El Ciberactivismo
El Ciberactivismo
El Ciberactivismo
En los últimos años, hemos advertido como Internet y las redes sociales se han constituido en
espacios idóneos para promover diversas formas de activismo y acción colectiva. Especialmente
en lo que se refiere a conformación de la opinión pública y los procesos de construcción de
legitimidad política, ya que las tecnologías han marcado una diferencia en la forma como se
concibe la noción de democracia, gobierno y participación ciudadana.
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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Edixela Karitza Burgos Pino (2017): “El Ciberactivismo: perspectivas conceptuales y debates
sobre la movilización social y política”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (abril-
junio 2017). En línea:
http://www.eumed.net/rev/cccss/2017/02/ciberactivismo.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/cccss1702ciberactivismo
Dentro de la llamada red de redes, los blogs, redes sociales o wikis se constituyen en las
principales herramientas de la “Web 2.0”. Estas aplicaciones se caracterizan por “permitir su uso
libre y gratuito, ser sencillos y adaptables, además de tener un claro enfoque orientado a
favorecer el trabajo colectivo y colaborativo” (Cobo, 2006: 3). La Web 2.0 ha posibilitado que
las personas intervengan de forma más democrática en la red, sobre todo porque para muchos
teóricos, los medios de comunicación tradicionales ofrecen escasas posibilidades de
participación, especialmente con la aparición de un escenario virtual capaz de potenciar la
capacidad de producción de contenidos y colaboración en la red, ejemplos de ello los
encontramos en sus aplicaciones más representativas como: Wikipedia, Youtube, Facebook,
Myspace, Twitter, y miles de plataformas y aplicaciones que se encuentran disponibles en la red.
Se debe tener en cuenta la interrelación que se gesta entre los ámbitos culturales-políticos
y las tecnologías, de ahí que resulte perentorio comprender la forma cómo los sujetos están
usando los circuitos comunicacionales para sus acciones activistas y políticas. No olvidemos que
dichas acciones colectivas se están gestando dentro de la llamada “sociedad de la información”,
especialmente cuando la revolución electrónica ha permitido concentrar grandes cantidades de
circuitos de espacios y paralelamente se ha ampliado la capacidad de almacenamiento y
procesamiento de la información. Esta planetarización de la información trae consigo que los
problemas se mundialicen y su impacto simbólico transcienda las fronteras.
Mientras que para el año 2012, surge el movimiento #YoSoy132 en México por la libertad de
expresión y en oposición al entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto. En el año 2013,
las protestas en Brasil, contra el aumento de las tarifas del servicio de transporte público,
generaron una gran conmoción a nivel nacional. El ciclo de protestas venezolanas entre febrero-
abril de 2014 protagonizadas por los estudiantes y otros actores sociales exigiendo
reivindicaciones sociales y políticas; también se puede resaltar las protestas en Hong Kong
(revolución de los paraguas) para demandar la instauración de un sistema de naufragio universal.
Estas movilizaciones, han configurado un comportamiento político colectivo que no sólo se ha
expresado en los espacios digitales, sino también en las calles.
De ahí que consideremos que el activismo 2.0 es utilizado por amplios movimientos y
organizaciones a nivel mundial. Primordialmente, el desarrollo de esta forma de activismo, se
sustenta en la expansión de las redes comunicacionales, bajos costos de coordinación y
movilización colectiva. Y en dichas movilizaciones nos podemos encontrar con organizaciones
que van desde las estudiantiles, los colectivos sexodiversos, pasando por los grupos
antiglobalización, hasta los defensores de la industria armamentista, quienes han asumido el
activismo digital con sus herramientas de la web 2.0, para ampliar los alcances de la protesta y la
movilización.
Partiendo como base de análisis la llamada sociedad de la información con sus consecuentes
implicaciones sociológicas, políticas y económicas, nos encontramos con que en muy pocos años
la relación política y tecnología se ha redimensionado de tal forma, que hoy en día nos resulta
casi perentorio plantear el debate de la política y lo político en el contexto de las tecnologías.
Desde las campañas políticas, pasando por el marketing político hasta derivar en las nuevas
formas de participación y protesta, el espacio digital ofrece a los movimientos, colectivos o
cualquier ciudadano -con deseos de expresar su indignación o rabia-, un medio deliberativo,
flexible, con múltiples formas para comunicarse y organizarse.
Remitiéndonos a esta forma de cultura política, en la cual las tecnologías pareciesen desempeñar
un papel fundamental, los sujetos se presentan en la esfera social y participan en ella, a través de
otros mecanismos que distan de los espacios tradicionales como los partidos o grupos políticos.
De hecho, en la Web 2.0 emergen unas prácticas, en las cuales los ciudadanos se sirven de las
tecnologías para participar en la esfera política en sus múltiples dimensiones. Esta articulación
entre ciudadanía, participación y tecnologías se expresa a través de lo que hoy se denomina como
ciberactivismo.
Podríamos definir “ciberactivismo” como toda estrategia que persigue el cambio de la agenda
pública, la inclusión de un nuevo tema en el orden del día de la gran discusión social, mediante la
difusión de un determinado mensaje y su propagación a través del “boca a boca” multiplicado
por los medios de comunicación y publicación electrónica personal. (De Ugarte, 2007).
Desde esta perspectiva, el ciberactivismo se asume como una estrategia cuya finalidad es
visibilizar diversas causas. Si bien, De Ugarte plantea que el ciberactivismo debe procurar un
cambio en la agenda social, más adelante en su texto, específica que estas causas pueden ir desde
el marketing de un libro, hasta las protestas de un individuo o grupo sobre un ámbito en
específico. Si seguimos aproximándonos a su definición, se denota que el ciberactivismo se
sustenta en una lógica de envío de mensajes, como también podrían ser los likes de facebook o
los retweets en Twitter, es decir el sentido recae en propagar y compartir información, quedando
el ejercicio político supeditado a estas prácticas que son asumidas por De Ugarte como
estrategias de acción.
Al final de su texto, De Ugarte nos brinda una definición con mayores matices sobre el
ciberactivismo:
El ciberactivismo es una estrategia para formar coaliciones temporales de personas que,
utilizando herramientas de esa red, generen la masa crítica suficiente de información y debate
para que este debate trascienda la blogsfera y salga a la calle o se modifique de forma perceptible
el comportamiento de un número amplio de personas. Herramientas descentralizadas o incluso
centralizadas como Facebook y otros servicios mal llamados “redes sociales”, pueden difundir
una movilización que exprese adhesión, malestar o rechazo, pero no impulsar una deliberación
capaz de impulsar nuevos consensos sociales. (De Ugarte, 2007).
Lejos de plantear el ciberactivismo como una diatriba entre ser activo-pasivo dentro y
fuera de las redes sociales digitales, consideramos que es pertinente hablar de diversos tipos de
participación, movilización y compromiso político. Situando y definiendo el tipo de activismo,
así como las acciones colectivas dentro de las posibilidades que ofrece el entorno virtual y
social.
Paradójicamente se puede ser muy activo en las redes sociales, pero sin movilizarse en
las calles, pero a su vez se requieren de estos activistas de las redes, para motivar a otros sujetos
que sí están dispuestos a protestar en los espacios públicos. Por supuesto, idealmente o con cierta
añoranza se suele pensar que si estas formas de activismo no conllevan una idea fuerte de
política o se hayan articulado a una estructura sólida (partidos, asociaciones o colectivos)
difícilmente se podrán gestar algún tipo de cambios, sin embargo, también es de una miopía
imperdonable no prestar la debida atención a estas nuevos modos de acción colectiva, ya que hoy
en día atraviesan y resignifican las formas cómo se percibe y se actúa en la esfera pública y
política. De ahí que el debate sobre el ciberactivismo deba ponderar los diversos escenarios en
los cuales emerge como marco de acción y sitúe los reales alcances en la promoción de la
participación de los sujetos y su influencia en el ámbito de la política.
Desde finales del siglo XX los cambios acaecidos por las tecnologías y la digitalización
de las formas cómo nos comunicamos y relacionamos no sólo se circunscriben al ámbito
individual, sino que ha provisto a los sujetos de otras herramientas para participar y crear
novísimos marcos de acción colectiva. Más allá de estos profundos cambios, si bien Internet
supuso una revolución para el activismo y la movilización social en cuanto a organización,
comunicación y el ejercicio de la política, no podemos negar que se ha cuestionado la influencia
real de las tecnologías en la movilización social y prácticas políticas.
Un estudio realizado por Evan Anduiza y Marta Cantillojc (2010) en España, exponen
que los factores que inciden en que las personas participen políticamente a través de Internet, se
relaciona directamente con las habilidades online, pero también con un interés previo por la
política, es decir que las TIC se constituyen en un espacio de intervención para personas o
colectivos que ya estaban implicados como activistas políticos y las usan para ampliar su
militancia. Lo cual supone, que si bien se refuerza a las personas que ya están politizadas, la
influencia en el resto de la población es menor.
Esto nos indica la debida prudencia que se debe tener, para no caer en la perspectiva de
generalizar o afirmar que cualquier individuo independientemente de su condición social, edad o
ideología se sirve de Internet y las demás tecnologías para participar en la esfera política, porque
eso sería obviar las brechas digitales que se reflejan no solamente en la adquisición de
dispositivos tecnológicos, sino también en los usos que se le otorgan en los distintos ámbitos del
ciberespacio.
Generacionalmente hablando, nos encontramos que los jóvenes se han socializado políticamente
en otros marcos de acción, a diferencia de las personas mayores, que si bien pueden usar Internet
lo hacen desde otras significaciones. Todo esto complejiza el estudio de la influencia de estos
nuevos tipos de activismo, pero a la vez también supone un llamado de no caer en la tentación de
comprender el auge de las tecnologías y de las redes sociales como los únicos factores que
impulsan la participación y la acción colectiva.
Si nos remitimos a la visión de Edwin Cruz (2014) nos ofrece una mirada más crítica sobre la
influencia de las TIC e Internet en relación a las estructuras de acción y movilización:
En primer lugar, hay que pensar la relación de Internet y demás tecnologías desde una visión que
discurra por la vertiente de los efectos limitados sobre las estructuras de movilización, más que
abocarse por los senderos de los determinismos tecnológicos. Las tecnologías con sus
innovaciones por sí mismas no producen los cambios sociales, ni mucho menos generan la
acción social, se requieren de análisis que complejicen los contextos sociales en los cuales
surgieron esas tecnologías y sus dinámicas de interacción con los sujetos.
Y en segundo lugar, si bien Internet ofrece a los activistas herramientas para ampliar los
canales de comunicación, sustentado en el ideal democratizador que subyace en la posibilidad de
hacer y pensar en comunicaciones más autónomas y libres, desprovistas de las lógicas e intereses
económicos e ideológicos que se hallan en el triunvirato televisión, radio y prensa, no podemos
obviar que existe brechas digitales, que se evidencian en las competencias educativas y
tecnológicas, así como en las brechas generacionales, especialmente si se habla de los “nativos
digitales”, versus los “inmigrantes digitales” (Prensky, 2001) con sus respectivos procesos de
sociabilización política.
Este enfoque sobre la brecha digital considera que la mera conexión por sí misma no implica
compromiso político, ni competencias comunicacionales y tecnológicas, se requieren de otros
aspectos que incidan y posibilitan la movilización social, especialmente si se proyecta la acción
colectiva apoyada en las redes sociales digitales como parte de una estrategia política. La acción
y las deliberaciones políticas que se puedan gestar en el marco de las tecnologías y redes sociales
digitales, requieren de mediaciones institucionales, no sólo de herramientas o dispositivos
tecnológicos.
4. Discusión y conclusiones
Las TIC en la esfera política han inaugurado nuevas formas de activismos, proporcionando otras
estructuras desde las cuales organizarse, comunicarse y movilizarse. Por supuesto, el hecho de
que las dinámicas políticas comiencen a ser pensadas desde Internet y su complejo sistema de
tecnologías, trae consigo posturas antagonistas sobre los alcances reales de dichas tecnologías en
las prácticas políticas.
5. Referencias Bibliográficas
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http://www.revista.unam.mx/vol.7/num6/art48/int48.htm.
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Del Hoyo, M., Fernández, C., García, M. (2014).”Jóvenes comprometidos en la red: el papel de
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Barcelona: Crítica.
* Socióloga de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela (2002) mención Summa Cum Laude. Magíster
Scientiarum en Comunicación Social (2008). Profesora Agregado de la Escuela de Sociología de la UCV, así como de la Maestría en Comunicación
Social de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV. Candidata a Doctora en Ciencias Sociales (Universidad Central de Venezuela)