable
o atractiva para los demás. Descubrimos quiénes somos, y entonces
irradiamos esa verdad al mundo.

MEDITACIÓN DE MEGGAN

En última instancia, toda meditación es un intento por hacer a un


lado los obstáculos que impiden el flujo de nuestro propio amor.
Esta práctica la llevo a cabo centrando toda la atención en mi
corazón. Para mí, el corazón es un santuario, un templo interior
en donde puedo reunirme con lo que es eterno. A esta práctica
contemplativa la llamo «meditación de la voz del alma». Lo que es
fundamental notar durante esta práctica es si hay lugares dentro
de ti que todavía albergan el pensamiento o juicio de no merecer.
Imagina que incluso los momentos más oscuros de tu vida
contienen profundas enseñanzas para ti, en lugar de más «equi-
paje» del que tú o incluso una pareja podría cargar. Contempla
los momentos buenos y malos como oportunidades de adquirir
un poco más de los atributos necesarios para ejercitar tu capaci-
dad de amar.
Sin moverte, siéntate y claramente comienza a sentir que tu
conciencia se ancla en tu corazón. Después, pregúntale a tu alma:
«¿Adónde no ha llegado mi amor?».
1. Cómo amarte a ti mismo

No te resistas a nada. Permite que regresen todas esas his-


torias difíciles de contactar. Confía en que estás listo para verlas
y recibirlas en forma distinta. Quizá veas a algún bravucón que
te humilló en la secundaria. Quizá recuerdes algún momento en
el cual no pudiste apoyar a alguien, lo que te hace albergar re-
mordimiento y culpa. Quizá durante todo este tiempo has creído
la opinión de alguien más con respecto a ti, como el hecho de
no ser lo suficientemente valioso o ser un paquete muy pesado
para cualquiera. Uno a uno, permite que estos recuerdos, estas
historias, regresen a ti. Déjalas entrar, cual invitados a una cena.
Ahora bien, así es como desplazamos aquello que nos detie-
ne en la vida hacia cantidades más profundas de amor. Perdónate
a ti mismo. Ámate al dejar que estas historias se desvanezcan. Sé
lo que te estoy pidiendo, pues conozco lo difícil que puede ser.
Yo lo hago todos los días. Al principio, la sensación era como
el intento de penetrar una piedra. Sin embargo, a lo largo de los
años, el tránsito se ha vuelto mucho más ligero y luminoso. Voy
hacia dentro, pido ver a dónde no ha podido llegar mi amor y
cuando ese momento o aspecto de mí misma se revela —como,
por ejemplo, sentirme no merecedora de una pareja espiritual por
el tiempo que me ha tomado llegar a conocer mi propio valor—,
lo recibo con los brazos abiertos y con un comentario como:
«¡Nada más mírate!». Y amo este momento. Me amo incondicio-
nalmente, lo que significa que toda esa sensación de insuficiencia,
puf, se desvanece.
Si encuentras difícil infundir amor en un recuerdo o mo-
mento particular, debido a que esa creencia limitante es demasiado
convincente, entonces invoca un momento en el que te sentiste
total y absolutamente amado, incluso si ese momento fue pasajero.
Practica con tanta frecuencia como te sea posible, permitiendo que
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

el momento te bañe con el calor y la dulzura de saber que eres


amado así, tal cual eres.
Después regresas a ese momento difícil de perdonar o
a esa creencia limitante sobre ti mismo, y permites que el amor
transforme de manera natural tu culpa o remordimiento en perdón
puro. ¿Cómo puedes saber si realmente has liberado el momento?
Lo sabrás porque una serie de oleadas de amor te bañarán y, con
toda probabilidad, te pondrás a llorar a lágrima viva. Sentirás que
debes hincarte debido al peso de tu propio amor que retorna a ti.
Si te da por escribir, como a mí, haz un relato de todas las
historias y todas las razones a las que te has aferrado para no merecer
amor. Deja que vivan en tu diario, y no dentro de ti. Aunque ya hayan
pasado, pon atención a las historias que todavía se sienten presentes.
Para cada uno de esos momentos, pregúntate si hay algo que
falte por aprender y algo que falte por perdonar. ¿Qué historias
guardas herméticamente dentro de tu corazón? ¿Hacia dónde
puede extenderse el amor dentro de ti?

MEDITACIÓN DE LODRO

El tipo de meditación que yo recomiendo para hacerte zarpar hacia


el autodescubrimiento se llama shamatha, o meditación en calma.
Parece un nombre equívoco, pues al principio, cuando te sientas
a meditar, quizá lo último que experimentes sea calma. En un pri-
mer momento, permanecer con el objeto de tu meditación puede
resultar en caos y complicación. Esto es natural. Es como aprender
a tocar un instrumento o realizar un deporte; al principio, tratas
de descifrar cómo se hace, pero después de un poco de tiempo, la
práctica se vuelve familiar.

38,
1. Cómo amarte a ti mismo

El primer paso consiste en encontrar un lugar cómodo en el


cual meditar. Mientras escribo esto, viajo por Colorado y Utah, en
donde mis amigos disponen de cuartos especiales para meditar (que
no son su propia recámara, la sala o el baño). Como neoyorquino,
esto me parece inusual. Mi espacio personal de meditación es una
esquina de mi sala. Sea que puedas tener un cuarto o una esquina
en un cuarto, todos contamos con un lugar en el cual sentarnos sin
distracciones. Así es que aleja la tele de tu vista, coloca el teléfono
a buena distancia, cierra tu laptop y siéntate en un cojín o en una
silla a una distancia de uno a dos metros de la pared.
Si estás sentado sobre un cojín —sea tu almohada, algo que
jalaste del sillón o un banquito formal de meditación—, hazlo
en el centro con las piernas cruzadas holgadamente y las rodillas
colocadas ligeramente debajo de la cadera. Si estás sentado en una
silla, colócate en el centro con la espalda derecha y sin apoyarte
en el respaldo, y apoya tus pies firmemente sobre el piso, con una
separación entre ellos del ancho de tu cadera. Lo importante es
sentirse anclado a la tierra.
Tómate unos momentos para relajarte y sentirte cómodo
en tu cuerpo. Debo confesar que me llevó más años de los que me
gustaría admitir darme cuenta de que la meditación es una práctica
física, y no mental. Revisa la posición de tu cuerpo, haciendo un
rápido escaneo o respirando profundamente unas cuantas veces.
Después de la vorágine del día, puedes sentir que tu cuerpo y tu
mente van como a 100 kilómetros por hora. Ve si puedes bajar la
velocidad —al menos a 80— en este momento.
Sobre esta base firme, puedes alargar tu espalda, extendiendo
tu cuerpo hacia arriba. Desde la cabeza, jala la parte superior de tu
tronco hacia el cielo, como si tu espina se convirtiera en una pila
de monedas, y así cada vértebra se colocara encima de la otra.

39
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

No necesitamos forzar los músculos de nuestra espalda, ni los


hombros, para lograr esta posición erguida; de lo que se trata es
de relajamos con la curvatura natural de nuestro esqueleto.
Deja caer las manos a tu lado. Después, tomando los bra-
zos por los codos, coloca las palmas de las manos hacia arriba
sobre tus muslos. Este debe de ser un lugar cómodo para poner
las manos, y puede ayudarte a sostener la espalda, puesto que no
estamos acostumbrados a sentarnos tan derechitos. Tu cabeza
descansa en la parte más alta de tu espina, y puedes inclinar la
barbilla ligeramente hacia abajo.
Relaja los músculos de tu rostro, incluyendo los que están
alrededor de la frente, los ojos y la mandíbula. Si debido a esta
relajación tu mandíbula cuelga, está perfecto. Incluso puedes pegar
la lengua al paladar, y así facilitar la respiración. Finalmente, posa
tu mirada frente a ti (a una distancia de medio a un metro). Mantén
tu mirada relajada y desenfocada. La cuestión es que estamos ha-
ciendo lo que Buda hizo, es decir, despertar nuestra mente y nuestro
corazón en gran manera. ¿Por qué cerraríamos los ojos si lo qúe
queremos es despertar? Esto contrarrestaría nuestra intención. Así
es que trata de mantener tus ojos abiertos mientras meditas.
En la meditación shamatha, el objetivo es concentrarnos en
la respiración. Aprendemos a estar presentes en algo que hacemos
todo el tiempo, con la finalidad de estar más presentes en asuntos
más complejos a lo largo del camino, como el romance. Lo que
te estoy pidiendo es que estés atento a la sensación física tanto
de la exhalación como de la inhalación. Sintonízate con el ciclo
natural de tu respiración. No necesitas alterar en nada su ritmo,
pues aprendemos a estar con lo que somos y lo que es, así que deja
fluir naturalmente el aire. Navega la naturaleza fluida y serena de
la respiración.
1. Cómo amarte a ti mismo

Después de unos momentos, te vas a distraer. Casi digo


«puedes distraerte», pero desafortunadamente no estamos acos-
tumbrados a estar presentes en algo tan sencillo como la respira-
ción, y nuestra mente se pone ansiosa y quiere hacer otras cosas.
Se desliza hacia el futuro y hace planes para el fin de semana, o
revive ese intercambio de mensajes que tuviste con la persona que
te gusta. Cuando notes que la amplitud de un pensamiento te ha
sacado del cuarto, sé delicado y en silencio repite «pienso». Utiliza
esta palabra como un recordatorio de que tu deseo es estar en la
respiración. Advertiste que te perdías en tus pensamientos, así es
que al decir «pienso», la palabra se vuelve una oportunidad para
regresar al momento presente.
Practica la meditación shamatha, como se describió arriba,
durante diez minutos. Programa una alarma para que suene después
de ese tiempo, pues así no tendrás que ver constantemente el reloj.
Al finalizar ese periodo de meditación, puedes sentirte renovado o
exhausto. Quizá tuviste algún destello de paz, esa bondad funda-
mental que mencioné con anterioridad, o quizá pasaste diez minutos
completamente frustrado al no poder seguirle el paso a la respiración.
Sakyong Mipham Rinpoche ha dicho, en muchas de sus
pláticas, que «cualquier meditación es una buena meditación».
Cuando termines de meditar, no juzgues si lo hiciste bien o mal.
Se trata del proceso de familiarizarte contigo mismo. Á veces se
siente como cuando empiezas a salir con alguien; en ocasiones, es
maravilloso y, a veces, tienes momentos incómodos o desacuerdos.
En cualquier caso, valoras la experiencia pues estás aprendiendo
más sobre la otra persona. Aquí puedes decir lo mismo con respec-
to a un aprendizaje más profundo de tu ser. Cualquier tiempo que
pases contigo es bueno, sin importar si lo encuentras placentero
o doloroso. Con eso en mente y durante la lectura de este libro,

ep
(41,
Y
Cómo amarte a ti mismo (y, en ocasiones, a otras personas)

intenta hacer esta práctica durante diez minutos al día, y utilízala


como una de las muchas maneras en las cuales aprenderemos a
amarnos de manera más plena.
Cuando comiences a familiarizarte contigo mismo y vislum-
bres destellos de la bondad fundamental, verás que estás bien así
como eres. En esencia, eres bueno, fuerte y sabio. Mereces amar y
ser amado, pues ese es tu derecho de nacimiento. Una vez que des-
cubres eso, se vuelven absurdas las razones por las cuales querrías
ocultar tu verdadero ser.
Hay una última palabra tibetana que quiero compartir con-
tigo en relación con esto: z4j¿. Su traducción más común es «con-
fianza». Puedes ir adquiriendo confianza en lo que eres y abrirte
de manera auténtica a los demás. Eso es algo que siempre puedes
hacer, al irte familiarizando contigo mismo. Hay otra forma en
la cual ziji se traduce, y es, «irradiar esplendor». Cuando sientes
confianza en lo que eres, desde tu propia habilidad de entablar una
amistad contigo mismo y amarte, podrás irradiar esa seguridad al
mundo entero. Uno de los rasgos más atractivos en una persona es
la confianza y la disposición de compartirla con el mundo. Irradia
tu esplendor como parte del amor hacia ti mismo.

42
.2./Cómo amar tu
o, 4

Y soltería

No hay necesidad de luchar para ser libres;


la ausencia de lucha es, en sí misma, libertad.

Chógyam Trungpa Rinpoche

SOLTERO, LIBREYDESATADO
LODRO

Hace mucho tiempo, tuve una primera cita con una desconocida.
Nos conocimos a través de internet, algo nuevo para mí y que
supuestamente hacía en aras de la investigación. Llegué al bar a
tiempo, pero ella me había mandado un mensaje 12 minutos antes
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

para hacerme saber que ya había llegado. La saludé con calidez y


le pregunté cómo estaba.
—Bien —dijo—, aunque no me gustó estar sola en un bar
durante 12 minutos.
Nos la pasamos estupendo, pero al día siguiente este
comentario seguía rondándome. ¿Por qué no podía estar sola
durante 12 minutos? No parecía que muchos hombres estuvieran
acosándola, lo que podría haber explicado su incomodidad (el bar
estaba casi vacío). Si tuviera que adivinar la respuesta, diría que
necesitó entrar en contacto con su propia mente en una situación
que potencialmente produce ansiedad: una primera cita. Lo que
ella buscaba era una distracción.
Mi intención no es criticar a mi acompañante. Sería ne-
gligente si mo mencionara que tenía un tatuaje que se parecía,
peligrosamente, a Hitler, pero ella era muy linda y ejemplificó algo
que todos hacemos. Nos hemos habituado a huir de la incomo-
didad, y estar solo no necesariamente se siente bien. Es común
desear distracción en estos momentos. Desde el advenimiento de
los teléfonos celulares, muchos de nosotros hemos descubierto que
jamás tenemos que estar solos. Si te sientas en un bar o subes al
metro o a un elevador, simplemente puedes sacar tu teléfono y
establecer una conexión con otra persona (sea que la conozcas o
estés por hacerlo).
De hecho, no es poco común ver a la gente en un ámbito
social con el teléfono en mano, tecleando para conectarse virtual-
mente con alguien, en lugar de tratar de establecer contacto con la
gente a su alrededor. Cuando establecemos contacto de esta ma-
nera, ya no estamos a merced de nuestras mentes y corazones. Me
parece que la cantidad de tiempo que reservamos para realmente
estar con nosotros mismos ha disminuido dramáticamente en la
2. Cómo amar tu soltería

actualidad, como resultado de los distintos dispositivos para co-


nectarnos instantáneamente con los otros. Estar solos se ha vuelto
algo ajeno y amenazante.
Hay una razón por la cual nuestra tecnología de distracción es
tan popular. Cuando quedamos a merced de nuestros propios medios
puede, en ocasiones, resultar incómodo. No nos gusta la incomodi-
dad. La monja y autora budista, Pema Chodron, dice lo siguiente:
«Como especie, jamás debemos subestimar nuestra baja tolerancia a
la incomodidad. Si algo nos alienta a permanecer con nuestra vulne-
rabilidad, no debemos desaprovecharlo».*
Yo acababa de conocer a esta mujer, así es que no iba a citar
a Pema frente a ella (y qué cosa más pedante para una primera
cita). Pero creo que todos necesitamos un poco de aliento para
tolerar la soledad. Necesitamos explorar lo que se siente ser vulne-
rable, lo que se siente estar con nosotros mismos. Debemos darnos
cuenta de que está bien sentirnos incómodos.
Lo que es incómodo para algunas personas puede ser mara-
villosamente valioso para otras. Hace siete años disfruté mi primer
trago en soledad. Lo recuerdo bien. Como vivía en Boston, solía
frecuentar el Matt Murphy's Pub. Aquella noche en particular,
ninguno de mis amigos estaba libre y era el día de descanso de
mi cantinero favorito. Me senté en el bar, solo. El lugar estaba
tan vacío que me pregunté qué hacía ahí. Tuve esa inconfundible
sensación de incomodidad, pero después de unas cuantas palabras,
el cantinero lentamente me sirvió un whisky escocés. Hice una
pausa. Algo se sentía familiar.
Para ese entonces, yo ya había pasado mucho tiempo en re-
tiros solitarios de meditación. Había podido vislumbrar la alegría
que proviene de pasar tiempo con uno mismo. Esa noche, después
de pasar todo el día corriendo de una reunión a la siguiente y
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

aprovechar hasta el último segundo para contestar correos y lla-


madas telefónicas, tuve la oportunidad de estar solo nuevamente.
Me detuve un momento para contemplar lo que eso significaba
para mí, lo cual fue evidente: ese trago era mi momento de soledad.
Aun si no siempre puedo huir al bosque y encerrarme por
semanas en retiros de silencio, puedo pasar un buen rato en el
cojín de meditación o frente a un trago solitario. La bebida puede
significar cosas distintas para distintas personas. Algunos beben
para escapar; otros, para celebrar. Algunos más tapan su dolor
con el alcohol. Para mí, en aquel momento, la bebida era un medio
para forjar un tiempo en soledad. Era un tiempo de introspección.
Hay algo mágico en esa experiencia a la cual he regresado muchas
veces, desde entonces. Mi escritor favorito, Raymond Chandler,
escribió al respecto: «Me gustan las botellas bien colocadas en
la pared del fondo, las copas que brillan y las expectativas. Me
gusta observar al hombre que mezcla el primer trago de la noche
y lo coloca sobre un portavasos, junto a la servilletita de papel
perfectamente doblada. También me gusta saborear ese primer
trago poco a poco. La primera copa de la tarde, sin prisas, en un
bar tranquilo... Eso es maravilloso».!
Esta descripción que hace Chandler celebra la soledad. Utilicé
el ejemplo del bar, pero bien podría ser una comida tranquila en un
restaurante o una tarde en un bazar. Hay una sensación de enorme
libertad cuando, después de un día de trabajo, uno llega a casa y
sabe que puede hacer lo que quiera, sin tener que rendirle cuentas
a nadie. Hay un gozo cuando uno se sienta en una librería o en un
cine una tarde de domingo, y sabe que está bien no hablar con otros.
Hay una satisfacción cuando uno se acurruca con un buen libro en
la playa, siente la arena entre los dedos de los pies y sabe que nadie
sabe de su paradero. Abrazar nuestra soledad es liberador.

46
2. Cómo amar tu soltería

El maestro budista Chógyam Trungpa Rinpoche habló de


este tipo de libertad romántica en su libro Work, Sex, Money
(Trabajo, sexo, dinero). Él hace una distinción entre «libre-
libre» y «libre-desatado». «Libre-libre» es la forma de libertad
que mencioné arriba; nadie te libera, sino el descubrimiento de
sentirte autónomo para hacer aquello que puedas desear. Aceptas
el espacio de tu vida y juegas dentro de él. La forma de libertad
opuesta es «libre-desatado», que consiste en definir tu libertad en
relación con otros. No puedes lidiar con el espacio en tu vida, así
es que llenas tu tiempo libre con todo tipo de distracciones. En
esta actitud, subyace una condición frenética sobre cómo pasar el
tiempo. Él dijo: «Es desatado en el sentido de neurótico... Creas tu
propia prisión bajo el disfraz de la libertad».”
¿Con cuánta frecuencia quedas esclavizado bajo este disfraz
de libertad? Ciertamente, yo lo he hecho. Soy lo que comúnmente
se conoce como un monógamo serial. He brincado de una larga
relación a otra durante los últimos 12 o más años, con muy poco
tiempo para sanar entre ellas. Tras algunos de estos rompimientos,
mi intención era no tener pareja durante un tiempo, pero inme-
diatamente perdía de vista mi objetivo de pasar tiempo solo y
caía en otro romance antes de estar listo para ello. Finalmente, un
gran revés emocional —un compromiso matrimonial roto— hizo
que me detuviera y, si soy honesto, sólo después de unos cuantos
tropiezos me di cuenta de que lo que necesitaba era un tiempo para
estar solo. Necesitaba ser libre-libre.
Esta es la cosa sobre comprometerse oficialmente con la solte-
ría: cuando te pones serio al respecto, toda persona deseable por la
que puedas sentir atracción comienza a gravitar, de manera automáti-
ca, hacia ti. No sé si has experimentado este fenómeno, pero es como
si le dijeras al universo que necesitas estar solo y, por respuesta, te
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

mandara a la criatura más atractiva, más sexy y más brillante para


convencerte de lo contrario. Como resultado, descubrí que, en reali-
dad, necesitaba aplicar disciplina para llevar a cabo el sencillo acto de
tomarme un tiempo para familiarizarme conmigo mismo.
La disciplina no es algo desconocido para mí. Al haber
meditado durante varios años ya, hago el esfuerzo de sentarme
en el cojín todos los días y mejorar la práctica. Hay momentos
en los cuales he aplicado la misma disciplina a otras áreas de mi
vida, como hacer ejercicio cotidianamente, comer mejor o escribir
de manera regular. Me he entrenado para ser bastante bueno en
cuanto a disciplina se refiere, y para tratarla como una fuerza
positiva en mi vida.
Sin embargo, cuando se trata de la disciplina que tiene que
ver con la renunciación, sigo aprendiendo. En las historias que he
compartido hasta el momento, puedes constatar que he sido disci-
plinado para agregar cosas a mi vida, pero llegó un momento en el
que fue necesario hacer lo contrario, es decir, sustraer de mi vida esa
cosa particular llamada distracción romántica. Había varias buenas
razones para esta decisión. Necesitaba un tiempo para brindarle
atención a un corazón roto, reexaminar mis hábitos de involucra-
miento sentimental y concentrarme en entablar una amistad más
profunda conmigo mismo. Aun así, me resultó difícil no distraerme.
Me resultó difícil no entregarme a la libertad desatada.
Lo «libre-desatado» puede adoptar muchas formas. Para
algunas personas, como yo, puede significar salir todas las no-
ches. Para otras, quizá consista en navegar a través de páginas
de citas en línea. Para otros más, puede ser refugiarse en casa y
atracarse viendo la televisión, mientras se lamentan por la escasez
de candidatos elegibles para tener una cita. Hay tantas maneras de
distraernos de nosotros mismos.
2. Cómo amar tu soltería

Cuando no tienes pareja, puedes adoptar la perspectiva


«libre-libre» o «libre-desatado». Puedes decirte a ti mismo: «Esto
es bueno. Tengo la oportunidad de conocerme y voy a hacer un es-
fuerzo para lograrlo». Esa es la disciplina que yo sugiero. O bien,
puedes decir: «Necesito encontrar a quién amar». Hay millones de
fiestas y bares y sitios para concertar citas que pueden alimentar la
perspectiva desatada de la libertad. Incluso puedes instalar Tinder
o Grindr —aplicaciones para buscar pareja—, y mientras esperas a
tu cita, al metro o te subes al elevador, aprovechas la oportunidad
de conocer a alguien o coquetear con extraños. Realmente, hemos
allanado el camino para entregarnos a la libertad desatada. Pero
después de cien o más búsquedas de pareja en Tinder o en Grindr
(o como un amigo las llama, los «boos* de Tinder»), debes pregun-
tarte si te sientes mejor contigo mismo.
Lo dudo. Con todas estas distracciones, no es improbable
despertar junto a alguien y lamentar la experiencia. Sentiste so-
ledad, y llegó a un punto en el cual era demasiado incómoda, te
acercaste a alguien, dormiste con él o ella y, sin embargo, al día
siguiente tu soledad fue mayor. Puedes experimentar esto con los
«boos de Tinder» o una semana de parrandas. Sigues despertando,
físicamente solo o no, pero con la conciencia de que la distracción
utilizada no está funcionando. Las citas se convierten en una
forma de entretenimiento, una distracción de la soledad (u otras
emociones que pasan por tu mente, como las nubes por el cielo).
Con frecuencia bromeo con los nuevos estudiantes de medi-
tación sobre la alta probabilidad de que su interés en lo espiritual
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

se deba a que, para ese momento, ya han intentado todo lo demás.


Somos muchos los que buscamos el alcohol, las drogas, el roman-
ce o las compras por internet para sentirnos mejor con nosotros
mismos. Afortunadamente, también somos muchos los que nos
damos cuenta de que esas no son soluciones duraderas. A fin de
cuentas, necesitamos sentirnos cómodos al estar con nosotros
mismos y aceptar nuestro ser, tal cual es. Una de las razones por
las que medito se debe a que es una forma increíble de conocer
mi propia mente, incluyendo todas las maneras de alimentar la
perspectiva desatada de la libertad.
La práctica de la meditación, como se describió previamente,
es bastante sencilla. Te sientas ahí, observando el flujo natural de
la respiración. La parte más activa del proceso es tu propia mente,
la cual deambula por todo aquello que podrías estar haciendo,
enumera lo que harás cuando termines de meditar o revive con-
versaciones con alguien por quien te sientes atraído. «¿Qué quiso
decir con eso?», «¿Cuándo podré volver a verla?». Sin embargo,
una y otra vez aplicas la disciplina para regresar a lo que realmente
está sucediendo, que es tu respiración.
Lo interesante es que la meditación es una práctica para el
resto de tu vida. El entrenamiento consiste en estar en la realidad,
tal cual es. Como Chogyam Trungpa Rinpoche ha dicho: «Tienes
que familiarizarte con los deseos y, entonces, la necesidad de
expresarlos físicamente se desgasta de manera automática».? Es
como un alcohólico en proceso de recuperación. El primer paso es
darte cuenta de que tienes un problema, pues sólo así podrás hacer
algo al respecto. Una vez que hayas admitido tu adicción, tendrás
la oportunidad de recuperarte de ella.
En nuestro caso, somos adictos a la distracción. A través
del proceso de meditación nos familiarizamos con el sinnúmero
2. Cómo amar tu soltería

de deseos, y con todas las maneras en que nos distraemos habi-


tualmente. Entre más familiarizados estemos, más se agotará la
necesidad de actuarlos físicamente. Empezamos a ver que si nos
sentimos solos, podemos estar con la realidad de nuestra soledad,
sin tener que hacer algo al respecto. La soledad es increíblemente
humana. No tenemos que concertar una cita con alguien por
quien no tenemos sentimientos profundos, ni salir corriendo por la
puerta para conectar con otros. Simplemente, podemos estar con
nuestra soledad. Podemos permanecer «libres-libres» aplicando la
disciplina de acoger lo que es.
Algunos de nosotros podemos sentir que ya cumplimos con
nuestro tiempo de soledad. Nos hemos familiarizado bastante con
nosotros mismos y ahora estamos listos para conocer a alguien.
Hacer esta distinción es positivo, y nos brinda una oportunidad
adicional para familiarizarnos con nuestra propia mente y descu-
brir nuestras oscilaciones personales de esperanza y temor.
En cierto sentido, podría sólo decir «oscilación personal de
miedo y miedo», pues las versiones establecidas de la esperanza y el
temor en realidad son dos caras de la misma moneda. Cuando planeas
ir a la playa, esperas que el clima sea favorable, ¿cierto? Uno podría
invertir eso y decir que te da miedo que llueva. Si esperas conocer al
amor de tu vida, quizá a cierto nivel lo que temes es jamás conocer
a esa persona. Con frecuencia, fluctuamos entre la esperanza y el
miedo, dependiendo de nuestro ánimo, con la esperanza de que algo
resulte o el pesar de que jamás sea así. Suena bastante miserable, ¿no?
Más adelante, Meggan se adentrará en una forma más disciplinada
de esperanza que puede ser invaluable para nosotros.
Ahora recuerdo haber pasado por un rompimiento amoroso
particularmente brutal y haber pensado: «No creo que llegue a
conocer a otra como ella en la vida». Es verdad. Dudo que lo

51
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

haga, pues ella es una persona única. Pero la desesperanza con


la que llegaba el pensamiento... ¡caramba! Era omnipresente. Me
regodeaba en mis sentimientos de inseguridad y falta de valía.
Pensaba que había echado a perder mi oportunidad de ser feliz. En
el fondo, sabía que la felicidad no depende de otras personas, pero
en ese momento esa conciencia estaba eclipsada por mi miedo.
Esa fue una época en la que la meditación resultó ser
particularmente útil. Regresé al entrenamiento básico de estar
en lo que realmente está sucediendo. Mi práctica en el cojín era
sentarme con el corazón roto, así como con sentimientos de in-
suficiencia, temor a amar nuevamente y un destello de esperanza
ante la posibilidad de poder arreglar las cosas con la persona
amada. Esa esperanza, por supuesto, también era temor a que
la relación no pudiera sanar. Sin pareja y con la libertad de
salir con quien quisiera, el tiempo que pasaba fuera del cojín
de meditación era «libre-desatado», pues intentaba evadir mis
sentimientos llenando el vacío.
Con el tiempo, empezó a hacerse más fácil ese estar en paz con
lo que soy, incluyendo todas las partes desagradables e inciertas de mi
vida. Incluso si no podía convencerme a mí mismo de que encontraría
a alguien con quien salir, podía aceptar la idea de lo innecesario de
«reparar» algo. Podía estar solo y aprender a amarme.
En cada etapa de nuestro viaje romántico, necesitamos
descubrir una verdad muy simple: está bien amarnos a nosotros
mismos. Ese es el cimiento que necesitamos colocar antes de poder
amar a otros. Esto significa que antes de encontrarnos con nues-
tra cita, está muy bien sentarnos en el bar durante 12 minutos.
También significa que al estar con el corazón roto o listo para
amar nuevamente, está muy bien pasar tiempo en soledad. No
necesitamos aumentar la actividad y las distracciones para que las

(52
2. Cómo amar tu soltería

cosas sucedan, pues estas suceden a su tiempo. Nuestro trabajo,


mientras tanto, es prepararnos y aprender a amarnos a nosotros
mismos. Sea que vayas en el metro, estés en un bar o te subas a
un elevador, puedes bajar el teléfono y elevar la vista. Serénate e
intima contigo.

MAMÁ ALTERNATIVA
MEGGAN

Todavía no me explico cómo pasó, pero supongo que cuando llega


el momento de conocer a un maestro, ese maestro puede aparecer
en formas inesperadas.
Para el verano de 2012, habían pasado ya dos años desde
mi separación, y el divorcio era oficial. Había salido unas cuan-
tas veces (de eso hablaré más tarde), pero seguía sin tener una
sensación real, o al menos positiva, de mi libertad. El título de
«mamá soltera» me horrorizaba, y simplemente no podía aceptar
la realidad de estar sola otra vez.
A diferencia de la mujer con el tatuaje de Hitler que Lodro
mencionaba, yo soy bastante buena para la soledad. Quizá dema-
siado buena. Tengo tendencias de monja enclaustrada, y bien podría
vivir en encierro en alguna abadía montañesa y ser feliz como una
lombriz. Sé cómo trabajar conmigo misma para vivir «libre-libre».
Cuando conocí a mi esposo, sentí mucha emoción porque pensé que
finalmente intentaba algo nuevo, es decir, una libertad compartida.
Después del divorcio, no me sentía nerviosa de volver a mi
soledad, pues eso lo dominaba bastante bien. Sin embargo, de vez
en cuando, una escotilla se abría en el fondo de mi corazón y de un
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

momento a otro me sentía como muerta en vida. No podía dotar


de sentido la ruptura ni el sufrimiento desprendido de esta pérdi-
da, y la desesperanza se apoderó de mí. No dejaba de escuchar el
lamento: «Jamás dejaré de amarlo». Adquiría conciencia de esta
verdad y me sentía atrapada, completamente empantanada en la
secuela de un amor no correspondido.
Pero aquí es donde entra el capitán Tom. Debido a mi tra-
bajo, en aquella época comenzaba a viajar para asistir a eventos
y ofrecer pláticas. Ya había volado a California esa primavera y
ahora debía volar a Vancouver. Había tomado un curso por inter-
net llamado SOAR, que me había ayudado tremendamente en mi
vuelo hacia el Oeste. El capitán Tom Bunn, fundador de SOAR, es
un piloto comercial con vasta experiencia y compasión por aque-
llos de nosotros con miedo a volar (trata de imaginarme como una
verdadera demente que huye de los aviones a punto de despegar).
Tom obtuvo su maestría en trabajo social y dio con una forma de
reducir radicalmente el estrés de los que padecen aerofobia. Lo
contacté para recibir apoyo adicional, antes de mi primer vuelo
internacional sin acompañante en más de una década.
Tecleé el nombre “Tom en mi buscador de Gmail y apareció
una dirección. Envié un correo electrónico preguntando si podía-
mos concertar una llamada. El mensaje comenzaba: «Querido
capitán Tom...». Rápidamente, obtuve una respuesta de un asis-
tente, quien me dijo que Tom estaba ocupado pero dispuesto a
ayudar como pudiera. Me pidió el número de celular y dijo que
Tom llamaría en un par de días. «Bueno», pensé, «qué extraño no
contar con un sistema más eficiente para las llamadas personales».
Pero no le di importancia y sí le di las gracias.
Un par de días más tarde, mientras luchaba cuerpo a cuerpo
con mi hijo para que se quitara la piyama y se pusiera la ropa
2. Cómo amar tu soltería

(algo que todavía se resiste a hacer con toda su alma), mi celular


sonó. Se trataba de un número no identificado con código de área
californiano.
—Hola, soy Tom.
—¿Tom? ¿El capitán Tom? Oh, gracias por llamar.
—De nada. ¿En qué puedo ayudarte?
Al llegar a este punto, hubo un silencio épicamente largo. En
primer lugar, tenía el presentimiento de que no se trataba del Tom
con el que yo quería hablar, pero no podía explicar por qué. En
segundo lugar, seguía intentando ponerle los pantalones a mi hijo,
mientras me debatía si preguntarle o no al capitán Tom la razón
por la cual me llamaba desde California si vivía en Connecticut.
Pero, entonces, tomé la mejor decisión que pude en el momento:
seguirle el juego.
Y entonces comenzó una de las conversaciones más profun-
das que he tenido sobre la naturaleza del miedo y los recursos
internos con los que contamos para elegir, en su lugar, el amor.
Hubo momentos durante la llamada de una hora en los que estuve
convencida de estar hablando con el capitán Tom que conocía...
Digo, ¿quién más podría ser? Pero entonces Tom inició un diálogo
que me convenció de lo contrario. Yo no hablaba con el piloto de
aviones retirado que se había convertido en trabajador social y
fundador de SOAR.
Después de contarle sobre mis varios e hilarantes encuentros
con una forma extrema del miedo a bordo del avión, el desconoci-
do Tom me preguntó:
—¿De qué se trata realmente este miedo a volar? ¿Qué
piensas?
Le conté sobre las conclusiones a las que había llegado en
torno al miedo a volar. La realidad física del vuelo —es decir,

23
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

el hecho de estar atrapada en un tubo de metal a velocidades y


alturas impensables— disparaba mi conciencia de lo vulnerable
que soy y lo fuera de control que estoy en todo momento. Le
dije que esta conciencia creaba un miedo tan grande como para
hacerme perder toda visión y sentido de ser un alma. Lo que hacía
era disociar. Así es que la altura externa del vuelo era, en realidad,
menos angustiante que la distancia interna entre mi cuerpo y mi
alma, creada por el miedo.
Tom, el desconocido, hizo un sonidito reflexivo que me per-
mitió saber que entendía y estaba ahí, conmigo. Después preguntó:
— ¿Hay alguna parte de ti que crea que tiene que ser perfecta
o «debe arreglarse» antes de que puedas ser amada?
Quedé con la boca abierta. El desconocido continuó:
—La belleza de lo masculino es que puede sostener a lo
femenino, sin importar las circunstancias. No hay nada que deba
hacerse o perfeccionarse.
¡Ahí estaba la verdad! Me fui para atrás y caí sobre el sillón
rojo. Sentía como si tuviera que recuperarme de un puñetazo
espiritual en el estómago. Había una parte de mí que, con desespe-
ración, intentaba ser «más» o «mejor» de lo que había sido cuando
estaba casada. Mejorar y crecer personalmente es muy bueno, pero
el desconocido Tom me reveló que el miedo me estaba motivando.
El miedo estaba permitiendo que creyera, de manera inconsciente,
que no era digna de ser amada hasta no convertirme en una «mejor»
mujer. Pude ver que había una parte de mí que se culpaba por no
ser suficiente. Como si mi matrimonio hubiera podido salvarse si
yo fuera menos temerosa, mejor. En realidad, yo no creía que el
amor pudiera ganarse ni que necesitáramos demostrar que somos
dignos de él. El amor reside más allá de nuestro razonamiento
consciente.
2. Cómo amar tu soltería

No había un hombre en mi vida, no aún, pero la forma


compasiva y libre de juicio en la que Tom me sostuvo durante la
conversación me recordó que soy completamente digna de amor
en este momento, así como soy. Y también que puedo extender mis
brazos masculinos internos para sostenerme durante este tiempo
de transición en mi vida, en una forma jamás hecha por mí. Puedo
cultivar un amor con pecho velludo y protuberantes bíceps, un
amor que pueda ofrecer consuelo a las partes más rotas y teme-
rosas de mí. No es suficiente saber que soy suficiente; necesito
poner ese conocimiento en acción. Al final de nuestra llamada, el
desconocido Tom dijo que tenía tres tareas espirituales:
—Confiar, confiar y confiar.
—Es cierto —coincidí.
Cuando colgué el teléfono me sorprendió la profundidad del
encuentro, así como el caudal de perdón por mi momento particular
en la vida, y la gratitud. Corrí a mi computadora y tecleé «Tom» en
mi buscador de Gmail para recuperar el hilo de correos que habían
conducido a la llamada. Apreté la flechita descendente para ver la
dirección completa del Tom que había contactado, y ahí estaba su
apellido: Shadyac. Acababa de tener una de las conversaciones más
íntimas y espirituales con Tom Shadyac, el director de Todopode-
roso, muchas otras películas taquilleras y un documental que había
visto recientemente, titulado Yo soy. Él también había publicado
un libro en Hay House, y el buscador de Gmail había guardado su
dirección, pues la editorial en ocasiones nos envía correos colectivos
a los autores. Tomé mi plumón rojo indeleble y escribí en el espejo
con marco dorado en el que escribo todos los días: «Confiar, confiar,
confiar». Y atribuí la cita al capitán Tom.
En el evangelio de María Magdalena —traducido por la
doctora Karen King, profesora de teología en Harvard—, María

hd
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

consuela a los otros discípulos que temen por sus vidas ahora que
Jesús o el Salvador, ha sido crucificado. Ella se pone de pie, los
saluda, tiernamente los besa y les dice: «Hermanos y hermanas,
no se acongojen ni duden pues Su gracia estará con ustedes, y los
cobijará. En lugar de ello, debemos alabar Su grandeza, pues nos
ha unido y nos ha hecho verdaderos seres Humanos».”
Este pasaje siempre me ha recordado un objetivo espiritual
mayor: ser un verdadero ser humano. En el evangelio de María
Magdalena, un verdadero ser humano es alguien (hombre o mujer)
que ha cobrado conciencia de su divinidad interna. Alguien que es,
sí, completamente humano —capaz de emociones básicas y enor-
mes errores— pero también completamente divino. Un verdadero
ser humano está consciente del poder creativo en su interior, para
adaptarse a las lecciones de la vida que nuestra alma más necesita,
un poder que comienza con cualquier pensamiento cuyas primeras
palabras sean: «Yo soy...».
Y mientras vadeo los restos de un naufragio tan humano
como la secuela de un divorcio, me mantengo anclada a la confianza
en el amor divino dentro de mí. No olvido que, incluso en medio de
esta pérdida, existe un amor interno al que siempre puedo acudir,
un amor divino capaz de darme la mayor de las estabilidades, sin
importar lo que esté sucediendo en mi mundo exterior.
Varias semanas más tarde, ascendía por la montaña Whistler
junto con otra ponente del evento. Ella también es autora, está
divorciada y tiene un hijo. Tras un tiempo de conocerla, la bauticé
con el nombre de Gran Sacerdotisa del Deseo. La vista de la cumbre
era imponente y la nieve brillaba. De pronto, sentí un arrebato de
aventura, escalé la cuesta pronunciada y me deslicé hacia abajo (sin
trineo), tomando más impulso del esperado. Me reí como no lo
había hecho en años. La Gran Sacerdotisa del Deseo me tomó una
2. Cómo amar tu soltería

foto cuando llegué a las rocas sobre las que ella estaba parada. Me
sorprendió ver mi imagen, pues parecía otra persona, o más bien
parecía yo hacía siete años, antes de mi matrimonio con un hombre
que intentó, pero no pudo, comprometerse como pareja. Me veía
libre. Mi rostro irradiaba luz. Estaba enamorada, no de alguien,
sino sólo enamorada de mi ser. Para mí, esta foto marcó el momento
en el que eliminé el apodo «mamá soltera» de mis pensamientos, así
como toda la tristeza y la desesperanza que lo acompañaba. En ese
momento, me convertí en una «mamá alternativa».
Como mamá alternativa, podía sentir la aventura inheren-
te a la libertad y la independencia. Sentía emoción, en lugar de
miedo, en relación con el futuro. Como mamá alternativa, doté de
nuevos significados el viejo lamento («jamás dejaré de amarlo»),
para afirmar aquello que refleja a la mujer que soy y siempre seré:
alguien que ama con todo su ser. Puedo continuar amando al padre
de mi hijo, sin importar lo que pase. El amor que siento por él es
mío. Puedo amarlo como un amigo invaluable, y como el padre de
nuestro maravilloso hijo. Puedo amarlo como el alma que me ha
dado tantas oportunidades de fortalecer mi propia capacidad de
amar. Jamás dejaré de amarlo porque ese sentimiento es auténtico
y congruente con lo que soy.
De los Proverbios, el 13:12 dice: «La esperanza que se
demora enferma el corazón, pero el deseo cumplido es árbol de
vida». No puedo negar el deseo genuino de tener un compañero
de vida y que mi alma encuentre a su otra mitad. Lo anhelo con
vehemencia. Durante los cuatro años de ser una mamá alterna-
tiva, para mí siempre ha sido evidente que deseo una relación.
En pareja, encuentro una plenitud que no logro al estar sola. Sé
que quiero un compañero de vida, y honro ese conocimiento. Sin
embargo, al mismo tiempo, sé que el amor divino siempre está

59
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

aquí, enteramente presente en mi interior. Así es que comencé a


pensar: «¿Cómo puedo sentirme completa y, aun así, dejar un
espacio en mi vida para que el amor entre?, ¿cómo puedo sentirme
plena y, sin embargo, ser auténtica respecto al deseo que tengo de
compartir mi vida con una pareja?, ¿cómo espero sin esperar?». Y
la respuesta que vino a mi mente es una práctica espiritual a la que
llamo «esperanza disciplinada».
«Esperanza», como sustantivo, es sinónimo de deseo o aspi-
ración. Pero «esperar» como verbo es sinónimo de expectativa O,
incluso, predicción. La «esperanza disciplinada» no sólo consiste en
desear que las cosas sean distintas o que algo aparezca en nuestras
vidas. Cuando realmente me concentraba en el deseo de tener a
alguien a mi lado para compartir ciertos momentos tiernos e irrepe-
tibles, como cuando mi hijo caminó por primera vez o cuando firmé
mi primer contrato como autora, sentía desesperanza. Me invadía
una sensación aguda de pérdida y carencia en mi vida. Me sentía
muy sola. Sin embargo, la «esperanza disciplinada» no es sólo desear,
sino poner esa esperanza en acción y confiar en que ese deseo puro
de amar y ser amado será satisfecho. Así es que, ¿cuál es la forma que
adopta la esperanza en acción? ¿Cómo espero, sin esperar, como una
mamá alternativa?
Espero bailando tango. Una manera de practicar la «espe-
ranza disciplinada» es la de no ofrecer resistencia al bailar con una
pareja. Me entrego al tango como cualquier Escorpión lo haría,
es decir, apasionadamente. Lo que me explicó mi maestro es que
la entrega es activa, y que si mi movimiento era flácido y pasivo,
no le daba la presencia necesaria a mi pareja para poder bailar. Si
yo «llego» a cada uno de los pasos a los cuales él me guía, si me
mantengo presente en el momento y plena en mi cuerpo, él puede
dirigir nuestro baile con facilidad. Esta experiencia física de ser
2. Cómo amar tu soltería

sostenida y conducida en el tango me permite, ahora, paladear una


esencia de la vida en pareja.
La «esperanza disciplinada» es confiar fieramente en mi
vida, y en todo lo que he experimentado. Es confiar en lo que soy,
y que soy suficiente en este momento. Y es confiar en el camino
a donde se me conduce. Es poner la confianza en práctica y saber
que llegará un momento, calculado por algún poder superior, en el
cual mi deseo será satisfecho.

Sugerencias para ser «libre-libre»


y practicar la «esperanza disciplinada»

DE LODRO

(L. Entro a un sauna para limpiarme de toxinas, cuidar mi


cuerpo y estar solo con mis pensamientos.
(2, Dedico algunas noches a fumar pipa y beber un whisky,
para contemplar lo que sea que haya salido a mi encuen-
tro esa semana.
(3. Leo novelas superficiales e historietas. Lo acepto, muchos
cómics. Me recuerdan épocas más sencillas en mi vida y
me permiten reflexionar sobre mi pasado.
Y Me subo al auto y conduzco por largo rato, o bien doy
un paseo en tren, mientras escucho música pop de mala
calidad y disfruto el escenario y la conciencia de que
nadie sabe dónde estoy, sino yo.
' Doy un paseo largo con mi cachorrito, que es adorable y
ofrece amor incondicional sin demasiada comunicación.

Wwe
Cómo amarte a ti mismo (y, en ocasiones, a otras personas)

DE MEGGAN

(L Con regularidad, contrato los servicios de masajistas


hombres, para que mi cuerpo no esté hambriento de
contacto físico.
(2: Planeo cenas con amigos y salidas durante el fin de sema-
na, cuando mi hijo está con su padre.
(3. Hago conciencia sobre la cantidad de amor presente en
mi vida (en todas sus formas).
(4. Me entrego a mi trabajo, que es el propósito de mi alma.
(S. Utilizo los momentos en los cuales la escotilla se abre y mi
corazón comienza a hundirse, para conectar activamente
con la fuente divina de amor y verdad dentro de mí.

62
SS

¿Cómo amar
a saltas

Pero tenga fe en un amor que le queda reservado como una herencia,


y abrigue la certeza de que hay en este amor una fuerza y también una
bendición, de cuyo ámbito no necesita usted salirse para llegar muy lejos.
Rainer María Rilke, Cartas a un joven poeta

BONIDEAL.YLO REAL
MEGGAN

Estaba sentada en el bar, debatiéndome entre ordenar una copa de


vino tinto y no hacerlo. Me emborracho fácilmente (todo lo que se
necesita es una copa con el estómago vacío), y lo último que quería
era estar indispuesta cuando mi cita a ciegas entrara por la puerta.
Me había casado y divorciado y, sin embargo, jamás había tenido
una «cita» oficial antes.
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Hasta ese momento, mi vida había sido una sucesión de


relaciones monógamas que simplemente salieron a mi encuentro,
una vez que estuve lista para ellas. Jamás había salido a buscar.
Mis parejas simplemente llegaban, y fueron apareciendo en el tra-
bajo, en la escuela de teología, en el seminario, en el supermercado
(nada menos que en la sección de productos orgánicos). Confiaba
en mí misma y en que la vida me conduciría al amor que necesi-
taba. El divorcio me bajó los humos, y desgarró la idea de que mi
ego sabe lo que es mejor para mí. Me recordó que mi alma tiene un
entendimiento más profundo que mi razonamiento consciente. Y
también me permitió cuestionar todo, reinventarme, intentar cosas
nuevas y lanzar una red mucho más amplia. Así es que cuando mi
mamá me regaló una membresía para un grupo neoyorquino de
citas a ciegas, contuve mi respuesta visceral de primera instancia
(un rotundo y ensordecedor «¡NO!»), y decidí aceptar aquello que
no había intentado antes.
Fue así como, a mis 30 y pico de años, me encontraba sen-
tada en un taburete de un bar, a punto de tener una cita a ciegas
por primera vez. Y me sentía realmente orgullosa de mí misma, y
emocionada. Esto es, hasta que un hombre que se veía exactamente
como mi papá entró al bar, vio que lo veía y se acercó rápidamente
para presentarse; sí, era mi cita.
Para ser justa con el doble de mi papá, pasé una noche
estupenda. Sí, me llevaba más de 20 años, pero era inteligente, di-
vertido, extremadamente exitoso y estaba listo para conocer a una
mujer con la que pudiera compartir su vida. En realidad, no fue
tanto su edad lo que hizo imposible una segunda cita. Alguna vez
tuve una relación intensa con un hombre que era 19 años mayor
que yo. El asunto era que «la viva imagen» de mi papá estaba en
otra etapa de la vida. Yo no sabía aún si quería tener otro hijo,

64
3. Cómo amar las citas

pero sí que la puerta estuviera abierta. Así es que cuando llegué a


casa, le pagué a la niñera y me acerqué al dulce olor de la frente de
mi hijo para besarla, moderé mi orgullo de intentar algo nuevo y
me pregunté si mi apertura debía tener un límite.
Mi primo Michael y yo con frecuencia nos reuníamos en
nuestras «cenas familiares» (o «cen fam» en los mensajes). Los
dos vivíamos en Nueva York y éramos los únicos de la familia
inmediata que no estábamos casados ni comprometidos. También
éramos de los que preferían esconderse que exponerse. Recuerdo
una «cen fam» particular en la cual Michael se refirió al hombre
con quien él salía como «mi David». Como me ayudaba a recu-
perarme del leve trauma de mi cita a ciegas con «papá», no supe
bien a bien a quién se refería, puesto que el nombre de mi papá
es David, y también el de su novio. Entonces, él se rió y dijo: «mi
David». El tono suave de su voz me dejó ver que se trataba de una
relación que iba para largo.
Le pedí que me contara sobre «su» David y los detalles que
le permiten saber que no es un novio más en la lista. Frente a
un sushi California sin camarón, escuché atentamente mientras
Michael describía que este amor era verdadero. Ellos se sienten
relajados cuando están juntos, comunican sus necesidades, tienen
una confianza mutua, ríen y perdonan con facilidad, quieren que
el otro sea feliz, se aman profundamente y pueden vislumbrar
una vida para crear y compartir. Todavía puedo sentir la felicidad
que experimenté en ese momento, así como la gratitud que me
invadió al atestiguar que mi querido primo había encontrado a su
compañero de vida. A lo largo de los años, su hermosa relación,
su capacidad de dar —equilibrada y mutua—, su habilidad para
apoyarse, meha inspirado. Y en nuestras «cen fams» subsecuentes,
David comenzó a unirse a nosotros.

(65,
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

De esa cena en adelante, entoné un canto interno que


compartí con Michael: «Quiero encontrar a mi David». Dejé
de imaginar los atributos de mi futura pareja y, en su lugar, me
concentré en cómo me quería sentir: vista, escuchada, amada, sos-
tenida. Quería sentir que mi alma había encontrado a su par, y ese
inexplicable je ne sais quoi que algunas parejas tienen. Creo que si
tuviera que nombrarlo con una palabra, esta sería «magia». Quería
sentir que algo divino podía operar entre nosotros, y que nuestra
relación y nuestro vínculo con lo divino estarían indisolublemente
ligados. Sí, lo sé: sueños guajiros. Sin embargo, esto era lo que
sabía que necesitaba, lo cual me ayudó a la hora de las citas. O,
más bien, se tradujo en muchos «no, gracias». Sabía cómo quería
sentirme y esto se convirtió en mi parámetro, mi herramienta de
discernimiento para navegar a través del vasto y variado acervo
neoyorquino de candidatos para una relación.
Recibí una avalancha de consejos respecto a mis citas po-
tenciales. El hecho de estar divorciada parecía colgar un letrero al-
rededor de mi cuello que decía: «Necesita amor. Necesita ayuda».
Recibí todo tipo de comentarios en un rango por demás amplio;
desde «necesitas abrirte, ser intrépida y simplemente ligar» hasta
«necesitas dejar de buscar, y verás que cuando te olvides de encon-
trar a alguien, finalmente llegará».
La búsqueda del amor en el mundo moderno no tiene que
estar desprovista de la sabiduría antigua. Además de practicar
disciplinadamente la esperanza de conocer a alguien que se adecue
a mí de acuerdo a un plan divino, me dejé guiar por este pasaje del
evangelio de María Magdalena: «La paz sea con vosotros, que mi
paz surja entre vosotros. Vigilad que nadie os extravíe diciendo:
“Helo aquí, velo aquí”, pues el hijo del hombre está dentro de
vosotros. Seguidlo. Los que busquen lo hallarán»*,

66
3. Cómo amar las citas

Este pasaje me recuerda que la verdadera búsqueda del amor


ocurre dentro. No hay un lugar al cual acudir, no existe ninguna
aplicación a descargar ni talleres de pareja a los cuales asistir. Entre
más profundamente pueda internarme dentro de mí y recurrir a esa
paz que reside en mi interior, más cerca estaré de conocer el amor
como jamás lo he hecho fuera de mí. No hay nada afuera. Conocer
a alguien con quien se pueda crear una relación plena depende de
la capacidad para aceptarnos y confiar en nosotros mismos.
En la teología cristiana, el término Renosis se deriva de la
palabra griega para nombrar el vacío, y se refiere al vaciado de
nuestra propia voluntad para volvernos completamente receptivos
a la voluntad de Dios. En lugar de quedar abrumada por la avalan-
cha de consejos contradictorios provenientes de fuentes externas,
decidí que para encontrar el amor era mucho más sencillo ir hacia
dentro. No quería desear nada que no concordara con lo que
realmente es lo mejor para mí. El ego quería un amor en mi vida
en ese preciso momento (incluso ayer). Pero yo quería moverme
de manera distinta y colocar a mi ego en segundo plano para ver
hacia dónde podría guiarme una voluntad más grande que la mía.
Quería que mi alma fuera mi alcahueta.
Utilicé mi alma como un filtro divino cuando necesité depu-
rar la oleada de consejos sobre relaciones amorosas. Si hacía un
poco de introspección y escuchaba un «sí» fuerte y descarado con
respecto al más mínimo consejo recibido, lo tomaba. Mi mamá
sugirió que contactara a mis «queridas» (como llama a mis ami-
gas) para decirles que estaba lista. Mi alma me dio una palmadita
de aprobación, así es que lo hice. Poco después de enviar el correo
electrónico, una amiga contestó que había encontrado al hombre
perfecto para mí. Dos semanas más tarde, acudí a mi siguiente cita
a ciegas. Y, sí, su nombre era David.

67
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Aunque estaba sentado en el bar dándome la espalda,


supe que era él cuando entré. El hombre me gustó en ese preciso
instante. Mi corazón empezó a latir, a pesar de mi intención de
aparentar serenidad; comenzó a aletear como un colibrí y para
cuando me senté en el banco junto a él, ya estaba cohibida. Me
sentía tan nerviosa que temí que me salieran ronchas en todo el
cuerpo. Él sonrió, yo sonreí. Como no hubo ninguna sensación de
incomodidad, exhalé con alivio.
Creí que, durante la cena, padeceríamos alguno que otro
silencio espantoso. Digo, sí, teníamos una amiga en común, pero
eso no significaba que hubiera otras cosas de las cuales platicar,
salvo ella. Pero no fue así, y coincidimos en algunas cosas. Ambos
éramos los que habíamos intentado salvar nuestros matrimonios,
y cuando comentó que el amor hacia su hijo era algo que jamás
había experimentado, sólo lo miré, sonriendo, y dije: «Sí, lo sé».
Había tanta perfección en el «hombre perfecto» de mi amiga.
Él tenía mi edad, también era un padre alternativo, era listo, diver-
tido y guapo. Ambos valorábamos la familia sobre todo lo demás.
En muchos sentidos, él realmente era todo lo que yo pensaba estar
buscando en una pareja. Lo único que faltaba era esa «magia», la
sensación de que el encuentro ha sido orquestado por una fuerza
mayor que la nuestra. Tres meses después supimos que lo vivido
había sido bueno, pero no lo que cada uno deseaba realmente.
Para muchos de nosotros, conocer a alguien en nuestros 30
es un proceso bastante veloz. Queremos llegar al meollo del asunto
bastante rápido. Nos conocemos más, y tenemos mayor claridad
sobre lo que necesitamos y la verdad de lo que somos. Algunos de
nosotros hemos estado casados, o en relaciones profundas y signi-
ficativas que nos han dado el regalo de la lucidez sobre lo que más
necesitamos en un matrimonio o pareja de vida. O bien, hemos

68
3. Cómo amar las citas

llegado a la conclusión de que una vida más solitaria para poder


dedicarnos a nuestro trabajo o nuestro arte es una prioridad, y no
la vida en pareja o familia.
Yo sabía que necesitaba aferrarme a lo ideal. Para mí, esto
significa que mi espiritualidad esté íntimamente vinculada con mi
relación, es decir, que mi conexión con lo divino también sea parte
de mi vida en pareja. El amor no podía separarse de mi camino
hacia la unidad con lo divino.
Recibí un cargamento de oportunidades para afilar mi
determinación y convertirla en la punta de una flecha. Pero, de-
monios, es una locura. Es increíblemente complicado renunciar
a lo que ya es parte de nuestras vidas. Es difícil distinguir entre
el ideal (como el más puro de nuestros anhelos) y una fantasía
(como algo inalcanzable). El poeta y filósofo Rainer María Rilke
afirma que la inercia no es la razón por la que tantas relaciones
humanas sigan repitiéndose una y otra vez, sin una renovación de
ave fénix ni cambio verdadero. Rilke cree que «es el temor frente
a cualquier experiencia nueva e imprevista con la que uno cree no
poder lidiar»*!. Esto es lo que evita que tengamos el valor no sólo
de esperar algo nuevo, sino también de mantener esa esperanza e
invocarla. Tenemos que estar listos para cualquier cosa, aconseja
el poeta. No debemos excluir nada, ni siquiera lo más enigmá-
tico. Sólo así podremos «sentir hondamente las relaciones con
otro ser como algo vivo» y «beber exhaustivamente» de nuestra
propia existencia.'?
El mejor consejo que recibí provino de la persona menos
esperada; mi publirrelacionista. Nuestra conversación se había des-
plazado de cuestiones de trabajo a la forma en que había conocido
a su esposo, así es que, de repente, ella soltó una gema como si mo-
mentáneamente algo la hubiera poseído: «Encontrarás al hombre

69
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

de tus sueños mientras hagas el trabajo de tus sueños». Zas. Sentí


escalofríos en todo el cuerpo y supe que esa era una verdad para
mí. Poco después, almorcé con la Gran Sacerdotisa del Deseo,
aprovechando que estaba en la ciudad para reunirse con su propia
publirrelacionista. Y ambas sabíamos que era difícil mantener vivo
nuestro deseo más profundo, si lo hacíamos solas. Lo que necesi-
tábamos era una hermandad con respecto al porvenir, y apoyarnos
la una a la otra cuando nuestra «esperanza disciplinada» vacilara
o cuando nos desorientara la aparición de un hombre que fuera
casi, pero no por completo, el indicado. Necesitábamos respal-
darnos para decir «no» y, de esta manera, encontrar nuestro «sí».
Así es que decidimos imaginar, incluso a miles de kilómetros de
distancia, que nuestros meñiques se entrelazaban en solidaridad
(como cuando uno «las chocaba» de chiquito), fieles al deseo de
esperar por la persona que realmente anhelamos.
Unos meses después, pasé la víspera de Año Nuevo en el
departamento de otra amiga en el East Village. Desde mi divorcio,
he hecho esto durante los últimos tres años. Para el festejo, yo ya
sabía que ella prohibía el uso de zapatos en la casa, así es que me
preparé y llegué con unos calcetines hasta la rodilla de la Mujer
Maravilla. Al ser una conocedora del tema de los milagros, ella tiene
la tradición de pedirles a todos los invitados que compartan cuál
es el milagro cuya manifestación más desean en el año por venir.
Yo tengo la tradición de pararme en mi silla para anunciar cuál es
el milagro cuya manifestación deseo. Así es que este año me paré,
con las pequeñas capas rojas de mis calcetines de Mujer Maravilla
cayendo en cascada por mis pantorrillas, y declaré, con las manos
en la cadera, algo así como: «Simplemente me voy a anclar en mi ser.
Plena, completamente. Simplemente voy a permanecer aquí e irra-
diar, como un faro, el amor que me constituye. Él me encontrará».

70
3. Cómo amar las citas

Durante la escritura del libro, Lodro y yo nos reunimos y


hablamos sobre lo que compartiríamos en este capítulo. Mientras
tomaba algunas notas, él de manera clandestina creó un perfil para
mí en Tinder. Como explicó antes, Tinder es una aplicación para con-
certar citas (o simplemente coquetear) con otros solteros que viven
relativamente cerca. Por supuesto que reaccioné automáticamente
y le dije que eso no me interesaba, que yo no era así. Para mi sorpresa,
cuando hice un poquito de introspección, mi alma ya coqueteaba, y se
divertía, coleccionando «boos» de Tinder.
Vi un sinfín de perfiles, y coqueteé con hombres a los que
yo sabía que jamás conocería realmente, ¡hasta el día en que me
topé con el perfil de mi ex! Le envié un mensaje a Lodro inmedia-
tamente, muerta de risa pero, si soy honesta, algo conmocionada
también. Así es que guardé la información de la única persona
con la que había tenido una conexión real y borré mi efímera
cuenta de Tinder. A partir de ese momento, me centré en mi lema:
«Encontrarás al hombre de tus sueños mientras hagas el trabajo
de tus sueños». Así es que, a mediados de enero, cuando anoche-
cía en las montañas Berkshire, me invitaron a tomar un trago con
un grupo de gente que trabajaba en el centro espiritual donde yo
dirigía un retiro REVEAL. Escuché un «sí» fuerte y descarado
dentro de mí, así es que aunque cansada, fui. El hombre que
estaba sentado frente a mí, de nombre David, pidió para ambos
una copa de vino tinto y cuando brindó «por la alquimia», nos
miramos fijamente. El tiempo dirá quién es esta persona en mi
vida, pero unas semanas después, cuando escribió en un correo
electrónico: «Ha llegado el tiempo de saciar la sed. La esperanza
mana eterna, y lo hace desde dentro», supe que había encontrado
a «mi David».

YA
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

EL TIBURÓN DE LAS EXPECTATIVAS INAMOVIBLES


LODRO

Lo que quiero dejar en claro es que el amor puede ser verdadero y


perdurable, bajo las condiciones correctas... Sin embargo, con frecuencia,
en lugar de darle espacio al amor para que se expanda, lo encajonamos
en nuestras expectativas. Las expectativas condicionan nuestro amor con
respecto a lo que la otra persona hace o dice...Para que el amor perdure, es
mejor no tener demasiadas expectativas. Es mejor sólo ofrecer amor.
El Karmapa, Ogyen Trinley Dorje, £/ corazón es noble

Mi amigo Brett trabaja para el Departamento de Estado de los


Estados Unidos. Durante el año previo a su partida al extranjero
vivió en Washington, D.C., en donde tomó cursos de idiomas y
tuvo millones de primeras citas. Brett es un joven diplomático
—guapo, encantador y bien vestido—, y conoció a varias mujeres
en línea. Salían y se la pasaban muy bien, es decir, hasta que Brett
revelaba que después de su entrenamiento sería enviado durante
un año o más a la frontera entre Siria y Jordania.
En ese momento, el encuentro se venía abajo. En una cita,
hay condiciones respecto a las cuales Brett era un tanto ingenuo.
Entre las acusaciones que recibió, hubo quien le dijo que les hacía
perder el tiempo a las pobres mujeres. A estas damas no las mo-
tivaba la aventura de conocer gente nueva, y lo que hacían era
entrevistar a su cita como un potencial compañero de vida. Desde
la perspectiva de Brett, las mujeres a las que veía contemplaban
la hora y media previa a la revelación de su partida al extranjero
como una senda hacia una relación a largo plazo —si no es que al
matrimonio mismo—, relación que podría comenzar tan pronto
3. Cómo amar las citas

como se sentaran a comer. El hecho de tener que partir durante un


año frustraba sus expectativas. Las mujeres se sentían desilusiona-
das por el hecho de que, al final, tuviera que irse. Brett se sentía
decepcionado porque quería conocer a alguien, pero nadie parecía
poder aceptar su situación.
Quizá mi opinión no sea imparcial, pues Brett es mi amigo,
pero me sorprendió escuchar el nivel de expectativas inamovibles
que estas mujeres llevaban a su primera cita. Les gustaba el hombre
con el cual habían salido, lo encontraban encantador y, de manera
inmediata, suponían que habría una segunda cita y otra más y otra
aún, hasta que comenzaran a vivir juntos y continuaran recorrien-
do el sendero hacia la dicha eterna. Había muy poco espacio para
disfrutar de la compañía del otro por el simple hecho de hacerlo.
Una experiencia que podría llegar a convertirse en amor iniciaba
con demasiadas exigencias.
Si bien el caso de Brett puede ser singular, sé tanto por expe-
riencia propia como por la de mis amigos, que es difícil internarse en
las aguas del interés romántico sin que el tiburón de las expectativas
inamovibles comience a mordisquear tus talones. En mis relaciones,
O soy yo quien tiene pensamientos suspendidos («¿qué irá a pasar
después?»), o es mi cita quien lo hace, pero rara vez ambos. Después
de una serie de salidas provechosas, quizá me descubro pregun-
tándole a mi pareja sobre su familia, y más tarde contemplando
escenarios en los que me gano a su papá. O bien, ella puede llegar a
preguntar si veo hijos en mi futuro y averiguar, así, si estoy listo para
sentar cabeza y tener una familia. Ese tiburón mordisquea nuestros
talones, pero sólo porque lo hemos entrenado para ello.
Debo aclarar algo: realmente creo que es increíble co-
nocer a alguien y aspirar a estar con esa persona y apreciar su
compañía a largo plazo. Sin embargo, si vas a una cita con un

23
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

plan extremadamente detallado sobre «lo que necesitas para


ser feliz», la probabilidad de una decepción es muy grande. Eso
es encajonar, como el Karmapa señala en la cita que abre esta
sección. Entre más detallada sea la lista de «lo que necesito para
ser feliz», estará más abierta la puerta para que el tiburón de
las expectativas inamovibles nade directo hacia ti y te lance una
mordida; y muchos de nosotros hemos dejado esa puerta total-
mente abierta durante años.
Déjame darte un ejemplo. Tú has pasado por esto. Has
salido con muchas personas con las cuales, en retrospectiva, no
debiste salir. Ahora tienes más experiencia, así es que te sientas y
escribes una lista. La persona con la que quieres salir debe tener el
cabello oscuro y usar anteojos, aunque no siempre necesite ponér-
selos. Debe disfrutar la lectura y el crucigrama del The New York
Times. Debe provenir de la Costa Este o de los estados centrales,
pero definitivamente no de la Costa Oeste. Debe sentir interés por
tus creencias religiosas; idealmente, deben pertenecer a la misma
tradición. Debe tener un trabajo en el gobierno, o en una organiza-
ción sin fines de lucro. Debe tocar un instrumento musical, hablar
con acento y tener entre 28 y 30 años.
Ahora que tienes una lista, puedes hacer lo que tantos otros
hacen actualmente, es decir, realizar una búsqueda en Internet. Yo
no me opongo a esto, pero sí creo que algunas personas ven todo
esto de la misma manera en la que compran en línea. Pueden echarle
un vistazo a una selección de seres humanos como lo harían con
un par de zapatos y hacer un pedido que se adapte a sus especifica-
ciones. La diferencia entre las citas en línea y las compras en línea
es que, cuando llega el correo, con frecuencia obtienes los zapatos
descritos en la página de Internet. Cuando haces una cita en línea,
es un completo albur que la descripción coincida con la realidad.

74
3. Cómo amar las citas

La mayoría de las veces el tipo asevera cosas en su perfil que


son llamativas, pero no del todo ciertas. Él jamás ha leído un libro
en su vida, y aunque solía trabajar en una organización sin fines de
lucro, ahora lo único que quiere hacer es dinero en su gran trabajo
en finanzas corporativas. O lo típico: no se parece nada al de la
foto (no hay que subestimar el poder de la atracción física). Tam-
bién puede pasar que, como en el caso de Meggan, tu cita termine
siendo el doble de tu padre; o quizá tenga un tatuaje de Hitler,
como me pasó a mí. Esa larga lista de expectativas inamovibles
sólo provoca que el tiburón te trague completito.
Pero no exageremos y demos un ejemplo más benévolo. En
teoría, tu cita debe ser perfecta para ti. Lo conociste en Match.
com, y satisface todos los criterios que estableciste. Tiene 29 años
y, aunque nació en Boston, su mamá es inglesa, así es que habla
con un acento encantador, posee un excelente gusto en cuanto a
literatura, comparte las mismas ideas religiosas, dirige una orga-
nización sin fines de lucro que regala instrumentos musicales a
huérfanos y, evidentemente, conoce una palabra de cuatro letras
para el afecto romántico profundo. No obstante, a media cena
haces un chiste y no lo entiende. Diez minutos después, sucede lo
mismo. Él te lleva hasta la puerta de tu casa, te da un respetuoso
beso de despedida y se marcha. Nada malo ha sucedido, pero
de pronto te das cuenta de que el hombre no te entiende. Como
Meggan dijo: no hay magia, no hay je ne sais quol.
El asunto es que llegaste con tu lista de lo que necesitabas
para ser feliz con otra persona. Era bastante larga, y encontraste a
alguien a quien suponías capaz de satisfacer todos esos criterios,
pero —oh, calamidad— no era la persona esperada. A lo mejor
la persona cambió o simplemente no había química. Incluso con
tu lista, no pudiste comprar a la pareja perfecta. A partir de mi

075
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

experiencia, simplemente es imposible hacerlo. Cuando soltamos


al tiburón de las expectativas inamovibles, no podemos escapar
de la mordida.
Así es que, ¿para qué molestarse? Matemos al tiburón y
relajemos nuestras nociones fijas sobre lo que necesitamos en una
pareja para ser felices. Yo tiendo a creer que uno no escoge de quién
enamorarse. Puedes tener una larga lista de lo que crees necesitar
para ser feliz, sólo para enamorarte perdidamente de alguien que
no tiene ninguna de esas cualidades «imprescindibles» de tu lista.
Cuando hacemos a un lado las expectativas inamovibles, permi-
timos que el amor florezca. Como el Karmapa dijo: «Para que
el amor perdure, es mejor no tener demasiadas expectativas. Es
mejor sólo ofrecer amor».
Ese ha sido mi caso siempre. Cada vez que me da por construir
a mi mujer ideal, llena de «lo que necesito para ser feliz», conozco a
alguien capaz de desafiar la famosa lista y me enamoro perdidamen-
te. El tiburón se desvía y soy capaz de amar libremente, sin nociones
establecidas de lo que debería ser la persona o la relación.
En mi experiencia, en eso radica el gozo de permanecer
abierto a los encuentros. Si encuentras a alguien que complementa
cierto aspecto de lo que eres, y las cosas parecen funcionar y la
persona capta tu esencia, yo te aliento a que abras tu corazón a ese
encuentro, pues seguro te enriquecerá.
Recuerdo haber pasado por una etapa muy difícil cuando uno
de mis amigos más cercanos murió. Conocí a una mujer que había
pasado por una experiencia similar —la de perder un amigo—, y
mientras una multitud de gente argumentó que no tenía ningún
sentido que saliera con esta mujer en particular, ella comprendió el
pesar y la locura que se propagaban violentamente en mi interior,
y por lo mismo no había ningún juicio de su parte. En ese sentido,

76
3. Cómo amar las citas

salir con ella fue una experiencia terapéutica, a pesar de que una
parte de mí sabía que no iba a funcionar a largo plazo.
Si bien puede tratarse de un ejemplo extremo, esta mujer (y mu-
chas otras a las que he tenido el placer de amar) me abrió el corazón de
manera significativa. Este es el reverso de la moneda de las expectativas
inamovibles, conocido en el budismo como bodbicitta, palabra en
sánscrito que podría traducirse como «abierto» o «despierto» (bodbi)
de «corazón» O «mente» (citta). Es como decir que cuando hacemos a
un lado una serie de ideas fijas, podemos conectar con un pozo inheren-
te de poder y gozo, es decir, un corazón despierto. Cuando eliminamos
los pensamientos sobre el futuro de una relación o la manera en la
que hemos sido lastimados en el pasado, podemos amar plenamente.
Cuando estamos en el presente, permanecemos abiertos.

Sugerencias para mantener un corazón


abierto al tener citas

DE MEGGAN:

1. Contempla las citas como la aventura que implica


conocer gente nueva, y no como una entrevista a un
compañero potencial de vida.
(2, Cada cita, cada relación, es una oportunidad para descu-
brir más de ti mismo, y de lo que verdaderamente deseas
en una pareja.
(3. Identifica al menos a un amigo o familiar con el que, sim-
bólicamente, puedas «chocar los meñiques» en tu proceso
de conocer gente nueva, y que también te ayude a practicar
la «esperanza disciplinada» para encontrar a la persona
que realmente coincida con tus deseos y necesidades.

(77
Cómo amarte a ti mismo (y, en ocasiones, a otras personas)

4 Concéntrate en la manera en que quieras sentirte cuando


estés en compañía de esta persona. Y sea lo que sea que
quieras de este siguiente amor, ofrécelo a ti mismo ahora,
tanto como sea posible.
7 Si te sientes dudoso respecto a una pareja potencial, trata
de averiguar lo que te dice tu cuerpo.

DE LODRO:

«L No dejes que tu cabeza nuble tu corazón. Confía en tu


corazón sobre todo lo demás.
No empieces la casa por el tejado. Simplemente disfruta
de tu tiempo con la otra persona. Relájate.
, Mientras estés en tu cita, y en la medida de lo posible,
sólo disfruta de ese presente con la otra persona.
¿ No te censures. Si dices o haces algo incómodo, confía en
que tu cita tendrá la capacidad de manejarlo.
. Ten fe. De manera inherente, eres lo suficientemente
bueno, valioso, amable e inteligente como para poder
salir con quien quieras.

78
” :a ye
p Y

.4.,Cómo amar sin


Aueraertesa Mismo

El amor verdadero te da tal sensación de plenitud


que no necesitas nada del exterior.
Thich Nhat Hanh, Fidelidad

NO SE DICE «CUERDO DE AMOR»


LODRO

Siempre he sentido fascinación por la frase «loco de amor».


Podríamos utilizar otras frases —«vivo de amor», «cuerdo de
amor»—, pero elegimos la palabra «loco». De manera interesante,
parecería que tras haber estado tan enconchados en nuestro capu-
llo, sólo es posible equiparar el inicio del amor con el descenso por
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

un acantilado hacia la locura. Caemos sin paracaídas y sin idea


de nuestro punto de aterrizaje. Este sencillo acto de abrir nuestro
corazón a otros, por lo tanto, suena peligroso.
En cierto sentido, enamorarse es peligroso, pues amenaza
al ego. Esta otra persona tiene la facultad de desvanecer todas las
capas protectoras que hemos construido alrededor de nuestro co-
razón, erosionándolo hasta llegar a un núcleo vulnerable y frágil.
No estamos acostumbrados a ser tan vulnerables frente a otro ser
humano, así es que se vuelve incómodo.
Cuando estamos expuestos, sabemos que es probable salir
lastimados, y muchos de nosotros hemos pasado por ello una
y otra vez. Recuerdo una relación intermitente que tuve con una
estudiante de medicina. Yo tenía veintitantos años y, después de la
millonésima vez que ella rompió conmigo, me sentí devastado. Un
amigo me invitó a almorzar y, mientras mis sollozos desentonaban
con la tranquilidad del restaurante, él me lanzó una mirada. En
general, mi amigo había sido comprensivo, pero en esa mirada de
soslayo pude verme reflejado en mi ridiculez, y en lo absurdo de la
situación. ¿Qué sucedió casi tres meses después, al sentirme com-
pleto nuevamente? Me enamoré y comencé una relación profunda
y de apoyo mutuo que duró varios años maravillosos. Mi historia
no es poco común. Con frecuencia, abrimos por completo nuestro
corazón sólo para que alguien lo ignore o le dé una patada. Y, sin
embargo, ¿qué hacemos la siguiente vez que encontramos a alguien
a quien nos gustaría abrirle la puerta de nuestras vidas? Volvemos a
enamorarnos y abrimos por completo nuestro corazón.
Junto con la incomodidad, también puede haber emoción.
Este es nuestro ser más genuino, y permitir que otra persona lo vea
y lo valore es tremendamente gratificante. Y si bien es satisfactoria
la presencia de alguien en nuestras vidas, no dependemos de esa

80
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

persona para amar. Como hemos explicado con anterioridad,


podemos amar de manera independiente, por nosotros mismos. El
hecho de invitar a alguien del exterior e incluirlo en nuestro amor
es por sí mismo un gran bono. Pero, ¿qué queremos decir cuando
hablamos de «amor verdadero»?
Desde una perspectiva budista, el amor verdadero consiste
en cuatro cualidades principales:

1. maitri, bondad amorosa


2. Raruna, compasión
3. mudita, gozo compasivo
4. upeksha, ecuanimidad

Si quieres amar a otro ser humano, debes saber que tienes que em-
pezar por ti mismo. Estas cuatro cualidades permiten la transición
del amor por ti al amor por otra persona, y dan como resultado
algo que me gustaría llamar «práctica amorosa».
No utilizo el término «práctica amorosa» a la ligera. Pienso
que es una práctica genuina, e incluye amar a otros a pesar de saber
que pueden abandonarnos, mudarse o morir. Nos permite amar a
otros como son, durante el tiempo que sea posible, valorándolos por
lo que son (a diferencia de lo que desearíamos que fueran). Reconocer
la transitoriedad de nuestra situación y contemplar a la otra persona
con entendimiento es una práctica verdadera. A partir de lo anterior,
podemos entablar una genuina amistad con alguien más y compartir
el dolor y el placer de nuestra existencia compartida. De la misma ma-
| nera, abrimos nuestro corazón y el amor se vuelve inclusivo y es capaz
de contener a todo tipo de seres. La «práctica amorosa» es una que
podemos realizar todos los días. Con eso en mente, analicemos estos
cuatro aspectos de la «práctica amorosa» con mayor detenimiento:
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Maitri, bondad amorosa

Maitri proviene de la palabra sánscrita mitra, que significa amigo.


En esencia, lo que estamos diciendo es que la raíz del amor hacia
nosotros mismos y hacia los demás es la amistad. Debes aprender a
hacerte amigo de ti mismo antes de pensar en amar a Otra persona.
Si todo el tiempo estás en guerra contigo mismo, ¿cómo podrás
vivir en paz con otro? Si no puedes amarte a ti mismo, no puedes
amar a nadie más. La traducción común de maitri es «bondad
amorosa». Lo que ofrecemos, entonces, es una presencia amable
y amorosa. Una vez que has manifestado esto internamente, enta-
blando una amistad propia, entonces puedes expresar esa misma
amistad a otro ser humano.
El año pasado viajé en tren de Roma a Florencia, pues me
tomé un tiempo para viajar con la finalidad de escribir. Además de
la escritura, el viaje me dio la oportunidad de consolidar algunas
ideas en torno al Institute for Compassionate Leadership (Instituto
para un Liderazgo Compasivo), un organismo sin fines de lucro
que tengo la fortuna de dirigir. Durante el trayecto en tren, pensé
en una mujer que actualmente sale con un amigo íntimo, y comencé
a fantasear sobre su boda y el discurso que yo daría, en caso de que
me pidieran ser el padrino. Al imaginarlos a los dos haciendo este
tipo de compromiso —uno que mi amigo tanto anhela—, sentí que
mi corazón se abría y no pude contener las lágrimas de felicidad.
Durante días, había estado practicando la bondad amorosa
tanto en mí como en otras personas de mi vida. La práctica tuvo a
bien filtrarse y me hizo sentir una amistad genuina y buenos deseos
hacia esta mujer a la que aún no conocía. Por cómo están las cosas
actualmente, es probable que mi amigo no se case, pero el sólo
hecho de pensar en su felicidad hizo que, en aquel momento, yo

82
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

sintiera por su pareja un cariño que, en profundidad, se equipara-


ba al que sentía por él. Este es un ejemplo de bondad amorosa. Al
tomarme el tiempo de entablar una amistad conmigo mismo, pude
expresar esa misma cualidad gentil hacia los demás.

Karuna, compasión

Como mencioné antes, dirijo un instituto en donde se lleva a cabo


un programa de entrenamiento para individuos con deseos de ayu-
dar al mundo y sin idea de cómo hacerlo. A través de un intenso en-
trenamiento en meditación, organización comunitaria, desarrollo
de habilidades prácticas de liderazgo, tutorías ejecutivas y apoyo
de mentores, al finalizar su estancia con nosotros, los participantes
se van con un corazón más abierto y un mayor conocimiento de sí
mismos. Si bien mi opinión no puede ser objetiva, creo que ellos
se convierten en los líderes compasivos que este mundo necesita.
Al pasar tanto tiempo meditando, los participantes en el
instituto comienzan a hacerse conscientes de sus patrones mentales
y de la manera en la que éstos los hacen sufrir. Entonces, cuando
llevan a cabo trabajo voluntario y entran en contacto con distin-
tas comunidades, comienzan a notar similitudes entre su propia
experiencia y la experiencia de los demás. Sí, las tramas pueden
ser distintas, pero en esencia todos sufrimos en formas similares.
La compasión, en este caso, es el deseo de aliviar el sufri-
miento de otros. La noción de la palabra sánscrita karuna es que al
haber entrado en contacto con nuestro propio sufrimiento sabemos
lo amenazantes que pueden ser las partes más oscuras de nuestra
mente. Al ver a otros lidiando con aflicciones similares, nuestro co-
razón se enternece de manera natural. Sentimos empatía por ellos y,
gracias a que hemos aprendido a entablar una amistad con nuestro
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

ser, podemos enseñar a otros a hacer lo mismo. Esa es una de las


partes más inspiradoras de cada clase en el instituto, pues podemos
atestiguar la toma de conciencia de los participantes en cuanto a
su capacidad de ayudar a otros debido a que el sufrimiento es una
aflicción universal. Todos podemos dar y recibir apoyo.
La clave aquí es entender a la otra persona. El maestro zen
Thich Nhat Hanh escribió: «El entendimiento es el otro nombre
del amor. Si no puedes entender, no puedes amar».!* Para el ins-
tituto, esto significa una gran cantidad de tiempo invertida en el
aprendizaje de técnicas profundas de escucha y organización, con
el fin de descubrir valores compartidos y entender cómo ayudar y
amar de manera más hábil en distintos contextos.
Hace unas semanas, estuve en un bar y tuve la fortuna de
platicar con el cantinero. Se trataba de un hombre que, cercano a
los $0, nos presumió a mí y a mi amigo que él y su esposa habían
estado juntos desde la adolescencia.
—¿Cuál es tu secreto? —pregunté, esperando alguna joya de
sabiduría que pudiera compartir en este libro.
Ned, el cantinero, lo pensó por un momento.
—Está bien, te lo diré —dijo, mientras mi amigo y yo nos
inclinábamos, con profunda anticipación—. Tenemos sexo todos
los días.
—Bueno, supongo que no quieres decir todos los días —mi
amigo contestó cordialmente.
Ned se puso serio y también se inclinó.
—Quiero decir todos y cada uno de los días del año.
Al poco tiempo, mi amigo y yo regresamos al bar para
jugar tiro al blanco. Esa noche tuvimos suerte, pues además de ver
nuevamente a Ned, conocimos a su encantadora esposa. Una vez
que estuvo sola, le dije:

84
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

—Escuché que Ned y tú han estado juntos desde que eran


adolescentes.
—Ah, sí, hace mucho tiempo ya —contestó ella.
—¿Cuál es su secreto? —dije, haciéndole la misma pregunta
que a Ned.
La esposa de Ned ni siquiera titubeó al contestar:
—Comprensión. Espacio y comprensión.
Como Thich Nhat Hanh señala, el entendimiento es otra
manera de decir amor. Si bien estoy seguro de que su asombrosa
vida sexual ciertamente es parte de su maravilloso historial, puedo
adivinar que el hecho de que Ned y su esposa sean comprensivos
el uno con el otro los ha llevado a tener una muy compasiva y
apasionada relación.

Mudita, 2020 compasivo

Para lo anterior, hay un reverso de la moneda. Si bien es impor-


tante entender el sufrimiento ajeno y desear aliviarlo, igualmente
importante es compartir la alegría. El término mudita se traduce
algunas veces como «gozo compasivo» o «gozo altruista», y radica
en el placer de valorar tu propia experiencia, sea cual sea, y com-
partirla con alguien más. Esto resulta en la capacidad de estar con
otra persona cuando sufre y cuando está contenta. Por supuesto,
esto tiene su origen en el hecho de que ya te sientes cómodo con
tu sufrimiento y con tu alegría. Ya eres capaz de lidiar con estos
sentimientos por ti mismo, así es que ahora puedes ayudar a otra
persona a que haga lo mismo.
Algunas veces el gozo compasivo puede enturbiarse con sen-
timientos de posesión. Pero si volvemos a las enseñanzas de Thich
Nhat Hanbh, él dice: «El amor nos puede brindar paz y felicidad,

8
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

siempre y cuando amemos en forma tal como para no construir una


red que nos confine a nosotros y a los demás».!* Quizá tú anheles
estar cerca de alguien y compartir su alegría, pero cuando te confun-
des y buscas descifrar las intenciones de esa persona con respecto a
ti, obstaculizas el camino y las cosas se enturbian.
Algunas veces olvidamos que el hecho de amar a alguien
no significa el derecho de adueñarte de esa persona. La idea de
bodbicitta es que nuestro amor fluye libremente, sin necesidad de
encarcelar ni poseer a nadie. Amamos porque naturalmente anhe-
lamos hacerlo. La otra persona nos ama también, idealmente de
manera similar. Esta es la situación en la que las cosas permanecen
juguetonas y divertidas. Es aquí cuando el gozo compasivo fluye a
todo lo que da.
Si retomamos la analogía de enamorarse como la caída
por un acantilado, hay ocasiones en las que intentamos no caer
con tanta fuerza. Nos aferramos con determinación a las rocas
que sobresalen, intentando estabilizar nuestro posicionamiento.
La forma en la que esto se manifiesta hacia la persona amada es
mediante la demanda de cosas específicas que el otro, queremos
creer, nos debe. Nos decepciona que ya no nos compren flores sin
motivo, sino sólo en ocasiones especiales. Nos enoja que no llamen
a la hora acostumbrada. Peleamos si reciben correos de su ex. En
otras palabras, colocamos barreras alrededor de nuestro corazón
porque enamorarse da miedo. Es más fácil pelear y ahuyentar a
alguien, que aceptarlo abiertamente y sin juicio alguno.
Cuando no juzgas al otro y te permites sentir su alegría como
propia, lo que haces es soltarte y caer libremente. Al entablar una
amistad contigo mismo y con los demás, te apoyas en ese profundo
entendimiento que constituye el cimiento de toda relación com-
pasiva. Con las tres cualidades —bondad amorosa, compasión

86
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

y gozo compasivo— como base, la sensación de caer deja de ser


atemorizante y se vuelve liberadora. Disfrutamos la caída, pues
vemos que la otra persona cae junto a nosotros. Dejamos de estar
solos en ese terreno incierto. Vemos a nuestra pareja a los ojos y
sabemos que, a pesar de la caída, estamos en esto juntos.

Upeksha, ecuanimidad

Algunas veces la gente cree que la ecuanimidad es la sensación de


estar completamente en paz. Sin embargo, si buscamos su defi-
nición en cualquier diccionario, descubriremos que, en realidad,
significa la capacidad de permanecer tranquilos frente a la incerti-
dumbre. Por ello, la caída libre del amor es una gran oportunidad
para practicar la ecuanimidad.
En ocasiones, la palabra sánscrita upeksha se ha traducido no
sólo como «ecuanimidad» sino también como «inclusión». Como
Thich Nhat Hanh escribe: «Amar a una persona te da la oportunidad
de amar a todos los seres»!*. Todos los seres, en este caso, no signifi-
can sólo tú y tu amante. Se trata de tu vecino conflictivo o el colega de
trabajo que te saca de quicio y el hombre que, accidentalmente, tomó
el café que tú ordenaste. Todos son todos.
A mayor «práctica amorosa», menor será la barrera entre
el que ama y el que es amado. Te das cuenta de que todos esos
individuos sufren y gozan, como tú. No eres diferente, así es que
no tiene sentido partir el mundo en gente que te cae bien, gente que
no y gente que te resulta indiferente. Todos son seres humanos. Tú
eres un ser humano. La finalidad es ofrecer amor a un «nosotros»,
y ese «nosotros» incluye a todos.
Si tú te tomas en serio estas cuatro cualidades, serás capaz de
amar con mayor plenitud. Yo he trabajado en ellas durante algunos

87,
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

años y puedo decirte que me han cambiado de manera notoria.


Yo me enamoro todo el tiempo. Cuando me siento estupendo, me
enamoro unas seis veces al día. Y sé que Meggan también lo hace,
pues cuando nos vemos hablamos de ello casi siempre.
Yo observo que después de haber meditado regularmente y
durante periodos más largos de lo normal, me interno en el mundo
y siento como si mi corazón pudiera acomodar cualquier cosa.
Cuando veo un cachorrito juguetón, me enamoro. Cuando espío
a una pareja haciéndose arrumacos en el metro, me enamoro.
Cuando camino junto a un grupo de amigos que se reencuentran,
me enamoro. Cuando mi corazón está abierto, descubro que estoy
menos concentrado en mí y en mis preocupaciones y más dispo-
nible para el mundo que me rodea. Como resultado, diariamente
estoy expuesto a tantas cosas de las que puedo enamorarme con
todo el corazón.
Una de las personas que me inspira profundamente es Su
Santidad, el decimoséptimo Karmapa, Ogyen Trinley Dorje. Él ha
tenido una vida muy dura para alguien a quien conocemos como
«Su Santidad». Cuando era muy joven y bajo coerción extrema,
partió a la India huyendo de la presión china en el Tíbet, sólo
para tener el derecho a su título que era cuestionado por lamas
con cargos políticos. En aquel entonces, tendría entre 30 y 35
años. Quizá podrías pensar que después de haber vivido tantas
dificultades, el Karmapa es un hombre duro, pero mi percepción es
que, al tiempo de ser fuerte, es muy amoroso. Aquí transcribo unas
palabras suyas que me conmueven profundamente:
«Quiero compartir con ustedes un sentimiento que albergo.
Pienso que mi amor no tiene que permanecer dentro de las limita-
ciones de mi propia vida ni de mi propio cuerpo. Si imagino que
ya no estoy en el mundo, mi amor todavía puede estar presente.

88
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

Quiero colocar mi amor en la luna y dejar que ella lo contenga. La


luna, entonces, sería la guardiana de mi amor y lo enviaría a todos,
así como envía su luz para acoger al mundo entero».!*
Cuando aprendemos a amar, creamos espacio para un amor
mayor que el propio y el que sentimos por otro ser humano. Cuan-
do aprendemos a amar, manifestamos un amor que trasciende lo
que concebimos como posible; transmitimos un amor capaz de
acoger al mundo entero, en donde todos —incluyendo la gente que
nos cae bien, la que no y los desconocidos— pueden experimentar
nuestro amor. Ese es el poder de un corazón abierto. Ese es el
poder del amor.
Cuando mueras, ¿cómo te gustaría que te recordaran? A
mí, como alguien que supo amar. Sé que a través de la «práctica
amorosa» puedo tener un impacto en este mundo que va más allá
de lo que podría lograr físicamente en esta vida. A través de la
bondad amorosa, la compasión, el gozo compasivo y la ecuanimi-
dad, creo que puedo enamorarme de todos. Y no será amenazante,
sino liberador. Realmente disfruto enamorarme.

SIEMPRE HAY DÓNDE APOYARSE


MEGGAN

Los síntomas típicos incluyen: pérdida de peso, noches sin dormir,


comportamiento errático —como carcajearte y, al segundo siguien-
te, llorar a lágrima viva—, y mientras tanto tú te sientes como una
varita luminosa capaz de irradiar una luz de la cual todos en tu
vida se percatan, incluso el cartero y gente extraña que te topas en
la calle. Nada-parece igual; de alguna manera, la calidad de tu vida
ahora parece ser de alta definición. Todo es más brillante y nítido.

89:
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Cuando los síntomas empeoran, puedes esperar que todo


te parezca... divertido; lo mundano está ahora imbuido de sig-
nificado. Percibes todos los detalles, reconoces toda sincronía.
Un comentario que escuchas por casualidad se convierte en un
mensaje enviado por Dios mismo, con total pertinencia. Nada te
parece fortuito. Todo adquiere una cualidad inefable, como si tu
vida entera estuviera orquestada, cual sinfonía, por una verdad
única y significativa: estás enamorado.
Estás enamorado y se trata de la paradoja más embriagado-
ra. Eres invencible, o al menos ahora estás consciente de algunos
súperpoderes que, antes de este amor, permanecían latentes.
Albergas una confianza que te hace fuerte, incluso intrépido. Te
descubres contemplando tu imagen en el espejo con mucha más
frecuencia, y notando pequeñas diferencias en tu rostro que
el amor ha iluminado, como la forma en que tu ceja se arquea
pronunciadamente cuando sientes curiosidad, la forma en que tus
labios se ven después de varias horas de besar, la sensación de estar
estrenando un cuerpo cuyo revoloteo de mariposas en el estómago
no cesa y cuyo calor emana de lugares recónditos que sólo un
cirujano podría alcanzar. Te ves de otra manera, como un alma
milagrosa en un atuendo de yoga Lululemon; un alma llena de un
amor que ahora, agradecidamente, puedes compartir.
Y, al mismo tiempo, te sientes absoluta y totalmente vul-
nerable. Eres un molusco al que, de pronto, han desprovisto de
su concha. Eres un corazón palpitante y quejumbroso, y cada
expresión que haces o cada paso que das tiene el potencial de
un destripamiento. Un texto que no recibe respuesta, un correo
que, sin importar las veces que revisas el buzón, no llega, un tono
incierto en la voz de tu amado —todas estas cosas, aparentemente
insignificantes, tienen el poder de descarrilarte y oscurecer tus

90
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

pensamientos durante una cantidad impactante de tiempo—.


Haces lo necesario para tratar de restarle importancia y evitar que
la verdad salga a la superficie, pero está ahí, como un título desca-
rado de esta etapa de tu vida, y la verdad es que estás completa y
enteramente fuera de control.
Y empiezas a oscilar entre la temeridad y el temor. Así es
que, ¿cómo encontrar un ancla en medio de las vicisitudes de la
emoción cuando te enamoras? O, de manera más precisa, ¿de qué
te agarras cuando estás cayendo libremente hacia el amor, com-
pletamente consciente de tu fortaleza recién descubierta y de tu
evidente vulnerabilidad?
Mis ancestros por parte de mi padre, los Watterson, son de
la Isla de Man, lo que me convierte en manesa. La bandera manesa
está compuesta de tres piernas cuya estratégica posición permite
que, sin importar cómo se coloque la imagen, siempre haya una
pierna en la cual pararse. Mi excesiva exposición al misticisimo,
los textos religiosos y los maestros espirituales de todo el mundo
me han dado algunas verdades de las cuales agarrarme para que,
cuando me enamoro, pueda hacerlo sin aterrizar con el rostro
—o, al menos, no permanecer con el rostro enterrado en el suelo
más de lo necesario—. Y puedo permanecer en posición correcta
con respecto al nuevo amor de mi vida, mientras mi mundo se
voltea al revés.

«Nada real puede ser amenazado».


(Un curso en milagros)

El amor es real. Así es que sin importar lo que pase, el amor que
cultives en una relación permanecerá contigo. Trata de anclarte

91
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

a la verdad de que, sin importar a dónde te lleve este amor, tu


capacidad de amar ya ha sido exponencialmente ensanchada. Este
amor, si se lo permites, tiene el poder de añadir más vida a tu
vida, sin importar los resultados —compromiso, relación a largo
plazo o un amor más fugaz, tipo cometa, que abre un agujero del
tamaño de un cráter en tu corazón y te permite amar de manera
más profunda por el resto de tu vida—. Ánclate a la verdad de que
este amor, incluso en sus primeras etapas, te ha dado el regalo
de desplazarte del lugar en el que estabas. A lo mejor te sentías
épicamente solo, o quizá habías olvidado, hasta inconsciente-
mente, que podías ser amado y deseado. A lo mejor la vida se
te había vuelto aburrida, y este amor llegó como un martillo de
demolición a derrumbar la monotonía y permitir la reconstruc-
ción de una existencia más afín a tus deseos. Este amor, sea cual
sea su destino, es un regalo. Todo lo que se necesita es que elijas
verlo de esa forma desde el comienzo.
Durante demasiado tiempo, nuestro modelo de amor ha sido
dirigido por una falla matemática. Para que uno más uno sea igual
a uno en la relación amorosa, una persona tiene que adaptarse al
otro o, de plano, sacrificarse para que la pareja «cuadre» en una
unión sagrada. No hay nada sagrado en el martirio ni en silen-
ciar una mitad del dúo divino que debería resultar en una mayor
cantidad de vida, y no en una menor. En lugar de uno más uno
igual a uno en la relación amorosa, creo que muchos de nosotros
anhelamos un amor que permita que uno más uno sea igual a tres.
Déjenme explicar.
Durante una reunión excepcionalmente conmovedora
de las REDLADIES, comentábamos sobre la enorme necesidad de
conciliar el par de deseos, aparentemente incompatibles, de enamo-
rarse perdidamente y no perderse en el intento. Una REDLADY

92
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

compartió que ella había estado sola la mayor parte de su vida


debido a una creencia fuertemente arraigada sobre los efectos
negativos de una relación. Ella creía que una pareja la consu-
miría y la haría renunciar a su tiempo atesorado en soledad, sus
pensamientos y sus sueños. Durante la conversación, ella reveló
que su madre, de cincuenta y pico de años, apenas empezaba a
«reclamar» su vida. Y ella sentía que una parte de sí había hecho
una promesa de pequeña para jamás perderse a sí misma, lo que
a nivel inconsciente la ha llevado a sabotear cualquier relación
potencial a largo plazo, pues para ella eso resulta en la pérdida de
su verdadero ser. Sin sentirse amenazada por su estatus de soltera,
ella ha preferido la soledad a la sumisión.
Si bien mi semilla romántica se embelesa ante la idea de
volverse uno con alguien más, y si el eclipse total del corazón
suena maravilloso en teoría (y en las pistas de baile de los bar/bat
«mitzvah a los que fui de adolescente), simplemente no es realista.
Es algo que no funciona, y es por ello que cuando, en la pareja,
uno se deja eclipsar por el otro, permitiendo que la relación usurpe
y sofoque las necesidades reales del alma, tarde o temprano el
vínculo morirá.
El amor no pide una sustracción ni una negación de lo que
somos. Si eso es lo que sientes o experimentas en una relación
amorosa, es importante que cuestiones si este «amor» tiene que
ver más con el miedo. El amor nos pide que seamos todo lo que
somos. El amor nos pide que hagamos a un lado las limitaciones
egoístas que hemos colocado en nuestras vidas y nos convirtamos
en más, no en menos. En lugar de una creencia limitante del amor
como algo con la capacidad de eclipsar nuestro verdadero ser, yo
creo que el amor puede representarse de manera más adecuada
con la imagen de la vesica piscis:

93
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

La vesica piscis es un símbolo antiguo de la geometría sagrada que


está vinculado al misticismo cristiano y a la Cábala. Los dos círcu-
los comparten el mismo radio, en forma tal que el centro de cada
círculo yace en el perímetro del otro. La sabiduría de esta imagen
sugiere que la unión de dos individuos crea un tercer individuo.
Cada círculo mantiene su propia integridad y, sin embargo, ambos
se yuxtaponen para que la vesica piscis, el contorno almendrado
de la parte media, pueda existir. Uno más uno es igual a tres. Sin
embargo, esto sólo es posible si cada uno permanece fiel a sí mismo
a través de un respeto a los límites y una honestidad en cuanto a
deseos y necesidades en los que no se puede transigir. En el capítu-
lo cinco revelaré un poco más sobre la alquimia de la vesica piscis
y su relación con el matrimonio sagrado, pero por ahora puedo
decir que representa un poderoso ideal al cual aferrarse cuando te
enamores o te resistas a hacerlo por miedo a perderte a ti mismo.
El texto metafísico Un curso en milagros afirma que «nada
de lo real puede ser amenazado». Así es que el amor creado en esta
relación no puede verse amenazado (incluso si la relación termina),
y el amor de tu alma no puede ser amenazado porque es tuyo, y
tú lo honras dándole voz a tus necesidades y deseos en la relación.

94
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

Con mucha frecuencia, el amor irrumpe e ilumina aquello que con-


siderábamos real, lo cual puede ser desconcertante. Esas ficciones
que hemos creído sobre nosotros mismos durante la mayor parte
de nuestras vidas quedan en entredicho. Y esto, en el mejor de los
casos, puede ser incómodo y, en el peor, terrorífico. Pero la función
del amor es exponer el núcleo inefable de lo que eres, y desvanecer
aquello que no es real. Así es que cuando me enamoro verdadera,
loca y profundamente de otra persona, me aferro a la confianza de
que lo real permanecerá. Sin importar cómo se desenvuelva este
amor, la verdad de lo que realmente soy perdura.

«La capacidad de estar solo es la capacidad de amar».


Osho

Esos deseos hermanados y, aparentemente, dispares —enamorarse y


permanecer en soledad— que emergieron en nuestra reunión de las
REDLADIES me cautivaron. Se trataba de una paradoja que estaba
«vivita y coleando» dentro de mí, y una con la cual quería reconci-
liarme, pues me creaba conflicto. Había un estira y afloja en lo más
profundo de mi ser cada vez que una pareja potencial llegaba a mi
vida. Y, curiosamente, esto me llevaba a atraer parejas que acentua-
ban este conflicto, así es que el amor se desplazaba de lo ardiente
a lo helado a velocidades galopantes. Sabía que no encontraría a
alguien que pudiera ser inequívoco con respecto a sus sentimientos
hacia mí, que es el más profundo de mis deseos, si yo no encontraba
la manera de resolver esta lucha entre mi necesidad de amor y mi
necesidad de soledad. Osho, el maestro místico y espiritual, sugiere
que «la capacidad de estar solo es la capacidad de amar» (Osho
197). Nuestra capacidad de amar radica en nuestra capacidad de

es
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

estar solos. Ambas son tan cruciales para la existencia de la otra que
si no podemos estar solos, en realidad no podemos amar.
A los tres meses de mi relación con el hombre que finalmente
se convertiría en mi esposo, tuvimos una pelea tremenda, la cual
básicamente se redujo a nuestros miedos respectivos (yo tenía miedo
de que él no fuera capaz de amarme, y él tenía miedo de que yo no
fuera capaz de escucharlo). Él tomó la decisión de terminar con-
migo, pues no era adecuada para él. Desconsolada ante la idea de
perderlo, sollocé hasta desmayarme. (Ahora me río por el toque de
telenovela, pero en el momento fue alarmante para ambos.) Lo que
no pude ver en ese momento es que yo dependía de la relación. Mi
incapacidad de mantenerme ecuánime ante la idea de un abandono
era un enorme indicativo de que mi relación era desequilibrada y,
en consecuencia, enferma. Parecía como si mi estabilidad proviniera
de él o de nuestra relación, aunque a un nivel muy real y profundo
yo sabía que no. Me dejaba invadir por una noción desnivelada
y anticuada en la que la sensación de estar completa o realizada
dependía del encuentro del «amor de mi vida». Y, en cierto sentido,
sí dependía de ello, sólo que «el amor de mi vida» está dentro de mí.
Cuando volvimos para terminar unos meses después, me
sentí atrapada. Empecé a tener un sueño recurrente en el cual mi
pareja me encerraba en el ático, y el único que tenía la llave era él.
Me sentía confinada, y lo único que quería era una salida. Y, sin
embargo, durante mis estados de vigilia, luché como un campeón
de peso mosca por mantener nuestra relación y, finalmente, nues-
tro matrimonio. Yo no podía conservar la circunferencia separada
y esencial de mi propio ser. Me había vuelto dependiente de este
amor y, aún más, adicta a él.
Si puedo estar sola dentro de la relación —es decir, en paz
ante el entendimiento de que por mí misma estoy completa y Soy

96
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

un mundo en sí mismo—, puedo amar verdaderamente. Mi pareja


no es un objeto, una posesión, una cosa sin la cual no puedo vivir.
Quizá no quiera estar sin él, pero soy capaz de ver que mi felicidad
no depende de él. Soy libre. Esta es la diferencia entre la interdepen-
dencia y la dependencia mutua. En una relación interdependiente, se
crea una verdadera libertad —o, como Osho la llama, una «libertad
absoluta»—. ¿Cómo? Cuando ambos individuos pueden ver que
el otro los enriquece y expande, y no los salva ni los completa,
«permiten la libertad absoluta del otro, pues saben que si el otro se
va, seguirán tan contentos como ahora. Su felicidad no puede ser
arrebatada por el otro, pues el otro no es quien la otorga» (Osho
197). Cuando llegamos a saber esto, y nos mantenemos fieles a esta
verdad, no necesitamos apresar ni confinar el amor, como Lodro ex-
plicó. El amor no confina, sino expande. En realidad, nunca hemos
tenido que elegir entre honrar a nuestro verdadero ser —cosa que
para la mayoría de nosotros es más fácil cuando estamos solos—,
y enamorarnos locamente. Podemos hacer ambas cosas. De hecho,
para poder amar, debemos hacerlo.

«Amar a otra persona es ver la cara de Dios».


Víctor Hugo

Mi mamá es una persona que exhibe sus emociones sin reserva


alguna y con entusiasmo. Yo heredé su transparencia emocional,
y cuando nos ponen juntas a las dos, el resultado puede alcanzar
proporciones épicas. Te pongo un ejemplo: ¿recuerdas la escena
de la película Indiana Jones y el Templo de la Perdición, en la
que el líder del culto «Kali Ma» estira la mano para rasgar el
pecho y sacar el corazón del pobre hombre de turbante que,

97
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

prácticamente desnudo, está atrapado en una jaula de acero?


Pues mi mamá y yo gritamos tan fuerte y durante tanto tiempo
(mientras nos aferrábamos la una a la otra de las manos), que nos
echaron del cine.
Años más tarde, y colocadas en el extremo opuesto del
espectro emocional, mi mamá y yo nos desgañitamos con tal
desenfreno en medio del público en una representación de Los
miserables, que los acomodadores se nos acercaron y nos pre-
guntaron que si podíamos ser tan amables de guardar silencio.
La línea que detonó todo, y continuará haciéndolo cada vez que
escuchemos la pista sonora, va de la mano con el crescendo de
la canción y golpea como una verdad máxima: «Amar a otra
persona es ver la cara de Dios».
Lloré porque esto validaba mi experiencia con respecto al
amor. El amor, para mí, en realidad no tiene que ver con el ego.
En parte, esta es la razón por la cual, como Lodro explica, puede
sentirse tan amenazante y aterrador enamorarse. El amor desnuda
al ego. El amor desarma y desplaza al ego. ¿Elegimos a quién amar,
realmente? Hasta el momento, el amor ha llegado a mi vida sin
planearlo ni solicitarlo. Me he sentido inmensamente impotente
ante el amor que he sentido por gente que me hace menos. Por
otro lado, muchas veces mi mente racional o mi ego me empujan
con determinación a inclinarme por una persona a quien tendría
mucho más sentido amar. Pero el amor no tiene nada que ver con
el pragmatismo. El toque divino del amor radica, precisamente, en
que no podemos controlar de quién nos enamoramos.
Y si amar a alguien no puede planearse, porque no podemos
«fingir» nuestro amor por alguien, entonces lo opuesto también
debe de ser cierto. Es imposible convencer a nuestra pareja de
que nos ame. No nos ganamos su amor convirtiéndonos, por

98
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

ejemplo, en esa persona que suponemos ellos desean. El amor


es un regalo inherentemente recíproco. El amor es innato entre
dos personas. O está ahí o no lo está. Por supuesto, tiene que
crearse, y recrearse, una y otra vez. Debe alimentarse, respetarse
y valorarse. Pero el milagro del amor radica en que, en formas
muy reales, está más allá de nuestra voluntad consciente. Ama-
mos, con frecuencia e intensamente, a aquellos a los que desea-
ríamos no amar. En muchas ocasiones, son aquellos que están
completamente alejados de esa famosa lista de atributos los que
despiertan nuestros sentimientos, y necesitamos una tormenta
épica para darnos cuenta de que el amor es una fuerza que existe
en nuestro interior y, a la vez, trasciende cualquiera de nuestras
vidas individuales.
Cuando nos enamoramos, trabajamos horas extra presen-
tándonos ante el otro, y nos extralimitamos intentando probar o
demostrar que somos dignos del amor que nos ofrecen. Yo me
enamoro con más facilidad, y bastante más gracia, cuando me
recuerdo a mí misma que el amor no es algo que uno merezca. Yo
jamás puedo ganarme el amor, ni demostrar que soy digna de él.
Simplemente, soy. Esa condición de merecer el amor no tiene nada
que ver con la otra persona. Es mi derecho de nacimiento. Así
es que a lo que puedo aferrarme, y lo que me mantiene en tierra,
mientras el suelo se abre debajo de mí, es la profunda gratitud de
poder amar. El hecho de que alguien a quien yo pueda amar haya
llegado a mi vida es la prueba de lo divino. Y si bien las incerti-
dumbres y el desmantelamiento del ego atemorizado ocurren en
mi libre caída hacia el amor, puedo respirar profundamente en la
ecuanimidad y tranquilidad de saber que esto ya es suficiente. El
hecho de poder amar a otra persona es algo sagrado, y yo merezco
tal proximidad a Dios.

99
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Sugerencias para enamorarse

DE LODRO

No necesitas una pareja para darle un destino a tu amor. Como


hemos descrito, simplemente puedes enamorarte. Una práctica de
meditación para desarrollar bondad amorosa es la siguiente:
Después de pasar al menos cinco minutos en meditación
shamatha, trae a tu mente una frase sencilla: «Que yo pueda ser
feliz y estar libre de sufrimiento». Pon un cronómetro durante
dos minutos, y repite la frase en silencio durante este tiempo. Una
amplia variedad de reacciones puede ocurrir, desde lo emocional
hasta lo intelectual. Haz que tu mente retorne a la frase, así como
retorna a la respiración en la práctica shamatha. Deja que la frase
te bañe como lo haría una ola, y observa lo que surge como res-
puesta. Observa si tienes alguna resistencia al ofrecerte bondad
amorosa a ti mismo.
Después de los dos minutos, vuelve a programar el cro-
nómetro, pero esta vez concéntrate en la imagen o el nombre de
alguien a quien quieras profundamente. Al insertar el nombre en
esta contemplación, repite en silencio: «Que _____ pueda ser feliz
y estar libre de sufrimiento». ¿Cómo se vería la felicidad en tu
madre, tu mejor amigo o tu pareja romántica? ¿Cómo es que están
sufriendo, y qué cambiaría para ellos si no sufrieran de esa mane-
ra? Una vez más, cuando te distraigas y, por ejemplo, comiences a
pensar en lo que quisieras cenar un poco más tarde, simplemente
regresa a la frase en la que estás meditando.
A continuación, programa el cronómetro y concéntrate en un
colega o amigo por el que sientas afecto. Puedes pensar en cómo se

(100
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

viste normalmente, o bien visualizar su rostro o su nombre. Anhela


lo mismo para esta persona: «Que ______ pueda ser feliz y estar libre
de sufrimiento». ¿Qué necesitaría esta persona para ser feliz?
Ahora entramos en terreno cenagoso. Programa una vez más
el cronómetro y piensa en alguien a quien no conozcas tan bien. Si
tu vida fuera una película, esta persona sería un extra. Podría ser
esa persona a la que ves cuando tomas el metro cada mañana, o
el vecino de hasta el fondo. Incluso si no conoces su nombre, trae
su imagen a la mente y medita: «Que esa persona pueda ser feliz y
estar libre de sufrimiento».
Nuestro último individuo es la persona difícil en tu vida.
No importa si es tu ex que rompió tu corazón o ese patán en la
oficina, aun así podemos anhelar algo bueno, aunque sea por dos
minutos solamente. «Que _____ pueda ser feliz y estar libre de
sufrimiento.» Trata de no perderte en las razones por las que esta
persona es tan difícil; en lugar de eso, desea que sufra menos y
encuentre alguna forma de felicidad.
Ahora traemos a la mente a estas cinco personas —tú, tu
ser amado, tu amigo o colega, el desconocido y el conflictivo—, y
anhela bienestar para el grupo como un todo. «Que todos poda-
mos ser felices y estar libres de sufrimiento.» Expande este anhelo
e incluye a todos los que viven en tu cuadra, en tu colonia, tu
ciudad, estado, país, y sigue expandiendo este anhelo hasta que
todos estén incluidos. «Que todos los seres puedan ser felices y
estar libres de sufrimiento.»
Finalmente, deja de pensar en las palabras en las cuales has
estado meditando, así como en la imagen que tienes en la mente.
Voltea a ver el horizonte y comulga con los sentimientos de amor,
cuales sean, que se han manifestado.

101
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

DE MEGGAN

Recientemente, una experta en relaciones de pareja me invitó a dar


una «meditación de la voz del alma» mientras conducía un retiro de
un fin de semana en Nueva York. La experiencia me inspiró, pues
me hizo recordar lo importante que es una práctica contemplativa,
especialmente cuando te enamoras. «Ir hacia dentro» es una frase
que utilizo con frecuencia. En el contexto de esta meditación, la
frase se refiere a centrar toda nuestra atención en el corazón. El
«corazón» puede ser el órgano de aspecto extraño que hace la
vida posible, pero también un espacio interior que sólo nuestra
imaginación puede conjurar a plenitud, o puede ser un espacio
que sirve de puente entre nuestras pequeñas y humanas vidas y lo
divino (eso que va más allá de nosotros).
Cuando nos enamoramos, es muy fácil alejarnos de nues-
tra propia fuente de amor. Comenzamos a olvidar y, finalmente,
creemos que esta novedad en nuestra vida es nuestro principal
abrevadero de amor, y que somos dependientes de ese amor para el
«vivieron felices para siempre». Olvidamos que existe una fuente
ilimitada de amor en nuestro interior, y por lo tanto siempre está
al alcance, sin importar quién entra en nuestras vidas y quién sale.
El amor de nuestra vida, ése que realmente estamos destinados a
encontrar, está aquí esperando a que nosotros seamos lo suficiente-
mente valientes para sentir todo lo que el corazón contiene.
La «meditación de la voz del alma» es una herramienta
poderosa para permanecer anclado en el amor que es propio,
mientras te enamoras de alguien más. Para mí, cuando me interno
en ese espacio místico llamado «corazón», lo que experimento es
la sensación de una cita con mi alma. (Con lo fundamentalmente
inefable que ese encuentro es.) Y al reunirme con la presencia de

102
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

mi propia alma, experimento un amor que está más allá del amor.
Es incondicional e ilimitado. Ejercer la capacidad de llenar mi
propio corazón con la presencia del amor me permite permanecer
en Óptima condición con respecto a este nuevo amante o amado.
Debido a que la práctica me ayuda a recordar que este
nuevo amor se suma al que ya contiene un corazón lleno, puedo
sentir menos pánico y más ecuanimidad al enamorarme de una
persona. Esta nueva relación no amenaza ni rompe el vínculo con
una fuente abundante de amor a la que puedo acceder, dentro de
mí, todo el tiempo.
En el taller sobre las relaciones humanas, compartí los pun-
tos esenciales de la «meditación de la voz del alma», que se deriva
de una práctica contemplativa de los primeros monásticos cristia-
nos en el siglo IV, conocidos como los hesiquiastas. El origen de
la palabra «hesiquiasmo» se deriva de la palabra griega hesychia,
que quiere decir quietud o silencio. El objetivo del hesiquiasta
consistía en ir hacia dentro y alcanzar un estado de unión con
la divinidad. Ellos practicaban inclinándose, para concentrarse
plenamente en el corazón. Mientras estuve en el seminario, yo
traté de practicar de esta manera, pero me dolió la espalda y me
dio tortícolis. También quise practicar esta meditación no sólo
mientras me sentaba junto a una veladora encendida ante el pe-
queño altar de mi departamento, sino en un vagón abarrotado en
el metro, al conocer a alguien, cuando una persona te pide ayuda
o mientras conversas seriamente con alguien querido. Estos fueron
los momentos en los que más necesité la quietud del amor que se
encuentra en la meditación.
Quería que una práctica espiritual se desprendiera de un
amor que pudiera salir a mi paso sin mayor esfuerzo, y en los
momentos y lugares menos pensados. Así es que, por ejemplo,
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

cuando hice la peregrinación de la Madona Negra y María Mag-


dalena, al concluir mis estudios de teología, con frecuencia debía
hincarme ante el peso del amor que me arrobaba, llenando todos
mis pensamientos y emociones. Fui una peregrina. Eso es lo que
hacemos. Caminamos a sitios santos y caemos de rodillas ante el
amor a la divinidad. Lo que yo quería era reunirme con ese amor,
sin importar en dónde estuviera, ni en presencia (o ausencia) de
quién. Así es que, por ejemplo, durante la transición del divorcio,
y al hacerme cargo de mi hijo de un año, utilicé la «meditación de
la voz del alma» como un buzo utiliza una máscara de oxígeno.
Todo lo que se necesita, realmente, es esto:

1. Puedes estar en cualquier lugar, sentado o parado, o


incluso en una máquina elíptica en el gimnasio. Lo
más importante es que puedas ir hacia dentro. Dirige
tu conciencia al centro de ti mismo, a ese lugar al que
todos conocemos como el corazón. Visualízalo de la
manera que quieras —como una habitación roja con
velas encendidas, una pista de baile con una bola de luz
estroboscópica o una pradera con flores silvestres—. No
importa cómo imagines ese espacio, sólo importa que
sientas que es tu corazón —el centro de lo que eres—, y
que todo es posible ahí.
2. Establece la intención de conectar con el amor que tu
alma contiene. O si hacer preguntas es lo tuyo, plantéale
esto a tu alma: «¿Cómo puedo escucharte con más clari-
dad?» O si eres más sensitivo que auditivo, pregunta lo
siguiente: «¿Cómo puedo sentirte con mayor plenitud?».
3, Ábrete a la gratitud por cualquier información o senti-
mientos que te hayan salido al encuentro (sea que hayas

104
4. Cómo amar sin perderte a ti mismo

escuchado o sentido algo, o no). Lo que yo he descubier-


to es que a mayor práctica, mayor es la regularidad del
encuentro con el amor que existe dentro de mí. Y algo
que me gustaría compartir es que si no recibo respuesta
en el momento, normalmente lo hago en el curso de los
siguientes días.

Para la «meditación de la voz del alma» producida por Hay


House, puedes visitar mi página y recibir un audio gratis en www.
megganwatterson.com.

Es (JA
¿ot
Eos EA
1
a

Y comprometerse con
el amor
Toda mi vida, en formas innombrables e inciertas, quise que
alguien me completara... pero un día no lo quise más.
Lo que ahora deseaba era pertenecerme a mí misma.
Sue Monk Kidd, £/ secreto de la sirena

SEMPER FIDELIS
MEGGAN

Era una de esas películas que no sólo te invitan a verla, sino también
a internarte en ella. La calidad onírica de las escenas, la naturaleza
etérea de las mismas y el simbolismo profuso —los tapices medie-
vales de «La dama y el unicornio», un patio interior, el peregrinaje
al antiguo monasterio de Saint Michel, en Francia— ejercían una
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

fascinación en mi inconsciente. Podía sentir que, cual pez que se


abre paso en las profundidades, había algo extraordinario que la
película To the Wonder (en español se llamó «Deberás amar»)
estaba a punto de revelarme.
Me identifiqué, por supuesto, con la francesa apasionada y
algo etérea (también mamá alternativa) que, en la película, se ena-
mora del hombre pragmático. Me cautivó su historia de amor, así
como la lucha por comprometerse cuando él plantea una mudanza
a su ciudad natal en alguna región del centro de Estados Unidos.
Y, en igual magnitud, me cautivó la historia de amor del sacerdote
de la localidad y la batalla interna que libra por no traicionar sus
votos. ¿Por qué tanta fascinación? Pues sucede que yo quiero ambas
cosas. Soy ambas cosas. Quiero un amor humano y apasionado, y
también quiero un amor comprometido y extático hacia lo divino.
Al finalizar la película, me resultó evidente que había una parte de
mí que siempre ha luchado con esta dicotomía. ¿Cómo puedo estar
comprometida con una persona y, al mismo tiempo, con Dios?
Para mí, esos momentos de epifanía resultan en un festín.
de sollozos. Me pongo a llorar a lágrima viva cuando finalmente
descubro algo con lo que había estado lidiando inconsciente-
mente durante años. Como estaba sola, me permití sacar todo
y, al haberla rentado on demand, pude retrocederla y escuchar
las líneas de Javier Bardem una y otra vez. Él representa el papel
del sacerdote, y por ahora me abstendré de hablar efusivamente
sobre lo guapísimo que se ve en ese atuendo. En la película, hay un
momento en el que las dos historias de amor confluyen. Mientras
el sacerdote da un sermón sobre el amor, la pareja en conflicto
lo escucha desde una de las bancas traseras de la iglesia. Es tan
emocionante el momento en el que Bardem inicia su discurso con
el mandato «amarás», que no puedo evitar ruborizarme cada vez

108
5. Cómo comprometerse con el amor

que lo veo. En otras palabras, sea que nos guste o no, inevitable
e inexorablemente amaremos. Él explica que, en última instancia,
el amor no es una emoción ni un sentimiento, sino una presencia
divina que yace en cada uno de nosotros. Es una presencia que no
se desvanece ni se aleja como las nubes pues es eterna. Al final, el
sacerdote nos invita a vernos los unos a los otros a través de «ese
amor que nunca cambia».
Las relaciones comprometidas pueden adoptar muchas for-
mas —familia, amigos, amantes, parejas— e infinitas combinacio-
nes en cuanto a sexo, género, tamaño, raza, clase, edad, situación
económica y... sentido de la moda. Aunque el amor no divide, y
sí une, yo casi siempre me sentía partida al enamorarme y tener
una relación seria. Creía que debía escoger entre mi deseo de amor
humano y mi anhelo de unión con lo divino. Curiosamente, fue To
the Wonder, la película, lo que me hizo entender mejor las razones.
Los modelos culturales dominantes presentan el amor
humano y la devoción espiritual como dos realidades separadas,
cual compromisos irreconciliables. A través de la institución del
matrimonio nos comprometemos con una sola persona cuando la
amamos, y, a través de la institución de la religión, entregamos
nuestra vida a la búsqueda de Dios (si sentimos este tipo de incli-
naciones). Con total honestidad, puedo decir que lo que más me
ha importado en la vida es encontrar una pareja con la que pueda
compartir mi existencia —tanto lo oscuro como lo luminoso—. Y
también, desde que tengo memoria, literalmente me he extasiado
con el amor que proviene de dentro, un amor que es más que sólo
amor, un amor divino que me deja satisfecha y sin ningún otro
deseo. El sabor de esa unión es mi deseo más auténtico. Después de
escuchar el sermón del sacerdote en To the Wonder, me di cuenta
de que no podía comprometerme totalmente con una persona, si

109
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

eso significaba sacrificar mi compromiso con lo divino. Lo que


necesitaba era la unión de lo irreconciliable.
Semper fidelis es una frase en latín que significa «siempre
fiel». Yo nunca he dudado del poder del amor humano ni de la
presencia y la realidad de lo divino. Con lo que sí he luchado es
con la manera de mantenerme siempre fiel a ambos. Regresemos
a Javier Bardem en su tentador, y un tanto apretado, atuendo. Su
sermón —que desde entonces he usado para oficiar varias bodas—
plantea una forma de reconciliar este deseo de ser fiel tanto al
amor humano como al amor divino, especialmente cuando nos
incita a despertar esa presencia divina y llegar a conocer al otro
desde ese lugar que nunca cambia. Esta es la manera en la cual esos
compromisos aparentemente dispares se funden en uno. Después
de ver la película logré entender que mi camino en una relación
comprometida con otra alma consiste en jamás abandonar ni
traicionar mi compromiso con la voz de mi propia alma.
Como la de Lodro (ya te enterarás más adelante), mi relación
amorosa más significativa no terminó debido a alguna traición
descarada ni espectacular. Después de terapia, talleres y muchas
pláticas hasta muy tarde en el transcurso de un año, mi pareja
decidió que nuestra relación no era la indicada para él. Así es que
solicitó el divorcio bajo la causa de «diferencias irreconciliables».
La relación con mi ex me permitió descubrir que soy una luchadora,
y también que, para mí, «el indicado» es una elección que hacemos
dentro del corazón (diariamente), y no una verdad predestinada fuera
de nosotros y del tiempo. Descubrí cuánto deseo una pareja cuya
intención sea estar «con los dos pies adentro» (como me gusta
decirle al verdadero compromiso en una relación). Descubrí que
anhelo una pareja cuya intención, pasión y presencia en la vida
sean tan intensas como la mía.

110
5. Cómo comprometerse con el amor

Y también descubrí que, a pesar de consultar la voz de mi


alma sobre las grandes decisiones de nuestra relación —cuando me
pidió que nos casáramos, cuando me pidió que tuviéramos un hijo
y cuando me pidió que nos separáramos—, en nuestra vida coti-
diana yo estaba tan preocupada por satisfacer sus necesidades, que
olvidé las mías. Temía tanto perder su amor, que estaba dispuesta
a renunciar a mi propio amor. Así es que no fue una gran traición
entre nosotros la que hizo insostenible la relación, sino una serie
de traiciones cotidianas y sutiles dentro de mí. No fue su incapaci-
dad de estar para mí, ni sus ambigiiedades con respecto a su amor
lo que constituyó la problemática, sino mi propia incapacidad de
atenderme y establecer un compromiso auténtico con mi alma.
En el evangelio de María Magdalena, hay un pasaje en
el cual puede escucharse la voz del alma. María les cuenta a los
discípulos sobre una visión en la que Jesús le revela el proceso de
ascensión del alma. Ella enumera los diversos poderes que buscan
mantener atada al alma, y el deseo es uno de ellos. (Se trata del
deseo mundano, el deseo del ego, que se distingue de la voluntad
del alma). El deseo y el alma dialogan y, en un momento dado, el
alma le dice al deseo: «Te vi. Tú no me viste ni me reconociste»
(King: 16). Cuando leí el pasaje por primera vez sentí escalofríos.
Parecía como si mi alma me hiciera la misma revelación: «Te vi...
y no me reconociste». La presencia del alma con frecuencia puede
sentirse elusiva, si no es que inexistente. Cuando estamos atados
a los deseos del ego en una relación amorosa, es muy difícil ver y
reconocer la presencia de nuestra alma.
Jamás he podido llegar al final de una boda sin derramar
una que otra lágrima por la genuina valentía y la belleza de
dos personas que hacen el compromiso de compartir su vida.
Y tampoco he podido llegar al final de una boda sin quedar

(111
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

absolutamente asombrada por el hecho de que esta pareja se case


ante la flagrante evidencia de un 50 por ciento de éxito. Con
frecuencia me pregunto qué pasaría si en las bodas se les diera
el mismo peso a la unión con el otro y a la unión con nuestra
propia alma. ¿Qué tal que, en una relación comprometida, se nos
pidiera en la misma medida el cultivo de nuestra capacidad para
amar al otro y a nosotros mismos?
Retomemos la geometría sagrada de la vesica piscis, esos
dos círculos claramente definidos que se yuxtaponen para crear
una tercera figura (el óvalo en forma de huevo). Es una representa-
ción visual de un objetivo promisorio en donde dos se convierten
en tres y no en uno, y resulta de la unión de dos seres completos e
indivisibles, cada uno con un propósito y una poderosa razón para
estar ahí. La vesica piscis se convierte en un contenedor sagrado y
en la posibilidad de albergar a cada uno de los amantes para que,
en realidad, se transformen en algo más de lo que son.
Hieros gamos es un término griego que se refiere al matri-
monio sagrado entre un ser humano y lo divino. El término se
remonta a la antigua cultura sumeria, es decir, a unos cinco mil
años atrás, y se desprende de un ritual de la fertilidad. Normal-
mente, el ritual involucraba estas tres relaciones principales: dios y
diosa, diosa y rey-sacerdote, dios y sacerdotisa. Y el ritual siempre
incluía, como componentes, una procesión, un intercambio de
regalos, una purificación de la pareja, una fiesta y la consumación
del amor en la cámara nupcial. El hieros gamos está hecho para
las almas gemelas, pero el asunto es este: Si bien se ha manifestado
externamente como una ceremonia nupcial que se da entre dos in-
dividuos, se trata en realidad de un ritual cuya intención es reflejar
una unión interna, la de nuestra humanidad con nuestra propia
divinidad. Es la reunión del ser y el alma, un ritual que sugiere la

112
5. Cómo comprometerse con el amor

unión con el aspecto más elevado dentro de nosotros, es decir, «ese


amor que nunca cambia».
Yo propondría un cambio de look espiritual para el término
«almas gemelas», y consistiría en que los dos individuos prometie-
ran, en primer lugar, fidelidad a su propia alma. De esta manera,
cuando sus dos almas se alinean y yuxtaponen con autenticidad, se
crea una distancia sagrada, un espacio lo suficientemente amplio
como para que cada uno de ellos sea más de lo que sería por sí
solo. La terapeuta de pareja Esther Perel sugiere que «cada in-
dividuo debe cultivar un jardín secreto» (Perel: 37). En realidad,
es la capacidad de cultivar nuestra individualidad, y la habilidad
de tolerar la inseguridad que la distancia crea en un vínculo, lo
que nos permite estar en una relación comprometida sin sacrificar
nuestros votos sagrados al alma. Entonces podemos experimentar
esa libertad que todos anhelamos sentir, la libertad de ser por
completo nosotros mismos en la presencia de otra persona, quien
se vuelve testigo de nuestro verdadero ser.
Una relación comprometida nos da la oportunidad no sólo
de cultivar nuestra capacidad de amar a alguien más sino también,
y de manera igualmente significativa, de explorar nuestra capaci-
dad de amarnos a nosotros mismos. Rumi, el pensador y místico
sufí, dice que: «Los amantes no se reúnen, finalmente, en algún
lugar. Ellos han estado el uno en el otro todo el tiempo» (377).
Y esto significa que para encontrar a alguien capaz de despertar
nuestro amor, primero debemos abrirnos a nuestro propio amor.
¿Cómo podemos aspirar a tener una relación comprometida con
otro ser humano si no estamos comprometidos con el aspecto más
integral y auténtico de nuestro propio ser? En su libro Aprender
a amar y ser amado, el psicólogo inglés Robert Holden sugiere
lo siguiente: «Si las interpretamos correctamente, las preguntas
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

“¿Cómo puedo amarme a mí mismo?” y “¿Cómo puedo amar a


otros?”, en realidad, son la misma» (Holden: 49). De cierta mane-
ra, ensayamos nuestro amor hacia nosotros mismos en los demás.
Proyectamos en ellos ciertos aspectos de nuestro ser que no hemos
aprendido a ver, reivindicar o amar plenamente. Y, en último
término, lo que queremos no es que el amor del otro nos sostenga,
sino que sea un reflejo del amor hacia nosotros mismos; en otras
palabras, buscamos extraer el amor de nuestro interior.
Admitiré que casi me desmayo de emoción cuando vi
por primera vez la escena del elevador de Jerry Maguire. Es tan
hermoso cuando el personaje de Renée Zellweger le traduce al
personaje de Tom Cruise lo que una pareja de sordomudos se dice
con señas: «Tú me completas». Pero, en la vida real, ese concepto
parece ser peligroso y algo enfermo. Si alguien más me completa,
entonces dependo de ese otro. Mi sentido del ser y mi completi-
tud se encuentran inextricablemente unidos a esa persona. Qué
increíblemente incómodo y debilitante. Y, por fortuna, qué falso.
Guillermo de Ockham, a diferencia de muchos teólogos de
la Edad Media, no creía que la existencia de Dios pudiera demos-.
trarse con argumentos lógicos. La teología era una cuestión de fe
y revelación. Yo siento lo mismo con respecto al amor. El amor
es una aventura entre dos almas que han hecho la promesa de
obedecer a su propia alma. Y esto, como Lodro señalará, puede ser
terriblemente incómodo por momentos —como el hecho de confiar
en que el ser amado volverá cuando, con cierta frecuencia, parta a
responder al llamado de su alma—. El espacio más estimulante es
el de en medio, no un lugar en el cual la pareja se funde en «uno»
y en el que una persona completa las carencias de la otra, sino uno
de rica interdependencia, un lugar en el cual cada uno puede tener
su propia tierra santa. Se trata de los conceptos de «yo» y «tú»

114
5. Cómo comprometerse con el amor

que el rabino Martin Buber plantea como dos mundos que, desde
cierta distancia, se contemplan con el anhelo de reunirse.
Cuando me comprometa nuevamente con el amor, será para
permanecer fiel a la voz dentro de mí, y conectada con la presencia
y los deseos sagrados de mi propia alma. Será un compromiso
para permanecer detrás de mi propia mirada, anclada a lo que soy,
al tiempo de conocer a mi pareja y la presencia que atestiguo en
su mirada. Me perteneceré y amaré tan apasionadamente como
buscaré amarlo a él. El doctor Robert Holden sugiere que: «Amar
a alguien es decir “no olvidaré lo que eres” y “no te abandonaré”
y “juntos, recordaremos lo que es real”» (Holden: 51). Estoy de
acuerdo. Esto es lo que yo quiero ofrecerle a alguien en nuestro
amor, pero sólo si permanezco siempre fiel a estos tres votos para
mi propia alma.

LAS RELACIONES SON COMPLICADAS


LODRO

Ay, amigo, las relaciones son complicadas. El otro día tuve una
conversación sobre las relaciones humanas con mi querida amiga,
Susan Piver. Susan es maestra budista Shambhala, y ha escrito una
serie de libros sobre este tema, incluyendo The Wisdom of a Broken
Heart (La sabiduría de un corazón roto). Ella propuso una verdad
esencial que embona con mi propia experiencia y la de Meggan, y
también puede que con la tuya: las relaciones son incómodas. En
ocasiones las idealizamos, pero subyacente a esos buenos momentos
que tuvimos con una pareja en el pasado, siempre hubo una inco-
modidad elemental. Y si ahora tienes una relación, apuesto a que
has experimentado algunos momentos incómodos también.
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Déjenme retomar y enfatizar la primera enseñanza de Buda:


el sufrimiento. He visto varias traducciones de la primera de las
Cuatro Nobles Verdades que ofreció en su sermón inicial. El
término sánscrito dukkha se ha traducido como «sufrimiento» y,
con frecuencia, dentro del contexto de «el sufrimiento existe», «la
vida es sufrimiento» o «hay sufrimiento». Incluso ha habido veces
en donde he visto que la palabra «sufrimiento» se sustituye por
«insatisfacción» o «ansiedad». El Buda se dio cuenta de la exis-
tencia de un trasfondo de sufrimiento. Sin importar cuáles sean las
circunstancias externas, esa es la naturaleza de la realidad. Buda
analizó tres tipos de sufrimiento.

EL SUFRIMIENTO DEL SUFRIMIENTO

Este es el tipo de sufrimiento que es parte de nuestra condición


humana: nacer, envejecer, enfermar y morir. El nacimiento es
incómodo; lloramos porque nos sentimos desorientados. Después
comenzamos a crecer y a pasar por molestas rachas de desarrollo,
en las que nuestros cuerpos cambian radicalmente. Un poco más
tarde, crecemos un poco más y comenzamos a experimentar la
incapacidad para hacer lo que antes hacíamos, y esta conciencia
es dolorosa. A lo largo del camino, nos enfermamos, ya sea a mo-
mentos o crónicamente, en muchas y variadas formas. Y, al final
de todo esto, llegamos a la muerte, la cual es escalofriante y nada
fácil de enfrentar. De ahí, el sufrimiento.
De manera similar, hay periodos en que las relaciones
enferman; alguien es infiel o hace algo que es eminentemente irres-
petuoso, y el vínculo se debilita. También está la muerte, sea la
muerte física de un ser amado o algún tipo de rompimiento. Estas

116
5. Cómo comprometerse con el amor

cosas son parte de la realidad de una relación, como son parte de


la realidad de la vida.

EL SUFRIMIENTO ANTE EL CAMBIO

Cuando yo hablo de sufrimiento, no quiero dar a entender que el


budismo es completamente nihilista. El helado sabe rico, y uno
puede disfrutarlo. La cosa es que llega un momento en el que la
cuchara toca el fondo del vasito y ya no queda nada. El dolor
inicia porque el placer termina. Esta verdad de la transitoriedad
va más allá del helado y se extiende a nuestras carreras, nuestras
relaciones y nuestros seres queridos.

LA OMNIPRESENCIA DEL SUFRIMIENTO

Debido a que cambiamos constantemente, y nuestra pareja


también lo hace, permanecer conectado mientras el mundo gira
a tu alrededor es todo un reto. Con frecuencia, el otro nos irrita
y el espejismo de lo perfecta que era esa persona para nosotros se
revela justo así, como un espejismo. El maestro zen Thich Nhat
Hanbh escribió: «Comprometerse con otra persona es embarcarse
en un viaje intrépido. No existe una “persona correcta” que pueda
hacer de este viaje algo más sencillo» (Hanh: 93). No importa a
quién elijamos como acompañante en este viaje, con toda certeza
implicará incomodidad y dolor.
La Segunda Noble Verdad que Buda enseñó es que existe una
razón para el sufrimiento y ésta es nuestra ignorancia con respecto
a la naturaleza de la realidad. Creemos tener la capacidad para
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

darle la vuelta al sistema y encontrar felicidad eterna en medio de


todo lo que hemos analizado hasta el momento. Constantemente
anhelamos algo sólido, permanente y satisfactorio, y suponemos
que existe afuera y no adentro.
La Tercera Noble Verdad es la que alberga la buena noticia:
el sufrimiento puede cesar. Y la Cuarta Noble Verdad nos habla
de la existencia de un camino trazado por Buda para hacer a un
lado el sufrimiento, y consiste en el Noble Sendero de los Ocho
Pasos y en un montón de enseñanzas sobre la atención plena que
puedes aplicar en tu vida cotidiana para, de esta manera, vivir una
existencia más despierta.
Menciono todo esto porque las nobles verdades de Buda todo
el tiempo entran en juego en las relaciones a largo plazo, y no tienen
que ver particularmente con la religión y sí con la manera en que las
cosas suelen suceder. Retomando lo que mi amiga Susan señalaba,
la verdad de las relaciones es que son incómodas. Sufrimos de mil
formas cuando estamos involucrados con alguien, pues siempre
intentamos buscar suelo firme y manipular las situaciones con la
finalidad de «arreglar» las cosas. Incluso en nuestras etapas más
estables, pensamos: «Bueno, pues sería lindo si doblaran la ropa con
más frecuencia. Quizá puedo dejar la carga en la secadora para que
vean que necesitan cooperar». Es una extraña forma de sufrir, pero
si te pareces a mí, con seguridad has estado en esa situación.
¿Por qué sufrimos en una relación? Porque, como dice la Se-
gunda Noble Verdad, no nos damos cuenta de que constantemente
anhelamos más que lo contenido en el presente. Si eres soltero, a lo
mejor anhelas conocer al «indicado». Si tienes una relación, quizás
anheles que tu espejismo de estabilidad perdure por siempre. Si
estás pasando por una ruptura o un divorcio o una muerte, quizás
anheles que las cosas hubiesen terminado de otro modo.

ES
5. Cómo comprometerse con el amor

El anhelo es un aspecto siempre presente en las relaciones a


largo plazo. Yo sé que cuando tengo una relación seria, no siempre
puedo estar en paz con el bienestar de tener a alguien en la vida.
Algo me arrastra a evadirme del momento y pensar en cuál debería
de ser el siguiente paso: «Debemos hacer un viaje juntos». «De-
bería conocer a sus padres.» «¿Cuándo será buen momento para
comenzar a vivir juntos?»
Como Meggan, yo soy del tipo que en una relación está
«con los dos pies adentro», y ya sea que coincidan en esto con
una mujer, en cuyo caso las cosas evolucionan con velocidad y,
en Ocasiones, medio caóticamente, o bien, me topo con el tipo de
mujer que prefiere las cosas lentas, pero seguras, y me descubro
acelerando o frenando con base en los mensajes que recibo de mi
pareja. Ninguna de estas situaciones es particularmente cómoda,
y esto se debe a que anhelo algo distinto de lo que está sucediendo
en el momento.
Cuando anhelamos, con frecuencia lo hacemos apuntando a
resultados específicos. Tenemos ideas en relación con lo que signi-
fica ser feliz. Si esta persona hace este tipo de cosa para mí, exac-
tamente cuando la quiero, entonces seré feliz. Si retomo el ejemplo
de Jerry Maguire, habré encontrado a la mujer que me completa.
Pero no es así como la felicidad funciona. Con frecuencia termina-
mos insatisfechos, pues las cosas no resultaron exactamente como
queríamos o sucedieron a destiempo o jamás pasaron.
Sobre las relaciones comprometidas, Thich Nhat Hanh es-
cribió: «Cuando vives con una persona 24 horas al día, empiezas a
descubrir que la realidad de la otra persona no corresponde del todo
con la imagen que tenías de él o ella» (Hanh: 93). Como se comentó
en capítulos anteriores, entre mayor sea tu lista de expectativas ina-
movibles, mayor será tu insatisfacción. Entre mayor sea el número

119
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

de imágenes a las cuales te aferras con respecto al ser amado, mayor


será el dolor que tú solito te provoques.
La alternativa de perdernos a nosotros mismos en el anhelo
es relajarnos con respecto a la otra persona y aceptarla tal cual es
momento a momento. Se trata de reconocer el sufrimiento y decir:
«Voy a amar sin importar el dolor que pueda suscitarse».
Alguna vez escuché que Chogyam Trungpa Rinpoche res-
pondía de la siguiente manera a una pregunta sobre la idea budista
del karma: «Todo está predeterminado... hasta ahora». En otras
palabras, cuando estás en una relación con alguien te da por hacer
las cosas de cierta manera. Llevas a cuestas cierto equipaje y tienes
ciertos anhelos con respecto a resultados particulares. Hay en ti
una ola de energía habitual que te impulsa hacia delante y te hace
repetir los mismos errores que has cometido en relaciones previas.
En mi caso, entro en una nueva relación con equipaje, in-
cluyendo el gran morral que lleva por etiqueta: «Mi prometida me
dejó». Pensé que yo ya no me sentiría incómodo en mis relaciones
amorosas porque había encontrado a alguien que realmente me
entendía, alguien que no podía imaginar la vida sin mí y alguien
que me valoraba sin límite alguno. Hasta que un día no me en-
tendió del todo, pudo imaginar su vida sin mí y llegó a su propio
límite. Fue una de esas rupturas difíciles de explicar, pues no se
trataba de alguna infidelidad ni de una tremenda pelea debido a
visiones encontradas acerca de un futuro compartido. Simplemen-
te, ella llegó a un punto en el que no sentía que casarnos fuera lo
adecuado, y las cosas colapsaron a partir de ese momento.
Así es que cuando empiezo una relación, estoy consciente de
que anhelo un nivel de solidez y aspiro a la permanencia, y simultá-
neamente temo que mi pareja me abandone sin previo aviso. Para
sentirme seguro, necesito que todo esté determinado de antemano.

120
5. Cómo comprometerse con el amor

Pero, en lugar de ello, quizá pueda abandonar la angustia


predeterminada que voy cargando y relajarme y apreciar a la
otra persona por lo que es, así como nuestro momento particular.
Como Javier Bardem dice en To the Wonder, en este momento
puedo abrir los ojos y atestiguar esa presencia divina dentro de mi
pareja y dentro de mí; y conectar con esa persona en el espacio del
amor innato que nunca cambia. Puedo despertar y disfrutar lo que
está sucediendo en este momento.
Y lo anterior nos lleva nuevamente a la Tercera Noble Ver-
dad, es decir, a las buenas noticias: puedes dejar de sufrir con tanta
intensidad. En el contexto de una relación a largo plazo, esto nos
llevaría a estar lo suficientemente presentes y atentos como para
involucrarnos con nuestra pareja en una forma abierta y honesta.
Haces a un lado la lucha que te da por perpetuar, observas que tu
pareja es una persona que fluye y cambia, y te relajas en medio de
esa transformación que atraviesas junto a ella.
La Cuarta Noble Verdad consiste en aprender a vivir con
tu pareja, en realidad con todos los seres, en completa apertura.
Reconoces el sufrimiento y la incomodidad que surgen en tu
existencia cotidiana y, al verlos directamente, puedes ver más allá.
Dejas de perpetuar tu lucha interna. Su Santidad, el Karmapa, es-
tableció una clara diferencia respecto a este tema cuando escribió:
«Cuando amas verdaderamente a alguien, esa persona es extrema-
damente valiosa para ti, tan valiosa como tu propia vida. Puedes
llegar a valorarla más que a ti mismo. Pero cuando sientes apego
por alguien, su existencia en tu vida la percibes como aquello que
satisface tus necesidades y te hace feliz» (Dorje: 24).
Si todo ha estado predeterminado hasta ahora, puedes hacer
una elección, en este momento, sobre la manera en la cual quieres
existir en una relación a largo plazo. ¿Deseas utilizar a tu pareja

(21
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

como una vía para satisfacer tus necesidades o quieres permitir que
el amor fluya, valorando el tiempo, sea cual sea, que comparten?
Si eres capaz de relajarte y valorar a la otra persona sin
anhelar algo fijo, entonces construyes algo hermoso: un hogar. Se
trata de un espacio seguro en donde el amor puede florecer. Sólo
existe momento a momento, pero es un hogar verdadero. Thich
Nhat Hanh escribe: «Si practicamos la atención plena, entonces no
debe haber conflicto entre el hogar verdadero de nuestro interior y el
hogar verdadero que construimos con nuestra pareja» (Hanh: 103).
Con un sólido cimiento del amor hacia nosotros mismos, podemos
amar a otros plenamente, como son, sin fijar condiciones estrictas
sobre lo que deben hacer para merecer nuestro amor. A partir de
nuestro amor, podemos construir un hogar y encarar cualquier
incomodidad que surja, hombro con hombro.

Sugerencias para cultivar un espacio sagrado en las


relaciones comprometidas

DE MEGGAN

(1. Identifica las actividades que te permitan sentirte conec-


tado con la presencia de tu alma, sea caminar por largo
rato, meditar, escribir, patinar o hacer pasteles. Date la
oportunidad de hacer al menos una de estas actividades
una vez por semana.
2, Encuentra una práctica espiritual que te permita escuchar
tu propia verdad, o lo que yo llamo «la voz de tu alma».
Tener una práctica espiritual que te ayude a serle fiel a
tu propia verdad es fundamental para crear el espacio
requerido que mantenga la relación mutuamente benéfica.

122
5. Cómo comprometerse con el amor

3. Los rituales son mágicos, así es que puedes llevar a cabo


uno para casarte con el aspecto más elevado de ti.

DE LODRO

1. Encuentra actividades específicas que puedas hacer en


pareja. Estas pueden ser íntimas, como leer para el otro
antes de acostarse; mundanas, como compartir una serie
favorita de televisión que jamás verías solo; o extremas,
como saltar en bungee.
2. Hablen de sus intenciones espirituales. Sean cuales sean
esos valores que albergas en tu interior, por favor com-
pártelos con tu ser amado. No seas tímido en relación
con los aspectos íntimos de tu ser. Deja que tu pareja te
conozca a través de ellos.
3. Emprendan juntos un viaje. Para bien o para mal, viajar
Se

con alguien es una forma excelente para profundizar la in-


timidad. Al profundizar la habilidad de amarte a ti mismo,
invita a tu pareja al viaje —metafórica y literalmente—.
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6. Cómo amar
a tus amigos

Incluso antes de conocerte, estabas ya lejos de serme indiferente.


Oscar Wilde. La importancia de llamarse Ernesto (Gwendolen)

EL POTENCIAL ILIMITADO DEL AMOR


LODRO

Compartiré algo contigo que, en realidad, nadie sabe. La noche


en que Meggan y yo nos conocimos, terminamos besándonos
apasionadamente. Habíamos conectado inmediatamente duran-
te la cena, pues el aprecio mutuo era casi palpable y, en cierto
sentido, ambos sentíamos que nos conocíamos desde siempre.
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Y como lo que Gwendolen le dice a Jack en La importancia de


llamarse Ernesto, el cariño por el otro parecía ser previo a nuestro
encuentro real en la vida. Debido a que conectamos de corazón,
besarnos apasionadamente parecía algo lógico. La siguiente vez
que nos vimos, y cada vez desde entonces, sólo hemos sido amigos
platónicos cercanos, pues reconocemos que la nuestra no es una
conexión romántica, sino una amistad profunda y valiosa.
Hay ocasiones en las que la gente llega a nuestra vida por
una u otra razón y son las personas adecuadas para nosotros a
un nivel energético o emocional. Puede tratarse de una conexión
debida a intereses compartidos, a un cambio de panorama (y la ne-
cesidad de cultivar nuevas relaciones) y a una experiencia común.
Como Meggan explicará después, una conexión fuerte con alguien
no presupone una relación sexual o romántica. Estas pueden ser
personas a las que amas platónicamente con todo tu corazón.
Por ejemplo, yo no me consideraba cercano a Miranda, la
novia de mi amigo Alex. No teníamos mucho en común, pero
ella parecía hacerlo feliz, así es que yo acogí su presencia de ma-
nera amable, pero algo distante. Creo que lo único que hacíamos,
era platicar un poco en las fiestas. Pero después, el 13 de julio
de 2012, Alex murió inesperadamente de un ataque al corazón.
Yo me sentí devastado. Primero llamé a mi ex, que también era
cercana a Alex; después, a Miranda.
No sé por qué, pero sabía que necesitaba acercarme a ella
más que a nadie. Debido a nuestro pesar compartido, inmedia-
tamente nos vinculamos con naturalidad. Hicimos planes para
viajar juntos y pasamos por el calvario de los siguientes días
— incluyendo el funeral, varios eventos para recordar a Alex y
tiempo con su familia—. Y mientras todo esto sucedía, llorába-
mos cada uno en el hombro del otro. Fuimos inseparables durante

126
6. Cómo amar a tus amigos

semanas, y sentimos que la otra persona era la que más entendía


nuestro dolor. Cuando, en homenaje a la memoria de Alex, partí
de Nueva York para trabajar en la campaña de Obama, Miranda
rápidamente se me unió, y también trabajamos conjuntamente
en ese proyecto. Las semanas se convirtieron en meses de apoyo
mutuo, intenso y amoroso.
La relación pasó a ese nivel de familiaridad que, con esfuer-
zO, logran las parejas de casados. Sabíamos lo que la otra persona
querría desayunar en un día determinado. Si la otra persona se
alejaba un poco, nos dábamos cuenta de que necesitaba llorar
o fumar (o ambos). Con una mirada o un leve asentimiento de
cabeza, podíamos delegar parte del trabajo a la otra persona. Y
cuando necesitábamos desahogarnos, el otro ofrecía un espacio y
un apoyo incondicionales. De manera parecida a lo que Meggan
describirá más tarde en este capítulo, nuestra relación se volvió
muy profunda en poco tiempo porque ambos sentíamos que el
otro nos veía, nos conocía y nos quería.
Después de meses en campaña, regresamos a Nueva York
y continuamos siendo amigos cercanos. Sin embargo, conforme
nuestro dolor se fue transformando, también lo hizo nuestra
relación. Como Su Santidad, el Karmapa escribió: «El amor evo-
luciona conforme las circunstancias evolucionan. Debido a que los
tiempos cambian, el amor también lo hace» (Dorje: 25). Ya no
estábamos lado a lado en todo momento, y llegamos a un punto
en el que sólo nos veíamos si acaso una vez al mes.
Recientemente, Miranda se mudó a Nueva Orleans, así
es que ahora ni siquiera nos vemos con esa frecuencia. Cuando
lo hacemos podemos hablar durante horas y es evidente que a
nuestra amistad la forjó algo más que nuestra pérdida compartida.
Seguimos hablando de Alex, de su familia y de otros aspectos de

127
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

la terrible situación que nos unió, pero hay más en nuestra diná-
mica que sólo eso. Nuestra relación comenzó a través de un dolor
común, pero nuestro amor y nuestra amistad cambiaron con el
tiempo para albergar nuestras experiencias compartidas.
Pasando a un tema menos triste, otro ejemplo de este amor
platónico en mi vida es el tío Gary. Hace ocho años estaba yo en
un bar de Boston viendo la Copa del Mundo con mi amigo de toda
la vida, Oliver. Un hombre más o menos de nuestra edad se acercó
por detrás y nos preguntó si le podíamos recomendar una cerveza
de la región. Comenzamos a hablar con él de la cerveza Harpoon
IPA y de su estancia académica en Boston durante el verano. Como
acababa de llegar y parecía lo suficientemente agradable, lo invita-
mos a una fiesta con nosotros esa noche.
En menos de 48 horas, ese hombre, Gary, se convirtió en un
miembro asiduo de nuestro grupo de amigos. Si íbamos a comer a un
restaurante mexicano, Gary entraba marchando y golpeaba la mesa
con el puño, diciendo: «¡Tequila para mis hombres y agua para mis
caballos!». Debido a que tenía una posición académica prestigiosa y
una generosa beca, con frecuencia descartaba nuestra oferta de pagar
esos tragos con un gesto teatral: «Corre por cuenta del tío Gary».
Como sólo contábamos con un verano juntos en Boston, tra-
tamos de aprovecharlo al máximo, y muchas e increíbles aventuras
nos sucedieron. Si bien nuestra amistad comenzó porque Oliver y
yo nos sentimos con la confianza de hablar con un extraño, había
algo en Gary que lo hizo sintonizar inmediatamente con nosotros.
Gary regresó a Santa Cruz después de ese verano mágico, pero aún
seguimos en contacto. Cuando viene a Nueva York, se comunica y
volvemos a nuestra vieja dinámica, que es encantadora.
Yo jamás habría cultivado estas amistades si no hubiese es-
tado abierto a ver a Meggan, a Miranda o a Gary con una mirada

128
6. Cómo amar a tus amigos

fresca. Con Meggan, acababa de llegar a mi primer festival como


escritor, y me sentí contento de encontrar una amiga en medio de
la intimidación que suponía tener que hablar en público. Con Mi-
randa, mi mundo se desplomó y ella era una de las pocas personas
que podían reunirse conmigo en un espacio emocional ignoto. Con
Gary, simplemente estaba lo suficientemente relajado como para
permitir que un extraño entrara a mi vida, y estoy muy contento
de haberlo hecho.
Con frecuencia vivimos perdidos en nuestra propia cabeza,
acosados por la preocupación del día. Puede ser el proyecto del
trabajo que debemos terminar o problemas de pareja o simple-
mente un repaso al infinito de nuestra agenda, pero la mayoría
de las veces no nos relajamos lo suficiente como para percibir el
potencial de amor que nos rodea.
Usualmente, la meditación se considera eficaz para la
relajación. Creo que esa opinión es válida, pero para tener una
sensación «de paz perdurable» en nuestra meditación es necesario
algo de tiempo. Cuando te adentres en la experiencia, aprenderás
a relajarte con respecto a las intensas emociones, las fantasías y el
pensamiento discursivo que surgen en el cojín de meditación. Em-
piezas a darte cuenta de que sin importar lo que aparezca durante
tu práctica de meditación, tienes la posibilidad de relajarte. Ese
nivel de relajación comienza a filtrarse, de manera natural, al resto
de tu vida. Cuando eres capaz de salir del extravío de tu mente, te
encuentras más disponible para el mundo que te rodea.
Por medio de la meditación creas un ámbito interno —am-
plio, despierto y atento— que te permite valorar el ámbito externo.
Sakyong Mipham Rinpoche escribió: «La verdadera felicidad
siempre está disponible para nosotros, pero primero necesitamos
crear el ámbito para que pueda florecer» (Mipham, Turning: 6).

129
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Y eso es lo que hacemos al meditar, pues creamos las condiciones


para poder ser verdaderamente felices al establecer un vínculo sano
con nosotros mismos y con el mundo. Cuando somos capaces de
relajarnos de esta manera, valorando y poniéndonos en sintonía con
nuestro propio ámbito, descubrimos nuestra bondad fundamental.
La visión de la bondad fundamental que introduje en capí-
tulos previos tiene algunos aspectos interesantes. En primer lugar,
y que ya analizamos antes, está el hecho de que eres básicamente
bueno, básicamente «querible». La segunda parte es que no estás
solo; todos los demás poseen una bondad fundamental (incluyen-
do el vecino al que aprecias y el patán que tienes por jefe y tu
ex). Todas y cada una de las personas son tan fundamentalmente
buenas como tú.
Y al igual que tú, en ocasiones se confunden y no siempre
actúan desde un lugar de bondad. Ellos pueden arremeter, como tú,
y hacer cosas que los dañan a ellos y a los demás. Es triste que esto
suceda, pero desde la visión budista, la razón por la que hacemos
esto es porque no podemos relajarnos lo suficiente como para estar
abiertos a este estado inherente. Aparte de la meditación, existen
otras vías para relajarse, pero tengo que darle crédito a la práctica
y enfatizar su eficacia para ayudarnos a ver que es la confusión la
que nos hace reaccionar y causar mucho daño. La autoconciencia
que se desprende de la meditación no puede subestimarse, y si
bien te ayuda a descubrir tu neurosis, también te permite entrar en
contacto con tu bondad innata.
Si eres básicamente bueno y «querible», y todos los demás
también lo son, eso significa que el potencial para abrir tu corazón
al mundo es ilimitado. Con toda probabilidad, habrá muchos tíos
Gary que puedan tocarte el hombro en un bar para pedirte que
les recomiendes una bebida. Depende de nosotros si queremos

130
6. Cómo amar a tus amigos

involucrarnos con el mundo y la gente que hay en él. La pregunta


es, ¿cuánto puedes abrir tu corazón para amar a otros, sin que ese
amor sea de tipo romántico?
Una forma de experimentar lo anterior es entablar una
conversación con alguien nuevo. Podría ser el vecino al fondo del
pasillo con el que sigues topándote en el elevador, o el empleado
que acaba de entrar a trabajar en tu compañía. A lo mejor es el
mesero en la cafetería de la esquina. Si esa persona le hace un
desaire a tu intento de ser amigable, prueba con otra. Y una su-
gerencia es que trates de tener una conversación real, y observes
si estás intentando filtrar lo que dices o sonar más seductor de lo
que realmente eres. Sólo relájate y sé tú mismo con esta persona
durante un periodo de, al menos, cinco minutos.
Este es un experimento en cuanto a amar abiertamente.
Quizá descubras que la persona está medio loca y nunca quieras
volver a verla, pero puede pasar que tu vecino sea maravilloso y
quieras invitarlo a tomar una copa de vino de vez en vez. Observa
si puedes permanecer lo suficientemente abierto como para que
surja una nueva relación platónica.
Entre más abiertamente podamos amar, más florecerán
nuestras amistades. Generalmente, no esperamos las mismas cosas
de nuestros amigos que de nuestras parejas románticas. Permitimos
que nuestro amor fluya libremente y no es de sorprender que el
amor se reciproque por igual. Por tanto, cuando estamos pasando
por un rompimiento monumental o una tragedia personal, son
estos amores platónicos de nuestras vidas los que se convierten en
pilares sobre los cuales apoyarnos.
Hasta cierto punto, yo he dependido más de estas amistades
que de mi propia familia. La dolorosa época de la muerte de Alex
fue un reflejo de la muerte de mi padre. Todo lo recuerdo borroso,

131
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

pero en ambos casos mis amigos entraban y salían de mi departa-


mento y de mi vida como Pedro por su casa. Estaban ahí para lo que
necesitara: comida, un abrazo, cualquier cosa. ¿Qué sería de mi vida
sin los grandes amores platónicos? No tengo la más mínima idea.
Entre más podamos amar a otros en una forma platónica,
más podremos amar a otros en una forma romántica. Piensa en ello:
¿Qué tan rápido perdonas a tu mejor amigo cuando no responde
tu mensaje de texto el mismo día? Es algo que no crea un conflicto,
pues lo quieres tanto y tienes tanta confianza en la relación, que
puedes relajarte y disfrutar esa dinámica, sea que te responda el
mensaje o no. En cambio, si tu nuevo amante no te contesta en
unas cuantas horas, comienzas a sudar. Supones que algo anda mal,
seguramente se está distanciando y, de manera inevitable, te botará
muy pronto. La diferencia, aquí, radica en el apego. A diferencia
del amor hacia tus amigos, que es fluido y abierto, el amor hacia tu
pareja romántica puede estar regido por el apego y la constricción.
Si retomo la cita de Sakyong, depende de ti qué tipo de
ámbito —tanto interno como externo— quieres crear para ti
mismo. La felicidad verdadera siempre se encuentra disponible,
pero no si continuamente estás perdido en tu propia cabeza con
la preocupación del día. La meditación y otras prácticas de auto-
conciencia te ayudan a estar en sintonía con el momento presente,
para que puedas apreciar tu mundo como es y estar abierto para
que esos grandes amores de tu vida puedan entrar. A través de la
meditación, podemos crear un ámbito interno muy amplio.
Entre más consciente de ti mismo estés, tendrás más dis-
cernimiento en cuanto a tu ámbito externo. Aprenderás a desear
amistades que estén ahí para ti, en las buenas y en las malas, y
te entiendan y te vean como eres, y anhelen apoyarte en tu viaje,
sin importar qué forma adopte. También podrás distinguir a los

132
6. Cómo amar a tus amigos

amigos que quieres ver menos o dejar de ver por completo, con
base en el hecho de que no le dan prioridad a tu amistad en modo
alguno, o bien hacen surgir aspectos negativos de ti. Si te sientes
inspirado cuando pasas el rato con ciertos amigos, esa es una
buena señal de que debes cultivar la relación. Si te sientes drenado
al final de la noche cuando estás con ellos, quizá sea bueno que
examines esa relación de manera más profunda. De esta manera,
puedes desarrollar un ámbito de apoyo y amor que te animará
incluso en los momentos más difíciles.

LAS «QUERIDAS» Y LA AMISTAD SAGRADA


CON UN HOMBRE
MEGGAN

¡Lodro! ¡Por supuesto que no nos besamos apasionadamente! Nos


besamos. Sí, nos besamos el día en que nos conocimos. (Y fue un
beso cálido, dulce y hermoso.) Pero así fue como la noche terminó;
y lo que importa incluso más es cómo empezó. Yo cenaba, extasiada
de sentarme junto a mi heroína Elizabeth Lesser, autora de Broken
Open, y Gail Straub en un restaurante de Woodstock. Hablábamos
de Lodro, a quien yo no conocía, y sobre la entrevista que íbamos a
dar al día siguiente. De repente, Lodro se sentó abruptamente en el
asiento frente a mí, y el tiempo pareció detenerse.
Ahora bien, déjenme que haga una pausa por un momento
y admita un par de cosas. En primer lugar, adoro la ciencia fic-
ción y, en segundo, no creo en el tiempo. Admito esto solamente
porque cuando conocí a Lodro, durante un instante, todo dejó de
existir. Fue-como entrar en un túnel del tiempo en donde estaba
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

enteramente en el presente (en cámara lenta), pero de alguna


manera también consciente de una época muy lejana en la que
solía conocer a Lodro. Hay personas que, cuando las vemos por
primera vez, no llevan consigo esa aureola de «novedad». Es gente
a la que reconocemos, y más que un encuentro en la vida, se trata
de un reencuentro. Eso fue lo que sentí al conocer a Lodro. Era
como si nos hubiésemos vuelto a encontrar.
Cuando la conexión inicial es así de fuerte, algunos piensan
que el concepto de karma puede ofrecer la mejor explicación para
esa sensación de conocer desde siempre a alguien a quien vemos por
primera vez en la vida. Karma es una palabra en sánscrito que signi-
fica acción, trabajo o hecho. Está íntimamente vinculada al concepto
de reencarnación (vidas pasadas) y causalidad, que presupone que
nuestras acciones en el momento presente afectan nuestro futuro.
En pocas palabras, las buenas acciones en el presente determinan el
potencial de experimentar cosas buenas en el futuro. Es una forma
cósmica de deudas y saldos, en donde las acciones con mala intención
provocan o crean desgracias futuras, mientras que las acciones con
buena intención en el presente permiten que ese bien fluya de regreso.
hacia nosotros. Y lo que es más, como Paulo Coelho explica en su
casi autobiográfica novela, Aleph: «Es lo que haces en el presente lo
que redimirá el pasado y, por tanto, transformará el futuro».
Puesto que para el alma el tiempo no existe realmente, cuan-
do curamos algo en el presente, simultáneamente curamos algo en
el pasado. Por ejemplo, en Aleph, el personaje principal, también
llamado Paulo, era un sacerdote en una vida pasada que autorizó
las muertes de cuatro jóvenes mujeres, por supuesta brujería. En la
vida presente de Paulo, cientos de años más tarde, él está destinado
a encontrarse con cada una de las mujeres que mandó asesinar en
su vida pasada, y buscar su perdón. Esta es la única manera en la

134
6. Cómo amar a tus amigos

cual su alma puede, en cierto sentido, moverse hacia delante, evo-


lucionar y liberarse. O como Paulo explica: «Nunca nadie pierde
a nadie». Todos seguimos encontrándonos con esas almas únicas
que pueden incitar crecimiento y evolución.
A pesar de la fascinación que pueda ejercer, realmente no me
interesa concentrarme en las vidas pasadas, pues esta vida presente,
única e irrepetible, es lo suficientemente cautivadora. Personalmen-
te, no necesito conocer el historial, por decirlo de alguna manera,
cuando tengo un reencuentro de este tipo con alguien. Pero lo que
sí me gusta es permanecer atenta a todas las oportunidades que
la relación pueda brindarme para mi propio crecimiento. Una
conexión fuerte, inmediata y poderosa con alguien no presupone
una relación sexual. Sin embargo, y por obvias razones, la hace
más probable. Y algunas veces tenemos que hurgar en la parte
física para ver si esa es la razón por la que hemos (re)conocido a
alguien. A partir de mi experiencia, una relación platónica o no
sexual puede ser tan poderosa y potencialmente transformadora
como una sexual. Y por esa razón, tengo muchas almas gemelas en
mi vida —tanto mis «queridas» como mis amistades sagradas con
hombres cuya presencia no es menos importante o cimentadora
que la de un amante o mi posible pareja de vida—.
En El banquete de Platón, la sacerdotisa Diotima le enseña a
Sócrates la filosofía del amor. Para Diotima, el propósito más ele-
vado del amor humano consiste en su posibilidad de dirigir nuestra
mente hacia el amor a lo divino. (Uy, ahora la canción Higher Love
de Steve Winwood resuena en mi cabeza.) El amor, ella explica, es
el fruto del recurso y la necesidad. Es la herramienta más útil con la
que contamos para aprender a ascender de los pensamientos mate-
riales a los pensamientos espirituales que ocupan el corazón. Y esto
es lo que necesitamos hacer, pues es por ello que estamos aquí. Cada
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

persona con la que nos encontramos en la vida tiene el propósito


divino de elevar nuestros pensamientos, y llevarlos del apego a la
belleza externa a la libertad de la belleza eterna e interna del alma.
Sus ideas del amor son el origen del concepto del «amor platónico».
Kyle Gray, el joven escocés que habla con los ángeles, me
cautivó con sus tatuajes. Yo había viajado a Londres para hablar
en un evento con muchos autores del Reino Unido que eran des-
conocidos para mí. Kyle dio una charla inspiradora, de esas que
estremecen y despiertan el alma. Sentí una afinidad inmediata; él
ejerció una fascinación en mí. Más tarde, el director del evento me
dijo que Kyle me había escuchado hablar y quería cenar conmigo.
Me sentí emocionada cual colegiala. Lo primero que hizo cuan-
do me senté junto a él en el restaurante, fue subirse las mangas
(¡era un saco finísimo de tela a cuadros diseñado por Vivienne
Westwood!). Ahí, en cada uno de sus antebrazos, estaban los dos
amores espirituales de mi vida: la diosa hindú Kali y Santa María
Magdalena. Supe en ese instante que el alma de Kyle y la mía eran
de la familia (comencé a planear nuestro retiro).
Nuestra relación inició en el punto al que llegan la mayoría
de las amistades después de muchos años de conocerse. La con-
fianza, el amor y la íntima conciencia de lo que realmente somos
simplemente estaban ahí. Aquello a lo que muchas amistades as-
piran, tras un esfuerzo compartido, a nosotros se nos obsequiaba.
Puesto que él vive en Escocia, nos comunicamos a través de Skype,
Facebook y Viber. La distancia no nos separa en lo más mínimo.
Nos apoyamos el uno al otro con los regalos espirituales que cada
uno posee. Cuando es posible, promovemos el trabajo del otro
con el amor ferviente y genuino que sentimos recíprocamente.
También intercambiamos fotos de las casas de nuestros sueños,
atuendos potenciales e imágenes espirituales poderosas y algo

136
6. Cómo amar a tus amigos

locas —como la vesica piscis y el pozo sagrado en Glastonbury—.


Él y yo nos queremos profundamente, y nuestra relación no es
menos significativa por el hecho de que jamás nos casaremos ni
procrearemos. Lo trascendente de la relación proviene de sentirnos
verdaderamente vistos, comprendidos, amados.
Los mensajes de voz más recientes que recibí de la Gran
Sacerdotisa del Deseo se titulan «Feminidad sísmica» y «Periodo
de gracia». Como imaginé lo que escucharlos provocaría en mí,
aparté una noche en la que pudiera darle mi absoluta atención a lo
que ella tuviera que compartir conmigo. Y me sentí agradecida de
haberlo hecho, pues cuando el segundo mensaje de voz terminó,
rompí en «llanto feliz» (como mi hijo lo llama). Jamás me había
sentido tan contenida, observada, bendecida. En nuestros mensa-
jes de voz, somos completamente honestas con respecto a nuestro
momento físico, emocional, espiritual, personal y profesional.
Sus mensajes me hacen soltar esas carcajadas que provienen
de la entraña (las que limpian los pulmones y hacen toser). Y sus
mensajes me conmueven hasta las lágrimas, debido a la autentici-
dad de nuestro esfuerzo mutuo por encarnar de mejor manera el
amor, sin importar las dificultades. Con sus misivas más recientes,
el llanto fue feliz porque me sentí inundada con una abundancia
que se sentía divina. Tener una amiga como la Gran Sacerdotisa
del Deseo me proporciona un sentido de opulencia que me deja en
total asombro. En respuesta a los suyos, mis mensajes de voz se
titulan «Compensación divina» y «Los afortunados».
Y justo como con el hombre que habla con los ángeles, el
hecho de tener un país de por medio no aminora nuestra cercanía.
Nos vemos varias veces al año y, en el ínter, la sensación de proxi-
midad es tal que parece que vivimos al lado. Es una extraña amistad
que radica completamente en la expansión de mi alma. Dado que

137
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

soy Escorpión a la quinta potencia (que, para los que no hablan


astrología, básicamente significa que soy toda agua en cuanto a mis
emociones, sentimientos, intuición e intensidad), muchas personas
se sienten abrumadas por mí. Y, en algún momento de mi vida,
esto me desanimó. Como resultado, traté de modularme, ponerle
riendas a las emociones crudas. Esto, por supuesto, fue un esfuerzo
épicamente inútil. Tratar de regular lo que soy era como tratar de
vaciar el mar con un popote. Sin embargo, cuando acepté mi propia
intensidad, empecé a conocer almas gemelas —como lo son el hom-
bre que habla con los ángeles y la Gran Sacerdotisa del Deseo—.
Ellos viven su vida tan intensamente como yo y, por lo tanto,
emitimos la misma frecuencia. Mi vida es mucho más rica por el hecho
de haberlos conocido (nuevamente). Las almas gemelas —como
Lodro, como el hombre que habla con los ángeles y como la Gran Sa-
cerdotisa del Deseo— son un cimiento de amor necesario para poder
amar románticamente. Es ese ámbito para la felicidad sobre el que
Lodro escribe. Con mucha frecuencia, dedicamos una cantidad de-
sorbitada de tiempo a la búsqueda del «indicado». Al mismo tiempo,
rodeamos a ese «indicado» de expectativas desmedidas: que sea un
amante tántrico, el mejor amigo, capaz de leer la mente y complacer
al alma, casi un chef y un sostén económico. Anticipamos un caudal
de bienes y servicios provenientes de un alma humana y, sinceramen-
te, nada más de pensar en semejante despropósito, me pongo a sudar.
Esperamos mucho de nuestras parejas, pero esas expectati-
vas no concuerdan con la manera en la que realmente querríamos
poder conocerlas, verlas, amarlas —sin demandas y en total
aceptación de su forma de ser—. Creo que para poder amar pro-
fundamente a nuestros esposos, esposas, parejas, amantes y «otros
significativos», necesitamos comenzar a valorar en igual medida
todas las fuentes de amor en nuestras vidas. Un alma gemela no es

138
6. Cómo amar a tus amigos

sólo aquella persona con la que nos comprometemos en esta vida,


O intentamos hacerlo. El alma gemela es la serie de esos amores,
platónicos o no, que nos salen al paso para mostrarnos la razón
por la que estamos aquí. Ese tipo de amor nos recuerda quiénes
somos realmente y nos da la oportunidad de expandir nuestra
capacidad de amar y crecer como almas.
En el evangelio de María Magdalena, Pedro, unos de los
discípulos de Jesús, le dice a María:
«Hermana, sabemos que el Salvador te amó más que a
ninguna otra mujer. Dinos las palabras del Salvador que hayas
recordado, [...]». Y María responde:
«Aquello oculto para ustedes, lo revelaré» (King: 15-16).
Esta respuesta de María siempre ha hecho eco en mi mente como
la voz del amor, como la acción que el amor toma en nuestras
vidas. En última instancia, reconocemos el amor verdadero en
nuestras vidas, romántico o de otra naturaleza, porque ilumina
aspectos de nuestro ser que no podemos ver por nosotros mismos.
La mística y teóloga francesa, Simone Weil, creía que «la
verdadera amistad es un milagro». A lo largo de su vida adulta,
ella le escribió cartas a su amigo, el padre Perrin, un sacerdote
católico quien percibió el genio en el trabajo teológico de Weil.
Como la de Diotima, la filosofía del amor de la teóloga francesa
gira en torno al potencial que tiene para dirigir nuestras mentes y
nuestros corazones a lo divino. Para mí, la verdadera amistad con-
siste en poder ser esa cruda verdad de luces y sombras en presencia
de alguien más (sin miedo ni vergúenza). Significa tener la oportu-
nidad de ver más de lo que somos y, así, aceptar y ser capaces de
transformarnos en aquello en lo que debemos convertirnos.
En lugar de cartas, como las de Simone Weil, yo escribía co-
rreos electrónicos. Y no se trataba de un sacerdote, como el padre

139
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Perrin, pero sí de un confesor. Él es el hombre que leyó mi primer


libro, Reveal, bajo la forma de correos apasionados durante casi
una década. Nuestra relación comenzó con un libro, en realidad.
Mientras peregrinaba por Francia en busca de la Madona Negra
y María Magdalena, yo leí un cuento suyo en la antología para la
cual ambos contribuimos, llamada Blue Jean Buddha. Al regresar
a San Francisco, lo contacté con un e-mail titulado «La doncella
sin manos», el cual envié a su destino en Nueva York. Necesitaba
integrar las experiencias espirituales que había tenido durante mi
peregrinación; necesitaba un cómplice, un testigo, alguien que
me ayudara a creer que mi voz podía importar. La amistad que
Paul me ofreció en cada poderoso y significativo correo fue un
verdadero milagro. Nuestra amistad me salvó la vida; no se trata-
ba de la muerte física sino de esa muerte que tantos de nosotros
aguantamos debido al miedo que nos empequeñece y nos constriñe
a una mínima cantidad de lo que nuestro ser puede expresar. Yo
sabía que el amor de Paul era verdadero porque me liberó.
Una década más tarde, le pedí a Paul que dijera unas cuantas
palabras durante la presentación de mi primer libro en Nueva York.
Todavía puedo escuchar a la gente pidiendo silencio en el cuarto
abarrotado, mientras él hablaba de éste nuestro amor moderno por
correspondencia, y de cuán redentor había sido para ambos. Toda-
vía puedo sentir lo fascinada que estaba al escuchar sus palabras,
ya que el amor que contenían devolvieron el significado a mi vida
como para hacerme sentir la mujer con más suerte y más amada en
la habitación. La sensación de convertirme en oro y sentirme verda-
deramente rica inundó todo mi ser. Él es alguien cuya presencia en
mi vida agradezco infinitamente, y siempre lo será.
Durante una de nuestras citas recientes, David y yo visita-
mos la Catedral de San Juan el Divino en el Upper West Side de

140
6. Cómo amar a tus amigos

Nueva York. Algunas parejas saltan de bar en bar, pero David y


yo lo hacemos de iglesia en iglesia. La de San Juan era la segunda
del día, y cuando entramos dejamos de hablar, estremecidos por el
impacto visual de la escultura gigante del fénix hecha de metal y
luces centelleantes, instalada en la catedral. Pero después, nuestro
asombro se transformó en un pasmo incluso más profundo, al ver
al segundo fénix justo detrás de él. Le preguntamos a alguien que
andaba por ahí sobre la escultura, y nos dijo que se trataba de un
fénix masculino y un fénix femenino.
Una inmensa renovación ocurrió dentro de mí en el instante
en el que me di cuenta de que el fénix no tenía que volar solo.
Siempre he considerado al fénix como un ave solitaria. El mito del
incendio para renacer a los tres días de las cenizas ha tenido una
fuerte resonancia dentro de mí. Debido a los años que pasé como
una monja urbana en el seminario, y los años de soledad en pere-
grinación, jamás consideré la idea de poder renacer junto a otra
persona, alguien que pudiera incendiarse y reinventarse, cuerpo
y alma, justo a mi lado. Para mí, este par de aves gigantescas y
enamoradas creó un mayor espacio de posibilidades. Y esto es lo
que hace la amistad verdadera: expandir el mito de lo que creemos
posible en nuestras vidas.
El cultivo consciente de las muchas «queridas» y amistades
masculinas sagradas que tengo en mi vida me permite tener deseos,
más que demandas, en una relación romántica. Hay menos expec-
tativas, más soltura. Puedo relacionarme sanamente con una pareja
romántica, porque continúo dando a mis amistades y recibiendo
de ellas. Mi más profundo anhelo siempre ha sido un amor que
pueda atestiguar la verdad de lo que soy. No obstante, ahora sé que
el amor es el fruto del recurso y la necesidad. Adopta una diversi-
dad de formas si podemos abrirnos a él, como Lodro expresó tan

141
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

bellamente. Sé que jamás volveré a pensar que sólo hay un alma


gemela allá afuera, pues eso reduce el espacio que mi alma habita.
Cada amistad verdadera en mi vida es un milagro, un alma gemela
que me recuerda lo que soy y me da la oportunidad invaluable
de amar con todas mis fuerzas. Cada amistad verdadera crea un
contenedor sagrado para que nuestras almas revelen conjuntamente
lo que ha permanecido oculto, aquello que no podríamos ver en
soledad; y para conjuntamente descubrir, a través de la compasión y
la confianza, por qué nos hemos unido (nuevamente).

Sugerencias para cultivar tus amores platónicos

DE LODRO

(1. Cómprales flores u otros regalos. Cada vez que viajo,


me aseguro de comprar unos cuantos regalitos para mis
amigos, con la finalidad de hacerles saber que estuvieron
en mis pensamientos cuando anduve lejos.
2. Llámalos en las fechas importantes. Yo telefoneo a cada
uno de mis amigos en el Día de Acción de Gracias. No estoy
muy seguro de la razón por la cual elegí esa festividad como
algo sagrado, pero quiero suponer que se debe a la gratitud
que siento por el papel que desempeñan en mi vida.
“3. Siempre contesta el teléfono. Ofrecerles a tus amigos
un espacio seguro cuando necesitan expresarse; es un
hermoso gesto de amabilidad.
4, Sé gentil con sus amores. Cuando alguien querido para
mí tiene una nueva pareja romántica, siempre procuro
conocerla.

142
6. Cómo amar a tus amigos

Diles que los amas. Soltar la palabra «amor» no es tan


común entre amigos, especialmente si son hombres hete-
rosexuales. Pero, por lo general, no nos arrepentimos del
amor compartido con amigos, sino de las palabras que
no pronunciamos.

DE MEGGAN

ll. Una de las mejores inversiones de mi tiempo consiste en


cultivar amistades. Invierte tanto tiempo como puedas, ya
sea en presencia física de tus amigos o a través de alguna
forma de comunicación. De esta manera, demuestras la
reverencia que sientes hacia esa persona en tu vida.
Varias de mis «queridas» son amigas por correspon-
dencia. Envía tarjetas o cartas llenas de gratitud y amor
hacia esa amistad. (Aunque, como sabes, opino que los
mensajes de voz están llenos de magia).
Haz citas con amigas y arréglate como lo harías para ver
a un amante potencial. Ponte bonita, haz que importe y
procura que todo esto les demuestre cuánto te importan.
Intenta rezar (si la oración no es lo tuyo, intenta desear)
por tus amigos con un fervor que a lo mejor sólo has
usado para tu propia vida hasta ahora. Desea que todo
lo bueno llegue a la vida de tus amistades. Al hacer de mi
amor algo activo, las oraciones de todo corazón por mis
amigos han contestado mis propias plegarias.
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el sexo sagrado
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Este es el punto en donde el amor se vuelve posible. Vemos al otro


con la mirada del corazón, una mirada libre del miedo en sus distintas
manifestaciones: la dependencia, los celos, el carácter posesivo, la
manipulación. Con la mirada nítida del corazón, podemos ver al otro como
otro. Podemos regocijarnos en el otro, desafiar al otro y aceptar al otro sin
perder nuestro propio centro ni quitarle nada al otro. Siempre somos otro
para el otro: almas que se encuentran, cuerpos que despiertan con regocijo.
Marion Woodman y Elinor Dickson, Bailando entre llamas

LA MAGIA DE VOLVERSE UNO


MEGGAN

Yo no sabía lo que estaba sucediendo. Un sitio indeterminado en


las profundidades de mi ser se derretía, o incendiaba, e iluminaba
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

este territorio recién descubierto dentro de mí. Era una húmeda


noche de verano y yo estaba sentada en nuestro sillón, junto al
estudiante de intercambio que hospedábamos en casa. Desde el
instante de su llegada, el otoño anterior, Magnus y yo sentimos una
conexión inmediata. Esa noche él rentó una película francesa que
ambos fingíamos ver. Poco después de sentarme junto a él, tomó
mi mano y con mucha delicadeza besó mis nudillos, introduciendo
cada uno lenta y deliberadamente en su boca. La intensidad de su
concentración me orillaba a estar plenamente atenta a su tacto
y a cada sensación que él creaba. Fue entonces cuando comencé
a sentir que me derretía, y también fue entonces cuando me di
cuenta de que mi cuerpo era un territorio mucho más misterioso
de lo que había imaginado.
Magnus fue mi primer amor, y debido a que yo era
una adolescente, ninguna circunstancia podría separarnos; ni
siquiera el hecho de que él era sueco y debía regresar a casa al
final del verano. Recreé la historia de Romeo y Julieta, y a todo
escéptico le juraba que nuestro amor triunfaría. Lo que hacía
a Magnus tan especial para mí no era sólo «la derretida». Un”
mes antes, al visitar a mi hermana mayor en su universidad,
otra experiencia me enseñó cuántas cosas son posibles cuando
el amor aviva el deseo.
No podía dormir. Mi hermana roncaba y me había dejado
sólo un pedacito en el extremo de la cama, pero la verdad es que
gran parte de mi insomnio se debía a la proximidad de Magnus.
Él estaba en el sillón de la sala, y yo quería estar cerca de él. Fi-
nalmente, me rendí ante mis intentos por conciliar el sueño y, en
su lugar, decidí usar mi imaginación para hacer lo que realmente
quería, que era ir de puntitas hasta la sala y darle un beso a Mag-
nus en su gran frente.

1146
7. Cómo amar el sexo sagrado

Así es que me acosté de espaldas, inhalé profundamente y


comencé a imaginar cada detalle de mi caminata hacia él: sentí la
madera fría en mis pies desnudos y escuché el crujido de las duelas
mientras me acercaba a la puerta de la recámara de mi hermana.
Sentí la pesadez del metal de la perilla antigua y el desplazamiento
del aire mientras entreabría, con mucho cuidado, la puerta. Ima-
giné cada detalle de la sala, las pinturas en la pared, la manera en
que las sombras yacían en el mobiliario e incluso el olor sutil a
moho de la vieja casa. Vi y sentí todo mientras me acercaba a él, y
después me arrodillé junto al sillón y dulcemente besé el centro de
su frente mientras dormía.
A la mañana siguiente, cuando doblábamos una cobija en
la sala, Magnus me preguntó si le había dado un beso de buenas
noches. Solté el extremo de la frazada.
—La verdad es que no sé si lo soñé o en realidad pasó —dijo.
—¿En dónde te besé? —le pregunté, estupefacta y algo
asustada.
—En la frente —contestó Magnus.
Con la boca abierta, tuve que sentarme. Le conté a Magnus
que sólo había imaginado ese beso de buenas noches, y que no me
había parado de la cama.
—Sólo fue mi imaginación —le dije.
Ninguno supo cómo descifrar la experiencia, pero la extra-
ñeza de este beso fue lo que me hizo sentir como si algo sagrado
nos vinculara. ¿Cómo es que él había podido percibir físicamente
algo que sólo había sucedido en mi mente?
Con mucha frecuencia y para mucha gente, el sexo es sola-
mente una cuestión de anatomía. Esta parte cabe en esta otra, y lo
demás... digamos que se cumple por sí mismo. Mis recuerdos de la
clase de educación sexual en la preparatoria consisten sobre todo

147
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

en grandes diagramas del cuerpo masculino y femenino, como si el


sexo pudiera explicarse en su totalidad mediante la identificación
de los órganos involucrados. Yo sentía una mezcla de curiosidad
e incomodidad mientras miraba el cuerpo femenino representado
en el diagrama, y todas esas palabras clave escritas sobre partes
clave que revelaban un lenguaje desconocido para mí: «Monte de
Venus», «capucha del clítoris», «vestíbulo vulvar».
Tenía sentimientos ambivalentes hacia mi propio cuerpo
femenino. Antes de conocer a Magnus, no había experimentado
realmente el placer sexual. Como tantas personas, había sufrido de
abuso sexual cuando era niña, así es que para la etapa final de la
adolescencia, mi habilidad para disociar se había convertido prác-
ticamente en un súperpoder. Cualquier encuentro físico con chicos
hasta antes de la noche en la que Magnus besara mis nudillos me
hacía abandonar mi cuerpo al punto de apenas poder sentir algo:
un beso, una caricia, el sexo mismo.
Es por ello que en la clase de educación sexual, mientras
examinaba el diagrama femenino con todos esos nombres en latín
(o de alguna otra manera exóticos), supe que, para mí, el sexo
siempre sería algo mucho menos literal. Y también supe que sólo
podría experimentar realmente el sexo cuando estuviera dispuesta
a permanecer presente. La primera y más elemental relación en la
que necesitaba trabajar para que el sexo fuera simplemente bueno
(olvidémonos del aspecto sagrado en este momento), era la que
debía establecer con mi propio cuerpo.
Como teóloga y consejera espiritual de mujeres, estoy pro-
fundamente consciente de las formas en que las ideas religiosas
del cuerpo han resultado, para algunas personas, en una pésima
sexualidad. Con demasiada frecuencia, la exposición a caminos
religiosos tradicionales crea una separación entre el cuerpo y el

148
7. Cómo amar el sexo sagrado

alma. El cuerpo se percibe como algo menos sagrado que el alma


y, de esta manera, se cree que el ascetismo (la negación de los
placeres físicos) de alguna manera es más noble que la satisfacción
de los deseos físicos. De esta idea se desprende un sentido de culpa
que nos impide gozar a través del cuerpo.
Uno de los temas que discutimos en el grupo de las REDLA-
DIES es el de la sacralidad de nuestros cuerpos. La conversación
invariablemente llega a una pregunta muy personal que tendríamos
que hacernos todas las mujeres: «¿Qué significa para mí sentirme
sexualmente empoderada?». Para algunas, significa tener sexo —con
una pareja estable o no— si ese es su deseo. Ser capaz de seguir el
instinto de una libido sana, sin culpa ni vergúenza, es algo poderoso
y liberador. Para otras mujeres, sólo es posible experimentar intimi-
dad física dentro de una relación comprometida. Y la experiencia
no se siente como una pérdida ni un sacrificio, sino como una forma
de expresar el amor tanto por su propio cuerpo como por el de su
pareja. Para ellas, la monogamia no es restrictiva, sino más bien un
espacio contenido que hace posible el crecimiento de la relación.
En cualquiera de los dos casos, lo más importante es que
la persona pueda permanecer conectada a lo que su cuerpo le
comunica, pues éste nunca miente. Siempre me ha llamado la aten-
ción que tantas mujeres experimenten síntomas físicos cuando su
relación anda medio mal. Quizá ella pueda convencer a su pareja
de que «todo está bien» y de que «sí se satisfacen sus necesidades»,
pero de manera inevitable, si eso no es cierto, el cuerpo comienza
a comunicar la dolencia. Y parte de la curación significa que se
pueda hablar de los sentimientos, decir la verdad sobre lo que
realmente aqueja al corazón.
Entender que el cuerpo no está separado del alma ha sido un
factor determinante para estar presente en mis relaciones físicas.

149
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Hasta la muerte, cuerpo y alma son indivisibles. William Blake, el


poeta y grabador místico del siglo xIx, escribió en su obra maestra
espiritual El matrimonio del cielo y el infierno que «El hombre
no tiene un Cuerpo distinto de su Alma, pues lo que llamamos
cuerpo es una porción del Alma discernida por los cinco sentidos,
principales entradas al Alma en nuestro tiempo» (Blake: XVI).
Para mí, una de las principales metas espirituales en mi vida ha
sido trascender esa escisión del cuerpo y el alma.
El texto metafísico Un curso en milagros plantea que «el
más santo de todos los lugares de la tierra es aquel donde un anti-
guo odio se ha convertido en un amor presente» (Schucman: “26.
IX.6:1). Esta es mi percepción de nuestro mundo contemporáneo,
pues parece que, aun en la actualidad, no hemos dejado de padecer
un antiguo odio hacia nuestros cuerpos. Sea que el odio parta de
las ideas religiosas o de los estándares poco realistas de la cultura
popular, la mayoría de la gente con la que me he topado en mi
camino espiritual, sean hombres o mujeres, ha tenido que hacer
un verdadero esfuerzo por amar a sus cuerpos nuevamente (o por
primera vez). Sea que hayan experimentado una forma de abuso '
o no, han tenido que encontrar la manera de volver a confiar en
su cuerpo. La sabiduría del cuerpo es algo lejano para ellos, y
alguna vez lo fue para mí. El puente para regresar a mi cuerpo,
para transformar «un antiguo odio» en «el más santo de todos los
lugares de la tierra», lo encontré en mi corazón.
En la traducción que la doctora Karen King hace del evange-
lio, María Magdalena relata a los discípulos que contempló a Jesús
en una visión. En ella, Jesús comienza alabándola: «Bienaventu-
rada eres, pues no te has turbado al verme, pues allí donde está
el Intelecto, allí está el tesoro». En ese momento, ella le pregunta
a Jesús cómo es que puede percibirlo: «Señor, ahora, el que ve la

150
7. Cómo amar el sexo sagrado

visión, ¿la ve en alma o en espíritu?». Y Jesús responde: «No la


ve ni en alma ni en espíritu, sino que es el Intelecto que se halla en
medio de ellos el que ve la visión, y él es el que [...]» (King: 15-16).
(Las siguientes tres páginas del evangelio de María Magdalena
están perdidas).
Durante mis años en el seminario, estaba algo obsesionada
con este pasaje del evangelio de María. Quería entender la inten-
ción de Jesús al sugerir que «el Intelecto» es donde el «tesoro»
está, y qué es exactamente ese «Intelecto» ubicado entre el alma y
el espíritu, especialmente puesto que él afirma que es el «Intelecto»
lo que le permite a María Magdalena contemplarlo en la visión.
De acuerdo con la traducción que Jean-Yves Leloup hizo del
evangelio, cuando Jesús responde a la pregunta de María, en lugar
de utilizar la palabra «Intelecto» utiliza la palabra nous. El térmi-
no griego nous era mucho más complejo que nuestra comprensión
moderna de «mente» o «intelecto». Los antiguos no utilizaban la
palabra para referirse simplemente a nuestros pensamientos ni al
funcionamiento de nuestro cerebro. El nous era considerado la más
elevada de todas nuestras facultades. Platón lo describe como «la
parte más elevada del alma», o bien, «el piloto del alma» (Spidlik:
332). El nous es ese aspecto del alma que conecta lo humano y lo
divino. Es el punto de intersección entre dos mundos, o «el punto
de contacto entre Dios y el hombre en el terreno del alma» (105).
Por lo tanto, el nous es el sentido de la vista espiritual: «el ojo [...]
del corazón» (333).
Retomando el evangelio de María Magdalena, si utiliza-
mos este concepto de nous, o mente, parecería que el corazón
es el tesoro. No el corazón cual órgano físico, sino como la con-
ciencia mística del amor dentro de nosotros. El místico cristiano
Macario de Egipto, un monje y eremita del siglo 1 d.C., plantea

151,
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

lo siguiente: «Si el corazón está en el centro del ser, entonces


es a través del corazón como el hombre entra en relación con
todo lo que existe» (106). Y Teófano el Recluso, un santo de la
Iglesia ortodoxa rusa que vivió en el siglo xIx, describe que la
función del corazón es la capacidad de sentir «todo aquello que
conmueve nuestro ser» (106).
Yo jamás les pido a mis REDLADIES que hagan algo que
yo no he probado primero. Así es que ese mismo fin de semana
invernal en el que conocí a David, les pedí a las mujeres que parti-
cipaban en el retiro REVEAL que hicieran una «meditación de la
voz del alma», tras haber hablado del carácter sagrado del cuerpo.
Al hacer nuestra introspección, nos preguntamos: «¿Cómo puedo
honrar a mi cuerpo?». Todas descendimos a nuestro corazón y
estuvimos atentas a la respuesta. Yo escuché, con toda claridad,
que había una parte de mí que creía fervientemente que sólo po-
dría tener una vida sexual equilibrada y sana con una pareja. Y
recordé lo que había olvidado, es decir, que la energía sexual existe
y prospera dentro de mí sin importar si soy sexualmente activa o
no. En última instancia, la sexualidad no se reduce a un acto, y sí
se expande cual energía poderosa.
Cuando compartí lo que se me había revelado en la medita-
ción, una de las mujeres en el círculo sugirió escuchar las meditacio-
nes de Tom Kenyon sobre las Alquimias de Horus. Ella incluso me
envió una copia después del retiro, así es que comencé a practicar
cada noche antes de acostarme las Alquimias de Horus (también
conocidas como Magia Sexual de Isis). A través de un trabajo con
la respiración y la conciencia, la meditación implica imaginar una
serpiente negra y una serpiente dorada entrecruzándose de un lado
para otro entre los chakras, en su ascenso de la base de la espina
al centro del cerebro. En cierto sentido, esta visualización traslada

152
7. Cómo amar el sexo sagrado

la energía sexual de la base de la espina, también referida como


kundalini, hasta la mente. Es una meditación que pone en práctica
la máxima de los alquimistas: «Como es arriba, es abajo».
Esta meditación es un esfuerzo por reunir lo que se ha con-
cebido como opuesto: oscuridad y luz, cuerpo y alma, masculino y
femenino. El resultado de utilizar esta meditación y trabajar cons-
cientemente en mi energía sexual, en lugar de ignorarla o negarla,
ha incrementado mi vitalidad y mi salud, y quizá, de manera más
importante, me ha dado un profundo sentido de estar sexualmente
empoderada. Es un poder que es inherente al ser humano, y una
vez que uno se apropia de él, o lo reivindica, es inmensamente
curativo.
Para mí, lo que vuelve sagrado el sexo es la relación que
mantengo con mi propio cuerpo. Creo profundamente que mi
cuerpo tiene una sabiduría que está más allá de las palabras, una
sabiduría que se conoce a sí misma por completo. El cuerpo nunca
miente, y el cuerpo no es distinto del alma. En esta vida, los dos
son uno. Yo trato de estar en mi cuerpo no sólo durante el sexo,
sino a cada momento.
Cada respiración es una práctica espiritual, y el punto de
entrada es el corazón. El corazón es ese mediador entre el reino de
lo etéreo y el reino de lo material. El ojo del corazón es la esencia
del alma, el nous. Entre más presentes podamos permanecer en
el cuerpo y el centro del corazón, más nos permitiremos conectar
verdaderamente con nuestra pareja.
En mi experiencia, el sexo sagrado no tiene que ver con las
posturas del Kama Sutra que te dé por intentar, ni con el incienso
de excelente calidad que hayas encendido. El sexo sagrado radica
en nuestra capacidad de estar presentes en el cuerpo. La intimidad
puede ser difícil para muchos de nosotros. Desnudarse frente a
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

otro puede ser incómodo, en el mejor de los casos. Nos encanta


experimentar placer, recordar lo sagrado de nuestro cuerpo y, sin
embargo, dar y recibir placer puede conjurar algunas de nuestras
más grandes inseguridades e inhibiciones.
A partir de mi trabajo como consejera espiritual de mujeres,
sé que no soy la única que siente miedo y ansiedad en medio de la
relación sexual. Lo raro es ser capaz de estar presente en el acto.
Lo singular es amarnos y respetarnos lo suficiente como para
interrumpir el sexo con la finalidad de intimar verdaderamente.
Quizá no tengamos la ropa puesta, pero el verdadero arte de
desnudarse sólo emerge cuando nos atrevemos a ser reales; cuan-
do nos atrevemos a detener las cosas si el miedo nos supera, sin
importar en qué momento del acto estemos (sí, incluso entonces).
Esa es la verdadera intimidad, no nuestra destreza para provocar
el orgasmo en nuestra pareja. La intimidad es estar dispuesto
a ser vulnerable y exponernos en formas que van más allá de
quitarnos la ropa.
Hay tanta «magia» por recuperar todavía. Recordar que el
cuerpo y el alma son uno repara una antigua grieta en nuestro
entendimiento de lo que significa ser humano. Estamos aquí para
estar completamente presentes en todo lo que experimentamos en
el cuerpo —del éxtasis físico al misterio metafísico—. El extraño
beso que le di a Magnus cuando era adolescente fue sólo el co-
mienzo. Cuando nos damos cuenta plenamente del poder de estar
presentes ante un corazón enamorado, comenzamos a participar
en una conciencia que unifica y cura. Comenzamos a vivir la
condición sagrada del cuerpo, pues el cuerpo es el que le da la
oportunidad al alma de estar aquí.

154
7. Cómo amar el sexo sagrado

CORBATAS DE MOÑO Y ENTREGARSE


PLENAMENTE
LODRO

Debemos tener una actitud de reverencia hacia el sexo, pues


es esencialmente sagrado; la implicación espiritual debe estar presente.
Chogyam Trunpa Rinpoche, Work, Sex, Money

Cuando salió mi primer libro, había una foto mía con la que la
gente se encariñó. De alguna manera, siempre aparecía en la pu-
blicidad de mis conferencias. Yo jamás pretendí que fuera la foto,
aunque rápidamente me llegaron a conocer por ella.
Ahí estaba yo, vestido como generalmente lo hago, con una
camisa blanca de botones y una corbata de moño. Años más tarde, la
gente sigue yendo a mis pláticas y cuando me acerco a hablar en per-
sona, casi siempre escucho un tono de decepción: «Pensé que usarías
una corbata de moño esta noche», como si una corbata normal fuera
el gran chasco del evento. En realidad, adoro las corbatas de moño,
pero la verdad es que es algo complicado usar una todo el tiempo.
La belleza de la corbata de moño radica en que jamás podrá
ser perfecta. Como si se tratara de un acto sagrado, puedes dedicar
todo el tiempo y el cuidado necesarios a la atadura de la corbata.
Quizá quede un poco ladeada, o quizá se deshaga en algún momen-
to. Pero, verás, su belleza yace en su imperfección. De esta manera,
la corbata de moño me recuerda al sexo, en toda su desenfadada,
bella e íntima gloria. De hecho, si sustituyes «corbata de moño»
por «sexo» en este párrafo, el significado sigue siendo el mismo.
Es toda una hazaña usar una corbata de moño, pero es encantador
cuando lo haces.

155
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Lo mismo puede decirse del sexo. Nunca se ve «perfecto»


desde un punto de vista objetivo (y hablaré de eso en un momen-
to), pero puede ser tan maravilloso cuando te involucras en él.
De la misma manera en la que podemos ver el acto de vestirnos
como algo sagrado, podemos ver nuestra actividad sexual como
un tiempo para convertir lo ordinario en extraordinario, simple-
mente por el hecho de permear el acto con nuestra presencia. Al
hacerlo, las cosas pueden fallar un poco o no verse muy bonitas,
pero su aparente imperfección es parte de su grandeza. Cuando
estás plenamente presente, y lo haces de manera intencional y
consensuada, el sexo no sólo nos permite conectar más plena-
mente con el amor, sino que también invita a la persona con la
que estamos a hacer lo mismo.
La otra noche cené con una amiga, Sarah, que es la res-
ponsable de contenidos para una página web llamada MakeLo-
veNotPorn.tv. Esta página acepta y transmite videos sexuales de
gente en todo el mundo, y su objetivo es celebrar la «humanidad
desenfadada y maravillosa del sexo en la vida cotidiana». Es
un alejamiento radical de la pornografía típica, estructurada,
heterosexual y al pie de la letra, que en mi opinión, no es muy
estimulante. Puesto que no soy yo quien sale en los videos no
puedo aseverarlo, pero las versiones pornográficas típicas del
sexo no me dan la impresión de ser sagradas.
Después de ponernos al corriente sobre nuestras vidas
amorosas y los amigos en común, Sarah y yo terminamos hablando
del trabajo. Lo que ella hace es, por un lado, ver los videos sexua-
les de personas comunes y corrientes y, por otra, armar una red de
estrellas reales de porno. No me sorprendí cuando me dijo que,
durante su tiempo como responsable de contenidos, había apren-
dido que el sexo que tenemos en nuestras relaciones cotidianas es

156
7. Cómo amar el sexo sagrado

el mejor. Y, ¿por qué lo es? Porque es real. Y entre más podamos


sintonizarnos con lo que es real, con lo que está sucediendo en este
momento, más podremos apreciar lo que es sagrado.
Como Chogyam Trungpa Rinpoche apunta en la cita
que abre esta sección, el sexo debe considerarse un acto sagrado.
De esta manera, entregarse plenamente significa preocuparse lo
suficiente por el otro como para estar presente con lo que sucede.
Como Meggan dijo previamente en este capítulo, entre mayor sea
nuestra capacidad de estar presentes —en el centro del corazón,
en nuestros cuerpos—, mayor será la conexión que establezcamos
con nuestra pareja. Cuando sólo estamos ahí con alguien, particu-
larmente al desnudo y con la intención de dar y recibir placer, lo
que hacemos es ofrecer nuestro corazón. En ese momento, cuando
nos mostramos tan plenamente, el amor se manifiesta en una
forma extremadamente pura.
Una de las formas más sustanciosas de expresión amorosa es
hacer el amor. Puedes tener una relación comprometida de años o
puedes conocer a alguien en un bar y sentirte tan atraído hacia esa
persona como para pasar la noche juntos. Una amiga experta en
el sexo holístico y el arte de las citas, resumió mi opinión cuando
dijo: «No tengo ningún problema con la putería, siempre y cuando
sea ética». En cualquier caso, si quieres tener una vida sexual plena
que sea coherente con lo que eres, es importante hacer un análisis
de tus intenciones en cuanto al sexo, la creación de entornos segu-
ros para el acto y la utilización de este tiempo íntimo con otro ser
humano como una oportunidad sagrada.
Mi maestro, Sakyong Mipham Rinpoche, observa que
conocer nuestra intención es un factor clave en todas las áreas
de nuestra vida. Si decides cambiar de trabajo, es importante
saber por qué te interesa ese campo laboral. Si se te antoja beber,

157
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

es importante saber por qué quieres emborracharte. Y cuando


busques relacionarte con alguien más, en particular sexualmente,
es importante saber por qué quieres involucrarte de esa manera
con la otra persona.
Hay millones de razones por las que uno puede terminar
durmiendo con otro ser humano. Puedes estar enamorado y deseas
expresar tus sentimientos físicamente. Puedes tener el corazón roto
y buscas olvidar a tu ex en brazos de alguien más. A lo mejor te
presentan a alguien por quien sientes una profunda e inmediata
afinidad, así es que, como no sabes si volverás a ver a esa persona,
aprovechas la oportunidad y te acuestas con ella. Personalmente,
he estado en todas esas situaciones (y algunas más), y sé que puede
haber más de una razón que las explique.
Yo tengo por regla no juzgar las razones por las que alguien
decide acostarse con otra persona de manera consensuada, pero
ofrezco unas palabras de cautela: saber por qué haces lo que haces
será clave en determinar si tu experiencia es enriquecedora o medio
desagradable. Como con todas las cosas, saber por qué queremos
hacer algo nos ayuda a aclarar cómo acercarnos a esa actividad.
Por ejemplo, hacer el amor cuando estoy en una relación com-
prometida es una manifestación evidente de la ternura apasionada
y bella que existe entre nosotros. Mi intención es clara en estos
casos: amar y ser amado.
Como ejemplo de una época en la que no tenía tan claras
mis intenciones, hace muchos años cuando mi corazón estaba roto
y trataba de sobreponerme al dolor de una ruptura, usaba (o, más
bien, abusaba de) mi poder sexual, pues mi corazón no estaba del
todo abierto. Me engañaba a mí mismo al creer que estaba enamo-
rado de esta nueva pareja sexual, y ciertamente me sentía atraído
hacia ella a muchos niveles, pero parte de mi corazón estaba

158
7. Cómo amar el sexo sagrado

completamente cerrado. Yo no estaba consciente de mi intención,


la que, en parte, apuntaba a distanciarme de los sentimientos de
dolor por la ruptura, y como resultado terminé lastimando a esta
mujer y perpetuando mi propio sufrimiento.
Quizá has tenido una experiencia similar, en donde no esta-
bas cierto sobre tu intención y terminaste cometiendo un error y
ocasionando dolor (a ti o a otra persona). Lo que quiero decir, si
hacemos a un lado el sexo, es que es difícil tener una relación con
alguien y siempre estar en sintonía. Todos cometemos errores al
malinterpretar una situación o decir algo poco amable, y termina-
mos causando sufrimiento. Yo comparto mi historia no para sacar
a la luz lo patán que fui (aunque lo fui, dejémoslo en claro), sino
porque aprendí de ese error y no lo repetí.
Los errores son valiosos para nuestro camino espiritual.
Cuando cometas un error puedes verlo como una oportunidad,
y quizá tu intención se haga patente. De esta manera, podrás
analizar la situación y darte cuenta de que diste el paso equivo-
cado. El siguiente paso es hacer un compromiso contigo mismo
para nunca cometer ese tipo de error nuevamente y, si puedes,
enmendar las cosas.
El sexo sagrado comienza y termina en la intimidad. La
intimidad aquí es ese sentido de entrega del que Meggan habló
antes en este capítulo. Si tú puedes preservar la intimidad con tu
pareja —antes, durante y después del coito—, entonces habrás
creado un ambiente sagrado dentro del cual ambos podrán sen-
tirse valorados.
Crear un ámbito sagrado para el acto sexual comienza antes
de cualquier contacto físico, con una entrega en la que le permites
a tu corazón abrirse y aceptar a la otra persona por lo que es. Esta
ternura, que se asocia al bodbicitta, tiene el potencial de surgir en

159
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

cualquier momento. Puedes estar en un bar y conocer a alguien


por quien sientes verdadera empatía, y establecer una conexión
mientras beben un whisky y comparten una o dos historias de las
que te hacen llorar. Puedes estar con tu pareja de años, con quien
acabas de regresar del mejor paseo nocturno en la vida, y ahora
están sentados en el sillón, recapitulando los mejores y los peores
momentos del día. Puede suceder con un completo extraño, un
amigo, un colega o tu vecino. El punto es que permites que las de-
fensas que rodean tu corazón se vengan abajo, y la persona entre.
Cuando abrimos nuestro corazón y buscamos conectar con
otro ser humano, creamos un espacio seguro para que ellos hagan
lo mismo. Esta apertura y creación de un espacio contenido es el
primer paso para llevar el acto sexual físico al ámbito de lo sa-
grado. Desde una perspectiva budista tradicional, podemos decir
que esta es la visión o intención. Adoptas la visión de que lo que
quieres hacer con esta persona es un acto sagrado, y no un acto
casual y medio inconsciente.
El siguiente aspecto es el acto en sí mismo. En algún
momento de la conmovedora historia, la persona que acabas de
conocer se inclina y te besa dulcemente en la boca. O tú mientes
sobre tu pareja de años y comienzas a besarla con delicadeza en el
cuello. Una vez que ambos se han embarcado en una experiencia
consensuada, no debes sorprenderte si la comunicación que han
compartido hasta el momento intensifica la intimidad y el gozo
del contacto físico.
He utilizado la palabra «consenso» varias veces ya, pero
quiero aclarar lo que quiero decir en concreto. Consenso no sola-
mente significa la ausencia de la palabra «no». Se trata de estar en
sintonía con otra persona y reconocer cuando pide ciertas conduc-
tas y rechaza otras. Algunas personas se excitan al hablar sucio,

160
7. Cómo amar el sexo sagrado

dejarse nalguear o dominar al otro; otros lo hacen con lo opuesto.


Tú no necesitas preguntar constantemente si las cosas van bien
(nadie quiere eso), pero lo que sí puedes hacer es sondear de vez
en cuando y, de manera más importante, estar lo suficientemente
presente como para notar las reacciones del otro.
Para crear un espacio contenido en el cual puedas vivir este
aspecto sagrado de tu sexualidad, también es importante ser ex-
presivo. Comunícate desde el corazón y deja que tu pareja sepa lo
que te gusta, lo que no y lo que te pone los pelos de punta. Como
dice Chógyam Trungpa Rinpoche: «La comunicación no siempre
puede llevarse a cabo a través de un proceso verbal o mental; en
ocasiones, la comunicación tiene que ser física. Esto no debe ser un
asunto puramente biológico para liberar tensión sexual, sino una
apertura psicológica y total ante alguien más» (Trungpa: 104). Si
puedes rendirte ante tu pareja y abrirte por completo, con lo difícil
que esto suena, la comunicación fluirá naturalmente.
En mi experiencia, lo más doloroso que alguien puede hacer
en la cama es cerrarse y cortar la comunicación. Las paredes alre-
dedor de su corazón se elevan, y con toda probabilidad las paredes
de tu propio corazón harán lo mismo. Si puedes permanecer en el
momento presente con tu pareja —y eso significa no fantasear con
alguien más, ni evadirte de la experiencia nombrando a todos los
jugadores de los Red Sox—, y si puedes hundirte en lo profundo de
tu propio cuerpo, entonces tu pareja seguramente hará lo mismo y,
por tanto, compartirán de igual manera la experiencia.
Además de crear un espacio seguro para el acto físico,
otra consecuencia de una buena comunicación en la cama es la
de abrirle paso a cualquier experiencia emocional. En los textos
budistas se ha dicho que durante el orgasmo uno puede despertar
genuinamente durante un momento y dejar que la mente se pose

6
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

en esa naturaleza innata —el estado plenamente despierto— y sólo


ser. Esa es una experiencia profunda, y tendrá más probabilidades
de durar si estuviste presente durante todo el acto.
También puede suceder que ese estar presente resulte en una
oleada de emociones en ti, en tu pareja o en ambos. No es poco
frecuente que cuando uno se suelta físicamente algo alojado en
algún rincón de la caja fuerte de las emociones emerja con po-
tencia, y uno acabe llorando o riéndose. Sin importar qué pase, si
puedes permanecer presente, podrás conservar la seguridad y la
sacralidad de ese espacio.
Tras haber tenido la experiencia con el corazón abierto y la
presencia plena, puedes reflexionar sobre ella. ¿Te sientes inspirado
o deprimido después del coito? Si acababas de conocer a la per-
sona esa noche, ¿te sientes más conectado a ella? ¿Menos? Si has
estado con tu pareja durante algún tiempo, ¿la experiencia fue un
soplo de brisa fresca o algo automático? Hacer este tipo de análisis
después de una experiencia tan poderosa sienta las bases para tu
acercamiento a la persona y a la actividad a partir de ahora.
El Dalai Lama ha dicho: «Nuestro propósito principal en
la vida es ayudar a otros. Y si no puedes ayudarlos, al menos no
debes lastimarlos». Creo que este consejo es una pauta excelente
para las relaciones sexuales. Sin importar los antecedentes de cómo
conociste a tu pareja sexual ni hacia dónde se dirige el vínculo,
puedes utilizar este parámetro para juzgar si saltas a la cama con
ella o no. Si crees que la experiencia será benéfica para ambos, con
base en una comunicación abierta, entonces adelante. Si sientes
que puedes provocarte daño a ti mismo o provocarle daño a tu
pareja, entonces retírate. El efímero placer del sexo no lo vale.
En todo lo que hacemos es necesario trabajar desde el ci-
miento del cuidado y el amor hacia nosotros mismos, y después

162
7. Cómo amar el sexo sagrado

expandir esto para incluir a nuestras parejas románticas. El sexo


es algo increíblemente especial, y tú mereces disfrutarlo con gente
que te importa, y con base en intenciones congruentes, de manera
consensuada y recíproca, para que la experiencia sea enriquece-
dora. Si puedes observar estos principios básicos y contemplas el
acto como una oportunidad para conectar con los aspectos más
sagrados de tu ser, tendrás una vida sexual sana y gozosa.

Sugerencias para cultivar el sexo sagrado

DE MEGGAN

T Sé transparente (en primer lugar contigo mismo). Pregúnta-


te si esto es realmente lo que quieres. Si escuchas o sientes
que no, honra esa respuesta tanto como honrarías un «sí».
Dedica un momento para encender una vela, pronunciar
una bendición o sólo hacerle un guiño rápido a tu alma.
El sexo nunca está desprovisto de alma. Cada experien-
cia física tiene el potencial de ser espiritual, y enseñarnos
algo que nos lleve a una mayor conciencia y plenitud.
« Permanece presente. En mi experiencia, la sacralidad
del sexo es directamente proporcional a cuán presente
puedo estar en mi cuerpo mientras lo hago. Si tus pen-
samientos son más seductores, entonces tómalo como
una enorme señal de que ese momento no es el más
apropiado para intimar.
¿* La energía sexual es un poder. A través de ti, fluye esta
energía sagrada, sin importar si tienes sexo o no. Descubre
qué te inspira y cultiva la energía sexual para acentuar tu
creatividad o manifestar lo que más quieres en la vida.
Cómo amarte a ti mismo (y, en ocasiones, a otras personas)

DE LODRO

“1, Date cuenta de que no hay forma equivocada de tener


sexo, suponiendo que es consensuado y ético. Trata de
no juzgar ni tu cuerpo ni tus deseos durante el sexo.
(2. Cuando percibas que te distraes y dejas de estar presente
en tu cuerpo, regresa con la respiración. La respiración
siempre está disponible para nosotros, así es que es un
recurso que puede devolvernos a nuestra forma física.
(3, Las conversaciones después de hacer el amor pueden ser
muy divertidas. Desde el «wow, fue fantástico» hasta el
«me encantó cuando...», la comunicación puede inspirar
confianza en la otra persona y permitirle saber qué es lo
que te gusta. La comunicación abierta le hace saber a tu
pareja cuán sagrado es el acto para ti.
'4. Trata de ponerte una corbata de moño. No una que se
atora con segurito, sino una real. El cuidado que uno
pone en los actos simples de la vida, como el de anudarse
una corbata de este tipo, se traslada a todos los ámbitos,
incluyendo el de las cuestiones más íntimas.

164
"e Si

¿Cómo amar con


el corazón roto

En lugar de permitir que la negatividad se lleve lo mejor


de nosotros, podemos reconocer que en este mismo
momento estamos por los suelos y no ser quisquillosos
a la hora de echar un vistazo a lo que pasa.
Pema Chódrón, Cuando todo se derrumba

TRASCENDER LA TRAMA
LODRO

Una de mis películas favoritas es (500) días con ella, pues es


una cinta hermosa y bien escrita que registra el comienzo, la
madurez y el final de una relación. Se trata de corazones rotos,
destino y todas las expectativas que surgen cuando uno se
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

involucra románticamente con otro ser humano. Nuestro pobre


y afligido héroe —convertido en guionista—, Scott Neustadter,
basó la película en una historia real, la cual abre con este aviso:

Cualquier semejanza con los vivos o los muertos es mera


coincidencia. Especialmente tú, Jenny Beckman. Perra.

La otra noche volví a ver la película y después investigué un poco


sobre esta Jenny Beckman, la heroína distante, sólo para encontrar
un artículo escrito por Scott sobre la semejanza entre la película y
su vida. ¿La mejor parte del artículo? La única vez en que volvió
a ver a Jenny tras el rompimiento fue en una cena. Ellos se pusie-
ron al corriente sobre diversos asuntos y, al final, él le entregó su
guión. Pasó algo de tiempo y Scott finalmente recibió una carta de
Jenny, quien le decía que la historia le había encantado y que se
identificaba con la male heroine. A pesar de que Scott había escrito
toda una película basada en su relación, Jenny no se reconoció
para nada en ella.
Cuando vivimos una ruptura, hay tanta trama involucrada:
Buscamos desesperadamente todo aquello que pudimos hacer de
manera distinta, las razones por las que debió de haber funcionado,
señales tempranas de advertencia sobre el derrumbe de la relación,
en fin: todo. Ciertamente, eso pasa conmigo. Y con mucha fre-
cuencia, como lo demuestra el caso de Scott, la manera en la que
recordamos la relación es sólo una versión de una historia mucho
más compleja.
Yo jamás he escrito sobre el rompimiento de mi compro-
miso. Es un tema muy doloroso, pero me he contenido principal-
mente porque no quiero alterar a mi ex. La llamaremos «Blaire»,
puesto que en la primera etapa de nuestra relación me pedía que

166
8. Cómo amar con el corazón roto

me acostara con ella en la cama para ver episodios de Gossip Girl.


Blaire solía leer todo lo que yo escribía, y editaba gran parte de mi
trabajo, pero ha pasado tanto tiempo que es probable que jamás
llegue a conocer esta versión de nuestra historia.
De manera parecida al héroe de (500) días con ella, yo era
un gran creyente del destino. Me había mudado a la ciudad de
Nueva York en septiembre de 2008. Tres semanas después, fui con
un pequeño grupo de amigos a un bar en Brooklyn en el que jamás
había estado (y al que no volvería a ir en muchos años). Había
pasado como media hora, y de pronto una mujer hermosa, pero
borracha, entró al bar y unos minutos después se acercó a mí y me
preguntó si iba con frecuencia. Yo me reí y le dije:
—¿Esa es tu frase seductora?
—Sí, esa es mi frase seductora. ¿Vienes aquí seguido?
Ambos estábamos ebrios, y nos besamos esa noche.
Si aprieto el botón para adelantar la película, asistimos a
unas cuantas fiestas medio incómodas para irnos conociendo,
comenzamos a salir, nos convertimos en una pareja, nos muda-
mos a la misma casa, vivimos en ciudades distintas durante un
tiempo y, finalmente, nos reunimos y nos comprometimos. En
retrospectiva, el momento para hacerle la gran pregunta no fue
oportuno. Éramos felices juntos, pero ella estaba por entrar a
un programa de maestría en otro punto del país. Antes de con-
templar si nos mudábamos, yo quería un compromiso. Buscaba
tierra firme en el terreno pantanoso de las relaciones amorosas.
Ella regresó del trabajo una noche y encontró flores por todos
“lados, velas encendidas y, a mí, de traje y en una rodilla. Nuestra
vida hogareña era maravillosa y yo quería hacer la propuesta en
aquel departamento que compartíamos. Mientras pronunciaba
mi genuino y varias veces ensayado discurso, nuestra perrita

167
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

entró con el anillo alrededor de su cuello. Blaire dijo que sí, y


regresamos a ese bar de Brooklyn a celebrar.
Ella decidió dejar la ciudad para ingresar a un programa de
un año en Chicago, para el cual la becaban. Ella también decidió
que yo no debía abandonar mi vida en Nueva York, pues sólo se-
rían nueve meses de ausencia. Planeíbamos volver a vivir juntos en
primavera. Con toda intención describo esta imagen idílica porque
es así como recuerdo nuestra relación, la cual era hermosa y me
inspiraba a ser un mejor ser humano. Siempre estaré agradecido por
ello. Al mismo tiempo, todavía llevo cargando mucha confusión,
dolor y enojo por nuestra separación. A seis meses de su partida, y
después de no haber sido muy regulares en nuestras visitas, llegué
a Chicago. Hicimos el amor, vimos televisión en su cama y después
ella recibió un correo electrónico de su mamá, quien le preguntaba
sobre sus planes para ir a Londres durante el verano.
Eso condujo a lo que (yo creo) ambos pensamos sería una
conversación inocente sobre los planes de verano y el momento de
regresar a Nueva York. Unos pocos minutos más tarde, nuestra
plática dio un mal giro. El tema debió de haberla rondado durante
un tiempo, pero era la primera vez que yo lo escuchaba en voz alta:
«¿Y qué si no quiero regresar a Nueva York?».
Yo me puse a la defensiva, y ella de manera simultánea se
sintió arrinconada por mi expectativa de vivir Nueva York, y no
en Londres o en otra parte del mundo. Yo buscaba una certeza;
ella, libertad. Yo trataba de establecer alguna fecha para una
mudanza potencial a nuestro nuevo departamento neoyorquino;
ella contemplaba viajar por el mundo. En otras palabras, ella no
estaba lista para casarse conmigo, y de alguna manera habíamos
tropezado, al mismo tiempo, con lo evidente de esa situación.
Dimos un largo paseo a pie y, después de una o dos horas, ese

168
8. Cómo amar con el corazón roto

inocente plan para las vacaciones había escalado a tal punto que
resultó en su decisión de romper nuestro compromiso.
No me siento orgulloso de lo que aconteció después. Es
poco frecuente que decida utilizar la palabra «devastado», sin
embargo, creo que es la palabra certera para describir mi estado
mental en ese momento. Tomé el siguiente vuelo a Nueva York, me
senté en la parte trasera y comencé a llorar desconsoladamente. La
aeromoza me dio unas cuantas botellas de whisky cuando vio el
desastre en el que me había convertido. Contacté, completamente
borracho, a unos amigos por Skype, para decirles lo que había
pasado. Aterricé en el JFK, tomé un taxi y me entregué a la bebida.
El recuerdo de las siguientes semanas es algo confuso. No
habíamos terminado oficialmente, pues había sido una decisión
crucial salida de la nada, así es que nos dimos unos cuantos
meses para ver qué ocurría. Entre más tiempo pasaba, Blaire se
iba sintiendo más segura sobre la decisión de no casarse conmigo,
pues no tenía sentido hacerlo en ese momento. Yo imploraba una
explicación. ¿Qué es lo que había hecho? Ella no podía darme
ninguna, puesto que nuestra relación era buena. Todo se reducía
a que yo no era la persona adecuada en el momento adecuado.
Después de tres años y medio juntos, me encontraba solo y con el
corazón roto.
Pero no estaba solo. Tenía buenos amigos, whisky, Games
of Thrones y la trama para seguirla. ¡Ah! ¡La trama! En mi mente,
escribía todas las maneras posibles de recuperarla. Contemplaba
los momentos clave que pudieron habernos llevado al rompi-
_miento. Los «¿por qué?» me enfermaban: «¿Por qué sentía ella
que necesitaba irse a Londres sin mí?» «¿Por qué no podíamos
enmendar las cosas» «¿Por qué me había dicho que quería pasar el
resto de su vida conmigo si no lo sentía realmente?».

169
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

La razón por la que me encanta la historia de Scott Neus-


tadter y Jenny Beckman se debe a que Scott pudo cimentar con
claridad su historia sobre cómo surgió la relación, los buenos y
los malos momentos y las razones exactas por las que fracasó. Sin
embargo, Jenny debió de haber tenido una versión completamente
distinta si ni siquiera pudo reconocerse en el guión que él escribió
sobre su tiempo juntos.
Me inclino a suponer que Blaire tiene una versión muy
distinta de nuestro tiempo juntos. Quizá yo me distancié durante
su partida a Chicago y me convertí en un arrogante autor que
viajaba y no se daba el tiempo para ella. O quizás ella cambió tan
radicalmente en su programa de maestría, que dejé de ser el tipo de
hombre en el cual podría interesarse. O quizá lo que yo clasifiqué
como una relación amorosa, buena y libre no era tal para ella.
Blaire tiene su historia, y yo tengo la mía, y ninguna de las dos es,
en sí misma, «correcta».
Cuando uno pasa por un rompimiento, no existe una res-
puesta definitiva a los «¿por qué?». Las grietas que surcan toda re-
lación, sea romántica o de otra naturaleza, llegan en miles de formas
distintas y se van acumulando. Algunas veces un motivo obvio para
un rompimiento, como lo sería una infidelidad, se basa en miles de
razones no pronunciadas («No lo apoyé durante la muerte de su
padre». «Él comenzó a sentir que ya no podía hablar conmigo». «Le
dije que necesitaba más intimidad y no le dio importancia»).
Más adelante, Meggan nos dirá que lo que se parte en mil
pedazos es el ego, y no el corazón. El ego es la parte de ti que busca
el gran «¿por qué?», esa razón que si sólo pudieras descubrir, la
situación sería menos confusa y dolorosa. El ego fue lo que hizo de
ti y de tu pareja algo sólido e intocable, y no un par de personas
que están en transformación y evolución constante, idealmente la

170
8. Cómo amar con el corazón roto

una junto a la otra. El ego es lo que puede causarnos un dolor


enorme, si no dejamos de alimentarlo con fantasías y tramas sobre
lo que pudimos haber hecho de manera distinta.
Cuando sueltas al ego, con sus infinitas versiones de los
«¿por qué?», te quedas con una sensación de absoluta vulnerabi-
lidad y desprotección. Cuando estamos con alguien, creemos que
vamos a permanecer de esa manera y que nada nos desilusionará,
y por tanto construimos alrededor de nuestro vulnerable corazón
una armadura protectora. Pero sucede que la persona se va y
quedamos hechos un desastre. Un corazón roto es, en realidad,
nuestro corazón natural que ha sido despojado de la armadura que
proporciona una relación «segura». No se siente bien, desde un
punto de vista convencional, pero es bueno para nosotros.
La maestra budista tibetana, Pema Chodron, ha dicho que
esta experiencia de un corazón roto es similar a esa sensación
cruda y maravillosa del bodbicitta discutida con anterioridad.
Este bodhicitta, o corazón abierto/despierto, es nuestro estado
natural. Siempre tenemos la posibilidad de estar abiertos, incluso
cuando sentimos dolor. Pema Chodron escribió: «Algunas veces
este corazón roto le abre paso a la ansiedad y al pánico; en ocasio-
nes, al enojo, el resentimiento y la culpa. Pero, bajo la dureza de
esa armadura, se encuentra la ternura de la tristeza genuina [...]
Este dolor continuo del corazón es una bendición que, cuando
se acepta plenamente, puede compartirse con todos los demás»
(Chodron, Places 4). Cuando te permites sentir este dolor natural,
comprendes cómo navegar el sufrimiento hacia esa apertura, ese
bodhicitta, que es liberador para ti y también para los demás, pues
te permite vincularte de manera más genuina con otras personas.
Cuando sentimos ese dolor, todos contamos con alguna
actividad que nos permite distraernos y reducir la intensidad

171
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

del sufrimiento. Quizá tú seas como yo tras la ruptura de mi


compromiso, y sueles recurrir al alcohol; o quizá lo tuyo sea
tratar de elevar tu autoestima saliendo con otras personas; o lo
que haces es hibernar en tu departamento, en completa soledad,
mientras te atracas de comida chatarra y no paras de ver tele-
visión; o haces lo opuesto y tomas el siguiente vuelo y te alejas
de la ciudad. Sea cual sea tu método específico, es importante
analizar si realmente te ayuda.
En mi experiencia, cuando tratas de olvidar a esa persona
especial con una distracción como el alcohol, lo que sucede es que
despiertas al día siguiente crudo y con más dolor, pues tanto tu
cuerpo como tu mente están en mal estado. Es imposible evitar
el sufrimiento de un corazón roto, así es que lo mejor que puedes
hacer es sentarte junto a él.
Me doy cuenta de que, como tantos de los consejos que
Meggan y yo ofrecemos, «sentarte con tu dolor» se dice fácil, pero
no lo es. Años más tarde, cuando yo pasé por un rompimiento
similar (y todas las cuestiones de abandono volvieron a surgir),
supe que la mejor manera de atravesar el dolor era tomarme un
tiempo para descansar.
Percibía el dolor de añorar a mi pareja, quien ya no era
alguien con quien pudiera compartir mi vida, y la sensación de
hundimiento que ocurría en mi cuerpo. Cuando eso sucedía, me
acostaba y simplemente respiraba. Intenté no hacerle caso a las
tramas que salían a flote porque me hacían regresar, una y otra
vez, a la sensación de hundimiento. Y, entonces, como si hubiera
pronunciado algún hechizo, esa sensación se disipaba y podía
regresar a mis actividades. Al descender a ese núcleo de mi dolor,
terminaba sintiéndome liberado.

172
8. Cómo amar con el corazón roto

EL AMOR NO ES SUFICIENTE
MEGGAN

Recuerdo el momento con toda nitidez. Estábamos el uno frente al


Otro, y nuestra terapeuta jungiana se sentaba a un costado, entre
nosotros. Mi hijo dormía en su carriola a mi derecha, como era su
costumbre. Tenía siete meses, y habíamos entrado a terapia poco
después de su nacimiento. En ese momento, trataba de recuperar-
me de lo que la terapeuta acababa de decir. La toma de conciencia
detonó como una bomba dentro de mi corazón, y si bien me había
percatado de ello durante un tiempo, en retrospectiva creo que
no pude aceptarlo realmente hasta ese momento. Esto es lo que
la terapeuta dijo: «No puedes luchar por una relación si sólo hay
una persona en el ring». Ella me veía directo a los ojos, y man-
tuve su mirada mientras mi corazón continuaba desintegrándose.
Mi amor, mi pareja, mi esposo, mi amigo más cercano no podía
verme. La verdad era devastadora y dolía demasiado.
Éramos buenas personas. No siempre pudimos ser buenos
el uno con el otro, pero jamás fuimos crueles. Incluso en nuestros
momentos más crudos y humanos, momentos en donde salieron
a relucir partes desconocidas de nosotros mismos, había un
destello de esa intención inicial que habíamos establecido para
nuestra relación, es decir, ser una fuente de apoyo para trascender
nuestros miedos. Ambos estábamos ávidos de crecer y conocernos
más profundamente. Entre nosotros había un gran amor y un ma-
ravilloso bebé, al que habíamos convertido en nuestra prioridad.
- Había tanta belleza, tantas señales, inmensas bendiciones y apoyo
de cada una de nuestras familias. Es por ello que todos parecían
necesitar un motivo, una transgresión evidente y terrible, o algún
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

tipo de traición a lo más esencial que hiciera de nuestro divorcio,


o «separación consciente», algo inevitable. Pero la claridad sobre
las razones por las que nuestro matrimonio terminó es algo que
apenas comienzo a entender, cuatro años más tarde.
Me tomó meses adaptarme a la verdad: estaba sola en mi
matrimonio. Me tomó meses encontrar una manera de «salvar»
o «reparar» la relación, y sollozar en la regadera con la puerta
cerrada y orar, con un fervor sin precedentes, por una guía para
saber qué paso dar a continuación. Había tanto amor que no podía
entender por qué no éramos capaces de encontrar una manera
de hacer funcionar las cosas. Finalmente, llegó el día en el que
mi esposo pudo decirme su verdad. Él me amaba, pero no podía
convencerse de que nuestro matrimonio fuera adecuado para él.
La ambivalencia nos había estado atormentando, y finalmente me
pidió la separación. Varias semanas más tarde me mudé a un de-
partamento de una recámara con mi hijo de diez meses, y comencé
una de las transiciones más difíciles de mi vida.
La parte espiritual en mí quería rodear esto. Quería conectar
con lo divino, meditar, acudir millones de veces al día a ese lugar
interior de amor inquebrantable. Quería espiritualizar mi pesar,
convertirlo en un regalo y una oportunidad inigualables, de manera
instantánea. Quería tomar el dolor, su crudeza y su profundidad,
y transformarlo en palacios de luz y sabiduría. Quería construir
una catedral dentro de mí y pasar el resto de mi vida arrodillada
en ella. Pero esto no es lo que quería mi alma para mí. Cada vez

" Debo agradecer a Gwyneth Paltrow por este término, pues me topé con él mien-
tras leía un artículo en la revista People de marzo de 2014. Ella describió su divorcio
con el vocalista de Coldplay, Chris Martin, como una «separación consciente».

174
8. Cómo amar con el corazón roto

que iba hacia dentro y pedía —o más bien imploraba— de mi alma


algo de claridad sobre cómo transitar este dolor, escuchaba una
orden definitiva: «Permanece donde estás».
Yo estaba en el abismo del dolor, y la única manera de
salir de él era sentirlo por completo. No podía dejar que el dolor
menguara la riqueza; no podía permitir que el desenlace de nuestra
relación ensombreciera la luz compartida. No podía satanizarlo.
Yo estaba consciente del riesgo al decir «acepto». Mi alma había
aceptado. Yo no era una víctima. No podía saltarme el trabajo y
aparecer de la nada el diamante que este dolor crearía, y tampoco
podía etiquetar nuestra relación como un error colosal. Sabía que,
para mí, la curación sólo ocurriría abriéndole la puerta al dolor.
Necesitaba soportar el incendio.
Todo lo falso se vino abajo. Sofocar mis propias necesidades
para satisfacer primero la del otro era una elección que ya no podía
permitirme tomar. Necesitaba estar dispuesta a perder el afecto
y el apoyo de los demás. Necesitaba volverme fuerte y valiente.
Necesitaba resguardar la intimidad que tenía con esa vOz suave y
serena dentro de mí.
Lo que más me dolió perder en nuestro proceso de separa-
ción consciente fue ser parte de una familia. Los ojos se me iban
cuando veía a un hombre con su hijo montado en sus hombros y
su pareja caminando de la mano junto a él; también cuando me
sentaba en un restaurante junto a una familia de cuatro, pues eso
me hacía anhelar dolorosamente su perfecta simetría (mi hijo y
yo compartíamos nuestra pequeña mesa para dos). Ah, pero mi
verdadera «kriptonita» eran las vacaciones. Sin importar cuál era
el festejo, inevitablemente caía en garras de la desesperanza. Y la
pregunta que trataba de responder con desesperación comenzaba
a rondarme nuevamente: «¿Por qué mi amor no fue suficiente?».

£ O]
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Desde hace unos cuantos años, la familia de mi cuñado


me ha invitado a pasar con ellos el Día de Acción de Gracias en
Connecticut, mientras mi hijo celebra con la familia de su papá en
Long Island. Una vez sugerí que practicáramos una tradición en la
que mi mamá siempre insistía, y que consiste en tomar turnos para
compartir aquello por lo que nos sentimos agradecidos. En un fes-
tejo reciente, mi pequeña hermana llevó un sombrero de fieltro con
la forma de un pavo que había conseguido en un desfile en Nueva
York. Así es que para la tradición de la gratitud, sugerí que cada
uno compartiera lo suyo mientras usaba el sombrero. Mi hermana
menor y su esposo fueron los primeros. Ellos se habían casado el
verano pasado, así es que cada quien expresó su gratitud por tener
una pareja en esta vida. Ambos se mostraron muy emotivos, lo
cual era poco común en ellos.
Los padres de mi cuñado estaban sentados el uno frente al
otro en cada una de las cabeceras de la mesa. Su padre fue el último
en hablar, y pidió que le prestáramos atención. Comenzó dando las
gracias por su maravillosa familia, sus dos hijos y el hecho de que
éstos hubiesen encontrado al amor de su vida. Estaba agradecido-
por su trabajo, pues en él había creado vínculos significativos con
otras personas a lo largo de los años. Hasta este momento, él había
hecho contacto visual con todos nosotros, pero repentinamente,
sus ojos tuvieron un solo objetivo.
Él miró a su esposa, que estaba del otro lado de la mesa,
como si fuera la única persona en la habitación. Se hizo un silencio
absoluto. Él comenzó a hablar y después se detuvo, su cabeza se
inclinó, como si el peso de lo que necesitaba decir fuera abrumador.
Yo pensé en el hecho de que habían sobrevivido una separación y
que volver a estar juntos era una especie de milagro. Entonces él
volvió a verla directamente, con lágrimas en los ojos, y dio un

176
8. Cómo amar con el corazón roto

golpe con el puño en la mesa. «Tú», dijo con una fuerza que me
sacudió. «Tú eres la razón por la que más agradecido me siento»,
declaró mientras que los pequeños sombreritos blancos de chef
en la punta de cada patita del pavo comenzaron a temblar por la
emoción que lo embargaba.
El psicoanalista jungiano, Murray Stein, describe un matri-
monio o una unión a largo plazo como una relación que brinda
la oportunidad para la transformación. Él afirma que para que
sobreviva y crezca en forma dinámica, debe contener una imagen
mutua de integración y completitud. El matrimonio no tiene que
proyectar una imagen de la familia tradicional, ni un esfuerzo
creativo conjunto, sino una imagen o una visión, dice Stein, «que
pueda albergar lo consciente y lo inconsciente, lo masculino y lo
femenino, lo bueno y lo malo, en un marco de polaridades unidas»
(Stein: 103). Una relación con una imagen compartida de una vida
sirve como un contenedor, como el caldero del alquimista. La
unión de estas dos partes forma una tercera, que es «una presencia
vital, el espíritu de la unión, el cimiento irracional de la empresa
conjunta» (Stein: 101).
Mi matrimonio tenía mucho amor, y el amor continuó
creciendo a través del proceso de nuestra separación consciente,
y sigue haciéndolo ahora. Pero lo que mi matrimonio no tenía era
ese «cimiento irracional» que nos permitiera a ambos creer en este
amor, elegirlo para entregarnos a la otra persona por el resto de
nuestras vidas. El amor por sí mismo no es suficiente, pues necesita
una visión a la cual entregarse. La enérgica osadía que atestigié
con el puñetazo en la mesa —la lucha de elegir a esta persona
una y otra vez— no giraba únicamente en torno al amor. Lo que
les permitió sobrevivir una separación, y los muchos incendios
cotidianos que hicieron necesaria esa separación, fue una visión

Ki
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

compartida de una vida juntos, una visión compartida de lo que


ese amor que siente el uno por el otro puede crear y manifestar.
La familia constelaba su mundo, era ese «tercero» entre ellos al
que cada uno había entregado su vida, ese algo más que cada
uno lucharía por proteger. Ellos comparten un compromiso con
respecto a esta relación y una creencia en su poder de transformar
sus vidas ordinarias en algo extraordinario (algo que no habrían
podido crear en soledad).
La leyenda de María Magdalena conduce a una pequeña
aldea junto al mar en el sur de Francia. Supuestamente, después de
la Ascensión, María Magdalena viajó a Roma para testificar ante la
corte de Tiberio César que Jesús había resucitado. Después de dar
testimonio de la resurrección de Jesús, ella continuó su apostolado
a lo largo del Mediterráneo. Con María Jacoba, María Salomé y
Sarah, «la egipcia», finalmente llegó a la región de Camarga en
Francia, a un pequeño pueblo junto al mar que ahora se conoce,
en veneración a ellas, como Saintes-Maries-de-la-Mer.
La cruz de Camarga (la Croix de Camargue) se compone
de una cruz en la punta, un corazón en medio y un ancla en lá'
base. La cruz representa la fe, el corazón representa el amor y el
ancla es un símbolo del cultivo de la esperanza. Yo uso esta cruz
como homenaje al apostolado de María Magdalena, pero también
porque me recuerda la trinidad alquímica que ayuda al alma a
echar raíces y crecer en el amor. La cruz me lleva a pensar que el
amor es un regalo divino y una plegaria escuchada, pero que por
sí mismo no es suficiente cuando se trata del amor romántico. El
amor necesita inspirarse en una fe tangible, visible, ser una creen-
cia y estar anclado a una esperanza que proporcione un «cimiento
irracional», una visión clara de volverse más debido a la relación y
servir de mejor manera a lo divino.

178
8. Cómo amar con el corazón roto

Recientemente, di una plática en un evento en donde tam-


bién participaba el doctor Robert Holden. Me senté en la fila de
adelante durante sus palabras inaugurales, con mi pluma roja
preparada. Él habló de esta costumbre de referirnos al final de una
relación como una «ruptura del corazón». Utilizamos la expresión
cuando, en una relación amorosa, algo nos duele o nos desilu-
siona. «Tengo roto el corazón» es una frase que refleja el dolor,
pero que quizá no refleja la realidad. Lo que él sugería es que, en
realidad, no es el corazón el que se rompe, sino el ego. El corazón
es ilimitado y vasto, capaz de amar a profundidades insondables.
Pero el ego tiene límites claros y puede romperse e incluso hacerse
añicos cuando una relación termina.
Me di cuenta, entonces, de que esa sensación de sentirme
rota que solía abrumarme en ocasiones provenía de mi ego. Mi
ego era el que usaba unos shorts de color rojo brillante en el ring
de box, y no quería darse por vencido. Mi ego ha escrito muchas
tramas, como Lodro planteó con tanta claridad. Pero, afortunada-
mente, mi alma también tiene una historia; una visión. Y, de vez
en cuando, se abre paso a través de la sensación de pérdida del
ego y vuelve a contemplar la invaluable ganancia. Como ejemplo,
hace un par de años, el padre de mi hijo se quedó hasta tarde en
mi departamento tratando de armar las piezas de la cocinita de
juguete que le habíamos comprado de Navidad. Él había comen-
zado a sudar, pues las tercas piezas de madera no embonaban.
Entonces, en medio de su lucha, un amor profundo y genuino por
él comenzó a inundarme. Dolía, de una manera sublime, contem-
-plarlo, pues pude ver —realmente lo capté mientras lo veía— que
él había sufrido junto a mí a través del proceso. Él había tenido
sus propias tramas, sus «¿por qué?». La compasión y el perdón
me envolvieron, y después sentí este anhelo de expansión, esta

179
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

herencia inmensa, como si unas alas estuvieran abriéndose paso a


través de las paredes de mi corazón.
Mi capacidad de amar era mayor debido a nuestra relación.
Quizá no era la relación que mi ego quería, pero mi amor se expan-
dió en ese momento para incluirla y aceptarla como el diamante que
siempre ha sido, con el dolor y la pérdida también. Entonces, pude
escuchar a mi alma susurrar su propia trama, y ésta es que el amor
cultivado en una relación es nuestro. Es algo que queda en nosotros,
y no hay un momento de mayor abundancia que cuando tenemos la
fortaleza de ser sostenidos por el amor que jamás nos abandonará,
el amor que se eleva para reunirse con nosotros desde dentro.

Sugerencias para sentarse con un corazón


roto y separarse conscientemente (es decir, salvar
el amor y transformar la relación)

DE LODRO

“1. No te entregues a las actividades usuales para evadir


el dolor. Anota en unas cuantas frases la conducta que
quieres cambiar: «No agarrar la juerga», «No distan-
ciarme de todos», «No refugiarme en el trabajo». Pega
esa pequeña frase en algún lugar en donde puedas leerla
todos los días.
2. Cuídate. Duerme más de lo que creas necesitar. Tu cuerpo
está procesando una gran cantidad de dolor. Necesitas
permitirle descansar.
3, Come al menos tres veces al día. Cuando tengo un duelo,
ya sea por una relación rota, una muerte o cualquier otra

180
8. Cómo amar con el corazón roto

cosa, tiendo a no comer. He aprendido que esto sólo


empeora las cosas, así que ahora me aseguro de tener
tentempiés a la mano, para que no haya excusa.
Medita. Sí, otra vez la burra al trigo, pero quiero enfatizar
que la meditación te da la oportunidad de estar con tu
mente y tu corazón, sea cual sea su estado, sin juicio. Te
enseña a estar con lo que es, y no con lo que debería ser.
Haz ejercicio. Quizá puedes tomar una clase de yoga o
trotar alrededor del parque. Lo que sea que te saque de tu
espacio habitual y te permita utilizar el cuerpo. También
te permitirá sentirte bien con respecto a tu físico, lo cual
es importante si surgen sentimientos de rechazo.
(ON Habla con amigos. Mis amigos saben que no busco
consejo ni un plan para recuperar a mi pareja, sólo com-
pasión y solidaridad, las cuales me brindan a raudales.
Cuando te sientas atorado, quizá valga la pena mirarte
en el espejo, colocar tu mano sobre tu corazón y decir
«volveré a amar» varias veces. Hay todo un poder al
pronunciar algo en voz alta. Hacerlo sirve de recordato-
rio sobre tu propia capacidad de amar, ya sea romántica-
mente o de otra manera.
- Cuando surjan sentimientos fuertes, como desesperanza
o congoja, no hagas nada. Sólo descansa e inhala nor-
malmente. Deja que te bañen como una ola. Encontrarás
la manera de atravesar el sufrimiento. Te lo prometo.

DE MEGGAN

49 Casi nunca fue sencillo, pero mientras nos separába-


mos conscientemente, el padre de mi hijo y yo nos
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

comprometimos a pasar una hora las tardes del domingo


para hablar. Y esto resultó ser un ejercicio poderoso y
significativo. Durante cada plática, atendíamos tres
categorías: nuestro desarrollo personal, nuestro trabajo
como padres y tres cosas por las que estábamos agrade-
cidos. Cada quien le dedicaba diez minutos a cada tema,
y siempre hablaba en primera persona cuando se trataba
de esa transición personal con respecto a la relación. Esto
creó belleza y espacio para el perdón durante algunos de
los momentos más oscuros y difíciles de nuestra relación.
2. El perdón, como la gracia, no puede fingirse, pero pode-
mos ayudar a crear las condiciones para hacerlo posible.
Personalmente, significó una introspección diaria para
cavar a través de las capas de mi dolor y encontrar la
raíz. El perdón, tanto para mí como para él, finalmente
llegó cuando me di cuenta de que no tenía que dejar de
amarlo. Las condiciones bajo las cuales puedo expresar
este amor son las que han cambiado.
3, El cuidado personal es tan determinante cuando se atra-
viesa un divórcio o una ruptura. Yo resguardé, con fero-
cidad, el tiempo para cuidarme a mí misma. Aumenté los
masajes, mis visitas al gimnasio y las largas caminatas.
También me aseguré de organizar muchas citas con mis
amigas, y me reunía con una o dos para cenar. También
me apoyé en actividades que me encantan, como escribir,
leer libros sensuales de vampiros y viajar.
'4, Sobrevivir los días festivos después de un divorcio o una
separación consiste en recrear las tradiciones más signi-
ficativas para ti. Encuentra familiares o seres queridos
dispuestos a participar en aquella tradición que, para ti,

182
8. Cómo amar con el corazón roto

realmente simbolice el hogar o la familia. Volver a definir


o enmarcar lo que es o puede ser la familia transformó
mi experiencia de las vacaciones. Para mí, la familia no
es sólo ese núcleo íntimo de padres e hijos. La familia
está constituida por aquellas personas o aquellos lugares
que me hacen sentir en casa.
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1.9./Cómo permanecer
Y enamorado en
todo momento

El amor no es amor si no es incondicional.

Marianne Williamson, Volver al amor

CONVERTIRTE EN UN SER AMADO


MEGGAN

«Cierra los ojos», pidió David, mientras los suyos permanecían


-
fijos en el camino. Y cómo era él quien lo pedía, lo hice. Curiosa
mente, era bueno ceder el control. Yo confiaba en él, y me gustaba
a
tener la oportunidad de demostrarlo. El coche se desplazaba
estaba
gran velocidad por el camino sinuoso, así es que aunque
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

atemorizada, el miedo me hacía sentir más viva. Al poco rato,


él bajó la velocidad y dio la vuelta para decir: «Ahora puedes
abrirlos». Los atajos que habíamos tomado toda la mañana no
eran para evitar el tráfico, como él había sugerido. Lo que él había
hecho desde el principio era llevarme al Santuario Nacional de
Nuestra Señora de Czestochowa, hogar de la Madona Negra.
En ocasiones, cuando intento imaginar el aspecto de mi
corazón después de todo este torpe amor humano que he llevado
a cabo en la vida, conjuro una imagen tan deforme y marcada que
ya no tiene paredes. Y algunas veces eso me lleva a sentir que estoy
irreparablemente rota. Pero al arrodillarme bajo la representación
de la Madona Negra, mis ojos se cerraron y todo lo que pude ver
fue mi corazón como una amplia extensión, un paraje distendido
y un espacio tan vasto que no podía captar cuánto contenía en
realidad. En ese momento, la ruptura del corazón se sentía como
un requisito. Todo ese dolor era la devastación perfecta que nece-
sitaba para alcanzar el gozo.
He pasado la mayor parte de mi vida como estudiosa y
peregrina del aspecto femenino de la divinidad (ambos esfuer-
zos potencialmente aislantes). Apuesto a que los estudiosos y
los peregrinos tienen tendencias muy similares para tener una
cita: casi nunca. Yo he intentado —y dolorosamente fracasado
en muchas ocasiones— de descifrar la manera de tener una
relación con ese amor divino que experimento en la sagrada
escritura y los peregrinajes, al tiempo de amar también a un ser
humano. Así es que, en ese momento, cuando esos dos esfuerzos
estaban finalmente alineados puesto que David me había lleva-
do a la Madona Negra y estaba al ladito de mí de rodillas, pude
sentir que esa escisión se desvanecía. Jamás había sentido una
paz tan profunda.

186
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

Amar a una sola persona tan profundamente es un regalo y


una tarea. En cierto modo, puesto que no podemos planear a quién
elige nuestro corazón, amar es un llamado y un propósito divino. Y
no siempre es fácil. Cuando amamos tan profundamente, queremos
que este amor permanezca por siempre en nuestra vida. Para mí,
sin embargo, la felicidad dentro de una relación comprometida
parece requerir de mi habilidad para aceptar las separaciones y las
distancias que habremos de tolerar; sea la muerte o sólo un tiempo
de lejanía. Si puedo aceptar las separaciones necesarias, entonces
puedo acoger este amor de manera mucho más apasionada. En cier-
to sentido, la felicidad en el amor consiste en mantener una mezcla
paradójica de compromiso pleno y desapego. Dejar de pensar en el
derrotero de este amor y estar plenamente atenta a lo que en este
momento parece ser como una alquimia sagrada para mí.
El amor, el verdadero amor, significa que la espera ha ter-
minado. Éste ha sido el koan de mi alma desde el inicio. El amor
verdadero no tiene que ver con encontrar a esa persona mágica,
mítica, capaz de evaporar mis problemas como un bálsamo cura-
tivo milagroso. El verdadero amor comienza en nuestro interior.
El verdadero amor es la capacidad de ver todos esos juicios y
barreras que han obstruido mi corazón como lo que verdadera-
mente son: oportunidades para que mi amor se extienda a lugares
inexplorados. Cada aspecto roto y cerrado de nosotros es sólo otra
oportunidad de ejercitar nuestra capacidad de amar. Practicar, con
devoción, esa habilidad para que nuestro amor llegue a lugares
antes inexplorados es el trabajo interno que transforma nuestras
- experiencias con otros seres humanos.
Con mucha frecuencia, permitir que permanezca en nuestra
vida alguien que nos subestima, nos trata con crueldad o simple-
mente no nos capta, es un reflejo de la necesidad de expansión de

187
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

nuestro propio amor (dentro de nosotros y hacia nosotros mis-


mos). Podemos sufrir decepciones; podemos rechinar los dientes y
jalarnos los pelos porque estamos tan desconsolados por esa falta
de amor. Podemos adoptar la actitud del «¿por qué a mí?». Sin
duda, yo lo hecho, pero cuando comencé a ver que la gente que
me desilusionaba en realidad me ofrecía una oportunidad para
contemplar la propia carencia de amor hacia mí misma, toda mi
vida y todas mis relaciones dieron un giro de 180 grados.
Cuando corregí el apodo de «mamá soltera» y me convertí
en «mamá alternativa», reconocí que quizá no tenga ningún
control sobre la elección que la pareja tome con respecto al amor
y la relación, pero tengo una completa autonomía sobre cómo
reaccionar. Puedo utilizar mi estatus de mamá alternativa para
beneficiarme nuevamente del espacio al que tengo derecho por ser
soltera. Y también puedo practicar la confianza necesaria para no
temer si me quedo «alternativa», es decir, sola. Puedo practicar la
Esperanza Disciplinada con relación a kairos, es decir, una sincro-
nía orquestada por un poder superior. Y puedo elegir confiar en
que lo que siga, y quien siga; sólo será más amor.
Mis aventuras en relación con las citas, desde la que fue a
ciegas con el doble de mi papá hasta los experimentos en Tinder,
me recordaron la importancia de permanecer abierta. Cuando el
espíritu de la búsqueda en cada cita consistía en conocer a alguien
nuevo, me la pasé muy bien, e incluso pude llegar a vislumbrar el
tipo de relación que realmente deseo. Cuando esperaba conocer, y
entrevistar, a mi potencial pareja de vida, todo se desplomó. Soltar,
como Lodro plantea, «al tiburón de las expectativas inamovibles»
nos libera para tener nuevas experiencias.
Como mamá alternativa, y divorciada, recibí raudales de
consejos no solicitados sobre cómo encontrar el amor. Permanecer

138
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

abierta significaba intentar nuevas formas de conocer hombres.


Además, era esencial para mí atemperar esa apertura con los mur-
mullos discretos y, sin embargo, definitivamente audibles que sólo
podía escuchar desde dentro para, en última instancia, confiar en
mi propia guía. En la superficie, estaba el miedo a no encontrar a
alguien a quien pudiera amar tanto como lo había hecho. Pero,
en lo profundo, debajo del drama de esa idea, creía que lo mejor
todavía estaba por venir. En lo profundo, confiaba férreamente
en que conocería a alguien no por estar en el lugar y el momento
adecuados, sino porque comenzaba a revelar plenamente lo que
soy y hacía mi mayor esfuerzo por amar cada aspecto de mí, fuera
luminoso u oscuro. Confiaba en que algún día alguien sería capaz
de reunirse conmigo en ese esfuerzo, y que me permitiría amarlo
con todo lo que soy.
Si encontrar un amor significativo es tu deseo, creo que una
práctica poderosa es la de tener claridad sobre cómo te quieres
sentir cuando estás con esa persona. Y cuando lo tengas claro,
comienza a hacer todo para empezar a sentirte de esa manera.
Darte a ti mismo lo que esperas y deseas que alguien más te dé,
se convierte en la herramienta más poderosa para identificar que
has conocido a alguien significativo. Más que cierto rasgo físico o
situación económica, serás capaz de reconocer una relación valiosa
porque esta persona acumula, desea y mantiene esos sentimientos
precisos que anhelas experimentar.
El amor por ti mismo te permite permanecer fiel a tu propia
alma, cuidar y cultivar un jardín interno que permanecerá siempre
fértil, sin importar si este amor abandona tu vida o se queda en ella.
El amor por uno mismo crea esa deliciosa distancia en la relación
tan necesaria para seguir experimentando en soledad una serie de
vivencias. Lo bonito es que esa distancia puede salvarse nuevamente
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

y la pareja, reencontrarse una y otra vez. Sentir amor por ti mismo


mientras te enamoras de alguien más te permite permanecer estable
(con más frecuencia) y no olvidar que tú eres tu fuente más genuina
de amor, y no la otra persona. Esta alma radiante que ha llegado a
tu vida simplemente hace que se desborde un corazón lleno de sí.
Creo que el truco secreto y dulce de la felicidad en las
relaciones duraderas consiste en estar dispuesto a traicionar las
necesidades de tu pareja, con el fin de nunca traicionar las tuyas.
Sacrificarse y ser un mártir no es algo que dé resultado. Si tú sacrifi-
cas lo que verdaderamente necesitas para satisfacer las necesidades
percibidas de tu pareja, créeme, el ser amado tampoco obtiene lo
que necesita. Claro, él o ella pueden obtener lo que necesitan de
momento, un estímulo al ego o apoyo de algún tipo. Sin embargo,
lo que rige todo esto es el miedo, pues tú temes perder a tu pareja si
no satisfaces sus necesidades, o el otro teme hacer algo por sí solo o
en formas nuevas. Y traicionarte a ti por satisfacer las necesidades
del otro en realidad impide el crecimiento de ambos.
Las relaciones, especialmente si son duraderas, nos dan la
inmensa oportunidad de escoger realmente cómo mostrarnos ante
el otro. ¿Nos volveremos adictos o dependientes de este amor, y
actuaremos nuestros miedos más profundos? ¿Dejaremos que este
amor nos permita ampliar nuestra libertad? ¿Nos acercaremos
a este amor desde la versión más elevada de lo que somos, sin
importar las circunstancias?
Con frecuencia, somos miopes con respecto al amor. Nos
concentramos en el hecho de tener o no pareja, y dejamos de ver
todo el amor que ya existe y siempre está presente. No sólo el
amor que radica en nuestro interior, sino también el amor ili-
mitado de nuestros amigos cercanos. Ellos nos pueden recordar
quiénes somos, especialmente cuando tratamos de llegar a un

190
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

acuerdo en la relación. Nos ayudan a recordar lo que en pareja se


olvida tan fácilmente, especialmente cuando hemos estado solos
durante un tiempo. Los amigos nos hacen ver que somos dignos
de amor, que los buenos y malos momentos pueden presenciarse
y compartirse, y que conoceremos a alguien con la capacidad de
apreciar nuestra singularidad. El profundo amor que siento por
los hombres y las mujeres en mi vida a los que con tanta fortuna
puedo llamar amigos, sirve como una invisible, pero no menos
real, red de seguridad. Debido a mis amistades, puedo arriesgarme
más y atreverme a amar con más intensidad, pues ellos están ahí
para mí (como yo lo estoy para ellos).
Como verdadera amante del amor, me ha dolido darme
cuenta de que el sentimiento no es suficiente en una relación
romántica duradera. El amor necesita una visión, una imagen de
unidad a la cual entregarse. El amor es divino y también necesita
nuestra muy humana fe para permanecer vivo e incluso ser capaz
de resucitar. Tenemos que creer en el poder que no sólo trajo a esta
persona a nuestras vidas, sino también en la capacidad única de la
relación para transformarnos en mejores seres humanos.
Mi historia favorita del Nuevo Testamento se encuentra en
el evangelio según San Juan, capítulo 20, titulada en mi versión de
la Biblia como «The Risen Life» (Taussig: 2). Comienza con María
Magdalena quien, en soledad, nota que la piedra del sepulcro ha
desaparecido. Ella pudo sentir miedo. Ella era humana y lloraba
desconsoladamente por la pérdida. Pero nada importaba más que
encontrar el camino para reunirse con él. Siempre me ha encantado
la idea de que haya sido ella quien primero notó que el cuerpo de
Jesús había desaparecido. Ella veneraba su humanidad. A ella le
importaba profundamente contemplar la materialidad de su carne,
sus huesos. Para ella, todo él era amado.

191
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

También me emociona el hecho de que ella pudiera ver a


los dos ángeles parados, el uno a la cabecera y el otro a los pies
de donde el cuerpo de Jesús había yacido, como dos pilares de
luz en la sombra del sepulcro. Ella fue una mujer que atestiguó lo
humano y lo divino de igual manera. Y siempre me ha encantado
el hecho de que no pudiera verlo parado junto a ella, sino hasta
escuchar su nombre pronunciado por Jesús. Fue sólo cuando él ia
reconoció y se reveló por completo ante ella, cuando María pudo
ver su rostro eterno. Es por esta razón por la que la santa María
Magdalena siempre me ha recordado el amor, uno resucitado. Con
tanta frecuencia pensamos que nuestro amor ha muerto. Algunas
veces, muchos de nosotros nos rendimos o nos cerramos, pero sl
podemos dejar que nuestra fe y nuestra esperanza en el amor nos
ayuden a atravesar las tinieblas, veremos la verdad nuevamente: el
amor nunca muere.
Escribo esto el día de la celebración de María Magdalena
(22 de julio). Su historia de amor siempre se ha sentido decantada
en la palabra «amado». Y la forma en la que ella estaba junto
al sepulcro, en la oscuridad, siempre ha sido una brújula interna
para mí. El hecho de que ella estuviera ahí cuando nadie más lo
estaba puede verse como una metáfora del aspecto femenino de
la divinidad, un atributo que todos contenemos. Su esfuerzo por
estar ahí —en su lecho de muerte, sola en la oscuridad— parece
implorarme que le permita al amor entrar a donde jamás lo ha
hecho. Y que no hay razón para esperar, no hay excusa ni juicio
que pueda evitar que el amor inunde todo nuestro ser. La fe en
el amor triunfa, y como afirma el doctor Robert Holden: «El
amor revela que existimos en el amor, siempre» (Holden: 27).
Con frecuencia, nos sentimos desconectados, solos (dentro de una
relación o en medio de nuestra soltería). Pero la verdad es que el

192
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

amor siempre está al alcance, en nuestro interior. Sólo necesitamos


anclarnos a la fe de que esa abundancia podría ser nuestro derecho
de nacimiento. Sólo necesitamos creer que esta es nuestra natura-
leza fundamental. Olvidar y después recordar, perder y después
encontrar, algunas veces fuera, pero en última instancia dentro de
nNOSsotros, ese amor que es el amor.
El amor, el verdadero amor, significa que la espera ha
terminado. Este ha sido el mantra más importante de mi alma.
La espera sugiere que aún no soy lo suficientemente digna o lo
suficientemente buena para ser amada. La espera sugiere que
alguien tiene que hacer el trabajo por mí, y aparecer simplemente
y bañarme con los rayos luminosos y mágicos del amor. Sin embar-
go, la verdad es que ese amor tan anhelado es mío. Es el amor que
sólo puedo darme a mí misma. Así es que no busques más pruebas
para demostrar tu derecho a ser amado. El verdadero amor es
una elección que puedes hacer en este momento. No de manera
perfecta, no de manera constante, pero ámate de manera regular y
cada vez más, sin importar cuál sea la historia más significativa de
amor que te toque vivir. No tienes que encontrar a tu amado para
ser amado. Sólo debes recordar que ya lo eres.

HON ES SUFICIENTE
LODRO

Hace algunos meses, estaba con unos amigos en un bar y mencioné


a la mujer con la que ahora salgo.
—Ay, no —dijo mi amigo Rodney— ya se enamoró de ella.
¡Lo veo en su cara! Siempre te enamoras. Probablemente estés ena-
morado de esta mesa, y sólo hemos estado aquí durante 20 minutos.
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

—¿Qué puedo decir? —contesté—. Es una linda mesa.


Cuando nos adentramos en la práctica de enamorarnos
—con nosotros mismos, con parejas a largo plazo, con amigos
platónicos y con amantes—, ejercitamos nuestro corazón para que
pueda albergar, de manera más plena, todas las vicisitudes que la
vida nos presenta. Nuestro corazón es ilimitado en su capacidad
de amar. No necesitamos objetos para nuestro amor, como parejas
románticas (o, como bromeaba, una mesa), para poder amar ple-
namente. En ocasiones, simplemente puedes experimentar el amor.
El primer paso para aprender a experimentar el amor en
todo momento es darte cuenta de que, en esencia, estás completo.
No necesitas circunstancias externas que te completen, sea una
relación, un grado académico, el trabajo perfecto. Ya eres esen-
cialmente bueno, y nadie te puede arrebatar esa condición. Esta
bondad fundamental es tu naturaleza innata, y sólo necesitas
despertar a tu propia naturaleza indestructible.
A través de la práctica de la meditación, aprendes a mirarte
directamente y experimentar esa bondad. No necesitas exagerar lo
que eres, ni añadir nada a tu ser. No necesitas esconder ninguna
parte de ti. Simplemente puedes manifestarte por completo. La
gente te amará si puedes ser tú mismo. Como Meggan afirmó
arriba, amarte a ti mismo ahora, lo mejor que puedas, es cultivar
lo que alguien más te ofrecerá en el futuro.
A mí me criaron como budista, y he practicado la meditación
desde que tenía seis años de edad, pero comencé a profundizar
la práctica en los retiros, a los 17. Si hay algo que he aprendido
durante esta vida es que el camino budista comienza y termina
con tu habilidad para dejar que el amor fluya. Si puedes descubrir
que eres básicamente bueno, es decir, que eres lo suficientemente
amable, lo suficientemente capaz y lo suficientemente digno como

194
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

para amar plenamente, entonces será maravilloso. Pero ese descu-


brimiento es sólo un aspecto de tu camino. El resto es desarrollar
una fe verdadera en tu bondad fundamental. Entre más cultives
esa confianza en tu naturaleza innata, mayor será tu capacidad de
amar sin obstáculos.
Una manera de cultivar esa fe en tu propia bondad es
aprender a estar bien en soledad. A lo mejor eres soltero y vives
solo y tienes la oportunidad de practicar la soledad con frecuencia.
Incluso si estás involucrado románticamente en este momento y
permaneces con esa persona por el resto de tu vida, aun así tendrás
momentos en los que estarás solo. Tu pareja puede irse a trabajar
O quizá tú te vayas de vacaciones o quizá termines en una relación
a larga distancia por algún tiempo. Como Chogyam Trungpa
Rinpoche declara, es importante estar bien en soledad, ser «libre-
libre». Y esto se opone radicalmente a la libertad desatada, en la
que llenas tu vida con múltiples actividades, para jamás tener que
vislumbrar tu corazón vulnerable y tierno.
Puedes experimentar esta sensación de libertad en cualquier
momento en el que estés solo. No necesitas aferrarte a tu celular ni
a tu computadora, ni siquiera a este libro. Puedes hacer una pausa,
mirar hacia arriba y decir: «Qué oportunidad tan maravillosa
tengo. En este momento, puedo entablar una amistad conmigo
mismo». ¡Y hazlo! Realmente, date la oportunidad de ser gentil
contigo mismo. Siempre contamos con el espacio para ahondar
el vínculo con nosotros mismos. Habrá muchas veces en nuestras
vidas en las que nos encontremos solos. Podemos contemplar
“estos momentos como un terreno fértil para practicar una relación
amistosa y amorosa con nosotros mismos.
Al haber aprendido a amarte a ti mismo y a estar bien en so-
ledad, estarás listo para ofrecer ese amor a otra persona. Tener citas
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

puede ser difícil, y Meggan y yo hemos compartido algunas historias


a ese respecto, pero las cosas se facilitan si estás dispuesto a abrirte
de corazón ante las personas por las que sientes un interés romántico.
En cualquier momento tienes la opción de hacer a un lado las ex-
pectativas inamovibles sobre aquello que te haría feliz, quién es esta
otra persona y cómo será su futuro juntos. Con menos expectativas,
podemos relajarnos y descubrir quién es este ser frente a nosotros.
Incluso si tienes una larga lista de cosas que deseas en tu
pareja, a lo mejor terminas conociendo a alguien que desafía ese
repertorio. Así es que, ¿por qué molestarte en limitar tu amor a
alguien con cierto color de cabello o equis profesión? Cuando
conozcas a alguien a quien puedas ofrecerle tu amor, explora esa
potencialidad con todo el corazón.
Este es el inicio de enamorarse de otra persona. Todo era
sencillo cuando estábamos solos o tanteábamos el terreno de inti-
mar con alguien, pero ahora hay una persona que es nuestra pareja
y nos invita a ofrecerle nuestro corazón. ¡Qué susto! Pero puedes
dar el salto y enloquecer de amor, sabiendo que la otra persona
enloquecerá a tu lado. En ese sentido, esta locura es liberadora.
Mi amigo Rodney estaba en lo correcto con respecto a la mujer
con la que salgo y, de hecho, no había pasado una semana desde
su aseveración, cuando ella y yo veíamos un álbum de fotos en mi
sillón, ya tarde por la noche. De pronto, volteé a verla y le dije:
—Hola.
—Hola —contestó despabilándose un poco.
—Me he enamorado de ti —le dije.
—¿De verdad? —dijo e hizo una pausa que le abrió paso a
mi ansiedad.
Respiré profundamente, ella se acurrucó en mí y contestó:
—Yo también te amo.

:196
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

En ese momento, supe que no caía solo en los brazos del


amor. Había una persona que estaba dispuesta a caer junto a mí,
que estaba dispuesta a enfrentar la incomodidad a mi lado, ideal-
mente por un tiempo considerable. En la misma línea de Meggan,
no es que esta persona me complete, es que ella refleja mi propia
totalidad. Nos enamoramos de otra persona no porque queramos
apropiarnos de ellos de alguna manera, sino porque hemos encon-
trado una pareja que saca lo mejor de nosotros.
El maestro espiritual del siglo xtv, Ngulchu Thogme, escri-
bió un texto titulado The 37 Practices of a Bodhbisattva (Las 37
prácticas de un Bodhisattva). La palabra bodhi es la misma que
en bodbicitta, es decir, «abierto» o «despierto». Sattva es «ser»
o «guerrero». Así es que un bodhisattva es una persona que esta
dispuesta a pelear contra la agresión ofreciendo su corazón ple-
namente. El texto de Ngulchu Thogme está lleno de enseñanzas
sobre cómo vivir una vida basada en la conexión con tu propio
bodbhicitta. En uno de los pasajes, él dice:

La fe en un verdadero amigo espiritual atenuará mis defectos


Y las buenas cualidades aumentarán como una luna creciente,
Saber a este amigo más indispensable que mi propio cuerpo
Es la conducta del Bodbisattva.*

Cuando tú le ofreces tu amor a otra persona, no debes hacerlo


porque la necesitas, sino porque celebras lo que es, momento a

* Original en inglés: When in reliance on someone your defects wane/And your


positive qualities grow like the waxing moon/To cherish such a spiritual friend more
than your own body/ls the practice of a Bodhisattva (Thogme 6) (N. del T.)
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

momento, y sabes que cambiará (y tú también). Amas porque tu


confianza en ese individuo ha provocado que tus defectos y carac-
terísticas negativas lentamente se desvanezcan, mientras que tus
atributos florecen rápidamente.
Ngulchu Thogme no hablaba de una relación romántica,
pero no hay razón por la que tu pareja no pueda ser tu amigo
espiritual. Recuerda, en una verdadera relación de pareja, este
individuo actúa como un espejo, mostrándote esos defectos y esos
atributos con tanta claridad como para realmente poder crecer
como persona. Alguien que está comprometido a crecer espiritual-
mente, al tiempo de beneficiar a otros, es un bodhisattva o, en
otras palabras, un guerrero de gran corazón.
El guerrero de gran corazón interactúa con apertura y com-
pasión no sólo con su pareja, sino también con todos los seres. Tú
te conviertes en un bodhisattva al expandir tu corazón y acoger a
cuantas personas sea posible (¡gente que puede beneficiarse de tu
amor!). El sendero incluye bondad amorosa (maitri), compasión
(Raruna), gozo compasivo (mudita) y ecuanimidad (upeksha). Al
cultivar estas cuatro cualidades, lo que haces es incrementar la
habilidad de abrir tu corazón más allá de lo que creías posible,
para incluir a la gente por la que sientes simpatía, la gente por la
que no sientes simpatía y los millones de seres a los que ni siquiera
habías considerado antes.
Es una gran tarea, pero un bodhisattva es capaz de contener
tanto el cielo como la tierra. Aquí, me refiero al «cielo» como esa
visión amplia de lo que está sucediendo en una situación dada,
mientras que «tierra» es lo que necesita suceder a continuación.
Puedes caminar hasta el altar en tu boda y considerar cómo va a
ser el resto de tu vida con esta persona, por ejemplo. Lo terrenal
es el aspecto práctico de todo esto. Tu puedes albergar una visión

198
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

a largo plazo de tus valores y planes compartidos («cielo»), pero


también sabes que debes pronunciar tus votos y agradecerle a
todo el mundo por haber asistido y que, mañana, uno de ustedes
tendrá que secar los platos («tierra»). Sea que ames a millones de
personas o sólo a una en un momento dado, tú puedes conciliar el
cielo y la tierra.
Conciliar estos dos aspectos puede ser incómodo, par-
ticularmente cuando tenemos una relación con una persona a
la que hemos prometido amar sobre todas las demás, y ante la
cual, alguna vez, juramos apertura. Así es que la evidencia de
una «buena» relación no radica en cuántas veces la pareja dice
que se ama ni en cuántos años pasan en brazos del otro, sino en
cómo lidian, juntos, con la incomodidad. Si puedes permanecer
presente y con el corazón abierto junto a esta persona en cons-
tante transformación a la que has invitado a tu vida, entonces
incluso cuando las cosas se pongan difíciles podrás volver a hacer
el compromiso de amar plenamente. Un bodhisattva es capaz de
mantener la noble aspiración de que su amor tocará a todos los
seres, pero a nivel cotidiano su sendero se reduce a sonreírle a la
cajera del supermercado.
La manera de amar consiste en estar lo suficientemente
presente como para poder contemplar verdaderamente a la cajera
del supermercado. Si puedes permanecer abierto a la posibilidad
y lo lúdico de tu entorno, mayores serán las oportunidades para
enamorarte de los demás todos los días (y aquí me refiero a los
grandes amores platónicos de nuestras vidas). Y así como yo me
enamoré de Miranda, Gary y Meggan, tú también tienes la oportu-
nidad (¡hoy!) de conocer a alguien y cultivar un vínculo duradero.
Estos amores platónicos son tan valiosos. Sea que tengas una
relación romántica o no, ellos estarán ahí. Retomando el consejo

(199
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

de Ngulchu Thogme, siempre debemos valorar a nuestra pareja


como una verdadera amistad espiritual.
Los amigos espirituales adoptan muchas formas, y algunas
veces puede no ser una pareja a largo plazo ni un amor platónico
al que le estés abriendo tu corazón. Algunas veces, puede ser sólo
una aventura de una noche o un amigo con derechos o alguien con
quien apenas comienzas a salir. El sexo es una forma increíble de
ofrecer amor, pero hay que recordar que es un terreno peligroso. El
sexo sin amor puede lastimar, así es que es importante que analices
tus intenciones antes de saltar a la cama con alguien.
Después de examinar tus intenciones, puedes crear entornos
seguros para el acto mismo, estar presente y en tu propio cuerpo,
y al final reflexionar si te sientes animado u oprimido. Si te sientes
oprimido, no te castigues; los errores son parte de nuestro camino
y nos permiten ver aquello en lo que no debemos incurrir nue-
vamente. Si te sientes animado, entonces con toda probabilidad
utilizaste este tiempo íntimo con otra persona para hacer algo sa-
grado, y entonces el sexo se convierte en una de las tantas maneras
de demostrar amor.
El acto de amar a otros puede adoptar muchas formas, pero
el amor en sí mismo no está restringido en modo alguno. Podemos
amar a alguien por un día, un mes, un año o una vida entera.
Y cuando esa persona nos deja, el amor no se desvanece. Hay
muchas maneras en las que nuestro ser amado puede alejarse de
nosotros: una ruptura, un divorcio o la muerte misma. Sin importar
cómo suceda, suele ser devastador. Depositamos nuestro amor en
alguien y, de un momento a otro, ese ser desaparece. Pero el hecho
de que la persona ya no esté con nosotros no significa que el amor
se haya desvanecido. Simplemente, hay un hueco del tamaño de
una persona en donde nuestro amor solía estar. Ese amor es ahora

200
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

libre para volverse más fluido, pues ha dejado de estar delimitado


por una persona.
Este tipo de pérdidas suelen ser estremecedoras, pero con el
tiempo llega la curación. Como Thich Nhat Hank escribió: «Todo
es transitorio. Este momento pasa. Esa persona se va. La felicidad
sigue siendo posible» (Hanh: 25). Cuando pierdes al ser amado,
puedes elegir hacer a un lado la trama alrededor de la pérdida
y sólo estar con aquello que sientes. Al internarte en el núcleo
mismo de tu sentimiento, puedes explorarlo, aprender de él y salir
sintiéndote renovado por la experiencia.
Ciertamente, esto es preferible a la alternativa que muchos
de nosotros elegimos, que es escapar del dolor y la incomodidad
de nuestra pérdida a través de un sinfín de distracciones. Si puedes
estar lo suficientemente presente como para darle la espalda a estas
formas de evasión, y en lugar de ello, hacerle frente a lo que estás
sintiendo, te garantizo que tu amor adoptará una forma nueva y
tu corazón sanará mucho más rápido.
Tu corazón se recupera porque todos queremos amor. El
amor abunda, y siempre está disponible para nosotros. Todos
contamos con el potencial de amar y ser amados. Esa es la belleza
de ser esencialmente buenos, pues contamos con la habilidad ilimi-
tada de amar. Siempre debemos comenzar y terminar con el amor
hacia nosotros mismos. La gente en nuestras vidas puede ir y venir,
y eso es maravilloso. Debemos atesorar cada minuto que estén con
nosotros, y el hecho de que nos amen y nos permitan expresarles
nuestro amor, aunque inevitablemente deban partir.
El hecho de su partida es un aspecto del ciclo natural de las
relaciones, sean románticas o de otro tipo. Es por eso que Meggan
y yo no queríamos escribir un libro sobre el encuentro de la felici-
dad en el amor verdadero y único que si sólo pudieras descubrirlo

201
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

te llenaría de gozo imperecedero. La idea de amar, sin importar las


circunstancias, es que no estás restringido a ofrecer tu amor a una
sola persona, puesto que esa persona no siempre va a estar cerca
(y eso está bien).
Todos estamos sujetos a los mismos aspectos de la vida:
cambio, transitoriedad y muerte. Odio revelar la aparente nega-
tividad budista al final, pero como Su Santidad el Karmapa una
vez escribió: «A pesar de nuestra inteligencia, de alguna manera
pasamos por alto el hecho de que las amistades y otro tipo de rela-
ciones habrán de terminar, ya sea con la muerte de un miembro o
por una separación voluntaria» (Dorje: 29). Así que es importante
recordar que amar plenamente significa observar la transforma-
ción de ese amor con el tiempo.
Cambiamos, momento a momento. Tú no eres la misma
persona de hace años, y años más tarde, le echarás un vistazo
a este momento de tu vida y sacudirás la cabeza, recordando lo
diferente que eras. Todos a tu alrededor también cambian. Esa es
una verdad básica.
Mientras el amor es infinito e ilimitado, los objetos de nues-
tro amor son transitorios. Es muy probable que le hayas abierto
la puerta a alguien, te hayas enamorado de esa persona y le hayas
dicho adiós. La relación se desplazó. A lo mejor era una amistad
que se transformó en amor romántico, o quizá fue un amor ro-
mántico que se transformó en amistad. O a lo mejor irrumpiste en
la vida de alguien, tuviste una aventura apasionada y maravillosa,
y ahora no tienes idea de dónde se encuentra esa persona. Esa es la
naturaleza transitoria de las relaciones con los demás.
Finalmente, está la muerte. Incluso si encontramos a la
persona ideal para nosotros y trabajamos muy duro en nuestra
relación, abriéndonos y lidiando con la incomodidad día tras día

202
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

durante décadas, en algún punto uno de nosotros morirá. Esto es


triste, pero cierto. Con frecuencia, en el budismo contemplamos
el cambio, la transitoriedad y la muerte, no porque queramos de-
primirnos, sino porque esto nos invita a atesorar el tiempo con el
que sí contamos. No sabemos cuándo nos dejará nuestra pareja.
No sabemos cuándo moriremos. Podríamos morir en décadas o
ser arrollados por un camión mañana. Sin importar lo que suceda,
podemos amar el día de hoy.
Esa es la petición que te hago: por favor ama el día de hoy.
Ámate a ti mismo, pues eres, en esencia, lo suficientemente bueno
y capaz. Ten fe en que mereces amar y ser amado, y comparte tu
corazón con quien sea que te encuentres. Tienes el día de hoy para
hacerlo, y eso es más que suficiente.
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. Epílogo
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Cuando nos sentamos con nuestra maravillosa e increíble editora


y le dijimos lo que específicamente pensábamos escribir, ella pudo
contemplar la visión del libro, y por ello estamos agradecidos.
—Pero hay algo —dijo—, al final de este proceso los dos van
a estar involucrados con alguien.
—Ese no es el punto —contestamos, dando un respingo y
burlándonos del comentario—. El punto es que el amor existe y que
tú puedes amarte a ti mismo. No necesitas a Otra persona para amar.
Y, no obstante, aquí estamos los dos, irremediablemente
enamorados de seres atractivos, vitales y brillantes. ¿Las cosas
se transformarán en nuestras relaciones? Sin duda alguna. Pero
sin importar si alguna de nuestras versiones de «mi David» sigue
en nuestras vidas para el momento en el que leas esta oración, el
amor que existe habrá estado alimentando, y será un poderoso
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

recordatorio de la capacidad de nuestros corazones. Al concen-


trarnos con mayor intención en el amor durante el proceso de
escritura de este libro, y a través de la ejecución de las prácticas
sugeridas, aprendimos a amarnos a nosotros mismos con mayor
intensidad. Esto, a su vez, abrió la puerta de nuestras vidas a
personas especiales que, junto a nosotros, pueden beneficiarse del
amor. Deseamos que lo mismo suceda contigo.
Con mucha frecuencia, la gente siente que nuestro deseo de
ser más espirituales y estar más conectados con un sentido de la
verdad y de lo divino, tiene que ser una aventura solitaria. Parece
que la opción es ser piadoso y supermonje o ser humano y tener
una relación. Vemos la primera de las opciones como algo gozoso
y sereno y, la segunda, como algo caótico.
Pero quizá ha llegado el momento de desplazar el cojín de
meditación a la recámara. Quizá ha llegado el tiempo de unir nues-
tra práctica espiritual con nuestros intentos tan humanos de en-
contrar un amor real y encarnado. El esfuerzo de atreverse a amar
realmente a alguien más puede ser la única manera de desafiar y
fortalecer verdaderamente nuestra capacidad de conectar con lo
divino o encontrar ecuanimidad en nuestro interior. Por supuesto
que vemos a Krishna en la cima de una montaña, a Buda en una
silenciosa sala de meditación y a la Diosa, mientras tanto, en un
peregrinaje al Templo de Isis en Egipto. Pero, ¿podemos reunirnos
con lo que es más sagrado, al tiempo de ser partícipes de nuestra
vida cotidiana, y esto incluye salir con alguien, enamorarse y ver
todos esos aspectos escondidos o difíciles de aceptar de nosotros
mismos, que sólo el amor de alguien más puede revelar?
Sí, armados de un inmenso amor por nosotros mismos, una
pandilla como la de Scooby-Doo —compuesta de amigos con inte-
reses místicos— y un arsenal espiritual de prácticas de meditación y

206
9. Cómo permanecer enamorado en todo momento

mantras. Nosotros no sólo lo creemos posible, sino también ideal.


Llevar, metafóricamente, tu rosario budista o tu cojín de meditación
a tu siguiente relación te permitirá permanecer fiel a lo que, para
ti, es auténtico. Y, de manera más importante, te permitirá anclarte
profundamente en las fuentes de amor y autoestima que existen
dentro de ti. Entonces, podrás transitar con mayor ligereza a través
del paraje de las citas, sabiendo que tu fuente de amor no depende
de nadie externo. Te permitirá arriesgarte y divertirte más, porque
tu viaje no consiste en encontrar a alguien a quien amar (una espera
estresante y dolorosa); tu viaje consiste en encontrar a alguien que
se una en tu esfuerzo de amarte a ti mismo.
Fundir nuestro camino espiritual con nuestra relación
romántica permite, en última instancia, cimentar un ser tan bien
amado como para poder trascenderlo. Tener una pareja que nos
ve, tanto en nuestra versión pulida como en la más desastrosa,
nos permite trascender nuestras propias necesidades y deseos,
para poder entregarnos a la tremendamente gratificante labor de
convertirnos en una presencia de amor al servicio de los demás.

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212
(Agradecimientos
E
e on
y

DE LODRO:

En mi corta vida he amado tantas cosas, y este libro no estaría aquí


sin ti. Sabes quién eres.
Me gustaría agradecer especialmente a Brett Eggleston, David
Delcourt, Rodney Solomon, Oliver Tassinari, Matt Bonoccorso, Jeff
Grow, Will Conkling, Marina Acosta, Sara Bercholz, Milo Delcourt,
Becca Abbott, Ethan Nichtern, Ellie Burrows, Laura Sinkman, Ericka
- Phillips, Susan Piver, Liz y Noah Isaacs, Anna Ruch, Dev Aujla, Heidi
Sieck, Sarah Gokhale y los UsGuys. Gracias a mis padres, Beth y Carl,
y a mis hermanos (y cuñados) Michael, Jane y Marcus, quienes han
sido modelos cruciales de amor. Gracias a Adreanna Limbach, por
enfrentar la incomodidad conmigo, día tras día. Gracias a Sakyong
Mipham Rinpoche, por su incondicional y amorosa presencia.
Cómo amarte a ti mismo (y, en ocasiones, a otras personas)

Todos ustedes me han enseñado más sobre el amor de lo que


podría expresar con palabras. Mi esperanza es haber podido canali-
zar una pequeña parte de sus enseñanzas en las páginas de este libro.
Mi corazón se llena de gratitud hacia Stephanie Tade, Patty
Gift y Sally Mason, pues llevaron este libro a buen término. Muchas
gracias por todo el apoyo que el personal de Hay House me brindó.

DE MEGGAN:

Quiero agradecer a todo lo sagrado por darme la oportunidad


de escribir este libro. La presión divina que tomó crearlo me ha
dejado con un diamante. Mi propia valía y amor ahora se han
cristalizado dentro de mí.
Es un honor poder amar a tantas personas en mi vida. Cada
una de ellas es un maestro. Estoy especialmente agradecida por
mi maravilloso hijo, Shai Watterson Masi. Él es un maestro Jedi
cuando se trata de encarnar el amor verdadero.
También agradezco a mi amorosa familia en todas sus for-
mas tradicionales y las que no lo son tanto; a la persona con quien
comparto la paternidad de nuestro hijo, Joseph Nicholas Masi; y a
todos los seres amados que ya no están, pues su paso por mi vida
la ha enriquecido. Gracias.
A las «queridas» y los hombres sagrados de mi vida, uste-
des me permiten amar valientemente y, por ello, puedo saber a
qué se referían los alquimistas con «oro». Conozco la verdadera
riqueza debido a ustedes: Danielle LePorte, Kyle Gray, Kate
Northrup Watts, Mike Watts, Gabrielle Bernstein, Paul William
Morris, Alisa Vitti, Donna Freitas, Dr. Robert Holden, Rochelle
Schieck, Dra. Deb Kern, Danielle Vieth, Latham Thomas y Priya
Tjerandsen.
Agradecimiento

Me siento profundamente inspirada por el legado espiritual


de María Magdalena. Siento inmensa gratitud hacia lo que he
aprendido de su apostolado, y por lo que continúa revelándome
con respecto a un amor que es tanto humano como divino.
A Tracy Brown, estoy agradecida por tu apoyo inquebranta-
ble. A Sally Mason, y toda mi familia Hay House, pues han hecho
del proceso algo impecable. Y a la luminosa Patty Gift, gracias por
tu valentía al permitirnos vivir este libro.
Recientemente, supe que el nombre «David» significa
«amado». Y sentí reverencia ante la belleza y el misterio de lo que
sucede cuando escuchas al alma. Gracias, David Michael Odorisio,
por ser una persona amada para mí.
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=
otas finales

CAPÍTULO 1

1 Marion Woodman, Conscious Femininity: Interviews with


Marion Woodman (Toronto: Inner City Books, 1993), 81.

2 Hal Taussig, ed., “The Thunder: Perfect Mind”, en A New


New Testament: A Bible for the Twenty-First Century (Nueva
York: Houghton Mifflin Harcourt, 2013), 185.

3 Sakyong Mipham, Ruling Your World: Ancient Strategies for


Modern Life (Nueva York: Morgan Road Books, 2006), 101.

4 Pema Chodron, Living Beautifully with Uncertainty and


Change (Boston: Shambhala Publications, 2013), 50.
Cómo amarte a ti mismo (y, en ocasiones, a otras personas)

CAPÍTULO 2

S Pema Chodron, The Places that Scare You: A Guide to Fear-


lessness in Difficult Times (Boston: Shambhala Publications,
2001), 23:

6 Raymond Chandler, The Lady in the Lake, The Little Sister,


The Long Goodbye, Playback (Nueva York: Alfred A. Knopf,
2002), 483.

7 Chogyam Trungpa, Work, Sex, Money: Real Life on the Path


of Mindfulness (Boston: Shambhala Publications, 2011), 126.

SIDA:

9 Karen King, The Gospel of Mary Magdala: Jesus and the First
Woman Apostle (Santa Rosa: Polebridge Press, 2003), 14-15.

CAPÍTULO 3

10 Ibid., 14.

11 Rainer Maria Rilke, Rilke on Love and Other Difficulties,


John J. L. Mood, comp. y trad. (Nueva York: W. W. Norton >
1070:

12 Ibid.

“AS
Notas finales

CAPÍTULO 4

13 Thich Nhat Hanh, Fidelity: How to Create a Loving Relation-


ship that Lasts (Parallax Press, 2011), 55.

14 Ibid., 10.

15 Ibid., 81.

16 The Karmapa, Ogyen Trinley Dorje, The Heart Is Noble:


Changing the World from the Inside Out (Shambhala Publica-
tions, 2013), 26.

17 Osho, Being in Love: How to Love with Awareness and Relate


Without Fear (Nueva York: Harmony Books, 2008), 197.

18 Ibid.

CAPÍTULO 5

1 King, The Gospel of Mary of Magdala, 16.

2 Esther Perel, Mating In Captivity: Unlocking Erotic Intel-


ligence (Nueva York: HarperCollins Publisher, 2006), 37.

3 Coleman Barks, Rumi: The Big Red Book. (Nueva York:


HarperCollins, 2010), 377.

4 Robert Holden, Ph.D., Loveability: Knowing How to Love


and Be Loved (Nueva York: Hay House, 2013), 49.
Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

Sora 18

6 Hanbh, Fidelity, 93.

7 Ibid.

8 Dorje, The Heart Is Noble, 24.

9 Hanbh, Fidelity, 103.

Capítulo 6

1 Dorje, The Heart Is Noble, 25.

2 Sakyong Mipham Rinpoche, Turning the Mind into an Ally


(Nueva York: Riverhead Books, 2003), 6.

3 King, The Gospel of Mary of Magdala, 15-16.

CAPÍTULO 7

1 William Blake, The Marriage of Heaven and Hell (Oxford:


Oxford University Press, 1975), xvi.

2 Helen Schucman. A Course in Miracles. (Mill Valley: Founda-


tion for Inner Peace, 2007), Text-26. IX. 6-1.

3 King, The Gospel of Mary of Magdala, 15-16.

220
Notas finales

4 El papiro manuscrito del Evangelio de María Magdalena se


halló hace más de cien años. La primera versión, en copto, se
descubrió en Akhmim y, después, en griego en Oxirrinco, a la
vera del río Nilo, en Egipto. El académico alemán Dr. Carl Rein-
dhart, quien halló el manuscrito en Akhmim (junto a la Sofía
de Jesucristo, el Apócrifo de Juan y el Acta de Pedro), piensa
que los pasajes faltantes del Evangelio de María eran demasiado
incendiarios, tal vez incluso para las comunidades espirituales
que lo conservaron. En ambas versiones faltan las primeras seis
páginas y tres más después de esta cita. Para mayor información
ver la introducción al libro del Dr. Karen King The Gospel of
Mary of Magdala: Jesus and the First Woman Apostle, 3-12.

5 “No se es a través del alma ni del espíritu, sino del 1ous entre
ambos el que contempla la visión, y es este el que...” The Gospel
of Mary Magdalene, (Rochester, VT: Inner Traditions, 2002), 31.

6 Tomas Spidlik, The Spirituality of the Christian East, trad. Anthony


P. Gythiel (Kalamazoo: Cistercian Publications Inc, 1986), 332.

7. 1bid., 105.

8 Ibid., 333.

9 Ibid., 106.

10 Ibid.

11 Trungpa, Work, Sex, Money, 104.


Cómo amarte a ti mismo (y a veces a los demás)

CHAPTER 8

1 Chodron, The Places that Scare You, 4.

2 Tengo que agradecer a Gwyneth Paltrow por este término. Me


encontré con él mientras leía un árticulo en la revista People en
marzo de 2014. Ella describió su divorcio del cantante de Cold-
play Chris Martin como un “desemparejamiento consciente”.

3 Murray Stein, Transformation: Emergence of the Self (College


Station: Texas A8zM University Press, 1998), 103.

4 Ibid., 101.

GHAPTERO

1 Hal Taussig, ed., A New New Testament: A Bible for the 21st
Century Combining Traditional and Newly Discovered Texts.
(Nueva York: Houghton Mifflin Harcourt, 2013), 214.

2 Holden, Loveability, 27.

3 Ngulchu Thogme, The 37 Practices of a Bodbisattva (Ashland,


OR: Marpa Foundation, 2001), Practice 6.

4 Hanbh, Fidelity, 25.

5 Dorje, The Heart Is Noble, 29.


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UN TESTIMONIO ACERCA DEL AMOR PROPIO
Y DE PAREJA EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA.

Este libro explica cómo la espiritualidad y la religión son un elemento


importante al momento de entregarnos a los demás. Mediante
este testimonio comprenderemos el amor desde un punto de
vista espiritual, bajo los preceptos del budismo y el cristianismo; y
encontraremos una manera renovada de vivir la religión e integrarla
a nuestras vidas,

¿Cómo amarse a uno mismo para entregarse a los otros?


¿Cómo atreverse a salir con gente nueva? ¿Cómo recuperarse de
una separación? ¿Qué importancia tiene el sexo en nuestras vidas?
¿Cómo podemos sanar un corazón roto o aprender a vivir con él?

A través de la perspectiva de los autores, un budista y una cristiana,


el lector podrá tener lo mejor de cada punto de vista y entender
cómo las dos creencias no se contradicen, sino que se enriquecen
y potencian en pro de nuestro desarrollo espiritual.

ISBN: 978-607-07-3353-6

mp 9"786070"733536

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