Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Visiones Metafisica No 33 - Abril-Mayo-Junio-1980-81-91

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 11

LAS VISIONES METAFlSICAS EN LA POESJA

DE RUBEN DARlO

Por Waldo Ross

La poesía existirá mientras


exista el problema de Ja vida y
de Ja muerte. El don de arte es
un don superior que permite
entrar en lo desconocido de
antes y en lo ignorado de
después en el ambiente del
ensueño o de Ja meditación.
Hay una música ideal como
hay una música verbal. No hay
escuelas: hay poetas. El
verdadero artista comprende
todas las maneras y halla Ja
belleza bajo todas las formas.
Toda la gloria y toda Ja
eternidad están en nuestra
conciencia. (Rub én Daría:
Prólogo a El canto errante).

Dos caractenstlcas presenta la lectura de la poesía de


Rubén Daría: una predilección muy específica por ciertos

6 81
temas y una continu a y dramática tensión d el p oe ta frent e a
éstos mismos. La primera, los tem as, ya es asunt o con ocido y,
por lo m enos un o de ellos, el erótico, es la base de u no de los
principales lib ros qu e se h an escri to sobre nuestro poe ta : m e
refiero naturalm ente al bell o libro de Pedro Sal ·nas sobre el gu e
volveremos m ás adelante. La segunda, la tensión del poeta.
ocupará la mayor part e de es te ensayo. Po r tensión entiendo la
movilización de energía g ue D arío empl ea para ei1fo.tizar un
tema y, al m ism o tiempo, contradecirlo. Por ejemplo, dur an te
toda su vida va a most.r arnos un a lu ch a perman ente entre sus
an sias es pirituales y su urgen cia instin tiva . O un ,, ccnsión ent re
el impulso erótico, por u n lad o , y la muer te, por otro. O una
luc h ::i entre la visión esté tic a del paganism o y b visión cris ti ana
de la vid a :

Entre la catedral
y las paganas ruinas
repartes tus dos alas de cristal,
tus dos alas divinas.
(Divina Psi qn is)

Por eStJ razó n. la poes ía de Daría n o n os presenta n unca


u na tc 111 :'1tica defo1itivamcntf' est·1blccída, com o puede hacerl o
cÍt'rLl pn sía clásica, 110 n os prese nta un a especie de maus leo
de t e111as ckmd c cada un o oc (l pe un lugar fijo d acuerdo a una
arq u itc tu ra tota l. L of. tc m as de Dar í o so n insisten tes pero
nun ca se pa rali za11: al c ontra ri o , flu yen, se mu even mediante el
imp1tlsn dol oroso de la co ntr adi cc ión . En es te sentido, Daría se
apro .' i111 a a b " onciencia de con t radicc ión" de Unam un o y a la
fi losofí a del dev c11ir de Bergso n:

El ánfora fun esta del divino veneno


que ha de hacer p or la vida la tortura in terior,
la conc ie nc ia espantable de nuestro hum ano cieno
y el horror de se ntirse pasajero, el horror
de ir a tient as, en in te rmitentes espantos,
hacia lo in evitable, desconocido, y la

82
pesadilla brutal de este dormir de llantos
de la cual no hay más que ella que nos despertará.
(Nocturno. El subrayado es mío)

Las visiones metafísicas

Hay por lo menos una media docena de vmones


metafísicas que preocuparon a Daría durante toda su vida: el
mundo interior; el eros 1 la muerte, la fascinación de la totalidad
y el misterio del instante. A estas se suma otra visión más
general y difusa que es la de la imagen de la vida entendida ésta
como una caravana que va cruzando pór el desierto de la
existencia.

1) El mundo ihteriori A esta visión Daría ha dedicado uno de


sus más importantes poemas ("Y o soy aquél") que aparece al
comienzo de sus Cantos de vida y esperanza:

Mi intelecto libré de pensar bajo,


bañó el a§Ua castalia el alma mía,
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía,

/Oh la sagrada selva! iOh Ja profunda


emanación del coraz ón divino
de Ja sagrada selva! /Oh la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino/
(Yo soy aquél )

Se trata, en efecto, de un viaje interior que comienz::i a


nivel de la conciencia (-Yo soy aquél) , prosigue adentrándose
en las regiones de la semi-conciencia (-El dueño fui de mi
jardín de sueño), para finalmente rematar en la . zona más
profunda y fundamental del inconciente (-sagrada selva).
En su p oema "El reino interior" incluido en Prosas
profanas, Daría hace que su alm a se asome a la ventana que da
hacia el espacio psíquico y contero ple la procesión de las

83
virtudes (princesas), y de los v1c10s (príncipes), para concluir
diciendo:

iPtincesas, envolvedme con vuestros blancos velos!


iPríncipes, estrechadme con vuestros brazos rojos!
(El reino interior)

Lo que confirma lo dicho anteriormente: aquí el alma es


presa de la tensión dialéctica.
El mundo interior es, pues, un inmenso campo de energía
que se moviliza gracias al efecto de la bipolaridad, del
antagonismo de la tensión. Pero movilizarse significa ir a alguna
parte, dirigirse-a, tener un camino. El eros es el camino que
sigue la energía movilizada, es el canal por donde fluye la
energía impulsada por una especie de fuerza centrífuga que la
obliga a fugarse de su centro. O para usar la expresión del
propio Darío: el eros es el que produce la "profunda emanación
del coraz ón divino de la sagrada selva".

2) El eros: El libro de Pedro Salinas considera al eros como el


tema rubeniano por excelencia:

"Si el panteísm o identifica a Dios y al mundo, Rubén


formula una teoría donde quedan identificados mundo y
afán erótico, sed de lo carnal: panerotismo".

(La poesía de Rubén Daría, Losada, Bs. A. 1957, p. 66).

Esto aparece confirmado por el propio Darío:

Amor, en fin, que todo diga y cante,


amor que encante y deje sorprendida
a la serpiente de ojos de diamante
que está enroscada al árbol de la vida.

Amame así, fatal, cosmopolita,


universa!, inmensa, única, sola

84
y todas; misteriosa y erudita,
amame mar y nube, espuma y ola.

(Divagación)

Incluso Salinas nos habla de una jerarquía del eros al estilo


de las jerarquías neoplatónicas : en los diversos niveles del eros
aparecen primero "las muchachitas", luego "la musa de carne y
hueso", más tarde la "carne de mujer" para rematar en la
sublimación de la p osesión erótica: "mía", título de uno de sus
poemas (Salinas, Op. cit. pp. 65-67). No es difícil adivinar aqu í
el paralelismo con la concepción neoplatónica del regreso h acia
Lo Uno. Las muchachitas, proliferación de pequeños fragmentos
del mundo, simbolizan la materia. Más arriba está el Alm a del
mundo, la Afrodita de Plotino, simbolizada aquí por la musa de
carne y hueso. Más arriba está la Inteligencia que encierra las
esencias de las cosas, concretamente la esencia de lo femenino,
simbolizada por la carne de mujer. Y, por último, en la cúspide
está Lo Uno, aquello que supera la diferencia entre las esencias,
aquello que hace que el poeta y ~u amada sean uno y lo mismo:
"Mía", porque no es diferente a mí.
El eros es, p or consiguiente, un camino que va del corazón
de la energía hacia zonas cada vez más englobantes. Dice Pedro
Salinas:

Pero este erotismo rubeniano, ése tan complejo, por razón


de su naturaleza trágica y agónica, de su condición
insatisfactoria, funciona con respecto a las potencias del
ser humano, por modo centrífugo, impulsándolas del otro
lado de la raya de su círculo lindante, disparándolas
ansiosamente hacia otro espacio. Por eso se le puede dar
como última y definitiva calificación la de lo erótico
transcendente.

P. S. La poesía de Rubén Dado, P. 209)

Sin embargo, si el eros fuese rectilíneo, si se alejara cada

85
vez más del núcleo de la energía primordial situada en el
coraz6n del reino interior, la energía terminaría por disolverse
en objetivaciones cada vez más amorfas. Deb e, pues, existir un
elemento compensatorio, algo que obligue al eros a volver a las
proximidades del centro primitivo. Esa compensación está
garantizada poi: la muerte .
.3) La muerte: Es aquí donde, con may or facilidad, podemos
apreciar aquella " concie11cia de contradícción" que atribuimos a
Daría hace un momentq. Al respecto dice Daría :

Ciertamente, en mí existe, desde /os comient os de mi vida,


/a profun Ja p reo<;upación del fin de la ex istencia, el terror
de lo Ignorado, e/ pavor de /a tumba, o, más bien, del
lnstr:¡nte en que cesa e/ corazón sli ininterrumpida tarea y la
vida desaparece de nuestro cuerpo. ~n mi deso/aclón me he
lanzado a Dios como (1 un refugio, me he asido de la
plegaria como de un paracaídas. Me he llenado de congoja
cuando he ex aminado el fondo de mis creencias, y no he
encontrado suficientemente maciza y fundamentada mi fe,
cuando el conflicto de las ideas me ha hecho vacilar y me
he sen tido sin un constante y seguro apoyo. Todas las
filosofías m e han parecido impotentes, y algunas
abominables y obra de focos y m alh echores. En cambio,
desde Marco Aure/io hasta Bergson, he saludado con
gratitud a los que dan alas, tranquilidad, vuelos apacibles y
enseñan a comprender de la m ejor manera posible el
enigma de nuestra estancia sobre la t ierra.
(Historia de mis libros)

En efecto, nuestr0 poeta se angustia frente a la mµ erte,


siente la desesperación del no-ser en muchos de sus versos. Uno
de ellos (1 'Lo fatal", incluido en Cantos de vida y esperanza) ya
se ha hecho fam oso en es te sentido. Pero - ¡milagro de .la
contradicción! -en otros pasajes nos muestra la Muerte como
una mujer herm osísim a de .cuya fascinación no podemos
librarnos-:

86
ila Muerte ! Yo la he visto. No es demacrada y mustia
ni ase corva guadaña ni tiene faz de angustia.
Es semejante a Diana, casta y virgen como ella;
en su rostro hay la gracía de la núbil doncella
y lleva una guirnalda de rosas siderales.
En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,
y en su diestra una copa con agua del olvido.
A sus pies, como un perro, y ace un amor dormido.
(Coloquio de los centauros)

Pero sí una fuga rectilínea h acía la objetivación del eros


llevaría a la energía hacía la disolución, h acia lo amorfo, la fuga
h acia la nad a significaría su terminación definitiva. El camino de
la energía no puede, en ningún caso, ser rectilíneo : debe
siempre circunnavegar en torno al núcleo mismo del reino
interior. Debe alejarse cada vez más de este núcleo, pero
manteniendo el cordón umbilical que lo ata a ese centro de
manera indisoluble.

4) Totalidad: La muerte deberá, por tan to, presentar también


un elemento compensatorio : el renacer, la dim ensión de
fertilidad que se muestra a nivel cosm ológico. Este ciclo de
nacimiento, vida, muerte y renacer, comprendido ahora a un
nivel universal y t otalista, a un nivel gue supera los estrechos
límites de l a individualidad, se deja ver en varios pasajes de
Darío:

Himnos a la Sagrada Naturaleza; al vientre


de la tierra y al germen que entre las rocas y entre
las carnes de Jos árboles, y dentro humana forma,
es un mismo secreto y es una misma norma,
potente y sutil íslma, universa/ resumen
de la suprema fuerza, de Ja virtud del Numen.

(Coloquio de los centauros)

Otras veces, en plena angustia de la contradicción, Darío

87
siente la totalidad de lo divino que se hace presente dentro del
abismo de su alma:

Yo soy en Dios lo que soy


y mi ser es voluntad
que, perseverando hoy,
existe en la eternidad.

Cuatro horizontes de abismo


tiene mi razonamiento,
y el abismo que más siento
es el que siento en mí mismo.
(Sum)

La energía va cambiando de signo. Primero se nos aparece


como pura inmanencia (reino interior). Luego toma un camino
centrífugo (eros), para retornar más tarde hacia las
proximidades de la quietud de lo inmanente (muerte).
Sobreviene entonces una nueva transcendencia: la totalidad. Si
esta ley pendular estuviese de acuerdo con la geografía interior
de Daría, sus visiones metafísicas podrían ordenarse así:

inmanencia transcendencia

reino interior---;) eros

muerte~dad
instante/)caravana de la vida

5) El misterio del instante: La carrera del tiempo hacia la


muerte ha sido un tema constante en Daría. Frente a esto,
aparece una visión enfatizada del instante v sobre todo de la
eternidad del instante, de su inserción dentfo de la tot~idad.
Pero no es algo exclusivo de Daría: es el carácter fundamental
de toda auténtica creación poética:

88
Poesía y amor son actos semejantes. La experiencia poética
y la amorosa nos abren las puertas de un instante eléctrico.
Al/í el tiempo no es sucesión; ayer, hoy y mañana dejan de
tener significado: sólo hay un siempre que es también un
aquí y un ahora.
(Octavio Paz: El surrealismo)

Tras citar unos versos de Daría:


En el reino de mi aurora
no hay ayer, hoy, ni mañana;
danzo las danzas de ahora
con la música pagana.
Pedro Salinas llega a la conclusión de que en Dado se da
un eros sin. tiempo: "se trata nada menos que de la
eliminación de lo temporal" (O. cit. 72). Tal vez sería más
apropiado decir que el eros eterniza el instante, lo hace
partícipe de la eternidad. Es decir, el eros moviliza la energía, la
hace manifestarse como flujo temporal. La muerte corta el
tiempo, lo transforma en sucesión de instantes. (De no existir la
muerte, nosotros sentiríamos el instante en permanencia
absoluta, viviríamos en la evieternidad angélica de que hablaban
los escolásticos). Pero es la totalidad la que hace que el instante
se reintegre en lo eterno. La eternidad del instante está, por
consiguiente, determinada por la constelación que forman las
restan tes visiones metafísicas. 6)
6) La vida como caravana: Una vez que el instante ha sido
reintegrado en lo eterno, la vida, sucesión de instantes, se nos
prcseRta como una procesión que camina hacia la eternidad.
Como una caravana que se dirige hacia Belén:
La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
con el fuego interior todo se abrasa;
se triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén ... ila caravana pasa!

(Y o soy aquel)
89
Visión metafís/ca y símbolog ía

Pero olvidemos por un momento todas las citas


bibliográficas y fijemo s nuestra atención en el camino que
hilvana estas visiones h aciéndolas describir una curva en el
espacio interior.
Hemos dicho que un dinamismo interno de transcendencia
anima estas visiones.
Desde luego, el "reino interior" constituye el centro de la
poes ía de Darío: en esto difiero de Pedro Salinas, pesé a la gran
admiración que siento por fa. crítica de ese gran poeta español.
Es un centro de gravitación y un camp o de energía que ejercerá
su influencia sobre todos y cada uno de los puntos de aquel
universo poético. Muy cerca de él, como apertura de escape
centr ífugo, se sitúa el eros. Ahora bien, si toda la periferia del
"reino interior" fuese eros y nada más que eros , si el eros
ejerciera una fuerza centrífuga tan enorme - (si el eros fuese
algo así como una "cavidad obscura" , eso que llamam os " black
hale" en la astrofísica) - el centro (reino interior) perdería su
coni;istencia y terminaría por disolverse . Debe existir, por lo
tanto, otra fu erza compensatoria que logre equilibrar el influjo
centr ífugo del eros: esta fuerza es la muerte. De este modo, la
energía psíquica del "reino interior" se desplaza desde el centro
h acia la periferia (e ros) y de allí h ace un regreso hacia la
extremidad opuesta (muerte). Pero tampoco la muerte es algo
completamente estático, no paraliza la energía : ya sabemos que
existe una tensión dentro de ella, tensión que se traduce en la
contradicción que Darío coloca dentro de la muerte misma:
angustia letal versus im agen arquetípica femenina de la muerte.
Debe, pues , existir algo que supere a la muerte, algo que la haga
salir de sí misma y que garantice la resurrección perpetua y la
permanencia del universo. Este algo es la visión totalista (el
Gran Todo) del cosmos que nos ofrece Darío. Sin embargo, si
toda la energía que originariamen te h a brotado del centro
quedara sumergida y disuelta en el Gran Todo, el rein o interior
peligraría y nuevamente correría el riesgo de extinguirse. Es
preciso que se dé una fuerza que compense al Todo y que

90.
gqrantice la supervivencia del reino interior: esta fuerza es la del
"instante eterno". El conjunto de instantes eternos, la caravana
de la vida, sufriría enseguida un desplazamiento teleológico
h ac ia una zona aún más extensa: el Ideal, Belén, la cuna del
Dios-hombre, o, mejor aún, del Hombre-arquetipo.
O ~ea, en este movimiento pendular
(inmanencia-transcendencia), la energía se mueve desde el
"hombre-inmanencia" h acia el "hombre-transcendencia" .
Todo lo dkho hasta aquí nos muestra que el camino de
trascencencia describe una espín;¡/ alrededor de ese núcleo
central que llamamos "reino interior". La espiral simboliza el
crecimiento dentro del orden, la transcendencia siempre ligada
al ser, el alejamiento permanentemente atado al centro.
Simboliza la marcha hacia el Ideal, marcha, a su vez, modelada
por la nostalgia del origen. En este sentido, podríamos decir que
la espiral es la senda qu e recon-e la psique para superar el traum a
del nacimiento. De allí que la espiral sea esencialmente
femenina y que sea, por excelencia, el símbolo del alma. Lo
femenino es el principio de reconciliación de la vida y la muerte.
Y la espiral es el símbolo de armonización de los contrarios.

Universidad de Montre al, abril de 1980.

91

También podría gustarte