Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Alimentoscomobiencomun JLVivero FUHDcapitulo 2013

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 12

Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

Los alimentos como un bien común y la soberanía alimentaria:


una posible narrativa para un sistema alimentario más justo

Jose Luis Vivero Pol, Ingeniero Agrónomo y doctorando en sistemas alimentarios, Universidad católica de
Lovaina, Bélgica. Email: Jose-luis.viveropol@uclouvain.be http://biogov.uclouvain.be/staff/vivero/jose-luis.html

“Todo necio confunde valor y precio”


Antonio Machado

El sistema alimentario industrial no cumple su función

Más de la mitad del mundo come en formas que dañan su salud, bien por exceso bien por
defecto, y por ello el hambre y la obesidad figuran de manera destacada en los debates políticos,
económicos y sociales. La obesidad y la desnutrición afectan a 2300 millones de personas en el
mundo (GAIN, 2013), con más de 500 millones de obesos (Stevens et al., 2012a) y 868 millones
de personas desnutridas (FAO et al., 2012). A esto hay que añadir los cerca de dos mil millones
de personas que padecen de déficit de micro-nutrientes, fenómeno que se conoce como hambre
oculta, y que tiene enormes implicaciones en el nacimiento de niños desnutridos, en la mayor
incidencia de enfermedades (morbilidad) y la mortalidad de enfermedades tropicales. El hambre
oculta incluye el déficit de hierro (anemia), zinc, aminoácidos esenciales y vitaminas
procedentes de verduras, frutas, carnes rojas y pescados.

A pesar de años de esfuerzos internacionales en la lucha contra el hambre, el aumento de los


ingresos nacionales brutos y la disponibilidad de alimentos per cápita, el número de personas
que padecen hambre se ha reducido a un ritmo muy lento desde 2000 (sólo 4 millones de
personas por año) y la cifra absoluta de personas que padecen hambre está aumentando en los
países desarrollados, el Cercano Oriente y África. Para empeorar las cosas, la crisis de precios
de los alimentos de 2008 y 2011 empujó a 153 millones de personas a la pobreza extrema y el
hambre (World Bank, 2012). En la actualidad, se estima que hay 314 millones de niños menores
de cinco años con desnutrición crónica (Steven et al., 2012b).Y no solo en el Sur Global, pues
ya tenemos hambrientos en los países europeos, España entre ellos, y Estados Unidos, donde
más de 45 millones de personas reciben asistencia alimentaria a través de programas federales
(Congressional Budget Office, 2012). El hambre es el mayor contribuyente mundial a la
mortalidad materna e infantil, pues 3,5 millones de personas mueren cada año por causas
relacionadas con el hambre (Black et al., 2008), de los cuales 3,1 millones son menores de cinco
años (Black et al., 2013). El sobrepeso y la obesidad por otra parte están detrás de la muerte de
2,8 millones de personas (WHO, 2012), y las tendencias son bastante preocupantes para los
próximos años, donde se espera que haya 1120 millones de personas obesas en 2030 (Kelly et
al., 2008). En oposición a la creencia común, la mayoría de las muertes por hambre no ocurren
en situaciones de emergencia humanitaria (como la reciente hambruna del Cuerno de África),
sino que se producen a diario en los países relativamente estables y medianos ingresos (Gross &
Webb, 2006).

El sistema alimentario industrial produce alimentos con insumos altamente dependientes del
petróleo (fertilizantes, pesticidas, maquinaria agrícola, transporte a grandes distancia, ultra-
procesamiento de productos, envasado en plásticos) y gasta más energía en producir alimentos
que la energía que proporcionan esos mismo alimentos. Además, el sistema desperdicia un
tercio de los alimentos producidos, con las consecuencias económicas, morales y
medioambientales que eso conlleva (FAO, 2011). Es decir, el sistema alimentario industrial es
altamente ineficiente a la hora de producir y distribuir suficientes alimentos nutritivos para toda
1
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

la población. Por tanto, no cumple sus principales funciones básicas: alimentar a toda la
población adecuadamente y producir suficientes alimentos de manera eficiente desde el punto de
vista económico y sostenible con el medio ambiente. Con millones de personas que mueren de
hambre en un mundo de abundancia, nadie puede poner en duda la necesidad de un cambio del
modelo de producción agro-industrial.

El hambre es, ante todo, un fenómeno político, derivado no sólo de la indolencia e inactividad
estatal, sino muchas veces de prácticas políticas directamente causantes de las mismas. En
consecuencia, las víctimas se caracterizan no tanto por su pobreza como por la falta de poder
político para exigir el respeto a sus derechos y para ejercer presión política ante su propio
Estado. Al ser un problema estructural requiere cambios estructurales, con consecuencias para el
desarrollo institucional y para la gobernanza del sistema alimentario. En esta misma línea, cada
vez más se acepta que el hambre y la desnutrición no se deben percibir sólo como “problemas”
sociales, humanitarios o técnicos, bien sean considerados desde un punto de vista agronómico
bien desde un punto de vista médico-nutricional, sino que como auténticos “problemas”
políticos y como fallas de los sistemas económicos de producción, distribución y acceso al
alimento. La existencia de millones de personas que no comen tres veces al día supone no tanto
un reto técnico sobre qué hay que hacer, dónde hay que hacerlo, cuándo y cómo; sino que es,
ante todo, una cuestión moral, legal, económica y política.

Las diversas dimensiones de la comida: el valor de los alimentos

Pero antes de entrar en el debate sobre como transitar hacia un modelo de producción y
consumo de alimentos que sea más justo y sostenible, tenemos que revisar la narrativa moral y
económica que impulsa este modelo industrial y reformularla en los términos que consideremos
más adecuados. Es decir, plantear una nueva narrativa ética que sustente el sistema alimentario
al cual queremos llegar (Vivero, 2013). En ese sentido, tenemos que reconocer que comer no es
solo nutrirse y los alimentos no son solamente suministradores de nutrientes esenciales. Sería
una aproximación errónea considerar un plato de pasta o un filete de res como un combinado de
proteínas, lípidos, carbohidratos y vitaminas que necesitamos ingerir para mantener la
maquinaria biológica funcionando. Para empezar, es obvio que son una necesidad humana
básica, pues nuestro cuerpo requiere la energía de los alimentos para mantener sus funciones
vitales. Además de eso, nadie puede negar la importancia de los alimentos como un pilar
fundamental de la cultura y las civilizaciones (Diamond, 1997). Por ejemplo, los indígenas
centroamericanos se consideran ellos mismos como “gentes de maíz”, pues según su
cosmovisión y mitos fundacionales, el ser humano fue modelado por los dioses a partir del maíz.
La recolección, cultivo, preparación y consumo de alimentos representa en todas las
civilizaciones un acto cultural (Montanori, 2006), siendo la gastronomía uno de los pillares que
definen la cultura nacional.

Otra dimensión relevante es su consideración como recursos naturales, bien sean plantas o
animales, o minerales como la sal. Como tales, la obtención de alimentos se basa en el
aprovechamiento, manejo y conocimiento de la biodiversidad y los ciclos reproductivos
naturales, y los alimentos sufren de los mismos problemas de escasez, acaparamiento, gestión y
uso sostenible que enfrentan otros recursos naturales como el agua, la energía o los minerales.
No obstante, cada vez con más frecuencia la industria se empeña en fabricar alimentos
artificiales o ultra-procesados, a base de ingredientes naturales básicos (aceites, melazas,
saborizantes, colorantes, amino-ácidos, proteínas) pero con una alta modificación organoléptica,
y contenidos elevados de azucares, sal y carbohidratos. Incluso se está pensando ya en fabricar

2
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

alimentos con impresoras en 3-D1 y se ha conseguido fabricar carne en un laboratorio mediante


la estimulación de células madre de vaca2.

Pero comer también es un derecho, y no sólo una necesidad. Aunque no lo parezca, tiene la
misma categoría e implicaciones legales que el derecho a la libertad de prensa, a que no te
torturen o a la libertad de culto (Vivero & Erazo, 2009). Sin embargo, su camino desde su
primera formulación hasta el presente no ha sido fácil ni rápido, y todavía es un derecho humano
que está en proceso de consolidación. En algunos países, el derecho a una alimentación
adecuada está ya recogido en la Constitución o en la legislación nacional. Este derecho recoge la
obligación legal de proteger la capacidad de todo ser humano de alimentarse con dignidad, ya
sea mediante la producción de sus alimentos o mediante la compra, tal como se consagra en el
artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y el artículo 11 del
PIDESC de 1966.

Además de las dimensiones anteriores, no podemos olvidar que la comida es también una
mercancía. Los alimentos se han venido intercambiando desde el nacimiento de las primeras
civilizaciones agrícolas en Mesopotamia, y gran parte del desarrollo de las comunicaciones, la
ciencia y las exploraciones han tenido como motor la búsqueda de alimentos y su intercambio
(por ejemplo la ruta de la seda abierta por Marco Polo o el descubrimiento del Nuevo Mundo
por Cristóbal Colón). Actualmente, la industria alimentaria es una de las mayores áreas de
actividad económica (el 10% del producto interno bruto mundial) (Forbes, 2007). La industria
de la alimentación se ha valorado entre $ 4 y $ 5.7 billones de dólares en 20093 y se espera que
aumente a $ 7 billones de dólares 2014.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, esta industria alimentaria industrial nos indujo a
despojar a la producción de alimentos y su consumo de todos sus valores sociales y culturales,
para considerarlo una mera necesidad fisiológica que utiliza un insumo totalmente
commodificado, transformado en puro objeto comercial. Para el sistema alimentario industrial,
los alimentos son bienes que alguien produce, otro vende y un tercero compra. Punto. Y el valor
de los alimentos en el mercado se ha disociado completamente de su valor de uso, impulsando a
la baja el precio de los alimentos a pesar de que su valor en uso sigue constante para los seres
humanos (Timmer et al., 1983). Esta anomalía del sistema capitalista neoliberal va contra toda
lógica de supervivencia como especie. Los bajos precios de los alimentos son la causa de que
haya tanto desperdicio en los distintos eslabones de la cadena agro-alimentaria, desde la cosecha
hasta el consumo en los hogares; y también que se busque minimizar costes en su producción, lo
que ha conllevado una tecnificación de la producción, manejo y transporte y una expulsión de
los productores de alimentos del área rural. Y como el precio de los alimentos no valora para
nada su calidad nutricional, el sistema industrial ha primado el aspecto visual externo sobre la
calidad nutricional y organoléptica, reduciendo las variedades tradicionales a aquellas que sirven
al proceso industrial. A modo de ejemplo, las antiguas variedades de tomate con deformaciones
en la piel, costillas, sabores diferentes, muchas pepitas de diferentes tamaños y verdadero sabor
a tomate han dado pie a las únicas dos variedades que mayoritariamente encontramos en todos
los supermercados del mundo: el tomate tipo “manzana” para ensaladas sin sabor y el tomate
tipo “pera” para guisos desprovistos de sustancia (Estabrook, 2012).

1
http://rt.com/usa/nasa-3d-pizza-printer-590/
2
http://www.theguardian.com/science/2013/aug/05/synthetic-meat-burger-stem-cells
3
http://www.alpencapital.com/downloads/GCC_Food_Industry_Report_June_2011.pdf
3
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

La privatización de la comida como construcción social

Los seres humanos necesitamos solo tres elementos esenciales que nos proporciona el planeta
Tierra: alimentos, agua y aire. Deberían ser gratuitos y garantizados para todos, al menos la
parte necesaria para subsistir, y sin embargo solo el aire es gratis por ahora, aunque estoy
convencido que el aire también será privatizado durante este siglo, a medida que lo
contaminemos cada vez más, y antes de 20 años tendremos que pagar un impuesto por respirar.
Y el agua, que había sido un bien público hasta el siglo XX, está ahora en medio de un acelerado
proceso de privatización y apropiación por empresas privadas que quieren controlar las bolsas
de agua subterráneas, el agua potable de los cursos fluviales y la distribución de agua potable en
las ciudades (Kay & Franco, 2012).

El actual modelo de producción y consumo agro-industrial ha contribuido a la cosificación


completa de la comida, vaciándola o minimizando sus dimensiones no-comerciales, y primando
su valor como bien privado. Actualmente, el poder adquisitivo determina la cantidad y calidad
de alimentos que cada persona consume. Tanto dinero tienes, tanto comes, y si no tienes dinero
suficiente, lo cual es un hecho corriente en casi mil millones de personas, pues no comes lo
suficiente. Como los alimentos son considerados un bien exclusivamente privado, solo el acceso
a través de la producción propia (usando insumos privados) o de la compra me garantiza ingerir
los nutrientes que necesito.

Y sin embargo, durante cientos de miles de años los alimentos y el agua fueron ampliamente
considerados como bienes comunes, ya que la naturaleza proporcionaba alimentos en forma de
frutas silvestres, raíces, hojas, animales, peces, frutos de mar o agua corriente en los ríos.
Aunque los alimentos son intrínsecamente rivales (todo lo que te tragues ya no puede ser
comido por otra persona) y puedes excluir a una persona de comer, su abundancia y la
renovación de las existencias excedían con creces las necesidades humanas. En ese momento,
los alimentos se consideraban bienes comunes. Luego vino el desarrollo de la agricultura
sedentaria, la apropiación de tierras comunales y su transformación en tierras comunes, la
privatización del agua de riego, la estabulación del ganado en granjas mecanizadas, la
mecanización de las labores agrícolas, el transporte de productos fuera de temporada, las
patentes de las semillas y la homogenización total de los productos alimentarios. Todo esto trajo
consigo una privatización casi total de los medios de producción y de los propios alimentos.

La consideración de los alimentos como bien público o bien privado va cambiando con el
tiempo, al ser un entendimiento común entre los miembros de una sociedad en un momento
determinado. Tanto la distinción clásica de bienes públicos y bienes privados en el campo de la
economía (Samuelson, 1954; Van Eecke, 1999) como su posterior tratamiento político (Kaul et
al., 2003) de bienes comunes globales y nacionales son contratos sociales y no características
inherentes a los propios bienes. Es decir, que dependiendo de nuestro sistema de valores,
relación con los recursos, sistema de propiedad y modelo político, podemos considerar a los
alimentos como un bien exclusivamente privado, exclusivamente público o un hibrido entre
ambos. El sistema capitalista, que ha conseguido establecerse como el paradigma económico y
social dominante en los primeros albores del siglo XXI, se desarrolla sobre una consideración
casi religiosa del derecho inalienable a la propiedad privada, una fe inquebrantable en las leyes
del mercado y una supremacía del individuo sobre el grupo. Y en esa línea, la privatización total
de los alimentos se ha consumado en la segunda mitad del siglo XX, con el desarrollo de un
sector agro-alimentario industrial basado en la mecanización de las actividades agrícolas, la
utilización de agroquímicos derivados del petróleo, el transporte de los alimentos a través de
grandes distancias y la apropiación de la información genética a través de las patentes. Nuestra
economía de mercado no ha sido modelada por la sociedad, sino al revés: nuestra sociedad ha

4
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

evolucionado para adaptarse a los valores y las necesidades del mercado. Ya no cooperamos
para co-existir, si no que competimos para sobrevivir. Luchamos para conseguir un bien esencial
para nuestra supervivencia como es la comida.

Lo alimentario: ¿ciencia, derecho o política?

En el debate actual sobre los fallos del sistema alimentario industrial, sobre la necesidad de
transitar hacia modelos de producción y consumo sostenibles y sobre las políticas más
adecuados para luchar contra el hambre y la obesidad, encontramos siempre tres conceptos o
ideas-fuerza que definen, además, el posicionamiento de cada individuo o institución al
utilizarlas. Estos enfoques para analizar, entender y gobernar el sistema alimentario global,
nacional y local son la seguridad alimentaria y nutricional, el derecho a la alimentación y la
soberanía alimentaria. En esta sección se explicará brevemente su origen y desarrollo
conceptual, tras lo cual se expondrá las diferencias entre los enfoques y sus
complementariedades.

La Seguridad Alimentaria y Nutricional4

La seguridad alimentaria como disciplina científica nació en los años setenta a raíz de la crisis
mundial del petróleo, que produjo, a su vez, una crisis de cereales y productos alimenticios.
Desde entonces ha tenido varias épocas, caracterizadas por diferentes paradigmas conceptuales
que venían acompañados de determinadas acciones en el terreno. Estos paradigmas explicativos
sobre el origen y las causas del hambre y de las recurrentes hambrunas han evolucionado desde
una explicación causal que atribuía el problema a factores naturales como el elevado
crecimiento demográfico y las catástrofes naturales (concepción malthusiana), hasta
explicaciones muy economicistas (fallas de mercado, asignación de recursos, falta de acceso de
los hogares vulnerables). Hoy, el paradigma es más político, muy influido por la teoría de las
capacidades de Amartya Sen y la realización del derecho a la alimentación como derecho
humano. Sin embargo, el principal problema del sistema alimentario según el consenso más
extendido sigue siendo el acceso a los alimentos, muy vinculado al concepto de pobreza y a la
consideración de los alimentos como un bien privado con derechos de propiedad excluyentes.

Tanto la definición de seguridad alimentaria de la Cumbre Mundial de la Alimentación (CMA)


de 19965, como la posterior de UNICEF (1998), OPS (2007) y FAO (2013) consideran el
concepto como un “estado” o una “situación”, lo que diferencia claramente este enfoque
técnico-científico de los otros dos enfoques que veremos a continuación. No obstante, a lo largo
de esta primera década del tercer milenio, la definición de seguridad alimentaria (y nutricional)
se ha ido modificando en algunos países, pasando de una “situación” a un “derecho”6. En
cualquier caso, la definición considera la interacción de los cuatro pilares relacionados con la
cadena agroalimentaria y nutricional: (a) la disponibilidad de alimentos, (b) la accesibilidad a
los mismos, (c) el consumo y (d) la utilización o aprovechamiento óptimo de sus nutrientes. La
definición de la CMA 1996 y que también impulsa la FAO aglutina el consumo y la utilización
en un mismo pilar y añade otro en su lugar que es la estabilidad de la producción. En cualquier
4
Tradicionalmente, esta disciplina científica se ha denominado “Seguridad Alimentaria” y, aunque siempre ha incorporado la
nutrición en su definición, ha tenido regularmente un enfoque más productivista y económico que médico-nutricional. Por otro
lado estaba la nutrición que, aun teniendo los aspectos agrícolas y económicos en su esquema conceptual, siempre se veía como
un apéndice de la salud. Solo en fechas recientes se está considerando la problemática en su conjunto, y por tanto hay una
tendencia creciente a denominar la disciplina como “Seguridad Alimentaria y Nutricional” (FAO, 2013).
5
Que establece que la Seguridad Alimentaria existe “cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso material y
económico a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para satisfacer sus necesidades nutricionales y sus preferencias
alimentarias a fin de llevar una vida activa y sana”.
6
Las Leyes de seguridad (y soberanía) alimentaria y nutricional de Guatemala (Decreto 32-05), Ecuador (Decreto Marzo-06) y
Brasil (Ley 11346, Septiembre 06) así lo establecen.
5
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

caso, aspectos tales como quien produce los alimentos, donde se producen y aspectos culturales
o de género de la producción quedan ocultos o minimizados en este enfoque.

El derecho a la alimentación: derecho de los ciudadanos y obligación del Estado

Comer es un derecho, y no sólo una necesidad. Aunque no lo parezca, tiene la misma categoría e
implicaciones legales que el derecho a la libertad de prensa, a que no te torturen o a la libertad
de culto. Sin embargo, su camino desde su primera formulación hasta el presente no ha sido
fácil ni rápido, y todavía es un derecho humano que está en proceso de consolidación. No
obstante, en la última década hemos vivido un notable progreso en la materialización del
derecho a la alimentación en los ordenamientos legales de muchos países, especialmente en
América Latina, región que está a la vanguardia en este aspecto (De Schutter, 2013).

En 1948, el derecho a la alimentación se incorporó en la Declaración Universal de los Derechos


Humanos (Artículo 25).7 En 1966, se aprueba el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, que en su artículo 11 menciona la alimentación como derecho vinculado
al derecho a la vida, mencionando además el derecho fundamental de toda persona de estar
protegida contra el hambre. En 1999, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas en
su observación general 12 sobre el PIDESC estableció la interpretación técnica y la definición
más precisa de este derecho. En 2004 el Consejo de la FAO aprobó las Directrices voluntarias
en apoyo de la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada en el contexto de
la seguridad alimentaria nacional. Estas constituyen un programa global de medidas
gubernamentales y recomendaciones prácticas que los países pueden aplicar para hacer realidad
el derecho a una alimentación adecuada para todos (FAO, 2005). Por último, en diciembre de
2009 se dio un paso significativo en la exigibilidad de los DESC, al aprobarse el Protocolo
Facultativo del PIDESC, que permitiría a las personas a quienes se les ha violado sus derechos
económicos, sociales o culturales acudir a un tribunal internacional. Este Protocolo ha entrado
en vigor en 2013, con la ratificación del décimo país.

El concepto de derecho a la alimentación tiene dos dimensiones: la primera, el derecho a una


alimentación adecuada en cantidad y calidad, es universal, para toda la población, y
multidimensional, por lo cual es de más difícil realización y se considera que su cumplimiento
ha de ser progresivo. La dimensión de estar libre de hambre es de aplicación inmediata y sólo
afecta a un sector de la población (aquellos que padecen hambre), con quienes se ha de actuar
inmediatamente para evitar que pasen hambre. En todo caso, este concepto produce un cambio
notable en el enfoque contra el hambre y la obesidad, pasando de una situación donde nadie
tiene responsabilidades legales a un derecho de los ciudadanos que el Estado tiene la obligación
de garantizar. Se pasa de estado a derecho, y de situación sin culpables a violación con
responsables.

Los gobiernos tienen la obligación de respetar, proteger y cumplir el derecho a la alimentación.


Un gobierno debería respetar el derecho a una alimentación adecuada al abstenerse de actuar de
una manera que interfiera en el derecho de las personas a alimentarse con dignidad. El gobierno
también tiene la obligación de proteger a la población de las acciones de otras personas que
repercutan negativamente en su derecho a la alimentación. Finalmente, el gobierno tiene la
obligación de asignar la máxima cantidad posible de recursos públicos a programas y acciones
para conseguir la seguridad alimentaria de su población.

7
Este expresa que “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el
bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios”.
6
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

El enfoque del derecho a la alimentación complementa a la seguridad alimentaria y nutricional


al incorporar las tres obligaciones del Estado hacia sus ciudadanos (respetar, proteger y hacer
cumplir), al tener en cuenta la dignidad humana y la aceptabilidad cultural, así como el
fortalecimiento mediante la participación, la no-discriminación, la transparencia, la focalización
y la rendición de cuentas. Si a esto le unimos el acceso a la justicia y a la reparación de los
daños causados por la violación del derecho junto a la progresividad del gasto público, tenemos
que este enfoque legal presenta muchas ventajas adicionales al enfoque exclusivamente técnico.
Así, se permite que las personas, en particular las hambrientas y marginadas, busquen
activamente los medios para hacer realidad su propio derecho a la alimentación y exijan
responsabilidades a los gobiernos por los compromisos adoptados en materia de seguridad
alimentaria. De esta manera, los ciudadanos se convierten en sujetos de derecho en vez de ser el
objeto de la asistencia, y la voluntad política es una característica que se exigen y no solo que se
desea o necesita.

La soberanía alimentaria: una seria opción al sistema agro-alimentario neoliberal

La soberanía alimentaria es una opción política que nace del descontento de grupos de la
sociedad civil (ONGs, colectivos de productores y consumidores, sindicatos) comprometidos
con las agriculturas campesinas e indígenas, la pesca artesanal, los sistemas alimentarios
sustentables y el derecho de los pueblos a alimentarse. Estos movimientos argumentan que la
sustentabilidad de los sistemas alimentarios no es una cuestión solamente técnica, sino que
constituye un desafío que implica la más alta voluntad política de los Estados.

Este Plan B, que se ha consolidado como la única alternativa estructurada, exhaustiva y


democrática al modelo de sistema agro-alimentario industrial, es un concepto reciente, todavía
en construcción, con sólidos fundamentos, impulsado y promovido por la sociedad civil, que ha
ido poco a poco posicionándose en el discurso político oficial de muchos países, principalmente
de América Latina8. La soberanía alimentaria deriva del concepto de soberanía nacional, que
reivindica el papel del Estado y de los pueblos para definir sus propias políticas alimentarias y
garantizar así que toda su población tenga para comer en cantidad suficiente y con calidad
adecuada. Esta propuesta implica la reivindicación del derecho a la alimentación, tal y como se
recoge en el PIDESC9. Además, la soberanía alimentaria reivindica al productor del alimento y
al consumidor final como los elementos centrales de la cadena agroalimentaria, frente a los
eslabones del comercio y la distribución; y prioriza los mercados nacionales y los productores
locales frente a la producción para la exportación y la importación de alimentos subvencionados
por otros países.

Considerada como idea política, el término soberanía alimentaria suscita una sorprendente
animadversión entre los políticos, profesionales del desarrollo y las agencias cuyo mandato
central es la erradicación del hambre. Nos será harto difícil encontrar un texto escrito por la
FAO, el PMA, FIDA, el Banco Mundial, la Unión Europea o USAID que describa o analice la
soberanía alimentaria como alternativa al sistema alimentario actual o como realidad política
reclamada por miles de personas y cientos de organizaciones. Para el conjunto de personas que
tienen el poder en la mayoría de los estados y los organismos internacionales (conocidos en
inglés como “establishment”), la soberanía alimentaria no existe, y por eso no se habla de ella.
No obstante, parece que los vientos están cambiando en algunas organizaciones como la FAO,

8
La soberanía alimentaria está recogida en la Ley de Soberanía Alimentaria de Ecuador, la Ley de Seguridad Alimentaria de
Guatemala, la Ley de Seguridad y Soberanía Alimentaria de Honduras y la Ley de Seguridad y Soberanía Agroalimentaria de
Venezuela. También está en la Constitución de Bolivia, Ecuador y Honduras.
9
El Pacto Internacional por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, un tratado internacional vinculante que ha sido
ratificado por 160 estados hasta la fecha.
7
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

donde el concepto está siendo exigido por algunos países que lo han incorporado en su
vocabulario, en sus programas sociales e incluso en sus ordenamientos jurídicos.

Esta negación resulta cuando menos contradictoria porque la Soberanía Alimentaria no deja de
ser una mera precisión del concepto de soberanía nacional, construcción social que emana de la
Revolución Francesa y que establece el Estado-Nación como la unidad principal de las
relaciones internacionales. Si estamos de acuerdo en que los estados son soberanos para tomar
decisiones sobre su propio territorio y sus propios ciudadanos, deberíamos aceptar sin problemas
que esa soberanía abarque también las decisiones sobre la producción, comercialización y
consumo de alimentos (Sánchez Díez & Vivero, 2011). Pero no es así. Los mismos que
defienden la soberanía nacional para emitir moneda, tener ejército, controlar el espacio aéreo,
gestionar los recursos naturales en suelo propio y abrir embajadas en otros países, se oponen a
que tengamos soberanía sobre la producción y consumo de algo tan esencial para el ser humano
como los alimentos. La soberanía alimentaria debería ser un concepto del establishment,
fuertemente enraizado en los partidos de derecha, y sin embargo es todo lo contrario: en la
actualidad se asocia exclusivamente a movimientos sociales con amplia base indígena y
campesina (La Vía Campesina) y a gobiernos de corte populista y socialista (Venezuela,
Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Cuba). La defensa de la soberanía nacional es un concepto que
tiene amplio predicamento entre la ideología conservadora, aunque es igualmente aplicado por
los gobiernos progresistas, mientras que la soberanía alimentaria es exclusivamente defendida
por los movimientos con ideología progresista o de izquierda.

Si se considera la seguridad alimentaria como una necesidad básica y un Bien Común Global es
posible aceptar que ésta se transforma en una obligación legal a través del derecho a la
alimentación y en una opción política e ideológica mediante la soberanía alimentaria. El enfoque
técnico de la seguridad alimentaria, el legal del derecho a la alimentación y el político de la
soberanía pueden y deben colaborar, mezclarse, fortalecerse mutuamente para reforzar la lucha
contra el hambre y la desnutrición. No debería haber competencia o exclusión de paradigmas. Si
se concibe la soberanía alimentaria como “el derecho de los Estados a definir sus propias
políticas y estrategias para la producción, distribución y consumo sustentable de alimentos,
respetando sus propias culturas y sus propios sistemas de manejo de recursos naturales y áreas
rurales”, podemos vincular el posicionamiento político con la soberanía nacional (principio
indiscutible del ordenamiento internacional actual), y ésta se expresa en un marco legal nacional
e internacional vinculante (el PIDESC), que se lleva a cabo a través de políticas y programas
nacionales con un enfoque de derechos pero unos componentes técnicos, ya suficientemente
conocidos y ampliamente probados que proceden del campo de la seguridad alimentaria
(Sánchez Díez & Vivero, 2011).

Soberanía alimentaria: ¿la alternativa política que defiende los bienes comunes?

¿Y qué dice la soberanía alimentaria de este proceso de privatización, apropiación de recursos


comunes y cosificación de los alimentos? Los activistas de la soberanía alimentaria como
alternativa política e ideológica son los principales defensores de las múltiples dimensiones de
los alimentos y de su notable valor para el ser humano, más allá de su precio en el mercado. La
soberanía alimentaria niega que los alimentos sean considerados exclusivamente como un
commodity y, por tanto, reclaman que queden fuera de la competencia de la OMC (Rosset,
2006). Y sin embargo, las múltiples y cada vez más coincidentes narrativas que definen los
principios básicos de la Soberanía Alimentaria no han llegado todavía a la osadía de considerar
los alimentos como un bien común, que beneficia a todos y cada uno de los habitantes del
planeta y cuya producción y gestión escapa del ámbito de actuación de un solo país o una sola
institución. Por ello, según la definición política de los Bienes Públicos Globales, los alimentos

8
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

y la soberanía alimentaria deberían ser considerados un Bien Público Global que beneficia a
toda la humanidad y que todo el mundo debe disfrutar (CEHAP, 2008), bien sea en el marco de
los derechos humanos, de la justicia social o de cualquier principio ético que se quiera usar
como brújula del accionar humano.

El reforzamiento de la soberanía alimentaria pasa por hacernos menos dependientes de


alimentos importados y menos vulnerables a plagas y enfermedades. También pasa por valorizar
la producción local y los productos frescos, por tener cultivos más resilientes al cambio
climático y un consumo menos dependiente de los oligopolios alimentarios, que suelen ser
compañías extranjeras cuyo interés no es precisamente alimentar saludablemente a nuestra
población. Garantizar la alimentación de los propios ciudadanos debería ser un objetivo
estratégico de los gobiernos y la suficiencia alimentaria en muchos productos debería ser un
objetivo prioritario de seguridad nacional10. Si entendemos por soberanía alimentaria la
capacidad de un estado de decidir dónde, cómo, cuándo y quién produce alimentos para su
población, la defensa de tal precepto debería ser aceptada y promovida por todos los estados del
mundo, pues refuerza su propia soberanía nacional11. Y sin embargo ¿por qué algo tan aceptado
como la soberanía se convierte en un movimiento revolucionario cuando se le añade el adjetivo
alimentario? Pues precisamente porque lo alimentario es de todo menos soberano para la
mayoría de los países y pueblos del mundo, que se han visto forzados a liberalizar sus mercados
alimentarios y ceder espacios de soberanía propios a las multinacionales de la alimentación. Este
sistema alimentario industrial responde exclusivamente a la idea de maximizar beneficios
económicos y minimizar gastos, reduciendo las múltiples dimensiones de la comida a una sola:
su valor como producto comerciable, como commodity12.

Los alimentos como un bien común: la nueva narrativa para desafiar el paradigma
dominante

Al hablar anteriormente de las diversas dimensiones de los alimentos, obviamos expresamente la


consideración de los alimentos como un bien común, cuya producción sostenible y su justa
distribución es responsabilidad de todos nosotros, y no solo de las empresas agroalimentarias, de
las políticas redistributivas de los gobiernos o de los agricultores privados. La gestión, y por
tanto la preocupación y la capacidad de decisión, de la producción y consumo de alimentos debe
ser un tema de interés general para todos y cada uno de los habitantes del planeta, pues todos
debemos comer todos los días, independientemente de nuestra condición social, nacionalidad,
color de piel, religión, cultura o sexo. La soberanía alimentaria apenas esboza la consideración
de los alimentos como un bien común, aunque niega su condición exclusiva de commodity.
Afortunadamente, numerosos movimientos alimentarios alternativos, no siempre alineados
políticamente con el establishment de la soberanía alimentaria pero compartiendo muchos de sus
reclamos, están empezando a re-construir sistemas alimentarios locales, en muchos casos
exclusivamente urbanos, que materializan en diversos arreglos institucionales esta consideración
multidimensional de los alimentos como un bien común y público.

Aunque la doctrina económica clásica considera a la los alimentos como un bien privado, por
ser excluible y rival (Samuelson, 1954; Buchanan 1965), numerosos aspectos relacionados con
los alimentos son ya considerados como bienes comunes, por ejemplo los bancos de atunes en
aguas internacionales, los frutos silvestres como las setas o los espárragos trigueros, las recetas
de cocina, los conocimientos agrícolas tradicionales de los campesinos, las normas de inocuidad
10
http://www.ieee.es/Galerias/fichero/cuadernos/CE_161_Seguridad_Alimentaria_y_Seguridad_Global.pdf
11
http://fr.slideshare.net/joseluisviveropol/deconstruir-la-soberana-alimentaria
12
Por commodities entendemos mercancías que, cumpliendo unos mínimos de calidad, se venden a granel, sin mayor
diferenciación entre variedades, calidades o zonas de origen, siendo ejemplos ilustrativos el trigo, la carne de pollo, los tomates
o el pescado. Su valor como producto viene determinado exclusivamente por su precio.
9
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

alimentaria o las semillas de variedades criollas no patentadas (Vivero, 2013). Con objeto de
proporcionar una base sólida para la transición hacia sistemas alimentarios más sostenibles y
articulados en torno al productor y al consumidor, en lugar del intermediario, debemos
reconsiderar la naturaleza de los alimentos como un bien exclusivamente privado y reconstruirla
como un bien común, que sea a la vez una necesidad, un derecho humano, un factor cultural y
un producto comercializable.

Si los alimentos fuera considerados bienes comunes, las implicaciones para la gobernanza del
sistema alimentario mundial serían enormes, con ejemplos que van desde la negociación del
comercio de alimentos fuera del marco de la OMC (organización que trabaja exclusivamente
con bienes privados) (Rosset, 2006), la prohibición de la especulación financiera con los
alimentos o la revisión de algunas reglas de comercio alimentario, mas adaptadas a la
producción de alimentos industriales y homogéneos que a la producción de alimentos naturales
y diversos.

Otro aspecto de vital importancia seria la promoción de nichos locales donde se pudieran llevar
a cabo acciones colectivas de producción y consumo de alimentos, combinando reglas de
mercado, regulaciones públicas y acciones colectivas voluntarias. Un ejemplo bien estudiado
por la recientemente fallecida Elinor Ostrom, premio Nobel de economía en 2009 por sus
extensos trabajo sobre gestión colectiva de recursos comunes, es el sistema de regadíos de la
huerta valenciana, gestionado desde hace siglos por un Tribunal de Aguas que funciona la
margen de la regulación estatal o de las reglas de mercado. Este tipo de iniciativas acortarían las
cadenas alimentarias, redundarían en un comercio de proximidad, valorizarían la producción de
temporada y los productos locales, devolverían la especificidad cultural a la comida, acercarían
al productor y al consumidor, y garantizarían que nadie se queda sin comer por no tener dinero
suficiente. Esta gobernanza tri-céntrica (grupos de acción colectiva, mercado, estado) ya se está
desarrollando en muchos países, tomando forma de Community-Supported Agriculture en
Estados Unidos13, Groupes Alimentaires en Bélgica14, o Grupos de Consumo Ecologico en
España15. Estas iniciativas establecen circuitos locales que acortan las distancias entre
producción y consumo, y reconocen y valorizan la cultura alimentaria local, siendo además
resilientes a la inestabilidad de precios de alimentos en el mercado nacional e internacional,
maximizan la cantidad de productos frescos y son más baratos y más sostenibles. Desde hace
años, asistimos a un desarrollo espectacular de estas iniciativas ciudadanas, mayoritariamente a
nivel local o urbano, aunque todavía están poco articuladas y no tienen una visión común de
cambio del modelo. Pero las redes sociales, su éxito económico y el cambio de hábitos
alimentarios de la población concienciada pueden impulsar que estos nichos locales se
conviertan en el motor de la transición hacia un sistema alimentario más justo y más sostenible,
más saludable y menos necesitado de los combustibles fósiles para su supervivencia.

En un plano más filosófico, hay que reconectar el campo con la cocina. La gastronomía como
ciencia de la alimentación, con la agricultura como la ciencia de la producción de alimentos.
Hay que poner el sistema alimentario al servicio del ser humano, de su felicidad y de su salud.
Tenemos que re-conectar la cultura de comer productos naturales con la ciencia que trata de
cómo producirlos, procesarlos y distribuirlos de manera sostenible. Durante una buena parte del
siglo XX han tomado caminos separados, y los conocimientos científicos se han aislado de los
saberes culturales. Por eso la gastronomía ha sido secuestrada por los ricos, los entendidos y los
sibaritas. Se le ha robado al pueblo llano la cultura gastronómica y se les ha despojado de la idea
de que comer produce felicidad.

13
https://en.wikipedia.org/wiki/Community-supported_agriculture
14
http://www.groupesalimentaires.be/
15
http://www.ecoagricultor.com/que-es-un-grupo-de-consumo/
10
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

Debemos cambiar la idea de que el alimento es un bien exclusivamente privado, como un auto o
un televisor, y considerarlo como un bien público, gobernado por un sistema poli-céntrico, y
esencial, y por tanto necesario en cantidades adecuadas para todos los seres humanos. Podemos
vivir sin autos, pero no sin comer, beber ni respirar.

Bibliografía
BLACK R ET AL. (2008). “Maternal and child undernutrition: global and regional exposures and health
consequences.¨ The Lancet 371(9608), 243-260.

BLACK, R. ET AL (2013). “Maternal and child undernutrition and overweight in low-income and middle-income
countries Levels and trends in child mortality”. The Lancet, Volume 382, Issue 9890, Pages 427 – 451,
doi:10.1016/S0140-6736(13)60937-X

BUCHANAN, J. (1965). “An economic theory of clubs” Economica, 32, pp. 1-14.

CEHAP (2008): Declaración de Córdoba sobre el Derecho a la Alimentación y la Gobernanza del Sistema
Mundial de Agricultura y Alimentación. Cátedra de Estudios sobre Hambre y Pobreza de la Universidad de
Córdoba. www.cehap.org

CONGRESSIONAL BUDGET OFFICE (2012). The Supplemental Nutrition Assistance Program. April.
http://www.cbo.gov/publication/43175

DE SCHUTTER, O. (2013). El derecho a la alimentación. Informe del Relator para el 68º periodo de sesiones de la
Asamblea General de Naciones Unidas. Documento A/68/288, 7 Agosto 2013.
http://www.srfood.org/images/stories/pdf/officialreports/20131025_rtf_es.pdf

DIAMOND, J. (1997). Guns, germs and steel. A short history of everybody for the last 13,000 years. Vintage,
London.

ESTABROOK, B. (2012). Tomatoland: How Modern Industrial Agriculture Destroyed Our Most Alluring Fruit.
Andrews Macmeel Publishing, Kansas City.

FAO (2005). Directrices voluntarias para la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada.
FAO, Roma.

FAO (2011). Global food losses and food waste. Extent, causes and prevention. FAO, Rome & Swedish Institute of
Food and Biotechnology, Gothenburg. http://www.fao.org/docrep/014/mb060e/mb060e00.pdf

FAO (2013). En buenos términos con la terminología. Documento CFS 2012/39/4. 39.º período de sesiones del
Comité de Seguridad Alimentaria, FAO Roma. http://www.fao.org/docrep/meeting/026/MD776s.pdf

FAO, WFP & IFAD (2012). The state of food insecurity in the world. Economic growth is necessary but not
sufficient to accelerate reduction of hunger and malnutrition. FAO, Rome.

FORBES (2007). “The world’s biggest industry”. Forbes, 15 November 2007.

GAIN (2013). Access to nutrition index. Global Index 2013. Global Alliance for Improved Nutrition.
http://s3.amazonaws.com/ATN/atni_global_index_2013.pdf

GROSS, R & P WEBB (2006). “Wasting time for wasted children: severe child undernutrition must be resolved in
non-emergency settings”. The Lancet, 367: 1209–1211.

KAUL, I., P. CONCEIÇÃO, K. LE GOULVEN & R.U. MENDOZA (eds.) (2003). Providing Global Public
Goods: Managing Globalization. Oxford University Press, New York. DOI: 10.1093/0195157400.001.0001

KAY, S. & J. FRANCO (2012). The global water grab: a primer. Transnational Institute, Amsterdam,
http://www.tni.org/primer/global-water-grab-primer?context=599

11
Capitulo para Libro Fundación Henry Dunant y Editorial LOM sobre Derecho a la Alimentación en Guatemala - Noviembre 2013

KELLY, T., W. YANG, C-S. CHEN, K. REYNOLDS & J. HE (2008). “Global burden of obesity in 2005 and
projections for 2030”. International Journal of Obesity 32: 1431-37.

MONTANORI, M. (2006). Food is culture. Arts and traditions on the table. Columbia University Press, New
York.

ROSSET, P (2006). Food Is Different: Why the WTO Should Get out of Agriculture. Zed Books, London.

SAMUELSON, P.A. (1954). “The Pure Theory of Public Expenditure”. The Review of Economics and Statistics,
Vol. 36, No. 4, pp. 387-389.

SÁNCHEZ DÍEZ, A. & J.L. VIVERO (2011). “La alimentación y la seguridad alimentaria mundial”. En García de
la Cruz, J. M., Durán Romero, G. & Sánchez Díaz, A. (coords.). La economía mundial en transformación. Pp. 139-
179. Ed. Paraninfo.

STEVENS, G. ET AL. (2012a). “National, regional and global trends in adult overweight and obesity prevalences”.
Population Health Metrics 10 (22): 1-16.

STEVENS G. ET AL. (2012b). “Trends in mild, moderate and severe stunting and underweight, and progress
towards MDG 1 in 141 developing countries: a systematic analysis of population representative data”. The Lancet
380 (9844): 824-834.

TIMMER, C.P., W.P. FALCON & S.R. PEARSON (1983). Food Policy Analysis. Published for the World Bank,
The Johns Hopkins University Press, Baltimore.

VER EECKE, W. (1999). “Public Goods: An Ideal Concept”. Journal of Socio-Economics 28: 139-156.

VIVERO, J.L. (2013). Food as a commons. Reframing the narrative of the global food system. SSRN Working
Paper. http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2255447

VIVERO, J.L. & X. ERAZO, eds. (2009). Derecho a la Alimentación, Políticas Públicas e Instituciones contra el
Hambre. Serie Ciencias Humanas, LOM Editores, Santiago, Chile.

WHO (2012). Obesity and overweight factsheet # 311. World Health Organisation.
http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs311/en/

WORLD BANK (2012). Global Monitoring Report 2012: Food Prices, Nutrition and the MDGs. Washington D.C.

12

También podría gustarte