Poemas de Carlos Obregón
Poemas de Carlos Obregón
Poemas de Carlos Obregón
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a los 33 años ) mientras vivía su exilio voluntario (?) en Mallorca, España : “Tú,
el exiliado, el que perdura./Sólo el que redime el silencio es raíz sin memoria”.
En su obra se percibe la inquietud obsesiva por la nada, el tiempo, el vacío, el
miedo, la danza de las formas insinuadas en sus visiones.
Hay una angustia metafísica de alguien que desde su noche más enigmática no le
puede "dar forma al pensamiento que mida la nada", que perciba la voz modulada
del vacío. Sus inquietudes filosóficas se transforman en un habla poética cuyos
poemas son una presencia singular. Su escritura no se parece a la de nadie.
Está solo ante una “tradición” saturada de retórica versificada. Hay mucho de
existencialista en su trepidación interior.
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que cantan y danzan
al abúlico ritmo, al acrónico ritmo de la nada
y siento en mi ser esa angustia, ese ritmo, esa nada.
Todas sus visiones confluyen en una noche anhelada, una noche en la que es
posible abolir la distancia. Es una noche sólo para iniciados, algo así como el otro
lado de la noche al que han llegado varios poetas, en una experiencia sin límites,
en una dolorosa experiencia que lo aleja del mundo inmediato para experimentar
los latidos de esa otra noche, la noche de una noche sin fondo, sin orillas, una
noche de la que se regresa para herirse ante el dia con sus trampas y afugias. El
poeta pregunta en sus poemas por esa noche:
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silencio sin fronteras poseido en su cuerpo
y la voz secuestrada
entre las últimas radas del nombre verdadero
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Arde la noche en Carlos Obregón. Al leer Distancia destruida logramos percibir
que lo que conecta sus veintisiete poemas es la noche. La noche guía el
pensamiento fulgurante del que aspira a medir la nada. Su experiencia con lo
absoluto no lo distancia del mundo, lo dota de un ojo que celebra su poder
visionario y ante sus percepciones todo danza. Hay danza sublimada. Hay
visiones y la presencia del Ángel como esa fuerza que surge en “la noche del
alma” : “¡Ah! Santuario del instante/ espacio irrevocable donde el ángel gravita”.
El poeta hace surgir los mundos sumergidos y en esa aventura se expone a la
desgarradura. En esa experiencia necesita destruir la distancia : “Entonces
liberados de toda lejanía podremos saludar/el advenimiento del fervor vegetal..”
La poesía de Carlos Obregón en es el canto del exiliado que nos dice: “Retornar
es viajar hacia la forma perenne/que yace en lo oculto de las piedras./Cada
instante trae consigo su exilio”.
Este exiliado ha venido a la tierra para cantar, es decir: para hablarnos de asuntos
esenciales “para alabar la liturgia escondida de las cosas/ y continuar en el canto,
sin meta, vivos para el ángel”. Es el mensaje de alguien situado “en la frontera
del lenguaje” y quien se dispone a escuchar el canto de las mujeres desnudas en
el rio: “Santo es el viento,/ santa es la tierra cuando el sol la dora”. Esta
conciencia de lo sagrado atraviesa Distancia destruida. Es la conciencia de aquel
para quien “Sagrada es la frontera de la noche:/ perderse para siempre y
encontrarse ahora”.
Con excepción de los poemas de Cantos, todos son poemas breves, a diferencia
de los publicados en Distancia destruida.
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con sus talismanes que son las palabras, que son sus imágenes ligadas a una
desgarradura, a un sol interior que hace herida en su alma, en su espíritu de
hombre escindido, debatiéndose entre la avertura de lo sensorial y la luz del viaje
místico.
Ese ángel que lo quema, su ser más elevado y fulgente, es , como expresa George
Bataille, “el movimiento de los mundos”... “Es la herida o la fisura que,
disimulada, hace de un ser un cristal que se rompe”, con su carga de amor,
concentrado en su incineración metafísica ante la que el poeta expresa:
Hay una cosmología subyacente en sus versos profundos, una percepción del
universo desde la alta contemplación, en la que la noche sideral invade los
recintos del alma como un viento que entra raudo, a través de puertas batientes:
Ahora, Días del monje, la segunda parte de Estuario es una poesía que se desliza
en un hablarle permanente a la divinidad. Nuestro poeta ha ascendido al plano
espiritual más sagrado en el que cada poema está dirigido a la presencia divina.
El poeta hace que la divinidad le escuche a través de su escritura iluminada:
A veces,
al caer la noche,
temo entrar con mi cuerpo
en tu vasto silencio.
Y sin embargo,
entre los cirios
hay algo que ya es mío.
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Tu misterio está en todo:
Estás solo y te amas
Me hiciste monje
para cerrar los ojos.
Cerrar los ojos para ver lo real. Esa es la más alta contemplación a la que ha
llegado nuestro poeta. Esta plenitud se logra en estados muy especiales del ser :
la experiencia mística es un devenir en el que el poeta ha entrado, es su refugio y
su herida al mismo tiempo. Porque ver duele y ese dolor lo sublima el éxtasis, en
el otro lado de la noche: “El éxtasis no explica nada, no justifica nada, no aclara
nada” (Bataille). Así la poesía como éxtasis. Así, la poesía que le dice a la
divinidad:
Entraré en tu silencio
y te adoraré
en diferentes lugares
de la noche.
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Como expresara Gilberto Abril Rojas: “Obregón se disuelve, se fragmenta en la
sonoridad de la palabra, en el fuego poético que penetra las cosas y las vuelve a
su estado original. Versos escritos bajo la tutela de un vaivén cosmológico”. De
ahí que sea un visionario, alguien que prepara su cuerpo para las contiendas
espirituales de la noche,en las que experimenta “la castigada soledad del ojo”.
Estuario es su gran libro de poemas, es, junto con Distancia destruida y algunos
poemas no presentados en libro (poesía inédita) su gran legado. Obra breve, de
excelsa factura y espiritualidad fulgurante, cuyos signos se trepan a nuestro cielo
y nos revelan la dimensión de un hombre grande, expuesto a la intemperie divina
y por cuyo gesto la poesía en Colombia adquiere la consistencia de lo auténtico y
logra presentarnos un panorama muy particular, una geografía interior proyectada
por una existencia vibrante ante los instantes poéticos “labrados sobre el yunque
del espíritu más sólido”
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POEMAS DE CARLOS OBREGÓN. Carlos Obregón Borrero fue un poeta de Colombia
nacido en Bogotá el 21 de febrero de 1929. Se suicida en España el 1 de enero de 1963. Se le ha
asociado a la generación de Mito. Su obra empieza a ser reivindicada, dada la luminosa
intensidad expresiva, la exquisita forma, la índole metafísica y espiritual que la caracterizan;
obra considerada entre las más valiosas del país, pese a la brevedad y el silencio que rodeó en
vida su trabajo.
EL TIEMPO CONTEMPLADO
I
Vibraba el cielo. El río en cada tallo
aguazaba un silbo lunar de lento vuelo.
Lejos, la noche rezaba un salmo de madera
entre flores calcinadas y aspas de molino.
Por la tierra azotada tres caballos tres caballos
de exilio galopaban, ágil fuga
de aire ennegrecido y ceniza volandera.
Una llama profunda hincaba su fulgor
contra los ojos. El tiempo estaba entre
filos de luz y estrellas desplomadas
y un viento sin origen hendía el mundo.
Polvo y esparto. Muros blancos. Trigo.
II
Surgen densas las horas en la cala desierta.
Desde lejos me llaman otras islas voraces
y los peces arrastran el latido del tiempo
entre rocas y espuma. Cielo adverso, combado
sobre el mar del exilio. Las olas con ahínco
bambolean un barco fondeado a pocas brazas.
Mortal cae en el día la honda luz del silencio.
El sol clava su fuego sobre el cuerpo desnudo
y en los guijarros brilla más antiguo que ellos.
Soledad en las rocas, en los ojos que esperan.
Con el viento maduro tras el recuerdo emigro
por rutas interiores hacia un incendio verde
de islas y centauros. Un golpe de alcatraces
llega desde la noche y abandona su huella
en la playa caldeada. No es el tiempo insaciable
lo que inunda los ojos, es el mar combatiendo
la violencia del odio que desgarra su seno
y allí trama el temblor de los dioses malditos.
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CANTO III
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se adentren voraces en la hondura del viento
tras los astros que queman su plegaria en la noche.
Hontanar de auroras fue el éxtasis ardiente
del alma por los poros; luego, el tiempo,
el nuestro, el que en la carne late,
hincó de nuevo el ojo en la simiente
y un insecto solemne agonizó en las grutas
con las flores marchitas y los frutos sedientos,
y el río y su transcurso de dios ebrio
fue de nuevo avidez y lamento. El mundo se apaga,
huye con el humo y nada queda en las manos
si lo que ellas palpan no es algo más antiguo
que el terror o el deseo: incendio estelar
que a veces nos llega como rito que en el tacto florece,
gratuito y ungido, desde un fondo remoto.
Pero nada sabemos: sentir sólo es primicia.
DISTANCIA DESTRUIDA V
De “Distancia destruida”
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DISTANCIA DESTRUIDA XII
***
Como la rosa contiene su quietud
y el mar el tiempo,
el fuego, más que fuego, contiene en certidumbre
liturgia de sí mismo, silencio en el silencio,
desde adentro volcando en fulgurante idioma
hacia qué atmósfera libre de criaturas,
hacia qué santo rezo.
Instante ardiente: su fervor se engendra
en la pupila tutelar del ángel
y su sustancia es la noche misma.
***
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templa con acerado amor
el ser la eternidad que vibra
huidiza y desvelada
tensa es la noche donde Dios la enciende.
De “Estuario”
(Deyá, Agosto)
De “Estuario”
***
(Deyá: El Puig)
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guarece paz canora, espigas, flores
que renacen bajo un rumor de fuentes
escondidas, de pájaros que duermen.
De “Estuario”
***
(La soledad sonora)
De “Estuario”
***
(Claustro)
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de la voz fue despojada de todo
vestigio de fogatas y bajeles.
El tiempo gime quebrado en los arcos,
tiempo de claustro y oración de ojiva.
Entre pilares y espigas doradas,
las diminutas manos de la lluvia
trazan y cantan la canción transida
que arrulla la rosa y baña el recuerdo.
Exilio fue la voz desde las torres:
Solo queda este espacio que es ausencia,
floración impalpable de cenizas.
De “Estuario”
***
De “Estuario”
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***
(En la cárcel)
De “Estuario”
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tanta huella mortal en esta noche!
De “Estuario”
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